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Las superestructuras son esquemas constituidos por categorías formales que organizan el contenido
del texto. Cada tipo de discurso tiene una superestructura particular que lo diferencia de otros. Por
ejemplo, la narración evidencia una superestructura diferente a la que presenta la exposición.
Las categorías que conforman estas estructuras son independientes del contenido. Así, un mismo
contenido puede organizarse en distintas superestructuras generando discursos diferentes que
desarrollan el mismo tema. Aunque las estructuras textuales son independientes del contenido,
influyen en la organización de éste. Por ejemplo, al describir un crimen, el énfasis está dado en las
características del hecho; en cambio, al narrar el mismo hecho, el texto resultante puede focalizarse
en los motivos que originaron tal acto.
Hasta hace dos décadas, las migrantes pasaban inadvertidas en las estadísticas, en los estudios
migratorios y en el imaginario social. Se asumía que migrar era una decisión masculina, asociada además
con la idea de que los hombres eran quienes podían enfrentar los peligros de las travesías y
sacrificarse por la familia, mientras las mujeres, cual penélopes, esperarían su regreso.
Pero la realidad es muy distinta. Ellas siempre han migrado, de hecho son mayoría en las migraciones
internas, pero esta movilidad ha sido invisibilizada tras estereotipos que las han ubicado en el espacio
doméstico, para cumplir el mandato cultural y religioso de buenas hijas, esposas y madres cuyas vidas
se realizan en función del cuidado del hogar.
La dinámica económica, política y social, sin embargo, siempre ha sido más compleja que los
estereotipos. En Guatemala, las mujeres del área rural han migrado para servir en casas patronales,
pero también para atender los requerimientos de un modelo agroexportador, instaurado desde la
segunda mitad del siglo XIX, que necesitaba mano de obra abundante para la cosecha de café, algodón
y caña de azúcar. Esta migración ha tenido un marcado sesgo étnico, de manera que miles de indígenas
—mujeres, hombres, niñas y niños— se veían forzados a migrar cíclicamente, de las tierras altas a las
grandes fincas de la costa. Este tipo de migración continuó en el siglo XX, y ahora se extiende a las
fincas del sur de México.
En el siglo XX, sobre todo en los años 1970 y 1980, la movilidad estuvo determinada por el conflicto
armado. La represión obligó a miles de mujeres, junto a sus familias, al desplazamiento forzoso tanto
interno como hacia la frontera con México. Y al finalizar el conflicto, emprendieron procesos de
retorno donde ellas han sido protagonistas.
Hacia 1990, se intensificó la migración internacional, particularmente hacia los Estados Unidos. Más
allá de la imagen del “sueño americano”, esta migración tiene una lógica económica. Por un lado, la
globalización en el país ha agudizado la pobreza en algunos territorios, aumentando el desempleo y la
falta de oportunidades; y por otro lado, existe una demanda de mano de obra barata para la
agricultura, la construcción y los servicios en el país del norte.
De todas las facetas de la migración femenina interesa destacar a las migrantes internacionales que,
según los datos disponibles, son aproximadamente 400 mil guatemaltecas viviendo en Estados Unidos,
la mayoría indocumentadas.
Las imágenes que nos llegan sobre estas migrantes las muestran, generalmente, como víctimas que
enfrentan mil dificultades en las travesías que emprenden sin mayores recursos. Y en el lugar de
destino, como mano de obra explotada en los campos agrícolas, en las casas donde sirven como
trabajadoras domésticas o como cuidadoras.
Las que logran llegar, sobre todo cuando son indocumentadas, se encuentran ante enormes
limitaciones: largas horas de trabajos monótonos y generalmente mal pagados, desconocimiento del
idioma, de la cultura, escaso acceso a la movilización, la vivienda, a servicios de salud y educación, la
discriminación y el racismo. Incluso los efectos de la violencia intrafamiliar que muchas veces migra
con ellas. A esto se suman, en los últimos años, los impactos emocionales, físicos y familiares de las
deportaciones, retorno forzado que las hace vivir en zozobra por ellas mismas, sus parejas, hijos e
hijas.
No obstante, en el abanico de posibilidades que las migraciones abren para cientos de miles de
mujeres, es cada vez más frecuente su incursión en espacios inéditos: muchas mujeres se han
convertido en pequeñas empresarias, otras han alcanzado grados académicos, unas más se vienen
sumando a las luchas políticas por los derechos de la población migrante, y las menos se están
perfilando como políticas en ejercicio de sus derechos ciudadanos.
Esta faceta de las migraciones es poco visible en los medios: la de mujeres que están tomando la
palabra, actuando con autonomía y, con esto, siendo ejemplo para otras, tanto en sus lugares de origen
como en sus nuevas comunidades.
*Doctora en Sociología
Idea principal: •Expresa la afirmación más general; esto es, la que abarca y da sentido a las demás
ideas del párrafo.
•Afirma lo más importante e imprescindible; si se suprime esta idea, el párrafo queda incompleto, con
sentido parcial y anecdótico.
•A veces, indica explícitamente que es la idea principal. Para él lo utiliza las expresiones como: “Lo más
importante…”, “Lo principal…”, “Destaquemos…”, “Concluyendo…”, “En resumen…”, etc.
• A su vez, el párrafo que contiene la idea principal del apartado es el que mejor responde a la
pregunta o enunciado del mismo.