La voluntad del hombre puede determinar el curso de su vida. La suma de todas sus acciones, presentes y pasadas, buenas y malas, define el desarrollo posterior. Antes de iniciar una acción, debemos prever sus consecuencias. Y ese es, también, el camino de la realización, encauzar los deseos propios por la senda de lo que consideremos el bien. La disposición mental, implica el propósito de entrenamiento continuo de la mente, para llegar al conocimiento profundo del ser humano; ordenadamente, constructivamente, pero sin límites preconcebidos. Hacer el bien, no es nada triste ni doloroso. Ha de hacerse con alegría, puesto que, buscando proporcionar la felicidad a otros, nos realizamos, alcanzando la nuestra. Cualquier cosa que sea hoy, es consecuencia de lo que fue ayer. Las ideologías asumidas condicionan al hombre. La ignorancia, el odio y el egoísmo, son las raíces de casi todos los males que nos afectan. Estos se combaten con generosidad, compasión y comprensión. Para liberarse, cada cual ha de andar su propio camino. Nadie lo puede hacer por otro. No esperes que alguien lo haga por ti. El camino que otros recorren, les adelanta el viaje a ellos, no acortan el tuyo. Todo ser vivo tiene un punto de luz, que ha de encontrar. De él mismo depende, que su luz se avive, siendo un todo de luz, o se apague, quedando en tinieblas. Cada acto generoso, nos hace avanzar en nuestra marcha; toda acción egoísta, nos añade peso en el camino. Quien se aferra a lo material, sufre. Constantemente, por temor a perder aquello que se esfuerza en retener. Siendo lo material inestable, cambiante, aferrarse a ello es como querer parar el tiempo. Pretender vivir el mismo segundo eternamente. Un imposible doloroso, que, en el mismo deseo, lleva su fracaso. Se vive el instante presente, no el que pasó, ni el que vendrá. Sólo alcanza la felicidad, quien no siente deseos de más. La transitoriedad engendra insatisfacción. La posesión, dolor. El amor a sí mismo, esclavitud. El sufrimiento es el mayor mal de la Humanidad, que se ha de erradicar, para llegar a la plenitud. Una mente que sufre, no puede ser libre, está atada a su dolor. Para liberarse, se ha de eliminar primero el dolor. Ha de centrarse la mente en lo trascendente, olvidando lo transitorio. Olvidar los deseos de posesión, y no asentar la vida propia en la autosatisfacción. Buda prescindió de los ritos, rechazando las ceremonias, las prácticas esotéricas y las divagaciones inútiles, sobre lo que está fuera de nuestra comprensión. Tal como pudiera ser divagar sobre la esencia de Dios, o la organización de los mundos celestiales. A pesar de ello, las numerosas sectas que del budismo han ido emergiendo, a través de los milenios, van elaborando unas teorías y prácticas, cada vez más complicadas y esotéricas, que no tienen nada que ver con la doctrina básica de meditación de Buda. Él dijo que, el secretismo y los misterios, distinguen a una doctrina falsa de la auténtica. Emilio del Barco. 03/11/09. mailto:emiliodelbarco@gmail.com
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