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1
En Marx-Engels, Obras escogidas, tres tomos, Editorial Progreso, Moscú, 1984, tomo III , p . 534.
11
12 JAIME OSORIO
mando una densa red que articula las actividades de los h ombres. Por ello, dirá
Engels, “la economía p olítica no trata de cosas, sin o de relacion es e n t re p ersonas
y, en última instancia, entre clases; si bien estas relaciones van siemp re unidas a
cosas y aparecen como cosas”.2
Un p lan team ien to d e esta n aturaleza d a p or sup uesto que la suerte social
de los hombres está “amarrada” a la suerte social de otros. Que existen relacio-
nes y que éstas tienen incidencia en las cuestiones sustanciales de la vida social.
Pe ro tan imp ortan te como asumir que la cie ncia social d ebe dar cuenta
de lo relacion al e s la tarea de con strucción con cep tual cap az d e d ar cuen ta de
este p roceso. Este es un asp ecto centr al d e las categorías emp leadas p or
M a rx . 3 Si habla de cap ital en tiend e que “no es un a cosa, sino deter m inada re-
lación social d e p rod ucción p erteneciente a determ in ada form ación históri-
co-social […]”.4 El cap ital ex p resa de man era concentrada un a forma de so-
ciedad organizada sobre la base d e p rop ietar ios y n o prop ietar ios d e m edios
de p roducción, que entran en relaciones sociales a partir de esa situación concreta,
p rop iciand o la gestación de tr abajo exced ente bajo la for ma d e p lusvalía, un a
de las formas o en car nacione s del cap ital.
Lo mism o pod emos decir d e la noción p lusvalía. Ella remite a un p ro d u ct o
exceden te (que debe asumir la forma d e dinero en el cap italismo) que queda en
manos de un agrup amiento social distinto al que lo p rodujo, lo que deja a este
último en “libertad” d e ven der su cap acidad d e tr abajo p ar a vivir. La n oción
de p lusvalía d a cuenta en ton ces d e la relación ap ro p ia ció n -ex p rop iación o,
en otr as p alabras, de la relación ex p lo t a d o r -exp lotad o. También salar io y
renta en fatizan asp ectos d el rep arto de la r iqu eza esp ecíficos, p ero e stable-
cen , a su ve z, el cam p o relacional. En fin, la p rop ia n oción d e valor n o p ue-
de sin o ser enten did a com o un asunto social: pro d u ct o res in dep en dien tes de
m e rcan cías que deben som eterse al tiem p o d el tr abajo social necesar io, esto
es, al tiem p o d e trabajo d e otros p ro d u ct o re s.
Esta es una particularidad del sistema categorial de Marx. Sus con cep tos son
“abiertos”, en el sentido que conforman puentes para establecer las articulacio-
nes que organizan a la sociedad. Y esos p uentes no sólo p ermiten descubrir las
articulaciones en el campo económico, sino que lo rebasan para entrar en lo so-
cial y lo p olítico. Plusvalía es tam bién la for m a d e ap r op iación d e la r iqueza
2
En gels, “Carlos Marx. Con tribución a la crítica d e la econ om ía p olítica”, en Marx-En gels, Obras
escogidas, tres tomos, Editorial Progreso, Moscú, 1980, tomo I , p . 529 (cursivas en el original).
3
“Es en esta n aturaleza social d e las categorías m ateriales d on d e Marx veía sus «con exion es in ter-
nas». Los economistas vulgares sólo estudiaban las ap ariencias externas que son formas «enajenadas» de
las relacion es econ óm icas […] sin cap tar su carácter social.” I.I. Rubin , Ensayos sobre la teoría marxista del
valor, Pasado y Presente, Córdoba, núm. 53, 1974, p . 74.
4
K. Marx, El capital, F C E, México, t. 3 (citad o p or G. Th er bor n, Ciencia, clase y sociedad, Siglo XXI,
Mad rid , 1980, p . 381).
SOBRE EPISTEMOLOGÍA Y MÉTODO EN MARX 13
El énfasis en Marx p or destacar las relaciones sociales tiene como sustrato la hi-
p ótesis de que la sociedad no constituye un simp le agregad o d e átomos (ind ivi-
duos), sino una entidad d iferente, mucho más comp leja que las particularidad es
d e sus comp onentes aislados, y que an teced ece al individuo, determinánd olo.
Tenem os “individuos que p roducen en sociedad, o sea la p roducción de ind ivi-
duos socialmente determin ada: este es naturalmente el p un to d e p artida”. De
n inguna manera “el cazador o el p escador solos, aislados, con los que comien-
zan Smith y Ricard o …”.5
Esta tesis está en las an típ od as d el in d ivid ualism o m etod ológico, p ar a
quien “los h om br es en el estad o d e socied ad son fun d am en talm en te in d ivi-
duos” y que “al reunirse, no se convierten en una sustancia distinta, dotada de p ro-
p ied ad es d iferen tes”. En d efin itiva, p ara este en foque “los seres h um an os en
socied ad n o tien en m ás p rop ied ad es que las d erivad as d e las leyes d e la n atu-
raleza individual y que p ueden reducirse a ésta”.6
Para la economía neoclásica y el rational choice “los colectivos no actúan, no
tienen intereses; los colectivos no tienen planes […]. Quien verdaderamente ac-
túa, tiene intereses, p lanes, etcétera, es el individuo. Esta es, en síntesis la tesis del
individualismo metodológico”.7
5
Marx, Grundrisse, Siglo XXI, México, tres tomos, 1971, t. 1, p . 3.
6
J.S. Mill , Systeme de loguique déductive et inductive, t. 2, Lacan , París, 1909, p . 468 (citad o p or José
Valenzuela Feijóo en “El fracaso de la teoría económica convencional”, Argumentos, núm. 23, UAM -Xochi-
milco, México, sep tiembre de 1995, p . 46).
7
P. Schwartz, C. Rodríguez y F. Méndez Ibisate (comps.), Encuentro con Karl Popper, Alianza Editorial,
Madrid, 1993, p . 29 (cursivas del autor).
14 JAIME OSORIO
De la totalidad
La tesis que la sociedad constituye una unidad que rebasa la simp le sumatoria
d el accion ar d e sus com p on en tes in d ivid uales rem ite en Marx a la id ea d e to-
talid ad , d e un a un id ad com p leja, articulad a y jerarquizad a en los elem en tos
que la componen, cuya comprensión no se alcanza por el agregamiento de par-
tes,11 p or más exhaustivo que éste sea. 12
8
Marx, Grundrisse, tomo I , Siglo XXI, México, 1971, p . 4 (cursivas del autor).
9
“La economía marginalista p arte del actor individual que calcula cómo alcanzar sus fines con me-
dios escasos”, señala G. Therborn, y agrega que “la sociología interp retativa de Weber –p adre de la teo-
ría de la acción social (JO)– no se concibe […] como un arte imaginativo. Es una generalización de la eco-
nomía marginalista”. Therborn, Ciencia, clase y sociedad, Siglo XXI, Madrid, 1980, p . 294.
10
De allí los resultados limitados a los que arriba el marxismo analítico, p or ejemp lo, en su intento
p or conciliar lo ir reconciliable. En esta línea, John Roemer afirma: “Con resp ecto al método, creo que la
teoría económica marxista tiene mucho que ap render de la teoría económica neoclásica” y que “resp ecto
a la in vestigación sustan tiva […] la teoría econ óm ica n eoclásica tien e m uch o que ap ren d er d e la teoría
económica marxista”. Véase su ensayo “Marxismo de «elección racional»: algunas cuestiones de método
y contenido”, en su libro (comp.), El marxismo: una perspectiva analítica, Fond o d e Cultur a Econ ómica,
México, 1989, p . 219.
11
“Reunir todos los hechos no significa aún conocer la realidad, y todos los hechos (juntos) no cons-
tituyen aun la totalidad.” K. Kosík, Dialéctica de lo concreto, Grijalbo, México, 1967, p . 55. A esta forma de
con ocer, Kosík lo llam a “con ocim ien to sistem ático-acum ulativo, que d ifiere d el con ocim ien to d ialéctico
en su concep ción de la realidad. “Si la realidad es un conjunto de hechos, el conocimiento humano sólo
p ued e ser abstracto, un con ocim ien to sistem ático-an alítico d e las p artes abstractas d e la realid ad , m ien-
tras que el todo de la realidad es incognoscible.” K. Kosík, op. cit., p p . 61-62.
12
En esta línea es que Bloch señala que “el conocimiento de los fragmentos estudiados sucesivamen -
te, cada uno de por sí, n o d ará jam ás el d el con jun to, no dará siquiera el de los fragmentos”. M. Bloch , Intro -
ducción a la historia, Fondo de Cultura Económica, México, 1987, p . 40 (cursivas en el original).
SOBRE EPISTEMOLOGÍA Y MÉTODO EN MARX 15
El con ocim ien to d e la totalid ad n o sign ifica que p od am os alcan zar un co-
nocimiento de todo lo que acontece en sociedad (que iría asociado a la idea de
comp letud),13 sin o d e los elem en tos que articulan , organ izan y jerarquizan la
vida societal y que hacen p osible que se rep roduzca, material y socialmente, de
una manera determinada. 14
Esto sup one un cuestionamiento a los análisis que creen que reconstruirán
la visión global a p artir d e la sum atoria d e con ocim ien tos p arcelarios, com o
tam bién d e los estud ios que se abocan a algun a p ar cela d e la r ealid ad y que
buscan “con ocer”, sin un a m ín im a h ip ótesis d el lugar en –y las relacion es d e
esa p arcela con– el todo mayor del cual forman p arte.15
Lo anterior no significa un rechazo sin más a los estudios p arciales, al aná-
lisis de fragmentos de la realidad. Lo que se cuestiona es la realización de este
tip o d e an álisis sin un a in terp retación d el lugar y d e las relacion es que tales
p arcialid ad es y fragm en tos m an tien en con la un id ad com p leja o totalid ad en
la que se articulan y forman p arte.
La id ea de totalidad, en d efinitiva, va estrechamente asociada al asp ecto re-
lacion al indicado al comienzo de esta exp osición. Pe ro, es necesario insistir, n o
se tr ata del simple p eldaño en donde “todo tiene que ver con todo”, quedando
atrap ados en un a visión de la comp lejidad elemental. La noción de totalidad en
Ma rx está jerarquizada y busca establecer cuáles relaciones y de qué manera t ie n e n
m ayor incid encia en la explicación d e las regularidades cómo se p roduce y re-
p roduce una sociedad.
La totalidad marxista, por otra parte, se asume como una unidad contradic-
toria, lo que significa que, de manera simultánea, se le concibe como unidad y lu-
cha de op uestos, que se conforma con polos sociales que se atraen y que se re p e-
len, siendo las clases y la lucha de clases su ex p resión societal más imp ortante.
El con ocim ien to d e los fen óm en os sociales n o p ued e sep ararse d el p ostulad o
de que la realidad sobre la que reflexiona, p or sus contradicciones, se recrea y
13
Edgar Morin introduce este concepto, pero sin darle un estatuto en su cuerpo discursivo. Véase su
Introducción al pensamiento complejo, Barcelona, Gedisa Editores, 1998, p . 142.
14
“[…] en el p en sam ien to d ialéctico la realid ad se con cibe y rep resen ta com o un tod o, que n o es
sólo un conjunto de relaciones, hechos y p rocesos, sino también su creación, su estructura, su génesis.” K.
Kosík, Dialéctica de los concreto, op. cit., p . 63 (cursivas en el original). La noción de totalidad se reconstru-
ye de acuerdo con los niveles de abstracción (que veremos más adelante) en que se mueve el análisis. No
es la m ism a en el m od o d e p rod ucción , que a n ivel d el sistem a m un d ial o d e un a form ación social. Pero
en cualquier nivel el análisis no puede eludir su formulación y establecer la relación de las partes con la unidad com -
pleja en donde ellas se articulan y jerarquizan.
15
En n uestros días se multiplican las investigaciones de “pedacería” social, económica, p olítica, etcéte-
ra, sin re fe rentes al pap el y las relaciones que esos “p edazos” con la totalidad de la cual for man p arte.
16 JAIME OSORIO
se en cuen tra en un p roceso con stan te d e vid a y m uerte, in icio, d esar rollo y li-
quid ación , p or lo que el con ocim ien to está obligad o a d ar cuen ta d el proceso
que analiza y de sus etapas o periodizaciones.16
Uno de los grandes debates de Marx con la economía política clásica se de-
sarrolla teniendo como eje los sup uestos de esta última de que los p rocesos de
los cuales intentaba dar cuenta eran inh erentes a todo orden social y no cons-
trucciones sociales temp orales. Por ello señala que “los economistas burgueses
[…] con sid eran al cap ital com o un a form a p rod uctiva etern a y con form e a la
naturaleza (no a la h istoria)”, 17 y que “sólo los burgueses de h orizontes limita-
d os […] con ciben las form as cap italistas com o las form as absolutas d e la p ro-
ducción, como sus formas naturales y eternas”. 18
Por el con trario, p ara Marx “las form as econ óm icas bajo las que los h om-
bres p roducen, consumen y cambian, son transitorias e históricas”. Y agrega: “Al
adquirir nuevas fuerzas p roductivas, los hombres cambian su modo de p roduc-
ción , y con el m od o d e p rod ucción cam bian tod as las relacion es econ óm icas,
que no eran más que las relaciones necesarias de aquel modo concreto de p r o-
ducción.”19
Por otra p arte se en tien d e que tam bién las categorías son h istóricas, que
form an p arte d el p roceso d e con ocim ien to en su sen tid o gen eral, y que com o
exp licación de la realidad tienen validez p ara momentos históricos esp ecíficos,
p or lo que otras teorías, en otros m om en tos, p od rán reem p lazarlas, o revolu-
cionarlas.
Ley y singularidad
En la p rop uesta teórica d e Marx un a d e las p reocup acion es cen trales es esta-
blecer las regularidades que exp liquen la vida societal y que en el camp o de la
ciencia se exp resan bajo la noción de leyes.
Estas leyes p resen tan en el camp o de las ciencias sociales diferencias con las
que pueden presentarse en el camp o de las cien cias de la naturaleza. La más in-
mediata es que las primeras son “sociales”, construcciones que son p ro d u cid a s
p or las inter relaciones de los hombres, en tanto las segundas son “naturales”, en
16
“La d ialéctica n o p ued e con cebir la totalid ad com o un tod o ya acabad o y form alizad o que d eter -
mina las p artes, p or cuanto a la p rop ia determinación de la totalidad p ertenece la génesis y el desarrollo de
la totalid ad , lo q u e im p lica d esd e el p u n to d e vista m etod ológico la in d agación d e cóm o nace l a
totalidad y cuáles son las fuentes internas de su desarrollo y movimiento.” K. Kosík, Dialéctica de lo concreto, op.
cit., p p . 71-72 (cursivas en el original).
17
Marx, Grundrisse, Siglo XXI, México, 1971, t. 1, p . 421.
18
Marx, Historia crítica de la teoría de la plusvalía, citado p or L. Colletti, El marxismo y el “derrumbe” del
capitalismo, Siglo XXI, México, 1978, p . 26.
19
Carta de Marx a Annekov, 28 de diciembre 1846, en Marx-Engels, Obras escogidas, tres tomos, Edi-
torial Progreso, Moscú, 1980, t. 1, p . 533.
SOBRE EPISTEMOLOGÍA Y MÉTODO EN MARX 17
el sentido que emergen de la naturaleza misma. Ello im plica que las p rimeras son
“históricas”, p or lo que p ueden ser modificadas en tanto se entienda la lógica que
las rige y las r azones de su surgimiento en determinados momen tos del desar ro-
llo societal, mien tr as las segundas se p resentan como leyes permanen tes e inmu-
t a b le s.20
Imp or ta destacar que las regular id ades, ex p resadas como leyes, a p esar d e
ser con str uccion es sociales, terminan presentánd ose como resultado d e re la-
cion es entre cosas. Esto h ace re fe rencia al fenómeno caracterizado p or Marx
como “fetichización”, en donde, por ejem p lo, “el car ácter social del trabajo”
se p royecta an te los hombres “como si fuese un car ácter material de los p ro-
p ios productos d e su trabajo, un don natur al social de estos objetos y como si
[…] la relación social que media entre los p ro d u ct o res y el trabajo colectivo de
la sociedad fuese un a relación social establecida entre los mism os objetos, al
m a rgen d e sus pro d u ct o re s”.2 1
Junto al h ech o d e que las re lacion e s sociales se p resen ten d e man er a
trastocad a, com o fen óme n os d e las cosas, las “regular id ades” sociales se
con stituyen en estr uctur as, esto es, en red es den sas d e relaciones que
ter m in an im p onien d o a los h om bres esp acios de acción y d e cond ucta so-
cietal, y que escapan a su control en tanto desconozcan sus reglas de funcionamien -
to, lo que impide tomar la construcción de la historia en sus manos. Tal es el signi-
ficad o d e “leyes” com o que “en la p rod ucción social d e su vida, los hom br e s
con tr aen d eterm in ad as relaciones n ecesarias e in dep end ien tes de su volun-
t a d ”, 2 2 las “relacion es d e p ro d u cció n”, o que “e l m od o d e p rod u cción d e la
vid a m ater ial con d iciona el p roceso d e la vid a social, p olítica y esp iritual en
g e n e r a l”. 2 3
Tam bién alcanzan ese carácter d e “exter ioridad ” leyes como la tend encia
a la caíd a de la tasa de ganancia, la que termina op er ando en contra de la vo-
luntad m anifiesta de los capitalistas ind ividuales, que buscan actuar en un sen-
tid o que reh úya sus efectos y p rocur ando evitar las crisis, 2 4 o la ley general de
la acumulación cap italista, que p rop icia un acrecen tamiento del polo de la mi-
20
N o en el sentido que las ciencias natur ales no p uedan establecer nuevas leyes, que modifiquen,
cuestionen e incluso nieguen las establecidas en determ inado m om en to. Per manentes e inm utables en
tanto regularidades ajenas o externas a la acción de los hombres, y que éstos, vía la ciencia, constr uyen
exp licaciones p ar a dar cuenta de ellas. I. Waller stein p lan tea que en la moderna ep istemología, la tajan-
te sep aración entre ciencias sociales y naturales tien de a desap are ce r. Véase su Abrir las ciencias sociales,
Siglo XXI, México, 1996.
21
Marx, El capital, op. cit., t. 1, p . 37.
22
Como los condicionantes sociales que sup one nacer en una determinada clase social, que termina
definiendo, en gran med ida, la vida social d e los individ uos en terrenos como el tip o d e estud ios, de vida
laboral, de ingresos, y de vida social en general.
23
Marx, p rólogo d e la “Con tribución a la crítica d e la econ om ía p olítica”, en Marx-En gels, Obras
escogidas, tres tomos, Editorial P rogreso, Moscú, 1980, t. 1, p p . 517-519.
24
Marx, El capital, op. cit., t. 3, cap ítulos XIII , XIV y XV.
18 JAIME OSORIO
seria com o resultado de los mismos esfuerzos que buscan aumentar el p olo de
la riqueza.2 5
Estos d os últim os ejem p los p erm iten señ alar que las leyes op eran d e m a-
n era ten d en cial, lo que im p lica que existen factores que p ued en actuar en el
sen tid o d e con trarrestarlas y/o m origerar su d eterm in ación . Sin em bargo, tal
situación no imp lica que ellas “quede(n) anulada(s) o sup rimida(s)”. De lo con-
trario “ni se comp rendería p or qué hay que hablar de ley(es)”.26
La búsqueda de regularidades que exp liquen la vida social no supone el des -
precio por las particularidades de los hechos singulares, como incor rectamente señ a-
lan algunos críticos. Por el contrario, éstos son asumidos en toda su significa-
ción, p ero en un contexto que les dé inteligibilidad y p uedan ser exp licad os. Un
ejem p lo clásico en Marx en tal sentido es su obra El 18 Brumario de Luis Bona -
parte, en donde d esde el p rólogo Marx p one de manifiesto su objetivo en ese
trabajo: demostrar “cómo la lucha de clases creó en Francia las circunstancias y
las condiciones que p ermitieron a un p ersonaje mediocre y grotesco re p re se n-
tar el p ap el de héro e ”.27
La clásica oposición entre ley y hecho singular, o entre ciencias nomotéticas
e idiográficas, 28 encuentra en Marx una solución que romp e con su polaridad. La
explicación de las tendencias generales es ind isp ensable p ara dar cuenta de fe-
nómenos p articulares. La singularidad de estos fenómen os, sin embargo, sólo
p uede ser entendida en el cuadro de las tendencias generales de los procesos en
donde dichos fen óm enos se inscriben.
Conoce r es sup erar las m an ifestaciones sup erficiales d e los p rocesos estu dia-
d os, a fin d e alcanzar su ar ticulación in tern a, ya que “si la for m a de m ani-
festación y esen cia d e las cosas coincid iesen d irectam en te […] tod a cien cia
ser ía sup e rflua”.2 9
En los cere b ros del “economista vulgar […] no se refleja nunca más que la
forma directa de expresión de la realidad y no la trabazón interna de ésta”.30 Est o s
25
I bidem, t. 1, cap ítulo XXI I I. Parte de los p roblemas de la economía neoclásica p ar a enfrentar los p ro-
blemas de la pobreza arranca del desconocimiento de estos p rocesos. Su fórmula de “crear más riqueza”
p ara combatir la p obreza conlleva, en las condiciones cap italistas, exactamente al resultado contr ario.
26
L. Colletti, El marxismo y el “derrumbe” del capitalismo, Siglo XXI Editores, México, 1978, p . 36.
27
Marx, “El 18 Brumario de Luis Bonap arte”, en Marx-Engels, Obras escogidas, op. cit., t. 1, p . 405.
28
Nombre que p rop uso W. Windelband en el contexto de las discusiones sobre el método en la Ale-
mania de finales del siglo XIX e inicios del siglo XX.
29
Marx, El capital, op, cit., tom o 3, citad o p or Rosd olsky, Genésis y estructura de El capital de Marx,
Siglo XXI, México, 1978, p . 81.
30
Carta de Marx a Engels, 27 de junio 1867, en El capital, op. cit., t. 1, p . 686 (cursivas en el original).
SOBRE EPISTEMOLOGÍA Y MÉTODO EN MARX 19
31
Car ta d e Ma rx a Kugelm an n, 11 de julio 1868, en Marx -E n g e ls, Obras escogidas, t res tomos,
Editor ial Pro g reso, Moscú , 1980, t. 2, p . 442.
32
Marx, Teorías sobre la plusvalía, Fondo de Cultura Económica, México, 1980, t. II , p . 57.
33
Marx, Grundrisse, op. cit., t. 1, p . 25.
34
Ibidem, p . 29. Esto en el caso de que sea un elemento o p roceso de la sociedad cap italista.
35
Con sumo cuidado.
36
Marx, Grundrisse, op. cit., t. 1, p . 27.
20 JAIME OSORIO
El sentido común nos ofrece por lo general un orden y una visión integrada de
la realidad. Conocer científicamente sup one p oner en cuestión ese orden y esa
integración, deconstruirlo, alcanzar sus elementos simp les y la lógica de su or-
ganización, p ara volver a integrarlo, p ero ah ora desde una exp licación cientí-
fica. Para tal efecto, partir de “lo real y lo concreto” proyectado en nuestra men-
te (el concreto rep resentado) y quedarnos “amarrados” a categorías agregadas
com o econ om ía, p oblación u otras es un cam in o que “se revela (com o) falso”
señala Marx. Esto p orque
Por ello no hay otro camino que llegar “a concep tos cada vez más simp les”
que tengan la p articularidad de develar la articulación específica de la realidad que
quiere explicarse. Este es el p roceso d e abstracción . Abstraer im p lica tom ar d is-
tan cia d e la realid ad , p ero no en el sentido de crear una ficción, inexistente, sino
d e sep arar y an alizar elem en tos sim p les y red ucid os d e la p rop ia realid ad . O,
en palabras de Sweezy, “el propósito legítimo de la abstracción en la ciencia so-
cial n o es n un ca alejarse d el m un d o real, sin o m ás bien aislar ciertos asp ectos
del mundo real p ara fines de investigación intensiva”. 38
El p roceso d e abstr acción , p or lo tan to, n ad a tien e qu e ver con la con s-
tr ucción d e un tip o id eal, el cual p ierde re fe ren tes con la realidad qu e bus-
ca analizar, al con ver tirse en “un realce unilater al d e elementos que der ivan
d e nuestro inter és cogn itivo”, 3 9 con los cuales “constru imos con exion es a las
37
Ibidem, p . 21 (cursivas del autor).
38
P. Sweezy, Teoría del desarrollo capitalista, Fondo de Cultura Económica, México, 1945, p . 28.
39
M. Gil An tón , Conocimiento científico y acción social. Crítica epistemológica a la concepción de ciencia en
Max Weber, Gedisa Editores, Barcelona, 1997, p . 63.
SOBRE EPISTEMOLOGÍA Y MÉTODO EN MARX 21
que n uestra fan tasía d iscip lin ad a y orien tad a en vista d e la realid ad , ju zga
a d e cu a d a s” . 4 0
Imp orta destacar que el aislamiento d e elementos simp les se realiza con
categor ías que p on en de m anifiesto las relacion es sociales que subyacen en
los p rocesos, y que el p roceso de abstr acción es un mom en to d el análisis que
busca, com o objetivo fin al, d ar cuenta, de totalidad es com p lejas, o en el len -
gu aje de Marx, d e un “con cre t o” en tanto “síntesis d e múltip les d etermina-
ci o n e s” . 4 1
Sin embargo, aparece el interrogante: ¿cómo definir o delimitar cuáles son
aquellos “con cep tos sim p les” que p erm iten d evelar la articulación esp ecífica
que define a la sociedad?
Para resp ond er a él Marx señ ala un criterio fundam ental: “En tod as las
form as de sociedad existe un a deter m inada p rod ucción que asigna a todas
las otr as su cor resp ond ien te ran go (e) in fluen cia, y cuyas relaciones, p or lo
tan to, asignan a todas las otr as el rango y la influen cia”, 4 2 p or lo que “sería
[…] er r ón eo alinear las categor ías económicas en el orden en qu e fuero n
h istóricame nte deter min an tes”. Por e l contrar io “su orden d e sucesión está
[…] d eter min ad o p or las relaciones que existen en tre ellas en la m od erna so-
ciedad burg u e sa …”, 4 3 y en esa sociedad es el cap ital “la p oten cia económ ica
que lo domina todo”. 4 4
Establecid o este p un to d e p artid a, el p roceso d e abstracción im p lica p or
tanto privilegiar la relación social capital-trabajo,45 dejando de lado, en esta etap a
d el trabajo d e in vestigación a tod as las d em ás relacion es sociales que p ued en
p resentarse en la sociedad burguesa (como la renta de la tierra, que será abor -
dada p osteriormente en El capital).
Pe ro la propia relación social capital-trabajo debe ser llevada a sus elementos más sim -
ples. Aquella es una relación de cambio, por lo que el análisis de los pro d u ct o s
destinados al cambio, las mercancías –en un a sociedad “que se nos aparece com o
un «inmenso arsenal de mercancías» y la mercancía como su forma elemental”46–
40
M. Weber, Ensayos sobre metodología sociológica, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1973, p . 82 (cur-
sivas en el original).
41
Marx, Grundrisse, op, cit., t. 1, p . 21.
42
Ibidem, p p . 27-28.
43
Ibidem, p p . 28-29.
44
Ibidem, p . 28.
45
Para diferenciar “en la complicada red de fenómenos sociales”, Marx encontró un “criterio objetivo”
p ara destacar “los fenómenos imp ortantes de los que no lo eran”, y dicho criterio es “destacar las re la cio n e s
de producción como estructura de la sociedad…” V.I., Lenin, “Quiénes son los «amigos d el p ueblo», Obras
completas, México, Edicion es Salvador Allende, 1978, t. 1, p . 150. Luporini retoma este texto de Lenin p ara
fundamentar la idea de lo relacional como p unto central p ara diferenciar “lo importante” de lo “no imp or-
tante” en el análisis de Marx. Véase su “Dialéctica marxista e historicismo”, en El concepto de “formación econó -
mico-social”, de C. Lup orini et al., Cuadernos de Pasado y Presen te, Córdoba, núm. 39, 1973.
46
Marx, El capital, op. cit., t. 1, p . 3 (cursivas en el original).
22 JAIME OSORIO
47
K. Kosík, Dialéctica de lo concreto, Grijalbo, México, 1968, p . 198.(cursivas del autor).
48
Con esto d iscrep amos de quien es afirm an que la in ter p retación cor recta del m étod o de Marx
en El capital está ind isolublemente ligad o al con cep to de la “ex p o sició n”. A. Sch mid t, “Sobre el concep -
to cogn itivo de econ omía p olítica”, en La crítica de la economía política hoy, de R. Ro sd o lsky et al., U n i-
versid ad Autónoma de Puebla, México, 1983, p . 70. Esto es con fund ir el p roblem a del m étodo de
investigación, que es el que permite llegar a resu ltados, con su exp osición, re fer id o a cómo exponer esos re -
su ltados. En el ap ar tad o Lo lógico y lo histórico, en la p ágina 27, abordam os uno de los d ebat es centr a-
les en torn o a este último p unto.
49
Marx, Grundrisse, Siglo XXI, México, 1971, t. 1, p . 21,
50
Véase en tal sen tido de R.. Ro sd o lsky, “Observaciones sobre el método de El Capital”, en La crítica de
la economía política, hoy, de R. Ro sd o lsky et al., Universidad Autónoma de Puebla, México, 1983.
SOBRE EPISTEMOLOGÍA Y MÉTODO EN MARX 23
El resultado general a que llegué y que, una vez obtenido, sirvió de hilo con -
ductor a mis estudios puede resumirse así: en la producción social de su vi-
d a, los h om bres con traen d eterm in ad as relacion es n ecesarias e in d ep en-
51
Marx-Engels, Obras escogidas, en tres tomos,Editorial Progreso, Moscú, t. 1, p p . 516-520.
52
Marx, “Prólogo a la contribución…”, en Obras escogidas, p . 517 (cursivas del autor).
53
E. Man d el, La formación del pensamiento económico de Marx, Siglo XXI, México, 1968, p p . 33-34.
Este juicio es comp artido p or G. Therborn. Véase Ciencia, clase y sociedad, op. cit., p . 332. Mandel conside-
ra ésta un a obra filosófica, en tan to Alfred Sch m id t se p regun ta: “¿Q ué clase d e libro es La ideología ale -
mana? ¿Es una obra económica, filosófica, sociológica? Creo que este trabajo no se deja encasillar en nin -
gún rubro. Es un análisis de la situación social en su conjunto”. En “Sobre el concep to cognoscitivo de la
crítica de Economía Política”, en el libro La crítica de la economía política, hoy, de R. Rosdolsky et al.,op. cit.,
p . 90. Me inclino p or la p osición de Sch midt en este p unto.
24 JAIME OSORIO
Y prosigue: “Al llegar a una determinada fase de desarrollo, las fuerzas pro-
ductivas materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de
p roducción existentes […]. De formas de desar rollo de las fuerzas p roductivas,
estas relaciones se convierten en trabas suyas. Y se abre así una ép oca de revo-
lución social.” 54
H ay que d estacar que el p rólogo, d on d e Marx señ ala lo an terior, lo escri-
be en 1859, muy cerca de comenzar la redacción de El capital y en tiemp os don-
d e ya h a p rod ucid o obras m ayores, com o la Crítica de la economía política y los
Grundrisse, es decir, en su etap a de mayor madurez intelectual.
En ese con texto Mar x r ealiza un an álisis econ óm ico d esd e el cual busca
comp render las relaciones contradictorias del conjunto de la sociedad burgue -
sa (lo económico, lo p olítico, lo social y lo ideológico), p ara arribar a una tesis
sobre el desarrollo de la crisis de esa sociedad y de su revolución. Es imp ortan-
te destacar lo anterior p orque el Marx maduro, crítico de la economía p olítica,
nunca relega la visión general de la sociedad, así como el asunto del cambio y
d e la revolución .55 Su con cep ción d ialéctica d e la realid ad com o un a un id ad
con trad ictoria se lo im p id e. 56 Más aún , las tesis an teriores las con sid era “h ilo
conductor” de los trabajos p osteriores.
54
Ma rx, “Prólogo a la Contribución a la crítica…”, Obras escogidas, p p. 517-518. Resalto resultado gene -
ral p ar a enfatizar que estamos ante conclusiones de una investigación . Ellas abren la p uerta p ara pro se g u ir
n uevas investigacion es, que es lo que hace Marx. Frente a la tardanza en la publicación de La ideología ale -
man a, Marx señala que “entregamos el manuscrito a la crítica roedora de los ratones, muy de buen grado,
p ues nuestro objeto p rincip al: esclarecer nuestras propias ideas estaba conseguido”. “Prólogo…”, p . 519.
55
Por el contrario, dando cuenta de la conexión entre los tres libros de El capital, Marx escribe a En-
gels el 30 d e abril d e 1868: “Llegam os p or fin a las form as extern as que sirven d e p un to d e p artid a al
economista vulgar, la renta del suelo […]; la ganancia […]; el salario […]; aquellas tres [formas] […] cons-
tituyen las fuentes de rentas de las tres clases, o sea, los terratenientes, los cap italistas, los obreros asala-
riados, tenemos como final de todo la lucha de clases, a d on d e vien e a d esem bocar tod o el m ovim ien to y que
n os d a la clave p ara acabar con esta basura […]”. Citad o p or K. Kosík, Dialéctica de lo concreto , Grijalbo,
México, 1967, p . 203, p ie de p ágina (cursivas del autor).
56
En relación con la dialéctica, Lenin señala que “la formulación de Marx y Engels, arrancando de
H egel, es m uch o m ás vasta, m ás rica d e con ten id o”, p ara agregar que es “un d esarrollo que no discur re
en línea recta, sino en esp iral […]; un desarrollo a saltos a través de catástrofes y de revoluciones, que son
otras tantas «interrup ciones en el p roceso gradual», otras tantas transformaciones de la cantidad en cali-
dad…” Lenin, “Carlos Marx”, en V.I. Lenin, Obras escogidas, tres tomos, Editorial Progreso, Moscú, 1961,
t. 1, p . 31.
SOBRE EPISTEMOLOGÍA Y MÉTODO EN MARX 25
57
“Prólogo de la Contribución…”, op. cit., p . 519.
58
Mandel, La formación del pensamiento económico de Marx, op. cit., p . 45.
59
Ibidem, p p . 45-46.
60
Ibidem, p . 48.
61
Carta de Marx a Annekov, 28 de diciembre de 1846, citado p or Mandel, op. cit., p . 48.
62
Ibidem, p . 48 (cursivas en el original).
26 JAIME OSORIO
En la segunda mitad de los años cincuenta del siglo XIX Marx ya ha elabo-
rado la mayoría de las categorías que constituirán sus ap ortes más imp ortantes
a la econ om ía p olítica, las cuales se exp on d rán con m ayor o m en or d etalle en
Contribución a la crítica de la economía política (1858); en los Grundrisse (1857-
1858) y en Teoría sobre la plusvalía (1861-1863), las obras que anteceden a la pu-
blicación de El capital. 63
Sin em bar go, an tes d e las tr es últim as obr as m en cion ad as, la n oción d e
p lusvalía n o ap ar ece en sus escr itos, n i siquier a en el Manifiesto comunista, y
sólo se h ace p resen te en El capital. Un a vez alcan zad a d ich a categoría, culm i-
naba una etap a fundamental en los esfuerzos p or lograr una síntesis de la ana-
tomía de la sociedad burguesa, la cual p odía ser ah ora exp uesta. Esta es la ra-
zón p or la cual d ebe con sid erarse a El capital como la obra de mayor madurez
intelectual de Marx.
Los ap ortes d e Marx a la econ om ía p olítica p od rían resum irse en los si-
guientes p untos:
–La for m ulación d e la n oción d e trabajo abstracto, es d ecir , “la sustan cia
cread ora d e valor”,64 d iferen te al trabajo con creto, cread or d e valores d e
uso. “Nadie hasta ahora, había puesto de relieve críticamente este doble ca-
rácter del trabajo rep resentado p or la mercancía.” Y “[…] este p unto es el
eje en torno al cual gira la comp rensión de la economía p olítica…”. 65
–La distinción entre valor de cambio y valor de uso de la fuerza de trabajo, p unto
fundamental, a su vez, p ara comp render el siguiente.
–La plusvalía, en tanto un valor que rebasa el valor de cambio de la fuerza
de trabajo, y que se logra al h acer uso de ella p or el cap ital.
63
El p rim er tom o se p ublica en 1867, ed itad o p or el p rop io Marx. Los tom os II (1885) y III (1894)
los edita Engels.
64
Marx, El capital, op. cit., t. 1, p . 6.
65
Ibidem, t. 1, p . 9.
SOBRE EPISTEMOLOGÍA Y MÉTODO EN MARX 27
Desde esta p ersp ectiva, la obra de Marx en su conjunto p uede ser p ercibi-
d a tam bién com o un ún ico y gran p royecto d e in vestigación . Sin em bargo, se
p erdería de vista el p roblema de los descubrimientos p arciales, los que fueron
orien tan d o las in vestigacion es en d ireccion es que in icialm en te n o se con tem-
p laban, o que lo obligaron a “volver a emp ezar desde el p rincip io”. 66
El capital mismo, del p rimero al tercer tomo, es una obra que se mueve de
mayores a menores niveles de abstracción. Siendo en general una obra que en
su conjunto es muy abstracta (en el sentido de abstracción que aquí hemos ex-
p uesto), en tanto avanza la exp osición va incorp orando nuevos elementos que
p erm iten un a m ayor ap roxim ación a la realid ad . Los valores se con vierten en
precios; el valor de la fuerza de trabajo se traduce en salario; la plusvalía en ga-
nancia y ésta en ganancia media, p or la concur rencia.
Lo lógico y lo histórico
Tenemos así un movimiento en espiral cada vez más envolvente. Ello también se
hace presente en el terreno de la conjugación de lo lógico y lo histórico. H ablan
de ello los permanentes tiempos que se toma Marx, desde el p rimer tomo de El
capital, para significar desde la historia el tema que aborda teóricamente.67
Desde esta p ersp ectiva se fortalece el tratamiento teórico de los p roblemas
con su manifestación y desarrollo histórico y el cómo se imbrican en el análisis.
No hay en Marx, p or tanto, una p reeminencia de un método lógico (cualquier
cosa que esto signifique) p or sobre un método histórico, p roblema que ha p ro-
p iciado un intenso y extenso debate entre los marxólogos. 68
Considerando el objeto de investigación, que dicho de manera ráp ida p uede
sintetizarse en el esfuerzo de desentrañar la anatomía de la sociedad burguesa, lo
lógico y lo histórico van de la mano, en los límites –y para los fines– de ese propósito.
No debe olvidarse que Marx no está tratando de hacer una historia general, sino de
recuperar aquellos asideros de la realidad que le ayuden a comp render la org a n i-
zación y dinámica de la sociedad cap italista. Para resolver ese dilema re cu p e r a
persp ectivas históricas, por lo que va dejando en el camino aquellas “otras histo-
rias” que no ap unten a comprender y explicar aquel p roblema fundamental.69
66
Marx, “Prólogo de la Contribución a la crítica…”, op. cit., p . 519.
67
Donde puede mencionarse, sólo en relación con el p rimer tomo, los ap artados histór icos sobre la jor-
nada de trabajo (cap . VI I); el cap ítulo XI I so b re el origen de la manufactura y la divisón del trabajo; el capí-
tulo XI I I so b re la maquinaria y la gran industria, hasta el cap ítulo XXI V, sobre la acumulación originaria.
68
Sólo a m od o d e ejem p lo, véan se los m ateriales reun id os en el libro La crítica de la economía políti -
ca, hoy (Coloquio de Frankfurt), de R. Rosdolsk y, N. Poulantzas et al., Universidad Autónoma de Puebla,
México, 1983.
69
“[…] el único método indicado era el lógico. Pero éste no es, en realidad, más que el método his-
tór ico, d esp ojad o ún icam en te d e su for m a h istór ica y d e las con tin gen cias p er tur bad or as”. F. En gels,
“Marx. Contribución a la crítica de la economía p olítica”, en Marx-Engels, Obras escogidas, t. 1, p . 528.
28 JAIME OSORIO
Niveles de abstracción
70
Marx, Grundrisse, op. cit., t. 1, p . 26.
71
Ibidem, p . 28.
72
“[…] la m ercan cía p od ía ser el p un to d e p artid a d e la exp osición cien tífica p orque ya se con ocía
el cap italismo en su conjunto”. K. Kosík, Dialéctica de lo concreto, Grijalbo, México, 1967, p . 198.
SOBRE EPISTEMOLOGÍA Y MÉTODO EN MARX 29
tracción un factor fund amental en tal sentido. Mientras men os abstr acta sea la
totalidad (o concreto sín tesis) que se busca construir a nivel del conocimiento,
el análisis d eberá incop orar una mayor cantidad de categorías, concep tos y re-
laciones de los n iveles más abstractos, al tiemp o que requerir á de categorías
p a r t icu la res y de metod ologías esp ecíficas p ara alcanzar sus fines. Y m ayor la
cantidad de datos de la realidad p rocesados a la luz d e los elementos anterio-
res. De ahí que a un m enor nivel de abstracción p asemos a mayores niveles d e
co m p le jid a d .
Así, la totalidad en el análisis de coyuntura, que implica un manejo de re fe-
rencias de la realidad en su ex p resión más cercana y de corto plazo, debe contar
con todo el arsenal teórico y metodológico de los niveles m ás abstractos,
como condición necesaria. Pe ro n o le son suficientes, por lo que deberá d esarro-
llar categorías aprop iadas p ara ese nivel d e abstracción en esp ecífico a fin de p ro-
cesar a aquéllas.
Cuan d o h ablam os d e n iveles m en os abstr actos h ablam os d e r econ str uc-
cion es m ás com p lejas, d e un a realid ad m ás con creta, y allí n os en con tram os,
p or ejemp lo, que en ninguna sociedad cap italista sólo existen tres clases, como
suced e a n ivel d el m od o d e p rod ucción cap italista, d on d e sólo ten em os obre-
ros, cap italistas y terratenientes. 73 A las tres anteriores habría que agregar a la
p equeña burguesía, al camp esinado y a las diferentes fracciones y sectores que
subdividen a cada una de ellas.
Iguales exigencias se p lantean cuando nos p rop onemos analizar en niveles
menos abstractos p roblemas como la tendencia a la caída de la tasa de ganan-
cia, la pauperización (¿absoluta o relativa?) o las crisis, para simplemente enun -
ciar algunos p roblemas relevantes. En este sentido, las formulaciones de Marx en
El capital son absolutamente necesarias, pero insuficientes para aplicarlas a situaciones
históricas específicas. 74
Un o d e los p roblem as en el an álisis d e p en sad ores m arxistas estriba en la
d ificultad d e realizar las m ed iacion es, esto es, d e establecer los p uen tes d esd e
los n iveles m ás abstractos a los m en os abstractos, y n o qued arse “am arrad o” a
los con cep tos d e los p rim eros cuan d o se quiere h acer an álisis d e totalid ad es
m ás con cretas. Plan tearse el p roblem a d e las m ed iacion es sup on e asum ir p ri-
m eram en te la existen cia d e n iveles d e abstracción d iferen ciad os y ubicar las
p reguntas de investigación, cuestiones que no siemp re ocur re.
73
A este resp ecto Marx se p regunta.“¿qué es lo que convierte a los obreros asalariados, a los cap ita-
listas y a los terratenientes en factores de las tres grandes clases sociales? […] Trátase de tres grandes gru-
p os sociales cuyos com p on en tes, los in d ivid uos que los form an , viven resp ectivam en te d e un salario, d e
la gan an cia o d e la r en ta d el suelo, es d ecir , d e la exp lotación d e su fuer za d e tr abajo, d e su cap ital o
de su p rop iedad territorial”. El capital, Fondo de Cultura Económica, México, t. III, 1946, p . 817.
74
El tema lo desar rollamos en el cap ítulo 2 de este libro.
30 JAIME OSORIO
A modo de conclusión
Los supuestos con los cuales enfrenta Marx los problemas de cómo los hombres
hacen historia y resuelven sus necesidades económicas y actúan en sociedad, y
de cómo alcanzar conocimiento de la realidad societal, difieren radicalmente de
los que se en cuen tr an en la base d e los p ar ad igm as econ óm icos n eoclásicos,
d e la sociología d e la acción social, así com o d e la cien cia p olítica d el rational
choice, los cuales p red om in an h oy en los p rogram as d e estud io y d e in vestiga-
ción en la academia.
Mientras no se discutan los sup uestos p resentes en los p rincip ales p aradig-
m as que p articip an en el d ebate actual, sus seguid ores p od rán seguir p olem i-
zan d o (cuan d o n o sim p lem en te ign orán d ose), p ero sin ad en trarse en la raíz
que marca sus diferencias, las que arrancan de p ararse frente a la realidad des-
d e p osicion es d iversas, lo que p rop icia ver “agen tes” y p rocesos d istin tos, así
como establecer horizontes de visibilidad diversos.75
Desd e esta p er sp ectiva, las d ifer en cias en tr e el m ar xism o y p ar ad igm as
com o los an tes m en cion ad os son p r ofun d as y van m ás allá d el p r oblem a d e
nombrar “cosas” o “p rocesos”. Detrás de los concep tos y categorías emp leadas
p or unos y otros hay divergencias resp ecto al qué y al cómo conocer.
Bibliografía
75
En el libro Fundamentos del análisis social. La realidad social y su conocimiento (FCE-UAM-X, México,
2001) exp ongo de manera crítica algunos de los sup uestos sobre los cuales se construyen los p aradigmas
que p revalecen hoy en la investigación en ciencias sociales. También en el cap ítulo 6 de este libro se p o-
drá encontrar una crítica a los postulados del p aradigma n eoestructural en particular.
SOBRE EPISTEMOLOGÍA Y MÉTODO EN MARX 31
Capítulo 2
33
Cap 02 Critica• 27/06/06 11:59 AM Page 34
34 JAIME OSORIO
1
“[…] los medios de producción […] tienen que existir ya como capital frente al obrero para que el
acto D-Ft pueda convertirse en un acto social de carácter general”. Así, “[…] la producción capitalista, una
vez instaurada, no se limita, en su desarrollo, a reproducir esta separación, sino que la va ampliando en
condiciones cada vez mayores, hasta convertirla en el régimen social imperante”. Marx, El capital, FCE,
México, 1946, séptima reimpresión, 1973, tomo II, p. 34. Cuando no se señala lo contrario, ésta será la
edición que se empleará en el resto de este trabajo.
“El señor Proudhon ha sabido ver muy bien que los hombres hacen el paño, el lienzo, la seda […] . Lo
que […] no ha sabido ver es que los hombres producen también […] las relaciones sociales en que producen
el paño y el lienzo.” Carta de Marx a Annenkov, en Marx-Engels, Obras escogidas, tres tomos, Editorial Pro-
greso, Moscú, 1980, tomo I, p. 538 (cursivas en original).
2
Tema que Marx aborda en la sección tercera del tomo II de El capital, referida a los esquemas de
reproducción.
Cap 02 Critica• 27/06/06 11:59 AM Page 36
36 JAIME OSORIO
3
“El proceso de movimiento de la sociedad capitalista es un proceso de continua reproducción de
las contradicciones capitalistas […] El proceso de reproducción ampliada es un proceso de reproducción
ampliada de esas contradicciones.” N. Bujarin, “El imperialismo y la acumulación del capital”, en El im-
perialismo y la acumulación del capital, R. Luxemburgo y N. Bujarin, Cuadernos de Pasado y Presente, núm.
51 , Córdoba, 1975, p. 203.
4
Marx, El capital, t. I, cap. XXIII, “La ley general de la acumulación capitalista”.
5
Ibidem, t. III, cap. XV, “Desarrollo de las contradicciones internas de la ley”.
6
Con la incorporación de la noción patrón de reproducción de capital ampliamos la propuesta que
sobre las “unidades de análisis” en el marxismo hicimos en el capítulo IV: “Estructuras y sujetos: una re-
lación desequilibrada”, en el libro Fundamentos del análisis social. La realidada social y su conocimiento, Fondo
de Cultura Económica-UAM-Xochimilco, México, 2001.
Cap 02 Critica• 27/06/06 11:59 AM Page 37
7
Este nivel de análisis alcanzó sus primeros desarrollos a partir de las obras clásicas de Lenin,
Rosa Luxemburgo, Hilferding y Bujarin sobre el imperialismo, y ha vuelto a ganar atención a partir
de la producción de Immanuel Wallerstein, Samir Amin y Giovanni Arrighi. La vertiente marxista de
la teoría de la dependencia es la que mejor desarrolló este problema desde las economías dependien-
tes. Su expresión más acabada la realizó Ruy Mauro Marini en Dialéctica de la dependencia, Editorial
Era, México, 1973. Para una exposición de las corrientes y aportes de la teoría de la dependencia,
véase el capítulo 5 de este libro. También puede consultarse el capítulo IX: “La construcción de para-
digmas. Sobre el subdesarrollo y la dependencia”, en mi libro Fundamentos del análisis social. La reali-
dad social y su conocimiento, op. cit.
8
E. Mandel señala que el ciclo industrial dura entre siete a diez años y que “Marx determinó (su)
longitud […] por la duración del tiempo necesario para la rotación y reconstrucción del capital fijo.”
Pero “la historia del capitalismo en el plano internacional surge […] no sólo como una sucesión de movi-
mientos cíclicos de una duración de siete o diez años, sino también como una sucesión de periodos más
largos, de aproximadamente 50 años […]”. El capitalismo tardío, Editorial Era, México, 1979, pp. 107 y
117.
9
Parte de esa producción puede verse en El concepto de “formación económico-social”, de Cesare
Luporini y Emilio Sereni, Cuadernos de Pasado y Presente, núm. 39, Córdoba, 1973. Sobre patrón
de reproducción la productividad es aún menor, y se puede consultar de José Valenzuela Feijóo, ¿Qué
es un patrón de acumulación?, Facultad de Economía, UNAM, México, 1990. En torno a la noción de co-
yuntura puede verse el capítulo IV de Fundamentos del análisis social. La realidad social y su conocimien-
to, op. cit.
Cap 02 Critica• 27/06/06 11:59 AM Page 38
38 JAIME OSORIO
10
El capital, t. 2, p. 353.
11
Ibidem, pp. 359-360.
Cap 02 Critica• 27/06/06 11:59 AM Page 39
40 JAIME OSORIO
trabajo, así como, en general, en el grado de explotación”. De allí “el papel es-
pecífico –y por eso mismo limitado– que cumplen los esquemas en la construc-
ción teórica de Marx, cuyo hilo conductor es precisamente la transformación
de la capacidad productiva del trabajo…”.16
Estas razones nos llevan a buscar en otros derroteros de la producción teó-
rica de Marx los elementos que nos permitan conformar la estructura concep-
tual y metodológica para el análisis de la noción patrón de reproducción del
capital, lo que no implica abandonar algunos de los principales problemas
planteados en los esquemas, como el vínculo valor-valor de uso y las relaciones
entre sector I y sector II.
Para realizar su ciclo el capital debe pasar por las esferas de la producción y de
la circulación, asumiendo las formas de capital-dinero, capital productivo y capi-
tal-mercancías. Cada una de estas formas del capital presenta su propio ciclo. Sin
embargo, es la unidad de estos ciclos y el paso del capital social de manera simul-
tánea por cada uno de ellos lo que caracteriza la producción capitalista.17
La fórmula de los tres ciclos integrados se nos presenta de la siguiente forma:
I II
Ft Ft
D-M ….P….M’ - D’- M ….P….M’ - D’…….
Mp Mp
III
En donde:
D = dinero
M = mercancía
FT = fuerza de trabajo
Mp = medios de producción
P = producción
M’ = mercancía con nuevo valor
16
R.M. Marini, op. cit., p. 26.
17
“El verdadero ciclo del capital industrial, en su continuidad, no es […] solamente la unidad del
proceso de circulación y del proceso de producción, sino la unidad de sus tres ciclos. Pero, para ello, es
necesario que cada una de las diferentes partes del capital vaya recorriendo sucesivamente las distintas
fases del ciclo, pase de una fase, de una forma funcional a otra, que el capital industrial, como el conjun-
to de todas estas partes, aparezca, por tanto, simultáneamente , en las diferentes fases y funciones, des-
cribiendo con ello los tres ciclos al mismo tiempo”, Marx, El capital, t. 2, p. 92.
Cap 02 Critica• 27/06/06 11:59 AM Page 41
Ft
D-M …… P…… M’ - D’
Mp
1a. fase fase 2a. fase
circulación producción circulación
Ibidem, p. 58.
18
“La forma general del ciclo del capital industrial es el ciclo del capital-dinero, siempre dando por
19
42 JAIME OSORIO
a) D
20
En su artículo “El ciclo del capital en la economía dependiente” (en el libro Mercado y dependencia,
de U. Oswald (coord.), Nueva Imagen, México, 1979), R.M. Marini realiza un ejercicio como el que aquí
iniciamos, aunque enfatizando sus modalidades en el capitalismo dependiente. Aquí retomaremos algu-
nas ideas allí vertidas. El análisis se moverá en un nivel general, aunque en algunos puntos nos detendre-
mos en las especificidades que presenta la reproducción del capital en América Latina.
21
Para simplificar dejamos fuera la posibilidad de capitales “mixtos”.
Cap 02 Critica• 27/06/06 11:59 AM Page 43
b) D-Mp
Una parte del dinero que quiere circular como capital industrial23 debe
destinarse a la compra de medios de producción: galpones o naves industria-
les, máquinas y herramientas, materias primas o brutas, repuestos, lubricantes,
gasolinas, computadoras, software, tecnologías, licencias, etcétera.
22
Que es lo que ha tendido a ocurrir en América Latina en los últimos 20 años, donde la demanda
de las plantas automotrices instaladas, a la industria local, es mínima.
23
“[…] industrial, en el sentido de que abarca todas las ramas de producción explotadas sobre bases
capitalistas”. Marx, El capital, t. 2, p. 49.
Cap 02 Critica• 27/06/06 11:59 AM Page 44
44 JAIME OSORIO
c) D-Ft
jo está calculado […] sobre su duración normal media o sobre la duración nor-
mal de la vida de un obrero y sobre el desgaste normal medio…”.24
El valor diario de la fuerza de trabajo se debe calcular entonces considerando
un determinado tiempo de vida útil de los trabajadores y de vida promedio total,
de acuerdo con las condiciones imperantes en la época. Los avances en la medici-
na social, por ejemplo, han permitido elevar la esperanza de vida, por lo que el
tiempo de vida productiva y de vida total también se han prolongado. Esto impli-
ca que si en la actualidad un individuo puede laborar 30 años bajo condiciones
normales, el pago diario de la fuerza de trabajo debe permitirle reproducirse de
tal forma que pueda presentarse en el mercado laboral durante 30 años y vivir un
determinado monto de años de retiro en condiciones normales, y no menos.
Un salario insuficiente o un proceso de trabajo con sobredesgaste (sea por la
prolongación de la jornada laboral, sea por la intensificación del trabajo), que acor-
ten el tiempo de vida útil y de vida total, constituyen casos en donde el capital se
está apropiando hoy de años futuros de trabajo y de vida.25 En definitiva, estamos frente
a procesos de superexplotación, en tanto se viola el valor de la fuerza de trabajo.26
Es importante considerar que con los elementos anteriores la idea de re-
munerar a la fuerza de trabajo por su valor no puede ser reducida a un asunto
puramente salarial. El trabajador debe encontrar el conjunto de condiciones
que son indispensables para producir y reproducir su fuerza de trabajo, y den-
tro de ellas el salario es importante, pero no es el único elemento.
Pueden producirse procesos de trabajo que alarguen la jornada o que la
intensifiquen a tal punto que –a pesar del pago de horas extras o de incremen-
tos salariales por incrementos en las mercancías producidas– terminarán redu-
ciendo la vida útil y la vida total del trabajador. Ello es así porque si bien se po-
drá acceder a la cantidad necesaria (e incluso mayor) de bienes que conforman
los medios de vida para asegurar la reproducción del trabajador, éste no puede
24
Marx, El capital, t. 1, p. 440 (cursivas del autor). Marx reitera esta idea cuando indica: “Sabemos
que el valor diario de la fuerza de trabajo se calcula tomando como base una determinada duración de vida del
obrero…”. Ibidem, p. 451 (cursivas del autor).
25
Bajo la forma del discurso de un obrero a un capitalista, Marx argumenta así esta situación: “[…]
calculando que el periodo normal de vida de un obrero medio que trabaje racionalmente es de 30 años,
tendremos que el valor diario de mi fuerza de trabajo, que tú me abonas un día con otro, representa a
1 , o sea 1 de su valor total. Pero si dejo que la consumas en 10 años y me abones 1 en
365 x 30 10950 10950
vez de 1 de su valor total, resultará que sólo me pagas 1/3 de su valor diario robándome, por tanto,
3650
2/3 diarios del valor de mi mercancía. Es como si pagases la fuerza de trabajo de un día empleando la de
tres”. Marx, El capital, t. 1, p. 180.
26
La formulación teórica de este tema se encuentra en el libro de Ruy Mauro Marini, Dialéctica de la
dependencia, Era, México, 1973. En el apartado de la página 73 de este capítulo 2 desarrollamos algunas con-
secuencias de la superexplotación en el curso general de la reproducción del capital en las economías de-
pendientes. En el capítulo 3 de este libro se explican las razones por las cuales Marx no abordó teóricamente
el problema de la violación del valor de la fuerza de trabajo o, en palabras de Marini, la superexplotación.
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46 JAIME OSORIO
alcanzar las horas y días de descanso necesarios para reponer el desgaste físico
y mental de largas o intensas jornadas. Cuando ello ocurre, el salario extra sólo
compensa una parte de los años futuros que el capital se apropia con jornadas exte-
nuantes o de trabajo redoblado.
Una vez establecido el tiempo de vida útil promedio y de vida total de los
trabajadores, cifra que en cada época está determinada por las condiciones mé-
dico-sociales imperantes, se debe pasar al cálculo del valor diario de la fuerza de
trabajo, mismo que debe hacer posible la venta de la fuerza de trabajo en con-
diciones normales por el monto de años arriba considerados.
El valor diario de la fuerza de trabajo se determina por el valor de los me-
dios de vida necesarios para asegurar la subsistencia y reproducción de su po-
seedor. Aparecen aquí las necesidades referidas a alimentos, vestido, vivienda,
educación, salud, etcétera.
Con las dimensiones espacio y tiempo se hacen presente nuevos elementos
a considerar. El lugar geográfico es importante en relación con el valor de la
fuerza de trabajo, ya que las particularidades climáticas definen necesidades es-
pecíficas. Considérese simplemente las diferencias que reclama una zona de cli-
ma frío frente a otra de clima tropical en relación con el tipo de alimentación,
vestuario, vivienda, etcétera.
También deben considerarse cuestiones referidas a la educación, la cultura
y las costumbres en las que han sido educados los trabajadores, lo que hace que
determinadas necesidades básicas se resuelvan de maneras distintas en diver-
sos países, regiones y culturas. Por ejemplo, una cultura sustentada en el maíz
soluciona sus necesidades básicas en materia alimenticia de manera distinta a
otras sustentadas en el trigo o en el arroz.
Pero la historicidad del problema no termina aquí. Las necesidades básicas
de la población trabajadora no son las mismas hoy en día que a finales del siglo
XIX o a comienzos del siglo XX, simplemente porque ellas han variado para el
conjunto de la sociedad. Contar con un radio, un refrigerador o un televisor,
por ejemplo, constituyen necesidades sociales tan sustantivas en nuestro tiempo
como contar con pan (o tortillas), leche o frijoles.
La reproducción de los trabajadores, –que incluye a las nuevas generaciones,
por lo que debe contemplar en su valor a la familia obrera–, no puede ser calcu-
lada como la suma de un monto determinado de calorías, proteínas y vitaminas
que se encuentren en bienes cualesquiera, lo que implicaría considerar la repro-
ducción fisiológica como quien le da de comer a un animal de carga.
Existen elementos históricos y morales que no pueden ser soslayados, que
hacen que esas calorías, vitaminas y proteínas no puedan ser calculadas sobre
la base de cualquier alimento, sino sobre aquellos que constituyen parte de la
cultura y de la historia alimenticia de un pueblo.
Cap 02 Critica• 27/06/06 11:59 AM Page 47
48 JAIME OSORIO
del siglo XIX y comienzos del XX, con el que se instaura a finales del siglo XX y
a inicios del XXI.
Existen límites máximos que marcan la posible duración de una jornada de tra-
bajo. Ellos están impuestos por el hecho que el obrero necesita cada día deter-
minadas horas para reponer el desgaste de sus energías físicas y mentales. A
ello se agregan las “fronteras de carácter moral. El obrero necesita una parte
del tiempo para satisfacer necesidades espirituales y sociales cuyo número y ex-
tensión dependen del nivel general de cultura”.29 En condiciones normales de
trabajo la jornada de trabajo no puede durar 24 horas. Su límite mínimo en el
capitalismo, por otro lado, es el tiempo de trabajo necesario (en donde el obre-
ro reproduce el valor de su fuerza de trabajo) más alguna magnitud extra de
27
“[…] el proceso de valorización no es más que el mismo proceso de creación de valor prolongado
a partir de un determinado punto”, Marx, El capital, t. 1, p. 146.
28
El paso de una fase a otra Marx la dibuja así: “El antiguo poseedor de dinero abre la marcha conver-
tido en capitalista, y tras él viene el poseedor de la fuerza de trabajo transformado en obrero suyo; aquél
pisando recio y sonriendo desdeñoso, todo ajetreado; éste tímido y receloso, de mala gana, como quien va
a vender su propia pelleja y sabe la suerte que le aguarda…”, El capital, t. 1, p. 129 (cursivas en el original).
29
Ibidem, p. 178.
Cap 02 Critica• 27/06/06 11:59 AM Page 49
tiempo en donde se genere plusvalor. Entre estos dos extremos se mueve la du-
ración de la jornada de trabajo. No existe por ello una magnitud constante. Su
duración es variable y estará determinada en definitiva por la lucha de clases.30
En términos del valor de la fuerza de trabajo, hemos visto que la prolongación
de la jornada tiene como consecuencia una elevación de dicho valor, al requerirse
una mayor cantidad de bienes necesarios para reponer el desgaste de las horas ex-
tras. Pero rebasado cierto punto, en donde el desgaste físico y mental no alcanza
a reponerse, el aumento de horas de trabajo diarias no logra ser compensado por
el aumento del salario.31 En esos casos el capital se está apropiando hoy de años
futuros de trabajo, lo que no sólo viola el valor de la fuerza de trabajo, sino que
ello implica, además, la reducción de la vida útil del trabajador y la reducción de
su esperanza de vida, de acuerdo con las condiciones normales imperantes.
El incremento de la plusvalía vía la prolongación de la jornada forma parte
de la plusvalía absoluta, esto es, de un incremento del tiempo de trabajo exce-
dente por el incremento absoluto de la jornada de trabajo.
Por lo general, la prolongación de la jornada de trabajo tiende a constituir
un mecanismo de incremento de la plusvalía en empresas con niveles tecnológi-
cos atrasados y menores niveles de capitalización, recurso preferentemente em-
pleado por medianas y pequeñas industrias. Sin embargo, en situaciones de cri-
sis y/o de una ofensiva del capital que termina rompiendo los diques de defensa
de la clase obrera en la materia (como ocurre desde las últimas décadas del siglo
XX y a comienzos del siglo XXI), la prolongación de la jornada puede trasladarse
al conjunto de la producción y su disminución dependerá de un cambio en las
correlaciones de fuerza en la sociedad.
30
“[…] en la historia de la producción capitalista, la reglamentación de la jornada de trabajo se nos
revela como una lucha que se libra en torno a los límites de la jornada; lucha ventilada entre el capitalis-
ta universal, o sea, la clase capitalista, de un lado, y de otro el obrero universal, o sea, la clase obrera”, ibi-
dem, p. 180.
31
“Hasta cierto punto cabe compensar el desgaste mayor de la fuerza de trabajo que necesariamente
supone toda prolongación de la jornada aumentando al mismo tiempo la remuneración. Pero, rebasado ese
punto, el desgaste crece en progresión geométrica, destruyéndose al mismo tiempo las condiciones norma-
les de reproducción y de funcionamiento de la fuerza de trabajo.” Marx, El capital, t. 1, p. 440. (cursivas
del autor). Cabe hacer notar que es recurrente la utilización por parte de Marx de ideas sobre “lo nor-
mal”, que nada tiene que ver con la idea de promedio respecto a lo que ocurre. Esto para contraponerlo
a quienes creen que no existe norma alguna en el tema como el capital utiliza la fuerza de trabajo y que
sólo lo que ocurre de manera cotidiana en la realidad es “lo normal”. De esta forma, si la jornada dura
12 o 14 horas diarias, eso sería “lo normal”. El punto de vista de Marx, como vemos, no concuerda con
esta postura “realista-empirista” del capital.
Cap 02 Critica• 27/06/06 11:59 AM Page 50
50 JAIME OSORIO
de la fuerza de trabajo y, por ende, del tiempo de trabajo necesario. Así, sin
variar la jornada, crece el tiempo de generación de plusvalía, lo que permite
incrementar la cuota de plusvalía. Esta es la forma clásica de generación de
plusvalía relativa.
Esto sólo puede darse como resultado de una elevación de la productividad
del trabajo en las ramas que producen los medios de consumo de los obreros,
lo que reduce su valor unitario y, por esta vía, inciden en disminuir el valor de
la fuerza de trabajo.
Es importante destacar que aquí se produce un incremento de la tasa de
explotación y del tiempo de trabajo excedente sin violar el valor de la fuerza
de trabajo, sino respetándolo. Es más, el incremento de la productividad gene-
ral en la sociedad permite incluso incrementar la masa de bienes que pasan a
formar parte de la canasta de bienes indispensables de la clase obrera, al
abaratar el valor unitario de los productos (sean radios, periódicos, televisores,
etcétera). Este incremento en la canasta de bienes indispensables no acarrea
necesariamente el incremento del valor de la fuerza de trabajo, sino que, por
el contrario puede ir acompañado por su descenso, al descender el valor uni-
tario de los nuevos bienes incorporados, junto al descenso que opera en los bie-
nes básicos (alimentos, vestuarios, etcétera) por efectos de la elevación de la
productividad.
En estas condiciones, el incremento de la productividad del trabajo supo-
ne aumentos en el consumo obrero, sin que se incremente el valor de la fuerza
de trabajo. También supone un desgaste igual e incluso inferior de la fuerza de
trabajo.32 Las nuevas tecnologías o las nuevas organizaciones del trabajo permi-
ten producir lo mismo o incluso más, sin mayor desgaste.
Pero el capitalismo no está para ofrecer mejores condiciones de vida. Su
objetivo es la valorización, por lo que hace de los avances tecnológicos y en la
organización del trabajo no una forma de liberación, sino de mayor someti-
miento y explotación. En esta lógica,33 la elevación de la productividad propicia
la elevación de la intensidad del trabajo.
32
“En general, el método de producción de la plusvalía relativa consiste en hacer que el obrero, in-
tensificando la fuerza productiva del trabajo, pueda producir más, con el mismo desgaste de trabajo y en
el mismo tiempo.” Ibidem, p. 337.
33
Esto es, en la lógica del capital. En otra lógica, los incrementos de la productividad generan las
condiciones para incrementar el tiempo libre.
Cap 02 Critica• 27/06/06 11:59 AM Page 51
52 JAIME OSORIO
54 JAIME OSORIO
cluso materias primas (estaño, cobre, etcétera).42 Esto porque la demanda de me-
dios de producción tiende a decaer a la larga en contextos de crisis, en tanto, a pe-
sar de la crisis, hay un consumo individual indispensable que se realizará.
Dentro de las diversas fases del ciclo del capital, ésta es una de las más pro-
clives a desatar crisis. Si bien cualquier interrupción, en cualquier fase del ciclo
del capital, es propiciatoria de crisis, la fase M’-D’ es la más aguda, porque po-
ne de manifiesto la anarquía en que se mueven las decisiones en la producción
capitalista en general, y es posible que las mercancías no encuentren mercados,
por lo que se interrumpe el proceso de realización de la plusvalía.43 Este es el
momento en que se comprueba si las decisiones de inversión y de producir de-
terminados bienes fue correcta, o si , por el contrario, se destinó tiempo de tra-
bajo social mayor al necesario. La ley del valor alcanza aquí toda su fuerza.44
42
Esta fue una de las razones por la cual la crisis mundial que va de la Primera a la Segunda Guerra,
pasando por la crisis de 1929, afectó de manera desigual a los países latinoamericanos. Los grandes produc-
tores de bienes de consumo indispensables (como Argentina, productora de carnes y trigo) se vieron menos
afectados que los productores de materias primas (Chile, salitre; Bolivia, estaño), o que los productores de
bienes de consumo no indispensables (Brasil y Colombia, café; países centroamericanos y caribeños, que
producían bananos y azúcar). Ello permitió que en Argentina los sectores ligados al patrón primario-expor-
tador mantuvieran un peso económico y político que en otros países latinoamericanos se debilitó con aque-
lla larga crisis.
43
Marx señala que en ciertos momentos el capitalista industrial puede vender al capitalista comer-
cial sus mercancías, y seguir produciendo como si las mercancías hubieran salido de la órbita del merca-
do. Si ello no ha ocurrido, “una oleada de mercancías sigue a la otra, hasta que por último se comprue-
ba que la oleada anterior no ha sido absorbida por el consumo más que en apariencia. Los capitales en
mercancías se disputan unos a otros el lugar que ocupan en el mercado […]. Los que las tienen en su po-
der se ven obligados a declararse insolventes o a venderlas a cualquier precio para poder pagar […] Es
entonces cuando estalla la crisis”. Marx, El capital, t. 2, p. 69.
44
“La gracia de la sociedad burguesa consiste precisamente […] en que a priori no existe en ella una
regulación consciente, social de la producción. Lo racional y lo naturalmente necesario sólo se impone en
ella como un ciego promedio”. Carta de Marx a Kugelman, en El capital, t. 2, p. 706.
45
“[…] la ganancia es […] una forma transfigurada de la plusvalía, forma en la que se desdibujan y
se borran su origen y el secreto de su existencia”. Marx, El capital, t. 3, p. 63.
“La relación del capital se mistifica al presentar a todas sus partes por igual como fuente del valor
remanente (la ganancia)”. Marx, ibidem, p. 60.
Cap 02 Critica• 27/06/06 11:59 AM Page 55
46
“Cuando […] un capitalista vende su mercancía por su precio de producción, retira dinero en
proporción a la magnitud de valor del capital consumido por él en la producción y obtiene una ganan-
cia proporcional a su capital invertido, considerado como simple parte alícuota del capital total de la
sociedad.” Ibidem, p. 165.
47
“Si la oferta de mercancías al valor medio […] satisface la demanda normal, las mercancías cuyo
valor individual es inferior al valor comercial realizan una plusvalía o ganancia extraordinaria, mientras
que aquellas cuyo valor individual es superior al valor comercial no pueden realizar una parte de la plus-
valía que en ellas se contiene.” Ibidem, p. 183.
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56 JAIME OSORIO
Para que la reproducción del capital genere un patrón es necesario que repro-
duzca ciertas pautas por algún tiempo, esto es, que su paso por las esferas de
la producción y la circulación deje huellas a base de repeticiones. Hemos visto,
además, que en el proceso de reproducción el capital debe sortear diversos obs-
táculos referidos a su metamorfosis, esto es, a las diversas formas que asume a
lo largo de ese proceso.
Uno de los mecanismos fundamentales con que cuenta el capital para el lo-
gro de esos objetivos lo constituye la política económica. Ésta ha sido definida
como “la manipulación deliberada de ciertos medios con el objeto de alcanzar
ciertos fines económicos”50 o bien, como la “acción general del poder político
central, consciente, coherente y finalista ejercida en el campo económico de la
producción, del intercambio, del consumo y de la distribución”.51
48
Ibidem, p. 243. La traducción en la edición de Pedro Scaron para Siglo XXI es más clara en este
párrafo: “Pero cuanto más se desarrolla la fuerza productiva, tanto más entra en conflicto con la estrecha
base en la cual se fundan las relaciones de consumo.” Marx, El capital, tomo III, vol. 6, Siglo XXI Edito-
res, México, 1976.
49
Para una síntesis de las contradicciones del capitalismo véase El capital, t. 3, capítulo XV: Desarro-
llo de las contradicciones internas de la ley.
50
J. Tinbergen, Política económica, Fondo de Cultura Económica, México, 1961, citado por S. Lich-
tensztejn, en “Enfoques y categorías de la política económica”, Antología de Política Económica, de R.M. Ma-
gaña, J.M. Martinelli y G. Vargas Larios, UAM-Iztapalapa, México, 1997, p. 18.
51
J. Saint Geours, Le Politique Economique, citado por S. Lichtensztejn, op. cit., p. 18.
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CUADRO 1
Campo de
aplicación Instrumento
Producción Subsidios
Control de precios
52
“Enfoques y categorías de la política económica”, op. cit., pp. 17-18.
53
G. Vargas Larios, “Notas de clase de Samuel Lichtensztejn: los enfoques de política económica”,
en Antología de política económica, de R.M. Magaña et al., op. cit., p. 51.
54
Síntesis construida a partir de H.B. Chenery, “Política y programas de desarrollo”, en Boletín Eco-
nómico de América Latina, CEPAL, Santiago, marzo de 1958, vol. III, núm. 1, tomado de “Política económi-
ca”, de F.J. Herschel, en Antología de política económica, R.M. Magaña et al., op. cit., pp. 122-123.
Cap 02 Critica• 27/06/06 11:59 AM Page 58
58 JAIME OSORIO
CUADRO 2
Énfasis en Énfasis en la
la acción estatal acción del mercado
Keynesiana Liberal
Estructuralista Neoliberal
Neoestructuralista Monetarista
60 JAIME OSORIO
otros. Esto, más temprano que tarde, deberá expresarse en cambios de fuerzas
al interior del Estado, el centro o punto fundamental de condensación del po-
der político y del ejercicio de la hegemonía.
Latina en las últimas décadas del siglo XX y a comienzos del siglo XXI.55 El
hecho de ser un patrón con vocación exportadora (pero que requiere a su vez de
grandes montos de importaciones de bienes de consumo, así como de medios
de producción), reclama de una fuerte infraestructura en puertos, aeropuertos y
carreteras.
En relación con los primeros, se ha señalado que “los grandes puertos con-
centradores” o “puertos pivotes”, que se “caracterizan por la capacidad para
concentrar carga cuyo origen o destino sobrepasa el hinterland o zona de in-
fluencia tradicional y alcanza lugares distantes dentro o fuera del país de per-
tenencia”, “se han convertido en el nuevo paradigma de desarrollo del trans-
porte y el comercio marítimo latinoamericanos”.56
Actualmente “no hay país (latinoamericano) sin algún proyecto de puerto
pivote en sus litorales”, destacando en el Pacífico los puertos de “Mejillones en
Chile, Callao en Perú, Manta y/o Guayaquil en Ecuador, (y) Buenaventura
en Colombia”,57 entre los más nombrados.
Estos puertos, que deben tener la capacidad para recibir barcos cada vez
más grandes y con una elevada capacidad de carga, también se contemplan
para países centroamericanos, muchas veces en ligazón a otras obras de in-
fraestructura en materia de transporte multimodal. Destacan el proyecto de
“un canal interoceánico” en Nicaragua, “un puente terrestre o canal seco que
implicaría la construcción de tendidos ferroviarios y puertos concentradores
[…] en el litoral del Pacífico y del Atlántico”.58
“En Panamá –a su vez– se ha avanzado en el proyecto de transformación
del puerto de Balboa en un pivote regional”, el que “se verá fortalecido con la
modernización del ferrocarril que lo vincula con la Terminal Internacional de
Manzanillo (Panamá), ubicada en la costa del Atlántico”.59
Por último, mencionemos que “en el sur de México se ha planteado la posi-
bilidad de desarrollar el corredor del Istmo de Tehuantepec, mediante la recon-
versión de los puertos de Salina Cruz (Pacífico) y Coatzacoalcos (golfo de Méxi-
co) y la modernización del eje carretero y ferroviario que une estos dos puertos”.60
Los tres últimos proyectos rebasan las necesidades de reproducción local
del capital y se inscriben en tendencias que responden a las necesidades del sis-
tema mundial capitalista en tiempos de mundialización.
55
Una visión abarcadora del problema puede verse en los diversos ensayos reunidos en el libro Glo-
balización y territorio. Impacto y perspectivas, de Carlos A. de Mattos, Daniel Hiernaux y Darío Restrepo
(comps.), FCE, Santiago, Instituto de Estudios Urbanos, Universidad Católica de Chile, 1998.
56
C. Martner, “Puertos pivotes en México: límites y posibilidades”, Revista de la CEPAL núm. 76, San-
tiago, abril de 2002, p. 124.
57
Idem.
58
Idem.
59
Idem.
60
Idem.
Cap 02 Critica• 27/06/06 11:59 AM Page 62
62 JAIME OSORIO
La estructura de las clases sociales se encuentra –en gran medida– definida por
las características que presenta la reproducción del capital. Igual consideración
puede realizarse respecto a su distribución espacial en un territorio.
Cada patrón de reproducción tiene sus propias particularidades en mate-
ria de clases sociales. No desconocemos que las características que asume la do-
minación, esto es, los aspectos políticos que alcanzan forma en un sistema de
dominación y en determinadas formas de gobierno, tienen incidencia también
en el problema, como veremos más adelante.
Para una mejor comprensión de este problema es necesario tener en cuen-
ta que en una sociedad capitalista se distinguen cinco clases: terratenientes,
burguesía, pequeña burguesía, proletariado y campesinado. Cada una de estas
clases se subdivide en fracciones (por ejemplo, en el caso de la burguesía, tene-
mos las fracciones agraria, industrial, financiera y comercial) y en sectores
(siempre para la burguesía: gran burguesía, mediana y pequeña).63
Señalemos un par de asuntos en relación con el proletariado y la pequeña
burguesía, que serán de interés para el tratamiento del tema que aquí nos ocupa.
En el proletariado debe distinguirse el ejército obrero activo (esto es, los
obreros que se encuentran con trabajo de manera permanente) y el ejército
61
Para 1994, de 171 plantas maquiladoras ligadas a la industria automotriz en México, 123 se con-
centraban en la frontera norte, junto a territorio de Estados Unidos, y sólo 48 se localizaban en el inte-
rior del país. S. Maldonado, “La rama automovilística y los corredores industriales en el noroeste de
México”, en Comercio Exterior, vol. 45, núm. 6, junio de 1995, p. 490.
62
Véase sobre el tema, de M.A. Corona Jiménez, “Efectos de la globalización en la distribución es-
pacial de las actividades económicas”, Comercio Exterior, vol. 53, núm. 1, México, enero de 2003.
63
El tratamiento de este tema lo he desarrollado en el libro Fundamentos del análisis social. La realidad
social y su conocimiento, Fondo de Cultura Económ, ICA-UAM-X, México, 2001, capítulo VI: Articulación de
la totalidad social: las clases sociales.
Cap 02 Critica• 27/06/06 11:59 AM Page 63
obrero inactivo (que considera a los obreros con trabajos intermitentes, hasta
los desempleados permanentes y el pauperismo). A este último sector obrero
Marx califica como superpoblación relativa o ejército industrial de reserva.64
Para el caso de la pequeña burguesía es necesario distinguir dos grandes
fracciones: la propietaria (que se reproduce vía la relación mercantil simple, re-
curriendo a su trabajo y al trabajo familiar, sea en actividades artesanales:
herreros, zapateros, etcétera; en pequeños comercios y talleres; y profesionales
con despachos privados), y la no propietaria (donde encontramos a profesiona-
les en empresas privadas o estatales y a funcionarios en general, sea en el sec-
tor público o privado).
En el recuento de la estructura de clases en América Latina es posible cons-
tatar que algunas clases, fracciones y sectores sólo han emergido de la mano del
desarrollo de determinados patrones de reproducción. A mediados del siglo
XIX es difícil hablar de una burguesía industrial en la región, si bien en algunos
países ya se encuentran sus antecedentes sociales previos en incipientes grupos
manufactureros. Esta clase y sus fracciones se desarrolla plenamente bajo el pa-
trón industrial en el siglo XX. Y es a mediados de ese siglo que la distinción entre
sectores comienza a cobrar pleno sentido, particularmente con el fortalecimiento
del gran capital, en la industria, la banca y el comercio, en estrecha asociación con
el capital extranjero.
La suerte de la fracción de la pequeña burguesía no propietaria ha ido de la
mano de la mayor o menor injerencia del Estado en la economía y en la imple-
mentación de políticas sociales. Es decir, del tamaño del Estado y de su capaci-
dad de generar empleos. En las primeras décadas del patrón industrial, con la
preeminencia de políticas keynesianas que propician grandes inversiones estata-
les y la generación de empleos, fomentando el crecimiento de la burocracia esta-
tal, y alentándose la educación en todos los niveles, la pequeña burguesía funcio-
naria encontró un campo propicio para desarrollarse.
Ello se modifica radicalmente para finales del siglo XX y a comienzos del
siglo XXI, cuando el patrón exportador de especialización productiva ha gana-
do terrreno, acompañado de políticas económicas de corte neoliberal. La pri-
vatización de empresas estatales, la reducción de la burocracia estatal por la vía
del despido, y en general la disminución de personal en las empresas privadas
a fin de abaratar costos y hacer frente a la competitividad, provocaron fuertes
golpes a esta fracción de la pequeña burguesía. Muchos de sus contingentes pa-
saron a la fracción propietaria, estableciéndose como trabajadores por cuenta
propia; otros fueron lanzados directamente al proletariado (activo e inactivo),
bajo la forma de trabajadores “informales” (vendedores callejeros o sobrevi-
64
Marx, El capital, t. 1, cap. XXIII: La ley general de la acumulación capitalista.
Cap 02 Critica• 27/06/06 11:59 AM Page 64
64 JAIME OSORIO
65
Para una visión desde el empleo de los cambios en la estructura de clases, véase de J. Weller, “La
evolución del empleo en América Latina en los años noventa”, Papeles de Población, núm. 18, CIAEP-UAEM,
octubre-diciembre de 1998. Una versión un tanto modificada de este material salió publicado en Revista
de la CEPAL, núm. 72, diciembre de 2000 bajo el título “Tendencias del empleo en los años noventa en
América Latina y el Caribe”.
66
J. Weller, op. cit., p. 22. Allí se agrega que “en México, a mediados de 1998, el empleo en las ma-
quiladoras se acercó a un millón de personas. En Costa Rica, Honduras y Guatemala se registran entre
70 mil y 75 mil y en El Salvador, 59 mil puestos de trabajo en la maquila”. Idem.
Cap 02 Critica• 27/06/06 11:59 AM Page 65
¿Qué papel ocupan las crisis en el cuerpo teórico de Marx? ¿Son procesos que
ineludiblemente conllevan a la catástrofe y a la liquidación de la organización
capitalista, o sólo constituyen desequilibrios momentáneos que permiten resta-
blecer un equilibrio inherente a la reproducción capitalista?
Una u otra posición nos ubica en horizontes de visibilidad teóricos y polí-
ticos radicalmente distintos. Colletti lo expresa así:
67
“[…] en 1998 la proporción de asalariados sin contrato de trabajo superaba el quinto de los traba-
jadores (22 por ciento)” en Chile, “y era de casi dos quintos […] (38 por ciento)” en México, CEPAL,
Panorama social de América Latina, Santiago, 1999-2000, p. 99.
68
A partir de datos para el periodo 1992-1994, en un estudio sobre el empleo en Chile, Rafael Aga-
cino concluye que “lo que está ocurriendo […] es una precarización de los puestos de trabajo, pues au-
mentan las ocupaciones para pobres y disminuyen aquéllas para no pobres”. En “Cinco ecuaciones «vir-
tuosas» del modelo económico chileno y orientaciones para una nueva política económica”, en Economía
y Trabajo en Chile. Informe anual 1995-1996, Santiago, PET, 1996, p. 63.
69
La tasa de desempleo abierto en América Latina pasa de 5.8 por ciento en 1990, al 8.7 por ciento
en 1999. CEPAL, Panorama social de América Latina 1999-2000, Santiago, p. 96.
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66 JAIME OSORIO
70
L. Colletti, El marxismo y el “derrumbe” del capitalismo, México, Siglo XXI, 1978, pp. 33-34 (cursivas
en el original).
71
Son reiteradas las observaciones en esta obra de que “el análisis más profundo de las crisis
[…] se halla al margen de nuestra observación”. Véase El capital, op. cit., t. III, vol. 7, Siglo XXI, pp.
463-466.
72
Contribución a la crítica de la economía política; los Grundrisse; y Teorías sobre la plusvalía (varias edi-
ciones).
73
Plan que tampoco Marx logra concluir. Rosdolsky realiza una pormenorizada revisión de es-
tos planes de trabajo y de las razones de sus cambios. Véase Génesis y estructura de El capital de Marx,
op. cit.
74
Marx la considera, además, “la ley más importante de la moderna economía política” y “desde el
punto de vista histórico, la ley más importante”. Citado por Rosdolsky, op. cit., pp. 421-422.
75
Sin embargo “toda la economía política no ha logrado descubrirla hasta el presente…”, Marx, El
capital, op. cit., t. III, vol. 6, Siglo XXI, p. 272.
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76
Como bien señala Colletti, su carácter de “tendencia” “[…] no quiere decir que la ley quede anu-
lada o suprimida, sino que «su vigencia absoluta se ve contenida, entorpecida»; vale decir que la ley tie-
ne vigencia, pero en un arco más largo de tiempo y a través de un proceso más complicado”. Porque “si
así no fuese, ni siquiera se comprendería por qué hay que hablar de ley”. En El marxismo y el “derrumbe”
del capitalismo, op. cit., p. 36 (cursivas en el original).
77
Este tema, que “es […] una de las causas más importantes que contribuyen a contrarrestar la ten-
dencia decreciente de la cuota de ganancia”, no es desarrollado , porque “nada tiene que ver con el aná-
lisis general del capital…”. Marx, El capital, t. 3, p. 235.
78
Ibidem, p. 233.
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68 JAIME OSORIO
cas que genera, o bien, que siempre encuentra un punto para restablecer su
equilibrio. Tales son los términos simples del debate en torno a si existe en
Marx, y en El capital en particular, una “teoría del derrumbe”.79 Por de pronto,
afirmar “que la ley del valor es o bien el principio que regula el equilibrio del
sistema, o bien el principio que expresa su contradicción fundamental”, es mo-
verse en una lógica que olvida que dicha ley “es tanto el principio que explica
la existencia del sistema como el que lo niega”.80
En efecto, el capitalismo genera condiciones para reproducirse, pero a con-
dición de reproducir de manera ampliada sus contradicciones. El análisis de El
capital desentraña la lógica de este proceso y pone de manifiesto no sólo la his-
toricidad de las leyes que lo rigen, sino la naturaleza perecedera de ese orden
societal.
Pero ello no implica suponer un “derrumbe”, esto es, la idea de una crisis
donde el sistema se paralice y se desintegre, dando vida a otra forma de orga-
nización social. De ser así, en Marx no habría necesidad de una teoría de la re-
volución social. Porque aquello no ocurrirá es que el socialismo es concebido
como resultado de una búsqueda consciente y apoyada su construcción sobre
las bases reales que mueven al capitalismo.81 La revolución social en el capitalismo
no sólo es deseable, sino que es posible, permitiendo a la humanidad iniciar el paso
de la prehistoria a la historia.
Más que una “teoría del derrumbe” lo que tenemos en El capital es el estu-
dio de las condiciones que permiten al capitalismo reproducirse, pero, al mis-
mo tiempo, que pueda ser revolucionado y superado por otra organización
societal. Y en ambos terrenos, sus contradicciones, y la crisis, como punto cul-
minante de aquéllas, juegan un papel central.
Visto desde el ciclo del capital, la ley a la baja tendencial de la tasa de ganan-
cia se expresa de formas diversas, según la etapa de la metamorfosis en que se
79
Según Colletti, ese debate ha puesto en posiciones encontradas a autores tanto de “izquierda”
como “revisionistas”. Bernstein y Rosa Luxemburgo se ubicarían entre los que sostienen que en Marx exis-
te una teoría del derrrumbe, en tanto la negarían Kausky, Lenin, Hilferding y Bujarin, op. cit., p. 35.
Para incrementar las confusiones Colleti señala: “la convicción que nos hemos formado a propósito de
esto es que en la obra de Marx hay una «teoría del derrumbe» pero que allí, por otra parte, también hay
razones para refutar, en principio, la validez de cualquier teoría de esta especie”(!!), op. cit., p. 36.
Rosdolsky en tiempos posteriores también se adscribe a la posición del “derrumbe”. Véase Génesis y estruc-
tura de El capital de Marx, Siglo XXI Editores, México, 1978, p. 423.
80
Es Colletti quien se refuta a sí mismo, op. cit., p. 33.
81
Lo que marca algunas de las grandes diferencias entre el proyecto de Marx y el de los diversos so-
cialismos utópicos.
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encuentre el capital. Desde la forma dinero puede observarse que aquella ley
puede propiciar la sobreacumulación relativa de capitales, es decir, excesos de
capital en relación con la tasa de ganancia existente; en definitiva, capitales que no
se invierten esperando su elevación.
El capital también asume la forma de mercancías en su ciclo. Y como la
producción capitalista se orienta a ciegas respecto al monto de mercancías que
se deben producir, al tender a la permanente elevación de la productividad del
trabajo, y con ello incrementar la masa de mercancías lanzadas al mercado,
propicia sobreproducciones de medios de producción y de medios de subsis-
tencia, en donde muchos no alcanzarán a realizarse, esto es, a transfomar M’
en D’, o lo alcanzarán por debajo del valor contenido, reduciendo de esta for-
ma la tasa de ganancia.82 Tendremos así crisis de sobreproducción de mercan-
cías, o crisis de realización.83
Desde el ángulo del consumo, esto implica que el capitalismo genera una
capacidad de demanda limitada respecto a su poderoso potencial productivo.
A ello alude Marx cuando indica que “cuanto más se desarrolla la fuerza pro-
ductiva, tanto más entra en conflicto con la estrecha base en la cual se fundan
las relaciones de consumo”.84 En relación con su capacidad de producir, el ca-
pitalismo siempre genera subconsumo, esto es, no es una producción estable-
cida para resolver las necesidades de la población, sino para producir mercancías
que le permitan valorizarse. En palabras de Marx,
82
“La masa total de mercancías […] necesita ser vendida. Si no logra venderse o sólo se vende en
parte o a precios inferiores a los de su producción, [la] explotación no se realiza como tal para el capita-
lista […] o solamente va unida a la realización parcial de la plusvalía estrujada, pudiendo incluso llevar
aparejada la pérdida de su capital en todo o en parte”. Marx, El capital, t. 3, p. 243.
83
“[…] se producen demasiadas mercancías para poder realizar y convertir en nuevo capital, en las con-
diciones de distribución y de consumo trazadas por la producción capitalista, el valor y la plusvalía conteni-
dos en ellas, es decir, para llevar a cabo este proceso sin explosiones constatemente reiteradas”. Ibidem, p. 255.
84
Marx, El capital, Siglo XXI Editores, op. cit.,1976, t. 3, vol. 6, p. 314. (Esta edición es más clara en
ese punto, que la del FCE, que señala que “cuanto más se desarrolla la capacidad productiva, más choca
con la angosta [sic] sobre que descansan las condiciones del consumo”, op. cit., p. 243).
85
Ibidem, p. 247 (cursivas del autor).
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70 JAIME OSORIO
86
Ibidem, p. 243.
87
Idem.
88
Los dos sectores que Marx distingue cuando analiza los esquemas de reproducción. Véase El
capital, t. 2. capítulos XX y XXI.
89
Sólo a modo de ejemplo, véanse los trabajos de P. Sweezy (Teoría del desarrollo capitalista, Fondo de
Cultura Económica, México, 1974, séptima reimpresión); de M. Dobb (Economía política y capitalismo,
Fondo de Cultura Económica, México, 1966, tercera edición) y de. L. Colletti (El marxismo y el “derrumbe”
del capitalismo”, op. cit.), entre otros.
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das para recuperar el plusvalor en ellas contenido. Por tanto confrontar es-
tos dos elementos90 (o caída de la tasa de ganancia o realización) como pro-
cesos independientes y desligados uno de otro es no comprender las “con-
tradicciones internas de la ley”91 tendencial a la caída de la cuota de ganan-
cia, como el “conflicto entre la expansión de la producción y la valoriza-
ción”.92
En esta misma lógica, sólo una lectura fragmentada puede propiciar jui-
cios como los que afirman que en ciertos pasajes Marx se presenta como
adscribiéndose a la idea de crisis por el subconsumo, en otros, a la realiza-
ción, etcétera.93 Para Marx, como hemos dicho, las crisis terminan manifes-
tándose de todas esas maneras. Todo dependerá de la fase de la reproduc-
ción que se enfatice, porque las crisis son simultáneamente la expresión de
la unidad del capital y sus varios rostros o metamorfosis en sus ciclos de re-
producción.
Las crisis, por razones como las arriba comentadas, pueden propiciar
el agotamiento de un patrón de reproducción, con lo cual se crean las con-
diciones para el surgimiento de uno nuevo, periodo que puede ser prece-
dido por una etapa de transición, en donde el antiguo no termina de mo-
rir o de subordinarse, y el nuevo, de imponerse y prevalecer. Cuando un
nuevo patrón prevalece, lo que tenemos es que el capital ha encontrado
nuevas condiciones para reproducirse, provocando cambios en los sectores
o ramas que fungirán como ejes de la acumulación, en la organización del
trabajo, en las condiciones técnicas, en las mercancías producidas, en los
mercados a los cuales dirigirá su producción, en los agentes que invertirán,
en el tipo de asociación con el capital extranjero, en fin, en el conjunto
o en algunos de los principales estadios que marcan el rumbo del ciclo del
capital.
90
Colletti señala que en el marxismo “[…] a menudo terminó por prevalecer la concepción de las
llamadas “crisis de realización”: concepción ésta a partir de la cual la crisis siempre se hace derivar de la
declinación de la ganancia, aunque esta declinación se explique no por las contradicciones de la acumu-
lación y por el aumento de la composición orgánica del capital, sino por la imposibilidad de los capita-
listas de realizar el pleno valor de las mercancías que producen”. En El marxismo y el “derrumbe” del capita-
lismo, op. cit., p. 97. Colletti agrega que las teorías que enfatizan la realización en las crisis “provienen, por
lo general, de autores que por una u otra razón no concuerdan con Marx en el reconocimiento de la ley
de la baja tendencial de la tasa de ganancia”, op. cit., p. 97.
91
Así se llama justamente el capítulo XV del tomo III de El capital, que cierra la sección terce-
ra en donde se ha desarrollado “la ley como tal” (cap. XIII ) y las “causas que contrarrestan la ley”
(cap. XIV ).
92
Marx, El capital, t. 3, p. 245. La otra contradicción señalada en el capítulo XV es el “exceso de
capital y exceso de población” (p. 248).
93
M. Dobb en Economía política y capitalismo, op. cit., incurre en comentarios en esta línea, pp. 85-86.
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74 JAIME OSORIO
CUADRO 3
Patrón de Periodo
reproducción que cubre
e) Patrón exportador de
especialización productiva
94
CEPAL,Anuario Estadístico de América Latina y el Caribe, Santiago, 1996.
95
Considerando la situación de los países de mayor desarrollo relativo.
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96
Véase su libro Dependencia y desarrollo en América Latina, Siglo XXI, México, 1969.
97
Véase de E. Mandel, El capitalismo tardío, México, Editorial Era, 1979, pp. 127-130. También
del mismo autor, Las ondas largas del desarrollo capitalista. La interpretación marxista, Siglo XXI Editores,
España, 1986, p. 92.
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99
Como la bonanza que vivieron los países productores de petróleo ante la elevación del precio del
crudo, en los años setenta, en plena crisis económica de los países centrales.
100
“[…] como fue el caso de Estados Unidos después de la Guerra de Secesión y de Japón en el si-
glo XX [que] arrojan tasas de crecimiento superiores a la media incluso durante la fase de estancamiento
de una onda larga”. Mandel, Las ondas largas del desarrollo capitalista, op. cit., p. 2.
101
El nivel general de las observaciones que siguen nos impide entrar en matices sobre las diferen-
cias “nacionales”, las cuales es necesario considerar en un análisis más particular. Aquí simplemente pre-
tendemos presentar hipótesis de investigación. Como en casos anteriores, tenemos como referentes a los
países latinoamericanos de mayor desarrollo relativo.
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102
El tema ha sido desarrollado por R.M. Marini en Dialéctica de la dependencia, op. cit.
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104
Puntos que aquí simplemente enumeramos y que son objeto de análisis en el capítulo IV de este libro.
105
Para Marini, la superexplotación es el elemento definitorio de una economía dependiente. Véase
Dialéctica de la dependencia, Edit. Era, México, 1973.
106
La condición de dependencia de una economía es mucho más que la acentuación de procesos del
capital en general, los cuales se agudizarían en las regiones dependientes. Son transferencias de valor hacia
el mundo central, rupturas en su ciclo del capital, etcétera. También son rasgos sui generis. Muchos procesos
propios a toda economía capitalista, alcanzan en las regiones dependientes connotaciones particulares.
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Conclusión
108
Con todas las precauciones de trasladar ejemplos de la biología a las ciencias sociales, se puede
ejemplificar lo anterior con el especialista que estudia el ojo. Podrá describirlo de manera exhaustiva en
cada una de sus nervaduras, tejidos y líquidos. Pero nunca alcanzará a descifrar la visión, ya que ésta
sólo alcanza sentido como función del ojo en tanto parte de un organismo mayor.
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84 JAIME OSORIO
Bibliografía
Dependencia y superexplotación
1
Editorial Era, México, 1973.
2
En Capitalismo y subdesarrollo en América Latina , Siglo XXI Editores, Buenos Aires, 1970.
87
88 JAIME OSORIO
El fin de este trabajo es una síntesis teórica que p ermita poner de manifies-
to la actualidad de las tesis de Dd p ar a pensar el capitalismo latinoamer icano de
n u e st ros días y su p ertinen cia p ara explicar las tendencias fundamentales que lo
atraviesan. La exp osición tend rá como núcleo central la categoría sup erex p lo t a-
ción, señalada por Marini como “fundamento de la dependencia” (p. 101) y que
ha concentrad o los embates centrales en las críticas a Dd.
Breve contextualización
Desd e la d écad a d e los cin cuen ta a m ed iad os d e los seten ta d el siglo XX Amé-
rica Latina vive una etap a de febril p roducción intelectual. Los debates tienen
como uno de sus ejes centrales la caracterización del cap italismo en la región. 3
Tras el triunfo de la Revolución cubana en 1959, el asp ecto p olítico del debate
teórico hizo a éste más intenso. ¿Cómo era posible la revolución en una isla del
Caribe en donde se sup onía un cap italismo inmaduro y, de acuerdo con la or -
todoxia, las fuerzas p roductivas no estaban desarrolladas al p unto de entrar en
contradicción con las relaciones de p roducción?
El camino de resp uesta a estos p roblemas tomó rumbos insosp echados. El
marxismo latinoamericano, en general anquilosado en interp retaciones mecá-
n icas y evolucion istas d e la “sucesión d e m od os d e p rod ucción ”, n o las p od ía
en con trar. La crítica m arxista a ese m arxism o sólo alcan zará en la región un a
forma madura hasta los años sesenta.
Con la creación de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe
(C E PAL), a finales de los años cuarenta, organismo dep endiente d e Naciones Uni-
das, se abrió una p uerta p or donde menos se esperaba. La crisis regional que
p rop ició la larga crisis del mercado mundial que va de la primer a a la segunda
g u e rra y el derrumbe casi gen eralizado de los p recios de las materias p rimas que
sostenían el patrón agro -m in e ro exp ortador en la zona, p rop ició en C EPAL la aten-
ción por el llamado “deterioro d e los términos de interca m b io”.
Las mercancías que exp ortaba América Latina (como parte de la p eriferia) re-
clamaban montos mayores p ara obtener los mismos bienes industriales importa-
dos de los p aíses centrales, los cuales se veían favorecidos en el intercambio, en
d e sm e d ro de los países esp ecializados en la producción primaria. Esta constata-
ción alcanzada de la mano de Raúl Prebisch y de un grupo selecto de economis-
tas (entre ellos, Celso Furtado y Aníbal Pinto), p uso en evidencia los erro res de las
tesis clásicas del comercio internacional, que postulaban que la especialización
p roductiva en bienes sobre los que se tuvieran ventajas comp arativas pro p icia r ía
el desarrollo de las naciones p articipantes en tales relaciones comercia le s.
3
Este d ebate tuvo un a d e sus d erivacion es en la d iscusión sobre el carácter feud al o cap italista d e
América Latina.
DEPENDENCIA Y SUPEREXPLOTACIÓN 89
4
Es aquí en donde F.H . Cardoso y Enzo Faletto escriben Dependencia y desarrollo en América Latina, Si-
glo XXI Editores, México, 1969, y Osvaldo Sunkel y Pedro Paz su libro El subdesarrollo latinoamericano y la
teoría del desarrollo, Siglo XXI Editores, México, 1970.
5
A.G. Frank, op. cit. Esta formulación nada tiene que ver con la idea del “estancamiento”, o de la im-
p osibilidad de crecimiento de las economías dep endientes, como de manera errónea y reiterada rep iten
muchos críticos.
6
En el ensayo “América Latina como problema teórico” se puede encontrar una crítica a los supues-
tos teóricos y m etod ológicos d el trabajo d e Fran k. En m i libro Las dos caras del espejo. R uptura y continui -
dad en la sociología latinoamericana, Triana Editores, México, 1995.
7
En “El marxismo latinoamericano y la dependencia”, Cuadernos políticos núm. 39, México, enero -m a rzo
de 1984 y reed itado aquí como cap ítulo 5. Para José Valenzuela Feijóo, estos son juicios “ditirámbicos” (véase
“So b re explotación y dep endencia”, en Investigación Económica, núm. 221, julio-sep tiembre de 1997, nota a p ie,
p. 108). Pe ro los elogios “excesivos” también los realizan otros autores, muchos de ellos en desacuerdo con las
tesis de Marini. En un trabajo crítico a Dd, que se p ropone “poner obstáculos que cierren las falsas salidas”,
igual o más largo que la obra que critican, Fernando Henrique Cardoso y José Serra, señalan que se ocupa-
rán de la obra de Marini, ya que éste “fue sin duda quien presentó un cuadro exp licativo más gen eral para
dar coherencia a los análisis”, y quien “propuso una ambiciosa teoría para explicar la dialéctica de la dep en-
dencia”. En “Las desventuras de la dialéctica de la dep end encia”, Revista Mexicana de Sociología, n ú m e ro ex-
t r a o rdinario 78, vol. XL, 1978. La respuesta de Marini (“Las razones del neodesar ro llism o”) se encuentra en
el mismo número de esa revista, p or lo que no nos ocuparemos aquí de aquel trabajo.
90 JAIME OSORIO
Ruy Mauro Marin i, 8 exige resp on d er a las razon es p or las cuales Marx, en su
análisis en El capital, no d esar rolla este p roblema. ¿Ello es así p orque e ste
p roceso n o p uede p roducir se?, ¿es un a decisión asumida a p ar tir de con side-
rar qué constituye un fenóm eno ir relevante?, ¿o, simp lem ente, p orque el ni-
vel de abstr acción ap licad o en el an álisis exige no contem p larlo?
Tod o p arece in d icar que lo últim o es lo cor recto. Son much os los señalamien-
tos en donde Marx manifiesta su atención por el problema. Ya en el tomo I , edi-
tad o y p ublicad o en vid a d el autor, Marx in d ica que “h acer descender el salario
del obrero por debajo del valor de la fuerza de trabajo”, es un “m étod o, que d esem-
p eñ a un p ap el m uy im p or tan te en el m ovim ien to r eal d e los salar ios” y que
“queda excluido” de sus consideraciones “por una razón: porque aquí partimos
d el sup uesto que las mercancías, in cluyen d o en tre ellas la fuerza d e trabajo, se
comp ran y venden siemp re p or todo su valor”.9
El análisis del “capital en general” obliga a dejar de lad o consid eracion es que
en el terreno histórico p ueden jugar p ap eles significativos. Pe ro aparece como el
único camino que p ermita alcanzar el núcleo interno que organiza la economía
política capitalista, al fin que “la transformación del dinero en cap ital ha de inves-
tigarse a base de leyes inmanentes al cambio d e mercancías, tomando, por tanto,
como punto de partida, el cambio de equivalentes”.10 Y, a p esar de ello, el capital logra
obtener un plusvalor, d ada la diferencia entre el valor creado p or la fuerza de tra-
bajo en su utilización, es decir, puesta a trabajar, y su valor de cambio.
En el p lan d e trabajo d e Marx, el p aso a n iveles m ás con cretos d e an álisis
(p or ejem p lo, ap r oxim ar se a situacion es en d on d e algun os d e los sup uestos
considerados no se cumplen, pero ahora con elementos teóricos para compren-
der p or qué no se cump len), estaba contemp lado. Así señalaba en 1857 11 la re-
dacción de seis libros, 12 en d on d e en el p rim ero se an alizaría el cap ital en ge-
neral, la sección sobre la competencia, la sección sobre el sistema crediticio y la
sección sobre el cap ital accionario.
Par a 1866 la obra se h a red ucido a cuatro libros, los tre s d e El capital q u e
conocemos, más un cuar to con form ado p or los tres tom os d e las Teorías so -
bre la plusvalía. Si en los d os p r imeros libros de El capital el análisis se mu eve
8
Véase su Dialéctica de la dependencia , Editorial Era, México, 1973.
9
Marx, El capital, t. 1, p . 251 (últimas cursivas del autor).
10
Ibidem, p . 120 (p rimer cursivas del autor).
11
Plan esbozado por Marx al final de la Introducción de 1857. Véase Grundrisse, Siglo XXI Editores,
México, 1971, t. 1, p p . 29-30.
12
Ellos eran: el libro del capital; el de la propiedad de la tierra; el del trabajo asalariado; el libro del
Estado; el del comercio exterior y el libro del mercado mundial y de las crisis.
92 JAIME OSORIO
en tor no a la abstr acción del cap ital “en gen eral”, en el terce ro “se in cluyen
tam bién […] los tem as d e la com p eten cia, del cr éd ito y del capital accion a-
r io […] au nque n o […] en la m edid a en que se lo había p rop u esto Marx ini-
ci a l m e n t e ” . 1 3
Ello exp lica, p or ejem p lo, que en ese tercer libro d e El capital, a p esar d e
que ya se consideran diferencias entre valores y p recios (asunto que no se hace
en los libros I y II), se señale que si bien la reducción del salario por debajo del
valor de la fuerza de trabajo es “una de las causas más imp ortantes que contri-
buyen a contrarrestar la tendencia decreciente de la cuota de ganancia”, el pro-
blem a n o se an aliza y sólo se cita “em p íricam en te, […] p uesto que […] com o
tantas otras cosas (…) nada tiene que ver con el análisis general del capital, sino que
se relaciona con el problema de la concurrencia, que no se estudia en esta obra”.14
Como queda en evidencia, el hecho que p or el nivel de abstracción en que
se mueve el análisis en El capital no se aborde el tema de la violación del valor
de la fuerza de trabajo, ello no significa que el fenómeno fuese desconocido por
Marx o que lo con sid erara un asun to irrelevante. Muy al contrario, los límites
que se autoim p on e p or razon es d e m étod o, a fin d e d esen trañ ar la lógica que
organiza, articula y rep roduce la economía burguesa, lo llevan a no analizar el
p roblema.
Estos lím ites ya no existen cuando en niveles más con cretos de análisis, y en
p a r t icu la r, cuando se considera el sistema mundial cap italista, es necesario dis-
tinguir las p articularid ades entre econom ías que funcionan como centro del sis-
tema, d e otras que op eran como sem ip erifer ias y dep end ien tes (o p eriféricas, en
el lenguaje d e la C E PAL de los años cincuen ta y sesenta del siglo p asado).
En d efin itiva, el n ivel d e h istoricid ad y d e ap roxim ación a realid ad es m ás
con cretas (com o las con sid erad as p or Marx en su p lan d e trabajo d e 1857, y
que no alcanzó a escribir, referidas, por ejemplo, al comercio exterior o al mer-
cado mundial) requieren de la consideración de p rocesos que antes, a p esar de
conocer su imp ortancia, eran dejados de lado, pero que ahora se convierten en ele -
mentos sustanciales para dar cuenta de los problemas abordados.
En esa lógica es que Marini p ostula que “el fund amento de la dep endencia
es la superexp lotación del trabajo”15 (n o m b re que otorga al p roceso de violación
del valor d e la fuerza d e tr abajo). Con ello p ostulaba la tesis más significativa
generada hasta hoy para identificar el núcleo central cómo se reproduce el capitalismo
depen dien te.
Esta tesis n o n iega la existen cia d e sup erexp lotación en las llam ad as eco-
n om ías cen trales, sea d e m an era coyun tural, sea en tiem p os d e m ayor d ura-
13
R. Rosdolsky, Génesis y estructura de El capital de Marx, Siglo XXI Editores, México, 1978, p . 69.
14
Marx, El capital, t. 3, p . 235 (cursivas del autor).
15
R.M. Marini, Dialéctica de la dependencia, Editorial Era, México, 1973, p . 101.
DEPENDENCIA Y SUPEREXPLOTACIÓN 93
ción . La d iferen cia rad ica que en las econ om ías d ep en d ien tes esa m od alid ad
de exp lotación se encuentra en el centro de la acumulación. No es entonces ni
coyun tural n i tan gen cial a la lógica com o estas socied ad es se organ izan . Y al-
canza sentido en tanto se analiza el cap italismo como sistema mundial, que r e-
clam a tran sferen cias d e valores d e las region es p eriféricas al cen tro y que las
p rimeras, como forma d e comp ensar dichas transferencias, terminan convirtien-
do p arte del “fond o necesario de consumo d el obre ro” en un “fondo de acumu-
lación de capital”,16 dando paso a una forma p articular de re p roducción cap ita-
list a y a una forma p articular de cap italismo, el dep endiente.
Explotación y superexplotación
16
Reforzan d o las con sid eracion es m etod ológicas y d e abstraccion es que h em os señ alad o an terior-
m en te, Marx señ ala aquí que “al estud iar la p rod ucción d e p lusvalía, p artim os siem p re d el sup uesto d e
que el salario rep resenta, p or lo menos, el valor de la fuerza de trabajo. Sin embargo, en la p ráctica la re-
ducción forzada del salario p or debajo de este valor tiene una imp ortancia demasiado grande…” El capi -
tal, t. 1, p . 505 (cursivas d el autor).
94 JAIME OSORIO
(Dd, p . 23, p or ejemp lo). Su señ alamien to, visto el con texto gen eral d e los
p lan team ie ntos en Dd es a diferen ciar en tre un a exp lotación que se ap oya en
el “au mento d e la cap acid ad p rod uctiva”, lo que p ued e alcanzarse re sp e t a n -
d o el valor d e la fuerza de trabajo y p rop iciar m ejores salarios y mayor con-
sum o (que p redomin a en el mu ndo “central”), de las form as d e ex p lo t a ció n
que se sustentan e n la violación d el valor de la fu erza de trabajo (qu e p re d o-
m ina en e l m un do d ep en die nte), com o veremos en un p ar de p un tos más
a d e la n t e .
Es sobre las bases objetivas que d efin en el valor d e la fuerza d e trabajo 17 que
p uede enten derse el papel del desar rollo de la lucha de clases en la d etermina-
ción de los salarios, al igual que son la plusvalía y su transfiguración en ganancia
y en ganan cia media, en la concurrencia, los elementos clave para comp re n d e r
la disputa en tre cap itales. En d efin itiva, no es la lucha de clases la que determina el
v alor, sino que es éste el que defin e el e je en torn o al cual se desar rollar á la
lucha d e clases.
Visto en una p ersp ectiva general, el problema que Marx busca resolver es la de -
finición de las bases objetivas que explican la lucha de clases en el capitalismo, y no al
revés, que la lucha de clases explique los problemas que hay que investigar. Por
este últim o cam in o qued am os atrap ad os en un callejón sin salid a: la luch a d e
clases lo ter m in ar ía exp lican d o tod o; p er o, ¿qué exp lica la luch a d e clases?,
¿cuáles son sus determinaciones en el cap italismo?
A p artir d e esto p od em os en ten d er el error d e quien es sostien en que un
descenso en los salarios, de la forma que sea, imp lica un descenso del valor de la
fuerza de trabajo. 18
H emos visto que sólo p or la vía de incrementos en la p roductividad de los
bien es-salarios y el d escen so d el valor y d e los p recios d e estos bien es, se p ue-
d e logr ar un descenso en el valor de la fuerza de tr abajo, en pro p o rción al p eso
de estos bienes en aquel valor. Pero un descenso salarial p rop iciado p or otros
efectos (como por la fuerza alcanzada por el capital en la lucha de clases, lo que
17
Tema que hemos desar rollado en el cap ítulo 2 de este libro.
18
Como lo sostiene Valenzuela Feijóo cuando indica: “¿Qué sucede cuando vg el salario real de ten -
d en cia se cae? […] ¿Ten em os que h ablar aquí d e sobreexp lotación ? En n uestra op in ión , n o lo d ebem os
h a ce r. Lo que sí corresponde es hablar de un descenso en el valor de la fuerza de trabajo, de una redefin ición h a cia
abajo y p or la vía d e la red ucción salarial, d e ese valor”. op. cit., p . 113 (últim as cursivas d el autor). En
Marx el camino va en la dirección contraria a la que p ostula Valenzuela Feijóo. No es el salario el criterio
p ara determinar el valor. Si así fuese, no se entiende todo el trabajo de Marx p ara ir más allá del mundo
inmediato (el mundo donde los valores se transfiguran en p recios y el valor de la fuerza de trabajo en sa-
lario) y adentrarse en la tarea de p recisar una teoría del valor. Aquello no sólo no tiene nada que ver con
Marx, ni siquiera con la economía clásica p remarxista.
DEPENDENCIA Y SUPEREXPLOTACIÓN 95
En los p aíses y regiones imp eriales el cap ital se rep roduce de una manera p ar -
ticular. En un determinado momento de su desar rollo debieron incorp orar de
manera activa a los trabajadores a la realización, esto es, generaron una moda-
lidad de cap italismo donde p arte sustantiva de su p roducción se dirige al mer -
cad o in tern o y en d on d e los asalariad os juegan un p ap el relevan te. No es que
los cap italistas del mundo central fueran más civilizados o tuvieran más ética a
la h ora d e tom ar estas d ecision es. El p roblem a, a este n ivel, se rem itió a que
necesitaban mercado interno para la enorme producción que la elevación de la
p rod uctivid ad gen eraba, p or lo que d ebieron crear las con d icion es p ara incre -
mentar la explotación y, al mismo tiempo, elevar el consumo de los asalariados. Eso se
p uede lograr p or la vía de elevar la p rod uctivid ad del trabajo en gen eral y
desd e allí, abar atar los bien es-salarios en p articular, con lo que reducen el
tiempo de trabajo necesario y se amplía el tiemp o de p rod ucción de plusvalía.
19
Valenzuela Feijóo aquí nuevamente se equivoca, afirman do que Marini sostendr ía lo con trario (op.
cit., p . 109). Su sop orte es una frase aislada, tomada del post scriptum que acomp aña a Dd, que dice, con si-
der ando más líneas, que “la sup erexp lotación no corresp onde a una sup ervivencia de modos p rimitivos de
acumulación de cap ital, sino que es inh eren te a ésta y crece correlativamente al desar rollo de la fuerza p ro-
ductiva del trabajo” (Dd, p . 98). La frase está inscrita en la discusión de Marin i con F.H. Card oso, quien
p ostula que la superexp lotación se identifica con la p lusvalía absoluta, y en tanto el cap italismo industrial
se sostiene en la p lusvalía relativa, “p or significativa que sea (la) importancia histórica (de la sup erex p lo t a-
ción), carece de inter és teórico” (Dd, p . 92). En ese cuadro Marini argumenta que, p articularmente en el ca -
pitalismo dependiente, las fórmulas de la p lusvalía relativa p rop ician sup erexplotación , al favorecer la produ c -
tividad la intensificación del trabajo. En esto sigue a Marx quien señala que la intensidad del trabajo p er mite
imp oner “un desgaste mayor de trabajo durante el mismo tiemp o”, “tup iendo más densamente los p oro s
d el tiemp o de trabajo” (Marx, El capital, t. 1, p p . 336-337). Basta leer el conjun to de Dd p ara constatar la
d e sco n t extualización que realiza Valenzuela Feijóo de la p osición d e Marini. Tamp oco se entiende que un
investigad or serio, ap oyado en fórmulas que no termin an de tap ar los erro res teóricos, festeje su “descu-
b r im ie n t o” de que “Estados Unidos es una economía dependiente y Nicar agua una p otencia domin ante”
(p . 112),
96 JAIME OSORIO
Ese p aso en el cap italismo central estuvo marcado p or las revoluciones tec-
nológicas que se gestan en su seno –p roceso que requirió de acumulaciones en
d on d e n o son ajen as las tran sferen cias d e m etales p reciosos d e la p eriferia al
cen tr o– así com o d e la activa in cor p or ación d e Am ér ica Latin a al m er cad o
mundial como región p roductora de alimentos, lo que abarató elementos del ca-
p ital variable e incidió en la reducción del tiemp o de trabajo necesario en las eco-
nomías cen trales, al tiemp o que las exp ortaciones regionales de materias p rimas
operaban en abaratar el cap ital constante.
De esta form a Am érica Latin a ayud ó a que el cap italism o cen tral lograra
resolver la ecuación de elevar la tasa de explotación acompañada de una eleva-
ción de los salarios; resolver p roblemas de realización, ensanchando su merca-
do interno con la incorp oración creciente de su p oblación trabajadora al mer-
cado; y contrar restar las tendencias a la caída de la tasa de ganancia.
En ese marco estructural es que se da la lucha de clases en esas regiones, a
lo que habría que agregar la permanente transferencia de recursos de las regio-
nes dep endientes al mundo central, p roceso que p resenta modalidades diver-
sas en diferentes momentos históricos.
Como bien señ ala Marini, mien tras la in serción de Amér ica Latina al mer-
cado mundial en el siglo XI X coad yuvó a generar los efectos antes señalad os
en el mundo central, sus resultados al in terior de la región fueron diametral-
mente distintos (Dd, p p . 23 en adelante). Al contar desde la etap a colonial con
una econom ía volcada al mercad o ex t e r io r, hecho que se p rofundiza tr as los
p rocesos de indep en dencia y con mayor fuerza en la segun da mitad del siglo
X I X (conformándose el p atrón o mod elo agro -m in e ro exp ortador ), el cap ital
latinoamerican o contó con todas las condiciones objetivas p ara agudizar al
máximo la tensión que enfrenta el cap ital de buscar exp lotar al máximo a los
t r a b a ja d o res, a la hora de la p roducción, y esp erar que cuenten con salar ios
suficientes a la hora que esos pro d u ct o res, en la segunda fase de la circu la ció n ,
se deben con ver tir en consum idores, p ara p articip ar en la realización de la
p lu sva lía .
Aquí ya se hacía p resente un p rimer factor objetivo p ara p oner en marcha
los mecanismos de la sup erexp lotación. Los trabajadores locales no constituían
un factor fundamental en la realización, ya que el grueso de la p roducción iba
destinado a otros mercados, ubicados en Europ a y Estados Unidos de manera
p referente.
A este p rimer factor se une otro: la transferencia de valores y el intercam -
bio desigual entre unas y otras economías, dada la diferencia de p roductividad
(y sobre esto, además, de fuerza en el mercado mundial), buscó ser comp ensa-
d o p or el cap ital en las econ om ías d ep en d ien tes p or el fácil exp ed ien te d e
apropiarse de parte del “fondo de consumo” de los asalariados, para convertir-
DEPENDENCIA Y SUPEREXPLOTACIÓN 97
20
Estos son los temas cen trales abordad os en los p untos 1 (Integr ación al mercado mundial) y 2 (El
se creto del intercambio desigual) en Dd. A este último p unto Valenzuela lo califica como “un follón teóri-
co descomunal”, al cual “más vale olvidar”, ya que le es “imp osible d esenredar”. Curiosa forma de discu-
tir: lo que no se entiende se descalifica. Bastaría regresar a la discusión de Cardoso-Serra y Marini, citada
en nota 7, donde se encuentra una extensa crítica y rép lica aclaratoria sobre el tema. Pero las descalifica-
ciones se comprenden cuando Valenzuela Feijóo afirma que el investigador sólo debe “recoger” datos, es-
tablecer “p rom ed ios p on d erad os”, con statar la caíd a d e salarios y con ellos d ar p or sen tad o el d escen so
del valor de la fuerza de trabajo. Los datos están dados, sólo basta “recogerlos”. Además, con algunas so-
fisticaciones estadísticas los p roblemas quedan resueltos. Todo huele a un emp irismo de una ingenuidad
extrema. Extraño en un investigador que teoriza y que cuenta con una formación sólida, no sólo en eco-
nomía p olítica.
21
Los p lan team ien tos d e F.H . Card oso y J. Serra se ubican claram en te en esta p ersp ectiva, op. cit.
Sus p rácticas en las tareas gubern am en tales que llevan a cabo en Brasil en añ os p osteriores (el p rim ero
como Presidente y el segundo como secretario de H acienda), terminan p or confirmar lo anterior.
98 JAIME OSORIO
A modo de conclusión:
superexplotación y totalidad
22
Muchos de estos elementos se hacen p resentes en los “diagnósticos” de organismos internaciona-
les, como la nueva CEPAL, adscrita al p ensamiento neoestructural. Para una visión crítica de los sup uestos
teóricos y metodológicos de esta corriente, véase el cap ítulo 6 de este libro.
DEPENDENCIA Y SUPEREXPLOTACIÓN 99
Bibliografía
1
El tratamiento teórico del p roblema p uede verse en el cap ítulo 2 de este libro.
2
Por tal razón n os p arece in adecuado la noción “modelo secundario exp ortad or ” emp leada p or José
Valenzuela Feijóo p ara caracterizar el nuevo p atrón. Véase ¿Qué es un patrón de acumulación?, Facultad de
Economía, UNAM, 1990.
101
102 JAIME OSORIO
Uno de los asp ectos relevantes de los cambios acaecidos en la economía chile-
na en las últimas décadas tiene relación con la elevación de la tasa de inversión.
H asta 1970 el p romedio h istórico de esta tasa era del 15 p or ciento, muy p or
debajo de cifras que rebasaban el 20 p or ciento en Brasil y cercanas a esa cifra
en México.3 Pe ro una vez superada la crisis de inicios de los añ os ochenta, la tasa
de inversión en Chile p resenta un rep unte significativo.
3
CEPAL, América Latina en el umbral de los ochenta, Santiago, noviembre de 1979, p . 18.
EL NUEVO PATRÓN EXPORTADOR LATINOAMERICANO 103
Si con sid eram os los coeficien tes d e in versión bruta fija, com o p orcen taje
d el p rod ucto in tern o bruto, vem os que en Ch ile este in d icad or h a p asad o d el
21 por ciento en 1980 al 28.9 por ciento en 1996. Cabe destacar que el prome-
dio latinoamericano p ara este último año fue de 20.7 p or ciento.
Las cifras caminan en sentido contrario en México. En 1980 el coeficiente
de inversión bruta fija en este p aís fue de 24 p or ciento, descendiendo al 15.3
p or ciento en 1996. 4 El brusco descenso en este año está asociado a la crisis de
1995. Sin embargo, las cifras de años previos (1985, 17.4 por ciento; 1990, 17.9
p or ciento), p onen de manifiesto una tendencia a la baja.
Las características del ahorro p ermiten una p rimera ap roximación al disí-
m il com p ortam ien to d e las in version es en am bos p aíses. Lo p rim ero que d es-
taca en este asp ecto es el p eso del ahorro interno en el proceso de inversión en
Chile y sus limitaciones en el caso mexicano. Veamos algunas estadísticas:
C UADRO 1
CH ILE Y MÉXICO: COEFICIENTES DEL AH ORRO INTERNO
(Porcentajes del ingreso interno bruto real a p recios
constantes de 1990)
Fuente: CEPAL, Anuario Estadístico de América Latina y el Caribe 1996, Santiago, 1997, p . 110.
4
CEPAL, Estudio económico de América Latina y el Caribe 1996-1997, Santiago, 1997, p . 26.
5
CEPAL, Políticas para mejorar la inserción en la economía mundial, Santiago, 1994, p p . 280-281.
104 JAIME OSORIO
sos grupos económicos. Baste considerar que en julio de 1995 los activos de los
fon d os d e p en sion es ascen d ían a 25,997 m illon es d e d ólares, cifra sup erior al
40 p or ciento del p roducto geográfico bruto (PGB), y que p ara el año 2000 esos
fondos se calcula que rep resentaron el 80 p or ciento del PGB .6
En México la p rivatización d e los fon d os d e p en sion es se in ició recién en
1997, y p ar a ese añ o se señ ala que el ah orro p revision al se acercó al 1.0 p or
cien to d el PIB, con un a cifra que oscilaría en tre los 3,200 y 3,500 m illon es d e
dólares.7
El cam bio en la in versión y el ah orro in tern o (al alza en Ch ile y a la baja
en México) es un factor clave en el sosten id o y elevad o crecim ien to d e la eco-
nomía chilena en la última década del siglo XX, así como en las dificultades de
la economía mexicana en igual p eriodo.
Los p agos a la d eud a exter n a con stituyen factor es d e d escap italización que
operan de maneras diversas en México y Chile. La deuda externa mexicana ha
ten d id o a cr ecer en or m em en te, p asan d o d e 50,700 m illon es d e d ólar es en
1980 a 166,381 m illon es en 1999,8 y h a exigid o sustan tivos recursos an uales
que han mermado las p otencialidades de inversión. De 1986 hasta 1991 Méxi-
co p agó p or intereses de la deuda cifras sup eriores a los 8,000 millones de dó-
lares anuales, con números por arriba de los 10,000 millones entre 1982 y 1985
y de 9,000 millones de dólares en 1989 y 1990. 9
En el caso chileno la deuda externa es menor, pero con tendencias a incre-
mentarse; se elevó de los 21,768 millones de dólares en 1994, a 40,395 millo-
nes de dólares en el 2002,10 y la sangría anual p ara comp ensarla h a sido menor
también. Pero más allá de los números absolutos, lo importante es que esta san-
gría tiene p esos relativos distintos en ambas economías. Así, p ara 1991, el ser-
vicio de la deuda mexicana constituyó el 33.7 p or ciento del PIB, en tanto p ara
Chile fue del 26.6 p or ciento. 11
Fren te a las d eficien cias d el ah orro in tern o y a los p agos p or la d eud a, el
recurso al cap ital ex t r a n je ro ha sid o un recur so centr al p ar a el cap italism o
6
Jaim e Ru iz T agle, El nuevo sistema de pensiones en Chile. Una evaluación provisoria (1981-1995),
Programa de Economía del Trabajo (mimeo.), Santiago, enero de 1996, p . 9.
7
Juan Arancibia, “La reforma del sistema de p ensiones y el ahor ro interno”, en Seguridad o inseguri -
dad social: los riesgos de la reforma, de Saúl Osorio y Berenice Ramírez, Triana Editores-UNAM, México, 1997,
p . 191.
8
CEPAL, Estudio económico de América Latina y el Caribe 2002-2003, San tiago, 2003, p . 41. Cabe n otar
que la deuda ha decrecido en los últimos años, llegando a 141,000 millones de dólares en el 2002.
9
Véase CEPAL, Anuario Estadístico de América Latina y el Caribe 1992, Santiago, p p . 488-489.
10
Idem.
11
CEPAL, La inversión extranjera en América Latina y el Caribe. Informe 1996, Santiago, 1997, p . 7.
EL NUEVO PATRÓN EXPORTADOR LATINOAMERICANO 105
12
Idem.
13
Ibidem, p . 9. Tal com o lo in d ica CEPAL, es n ecesario subrayar que la IED dirigida a América Latina
entre 1990 y 1994 tuvo una tasa acumulativa de crecimiento anual de 34 p or ciento, sup erior a la de los
p aíses asiáticos, que fue de 28.7 p or ciento. En Ibidem, p . 8.
14
Ibidem, p . 54.
15
De un total d e 105,156 m illon es d e d ólares en 1999, se d escien d e a 88,469 m illon es d e d ólares,
en 2000, y a 79,708 millones de dólares en 2001. CEPAL, La inversión extranjera en América Latina y el Caribe
2001, p . 27.
16
Armando Di Filip p o, “Transnacionalización e integración p roductiva en América Latina”, R evista
de la CEPAL, núm. 57, Santiago, diciembre de 1995, p . 136.
17
CEPAL, La inversión extranjera… Informe 1996, op. cit., p . 21.
18
CEPAL, Estudio económico de América Latina y el Caribe, 2002-2003, op. cit., p . 40.
106 JAIME OSORIO
19
CEPAL,
La inversión extranjera… Informe 1996 , op. cit., p . 23.
20
CEPAL,
La inversión extranjera… Informe 2001 , op. cit., p . 41.
21
Ten d en cias en igu al d ir ección se p r esen tan p ar a Ar gen tin a, Br asil, Colom bia, Ven ezu ela y
Uruguay. Véase Ibidem, p . 19.
22
Véase, p or ejem p lo, d e Ricard o Bielsch owsky y Giovan n i Stum p o, “Em p resas tran sn acion ales y
cambios estructurales en la industria de Argentina, Brasil, Ch ile y México”, R evista de la CEPAL, núm. 55,
abril de 1995, Santiago.
23
Cifra calculada a p artir de información en CEPAL, Inversión extranjera y empresas transnacionales en la
economía chilena (1974-1989), p p . 159-162, Santiago, 1992.
EL NUEVO PATRÓN EXPORTADOR LATINOAMERICANO 107
24
R. Bielsch owsky y Giovan n i Stum p o, “Em p r esas tr an sn acion ales y cam bios estr uctur ales en la
industria de Argentina, Brasil, Chile y México”, op. cit., p . 146.
25
Idem.
26
Alvaro Calderón y Step hany Griffith-Jones, “Los flujos de cap ital extranjero en la economía chile-
na. Acceso renovado y nuevos usos”, Desarrollo productivo, núm. 24, CEPAL, Santiago, 1995,
27
CEPAL, Anuario Estadístico de América Latina y el Caribe 2002, Santiago, 2002, p p . 100-101.
108 JAIME OSORIO
28
A. Calderón y Stephany Griffith-Jones, Los flujos de capital extranjero en la economía chilena, op. cit., p. 17.
29
CEPAL, Anuario Estadístico de América Latina y el Caribe 2002, op. cit., p p . 100-101.
30
Jorge Carrillo y Alfredo H ualde, “Maquiladoras de tercera generación. El caso de Delp hi-General
Motors”, Comercio Exterior, vol. 47, núm. 9, sep tiembre de 1997, p . 747.
31
Idem.
32
En Josefina Morales (coord.), El eslabón industrial. Cuatro imágenes de la maquila en México, Editorial
Nuestro Tiemp o, México, 2000, p . 176, con base en datos del INEGI .
EL NUEVO PATRÓN EXPORTADOR LATINOAMERICANO 109
sos p roductivos a nivel internacional, favorecida entre otras cosas p or los ade-
lan tos en m ateria d e com un icacion es y tran sp ortes, con stituye un o d e los ele-
mentos que se encuentran en la base de estas transformaciones.
Para 1994, de las 2,121 emp resas que integraban la industria maquiladora
d e exp ortación , 171 em p resas estaban ligad as a la p rod ucción autom otriz. La
fron tera con Estad os U n id os era la zon a p rivilegiad a, con cen tran d o 123 em-
p resas (120 en el noroeste) y sólo 48 se localizaban en el interior del p aís. 33
Según Mald on ad o, la in d ustr ia autom otr iz se r elocaliza en tr es n úcleos
geográficos: en el centro del p aís, alrededor de la ciudad de México; en el no-
reste y centro occidente, en una diagonal que va de Monter rey a Guadalajara;
y en el noroeste, en torno a H ermosillo, Ciudad Juárez y la ciudad de Chihua-
hua.34
La industria de p roductos electrónicos también ha sufrido cambios importan-
tes, siendo quizá el más significativo el florecimiento de las plantas maquiladoras.
Para una visión del peso alcanzado por este sector baste considerar que en 1994
ce rca de 9,000 millones de dólares de las exportaciones totales de la rama cor re s-
p o n d ie ron a la industria maquiladora electrónica de ex p o r t a ció n .35 Aquí se ubican
grandes empresas transnacionales, como Ericsson, AT &T, N EC, Panasonic, Alcatel,
I BM , H ewlett Pa cka rd y Motorola, entre otras.
Si bien ap arecen sistem as organ izacion ales y tecn ológicos m ás com p lejos
que p ermiten hablar de una segunda y tercera generación de maquilas, dentro
de lo que algunos denominan el sistema mundial de manufacturas, 36 una p ar -
te significativa que se ejerce en México figura entre las más simp les y p eor p a-
gadas en la industria electrónica a nivel mundial. 37
En los primeros años del siglo XXI , la industria maquiladora mexicana re sie n-
t e una dura competencia, particularmente de la economía china. Ello ha reper-
cutido en un descenso en el número de establecimientos y en el emp leo. Entr e
enero d e 2001 y octubre d e 2002, tod os los sectores p rod uctivos se h an visto
afectados, p articularm en te el d el calzad o (con d escen sos d el 36.5 p or cien to
en establecimientos y del 21.2 en personal), textiles y confeccion es (27 y 16.6 por
cien to respectivamente), muebles (18.9 y 12.3 p or ciento) y alimentos (con un des-
33
Ser afín Mald on ad o, “La r am a autom ovilística y los corred or es in d ustr iales en el n or oeste d e
México”, Comercio Exterior, vol. 45, núm. 6, junio de 1995, México, p . 490.
34
Ibidem, p . 489.
35
Véase d e Alfred o Salom ón , “Perfil d e la in d ustria electrón ica”, Comercio Exterior, vol. 45, n úm . 8,
agosto de 1995, México, p . 582.
36
“Las emp resas (maquiladoras) de p rimera generación se p ueden caracterizar como «basadas en la
intensificación del trabajo manual», las de segunda, «basadas en la racionalización del trabajo» y las emer-
gentes o de tercera generación, «basadas en comp etencias intensivas en conocimiento». Jorge Carrillo y
Alfr ed o H uald e, “Maquilad or as d e ter cer a gen er ación . El caso d e Delp h i-Gen er al Motor s”, Comercio
Exterior, vol. 47, núm. 9, México, sep tiembre de 1997, p . 749.
37
A. Salomón, “Perfil de la industria electrónica”, op. cit., p . 582.
110 JAIME OSORIO
Desempleo y salarios
Iniciemos esta p arte del análisis considerando lo que acontece con el desempleo.
C UADRO 2
CH ILE: TASA DE DESOCUPACIÓN NACIONAL
38
CEPAL, La inversión extranjera en América Latina y el Caribe 2002, Santiago, p . 40.
39
Idem.
EL NUEVO PATRÓN EXPORTADOR LATINOAMERICANO 111
C UADRO 3
CH ILE: ÍNDICE REAL DE REMUNERACIO NES
(Base 1970= 100)
40
Rafael Agacino, “Cinco ecuaciones «virtuosas» del modelo económico chileno y orientaciones para
un a n ueva p olítica econ óm ica”, en Economía y T rabajo en Chile. Informe anual 1995-1996, P rograma de
Economía del Trabajo, Santiago, 1996, p. 63. Cabe señalar que en 1992 el salario mínimo requerido (SMR)
p ara satisfacer las necesidades básicas era de 56,496 p esos (cifra calculada p or el P rograma de Economía
del Trabajo (PET )), y el salario mínimo legal líquido (SMLL) (descontando los ap ortes a la seguridad social)
ascendía a 29,014 pesos. De esta forma, el doble del SMLL era levemente superior (1.03 veces) al SMR, indi-
cad or que p ued e con sid erarse com o la lín ea p er cáp ita d e la p obreza. Véase R. Agacin o, op. cit ., p . 63,
nota a p ie de p ágina (6).
41
Idem.
EL NUEVO PATRÓN EXPORTADOR LATINOAMERICANO 113
C UADRO 4
MÉXICO: EVOLUCIÓN DE LOS SALARIOS REALES
(Índice p romedios anuales 1980= 100)
42
Así, p or ejemp lo, “en la VI región [que cor resp ond e a las antiguas p rovincias de O’H iggins y Col-
chagua, pegadas a Santiago en d irección sur (del autor)], en un contexto de p érd ida de emp leo, las únicas
ocup aciones creadas son emp leos p ara p obres: en el p er iodo 1992-1994 los ocup ados no p obres d isminu-
yen desde 201 mil 456 a 189 mil 987 p ersonas, p ero los ocup ados indigentes y p obres no in digentes au-
mentan desde 8 mil 654 y 43 mil 363 a 12 mil 429 y 47 mil 305 p ersonas resp ectivamen te. Lo que está
o cu rriendo, en consecuencia, es un a p recarización de los p uestos de trabajo, p ues aumentan las ocup acio-
nes para p obres y disminuyen aquellas p ar a no p obres”. R. Agacino, op. cit., p p . 63 y 64.
43
Magdalena Echeverría y Verónica Uribe, Condiciones de trabajo en sistema de subcontratación, Oficina
Internacional del Trabajo (OIT ), Equipo técnico multidisciplinario para Argentina, Brasil, Chile, Paraguay
y Uruguay, núm. 81, Santiago, 1998, p . 3.
114 JAIME OSORIO
Pobreza e indigencia
La p obreza e in d igen cia son elem en tos con stitutivos d e la n ueva econ om ía la-
tinoamericana. En el p eriodo de 30 años considerados en el siguiente cuadro,
44
Véase CEPAL, México: la industria maquiladora, México, abril de 1995, p . 91.
45
Dan i Rod rik, “¿Por qué h ay tan ta in segurid ad econ óm ica en Am érica Latin a?”, en R evista de la
CEPAL, núm. 73, abril de 2001, Santiago, p . 14.
EL NUEVO PATRÓN EXPORTADOR LATINOAMERICANO 115
C UADRO 5
CH ILE Y MÉXICO: H OGARES EN SITUACIÓN DE POBREZA E INDIGENCIA
(Porcentaje del total de hogares)
Pobreza(a) Indigencia(b)
País Año total urbano rural total urbano rural
Ch ile 1970 17 12 25 6 3 11
1987 39 38 45 14 14 17
1990 33 33 34 11 10 12
1992 28 27 28 7 7 8
1994 24 24 26 7 6 8
2000(d) 17 16 19 5 4 7
México 1970 34 20 49 12 - 18
1984 34 28 45 11 7 20
1989 39 34 49 14 9 23
1992 36 30 46 12 7 20
1994 36 29 47 12 6 20
2000(d) 33 27 45 11 5 21
América 1970 40 26 62 19 10 34
1980(c) 35 25 54 15 9 28
Latina 1994 39 34 55 17 12 33
1999(d) 35 30 54 14 9 31
Fuente: CEPAL, Anuario Estadístico de América Latina y el Caribe 1996, Santiago, 1997, pp . 52 y 53.
(a) Po rcentaje de hogares cuyo ingreso es inferior al doble del costo de una canasta básica de ali-
mentos. Incluye los hogares en situación de indigencia.
(b) Po rcentaje de hogares cuyo ingreso es inferior al costo de una canasta básica de alimentos.
(c) CEPAL, La brecha de la equidad. América Latina, el Caribe y la Cumbre Social, 1997, p . 14.
(d) CEPAL, Anuario Estadístico de América Latina y el Caribe 2002, op. cit., p. 65 .
Una lectura de la distribución del ingreso en los últimos años en Chile y Méxi-
co n os p erm itirá m ayores d etalles sobre las características que d om in an en la
constitución del mercado interno de estas dos economías.
C UADRO 6
CH ILE Y MÉXICO: DISTRIBUCIÓN DEL INGRESO POR QUINTILES
(De mayor p obreza a mayor riqueza)
Fuente: Para Chile, Ministerio de Economía, citado p or H umberto Vega, Presupuesto, distribu -
ción del ingreso y pobreza, Progr am a d e Econ om ía d el T r abajo, m ater ial d e d iscusión , n úm . 12,
Santiago, noviembre de 1995.
(a) Ajustado resp ecto del Censo de Población 1992 y Cuentas Nacionales 1984.
Para México, CEPAL, Anuario Estadístico de América Latina y el Caribe 1996, Santiago, 1997, p. 51.
(b) Sólo considera hogares urbanos.
(c) CEPAL, Anuario Estadístico de América Latina y el Caribe 2002, op. cit., p p . 62-63.
Las estad ísticas p on en en evid en cia la vocación con cen trad ora d e la n ue-
va econ om ía latin oam erican a. En Ch ile el 20 p or cien to m ás p obre ve d ism i-
EL NUEVO PATRÓN EXPORTADOR LATINOAMERICANO 117
nuido su ingreso entre 1987 y el 2000, en tanto el 20 p or ciento más rico acre-
cienta su p articip ación en el rep arto de la riqueza.
En el caso de México las estadísticas ocultan algunas tendencias p olar iza-
doras al estar refer idas a los hogares urban os. Aun así, si bien con cifras me-
n os negativas que en Chile, estamos frente a un p roceso d e agudización de las
b rechas sociales. El 80 p or ciento de la p oblación se ha emp obrecido re la t iva-
mente (y m ucho en términos absolutos), en tanto el 20 p or ciento restan te se
ha enr iquecido en ese lap so, ganan do cerca d e 8 p or cien to resp ecto a sus p o-
siciones in iciales.
Las nuevas econ omías de Chile y México tienden a acentuar las distancias
sociales que ya existían en sus resp ectivos mercados inter nos. Esto alienta el
que las ramas p roductivas más modern as y dinámicas, en donde predomina la
p resencia de cap ital extranjero, dirijan su p roducción hacia los reducidos p ero
p o d e rosos m ercados inte rnos que crean las fr anjas que cap tan los mayores in-
g re so s.4 6
A p esar d e su p od erío, el m ercad o con form ad o p or estos sectores sociales
es insuficiente p ara los montos de p roducción generados p or las nuevas inver-
sion es. La ap ertura a los m ercad os extern os es así m uch o m ás que un a m od a
marcada p or la integración. Ésta es más bien resultado de la necesidad del ca-
p ital de buscar nuevos esp acios p ara la realización. Dirijamos hacia estos terre-
nos nuestra atención.
iguales añ os México avanza d el 1.55 al 2.24 p or cien to. 4 8 Sin em bargo, estas
cifras ya p er miten vislum brar los avances realizados a fin de recon ver tir se en
econ omías exp or tad oras.
Veamos esta tendencia desde su valor en dólares.
C UADRO 7
CH ILE Y MÉXICO: EXPORTACIONES
(Millones de dólares)
Fuente: CEPAL, Panorama de la inserción internacional de América Latina y el Caribe, Santiago, edi-
ción 1996, p p . 184 y 200.
48
Mich ael Mor tim or e y Wilson Per es, “La com p etitivid ad em p r esar ial en Am ér ica Latin a y el
Caribe”, R evista de la CEPAL, núm. 74, agosto de 2001, Santiago, p . 14.
49
CEPAL, Anuario Estadístico de América Latina y el Caribe, 1992, Santiago, p . 166.
50
BID , Informe 1990, Washington, 1990, p . 279.
EL NUEVO PATRÓN EXPORTADOR LATINOAMERICANO 119
Las siguientes cifras nos dan una mejor visión del creciente p eso de las ex-
p ortaciones en el movimiento global de ambas economías.
C UADRO 8
CH ILE Y MÉXICO:
COEFICIENTES DE L AS EXPORTACIONES DE BIENES Y SERVICIOS
(Porcentajes del PIB a p recios constantes de 1980)
Fuente: CEPAL, Anuario Estadístico de América Latina y el Caribe 1992, Santiago, p . 74.
Destaca tam bién el peso de rubros del sector p rimario y aquéllos con esca-
so p rocesamiento. Productos naturales con ventajas comp arativas en el merca d o
m undial siguen siendo el fuerte de las exp or taciones chilenas. 54 Esto nos habla
de una economía que ha crecido sobre una base de inserción al exterior a p ar-
tir d e bien es tradicionales. Si en 1965, las exp ortacion es prim arias y man ufac-
t u reras sustentadas en un uso intensivo de recursos naturales ascendía al 96.1 p or
ciento, dicha variable descien de levemente p ara 1999 al 73.0 p or ciento. 55
No debe dejar de advertirse, sin embargo, el menor p eso de los 10 rubros
p rincip ales de exp ortación en el total del valor de las exp ortaciones. De un 90
p or ciento en 1970, éstos sólo constituyen el 65 p or ciento en 1995, lo que nos
habla de una diversificación de la oferta de bienes exp ortables, aunque mante-
niendo su sesgo tradicional.
Esto p on e en sus justas dim ensione s los debates resp ecto a si se ha p asa-
do a una segu nda fase d e exp ortacion es in dustr iales en Ch ile. 5 6 N o p uede
d esconocerse que e l auge exp ortad or ha obligad o a modificacion es técnicas y
en la organización del tr abajo, tan to en la p roducción com o en las áreas de
tr ansp orte y com ercialización. Pe ro todo esto ocur re sobre una estr uctura
p roductiva p re dom in antemen te tradicional, y sobre bien es que p oco o n ada
tienen que ver con los éxitos ex p o r t a d o res que se h an dad o en las últimas dé-
cad as en otras region es p eriféricas o sem ip eriféricas (com o en el sudeste asiá-
tico o Ch in a).
La estructura exp ortad ora d el cap italism o m exican o, a d iferen cia d e Ch i-
le, h a sufrid o un vuelco sustan tivo en las últim as d écad as. N in gun o d e los 10
p rin cip ales rubros d e exp ortación d e 1970 57 ap arecen en 2001 58 y sólo cuatro
lo hacen en 1990. El p eso de los bienes p rimarios, que p redominan en 1970, y
que tienden a decaer en su peso relativo en 1980, por la fuerte presencia de los
vehículos automotores, han dado p aso a los bienes manufacturados en los últi-
m os añ os, d esap ar ecien d o d e los p r in cip ales p r od uctos d e exp or tación en
54
A los cinco productos ya señalados deben agregarse: pescado fresco, oro, minerales de titanio, uvas
frescas y tablas aserradas, para completar la lista de los 10 principales productos de exportación en 1995.
Véase de CEPAL, Anuario Estadístico de América Latina y el Caribe 1996, San tiago, 1997, p . 128. Recuérd ese
que las exp ortacion es d e p rod uctos p rim arios rep resen taron el 82.2 p or cien to d el total d e las exp orta-
ciones en Ch ile en 2001 (CEPAL, Anuario… 2002, p . 100).
55
CEPAL, Crecer con estabilidad. El financiamiento del desarrollo en el nuevo contexto internacional, coedición
con Alfaomega, Bogotá, 2001, p . 74.
56
Véase, p or ejem p lo, d e Álvar o Díaz, “Ch ile: la in d ustr ia en la segun d a fase exp or tad or a”, S/r,
San tiago, m arzo d e 1995. O svald o Rosales en “La segun d a fase exp ortad ora en Ch ile”, Comercio exterior,
vol. 43, n úm . 9, sep tiem bre d e 1993, p lan tea la n ecesid ad d e p asar a rubros con m ayor valor agregad o
en las exp ortaciones.
57
Ganado vacuno, carne de ganado, crustáceos y moluscos, tomate fresco, azúcar de remolacha, café,
algodón en rama, feldesp ato, derivados del p etróleo y p lomo y aleaciones. Véase CEPAL, Anuario estadísti -
co de América Latina y el Caribe 1996, op. cit., p . 144.
58
CEPAL, Anuario… 2002, op. cit., p p . 142-143.
EL NUEVO PATRÓN EXPORTADOR LATINOAMERICANO 121
2001. Sólo el p etróleo, que no ap arece en los años p revios, se hace p resente el
último año considerado. 59
La p rofun d id ad d e las tran sform acion es p rod uctivas h a sid o m ayor en el
caso mexicano que en el chileno. Las exp ortaciones ligadas a la industria auto-
m otriz y a la in d ustria electrón ica con cen tran p oco m ás d el 40 p or cien to d el
total exp ortado en 1995. El cap italismo mexicano ha p asado a una fase indus-
trial muy distinta a la del chileno.
No debe olvidarse, sin embargo, que p arte sustantiva de estas exp ortacio-
n es in d ustriales rep osan en la in d ustria m aquilad ora, que tien e com o un a d e
sus características demandar una elevada imp ortación de p artes, p or lo que el
en sam blad o y la d ébil d em an d a d e bien es n acion ales con stituyen algun as d e
sus características.
Las diferencias de bienes exportados entre Chile y México también pueden
ser vistas en las estadísticas que siguen.
C UADRO 9
CH ILE Y MÉXICO: EXPORTACIONES
(Porcentajes del valor total de las exp ortaciones)
Fuente: CEPAL. Anuario Estadístico de América Latina y el Caribe 1996, Santiago, 1997, pp . 114 y 115.
(a) CEPAL, Anuario Estadístico de América Latina y el Caribe 2002, op. cit., p p . 100-101
59
La lista d e los 10 p r incip ales rubros de exp ortación d e 2001 contem pla vehículos autom otore s,
p etr óleo, máquin as de estadística, equip os p ar a telecom unicaciones, camion es y cam ionetas, ap aratos
re ce p t o res de televisión, hilos y cables con aislan tes, otras p artes p ar a vehículos, m áquinas eléctr icas y
mecanism os eléctr icos. Véase CEPAL, Anuario estadístico para América Latina y el Caribe 2002, op. cit., p p .
1 4 2 -1 4 3 .
122 JAIME OSORIO
C UADRO 10
CH ILE: DESTINO DE L AS EXPORTACIONES 1995
(Porcentajes)
Bienes Bienes
R egión primarios industrializados Total
60
En otro trabajo (Panorama de la inserción internacional de América Latina y el Caribe, op. cit., p p . 184 y
200). C E PAL p resenta cifras en dond e, p or el contrario, son los bienes ind ustrializados los que p re d o m in a n
en Chile y, con mayor fuerza, en México. La razón de esta diferen cia con lo que se señala en el Anuario Es -
tadístico de América Latina y el Caribe 1996, antes citado, p arece encontrarse en otro material de C E PAL, Polí -
ticas para mejorar la inserción en la economía mundial, op. cit., p . 80. Aquí se in troduce, entre los p roductos pri-
marios y manufacture ros, la variable bienes semimanufacturados, mismos que p resen tan en Chile un peso
significativo (31.2 p or ciento) en el total de las exp or taciones de 1992. Así, si este rubro se suma a bienes
p rimarios o a bienes industriales, tiende a p resentar cuadros diametralmente distintos sobre el tip o de p ro-
ductos en que se sustentan las ex p o r t a cio n e s.
61
Véase CEPAL, Anuario Estadístico de América Latina y el Caribe 1996, Santiago, p . 590.
EL NUEVO PATRÓN EXPORTADOR LATINOAMERICANO 123
Los mercados externos del cap italismo mexicano p resentan diferencia res-
p ecto a Chile.
C UADRO 11
MÉXICO: DESTINO DE L AS EXPORTACIONES, 1995
(Porcentajes)
Bienes Bienes
R egión primarios industrializados Total
Fuente: CEPAL. Panorama de la inserción internacional de América Latina y el Caribe, Santiago, edi-
ción de 1996, p . 201.
El peso de Estados Unid os como recep tor de las exp or taciones mex ica n a s
es abrumador. Tanto en bienes p rimarios como en secundarios el mercado esta-
dounidense sup era el 80 p or ciento del total. En términos reales, la economía
m exicana está volcada h acia Estados Unidos. En estas cond iciones, los p orce n-
tajes de exportacion es destinados al resto de regiones y p aíses son marg in a le s.
En este contexto, deben destacarse las exp ortaciones de bienes primarios a la
Unión Europea y las exp ortaciones de bienes industriales a América Latina. Bra-
sil (793 millones de dólares), Chile (473 millones) y Colombia (447 millones de
d ó la res), constituyen los p rin cip ales mercados latinoamericanos de México.
Conclusiones:
fortalezas y debilidades del nuevo patrón exportador
62
Véase d e Alberto Baltra,”Desar rollo gen er al d e la econ om ía”, en CORFO , Geografía económica de
Chile, varios autores, cap ítulo XIV, Santiago, 1967.
63
A finales de 1995, los cap itales p rovenientes de Chile invertidos en el exterior sumaban p oco más
de 2,400 millones de dólares. Argentina ha sido el p rincip al recep tor, cap tando cerca del 38 p or ciento y
le siguen en im p or tan cia p aíses cen tr oam er ican os y d el Car ibe y últim am en te Br asil y Per ú. Véase al
resp ecto, CEPAL, Panorama de la inserción internacional de América Latina y el Caribe, ed ición d e 1996,
San tiago, 1996. T am bién d e A. Cald erón y S. Griffith -Jon es, Los flujos de capital extranjero en la economía
chilena. Acceso renovado y nuevos usos, Desar rollo p roductivo, núm. 24, CEPAL, Santiago, 1995.
EL NUEVO PATRÓN EXPORTADOR LATINOAMERICANO 125
economía mexicana en un circuito ventajoso. Sin embargo, debe señ alarse que los
p rocesos de segmentación intern acional de los procesos p roductivos permiten que
sean los componentes menos avanzados los que tienden a trasladarse a los p aíses
latinoamericanos y, en muchos casos, con escasa vinculación con el resto de la
planta p roductiva local. Tal es la situación de la industria maquiladora, que juega
hoy un importante pap el en México. Todo esto hace que, en un nuevo estadio,
vuelvan a p resentarse p rocesos que se asemejan a los antiguos “enclaves” p ro d u c-
tivos, con tod as las limitaciones que la literatura ha señalado al re sp e ct o .
Am bas econ om ías tien en com o d en om in ad or com ún la reestructuración
del mercado interno, lo que h a imp licado marginar a amp lias cap as sociales y
la creación d e un a esfera alta d e con sum o p od erosa. Aquí h abría que señ alar
que hay distintas modalidades de inserción al mercado mundial. No es lo mis-
m o con stituir econ om ías exp ortad oras sobre la base d e un a m an ten ción o in-
cluso amp liación del mercado interno, que h acerlo –como ocur re h oy en Ch i-
le y México (y en América Latina en general)– sobre la base de una restricción
de dicho mercado.
En estos casos, los rasgos modernizantes que exige un capitalismo comp eti-
tivo a nivel internacional se encuen tran imbricados con los rasgos re t a rd a t a r io s
de exclusión que se p resentan en el mercado local. Las consecuencias sociales y
p olíticas de este fenómeno rebasan los lím ites de este trabajo. Sólo cabría seña-
lar que economías de este tipo p resentan d ifíciles conciliaciones con org a n iza-
cion es políticas sustentadas en fórm ulas que imp liquen una activa p articip ación
ciudadana y consensos estables.
Bibliografía
ESTE CAPÍTULO interp reta el desar rollo de la teoría de la dep endencia, al tiem -
p o que p ostula una evaluación del desenvolvimiento de dicha temática, de sus
etap as, ap ortes y contradicciones. Se da p rioridad al estudio de cómo desde el
marxismo se abordó el p roblema, citando aquellos autores que han concentra-
d o la aten ción d e la crítica, que son m ás p olém icos o que m ás h an ap ortad o a
los temas en discusión.
En la segunda mitad de los años sesenta y los inicios de los setenta, los p untos
más altos del desar rollo de la teoría social en América Latina estuvieron direc-
tamente relacionados con la problemática de la dependencia. La incorporación
de esta noción al camp o del marxismo fue uno de los elementos que p otencia-
ron el avance de las ciencias sociales en esos años.
La ap ropiación p or el m arxism o d e la categor ía “dep end en cia” no fue
un proceso fácil ni exen to d e contr adiccion es. Por el contrar io, sólo desp ués
de un a décad a d e discusion es, avances y re t rocesos, se logra romp er con el
co rd ón umbilical h etero d o xo que car acter iza su nacimiento en Am ér ica
L a t in a .
Dos grandes procesos marcan la historia y el curso de las ciencias sociales la-
tinoamericanas en los años sesenta. Ambos, con raíces totalm ente contradictorias,
están en la base de los fenómenos que generaron los estudios de la dep endencia
y el curso de estos análisis. El p rimero de ellos es la Revolución cubana, que se
constituyó en uno de los p rincip ales parámetros en las definiciones teóricas y po-
líticas del continente en la ép oca.
El p roceso cuban o, en lo que aquí nos p reocup a, tuvo com o efecto p ro-
fun d izar la crisis p olítica y teórica d el marxismo or todoxo p revalecien te en
Am ér ica Latina. Éste p oco había ap ortad o, en las décadas p revias a la gesta
129
130 JAIME OSORIO
1
Sería absurd o n egar que, a p esar d e d ich as lim itacion es, se p rod ujeron p or p arte d e in telectuales
d el m arxism o “ortod oxo” valiosos trabajos. En tre sus autores p od em os citar a Blas Roca, Rod n ey Aris-
mendi, Caio Prado Junior, H ernán Ramírez Necoch ea, etcétera. Dado el p eriodo que analizamos, auto-
res como Mella y Mariátegui quedan excluidos de estas consideraciones. Para una visión del marxismo la-
tinoamericano desde comienzos de este siglo, véase de Mich ael Lowy, El marxismo en América Latina, Ed.
Era, México, 1982.
2
Véase en particular, W.W. Rostow, Las etapas del crecimiento económico, FCE , México, 1961.
3
Para una visión sobre este tema, véase el ensayo “Las fuentes de la teor ía de la dep endencia”, en J.
Osorio, Las dos caras del espejo. Ruptura y continuidad en la sociología latinoamericana, Triana Editores, México,
1995.
EL MARXISMO LATINOAMERICANO Y LA DEPENDENCIA 131
Estos análisis, entre los que se ubican los trabajos de la CEPAL,4 los p odemos
caracterizar como “exogen istas”, en tan to n o establecen la relación d e los fac-
tores extern os con los in tern os al an alizar el “atraso” d e Am érica Latin a. N o
ap arecen los elementos que “internalizan” la dep endencia.
Como contrap artida a estos análisis, y en p articular a los análisis marxistas
sobre el tema, surgirán corrientes teóricas que, definidas como antidep enden-
tistas, llamarán p articularmente la atención sobre los elementos internos p ara
exp licar el subdesarrollo, inclinando la balanza al lado contrario. Estas corrien-
tes “endogenistas” intentarán exp licar las esp ecificidades del desarrollo cap ita-
lista latinoamericano a partir del análisis de las relaciones de producción vigen -
tes, d e la articulación que éstas establecen con las fuerzas p rod uctivas, en las
m od alid ad es d e la exp lotación , etcétera, sin com p ren d er que estos asp ectos,
un a vez in scrita América Latina en los circuitos del comercio intern acional, sólo
se pueden explicar a la luz de las vinculaciones de la zona con el mercado mun -
dial. En p ocas p alabr as, el cap italism o en Am érica Latina n o fue el simp le re-
sultad o de la m adur ación de las fuerzas p roductivas y de las relaciones de
p roducción, sin o que la in serción d e la región en la exp ansión del merca d o
mun dial cap italista jugó u n p ap el clave en su gestación.
Un o d e los p roblem as p resen tes en los d ebates si Am érica Latin a era feud al o
cap italista entre los siglos XVI y XIX estaba relacionado con la unidad de análi-
sis considerada. ¿Cuál debía ser esa unidad? ¿América Latina aislada, y sus re-
lacion es sociales in tern as? ¿El sistem a m un d ial, d escon ocien d o las relacion es
sociales internas? Al mantenerse el debate en esta p olaridad, las corrientes en
disp uta “veían” p rocesos distintos.
Las n ecesid ades de in crem entar la masa d e m etales p reciosos, m aterias
p rim as y alim en tos llevaron a los colon izadores esp añ oles y p ortugueses y a
la oligarquía local, u na ve z re alizad os los procesos d e ind ep en dencia, a im-
p lan tar m od alid ad es serviles d e exp lotación , así com o a im p or tar m an o d e
obr a esclava.
Para quienes miran el problema desde las necesidades del sistema mundial
cap italista en ascen so, com o An d r é Gun d er Fr an k e In m an uel Waller stein ,
quien se in serta en estos d ebates en añ os p osteriores, Am érica Latin a es cap i-
talista p orque su p roducción está incidiendo en favorecer el avance de ese sis-
tema a nivel p lanetario.
4
En rigor, la CEPAL, en sus trabajos in iciales, d e la m an o d e Raúl Prebisch, no habla de “dep enden-
cia”, sino de economías p eriféricas.
132 JAIME OSORIO
Pero p ara quien es m iran el p roblem a d esd e las relacion es d e p rod ucción
internas, como Laclau, Semp at Assodourian y otros, 5 América Latina es feudal
o a lo m en os p recap italista, p or el p eso d e las relacion es serviles y esclavistas
en su interior.
El p roblem a d e este d iálogo d e sord os d erivaba d e m irar sep arad am en te
un o u otro asp ecto: el tod o llam ad o sistem a m un d ial o la p arte llam ad a Am é-
rica Latin a. Un a vía d e solución es an alizar el fen óm en o con jun tam en te y allí
ap arece un p roblema p aradójico: mientras América Latina p asa a jugar un p a-
p el clave p ara el avance y consolidación de una nueva organización rep roduc-
tiva m un d ial, el cap italism o com o sistem a, lo h ace rep rod ucien d o en su sen o
n o relacion es cap italistas, sin o m od alid ad es atrasad as d e exp lotación . Es allí
donde se conjugan de manera simultánea lo “arcaico” y lo “moderno”.
El p roblem a p asaba p or en con trar un a p ersp ectiva que in tegrara am bas
p ersp ectivas y las categorías que d ieran cuen ta d e la n oved ad , p ero n o com o
“deformación”, al comp ararla con las características económicas o p olíticas de
algún modelo (el llamado mundo desar rollado), sino como una forma original
y p articular de organización cap italista, distinta a otras formas p osibles.
En definitiva, el p roblema no se lograba resolver si se tiene en la mira sim-
p lemente el sistema global: p ero tamp oco se entiende si se tiene enfrente sólo
a América Latina, sep arada de los movimientos del sistema mundial en ascen-
so. Junto a una teoría del sistema mundial cap italista era indisp ensable enton-
ces una teoría del cap italismo dep endiente.
Las p rimeras reflexiones de la CEPAL constituyen una rup tura con las visio -
nes teóricas del comercio internacional, que daban p or sup uesto que cualquie -
ra que fuese la esp ecialización en d on d e se con tara con ven tajas com p arativas
d e un a econ om ía, el com ercio in tern acion al p rop iciaría el d esar rollo, con lo
que se daba p or sup uesto que p ara América Latina no era p roblema p roseguir
con la p roducción de materias p rimas y alimentos. Fren te a ello la CEPAL p lan-
tea la necesidad de industrializar la región, como forma de revertir el deterio-
ro en los términos de intercambio que p rovocan las disp aridades de p roducti-
vidad, y retener así, los frutos del p rogreso técnico.
En esta p rim eras form ulacion es d e la CEPAL la econ om ía in tern acion al es
vista como una organización heterogénea, articulada entre centros y periferias.
Los p rimeros alcanzan ventajas de sus adelantos en materia de p roductividad,
en tan to los segun d os sufren tran sferen cias d e valor h acia las econ om ías cen-
trales. Estas formulaciones constituyeron en su momento verdaderas rup turas
con los p lanteamientos p redominantes en la ép oca.
5
Véase Modos de producción en América Latina, Cuad ern os d e Pasad o y Presen te, n úm . 40, Córd oba,
1973, que reúne ensayos de los autores antes citados.
EL MARXISMO LATINOAMERICANO Y LA DEPENDENCIA 133
6
Ed. Siglo XXI, México, 1969. Es en ILPES también en donde Osvaldo Sunkel y Pedro Paz señalarán
que el desar rollo y el subd esar rollo sólo p ued en ser en ten d id os com o d os caras d e un ún ico p roceso, la
conformación de la economía cap italista como economía mundial. Véase su libro El subdesarollo latinoame -
ricano y la teoría del desarrollo, Siglo XXI, México, 1970. La p rimera imp resión del p rimer cap ítulo de esta
obra fue realizada p or el ILPES en 1967.
134 JAIME OSORIO
Dependencia y marxismo
10
Ed. Ateneo, Buenos Aires, 1949. Existe una nueva edición en Grijalbo-Conaculta, México, 1993.
11
Véanse sus trabajos “Sociología del desarrollo…”, op. cit., y “El cap italism o y el m ito d el feud alis-
mo en la agricultura brasileña”, ambos en Capitalismo y subdesarrollo en América Latina, Ed. Siglo XXI, Bue-
nos Aires, 1970.
12
Publicado en la revista Estrategia, núm. 3, Santiago, 1966.
13
Publicad o en jun io d e 1965 en el d iario m exican o El Día. Una versión cor regida se encuentra en
el libro Sociología y subdesarrollo, Ed. Nuestro Tiemp o, México, 1972.
136 JAIME OSORIO
tica de las corrien tes antidep enden tistas, tanto del marxismo endogen ista com o
de la historiografía económica marxista y no marxista, así como de los teóricos de-
sa rro l l i s t a s. Esto no fue casual. En Frank se sintetizaron con mucha claridad los
elementos que definían la teoría marxista de la dep endencia en ese momento.
Sus for m ulacion es sobr e la esp ecificid ad d el cap italism o latin oam er ican o se
top aban con las d ificultad es d e en con trar las h erram ien tas teórico-m etod oló-
gicas y los conceptos que pudieran dar cuenta de la situación, problema que en
Fr an k qued a d e m an ifiesto en su m ás com en tad o tr abajo, “El d esarrollo d el
subdesarrollo cap italista en Ch ile”, 16 en el que form ula la relación m etróp oli-
satélite como base de la exp rop iación del “excedente económico” a que se asis-
te en el sistema capitalista. Por otra parte, la conclusión de que la única vía real
d e solución p ar a los p ueblos d el con tin en te se en con tr aba en el socialism o,
constituía p iedra de escándalo p ara los p ensadores no marxistas y p ara los im -
p ulsores de la revolución p or etap as.
Ap oyado más en geniales intuiciones que en un bagaje teórico riguroso, el
trabajo d e Fran k ap un tó a p roblem as claves y a lín eas p olíticas p recisas.17 Así,
por ejemplo, su hasta hoy válida fórmula del “desarrollo del subdesarrollo” sin-
tetizaba agud am en te la p rofun d ización d e los d esequilibrios y los atrasos d e
América Latina resp ecto d e las economías ind ustr iales, en tanto se siguiera
una vía cap italista d e desar rollo, p ero al exten der históricam ente la situación
de dep endencia de América Latina a los momentos de la conquista, confundía
a aquélla con la situación colonial.
Ante las debilidades del análisis y las p rovocativas tesis p olíticas, no fue ex-
traño que desde distintos bandos se cuestionaran los p lanteamientos de Frank.
A p esar de las limitaciones antes indicadas, creemos que Frank es quien mejor
sin tetiza esta p rim era asun ción d el en foque d e la d ep en d en cia p or p arte d el
marxismo latinoamericano, en un esfuerzo intelectual que no logra resolver de
un solo golp e –y tales sucesos no ocur ren en el p lano teórico– los diversos p ro-
blemas de su desar rollo.
Uno de los p rincip ales p roblemas del nuevo marxismo en los años sesenta fue
su incapacidad para avanzar en una economía política de la dependencia, cues-
tión que en p arte se exp lica p orque la mayoría de los teóricos de esta corrien -
te eran sociólogos o provenían de escuelas ajenas a la economía política. Tal era
16
In cluid o en el libro Capitalismo y subdesarrollo…, op. cit. Véase en p articular el p un to A, “Tesis del
subdesarrollo cap italista”, p p . 15-25.
17
Véase, p or ejemp lo, su artículo “¿Quién es el enemigo inmediato?”, en el libro América Latina: sub -
desarrollo o revolución, Ed. Era, México, 1973, p p . 327-357.
138 JAIME OSORIO
el caso de Dos Santos, Frank, Bambirra, Vasconi, etcétera. Igual situación p re-
valeció en los análisis de Cardoso y Faletto. El débil desar rollo de esta discip li-
na p rovenía de décadas anteriores en el marxismo latinoamericano, en el que
la historiografía económica predominó por sobre los análisis propiamente eco-
nómicos. Ellos fueron p atrimonio de corrientes no marxistas, como en el caso
d e los trabajos d e la CEPAL.
Esto n o con stituía un p roblem a m en or en el tem a que n os ocup a, ya que
marcó los límites a los cuales p odía arribar el marxismo latinoamericano en la
exp loración d e las raíces d e la form a d ep en d ien te d e d esarrollo. El p roblema
tenía su nudo en el camp o económico, y es allí donde h abía que encontrar los
fundamentos del subdesar rollo. La exp licación necesariamente debía realizar-
se en el plano de la economía política, como base para posteriores estudios que
dier an cuenta de los fe nóm enos del Estado, las clases, la p olítica, etcéter a.
Só lo una economía p olítica de la dep endencia p odía gestar la comp rensión de
la legalid ad vigen te en la p rod ucción y rep rod ucción d el cap italism o latin oa-
mericano.
Los autores an ter iores incursionan en el cam p o de la econom ía, p ero ta-
les avan ces sólo sir ven p ara acom p añar tangen cialmente el análisis sociológi-
co, o se realizan con base en categorías qu e dificultan la cabal comp re n sió n
del p ro b le m a . 1 8
Cur iosam ente, y como u na p r ueba más d e las d ebilid ades de la economía
m a rxista latinoamerican a, va a ser un sociólogo, Ruy Mauro Marin i, el que
formulará las bases de la econom ía p olítica de la de p en den cia, marcan d o con
su libro, Dialéctica de la dependencia,1 9 el corte en el p roceso de tr an sición d e
una categor ía que, surgida en un camp o teór ico ajen o al marxismo, asume un
estatu to te ór ico mar xista. En Dialéctica de la dependencia, el m arxism o latinoa-
mericano alcanza su punto más alto en tanto formulación de las leyes y tenden-
cias que en gen d ran y m ueven al cap italism o sui generis llamado dep endiente.
Esto se alcan zaba luego d e un a d écad a d e ard uos estud ios y d iscusion es sobre
el tema.
A p esar d e la n ecesid ad d e cam in ar en esa lín ea, ya que el trabajo d e Ma-
rini, p or su nivel general, no incursiona en el examen de situaciones p articula-
res que p erm itirían in trod ucir cierto grad o d e relativización en m uch as d e las
afirmaciones, llama la atención la esterilidad p resente en la economía p olítica
p roducida con p osterioridad a dicho libro. En este sentido, el trabajo de Mari-
n i es p ion ero y sólo h a ten id o algun a con tin uid ad en otros en sayos que tam-
18
Como ocurre en el trabajo de Frank, en donde el concep to de “e xcedente económico”, elaborado
p or Paul Baran, juega un p ap el clave.
19
Ed itad o p or Era, México, 1973. La obra an terior d e Marin i n o es ajen a a los lím ites com en tad os
p ara el p eriodo p recedente. Véase en p articular Subdesarrollo y revolución, Ed . Siglo XXI,México, 1969.
EL MARXISMO LATINOAMERICANO Y LA DEPENDENCIA 139
20
El primero p ublicado en Cuadernos Políticos, núm. 20, abril-junio de 1979, Ed. Er a, México, y el se-
gund o en la R evista Mexicana de Sociología, número ex t r a o rdinario (E), México, 1978. En esta línea, debe
incluirse también su ensayo “El ciclo del cap ital en la economía dep endiente”, p ublicado en Mercado y de -
pendencia, de Úrsula Oswald et al., Ed. Nueva Imagen, México, 1979.
140 JAIME OSORIO
21
“Plusvalía extraordinaria…”, op. cit.
22
F.H . Cardoso y J. Serra, “Las desventuras de la dialéctica de la dep endencia”, R evista Mexicana de
Sociología, n úm ero extraord in ario (E), 1978. De Castañ ed a y H ett, El economismo dependentista, Ed . Siglo
XXI, México, 1978.
EL MARXISMO LATINOAMERICANO Y LA DEPENDENCIA 141
23
Véase al resp ecto del p rop io Marini la p arte II de Dialéctica de la dependencia y el p unto III de “Las
razones…”, op. cit., p p . 85-99. También de Jaime Osorio, “Sup erexp lotación y clase obrera: el caso mexi-
cano”, Cuadernos Políticos, n úm . 6, octubre-d iciem bre d e 1975, Era, México, en p articular las p p . 5 a 10,
y el cap ítulo 3 “Dep endencia y sup erexp lotación” de este libro.
142 JAIME OSORIO
24
En Capitalismo y subdesarrollo…, op. cit.
25
Luego d e su salid a d e Ch ile, Dos San tos se establece en México, en d on d e p rosigue sus estud ios
sobre la crisis económica y el imp erialismo. Los resultados de este trabajo se encuentran en la p rimera y
segunda p arte de su libr o Imperialismo y dependencia, ya citado. Con p osterioridad, Dos Santos se traslada
a Brasil donde retoma una activa vida política. Vania Bambirra realiza un periplo geográfico similar, des-
plazando su atención teórica a problemas políticos, como el aporte de Lenin a una teoría de la revolución
y el socialismo.
26
Al salir de Ch ile, y tras una cor ta estadía e n Panam á y Aleman ia Fed eral, Marini se est ablece
en México e n 1974, inician do u n p rolífico tr abajo d e for m ación de equip os d e investigación en el
C e n t ro d e Inform ación, Documentación y Análisis del Movim ien to Obre ro (C I D AM O ), que crea y d iri-
ge, en d onde se p roducen va liosos materiales sobre análisis d e coyun tur a inte rnaciona l, a sí com o in-
vestigacion es sobre dive rsos p a íses la tinoamer icanos. En México, Mar in i escr ibe Las razones del neode -
sarrollismo y Plusv alía extraordinaria y acumulación de capital. Tam bién algun os e nsayos sobre el Estad o
y la luch a p or la d em ocr acia. En gen eral, su p rod ucción se red uce , en medio de in ten sas tareas d o-
cen tes y de d irección de in vestigacione s y equip os d e t rabajo, y p or el reflujo gen er al que viven los
m a rxistas d e la dep end encia. A media dos de los ochen ta, re g resa a Brasil en don d e inicia una re visió n
de la s teorías del desarrollo latin oamer icano, así como del socialism o. En 1993, d e vuelta en México,
dirige el Centro d e Estudios Latinoam er ican os (Cela) d e la U N AM , en d onde en cabeza seminar ios de
revisión de la teor ía social latinoamerica na, el cual d eja a m ediados de 1994 p ara re g resar a Brasil,
en d on de fallece en 1997. Sus m em or ias así com o sus p rin cip ales tr abajos p ueden consulta rse en la
p ágin a h ttp ://www. m a r in i-e scr it o s. u n a m . m x
EL MARXISMO LATINOAMERICANO Y LA DEPENDENCIA 143
La crisis que vivió el marxismo endogenista en los años sesenta, con la “sorpre-
sa” d e la Revolución cuban a, el agotam ien to d e sus tesis p olíticas y el quiebre
de muchas de sus organizaciones, creó dificultades a su elaboración teórica. Sus
planteamientos respecto a las formulaciones de la dependencia tendieron a ser
más contestatarios, lo que le restó fuerzas en la creación de puntos de vista nue-
vos en la caracterización del cap italismo latinoamericano. Sólo a mediados de
los seten ta, la situación se m od ifica, cuan d o ciertas form ulacion es gestad as en
Europ a, p articularmente en Francia,27 son retomadas p or teóricos latinoameri-
canos, dando vuelo a la teoría de la “articulación de modos de producción”, en
un claro sentido alternativo a las tesis de la dep endencia.
Agustín Cueva ha sido sin duda el más lúcido exponente de esta interpre t a-
ción en nuestro continente. Su libro, El desarrollo del capitalismo en América Latin a,28
es una de las obras más valiosas p roducidas en la segunda mitad de los años se-
tenta en la zona. En el trabajo d e Cueva se rep iten viejas tesis teóricas y p olíticas
del marxismo endogenista, aunque con sign ificativas innovaciones, muchas de
ellas tomadas de las p rop uestas de los teóricos de la dep endencia. Estos cambios,
p resentes en ideas como “las deformacion es d el aparato productivo capitalista
debid o a nuestra integración en el orden económico mundial”, “situaciones de
dependencia” o sobre explotación, harán más corta la brecha entre este enfoque
y las formulaciones marxistas de la dependencia.
En el libro de Cueva hay un esfuerzo evidente p or sup erar las limitaciones
en d ogen istas m ás recalcitran tes, tratan d o d e in tegrar en el an álisis los con d i-
cionantes exteriores con los factores internos p ara exp licar la originalidad del
capitalismo latinoamericano. Es así como se indica que “la plena incorporación
de América Latina al sistema cap italista mundial […] no ocur re a p artir d e un
vacío, sin o sobre la base de una matriz económico-social pre existente”, p or lo que
esta situación “nos coloca ante la complejidad de un proceso en el que lo inter -
n o y lo extern o, lo econ óm ico y lo p olítico, van urd ien d o un a tram a h istórica
hecha de múltip les y recíp rocas determinaciones” (p p . 11 y 12).
La id ea d e “recíp rocas d eterm in acion es” d e los factores extern os e in ter-
nos, si bien sup era los enfoques unilaterales que consideraban sólo uno de los
elementos, no nos ayuda a identificar el hilo conductor que debe guiar el aná-
lisis. El p roblem a n o se aclara con un a sum atoria d e elem en tos y con cep tos, o
con un equilibrio indeterminado de factores internos y externos. ¿Dónde están
las raíces d e n uestro subd esar rollo?, ¿cuáles son los elem en tos d efin itorios en
27
Pierre-Philip p e Rey, Les alliances de classes, Ed. Masp ero, París, 1973. Existe edición en esp añol en
Siglo XXI.
28
Ed. Siglo XXI, México, 1977.
144 JAIME OSORIO
la gestación d el cap italism o p ar ticular latin oam er ican o? Cueva for m ula un a
p rop uesta. Así señala que
lución d em ocr ático-bu rguesa le ha parecido como un gran “salto al vacío”, como
un riesgo de persp ectivas inciertas que nunca se decidió a asumir (p. 150).
29
Publicado en Cuadernos Políticos, núm. 18, octubre-diciembre de 1978, Ed. Era, México.
30
En un trabajo p osterior, “La cuestión del Estado y la lucha de clases en América Latina”, Monthly R e -
v iew, Barcelona, octubre d e 1980, vol. 4-1, Marini retoma el análisis del Estado, articulando la ex p o sició n
con las consecuen cias que la nueva situación p lantea desde el p unto de vista de la lucha democrática.
EL MARXISMO LATINOAMERICANO Y LA DEPENDENCIA 147
Dependentistas y neodesarrollistas
Las d iferen cias y con tr ad icciones entre los teóricos de la d ep enden cia sólo
a su m ie ron un car ácter sign ificativo luego d e la p ublicación de Dialéctica de la
depen den cia. Ello obede ció al claro cor te de agu as que estableció el an álisis
de Marini en el p lan o te órico. A p ar tir de ese p un to, ya no tod os los d ep en-
dentistas asumieron esta con dición , p orque el calificativo come nzó a sign ifi-
car muchas más cosas que en sus inicios. El marxismo se h abía ap rop iad o d e
dich a categor ía, d ánd ole conn otaciones esp ecíficas al en foque de los p r o b le-
m as que afron ta el cap italism o latinoam er ican o, lo que obligó a for mular d e-
fi n i c i o n e s .
El p rimer signo de este decantamiento fue el trabajo de Cardoso “Notas
so b re el estado actual de los estudios sobre la d ep enden cia”, 3 2 escrito en 1972.
Allí Cardoso in icia mod erad amente sus objeciones a la categoría sup erex p lo-
tación en tanto factor clave del cap italismo dep en diente, al considerarla una
forma antediluviana de exp lotación y no resultado d el desarrollo del capitalismo
como tal.3 3
Posteriormente, bajo un nuevo cuadro p olítico en Brasil, con p asos signifi-
cativos d e la d ictad ura m ilitar p or in stitucion alizarse en m ed io d e ap erturas
p olíticas, y un a crecien te recom p osición y reactivación d el m ovim ien to p op u-
lar, Cardoso lanza un violento ataque a la obra de Marini, rechazando las tesis
d e la sup erexp lotación y d el subim p erialism o. Su en sayo “Las d esven turas d e
31
El tem a d el Estad o h a con tin uad o d esarrollándose, aunque con visiones más p arciales. Una bue-
na selección de trabajos se encuentra en el libro Estado y política en América Latina, de Norbert Lechner et
al., Siglo XXI , México, 1981. La discusión p osterior se trasladó al tema de la democracia y de las transi-
ciones a la democracia, en donde destacan autores como el mismo Lechner y O´ Donnell. Para una críti-
ca de esta corriente véase de Atilio Borón, Estado, capitalismo y democracia en América Latina, Ediciones Ima-
go Mundi, Buenos Aires, 1991, y de Jaime Osorio, El Estado en el centro de la mundialización, Fondo de Cul-
tura Económica, México, 2004.
32
Publicado inicialm en te en R evista Latinoamericana de Ciencias Sociales, núm . 4, Santiago, 1972.
Posterior mente se incluyó en Problemas del subdesarrollo latinoamericano, Ed . N uest ro Tiem p o, México,
1976.
33
La respuesta de Marini a estas observaciones ap arece en la parte II de Dialéctica de la dependencia, op. cit.
148 JAIME OSORIO
Conclusiones
34
En R evista Mexicana de Sociología, número extraordinario (E), 1978.
35
Tras cor tas estadías en Chile y en Fr ancia, luego d el golp e m ilitar en Brasil en 1964, Card o so
re g resa a Brasil, en donde crea el Centro Brasileiro de An alise e Pla neam ie nto (Cebrap ), que se trans-
for ma al p oco tiemp o en uno de los in stitutos en cien cias sociales m ás p rod uctivos d el con tin en te. Se
adscribe al Movimiento Democrático Brasileño ( MDB), organización p olítica de centro, con actividad des-
tacada en los procesos políticos tendientes a democratizar el país. En 1982 ocupa el cargo de senador por
el Estado de Sao Paulo y p articip a activamente en la Asamblea Constituyente que elabora la nueva Cons -
titución p romulgada en 1988, fungiendo también como dirigente del Partido Social Demócrata Brasileño
(PSDB), organ ización d isid en te d el PMDB . En 1992, asum e la cartera d e relacion es exteriores y al añ o si-
guiente la de H acienda, bajo el gobierno de Itamar Franco, quien sucede a Fernando Collor de Mello al
aban d on ar éste la Presid en cia d el p aís, bajo acusacion es d e corrup ción . Posteriorm en te llega a la Presi-
dencia de Brasil, siendo reelegido y termina su mandato con fuertes críticas del centro y la izquierda de
haber realizado una gestión orientada p or p olíticas neoliberales. Le sucedió Lula en el cargo.
36
Marini, op. cit.
EL MARXISMO LATINOAMERICANO Y LA DEPENDENCIA 149
Bibliografía
Introducción
1
Formuladas especialmente en La industrialización trunca de América Latin a, Nueva Imagen, México, 1983
(It en adelante) e Industrialización en América Latina: de la “caja negra” al “casillero vacío”: comparación de patrones
contemporáneos de industrialización (1990).
2
Nos referim os esp ecialm en te a Transformación productiva con equidad, CEPAL, San tiago, 1990 (Te en
ad elan te), y a tod a la p rod ucción p osterior que giró en torn o a este tem a. Ricard o Bielsch owsky señ ala
que “los d os textos [d e Fajn zylber an tes señ alad os (JO )] son las p iezas p r in cip ales d e la tr an sición d e
la p rod ucción cep alin a a la etap a que se in iciaría en los añ os n oven ta”. En “Evolución d e las id eas d e la
CEPAL”, R evista de la CEPAL, número extraordinario, Santiago, octubre de 1998, p. 39. En “La CEPAL y el neo-
liberalismo” (entrevista), (en R evista de la CEPAL, núm. 52, abril de 1994) Fajnzylber hace una apretada sín-
tesis de las diferencias entre el p ensamiento cep alino y el neoliberalismo, material en el que también nos
ap oyaremos p ara algunas discusiones en este trabajo.
3
En t re los que destacan Osvaldo Sunkel, Joseph Ramos, Víctor E. Tokman y Ricardo Fre n ch -Davis, to-
dos ellos ligados en diversos momentos y bajo diversas formas a C EPAL o a otros organismos internacionales,
151
152 JAIME OSORIO
Pipitone nos interesa porque de manera diáfana pone de manifiesto los su-
p uestos teóricos y metodológicos desde los que se construye el discurso neoes-
tructural, así com o sus lim itacion es en la caracterización d e Am érica Latin a y
en las soluciones p ara resolver los p roblemas del subdesarrollo.4
La exposición la hemos dividido en cuatro grandes apartados. En el primero
p re se n t a remos la p ropuesta neoestructural en torno a cómo alcanzar el desar ro-
llo. En el segundo, ex p o n d remos el diagnóstico que realiza del subdesarro llo , sus
causas o manifestaciones, la caracterización sobre América Latina y del Estado
y las resp uestas al interrogante si existe una vía cap italista –así como una socia-
lista–, p ara sup erarlo. En am bos ap artad os h em os op tad o p or un a am p lia ex-
p osición de citas a fin de resp etar al máximo las ideas, así como las herramien -
tas concep tuales a las que se recurre.
En el tercer ap artad o an alizam os los tem as an teriores d esd e un a p ersp ec-
tiva crítica, tan to d e los sup uestos m etod ológicos y ep istem ológicos p resen tes
en la construcción teórica, así como de la caracterización del subdesar rollo y de
América Latina que realiza el neoestructuralismo.
La exposición sintética de las claves que a nuestro entender explican el sub-
desar rollo latinoamericano (y como contrapartida, el desar rollo de las regiones
centrales), constituye el tema central del último ap artado, que a modo de con-
clusión p rivilegia elem en tos exp licativos que con fron tan a las vision es n eoes-
tructurales.
Para iniciar esta exposición tomaremos las tres condiciones para alcanzar el de-
sarrollo formuladas p or Pip itone. La p rimera se refiere a la necesidad de “p ro-
fundas transformaciones en las estructuras p roductivas agrícolas”, ya que “una
agricultura m od ern a y eficien te […] p arecería ser un a conditio sine qua non p a-
ra la salida del atraso económico” (FCE , p . 20).
Fajnzylber concuerda en la imp ortancia de “la transformación de la estruc-
tura agraria”, ya que “la exp eriencia enseña que en muchos casos de industria-
y que dieron forma al libro El desarrollo desde dentro, de Sunkel (comp.), Lecturas de El Tr im e st re Econ ómi-
co, México, 1991. A esta lista, desde México, se agrega Ugo Pip itone. No deja d e llamar la atención el he-
cho que Pipitone, a lo menos en sus trabajos princip ales, nunca haga re fe rencia a los escritos de Fa jn zylb e r
ni de la C E PAL an tes señ alad os, a p esar d e las clar as h eren cias teóricas y m etodológicas que d e éstos
p resen ta.
4
C o n sid e r a remos tres de sus e scr itos. El m ás imp ortan te en torno al p roblem a que aquí nos ocu-
p a, La salida del atraso: un estudio histórico comparativo, Fon do d e Cultur a Económ ica, Mé xico, 1994
( F C E, en ad elante); el segun do, “Crecim ien to y d istr ibución del in greso en Am érica Latina: un nudo
ir re su e lt o”, Comercio Exterior, vol. 46, núm. 7, México, julio d e 1996 (Ce, en ade lant e), y “Ensayo sobre
democracia, desar rollo, América Latina y otras dudas”, M etapolítica, vol. 2, núm. 7, México, julio-sep tiembre
de 1998 (M, en adelante).
SOBRE RECETAS PARA SALIR DEL SUBDESARROLLO 153
5
Industrialización en América Latina: de la “caja negra” al “casillero vacío”, op. cit., p . 56.
6
“La CEPAL y el neoliberalismo”, op. cit., p . 208.
7
Transformación productiva con equidad, op. cit., p . 14.
8
Aquí existen matices que vale la p ena retener. Si en Pip itone “la historia del subdesar rollo latinoa-
m erican o” es resultad o d e “un a m od ern ización agraria frustrad a” (“En sayo sobre d em ocracia, d esarro-
llo…”, op. cit., p. 476), para Fajnzylber el problema reside en una “modernización trunca y precaria”, ubi-
cando el “núcleo endógeno” p articularmente en el sector de bienes de cap ital. (La industrialización trunca
… op. cit., cap . V: “Reflexiones p ara una nueva industrialización”). Esta esp ecificidad se p ierde en Trans -
formación productiva con equidad, qued an d o el sector in d ustrial en gen eral com o m otor d el “n úcleo en d ó-
geno” (CEPAL, op. cit.).
9
“La CEPAL y el neoliberalismo”, op. cit., p . 208.
10
Transformación productiva con equidad, op. cit., p . 15.
154 JAIME OSORIO
concentra una masa de energía social adecuada p ara imp ulsar las transforma-
ciones necesarias” ( FCE , p . 20).
Esa masa de energía “p uede refigurarse como una secuencia dinámica en-
tre tres dimensiones: la innovación técnico-científica, la amp liación del merca -
do y la creatividad empresarial que, para cerrar el círculo, retroalimentan la in-
novación técnico-científica” ( FCE, p . 461).
La crítica al papel subsidiario del Estado en la concepción neoliberal se en-
cuentra explícita en la postura neoestructural. De “menos Estado” de la prime-
ra se debe dar p aso a un “mejor Estado” en la segunda. 11
El diagnóstico
Son varios los signos que caracterizan el subdesarrollo. El primero es como deforma -
ción. “La clave del subdesarrollo –indica Pipitone– no está en una insuficiencia, en
algo que puede entenderse por medio de un signo de menos, sino en una defor-
mación que distorsiona la posibilidad de p romover formas de desarrollo que em-
palmen entre sí hombres, recursos naturales y necesidades sociales” (FCE, p. 25).12
El subdear rollo tam bién se p resen ta “[…] com o dualismo de estructuras pro -
ductivas y sociales que no terminan de encontrar los actores y las ideas p ara una
integración interactiva de los diversos subsistemas que constituyen una organi-
zación social” ( FCE , p . 25, cursivas d el autor). Se con form a así “un h íbrid o h is-
tórico y una situación de convivencia precaria entre modernidad y arcaismo….”
(FCE , p . 441).
En Fajn zylber , el subd esar rollo se p r esen ta com o un a “m od er n ización”
“trunca”, “precaria” y “distorsionada” respecto a la industrialización de los paí-
ses avanzados, 13 la que debe dar p aso a una “nueva industrialización”, que p ri -
vilegie el sector de bienes de capital, en tanto ”una de las especificidades de es-
te sector resid e […] en el h ech o d e que un o d e los objetivos que se p ersiguen
con su desar rollo es el fortalecimiento del acervo tecnológico nacional”.14
11
Para Sun kel “la in terven ción d el Estad o d ebe ser an alizad a con un criterio m ás p ragm ático, que
reconozca la vital presencia de un Estado eficiente en suplir las deficiencias del mercado y en eliminar las
tendencias excluyentes en la distribución de los beneficios del crecimiento y que rescate su verdadero p a-
p el orientador del desar rollo ….” El desarrollo desde dentro, op. cit., p . 69.
12
Reiter and o el p unto se se ñala q ue “el p roblem a cen tra l del subd esar rollo no es p or tanto un
p roblema d e insuficiencia, sino d e deform ación. Re sultado inevitable d e un a h eren cia h istór ica en la
cua l el cap italismo, como resultad o d e la exp ansión m un dial europ ea, n ació an tes que los cap italistas”
( F C E, p . 25).
13
La industrialización trunca… op. cit., cap . III : “Am érica Latin a: im agen fiel o reflejo d eform ad o d e
industrialización de los p aíses avanzados”, p p . 149-267.
14
La industrialización trunca…, op. cit., p . 387.
SOBRE RECETAS PARA SALIR DEL SUBDESARROLLO 155
Entre los factores históricos que intervinieron en la gestación del subdesar rollo
se destacan tres. El p rimero es la idea de un “transp lante histórico fracasado”.
“Áreas extraeurop eas, in m en sos territorios d e la Am érica que sería latin a, d e
Asia y más tarde de África, –señala Pip itone– fueron abrup tamente integrados
a esquem as d e organ ización p rod uctiva in tern acion al en el ám bito d e los cua-
les, sin embargo, la lógica de funcionamiento era del todo externa a su anato-
mía y fisiología tradicionales” (FCE, p . 24).
Más aún: “Se tran sfirió un p roducto terminado sin que fuese p osible
tr ansfer ir aquellos factores mater iales y esp iritu ales qu e habían h echo del ca-
p italismo un p rod ucto mad uro de la Ed ad Moder n a europ ea. U n tr ansp lan -
te d e órgan os que a lo largo d e 500 años no h a sido ni asim ilad o d el todo ni
del todo re ch a za d o” (F C E , p . 24).
En los or ígen es del su bd esar rollo tam bién está p resen te la ex p a n si ó n
e u rop ea, ya q ue si “el atr aso es fun d amen talm en te un fe nóm en o eu ro p e o ,
o sea un fen óm en o típ icam en te semip er ifér ico, el su bdesar rollo es, en sus-
tan cia, e l p rod ucto d e la exp an sión m un d ial d el cap italism o eur o p e o” (F C E ,
p . 23).
El énfasis en este asp ecto es manifiesto:
Aquello que p ud iese haber sido “atraso” […] de otr as p artes del mun d o
al contacto con un a Eu rop a que se p royecta hacia el mund o se con vierte
en subdesar rollo. Fren te al p od erío, la vitalidad y la agresivid ad ex p a n-
sion ista de Europ a, e l subd esar rollo n o tuvo ninguna posibilidad histórica
p ara e volucion ar h acia for mas su p eriores (y p rop ias) de con ocim ien to
científico, innovación tecn ológica y organización social ( F C E, p . 24, cursi-
vas d el autor). 1 5
La exp an sión europ ea gestó colonias y este asun to con stituye un an te ce-
den te cen tr al para en tend er el su bd esar rollo actu al d e region es y p aíses: “El
haber sido colonias a lo largo de siglos en los cuales en Europ a y Estad os
Unidos se con solidaban estr uctur as h istóricas d el cap italism o […] sup uso
p ara los p aíses que h oy d en om inamos subd esar rollad os la acum ulación d e
15
El autor no quiere d ejar lugar a d udas en este asun to. Por ello reitera que “la Conquista an tes
y la dep ende ncia econ ómica desp ués n o exp lican tod o, y si lo h acen es sólo en la m ed ida en que
p onen en eviden cia la imposibilidad histórica de que los p aíses p erifér icos p udieran realizar las tr an s-
form aciones que, en Europ a, cre a ron la s con d iciones p ar a una nueva estr uctura al mism o tiem p o
integrad a, conflictual y din ám ica de organización de la p rod ucción y de la socied ad ” (F C E, p p . 14-15,
cur sivas d el autor).
156 JAIME OSORIO
atr asos y d eform acion es qu e con stitu yen una p esad a h eren cia histór ica”
(F C E, p . 441).
Pero si las conquistas coloniales ayudan a exp licar el subdesar rollo, ello no
es así p ara entender el desar rollo. Porque “en la historia del cap italismo euro-
p eo las con quistas colon iales con solid aron y d ieron m ás fuerza a los p rocesos
que h acían tran sitar a Europ a d el feud alism o a la econ om ía d e m ercad o y fi-
n alm en te al cap italism o in d ustrial m od ern o. Pero n o fueron n i las con quistas
ni las colonias el factor determinante” (FCE , P. 441).16
Sobre este tem a, en la obra d e Pip iton e se h acen p resen tes resp uestas con tra-
dictorias. Así, en FCE señala que
hasta hoy la h istor ia ha in dicad o que existe un cam ino cap italista p ar a
salir d el atraso. La exp er ien cia de p aíses como Suecia, Dinamarca, Ale-
m ania o Italia en el siglo p asad o y com ien zos del p resente, […] son de-
m asiado evid en tes p ara que sea n ecesario in sistir sobre este p unto. Sin
e m b a rgo, no resulta eviden te, a juzgar p or los hechos m ad uros h asta hoy,
que exista un cam ino capitalista cap az de con ducir a los p aíses subd esa-
r rollad os h acia la in tegración d e sus estr ucturas p rod uctivas y sociales
(F C E , p p . 26-27) (cur sivas en el or iginal).
Esta idea es reforzada con sus afirmaciones sobre la “imp osibilidad históri-
ca” de los p aíses subdesar rollados de lograr p rocesos de integración y de inno-
vación tecnológica que los llevaran a estadios sup eriores de desar rollo.
En este m ism o texto ap arece a p ie d e p ágin a un a afirm ación que in ten ta,
sin embargo, matizar su p ostura al afirmar que
16
H ay un claro cuestionamiento a la idea que “desar rollo y subdesarrollo son las dos caras de un mis-
mo p roceso”, como afirmó la teoría de la dep endencia, tanto en su vertiente cep alina radical, como mar-
xista. Véase, p or ejemp lo, de Osvaldo Sunkel y Pedro Paz, El subdesarrollo latinoamericano y la teoría del de -
sarrollo, Siglo XXI, México, 1970.
SOBRE RECETAS PARA SALIR DEL SUBDESARROLLO 157
p ocas dudas deberían caber acerca del éxito económico del socialismo (en
su versión histórica de cap italismo de Estado autoritario) como instrumen-
to p olítico p ara p romover la salida del subdesar rollo. H acien d o a un lad o
toda consideración relativa a los p roblemas de la democracia, la exp erien-
cia d e un p aís com o Ch in a en las últim as cuatro d écad as p arecen m ostrar
la eficacia del “socialismo” p ara romp er con una p arte considerable de los
dualismos típ icos del subdesar rollo […](FCE, p . 27).
Pero es un a salid a d el subd esar rollo lim itad a. Sólo “h acia formas histórica -
mente originales de atraso en el ám bito d e las cuales op eran factores d e rigid ez
p olítico in stitucion al que term in an p or trabar la continuación de procesos sosteni -
dos de crecimiento a largo plazo”. (FCE , p p . 27-28)(cursivas del autor).17
Las citas p arecen ap untar a la idea de que el socialismo (chino, en p articu-
lar) p ermite el p aso del subdesar rollo hacia el atraso, p ero sin p ermitir la inte-
17
“El cap italism o h a m ostrad o su eficacia h istórica p ara p rom over el trán sito d el atraso al d esar ro-
llo. El socialismo se ha revelado (aunque sea en los límites de una realidad de cap italismo de Estado au-
toritario) en algun os casos n acion ales com o un in strum en to eficaz p ara rom p er una parte considerable de
las inercias y las deformaciones del subdesarrollo sin poder, sin embargo, constituir estructuras sociales y eco -
nómicas con altos grados de interacción dinámica” (FCE, p . 28) (cursivas del autor).
158 JAIME OSORIO
gración propia del desarro llo .18 El texto hasta aquí citado, p ublicado en 1996, pue-
de exp licar el er ror de afirmar que “operan factores de rigidez p olítico institucio-
nal que terminan por trabar la continuación de procesos sostenidos de cre cim ie n-
to a largo plazo”, siendo China un caso excepcional en materia de crecimiento en
las últimas décadas.
Pe ro en el texto M el caso ch ino ya no ap arece ubicado en el atraso, sin o
en el d el desar rollo. Ad emás, como p aís cap italista. Al h ablar de los “d istin-
tos estilos (de d esar rollo económ ico)”, y al “cier re d el segund o y la ap ertur a
del tercer m ilenio”, Pip itone ind ica que “no hay maner a de n adar sino en el
río universal que es el capitalismo”, ubicando a China jun to a p aíses d esar ro lla-
dos como Alem ania, Estados Un idos, Suecia y Corea del Sur. (M, p . 466) (cur -
sivas del autor ).
Los escritos n o ap ortan , sin em bargo, los elem en tos que d e 1996 a 1998
(fechas de los textos citados) llevan a China del atraso al desarrollo y de nación
socialista a cap italista.
Para Pip iton e, “[…] gran p arte d e la h istoria d el subd esar rollo latinoamerica-
no es imagen esp ecular de una modernización agraria frustrada. H istoria de la
imp osibilidad de convertir a la agricultura en factor de integración de los mer-
cados, de movilidad social ascendente, de semilleros de cap acidades emp resa-
riales, de generación de ahor ros cap aces de entrar en circuito con los p rocesos
generales de modernización” (M, p . 476).
Desglosando consecuencias Pip itone señala:
18
Algun as con fusion es en torn o a la d istin ción en tre atraso y subd esar rollo las in trod uce Pip iton e
cuan d o in d ica que “sobre tod o en la tercera p arte d e este libro [FCE , JO ] se usará a veces la exp resión
“atraso” com o sin ón im o circun stan cial d e “subd esar rollo”, [creo que sería m ás claro d ecir que se usará
subdesar rollo como sinónimo de atraso, JO], en tanto “el subdesarrollo se nos p resenta así como una for-
ma de un fenómeno general que es el atraso” ( FCE, p . 25). En el cap ítulo XIV, ubicado en esa tercera p ar -
te, h ace sin embargo, esfuerzos de distinción entre atraso y subdesar rollo, cuan d o señ ala que “el subd e-
sarrollo se n os p resen ta así, a diferencia del atraso, ya n o com o un a situación d e estan cam ien to y p obreza
técnica generalizada” -para regresar a las confusiones- “sino como una situación en que la modernización
avanza p or caminos que retroalimentan el atraso, imp idiendo el tránsito a una integración técnico social de
la economía” ( FCE, p . 456) (cursivas del autor).
SOBRE RECETAS PARA SALIR DEL SUBDESARROLLO 159
con ello, e strecha la amp litud de los mercados n acion ale s así como la ac-
tivación de p resiones end ógen as a la in novación tecnológica (M, p .
4 7 7 ). 1 9
19
La lista de “consecuencias” o “manifestacion es” del subdesar rollo latinoamericano se hace más ex-
tensa. Así se señala que “El p roblema de la región [Amér ica Latina, JO ] casi nunca ha sid o su incapacidad
p ara cre ce r, sino más bien la dificultad p ara crecer al tiemp o que se consolidan estructuras productivas in-
tegradas y se forman tejidos sociotécnicos capaces de hacer de las sociedad es regionales cuerp os re co rr id o s
p or factores d inámicos de renovación y crecien te coherencia interna” (Ce, p. 515).
“América Latina h a exp erimentando ciclos de crecimiento p rolongados que, sin embargo, dejaron
tras de sí una estela de deformaciones estructurales y desequilibrios macroeconómicos de distinta grave-
dad” (Ce, p . 515).
“¿Cuáles son esas d eformacion es y r igideces acumuladas a lo largo d e décadas […]? […] Las más
gran des y estor bosas son: el d ualismo sector ial y terr itor ial que ca racter iza a gran p arte d e las econ o-
mía s regionales; el desemp leo, p ero sobre todo el sube mp leo cr ónico de am p lios sectores de la p obla-
ción económicamen te activa; la elevada p olar ización del ingreso que con tribuye a segment ar las estruc-
turas p rod uctivas y a im p edir econom ías d e escala ad ecuadas p ara muchas emp resas; la insuficien te
consolidación d e adm in istra cion es y eficaces dep ositar ias d e am p lios m árgen es de legitimación so-
cial; e l uso de tecn ologías «fuer a d e línea» resp ecto a los p recios relativos n aciona les; la p eriód ica fr a-
gilidad d e las cuen tas ext ern as exce sivamente dep en dient es de exp or taciones d e bien es con escasa
elasticidad , in greso en su de ma nd a int ern acion al, y la ya crón ica deficien cia de ahor ro inter no que
vuelve a la reg ión en exceso dep en dien te –a menudo d e m ane ra crítica - d el flujo de cap itales ex t e r -
nos” (Ce, p . 516).
20
El sím il con la “m od ern ización d e escap arate” señ alad a p or Fajn zylber (1983, 1990) es m an ifies-
to. Es p ertinente insistir que son muchas las herencias cep alinas y en p articular de Fernando Fajnzylber
en la argum en tación d e Pip iton e, aun que n uestro autor n un ca las señ ale. La “h eterogen eid ad estructu-
ral” (p lan tead a p or An íbal Pin to), o tem as claves en la p rop uesta d e la “tran sform ación p rod uctiva con
equidad”, como ”el p rogreso técnico”, “la articulación p roductiva”; “el p leno emp leo” y “la equidad” co-
mo “condición necesaria p ara la comp etitividad”, “la concertación estratégica p úblico-p rivada” y el p ap el
d el Estad o, tem as recurren tes en Pip iton e, son sólo un a m uestra d e los que señ alam os. Véase d e CEPAL,
Transformación productiva con equidad, op. cit. También de Fernando Fajnzylber, “La CEPAL y el neoliberalis-
mo”, op. cit.
160 JAIME OSORIO
Según Pip iton e “O ccid en te es, en gen eral, exp resión d e form as d em ocráticas
d e salid a d el atraso m ien tras O rien te exp resa en este fin d e siglo el éxito d e
fórmulas p olíticas autoritarias” (M, p . 466).
Pero en Occidente “debajo de las formas autoritarias y democráticas exist(e)
una capa más profunda del Estado, n o siem p re in m ed iatam en te visible, que h o-
mologa entre sí regímenes políticos de distinta naturaleza” (M, p . 467)(cursivas
del autor).
Ese “máximo común denominador” sería:
Den tro d e los “cim ien tos” p ara el d esarrollo, ausentes en América Latina,
Pip itone señala “[…] la construcción de una administración p ública altamente
p rofesionalizada con esp íritu de cuerp o, sentido de resp onsabilidad colectiva y
SOBRE RECETAS PARA SALIR DEL SUBDESARROLLO 161
amp lios márgenes de autonomía resp ecto a los vaivenes de la p olítica” (M, p p .
478-479), al fin que “n o existen casos d e d esarrollo econ óm ico d e largo p lazo
que se h ayan d ad o en con d icion es d e corrup ción m ás o m en os flagran tes, d e
ineficacia, de graves y reiterados desvíos de recursos, de clientelismo p olítico-
corp orativo y de p obre credibilidad p ública de las instituciones” (M, p . 479).
Refirién d ose a “la base social d e susten tación “ d e la “n ueva in d ustrializa-
ción ” Fajn zylber p erfila su visión d el Estad o y las características d e los actores
que d eben d ar vid a al p r oyecto. Así señ ala que “el cen tr o d e gr aved ad ” d e
aquella base social “debe localizarse en movimientos, agrup aciones o p artidos
cap aces de asum ir un com promiso estraté gico con la d ign id ad nacion al, la
sup er ación d e las caren cias sociales h ered ad as, el desar rollo de la p oten cia-
lid ad creativa d e la p oblación y la sober an ía en el uso d e los recur sos n atu-
rales” (I t, p . 414).
También deben formar p arte de aquella “la burocracia emp resarial p úbli-
ca”, “portadores de una proporción elevada del acervo técnico con que se cuen-
ta en la región” (It, p . 415).
So b re e l tema, la C E PAL señ ala que “la realización de la tr an sformación
p rod uctiva con equid ad […] entr añ a cier tos requisitos sociop olíticos entre
los cuales se destaca el ap oyo de los distin tos agentes sociales”, asun to p ar-
ticularm en te im p or tante “cu an do é sta d ebe llevarse a cabo en sistem as d e-
m ocr áticos” (Te, p . 57).
Estos sistemas democráticos “estables” exigen “la presencia de partidos po-
líticos con amplio apoyo, que expresen los intereses coherentes de clases o gru-
pos dentro de la sociedad, pero que estén dispuestos a llegar a acuerdos en forma
realista” (Te, p . 58).
El Estado, por otra parte, enfrenta dos tareas cruciales: “participar en la su-
peración de las carencias acumuladas en los ámbitos de la equidad y de la com-
p etitividad internacional” (Te, p . 154). 21
Observaciones críticas
A p esar d e que Pip iton e h ace señ alam ien tos, en d iversos m om en tos, sobre el
p ap el del sistema mundial y sus rep ercusiones en los p rocesos que gestan cen-
tros y p eriferias, éstos p ermanecen como un marco general que no termina de
21
Dejamos nuestros comentarios críticos p ara el ap artado que sigue. Señalemos simp lemente que to-
do indica que el Estado latinoamericano ha caminado más en resolver la segunda “tarea crucial” señalada
p or C E PAL, a costa justamente de acumular carencias en el ámbito de la equidad. ¿Por qué ocurre esto? En
los trabajos p osteriores de C EPAL es d ifícil encontr ar alguna resp uesta a este interrogante.
162 JAIME OSORIO
Individualismo metodológico
26
CEPAL,
Políticas para mejorar la inserción en la economía mundial, Santiago, 1995.
27
CEPAL,
El regionalismo abierto en América Latina y el Caribe. Santiago, 1994.
28
Como su acento en las relaciones externas entre naciones y regiones, dejando de lado los elemen-
tos internos que las p rop ician y rep roducen.
29
Como es el caso del estudio de los diversos casos nacionales que se p resentan en La salida del atra -
so… op. cit.,y e n La industrialización trunca en América Latina, op. cit.
164 JAIME OSORIO
m arn os con exp licacion es elaborad as en fun ción d e los «colectivos» (estad os,
naciones, razas)”. 30 Al fin que “los colectivos no actúan, no tienen intereses; los
colectivos n o tien en p lan es, aun que p od am os d ecir (p or razon es d e sen cillez)
que los colectivos actúan , tien en in tereses, tien en p lan es, etcétera. Q uien ver-
d ad eram en te actúa, tien e in tereses, p lan es, etcétera, es el in d ivid uo [o las n a-
cion es, agreguem os, JO ]. Ésta es, en sín tesis, la tesis d el in d ivid ualism o m eto-
dológico”.31
En definitiva, para los individualistas metodológicos en el campo de la eco-
nomía internacional, el sistema mundial capitalista es un simple recurso discur-
sivo, p ero sin incidencia en la historia real. 32
Un enfoque endogenista
30
La sociedad abierta y sus enemigos, Paidós, Madrid, 1981, p . 283.
31
Encuentro con Karl Popper, de Pedro Schwartz, Carlos Rodríguez Braun y Fernando Méndez Ibisate
(comp s.), Alianza Editorial, Madrid, 1993, p . 29.
32
Por ello, n o es extrañ o que las citas d e Pip iton e sobre Fern an d Braud el o Im m an uel Wallerstein ,
dos de los teóricos que han revivido las p rop uestas gestadas inicialmente p or los teóricos del subdesar ro-
llo y la dep endencia en torno al sistema mundial como unidad básica p ara comp render el desar rollo y el
subdesarrollo, son p or lo general la toma de datos p ara reforzar algún tema referido a los elementos en-
dógenos de algunos de los casos considerados, sin mayores menciones al p ap el del sistema-mundo. Ade-
más, Prebisch, Frank, Dos Santos o Marini simp lemente no existen.
33
Don d e se ubican las p rim eras p rop uestas d e las teorías cep alin as, que en d efin itiva cum p lían la
función p olítica de dejar intactas las resp onsabilidades de los p oderes nacionales en el subdesar rollo.
SOBRE RECETAS PARA SALIR DEL SUBDESARROLLO 165
no es […] un p roceso que p ueda exp licarse y comp re nder se sólo en tér -
minos d e p aíses aislados, como Inglater ra o de regiones aislad as, com o
E u rop a noroccid ental. En realidad , se desenvuelve den tro de un sistema
económ ico y p olítico mundial que vincula aquellos p aíses y region es en-
t re sí y con sus resp ectivas áreas coloniales y p aíses d ep en dientes; dichas
vinculacion es contr ibuyeron de man era imp ortan te al p roceso mism o d e
la Revolución In dustrial a través d e la gener ación y extr acción de un ex-
cede nte, la ap ertu ra de mercados y el ap rovech amie nto de los r e cu r so s
natur ales y humanos de las áreas p er iféricas. 3 5
37
La formulación clásica en términos económicos corresp ond ió a Walt W. Ro st o w, en Las etapas del creci -
miento económico, Fondo de Cultura Económica, México, 1961. Su mejor y más conocida versión sociológica
p ertenece a Gino Germani, Política y sociedad en una época de transición, Paidós, Buenos Aires, 1966.
38
La salida del atraso, op. cit., p p . 13-14.
39
Ibidem, p . 17 (cursivas del autor).
40
Germani lo señ ala así: “El desarrollo económico es concebido en términ os d e trán sito de una socie-
dad «tradicional»’ a una sociedad «desar rollada». La p rimera se caracteriza sobre tod o p or una economía de
subsisten cia; la segunda, p or una economía expansiva fundada en una creciente aplicación de la técnica mo-
derna”. Política y sociedad en una época en transición, op. cit., p . 71. Cambiando algunos términos, las ideas p re-
sentes en Pip itone están claramente expuestas hace mucho p or los teóricos de la modernización.
41
Las críticas en la literatura latin oam erican a a estas p rop uestas teóricas y m etod ológicas son ele-
m en tales y an tiguas. Pero an te la reed ición d el m od ern ism o en las p rop uestas n eoestructurales h ay que
volver a mencionarlas. Véase, p or ejemp lo, de A.G. Frank, “Sociología del desar rollo y subdesar rollo de
la sociología”, en América Latina: subdesarrollo o revolución, Editorial Era, México, 1973. De Dos Santos con-
súltese sus ensayos “La crisis de la teoría del desar rollo” y “La crisis del modelo de desar rollo en Améri-
SOBRE RECETAS PARA SALIR DEL SUBDESARROLLO 167
Recetario formal
ca Latin a”, escritos a fin ales d e los sesen ta y reed itad os en su libro Imperialismo y dependencia, Ed it. Era,
México, 1978. Por último, véase de Rodolfo Stavenhagen “Siete tesis equivocadas sobre América Latina”,
en Sociología y subdesarrollo, Edit. Nuestro Tiemp o, México, 1972.
42
Para evitar discusiones inútiles señalemos que el problema en Fajnzylber o Pipitone no es que rea-
licen estudios comp arativos, sino las categorías y metodologías con las cuales éstos se realizan.
168 JAIME OSORIO
En la p rop uesta ne oe str uctu ral el Estado juega un p ap el cen tr al en tanto ca-
talizad or d e las en ergías sociales que dan vid a al desar rollo. Pe ro no es cual-
quier Estado, sin o uno en d on de existe “un a adm inistración p ública alta-
m en te p rofe sion alizada con esp ír itu de cu erp o, sen tido d e re sp o n sa b ilid a d
colectiva y am p lios m árgenes resp ecto a los vaivenes d e la p olítica” (M, p p .
4 7 8 -4 7 9 ).
Tam bién un Estad o que “d esarrolle la p oten cialid ad creativa d e la p obla-
ción y la soberan ía en el uso d e sus recursos n aturales”, al fin que “la h istoria
m uestra que la solid ez d e los avan ces que se logran con el esfuerzo in tern o es
significativamente mayor que los que, circunstancialmente, se obtienen a cam-
bio de concesiones en la autonomía” (It, p . 414).
En fin , un Estad o que p er m ita sup er ar las “car en cias acum ulad as” en el
camp o de la equidad y que p ermita comp atibilizar esta tarea con avances en la
comp etitividad internacional (Te, p . 154).
En las p rop uestas n eoe str uctur ales p revalece la visión del Estad o com o
reino de la r azón , op e rand o p or en cim a de los con flictivos in tereses de cla-
ses (y d e los vaive nes d e la p olítica), y p rop iciand o la bú squeda del bien co-
SOBRE RECETAS PARA SALIR DEL SUBDESARROLLO 169
En su caracterización d el subd esar rollo, Pip iton e señ ala que su clave “n o está
en una insuficiencia, en algo que p ueda entenderse p or medio de un signo de
menos, sino en una deformación que distorsiona la posibilidad de promover for-
mas de desar rollo (…)”. 44
Ya hemos indicado que en el análisis de Fajn zylber y Pipitone, a p esar de los
e sfu e rzos por tomar distancia con la idea de un modelo de cap italismo, el subde-
sa rrollo es visto como un estadio, si no previo, a lo menos alejad o de dicho
modelo; si no, ¿cuál es el p arámetro para h ablar del subdesar rollo como “defor-
m a ció n”?, 45 ¿cuál para h ablar de “distorsión”?, ¿cuál es el cap italismo normal, re-
g u la r, no deformad o, no distorsionado?
43
Para una sintética exp osición y contrap unteo en tre la visión d el Estado como “reino de la razón” y
como “reino de la fuerza”, p uede ver se de Norberto Bobbio, “Marx, el Estado y los clásicos”, en N orberto
Bobbio: el filósofo y la política, antología comp ilada p or José Fernánd ez Santillán, Fondo de Cultura Econó-
mica, México, 1996.
44
La salida del atraso… op. cit., p . 25 (cursivas el autor).
45
Algunos sinónimos de “deforme” son: contrahecho, irregular, anómalo, anormal, grotesco. Véase
Pequeño Larousse Ilustrado, México, 1982, p . 321.
170 JAIME OSORIO
En su estudio clásico sobre las características originales del cap italismo latinoa-
m erican o, Ruy Mauro Marin i señ ala que “es el con ocim ien to d e la form a p ar-
ticular que acabó p or ad op tar el cap italism o d ep en d ien te latin oam erican o lo
que ilum in a el estud io d e su gestación y p er m ite con ocer an alíticam en te las
tendencias que desembocaron en ese resultado”. 49
46
Idea presente en frases como que “en ningún p aís que p asó de formas arcaicas a formas maduras de
desarrollo capitalista, el tránsito se dio sin que, previa o simultáneamente, se dieran p rofund as transformacio-
nes en las estructuras p roductivas agrícolas”. La salida del atraso…, op. cit., p . 20. (cursivas del autor).
47
La salida del atraso…, op. cit., p . 461.
48
Ibidem, p . 461. No creo que sea un asunto menor la forma ap ologética como Pip itone –“desde una
gran p ersp ectiva histórica”– termina caracterizando el cap italismo que “legítimamente merece” ese nom-
bre, a p esar de señalar, de manera p revia, algunas de sus aberraciones.
49
Dialéctica de la dependencia, Editorial Era, México, 1973, p . 15.
SOBRE RECETAS PARA SALIR DEL SUBDESARROLLO 171
En esa lín ea n os d eten d rem os en algun os p un tos que p erm iten com p ren-
d er la form a que h a term in ad o asum ien d o el cap italism o d ep en d ien te y que
hacen que América Latina, a pesar de experimentar “ciclos de crecimiento pro-
lon gad os”, éstos “d ejaron tras d e sí un a estela d e d eform acion es estructurales
y desequilibrios macroeconómicos de distinta gravedad”,50 o bien p rocesos d e
industrialización truncos o estancados. 51
En t re otras, a esta p eculiaridad de la dep endencia hace re fe rencia la gene-
ralm ente mal enten dida frase de André Gund er Frank del “desar rollo del subde-
sa rro llo”.52 Las economías latinoamericanas pueden cre ce r, pero lo harán al costo
de exacerbar sus condiciones de dep endencia y subdesarrollo, esto es, de agudi-
zar las “deformaciones estructurales y los desequilibrios” a los que alude Pip it o n e .
En este sentido es de destacar que a lo men os en este terreno Pipitone com-
p rende algo que otros críticos de Frank y de la teoría de la dependencia aún no
terminan de entender: que subdesarrollo o dep endencia no es lo mismo que es-
t a n ca m ie n t o ; 53 que se p uede cre ce r, y p or largos p eriodos y con tasas elevadas,
p e ro al costo de p rofund izar los d esequilibrios internos y de ensanchar la bre ch a
e n t re desarrollo y subdesarrollo.
50
Pip itone, “Crecimiento y distribución del ingreso en América Latina”, op. cit., p . 515. Nuevamen -
te d ebe llam arse la aten ción a la sim ilitud d e id eas d e este trabajo con los realizad os p or Fajn zylber, el
cual nunca ap arece mencionado.
51
Fajnzylber, La industrialización trunca de América Latina, op. cit., p . 155.
52
Idea formulada en Capitalismo y subdesarrollo en América Latina, Siglo X X IE d i t o res, Buenos Aires, 1970.
53
“El subdesar rollo no es una modalidad esp ecífica p ara un fenómeno general que p udiéramos lla-
mar estancamiento”. La salida del atraso, op. cit., p . 259. Celso Furtado es uno de los autores que estable-
ció esa relación . Véase Subdesarrollo y estancamiento en América Latina, Eud eba, Buen os Aires, 1966. Debe
señ alarse, sin em bargo, que fue un caso excep cion al en la m ateria en tre los teóricos d el subd esarrollo y
de la dep endencia. Como un ejemp lo de cómo en la actualidad se sigue rep itiendo esta idea, achacada al
conjun to de la teor ía de la dep endencia, Alejand ro Portes señala que “esta literatur a [la teoría de la dep en-
dencia, JO] buscó demostrar cómo el flujo de cap itales desde Occidente, en vez de contribuir al desar ro-
llo de los p aíses p erifér icos, p rodujo estancamien to (…)”. Véase “El neoliberalismo y la sociología d el
d e sa r rollo: tenden cias em ergentes y efectos inesp erad os”, en Rolan d o Franco (coord .), Sociología del de -
sarrollo, políticas sociales y democracia, Siglo X X I- C E PAL, México, 2001, p . 63.
54
Po n d remos énfasis en algunas claves que explican los movimientos y formas de re p roducción del ca-
p italismo d ep endiente y, a su vez, en las razones de los “arcaísmos” o “desviaciones” que perciben Pipitone y
Fajnzylber en el subdesarrollo. Nos apoyamos en las tesis centrales de Marini formuladas en Dialéctica de la
depen den cia, Editorial Era, México, 1973 y en “El ciclo del capital en la economía dependiente”, en el libro
M ercado y dependencia, comp ilado p or Ursula Oswald, Editorial Nueva Imagen, México, 1979.
55
Dejamos de lado, no por falta de imp ortancia, el saqueo de metales p reciosos y materias primas que
su fr ie ron las colonias latinoamericanas y caribeñas en el p eriodo colonial, y que como hemos visto, jugaro n
un p ap el de significativa relevancia en la acumulación de cap itales que se realiza en Europ a princip almente.
172 JAIME OSORIO
ellas las que nos p ermiten entender sus limitaciones y contradicciones. Así,
p or ejem p lo, la p rod uctivid ad se m overá sobre un a d in ám ica en d on d e el
trasp aso d e p arte d el fon d o d e con sum o al fon d o d e acum ulación ya era
p arte de la organización estructural del cap italismo dep endiente.
h) La crisis del modelo agro -m in e ro exportador no implicó la muerte de los
se ct o res oligárquicos que le dieron vida. A pesar de la bancar rota en los pre-
cios de las materias p rimas y alimentos provocados p or la crisis de 1929 y la
segund a guer ra, las divisas de las exp ortacion es de aquellos productos siguie-
ron siendo uno de los sop ortes d e las inversiones en la naciente industr ia. De
esta forma la oligarquía latinoamer icana p udo seguir contando con imp or-
tantes cuotas de p oder estatal, ex p resadas en alianzas contradictorias con la
b u rguesía industrial. Esto explica las dificultades de llevar a cabo transforma-
ciones agrarias sustantivas en la región, lo que no aconteció en el mundo cen-
tral en donde –p or lo general– la burguesía industrial debió romp er desde
temprano con el p oder agrario, reformando sus bases de sustentación, a fin
de alcanzar la hegemon ía estatal. En América Latina, las refor mas al campo,
hasta 1952, en Bolivia, fueron resultado de revueltas o revoluciones campe-
sinas, nunca de iniciativas burguesas. Sólo en la segunda mitad del siglo XX
se dieron marcha a algunas reformas burguesas en el camp o que sólo afecta-
ron a los núcleos agrarios más p arasitarios.
i) La industrialización, en su p rimer a etap a, se lim itó en lo sustancial a la
sustitución de impor taciones, esto es, a la p roducción interna d e algunos
bienes manufacturados adquiridos anterior mente en los mercados del mun-
do centr al. Nació p or tanto para satisfacer un mercado interno ya creado, fund a-
m entalmente el de las clases dominantes y de fran jas de la p equeña burg u e-
sía, p or lo que no se enfrentó a la urgencia de crear mercado con la fuerza que
debió hacerse en el mundo central. En su segunda etap a, la imp ortación de
equip os y maquinarias del mundo central, p articularmen te de bienes obso-
letos en la economía estadounidense, tras la renovación de equip os que allí
se produce luego de la segun da guer ra, favorecerá la p roducción de bien es
industriales que si bien en Estados Unidos formaban p arte d e los bienes sa-
larios (autos, re fr ig e r a d o res, televisores, etcétera), en América Latina, dada
la brutal constricción de los salarios prop iciados p or la sobre exp lotación, se
co n st it u ye ron en bienes sun tuarios. El desfase entre producción y merca d o
que caracterizó el modelo agro -m in e ro ex p o r t a d o r, terminó trasladándose
al interior de las economías latinoamericanas, gestánd ose un mercad o alto,
e st recho socialmen te, p ero con un elevado p oder de consumo, y un merca-
do bajo, extenso socialmente, pero de demanda estrecha. De esta for ma,
más que cerrar la brecha social, la in dustrialización terminó manteniendo a
lo menos la p olar ización social.
SOBRE RECETAS PARA SALIR DEL SUBDESARROLLO 175
Bibliografía
R AÚL P REBISCH
1
Por ejem p lo, d e Bjorn H ettn e, Development T heory and the T hree Worlds, Longman, Londres, 1990;
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Dependency, Polity Press, Londres, 1989; David Lehmann, Democracy and Development in Latin America. Po-
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tomos I a IV, Ediciones El Caballito-UNAM, México, 1994 a 1996; André‚ Gunder Frank, El subdesarrollo del
desarrollo, Nueva Sociedad, Caracas, 1991.
179
180 JAIME OSORIO
tente” y tam bién p or la estrech a relación que la acad em ia latin oam er ican a
m an tien e con la p olítica.
En este ensayo consideraremos ciertas cuestiones históricas y teóricas que va-
le la pena tener en cuenta en la discusión de una p ropuesta sobre el desar rollo y
en la formulación de un p royecto alternativo, así como la pertinencia de re t o m a r
los debates de aquellos años formulados en Am érica Latina sobre estos tem as.
Te n d remos así, un a aproximación a los límites y dilemas que enfrenta actualmen-
te una tarea como la ar riba mencionada.
“Una ciencia que vacila en olvidar a sus fundadores está p erdida”, señala Whi-
tehead.2 Esta afir m ación , que Kuh n con sid er a que d ebe r elativizar se en las
ciencias naturales, ya que al fin y al cabo las comunidades científicas, como mu-
chas otras emp resas, necesitan de sus héroes, debe tomarse con mucho mayor
cuidado en las ciencias sociales.
N o es p or casualid ad que d e m an era recurren te los d ebates en econ om ía
acudan a la autoridad de Ricardo, Smith, Stuart Mill o Marx, p ara fundamen-
tar posiciones; a H obbes, Rousseau, Montesquieu o Locke en ciencia política; a
Weber, Durkheim o también a Marx en sociología.
La exp licación más burda a esta situación señala que las ciencias sociales, y
en p articular la sociología, con stituyen form ulacion es teóricas que n o h an al-
can zad o la m ad urez d e las cien cias n aturales, las cuales, d ad a la cap acid ad d e
acumular conocimientos, no demandan a sus academias regresar al p asado. Es
p or ello, se afirm a, que “el físico […) n o p recisa ap oyarse en el Prin cip io d e
Newton, o el biólogo […] leer y releer El origen de las especies de Darwin ”3 p ara
avanzar en sus teorías.
En juicios como los anteriores hay un fuerte sesgo p ositivista que sup one a
las ciencias naturales como el p aradigma de desar rollo de las ciencias sociales,
además que asumen que el conocimiento avanza p or acumulación, asunto que
ha p rop iciado una aguda e interesante discusión. 4
Conviene tener p resente que las ciencias sociales se constituyen en cuanto
tales en m ed io d e los p rocesos d e con form ación y m ad uración d e la socied ad
2
Citado p or T.S. Kuhn en La estructura de las revoluciones científicas, Fon do de Cultur a Económica,
México, 1971, p . 216.
3
Robert K. Merton, On theoretical Sociology. The Free Press, Nueva York, 1967, p . 34.
4
Una p osición crítica sobre este sup uesto p uede verse en T.S. Kuh n, La estructura de las revoluciones
científicas, op. cit. Para conocer p arte del debate sobre el tema p uede consultarse La crítica y el desarrollo del
conocimiento, de Lakatos y Musgrave (eds.), Ediciones Grijalbo, Barcelona, Esp aña, 1975, en p articular los
ensayos “La ciencia normal y sus peligros”, de K. Pop p er; “La falsación y la metodología de los p ro g r a m a s
d e investigación científica”, de I. Lakatos, y “Lógica del descubrimiento o p sicología de la in vestigación” de
T.S. Ku h n .
EL DESARROLLO COMO UTOPÍA 181
burguesa y los p roblemas que esta sociedad p resenta son sus objetos centrales
d e reflexión . Esa socied ad , a la que p od em os añ ad irle los calificativos d e “in-
dustrial, cap italista, moderna o informática –indica Ianni– se modifica a lo lar -
go del tiemp o”. Sin embargo, “conserva […] algunas características esenciales.
Es diferente, p ero al mismo tiemp o igual”.5 “En el umbral del siglo XXI –añade
Ian n i– se h an m an ten id o asp ectos esen ciales d el XIX: libertad e iguald ad , tra-
bajo y alien ación , sufrim ien to y resign ación , id eología y utop ía.” Es p or esto
que, p or ejemp lo, “la modernidad racionalizada, descubierta p or Weber, tiene
mucho de la modernidad opresiva y sofocante revelada por Marcuse”. 6 Para de-
cirlo rápidamente, las preocupaciones y debates de hace uno o dos siglos atrás,
siguen ten ien d o un a en orm e actualid ad , tan to p or los p roblem as p lan tead os,
los inter rogantes que se formularon, así como p or las resp uestas ofrecidas.
El creciente interés p or los p lanteamientos teóricos desarrollados p or Raúl
Prebisch, Celso Furtado, Aníbal Pinto, Fernando H . Cardoso, Enzo Faletto, An-
d ré Gun d er Fran k o Ruy Mauro Marin i, form a p arte d e la ten d en cia gen eral
p resente en las ciencias sociales a regresar a fuentes originales, al p ensamiento
clásico, p ara reflexion ar sobre el p resen te. Sin em bargo, com o verem os m ás
adelante, este regreso no está exento de p roblemas dada la radicalidad que al -
canzó el análisis y los cambios p resentes en el clima intelectual.
La teoría del subdesar rollo de la CEPAL y la teoría de la dep endencia cons-
tituyen dos de los ap ortes más originales que h a generado la teoría social lati-
n oam er ican a. Estos d os p ar ad igm as ter m in an p or con for m ar un a econ om ía
p olítica 7 y, m ás en gen eral, un a teoría social, tras asum ir a Am érica Latin a co-
mo p roblema teórico. 8
El mirar el p resente como historia resp onde a la urgencia de rescatar p re-
guntas y resp uestas p ara los p roblemas de hoy. El asunto p uede p lantearse en
los siguientes términos: ¿Tienen algo que decir los debates y formulaciones de
las teorías del subdesarrollo y la dependencia a los problemas actuales de Amé-
rica Latin a? ¿El h orizon te d e reflexión que estas teorías abrieron tien e algún
sentido en la ép oca de la mundialización y de la aldea global?
Nuestra resp uesta a los inter rogantes anteriores es que se p uede discrep ar
con m uch as d e las resp uestas que se form ularon , p ero los p roblem as p lan tea-
5
O ctavio Ian n i, “La crisis d e p arad igm as en la sociología”, en Acta sociológica, Facultad de Ciencias
Políticas y Sociales, UNAM , México, vol. IV, núm. 1, enero-abril de 1991, p . 123.
6
O. Ianni, op. cit., p . 124.
7
Refiriéndose a los autores de la C EPAL d e los sesenta, Valen zuela Feijóo señala que son clásicos –entre
o t ros elementos– p or “ser los fundadores de la econ omía p olítica regional, la que –al igual que en Euro p a –
e m e rge asociada al auge del proceso de ind ustrialización”. Véase Aníbal Pinto, América Latina: una visión es -
tru ctu ralista, Selección y prólogo d e José Valenzuela, Facultad de Economía, U N AM, México, 1991, p. 9.
8
Este asp ecto lo desarrollamos en el ensayo “América Latina como problema teórico”, en el libro Las
dos caras del espejo. Ruptura y continuidad en la sociología latinoamericana, Triana Editores, México, 1995.
182 JAIME OSORIO
9
Puntos que h emos abordad o en el cap ítulo 4 de este libro. Tam bién p uede con sult arse d e J.
Osor io, Fundamentos del análisis social. La realidad social y su conocimiento, cap ítulo I X : “La construcción
de p ar adigm as. Sobre el subdesar rollo y la dep en den cia”, Fon do de Cultur a Econó mica- UAM , M é x ico ,
2001.
EL DESARROLLO COMO UTOPÍA 183
ción p erm itirá acortar las d istan cias en tre las region es p eriféricas y el cen tro.
En p ocas p alabr as, las d efor m acion es estr uctur ales son un obstáculo que se
p uede sup erar en el marco de la economía cap italista, nunca un imp edimento
p ara el desarrollo.10 Más allá de las críticas que puedan formularse a estos plan-
teamientos, lo cierto es que la CEPAL dio p asos que fueron fundamentales p ara
las reflexiones p osteriores de los dep endentistas.
Para las versiones más avanzadas de la teoría de la dep endencia,11 el cap italis-
mo dep endiente constituye una forma sui generis de capitalismo, siendo la supe-
rexp lotación del trabajo su rasgo fundamental, con re p e rcusiones que atraviesan
el resto del tejido económico, social y político. Aquí las particularidades estructu-
rales, en el marco de la economía mundial cap italista, constituyen una traba que
impide alcanzar el desarrollo. Lo que este capitalismo puede ofrecer entonces es
“d e sa rrollo del subdesar ro llo”, al decir de Frank, formulación que, vale la p ena in-
sist ir, no significa estancamiento,12 sino re p roducción de una matriz económica
que –a pesar de crecer– pervierte a ex t remos las contradicciones prop ias de las so-
ciedades cap italistas. 13
En otro ord en d e cosas, es im p ortan te d estacar la im bricación que alcan-
zan las teorías de la CEPAL y de la dependencia con fuerzas sociales que convier-
ten sus p rop uestas en p royectos factibles y alternativos. Este es un p unto de vi-
10
Para un an álisis d el p lan team ien to d e la CEPAL, véase el ya clásico trabajo d e O ctavio Rod ríguez,
La teoría del subdesarrollo de la CEPAL, Siglo XXI, México, 1980; Prebisch y la CEPAL, d e Josep h H od ara, El
Colegio de México, México, 1987.
11
En esp ecial las p ropuestas p or Ruy Mauro Marini en Dialéctica de la dependencia, Editorial Era,
México, 1973.
12
A pesar de que la afirmación ha sido refutada de manera reiter ada y desde hace mucho tiemp o, to-
davía se sigue diciendo que la teoría de la dependencia formuló la imp osibilidad del crecimiento, como un
a rgumento que justifica el p orqué fue dejada de lado. Véase, p or ejemplo, de Christián Larraín y Gonzalo
Rivas, “Problemas y op ciones del desar rollo latinoamericano: análisis crítico y criterios p ara una p ro p u e st a
alternativa”, en Investigación Económica núm. 115, enero -m a rzo de 1991, Escuela de Economía, U N AM, Méxi-
co. Aquí habría que señalar que sólo algunos autores identificaron dependencia y estancamiento. Entre ellos
Celso Furtado (S u bdesarrollo y estancamiento en América Latin a, Ed . Eudeba, Buenos Aires, 1966). En “Las des-
venturas de la dialéctica de la dependencia” (Revista Mexicana de Sociología, número extr aordin ario (E), 1978,
IIS-U N AM, México), Fernando H. Cardoso y José Serra atribuyeron a toda la teoría de la dependencia la ads-
crip ción a la idea de subdesar rollo y estancamiento, pero agregando un nuevo ingrediente: también serían es-
tan cacionistas los que rech azaron la p osiblidad de un p royecto burgués nacional desarrollista. Así intentaban
salvar la idea de la factibilidad de este último p or la vía de descalificar la idea del subdesarrollo-estanca-
miento. Para una crítica sobre éste y otros p lanteamientos puede consultarse “Las r azones del neodesar ro-
llism o”, de Ruy Mauro Marini, en el mismo número de la R evista Mexicana de Sociología .
13
Señalo sólo un dato para ejemplificar lo anterior. La economía chilena viene mostrando signos ele-
vados de crecimiento desde la segunda mitad de los años ochenta y en la primera de los noventa. Sin em-
bargo, según estad ísticas d el Ban co Mun d ial, d e un total d e 46 p aíses con sid erad os, Ch ile ap arece en
1991 en el lugar 36 en cuanto a las desigualdades de distribución del ingreso, muy abajo de Taiwán, Sin-
gapur y Corea del Sur, por sólo mencionar algunos casos. El quintil inferior de la población percibe el 4.2
p or ciento de los ingresos, en tanto el quintil sup erior p ercibe el 60.4 p or ciento. Véase de Rodrigo Ver -
gara, “Nuevos modelos de crecimiento: una revisión de la literatura y algunos elementos p ara una estra-
tegia de desar rollo”, en Estudios Públicos, núm. 43, invierno de 1991, Centro de Estudios Públicos, Santia-
go, Chile.
184 JAIME OSORIO
tal importancia porque apunta a una de las piedras de toque en la discusión ac-
tual en torn o a la urgen cia d e gen erar p royectos altern ativos: un gran d ilem a
es la vialibilidad de los mismos, p unto que muchas veces se ve cuestionado p or
las dificultades de p recisar el contenido del nuevo p royecto y/o de identificar a
los actores que podrían motorizarlo. Veamos cómo se resuelven en el caso de la
CEPAL y de la teoría de la dep endencia estos p roblemas.
14
América Latina: una visión estructuralista. op. cit., p .10.
EL DESARROLLO COMO UTOPÍA 185
15
Idem.
16
Es difícil desconocer las relaciones que mantuvo la teor ía de la d ep enden cia con la teoría de la re-
volución en América Latina en los años sesenta y p ar te de los seten ta. Sin embargo, es p ertinente señalar
una obviedad: los teóricos de la dep en dencia no inven taron la Revolución cubana, ni los p rocesos guer r i-
lle ros que se sucedieron en América Latina en los sesenta, ni las exp eriencias ya señalad as en Uruguay, Bo-
livia y Chile, que se p lantearon la meta socialista. Sí debe recon ocerse como erro res la sobre p o n d e r a ció n
d e alguno de estos p rocesos, así como cier tas lecturas que de ellos se hicieron, marcadas, p or ejemp lo, p or
un sesgo voluntarista.
186 JAIME OSORIO
puestas alcanzan sus formas más desarrolladas después de que en la propia rea-
lid ad m ad uran p rocesos con los cuales ellas se im brican . Con esto querem os
destacar que hay momentos en donde la realidad va abriendo p uertas al cono -
cimiento. Así, p or ejemp lo, las rup turas y los p rocesos sociales que ap untaban
en esa dirección “obligaron” a los dependentistas a reflexionar sobre nuevos te-
mas, en este caso, resp onder al qué había de p articular en la estructura y diná-
mica del cap italismo latinoamericano que alentaba quiebres revolucionarios.
Sin em bargo, tam bién es im p ortan te con sid erar que an tes d e que cristali-
cen las p rop uestas m ás m ad uras d e la CEPAL y d e la teoría d e la d ep en d en cia,
existen trabajos que abonan el camino p ara que emerjan estas nuevas reflexio -
nes, así como la p uesta en marcha de aquellos p rocesos.
En p ocas p alabras, hay una relación entre teoría y p rocesos en donde am-
bos se retroalimentan. En esta relación hay momentos en donde ciertos p roce-
sos en m arch a exigen reflexión y exp licación : las cien cias sociales siguen las
ten d en cias d e la realid ad , las ord en an , las exp lican y las p royectan . En otros,
p or el con trario, es la reflexión la que ap arece com o alim en to n ecesario p ara
alentar los brotes germinales de nuevos procesos. No es que la reflexión inven-
te esas ten d en cias, sin o que señ ala algun o d e sus rum bos p osibles, an tes que
aquéllas terminen de desp untar de manera clara.
La situación actual d el p en sam ien to crítico latin oam erican o se ap roxim a
m ás a este segun d o m om en to, lo que n os p ued e d ar un a id ea d el sen tid o, al-
can ces y lim itacion es que p ued e ten er h oy la reflexión y el trabajo in telectual
desde la p reocup ación p or construir p royectos alternativos.
En todo caso, se debe contemplar que la relación entre re flexión y actores no
sie m p re termina por conjugarse. La mejor p ropuesta quedará reducida a esa con-
dición, y no de proyecto, mientras no existan –o no se in tegre con– actores que
tengan vocación y cap acidad de impulsarla. Actores movilizados, pero sin p ro ye c-
to, por otra parte, es otro de los desfases que puede p resentar la historia.
Los problemas del marxismo, por otra parte, también forman parte de una
crisis más general de paradigmas. La teoría de la democracia liberal se encuen-
tra cuestionada; el neoliberalismo h ace agua. No existe en este momento nin-
gún cuerp o teórico que la crisis de p royectos civilizatorios no esté p oniendo en
cuestión.18
En esta situación es n orm al que sean m ás las d ud as e in certid um bres que
las certezas. ¿Cuáles p od rían ser algun as certid um bres? El riesgo d e h acer un
listado es enorme, p ero p odríamos señalar las siguientes: el cap italismo, como
cualquiera d e los órd en es econ óm ico-sociales que le p reced ieron tien e un ca-
rácter histórico, por lo que en algún momento se verá sometido a una crisis ter-
m in al; en su reem p lazo p ued e em erger un ord en social en d on d e la libertad
p ositiva y la justicia social alcan cen m ayores equilibrios sociales, en d on d e la
con viven cia d el h om bre con su en torn o n atural sea m en os d ep red ad or y d es-
tructivo y exista mayor coop eración y solidaridad entre los hombres.
Esta utop ía, d ibujad a con lín eas m uy gruesas, que p od em os llam ar socia-
lismo, tiene p oco que ver con lo que se consideraban verdades incuestionadas
de lo que conocimos hasta ahora bajo tal noción. Piezas sueltas de las experien -
cias del socialismo real es p osible que p uedan recogerse. Pero vistas en su glo-
balid ad , lo m ás seguro es que se n ecesite p en sar las cosas a p artir d e un cam-
bio radical.
En tod o caso, la d oble cr isis d e p r oyectos civilizator ios y d e p ar ad igm as
p uede constituir un aliciente p ara la reflexión, en tanto se romp en fronteras y
resp uestas conocidas y obliga a formular nuevos interrogantes y p roblemas.
El desarrollo es una de las metas anheladas por los gobiernos y por los pueblos
desde que las sociedades entraron al mundo de la modernización. Desp ués de
la segunda guerra el tema alcanzó un carácter universal.19 Para América Latina
el desar rollo h a sid o un a m eta in alcan zable. Ya h an sid o varios los m om en tos
en donde –al igual que los espejismos de agua en el desierto– mientras más nos
acercamos, más termina p or alejarse.
Esto obliga a d esechar las ideas fáciles y las fórmulas mágicas. El desarrollo es
una originalidad histórica en donde el camino seguido p or una sociedad nunca se
ha vuelto a re p e t ir. Los modelos en ciencias sociales son siempre formalismos; las
más de las veces formalismos huecos.
18
Un lúcid o an álisis d e estos p roblem as p ued e verse en E. H obsbawm , “Crisis d e las id eologías: li-
beralismo y socialismo”, en revista Memoria, núm. 41, abril de 1992, México.
19
Véase de Osvaldo Sunkel y Pedro Paz, El subdesarrollo latinoamericano y la teoría del desarrollo, Siglo
XXI, México, 1970.
EL DESARROLLO COMO UTOPÍA 189
20
Véase La salida del atraso: un estudio histórico comparativo, op. cit., p p . 26 y 27. En el cap ítulo 6 “So-
bre recetas p ar a salir del subd esar ro llo” en este libro, hemos realizado una crítica a la construcción teó-
rica del neoestructuralismo, en donde se ubica Pip itone.
21
Los p lanteamientos anteriores requieren ser rep ensados a la luz de los p rocesos de integración y
de mundialización, que rebasan los límites de este ensayo.
190 JAIME OSORIO
El “com p rom iso” d e la d ep en d en cia con la rup tura n o sign ifica sup on er,
como ocurrió en los años sesenta y p arte de los setenta del siglo XX, p or el cli-
ma reinante, que el nuevo orden está a la vuelta de la esquina. Por otra p arte,
ese com p rom iso n o in valid a la riqueza teórica y m etod ológica p resen te en el
p arad igm a d e la d ep en d en cia p ara la com p ren sión d e Am érica Latin a, tarea
intelectual que en estos tiemp os p arece más urgente que nunca.
En el actual ord en am ien to econ óm ico-social n o h ay esp acios en Am érica
Latina para el desar rollo, para “economías con rostro humano”, para “transfor -
m acion es p r od uctivas con equid ad ”, o cualquier otr o n om br e que se quier a
darle a las utopías de alcanzar sociedades más justas. Esto –dado el “espíritu de
ép oca literalmente reaccionario”22 que p redomina– es difícil de acep tar. Pero,
¿dónde están los referentes p ara afirmar otra cosa?
Las lim itacion es p ara lograr el d esar rollo latin oam erican o en las actuales
condiciones refuerzan su condición de utopía. Pero parece una constante el que
toda reflexión alcance una condición utóp ica en tanto no ap arezcan los p uen -
tes que la liguen con actores y le den viabilidad.
Aferrad os a un serio esfuerzo reflexivo, al p en sam ien to crítico le cor res-
ponde seguir prefigurando utopías. En esta tarea no se encontrará solo. El pro-
p io Raúl Prebisch , h acia sus añ os fin ales, d esp ués d e un a larga vid a d ed icad a
al esfuerzo teórico de construir una salida p ara el atraso latinoamericano y de
incidir en la definición de p olíticas p ara tal efecto, terminó dibujando utop ías
cuan d o p en só que la salid a d el subd esarrollo se en con traba en un a socied ad
(que sólo existía en su cabeza) que fuese cap az d e com bin ar la libertad d el ca-
p italismo con la justicia social del socialismo.23
¿Y d ón d e está la viabilid ad d e un p royecto com o el form ulad o p or CEPAL
en su propuesta de una “transformación productiva con equidad”?24 ¿dónde es-
tán los actores que p uedan p onerlo en p ráctica?, ¿no estamos, también en este
caso, ante una utop ía más?
El problema de la teoría crítica es precisar utopías que se fundan con la ra-
cionalidad histórica, lo que –a diferencia de los ejemp los anteriores– demanda
un esfuerzo de reflexión que se imbrique a tendencias reales.
22
Jürgen H abermas, en Escritos Políticos, Editorial Península, Esp aña, 1988.
23
Véase d e Raúl Prebisch , “Cin co etap as d e m i p en sam ien to sobre el d esar rollo”, Comercio Exterior,
vol. 37, n úm . 5, 1984, México. Allí Prebisch señala que su reflexión se dirige “a una versión del socialis-
m o basad a en la libertad d el in d ivid uo y en n uevas form as d e con viven cia social”, d esech an d o que esta
fórmula p ueda ser la socialdemocracia europ ea. Frente a este p lanteamiento H odara se p regunta: “¿Cuál
es el sistem a in n om in ad o que Prebisch p rop icia? Por sup uesto, uno que comp atibilice crecimiento diná-
mico y equitativo con libertad. Mas, ¿dónde ha cristalizado emp íricamente? Su falta de resp uesta recon -
firma mi tesis: P rebisch se interesa en la reflexión utóp ica, juicio que p arece «sacrilegio» a alguno de sus
devotos seguidores.” Véase de J. H odara, Prebisch y la CEPAL, El Colegio de México, México, 1987, p .106.
24
Véase Transformación productiva con equidad, Santiago de Chile, 1990, y Equidad ytransformación pro -
ductiva: un enfoque integrado, Santiago de Chile, 1992.
EL DESARROLLO COMO UTOPÍA 191
Para cualquier utop ía sobre el desar rollo desde el p ensamiento crítico lati-
noamericano, así como p ara dibujar las p osibles fronteras de cualquier p royec-
to alternativo, es fundamental una reflexión sobre las particularidades de Amé-
rica Latina en el marco de su inserción cambiante en la economía mundial, las
razones internas del subdesar rollo y la dep endencia y p or qué seguimos en esa
con d ición , a p esar d e los en orm es esfuerzos sociales d esp legad os. En esta ta-
rea, retomar las líneas formuladas p or la CEPAL y en esp ecial p or la teoría de la
dependencia, nuestros clásicos en la materia, aparece como un paso ineludible.
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