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DE SACRAMENTIS
X. DE MINISTERIIS ECCLESIASTICIS
Del sacerdocio común y ministerial
Los bautizados participan del único sacerdocio de Cristo. El sacerdocio común de los fieles
y el sacerdocio ministerial o jerárquico se ordenan el uno para el otro, aunque cada cual
participa de forma peculiar del único sacerdocio de Cristo, su diferencia es esencial y no solo
de grado. El sacerdocio que confiere el orden sagrado a algunos fieles, es ministerial y por
institución divina, no por institución de Cristo pues el no instituyo directamente el
presbiterado y el diaconado. El carácter indeleble manifiesta una mutación ontológica y
perpetua que imprime carácter.
Los tres órdenes del sacramento son: el episcopado, el presbiterado, y el diaconado.
Sacramentalmente los obispos por la imposición de manos reciben la plenitud del sacerdocio
del sacramento del orden, son sucesores de los apóstoles, se les transmite la potestad
necesaria para gobernar la iglesia particular.
Los sacerdotes están unidos a los obispos en la dignidad del sacerdocio y solo pueden ejercer
su ministerio en dependencia y en comunión con ellos. Los diáconos no reciben el sacerdocio
ministerial, pero son miembros ordenados para el servicio de la iglesia, es un ministerio
clerical no sacerdotal. Y los ministerios de lector y acólito, orientados a la recepción de las
sagradas órdenes, no modifican la condición canónica de quien los recibe.
La idoneidad del candidato a las órdenes sagradas debe ser probada de modo positivo
fundándose en la certeza moral, basada en argumentos positivos acerca de la idoneidad del
candidato. El escrutinio debe hacerse para cada uno de los cuatro momentos del Iter de la
formación sacerdotal: admisión, ministerios, diaconado, y presbiterado.