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MISCELÁNEA

EL CARNAVAL COMO CRÍTICA DEL PODER


EN RABELAIS Y EN Las aventuras del soldado Schveik

por José Luis Ruiz Delgado

El argumento al que Negri recurre en algunas de sus la filosofía, experimental en la ciencia y una tenden-
obras, proponer no una, sino dos modernidades, no cia hacia determinadas políticas “democráticas”,
debería resultar extravagante. Véase, por ejemplo, pero al mismo tiempo se abre una profunda crisis
Cinco caras de la modernidad de Matei Calinescu, que acompañará desde entonces a la modernidad. Se
donde se habla de “(…) dos modernidades conflicti- trata de un modo revolucionario de la modernidad
vas e interdependientes –una socialmente progresi- que, inevitablemente, produjo una contrarrevolu-
va, racionalista, competitiva y tecnológica; la otra cul- ción, surgida “dentro de la revolución renacentista
turalmente crítica y autocrítica, inclinada a desmitifi- para desviar su dirección, para trasladar la nueva
car los valores básicos de la primera”1. Pero Negri, imagen de la humanidad a un plano trascendente,
además, dota a la “modernidad perdida” de un árbol para relativizar la capacidad de la ciencia de transfor-
genealógico de pensadores, al que no habría que for- mar el mundo y, sobre todo, para oponerse a que las
zar demasiado para incluir a Nietzsche. Esta genea- multitudes volvieran a apropiarse del poder”. Dicha
logía podría completarse con una serie de escritores, contrarrevolución triunfó finalmente, e impuso una
encabezados por Rabelais, que Bajtin plantea en su serie de trascendencias religiosas, políticas y econó-
ya clásico La cultura popular en la Edad Media y el micas. Llegará incluso a transferirse la trascendencia
Renacimiento. de Dios al Hombre. La paz impuesta por la guerra de
Según Hardt y Negri, “La modernidad no debe los Treinta años transformó la paz humanista y eras-
entenderse como un proceso uniforme y homogéneo, mista en una “condición miserable de supervivencia,
sino más bien como un fenómeno constituido al el apremio extremo de escapar a la muerte”, explo-
menos por dos tradiciones distintas y en conflicto. La tando la angustia y el temor de las masas. Sin embar-
primera es iniciada por la revolución del humanismo go, toda una tradición de pensadores levanta acta de
del Renacimiento, desde Duns Escoto hasta Spinoza, ese impulso revolucionario: Nicolás de Cusa,
con el descubrimiento del lugar de la inmanencia y el Marsilio de Padua, Maquiavelo, Spinoza, Marx…
elogio de la singularidad y la diferencia. La segunda Dicha tradición, desde el origen de una moderni-
tradición, el Termidor de la revolución renacentista dad conflictiva, se sitúa en un plano digamos “teóri-
procura controlar las fuerzas utópicas de la primera co”; sin embargo, puede hablarse de otro “canon”,
mediante la construcción y la mediación de dualis- más literario, complementario del bando defensor de
mos, y llega finalmente al concepto de soberanía la inmanencia. En palabras de Negri, la modernidad
moderna como una solución provisional”2. No se inaugura con la risa de Rabelais, “con la suprema- página 21
vamos a seguir aquí este complejo proceso, pero inte- cía realista del vientre del pobre, con una poética que
resa destacar algunos rasgos del conflicto para com- expresa todo lo que hay en la humanidad desampa-
pararlos luego con el que enfrentará a la cultura ofi- rada, ‘de la faja central hacia abajo’”. Reveladora-
cial y a la popular en Bajtin. mente, para Bajtin, determinadas manifestaciones de
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Siguiendo el planteamiento de Hardt y Negri, la risa popular que formaban parte de la “cultura
entre los años 1200 y 1600 se produjo en Europa el carnavalesca” se oponían a la cultura oficial en la
descubrimiento de la inmanencia, como resultado de Edad Media y el Renacimiento. Dichas expresiones
un proceso secularizador que desautorizaba a los de la comicidad medieval encontraron su expresión
poderes divinos y trascendentes en las cuestiones suprema en la obra de Rabelais. “Ofrecían una visión
mundanas. Se inicia una concepción antidualista en del mundo, del hombre y de las relaciones humanas
ISBN: 1885-477X

1 Matei Calinescu, Cinco caras de la modernidad, Tecnos, Madrid, 1990.


2 Michael Hardt, Antonio Negri, Imperio, Paidós, Barcelona, 2005.
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totalmente diferente, deliberadamente no-oficial,


exterior a la Iglesia y al Estado”3, llegando a consti-
tuir incluso un segundo mundo y una segunda vida.
Una dualidad que hace pensar en la establecida por
Nietzsche entre lo dionisíaco y lo apolíneo o en la
más reciente de Mircea Eliade entre lo sagrado y lo
profano. Estos ritos carnavalescos, desprovistos de
cualquier carácter trascendente, constituyen una
auténtica parodia del culto religioso y poseen un
indudable elemento de juego, algo que los sitúa en las
fronteras entre el arte y la vida. Si bien se acercan al
espectáculo teatral, difuminan la diferencia entre
actores y espectadores, quienes “no asisten al carna-
val, sino que lo viven, ya que el carnaval está hecho
para todo el pueblo” y no se rige más que por las leyes
de la libertad.
Su base es el principio de la risa, la cual combate universal y ambivalente; es alegre y sarcástica al
el miedo, “(…) expresión exagerada de una seriedad mismo tiempo, lo que la diferencia de la risa satírica
unilateral y estúpida”, que limita la libertad. Incluso de la época moderna, puramente negativa. Tan sólo a
la muerte en esta concepción no es sino “una fase través de la risa pueden expresarse cabalmente el
necesaria como condición de renovación y renaci- mundo, la historia y todos los problemas de la vida y
miento permanentes”. La risa se erige en “(…) prin- la muerte. Se trata de un privilegio espiritual supre-
cipio universal de concepción del mundo que asegu- mo del hombre que no poseen las demás criaturas.
ra la cura y el renacimiento, estrechamente relaciona- Además, su “no oficialidad” le garantizó su radicalis-
do a los problemas filosóficos más importantes, a los mo y libertad excepcionales, su despiadada lucidez.
métodos que conducen al “bien vivir y al bien El charlatán, el pregonero puede parodiar lo que
morir””. quiera, hasta lo más sagrado, sin ser acusado de here-
Esto es así porque, como en todas las festividades, jía a condición de que se exprese de forma bufonesca.
la fiesta carnavalesca mantiene una profunda rela- Como se ha señalado, esta cosmovisión encuentra
ción con el tiempo, con las fases de la vida, la muer- su expresión más acabada en la obra de Rabelais.
te y la resurrección, las sucesiones y las renovaciones. Pero, además, Bajtin observa influencias del lenguaje
La fiesta carnavalesca representaba “la segunda vida carnavalesco en la “literatura cómica” de Erasmo,
del pueblo, que temporalmente penetraba en el reino Shakespeare, Cervantes, Lope de Vega, Quevedo,
utópico de la universalidad, de la libertad, de la Grimmelhausen… “La cultura cómica popular, que
igualdad y de la abundancia”, a diferencia de las fies- durante varios siglos se había formado y sobrevivido
tas oficiales que contribuían a ratificar y consagrar el en la formas no oficiales de la creación popular y en
régimen vigente, la estabilidad, la inmutabilidad y la la vida cotidiana, llegó a las cimas de la literatura y
perennidad de las jerarquías, valores y normas esta- de la ideología, a las que fecundó (…); la risa de la
blecidas, mirando únicamente al pasado. Por el con- Edad Media, al llegar al Renacimiento, se convirtió
en la expresión de la nueva conciencia libre, crítica e
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trario, el carnaval apunta al futuro, a una especie de


liberación transitoria y a una abolición provisional de histórica de la época”. En ella se manifiesta el “princi-
cualquier jerarquía o privilegio. pio de la vida material y corporal: imágenes del cuerpo,
Si las fiestas oficiales consagraban la desigualdad, de la bebida, de la satisfacción de las necesidades
el carnaval abre espacio a un humanismo igualitario. naturales y la vida sexual”. Todo formaría parte de
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Sus formas de expresión son dinámicas y cambiantes; una cosmovisión profunda, de una concepción esté-
se rige “(…) por la lógica de las cosas “al revés” y tica de la vida práctica que Bajtin denomina realismo
“contradictorias”, de las permutaciones constantes de grotesco: un principio espontáneo y positivo que se
lo alto y lo bajo (…) y por las diversas formas de paro- opone a cualquier carácter ideal abstracto que inten-
dias, inversiones, degradaciones, profanaciones, te separarlo de la tierra y el cuerpo. Su representante
coronamientos y derrocamientos bufonescos”. Bajtin no es el egoísta individuo burgués, sino el pueblo en
ISBN: 1885-477X

destaca en la risa carnavalesca su carácter popular, su totalidad, lo que inevitablemente recordaría los

3 Mijail Bajtin, La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento, Alianza, Madrid, 1999
taban en la Antigüedad, no existía una oposición

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marcada entre las culturas oficial y popular. La cultu-
ra medieval oficial adoptaba un “tono serio” como
única forma de expresar la verdad; asociado al
miedo, la veneración, la docilidad, etc. “La verdade-
ra risa, ambivalente y universal no excluye lo serio,
sino que lo purifica y lo completa. Lo purifica de dog-
matismo, de unilateralidad, de esclerosis, de fanatis-
mo y espíritu categórico, del miedo y la intimidación,
del didactismo, de la ingenuidad y de las ilusiones,
de la nefasta fijación a un único nivel, y del agota-
miento”; ni siquiera se opone a un comportamiento
heroico cuando la ocasión lo requiera, “sino más bien
a los siniestros delatores e hipócritas, enemigos de la
verdad libre y alegre”.
Cosmovisión que, en suma, combina “(…) el uni-
planteamientos de Nietzsche, si no fuera por el des- versalismo (la vida y la muerte), el lado material y
precio que el filósofo exhibe por todo lo que proven- corporal (el vino, el alimento y el amor carnal), el sen-
ga de la plebe, la democracia, el socialismo, a pesar timiento elemental del tiempo (juventud, vejez,
de su ferviente defensa del innatismo. carácter efímero de la vida y versatilidad del destino)
El mencionado realismo grotesco se basa en la fer- con un utopismo original (fraternidad de los bebedo-
tilidad, el crecimiento y la superabundancia, y su res, triunfo de la abundancia, victoria de la razón,
principio rector es la degradación, “la transferencia al etc)”. Nos habla del drama de la vida corporal desde
plano material y corporal de lo elevado y espiritual, el coito hasta la muerte, pasando por las necesidades
ideal y abstracto”. Se encuentran ejemplos de la materiales; pero no del cuerpo individual, sino del
degradación del ritual caballeresco en el Quijote gran cuerpo popular de la especie.
(molinos-gigantes, campesinas-damas, rebaños-ejér- Sin embargo, para Bajtin, a partir de los siglos
citos). La risa es la que cumple la función de materia- XVII y XVIII las formas y ritos carnavalescos se redu-
lizar y degradar. Pone en contacto “(…) con la parte cen, falsifican y empobrecen; concretamente en lite-
inferior del cuerpo, el vientre y las zonas genitales, ratura se pierde el contacto con la plaza pública.
(…) con los actos como el coito, el embarazo, el alum- Subsisten, en cambio, en la commedia dell´arte, en
bramiento, la absorción de alimentos (…) La degra- obras de Moliere, Voltaire, Diderot, Swift e incluso
dación cava la tumba corporal para dar lugar a un Sterne. En suma, si algo sobrevive es la comprensión
nuevo nacimiento”. Su ambivalencia es evidente: de que lo existente es relativo y de que es posible un
posee un valor negativo a la vez que positivo y rege- orden distinto del mundo. El nuevo grotesco pre-
nerador –de este carácter positivo, de comienzo, es romántico y romántico expresa una visión del
de lo que carece la parodia moderna. Las imágenes mundo negra, subjetiva e individual, lejos de la
que mejor reflejan esta ambivalencia son las figuras visión popular y carnavalesca. La risa se vuelve
de terracota de ancianas embarazadas que ríen: la humor, ironía y sarcasmo, ya no es jocosa, alegre y
muerte encinta. Se hace siempre referencia a un cuer- regenerativa. “El sentido positivo de la imagen está página 23
po abierto e incompleto que se abre o penetra al subordinado al objetivo negativo de la ridiculización
mundo exterior a través de bocas, genitales, falos, a través de la sátira y de la condena moral”.
barrigas, todo lo contrario del solipsismo cartesiano. Como a Bajtin, a Huizinga se le ha criticado por
Esta cosmovisión se enfrenta a determinados tener sobre la Edad Media una visión más de etnólo-
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cánones de la Antigüedad clásica, base de la estética go que de historiador, de haber atendido más a la
del Renacimiento: cuerpos acabados y perfectos, lejos concepción del amor, a las fiestas y a los entierros que
del nacimiento y de la muerte, aislados y cerrados, a la política internacional. También Huizinga, en
sus orificios tapados. No obstante, Bajtin sostiene – y Homo ludens4, habla de la cultura como juego y sos-
no acaban las coincidencias con Nietzsche– que tiene que nuestra época ha extraviado el sentido de
ambos cánones han sido caras opuestas de la misma juego y de sus reglas. Por ejemplo, los desfiles nazis
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moneda, que la tragedia y la comedia se complemen- de Nuremberg “son manifestaciones de “puerilidad”

4 Johan Huizinga, Homo ludens, Alianza, Madrid, 1994.


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y no tienen las características eminentes del juego, su bajtiniana de la carnavalización”, debido a que lo
fundamental seriedad, su adhesión a reglas raciona- popular, liberador y subversivo con que se caracteri-
les, su capacidad de aunar, aun en la competencia, za a lo cómico es consecuencia de la licencia concedi-
convivencia y civilización”5. Compara puerilidad da para violar la regla, licencia sólo válida para
totalitaria y juego genuino: los boy scouts juegan “quien tiene interiorizada esta regla hasta el punto
como niños sabiendo que juegan; los nazis y fascis- de considerarla inviolable”. No hay, pues, “(…) car-
tas, también uniformados, “(…) juegan puerilmente naval posible en un régimen de absoluta permisivi-
creyendo que hacen algo serio e ignoran la acepta- dad y de completa anomia, puesto que nadie recor-
ción de reglas sociales propias del juego, la tolerancia daría que es lo que se pone en cuestión”. La transgre-
en la competición”. sión carnavalesca se reduciría, pues, a una manifesta-
Esto no debería hacer creer que Huizinga ve al ción anual tras un año de estricta observancia de la
deporte formando parte de su civilizado concepto de regla, lo que desmiente su carácter liberador. Y aquí
juego. En realidad lo considera la actividad menos es donde Eco encuentra ciertas similitudes entre el
lúdica que existe y, por tanto, menos cultural y civili- carnaval y el deporte y otros espectáculos mass-
zada. Esta noción del deporte enlaza con la manteni- mediáticamente administrados para controlar y
da por Umberto Eco en La estrategia de la ilusión. “El regular, en este caso basándose en el comercio y con-
deporte es (…) la negación de todo discurso, y por sumo de esquemas cómicos. “Se permite reír justa-
consiguiente es el principio de la deshumanización mente porque antes y después de la risa es seguro
del hombre, o la invención “humanística” de una que se llorará”.
idea del hombre falseadora desde el principio”. Al Estas observaciones no invalidan la tesis de
parecer, el deporte adopta la imagen del derroche Bajtin; el fin de la situación carnavalesca no es eterni-
lúdico al que no puede renunciarse: “ejercitarlo sig- zarse ni convertirse en status quo, tan sólo sirve de
nifica ser libre y liberarse de la tiranía del trabajo recordatorio de la utopía que permitió concebir la
indispensable”. Al dotarlo de reglas competitivas “modernidad perdida” con sus elementos creativos,
entra además en juego la inteligencia. Pero, para Eco, liberadores, innatistas… Bajtin reconoce que la victo-
la competición disciplina y neutraliza las fuerzas de ria de la risa sobre el miedo y la intimidación del
la praxis, de donde extrae su fuerza la política. poder, sobre la muerte, la resignación y el infierno es
El deporte visto, el espectáculo deportivo, además tan sólo provisional y efímera; “sin embargo, gracias
de no ser sano, es un instrumentum regni que pone a los resplandores que la conciencia humana vislum-
freno a las energías incontrolables de la multitud. Lo braba en estas fiestas, el ser humano lograba forjarse
que Eco denomina “cháchara deportiva” tiene todas una concepción diferente, no oficial, sobre el mundo
las apariencias del discurso político; encauza la acti- y el hombre, que preparaba el nacimiento de la
tud política, crítica y de juicio hacia la discusión sobre nueva conciencia renacentista”7. No resulta despre-
las “estrategias” deportivas: “permite jugar a la con-
ducción de la Cosa Pública sin los problemas, deberes
e interrogantes de la discusión política”6. “Quien par-
lotea sobre el deporte se cree deportivo, sin advertir
que no practica deporte alguno. Así no se da cuenta
siquiera de que no podría practicarlo, porque el traba-
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jo que hace, cuando no parlotea, lo debilita y le resta


la energía física y el tiempo que serían necesarios para
practicar un deporte”.
Por razones similares, Eco cuestiona la visión del
carnaval propia de Bajtin; cuestiona la pretendida
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universalidad de lo cómico cuando recuerda que


“(…) hace falta más cultura para reír con Rabelais
que para llorar con la muerte de Orlando paladín”.
Sugiere que debería revisarse el concepto de lo cómi-
co “(…) incluida la metafísica o la metaantropología
ISBN: 1885-477X

5 Umberto Eco, La estrategia de la ilusión, Random House Mondadori, Barcelona, 2012.


6 Umberto Eco, De los espejos y otros ensayos, Random House Mondadori, Barcelona, 2012.
7 Mijail Bajtin, op. cit.
ciable servir de recordatorio en una situación tan algunos de sus ensayos sí lo concede en su best-seller

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antitética a la carnavalesca como la actual, en que la culto El nombre de la rosa: ser una inapreciable arma
gente parece haber olvidado el ejercicio de sus más contra el miedo y el dogmatismo8. El problema es
elementales derechos, una minoría ejerce su poder que escatima a la risa sus “cartas de nobleza”, arreba-
indiscutible en nombre del miedo a una situación tándole características que de hecho sí posee la risa
todavía peor, la multitud obedece dócil y resignada- carnavalesca. Por ejemplo, la risa no impide la iden-
mente, una forma de gobierno más o menos demo- tificación con el objeto de burla. El que ríe es asimis-
crática se sustituye por una oligarquía sin que nadie mo objeto de su propia burla. Existe una fraternidad
se rasgue las vestiduras, y la risa, en fin, se congela en de bebedores, hermanados por el hecho de la vejez y
la cara de la mayoría. la muerte, de la que sólo están excluidos “los sinies-
Umberto Eco introduce una última sospecha, la tros delatores e hipócritas, enemigos de la verdad
de que exista una categoría de lo cómico más noble y libre y alegre”. Por otra parte, que la risa sea más
reflexiva, el humorismo, comparada con la cual la jocosa y vulgar que noble y reflexiva nunca ha cons-
simple risa se vuelva jocosa y vulgar. Basándose en tituido un problema, más bien se tiene a gala; preci-
las definiciones de una serie de autores, desde samente, Bajtin se queja de que la risa se desnaturali-
Aristóteles a Pirandello, pasando por Kant y za, se vuelve humor, ironía y sarcasmo cuando pierde
Baudelaire, Eco caracteriza lo cómico como una rup- su carácter alegre y regenerativo. Esto no significa
tura de las expectativas normales que provoca risa que la reflexión esté ausente: se detecta en la com-
debido a la distancia y superioridad que mantiene el prensión de la relatividad de lo existente y su paro-
espectador de dicha ruptura. Pero cuando se pierden dia, y en el vislumbre de un orden distinto del
la distancia y la superioridad respecto al objeto de mundo.
burla, nos identificamos con él, sentimos empatía o En el carnaval no nos distanciamos de nosotros
piedad, reflexionamos sobre la comicidad de la situa- mismos y nos vemos como un actor: somos ese actor.
ción o anticipamos la posible comicidad de una situa- Que la risa pueda ser trágica y que haga referencia a
ción que aún no es cómica; incluso cuando somos el la muerte, Bajtin lo admite. Es su carácter regenerati-
objeto de burla (o de tragedia) y nos distanciamos de
nosotros mismos, nos vemos como un actor que nos
interpreta, estamos pasando de lo cómico a lo humo-
rístico, y ya no reímos, sino que sonreímos –o no-. De
hecho, existen innumerables ejemplos de lo cómico
no acompañados de la risa.
Eco cree que Pirandello confunde su definición de
lo cómico con la de arte. El autor de El difunto Matías
Pascal sostiene que la comicidad viola los códigos,
arrebata las máscaras y nos muestra bajo ellas el
carácter contradictorio de la vida. Pero, según Eco,
esa es la definición de arte que están dando las esté-
ticas contemporáneas. Llegado este punto, lo cómico
se ha complicado tanto, se ha vuelto tan reflexivo que
ya no resulta cómico, incluso puede hacernos llorar. página 25
Es curioso que lo que Eco no concede a la risa en
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8 Parece que Umberto Eco tuvo en cuenta dicha perspectiva en la resolución de la intriga de El nombre de la rosa: el villano escon-
de a todos la perdida obra de Aristóteles, la apócrifa Comedia, debido al peligro que la risa podría representar para el miedo al
infierno suscitado por la religión. Este espíritu de lo “no serio” que Kundera atribuye a la novela corre paralelo a la “desdivi-
nización” y “desacralización” del mundo, y se confirma en las siguientes palabras de Renan, citadas desdeñosamente por
William James para apoyar su afirmación de que la religión siempre se relaciona con un estado de ánimo serio: “Hay muchas
posibilidades de que el mundo sea tan sólo una pantomima mágica de la que Dios no se preocupa (...) Abandonaos, según la
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hora, a la confidencia, al escepticismo, al optimismo, a la ironía, y estaréis seguros de que en algunos momentos, como míni-
mo, poseeréis la verdad (...) El buen humor es un estado de ánimo filosófico; parece susurrar a la naturaleza que no nos la
tomamos tan en serio como ella a nosotros. Mantengo que siempre deberíamos hablar de filosofía con una sonrisa. Debemos
al Eterno el ser virtuosos, pero tenemos el derecho de añadir a este tributo nuestra ironía, como represalia personal de alguna
clase (...) Únicamente queremos que el Eterno sepa que si aceptamos el fraude lo hacemos intencionada y libremente”, Feuilles
détachées, citado en William James, Las variedades de la experiencia religiosa. Estudio de la naturaleza humana, Ediciones Península,
Barcelona, pág. 69.
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vo el que conserva la risa y mantiene a distancia el El discurso de Schveik es plebeyo, de incontinencia


miedo y el llanto. Si Eco ve demasiado próximas las alcohólica; su humor, más popular que intelectual,
definiciones de comicidad y arte contemporáneo, surgido del vientre y del trasero. Sin embargo, este
tanto mejor para el arte contemporáneo. Si la risa car- humor “auroral” va tornándose, a medida que avan-
navalesca se aproxima más a la estética contemporá- za el relato y se interna en los campos de batalla, un
nea que a cualquier estética pasada es que, como bien humor de nocturnidad romántica y expresionista,
dice Bajtin, mira más al futuro que al pasado. En tér- emparentado con George Grosz y Kokoschka.
minos análogos a los de Pirandello, como el arte con- Adquiere un signo fecal, ya que los “(…) soldados
temporáneo, el carnaval viola las normas, aunque marchan, defecan, matan, vuelven a defecar y al final
sólo por un día, no arrebata las máscaras sino que las mueren, a veces en el acto mismo de defecar”. Pero
otorga para resaltar lo contradictorio de la vida. no es una fecalidad regenerativa, ya que de ella sólo
Como corroborando las tesis de Eco respecto a las emerge la incongruente retahíla de Schveik.
estéticas contemporáneas, Bajtin detecta un retorno Pitol sostiene que entre este tipo de humor negrí-
del realismo grotesco en el siglo XX. Cita a Alfred simo y la risa se establece una ruptura insalvable,
Jarry, el surrealismo, el expresionismo, Thomas como en la obra de Beckett y el teatro del absurdo.
Mann, Bertold Brecht, aunque con reservas, puesto Una mueca congelada acompaña su lectura. Entre el
que la risa jocosa y regenerativa se ha convertido ya marasmo del mundo bélico desordenado e insensa-
en ironía y sarcasmo –en humorismo-. Pero no cita a to, con su multitud condenada, hambrienta y beoda,
Hasek, ni a Beckett, ni a Gombrowicz –ni a Valle- carente de toda épica, la incontinencia verborreica de
Inclán. En cambio, Sergio Pitol encuentra en Las Schveik presta cierta apariencia de cordura: su voz
aventuras del soldado Schveik9 el inconfundible sello sigue siendo humana en medio del absurdo de la
del realismo grotesco. “El mundo de Hasek es un guerra. El personaje está rodeado de una permanen-
mundo al revés, donde los mecanismos del poder se te ambigüedad que le hace oscilar entre la imbecili-
confunden con los del carnaval, y donde trama y len- dad genuina y la astucia picaresca. Recordaría a cier-
guaje constituyen una unidad marcada con el sello tos personajes “bartlebyanos”, si no fuera porque no
rabelaisiano”10. En la novela de Hasek, la Historia deja de moverse ni de hablar; casi roza la tragedia:
pierde progresivamente sus dones y privilegios con- sus continuas anécdotas nos recuerdan el absurdo
virtiéndose en decorado para las acciones desorbita- total que rige los destinos humanos. Pero la angustia
das y grotescas del soldado Schveik y sus compañe- y la pesadilla kafkiana de la burocracia y la guerra
ros de armas y de taberna. La intención de Hasek, acaban resolviéndose en una broma pesada.
como la de Rabelais, es degradar la Historia. Pitol sugiere que una proliferación de Schveiks
“Atrapado en un pérfido mundo carcelario y admi- colapsó la Unión Soviética y sus satélites. Roguemos
nistrativo en apariencia inexpugnable –como los des- por que ocurra algo similar en nuestra sociedad oli-
critos por Kafka- Schveik acabará forzosamente por gárquica. Ineptos, oportunistas, ignorantes desfacha-
desvencijarlo y hacerlo estallar”, ya que los Schveiks, tados, conformistas y aduladores no faltarán. Está
bobos, desagradables, vulgares y con la vitalidad claro que Schveik forma parte de los Originales de
indestructible de lo inacabado, “(…) son los sepultu- los que habla Deleuze, de los arquetipos de nuestra
reros perfectos de cualquier imperio” –¿incluso del convulsa época, aun teniendo en cuenta sus orígenes
imperio del que hablan Hardt y Negri? en el carnaval rabelaisiano.
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YOUKALI, 14
ISBN: 1885-477X

9 Jaroslav Hasek, Las aventuras del soldado Schvejk, Ediciones Destino, 2004.
10 Sergio Pitol, El arte de la fuga, Anagrama, Barcelona, 1997

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