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Contra la metafísica

Crítica de la razón práctica, de Immanuel


Kant (Tecnos).
Otro de los objetivos fundamentales de
la magnum opus  de Kant es destruir los pilares
sobre los que descansa la metafísica. Al
demoler en la Dialéctica trascendental los tres
elementos que la sustentan, a saber, mundo, alma
y Dios, Kant demuestra la imposibilidad de llegar a
conocer a través de ella. Las consecuencias son
devastadoras: es absurdo pretender conocer lo que
no está a nuestro alcance; solamente nos es lícito
tener pretensiones de conocimiento sobre el objeto
de la experiencia, el fenómeno. Y aunque al escribir
la Crítica de la razón práctica reedifica lo que ya
había derribado años atrás («reconstruyó con el
corazón lo que con la cabeza había demolido», nos
dice Unamuno en Del sentimiento trágico de la
vida), el valor que le concede a la metafísica no es
cognoscitivo, sino un valor moral. Volvamos a estos
versos jocosos de Machado:
Dicen que el ave divina,
trocada en pobre gallina,
por obra de las tijeras
de aquel sabio profesor
(fue Kant un esquilador
de las aves altaneras;
toda su filosofía,
un sport de cetrería),
dicen que quiere saltar
las tapias del corralón,
y volar
otra vez, hacia Platón.

¡Hurra! ¡Sea!
¡Feliz será quien lo vea!

También Andrés Hurtado, un joven Pío Baroja,


reconoce en El árbol de la ciencia la importancia de
dejar atrás aquellos problemas con los que no nos
podemos enfrentar sin caer al vacío: «La antigua
filosofía nos daba la magnífica fachada de un
palacio; detrás de aquella magnificencia no había
salas espléndidas, ni lugares de delicias, sino
mazmorras oscuras. Este es el mérito sobresaliente
de Kant; él vio que todas las maravillas descritas
por los filósofos eran fantasías, espejismos; vio que
las galerías magníficas no llevaban a ninguna
parte».

Kant realizó una magnífica labor de desbroce de la


filosofía (se la reconocieron grandes escritores como
Unamuno o Baroja) y volvió a colocar al ser humano
frente a frente con el conocimiento y con la
responsabilidad
De nuevo encontramos un llamamiento a la
acción al comprender que asumir la
responsabilidad que exige la salida de la
minoría de edad supone tomar las riendas de
nuestra capacidad para crear. Crear pensamiento,
crear proyecto, crear historia. La Modernidad viene
caracterizada precisamente por la toma de
conciencia de la posición histórica como culminación
de un proceso y despliegue de otro.

La historia: continuación o ruptura

Kant y la época de las revoluciones, de José


Luis Villacañas, editado por Akal.
El Renacimiento intentó establecer el
clasicismo como renovación, pero como
apunta José Luis Villacañas en Kant y la época
de las revoluciones, para la sociedad del siglo XVI
no era posible tal regresión, entre otras cosas por
ser cristiana. Fijémonos en que la denominación de
nuestro tiempo tiene como como principio el
prefijo post, delante de Modernidad, signo indicativo
de la elongación de un proceso histórico, no de su
ruptura. Bien es cierto que, como dice Le Goff,
seccionar la historia es tarea artificiosa, y que más
bien habría que hablar de renacimientos, en plural,
y no de uno solo. Y que según la importancia que le
concedamos a un acontecimiento u otro estaremos
manejando fechas distintas. Sin embargo, entender
la historia únicamente como un continuo, sin
destacar los acontecimientos más relevantes, puede
conducir a adoptar una postura conservadora o
reaccionaria. La toma de conciencia de la propia
situación histórica como diferenciada de la historia
en su conjunto, o de lo inmediatamente anterior,
supone establecer un corte y una toma de distancia
con el pasado cercano, con vistas a la proyección de
un ideal, de unas aspiraciones que no son
compatibles con la historia conocida. Por ello,
cuando Kant escribe Qué es la Ilustración, sienta las
bases que necesita una proyección hacia el futuro,
un proyecto histórico. Un proyecto que necesita de
una autorrepresentación, como la mano del hombre
primitivo pintada en la cueva. De aquí la necesidad
de un mito fundacional, de un relato que aglutine
formas del presente indeseadas, negadas por
ideales que quieren alcanzarse. Imágenes que
traigan al presente un futuro anhelado. Esto es la
salida de la minoría de edad. Esto es el sapere
aude.

Kant escribe Qué es la Ilustración y sienta las bases


de una proyección hacia el futuro, un proyecto
histórico que traiga al presente el futuro anhelado

Vemos así la utilidad de la visión partita de la


historia: la concepción de
un continuum  histórico conllevaría una
perspectiva inabarcable del objeto de
estudio. Esta es una de las razones por las
que Descartes necesita destruir cualquier
conocimiento anterior. Si Descartes inaugura para
muchos la Modernidad en la filosofía es porque
adopta una actitud destructora para construir algo
nuevo. Así comienza su Primera meditación:

«He advertido hace ya algunos años cuántas cosas


falsas he admitido como verdaderas, y cuán
dudosas son todas las que después he apoyado
sobre ellas; de manera que, por una vez en la vida,
deben ser subvertidas todas ellas completamente,
para empezar de nuevo desde los primeros
fundamentos, si deseo establecer alguna vez algo
firme y permanente en las ciencias».

Kant, el mediador
Sin embargo, Kant, a diferencia de Descartes,
entiende que la acción no puede esperar a que
tengamos un conocimiento seguro. Esta es otra
de las razones por las que el solterón de
Königsberg, como se refiere a él Unamuno, es un
filósofo más de la acción de lo que normalmente se
piensa. No en vano, el mismo Kant verá con buenos
ojos, al menos al inicio, la Revolución de 1789. Al
contrario que Rousseau, Kant no cree que exista un
estado de naturaleza de inclinación pacífica, sino
más bien al contrario, como plasma en Sobre la paz
perpetua:

«La paz entre los hombres que viven juntos no es


un estado de naturaleza –status naturalis–; el
estado de naturaleza es más bien la guerra, es
decir, un estado donde, aunque las hostilidades no
se hayan declarado, existe la constante amenaza de
romperlas»

Es por ello que la paz es una práctica que ha


de ser instaurada, y es este el motivo por el
que Kant se encarga de diseñar un proyecto de
gobierno global, de carácter jurídico, que asegure
la concordia entre los diferentes Estados. Un tratado
de paz, para serlo verdaderamente, ha de pensarse
para durar siempre. Tanto así que, para Kant,
constituye un pleonasmo hablar de una paz
perpetua.

Kant entiende que el estado natural es la guerra y


diseña un tratado de paz pensando en que sea
duradera, eterna: para él hablar de una paz perpetua
constituye un pleonasmo

Las ideas de Kant invitan a asumir la


responsabilidad que conlleva habitar un
mundo en el que acción y pensamiento no
pueden entenderse como cosas
separadas. Salir de la minoría de edad es abrazar
la libertad. Si el mito es lo que más perdura del
hombre Kant, entonces recordemos a aquel hombre
apacible que soñó una vez con un mundo de paz.
Aquel que observaba todo el orbe desde la mirilla de
su escritorio.

¡Tartarín de Koenigsberg!
Con el puño en la mejilla,
Todo lo llegó a saber.

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