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C. N.
Como se anunció en diversos lugares, se publicará este año un libro nuestro con dos
cuestiones disputadas: la primera, sobre la Parusía; la segunda, sobre el papa herético.
Ahora bien, a partir de hoy y bajo el título de CUESTIONES TEOLÓGICAS, publicaremos en
el blog de SPES algunos de los principales documentos y textos en los cuales se funda
nuestra posición en ambas disputas. A veces, cuando convenga, publicaremos también
textos y documentos en que se fundan las tesis adversarias.
Algunas otras consideraciones:
a) Tales documentos y textos, como conviene con lo que se disputa en las referidas
cuestiones, tratan:
• el sentido de la historia;
• el milenarismo;
• la tesis del venerable Holzhauser, etc.;
• jurisdicción y sedevacancia;
• la tesis de una sola Jerarquía para dos Iglesias;
• el llamado “magisterio conciliar”;
• los sacramentos de la llamada “Iglesia conciliar”;
• etc.
b) Como en nuestras cuestiones disputadas nos fundaremos siempre –como se
debe y en este orden– en el magisterio de la Iglesia, en la doctrina de Santo Tomás de
Aquino y en lo que hay de unánime entre los demás Doctores, claro está que los textos
y documentos que se publicarán en SPES serán, mayoritariamente, o de los mismos, o
aun de cualesquiera que los sigan o reflejen.
c) Tales documentos y textos se publicarán, en principio, o en portugués y español,
o solo en español.
d) El ritmo de su publicación no será regular.
Comencemos, pues, con los documentos y textos relativos a la Parusia.
* * *
EL MILENARISMO – I
I. Traducción en español,
seguida del original, en latín:
_____________
ERROR MILENARISTA
(in: Nouvelle Revue Théologique,
n.º 67, de 1945, pp. 239-241.)
Como dan a entender las primeras palabras del documento, a este decreto lo
precedió una respuesta del Santo Oficio, datada en 11 de julio de 1941, al Arzobispo de
Santiago de Chile, país donde el error milenarista parecía propagarse con mucha
fuerza, a causa –entre otros motivos– de una renovación del interés por el libro Venida
del Mesías en gloria y majestad, obra póstuma de J. J. Ben-Ezra (seudónimo de
Manuel Lacunza) que ya se había incluido en el Índex en 1824. Esta respuesta se
encuentra reproducida y comentada en el número del 15 de abril de 1942 de
losPeriodica (t. 31, p. 166-175). El decreto actual la retoma, omitiendo sin embargo esta
restricción: “secundum revelationem catholicam”, que se leía después de las palabras:
“docentis scilicet”, y substituyendo “corporaliter” por “visibiliter”.
El decreto afirma, por tanto, que el milenarismo (o quiliasmo), incluso mitigado o
espiritual, según el cual Cristo retornaría de forma visible a la tierra, para reinar en
ella, antes del juicio final, precedido o no por la resurrección de cierto número de
justos, [el decreto afirma] que una doctrina tal no puede enseñarse sin imprudencia
respecto a la fe. Como la respuesta de 1941 añadía: “Excellentia tua enixe vigilare
curabit ne praedicta doctrina sub quocumque praetextu doceatur, propagetur,
defendatur vel commendetur sive viva voce sive scriptis quibuscumque” [N. do T. –
“Vuestra Excelencia se ocupará de vigilar con cuidado porque, bajo pretexto alguno, no
se enseñe, propague, defienda o recomiende la mencionada doctrina, ni de viva voz ni
por ningún tipo de escrito, sea cual fuere.”], no debe entenderse el “doceri” solamente
como enseñanza o predicación públicas, sino como todo y cualquier medio de propagar
o recomendar la teoría. El decreto posee, además, alcance doctrinal, e implica que la
propia teoría no es segura desde el punto de vista de la fe.
Bien sabido es que el milenarismo, heredado del judaísmo, encontró durante los
primeros siglos de la Iglesia ecos entre los cristianos e incluso entre ciertos Padres:
Papías, San Justino, San Ireneo, Tertuliano, San Hipólito fueron, en diversos grados,
milenaristas. No obstante, entre otros, Orígenes, San Dionisio de Alejandría y sobre
todo San Jerónimo y San Agustín se opusieron a esta doctrina y, ya “en el Concilio de
Éfeso, se menciona el milenarismo de la siguiente manera: las divagaciones y los
dogmas fabulosos del infeliz Apolinario”… “Aunque el quiliasmo no ha sido calificado
como herejía, la sentencia común de los teólogos de todas las escuelas ve en él una
doctrina ‘errónea’ a la cual ciertas circunstancias de las edades primitivas pudieron
arrastrar a algunos antiguos Padres” (Cf. E.-B. Allo, O. P., Saint Jean, L’Apocalipse, 3ª.
edición, pp. 307-329). La fe de la Iglesia no conoce sino dos venidas de Cristo, y no
tres. El principal texto sobre el cual se apoyan los milenaristas es el difícil capítulo 20
del Apocalipsis de San Juan; sin embargo, sea cual fuere su sentido, debatido entre
exégetas, ningún comentador católico sostiene la interpretación milenarista.
G. GILLEMAN, S.I.
[Comme les premiers mots du document le laissent entendre, ce décret avait été
précédé d’une réponse du Saint-Office, en date du 11 juillet 1941, à l’Archevêque de
Saint Jacques, au Chili, où l’erreur millénariste semblait se propager assez fort, grâce,
entre autres causes, à un renouveau d’intérêt pour le livre « Venida del Mesias en
gloria y Majestad » œuvre posthume de J. J. Ben-Ezra (pseudonyme de Manuel
Lacunza) déjà mis à l’index en 1824. On trouvera cette réponse reproduite et
commentée dans le numéro du 15 avril 1942 des « Periodica » (t. 31, p. 166-175). Le
décret actuel la reprend en omettant cependant cette réstriction : « secundum
revelationem catholicam », qui se lisait après les mots : « docentis scilicet », et en
remplaçant « corporaliter » par « visibiliter ».
Le décret affirme donc que le millénarisme (ou le chiliasme), même mitigé ou
spirituel, selon lequel le Christ reviendrait de façon visible sur terre, pour y régner,
avant le jugement dernier, précédé ou non de la résurrection d’un certain nombre de
justes, qu’une telle doctrine ne peut être enseignée sans imprudence relativement à la
foi. Comme la réponse de 1941 ajoutait : « Excellentia tua enixe vigilare curabit ne
praedicta doctrina sub quocumque praetextu doceatur, propagetur, defendatur vel
commendetur sive viva voce sive scriptis quibuscumque », le « doceri » ne doit pas
s’entendre seulement d’un enseignement ou d’une prédication publics mais de tout
moyen de propager ou recommander la théorie. Le décret a d’ailleurs une portée
doctrinale et implique que la théorie elle-même n’est pas sûre au point de vue de la foi.
On sait que le millénarisme, hérité du judaïsme, trouva, dans les premiers siècles de
l’Eglise, des échos chez les chrétiens et même auprès de certains Pères, Papias, saint
Justin, saint Irénée, Tertullien, saint Hippolyte furent à des degrés divers
millénaristes. Mais, parmi d’autres, Origène, saint Denys d’Alexandrie et surtout saint
Jérôme et saint Augustin s’opposèrent à la doctrine et déjà « au Concile d’Ephèse, on
nomme le millénarisme : les divagations et les dogmes fabuleux du malheureux
Apollinaire»... «Quoique le chiliasme n’ait pas été noté d’hérésie, le sentiment commun
des théologiens de toute école y voit une doctrine « erronée » où certaines conditions
des âges primitifs ont pu entraîner quelques anciens Pères» (cfr E.-B. Allo, O. P., Saint
Jean, L’Apocalipse, 3e édition, p. 307-329). La foi de l’Église ne connaît que deux
avènements du Christ et non pas trois. Le principal texte sur lequel s’appuyaient les
millénaristes est le difficile chapitre 20 de l’Apocalypse de saint Jean ; mais quel qu’en
soit le sens, discuté entre exégètes, l’interprétation millénariste n’est retenue par aucun
commentateur catholique.
G. GILLEMAN, S.I.]
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Cuestiones Teológicas, II, 5 de febrero de 2014
C. N.
Los pasajes que transcribimos abajo, de la obra del Padre Álvaro Calderón La
lámpara bajo el celemín, tienen gran importancia para la manera en que trataremos
en nuestro anunciado libro la cuestión del milenarismo – supuesto siempre lo
analógico.
* * *
EL MILENARISMO – II
* * *
Los actos del gobierno eclesiástico – como en su orden los de todo gobierno –, son
legítimos y efectivos en la medida en que están actualmente informados por la doctrina
del magisterio, a la manera como los actos del cuerpo son vitales si están informados y
movidos por el alma:
– Esta información puede ser más o menos íntima según la naturaleza de cada acto.
Más íntima en los actos de gobierno con objetos más universales: intimísima en los que
tienen objeto doctrinal, muy íntima en los relativos al culto, íntima en las leyes más
generales. Los actos de gobierno con objetos más particulares guardan como cierta
distancia con el juicio doctrinal que los regula, siempre universal, teniendo una
vinculación más o menos estrecha según su relación con la doctrina: estrechísima en la
aprobación de un concilio o en una excomunión por herejía, muy estrecha en una
canonización, estrecha en la aprobación de una aparición, poco estrecha en una
excomunión por crimen.
– Pero el vigor legal de cada uno de los actos de gobierno no depende solamente de
su cercanía o permeabilidad respecto de la doctrina, sino también y principalmente del
mayor o menor grado de autoridad doctrinal que la jerarquía, en uso de su potestad de
magisterio, le comunique al juicio doctrinal que informa dichos actos de gobierno; a la
manera como el brillo de un cuerpo no depende solamente de la mayor o menor
capacidad de reflejar la luz, sino también y principalmente de la mayor o menor
intensidad de la fuente de luz que lo ilumina.»
[1] Señalar esto es fundamental para la teología del magisterio de la Iglesia, más teniendo en
cuenta la profundidad y riqueza con que Santo Tomás ha desarrollado la metafísica de la
causalidad instrumental.
[2] El título de maestros se les predica con analogía de atribución intrínseca respecto al
Maestro Jesucristo.