Está en la página 1de 60

Soneto para dos almas en vilo

Se ilumina el espacio escénico y vemos un lugar casi vacío; es el escenario de un teatro,

donde solamente hay una mesa de trabajo, dos sillas y un perchero. En la mesa hay

algunos libros y papeles, un candelabro y un aparato de música. Un hombre está sentado

en una de las sillas. Enciende un cigarro y mira hacia la nada.

Hombre- Es hielo abrasador, es fuego helado. Es herida que duele y no se siente.

El hombre se levanta de la silla.

Hombre- Herida que duele y no se siente. Herida que duele. Es un soñado bien, un mal

presente. Es un breve descanso muy cansado. Muy cansado. Breve descanso.

El hombre se agacha y coloca una rodilla en el piso. Pone el cigarro en el piso, parado

sobre la boquilla y lo mira. Coloca sus dos manos sobre la rodilla que no está en el piso

y permanece estático.

Hombre- Es hielo abrasador, es fuego helado. Es herida que duele y no se siente. Es un

soñado bien, un mal presente. Es un breve descanso, muy cansado. Es un

descuido que nos da cuidado. Un cobarde con nombre de valiente. Un andar

solitario entre la gente. Un amar solamente ser amado. Es una libertad

encarcelada, que dura hasta el postrero paroxismo. Enfermedad que crece si es

curada. Éste es el niño Amor, éste es su abismo. ¡Mirad cuál amistad tendrá

con nada el que en todo es contrario de sí mismo!

El hombre permanece en silencio por un momento. Después, toma el cigarro y se

levanta. Va hacia la mesa y se sienta en una de las sillas. Acciona el aparato de música y

se comienza a escuchar la canción Heaven de Talking Heads. El hombre revisa los

papeles que están en la mesa. Después toma una pluma y hace algunas anotaciones en

uno de los papeles. La canción continúa escuchándose, mientras el hombre sigue

1
trabajando. De pronto, una mujer entra al escenario. Se queda estática y mira al hombre.

El hombre siente su presencia y voltea a mirarla. Los dos se miran por un momento.

Hombre- Hola.

Mujer- Hola.

El hombre continúa mirando a la mujer, mientras ella coloca su bolso en el perchero, se

quita el abrigo y lo coloca, también, en el perchero. La mujer voltea hacia el hombre y

lo mira. La canción continúa escuchándose. La mujer canta, en voz baja, un pequeño

fragmento de la canción. Después, queda inmóvil, y entonces, el hombre comienza a

cantar, en voz baja, un fragmento más largo. La mujer voltea hacia el bolso que dejó

colgado en el perchero y saca de él una manzana. Voltea hacia el hombre y le muestra la

manzana. El hombre deja de cantar y ella le lanza la manzana. El hombre la pesca en el

aire, la mira brevemente y la coloca sobre la mesa. El hombre voltea a ver a la mujer y

canta, en voz baja, la última frase de la canción. La canción termina y ambos sonríen.

Mujer- ¿Inspirado?

Hombre- Sí, un poquito…

Mujer- Me agrada verte así.

La mujer se acerca al hombre.

Hombre- ¿Cómo te fue?

Mujer- Bien, fui a ver a las momias…

Hombre- ¿Otra vez?

Mujer- Sí, me gustan mucho; hay algo fascinante en ellas: es como si conservaran, en

los rasgos marchitos de sus rostros, la historia de su pasado…

Hombre- Interesante descripción; iré a verlas nuevamente, bajo esa perspectiva…

Mujer- ¿Desde qué hora estás aquí?

Hombre- No sé, desde las cinco, yo creo…

2
Mujer- ¿Comiste algo?

Hombre- Sí, en el restaurante del Posada Santa Fe… ¿y tú?

Mujer- Me preparé de comer en la casa, estuve repasando el texto y después me fui a

ver a las momias…

Hombre- ¿Y que te preparaste?

Mujer- Una ensalada y un omelette…

Hombre- Qué rico, me fascinan tus omelettes…

Mujer- Hablé con Alberto…

Hombre- ¿Y?

Mujer- Está medio celoso…

Hombre- ¿De verdad?

Mujer- Sí, a mí también me sorprendió mucho; es decir, confía en mí y confía también

en ti, pero no deja de parecerle extraño que tú y yo estemos en otra ciudad,

trabajando en esta obra.

Hombre- Sí, entiendo…

Mujer- Le expliqué una vez más las condiciones del proyecto; le dije que aquí, tenemos

un teatro para nosotros, una casa y el financiamiento para hacer la obra, además

del tiempo necesario para terminar el proyecto en tres meses, y él lo entiende,

pero en el fondo le saca de onda que estemos tú y yo juntos, la mayor parte del

tiempo…

Hombre- ¿Quieres que hable con él?

Mujer- No, no creo que sea buena idea; se va a sentir avergonzado de hablar de eso

contigo…

Hombre- ¿Por qué no lo invitas un fin de semana? Que esté con nosotros un par de

días y que vea lo que estamos haciendo…

3
Mujer- Sí, puede ser; siempre tiene mucho trabajo, pero se lo voy a proponer…

Hombre- Si yo estuviera en sus zapatos tal vez también me sentiría incómodo; sí, lo

entiendo, pero él también tiene que entendernos; mi relación contigo es

puramente profesional y las condiciones que tenemos en esta ciudad son

únicas…

Mujer- No necesitas decírmelo, yo estoy completamente de acuerdo con todo esto…

Hombre- Invítalo un fin de semana, de verdad; eso le aclarará las cosas…

Mujer- Sí, lo voy a invitar…

Hombre- Perfecto…

La mujer comienza a hacer un estiramiento corporal.

Mujer- ¿Cómo vas con el texto?

Hombre- Bien, estuve trabajando toda la tarde..

Mujer- Qué bueno…

Hombre- Quiero meter, en algún lado, el soneto de Quevedo…

Mujer- ¿El que me gusta?

Hombre- Sí, ese…

Mujer- Estaría muy bien, habría que pensar dónde…tal vez en la segunda escena; tal

vez, Esteban se lo leyó Margarita y ella lo recuerda a través del soneto…

Hombre- Sí, podría ser…habría que pensarlo…

Mujer- ¿Qué vamos a trabajar hoy?

Hombre- La escena de la invocación…

Mujer- Qué emocionante, me muero de ganas de trabajar en esa escena…

Hombre- ¿Tienes el texto?

Mujer- Sí, claro…

Hombre- Maravilloso; vamos a comenzar entonces…

4
El hombre va a la mesa, toma el candelabro y lo coloca en el centro del escenario, sobre

el piso. Saca un encendedor, se hinca sobre una de sus rodillas y enciende una de las

velas. Se levanta y va a la mesa de nuevo, toma un espejo de mano y un cuchillo

plateado. Vuelve al centro del escenario, se hinca y coloca el espejo y el cuchillo al lado

del candelabro. Se levanta y mira a la mujer, quien continúa haciendo un estiramiento

corporal.

Hombre- Repasemos los antecedentes: Margarita perdió a Esteban en el accidente; ella

no estaba ahí, pero se lo ha imaginado muchas veces, desde que ocurrió…

Mujer- Sí, por supuesto…

Hombre- ¿Y cómo te lo imaginas?

Mujer- Me imagino el coche, el barranco, la lluvia torrencial y, después, el coche

rodando sobre sí mismo, entre árboles y rocas, despeñándose…

Hombre- Sí, exacto, ¿y después?

Mujer- Margarita lo pierde y enloquece de dolor…

Hombre- ¿Y cuáles serían las imágenes de esa situación?

La mujer termina de hacer el estiramiento corporal.

Mujer- El velorio, con los amigos y los parientes de Esteban; la casa paterna de

Margarita, donde ella decide recluirse para siempre; la huerta del fondo, en la

noche, donde ella cree escuchar al fantasma de Esteban, silbando la melodía

que acostumbraba silbar en vida…

Hombre- Sí, esa es una imagen muy importante…

Mujer- Margarita se convence, poco a poco, de que el fantasma de Esteban quiere

contactarla y de que, por alguna razón, no puede lograrlo; y es por eso, que

decide consultar al médium ¿no es cierto?…

Hombre- Sí, exactamente.

5
Mujer- ¿Ella cree, al principio, que el médium es un poco charlatán?

Hombre- No, no creo…

Mujer- ¿Nunca desconfía de él?

Hombre- No, yo creo que Margarita confía plenamente en él, desde el principio; hay

algo en el rostro de este hombre que le inspira absoluta confianza…

Mujer- Una mirada transparente, por ejemplo…

Hombre- Sí, eso, y la clara convicción de él por ayudarla…

Mujer- Digamos que él entiende el amor que Margarita siente por Esteban y por eso

quiere ayudarla…

Hombre- Sí, por supuesto…

Mujer- ¿Y la casa del médium, cómo es?

Hombre- Una casa antigua, solitaria, con una gran escalera al centro del recibidor…

Mujer- ¿Vive solo?

Hombre- Sí, desde hace muchos años, desde que murió su esposa…

Mujer- ¿Y él tiene contacto con el fantasma de su esposa?

Hombre- Lo tuvo, pero en algún momento decidió dejarla descansar…

Mujer- Entiendo…

Hombre- Margarita habla con el médium y él le dice que la ayudará. Se dirigen a la sala

de la casa y ella se detiene en el quicio de la puerta. El médium entra en la sala

y prepara los utensilios para llevar a cabo la invocación de Esteban…

Mujer- Una vela encendida, para alumbrar el camino; un espejo de mano, para

encontrar al fantasma y un cuchillo de plata, para tender el puente…

Hombre- El médium le advierte que el espíritu de Esteban puede manifestarse en

cualquier parte, dentro y fuera de ellos mismos y que sí aparece dentro de su

cuerpo no debe inquietarse ni tampoco debe rechazarlo, porque el espíritu de

6
Esteban, aún sensible por su inesperada muerte, podría ofenderse y retirarse

para siempre…

Mujer- Margarita le dice que no va a inquietarse, ni tampoco a rechazarlo, y que lo

único que anhela es volver a verlo…

Hombre- El médium se persigna y se prepara para realizar la invocación…

El hombre se coloca frente al candelabro.

Mujer- Margarita mira al médium desde el quicio de la puerta; lo ve colocarse justo al

centro de la sala, frente al candelabro de la vela encendida, y concentrarse en la

llama palpitante. En ese momento, Margarita siente que un profundo bienestar la

invade y sonríe. El médium voltea a verla y los dos permanecen mirándose por

un momento…

El hombre y la mujer se miran, en silencio, por un momento.

Hombre- Venga, Margarita, acérquese…

La mujer se acerca al hombre.

Hombre- Vamos a llamar a Esteban…

Mujer- Sí, vamos a llamarlo…

Hombre- Colóquese aquí, hincada frente al candelabro…

La mujer se hinca frente al candelabro y mira la vela encendida. El hombre se hinca al

lado de ella, toma el espejo y se lo entrega. Ella lo toma en sus manos.

Hombre- Mire su rostro, en el espejo…

La mujer coloca el espejo frente a su rostro y se mira. El hombre toma el cuchillo

plateado con su mano derecha, se levanta y se coloca atrás de la mujer. Levanta su brazo

y apunta el cuchillo hacía arriba.

Hombre- De los cuatro guardianes que vigilan los cuatro puntos cardinales; de los tres

alientos celestiales que sostienen el pasado, el presente y el futuro; de las siete

7
niñas ciegas que duermen, inocentes, en los umbrales de la muerte; pido

permiso, con humildad, para abrir la puerta que separa a los vivos de los

muertos y sanar este dolor profundo, que padece Margarita, nuestra hermana

Margarita. Permítanme, ustedes, unirla con Esteban, con su amado Esteban,

quien partió de este mundo de manera sorpresiva y quien también extraña a

Margarita y quiere verla…

Se escucha un ruido fuera del escenario, en el desahogo de la izquierda. El hombre y la

mujer voltean hacia el lugar y permanecen en silencio por un momento.

Mujer- ¿Escuchaste?

Hombre- Sí…

Mujer- ¿Hay alguien en el teatro?

Hombre- No, el administrador se fue desde hace un rato…

Mujer- Se escuchó allá atrás, por el pasillo…

Hombre- Voy a ver qué pasó…

El hombre sale del escenario por el desahogo de la izquierda. La mujer se acerca a la

mesa y toma una cajetilla de cigarros. Toma un cigarro y deja la cajetilla sobre la mesa.

Toma un encendedor, enciende el cigarro y deja el encendedor sobre la mesa. Fuma y

espera. Después, voltea hacia el proscenio y camina por el escenario, fumando. El

hombre regresa por el desahogo de la izquierda y entra al escenario.

Hombre- Se cayó una mampara; seguramente estaba mal acomodada y se resbaló…

Mujer- Ya…

Hombre- ¿Quieres terminarte el cigarro?

Mujer- No, sigamos con la escena…

La mujer apaga el cigarro en el cenicero. Después, se acerca al candelabro, se hinca,

toma el espejo y mira su rostro. El hombre toma el cuchillo plateado con la mano

8
derecha, se coloca detrás de la mujer, sube el brazo y apunta con el cuchillo hacia

arriba.

Hombre- Pido permiso, con humildad, ante ustedes y con profunda misericordia por

nuestra hermana Margarita, para invocar el espíritu de nuestro hermano

Esteban; hermano de ustedes y también hermano mío, por la hermandad que

otorga el poder absoluto de la esencia. Esteban, yo te invoco, manifiéstate ante

nosotros. Utiliza la llama de la vela para alumbrar tu camino; el espejo para

aparecerte y el cuchillo como puente, para llegar hasta nosotros. Esteban, yo te

invoco, la puerta ya está abierta y sé que estás ahí, tras ella, mirándonos,

temeroso de cruzarla y de transgredir el limite que separa a la muerte de la

vida. No tengas miedo, Esteban, ya pedí permiso y ya me lo otorgaron. No

tengas miedo, Margarita quiere verte y volver a estar contigo; escucha su

anhelante voz y anímate a cruzar la puerta…

El hombre coloca su mano izquierda sobre la cabeza de la mujer.

Hombre- Repita conmigo, Margarita…

Mujer- Sí…

Hombre- La puerta ya está abierta y contamos con permiso…

Mujer- La puerta ya está abierta y contamos con permiso…

Hombre- Yo te invoco, Esteban, yo te invoco…

Mujer- Yo te invoco, Esteban, yo te invoco…

Hombre- Manifiéstate ante nosotros…

Mujer- Manifiéstate, mi amor, ante nosotros…

El hombre y la mujer quedan estáticos por un momento. De pronto, se escucha un ruido

en la parrilla de iluminación y uno de los reflectores revienta con violencia, sacando

chispas en todas direcciones. El hombre voltea, sorprendido, a ver el reflector, y se

9
queda mirándolo, sin saber qué hacer. En ese momento, la mujer comienza a emitir

extraños sonidos guturales y el hombre voltea a mirarla, extrañado.

Hombre- Laura, ¿te pasa algo?

La mujer suelta el espejo y queda estática por un momento. Después, comienza a

retorcerse y cae al piso. El hombre la mira, asustado. La mujer comienza a arrastrarse

por el piso y a gritar. El hombre deja el cuchillo sobre la mesa, se acerca a la mujer y

trata de ayudarla.

Hombre- Laura…¿qué tienes?

La mujer se aparta del hombre, se hinca y queda estática por un momento. Después,

voltea y mira al hombre.

Mujer- ¿Quién es usted?

Hombre- Laura, cálmate, seguramente caíste en trance…

Mujer- ¿A qué se refiere?

El hombre tuerce la cabeza y cae el piso. Se retuerce y emite extraños sonidos guturales.

Se arrastra por el piso y grita. De pronto, se hinca y queda estático. La mujer se levanta

y lo mira, asustada. De pronto, el hombre voltea a mirarla.

Hombre- Carlota, mi Carlota…

Mujer- ¿Raymundo?

El hombre se levanta de un salto y mira a la mujer.

Hombre- Por fin pude encontrarte…

Mujer- ¿Dónde estabas?

Hombre- Lejos, muy lejos…

Mujer- Me dejaste sola…

Hombre- Perdóname…

El hombre se acerca y la abraza. La mujer lo rechaza y se aparta de él.

10
Mujer- Déjame…

La mujer voltea a mirarlo.

Mujer- ¿Qué fue lo que pasó?

Hombre- No sé cómo explicarlo…

Mujer- Te estuve buscando, por las calles, durante muchos años…

Hombre- Perdóname…

Mujer- Preguntaba por ti, pero la gente no me respondía…

Hombre- Mi adorada Carlota, todo fue un malentendido…

Mujer- ¿Por qué tienes ese rostro?

Hombre- Vine aquí, de esta manera…

Mujer- Reconozco tu voz, pero no reconozco tus facciones…

Hombre- He cambiado, Carlota, pero soy yo…

Mujer- Yo también he cambiado; siento mis manos y antes no las sentía…

Hombre- Mi Carlota…

Mujer- ¿Por qué estamos aquí?

Hombre- Te vi cruzar frente a mis ojos, después de tantos años, y te seguí…

Mujer- Yo venía caminando por la calle y vi una puerta, una puerta luminosa, y entré a

buscarte..

Hombre- Sí, alguien abrió esa puerta…

Mujer- Tengo una herida en el vientre y no para de sangrar; durante años he caminado

por las calles, sangrando, y preguntando por ti, pero nunca nadie me ha hecho

caso...

Hombre- Carlota, perdóname…

Mujer- Una noche, llegué al cementerio de Santa Paula y encontré el cadáver de una

mujer, algo así como una momia, y llevaba puesto mi vestido; pude reconocerlo,

11
Raymundo, era mi vestido y tenía una mancha roja, de sangre, en el vientre. No

supe qué pensar, pero desde entonces siento miedo, mucho miedo…

Hombre- Mi amada Carlota, ya no somos lo que fuimos…

Mujer- ¿Te refieres a nuestro amor?

Hombre- No, Carlota, yo te sigo amando igual que siempre…

Mujer- ¿Entonces?

Hombre- Se trata de nuestras vidas…

Mujer- No te entiendo…

Hombre- Ocurrió algo terrible, que terminó con ellas…

Mujer- Pero si tú y yo estamos vivos…

Hombre- No, no lo estamos; esas manos no son tuyas, ni ese cuerpo…

La mujer mira sus manos y su cuerpo, detenidamente. El hombre mira el espejo de

mano, se acerca a él y lo toma. Mira a la mujer y se acerca a ella.

Hombre- Mira tu rostro…

El hombre coloca el espejo frente al rostro de la mujer. La mujer mira su rostro.

Mujer- No soy yo…

Hombre- No, Carlota, no eres tú…

El hombre baja el espejo y lo deja sobre la mesa.

Mujer- ¿Pero entonces…?

Hombre- Entramos en estos cuerpos, como espíritus, pero estamos muertos, Carlota,

estamos muertos desde hace muchos años. Por eso has vagado por las calles,

por eso la gente no te escucha, por eso aquel cadáver lleva puesto tu vestido.

Tienes que saberlo, Carlota, estamos muertos, desde hace muchos años…

La mujer queda estática por un momento, mirando al hombre. Después, mira hacia el

proscenio y da unos pasos. Se detiene y, de pronto, cae de rodillas y lanza un alarido. El

12
hombre se queda mirándola por un momento y después, sorpresivamente, comienza a

retorcerse y cae al piso. La mujer voltea a mirarlo y, de manera repentina, también

comienza a retorcerse. Después de unos segundos, el hombre y la mujer quedan

estáticos, tendidos en el piso. Permanecen así por un momento, Después, el hombre

despierta y se levanta con rapidez. Mira a la mujer y se acerca a ella.

Hombre- ¿Laura…?

La mujer despierta y lo mira.

Hombre- ¿Estás bien?

Mujer- Sí, estoy bien…

Hombre- Caíste en trance…

Mujer- ¿De verdad?

Hombre- Sí, llegó un momento en que no me reconocías…

Mujer- No me acuerdo de nada…

Hombre- Seguramente fue un asunto emocional; sentiste miedo y algo se desató…

Mujer- Tal vez fue sólo un desmayo…

Hombre- No, fue algo distinto, como caer en trance…

Mujer- Nunca me había pasado algo así…

Hombre- ¿Quieres un poco de café?

Mujer- Sí, está bien.

El hombre y la mujer se levantan del piso. El hombre va hacia la mesa y toma un termo.

Lo abre y sirve en un recipiente un poco de café. Se acerca a la mujer y le entrega el

recipiente.

Mujer- Gracias…

Hombre- De nada, tómate tu tiempo, tenemos un receso de cinco minutos…

Mujer- Vale…

13
El hombre va hacia la mesa, enciende un cigarro y escribe en una de las hojas. La mujer

va hacia el perchero y toma de su bolso un teléfono celular. Marca un número y espera a

que le contesten.

Mujer- Hola, mi amor, ¿cómo estás?...bien, también; aquí, en un descansito…ahí

vamos, avanzando…¿estás en el despacho?...qué bueno…oye, te hablo para lo

siguiente: ¿no quieres venirte para acá el fin de semana?...pues termínalo todo el

viernes y vente el sábado…sí, ándale, me encantará verte…pues en la casa, por

supuesto…sí, claro…a ver, espérame tantito…(al hombre) ¿podemos cancelar

el ensayo del sábado y trabajar doble el lunes?

Hombre- Sí, está bien…

Mujer- Perfecto…(al teléfono) ya estuvo, tenemos el sábado y el domingo para estar

juntos, ¿cómo ves?…¿entonces, ya quedamos?...maravilloso…bueno, mi amor,

me tengo que ir… sí, todavía nos falta un buen rato…nos vemos el fin…yo

también te amo…chao…

La mujer corta la llamada y mira al hombre.

Mujer- Bueno, pues sí viene…

El hombre la mira.

Hombre- Muy bien…

La mujer se acerca a la mesa y deja el teléfono celular sobre de ella.

Hombre- ¿Te sientes mejor?

Mujer- Sí, me siento perfectamente…

La mujer toma la cajetilla de cigarros y el encendedor de la mesa. Toma un cigarro y lo

enciende, aspirando el humo. De pronto, comienza a toser.

Hombre- ¿Estás bien?

La mujer deja de toser.

14
Mujer- Sí, se me fue el humo por otro lado, pero ya estoy bien; sentí como cuando

comencé a fumar, que siempre me daba tos y yo de necia, fumando, hasta que se

me hizo vicio…

Hombre- Sí, así comenzamos todos…

Mujer- Oye, tengo una pregunta…

Hombre- Dime…

Mujer- Cuando el espíritu de Esteban invade el cuerpo del médium, ¿Margarita lo cree,

de inmediato?

Hombre- Sí, yo creo que sí…

Mujer- ¿Por qué?

Hombre- Porque lo reconoce; reconoce a Esteban por la voz, por las palabras que usa,

por su forma de mirarla…

Mujer- ¿Desde que aparece tiene la certeza de que es él?

Hombre- Sí, claro, porque eso le permite engancharse de inmediato y, a partir de ahí,

vivir de nuevo su amor con él, a través del cuerpo del médium…

Mujer- ¿Y Margarita nunca se enamora del médium?

Hombre- No, no creo, el médium sólo es el envase y Margarita, a quien ama, es a

Esteban…

Mujer- Pero a quien besa, es al médium…

Hombre- Sí, es cierto…

Mujer- Piénsalo, a lo mejor puede haber un doblez interesante en la historia, incluyendo

cierta atracción entre el médium y Margarita…

Hombre- No creo, lo importante en esta historia es el amor entre Margarita y

Esteban; en el fondo, es una historia muy sencilla…

Mujer- Piénsalo…

15
Hombre- Está bien, lo pensaré…

Mujer- ¿Seguimos con el ensayo?

Hombre- Sí, vamos…

La mujer apaga el cigarro en el cenicero, mientras el hombre le da un trago al recipiente

con café, La mujer camina hacia el centro el escenario y comienza a girar los brazos,

haciendo un calentamiento corporal. El hombre gira la cabeza, para liberarse de la

tensión muscular. De pronto, la mujer queda estática por un momento y comienza a

sollozar. El hombre deja de girar la cabeza y mira a la mujer.

Hombre- ¿Te pasa algo?

La mujer voltea a mirarlo.

Mujer- ¿Por qué lo hiciste?

Hombre- ¿Qué?

Mujer- ¿Por qué me abandonaste?

Hombre- ¿De qué hablas?

Mujer- Me abandonaste, Raymundo, desde aquella tarde en que te fuiste a la mina de La

Esperanza y nunca regresaste…

Hombre- Laura, esta improvisación no tiene que ver con nuestra obra…

Mujer- ¿Por qué me llamas Laura?

Hombre- ¿Te sientes mal?

Mujer- Sí, Raymundo, me siento mal, muy mal…

Hombre- Bueno, dejemos de bromear…

Mujer- ¿Quién es Laura?

El hombre mira a la mujer con cierta incredulidad.

Hombre- ¿Quién eres tú?

Mujer- ¿Por qué respondes mis preguntas con preguntas?

16
Hombre- Por seguirte el juego…

Mujer- No estoy jugando, Raymundo; dime, ¿quién es Laura? ¿es la mujer por la que tú

me abandonaste?

Hombre- No sé de qué me estás hablando…

Mujer- Es mejor que me digas la verdad, estoy dispuesta a soportarlo todo…

Hombre- Ya basta, Laura, por favor…

Mujer- No vuelvas a decirme Laura…

Hombre- ¿Y cómo quieres que te diga?

Mujer- Raymundo, deja de burlarte de mí y contéstame, ¿quién es Laura?

El hombre mira a la mujer detenidamente, como si despertara de un sueño.

Hombre- ¿Laura? ¿qué Laura?

Mujer- Me dijiste Laura y quiero saber quién es…

Hombre- Nunca te dije Laura…¿por qué habría de decirte así?

Mujer- ¿Es la mujer por la cual me abandonaste?

Hombre- No, Carlota, yo nunca te abandoné…

Mujer- ¿Y entonces, quién es ella?

Hombre- No sé, no la conozco…

Mujer- Raymundo, dime la verdad…

Hombre- Te lo juro, Carlota, no la conozco…

Mujer- Está bien, si no me lo quieres decir, no me lo digas…

Hombre- Carlotita, no te enojes, por favor…

La mujer se queda estática por un momento. Después, mira al hombre.

Mujer- ¿Por qué me dices Carlotita?

Hombre- Así te digo, de cariño…

Mujer- ¿Qué te pasa, Antonio?

17
Hombre- ¿Antonio?

Mujer- ¿Te sientes mal?

Hombre- No, en absoluto…

Mujer- ¿Y entonces?

Hombre- ¿Quién es usted?

La mujer lo mira, desconcertada.

Mujer- Soy Laura, ¿no me reconoces?

Hombre- Ya entiendo…

Mujer- ¿Qué es lo que entiendes?

Hombre- Usted es la dueña de este cuerpo, en el que entró Carlota…

Mujer- ¿Quién es Carlota?

Hombre- Mi esposa…

Mujer- ¿Y entró en mi cuerpo?

Hombre- Sí, es un espíritu y entró en su cuerpo…

Mujer- ¿Y usted quién es?

Hombre- Don Raymundo, de Mendoza y Campos…

Mujer- ¿Otro espíritu?

Hombre- Sí, otro…

Mujer- Pero entonces, ¿existen?

Hombre- ¿Qué?

Mujer- Los espíritus…

Hombre- Sí, claro que existimos…

Mujer- Es sorprendente…

Hombre- Pues sí, para usted, porque para mí, es cosa de todos los días…

Mujer- ¿Y Antonio, en dónde está?

18
Hombre- ¿Qué Antonio?

La mujer lo mira, extrañada.

Mujer- ¿Antonio?

Hombre- Sí, preguntó usted por Antonio…

Mujer- ¿De qué me estás hablando?

Hombre- ¿Carlota?

Mujer- Sí, soy Carlota, ¿pues quién más iba a ser?

Hombre- Carlota, mi Carlota…

Mujer- ¿Te sienes bien?

Hombre- Ya sé quién es Laura…

Mujer- ¿Quién es?

Hombre- La dueña de este cuerpo, en el que estás; acabo de hablar con ella…

Mujer- ¿La mujer del aparatito?

Hombre- ¿Cuál aparatito?

Mujer- Hace rato la vi, por un instante, hablándole a un aparatito…

Hombre- ¿En el cuerpo en el que estás?

Mujer- Sí, en éste…

Hombre- Pues sí, ella es Laura…

Mujer- Ya entiendo…

Hombre- Y me imagino que el tal Antonio debe ser el dueño de este cuerpo, en el

que yo estoy; por eso Laura, cuando me vio, me dijo Antonio…

Mujer- Y seguramente, el que me dijo Laura no eras tú, sino Antonio…

Hombre- Sí, claro…

Mujer- Pero entonces… ¿no me abandonaste por ninguna Laura?

Hombre- No, Carlota, yo sería incapaz de abandonarte y menos por una mujer…

19
Mujer- Pero te fuiste, y nunca regresaste…

El hombre se separa de la mujer y, después, voltea a mirarla.

Hombre- Sí regresé…

Mujer- ¿Cuándo?

Hombre- Antes de tiempo…

Mujer- No te entiendo…

Hombre- El viaje a la mina lo tenía pensado para tres días, pero regresé al segundo; uno

de los trabajadores tuvo un accidente y tuvimos que traerlo a Guanajuato…

Mujer- ¿Regresaste al segundo día de haberte ido?

Hombre- Sí, un día antes del tiempo señalado…

Mujer- ¿Y por qué no te vi?

Hombre- Ay, Carlota, el destino nos jugó una trampa, una trampa cruel y despiadada…

Mujer- Dime lo que pasó…

Hombre- Me da vergüenza confesarlo…

Mujer- Habla…

Hombre- Ocurrió la peor tragedia que te puedas imaginar…

Mujer- Estoy muerta, Raymundo, ¿qué peor cosa puede haber?

Hombre- Estás muerta por mi culpa…

Mujer- ¿Cómo?

Hombre- Cuando me fui a la mina, dije que regresaría en tres días, pero al segundo día,

el trabajador se accidentó y tuvimos que traerlo al hospital. Llegamos en la

noche, en medio de una lluvia torrencial y nadie en la ciudad se dio cuenta de

nuestra llegada. Estuvimos en el hospital como cuatro horas, mientras

atendían al trabajador y cuando éste estuvo fuera de peligro, el médico nos

dijo que se quedaría internado, para observarlo, y que nos fuéramos cada uno

20
a nuestras casas. La lluvia seguía cayendo y un viento gélido recorría las

solitarias calles. Dejé el caballo en el establo y caminé hasta la casa. Eran las

doce de la noche y en cada callejón se escuchaban ruidos extraños, en medio

de la oscuridad, como si los demonios anduvieran sueltos. Entré a la casa y

ninguno de los criados se percató de mi presencia. Subí a nuestro aposento y

fue entonces, mi querida Carlota, cuando descubrí el espectáculo más

horrendo que el destino pudo haberme preparado…

Mujer- ¿Qué fue lo que viste?

Hombre- Ay, mi vida, no sé cómo decírtelo…

Mujer- Dímelo, por favor…

Hombre- ¿Recuerdas al Padre Arnulfo, tu confesor?

Mujer- Sí, claro que lo recuerdo…

Hombre- Estaba sobre tu cuerpo, desnudo, refocilándose en tu propia desnudez…

Mujer- ¿Pero cómo es posible?

Hombre- Enloquecí de celos, mi querida Carlota, enloquecí de celos…

Mujer- Raymundo, yo te juro por la Virgen que nunca he sido infiel…

Hombre- Lo sé, amada mía, lo sé…

Mujer- ¿Pero entonces?

Hombre- Debo terminar mi historia para desentrañar este malentendido…

Mujer- Está bien, continúa…

Hombre- Estaban ahí, los dos, desnudos y enloquecí de celos…

Mujer- ¿Y entonces?

Hombre- Me tragué mi llanto y sin hacer ruido, saqué la pistola que traía enfundada,

para lavar con sangre mi mancillado honor. Disparé dos veces, Carlota, la

primera sobre el Padre Arnulfo y la segunda sobre ti…

21
Mujer- ¿Me mataste?

Hombre- Sí, mi amor, te disparé en el vientre y tu corazón dejó de latir en ese mismo

instante…

Mujer- Pero yo nunca estuve con el Padre Arnulfo…

Hombre- Sí estuviste, Carlota, pero no te diste cuenta…

Mujer- ¿Y cómo fue eso?

Hombre- Después de matarlos, me entregué a las autoridades y me llevaron preso. En

aquella celda sufrí el infierno de los celos y la horrible decepción de tu

infidelidad; no estaba arrepentido, pero tu traición me carcomía el alma y lo

único que deseaba era la muerte. Un amigo mío, abogado prominente, se

ofreció a llevar mi caso y, aunque yo lo rechacé, él insistió y comenzó a

preparar el expediente para mi defensa. La verdad pronto salió a flote, para mi

consuelo y, al mismo tiempo, para mi desgracia…

Mujer- ¿Pero cómo puede algo provocar consuelo y, al mismo tiempo, sufrimiento?

Hombre- Mi amigo, el abogado, descubrió la trampa macabra que el destino me había

tendido: el Padre Arnulfo, te suministró un brebaje sin que tú te dieras cuenta;

con ese brebaje te durmió, y después, abusó de ti mientras dormías. Mi amigo

descubrió la estratagema encontrando los restos del brebaje en un pequeño

frasco que el Padre Arnulfo llevaba consigo el día de la tragedia. Se abrió una

investigación y descubrieron que no eras la primera víctima; el Padre Arnulfo

había deshonrado, en el pasado, a varias damas respetables utilizando aquel

nefando truco y nunca había sido descubierto. Mi amigo justificó mi crimen y

consiguió mi libertad; sin embargo, aquél malentendido marcaría el inicio de

mi verdadero infierno: por un lado, sentía el consuelo de que no me

traicionaste y de que nuestro amor estaba incólume y, por el otro, sentía un

22
dolor intenso, por haberte asesinado, en plena inocencia conyugal y sin razón

alguna. Me dolía tu muerte y me dolía mi propia estupidez; había matado lo

que más amaba y todo por un malentendido. El dolor fue insoportable, mi

querida Carlota, y cuando regresé a la casa, con la misma pistola con la que

segué tu vida, me di un tiro en la cabeza.

Mujer- ¿Pero cómo pudiste hacerlo?

Hombre- Ya no soporté la vida…

Mujer- No me refiero a tu muerte, infeliz, sino a la mía…¿cómo pudiste matarme?

Hombre- Perdóname…

Mujer- Eres un canalla…

Hombre. Carlota, no me hables así…

Mujer- Yo te hablo como quiera, ¿o qué, vas a matarme nuevamente?

Hombre- No, claro que no…

Mujer- Me mataste, Raymundo; me mataste y ni siquiera me di cuenta; estuve

caminando por las calles, durante años, sin saber que era un espectro y todo por

tu culpa; te entregué todo mi amor y tú me pagaste asesinándome…

Hombre- Carlotita, perdóname…

Mujer- No me llames Carlotita, nunca más…

Hombre- Está bien, no volveré a llamarte así, pero perdóname…

Mujer- Eres un canalla, Raymundo; eres el peor canalla que puede existir en este mundo

y en el otro…

Hombre- Carlotita…Carlotita…¿Carlotita?

La mujer lo mira, extrañada.

Mujer- ¿Usted la mató?

Hombre- Fue un malentendido…

23
Mujer- Es usted abominable…

El hombre la mira, extrañado.

Hombre- ¿Por qué me hablas de usted?

Mujer- ¿Antonio?

Hombre- Sí, soy yo…

Mujer- Mi querido Antonio, acabo de descubrir que estamos poseídos...

Hombre- ¿Por los personajes?

Mujer- No, no son los personajes; son espíritus. Estamos poseídos por espíritus; los

acabo de ver, platicando a través de nuestros cuerpos…

Hombre- Laura, estás alucinando; esto puede ser parte del trance…

Mujer- No, no estoy alucinando, era el espíritu de un hombre, dentro de tu cuerpo y el

espíritu de una mujer, dentro del mío…

Hombre- Cálmate, por favor…

Mujer- Tienes que creerme…

Hombre- Tranquilízate y después hablamos…

Mujer- De acuerdo, me voy a tranquilizar…

Hombre- ¿Quieres un poco de café?

Mujer- Sí, está bien…

El hombre se acerca a la mesa y toma el recipiente con café. Le da el recipiente a la

mujer y ella le da un trago. El hombre toma el candelabro del piso, lo deja sobre la mesa

y mira a la mujer. Ella le entrega el recipiente, el hombre lo toma y lo deja sobre la

mesa. El hombre mira a la mujer.

Hombre- ¿Quieres un cigarro?

Mujer- Sí, gracias…

24
El hombre toma la cajetilla de cigarros y el encendedor de la mesa y le ofrece un cigarro

a la mujer. Ella lo toma y el hombre se lo enciende. La mujer aspira el humo y comienza

a toser. El hombre la mira preocupado, mientras ella se aleja de él y continúa tosiendo.

Hombre- ¿Estás bien?

Mujer- Maldito humo, ¿cómo pueden aspirar esta porquería?

La mujer tira el cigarro al piso y lo aplasta con el pie.

Hombre- ¿Laura?

La mujer voltea y mira al hombre.

Mujer- ¿La viste?

Hombre- ¿De qué hablas?

Mujer- Era ella, la que apagó el cigarro…

Hombre- Laura, me das miedo…

Mujer- No soy Laura, soy Carlota…

Hombre- ¿Carlota?

Mujer- Sí, así se llama, Carlota, y está aquí, dentro de mi cuerpo…

Hombre- Voy a llamar a un médico…

El hombre va hacia la mesa y toma un teléfono celular. De pronto, se detiene y se queda

mirándolo, absorto.

Hombre- ¿Qué es esto?

Mujer- ¿Qué?

Hombre- Este aparatito, ¿qué cosa es?

La mujer se acerca al hombre.

Mujer- ¿Don Raymundo?

El hombre voltea y mira a la mujer.

Hombre- Sí, soy yo…

25
Mujer- ¿Cómo pudo matarla?

Hombre- Ya se lo dije, fue un malentendido; además, no es asunto suyo…

Mujer- Cualquier asunto, concerniente a una mujer, es asunto mío…

El hombre deja el teléfono celular sobre la mesa y mira a la mujer.

Hombre- ¿Dónde está Carlota?

Mujer- No lo sé, pero seguramente, ya no quiere verlo…

El hombre se acerca a la mujer.

Hombre- Tengo que hablar con ella…

Mujer- Déjela en paz; ya le hizo demasiado daño…

El hombre se queda estático, mirando a la mujer.

Hombre- ¿De qué hablas?

Mujer- ¿Antonio?

Hombre- Sí, Laura, soy yo…

Mujer- Estaba hablando con Don Raymundo…

Hombre- ¿Quién es Don Raymundo?

Mujer- El espíritu que está dentro de tu cuerpo…

Hombre- Ya basta, Laura, por favor…

La mujer se queda estática por un momento.

Mujer- ¿Ya se fue?...Sí, ya se fue…No quiero volver a verlo…No te preocupes, si no

quieres verlo, no lo volverás ver…¿Tú eres Laura, verdad?...Sí, yo soy

Laura…Mucho gusto en conocerte, yo soy Carlota…

El hombre la mira, aterrado.

Hombre- Voy a llamar a un médico; sí, voy a llamar a un médico…

El hombre camina hacia la mesa. De pronto, se detiene, mira al frente y se queda

estático.

26
Hombre- ¿Por qué no llama al doctor Leroy?...¿Quién es el doctor Leroy?...La momia

más antigua del panteón de Santa Paula; cuando estaba vivo era uno de los

mejores médicos del país y, a lo mejor de muerto, lo sigue siendo…¿Quién es

usted?...Don Raymundo, de Mendoza y Campos…Virgen Santa, por favor,

protégenos…¿Ya le dio miedo?...Dios mío, ayúdame, te lo ruego…Usted debe

ser el famoso Antonio, ¿no es así?...Jesucristo, por favor, no me abandones…

Respóndame, que le estoy hablando...Sí, yo soy…Pues no sea usted chillón,

porque me va hacer enojar y entonces sí, va haber truenos y centellas…

Mujer- Ya déjelo en paz…

Hombre- ¿Laurita?

Mujer- No me diga Laurita…

Hombre- ¿Dónde está Carlota?

Mujer- No quiere verlo…

Hombre- Me lleva la que me trajo…

El hombre va hacia la mesa y la golpea con el puño abierto repetidas veces, mientras las

luz del escenario sube y baja de intensidad, a partir del primer golpe, de manera

enloquecida. El hombre deja de golpear la mesa y la luz del escenario regresa a su

intensidad normal. El hombre voltea y mira fijamente a la mujer.

Hombre- Dígale que quiero hablar con ella…

Mujer- Usted no nos va a asustar, a ninguna de las dos; conozco a los de su calaña y sé

que cuando se enfrentan con una mujer de verdad, les da por torcer el rabo…

Hombre- ¿Pero cómo se atreve a hablarme así?

Mujer- Es usted un comemierda…

Hombre- Mire, Laurita, con todo el dolor de mi corazón, le voy a tener que dar unas

nalgadas, para que aprenda a respetarme…

27
Mujer- Atrévase y verá cómo lo pongo…

Hombre- Por supuesto que me atrevo…

El hombre se acerca a la mujer y ella lo enfrenta.

Mujer- Basta, Raymundo; ¿Qué quieres?

Hombre- ¿Carlota?

Mujer- Sí, aquí estoy, ¿qué es lo que quieres?

El hombre se contiene y cambia de actitud.

Hombre- Hablar contigo; simplemente hablar contigo…

Mujer- No tenemos nada de qué hablar…

Hombre- Pero cómo no, mi cielo…¿te acuerdas cuando te decía mi cielo?

Mujer- ¿Por qué no te largas y me dejas en paz?

Hombre- Porque te amo, Carlota…

Mujer- Pero yo no…

Hombre- ¿Cómo dices?

Mujer- Dejé de amarte, desde que supe la causa de mi muerte…

Hombre- Pero, Carlota, ¿estás hablando en serio?

Mujer- Sí, Raymundo, completamente en serio…

El hombre camina hacia la silla y se sienta en ella, abatido. La mujer lo mira.

Hombre- Pensé que ya había pagado mi condena; con la cárcel, con mi muerte y con

todos estos años de andar penando con el corazón hecho pedazos. Pero no,

Carlota, mi condena apenas comenzó con lo que me dijiste. Todos aquellos

sufrimientos, no se comparan, ni de lejos, con lo que estoy sintiendo ahora.

Me dejaste de amar, Carlota, y ante eso, pues ya no hay nada de qué hablar…

Mujer- Eso es lo que yo digo, Raymundo, que ya no hay nada de qué hablar…

28
El hombre mira hacia el frente del escenario. La mujer camina hacia el proscenio, se

detiene y mira, también, hacia el frente del escenario. Los dos quedan en silencio por un

momento.

Mujer- Oye, Carlota, ¿quieres tomar un poco de café?...Sí, gracias…

La mujer va a la mesa y toma el termo. Lo abre y sirve un poco de café en el recipiente.

Deja el termo sobre la mesa y toma el recipiente con las dos manos.

Mujer- Con cuidado, que está caliente…

La mujer sopla sobre el café y, después, bebe un sorbo con cuidado.

Mujer- Está delicioso, hace muchos años que no tomaba una taza de café…

La mujer aspira el aroma del café.

Mujer- Y el aroma; ¿cómo puede haber algo tan exquisito?...A mí me pasa lo mismo,

Carlota, cuando dejo de tomar café, y luego vuelvo a tomarlo, disfruto mucho el

sabor y el aroma…Sí, Laura, es extraordinario, maravilloso, único…

La mujer continúa bebiendo café con pequeños sorbos. Mientras el hombre continúa

sentado en la silla, mirando hacía el frente del escenario.

Hombre- Pues ni modo, así son las mujeres; a veces lo aman a uno y, otras veces, así

nada más, lo dejan a uno de amar. Hay que aguantarse, como hombrecitos, y

tratar de no llorar, ¿no cree usted?…Sí, pues sí…Oiga, ¿me regala un

cigarro?... Sí, claro, los que usted quiera…

El hombre toma la cajetilla, saca un cigarro y lo coloca en su boca. Después, guarda la

cajetilla, saca el encendedor y enciende el cigarro con mano temblorosa. El hombre

aspira, profundamente, el humo del cigarro.

Hombre- Qué bonito se siente fumar; es algo, de verdad, sublime. Hace muchos años

que no fumaba y con el primer jalón, como que se marea uno; ¿a poco no?...

Sí, es cierto…Muchos, muchos años sin fumar; y yo estaba acostumbrado a

29
fumar todos los días, de los negros…¿Como cuántos?...¿Como cuántos qué?...

¿como cuántos años lleva sin fumar?...¿En qué año estamos?...en el dos mil

doce…Pues yo me maté en mil ochocientos sesenta y tres; así que, échele

cuentas...Sí, pues son muchos años sin fumar…Oiga, discúlpeme por haberlo

asustado…No se preocupe…Es que me enojé, y yo, cuando me enojo, pues

me descontrolo…No importa; en serio…¿Se asustó mucho, verdad?...Sí, más

o menos…¿Y por qué se asustó tanto?...Es que yo no creo en fantasmas y

cuando usted se apareció, se me rompieron mis esquemas… ¿Cómo

esquemas?...Mi forma de pensar, pues…Ah, ya entiendo…Sí, fue algo muy

duro para mí…No, pues discúlpeme…Sí, está bien, no se preocupe…¿Sabe

que, Don Antonio?...¿Qué, Don Raymundo?...Usted me cae re bien…Gracias,

usted también…¿Yo qué?...Usted también me cae re bien…

El hombre continúa fumando.

Mujer- Hoy fui al panteón de Santa Paula y me quedé mirando a una momia, por mucho

tiempo, sintiendo una atracción irresistible; era como si la momia me llamara,

como si quisiera hablar conmigo, para contarme su historia; ¿eras tú, verdad?...

No lo sé…La momia llevaba puesto un vestido blanco, de encajes, un vestido

ensangrentado… Sí, soy yo; alguna vez la vi y reconocí mi vestido…¿Y la viste

hace mucho tiempo?...Sí, hace mucho…Pues ahora, Carlota, todo ha cambiado,

tienen a las momias en un museo, muy bonito, que hicieron ahí mismo, en Santa

Paula; ahora las tienen en vitrinas, no como antes, que las tenían sin nada…

¿Cómo vitrinas?...Las vitrinas son como cajas, pero de cristal; de manera que la

gente puede ver a las momias, pero no puede tocarlas; de esa forma se

conservan, mucho mejor que antes. La tuya es la tercera momia de la segunda

sala; está junto a la del doctor Leroy…¿De verdad?...Sí, ¿por qué te

30
sorprende?...Yo conocí al doctor Leroy, hace muchos años, y era muy buena

persona; ¿quién iba a decir que terminaríamos juntos, en un museo, dentro de

una caja de cristal?... Oye, Carlota, no quiero incomodarte, pero ¿me podré

fumar un cigarro?... Sí, está bien, fúmatelo…

La mujer se acerca al hombre.

Mujer- Regálame un cigarro…

Hombre- Sí, claro…

El hombre le da la cajetilla y el encendedor. La mujer toma un cigarro y lo enciende.

Aspira el humo y tose.

Mujer- ¿Estás bien?...Sí, estoy bien…Si quieres lo apago…No, fúmatelo, no hay

problema…

La mujer le devuelve al hombre la cajetilla de cigarros y el encendedor,

Mujer- Gracias…

Hombre- De nada…

La mujer camina por el escenario y se aleja del lugar en donde está el hombre.

Hombre- Y Laurita, ¿es su novia?...No, nada más somos amigos…¿Y por qué?...Pues

porque así es; nada más llevamos una relación profesional…¿Y a qué se

dedican?... Ella es actriz y yo, aunque también actúo, me dedico a escribir

obras de teatro…¿Es usted comediógrafo?... Sí, soy comediógrafo…Fíjese,

Don Antonio, que, el otro día, vi que estaban inaugurando un teatro, muy

bonito, junto al zócalo… ¿Se refiere al Teatro Juárez?...Sí, ése, el Juárez…

Pero, Don Raymundo, el Teatro Juárez lo inauguraron hace como cien años…

¿Tanto ya?...Sí, más o menos…¿Y por qué se llama Teatro Juárez?...Por Don

Benito… ¿El presidente?...Sí, ése…¿O sea que sí pasó a la historia el muy

cabrón?... Sí, claro que pasó a la historia…Mire nada más, cómo son las

31
cosas… Sí, pues sí…En fin…Oiga, Don Raymundo, ¿puedo hacerle una

pregunta?…Por supuesto, Don Antonio…¿Cómo fue que entraron en nuestros

cuerpos?...Pues así nada más, alguien abrió la puerta y nosotros nos

metimos…Entonces, ¿fue por eso?...Sí, ¿usted sabe quién la abrió?...No, no

tengo la menor idea…Digo, para agradecerle, porque así pude encontrar a

Carlota y explicarle todo…Pues no, no sé quién la abrió…Oiga, Don

Antonio…Dígame, Don Raymundo… ¿Me regala otro cigarro?...Sí, claro, los

que usted quiera…

El hombre saca un cigarro de la cajetilla y lo enciende.

Mujer- Oye, Laura, la primera vez que te vi, estabas hablando con un aparatito; ¿qué

cosa era?...Es un teléfono celular…¿Cómo teléfono celular?...Puedes hablar con

otra persona, que está lejos de donde tú estás…¿Cómo si fueran los sonidos de

un telégrafo?... Exacto, pero con esto escuchas la voz de la persona…Qué

bonito… Mira, te lo voy a mostrar…

La mujer va hacia la mesa y toma su teléfono celular.

Mujer- Si oprimo este botón, el del número dos, puedo hablar con mi novio, que vive

en la Ciudad de México…

La mujer oprime el botón del número dos.

Mujer- Hola, mi amor, ¿cómo estás?...

La mujer escucha con atención y, después, se ríe.

Mujer- No, de nada, simplemente me reí, ya ves cómo me pongo, cuando estoy de

simple…oye, nada más te hablé para mandarte un beso…sí, seguimos en

ensayo, pero estoy en otro descansito…bueno, te dejo trabajar, corazón…sí, nos

vemos el fin de semana…yo también te amo…chao…

La mujer oprime un botón para cortar la llamada.

32
Mujer- ¿Te gustó el aparatito?...Sí, me gustó…

La mujer deja el teléfono celular sobre la mesa.

Mujer- Oye, Laura, ¿y lo quieres mucho?...¿A quién?...A tu novio…Sí, lo quiero

mucho…No te ves muy convencida…¿Por qué?...No sé, pero le hablaste muy

normal, como si no sintieras nada; cuando yo amaba a Raymundo, me moría por

él, la voz me temblaba cuando lo veía y cuando leía sus cartas, un escalofrío me

recorría la espalda y me daban unas ganas infinitas de llorar, de reír y de llorar,

al mismo tiempo…

La mujer se queda pensativa, fumando.

Mujer- Supongo que porque eran otras épocas; ahora las relaciones son distintas. Creo

que son mucho mejores; menos intensas, pero mucho mejores…

El hombre se levanta de la silla y mira a la mujer.

Hombre- Carlota, ¿puedo hablar contigo?

Mujer- Sí, claro, ¿qué se te ofrece?

Hombre- No sé si lo recuerdes, pero nos casamos por la iglesia…

Mujer- ¿Y qué con eso?

Hombre- El padre dijo “hasta que la muerte los separe” pero, en realidad, las cosas no

son así. Es decir, los sacramentos son eternos y el matrimonio es uno de ellos;

por lo tanto, ante los ojos de la iglesia, sigues siendo mi esposa y eso, pues

habría que tomarlo en cuenta…

Mujer- Fíjate que no estoy de acuerdo…

Hombre- ¿Por qué?

Mujer- Porque el quinto mandamiento dice “No matarás” y tú te lo brincaste, de manera

que la iglesia ya no tiene nada ver en este asunto…

El hombre se queda pensativo por un momento y, después, mira a la mujer.

33
Hombre- Carlota, perdóname; todo fue un malentendido…

Mujer- ¿Y por qué no lo evitaste?

Hombre- ¿Cómo?

Mujer- Hablando conmigo, antes de tomar una decisión tan estúpida cómo matarme…

Hombre- No se me ocurrió…

Mujer- Hubiéramos podido aclarar las cosas y nada de esto habría pasado…

Hombre- Perdóname, soy un imbécil…

Mujer- Sí, Raymundo, lo eres; yo nunca te fui infiel y no había motivo alguno para que

me mataras…

Hombre- Sí, tienes razón…

La mujer se queda estática por un momento.

Mujer- Carlota, perdóname por meterme en este asunto, pero esta conversación me

parece completamente absurda…

Hombre- Laura, no te metas; déjalos que se arreglen entre ellos…

Mujer- No, Antonio, estoy harta de que Don Raymundo ofenda de una manera tan

brutal a las mujeres…

Hombre- Déjela que hable, Don Antonio, déjela que hable; a ver si la niña Laura tiene

algo inteligente que decir…

Mujer- Por supuesto que tengo algo inteligente que decir y espero que su miserable

razonamiento alcance a comprenderlo; usted es un criminal, por donde quiera

que lo vea, y nada justifica el hecho de que haya matado a Carlota. El asunto

aquí, no es si fue un malentendido o no, o si Carlota era fiel o infiel; lo aberrante

aquí es una cuestión de género, usted la mató porque creyó que se estaba

acostando con otro hombre y esa no es razón para matar a una mujer. Las

mujeres somos dueñas de nuestro cuerpo y podemos hacer con él lo que nos dé la

34
gana…

Hombre- No, pues ahora sí que no le entiendo…

Mujer- Las mujeres tenemos los mismos derechos que los hombres y si un hombre

puede acostarse con quien quiera, las mujeres podemos hacer lo mismo…

Hombre- Laura, perdón que me meta, pero tienes que contextualizarte históricamente;

lo que pasó entre Doña Carlota y Don Raymundo, pasó hace ciento cincuenta

años…Ciento cuarenta y nueve…Bueno, ciento cuarenta y nueve; y en ese

entonces, las circunstancias eran muy distintas…

Mujer- No es una cuestión de épocas, es una cuestión de género…

Hombre- Perdón, Laurita, pero lo del “género” no lo entiendo…

Mujer- Me refiero al género sexual y una cuestión de género es cuando se juzgan de

manera distinta las acciones de las mujeres y las acciones de los hombres; en

este país de mierda, las mujeres siempre hemos salido perdiendo, simplemente

por ser mujeres…

Hombre- Ya le voy entendiendo, y tiene usted cierta razón…

Mujer- El cuerpo de Carlota no era de su propiedad…

Hombre- Pero cómo no, si me casé con ella…

Mujer- Es usted muy bruto y no tiene caso seguirle hablando…

Hombre- Mire, Laurita, la entiendo perfectamente, pero esto no es una cuestión de

género, como usted la llama; cuando digo que Carlota era de mi propiedad es

porque ella se entregó a mí, voluntariamente, de la misma forma en que yo me

entregué a ella y pasé a ser, también, propiedad suya. Ella me dijo “soy tuya” y

yo le dije “yo también soy tuyo”, y a partir de entonces pasamos a ser

propiedad uno del otro y eso no tiene nada que ver con que yo sea un hombre

y ella una mujer, sino con las ganas de quererse y de entregarse para siempre.

35
Y cuando dice que una mujer casada, como Carlota, puede hacer con su cuerpo

lo que quiera, tampoco estoy de acuerdo y, otra vez, no es una cuestión de

género, porque lo mismo pienso para un hombre casado, como yo; cuando se

está unido a otra persona, uno no puede hacer con su cuerpo lo que quiera, ni

con su alma, ni con su mente. Y, eso, tampoco tiene que ver con que seamos

hombres o mujeres, sino con los valores fundamentales de la pareja: la

honestidad, la fidelidad y el compromiso. Con respecto al tercer punto, a que

en este mugroso país las mujeres siempre salen perdiendo simplemente porque

son mujeres, estamos completamente de acuerdo y a mí también me ofende,

como a usted…

Mujer- El criminal resultó ser feminista…

Hombre- ¿Cómo feminista?...Feministas son los que luchan por la igualdad de derechos

entre los hombres y las mujeres…Ya entiendo; pues mire, Laurita, aunque no

lo crea, yo siempre he apoyado a las mujeres y ahí está Carlota de testigo,

pregúntele a ella…

Mujer- Sí, cómo no, ahorita le pregunto…

El hombre se queda mirando a la mujer, por un momento.

Hombre- Pregúntele, pues…Don Raymundo, lo último que le dijo Laura se lo dijo

de manera irónica; en realidad, no va a preguntarle nada…Ah, ya entiendo…

Mujer- ¿Y lo de las nalgadas?

Hombre- ¿Cuáles nalgadas?

Mujer- Hace rato me dijo que me iba a dar unas nalgadas, para que aprendiera a

respetarlo…

Hombre- Se lo dije nada más para espantarla; yo sería incapaz de pegarle a una mujer…

Mujer- Sería incapaz de pegarnos, pero muy capaz de matarnos; ¿no es así?

36
Hombre- No, Laurita…

Mujer- Usted mató a su mujer y eso, es una cuestión de género, ocasionada por el

machismo ramplón de este país de mierda…

Hombre- ¿Y a poco no hay mujeres que matan a sus maridos por andar de coscolinos?

Mujer- Sí, debe haberlas…

Hombre- Por supuesto que las hay; un amigo me contó de un caso, en Orizaba: una

mujer llamada Ebornia apuñaló a su marido, porque este la engañaba…

5Mujer- Pero ella tenía razón…

Hombre- Sí, tenía razón, pero no es una cuestión de género, pues; eso es lo que

quiero que me entienda…

La mujer mira al hombre.

Mujer- No, Raymundo, ninguno de los dos tuvo razón para matar a una persona; ni esa

mujer a su marido infiel, al cual debió echar de su casa y no verlo nunca más; ni

tú, que debiste investigar lo que pasaba y no tomar esa decisión intempestiva

que acabó con mi vida y con la tuya. Nadie tiene el derecho de matar a nadie,

porque la vida es algo muy preciado y la debemos respetar; espero que lo hayas

entendido después de andar penando en las tinieblas, durante todos estos años.

Hombre- Sí, Carlota, claro que lo entendí…

Mujer- Yo te amaba, Raymundo, y aquella noche terminaste con mi vida; teníamos seis

meses de casados y nuestro amor apenas comenzaba. Si bien desde el principio

fue glorioso, después de casarnos se convirtió en la experiencia más sublime que

jamás pudo existir sobre la tierra. Yo era una mujer muy joven y estaba llena de

ilusiones; quería tener hijos contigo, y nietos y bisnietos. Era una mujer feliz y

quería prolongar esa felicidad durante muchos años; quería vivir y disfrutar de

la vida a cada instante. Quería vivir y tú terminaste con mi vida. Me faltó vivir,

37
Raymundo, me faltó vivir y, eso, es lo que no te puedo perdonar…

Hombre- Sí, Carlota, te entiendo con el alma y me odio a mí mismo por haberte

asesinado; tu vida era lo más preciado para mí, y por aquel arranque de locura,

terminé con ella. Tu vida, Carlota, tu maravillosa y exquisita vida. Todavía te

recuerdo, en aquellos amaneceres fascinantes, recostada entre mis brazos, con

el rostro sonriente y tu corazón latiendo junto al mío. Estabas viva y tu vida

era un milagro esplendoroso; estabas viva y yo te asesiné. Sí pudiera regresar

el tiempo; si pudiera regresar a aquella noche y no matarte; si pudiera estar

ahí, en nuestra casa, y despertarte, y hablar contigo, y aclararlo todo, y dejarte

viva, y volver a verte sonreír. Si pudiera regresar a aquella noche, Carlota,

daría todo lo que tengo. Sí, daría todo lo que tengo y que es muy poco; daría

mi pobre alma atormentada, con tal de que tú pudieras estar viva. Sí, Carlota,

si pudiera regresar el tiempo, entregaría mi alma, en este mismo instante.

Mujer- No, Raymundo, no invoques al maligno. Nuestras almas son lo único que nos

queda y siempre le han pertenecido a Dios…

Hombre- Sí, es cierto, siempre le han pertenecido; pero, por lo visto, Dios no sabe

cuidar lo que le pertenece…

Mujer- No blasfemes, Raymundo, por favor…

Hombre- ¿En dónde estaba Dios aquella noche?

Mujer- Basta, Raymundo, te lo ruego…

Hombre- ¿En dónde estaba Dios, Carlota? Eso es lo que me he preguntado durante

todos estos años, sin obtener la mínima respuesta. Aquella noche todo se

confabuló en mi contra y provocó mi confusión y mi ira. Dios pudo

mandarme una señal, que evitara la tragedia y, sin embargo, no lo hizo.

Por eso te pregunto, Carlota, ¿en dónde estaba Dios aquella noche?

38
Mujer- No lo sé, Raymundo, no lo sé…

Hombre- ¿No sería mejor darle la espalda, como él hizo conmigo, y apostarle a los

poderes del maligno? ¿No sería mejor, Carlota, vender este despojo de alma

para resarcir mi error y que tú vuelvas a estar viva?

Mujer- No, Raymundo, no lo invoques, te lo pido en nombre de nuestro amor…

Hombre- ¿Nuestro amor? ¿Aún existe nuestro amor?

Mujer- Sí, Raymundo, aún existe…

El hombre cae de rodillas.

Hombre- No lo invocaré, Carlota, no lo invocaré…

Mujer- Pídele perdón a Dios, por haber pensado en algo así…

Hombre- Sí, Carlota, le pediré perdón…

Mujer- Quiero verlo y escucharlo de tu propia voz…

El hombre junta las palmas de sus manos a la altura del pecho y agacha la cabeza. .

Hombre- Dios mío, perdóname; por todas mis ofensas y por todos mis pecados…

Mujer- Gracias, Raymundo, gracias por pedir perdón…

El hombre se levanta y mira a la mujer.

Hombre- De nada…

Mujer- Nuestras almas son lo único que tenemos y debemos cuidarlas, por encima de

todo; además, ¿para qué querría yo estar viva sino para adorarte?

Hombre- Carlota, mi Carlota…

Mujer- Mi Raymundo…

La luz del escenario se intensifica y la mujer voltea a mirar las lámparas del teatro.

Mujer- Mira, la luz de esas extrañas lámparas se está volviendo más intensa…

El hombre mira las lámparas del teatro.

Hombre- Sí, puedo verla…

39
La mujer mira al hombre.

Mujer- Ya sé en dónde estaba Dios aquella noche…

El hombre mira a la mujer.

Hombre- ¿En dónde?

Mujer- Estaba poniéndote una prueba…

Hombre- ¿Una prueba?

Mujer- Sí, una prueba para entender que las cosas no son lo que parecen y que debiste

despertarme y platicar conmigo; para entender que, aun siendo culpable, no

debías castigarme con la muerte, porque la muerte, sólo debe manejarla Dios;

para entender que matar a otra persona es un acto de soberbia y que la soberbia

es el mayor de los pecados…

Hombre- Sí, Carlota, tienes toda la razón…

Mujer- Si hubieras controlado tu soberbia; si hubieras aguantado aquel dolor que la

situación te provocaba y me hubieras despertado, habrías entendido lo que

sucedía y habrías evitado la tragedia…

Hombre- Sí, Carlota, ahora lo entiendo todo; me arrepiento de aquel acto de Soberbia y

le pido perdón a Dios. Debí soportar el dolor, con humildad, y hablar

contigo…

Mujer- El dolor hay que aguantarlo, Raymundo, porque es parte inevitable del amor…

Hombre- ¿Recuerdas el soneto de Quevedo, el que te leía en nuestro lecho conyugal?

Mujer- Sí, claro que lo recuerdo…

Hombre- Es hielo abrasador, es fuego helado.

Mujer- Es herida que duele y no se siente.

Hombre- Es un soñado bien, un mal presente.

Mujer- Es un breve descanso, muy cansado.

40
Hombre- Es un descuido que nos da cuidado.

Mujer- Un cobarde con nombre de valiente.

Hombre- Un andar solitario entre la gente.

Mujer- Un amar solamente ser amado.

Hombre- Es una libertad encarcelada,

Mujer- que dura hasta el postrero paroxismo.

Hombre- Enfermedad que crece si es curada.

Mujer- Éste es el niño Amor, éste es su abismo.

Hombre- ¡Mirad cuál amistad tendrá con nada el que en todo es contrario de sí mismo!

La mujer lo mira, extrañada.

Mujer- Es el soneto de Quevedo, el que vamos a usar en nuestra obra…

Hombre- ¿Qué obra?

Mujer- La obra de teatro que Antonio está escribiendo…

Hombre- ¿Laurita?

Mujer- Sí, Don Raymundo, soy yo…

Hombre- ¿En dónde estaba?

Mujer- Mirando lo que sucedía entre ustedes y, aunque por momentos me desconectaba,

pude ver y escuchar la mayor parte del tiempo…

Hombre- ¿Y Antonio?...Aquí, estoy Don Raymundo…

Mujer- Oye, Antonio, ¿te fijaste?

Hombre- ¿En qué?

Mujer- Don Raymundo le leía, en vida, a Carlota, el soneto de Quevedo; el que vamos a

usar en nuestra obra…

Hombre- ¿De verdad?

Mujer- Sí, ¿no lo escuchaste?

41
Hombre- No…

Mujer- ¿Dónde estabas?

Hombre- No lo sé, pero de pronto me desvanecí; es muy extraño, pero a veces estoy

consciente y puedo verlos y escucharlos y a veces me desvanezco y no sé

dónde estoy…

Mujer- Sí, a mí me pasa lo mismo…

Hombre- Y entonces, ¿Don Raymundo le leía el soneto?

Mujer- Sí, ¿no te parece una extraordinaria coincidencia?

Hombre- Sí, realmente extraordinaria…

Mujer- Es una lástima que te hayas desvanecido hace un momento…

Hombre- ¿Por qué?

Mujer- Te perdiste de algo verdaderamente emocionante…

Hombre- ¿Qué pasó?

Mujer- Don Raymundo estuvo a punto de venderle el alma al diablo, con tal de regresar

el tiempo y de no matar a Carlota…

Hombre- ¿Pero no se la vendió, verdad?

Mujer- No; Carlota le dijo que no lo hiciera, en nombre de su amor…

Hombre- Menos mal…

Mujer- Pero el simple hecho de ofrecer el alma, fue una prueba de amor maravillosa y,

aunque sigo creyendo que es un asesino, Don Raymundo me conmovió

profundamente…

Hombre- Sí, debió ser conmovedor…

Mujer- Aunque, claro, tú eres ateo y no crees en esas cosas…

Hombre- ¿Cómo, Don Antonio, usted es ateo?...Sí, más o menos…Pero sí cuando lo

conocí, usted mencionó a la Virgen, a Dios y a Jesucristo…Sí, es cierto…¿Por

42
qué lo hizo?...Estaba asustado…¿O sea que usted nada más cree cuando se

espanta?…Sí, algo así…Pues lo voy a espantar más seguido, a ver si así logra

usted recuperar su fe…No, Don Raymundo, por favor…No es cierto, Don

Antonio, estoy bromeando; usted puede creer o no creer y eso no es asunto

mío…Menos mal…Pero, como amigos que somos, le aconsejo que medite

acerca del asunto, porque no es justo que nada más crea cuando está

espantado; no es justo para Dios, ni tampoco para usted…Sí, Don Raymundo,

meditaré sobre el asunto…Así me gusta, que nos vayamos entendiendo…

Mujer- Oiga, Don Raymundo…

Hombre- Dígame, Laurita…

Mujer- Le ofrezco una disculpa, por haberlo insultado…

Hombre- No tiene que disculparse; estaba usted enojada y es natural que me insultara…

Mujer- Sí, es cierto, estaba enojada; pero creo que lo juzgué demasiado pronto; es decir,

sigo pensando que es usted un criminal, pero lo que estuvo a punto de hacer por

Carlota, me pareció una prueba de amor extraordinaria; una prueba de amor de

las que ya no existen…

Hombre- Yo estaría dispuesto a hacer cualquier cosa por Carlota, excepto lo que ella me

pida que no haga…

Mujer- ¿Y tú, Antonio, qué estarías dispuesto a hacer?

Hombre- ¿Por quién?

Mujer- Por una mujer…

Hombre- No lo sé, Laura, primero tendría que tener una mujer…

Mujer- ¿No tiene usted novia, Don Antonio?

Hombre- No, Doña Carlota, no tengo novia…

Mujer- ¿Y por qué?

43
Hombre- Porque estoy en un momento difícil de mi vida; terminé con mi última novia

hace dos años y creo que no he podido superarlo. Viví con ella durante cinco

años y fue una relación muy importante; pero bueno, un día, nos dimos cuenta

de que no nos entendíamos y cada quien tomó su camino….

Mujer- ¿Y se divorciaron?

Hombre- No, no estábamos casados…

Mujer- ¿Pero cómo, si vivían juntos?

Hombre- Vivían en amasiato, Carlota…

Mujer- Ah, ya entiendo…

Hombre- Sí, vivíamos en amasiato, como dice Don Raymundo…

Mujer- ¿Y todavía la ama?

Hombre- No, Doña Carlota, yo no creo en el amor…

Mujer- ¿Pero, Antonio, cómo es posible que digas algo así?

Hombre- ¿Por qué te sorprende?

Mujer- Porque estás escribiendo una obra acerca del amor…

Hombre- Bueno, creo en el amor dentro de una obra de teatro, pero no en la vida real…

Mujer- ¿Y de qué trata su obra, Don Antonio?

Hombre- Es acerca de una mujer a la que se le muere el novio y como lo amaba mucho,

va con un médium para invocar su espíritu y poder volver a verlo…

Mujer- ¿Y lo vuelve a ver?

Hombre- Sí, lo vuelve a ver…

Mujer- Es una historia muy hermosa…

Hombre- Sí, a mí también me lo parece…

Mujer- ¿Y en qué termina?...

Hombre- Bueno, apenas la estoy escribiendo, pero lo más probable es que termine en

44
que la novia y el espíritu del novio vuelven a vivir su amor, a través del

médium, y se quedan a vivir juntos…

Mujer- Está bonito ese final, debería dejarlo así…

Hombre- Sí, Don Antonio, está bien bonito ese final…

Mujer- Vamos a estrenar la obra dentro de un mes y medio, en el Teatro Juárez; ojalá

que puedan estar en el estreno…

Hombre- Ahí vamos a estar, Laurita; le aseguro que no les vamos a fallar…

Mujer- Aunque, seguramente, mi querida Laura, mi marido y yo nos sentaremos en

lugares separados…

Hombre- Pero, Carlotita, ¿por qué dices eso?

Mujer- Porque no te he perdonado y tú, de pronto, ya das por hecho que volveremos a

estar juntos…

Hombre- Pero dijiste que me amabas…

Mujer- Sí, te amo, pero no te he perdonado…

Hombre- Pero, Carlota, he sufrido mucho…

Mujer- Yo también he sufrido mucho y todo por tu culpa; tu crimen me dolió en el alma

y no creo que pueda perdonarte nunca…

Hombre- Mi crimen fue una prueba, para entender que había cometido un acto de

soberbia, tú misma lo dijiste; y ya lo entendí, Carlota, y ya le pedí perdón a

Dios…

Mujer- Sí, Raymundo, y me parece muy bien que lo hayas hecho, porque, tal vez, Dios

pueda perdonarte y llevarte al cielo, a descansar…

Hombre- Tú eres el único cielo que conozco y el único cielo en el que quiero estar…

Mujer- No, Raymundo, lo nuestro es imposible…

Hombre- Pero, si Dios me puede perdonar, ¿por qué tú no, Carlota?

45
Mujer- Porque no tengo su bondad, ni su misericordia…

Hombre- Carlota, por favor…

Mujer- Ya perdónalo, Carlota; porque, haya sido como haya sido, no vas a encontrar a

un hombre así, ni en este mundo ni en el otro…

Hombre- Sí, Doña Carlota, ya perdónelo…

Mujer- No me nace perdonarlo; lo amo, pero no me nace perdonarlo…

Hombre- Y entonces, Carlota, el milagro de habernos encontrado, ¿qué finalidad tuvo?

Mujer- Sirvió para aclarar las cosas, para que tú reconocieras tu pecado de soberbia y

para que pidieras perdón; ¿te parece poco?

Hombre- No, claro que no…

Mujer. Este encuentro fue maravilloso, pero ya cumplió su cometido; fue un placer

volver a verte, Raymundo, pero ya me voy…

Hombre- ¿Te vas?

Mujer- Sí…

Hombre- ¿A dónde?

Mujer- A tratar de descansar, en alguna casa abandonada. Estoy exhausta; hoy fue un

día muy hermoso, pero al mismo tiempo, muy difícil…

Hombre- ¿Nos volveremos a encontrar?

Mujer- Seguramente, Raymundo, seguramente.

El hombre la mira en silencio por un momento.

Hombre- No, Carlota, no pienso dejarte ir…

Mujer- ¿Vas a obligarme a permanecer contigo?

Hombre- No, tú sabes que nunca te he obligado a nada…

Mujer- ¿Y entonces, cómo vas a retenerme?

Hombre- Voy a convencerte de que me perdones, aunque me tarde otros ciento cuarenta

46
y nueve años en lograrlo…

Mujer- Está bien, tenemos la eternidad completa; ¿por dónde quieres comenzar?

Hombre- Por hacerte una pregunta, acerca de algo que no puedo entender…

Mujer- ¿Qué pregunta?

Hombre- Si me amas, ¿por qué no me perdonas?

Mujer- Porque no me nace…

Hombre- ¿Y por qué no te nace, por orgullo?

Mujer- ¿Y si fuera por orgullo, cuál sería el problema?

Hombre- Sería un grandísimo problema, porque eso me demostraría, y te demostraría a

ti misma, que tu orgullo es más grande que tu amor…

Mujer- Raymundo, soy tu víctima y tú eres mi asesino, ¿no te parece natural que mi

orgullo se sienta herido?

Hombre- Pero lo hice porque todo se confabuló en mi contra…

Mujer- Sí, eso ya lo discutimos y lo entiendo perfectamente; pero aun así, te pido que

pienses en la pregunta que te hice y que la contestes con absoluta honestidad…

Hombre- Sí, me parece natural que tu orgullo se sienta herido…

Mujer- ¿Y entonces?

El hombre permanece en silencio por un momento. Después, mira a la mujer.

Hombre- Carlota, ¿podrías hacer algo por mí?

Mujer- ¿Qué?

Hombre- Un pequeño sacrificio, en nombre de nuestro amor…

Mujer- ¿De qué se trata?

Hombre- ¿Podrías tragarte el orgullo y perdonarme?

Mujer- Me voy, Raymundo…

El hombre abraza a la mujer.

47
Hombre- No, no te vayas…

Mujer- No vas a convencerme…

Hombre- Te lo pido en nombre de nuestro amor; en nombre de Dios y de los hijos que

no tuvimos; en nombre de todo lo que nos faltó vivir y de todos los besos que

no nos dimos…

Mujer- Raymundo, suéltame…

Hombre- No…

El hombre la besa en los labios y la mujer accede. Después de un prolongado beso, se

separan y se miran a los ojos.

Mujer- Raymundo, mi Raymundo…

Hombre- Mi Carlota…

La mujer intenta liberarse.

Mujer- Me voy…

El hombre la retiene, abrazándola con mayor fuerza.

Hombre- No, no puedo dejarte ir…

Mujer- Suéltame…

Hombre- No, Carlota, jamás voy a soltarte…

El hombre la besa en los labios y la mujer accede nuevamente. El hombre le toca los

pechos y la mujer comienza a excitarse, aunque intenta, débilmente, separarse de él.

Mujer- Raymundo, por favor…

Hombre- Entrégate, Carlota…

El hombre continúa tocándole los pechos y la mujer deja de resistirse por un momento.

De pronto, la mujer comienza a resistirse, nuevamente.

Mujer- Don Raymundo, ¿qué es lo que está haciendo?...

Hombre- Perdóneme, Laurita, pero no puedo controlarme…

48
El hombre continúa tocándola y la mujer deja de resistirse, nuevamente.

Mujer- Raymundo, mi Raymundo…

La mujer besa al hombre apasionadamente y comienza a acariciarle el pene.

Mujer- Antonio, perdóname, pero no puedo controlar mis manos…

Hombre- Yo tampoco, Laura, yo tampoco las puedo controlar…

El hombre pone una mano en la entrepierna de la mujer y comienza a acariciarla.

Hombre- Te amo, mi Carlota…

Mujer- Yo también te amo…

El hombre continúa acariciando a la mujer, mientras la conduce, de espaldas, hacia la

mesa. Al llegar al borde de la mesa, la mujer pone una mano, accidentalmente, sobre el

control remoto del aparato de música, el cual está sobre los papeles en los que trabajaba

el hombre. El aparato de música se acciona y comienza a escucharse la canción Psycho

killer de Talking Heads. El hombre y la mujer continúan acariciándose con frenesí; y

aunque intentan, por momentos, controlarse, los dos están, cada vez, más excitados.

Parecería una lucha apasionada entre dos personas que se atraen y se rechazan

mutuamente y en la que, poco a poco, la pasión va venciendo las mutuas resistencias y

logrando que los dos se entreguen por completo. El hombre lleva a la mujer, entre besos

y caricias, a la parte trasera de la mesa. Coloca a la mujer de frente hacia la mesa y él se

coloca detrás de ella. El hombre le baja los pantalones a la mujer a la altura de las

nalgas y se desabrocha sus pantalones. El hombre y la mujer hacen el amor, mientras la

canción continúa escuchándose. Sus movimientos nunca coinciden con el ritmo de la

música, sino que, más bien, se contraponen. El hombre y la mujer terminan de hacer el

amor y quedan exhaustos. La canción termina y los dos permanecen en silencio por un

momento.

Hombre- Esto es maravilloso…

49
Mujer- Sí, maravilloso…

La mujer se sube los pantalones y voltea hacia el hombre, recargándose en la mesa. El

hombre se abrocha los pantalones y abraza a la mujer.

Hombre- Carlota, quédate a vivir conmigo…

Mujer- Sí, Raymundo, me quedaré contigo, pero no sé si pueda perdonarte…

Hombre- Tal vez, con el tiempo…

Mujer- Sí, tal vez…

Hombre- Mi cielo; ¿te acuerdas cuando te decía mi cielo?

Mujer- Sí, Raymundo, claro que me acuerdo…

El hombre y la mujer se besan, apasionadamente. De pronto, se separan y se miran.

Hombre- Perdóname, Laura, no quise hacerte esto…

Mujer- No, Antonio, perdóname tú a mí…

Hombre- No pude controlar mi cuerpo; una poderosa fuerza lo manipulaba…

Mujer- Sí, te entiendo, yo tampoco pude controlarlo…

El hombre y la mujer se besan, con pasión. Después, se separan y se miran a los ojos.

Hombre- Carlota, me siento como cuando estaba vivo…

Mujer- Yo también, Raymundo…

Hombre- Siento que la sangre corre por mis venas…

Mujer- Y yo siento latir mi corazón…

El hombre mira la manzana que está sobre la mesa.

Hombre- Mira, una manzana…

Mujer- Una manzana roja, como las del rancho…

Hombre- ¿No tienes hambre?

Mujer- Sí, un hambre que me corroe el estómago…

50
La mujer toma la manzana y comienza a morderla, con desesperación. El hombre acerca

su rostro al de la mujer y ella le comparte la manzana. El hombre muerde la manzana,

también con desesperación y, entre los dos, se la comen completa, sin dejar ni una

semilla.

Hombre- El sabor, mi cielo, el sabor…

Mujer- Sí, Raymundo, es exquisito…

Hombre- Quiero vivir la vida, contigo…

Mujer- Y yo también, mi amor, contigo…

Hombre- Haremos el amor y comeremos manzanas…

Mujer- Sí, haremos el amor y comeremos mangos…

Hombres- Y naranjas…

Mujer- Y duraznos…

Hombre- Y disfrutaremos del aroma de los nomeolvides…

Mujer- Y de los jazmines…

Hombre- Y veremos los amaneceres juntos…

Mujer- Y escucharemos el canto de los ruiseñores…

Hombre- Vamos al rancho, el sábado en la mañana…

Mujer- ¿Todavía existirá?

Hombre- A lo quede de él…

Mujer- Sí, vamos…

Hombre- El sábado al rancho y el domingo a la presa…

Mujer- Y los dos días al mercado, antes de irnos, a desayunar y comprar dulces…

Hombre- Sí, mi cielo, iremos al mercado, a desayunar y comprar dulces…

El hombre y la mujer se besan. Después, se separan y se miran a los ojos.

Mujer- Estamos vivos, Raymundo…

51
Hombre- Sí, Carlota, estamos vivos…

Mujer- Y podremos vivir, todo lo que nos faltó vivir…

Hombre- Y seremos felices, durante muchos años…

Mujer- Y tendremos hijos, y nietos, y bisnietos…

El hombre rechaza a la mujer y se aparta de ella.

Hombre- Basta, esto ha llegado demasiado lejos…

Mujer- ¿Don Antonio?

Hombre- Sí, Doña Carlota, soy yo…

Mujer- ¿Pero por qué está tan enojado?

Hombre- Porque estos cuerpos nos pertenecen y ustedes abusaron de ellos…

Mujer- Sí, Doña Carlota, Antonio tiene razón…

Hombre- Pero, Don Antonio, usted debe comprendernos, llevábamos ciento cincuenta

años sin tener intimidad…Ciento cuarenta y nueve…Bueno, sí, ciento cuarenta

y nueve; pero de todos modos, son muchos años…

Mujer- No, Don Raymundo, lo que ustedes hicieron no tiene nombre; nos obligaron a

estar juntos, a Antonio y a mí, y sólo somos amigos…

Hombre- No me pude controlar, Laurita…

Mujer- Fue una violación…

Hombre- Perdóneme…

Mujer- Sí, Laura, no es para tanto…

Hombre- Mire, Don Raymundo, con todo respeto, pero les pido, a usted y a Doña

Carlota, que abandonen estos cuerpos…

Mujer- Sí, Don Raymundo, yo también se los pido…

Hombre- Pero, Laurita, si apenas empezamos a vivir…

Mujer- Queremos que se vayan, inmediatamente…

52
Hombre- Híjole, pues se me hace que no se va a poder…

Mujer- ¿Cómo?

Hombre- Queremos estar vivos y ni usted ni nadie nos lo va a impedir…

Mujer- Es usted un desgraciado…

Hombre- Les ordeno que se larguen, Don Raymundo, inmediatamente… Mire, Don

Antonio, no me gusta que me hable usted así y, mucho menos, que le hable

así a mi esposa; mida sus palabras, antes de que le raje yo el hocico…Pues a

lo mejor se lo rajo yo a usted, Don Raymundo…¿Y ahora, de dónde me salió

tan gallo?...El valiente vive hasta que el cobarde quiere…

Mujer- ¿Qué quiere usted decir con eso, Don Antonio?

Hombre- Yo fui quien abrió la puerta y si tuve el poder para traerlos, también tengo el

poder para echarlos fuera…

Mujer- Pero, Don Antonio, sólo queremos vivir.

Hombre- Ya tuvieron su oportunidad, hace muchos años, y no la aprovecharon…

Mujer- Son nuestros cuerpos, Don Raymundo, y queremos que se larguen…

Hombre- Pues nosotros no nos vamos, Laurita, así que háganle como quieran…

El hombre va hacia la mesa, toma el cuchillo de plata con su mano derecha y lo apunta

hacia arriba.

Hombre- ¿Ve este cuchillo de plata, Don Raymundo?...Sí, lo veo…Sirve como puente

para conectarnos con el más allá; una vez conectados, pediré permiso para

abrir la puerta y, después, los echaré de aquí…

El hombre intenta acercar su mano izquierda al cuchillo.

Hombre- No, Don Antonio, deténgase…

El hombre apunta, con rapidez, el cuchillo hacia su mano izquierda y esta se detiene.

Hombre- Vade retro, Don Raymundo…

53
El hombre apunta, de nuevo, el cuchillo hacia arriba.

Hombre- De los cuatro guardianes que vigilan los cuatro puntos cardinales…

Mujer- No lo haga, Don Antonio, por favor…

Hombre- De los tres alientos celestiales que sostienen el pasado, el presente y el

futuro…

Mujer- Sácalos, Antonio, sácalos…

Hombre- De las siete niñas ciegas que duermen, inocentes, en los umbrales de la

muerte; pido permiso, para abrir la puerta y hacer que las almas de Don

Raymundo y Doña Carlota, regresen al mundo de los muertos…No, Don

Antonio, no se lo voy a permitir…No podrá impedirlo, Don Raymundo, soy el

dueño de este cuerpo y le ordeno que se marche…

Mujer- No, Raymundo, no dejes que nos eche…

Hombre- Usted también, Doña Carlota, fuera de ese cuerpo…

Mujer- Sí, Carlota, fuera de este cuerpo…

Hombre- La puerta ya está abierta y les ordeno que se marchen…

Mujer- No, Don Antonio, se lo suplico…

Hombre- Fuera de estos cuerpos; regresen al mundo de los muertos, regresen de

inmediato… No, Don Antonio, por favor...Fuera Don Raymundo; fuera Doña

Carlota, fuera de estos cuerpos…

Mujer- No, por favor, no…

Hombre- Fuera, almas invasoras, yo se los ordeno, en nombre de mi voluntad y de mi

fortaleza; en nombre de la razón y de la justicia que me asisten y en nombre

de mi ira desatada, de mi ira incontenible, que es capaz de aniquilarlo todo y

controlar al universo entero…

La luz del escenario sube y baja de intensidad de manera enloquecida.

54
Hombre- Vámonos, Carlota, es inútil seguir luchando, son más fuertes que nosotros…

Mujer- Sí, Raymundo, vámonos…

Hombre- Fuera, Don Raymundo, fuera…

Mujer- Fuera, Carlota, fuera…

El hombre se queda estático por un momento. Después, se le tuerce la cabeza y cae al

piso. Comienza a emitir sonidos guturales y a retorcerse. De pronto, deja de emitir

sonidos, su cuerpo se queda estático y cae, relajado, al piso. La luz del escenario regresa

a su intensidad normal. La mujer lo mira sorprendida.

Mujer- ¿Antonio?

La mujer se queda estática por un momento. Después, también se le tuerce el cuello y

cae al piso. La luz del escenario vuelve a subir y bajar de intensidad de manera

enloquecida. La mujer emite sonidos guturales y se retuerce. Finalmente, deja de emitir

sonidos, su cuerpo queda estático y cae, relajada, al piso. La luz del escenario regresa a

su intensidad normal. El hombre despierta, se incorpora y mira a la mujer.

Hombre- ¿Laura?

El hombre se acerca a ella, se agacha y la toma entre sus brazos.

Hombre- Laura, despierta…

La mujer despierta y lo mira.

Mujer- ¿Ya se fueron?

Hombre- Sí, ya se fueron…

La mujer se incorpora, se sienta en el piso y mira al hombre.

Mujer- Lo logramos…

Hombre- Sí, Laura, lo logramos…

Mujer- Mi querido Antonio…

55
La mujer abraza al hombre. El hombre también la abraza y permanecen así por un

momento. Después, la mujer se separa de él y lo mira a los ojos.

Mujer- Te portaste como todo un hombre…

Hombre- Gracias…

Mujer- ¿De qué?

Hombre- Por decírmelo…

Mujer- Siempre te he admirado, Antonio, pero ahora, te admiro mucho más…

Hombre- Yo también te admiro, desde hace muchos años…

Mujer- Gracias por decírmelo…

Hombre- Ya todo terminó…

Mujer- Sí, por suerte…

Hombre- Estoy exhausto…

Mujer- Yo también; ni siquiera puedo moverme…

Hombre- ¿Podemos descansar un rato, antes de irnos a la casa?

Mujer- Sí, Antonio, nos merecemos un descanso…

El hombre y la mujer se miran.

Hombre- Oye, Laura, nunca te lo había dicho, pero, tienes unos ojos muy bonitos…

Mujer- Gracias…

El hombre y la mujer se sostienen la mirada por un momento.

Hombre- Vamos a descansar…

Mujer- Sí, vamos…

El hombre se acuesta boca abajo, sobre el piso del escenario. La mujer lo mira y,

después, también se acuesta, colocando su cabeza sobre la espalda de él.

Hombre- Tengo sueño, mucho sueño…

Mujer- Yo también…

56
Permanecen en silencio por un momento.

Hombre- Estoy pensando en el soneto…

Mujer- Qué curioso, yo también estoy pensando en el soneto…

El hombre y la mujer se duermen. Permanecen estáticos y en silencio por un momento.

De pronto, la mujer, lentamente, abre los ojos, levanta la cabeza, se sienta en el piso y

mira al hombre, en silencio. Después de un momento, el hombre abre los ojos, levanta

la cabeza, se sienta en el piso y mira a la mujer.

Hombre- Ya están dormidos.

Mujer- ¿Cómo lo lograste?

Hombre- Es un secreto…

Mujer- Dímelo, Raymundo, no seas así…

Hombre- Está bien, Carlota, pero que no salga de tus labios…

Mujer- Te lo prometo…

El hombre se levanta, saca un cigarro y lo enciende. La mujer se levanta y mira al

hombre. El hombre voltea y mira a la mujer.

Hombre- ¿Te acuerdas del Doctor Leroy?

Mujer- Sí, claro que me acuerdo…

Hombre- Me lo encontré una noche, cuando ya estábamos muertos, afuera de La

Alhóndiga, y comenzamos a platicar. Hablamos sobre muchas cosas y, en

algún momento, me dijo que le gustaba mucho el ajedrez pero que no tenía

con quién jugar. Yo le dije que a mí también me gustaba y, que si él quería,

podíamos jugar, algún fin de semana. Fue entonces, cuando me propuso un

trato: si yo jugaba con él, todos los domingos, durante diez años, me revelaría

un secreto, un secreto muy importante. Yo acepté el trato y después de diez

años de tertulias, el Doctor Leroy me reveló el secreto…

57
Mujer- ¿Y cuál es el secreto?

Hombre- Es un truco muy interesante, pero en ese entonces, no le vi ninguna utilidad…

Mujer- ¿Y en qué consiste?

Hombre- Me enseñó la manera, en que un espíritu, puede hacer dormir a las personas….

Mujer- ¿Y cómo puede hacerlo?

Hombre- Diciéndoles, en voz muy baja, palabras que les resultan placenteras; pueden

ser las palabras de un cuento, de una canción o de un poema…

Mujer- ¿Y tú les dijiste el soneto de Quevedo?

Hombre- Sí, Carlota, y funcionó a la perfección. Ahora entiendo el valor del truco y le

agradezco al Doctor Leroy, infinitamente, por habérmelo enseñado. Ya

sabemos cómo dormirlos y cada vez que queramos vivir la vida, les vamos a

decir, en voz muy baja, el soneto de Quevedo…

Mujer- Es maravilloso…

Hombre- Sí, Carlota, maravilloso…

Mujer- Aunque es una lástima no volver a convivir con ellos, y disfrutar de la vida, sólo

cuando están dormidos…

Hombre- Sí, es una lástima, pero nunca podrían aceptarnos y es mejor hacerlo así…

Mujer- Sí, tienes razón,…

Hombre- Ellos vivirán felices, creyendo que nos fuimos y, en su ignorancia, nos

permitirán vivir, en completa libertad…

Mujer- Sí, es una buena solución…

Hombre- Eres una mujer muy inteligente…

Mujer- ¿Por qué lo dices?

Hombre- Supiste seguirme la corriente, cuando Don Antonio quiso sacarnos y yo fingí

que me había dado por vencido…

58
Mujer- Supe que estabas fingiendo, Raymundo; te conozco perfectamente y sé que eres

incapaz de dar tu brazo a torcer…

Hombre- Los engañamos, Carlota, pero fue con cariño…

Mujer- Sí, fue con cariño…

Hombre- El sábado iremos al rancho…

Mujer- Y el domingo a la presa…

Hombre- Y los dos días al mercado, antes de irnos, a desayunar y comprar dulces…

Mujer- Raymundo, ahora que me acuerdo, déjame arreglar un asuntito…

Hombre- ¿De qué se trata?

Mujer- Tengo que hablar con el novio de Laura…

Hombre- Sí, es cierto…

La mujer va hacia la mesa y toma el teléfono celular. Oprime el botón del número dos y

escucha con atención, mientras el hombre la observa.

Mujer- Hola, mi amor…bien, ¿y tú?...oye, me da mucha pena, pero no vamos a poder

vernos; ni el sábado ni el domingo…tenemos mucho trabajo, con la obra…

discúlpame, pero es imposible…sí, mi amor, gracias por entender…sí, nos

vemos luego…¿cómo féisbuk?...sí, claro que lo sé, pero estaba bromeando; ya

sabes cómo me pongo cuando estoy de simple…sí, de acuerdo…yo también te

amo…adiós…

La mujer oprime un botón para cortar la llamada y deja el teléfono celular sobre la

mesa. Después, la mujer voltea y mira al hombre.

Mujer- Bueno, pues ya estuvo…

Hombre- Pobre hombre, pero ni modo…

Mujer- Sí, ni modo…

Hombre- A mí me late que Laura, terminará casándose con Don Antonio…

59
Mujer- O viviendo en amasiato, como se acostumbra ahora…

Hombre- Sí, claro…

Mujer- Vamos a dar un paseo…

Hombre- Maravillosa idea, ¿a dónde quieres ir?

Mujer- Vamos al zócalo, a caminar, bajo la luz de la luna…

Hombre- Oye, Carlota, ¿puedo hacerte una pregunta?

Mujer- Sí, claro…

Hombre- ¿Me perdonas?

Mujer- Sí, Raymundo, claro que te perdono…

Hombre- Carlota, mi Carlota…

Mujer- Mi Raymundo…

El hombre y la mujer se besan. Después, se separan y se miran a los ojos.

Hombre- Vamos a dar un paseo…

Mujer- Sí, vamos…

El hombre mira hacia el frente del escenario, levanta la mano derecha y la gira,

haciendo un pase mágico. Comienza a escucharse la canción Heaven de Talking Heads.

El hombre y la mujer se miran. El hombre acaricia el rostro de la mujer y ella sonríe. El

hombre deja de acariciarla y le ofrece el brazo izquierdo. La mujer lo toma del brazo y

los dos se miran por un momento. Después, el hombre mira, nuevamente, hacia el frente

del escenario, levanta la mano derecha y la gira, haciendo otro pase mágico. La luz

comienza a disminuir, lentamente, hasta el oscuro final.

60

También podría gustarte