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¿CÓMO SE PUEDE EXPLICAR LA AMNESIA?

Las hipótesis relacionadas con el déficit de codificación han tenido en cuenta que en los
normales el procesamiento semántico (más profundo) de las palabras de una lista lleva a un
recuerdo mejor que el procesamiento basado en características más superficiales del
material. Supuestamente, el amnésico no realizaría éste procesamiento más profundo y, por
tanto, su recuerdo posterior se vería deteriorado. Sin embargo, amnésicos de síndrome de
Korsakoff mostraron en un experimento de Cermak y Reale (1978) que su recuerdo de las
palabras procesadas semánticamente era mejor que el de las palabras codificadas en un nivel
más superficial, por lo que no parece que el problema radique en este tipo de déficit. En
relación con la posibilidad de un déficit de almacenamiento se han barajado al menos
dos ideas. La primera se relaciona con los antiguos modelos estructurales de memoria y
mantiene que el rendimiento de los amnésicos en tareas de memoria a corto plazo es un
indicador de que esa estructura de memoria esté intacta y que el problema será uno de
transferencia a la memoria a largo plazo, que impediría el almacenamiento permanente o
la consolidación de la información y su posterior recuperación desde esta última
estructura. El hecho de que existan pacientes sin problemas de MLP y con serias
limitaciones de memoria a corto plazo, es un argumento bastante fuerte contra esa
hipótesis: pero además, los resultados de los amnésicos en las tareas indirectas de
memoria muestran que la información permanece en el sistema aunque no pueda ser
recordada o reconocida. En un tiempo, la hipótesis de un olvido extremadamente rápido de la
información, por parte de los amnésicos, tuvo cierto éxito. El argumento era que el amnésico
olvida con rapidez extraordinaria el material presentado que, por tanto, solo sería accesible por
breves momentos. Sin embargo, los datos que apoyaban esta hipótesis procedían de
experimentos en los que el control no era óptimo (mezcla de pacientes de diversa
etiología y gravedad; evaluaciones de la tasa de retención partiendo de diferente niveles
de aprendizaje previo, por ejemplo). Kopelman (1989) ha mostrado con controles
adecuados que, una vez alcanzado el aprendizaje, la tasa de olvido es normal en H. M. y en
pacientes de Korsakoff, Alzheimer y Huntington. El rendimiento casi normal del amnésico en
las tareas indirectas de memoria es uno de los argumentos más fuertes a favor de hipótesis
relacionadas con déficit en la recuperación. Lo que parece que está deteriorado en el
amnésico, según este modelo, es la capacidad para acceder de forma intencional o
consciente a información almacenada, mientras que en cambio conserva la capacidad para
acceder a ella, para utilizarla o expresarla de un modo incidental en otras tareas. Seguramente,
el argumento empírico más fuerte a favor de este tipo de ideas proviene del experimento de Graf
y cols. (1984), en tareas con primming, pacientes amnésicos tenían puntuaciones normales pero
si se les instruía que recordaran la fase previa el efecto de primming desaparecía y sus
puntuaciones disminuían. La distinción entre recuperación intencional o consciente y la
recuperación incidental o no consciente pone en relación memoria y consciencia.
Hay varios autores que han acentuado la importancia de la conciencia (de sus fallos) en
la memoria de los amnésicos. El más conocido y, seguramente el más radical es Tulving, que
propone una conexión directa entre conciencia y memoria al suponer que a cada sistema
de memoria (de procedimientos, semántica y episódica) le corresponden un tipo de
conciencia. Así, al sistema episódico, el más dañado en la amnesia, le corresponde una
conciencia que tiene que ver con la “familiaridad y la referencia personal en la
recreación del pasado y con el tiempo subjetivo en que el amnésico es un actor,
planificador, o incluso un mero observador de lo que ocurre”. El amnésico, en este
sentido, se siente como si estuviera en un “presente perpetuo”. En cierto modo, como señala
Schachter (1987), el amnésico actúa como si fuera incapaz de integrar piezas de
información de una manera coherente, como si solo pudiera recoger esas piezas como
fragmentos aislados, impidiéndose así que formen una representación episódica unificada. La
diferencia entre memoria implícita y memoria explicita estaría, pues, no en que son diferentes
sistemas o procesos, sino en que en la memoria explicita hay un componente funcional de
la mente que le proporciona esa conciencia adicional (de que algo se ha experimentado en el
pasado). En definitiva, lo que parece tener en común todas estas explicaciones teóricas
es la distinción entre una memoria más pasiva, automática, que pueda expresarse de forma
fragmentaria y no consciente, y que el amnésico mantiene, y una memoria activa, que requiere
recursos cognitivos y que expresa unidades amplias de información conectadas entre sí
de forma significativa y posiblemente con la mediación de la conciencia, memoria que en
el amnésico está severamente dañada. Que el déficit se produzca en la codificación o en la
etapa posterior, como el almacenamiento o la recuperación, quizás no se pueda conocer
con exactitud. Si la codificación requiere poner en relación el material presente con las
memorias anteriores, pasadas (con las que un amnésico tiene problemas), aun cuando el proceso
funcione adecuadamente, tendrá que limitarse a actuar sobre el presente más inmediato, y
las relaciones que puedan llegar a establecer serán por fuerzas menos significativas y
menos recuperables.

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