Está en la página 1de 14

Guía 2 Estudio de caso: La detención del General Pinochet en Londres:

Historia reciente y memoria histórica en el proceso de transición a la democracia.

Nombre: Curso : III ° M Fecha: Pje. /18


Electivo

Objetivo: Analizar diversas perspectivas historiográficas sobre cambios recientes en la


sociedad chilena y su impacto a nivel local, considerando procesos de democratización y
construcción de la memoria nacional.
Habilidad: Evaluar la validez de las propias interpretaciones sobre acontecimientos,
fenómenos y procesos estudiados, a través del diálogo y el uso de fuentes

Conceptos: Democracia, Derechos Humanos, Memoria histórica, Historia del tiempo


presente.

Lea el texto y responda la pregunta 1 y 3


“La historia que requiere el ciudadano de nuestros días, o más exactamente, la historia que
precisan las personas para acceder efectivamente a la categoría de ciudadanos, no puede ser el
relato de un pasado muerto que ya no guarda relación alguna con las preocupaciones actuales,
sino una trama donde la relación entre el presente y el pasado es muy activa, una historia
puesta al servicio de las preguntas que el presente le plantea al pasado a través de la labor de
los historiadores. (…)
Es cierto que si analizamos más finamente la realidad de cualquier sociedad relativamente
compleja, descubriremos una pluralidad de memorias “emblemáticas” o colectivas , siendo
algunas de ellas antagónicas entre sí. Pero no es menos cierto que en la memoria colectiva de
los pueblos queda un sedimento común que, en definitiva, constituye su memoria histórica.
Existe, pues, un vasto campo de disputa entre distintas miradas y maneras de concebir la
sociedad respecto de la o de las memorias colectivas hegemónicas que se constituirán como
conciencia histórica o sentido común historiográfico desde los niveles más simples hasta los
más elaborados”.
Grez, S. 2012. Una historia para el presente y el futuro. Le Monde Diplomatique.

Inicio:

1. Describa cómo debe ser el estudio de la historia para el ciudadano de hoy


(2p)______________________________________________________________________

1
__________________________________________________________________
_________________________________________________________________________
_________________________________________________________________________
_____
2. Realice una pregunta en torno de nuestra historia reciente (2p)
_________________________________________________________________________
______________________________________________________________________
3. Según el autor ¿Qué es memoria histórica?
(2p)______________________________________________________________________
_________________________________________________________________________
_________________________________________________________________________
___________________________________________________________________

II. Estudio de caso: La detención del general Pinochet en Londres

Lea el texto y responda la pregunta 4


Impedido de regresar a mi país, y viviendo la experiencia más dura e injusta de mi vida,
quiero agradecer a mis compatriotas todas las nobles muestras de cariño y de apoyo que
me han dado, sin las cuales estas horas de prueba y soledad serían incomparablemente
más tristes para mí y mi familia. Mi gratitud quisiera expresarla con algunas reflexiones
venidas a mi mente en estos penosos días, que pueden ayudar a descubrir la verdad y la
justicia de la historia que se juzga. El país sabe que nunca busqué el poder. Por eso
cuando lo ejercí jamás me aferré a él y cuando llegó el momento de entregarlo, de
acuerdo a nuestra Constitución, lo hice lealmente. Ningún historiador, ni aun el más
sesgado y poco objetivo, puede ni podrá mañana sostener de buena fe, que mis
actuaciones públicas respondieron a una supuesta ambición personal o a cualquier otro
motivo que no fuera el bien de Chile. Al contrario, siempre pensé que debía orientar el
llamado a servir a mi Patria, que desde pequeño latía en mi corazón, a través de la
carrera militar. Siempre supe que el juramento que un día hice ante Dios y ante nuestra
bandera, siendo apenas un adolescente, lo iba a cumplir. Precisamente por nuestra
sólida formación moral, los soldados aprendemos a descubrir tempranamente cuanto
dolor y pérdidas irreparables provocan las guerras. De allí que, como gobernante, haya
sido infatigable e irreductible en mi afán por evitar los conflictos armados, por buscar en
todo momento la paz para Chile, aun cuando se hayan cernido sobre nosotros todo
género de amenazas. Frente a la dramática encrucijada en que fue puesto nuestro país
por el gobierno de la Unidad Popular me resistí a actuar hasta el final, no obstante el
clamor ciudadano que golpeaba las puertas de los cuarteles pidiendo nuestra
intervención. Esperé no por temor sino por una secreta esperanza de que se pudiera
superar pacíficamente aquella extrema situación de crisis institucional, que fuera
denunciada por la Excelentísima Corte Suprema de Justicia, la Honorable Cámara de
Diputados y otros órganos de nuestra institucionalidad. Nadie mejor que un soldado

2
sabe cuán incontrolables son los enfrentamientos armados cuando no se combate
contra un ejército regular. No fue posible evitarlo y, finalmente, tuvimos que asumir la
conducción del país aquel histórico 11 de septiembre, no sin antes encomendar el éxito
de nuestra misión a Dios y a la Santísima Virgen del Carmen, Patrona de nuestras
Fuerzas Armadas y Reina de Chile. Siempre he tenido y tendré en lo más profundo de
mi corazón el recuerdo y un sentimiento de gratitud y admiración hacia esa generación
de soldados, marinos, aviadores y carabineros, que participaron en esa jornada
patriótica y realizaron tantos sacrificios heroicos. Sobre aquella gesta, valga solamente
una reflexión. Las Fuerzas Armadas y de Orden no destruyeron una democracia
ejemplar, ni interrumpieron un proceso de desarrollo y de bienestar, ni era Chile en ese
momento un modelo de libertad y de justicia. Todo se había destruido y los hombres de
armas actuamos como reserva moral de un país que se desintegraba, en manos de
quienes lo querían someter a la órbita soviética. Creo firmemente en la unidad del país.
Todo lo que he hecho a lo largo de mi vida no ha tenido otra razón de ser que producir
el reencuentro de los chilenos con su común destino superior. Estoy profundamente
convencido que nunca han tenido ni tendrán futuro los países que no logran descubrir
la misión histórica que están llamados a cumplir. Tengo la certeza de que nunca han
podido ni podrán entender los desafíos que les depara el porvenir, aquellas naciones
que olvidan o reniegan de su historia. Que jamás serán felices ni tendrán un buen
porvenir los pueblos que son fácilmente seducidos por la prédica del odio, la venganza
o la división. Soy un hombre que pertenece a un tiempo histórico y a unas
circunstancias muy concretas. El siglo que ya termina bien podría ser definido como uno
de los más crueles que la humanidad haya conocido. Dos atroces guerras mundiales y
una guerra ideológica que sojuzgó a más de media humanidad lo han marcado
profundamente al confrontarse dos visiones absolutamente opuestas. El dilema era; o
vencía la concepción cristiana occidental de la existencia para que primara en el mundo
el respeto a la dignidad humana y la vigencia de los valores fundamentales de nuestra
civilización; o se imponía la visión materialista y atea del hombre y la sociedad, con un
sistema implacablemente opresor de sus libertades y de sus derechos. En el transcurso
de este siglo se llegó a buscar el exterminio de toda una nación, bajo el pretexto de
supuestos ideales étnicos. El comunismo, por su parte, esa verdadera antireligión, le
costó a la humanidad las vidas de millones de seres humanos en toda Europa, y de otras
decenas de millones de niños, mujeres y hombres en los diferentes países de Asia.
También en América el marxismo sembró la muerte y destrucción. No sólo en sus
intentos revolucionarios sino con la prédica universal del odio y la lucha de clases, y con
la exportación de la guerrilla y el terrorismo. Por ese gigantesco genocidio, por los
sistemas más brutales de opresión, los peores que recuerde la humanidad, nadie pide
justicia y probablemente nunca la habrá. Al contrario, quienes provocaron esos males,
quienes dispusieron en nuestros países de armas y financiamiento soviéticos para
realizarlos, quienes promovieron y predicaron a nuestros pueblos la siniestra ideología
del socialismo marxista, son los que se levantan hoy como mis jueces. Todo lo que hice
como soldado y como gobernante lo hice pensando en la libertad de los chilenos, en su
bienestar y en la unidad nacional, objetivos superiores al logro de los cuales, quienes

3
actuamos el 11 de septiembre, consagramos todos nuestros desvelos. No hicimos
promesas. Sólo nos propusimos transformar a Chile en una sociedad de hombres libres
y democrática, donde a sus ciudadanos se les respetara el derecho a crear y emprender
libremente sus iniciativas, para que se hicieran dueños de sus propios destinos y no
esclavos del Estado y menos de otras naciones. Nos propusimos hacer de Chile una gran
nación y creemos firmemente haber contribuido a lograrlo, sin perjuicio de que algunos
países en el mundo aún no lo valoran, como no valoran que después de una transición
pacífica nuestro país tenga hoy un verdadero régimen democrático, en el que todas sus
instituciones funcionan plenamente. Los tiempos, sin embargo, cambiaron. Se derrumbó
el comunismo. Quedaron al descubierto los “socialismos reales” y la humanidad pudo
conocer una historia de crímenes, injusticias, explotaciones humanas, fracasos y
mentiras como jamás ni el más acérrimo adversario pudo imaginar. En Chile, el
resultado de nuestra historia es que este desconocido y lejano país pudo superar con
éxito la prueba más grande que haya tenido que enfrentar en este siglo. En una
verdadera hazaña, que sus agentes nunca nos perdonarán, pudimos demostrar antes
que nadie que era posible derrotar al poderoso “imperio de la mentira y del odio”.
Aseguramos nuestra libertad y emprendimos temprana y visionariamente el arduo y
difícil camino de la reconstrucción nacional y el establecimiento de una sociedad
moderna y libre. En casi dos décadas, y gracias al sacrificio de todo un pueblo que
recuperó la fe en sus ideales de progreso y de justicia, se construyó un país distinto.
Nadie puede desconocer hoy que el 11 de septiembre abrió caminos de esperanza y de
oportunidades para todos, que sólo depende de los chilenos conservarlos y hacerlos
plenamente fecundos en el tiempo. Chile es hoy un país distinto de aquél que los
jóvenes de muchas generaciones tuvieron que enfrentar cuando tenía una existencia
oscura, pesimista y fracasada. Con nuestro gobierno, los pobres y los postergados
comenzaron a tener verdaderas oportunidades para progresar. Siempre supimos que
esa prioridad social, debía ser nuestro principal compromiso moral. Hoy, no puedo
ocultar la satisfacción que me produce saber que, para retroceder al pasado tendrían que
sucederse muchas generaciones antes que los chilenos vuelvan a ser un pueblo
perdedor, fatalista, deprimido y sin valor, como lo llegamos a ser a comienzos de los
años setenta. Gente ideológicamente enceguecida quiso destruir nuestro país. No lo
pudieron lograr. No contaron con la reserva espiritual y la dignidad natural de un
pueblo pacífico y acogedor que, sin embargo, jamás ha permitido ser sometido ni
doblegado por nadie. Cometería una injusticia si en estas líneas no destinara un
reconocimiento especial, como testimonio de mi mayor gratitud, a quienes compartieron
la epopeya de la reconstrucción del país; a esa generación de soldados y civiles, hombres
y mujeres, que han terminado consagrando sus vidas al servicio del país y que
diariamente dan testimonio de fidelidad a sus patrióticos ideales; a la juventud de Chile,
que ha heredado un país fortalecido con un destino de grandeza que deberá seguir
construyendo con voluntad y verdadera responsabilidad patriótica. Agradezco también
a quienes no formaron parte de mi gobierno y, siendo incluso sus adversarios, han
sabido valorar en esta hora, por sobre cualquier diferencia, la defensa de la soberanía y
la dignidad del país. Es probable que los misteriosos caminos que el Señor reserva a

4
cada pueblo puedan llevar a que muchos chilenos tarden en descubrir la verdad
de lo que ha vivido nuestra Patria. Yo les digo que nada podrá impedir que un día, tal
vez no tan lejano, vuelva la paz y la sensatez a esos espíritus que todavía permanecen
cegados por la pasión, y en la serenidad de otros tiempos, cuando la historia reivindique
nuestra obra común, terminen reconociendo el valor y los méritos de ella. En ese
momento, es probable que yo ya no esté. Será, sin embargo, la hora de la victoria, la
hora en que los ideales que iluminaron nuestros sueños terminen siendo comunes a
todos los chilenos. Hoy, siento que el destino ha vuelto a poner sobre mis hombros la
enorme responsabilidad de contribuir a sembrar semillas de paz que hagan posible la
grandeza y la unidad de mi Patria. Más allá de mis dolores y de las heridas que llevo en
el alma por las injustas vejaciones de que he sido objeto, y de la indignación que me
produce ver a mi país agredido en su condición de estado soberano e independiente y
sin ser respetado como lo merece, quiero señalar que acepto esta nueva cruz, con la
humildad de un cristiano y el temple de un soldado, si con ello presto un servicio a
Chile y a los chilenos. Nada deseo más que ver superadas las divisiones y los rencores
estériles entre nosotros. Al final ya de mi vida, no obstante el cansancio y los
sufrimientos que me han provocado tantas injusticias y tantas incomprensiones, quiero
decirles que aun cuando todavía tuviera que enfrentar mayores adversidades, jamás mi
espíritu se sentirá derrotado. Nada doblegará mis convicciones ni mi firme voluntad de
servir a mi Patria, tal como lo juré el día que me incorporé al Ejército de Chile. Mi más
profundo anhelo en esta hora es impedir que en nuestra entrañable tierra siga habiendo
más víctimas, más dolor del que ideologías foráneas ya provocaron en la familia chilena.
Ojalá el mío fuera el último sacrificio. Ojalá mis dolores y los agravios de que soy
víctima pudieran satisfacer los siempre insaciables sentimientos de venganza, y
sirvieran para que quienes aún siguen anclados al rencor, puedan encontrar la paz para
sus conciencias. Ojalá pudieran ellos dejar de vivir tan perturbados, y nunca más se
escuchen en nuestra Patria las prédicas revolucionarias que sembraron tanta violencia y
división entre los chilenos. Quienes creemos en el perdón y en la reconciliación
verdadera, tenemos que seguir trabajando duramente por el futuro. No está lejano el día
en que una nueva generación de compatriotas, al poner sus ojos en la historia de su país,
descubra la verdad de la gesta que permitió la construcción de una sociedad de chilenos
libres y dignos, de una Patria mejor para todos y no para un sector o para un partido,
como estuvimos a punto de vivir. He sido objeto de una maquinación político-judicial,
artera y cobarde, que no tiene ningún valor moral. Mientras en este continente, y
específicamente en los países que me condenan mediante juicios espurios, el comunismo
ha asesinado a muchos millones de seres humanos durante este siglo, a mí se me
persigue por haberlo derrotado en Chile, salvando al país de una virtual guerra civil.
Ello significó tres mil muertos, de los cuales casi un tercio son uniformados y civiles que
cayeron víctimas del terrorismo extremista. Soy falsamente juzgado en numerosos
países europeos, en una operación dirigida por quienes se dicen mis enemigos, sin que
exista por lo mismo la más remota posibilidad de que quienes me prejuzgan y condenan
lleguen a comprender nuestra historia y a entender el espíritu de lo que hicimos. Soy
absolutamente inocente de todos los crímenes y de los hechos que irracionalmente se me

5
imputan. Sin embargo, temo que quienes lo hacen nunca estuvieron ni estarán
dispuestos a darse a la razón y aceptar la verdad. Frente a una aberración semejante, y
no obstante mi sufrimiento y mi impotencia, quisiera entregar una palabra de aliento a
mis compatriotas. No os desaniméis ni rindáis nunca ante las adversidades y el
infortunio. Nunca dejéis de luchar por la grandeza y el poderío de Chile. Ojalá
superemos pronto nuestra actual condición de país débil, pequeño y lejano, para que
nunca más un chileno, cualquiera sea su condición, vuelva a sufrir las vejaciones y las
humillaciones que hoy sufro, precisamente porque no tenemos fuerza en el concierto de
las naciones para hacernos respetar. Yo no desfalleceré nunca. No lo he hecho en este
difícil trance, ni nunca lo hice a lo largo de mi vida, cuando tuve que enfrentar otras
horas de prueba; por ello quiero expresarles a mis camaradas uniformados y en
particular a los del Ejército, mi disposición, mi confianza y profundo reconocimiento por
su forma de actuar en estas difíciles circunstancias. Conservo intacta mi fe en Dios y en
los principios que han guiado mi existencia. Guardo la firme esperanza de que el Señor
en su infinita misericordia aplique mis más íntimos sufrimientos por quienes murieron
injustamente en esos años de enfrentamiento. Están equivocados quienes creen o
sostienen que el dolor por la sangre derramada en nuestra Patria, es monopolio de un
bando. Todos hemos sufrido por las víctimas. Me consta que es especialmente grande el
sufrimiento de quienes no provocaron el enfrentamiento, de quienes no lo buscaron ni
mucho menos lo desearon, y terminaron siendo sus víctimas inocentes. El soldado
siempre busca proteger a sus compatriotas. Nunca he deseado la muerte de nadie y
siento un sincero dolor por todos los chilenos que en estos años han perdido la vida. Le
he pedido humildemente a Dios que hasta el último segundo de mi vida me dé la
conformidad y la lucidez para entender y aceptar esta cruz y que este dolor que llevo en
lo más profundo del espíritu, llegue a ser una buena semilla en el alma de la nación
chilena. Si con mi sufrimiento se puede poner fin al odio que se ha sembrado en nuestro
país, quiero decirles que estoy dispuesto a aceptar todos los designios del destino con la
más absoluta confianza de que Dios, en su infinito amor, sabrá hacer fecundo este
sacrificio que le ofrezco para que triunfe la paz, y en el amanecer ya del nuevo siglo,
sean los chilenos un pueblo unido y reconciliado como el que siempre soñé alcanzar a
ver. Amo a Chile por sobre todas las cosas y ni aún las más dolorosas circunstancias que
deba enfrentar impedirán que, con toda la fuerza de mi espíritu, a la distancia, repita
siempre una y mil veces, Viva Chile.
 Augusto Pinochet Ugarte Londres, Diciembre de 1998. Carta a los chilenos en The
London Clinic.

4. Explique los argumentos que esgrime el autor para abordar su detención en


Londres y la verdad histórica que plantea sobre el golpe de estado de 1973, y su
mandato hasta 1990
(3p)______________________________________________________________________
_________________________________________________________________________

6
__________________________________________________________________
_________________________________________________________________________
_________________________________________________________________________
_________________________________________________________________________
_________________________________________________________________________
_________________________________________________________________________
_________________________________________________________________________
_________________________________________________________________________
__________

Lea el texto y responda la pregunta 5

De un tiempo a esta parte hemos percibido un recrudecimiento notorio de la tendencia de algunos


sectores de la sociedad nacional a manipular y acomodar la verdad pública sobre el último medio siglo
de la historia de Chile, a objeto de justificar determinados hechos, magnificar ciertos resultados y
acallar otros; casi siempre, con el afán de legitimar algo que difícilmente es legitimable y tornar
verdadero u objetivo lo que no lo es, o es sólo la autoimagen de algunos grupos. Esta tendencia se ve
facilitada por el acceso que esos sectores y grupos tienen, de modo casi monopólico, a los medios
masivos de comunicación, lo que les permite, por la vía de una extensa e impositiva difusión, dar una
apariencia de verdad pública a lo que es, en el fondo, sólo expresión históricamente distorsionada de
un interés privado. 

La profusa difusión de verdades históricas manipuladas respecto a temas que inciden estratégicamente
en la articulación de la memoria histórica de la nación y por ende en el desarrollo de la soberanía civil,
nos mueve, a los historiadores que abajo firman, a hacer valer el peso de nuestra parecer profesional y
la soberanía de nuestra opinión ciudadana sobre el abuso que la difusión de esas supuestas verdades
implica. 

En gran medida, la manipulación se observa en el juicio histórico sobre: a) el proceso democrático


anterior al golpe militar de 1973; b) el proceso político bajo condiciones de dictadura que le siguió
(1973-1990) y c) sobre los problemas de derechos humanos y soberanìa suscitados durante y después
del advenimiento del último proceso. Estimamos que esa manipulación se observa, en su versión más
extrema y simple, en la difundida "Carta a los Chilenos" del ex-general Augusto Pinochet; en su
versión más historiográfica y profesional, en los "Fascículos" publicados por el historiador Gonzalo
Vial en el diario La Segunda, y en su forma más coyuntural y pragmática, en los alegatos, explicaciones
y justificaciones esgrimidas 'ante las cámaras' por miembros de la clase política civil y de la clase
política militar respecto a las graves cuestiones de derechos humanos y soberanía que se están
ventilando, sobre todo, en la Cámara de los Lores, de Inglaterra. Tres formas y manifestaciones

7
distintas de un mismo tipo de manipulación de la Historia, que intentan legitimar y
justificar un tipo de situación y un conjunto de intereses privados que, objetivamente, no representan
ni la situación ni los intereses de la mayoría de los chilenos. 

Ante esto, nos sentimos obligados a plantear lo que sigue: 

En su "Carta a los Chilenos", el ex-general Pinochet plantea, entre otras, tres 'verdades históricas': a) que
la intervención dictatorial de los militares entre 1973 y 1990 fue una "gesta, hazaña o epopeya" de
carácter nacional; b) que la crisis política de la anterior democracia fue obra exclusiva del gobierno de la
Unidad Popular, cuyo programa se proponía, con la "prédica del odio, la venganza y la división" y la
"siniestra ideología del socialismo marxista", imponer una "visión atea y materialista... con un sistema
implacablemente opresor de sus libertades y derechos...; el imperio de la mentira y el odio", y c) que
"los hombres de armas" actuaron como "reserva moral de la nación" para reimplantar la "unidad del
país... no para un sector o para un partido", el "respeto a la dignidad humana", la "libertad de los
chilenos", y dar "verdaderas oportunidades a los pobres y postergados". 

Respecto a la primera afirmación, queremos decir que en Historia se asigna la expresión "gesta, hazaña
o epopeya nacional" sólo a las acciones decididas y realizadas mancomunadamente por todo un
pueblo, nación o comunidad nacional, actuando en ejercicio de su soberanía. Tal como, durante siglos,
el pueblo mapuche luchó contra los invasores, o como se movilizó el pueblo chileno, después de 1879,
en la Guerra del Pacífico. Es por eso que llamar "gesta, hazaña o epopeya nacional" a la acción armada
que 'un' sector de chilenos emprendió contra 'otro' sector de chilenos, implica un uso particularista,
abusivo y coyuntural de un término que tiene un significado más trascendente. En rigor, ese tipo de
acción no es una gesta nacional, sino una acción faccionalista (independientemente de que triunfe o
no). Si la 'facción' de chilenos que dio y apoyó el golpe militar de 1973 considera que esa (su) acción fue
una "gesta nacional", entonces también debería llamarse "gesta" al intento realizado, entre 1932 y 1973,
por la 'facción' de chilenos derrotada por ese golpe, puesto que durante ese período procuró alcanzar el
desarrollo económico y social del país luchando legalmente 'contra' la facción opositora que, durante
todo ese tiempo, estorbó sus planes. Es necesario diferenciar entre el 'faccionalismo' que opera a través
de la ley (caso de los derrotados en 1973) y el que opera a través de las armas (caso de los vencedores
en 1973), pues un movimiento faccional democrático y legalista está más cerca de ser una 'gesta
nacional' que un movimiento armado. 

Respecto a la segunda afirmación, cabe decir que la crisis de 1973 no se debió sólo a la conducta
gubernamental de la Unidad Popular (en verdad, ningún historiador serio caricaturizaría esa conducta
reduciéndola a "prédica del odio", a implementación de ideologías "siniestras", a la "opresión" que sus
reformas ejercieron sobre ciertos intereses y derechos, o al "imperio de la mentira" que habría primado
en el fundamento de sus reformas) sino también - y no poco - a procesos históricos de larga duración,
cuyo origen puede rastrearse en el siglo XIX, o antes. De hecho, la Unidad Popular administró (y
precipitó) una crisis que tenía no sólo carácter político sino también, y sobre todo, económico y social,
la cual se había larvado cuando menos un siglo antes, lapso en el que la responsabilidad histórica no
cabe imputarla ni al marxismo ni a los partidos de centro - izquierda, sino a la longeva rotación e

8
inepcia gubernamental de las élites oligárquicas de este país. Es preciso considerar que
las crisis 'pre-populistas' de 1851, 1859, 1890- 1891, 1907-1908, 1924, 1930-1932 y las crisis 'desarrollistas'
de 1943, 1947, 1955, 1962 y 1967-1969 revelan, en conjunto, que el daño estructural causado por un siglo
de gobiernos oligárquicos y neo-oligárquicos era de difícil remonte por vías democráticas (como el
economista Tom Davis, de Chicago, señaló en 1957). Por esto, el intento de 'reducir' la crisis estructural
de la sociedad chilena a la crisis 'política' del período 1970-1973, y la responsabilidad histórica
estratégica al programa reformista de la Unidad Popular, no tiene cabida en la lógica del análisis
científico, por más que la tenga en la lógica del alegato faccional. Ni la tiene en la visión de los
verdaderos estadistas, que miran la situación del conjunto de los chilenos en el conjunto de su historia.
Es lamentable que ni la lógica de la ciencia histórica ni la lógica del verdadero estadista aparezcan en la
"Carta a los Chilenos" del ex-general Pinochet, pues los términos derogatorios que usa para referirse a
las opciones y acciones soberanas de la facción de chilenos que, en marzo de 1973, copaban 43,3 % del
electorado nacional (sin considerar los votantes de la Democracia Cristiana) revelan que su lógica no es
más que la de un cabecilla faccional y no la de un estadista nacional.) Por qué condenar
derogatoriamente las opciones soberanas de casi la mitad de los chilenos?) Es esa derogación necesaria
para desplazar y cargar sobre ellos no sólo la responsabilidad de sus errores propios, sino también la
que corresponde a todos los errores oligárquicos del pasado y a todos los excesos de la facción
triunfalista en el presente? Para inculpar a otros de las responsabilidades propias) es necesario
denostar? 

Respecto a la tercera afirmación (que los "hombres de armas", actuando como "reserva moral",
lucharon por la unidad del país, y la dignidad humana de los chilenos, etc.), cabe decir que no se
lucha por la unidad de la nación cuando se usan las 'armas de la nación' contra casi la mitad de los
connacionales; no se lucha por la dignidad de los chilenos cuando se violan los derechos humanos de
miles de desaparecidos, centenas de miles de torturados, prisioneros, exonerados, etc. Ni se aseguran
"verdaderas oportunidades para pobres y postergados" cuando se instala autoritariamente un régimen
laboral que descansa en la masiva precarización del empleo y en un hipermercantilizado sistema de
educación superior. Ni, por último, podemos llamar "reserva moral de la nación" a los que,
faccionalmente, declaran la 'guerra sucia' a la mitad de la nación, a los que violan la dignidad humana
de sus connacionales e incurren en asesinatos de opositores políticos dentro y fuera del país, y a los
que invocan el principio superior de la 'soberanía' para intentar justificar e inmunizar los atentados
que perpetraron contra ella. Las 'armas de la nación' no deben usarse faccionalmente, ni en beneficio
exclusivo de minorías, ni para usurpar la soberanía de todos. Si se usan de ese modo, se incurre en un
delito de lesa soberanía. 

El que no puede taparse con pueriles mantos de piedad y públicas confesiones de que se cuenta con
la asistencia personal de Dios y la Santísima Virgen. 

En la serie de fascículos que está publicando en el diario La Segunda, el historiador Gonzalo Vial
postula las siguientes tesis históricas: a) la polarización de la política chilena se produjo a partir de los
años 60, al implementarse las "planificaciones globales" de la Democracia Cristiana y la Unidad
Popular, de preferencia 'contra' los agricultores y otros sectores patronales vinculados a la Derecha; b)

9
la "violencia" se introdujo en Chile por la vía del "guevarismo" y tuvo como objetivo "la
división de las Fuerzas Armadas", la "colonización" del Centro Político y la profundización del ataque
'contra' los patrones; c) ante todo eso, la Derecha se polarizó, entrando también en el juego de la
violencia, dada la "horrible perspectiva" del triunfo de Allende; d) las Fuerzas Armadas eran legalistas,
pero debieron intervenir cuando la "ilegalidad se usó como sistema" y diversos sectores, ante la crisis,
buscaron soluciones de fuerza ("guerra civil") y, e) por omisión - dado que sus fascículos abarcan sólo el
período 1964-1973 - el historiador Vial excluye 

todo juicio histórico sobre el 'terrorismo de Estado' que la Junta Militar desplegó durante y después
que logró controlar militarmente la situación (o sea, una semana después del 11 de septiembre). 

En conjunto, las tesis históricas de Gonzalo Vial se refieren al período que permite explicar (y justificar)
el Golpe de Estado de 1973, y están arregladas de modo de atribuir, a los afectados por ese golpe (las
facciones que implementaban "planificaciones globales" y las que desestimaron la vía electoral-
parlamentaria), la responsabilidad 'provocativa' de la crisis, por haber creado las condiciones de
inestabilidad, ilegalidad y violencia que hicieron ineludible y necesaria la acción militar. Las tesis no
están diseñadas, pues, para explicar o justificar por qué se llegó al 'exceso' de implementar
"planificaciones globales" desde 1964, ni para explicar o justificar por qué el gobierno militar perpetró
una impresionante cantidad de 'excesos' después de 1973. El estudio se aplica a un período parcial,
para configurar una verdad también parcial, que se liga, según todo lo indica, a un interés faccional. 

Frente a este enfoque, queremos señalar: 

a) la polarización de la política no se debió tanto al carácter "intransigente" de las


planificaciones globales introducidas desde 1964, sino más bien al efecto acumulado de la estagnación
económica y la crisis social, que se arrastraban de, cuando menos, comienzos de siglo (la polarización
antagónica de la política la inició el estallido de la "cuestión social", que la Encíclica Rerum Novarum
percibió ya en 1891); 

b) el incremento de la violencia social-popular y la radicalización política de una parte de la


Izquierda y de un sector relevante de la juventud chilena no se debió sólo al 'embrujo' del guevarismo
- que fue posterior a 1960 -, sino a la reiterada 'constatación' del fracaso de los gobiernos radicales, del
de Carlos Ibáñez y del empresario Jorge Alessandri, todos los cuales reprimieron con violencia la
protesta social y explicaron su fracaso por haber gobernado maniatados por el rígido texto (liberal) de
la Constitución de 1925 y el célebre obstruccionismo intransigente de la mayoría senatorial; 

c) la implementación de reformas estructurales 'contra' los agricultores y otros grandes


propietarios no fue "intransigente" sólo por faccionalismo, sino también por la necesidad de remover
los dañinos intereses que se habían enquistado en la estructura económica, social y política del agro,
provocando allí el subdesarrollo del capitalismo y la explotación laboral - longeva de siglo y medio - de
los peones y trabajadores de la tierra; reformas que no tenían otro fin que incorporar esos "muertos
económicos" a la economía 'viva' del mercado nacional; 

10
d) la resistencia patronal a las reformas estructurales de tipo económico y social había
surgido con anterioridad a las "planificaciones" (los gobiernos radicales y el del propio Jorge
Alessandri fueron afectados por esa oposición), de modo que, después de 1965 y de 1970, lo que hubo
no fue el 'surgimiento' de esa resistencia sino su 'escalada' política, ya que los patrones pasaron, de la
simple protesta escrita y la no colaboración, a plantear frontalmente - en progresiva asociación con
una potencia extranjera - la desestabilización de la economía y del gobierno, a cuyo efecto lanzaron,
primero, la "acusación constitucional"; 

e) dada la sólida votación lograda por la Unidad Popular en marzo de 1973 (43,3 %), las
fuerzas de Derecha desecharon el trámite parlamentario para impulsar el golpe militar (se arrojó maíz
al paso de los soldados, acusándolos de "gallinas"), y f) tensado al máximo el orden constitucional (con
riesgo, según Vial, de "guerra civil"), las Fuerzas Armadas no intervinieron, sin embargo, para
reimponer la Constitución, ni convocar la ciudadanía a un Asamblea Nacional que acordara
soberanamente una nueva Constitución, ni para impulsar la reunificación nacional (que era pertinente
para 'pacificar' el país), sino para destruir el poder político de la Izquierda y aun (si se analiza
finamente) del Centro, a cuyo efecto consumaron una masacre y una violación de derechos humanos y
civiles sin parangón en la historia de Chile. 

Como se aprecia, la lógica de la manipulación histórica es la misma en el caso de la "Carta" del ex-
general Pinochet y en el caso de los "Fascículos" del historiador Vial, pues coinciden plenamente en: la
reducción del proceso histórico al período en que es posible justificar el Golpe de 1973; el
silenciamiento de los procesos históricos estructurales y de la correspondiente responsabilidad
oligárquica acumulada; la atribución de la crisis política de 1973 a la implementación de las reformas
económicas y sociales; la ineludible y moralista intervención armada de los militares, y el acallamiento
de los excesos faccionales cometidos por el gobierno militar después de 1973. La mayor riqueza factual
y contextual de los fascículos de Vial en nada disminuye ni disimula su ostensible identidad discursiva
y 'faccional' con la arenga del citado ex-genera

Diversas autoridades de gobierno y altos oficiales de las Fuerzas Armadas han defendido "ante las
cámaras", con calor inusitado, la tesis de que el enjuiciamiento incoado en Inglaterra y/o España contra
el ex-general Pinochet es un atentado contra la soberanía nacional, por lo que sería un deber patriótico
defender al ex- general con todos los recursos del Estado. Que, si ha de ser juzgado, que lo sea por las
leyes chilenas. Se ha proclamado y sostenido, a este efecto, la tesis de que el 'principio' de la soberanía
nacional (en este caso, según el texto constitucional de 1980) está por encima no sólo de los 'actos
delictuales' de cualquier connacional, sino también sobre la red internacional de derechos humanos. El
Gobierno ha dado a ese principio una validez suprema, dentro y fuera del país, subordinando o
postergando todo otro principio, incluso la demanda de justicia que emana de los miles y miles de
chilenos afectados por esas violaciones y de los ciudadanos del mundo que solidarizan con ellos. Aquí
cabe la siguiente pregunta: ante los crímenes contra la humanidad ¿qué vale más? )El 'principio' de
soberanía nacional -según se defina en la constitución, leyes y decretos promulgados por el mismo
gobierno dictatorial que 'comandó' esos crímenes-, o el 'principio' de justicia que los afectados y la
humanidad misma quieren aplicar? )Qué está hoy defendiendo el Estado chileno? 

11
Nuestro parecer es que la cuestión de la soberanía y de los derechos humanos es la
materia última, esencial, de que trata la Historia. La soberanía emana de la libertad individual y
colectiva, y los derechos humanos constituyen la consagración jurídica universal de esa dignidad
soberana. La historia no es sino el ejercicio de esa soberanía y la revalidación continua de esos
derechos. La Constitución y las Leyes, en tanto expresan la voluntad soberana de la comunidad
nacional, son legítimas. Si - y sólo si - la expresan, se puede decir que representan soberanía. Cuando
se respeta la voluntad legisladora de la comunidad ciudadana se respeta también, simultáneamente, el
más fundamental de los derechos humanos: la posibilidad de que esa comunidad pueda construir por
sí misma la realidad que estime conveniente. Cuando la soberanía ciudadana es usurpada por unos
pocos, cuando esos pocos dictan leyes para pocos pero pretenden aplicarla para todos, cuando esas
leyes se imponen por la fuerza de las armas y no por la voluntad libre e informada de todos los
ciudadanos, no se está en presencia de la soberanía, sino de actos usurpatorios de soberanía. Las leyes
que se dictan en estado de usurpación soberana, no son legítimas. Los tribunales, jueces y policías que
actúan en función de ellas, no expresan la justicia soberana, sino intereses de usurpación y de los
(pocos) beneficiados con ello. No es verdadera justicia. Los dispositivos legales que imponen los
usurpantes para protegerse a sí mismos de la justicia soberana o de la justicia internacional, no son
expresión de soberanía. Son, simplemente, su burla. 

Lamentamos que en Chile actual las clases dirigentes están 'deduciendo' la soberanía del texto
constitucional de 1980, sin importar si éste fue producto soberano de una informada decisión popular,
o de una imposición faccional de los poderes fácticos. Sin importar si se usa 'esa' soberanía para
defender los derechos del pueblo, o para defender los intereses de los dictadores que usurparon y
violaron los derechos del pueblo. Si, en fin, se usa esa soberanía para hacer justicia a los asesinados y
torturados, o para proteger a los que ampararon esos crímenes. 

Así, de ese modo, no se hace historia, sino anti-historia. Y por ello, anteponer esos 'principios' a la
verdad de los hechos y a los derechos soberanos revela, no una vocación ciudadana de servicio
público, sino una burla faccional contra lo público. 

La historia no es sólo pasado, sino también, y principalmente, presente y futuro. La historia es


proyección. Es la construcción social de la realidad futura. El más importante de los derechos humanos
consiste en respetar la capacidad de los ciudadanos para producir por sí mismos la realidad futura que
necesitan. No reconocer ese derecho, usurpar o adulterar ese derecho, es imponer, por sobre todo, no la
verdad, sino la mentira histórica. Es vaciar la verdadera reserva moral de la humanidad.

Santiago, enero 25 de 1999. 

Firmantes: - Mario Garcés Durán , Doctor en Historia (c). Director de ECO (Educación y
Comunicaciones). - Sergio Grez Toso , Doctor en Historia. Director del Museo Nacional Benjamín
Vicuña Mackenna. - María Eugenia Horvitz , D.E.A., Profesora Departamento de Historia,
Universidad de Chile. - María Angélica Illanes , Doctor en Historia (c). Profesora Instituto Estudios

12
Humanísticos, Universidad de Chile. - Leonardo León Solís , Doctor en Historia (c).
Profesor Departamento de Historia, Universidad de Valparaíso. - Pedro Milos , Doctor en Historia.
Profesor Universidad Academia de Humanismo Cristiano. 

Manifiesto de los Historiadores. Enero 1999 .Información disponible en Archivo Chile, Web del CEME).

5. Exponga los principales argumentos de la crítica del “manifiesto de historiadores”


a “la carta a chilenos”.
(3p)______________________________________________________________________
_________________________________________________________________________
_________________________________________________________________________
_________________________________________________________________________
_________________________________________________________________________
_________________________________________________________________________
_________________________________________________________________________
___________________________________________________________________
6. Refiérase al concepto de memoria histórica e historia del presente, ¿Por qué la
interpretación del pasado tiene validez en los acontecimientos del presente?
(3p)______________________________________________________________________
_________________________________________________________________________
_________________________________________________________________________
_________________________________________________________________________
_________________________________________________________________________
___
7. Contrastando las fuentes: reconstruya la memoria caracterizando la verdad
histórica en torno de los temas propuestos y expuestos en ambas fuentes. (3p)

Tema Visión de Pinochet Visión del Manifiesto de


Historiadores

13
Proceso
democrático previo al
golpe (1960-1973)

Proceso político durante


la dictadura (1973-1990)

Sobre los problemas de


derechos humanos y
soberanía suscitados
durante y después de
1973-(hasta la detención
de 1998).

14

También podría gustarte