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La Profanación de Fátima
Artículo basado en una charla dada recientemente por
el Padre Paul Kramer, B.Ph., S.T.B.,M. Div., S.T.L. (Cand.)
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La Iglesia falsificada
Eso será cuando parezca falsamente que la Iglesia ha apostatado, cuando la iglesia
falsificada – nominalmente católica pero en verdad una falsa secta ecuménica de
inspiración masónica – parezca ocupar el lugar de la “antigua” Iglesia.
Ese será el aspecto más espantoso del Gran Castigo: la aparente defunción del
catolicismo tradicional y su ‘reemplazo’ por la “nueva Iglesia Católica ecuménica”, una
monstruosidad pan-religiosa, pan-cristiana.
Impresionante es el lugar
La Consagración de una iglesia se conmemora en la liturgia con estas palabras,
“terribilis est locus iste”, terrible es el lugar. En el propio sentido de la palabra, el
Templo del Señor, Su Santuario, es un lugar tremendo, impresionante, donde uno es
inducido a comprender y experimentar el Temor de Dios.
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El 9 de noviembre es la Fiesta de la dedicación de la Basílica de Letrán, la iglesia
del Salvador, donde por siglos y siglos, ha sido la Iglesia Catedral del Romano
Pontífice, el Obispo de Roma, quien es el Papa de la Iglesia Universal. El 18 de
noviembre es la Fiesta de la dedicación de la Basílica Vaticana de San Pedro. Y así,
conmemorando la dedicación de esas antiguas iglesias, la liturgia de la Iglesia invoca
esas palabras “terríbilis est locus iste”, terrible es el lugar, porque la Iglesia es, como
nos dice la liturgia, “la Casa de Dios y la Puerta del Cielo”. La Sagrada Liturgia refleja
la naturaleza celestial y la santificación del Lugar Santo que es la “Casa de Dios y
Puerta del Cielo”.
Por lo tanto, el lugar es sagrado, puesto aparte, y por consiguiente cuando una
iglesia está dedicada, está consagrada a Dios: apartada de todo lo que es mundano, de
todo lo que es profano, de todo lo que es pagano, de todo lo que es falso, herético o
apóstata. En tiempos antiguos, durante la Cristianización del Imperio Romano, los
templos que habían sido construídos para los falsos dioses, más que destruídos, fueron
remodelados y hechos lugares apropiados para morada de Dios. Santificados primero
por estar exorcisados de sus demonios, dedicados al servicio de Dios, y luego
santificados por la misma presencia de Jesucristo Nuestro Señor. El, quien es el Dios
encarnado, baja en el Santísimo Sacramento y confiere a los Lugares Santos la
definitiva santificación y glorificación de Dios.
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Iglesia del Anticristo, de Satán, del diablo y sus ángeles, los falsos dioses de los
paganos.
Es por eso que nosotros sabemos que el gran castigo del que Nuestra Señora de
Fátima nos advirtió, está muy cerca. Nosotros leemos en la escritura, en los Psalmos,
que Dios no permitirá que el cetro caiga en manos de los malvados, a menos que los
justos tiendan sus manos a ellos. Dios no permitirá que Sus elegidos caigan en la
deslealtad y se transformen en infieles.
Nuestro Señor dice que las almas han sido puestas en Sus manos por Su Padre
Celestial, y nadie las arrebatará de Su mano (Jn. 10:28-29). Así, Jesús promete que los
elegidos permanecerán fieles, sin importar que puedan tener la apariencia del resto de
mundo cristiano.
Nosotros sabemos esto por ser el caso, que la porción del Secreto que fue revelada
en junio de 2000 fue un fraude, presentado intencionalmente como todo el Tercer
Secreto, porque el texto que fue revelado no contiene las palabras de Nuestra Señora. El
Tercer Secreto, como es bien sabido, comienza efectivamente con las palabras de
Nuestra Señora, “En Portugal se conservará siempre el dogma de la Fe,” y luego el
texto del Secreto continúa con la misteriosa palabra, “etc.”
Esas son las palabras del Secreto confiadas por Nuestra Señora a los niños de
Fátima, “las palabras de Nuestra Señora confiadas como un Secreto,” a las que hace
referencia el anuncio de prensa que hicieran desde el Vaticano en febrero de 1960,
cuando anunciaron que el Secreto tal vez nunca sería revelado, nunca sería publicado.
Ese, por supuesto, es su deseo, que nunca sea publicado, porque las palabras de
Nuestra Señora confiadas a los tres niños pastores, Lucía, Francisco y Jacinta, son una
acusación de su infidelidad. El Cardenal Ciappi, quien fue el teólogo papal, y que por
eso conocía cual era el texto del Tercer Secreto, pero obligado por juramento de secreto,
no podía decir nada más, excepto que en el Tercer Secreto de Fátima, “estaba
profetizado, entre otras cosas, que la gran apostasía en la Iglesia comenzaría por la
cima.”
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Eso es, por supuesto, absolutamente absurdo, y no necesita ser refutado en ese
punto, porque cualquiera que tenga un sólido conocimiento de la Escritura sabe muy
bien que tal proposición no es solo falsa, sino absolutamente ridícula.
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consiguiente es imposible creer cualquier error en la Fe. Es el error de la mente humana,
del intelecto humano, no es un acto de Fe profesar un error.
El Catecismo del Concilio de Trento explica que mientras que el cuerpo de Cristo
Nuestro Señor estaba en el sepulcro, Su alma estaba en el Infierno. El 11 de enero de
1989, el Papa Juan Pablo II enseñó la herejía que cuando Nuestro Señor murió en la
Cruz, Su alma fue al Cielo, directamente al Cielo. Eso es herejía, uno no puede profesar
eso, sabiendo que es contrario a la Fe Católica, y permanecer miembro de la Iglesia.
La única forma en que uno puede permanecer miembro de la Iglesia es si uno es tan
absolutamente ignorante de su Fe Católica, que no sabe que él está enseñando herejía.
Dejo a Dios juzgar. Pero por mucho que nosotros pudieramos juzgar, el Papa no conoce
su doctrina católica.
Entonces, él profesó la herejía de Pedro Abelardo, que las almas en el limbo fueron
tocadas por el poder de la gracia de Cristo. De esa manera, Cristo no descendió en Su
alma, sino en Su poder, por el poder de Su gracia. Esa es la herejía condenada, la
enseñanza anatematizada de Pedro Abelardo.
La proposición enunciada por Juan Pablo II el 11 de enero de 1989, a saber, que las
palabras, “descendió a los infiernos” significan que Jesucristo descendió a los infiernos,
significan que fue sepultado en la tierra: el Catecismo del Papa San Pío V las declara no
solo ser un error, sino una enseñanza perversa. Esa es la enseñanza de un catecismo
promulgado por el gran Papa San Pío V, que afirma clara y autorizadamente que la
proposición enunciada por Juan Pablo II no es falsa o errónea, sino es una enseñanza
perversa.
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Los pecados más graves contra
el Primer Mandamiento de la Ley de Dios
La reunión de oraciones que tuvo lugar en Asis es algo que merece la venganza
divina, aunque Dios, en Su divina misericordia, todavía es paciente. Pero El manifestó
su ira en forma de un destructivo terremoto poco después que el Papa se reunió con los
paganos para rezar juntos a su Dios, y ellos para rezar a sus dioses.
El Primer Mandamiento dice: No tendrás dioses extraños ante Mi, y sin embargo el
Papa invitó a los paganos a ir y a rezar a sus ídolos. Y el ídolo de Buda fue colocado
sobre el tabernáculo, sobre el altar consagrado, en Asis. La iglesia fue así profanada, por
este acto de culto pagano, en el lugar que había sido dedicado y consagrado a Dios para
el servicio sagrado, para el servicio divino, del eterno Sacrificio de la Santa Misa, cual
es el único acto de culto debido donde la divina Víctima es ofrecida a la Divinidad.
El Papa invitó a todos los practicantes de las falsas religiones, dentro de las
sagradas premisas católicas, a practicar todos los absurdos y abominaciones del misterio
de Babilonia, en el Lugar Santo.
El Papa también declaró en 1987, a una reunión judía en Mainz, Alemania, que el
Antiguo Testamento no ha sido revocado. “Nunca revocado por Dios”, para usar sus
propias palabras. Otra vez el Papa habló herejía. Es enseñanza definida de la Iglesia
Católica, profesada solemnemente en el Concilio de Florencia, que el Antiguo
Testamento terminó con la venida de Jesucristo, y comenzó el Nuevo Testamento.
Esa es la enseñanza, después de todo, de los Apóstoles, de San Pablo, quien afirma
claramente bajo inspiración divina en la Escritura, que nosotros profesamos por verdad
divinamente revelada, que la Antigua Alianza llegó a su fin. Juan Pablo II no dice eso,
sino “nunca revocada por Dios”.
Esa no es solo la herejía personal de Juan Pablo II, sino que es promovida, aunque
cautamente, pero sin embargo vigorosamente, por el Vaticano, al que que nosotros
podemos verdaderamente llamar hoy ‘Roma apóstata’.
Nuestra Señora de La Salette dijo, “Roma perderá la Fe y será sede del Anticristo”.
Las naciones católicas que estuvieron sujeta a la ley de Dios y en las cuales la Iglesia
Católica fue legalmente establecida, llegaron a secularizarse, debido a las presiones
diplomáticas del Vaticano. Juan Pablo II proclama la separación de la Iglesia y el
Estado, y el Vaticano promueve vigorosamente ese abominable error.2
El Papa San Pío X, por otra parte, condenó la Doctrina de Separación de la Iglesia y
del Estado y señaló que el error de la separación de la Iglesia y del Estado había sido
repetidamente condenada por los Papas, a tiempo y a destiempo.3
La profanación de Fátima
En nombre de la libertad religiosa, el Vaticano II enseña que todos tienen el
derecho de profesar abierta y públicamente su religión, de acuerdo a su conciencia,
cualquiera fuese esa religión – de acuerdo con esas enseñanzas condenadas y
abominables, la libertad de conciencia, la libertad religiosa y el ecumenismo, ellos
profanarían el lugar a donde fue Nuestra Señora, el que la Madre de Dios santificó con
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Su presencia. Ellos profanarán ese santo lugar con paganismo. El Vaticano tiene la
intención de permitir que ese lugar se vuelva un ‘santuario’ diabólico del paganismo.
Pero la Divina Providencia, cuando todo estaba siendo destruído por los bárbaros, a
lo largo del antiguo imperio, todos los tesoros de la cultura latina, de la literatura latina
y del saber sacro, fueron concentrados en Irlanda.
Los monjes comprendieron que era su deber como sacerdotes de Jesucristo bautizar
a las naciones; rescatarlas de la idolatría. San Columbano fundó monosterios, él y sus
monjes predicaron en todo lo que es hoy Francia, Alemania y Austria, y llegaron hasta
Kiev. ¿Que recompensa recibieron? Fueron convocados a presentarse ante el sínodo de
obispos en el año 603, porque aquellos que se llamaban a sí mismos los legítimos
pastores no los habían autorizado a hacerlo así.
Fue como que él no fue incardinado en una de sus diócesis, no autorizado por ellos,
los obispos locales, y por consiguiente lo consideraron ilegítimo, irregular. San
Columbano comprendió, sin embargo, que el sacerdocio es un llamado divino. Los
sacerdotes no sirven a voluntad del obispo, ellos fueron enviados por Jesucristo.
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El sacerdote no puede siemplemente permanecer en silencio porque el obispo dice
“yo no quiero que usted predique más”. “¿Por qué no?” “Porque usted no me gusta”.
El error de cualquiera
debe ser resistido
Si el sacerdote está enseñando alguna herejía, entonces el obispo tiene la autoridad
para detenerlo. Pero si el obispo y la alta jerarquía en Roma están promoviendo la
herejía y el error y abominaciones, luego el sacerdote, tiene aún más el deber de
combatir el error. Como dice San Roberto Belarmino, “el Papa, si está atacando la Fe
debe ser resistido: y el instrumento divinamente señalado para resistir el error es la
predicación del Santo Evangelio.
Pero ellos eran los sucesores de los Apóstoles y tenían ese deber, y ellos no lo
estaban cumpliendo. Fueron los monjes celtas quienes tomaron las cosas seriamente,
bajo el liderazgo de santos como Columbano, y ellos iban a ser castigados por cumplir
su deber ante Dios, por obediencia al divino mandato.
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Los errores de los altos dignatarios
de la Iglesia al presente
La Iglesia Conciliar ha reemplazado el proselitismo con el diálogo ecuménico –
ellos han rechazado la orden divina de “hacer discípulos en todas las naciones”. (Mt.
28:19)
La herejía de la Iglesia Conciliar es ver a todas las religiones como buenas, y por lo
tanto como verdaderas religiones, pero imperfectas y profesando errores. La Fe Católica
admite que hay solo una verdadera Iglesia, una verdadera Fe y una verdadera religión.
Todas las otras religiones son falsas. Fuera de la Iglesia solo hay herejes, infieles y
paganos. La apostasía en la Iglesia, como profetizó Nuestra Señora de Fátima, se alza
ante nosotros en la abominación de la mezcla de la sagrada religión de Cristo con la
abominación del paganismo. La apostasía es precisamente eso: el intento de unir todas
las religiones en una gran iglesia paganizada. Eso es lo que la Sagrada Escritura llama
la abominación, el misterio de Babilonia.
Esa clase de iniquidad es la que está siendo promovida por el Vaticano, y por
muchos de los obispos; ellos van a transformar el santuario de Nuestra Señora de
Fátima en un santuario pagano. Ella, quien es más terrible que un ejército formado para
una batalla, cuyo Corazón Inmaculado triunfará, triunfará sobre la iniquidad paganizada
que la Roma apóstata tratará de erigir. Es precisamente en el lugar donde Ella reveló el
misterio de iniquidad en nuestros tiempos donde ellos intentan promover las
abominaciones de la iniquidad pagana.
Ellos convertirían ese lugar santo en un santuario para el diablo, para los falsos
dioses quienes, como dice la Escritura, son demonios; el lugar donde todos los falsos
dioses recibirán culto junto con Jesucristo Nuestro Señor. “No tendrás dioses extraños
ante mi”. Como católicos, nosotros solo podemos ponernos de pie y denunciar eso
como una abominación herética, como un acto de apostasía. La verdadera religión no
puede ser practicada junto con las falsas religiones.
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La sangrienta persecución justo
a la vuelta de la esquina
Nosotros vemos que esa transformación ya está teniendo lugar. Y cuando cristalice,
cuando tome su forma, tendrá lugar entonces la sangrienta persecución, la
exterminación en masa de los católicos. Y se cumplirán las palabras de Nuestra Señora:
“los buenos serán martirizados, el Santo Padre (el verdadero Papa) tendrá mucho que
sufrir”. Nuestra Señora de Fátima dice, “Al fin Mi Corazón Inmaculado triunfará. El
Santo Padre me consagrará Rusia”.
Notas al pie
1. San Francisco de Asis: “habrá un papa elegido anticanónicamente que causará una gran
cisma, habrá diversos pensamientos predicados los cuales causarán muchos, e incluso
aquellos en diferentes ordenes (dudarán), si, incluso acordarán con los (aquellos) herejes,
los cuales harán dividir mi orden, habrá tan universales disensiones y persecuciones que si
aquellos días no fueran acortados, incluso lo elegidos se perderán”. Reverendo Gerald
Culleton, de The Reign of Anti-Christ [El Reino del Anticristo], p. 130.
2. Cf. Abad Daniel le Roux, Peter Lovest Thou Me; Victoria (Australia), 1989, pp. 20-30.
3. Ibid, p. 28: “...Los Romanos Pontífices han condenado, a tiempo y a destiempo, la doctrina
de la separación de la Iglesia y el Estado...” San Pío X en Encl. Vehementer, 11 feb. 1906.
4. Thomas Cahill, How the Irish Saved Civilization, New York, 1995, pp. 188-189.
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