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CAMINOS PARA ENCONTRAR LA VOCACION

Muchos adolescentes tienen dificultades para identificar sus intereses: cómo ayudarlos.

 La incertidumbre laboral y la abundancia de ofertas complican la decisión


 El propio miedo al fracaso y las ansiedades de los padres pueden dificultar el
proceso.

Ni abogado, ni médico, ni biólogo, ni docente: nada más errado para definir el futuro
profesional que pensarlo en términos de una carrera. En realidad, más que: “¿ qué quiero
estudiar?, la pregunta a responder es ¿quién quiero ser?.

No es fácil. Con la experiencia cotidiana de la crisis, el horizonte laboral incierto, la


superabundancia de ofertas educativas y una escuela media que los deja sin muchos
elementos de juicio, los chicos que se acercan a las puertas de la universidad tienen
dificultades para elegir qué estudiar. Más aún, antes de preguntarse por una carrera, la
mayoría no puede ni siquiera definir qué le gusta.

“Me gusta todo” o “no me gusta nada” son formas frecuentes de expresar esta dificultad,
frente a guías del estudiante plenas de ofertas, rodeados de padres ansiosos, amigos que
ya decidieron y una sociedad que impone velocidad hasta en las elecciones más vitales.

Detrás de esas frases, los especialistas encuentran miedos de diverso tipo o intereses
múltiples. Y recomiendan enfrentar la duda y no elegir cualquier carrera para salir del
paso, por tradición familiar, por la salida laboral fácil, porque no tiene matemáticas…..

La clave, dicen, está en lograr relacionar el gusto personal con una ocupación profesional
concreta. Y pensar que las respuestas no están en un listado de carreras, sino dentro de
cada uno.

Para los padres, la sugerencia es contener la propia ansiedad y dar espacio para el planteo
de las dudas y la expresión de los intereses de los hijos, que pueden no coincidir con las
expectativas de los mayores. En pocas palabras, acompañar sin invadir.

Un proyecto de vida

“La vocación tiene que ver con quien uno quiere ser. No sólo abarca el rol profesional,
sino que es el proyecto personal de vida. Por eso, para elegir una carrera, lo primero es
reconocer los propios intereses”. (María José Fittipaldi, coordinadora de Orientación y
Seguimiento del Departamento de Ingreso de ITBA).

“La vocación es lo que va con cada uno. Es el estilo de vida, lo que nos puede guiar a
distintas áreas ocupacionales”. (Elsa Montauti, coordinadora del Servicio de Orientación
Vocacional de la UN de Tres de Febrero).

Para algunos especialistas, la dificultad para detectar los propios intereses tiene raíces
culturales claras.

Los chicos reciben información de todo, pero no hay decantación. Están hiperestimulados,
pero hay una gran superficialidad y no se dan tiempo para la reflexión personal. Además,
por la prolongación de la adolescencia, son más inmaduros, y muchas veces los padres
acompañan esta inmadurez interviniendo demasiado en sus elecciones.

La abundancia de carreras e instituciones alimenta la confusión. Hoy hay una oferta


educativa muy grande que no se relaciona rápido con una salida laboral.

El propio sistema educativo está organizado para dificultar la cuestión: obliga a definir una
carrera específica recién terminado el nivel medio y luego no hace fáciles los cambios ni el
reconocimiento de estudios cursados.

Ante la confusión, suelen aparecer ideas falsas. “Me gusta todo”, por ejemplo, que en
realidad puede esconder una disposición para varias cosas.

“Lo que hay que hacer es encontrar un área profesional variada. Es un planteo que suele
aparecer en los que tienen inclinación por las ciencias sociales, el periodismo, la
comunicación. Los de ciencias duras suelen tener intereses más específicos” (Silvia Gelvan
de Veinstein).

“No me gusta nada”, por su parte, esconde miedo a decidir mal. Sigue vigente la idea de
que cambiar de carrera es un fracaso, o la sensación de no ser exitoso en nada. La
aprobación es un estímulo y hay chicos que no la han tenido.

A veces el ámbito de interés no se desarrolla, porque el entorno no lo estimula y, si no se


canaliza, puede quedar escondido. Esta es una situación que suele darse con las aptitudes
artísticas.

¿Cómo detectar por donde va la vocación personal?. Hay que empezar por pensar que
cosas me gustan y me interesan, en qué ámbitos me gusta estar. Dónde y con quien me
siento cómodo, sin pensar en una carrera específica. Es bueno plantearse situaciones
cotidianas, y hacer una proyección de uno mismo, por ejemplo, a 5 años.
Imágenes estructuradas

A partir de allí se pueden plantear distintas opciones de carreras, consultar con


profesionales y profesores universitarios para obtener una idea real del ejercicio de esa
ocupación e intentar no limitarse a las opciones tradicionales.

Existen imaginarios muy estructurados en los chicos y en los padres que hay que romper.
Lo mejor es identificar los intereses y ver cómo eso se puede concretar en una actividad
profesional.

Es conveniente desdramatizar la situación. No hay que pensar que es un problema inédito,


sino que ocurre muchas veces, que hay muchos en igual situación. Y darse tiempo: la
sociedad pide hoy que todo se resuelva rápidamente y los padres deben limitar sus
propias ansiedades.

Finalmente, comenzar una carrera y darse cuenta de que no corresponde a la propia


vocación no debe verse como un fracaso. “Equivocación, justamente, significa, iguales
llamados.”

PARA LOS PADRES: ACOMPAÑAR SIN INVADIR

A pesar de que se trata de una decisión personal, el papel de los padres afecta, para bien
o para mal, el proceso de elegir una carrera.

Según los especialistas, es cada vez más frecuente la presencia de los padres en el
momento de las consultas y la búsqueda de información, lo que refleja la ansiedad por
que “elijan bien”, motorizada también por la crisis. Algunas recomendaciones:

 No invadir la decisión de los hijos ni dejarlos solos. Acompañarlos, dar la propia


opinión y respetar la de ellos. Abrir un espacio de discusión.
 Controlar la ansiedad y no imponerles carreras por tradición familiar o para
resolver rápidamente las dudas. “Hay familiares que esperan una determinada
elección y los chicos sienten que no pueden contradecirlos”. (Silvia G. de Veinstein)
 Entender que se trata del proyecto personal de hijo y respetar sus tiempos. “En el
momento de la elección de los hijos, los padres rememoran sus propios procesos
de decisión y su vida profesional, lo que hace que se pongan más esctrictos y
ansiosos” (Montauti)
 Incentivarlos a que busquen información, pero no proveérsela. Promover que usen
menos Internet y más medios de transporte, que convivan con la realidad de las
carreras que les interesan, recorran las universidades y tengan contacto con
docentes y profesionales.
 Reducir el miedo al fracaso, darles confianza en sus capacidades y estimularlos.
Habilitar espacio para que se equivoquen. “Eso significa promover un grado de
responsabilidad en los chicos y es bueno” (Fittipaldi)

CONSEJOS PARA REDUCIR LA INDECISON

 Pensar qué cosas hacen bien, qué les gusta, en qué ámbitos se sienten cómodos,
qué actividades quisieran estar realizando en el futuro, para qué tienen habilidades
y facilidad. No plantear la opción en términos de una carrera específica o de una
institución en particular.
 Una vez definidos los intereses, ver qué campo profesional y que carreras permiten
concretarlos en una actividad específica.
 No limitar las opciones a las carreras tradicionales o más conocidas. Existe un
amplio abanico de estudios, cada vez más específicos y en áreas novedosas.
 Recorrer las universidades, hablar con profesores y estudiantes, averiguar cual es
la realidad profesional del campo elegido.
 No elegir una carrera sin información, ni por tradición familiar, ni porque un amigo
la eligió, ni por una supuesta salida laboral sencilla.
 Si persisten las dudas, buscar ayuda: la mayoría de las universidades –públicas y
privadas- ofrecen servicios gratuitos y abiertos de orientación vocacional, charlas
informativas y algunas permiten incluso asistir a clases.
 Tener en mente que ninguna opción es final y un hipotético cambio de carrera es
más que una experiencia que una equivocación.

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