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ALFONSO EL SABIO: EL MATRIMONIO

Y LA COMPOSICIÓN DE LAS PARTIDAS*

Las Siete Partidas presentan una serie de códigos que abarcan la


vida humana en todas sus dimensiones y en todas sus perspecti-
vas. Códigos, de acuerdo con el m é t o d o de Alfonso, minuciosos
y detallados, que constituyen, a pesar de su variedad y de su n ú -
mero, una obra única, monumental, armoniosa, realizada con ex-
tremo cuidado. Porque el cuidado es t a m b i é n u n atributo de A l -
1
fonso: de su m é t o d o general y de su deseo de estructura . Cada
una de las obras del Rey Sabio —y, por eso, t a m b i é n las Partidas—
puede compararse a u n edificio múltiple y grandioso en el que
la multiplicidad conduce a una unidad que, trascendiendo las m u -
chas diferencias, da lugar a u n movimiento acelerado y ascendente
que lleva todavía a unidades m á s altas: unidades que, como la
justicia —en este caso—, la historia, el universo, iluminan el con-
fuso camino que debe andar el hombre.
Podemos comenzar preguntando por q u é se dividen en siete
partes —en siete partidas— las Partidas, por q u é es el siete el que
da forma al libro de la ley de Alfonso y no otro n ú m e r o cualquie-
ra; como, por ejemplo, el diez de la ley de Dios, de los manda¬
* Q u i e r o agradecer a the U n i v e r s i t y of California at Los Angeles el Acade¬
mic Senate Research Grant que me p e r m i t i ó realizar este estudio.
1
Nos referimos a Alfonso y a sus colaboradores. Sobre el Maestro Jaco-
bo de G i u n t a y su i n t e r v e n c i ó n esencial en las Partidas v é a n s e : Obras del Maestro
Jambo de las Leyes, jurisconsulto del siglo xm, eds. Rafael de U r e ñ a y Smenjaud
y A d o l f o Bonilla y San M a r t í n , Reus, M a d r i d , 1 9 2 4 ; J U A N T O R R E S FONTES,
" L a c u l t u r a murciana en el reinado de Alfonso X " , Murgetana, 14 ( 1 9 6 0 ) , 57¬
89; A N T O N I O BALLESTEROS y B E R E T T A , Alfonso X el Sabio, A c a d e m i a A l f o n s o
X el Sabio, M u r c i a , y Salvat, Barcelona, 1 9 6 3 ; R O B E R T I . B U R N S , " C a n o n
L a w and the Reconquista: Convergence and symbiosis i n the k i n g d o m o f V a -
lencia under J a u m e the C o n q u e r o r ( 1 2 1 3 - 1 2 7 6 ) " , en Proceedings of the Fifth In-
ternational Congress of Medieval Canon Law, Biblioteca A p o s t ó l i c a V a t i c a n a , C i t t á
del V a t i c a n o , 1 9 8 0 , pp. 3 8 7 - 4 2 4 .

NRFH, X X X V I (1988), n ú m . 1, 203-218


204 J O A Q U Í N G I M E N O CASALDUERO NRFH, XXXVI

mientes, del decálogo. Nos contesta Alfonso —en un p e q u e ñ o ca-


2
pítulo, a manera de prólogo, que titula Septenario — al comen-
zar la obra; nos dice que el siete es u n n ú m e r o i n t r í n s e c a m e n t e
noble, que por noble ha sido alabado desde antiguo, y que entra
por eso en la estructura de muchas cosas importantes: "Septena-
rio es cuento m u y noble, a que loaron mucho los sabios antiguos,
porque se fallan en él muchas cosas e m u y señaladas que se de-
3
parten por cuento de siete" . Pasa inmediatamente a demostrarlo
e intercala para hacerlo una lista abundante en testimonios. Prin-
cipia con una serie construida en relación con las criaturas —con
las creaciones divinas— que va, mediante u n movimiento gradua-
do, desde lo múltiple a lo uno, dando forma a los diversos mate-
riales: en torno al siete se organiza el universo, el movimiento,
el tiempo, el firmamento, la tierra, los metales, las artes, la vida
incluso de esa unidad final que constituye el hombre. Después una
segunda serie —fabricada ésta en relación con las divinas enseñan-
zas— que da forma a su materia adoptando un movimiento bíblico;
es decir, el que lleva del Génesis al Apocalipsis, al final desde el
principio: a través del siete comunicó Dios con los patriarcas, Cristo
con los hombres, y San J u a n Evangelista m o s t r ó los secretos d i v i -
nos construyendo su Apocalipsis sobre u n ritmo septenario.
N o hay duda, por lo tanto; es noble el siete, e imprime, por
ser noble, una forma noble a la materia que estructura: sea crea-
ción, sea e n s e ñ a n z a esa materia. Y Alfonso acude al siete, cuan-
do, al comenzar a construir su libro —que es una creación y una
e n s e ñ a n z a — , busca para éste una forma noble y adecuada: " P o r
todas estas razones que muestran muchos bienes que por este cuen-
4
to son partidos, partimos este libro en siete partes" .
Cree Alfonso — y creen sus colaboradores— que si sus obras
mantienen ese siete se acercan en cierto modo a las divinas, se
identifican con ellas, a ellas se equiparan. Y creen que el autor
se ennoblece de manera semejante, pues participa, al crear, en
la sabiduría de Dios, en su función operadora. Creen, por últi-
m o , que con el autor se ennoblecen sus colaboradores; de a h í que
glorifiquen siempre a Alfonso los sabios que colaboran en sus obras.

2
Q u e no hay que confundir con su l i b r o , que citaremos enseguida, t i t u -
lado Setenario.
3
Las Siete Partidas del sabio rey don Alfonso el Nono, glosadas por Gregorio
L ó p e z , M a d r i d , 1789, [ I n t r o d u c c i ó n llamada] Septenario, t. 1, p . v . E n nues-
tras citas de obras antiguas puntuamos, acentuamos y utilizamos las m a y ú s c u -
las y las m i n ú s c u l a s a la moderna.
4
Ibid., p . v i i .
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Dios, pues, se manifiesta, como antes observamos, a través


de sus obras y a través de sus palabras; de manera que sus pala-
bras y sus obras — a d e m á s de ser metáforas, por así decirlo, que
desde su realidad aluden a la realidad divina— son, hablando exac-
tamente, emanaciones a través de las cuales el Creador se realiza
en sus criaturas, cadenas que, al multiplicarse y extenderse, rela-
cionan con Dios, en lo individual incluso, el universo. Alfonso,
así, eslabón primero en la cadena que conecta con Dios a sus va-
sallos, se manifiesta en sus obras y en sus e n s e ñ a n z a s , y permite
que en él se manifiesten la hermosura del obrar y la riqueza del
saber divinos; obrar y saber que a través de Alfonso se propagan
para ornamento de E s p a ñ a y para ilustración de los hispanos: " E l
rey, que es fermosura de Espanna et thesoro de la filosofía", d i -
cen, al comenzar la Crónica General, los colaboradores de Alfonso,
"ensennancas da a los yspanos". Y los mismos colaboradores afir-
m a n líneas antes: " O Espanna, si tomas los dones que te da la
s a b i d u r í a del rey, resplandecerás, otrosí en fama et fermosura
5
crecerás" .
Para el rey Alfonso, como vimos, Dios se manifiesta a través
del siete; t a m b i é n a través del siete se manifiesta a menudo lo que
Dios crea y lo que Dios inspira. E l siete, así, no es sólo represen-
tación y significado; es una emanación de Dios él mismo: una ema-
n a c i ó n que se repite constituyendo cada una de las obras divinas,
cada una de las divinas e n s e ñ a n z a s . Por eso el nombre de Dios,
dice Alfonso, tiene siete letras. Y , por eso, Alfonso se esfuerza en
demostrarlo: tiene siete letras, porque su nombre es principio y fin,
ya que Dios comienza y termina todo lo creado. Es decir, su nom-
bre es Alfa y Omega, o ajustándonos m á s a las afirmaciones de A l -
fonso, su nombre es Alfa et O; u n nombre, pues, de siete letras.
Y esas letras, cuya serie comienza con la A —con el alfa— y ter-
m i n a con la O —con la omega—, se multiplican siete veces, dan-
do lugar a cuarenta y nueve nombres que manifiestan, a su mo-
do, la s a b i d u r í a , la bondad y el poder divinos. Así es como termi-
na su explicación Alfonso:

O n d e l a A c o n r r a z ó n d e m u e s t r a , ssegunt de ssuso d i x i e m o s , q u e
D i o s es c o m i e n c o , et l a O ffin; n o n p o r q u e D i o s o u o c o m i e n c o e n

5
Primera Crónica General de España, ed. R a m ó n M e n é n d e z Pidal, Gredos,
M a d r i d , 1955, t. 1, p . 2. Los colaboradores de Alfonso X usan a d e m á s el latín
para cantarlas alabanzas del monarca: " S i capis, Hesperia, que dat tibi dona
sophia / Regis, splendescet t i b i fama decus quoque crescet./ Rex, decus Hes-
perie, thesaurus philosophie,/ D o g m a dat hyspanis".
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ssí nin puede sser acabado, mas porque él da comienco y acaba-


miento a todas las cosas que él ffizo. Et las otras ginco letras que
sson en medio muestran las otras cosas que en él sson, ssegunt el
ssaber e el poder e la uertud que ha. Et esto sse entiende' que es
la Trinidat conplida; ca por el poder sse entiende el Padre, e el ssa-
ber el Ffijo, e el querer e la uertud con que huebran, el Spíritu
6
Ssanto .

Ese nombre, pues, maravilloso y septenario, no sólo nomina


a Dios y lo figura, se identifica —en cuanto a manifestación de
su esencia— con su esencia; con una esencia que todo lo princi-
pia, como el alfa, y que, como la omega, todo lo termina. Por
eso, a d e m á s , el que cuando Dios t o m ó carne y vino al mundo se
apoyara t a m b i é n en un estribo septiforme: en los dones del Espí-
r i t u Santo que, por inherentes a él, atestiguan su divinidad y la
garantizan. Dice Alfonso en las Partidas: "Porque lo pudiessemos
ver visiblemente, e conoscer que era Dios y hombre, por este cuen-
7
to mismo... ouo él en sí siete dones de Spíritu Santo" . Conviene
s e ñ a l a r —para dar a l g ú n ejemplo c o n t e m p o r á n e o a las Partidas-
la coincidencia entre las afirmaciones de Alfonso y otras de Santo
T o m á s no menos relevantes: " [ C r i s t o ] da [los dones del Espíritu
8
Santo] en cuanto Dios y los recibe en cuanto h o m b r e " . Es de-
cir, los siete dones atestiguan, tanto en Santo T o m á s como en A l -
fonso, la divinidad de Cristo, del Verbo, de la Sabiduría.
T a m b i é n Alfonso es sabio, el m á s sabio de los príncipes de
entonces, como sus colaboradores repiten insistentes: " E l muy no-
ble rey don Alfonso, rey dEspanna... en q u i Dyos puso seso et
9
entendemiento et saber sobre todos los príncipes de su t y e m p o " .
Y Alfonso, por ello, se identifica con Dios de alguna forma, de
alguna forma refleja la perfección divina. Es que la sabiduría, co-
mo dice San Buenaventura, "es «luz que desde el Padre de las
10
luces desciende» al alma e, irradiando en ella, la d e i f i c a " . De

6
ALFONSO EL SABIO, Setenario, ed. K e n n e t h H . V a n d e r f o r d , C r í t i c a , Bar-
celona, 1984, p . 7. E n adelante indicaremos en el texto la p á g i n a de la cita.
V é a s e el importante estudio p r e l i m i n a r de Rafael Lapesa.
7
[ I n t r o d u c c i ó n llamada] Septenario, t. 1, p . v i i .
8
" D a t secundum q u o d Deus, et accipit secundum q u o d h o m o " , Summa
Theologiae, 3q. 7 a. 5, en Suma Teológica, BAC, 1960, t. 11, p . 328.
9
Libro de las cruzes, ed. L l o y d A . Kasten y Lawrence B . K i d d l e , C . S . I . C . ,
M a d r i d - M a d i s o n , 1961, p . 1.
1 0
"Sapientia est «lux descendens a Patre l u m i n u m » i n a n i m a m et radians
i n earn facit a n i m a m d e i f o r m e m " , Collationes in Hexaemeron, I I , 1, en Obras de
San Buenaventura, BAC, t . 3, p . 202.
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a h í el que Dios decidiera que Alfonso se llamara Alfonso; es de-


cir, que llevara u n nombre, como el de Dios, de siete letras, y,
como el de Dios, comenzando en la A —en el alfa— y terminan-
do en la O —en la omega. De a h í , t a m b i é n , que ese nombre no
sea sólo una metáfora, sino que sea a d e m á s manifestación de la
perfección divina. A través de las siete letras de su nombre, A l -
fonso recibe del Espíritu Santo —como Cristo— la gracia de sus
dones: " C u y o nonbre [dice Alfonso en el Setenario hablando de
su propio nombre] quiso Dios por la ssu mercet... que sse comen-
11
casse en A e sse ffeneciesse en O , [ e ] que ouyesse ssiete letras,
ssegunt el lenguaie de Espanna, a ssemeianca del ssu nonbre. Por
estas ssiete letras enbió ssobre nos los ssiete dones del Spiritu
Ssanto" (p. 7).
De ahí que Alfonso crezca, así deificado; de a h í que envuelva
en su prestigio a sus colaboradores; y que sus colaboradores mag-
nifiquen a ú n m á s sus alabanzas. N o es para éstos sólo el m á s sa-
bio entre los príncipes de entonces, es t a m b i é n el m á s sabio entre
los reyes sabios del pasado, y, por lo mismo, el m á s noble y vir-
tuoso. Califican ahora su reinado de espléndido suceso, compa-
rable a todos los sucesos anteriores. Y , conscientes de la magnifi-
cencia del monarca y de la deuda general con su magnificencia,
deciden componer u n nuevo calendario que recoja la importan-
cia del presente computando desde el principio del reinado del Rey
Sabio, deciden iniciar una era nueva —la alfonsí— para compe-
tir con las anteriormente utilizadas: la de la hégira, la de Cristo,
la de C é s a r , la de M o i s é s , la de la creación del mundo. Así cons-
truyen sus tablas a s t r o n ó m i c a s , sus famosas tablas alfonsíes:

Uemos que en este nuestro tiempo acaesció notable acaescimiento


et honrado et de tanta estima cuerno todos los antepassados. Et este
es el reynado del sennor rey D . Alonso, que sobrepuió en saber,
seso et entendimiento, ley, bondat, piedat et noblega a todos los re-
yes sabios. Et por esto touimos por bien de poner por comienco de
era ell anno en que comencó a reynar este noble rey, por cabsa que
se use et manifieste esta era, ansí cuerno se usaron et manifestaron
las otras eras antes della, porque dure et quede la nombradía deste
noble rey hy para siempre..? Et p o c é m o s l e nombre " l a era al-
12
fonsí" .

1 1
Pongo e por en.
1 2
Tablas alfonsíes, I , en Libros del saber de astronomía del rey D. Alfonso X de
Castilla, ed. M a n u e l Rico y Sinobas, M a d r i d , 1886, t. 4, p p . 119-120.
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No es Alfonso, sin embargo, el primer legislador que da a su


código una forma septenaria; antes que él, en el siglo v i , el em-
perador bizantino (romano-bizantino) Justiniano se sujetó al sie-
te en el Digesto; es decir, en su importante compilación de opinio-
nes legales anteriores. Tampoco lo hizo de forma caprichosa, si-
no determinado por la perfección intrínseca del n ú m e r o : " L o s
dividimos [sus versículos] en siete partes, no incorrectamente o
sin r a z ó n , sino teniendo en cuenta la naturaleza y el arte de los
1 3
n ú m e r o s " . Y así como el Digesto se convirtió en el patrón de las
compilaciones posteriores, su forma septenaria se convierte —a
pesar de que Alfonso lo silencie— en el p a t r ó n de la división de
1
las Partidas *. N o es e x t r a ñ o que Alfonso —emperador electo de
romanos— imite, al legislar, al príncipe legislador m á s grande,
no es e x t r a ñ o que su obra mantenga la división que, en la suya,
a q u é l h a b í a mantenido, no es e x t r a ñ o siquiera el silencio que en
relación con la deuda guarda Alfonso. Es que Alfonso pretende
algo m á s que imitar a Justiniano; pretende escribir una obra a
su obra comparable; pretende igualarle, por lo tanto. De ahí que
Alfonso no quiera, al acercarse al siete, parecer acercarse porque
lo hizo Justiniano, sino como lo hizo Justiniano, como debieran
hacerlo todos los que e n s e ñ a n y componen.
Por lo d e m á s , Alfonso, a la hora de distribuir en siete partes
su materia, sigue el modelo que le brindaban las Decretales; y,
como las Decretales se dividían tradicionalmente en cinco libros,
15
tuvo Alfonso que partir su contenido algunas veces . Esa multi-
plicación, en realidad, no presentó n i n g ú n problema. L o que re-
sulta curioso, sin embargo, es lo que sucede con la parte que se
dedica al matrimonio; pasa ésta en las Partidas a ocupar el lugar
cuarto, a n t e p o n i é n d o s e a las que tienen que ver con los contratos

1 3
" E t i n septem partes eos digessimus, non perperam ñ e q u e sine ratio-
ne, sed i n n u m e r o r u m n a t u r a m et artem respicientes", Corpus Iuns Civilis,
Const. T a n t a ( " D e confirmatione Digestorum"), ed. Paulus K r u e g e r y Theo-
dorus M o m m s e n , W e i d m a n , D u b l i n - Z u r i c h , 1970.
1 4
V é a n s e R A I M U N D O BIDAGOR, " E l derecho de las Decretales y las Partidas
de Alfonso el Sabio de E s p a ñ a " , en Acta Congressus Iuridici Internationalis, Pon-
t i f i c i u m I n s t i t u t u m U t r i u s q u e I u r i s , R o m a , 1936, t. 3, pp. 297-313; EDUAR-
DO FERNÁNDEZ R E G A T I L L O , " E l derecho m a t r i m o n i a l en las Partidas y en las
Decretales", en ibid., pp. 316-384. Y a Gregorio L ó p e z hace notar en sus glo-
sas las siete partes del Bisiesto: " I m p e r a t o r Tustinianus i n septem partes d i v i -
sit leges D e g e s t o r u m " , Partidas, [ i n t r o d u c c i ó n llamada] Septenario; en t. 1,
p. v , nota 1.
1 5
Sobre la r e l a c i ó n entre las Decretales y las Partidas v é a n s e los artículos
citados en la nota 14.
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y con los testamentos. Resulta curioso porque, al considerarse con-


trato, el matrimonio d e b e r í a venir, como en las Decretales, de-
t r á s de los contratos. Alfonso lo que hace es situar el matrimonio
en el centro de la obra: las tres primeras partidas, después la del
matrimonio, luego las tres ú l t i m a s . L a modificación de Alfonso
es una modificación intencionada: "Pusimos la partida que fabla
1 6
del casamiento en medio de las otras seys partidas deste l i b r o " .
Fabrica Alfonso de esa manera u n centro, pero —como veremos
enseguida— no un centro inerte y apagado, sino u n centro vivifi-
cante y encendido. Así el libro se construye en torno a la partida
cuarta; las otras seis partidas —las tres primeras y las tres que
c o n t i n ú a n — se alimentan de la e n e r g í a que de ese centro fluye;
e n e r g í a que es, según afirma Alfonso, luz como la que el Sol des-
pide, vida como la que derrama el corazón: "Por esso lo pusimos
en medio de las siete partidas deste libro: assí como el coracón
es puesto en medio del cuerpo, do es el spíritu del orne, onde va
la vida a todos los miembros. E otrosí como el Sol que alumbra
todas las cosas, e es puesto en medio de los siete cielos, do son
17
las siete estrellas que son llamadas planetas" . A l construir de
esa manera el centro y al hacer que ese centro influya en las otras
partes —como el Sol influye en los planetas— no sólo convierte
Alfonso el matrimonio en el Sol vivificador de las Partidas, sino
que a d e m á s da a las Partidas la forma cósmica que está buscando
desde que aludió al siete en el principio. Se transforma de ese modo
en u n firmamento el libro; en u n firmamento dentro del cual sus
siete esferas —sus siete estrellas, sus siete partes—, iluminadas
por el Sol del matrimonio, se mueven armoniosas.
Hemos llegado al punto en el que tenemos que señalar otra
consecuencia importante de la creación de Alfonso. L a división
y la distribución de las Partidas no sólo ennoblecen al libro y a su
forma; ennoblecen t a m b i é n al matrimonio, le confieren u n pres-
tigio extraordinario al convertirlo en el núcleo en torno al cual
la obra se levanta. Por eso Alfonso al justificar la estructura de
su obra dirige a la institución matrimonial las mayores alaban-
zas, despliega entonces sus virtudes en una lista inacabable de h i -
pérboles y elogios:

Honrras señaladas dio Nuestro Señor Dios al orne sobre todas las
otras criaturas quel fizo. Primeramente en fazerlo a su ymagen e

1 6
Partida I V , i n t r o d u c c i ó n , en t. 2, p p . 453-454.
17
Ibid., p . 453.
210 J O A Q U Í N G I M E N O CASALDUERO NRFH, XXXVI

a su semejanga, segund él mismo dixo ante que lo fiziesse, en darle


entendimiento de conoscer a él e a todas las otras cosas... E sin to-
do esto, ouole fecho muy grand honrra, que fizo muger que le dies¬
se por compañera , en que fiziesse linaje; e establesció el casamiento
dellos ambos en el parayso; e puso ley ordenadamente entre ellos,
que assí como eran de cuerpos departidos segund natura, que fues-
sen vno quanto en amor, de manera, que non se pudiessen depar-
tir, guardando lealtad vno a otro; e otrosí que de aquella amistad
saliesse linaje, de que el mundo fuesse poblado e él loado e serui-
do. Onde, porque esta orden del matrimonio establesció Dios mis¬
mo por sí, por esso es vno de los más nobles e más honrrados de
los siete sacramentos de la sancta eglesia. E por ende deue ser hon-
rrado e guardado como aquel que es el primero e que fue fecho
e ordenado por Dios mismo en el parayso, que es como su casa se-
ñalada. E otrosí como aquel que es mantenimiento del mundo e aue
faze a los ornes beuir vida ordenada naturalmente e sin pecado, e
sin el cpial los otros seys sacramentos non podrían ser mantenidos
nin guardados. E por esso lo pusimos en medio de las siete partidas
18
deste libro .

Debemos dedicar ahora unas palabras al matrimonio en la


19
Edad M e d i a . R e c u é r d e s e primero que en el mundo feudal se
otorgaba una importancia grande a la familia; todo se hacía en
relación con ella, porque era ella la encargada —con sus múlti-
ples conexiones y recursos— de fortalecer y dignificar al indivi-
duo. Hasta el punto de que el valor de éste se fijaba de acuerdo
con el prestigio y el poder de sus parientes: sin la familia el indi-
viduo d i s m i n u í a y se minimizaba; con ella, en cambio, se am-
pliaba y trascendía. A la familia, a d e m á s , se encomendaba el con-
1 8
Ibid.
1 9
M e han sido m u y útiles, en relación con l a explicación que a continua-
c i ó n presento, los siguientes estudios: R A F A E L G I B E R T , El consentimiento fami-
liar en el matrimonio según el derecho medieval español, Instituto Nacional de Estu-
dios J u r í d i c o s , M a d r i d , 1 9 4 7 ; J O H N T . N O O N A N , J R . , "Power to choose", Via-
tor, 4 ( 1 9 7 3 ) , 4 1 9 - 4 3 4 ; H E N R I A N S G A R K E L L Y , "Clandestine marriage and
Chaucer's Troilus", Viator, 4 ( 1 9 7 3 ) , 4 3 5 - 4 5 7 , y Love and marriage in the age of
Chaucer, Cornell U n i v e r s i t y Press, I t h a c a - L o n d o n , 1 9 7 5 ; J E A N - B A P T I S T E M O ¬
L I N y PROTAIS M U T E M B E , Le rituel du manage en France du xue au xvie siede, Beau-
chesne, Paris, 1 9 7 4 ; JEAN L E C L E R C , Monks and love in Twelfth-Century France,
Clarendon Press, Oxford, 1 9 7 9 ; CHRISTOPHER N . L . BROOKE, "Aspects of ma-
rriage law i n the Eleventh a n d T w e l f t h C e n t u r i e s " , en Proceedings of the Fifth
International Congress of Medieval Canon Law, ed. Stephan K u t t n e r y K e n n e t h Pen-
n i n g t o n , Biblioteca Apostolica V a t i c a n a , C i t t à del Vaticano, 1 9 8 0 , p p . 333¬
3 4 4 M e ha sido especialmente útil el estudio de GEORGES D U B Y , Medieval ma-
rriage, T h e Johns H o p k i n s U n i v e r s i t y Press, B a l t i m o r e - L o n d o n , 1 9 7 8 .
NRFH, XXXVI EL M A T R I M O N I O Y LAS PARTIDAS 211

servar para los hombres, m á s allá de la muerte, aquello que éstos


h a b í a n ganado o h a b í a n recibido. El padre se continuaba en los
hijos y en los nietos, y con él continuaban —pasando de una ge-
20
n e r a c i ó n a otra— nombre, bienes, tierras, s e ñ o r í o s . Era preci-
so entonces que la familia hiciera esa continuidad posible y que
de ninguna forma la impidiese. Podía impedirla, por ejemplo, d i -
vidiendo entre varios hijos aquello que se poseía; por eso el mun-
do feudal insiste en la conveniencia de dejar el patrimonio al hijo
primogénito; por eso, prefiere el matrimonio endogàmico —el ma-
trimonio entre parientes— porque se p o d í a recoger de esa mane-
ra lo que antes se h a b í a dividido. L a continuidad t a m b i é n podía
impedirse por el adulterio de la esposa; por eso el adulterio se con-
cibe como crimen contra la familia, como razón m á s que suficiente
para que el matrimonio se anulara. De a h í que para el mundo
feudal el matrimonio pueda disolverse: puesto que el matrimonio
sirve a la familia, si la familia lo necesita el matrimonio se anula
y substituye.
R e c u é r d e s e t a m b i é n que desde comienzos de la Edad Media
se considera, siguiendo la tradición romana, u n acto civil el ma-
trimonio, y que a d e m á s —debido a las prácticas germánicas que
reforzaban y sostenían a las instituciones feudales— se vinculaba
éste fuertemente al padre. Era el padre el que velando por el inte-
rés de la familia decidía el enlace de los hijos. Se trataba en reali-
dad de u n pacto mediante el cual se hacía entrega de una mujer
a u n hombre, para que éste ennobleciera o enriqueciera con ella
a su famüia y, sobre todo, para que asegurara su descendencia.
L a mujer, a d e m á s , llevaba el ajuar con que su padre la proveía,
y los derechos que pudiera tener en relación con la familia que
dejaba. E l esposo, por su parte, garantizaba la seguridad econó-
mica de la esposa mediante la d o n a c i ó n de unas arras que consis-
tían en tierras, bienes o dinero. L a ceremonia del matrimonio re-
flejaba en su ritual esos objetivos. P o n í a el padre con sus propias
manos a su hija en las manos del esposo; y el esposo entregaba
—significadas en unas monedas— las arras a la esposa. Se visita-
ba la c á m a r a nupcial, por otro lado; y, en ella, se deseaba y se
p e d í a una copiosa descendencia.
J u n t o a estas prácticas que muestran el carácter civil del ma-
trimonio se notan desde m u y temprano otras que intentan inves-
t i r a éste de u n carácter religioso y que buscan supeditar su reali-

2 0
V é a s e nuestro l i b r o El misterio de la redención y la cultura de la Edad Me-
dia, A c a d e m i a Alfonso el Sabio, M u r c i a (en prensa).
212 J O A Q U Í N G I M E N O CASALDUERO NRFH, XXXVI

zación a la intervención determinante de la iglesia. R e c u é r d e s e


que para los cristianos de los primeros siglos el matrimonio era
sólo u n rito celebrado en la familia, y que luego en el templo se
conmemoraba mediante alguna ceremonia. Son estas viejas cere-
monias las que al comienzo del mundo feudal imprimen un sello
religioso al matrimonio. Se trata al principio de u n acto que sigue
a los que se celebraban en la casa y que obliga a la familia a tras-
ladarse a la iglesia, pues en ella se efectúa: la bendición y a veces
la imposición de un velo a los esposos o a la esposa en algún mo-
mento de la misa. Se integra, por otra parte, en la ceremonia fa-
miliar el sacerdote: bendice la c á m a r a nupcial y las arras, por ejem-
plo. D e s p u é s (siglo xii) crece m á s todavía la influencia religiosa,
puesto que los actos civiles se trasladan a la iglesia. El sacerdote
interviene entonces (mediados del siglo xm) a manera de ofician-
te: recibe a la novia de manos de su padre y la entrega en manos
del esposo.
R e c u é r d e s e , por otra parte, que en el mundo cristiano se ha-
b í a considerado siempre sacramento al matrimonio; es decir, mis-
terio grande que significa la u n i ó n de Cristo con la iglesia: "Sa-
cramentum hoc magnum est", dice San Pablo, "ego autem dico
21
i n Christo et i n Ecclesia" . Es a partir del siglo x n cuando, en-
tre disputas de teólogos y de canonistas, el carácter sacramental
del matrimonio se precisa y se establece. Infunde gracia como sa-
cramento y es su uso, porque el amor lo determina, un acto meri-
torio. Santo T o m á s lo asegura para siempre: "Puesto que el ma-
22
t r i m o n i o es sacramento tiene que ser causa de g r a c i a " ; " T o d a
acción mediante la cual se cumple un precepto, si se hace por amor,
23
es meritoria; esto es lo que sucede en el m a t r i m o n i o " . E l con-
cilio e c u m é n i c o de L y o n de 1274 oficializa lo que se venía repi-
tiendo, afirmando que el matrimonio es uno de los siete sacra-
mentos. Por eso las Partidas, culminando la tradición que viene
24
de San Pablo y respondiendo a los sentimientos de su época,
afirman, como pudimos leer anteriormente, que es el matrimo-
nio uno de los primeros sacramentos, instituido por Dios en el

2 1
Ad Ephesios, V , 32, en Biblia Vulgata, BAC, 1959, p . 1180.
2 2
" C u m m a t r i m o n i u m sit sacramentum erit gratiae causa", Summa Theo-
logiae, q . 42 a. 3, en Suma Teológica, BAC, 1956, t. 15, p . 196.
2 3
" O m n i s actus i n quo i m p l e t u r praeceptum, est meritorius si ex carita-
te fíat. Sed actus matrimonialis est h u i u s m o d i " , ibid., q.41 a.4, p. 185.
2 4
" P o r tal casamiento como este se entiende la v n i d a d de la eglesia, que
es allegada de todas las gentes del m u n d o e ayuntada a Nuestro S e ñ o r Jesu
C h r i s t o " (Partida I V , i , 5; en t. 2, p . 459).
NRFH, XXXVI EL M A T R I M O N I O Y LAS PARTIDAS 213

p a r a í s o para santificar la procreación y para ennoblecer al hom-


bre; que es fuerza vivificadora porque, haciendo uno —por a m o r -
al v a r ó n y a la hembra, produce vida y hace posible, a d e m á s , una
vida sin pecado; que es indispensable, como consecuencia, para
que los otros sacramentos puedan existir y puedan realizarse.
Fue en el siglo x n , como ya dijimos, cuando las ceremonias
del matrimonio se trasladaron de la casa al templo. De a h í que
a partir de entonces introduzca la iglesia su doctrina en las prác-
ticas feudales y que su poder, de manera graduada, se vaya ma-
nifestando: en las afirmaciones de las leyes y en la autoridad que
—al convertirla en juez del matrimonio— se le otorga. Desde ese
momento actitudes y creencias diferentes — y a menudo contra-
puestas— conviven de manera conflictiva. L a iglesia, sin embargo,
va imponiendo poco a poco su concepción del matrimonio, apo-
yada por legisladores que se esfuerzan en robustecer el poder de
los monarcas, por juristas que hacen resucitar el derecho romano
y que usan las antiguas compilaciones, por infinitos canonistas
que r e ú n e n los decretos de los papas, y que —determinados tam-
bién por el estudio de los códigos romanos— los glosan y comentan.
E n este sentido Alfonso es de una importancia grande. Es él
el que oficializa en Castilla las leves de la iglesia, el que las sostie-
ne con el enorme aparato de su labor legisladora, antes incluso
de que compusiera las Partidas, como puede observarse cuando
en el Fuero Real reglamenta el matrimonio: ' ' Establescemos e man-
damos que todos los casamientos se fagan por aquellas palabras
que manda la Sancta Iglesia, e los que casaren sean tales que pue-
25
dan casar sin pecado" ; " O t r o s í defendemos que si pleytos de
casamientos fueren comenzados entre algunos enjuicio, ninguno
dellos no sea osado de casar en otra parte fasta que el pleyto sea
26
determinado por juicio de Sancta I g l e s i a " . Son las Partidas, por
otra parte, una de las obras de su tiempo que se esfuerzan con
mayor ahínco en asegurar y respaldar la nueva concepción del ma-
trimonio: de a h í , podemos decir ahora, su forma y el sentido de
su forma. Y como la nueva concepción del matrimonio —lo vere-
mos enseguida— supone, respecto a la feudal, una h u m a n i z a c i ó n
y una transcendentalización m u y grandes, humaniza Alfonso en
sus reinos y transcendentaliza la vieja concepción que los innu-
merables fueros m a n t e n í a n .

2 5
Fuero Real, I I I , i , 1, en Códigos antiguos de España, ed. Marcelo M a r t í -
nez A l c u b i l l a , M a d r i d , 1885, t. 1, p . 120.
2 6
Ibid., I I I , i . , 7, p . 120.
J O A Q U Í N G I M E N O CASALDUERO NRFH, XXXVI

La iglesia, por de pronto, opone a la opresora voluntad del


padre la libre voluntad de los esposos. Canonistas y legisladores
insisten, con el derecho romano, en que el consentimiento es el
que realiza el matrimonio. Graciano, a mediados del siglo x n ,
plantea el problema en términos precisos: ¿Se puede casar a una
hija contra su voluntad? A p o y á n d o s e en afirmaciones tradiciona-
les y en decisiones recientes de los papas, lo resuelve de la m á s
radical de las maneras y yendo mucho m á s lejos de lo que fueron
los materiales que utiliza: "Estas autoridades muestran evidente-
27
mente que ninguna mujer deberá ser casada sin su libre deseo" .
Aserto este que determina la actitud que en relación con el matri-
monio se adopta en adelante, y que representa la opinión de la
iglesia y de la sociedad, a pesar de las diferencias que sin duda
existieron entre la práctica y la teoría. O t r o tanto ocurre, como
dijimos, con los legisladores, pero en éstos son a ú n m á s fuertes
los ecos del derecho romano. Las Partidas proclaman tajantemen-
te siguiendo las Decretales y el Digesto: "Consentimiento sólo, con
28
voluntad de casar, faze matrimonio entre el varón e la m u g e r " .
La iglesia atribuía a la indisolubilidad del matrimonio una i m -
portancia semejante a la que a t r i b u y ó al consentimiento; lo cual
se contrapone a la creencia feudal que aceptaba la disolución fun-
d á n d o s e en la idea de que, como contrato, el matrimonio podía
deshacerse. L a iglesia, pues, a p o y á n d o s e en la doctrina que tra-
dicionalmente h a b í a propugnado, y que se remonta al evangelio
— " Q u o d ergo Deus coniunxit, homo non separet" (Mateo, X I X ,
29
6 ) — , defiende ahora la indisolubilidad del matrimonio. L a his-
toria de la Europa occidental de los siglos x i y x n está jalonada
por los choques que en torno a este precepto sostuvieron los reyes
y los papas. Las Partidas afirman claramente: " L i g a m i e n t o e for-
taleza grande ha el casamiento en sí, de manera que después que
es fecho entre algunos como deue, non se puede desatar que ma-
30
trimonio non sea" . Por otra parte, las Partidas, al hacer deri-
var del amor la indisolubilidad, de ésta la lealtad, y de la lealtad
el linaje — y por lo tanto la glorificación de Dios y la p r o p a g a c i ó n
de la especie—, convierten a la indisolubilidad y al amor en la

2 7
" H i s auctoritatibus euidenter ostenditur, nisi libera uoluntate, nulla est
copulanda a l i c u i " , Decretvm Gratwni, Venetiis, 1600, c. 3 1 , q. 2, t. 2, p. 1486.
V é a s e el interesante a r t í c u l o de J O H N N O O N A N , citado en la nota 19.
2 8
Partida I V . i i , 5, en t. 2. D . 467.
2 9
E n Biblia Vulgata, ed. c i t . , p. 1015; véase GEORGES D U B Y , „p. ,¡t..
p. 17.
3 0
Partida I V , i i , 7, en t. 2, p. 469.
NRFH, XXXVI EL M A T R I M O N I O Y LAS PARTIDAS 215

columna vertebral del matrimonio: "[Dispuso Dios] que assi co-


mo [ A d á n y Eva] eran de cuerpos departidos segund natura, que
fuessen vno quanto en amor, de manera, que non se pudiessen
departir, guardando lealtad vno a otro; e otrosí, que de aquella
amistad saliesse linaje, de que el mundo fuesse poblado, e él loa-
31
do e s e r u i d o " .
El matrimonio medieval, por otra parte, era, como ya diji-
mos, e n d o g à m i c o : debido a sus circunstancias y debido a sus i n -
tereses. L a iglesia, en cambio, p r o h i b í a el enlace entre parientes
y llevaba la prohibición hasta el séptimo grado del parentesco. E l
matrimonio se disolvía por incestuoso si la consanguineidad se de-
mostraba. El mundo feudal choca, como en los casos anteriores,
con la iglesia. L a historia de la Europa de Occidente a partir del
siglo x i se ve conmovida t a m b i é n por los conflictos que de esta
situación se derivaron. Ahora, sin embargo, sucede algo suma-
mente interesante: el mundo feudal hace suya la posición de la
iglesia después de los choques iniciales. L o que ocurre es que se
comprende que la consanguineidad brinda una salida frente a la
i n d i s o l u b ü i d a d del matrimonio; una salida hasta cierto punto fá-
cil a causa de lo exagerado de sus límites: u n séptimo grado que
no se encontraba n i en las disposiciones del Levítico ( X X , 10-21).
L a iglesia reaccionó inmediatamente. Teniendo que elegir entre
la indisolubilidad y el parentesco, optó por la primera y, como
consecuencia, en el C o n c ü i o de L e t r á n de 1215, redujo el impe-
dimento ai cuarto grado y facilitó a d e m á s y a u m e n t ó en adelante
32
las dispensas . Alfonso el Sabio, de acuerdo con el Concilio de
L e t r á n y siguiendo las Decretales, impone en las Partidas el cuar-
to grado: "Pueden casar los de la vna parte con los de la otra,
33
quarto grado passado en adelante" .

3 1
Partida I V , I n t r o d u c c i ó n , en t. 2, p . 453.
3 2
Alfonso X en las Partidas explica las diferentes regulaciones a p o y á n d o -
se, como h a b í a hecho San Isidoro, en el dibujo de varios árboles de parentes-
co. Esos á r b o l e s , y t a m b i é n los g e n e a l ó g i c o s —con los que las grandes familias
se proveyeron, y que para entonces se h a b í a n generalizado— muestran hasta
q u é p u n t o la consanguineidad se utilizaba. V é a s e GEORGES D U B Y , op. cit.,
p. 27 y nota 6.
3 3
Partida I V , v i , 4, en t. 2, p . 494. Alfonso se separa del Fuero Juzgo, que
recoge u n a ley, atribuida unas veces a Recesvinto y otras a Chindasvinto, que
e r i g í a como tope el grado sexto: " N e n g ú n o m m e non ose casar n i ensuciar
por adulterio con la esposa de su padre, o con alguna que fue su mugier de
us parientes, o con alguna que es del linnage de su padre o de su madre o
de su avuelo o de su avuela, o con parienta de su m u l i e r , fasta V I g r a d o " ( I I I ,
v, 1) en Códigos antiguos de España, t. 1, p. 28.
216 J O A Q U Í N G I M E N O CASALDUERO NRFH, XXXVI

Con cuatro argumentos justifica Alfonso su oposición a la en¬


dogamia; todos, mostrando el carácter feudal con que se concibe
a ú n el matrimonio, aparecen en función de la familia, buscan su
fortalecimiento y su defensa: se rechaza, primero, la endogamia
para conseguir que los parientes se amen por amor de parentela,
reforzando de ese modo el vínculo que se creía esencial para que
el linaje perdurara ("Porque los parientes se criassen e biuiessen
en vno, non se amando por otro amor, sinon por el debdo del
34
l i n a j e " ; se la rechaza, t a m b i é n , para evitar que se iniciasen de-
masiado pronto, y antes del casamiento, las relaciones sexuales,
ya que éstas debilitarían socialmente al grupo ("Porque si enten¬
diessen que p o d r í a n casar e ayuntarse sin pecado, m á s ayna lo
35
h a r í a n . . . e avn en ante que el casamiento fuesse" ); se la rechaza
luego para evitar las desavenencias y las pugnas que p o d í a n lle-
var a que el clan se deshiciera y terminara ( " N a c e r í a n muchas
contiendas entre los parientes... assí que lo[s] que de vna parte
c u y d a r í a n ayuntar su sangre por matrimonios, de la otra despar-
36
tirían por enemistades" . A l centrar la a r g u m e n t a c i ó n en la ne-
cesidad de defender a la familia, se exalta a ésta a la manera lai-
ca, se la presenta como el elemento social m á s importante, como
un mundo autosuficiente, digno de monopolizar todos los esfuer-
zos, capaz de satisfacer todos los deseos, y, por lo tanto, de en-
cauzar y de contener la vida entera de los hombres. Aparece, de
esa forma, el matrimonio como factor decisivo en la utilidad de
la familia, como recurso supeditado a su interés y a su provepho.
C o n todo, al llegar al argumento cuarto — ú l t i m o y fundamental
porque con él termina la exposición de Alfonso— tiene lugar u n
giro interesante: se alude a la familia todavía, pero ahora para
trascendentalizarla, yendo m á s allá de los propósitos feudales; o
mejor, negando incluso el valor de esos propósitos. E l matrimo-
nio entre parientes, dice Alfonso, no debe practicarse, porque se-
para a unas familias de las otras, porque encierra a los individuos
en el círculo acotado de sus grupos; de unos grupos que funcio-
nan, por eso, como núcleos aislados y excluyentes. Rechazan las
Partidas entonces la endogamia "porque todos los ornes b i u i r í a n
apartadamente, por sí cada vno, en su linaje, como en manera
de vandos, pues que a los estraños non se ouiessen de ayuntar
37
por casamiento" . L a familia, viene a decir Alfonso, en cuanto
3 4
Partida I V , v i , en t. 2, p. 489.
3 5
Ibid.
3 6
Ibid.
37
Ibid.
NRFH, X X X V I E L M A T R I M O N I O Y LAS PARTIDAS 217

célula minúscula y restringida, sólo puede justificarse si, rompiendo


los límites que la reducen, se integra en u n mapa social m á s am-
plio y contribuye dentro de él al bienestar del conjunto.
Es San Agustín, sin duda, la fuente indirecta de las palabras
de Alfonso; indirecta porque los canonistas repetían constantemen-
te entonces esas afirmaciones. En efecto, t a m b i é n San Agustín,
en la Ciudad de Dios, estudia y condena la endogamia. Dibuja el
matrimonio como manantial de amor que, al realizarse entre i n -
dividuos de familias distintas y apartadas, crea unas relaciones
afectivas que unen a unos hombres con los otros, produciendo una
paz provechosa para todos. Dice San A g u s t í n , d e s p u é s de expli-
car c ó m o los hijos de los primeros padres tuvieron que casarse
por necesidad con sus hermanas, y después de advertir cómo, con
el paso del tiempo, prohibió la iglesia el matrimonio entre pa-
rientes:

En todo lo cual se tuvo muy en cuenta la importancia del amor,


para que los hombres —a los cuales es útil y buena la concordia-
pudieran enlazarse con vínculos de parentescos diferentes, de for-
ma que un individuo no tuviera y juntara muchos de esos parentes-
cos, sino que cada uno de éstos se fuera esparciendo en otros, y,
así, teniendo muchos individuos muchas relaciones, la vida de la
38
sociedad se fuera vinculando y concordando .

Es decir, Alfonso, siguiendo a San A g u s t í n y siguiendo a las


Decretales, trascendentaliza la familia y trascendentaliza el ma-
trimonio. Presenta a la familia como u n núcleo que esparce con-

3 8
San A g u s t í n c o n t i n ú a diciendo: "Padre y suegro son palabras que no-
m i n a n dos distintos parentescos. Por eso el a m o r abarca m á s cuando se tiene
como a padre y como a suegro a dos personas diferentes. A d á n tuvo que ser
lo p r i m e r o y lo segundo para sus hijas y sus hijos, cuando entablaron m a t r i -
m o n i o hermanas con hermanos. D e manera semejante, Eva, esposa de A d á n ,
fue suegra y madre de sus hijos y sus hijas. Y si hubieran existido dos mujeres
—una m a d r e y otra suegra— el amor social se hubiera extendido de manera
m á s abarcadora... Esto no era posible, sin embargo, puesto que no existían
otros hombres sino aquéllos (hermanos y hermanas, como vimos) nacidos de
los primeros padres. A s í , cuando esto fue posible, porque los hombres aumen-
t a r o n , se d e b i ó tomar mujeres que no fueran hermanas por esposas. Entonces
va no h a b í a necesidad que i m p i d i e r a realizar lo que decimos; a d e m á s , el no
hacerlo sería u n crimen Pues si los nietos de los primeros padres, que p o d í a n
casarse con sus primas, lo hicieran a ú n con sus hermanas, l l e v a r í a n tres pa-
rentescos no dos a u n solo h o m b r e . . . Por otra parte, estos parentescos que
conectaban tres hombres a uno solo, hubieran conectado a nueve si se hubie¬
ran repartido en personas diferentes... de ese m o d o se d i f u n d i r í a n los vínculos
218 J O A Q U Í N G I M E N O CASALDUERO NRFH, XXXVI

cordia y a r m o n í a al relacionarse con otros núcleos por amor —por


matrimonio. El matrimonio, por lo tanto, desde u n punto de
vista doctrinal, aparece t a m b i é n en las Partidas como en rela-
ción con su forma señalamos; es decir, como centro vivificante
y encendido en torno al cual gira armoniosa la sociedad contem-
p o r á n e a , como fuerza trascendente y unificadora capaz de pro-
ducir —sin restricciones familiares que limiten— el bienestar y
la felicidad de todos. De ahí la importancia que al matrimonio
se concede en las Partidas; de a h í la arquitectura de la obra, la d i -
visión de sus partes y la distribución de su materia. Composición
y significado, pues, en correspondencia y e q u ü i b r i o , constituyen-
do u n todo que funde lo diverso y que revela a través de su traza-
do y de su forma los ideales y las intenciones de Alfonso.

JOAQUÍN GIMENO CASALDUERO


U n i v e r s i t y o f California at Los Angeles

sociales, no reducidos a u n p e q u e ñ o c í r c u l o , sino extendidos a t r a v é s de m u -


chas y amplias relaciones" ( " H a b i t a est e n i m ratio rectissima charitatis, ut
homines quibus esset utilis atque honesta concordia, diversarum necessitudi-
n u m vinculis necterentur; nec unus i n uno multas haberet, sed singulae spar-
gerentur i n singulos; ac sie ad socialem v i t a m diligentius colligandam p l u r i -
mae p l u r i m o s obtinerent. Pater quippe et socer d u a r u m sunt necessitudinum
n o m i n a . U t ergo a l i u m quisque habeat p a t r e m , a l i u m socerum, numerosius
se Charitas porrigit. U t r u m q u e autem unus A d a m esse cogebatur et filiis et
filiabus suis, quando fratres sororesque connubio i u n ç e b a n t u r . Sic et Eva, uxor
eius, u t r i q u e sexui filiorum fuit et socrus et mater: quae si duae feminae fuis-
sent, mater altera, et socrus altera, copiosius se socialis dilectio colligaret...
Sed hoc unde fieret tune n o n erat, quando nisi fratres et s ó r o r e s ex illis duobus
p r i m i s n u l l i homines erant. Fieri ergo debuit quando potuit, ut existente copia
inde ducerentur uxores, quae n o n erant i a m s ó r o r e s ; et n o n solum istud ut
fieret, n u l l a nécessitas esset, v e r u m e t i a m si fieret, nefas esset. N a m si et ne-
potes p r i m o r u m h o m i n u m o u i i a m consobrinas noterant accinere coniuees
sororibus m a t r i m o n i o iungerentur; n o n i a m duae sed tres i n h o m m e uno ne-
cessitudines fièrent.. . O m n e s autem istae necessitudines quae u n i h o m i n i tres
homines connectebant novem c o n n e c t è r e n t si estent m sineulis sineulare
atque ita se non i n paucitate coarctatum sed latms atque numerosius propin-
quitatibus crebris v i n c u l u m sociale d i f f u n d e r e t " ) , La ciudad de Dios, X V . x v i ,
1, en Obras de San Agustín, BAC, 1958, ts. 16-17^ p p . 1034—1035.

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