En aquel tiempo, dijo Jesús: En verdad, en verdad les digo: el que no
entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ése es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A este le abre el guarda y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca. Cuando ha sacado todas las suyas, camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz: a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños. Jesús, les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús: En verdad, en verdad les digo: yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon. Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos. El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estragos; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante.
Para orar, meditar y vivir
Y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz
Celebramos hoy el cuarto domingo del tiempo pascual; además,
por el Evangelio que se proclama, lo llamamos también el domingo del “Buen Pastor”. Tengamos presente una cosa: “Buen Pastor” solo hay uno, Jesús el Señor. Él mismo en el Evangelio se identifica diciendo: “Yo soy el buen Pastor. El buen Pastor da su vida por las ovejas” (Jn 10,11). Los fieles por su cariño para con nosotros sus sacerdotes, nos manifiestan gratitud y admiración, celebrándonos el día del buen pastor, muchas gracias, por tan delicada amabilidad. Tengan en cuenta que el Buen Pastor es Cristo; nosotros los sacerdotes esperamos ser buenos pastores, pero siempre bajo la guía, la luz y emulación a Jesús, el único “Buen Pastor”. Estimados sacerdotes, si nuestros fieles con fe y por su cariño nos llaman “pastores”, pidámosle a Dios que nos regale su gracia, para que, con su poder, nosotros seamos de verdad buenos pastores, al estilo de Jesús el Señor, y que con nuestras palabras y obras nos convirtamos en auténticos maestros del amor misericordioso de Dios. El Evangelio que la Palabra de Dios nos presenta hoy, es una narración que posee su lógica en continuidad con el capítulo anterior (Jn 9, 1-41), en el cual Jesús el Señor, ha curado a un ciego de nacimiento y con ello ha manifestado la gloria de Dios (Cf Jn 9,3). Sin embargo, para las autoridades judías, Jesús el Señor, no era más que un ladrón y bandido. Estos líderes religiosos, llegaron a cerrarse tanto a la acción salvífica de Jesús, que, en vez de convertirse y creer en la Buena Nueva, terminaron excomulgando al ciego, ahora vidente, solo con el afán de preservar la ley por encima de la misericordia, la compasión y la solidaridad que Dios Padre estaba manifestando a través de su Hijo Jesús. A partir del hecho Jesús el Señor, aprovecha para dar una enseñanza contundente, la cual no deja espacio para la refutación. Frente a la certeza del amor misericordioso y salvífico de Dios, no hay nada que refutar; sin embargo, para las autoridades judías ciegas y sordas a Dios, no hay signos que posean poder de convencimiento. Cuando la mente del ser humano se cierra a Dios, no hay acción divina que valga. Cuando el ser humano confía solo en sus propias leyes y en sus interpretaciones, no hay milagro que logre transformar el corazón de alguien. En el Evangelio de hoy Jesús el Señor, basándose en una metáfora (comparación para explicar algo), se presenta a sus discípulos, a las autoridades, a los demás oyentes y desde luego a nosotros hoy como el “Pastor” que cuida de sus ovejas y a su vez como la “Puerta” de entrada a la Salvación. Jesús el Señor, es “Pastor y Puerta”. Las autoridades judías, guías ciegos, guiando a otros ciegos, con tal de mantener su autoridad arbitraria, se atrevieron a expulsar de la sinagoga al ciego ahora vidente, por que no lograban comprender que Jesús fuera el Mesías Salvador. Jesús el Señor, “ha venido a traer vida y vida en abundancia” (Jn 10,10); sin embargo, cuando no hay fe, no hay poder divino que logre penetrar en el corazón del ser humano. Jesús el Señor, se preocupó por regalarle la salud al ciego, por dignificarlo, por ofrecerle su compasión y su misericordia, pero las autoridades judías optaron por defender la ley y no la dignidad del ser humano. Cualquier parecido con la realidad de nosotros hoy no puede ser mera coincidencia. Jesús el Señor es la “Puerta” por la cual nosotros hoy también accedemos a la salvación. ¿Qué tal, si desde la situación que vivimos hoy, nos permitimos darle una mirada a este precioso texto del Evangelio? Una pandemia, ¿será castigo divino o será consecuencia lógica de nuestra manera de asumir la vida? Pandemia, ¿será un proceso más de la evolución del mundo y de la humanidad?, o, ¿será consecuencia de la envidia y los celos de algunos gobernantes celosos y envidiosos unos de otros? La verdad es que respuestas con certeza al cien por ciento nunca vamos a encontrar. Con seguridad que la historia irá dando ciertas respuestas, el tiempo es el mejor amigo, por ahora esperemos. Desde la fe y sabiendo que Jesús es la “Puerta” de entrada al misterio divino y a su vez es la única Puerta de acceso a la comprensión del hombre, vamos a ofrecer algunos puntos de meditación que nos ayuden a dilucidar la situación de hoy. Una cosa tengamos presente: esta pandemia, castigo de Dios no puede ser. Dios es el Sumo Bien (Sto. Tomás). Dios todo lo ha hecho bien, “vio Dios cuanto había hecho y todo estaba muy bien” (Gén 1, 31). Hermanos, cuando contemplamos a Jesús la “Puerta”, el Pastor”, no estamos ante un líder social, no estamos ante un dios más, no estamos ante un mago, no estamos ante un transformador social…; cuando contemplamos al Jesús que en el Evangelio se nos identifica como “la Puerta y el Buen Pastor”, estamos ante el misterio mismo de nuestra fe, la cual nos lleva a entender que nuestro Dios es el Dios de la historia, el Dios que nos invita a confiar en Él por encima de cualquier circunstancia humana. Cuando contemplamos a Jesús el Señor como la “Puerta” y como el “Buen Pastor”, estamos ante el misterio divino que nos invita a creer y confiar en un Dios que es Padre – Madre y un Dios creador, que no castiga, que es bueno, misericordioso, que está para siempre con nosotros, es el Emanuel. El Santo Evangelio de hoy nos invita a comprender que nuestro Dios es el Dios de la vida, escuchemos la Palabra: “yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante” (Jn 10,10). Es imposible que el Dios de la vida nos traiga muerte. Jesús el Señor, la “Puerta, el Buen Pastor”, con su muerte ha vencido el mal y por lo tanto al maligno. Recordemos el inicio de aquel himno de gozo que cantábamos el Sábado Santo en la Vigilia pascual: “Exulten los coros de los ángeles, exulten la asamblea celeste y el himno de gloria. Aclame el triunfo del señor resucitado. Alégrese la tierra inundada por la nueva luz. El esplendor del rey destruyo las tinieblas, destruyo las tinieblas Las tinieblas del mundo”. Hermanos, Cristo ha vencido la muerte, ¡Ha resucitado! ¡Jesucristo ha resucitado, en verdad resucito! La situación que estamos viviendo no es culpa de Dios, es mejor, la gran oportunidad para que realicemos un buen examen de conciencia. Hoy es un momento oportuno para crecer en la fe en el Dios de la vida. Jesús el Señor, la Puerta, el Buen Pastor”, se compadece de nosotros, nuestra tarea es creer y confiar en Él. Por favor, la fe de este momento no puede ser una fe mágica y mucho menos interesada, no hermanos. La fe no es una conquista humana, la fe es don del Espíritu Santo, la fe se nos ofrece como un don gratuito de Dios. La fe nos llega a través de la Palabra y por medio de la comunidad eclesial. La fe no es subjetividad, mucho menos pasividad, la fe es el lucernario que ilumina la vida. La fe nos convoca a dar un paso hacía la esperanza y la esperanza se hace madura en la caridad. Este tiempo es entonces, el más oportuno para revisar en qué puerta estábamos buscando la Salvación. Creíamos que todo lo podíamos comprar con el dinero. El capitalismo salvaje, nos había puesto a todos en un afán desesperado por competir en la mayor adquisición de bienes de consumo y no de bienes eternos y perdurables. Escuchemos lo que le dice Jesús a la gente: “En verdad, en verdad les digo: me buscan no porque han visto signos, sino porque han comido pan hasta saciarse. Trabajen no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que les dará el Hijo del hombre; pues a este lo ha sellado el Padre, Dios” (Jn 6,22-29). Hermanos, a la luz de nuestra fe, este es el tiempo para que nos conozcamos de verdad. Jesús dice en el Evangelio: “Cuando ha sacado todas las suyas, camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz: a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños”. Dice también la Palabra: “Yo soy el buen Pastor: conozco a mis ovejas, y mis ovejas me conocen a mi” (Jn 10,14). Nos dice el diccionario de la lengua castellana que, “conocer es tener información o conocimiento profundo y con experiencia sobre algo”. Conocer es también, “tener relaciones íntimas con una persona”. Jesús el Buen Pastor, nos invita a que seamos sus amigos, nos invita a entrar en intimidad con Él. Sócrates decía “conócete a ti mismo”, el Evangelio nos dice: “niégate a ti mismo”. Ambos, el filósofo y el Evangelio nos están invitando a reflexionar sobre nosotros mismos para conocer nuestras cualidades, debilidades y fortalezas y así, poder comprender nuestros límites y descubrir el sentido de la vida y de aquello para lo cual hemos sido llamados a ser. Nada en la vida se da sin un sentido. Nada se da por casualidad, todo tiene una causa. La causa de nuestra existencia es el amor de Dios. Desde el amor de Dios existimos. Por el amor de Dios somos lo que somos. En el amor de Dios nacemos, nos reproducimos, vivimos y morimos. En el amor de Dios y por su amor, tenemos fe en la resurrección de Jesús el Señor; la fe es gracia, es don. Porque Dios nos ama, creemos y confiamos que también nosotros resucitaremos con Él. Hermanos, Dios no ha creado el mal; el mal dice Santo Tomás “es ausencia de bien”. Una pandemia no es un castigo divino. El mal tiene su origen en el maligno, quien por envidia y soberbia (pecados capitales), ha sembrado en el corazón del hombre el afán desesperado de enriquecerse sin verse nunca satisfecho. El maligno ha puesto el mal en nuestro corazón y nosotros lo hemos permitido, hemos caído en su tentación. Dios siempre quiere nuestro bien y nos ha creado libres y para la libertad; por eso, nos pide que le abramos nuestra mente y nuestro corazón a su Palabra y con esa Palabra le permitamos iluminar cada instante de nuestra vida. Así como Jesús el Señor, el “Buen pastor”, la única “Puerta” de Salvación, se dolió, por la indiferencia y la ceguera de las autoridades judías, frente al ciego, ahora curado y expulsado de la sinagoga. Así, también, a nosotros, frente al Covid 19, se nos invita a despertar nuestra sensibilidad, a superar la indiferencia y sentir con el corazón las necesidades de nuestros hermanos. “Nadie está inmune al virus. Ricos y pobres tenemos que ser solidarios unos con otros, cuidarnos personalmente y cuidar de los otros y asumir una responsabilidad colectiva. No hay un puerto de salvación. O nos sentimos humanos, co - iguales en la misma Casa Común o nos hundiremos todos” (Leonardo Boff). Solo Jesús es el Buen Pastor, solo Jesús el Señor es la “Puerta” segura, es en Él, en quien debemos confiar. Es a Jesús el Buen Pastor, a quien debemos pedirle que inspire a los científicos en la búsqueda de una respuesta médica que ayude a dar solución a la situación que vivimos. Es a Jesús el Buen Pastor, a través de quien debemos orientar nuestra oración al Padre, pidiéndole que a los gobernantes les de sabiduría para saber tomar las mejores decisiones donde por encima de los intereses egoístas de unos cuantos y los intereses del mercado capitalista estén los intereses del amor y el respeto por la vida como don de Dios. Hermanos, Jesús el Señor, es el “Pastor y la Puerta” para ir al Padre, solo en Él está la Salvación. Es a Jesús a quien debemos seguir. Escuchemos la Palabra: “Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon”. Hay unos ladrones y bandidos que quieren robar nuestra fe y nuestra esperanza. Siempre habrá otras opciones, pero la opción, la única opción, la opción verdadera es Jesús el Señor. Jesús, nuestro Dios y Señor, dice el Papa Francisco: siempre nos “primerea”. Él camina delante de nosotros, a Él debemos seguir, a Él debemos conocer y de Él debemos dejarnos conocer, con Él debemos entrar en intimidad para con Él dialogar e interpretar este momento de crisis mundial. Vayamos a Jesús el Buen Pastor, acerquémonos a Él, entremos por la Puerta de la esperanza junto con Jesús. No hagamos de este momento un instante de angustia y pánico. Por favor, no seamos irresponsables haciendo de este momento de la historia una interpretación mágica. Dios está con nosotros, Dios nos acompaña, pero lo hace a través de nuestras facultades del entendimiento y la voluntad. Dios nos ha dado la capacidad de asumir con inteligencia cada instante vital de nuestra existencia. A pesar de la crisis, hoy es el día de la Salvación. Si queremos tener una vida plena, preguntémonos, ¿en nuestro caso, con lo que está pasando hoy qué tenemos que hacer a la luz de Jesús el Buen Pastor? ¿Qué querrá Dios de nosotros hoy? Con las circunstancias actuales, ¿cómo ser fieles al querer de Dios? Recordemos que Dios nos bendice con vida abundante, Él ha venido a traernos vida y vida en abundancia y esto no significa necesariamente salud y riqueza. Dios nos regala vida en abundancia, esto significa más bien todo aquello que hay en nuestro corazón: deseos de vida eterna, de inmortalidad, de felicidad de amistad, de intimidad, de equilibrio, de madurez, de ser más de lo que somos. La vida eterna es Dios mismo, quien se nos da y se nos ofrece como la Puerta de entrada a la plenitud de la vida, escuchemos la Palabra: “Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos”.
Tarea:
Leer y meditar todo el capítulo 10 del evangelio de San Juan.