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La Sangre de Cristo y la santa cena

Introducción:
La preparación de un verdadero ministerio que el Señor ha determinado para sus hijos,
requiere de un duro entrenamiento, de muchas pruebas, de muchas marcas, de evidencias, y
sobre todo, ser forjado en el carácter y en la santidad; y esto se da en mayor grado en el
ministerio apostólico; por el mismo nivel de autoridad, de poder, y de responsabilidad que
tiene un apóstol de manifestar el Reino. El Señor determinó para mi vida un ministerio
apostólico de mucho nivel y responsabilidad, en el cual aún sigo siendo preparado, todavía
no he sido nombrado oficialmente apóstol, pero me identifico plenamente con lo que el
apóstol Pablo escribió sobre él mismo en una de sus epístolas; él dijo lo siguiente:
No que lo haya alcanzado ya, ni que yo sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro
tomar aquello para lo cual fui también tomado por Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no
pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago; olvidando ciertamente lo que queda
atrás, y extendiéndome a lo que está adelante, prosigo a la meta, al premio del supremo
llamamiento de Dios en Cristo Jesús. (Filipenses 3:12-14)
Iglesia, llega el tiempo de poner en práctica lo que el Señor nos ha estado revelando desde
hace unos años atrás, llega el tiempo de dejar de ser solamente oidores de la palabra y no
hacedores; porque el conocimiento sin su respectiva acción es como una semilla que no se
siembra jamás, y la fe sin obras es muerta en sí misma, es estéril; por lo tanto, no habrá
frutos, no habrá resultados, no habrá cambios en nuestras vidas, y no estaremos capacitados
para manifestar el Reino al nivel que nuestro Padre ha determinado, tanto en el carácter, en
la autoridad, ni el poder,
Hoy vamos a hablar acerca de la Sangre de Cristo, de la cual muy poco sabemos, y aun de
lo poco que sabemos, no lo aplicamos correctamente en nuestras vidas.
La vida está en la sangre
“Porque la vida de la carne en la sangre está, y Yo os la he dado para hacer expiación
sobre el altar por vuestras almas; y la misma sangre hará expiación de la persona”
Expiar: Borrar las culpas por medio de algún sacrificio (Levítico 17:11)
La vida que tenemos está en la sangre, tanto la sangre física, como la sangre de esencia de
alma; sin sangre no podríamos vivir. La expiación de la culpa del pecado fue una
alternativa provisional de Dios en el Antiguo testamento, para que no muera el pecador, ya
que la paga del pecado es muerte; como también para que hubiese cierta relación del
hombre con su creador, ya que el pecado lo había separado de su gloría o su poderosa
presencia; y para poder relacionarse con Él, había que derramar sangre de un animal
inocente para expiar la culpa del hombre, y poder así de esta manera tener relación con
Dios, ya que el pecado era el obstáculo… ¡y aún lo sigue siendo!; esto no era más que una
representación o figura de lo que Jesús iba a hacer en la cruz, y solo le fue necesario
hacerlo una sola vez por toda la humanidad, para reconciliar al hombre con Dios.
La sangre de Cristo
La sangre de Jesucristo es esencia de vida, es la vida de Dios “ZOE”, es la esencia que
corría por la venas de Jesús, es la vida pura, es la vida poderosa, la vida perfecta, es la vida

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que contiene todo lo Dios; esa sangre o sustancia de vida, puede ser impartida a nuestras
vidas imperfectas por medio de la fe, ya que no fue en vano que derramó Cristo su sangre
en la cruz…¡fue con propósito!, y está esencia de vida, esta sangre, está dispuesta para
nosotros los hijos que sabemos y entendemos de sus beneficios, de sus implicancias o de su
trascendencia.
Trascendencia o beneficios de la sangre de Cristo
Su sangre nos ha redimido
“Siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo
Jesús, a quién Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre…” (Romanos
3:24-25a)
Para tener este conocimiento y entendimiento necesario sobre este tema en particular,
debemos acudir a las escrituras, que es la palabra escrita de Dios; como también es
importantísimo pedirle al Espíritu Santo que nos dé revelaciones profundas acerca de la
Sangre de Cristo y de sus beneficios, acomodando lo espiritual a lo espiritual; ambas
fuentes nos darán un entendimiento complementario y verdadero, es decir nos dará FE.
Si bien es cierto que la redención es gratuita, que no costó al hombre absolutamente nada,
no se tuvo que pagar ningún precio, pero sin embargo, es por medio de la fe en su Sangre
que alcanzamos de la gracia de Dios. La fe viene por oír la palabra Rhema de Dios, es
decir, primero es el conocimiento y el entendimiento de lo que la sangre de Cristo es y de lo
que hace en nuestras vidas, para poder aplicarla en nosotros; y la fe, no es otra cosa que el
conocimiento puesto en acción, y sin fe, no podremos recibir nada de Dios.
Su sangre nos ha perdonado y nos lava de pecado
“En él tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su
gracia” (Efesios 1:7) “Y de Jesucristo, el testigo fiel, el primogénito de los muertos y el
soberano de los reyes de la tierra. Al que nos ama, nos ha lavado de nuestros pecados con
su sangre” (Apocalipsis 1:5)
Por esa sangre, por esa vida de Dios hemos sido comprados o rescatados por Él y para Él, y
no solo eso, sino que por su bendita Gracia, es decir, por su favor gratuito e inmerecido
hacia nosotros, nos ha perdonado de nuestros pecados, y esto trae la legalidad de
relacionarnos con nuestro Padre, y a su vez anula las consecuencias del pecado en nuestras
vidas, las cuales son: Tener una mala conciencia, condenación, vergüenza, culpabilidad,
indignidad, temor y alejamiento de la presencia de nuestro Señor; como también, la
cancelación de las legalidades concedidas al enemigo para obrar en nuestras vidas, en
nuestras familias y en la iglesia, y más aún, tenemos la legalidad de destruir las obras de
Satanás y sus demonios.
La manifestación de la iniquidad en nuestras vidas, da a luz al pecado, y la consecuencias
del pecado es deterioro y muerte espiritual; la iniquidades se desbordan en la superficie del
alma, éstas son como manchas que contienen códigos o patrones negativos que tienen por
objeto influenciar, manipular y controlar nuestra mente, nuestros sentimientos, y nuestra
voluntad, y esto nos distancia de la presencia de Dios. La sangre de Cristo es la única
esencia que puede quitar o lavar esas manchas de pecado y restaurar nuestras almas.

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La sangre de Jesucristo nos justifica (Romanos 3:24-25)
“Y son justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo
Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para
manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados
pasados”
Como consecuencia de la redención, del perdón y del lavamiento de nuestros pecados por
la sangre de Cristo, ¡somos justificados!, y la justificación es un término netamente legal, y
tiene por finalidad que la persona culpable sea declarada inocente, sin ningún precedente de
ilegalidad o antecedentes de injusticia por causa del pecado o la rebelión contra Dios; y esto
en base del sacrificio de Jesús en la cruz; allí hubo un intercambio, la injusticia del
hombre… ¡Pasó a Jesucristo!, y la justicia del Hijo de Dios… ¡Pasó al hombre!, el pago de
esa justificación fue… ¡la sangre de Cristo!
La sangre de Cristo limpiará nuestras conciencias (Hebreos 9:13-14)
Porque si la sangre de los toros y de los machos cabríos, y las cenizas de la becerra
rociadas a los impuros, santifican para la purificación de la carne, ¿cuánto más la sangre
de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios,
limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?”
Nuestras conciencias necesitan ser limpiadas, porque una mala conciencia traerá a nuestras
vidas, vergüenza, acusación, condenación, indignidad, temor; la mala conciencia se
manifiesta como consecuencia de dos razones; una razón es el pecado sin tratar, es decir,
que no haya un genuino arrepentimiento, sin que haya una confesión sincera, y que no haya
un verdadero anhelo de apartarse del pecado; como también la mala conciencia es resultado
de realizar obras muertas, que son obras que Dios no va a tomarlas en cuenta, porque Él no
las determinó; no podemos servir a nuestro Dios o manifestar su Reino como a nosotros nos
parezca, sino, como Él lo ha determinado desde la eternidad.
Por la sangre seremos salvos de la ira de Dios (Romanos 5:9)
“Con mucha más razón, habiendo sido ya justificados en su sangre, por él seremos salvos
de la ira”
Al haber sido redimidos, perdonados y justificados por medio de la fe en la sangre de
Cristo, por haber hecho pacto con Dios, entonces, seremos libres de la condenación eterna,
donde al pecador se le dará conforme a sus transgresiones, por haber rechazado la gracia de
Dios que es en Cristo Jesús, y por su falta de arrepentimiento le esperará un tormento
eterno.
La sangre de Jesucristo nos ha acercado a Dios (Efesios 2:13)

Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos
cercanos por la sangre de Cristo.”
Nosotros, como identidades terrenales nacimos, crecimos, y fuimos entrenados en un
sistema corrompido y pervertido, por lo tanto estábamos apartados de la presencia de Dios,
siguiendo las costumbres o rudimentos de este mundo gobernado por las tinieblas, por
Satanás; los que no éramos pueblo de Dios, ahora venimos a ser su pueblo, y no solo eso,
somos sus hijos; y esto, por creer en el Hijo de Dios y aceptar el pacto que nos ofreció.

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Por su sangre instituyó su iglesia (Hechos 20:28)
“Por tanto, mirad por vosotros y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto
por obispos para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre”
La iglesia somos nosotros y la sangre nos dio vida, la iglesia no es una institución, es un
cuerpo vivo, somos los nacidos de nuevo o renacidos por la vida de Dios; y por lo mismo
que el costo fue altísimo e impagable, como ministros de Dios, como autoridades, debemos
ser responsables de nuestras propias vidas, como también de los congregantes.
Su sangre nos ha hecho reyes y sacerdotes (Apocalipsis 5:9-10)
“Y cantaban un cántico nuevo, diciendo: «Digno eres de tomar el libro y de abrir sus
sellos, porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo
linaje, lengua, pueblo y nación; nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y
reinaremos sobre la tierra”
La genética de la sangre de Cristo o su vida, están en nuestros espíritus, tenemos la simiente
de Dios, y por herencia, ya que nuestro Padre es Rey de reyes, y Cristo es Sumo sacerdote
por toda la eternidad según el orden de Melquisedec, nosotros somos constituidos reyes y
sacerdotes, que son nuevas identidades, de autoridad y de servicio que tenemos que asumir;
y de acuerdo al nivel de hijo, de reyes y sacerdotes, cogobernaremos junto con Jesucristo.
La sangre de Cristo debe ser aplicada (1Pedro 1:2)
“Elegidos según el previo conocimiento de Dios Padre en santificación del Espíritu, para
obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo:Gracia y paz os sean multiplicadas”
Sobre la sangre de Cristo, no solo debemos tener el conocimiento de lo que hizo o hace, o
hará, sino que también debemos aplicarla correctamente en nuestras vidas, con fe, es decir
con el debido conocimiento y entendimiento de su trascendencia; la sangre de Cristo no
debe aplicarse en ignorancia, por religiosidad, ni por superstición.
LA SANTA CENA
La Santa Cena no solo es una ordenanza del Señor como un recordatorio del sacrifico que
hizo en la cruz del Calvario, sino, que va más allá de eso, tiene una connotación de un
beneficio espiritual y físico para nosotros los hijos. En la santa cena se comparte el pan y el
vino, y aquí una poderosa revelación que está escrita en el primer libro de la Biblia.
Entonces Melquisedec, rey de Salem y sacerdote del Dios altísimo (Una manifestación
sacerdotal de Cristo), sacó pan y vino; y le bendijo, diciendo: Bendito sea Abram del Dios
altísimo, creador de los cielos y de la tierra; y bendito sea el Dios altísimo, que entregó tus
enemigos en tu mano. Y le dio Abram los diezmos de todo. (Génesis14:18-20)
La sangre de Cristo y el pan de vida (Juan 6:53-58)
“Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del hombre y
bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene
vida eterna, y yo lo resucitaré en el día final, porque mi carne es verdadera comida y mi
sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo
en él.”

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“Así como me envió el Padre viviente y yo vivo por el Padre, también el que me come
vivirá por mí. Este es el pan que descendió del cielo; no como vuestros padres, que
comieron el maná y murieron; el que come este pan vivirá eternamente”
Comer su cuerpo y beber la sangre de Cristo es algo metafórico en cierto sentido, porque no
es un acto físico… ¡Sino espiritual!, en realidad tiene dos connotaciones; una es aceptar la
salvación a través de un pacto de fe en su sacrificio; y la otra, es que nuestros espíritus se
alimentan de las esencias de Dios.
La Santa Cena (Lucas 22:19-20)”
“También tomó el pan y dio gracias, y lo partió y les dio, diciendo: Esto es mi cuerpo, que
por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí. De igual manera, después de haber
cenado, tomó la copa diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por
vosotros se derrama.”
Cuando participamos de la Santa cena, comiendo el pan, que representa su cuerpo, y
bebiendo del vino, que representa su sangre, recordamos el sacrificio de nuestro Señor, y si
lo hacemos con verdadero conocimiento y entendimiento y fe, el Señor tiene la legalidad de
derramar esencias suyas sobre el pan y sobre el vino, y esto traerá beneficios para nuestros
cuerpos, para nuestras almas y para nuestros espíritus, como: Sanidad, pureza, limpieza,
fortaleza, victoria contra la iniquidad, una conciencia limpia, etc.
Tomar la santa cena indignamente (1 Co. 11:27-30)
“De manera que cualquiera que coma este pan o beba esta copa del Señor indignamente,
será culpado del cuerpo y de la sangre del Señor Por tanto, pruébese cada uno a sí mismo,
y coma así del pan y beba de la copa. El que come y bebe indignamente, sin discernir el
cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí. Por lo cual hay muchos enfermos y
debilitados entre vosotros, y muchos han muerto.”
Cuando alguien come o se bebe de forma indigna la Santa Cena (Que no es merecedor o no
califica para hacerlo), por el mismo hecho de practicar el pecado, y por la legalidad que
concede a los demonios, éstos lanzan esencias de iniquidad sobre el pan y sobre el vino,
entonces, no come el pan de vida, ni bebe la sangre de Cristo… ¡Sino iniquidad!, y estas
esencias son como un reactivo para aumentar el nivel de iniquidad ya existente en el alma,
ya sea en su diseño estructural (órganos y sistemas paralelos a los físicos), como también en
sus facultades (mente, sentimientos y voluntad), acarreando de esta manera enfermedades y
aun puede causar la muerte. Esto va a afectar tanto al cuerpo, al alma, como también al
espíritu, no que el espíritu se contamine, sino que el espíritu va a contristarse, va a decaer.
Ministración de la santa cena (1 Corintios 11:23-26)
“Yo recibí del Señor lo que también os he enseñado: Que el Señor Jesús, la noche que fue
entregado, tomó pan; y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: «Tomad, comed; esto es mi
cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de Mí».
Asimismo tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo: «Esta copa es el
nuevo pacto en mi sangre; haced esto todas las veces que la bebáis, en memoria de Mí».
Así pues, todas las veces que comáis este pan y bebáis esta copa, la muerte del Señor
anunciáis hasta que él venga.

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