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Nombre: Vidal cernada, Andrea

Fecha: 3/3/17
Curso: 1º
Cuatrimestre: 2º
Grado: Ed. Primaria
Para comenzar hablando del educador competente y de las características que este
debe tener, primero debemos dejar claro qué es una competencia. Para ello podemos
atenernos a la definición que proporciona el profesor McClelland, el cual llama
competencias a aquellas variables o características propias de las personas que están
detrás del éxito en el trabajo.

Con el fin de definir el perfil de un buen educador destacaremos 6 características


principales las cuales son: la comunicación, la formación ciudadana, la observación en el
aula, el compromiso con la formación permanente, el diseño y la gestión de los procesos
de enseñanza-aprendizaje y el conocimiento sobre la organización de los centros
educativos.

La comunicación es una herramienta indispensable a la hora de transmitir al sujeto


normas, valores, conceptos…, prueba de ello es que los procesos formativos son actos
comunicativos. Pero cabe tener en cuenta que es necesario distinguir que tipo de
comunicación es realmente educativa.

Distinguiendo entre dos tipos de comunicación: la informacional y la dialógica, tenemos


que decir que esta última es la más apropiada para la educación ya que implica un
proceso horizontal, donde los papeles del emisor y del receptor están en un continuo
cambio, además de esta forma el docente no es el único que aporta conocimiento y se
aprecia gran interés por parte de todos los participantes del acto comunicativo. La
comunicación informacional, a diferencia de esta, es un proceso vertical en el cual el
docente es siempre el emisor y la relación intersubjectiva entre emisor y receptor es poca,
por ello no se considera la más adecuada para la educación.

La función del docente con respecto a esto será pues preparar las situaciones
comunicativas para que los alumnos puedan alcanzar un aprendizaje significativo y para
ello necesitará entre otras cosas: tener conocimientos, estrategias, recursos, interés en el
discente, objetivos claros, observación, formación, actitud positiva… además de conocer y
utilizar las nuevas tecnologías como mediadoras del aprendizaje.

Otra de las competencias a destacar sería la formación ciudadana. El docente es un


ejemplo a seguir, un punto de referencia, además, los espacios de la institución escolar
han de poseer una estructura democrática, ya que nos movemos en una sociedad
democrática y debemos aprender a los niños las claves para la convivencia en ella. Para
ello es necesario promover la convivencia y la superación del individualismo, y convertir a
todas las instituciones educativas en ejemplos de organizaciones democráticas en las que
todos sus miembros gozasen de responsabilidad, participación y poder de decisión. Es
importante también, para generar un ambiente democrático, que el docente garantice el
respeto a los derechos de los demás y que sepa regular las situaciones de conflicto, para
ello es imprescindible que él mismo tenga interiorizados los valores de la democracia.

Para seguir hablando de las competencias del profesorado, destacaremos la


observación en el aula ya que, para llevar a cabo una buena docencia es imprescindible
conocer a los alumnos. Observar es, según De Katele (1984), un proceso voluntario e
inteligente que fija la atención sobre un objeto, situación o sujeto para obtener información
relacionada con el objetivo de la observación. Esto nos permitiría colocarnos en las
posibles posiciones de los niños para poder prever sus respuestas, dificultades o
problemas, entender sus necesidades, trabajar temas de posible interés, tratar de manera
personalizada a cada alumno, etc. Las finalidades de la observación junto con las posibles
cosas a observar, son numerosas, pero en cualquiera de los casos sirven a los intereses
del profesional.

El compromiso con la formación permanente también es otra competencia importante a


destacar ya que el conocimiento está sujeto a un constante cambio dentro de nuestra
sociedad y cualquier formación inicial no será suficiente sin una actualización de la
misma. El docente es el primero que debe reconocer la importancia de la formación
permanente ya que, en ello radica la eficacia de un buen trabajo. Cuando hablamos de
compromiso de actualización no solamente hacemos referencia a contenidos curriculares
sino que también se alude a todos aquellos factores que permiten el crecimiento personal
del docente.

Para seguir, con respecto al diseño y a la gestión de los procesos de enseñanza-


aprendizaje, cabe destacar la capacidad que deben tener los docentes para dar peso
curricular a ciertos aspectos y elementos los cuales no lo han tenido hasta ahora. Esto se
torna necesario a raíz de la demostración de que todo lo que sabemos procede del
conjunto de aprendizajes realizados. Cada maestro se suele especializar en su área y
esto no tiene por qué ser así, ya que cuando nos encontramos con un problema, a la hora
de solucionarlo ponemos en práctica todo nuestro conocimiento indistintamente del área
de la que proceda. Es necesario también, en este ámbito, prestar atención a ciertos
iconos que se convierten en ejemplos a seguir como los mensajes procedentes de la
televisión, los deportes, la propaganda…

Ya para finalizar, la última de las competencias esenciales es el conocimiento sobre la


organización de los centros educativos, con respecto a esto cabe decir que el trabajo
formativo no se puede llevar a cabo dentro de una concepción organizativa de estructura
plana sino multidimensional.

Para concluir, todas las competencias son necesarias, ninguna podría suplir u ocupar el
lugar de otra por ser igual de importantes. Además, a estas podríamos añadir otras
competencias como: la científica, la didáctica, la de innovación y mejora, la digital, la
social-relacional…

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