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V I S O R revista literaria

Nº 18 - May. / Ago. 2020

Reseñas: Pedro Antonio Cano Martínez / W. Darío Amaral


Ensayos: Mujeres en la ventana / Eros y
Tánatos en Antonio Machado Creación:
Bernardo Claros / Alfonso Vila Francés
/ Alberto Merino Palomar / Gianfranco Martan a /
Dante Edin Cuadra / Aleksandar Vutimski
© Revista Literaria Visor
ISSN 2386-5695
Revista Literaria de difusión cuatrimestral Contenido
Dirección:
Noel Pérez Brey
www.perezbrey.com
perezbrey@gmail.com

Consejo Editorial: Editorial............................................................. 3


Vega Pérez Carmena
Noel Pérez Brey
Reseñas.............................................................. 4
Imágenes: Música para un náufrago. Pedro Antonio Cano
Portada: Knutkrakker
www.flickr.com/photos/knutkrakker/
Martínez....................................................................5
Contraportada: Isaac Bowen / Fuente: Flickr El estampido de la entraña oriental. W. Darío

Contenido: PhotoSolutions / Fuente: Flickr; Reseñas: Amaral......................................................................6
Nacho Frutos / Fuente: Flickr; Ensayos: Claire Wilkinson/
Fuente: Flickr; Creación: Ramón Bataller / Fuente:
Flickr. Ensayos.............................................................. 8
Mujeres en la ventana, por Ana Fructuoso Ros....9
Diseño:
Noel Pérez Brey Eros y Tánatos en Antonio Machado, por Ahmed
Oubali......................................................................17
Esta revista se edita desde Illescas (Toledo - España) a través
de la siguiente dirección:
www.visorliteraria.com
Creación........................................................... 31
Cenizas, por Bernardo Claros...............................32
Puede ponerse en contacto con nosotros en la siguiente direc-
ción de correo electrónico: Ola de suicidios en Middletown, por Alfonso Vila
visorliteraria@gmail.com Francés....................................................................39
El arrío, por Alberto Merino Palomar.................42
@ visorliteraria @ visorliteraria La bici de Pablito, por Gianfranco Martana........59
Efímera vida de héroe, por Dante Edin Cuadra......
.................................................................................62
El muchacho azul, por Aleksandar Vutimski.....73
Todos los textos e imágenes publicados en este número son
propiedad de sus respectivos autores. Queda, por tanto, prohi-
bida la reproducción total o parcial de los contenidos de esta Colaboraciones................................................. 77
publicación en cualquier medio sin el consentimiento expreso
de los mismos. Por otro lado, esta publicación no se respon-
sabiliza de las opiniones o comentarios expresados por los
autores en sus obras.
EDITORIAL

Cuentos necesarios

¿Qué tal, amigos? ¿Cómo va todo? Esperamos que estéis bien y que llevéis la
situación actual lo mejor posible. Aunque a día de hoy parece inevitable hablar de
esta condenada pandemia, el objetivo de la revista en realidad es otro. Ya sabéis,
lo nuestro son las letras.
En este sentido, y dadas las circunstancias, la literatura, el arte en cualquiera
de sus formas, se nos antoja más que nunca como algo esencial. Imaginemos el
confinamiento sin libros, sin música, sin videojuegos, sin series ni películas: los días
se nos harían atrozmente largos y aburridos. Por no hablar de que la literatura no
solo supone un consuelo, un descanso, un aliento, sino que nos ayuda a entender
el mundo, al ser humano, a nosotros mismos. Su necesidad es acaso indiscutible.
Algún autor ilustre incluso ha calificado estos días el libro como bien de primera
necesidad, abogando por abrir librerías y mantener por consiguiente los canales
de distribución. Pero ¿de veras la literatura es un bien de primera necesidad? ¿De
verdad un libro, la entrada de una película o la cuota de Netflix están al nivel de
comprar huevos, medicinas o pagar el recibo de la luz? Aun a riesgo de perder
lectores, nosotros no nos atrevemos a tanto.
Reseñas
Creo que el amor por las letras de quienes editamos la revista está fuera de toda
duda, y defendemos a ultranza la necesidad de la lectura y de la cultura en gene-
ral como pilar básico de cualquier sociedad avanzada, pero también consideramos
forzoso preservar, en la medida de lo posible, la salud de quienes trabajan en el
sector que nos ocupa. Al fin y al cabo, esta situación no será eterna, ¿no? Además,
siempre podemos leer en formato electrónico, rescatar aquellas obras que nos gus-
taron… Vamos, seguro que algún libro pendiente encontramos por casa. Nosotros,
en lo que nos toca, contribuimos con lo que está en nuestra mano: un poco de lite-
ratura en red. Disfrutad del nuevo número.

Noel Pérez Brey

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RESEÑAS RESEÑAS

Música para un tobiográficos, y


que las reflexio-
profunda admiración. También podemos
percibir una clara influencia de la lla-
las mismas. Es un alegato hedonista que
termina trasladando un mensaje vital y
náufrago nes personales mada filosofía de la Generación Beat: la positivo: a pesar de que, como afirma el
Pedro Antonio Cano e intimistas, actitud de «resistente» del protagonista autor, «la vida iba en serio» (citando sin
Martínez los temas tra- frente a los golpes de la propia existencia. citar a Gil de Biedma), en su recorrido
tados, las anéc- Como conclusión, Música para un náu- encontramos esas pequeñas recompen-
Música para un náufrago es la opera dotas narradas, frago nos devuelve el placer de esa lec- sas que hacen que «estar vivo merezca
prima literaria de Pedro Antonio Cano los escenarios… tura que nos hace mirar a nuestro inte- la pena».
Martínez, Totana (Murcia), 1971. Pedro podrían lle- rior y vernos reflejados, proyectados en
Antonio Cano es maestro de Educación varnos a tal situaciones reconocibles, y disfrutar de © Antonio Rubio Calín
Primaria y en la actualidad, desarrolla afirmación, en
su labor docente en el CEIP «Juan XXIII» realidad, son
de la ciudad de Murcia. Pedro Antonio Música para un náufrago
recursos perfec-
es, además, un melómano empedernido; Pedro A. Cano Martínez
tamente trata-
circunstancia esta que ha influido y deja- Libros Indie
dos por el autor
do su impronta en este libro. Torrelavega, 2019
para trasladar
Como el propio autor afirma: «La esta sensación.
música actúa como antídoto para poder Estamos pues ante una colección de rela-
sobrellevar el peso colosal de la propia tos cortos; cada uno de los cuales obedece El estampido de la tico y una visión
punzante y crí-
existencia con cierta dignidad». a un título que da coherencia, sentido y entraña oriental tica de la reali-
La música aparece en la mayor parte unidad a lo tratado y que siguen un apa- W. Darío Amaral dad, en temá-
de los 36 capítulos en los que está estruc- rente orden cronológico (que no es tal) y
ticas y tramas
turada la obra. Actúa como hilo conduc- vital que el protagonista, ficticio, va re- «El neouruguayo será por sobre todas las
relacionadas a
tor de las historias que se narran, a veces, corriendo y recordando en una especie de cosas, un lumpen trasterrado sí, embesti-
las diferentes
adquiriendo rol protagonista, otras, quizá flashback bien manejado. do de un desamparo tan indómito como la
emociones del
como pretexto, o simplemente como re- A lo largo de ciento cuarenta y siete noche que lo doblegará hasta diluirlo en el
ser humano, re-
tazos de recuerdos a los que el autor nos páginas, se van desgranando situaciones reflejo imperturbable de un exótico mar
aboca. creando situa-
en las que podemos encontrar vivencias egeo. Y allí, en el azogue de la ribera, sin
De hecho, la «banda sonora» de Músi- pampero, sin cruceras que se mordisqueen ciones y dibu-
en las que, de alguna manera, podemos
ca para un náufrago se puede encontrar sentirnos reflejados, copartícipes de ese su propia cola, sin octavas ni lanza de ta- jando personajes El estampido de la
en la red Spotify como lista de reproduc- tránsito que experimenta el protagonista, cuara a la que aferrarse, ha de fenecer tan que abordan entraña oriental
ción, elemento este que hay que destacar ese náufrago «enfrentado a los sinsabores leve como un adagio, sin que nada, nadie por vertiginosas W. Darío Amaral
como valor añadido del libro. Es una re- del destino». y ninguno le rememore quien pudo haber sendas que cues- Irrupciones Grupo Editor
copilación ecléctica de temas y grupos, no Pedro A. Cano ha escrito un libro ágil, llegado a ser en otras lejanas latitudes y tionan la misma Montevideo, 2018
por ello reñida con la calidad de cada uno fácil de leer, con ritmo casi jazzístico; calzando un par de zapatos de otra talla y existencia, apro-
de ellos. pero de estructura narrativa sólida y cui- suela. A fin de cuentas, cada individuo es, ximándolos, junto con las continuas refe-
Pedro A. Cano ha escrito una novela dado y esmerado estilo literario. Su prosa tras un acicate de gracia, también un him- rencias a diversos autores
de difícil catalogación. En una primera es directa, despojada de artificios y re- no destruido». reconocidos, al género ensayístico. Asun-
aproximación, el lector podría pensar que cursos tortuosos. El libro se compone de 34 cuentos bre- tos filantrópicos, históricos y ambientales,
se encuentra ante una autobiografía o pe- En su estilo se perciben claramente ves de ficción, confeccionados en el lapso encarados desde una ética que aboga, a
queños relatos autobiográficos. Y, aunque las influencias del «realismo mágico» de de tres años en diversas circunstancias y veces desde el contrasentido, por el dere-
es evidente que hay ciertos elementos au- García Márquez, por el que Cano siente localidades, que inquieren, con un tono poé- cho a la convivencia pacífica y sustenta-

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RESEÑAS

ble del hombre con el hombre y la natu- que, poéticamente, descompone e interpela
raleza, destacan en el conjunto del texto, el status quo socio-cultural, caracteriza-
al igual que las estructuras argumentales do por el vacío existencial resultante de la
«circulares» en las que la dimensión tém- desaparición de una crítica constructiva y
poro-espacial se diluye hasta confundirse la lucidez de pensamiento».
en un espiral alucinatorio. El autor descri-
be al libro como «una heterodoxa diatriba © Darío Amaral

Ensayos
ENSAYOS

Mujeres en la ventana
por Ana Fructuoso Ros

«Nadie puede enjaular los ojos de una mujer que se acerca a


una ventana, ni prohibirles que surquen el mundo hasta confi-
nes ignotos» dice una hija mientras observa a su madre absorta
mirar por la ventana en «De su ventana a la mía», de Carmen
Martín Gaite, uno de los cuentos recopilados por Laura Freixas
en Madres e hijas1. Esta hermosísima imagen evoca de inme-
diato muchas otras representaciones de mujeres asomadas a
la ventana, pintadas en un cuadro, descritas por la literatura
o en la vida real.
La protagonista del relato reconoce esa mirada embelesada
en su madre, casi siempre al atardecer y ella, una niña toda-
vía, respeta ese momento íntimo y aguarda, en silencio, a que
aquella vuelva del viaje o finalice el trance en el que se aban-
dona durante unos minutos. «Desde niña supe que la hora que
más le gustaba para fugarse era la del atardecer, esa frontera
entre dos luces, cuando ya no se distinguen bien las letras ni el
color de los hilos y resulta difícil enhebrar una aguja; supe que
cuando abandonaba sobre el regazo la labor o el libro y empe-
zaba a mirar por la ventana, era cuando se iba de viaje»2.
No es la primera vez que la autora utiliza las ventanas como
referencia literaria. La alegoría de la ventana como la apertura
a través de la cual la mujer observa el mundo ya aparecía en
su novela Entre visillos, premio Nadal en 1957. Sin embargo,
la entrada en escena del visillo añade un sentido nuevo al tema
que nos ocupa pues el diáfano tejido que protege la ventana im-
plica ocultación, ver sin ser visto, entra en juego lo siniestro, la
duda sobre las intenciones del observador y resta gran parte de
la poética que tiene la ventana abierta y los ojos de una mujer
soñadora que mira con franqueza. libre.
Pero hay muchos otros ejemplos similares a lo largo de la
historia de la literatura. Me remitiré a unos pocos, los más
cercanos en el tiempo y sin salir de nuestro idioma, el caste-
llano, pues podríamos trasladarnos a tiempos y lugares mucho
más remotos:
«¡Oh! enjauladitas hembras hispanas, desde que os ponen el
traje largo, ¡cuán agria espera! ¡Qué tedio amargo para voso-
tras entre las rejas de las ventanas, de estas morunas ciudades

9 | visorliteraria.com Fuente: El País


ENSAYOS ENSAYOS

viejas, de estas celosas urbes gitanas!» También la pintura, mucho más ex- dad de aliviar la soledad de quien habita la historia, generación tras generación,
Rima Antonio Machado conceptua- plícitamente, nos muestra sugerentes en el interior de una estancia. Por ellas no es difícil encontrar una respuesta a
lizando las ventanas enrejadas como imágenes de mujeres junto a ventanas o penetra el palpitar de la vida de la ciu- estas preguntas.
reclusión femenina. A este concepto de mirando a través de ellas. Podemos en- dad: el sonido de los coches, las voces El primer concepto al que me quiero
reclusión nos referiremos más adelante contrar ejemplos desde la antigua Gre- de la gente, las risas de los niños, el referir, como posible causa de esa ne-
con detalle. cia hasta la actualidad, pero será en el canto de los pájaros, el olor a humo, a cesidad vital de escapar y al que hacen
En el mismo sentido carcelario, Cla- siglo XIX cuando esta imagen trasmi- mar, a tierra mojada, a flores, a hierba alusión algunos de los textos enuncia-
rín, en la Regenta, pondrá en boca de te una emoción nueva. Es en este mo- recién cortada o a basura, por qué no. dos, es el de reclusión. Las ventanas
alguno de sus reaccionarios personajes mento cuando la ventana deja de ser la A través de ellas se puede ver el cielo, representan el único resquicio capaz de
la siguiente sentencia, censurando estos apertura al exterior por donde penetra las nubes pasar, la lluvia caer, las es- romper la clausura, de contaminar al
espacios por ser considerados contrarios la luz que necesita el creador para ilu- trellas y la luna cuando llega la noche, recluido, en este caso la recluida. Es
al ideal de reclusión femenina: «y nada minar una escena, unos personajes, una así como también nos muestran la vida el único elemento que puede propiciar
de balcón, ni de tertulia, ni de amigas, estancia, en la que una mujer cose, lee de otros seres solitarios, o no, a través su escapada y, a través de ella, obte-
que son peligrosas... Eso sí, tocar el pia- una carta o un libro, como ocurre en la de otras ventanas. Pero no solo nos per- ner la libertad o, al menos, hacernos
no si se quiere y coser a discreción…» pintura barroca o flamenca. Es con el miten dejar entrar lo externo, también capaces de percibir que, ahí afuera, hay
O en La casa de Bernarda Alba, de romanticismo cuando el pintor se re- nos conceden la opción de hacer el re- otro mundo susceptible de ser deseado.
García Lorca, dirá la enlutada Bernar- crea en la figura de una mujer ensimis- corrido inverso, de dentro hacia afuera, Cerrar las ventanas, tapiarlas, o enre-
da, tras enviudar, a sus hijas y al resto mada en lo que contempla más allá del salir por ellas, imaginar con absoluta jarlas, nos aleja de la libertad ansiada
de habitantes de la casa, todas muje- quicio de la ventana, como si estuviera libertad lo que hay más allá de lo que o de la tentación temida. Las mujeres
res: «Hacemos cuenta que hemos ta- viviendo un sublime instante. nuestra vista puede alcanzar, porque la han sido recluidas a lo largo de la his-
piado con ladrillos puertas y ventanas. El recorrido de esta nueva visión de imaginación no tiene límites y nos pue- toria para preservar su pureza antes de
Así pasó en casa de mi padre y en casa mujeres con ventana, podría comenzar de llevar hasta donde queramos. contraer matrimonio, pues no podía ha-
de mi abuelo». Las ventanas surgen, de con Mujer mirando por la ventana de Tras este pequeño recorrido por las ber desgracia mayor que la de perderla
nuevo, como única vía de comunicación, su estudio, de Caspar David Friedrich, representaciones artísticas en las que antes de tiempo. Pero también, y en la
capaces de romper el claustrofóbico en- 1822. En él, una mujer, de espaldas, pa- la complicidad entre mujer y ventana misma medida, como garantía de cum-
cierro interior, y se erigen como el úni- rece contemplar el mar, pues la venta- puede considerarse como una premisa plimiento de las obligaciones una vez
co resquicio de apertura al exterior y a na nos permite ver el mástil de un barco evidente, sería inevitable preguntarnos contraído, respecto al otro contratante,
la libertad. También se nos muestran, cercano; pasando, un siglo después, por por su procedencia. ¿Dónde nace el de- para preservar su imposición de fideli-
como un espacio peligroso, temido por Figura en una ventana (1925), de Sal- seo de la madre de la protagonista de dad hacia el esposo y como alejamien-
todos aquellos que deben cuidar a la vador Dalí, y Edward Hopper en Mor- «Desde tu ventana a la mía» de esca- to de cualquier tipo de tentación que la
mujer de lo que les acecha más allá de ning sun (1952), a quien la misma Gaite par durante un momento y solo furti- incitara a quebrantarlo; también como
los muros dentro de los que habitan. se refiere en el relato, como habiéndose vamente abandonarse a un instante de acatamiento de sus deberes, sostén del
Algo más permisivo será Pablo inspirado en sus cuadros de mujeres so- libertad y, como ella, todas las demás hogar y de la familia, espacio físico y
Neruda cuando nos habla de su enamo- las que miran las ventanas o a través representaciones a las que hemos he- moral que ha sido siempre su reino.
rada, a la que se le permite contar es- de las cristaleras de un bar. Otro ejem- cho referencia? Si existe el deseo o la Este sometimiento al encierro del
trellas desde la ventana a la par que él: plo más actual sería Baby, bye bye o necesidad de libertad es porque, aun- que las mujeres occidentales podemos
«Pero muchas veces te he rozado, Isa- In thoughts of you, de Jack Vettriano, que sea subterráneamente, subyace el considerarnos liberadas no hace dema-
bela. Porque tú serás quién sabe dónde entre otros, quien dotará de erotismo el sentimiento de su falta, entonces ¿qué siado tiempo, sigue estando vigente en
esa recogida mujer que, cuando camino ensimismamiento femenino. ataduras son las que nos incitan a este otras latitudes del planeta en pleno si-
en el crepúsculo, cuenta desde la ven- En todas estas representaciones las recorrido? glo XXI, no muy lejos de nosotros. Por
tana, como yo, las primeras estrellas» ventanas se nos muestran como espa- Si intentamos rememorar cual ha ese motivo deberíamos evitar cualquier
(Neruda 2001: 234). cios mágicos. Se les transfiere la cuali- sido la vida de las mujeres a lo largo de clase de triunfalismo.

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ENSAYOS

El segundo concepto al que quiero referirme es el de renun-


cia. Renunciar significa dejar sueños atrás, abdicar de parte de
nuestra independencia, resignarnos a una vida que no es del
todo la que hubiéramos deseado. Cualquiera podría argumentar
que la renuncia no es una característica exclusiva de las muje-
res, por supuesto que no. Hombre o mujer, que deba optar entre
varias opciones, se ve abocado, necesariamente, a la renuncia
de aquello que no elige, pero nadie podrá negar que la renuncia
de las mujeres, a lo largo de los siglos, no tiene parangón. Sus
ambiciones laborales, sus aficiones, su vida social o sentimen-
tal, todo esto y mucho más, queda en suspenso en la mayoría
de los casos por sus obligaciones familiares. Son muchas, las
exigencias sociales que se le imponen, la mayoría de las veces
al contraer matrimonio, pero también aunque no llegue a for-
mar una familia, simplemente por el mero hecho de ser mu-
jer, por ser hija, hermana o tan solo vecina, por consiguiente,
su renuncia no es comparable a la de la parte masculina del
contrato. Incluso en la actualidad, a pesar de que participamos
de casi todas las actividades laborales, sociales y familiares
en aparente igualdad con los hombres, las mujeres debemos
seguir renunciando a puestos de responsabilidad por la dificul-
tad de compaginarlos con nuestra vida familiar en la que nos
seguimos sintiendo principales implicadas; o nuestro salario
sigue siendo más bajo que el de los hombres, haciendo el mismo
trabajo, porque se presupone que nuestras tareas domésticas o
familiares nos restan competitividad.
Mientras el cuidado de los otros siga siendo una tarea exclu-
sivamente femenina, las mujeres estaremos abocadas a perder
en el camino parte de nuestro ser, de nuestra identidad, de
nuestros deseos, de nuestras ambiciones.
Si la reclusión puede considerarse una imposición fuera de
los márgenes de nuestra libertad, la renuncia podemos enten-
derla como un acto voluntario, una decisión asumida libre-
mente y a la que nos resignamos por el amor, amor a nuestros
padres, a nuestros compañeros, a nuestros hijos, etc.
Entonces, ¿por qué vivir como drama esta renuncia si nos
hemos entregado a ella de forma voluntaria, si ha sido elegida
o incluso, en muchos casos, deseada, buscada y considerada
el fin último de nuestra vida de mujer? En el caso del matri-
monio, por ejemplo, se podría afirmar que la mujer, a lo largo
de su historia, ha enfocado su vida, casi desde el nacimiento,
hacia esa renuncia, hacia ese abandono de su libertad y a esa

Fuente: historia-arte.com visorliteraria.com | 14


ENSAYOS ENSAYOS

abdicación de ella misma. de la ventana. En la actualidad, esta tado.


Tanto la reclusión como la renuncia visualización, puede parecer exagera- Mientras la igualdad no sea un he- Bibliografía
nos transportan a otro estado del alma da, para una mujer occidental, pero no cho además de un derecho quedarán las Freixas, Laura (edición y prólogo), Ma-
que podríamos denominar aislamiento. lo es tanto si nos trasladamos un poco ventanas al atardecer, justo antes de dres e hijas. Relatos de Rosa Chacel,
El mundo sigue su curso, rotando so- atrás de nuestra historia reciente, o si encender las luces de la casa. Carmen Laforet, Carmen Martín
bre su eje, sin nuestra participación, en nos situamos en otras latitudes, terres- Gaite…, Anagrama, Barcelona, 1996.
caso de que la reclusión o la renuncia tres o culturales, en las que ni siquiera Notas Martín Gaite, Carmen, Desde la venta-
sean absolutas. No participamos en el las ventanas estarían permitidas para (1) Madres e hijas. Relatos de Rosa na, Espasa-Calpe, Madrid, 1989
devenir de los acontecimientos, y nues- una mujer. Chacel, Carmen Laforet, Carmen Mar- Pedrosa, José Manuel, Mujeres en la
tros deseos, nuestros pensamientos, Mientras la madre de la protago- tín Gaite… Edición y prólogo de Laura ventana: alegorías del cuerpo, alego-
nuestras habilidades y nuestro poder, nista del cuento de Gaite realiza este Freixas, Anagrama, Barcelona, 1996. rías del alma, Universidad de Alcalá,
quedan neutralizados, enterrados, des- movimiento, mientras su mirada atra- (2) Idem Alcalá de Henares, 2003.
perdiciados, nunca serán conocidos ni viesa los cristales y viaja a otros luga-
aprovechados. res, como Nueva York (como imagina
Estos estados del alma y del cuerpo, la hija protagonista porque es allí don-
la renuncia, la reclusión o el aislamien- de ella vive), no es consciente de que
to, principalmente, casi siempre sub- dentro de ella palpitan sueños, deseos
yacen en el interior sin ser percibidos, que van más allá de contemplar las nu-
sin ser vividos como una castración, sin bes que pasan o respirar los aromas que Ana Fructuoso Ros (Yecla, Murcia, España, 1960). Ha publicado dos libros.
provocar rechazo hacia ellos o rebeldía trae la brisa. En 2014, Desde el columpio y otros relatos, con la editorial Albores (Sevilla). Se
para combatirlos. No hay drama en de- Pero puede darse el caso de que esta trata de una colección de relatos con temática diversa, que recientemente ha re-
jarnos poseer por ellos, incluso, por el contemplación contenga en sí misma la editado con Amazon por encontrarse descatalogado. En 2018 publicó su primera
contrario, pueden hacernos felices. La función de desentrañar, despertar, re- novela tras quedar finalista en el certamen literario «Mujer al Viento», del Ayun-
necesidad de alivio que nos embarga en mover un interior dormido e incitar a tamiento de Torrejón de Ardoz. El premio para la ganadora y las finalistas fue la
algún momento puntual, ese deseo ins- recordar quién se es además de un ente publicación.
tantáneo de dejar volar el pensamiento comprometido con aquellos que la ob- Ha publicado otros relatos en revistas literarias, previa selección, como Cuadernos
mientras se mira por la ventana, ese servan inquietos mirar por la ventana del matemático (Getafe, Madrid) o La sirena varada, revista mejicana de relatos
dejarnos fluir unos segundos y reencon- y se preguntan a dónde va. Es un mo- fantásticos y de terror.
trarnos con quienes en realidad somos, vimiento de liberalización. La ventana Igualmente ha publicado, previa selección, otros relatos en libros colectivos. En
no son más que actos inconscientes de puede convertirse en el talismán que dos ocasiones con la editorial ACEN, con la editorial Cerezo o Diversidad Literaria.
pura necesidad, como la sed o el ham- nos devuelve al el ser primogénito, sin Miembro del colectivo «+Mujeres por la igualdad en la cultura de Murcia», ha par-
bre que gobiernan nuestros movimien- ataduras, tal como nacimos. ticipado en los artículos que se publican todos los jueves en La Opinión de Murcia.
tos sin tener que pensar en ellos. La imagen de una mujer en la ven-
¿Por qué acercarse a la ventana? ¿Por tana es tan hermosa como injusta en
qué no abrir la puerta y salir? Porque tanto que los hombres casi nunca preci-
la ventana nos posibilita relacionarnos san emprender este viaje iniciático para
con el exterior sin implicarnos con él, reencontrarse consigo mismos. Cuando
nos da cierta libertad pero, también, las leyes cambian y nos hacen formal-
significa contención. Sí, el mundo está mente iguales a hombres y mujeres, la
ahí afuera, puedes saber de él, cono- diferencia entre unos y otras sigue di-
cerlo, pero no mezclarte en su devenir. rigiendo nuestra vida, palpitando bajo
Tu sitio está dentro, en el lado interior nuestra piel durante un tiempo ilimi-

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ENSAYOS ENSAYOS

bio, todo termina con ella. No hay nada. Conviene presentar desde ahora mi
O mejor: Hay la Nada. hipótesis de trabajo: en relación con
Luego: ¿Cuál de estas dos actitudes el tema de Dios, AM muestra un es-
(la fe o la nada) ostenta Antonio Ma- cepticismo inequívoco. Cree más en el
chado ante la muerte? y ¿qué concep- hombre que en las metas escatológicas.
ción tiene de Dios, resultante de esa ac- Para él, Dios es solo un presentimiento
titud? o nostalgia de algo indefinido. AM es so-
La mayoría de los críticos presentan bre todo un existencialista. Y como bien
a un Antonio Machado (abreviado aquí se muestra en su poema, es un ateo
en AM) muy creyente y con una fuerte insatisfecho que solo siente la necesi-
fe en el más allá. Sin embargo hay indi- dad de Dios:
cios en su obra que muestran a un poeta «Ayer soñé que veía a Dios y que a
muy escéptico y demasiado agnóstico, Dios hablaba; y soñé que Dios me
para no decir ateo. oía... Después soñé que soñaba».
Es sabido que la poesía de AM es una
Muchos son en efecto los estudios so-
búsqueda permanente del sentido de la
bre la obra de AM que señalan como
vida y de las cosas; un largo trabajo in-
influencias impactantes las obras de
terior, introvertido e insondable en torno
Fuente: upf.edu Nietzsche, Unamuno, Bergson, Kier-
al misterio mismo de nuestra existen-
kegaard, Heidegger y Freud. Nietzsche
cia. Y es esta inquebrantable preocupa-
anuncia la muerte de Dios y Freud de-
ción del poeta la que «crea una tensión
muestra que la religión es una neurosis.
dialéctica entre su creación espontánea
La concepción que tiene AM del hombre
y su conciencia retrospectiva» (1).
Eros y Tánatos en Antonio ción son expresión patológica y mani-
Dado el corto espacio del presente
es la de un ser heterogéneo fragmenta-
festación de Tánatos.
Machado Este instinto o pulsión es irreducti- trabajo, intentaré mostrar brevemente
do y situado frente a la nada, fuente de
por Ahmed Oubali angustia y del nihilismo en su vertien-
ble a otros instintos positivos, formando cómo obra Tánatos en AM para poder
te escéptica. AM muestra una mórbida
junto con el instinto de vida o Eros las desvelar la actitud del poeta ante la
curiosidad permanente por la metafí-
disposiciones básicas de todo ser vivo, y muerte y la fe.
Preámbulo sica del Ser/no ser.
por supuesto también el hombre. Esta problemática se plasma ya,
Tánatos es un concepto mito-cultural I. La larga sombra del escepticismo en
como lo notaron muchos autores, en
que representa la muerte en todas sus Introducción AM
Los Complementarios, bajo los títulos
manifestaciones. En Más allá del placer En este corto artículo trataré de ¿Es AM cristiano, agnóstico o ateo? ambiciosos de «Apuntes para una nueva
Freud lo identifica con el principio de aquilatar en qué términos o aspectos se El poeta alcanzó tardíamente sólo una teoría del conocimiento» (2) y de «Sobre
nirvana o instinto de muerte. Según él, plasma este instinto en la obra de An- titulación universitaria que no pudo la objetividad» (3). Aquí AM explica,
esta pulsión obra en el sujeto como un tonio Machado para determinar la acti- culminar con el doctorado. Sin embar- contrastando la fe, que tiempo y espacio
fuerte apetito hacia el estado de tran- tud del poeta ante la fe. go, AM fue un activo investigador y un son meras «pseudo representaciones» y
quilidad total, el cese de la estimula- La actitud que tenemos ante la muer- continuo estudioso de las principales que la objetividad no es posible «porque
ción, del placer y de la actividad, un te determina en efecto si somos creyen- corrientes filosóficas contemporáneas, las conciencias individuales no pueden
deseo por regresar al estado inorgánico tes o no. Para un creyente la muerte es hasta tal punto que las ideas de algunos coincidir con el Ser, esencialmente va-
inicial, a la muerte. El masoquismo, el un puente hacia la verdadera vida que autores elegidos influyeron profunda- río, sino con el No-Ser» (4); porque la
sadismo y toda avidez por la destruc- es el más-allá. Para un ateo, en cam- mente en su poética. «Objetividad, que en sí no es posible de

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ENSAYOS ENSAYOS

alcanzar, es simplemente el reverso bo- «Poeta ayer, hoy triste y pobre filó- bén o los parnasianos. Su lírica, marca- abundancia de adjetivos de tipo senso-
rroso y desteñido del ser pensante. Solo sofo trasnochado. Tengo en moneda de da por el existencialismo, es intimista; rial, sus construcciones de sinestesias, y
existen conciencias individuales, varias cobre el oro de ayer cambiado» (11). transmite sentimientos de tristeza y el empleo de recursos fónicos como las
y únicas, integrales e inconmensurables Luego concluye: «A orillas del Due- hastío y llora el vacío de un tiempo sin aliteraciones y paranomasias, todo ello
entre sí. Y lo que es común a todas ellas ro Castilla miserable, ayer dominado- mañana mediante numerosos símbolos: como manifestaciones letales de Tána-
es el trabajo de desubjetivación» (5) o ra envuelta, en sus andrajos desprecia la melancolía de las tardes otoñales, tos.
perspectivismo del pensamiento... cuanto ignora como»; «La madre en los viejos parques. Espacios a los cuales Segunda etapa: Campos de Castilla
En su obra Las adelfas (6), encon- otro tiempo fecunda en capitanes, ma- va aproximándose el poeta a través del (1912). Obra heterogénea que contie-
tramos más detallada esta ambiva- drastra es hoy apenas de humildes ga- recuerdo, del sueño o de las ensoñacio- ne poemas dedicados a Leonor, elogios
lencia del Ser/No Ser, Dios/LA Nada, napanes» (12). nes. Introspección y sobriedad en el len- (homenajes a figuras de las que AM se
Realidad/Sueño: la de una racionalidad Confesiones poéticas radicalmente guaje que lo hacen deudor de Bécquer. considera discípulo y deudor intelec-
del pensar socrático que persigue una existenciales que recuerdan la filoso- Usa paisajes como medios expresivos tual: Valle, R. Darío, Unamuno, Gi-
verdad universal y la de la conciencia fía occidental del pesimismo nihilista de estados de ánimo. Pero el tema que ner..., poemas filosóficos y folclóricos
individual, discontinua, un conjunto de de los autores citados arriba y particu- da cohesión y sentido a su poesía es la en «Proverbios y Cantares», poemas
experiencias vitales, de fracasos y des- larmente el spleen de los simbolistas y muerte: se repiten motivos como ocaso, paisajísticos (de contenido sentimental,
engaños, donde lo irracional prevalece parnasianos franceses como Baudelai- ataúd, vejez, la otra orilla. Pero este de problemática noventayochista don-
sobre lo racional. Mas en un escrito de re, Rimbaud, Mallarmé y Verlaine. tema se puebla de numerosos símbolos de aparece personificada la decaden-
1938 AM opta por la desubjetivación y (agua que corre, agua quieta; luz-som- cia histórica española. Esta obra es un
confiesa su irracionalismo en estos tér- bra; río = vida humana – río = frontera, avance pero no una ruptura total con lo
II. Radioscopia de Tánatos en AM
minos: «Siempre he sido un hombre vida-muerte). En la sección «Galerías», anterior. Sigue estando presente el tema
muy atento a los propios sueños, porque Si la fe de AM es un evidente espejis- AM se atreve a describir hasta paisajes de la Muerte (Leonor, ansias de resu-
ellos nos revelan nuestras más hondas mo, su actitud ante la muerte ha de ser anímicos sin elementos naturales, para rrección como en «La saeta», crímenes
inquietudes, aquellas que no siempre radicalmente diferente de la de un cre- no decir macabros. horrendos «Un Criminal» o «La tierra
afloran a nuestra conciencia vigilante» yente, sea cristiano católico apostólico La presencia de Tánatos es tremenda de Alba González»). Hay una salida de
(7). o de otra confesión. Pero en este caso: y se lee pues en toda su poesía. Evoco las galerías interiores del alma a favor
En otro apartado de su Los Comple- ¿cuál es esta actitud? solo algunos ejemplos: de una mayor objetivación del paisaje y
mentarios (8), AM muestra explícita- Veamos primero qué peso tiene el -El paso del tiempo y su transcur- de una reflexión teórica profunda sobre
mente su preferencia: «El culto a lo tema de Tánatos en la obra de AM. so implacable: la infancia, el reloj, la la muerte.
inconsciente parece tener hoy más de- Las siguientes etapas de la obra del tarde, el paso de las estaciones, el agua Aquí también la obsesiva presencia de
votos y oficiantes que nunca. Ellos con- poeta muestran la abrumadora y per- (cuando fluye), los caminos, las gale- Tánatos se lee en toda su poesía; evoco
vierten en temas de reflexión y análisis sistente presencia de Tánatos manifes- rías… Todo corre hacia el final. algunos ejemplos:
los que fueron ayer temas de fe, de hon- tándose como tema primordial e isoto- -La monotonía: la noria, las campa- -El paso del tiempo. La poesía no
da creencia. Hoy alcanzan una expre- pía fundamental. nas y campanarios, los cementerios, los puede pero debe inmortalizar cosas
sión conceptual que ayer no tuvieron» Primera etapa: Soledades cipreses, el agua (cuando está estanca- que corren hacia la nada, de ahí la im-
(9). (1903/1907). AM inicia, según muchos da o parada: lagos, charcas, mar). Ago- portancia de campos semánticos como
En Soledades, en el poema «EI viaje- autores, una estética modernista y nía temporal. camino, viaje, etc. La temporalidad
ro» (10), AM dice: «Yo no sé leyendas de simbolista con su obra ampliada, «So- -La nostalgia del pasado y la distor- es emoción efímera, de ahí la condena
antigua alegría sino historias viejas de ledades, galerías y otros poemas». Se sión entre el presente y el futuro me- de la poesía neobarroca del 27. Poesía
melancolía». La melancolía es la resul- dice que su poesía suma la raíz román- diante recuerdos, la tristeza, la angus- existencial que nace de un sentimien-
tante del escepticismo… la pérdida de la tica de Bécquer y Rosalía de Castro, el tia de vivir, la soledad, el desamor y el to de angustia ante el paso del tiempo,
fe o por lo menos de algo trascendental simbolismo francés que es sugerente y deseo de volver a ser feliz, el aburri- ante el dejar de ser de las cosas, ante el
trasluce aquí: evocador, y la brillantez formal de Ru- miento. El léxico se caracteriza por la olvido, ante la muerte.

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ENSAYOS ENSAYOS

-El peso de la soledad. Toda la obra por la influencia de la lírica po-


de AM es un intento de escapar hacia la pular: breves, esenciales, métri-
soledad. «Querer elevar la mirada y le- ca de verso corto y rima asonante,
vantar una esperanza por encima de la sencillez lingüística general. En lo
pena, aunque la Nada y la muerte estén referente a los temas destacará
detrás», dice en «Otro Viaje». la aparición de un nuevo persona-
-Los sueños como única realidad. Es- je femenino, Guiomar, y con ella
tos le sirven para mirar hacia dentro, de nuevo el tema amoroso. Pero el
hacia las galerías del alma, espacios de tema de la muerte es otra vez re-
misterios donde está la realidad inex- currente cristalizándose sobre todo
plicable de la vida. en el recuerdo de la esposa.
-Solo quedan los recuerdos. Leonor, - De un cancionero apócrifo (1926).
infancia. AM usa varias técnicas: dia- Esbozo del perfil de unos poetas
logismo (con la amada muerta, con que pudieron existir. Cada poeta
amigos como J.M. Palacio); auto inte- está representado por una breve
rrogaciones; superposición de tiempos biografía y un poema. Son proyec-
(pasado que irrumpe en el presente, ciones del propio Machado. Posi-
presente invadido por premoniciones); bles caminos que podría haber se-
superposición de lugares (ojos físicos guido. Pero huye aquí del Yo y se Fuente: pinterest
contemplan el paisaje andaluz mien- refugia en «lo otro» y «la otredad».
tras el alma reconstruye el paisaje so- - Juan de Mairena (1934). Dentro
riano)… Estos recuerdos los rige y ma- de esta obra esboza un auténtico
nipula Tánatos. «arte poético» donde ataca al ba-
-Los viajes y el viaje final. Estos se rroquismo e intelectualidad de la sobre el tiempo inspiradas en la lectura muerte de su esposa en Campos de Cas-
convierten en una forma de detener el G. 27. Define la poesía como «pa- de Heidegger, Schopenhauer y Nietzs- tilla: Al morir Leonor, machado siente
tiempo que está entre dos puntos sin labra esencial en el tiempo». Y el che. El tiempo es el que se encarga de una fuerte tristeza y decide abandonar
haber finalizado aún.: «El horror de tiempo es otra cara de Tánatos. conducirnos directa e infaliblemente a Soria, pues poco le ata a aquellas tie-
llegar», «lo molesto de la llegada». Es - La Guerra. (1936-1937). Recopi- Tánatos, el gran enterrador de la hu- rras, ahora que ha perdido a su mujer.
un momento propicio para la actividad lación de colaboraciones a favor manidad. El tiempo nos señala inexo- Después de los funerales celebrados
sentimental e intelectual. En el viaje el del bando republicano. Escritos en rablemente como seres abocados a la en honor a su esposa, abandona todo y
poeta se dedica a cuatro posibles acti- prosa y elegía a la muerte de F. muerte: un ser para la muerte decían como un moribundo se dirige a Madrid.
vidades: Contemplar paisajes, observar García Lorca «El crimen fue en los existencialistas. «La muerte está
Una noche de verano —estaba abierto el
personas, interpretar su estado de áni- Granada». omnipresente, se le puede ver por do- [balcón y la puerta de mi casa—
mo y soñar-recordar. Sumiso a Tána- En esta sucinta radioscopia podemos quier, en la destrucción, en la guerra, la muerte en mi casa entró.
tos. confirmar que Tánatos secuestra toda en la enfermedad, en el crimen», dice Se fue acercando a su lecho —ni siquiera
Última etapa: la producción de AM. Veamos ahora AM en Soledades. En esta obra, como lo (me miró—,
- Nuevas canciones (1924). Una algunos ejemplos concretos de este ma- especifican sus críticos, la muerte apa- con unos dedos muy finos, algo muy
obra que defraudó por su carácter cabro secuestro. rece como una profunda angustia per- (tenue rompió.
irregular. El aspecto más intere- sonal (melancolía frente al paisaje, es- Silenciosa y sin mirarme, la muerte
sante reside en los Proverbios y III. Autopsia de Tánatos en AM pejismo de la fe, pérdida de identidad) y (otra vez pasó delante de mí.
cantares. Los poemas de este li- El tema de la muerte es consecuen- AM se escandaliza y llega a la rebeldía …
bro se caracterizan técnicamente cia lógica de las elucubraciones de AM con rasgos patéticos sobre todo ante la Señor, ya me arrancaste lo que yo más

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ENSAYOS ENSAYOS

(quería. niño herido. a quién trazó caminos, y a quién siguió ¿Dices que nada se pierde?
Oye otra vez mi corazón clamar. (caminos, jadeante, Si esta copa de cristal se me rompe,
Mataron a Federico cuando la luz aso-
Tu voluntad se hizo, Señor, contra la a fin, sólo es creación tu pura nada, tu nunca en ella beberé, nunca jamás (15).
(maba.
(mía. (sombra de gigante,
El pelotón de verdugos no osó mirarle Ahora bien: ¿Qué significa el concep-
Señor, ya estamos solos mi corazón y el el divino cegar de tu mirada.
(la cara. to de la inmortalidad del alma para
(mar. …
Todos cerraron los ojos; rezaron: ¡ni AM? Ya que para el poeta la muerte del
¡Esta lira de muerte!
El poeta se siente abandonado por (Dios te salva! cuerpo es definitiva y no implica ningu-
Abel tendió su mano hacia la luz ber-
Dios y decide abandonarlo a su vez. La Muerto cayó Federico -sangre en la na reencarnación.
(meja de una caliente aurora de verano,
muerte, en vez de acercarlo a la fe, lo (frente y plomo en las entrañas-
ya en el balcón de su morada vieja. Dámaso Alonso se refiere a esta idea
aleja de forma irremediable: Que fue en Granada el crimen, sabed
Ciego, pidió la luz que no veía. en su estudio Muerte y trasmuerte en la
(-¡pobre Granada!-, en su Granada.
Ya estamos solos mi corazón y el mar Luego llevó, sereno, el limpio vaso, has- poesía de Antonio Machado al comentar
Dios no salva a nadie porque simple- (ta su boca fría, el pasaje de Mairena citado arriba donde
El mar es la inmensidad de la muer-
mente no está… La muerte es inevita- de pura sombra -¡oh, de pura sombra!- Machado afirma creer en la dualidad de
te, otra figura de Tánatos porque:
ble… lleno. sustancias, cuerpo y alma, entreabrien-
Morir ¿Caer como gota de mar en el A lo largo de su obra, AM utilizó va- do así sin rechazarlo el problema de la
Aquí vemos que Tánatos triunfa de
(mar inmenso? rios heterónimos. Utilizó sobre todo dos inmortalidad del alma. Posibilidad que
nuevo pero sin cristalizar un fin enten-
O ser lo que nunca he sido: uno, sin heterónimos: Abel Martín y Juan de no solo no rechaza Dámaso Alonso, sino
dido como pasaje a otro mundo, el de
(sombra y sin sueño, Mairena en su De un cancionero apócri- Dios. Aquí la muerte invita a otro viaje. que lo que rechaza es que pueda ser re-
un solitario que avanza sin camino y sin fo, que contiene textos en poema y pro- Pero: ¿Qué viaje? chazada tal posibilidad (16).
(espejo sa y en los que indaga en la filosofía y En varias poesías tempranas, Ma-
Sin duda la muerte ha angustiado a la reflexión poética. En ellos leemos la IV. El combate final de Eros y Tána- chado nos da una pista cuando describe
AM durante toda su vida por no haber abrumadora ausencia de Dios y la dolo- tos la visión de una mañana pura que es el
encontrado precisamente respuesta a rosa presencia de la Nada. principio de una nueva existencia des-
sus desesperadas preguntas sobre Dios Pablo de A. Cobos ha dicho que el
Quien se vive se pierde, Abel decía. pués de la muerte.
y la fe poeta tenía una actitud de sereno estoi-
¡Oh distancia, distancia!, que la estrella Buen ejemplo de esta visión luminosa
Tras la muerte de muchos de sus cismo hacia la muerte de ciertas per-
(que nadie toca, guía. se encuentra en el poema
amigos y sobre todo la de Leonor, la sonas conocidas (13) y Juan Ramón
¡Oh gran saber del cero!, del maduro XXI, donde el poeta piensa en el mo-
búsqueda de Dios se transforma para el Jiménez ha observado que Machado
(fruto sabor que sólo el hombre gusta, mento de su propia muerte:
poeta en un anhelo fugaz de su sed de agua de sueño, manantial oscuro, som- se adaptó como pocos a la idea de su
propia muerte (14). ¿Significa esto que ¡Mi hora! Grité...
saber y de dudar… (bra divina de la mano augusta...
El silencio me respondió: No temas;
La muerte toma figura de algo ab- Antes me llegue, si me llega, el Día, la AM concibe la muerte como un sim-
tú no verás caer la última gota que en
surdo e injusto… (luz que ve increada, ple puente hacia otra vida que no sea
(la clepsidra tiembla.
Tras lo cual AM se ve obligado a re- ahógame esta mala gritería, señor, con la de la fe y la reencarnación? ¿Cree
Dormirás muchas horas todavía sobre
conocer que después de la muerte no las esencias de tu Nada. AM en la Nada? ¿Vence Tánatos a Eros
(la orilla vieja,
… en ambos casos (Dios versus la Nada)
hay nada, o hay solo la Nada, nada en y encontrarás una mañana pura
Aquella noche fría supo Martín de sole- o existe una tercera perspectiva de sal-
oposición a la finalidad teologal cristia- amarrada tu barca a otra ribera (p. 80).
(dad; vación para el poeta?
na. Para Dámaso Alonso, «esa mañana y
Pensaba que Dios no lo veía, y en su En términos físicos, la muerte es de-
En sus Poesías de Guerra (1936-1939) (mundo desierto caminaba. esa llegada a una nueva ribera» se las
AM dedica dos poemas, uno a la muer- finitiva, tal como Machado la concibe
… promete el poeta a él y a cada hombre.
te de Federico García Lorca El Crimen cuando habla de la copa de cristal o el
Mas si un igual destino aguarda al so- Es decir, no cabe duda de que el poeta
fue en Granada y otro a las atrocidades cuerpo mortal en el siguiente poema de
(ñador y al vigilante, imagina, cree, que algo es inmortal en
de la Guerra Civil en La muerte de un Proverbios y cantares:

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ENSAYOS ENSAYOS

el ser humano, y que ese algo le espera que le permite triunfar sobre el tiempo sino más bien panteísta ya que, según que sepamos a qué vino esta carnava-
en una extraordinaria limpidez virgi- es el alma: la concepción panteísta de Abel Martín lada que juega el universo en nosotros
nal, un nuevo día, una desconocida ribe- (= AM), toda esencia es eterna porque o nosotros en Él, y esta inquietud del
El alma vence al ángel de la muerte y
ra que no hay que confundir en absoluto forma parte del Todo, un todo que mu- corazón para qué y por qué y qué es...
(al agua del olvido.
con cualquier más-allá religioso. chos confunden con Dios. ¿Que dormimos? Muy bien. ¿Que so-
Pero: ¿qué significa «tener fe en el ñamos? Conforme. Pero cabe desper-
En el poema LXX el poeta nos da Ahora bien: ¿se pierde el Ser cuando
alma» para AM? tar. Cabe la esperanza, dudar en fe...»
más detalles: desaparecen cuerpo y alma o se integra
¿Alude concretamente el poeta a un (p. 1.022).
Tú sabes las secretas galerías del alma, en este Todo indivisible? Machado pro-
más-allá religioso, como lo creen mu-
los caminos de los sueños y la tarde tran- pone dos soluciones en el poema XVIII «Dudar en fe», es decir pensar en
chos críticos, o hace referencia a un
quila donde van a morir... Allí te aguardan citado que se intitula El poeta, donde términos de la metafísica panteísta que
mundo donde rige la Nada o el eterno
las hadas silenciosas de la vida y hacia un implícitamente opta por la segunda: postula que lo que llamamos Dios no es
retorno de todas las cosas?
jardín de eterna primavera te llevarán un Morir... ¿Caer como gota de mar en el sino el propio Universo con sus fuerzas
Dámaso Alonso, al que suscribo, cree
día (p. 119). (mar inmenso? naturales, tanto las del universo exte-
que en estos poemas se ofrece la visión
O ser lo que nunca he sido: uno, sin rior como las del universo íntimo del
Sin embargo, Pablo Corbalán (17) de una trasmuerte que no es equivalen-
(sombra y sin sueño, hombre. Universo donde nunca cesa el
desarrolla una interpretación teologal te en nada a la idea del cielo cristiano,
un solitario que avanza sin camino y combate entre Eros y Tánatos. Vida y
interesante de la creencia del poeta en sino al de la filosofía pagana. Esto quie-
(sin espejo... (p. 222). Muerte son indivisibles, las caras de la
un mañana particular. En una carta a re decir que si Machado no se muestra
misma moneda. Dámaso Alonso, que
Unamuno, recuerda el autor, Machado abiertamente anticristiano es porque Caer como gota de mar en el mar in-
he citado y comentado a través de otros
escribe: Algo inmortal hay en nosotros tiene una actitud de tolerancia frente a menso. El mar inmenso de la muerte.
autores, dice que la mejor formulación
que quisiera morir con lo que muere. otras religiones. Morir sin esperanzas de reencarnación.
de lo que Machado creía en los últimos
Tal vez por eso vino Dios al mundo. En efecto hay un poema que algunos Pero el mar inmenso es también la to-
años se encuentra en los versos finales
Pensando esto me consuela algo. Ten- críticos han señalado para demostrar talidad de lo que Es. El mar inmenso
del poema «Muerte de Abel Martín». En
go a veces esperanza. Una fe negativa que Machado no creía en una vida so- del mundo como mundo donde nada se
pierde sino todo cambia... Este mundo él Machado expresa de nuevo la convic-
también es absurda... En fin, hoy vive brenatural. Se refieren al poema IV, En
nuestro. Frente a la Nada… El Ser aquí ción de perder la identidad personal en
en mí más que nunca y algunas veces el entierro de un amigo, y donde los úl-
y ahora no se pierde sino que se disuelve el momento de morir para ganar la del
creo firmemente que la he de recobrar timos versos han ofrecido muchas difi-
cultades para los críticos que defienden en el eterno retorno de todas las cosas. Ser como totalidad de lo que es:
(p. 1.016).
En el poema CXLIX, A Narciso Alon- la fe cristiana de Machado. Después de Si prescindimos pues del tono retórico Ciego, pidió la luz que no veía.
so Cortés, poeta de Castilla, se encuen- describir el descenso del ataúd al fondo de las preguntas notaremos que el poeta Luego llevó, sereno, el limpio vaso,
tra en efecto una angustiosa descrip- de la fosa, el poema termina así: opta por la primera solución, o por lo (hasta su boca fría,
menos esa es mi propia impresión… de pura sombra -¡oh, de pura sombra!-
ción del tiempo y de su efecto corrosivo Sobre la negra caja se rompían los pe-
En la carta ya citada a Unamuno Ma- (lleno.
en el mundo físico. Machado cree que (sados terrones polvorientos...
el tiempo es una ilusión del pensar ló- El aire se llevaba de la honda fosa el chado expresa en efecto su esperanza Aquí notamos que Mairena, hablando
gico que nos obliga a pensar las cosas (blanquecino aliento. no solamente de seguir existiendo como de la muerte de Abel Martín, declara
en términos de principios y fines. Aquí, ¡Oh tú!, sin sombra ya, duerme y repo- individuo, sino de experimentar un es- que su maestro estaba más inclinado
como en otras ocasiones, Machado no (sa, larga paz a tus huesos... tado de renovación espiritual. Después hacia el nirvana búdico que esperanza-
se satisface con lo que le dice la lógi- Definitivamente, duerme un sueño de mencionar la posibilidad de que la do en el paraíso de los cristianos.
ca y apela al pensar intuitivo del poeta (tranquilo y verdadero (p. 64). muerte sea el fin de la vida, dice: ¿Es entonces la actitud de Machado
que logra afrontar el tiempo inexorable. Como lo han dicho ya muchos auto- «Cabe otra esperanza que no es la de ante la muerte equivalente sin equivo-
Y aunque su existencia se ha puesto en res, la muerte aquí ya no presenta un conservar nuestra personalidad, sino cación al nirvana de los budistas?
duda durante la Época racionalista, lo problema escatológico para Machado de ganarla. Que se nos quite la careta, Según Dámaso Alonso, el fin del poe-

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ENSAYOS ENSAYOS

plano que su negación y solo en el De- Conclusión


venir nietzscheano podrá surgir como Antonio Machado, como sabemos, se
un movimiento capaz de trascender la ha enfrentado a muchas muertes, des-
identificación de la tesis y la antítesis. de la de su padre hasta su propia muer-
Heidegger, por su parte, sugiere pen- te. La muerte de seres queridos como
sar el problema de ‘la Nada’ desde un su mujer, sus profesores y compañe-
paradigma diferente pero complemen- ros lo trastornó profundamente. Cada
tario: él no se pregunta por qué se afir- muerte lo sacudió de forma distinta y
ma que hay una Nada sino por qué no la en situaciones dramáticas. Interiorizó
hay. En realidad, lo que pretende obser- estas muertes. Las teorizó y plasmó en
var Heidegger es que la negación de un su poesía, como acabamos de verlo. La
ente no es sino aquello mismo que hace muerte en definitiva lo escandalizó, lo
posible la negación. Entonces, la Nada llevó a dudar de la fe y de su propia
es el ‘elemento’ sobre el cual se sostiene existencia. Desintegró al final su propio
la existencia y lo que lleva a descubrir ser, cuerpo y alma, pero no su identi-
el temple de la angustia. Todo esto se dad que se plasma para siempre en su
refleja en la poesía de AM. obra: porque ésta sigue interrogándonos,
Sartre, posteriormente, acepta y co- convocándonos y conquistando nuestra
Fuente: sinpermiso.info
rrige a Heidegger sosteniendo que el Ser admiración y simpatía. En el caso de
por el cual viene ‘la Nada’ al mundo Antonio Machado, y por una vez, se
debe ser su propia Nada, porque solo puede decir que Tánatos ha perdido el
la libertad radical del hombre permi- combate frente a Eros. Frente a Anto-
ma significa que Machado parece an- olvidemos la estancia de AM en Fran- te enunciar tal afirmación. Es curiosa- nio Machado.
helar precipitarse en la pura Nada, o ca) el mundo no tiene sentido ni fina- mente la idea también de AM.
sea, la totalidad de lo que Es. Sin fe en lidad ni final. El Ser siendo del mundo En el universo del eterno retorno Bibliografía
la reencarnación ni en el día del juicio y de las cosas es absurdo y siendo ab- todo se confunde y se disuelve, todo se
(1) MACRI ORESTE; GAETANO CHIA-
final. Así lo creen muchos especialistas surdo se confunde con la Nada, no la transforma y nada se pierde, tiempo y
PPINI: Antonio Machado. Poesía y pro-
del poeta. del Nirvana sino la del eterno retorno. espacio se renuevan, vida y muerte se
sa. Espasa-Calpe, S. A Madrid, 1989,
Pienso, sin embargo, que AM baraja- O sea: si el mundo no tiene sentido y enmarañan, la identidad individual se
pág. 109.
ba una tercera vía en la que creía pro- es absurdo entonces estamos hablando muta en otredad, en el Devenir de lo
(2) MACHADO, Antonio: Los Comple-
fundamente: de la Nada en tanto que existencia sin mismo y de lo Diferente.
mentarios. Op. cit., págs. 127-129.
La del eterno retorno de todas las co- esencia. Y este mundo es, creo, el que hubie-
(3) Ibíd., págs. 147-148.
sas. Hegel afirmaba ya que el ser y la nada ra elegido Antonio Machado, el que ha
(4) Ibíd., pág. 129.
El lector pensará legítimamente que son igualmente indeterminados porque elegido...
(5) Ibíd., pág. 148.
hay confusión y paradoja, hasta contra- la Nada tiene la misma falta de deter- Y cuando llegue el día del último viaje, (6) MACHADO, Manuel y Antonio: Las
dicción en la dualidad Muerte/Vida, Tá- minación que el Ser. Esta idea parte de y esté al partir la nave que nunca ha de Adelfas. Espasa-Calpe, S.A Madrid,
natos/Eros, Nada/Eterno retorno. Por- vaciar al Ser de toda referencia tras el (tornar, 1981.
que: O todo es vano e inútil (la Nada) o objetivo de alcanzar la pureza absoluta: me encontraréis a bordo ligero de equi- (7) MACHADO, Antonio: Juan de Mai-
todo tiene sentido trascendental (Dios). así purificados, el Ser y la Nada son la (paje, rena. 1/. Ediciones Cátedra, S. A Ma-
Tal no es el caso. Porque partiendo de imagen de lo mismo. La absoluta in- casi desnudo, como los hijos de la mar.
drid, 1986, pág.123.
las premisas del existencialismo (y no mediatez del Ser lo coloca en el mismo (8) MACHADO, Antonio: Los Comple-

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ENSAYOS

mentarios. Ediciones Cátedra, S. A Ma- 9-10.


drid, 1987, págs. 100114. (15). Antonio Machado, Obras: Poesía
(9) Ibíd., pág. 110. y Prosa, 2a ed. (Buenos Aires: Losada,
(10) MACHADO, Antonio: Poesías. Edi- 1973), p. 221.
torial Losada. Buenos Aires, 1968, pág. (16) Dámaso Alonso, Muerte y tras-
23. muerte en la poesía de Antonio Macha-
(11) Ibíd., pág. 83. do, Revista de Occidente, 5-6 (marzo y
(12) Ibíd., pág. 88. abril 1976), p. 18.
(13) Pablo de A. Cobos, Sobre la muer- (17) Pablo Corbalán, El largo éxodo de
te en Antonio Machado (Madrid: Ínsula, la muerte de Antonio Machado, Publi-
1970), p. 22. cado en: Tiempo de Historia no 4, marzo
(14) Juan Ramón Jiménez, Españoles 1975.
de tres mundos, Sur, X, 79 (1941), pp.

Ahmed Oubali. Catedrático de Semiótica de Textos en la Universidad Abdel-


malek Essaadi de Tetuán; de Teorías Contemporáneas de la traducción en la Fa-
cultad Rey Fahd de Traducción de Tánger y de francés en la prestigiosa ESTEM de
Casablanca y en el Instituto francés de Tetuán. Licenciado en Filología, Traducción
y Periodismo, es Doctor desde 1990 por la Universidad Rennes II Haute Bretagne
(Francia), en la que defendió su Tesis Doctoral sobre El Quijote. Su actividad de
escritor y de intérprete de conferencias data de aquellas fechas. Fue jefe del De-
partamento de Lengua y Literatura Españolas de la Universidad de Tetuán, donde
impartió docencia principalmente en lingüística y didáctica de la lengua, temas
éstos a los que ha dedicado la mayor parte de sus trabajos de investigación publi-
cados en diversas revistas. Asimismo ha asistido a numerosos congresos, cursos
y reuniones científicas, tanto nacionales como internacionales. Ha participado en
talleres literarios, ha asesorado numerosas monografías y tiene prologados varios
libros. Ahmed Oubali es miembro de varias asociaciones. Lleva publicando desde
1993, artículos de crítica literaria y relatos en español, todos ellos dedicados al
ambiente etnográfico hispano marroquí, con factura de género negro. En su libro
Chivos expiatorios, publicado por Cultiva Libros de Madrid, recopila algunos de
aquellos relatos. Es actualmente miembro del consejo de redacción de las Revistas
Dos orillas y Hércules cultural.
https://www.facebook.com/ahmed.oubali

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CREACIÓN

© Hireath
Fuente: Flickr

Creación
Cenizas nuó–. Soy el marido de Eva.
por Bernardo Claros Supuse que se refería a la misma Eva
que yo conocía, con la que estuve vivien-
do durante algo más de dos años. Me
Llevaba mucho tiempo sin tener no- preguntaba cómo habría conseguido mi
ticias suyas cuando me despertó aquella número de teléfono y a qué venía esa
llamada. Me fastidiaba interrumpir el llamada después de tanto tiempo.
sueño después de varias semanas en las –¿Y qué tal está? –pregunté desgana-
que solo podía dormir durante pequeños do, un poco forzado por la situación.
períodos: Eva me había dejado hacía ocho años
–¿Eres Luis? –preguntaron. y apenas nos habíamos visto o hablado
–Sí, ¿quién es? –respondí algo mal- desde entonces. Nunca estuvieron cla-
humorado tratando de reconocer aque- ros los motivos de la ruptura, pero el
lla voz. caso es que todo fue bastante amistoso,
–Verás, tú no me conoces, me llamo tal vez demasiado frío, y no me costó
Alberto –hizo una pausa, tal vez du- asumirlo. Supuse que tampoco a ella,
dando cómo seguir o para darme un porque eso fue lo que me dio a entender.
tiempo para pensar, pero aquel nombre Después de aquello nos encontramos
seguía sin decirme nada, así que conti- un par de veces por la calle, en las que

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CREACIÓN CREACIÓN

cruzamos unas pocas palabras, y algu- el viernes para aclarar algunas de mis la misma persona. Quise saber desde sentado más que otras relaciones que
na más en que fingimos no vernos para dudas, como si estuviera esperando ese cuándo llevaban juntos y me contestó tuve, aunque algunas no duraran más
evitar tener que saludarnos. día para rectificar mis errores, aunque que tres años. Quedaba por tanto un pe- de unas semanas.
–La incineramos ayer –fue lo que sabía que el tipo no podría responder a ríodo de unos cinco años entre él y yo, –¿Pero qué tengo yo que ver en esto?
dijo, y su respuesta me dejó un tanto mis preguntas. y a pesar de ello Eva mantuvo durante ¿Es que no hay nadie más que pueda
aturdido y avergonzado sin motivo. La El viernes conduje casi una hora has- todo ese tiempo vivo el recuerdo. En- quedárselo? –pregunté buscando una
sentí como un fuerte impacto que ter- ta llegar, dando algún rodeo tratando de tonces le pregunté cómo había muerto. salida. No sabía si se trataba de una
minó por despertarme de mi letargo encontrar el sitio, me presenté un poco –Le diagnosticaron un cáncer de úte- broma macabra o era en realidad la lo-
matutino. más tarde de la hora acordada. Llamé ro. Estaba muy avanzado y le dieron cura que parecía.
–Lo siento mucho –dije sin saber muy al portero y me abrieron sin preguntar. apenas seis meses de vida. Fue un ma- –No, lo siento. No teníamos a na-
bien si era eso lo que debía decir. Nunca Subí y me recibió un hombre de unos zazo para los dos, pero ella siempre lo die. Toda su familia murió y los ami-
supe qué se supone que hay que decir en cuarenta y pocos años, metro ochenta llevó mejor que yo. Nos fuimos a vivir gos desaparecieron en cuanto enfermó.
estas situaciones. y pelo blanco, de aspecto un tanto en- a la playa y nos gastamos todo el dine- Además, esa fue su última voluntad.
–Ya, gracias, pero te he llamado por- fermizo. ro que teníamos ahorrado. Pero no fue –Pero... ¿y tú? –no comprendía a qué
que me gustaría que pudiésemos vernos. –Hola, soy Alberto. Encantado de co- triste. Solo en algunos momentos. Era venía aquello, qué pintaba yo en medio
Hay algo que te pertenece. nocerte. como estar de vacaciones –calló de gol- de esa situación.
–Sí, claro –no podía rechazar su invi- Me tendió una mano pálida y débil pe como arrepentido de sus palabras–. –Verás… las cosas no iban demasiado
tación después de mi metedura de pata, que tomé sin fuerza temiendo hacer- Verás, llevo varios días pensando qué te bien. Íbamos a separarnos justo antes
así que accedí sin dudar. Además tenía le daño ante su aparente fragilidad, iba a decir y ahora todo me parece ri- de que cayera enferma. Hubo algunos
curiosidad por saber qué habría sido de como un gesto forzado que a ninguno le dículo, así que es mejor dejarse de ro- problemas. Me comprometí a cuidarla
ella durante todo este tiempo y qué po- apeteciera. Me hizo pasar al interior y deos y de tópicos para acabar con esto mientras viviera, pero ahora no podría
día ser aquella cosa que me pertenecía. sentarme en el salón. Estuvimos unos de una vez —se levantó y me miró con quedármelo. Tengo demasiados motivos
–¿Te puedo pedir que vengas aquí? Es minutos hablando de cosas sin impor- decisión–. La verdadera razón por la para no hacerlo –me preguntaba si sus
algo delicado y me gustaría hablar con- tancia, dando vueltas a asuntos banales que te llamé es que ella quería que tu- motivos podían ser realmente mayores
tigo personalmente. demorando el momento de aclarar lo vieses esto –y mientras decía esas pa- que los míos, pero no quise ser indiscre-
Me dio la dirección y nos despedimos que en realidad habíamos venido a ha- labras abrió una puerta de un mueble to.
hasta el viernes. Cuando colgué mi mu- blar. de donde sacó un recipiente de cerámi- –No paro de pensar por qué querría
jer me preguntó de qué se trataba y yo –Tenía muchas ganas de conocerte, ca. Enseguida me di cuenta de lo que se ella que yo tuviera… esto –no sabía
dije que algún asunto del trabajo sin im- Eva me ha hablado tanto de ti… trataba, pero no entendía a qué venía cómo llamarlo–. Qué sentido tiene. Ha-
portancia, como si tuviera que ocultarle Me preguntaba qué sería lo que le ha- todo aquello, mientras él seguía hablan- cía ocho años que no nos veíamos, todo
algo. bría dicho de mí, le miraba con recelo do tratando de justificarse–. Ella me aquello está ya olvidado por completo,
Durante los días siguientes estuve tratando de adivinar sus intenciones. contaba muchas cosas de cuando estaba y ahora… ¿qué razón habría para que yo
dándole vueltas sin descanso a los re- Empecé a sentirme incómodo al darme contigo, me hablaba constantemente de me lo quedara?
cuerdos de aquella época, a mi relación cuenta de que estaba en clara desven- ti. De hecho los últimos días no habla- –Supongo que para ella el tiempo que
con Eva, a lo que hicimos bien y a los taja, puesto que él sabía muchas cosas ba de otra cosa. Sin embargo cuando le estuvo contigo fue algo así como… ya sa-
errores cometidos. No había vuelto a sobre mí y yo no sabía absolutamen- pregunté si quería que te llamara me bes, la mejor época de su vida o algo así.
reflexionar sobre todo eso desde que nos te nada de él. Era como estar desnudo dijo rotundamente que no. No quería que Debió tener contigo algo que yo no supe
separamos y ahora no podía conciliar ante un desconocido. la vieras en ese estado. darle –dijo agachando la cabeza como si
el sueño pensando en aquel tiempo y de Siguió relatando historias de nuestro Yo nunca le había hablado a mi es- se sintiera avergonzando por ello.
sentirme incómodo todo el día. No me pasado que Eva le había contado, cono- posa de ella, por lo que no entendía por Aquel tipo empezaba a darme un
concentraba en el trabajo, apenas ha- cía detalles que yo mismo había olvida- qué ella le daba tanta importancia a lo poco de pena y no me atrevía a seguir
blaba en casa, solo deseaba que llegara do. Dudaba si estábamos hablando de nuestro cuando para mí no había repre- rebatiéndole sus argumentos. Así que

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nuestra relación y nuestra vida juntos y todo se me con-


toda mi vida pos- funde en una niebla de imágenes inco-
terior. Como si hu- nexas que no consiguen despertar en mí
biera querido desde ningún sentimiento. Para ser sinceros,
su lecho de muer- lo único que recordaba de ella era su
te darme un grito forma de preparar los macarrones, su
para que despertara manía de morderse el pelo y un ves-
y reflexionara so- tido escotado de fiesta rojo, ni siquiera
bre nuestro pasado. episodios en común dignos de añorar, ni
Era como si me es- una noche romántica ni un momento
tuviera diciendo que de intimidad... No es que no los hubiera
había cometido un habido, tan solo que los había ido susti-
enorme error y que tuyendo por recuerdos igual de intras-
no me había dado cendentes. Sentía que fuera así, pero ya
cuenta de ello hasta no había nada que hacer.
ahora, pero aún no Lo cierto es que yo por aquel enton-
lograba identificar ces creía tener las cosas muy claras y
la clave de todo el saber hacia dónde iban dirigidos mis es-
asunto. Me sentía en fuerzos, pero desde la distancia de los
deuda con ella y ese años todo se aparece ante mí como un
fue el motivo que sinfín de sucesos sin sentido ni motiva-
me llevó a aceptar ción. Quizás sea culpa de mi memoria
ser el depositario de cada vez más vaga y de mi incapaci-
sus cenizas. dad cada vez mayor para reconocer la
De vuelta a casa, conexión entre las cosas, quizás es que
con aquello instala- en mi cabeza se mezclan recuerdos, de-
do en el asiento del seos, sueños y olvidos, pero la verdad
copiloto, paré a re- es que actualmente se me hace impo-
postar en una ga- sible comprender algunos de los pasos
solinera para poder que di durante el tiempo en que estuve
tuve que coger la urna con las cenizas –No, solo me dijo que le gustaría que pensar qué le diría a mi esposa cuando con ella.
que aquel hombre a quien nunca antes las tuvieras tú. Me dio tu número de te- llegara a casa con la urna. Hacía más Éramos demasiado jóvenes e inex-
había visto me estaba ofreciendo sin sa- léfono y me dijo que te llamara cuando de ocho años desde la última vez que pertos, ni siquiera era el primer amor
ber qué iba a hacer con ellas. Las tomé todo hubiera acabado. la vi y nunca hubiera imaginado que la para ninguno de los dos y cometimos
con cuidado temiendo que se cayeran –Comprendo –aunque seguía sin com- primera vez que me la encontraría des- los mismos errores que todos una y otra
al suelo por la falta de firmeza de mis prender nada. Cómo algo que para mí de entonces sería en ese estado. Para vez sin arrepentirnos. Cuando nos se-
manos y, mientras miraba el recipiente había quedado como un vago recuerdo mí ella era un episodio olvidado de mi paramos, logré superarlo con eficacia
con incredulidad, pregunté: al que no le tenía especial consideración vida. Había superado con facilidad las y olvidarla sin sentirme mal por ello.
–¿Dijo algo de qué quería que hicié- para ella suponía lo que aquel hombre secuelas de nuestra ruptura y no solía Hasta ahora. No comprendía por qué
ramos con ellas? Ya sabes, lo típico, acababa de denominar «la mejor época rememorar con añoranza aquella épo- ella había estado cultivando nuestro re-
arrojarlas al mar, esparcirlas en algún de su vida». Sentía que me había perdi- ca. Ni siquiera guardo ninguna fotogra- cuerdo de ese modo casi enfermizo.
sitio, enterrarlas… lo que sea. do algo. Aquello ponía en cuestión toda fía de ella. Trato de recordar escenas de Y sin embargo recordaba perfecta-

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mente que fue ella quien tomó la de- relación con ella y por eso no tuve nin- relación para ella, tratando de imagi- che pude al fin dormir profundamente,
cisión de acabar con nuestra relación. gún reparo en hacerlo. Era como arro- nar sus secretos, preguntándome qué sin despertarme ni una sola vez, como
No hubo llamadas de arrepentimiento jar un pañuelo sucio a una papelera. No recordaría de ella. solo duermen los bebés.
ni ninguna otra reacción. Nadie pidió eran más que desechos que había que ti- Le eché una manta por encima, apa-
una segunda oportunidad ni se ofreció rar a la basura y eso no quiere decir que gué la tele y me fui a la cama. Esa no-
como culpable. Y ahora me encontraba no la respetara ni la hubiera querido en
por primera vez desde entonces con mi su momento ni comprendiera su dolor
antigua pareja de quien no sabía nada o el de Alberto. Todo eso eran tonterías
desde hacía muchos años, en un viejo que no estaba dispuesto a escuchar de
coche de segunda mano en una sucia nadie. No es que aquel fuera el modo
gasolinera del extrarradio con ella en ideal que me hubiera gustado utilizar
el asiento de al lado y dentro de una para arreglar el problema, pero en ese Bernardo Claros Pérez (Aguilar de la Frontera, Córdoba, España, 1975).
horrible urna de cerámica. momento no se me ocurrió ninguno me- Licenciado en Geografía e Historia en la especialidad de Historia del Arte, trabaja
Entonces, sin pensar realmente lo jor. Así que salí de aquel sucio baño de como profesor de Enseñanza Secundaria. Ha publicado los libros de poesía Cele-
que hacía, agarré enérgicamente la la gasolinera, arrojé la urna a un con- bración (2009, Premio Internacional Miguel de Cervantes de la Ciudad de Armilla)
urna y salí del coche dispuesto a acabar tenedor que había por allí y después de y Las renuncias (Alhulia, 2013), y las novelas El juego de la asfixia (Esdrújula
con aquello de una vez por todas. Entré llenar el depósito salí a toda prisa sin ediciones, 2017) y Todo lo que desaparece (Ediciones Atlantis, 2018). En 2002 em-
en el lavabo de caballeros de la gaso- ningún sentimiento de culpabilidad ni pezó a escribir el blog literario «Diario del olvido», que actualmente cuenta con un
linera. Estaba todo sucio. Se lo habían de ningún otro tipo, si acaso aliviado por gran seguimiento en Facebook e Instagram (@diariodelolvido).
hecho fuera del váter, la tapa estaba haber acabado con aquello para siem-
llena de gotas, había papel mojado por pre.
el suelo encharcado y un olor pestilente Cuando llegué a casa, era ya bastante
que me provocaba ganas de vomitar, y tarde y estaba cansado. Laura estaba
sin pararme a reflexionar sobre lo que echada en el sofá viendo la tele medio
hacía, le quité la tapa a la urna y arro- dormida y me preguntó dónde había es-
jé su contenido por el retrete hasta que tado, pero sin ningún interés, solo por
estuvo vacía. Tiré de la cadena y pude rutina. Le dije que me había encontrado
ver cómo los restos de la que fue mi con un viejo amigo, que estuvimos char-
compañera se iban succionados por la lando en el bar y no me di cuenta de la
fuerza del agua. hora que era, aunque ni siquiera prestó
No había en aquel gesto ninguna in- atención a mi respuesta.
tención especial, nada de resentimien- Entonces, no sé por qué, quise saber
to, venganza o desprecio, ninguna idea una cosa y le pregunté:
que pudieras hacerte viendo lo que hice. –Laura, ¿tú prefieres que te entie-
Nada de lo que yo mismo hubiera pen- rren o que te incineren?
sado de ver a alguien haciendo lo mis- Pero ella se había quedado dormida
mo que yo. No, no fue algo premeditado con la tele puesta a toda voz. Llevaba
ni malintencionado, simplemente tenía un rato preguntándome qué prefería yo,
que deshacerme de aquello y lo hice. No pero no acababa de tenerlo claro. Me
había para mí nada de trascendente ni quedé un rato observando cómo dormía
sagrado en aquellas cenizas. Para mí en el sofá, intentando adivinar sus de-
aquel polvo no era Eva ni tenía ninguna seos, pensando qué significaría nuestra

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CREACIÓN

Ola de suicidios en –Anderson,


señor –contestó
Middletown el policía.
por Alfonso Vila Francés
El inspec-
tor Benet cogió
una octavilla.
El inspector Benet no conseguía en-
Rellenó el dato
tender la ola de suicidios que asolaba
que faltaba y
Middletown. Pero era un buen policía,
leyó:
honesto y concienzudo y después de va-
«Señor John
rias semanas de poco sueño, muchos
Anderson. Tie-
cigarros y un buen montón de ideas
ne veinticua-
equivocadas dio por fin con la pista de-
tro horas para
finitiva. Esa noche un par de coches po-
pensar cómo
liciales se detuvieron delante de un só-
quiere hacerlo.
tano de la ciudad vieja. En su interior, En caso con-
aún en funcionamiento, encontraron trario decidi-
una pequeña imprenta clandestina. El remos nosotros
lugar estaba desierto, pero era evidente por usted y su
que hasta hace muy poco el operario o familia».
los operarios habían estado trabajando Dicho esto le
allí. En varias mesas se apilaban mon- tendió el papel
tones de pequeños papeles, octavillas al policía, que
con un mensaje cuya sola lectura hela- lo miró con in-
ba el alma. Junto a ellos, en otras me- credulidad.
sas, alguien había preparado otro mon- –¿Usted no
tón de sobres que sin duda debían ser está casado,
entregados pronto a sus destinatarios. verdad?
Los sobres estaban cerrados y una di- –No señor.
rección estaba escrita en cada uno de No lo estoy.
ellos. La maquina de escribir aún tenía John Anderson era joven. Llevaba temía oír. Arrugó el papel y lo arrogó al car otra pelea.
un sobre insertado en su pequeño rodi- muy poco tiempo en la policía. Se había suelo. Luego ordenó que lo requisaran «Sí. Supongo que tienes razón», musi-
llo. El inspector Benet se estremeció al licenciado en la academia con un buen todo. Los policías pararon la impren- tó sin convicción. Después de eso se sen-
pensar que habían llegado tarde. Cuán- expediente y aquel era su primer des- ta. Cogieron los sobres y las octavillas y tó frente a la televisión y permaneció
tos sobres más estarían ya dispuestos. tino. los guardaron debidamente. Sellaron la allí un buen rato. Hasta que su mujer
Cuántos sobres habrían llegado ya a su –¿Qué haría usted si recibiera esta puerta y volvieron a la comisaria. acabó de fregar y se acostó.
destinatario. Un súbito mareo le obligó carta? –preguntó el inspector Benet. El inspector Benet estaba preocupa- Entonces salió de casa, cogió su coche
a dejarse caer en una vieja silla. Cuando –Avisaría a la policía –respondió el do. Su mujer se lo notó enseguida. «De- y volvió a la comisaría. Pasó el resto de
se repuso llamó a uno de los policías. Le joven, después de dudarlo unos segun- berías estar contento. Hoy has salvado la noche allí. Mirando una y otra vez
preguntó su nombre. dos. a mucha gente», le dijo. El inspector los sobres requisados.
–John –contestó este. El inspector Benet sonrió con amar- Benet se mordió la lengua. Su mujer «No puedo destruirlos. Son una prue-
–¿Y su apellido? –preguntó después. gura. Esa era la clase de respuesta que era muy paciente. Él no quería provo- ba», se repitió mentalmente muchas

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veces en el transcurso de las horas si- silla. Miró por unos segundos a su com-
guientes. En todos sus años de servicio, pañero y después, con un gesto, le man-
jamás se había visto en una situación dó cerrar la puerta.
tan comprometida. El policía obedeció, algo sorprendido.
Cuando llamaron a la puerta de su Había pasado por todos los despachos
despacho, el inspector levantó la cabeza dando la mala noticia y todos habían
asustado. Se había quedado transpuesto reaccionado con incredulidad y pesa-
en su silla. dumbre.
–Ha ocurrido algo terrible –anunció El inspector escuchó como sus pasos
una voz–. Se trata de John Anderson. se alejaban por el pasillo. Descolgó el
Ha aparecido muerto. Se ha ahorcado. teléfono y llamó a su mujer.
El inspector se quedó sentado en su Luego se levantó y cerró con llave.

Alfonso Vila Francés (Valencia, España, 1970). Ha vivido en Orihuela, Ma- © Carlos Urbina
Fuente: Flickr
drid, Barcelona, Denia, Tarragona, Alicante, Bruselas y Debrecen (Hungría). Ac-
tualmente reside en Valencia. Ha trabajado como monitor de tiempo libre, biblio-
tecario, archivero y profesor de secundaria. Ha escrito en muchas revistas, como
por ejemplo: «Cuadernos del matemático», «Hojas Iconoclastas», «Calicanto», «El
vendedor de pararrayos», «Cuadernos del lazarillo», «Alhucema», «Factorum», El arrío –¡Mauro, vete a dormir o te rompo la
por Alberto Merino Palomar crisma! –bramó Telmo.
«Groenlandia», «Agora», «Acantilados de papel», «La bolsa de Pipas», «Fábula»,
«Circe», «La soga», «Fronterad», y, «Le miau noir», «Kopek», «Poscultura» y «Jot –Por que sodes perezousas / ¿Non ve-
Down». También ha ganado algunos premios (entre ellos «Miguel de Cervantes», des qu’aquestas ñives / trayen fugazas
«Jaume Roig», «Vila de Canals», «Diputación de Castellón», «Ciudad de Getafe», –¡Oh, rapazas! ¡Oh, muyieres! y tortas? –seguía Mauro con la canción,
«Cortes Valencianas», «Marco Fabio Quintiliano» y «Mariano Roldán»). Ha publi- La voz de Mauro, completamente abrazado a la cruz de hierro que presi-
cado libros de poesía, de relatos, novelas y ensayo. borracho, resonaba en la plaza triangu- día la adusta plaza y ajeno al malestar
lar del pueblo y parecía correr en todas que causaba en sus convecinos.
direcciones, por todas las callejuelas –¡La madre que te parió, Mauro, un
medio a oscuras aún, con ánimo de des- día te mato! –gritó Nicolás Botas.
pertar a todos los vecinos. En el camino Real, apenas a tres-
–¡Oh, rapazas! ¡Oh, muyieres! cientos pasos de la plaza, Santiago Ro-
Mauro, además de borracho, iba des- valdo comprendió que el descanso ha-
aliñado: la braga maragata salida de la bía terminado, y que empezaba el día
polaina y colgando, el blusón por fue- antes de lo previsto. «La cosa acabará,
ra de la braga, la chaquetilla sucia y como otras veces, con Mauro metido de
raída, y el sombrero, más alicaído que cuerpo entero y vestido en el agua hela-
elegante. Una auténtica deshonra para da del lavadero, pero no llegará a ma-
el pueblo. yores», pensaba Santiago al levantarse

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de la cama intentando amortiguar los donde descansaban las acémilas y su rras y rebaños, Santiago entendía de y taburetes, repartidas a lo largo de dos
crujidos de la madera con movimientos caballo, Brillante. Echó un vistazo a los portes y acémilas, de arríos y caminos, de las paredes de la habitación. Enfren-
lentos. Carmen aún dormía, y los peque- animales, que al verle se pusieron de de trechos angostos en los que había que te de las mesas se situaba una especie
ños Santiaguín y Carmenchu también. pie, como esperando trabajo; pero San- poner toda la carga de las mulas en el de barra de madera con un mostrador
Santiago los oía respirar en el cuarto de tiago sonrió y les fue dando palmadas mismo lado para que no cayeran des- lleno de jarras de barro, una monta-
al lado. Aunque de noche siempre re- en el lomo, hasta que le llegó el turno a peñadas… Santiago era un maragato de ña de escudillas y otra de vasos, y tras
frescaba en junio, el día prometía ser Brillante, al que acarició y le dijo: «Nos pies a cabeza que iba de negro de pies a ella, quien parecía el dueño, un hombre
caluroso. Echó suavemente agua de la vamos para Astorga, Brillante». Astor- cabeza, y que con sus pies, con su cabe- de mediana edad, mal afeitado y vesti-
jarra en la jofaina para lavarse la cara ga distaba menos de dos leguas de Cas- za y con su vida entera defendía la car- do muy humildemente y con un mandil
y las manos, y chafarse un poco el re- trillo de los Polvazares, por un camino ga cuyo arrío le encomendasen. «Como sucísimo que no encubría las manchas
molino que se le formaba siempre en el que empezaba polvoriento atravesando los maragatos de verdad», pensaba. añejas de su blusón. Tras él, varias ba-
pelo al dormir. Afuera, se seguía oyen- la aldea de Murias de Rechivaldo para Al llegar a Astorga, temprano aún rricas de madera marcadas con tiza:
do los graznidos de Mauro y los brami- emparejarse con el río Jerga, donde se pero con un sol radiante que amenaza- «Blanco», «Zamora», «Bierzo», indica-
dos de Nicolás, que lo único que estaban tornaba verde y fresco, separándose ba con un día de calor casi veraniego, no ban la procedencia de los vinos que se
logrando era despertar antes del alba a luego de la vega del Jerga para llegar le costó encontrar el camino de León, servían. El olor a puchero indicaba que
todo el pueblo. hasta Astorga por el noroeste. empedrado, que daba la vuelta a la Ca- alguien en la cocina debía estar prepa-
Aunque le hubiera dado vergüenza No había prisa, así que Santiago de- tedral de Santa María hasta llevarle, rando ya la comida de mediodía. Al-
reconocerlo, se miró en el espejo del cidió ir tranquilo, al paso, disfrutando pasando al lado del Palacio Episcopal, guien que debía estar tras la portezuela
palanganero para ver que tenía buen de la mañana fresca de finales de pri- a una taberna llamada «La yeguada de que había junto a los barriles de vino.
aspecto. «Hoy es un día importante», mavera que se abría ante sus ojos nada Astorga», en la calle de las Postas. El Santiago se quedó observando desde
pensó mientras se calzaba su braga más salir de Castrillo, escuchando a los paseo por las calles de la ciudad con su el umbral de la posada, como esperan-
maragata, subía sus polainas, se ponía mirlos y alondras, y recordando men- montura fue muy diferente a la sole- do que su vista se acostumbrara a la
el blusón, la chaquetilla y le hacía el talmente de quién eran las tierras que dad del camino: las gentes se afanaban oscuridad. Al fin, en una mesa al fondo
nudo al fajín morado, el de las fiestas iba atravesando. Sin lugar a dudas el poniendo paradas de verduras en las del local, solo y con la capa abierta, se
de guardar. Se acercó a la sala donde que más posesiones tenía al este de Cas- plazas, moviendo toneles, gritándose encontraba quien debía ser don Álvaro
todavía humeaba un rescoldo en la chi- trillo era Nicolás Botas, quien le había desde los carros… Las construcciones se de Carrión, que iba a hacerle aquel en-
menea y cogió un trozo de una hogaza recomendado para el encargo de Astor- alzaban hasta tres y cuatro plantas, no cargo tan especial del que le había ha-
de pan medio seco, un trozo de queso y ga, diciéndole: «Es el arrío más grande como en Castrillo, donde las casas eran blado Nicolás. Se fue acercando a él bajo
un vaso de agua con un poco de vino. que habrás hecho en tu vida, Rovaldi- todas de una planta y no era posible la atenta mirada del tabernero, que le
–¡Maldita sea, Nicolás! ¡Ya me callo! to», mientras reía entre dientes. En es- apenas distinguir las de los ricos de las miraba con los ojos entrecerrados como
–rezongó el borrachuzo–. En verdad te tas pensaba Santiago al llegar a la aldea de los pobres. En Astorga, en cambio, si de ese modo pudiera averiguar si era
digo que en este villorrio de mala muer- de Murias, que atravesó sin cruzarse ni había edificios majestuosos de fachadas hombre de bien o rufián, hasta plantar-
te no apreciáis el buen canto. un solo parroquiano. «Es pronto aún», trabajadas, con balaustradas y gárgolas se delante de la mesa que ocupaba su
Desayunó en silencio, sentado en el pensó, y seguía yendo al paso, tranquilo, y escudos nobiliarios sobre los portones presunto interlocutor:
banco de madera de la sala que hacía contemplando algunos campos de ceba- de madera remachados con hierros for- –Buenos días nos dé Dios. ¿Don Ál-
las veces de cocina y comedor, viendo da rodeados de zonas de monte bajo, de jados haciendo filigranas. «Qué diferen- varo?
entrar los primeros rayos de luz por el roquedales estériles en los que apenas te de Castrillo es esto», pensaba Santia- –¡El mismo! Tú eres Santiago, ¿ver-
ventanuco que había junto a la puerta. podía alimentarse un rebaño de cabras. go, que no acababa de acostumbrarse al dad? –sonrió abiertamente–. Por favor,
Al terminar, el rescoldo de la chimenea El sol ya había despuntado y prometía lujo de la ciudad leonesa. siéntate y pide una jarra. El vino zamo-
espiró su última pequeña humareda y se un día de calor, impidiendo a Santiago No le costó encontrar la posada, que rano de esta posada es especialmente
levantó, se puso las botas y el sombrero levantar la vista al frente. era oscura y diminuta, con media doce- bueno, no como ese matarratas con que
negro y salió por la puerta del establo, Pero Santiago entendía poco de tie- na de mesas de madera, con sus bancos nos suelen envenenar en la mayoría de

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CREACIÓN

lugares.
Santiago se fijó en don Álvaro mientras se sentaba frente a
él, en un taburete. Frente ancha, cabello negro y ensortijado,
una barba bien cuidada y no demasiado larga y una edad inde-
terminada, entre treinta y cuarenta años. Tenía buenas arru-
gas en la frente, pero la sonrisa franca y abierta que mostraba
unos dientes blanquísimos le hacía parecer más joven, alguien
con mucha vida dentro. Su atuendo cuidado no dejaba lugar
a dudas sobre la noble cuna de la que procedía, y aunque no
vestía atuendo maragato su elegancia era, a juicio de Santiago,
incluso mayor que la de los suyos vestidos de boda.
–Sea, pues. Aunque le prevengo que no suelo yo beber vino a
estas horas…
–No te preocupes, Santiago, el negocio lo ventilaremos rápi-
do. Y podemos acompañar el vino con pan y aceitunas para que
no caiga sobre vacío –y girándose hacia el tabernero–. Mozo,
tráete una jarra del zamorano, y pan con aceitunas.
–Se lo agradezco, don Álvaro. Será un placer charlar con
usted.
Santiago iba poniéndose nervioso y frotándose las manos con
la conversación. No era hombre de muchas palabras, y tanto
ceremonial le aturdía. Pero no quería que don Álvaro se diese
cuenta y se sintiera ofendido, así que puso las manos bajo la
mesa.
–¿Y qué, Santiago, te ha ido bien el viaje hasta aquí?
–Muy bien, don Álvaro, tranquilito porque esta mañana he
madrugado más de la cuenta…
–¿Tiene usted chiquillos?
–Sí, pero ha sido un borracho del pueblo quien me ha desper-
tado –rememoraba la canción maragata que entonaba desafi-
nadamente Mauro al amanecer.
–¡Vaya contrariedad! A quienes no saben beber deberían pro-
hibirles el vino, ¿no crees?
El posadero interrumpió el diálogo sirviendo el vino, los va-
sos y una escudilla grande con el pan y las aceitunas partidas.
–Bueno, Santiago, no sé si te ha hablado Nicolás del encargo
que te quiero encomendar. –dijo sirviendo vino en los dos vasos
que había dejado el mesonero.
–Pues no, don Álvaro, tan solo me ha dicho que era el encar-
go mayor que vería en toda mi vida –la inquietud de Santiago
iba en aumento, y cogió el vaso con fuerza pero no bebió ni un
sorbo.

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Fuente: Flickr
CREACIÓN CREACIÓN

–Pues no sé si será el mayor, eso lo tino a Gijón. aquellas bestias extrañas. Aunque el di- Cuando se levantó y salió de la taber-
sabrás tú. Pero probablemente será de –¿Dónde está El Cairo, don Álvaro? nero, pensaba, podría solucionar su fu- na, Santiago caminaba tambaleándose
los últimos. ¿En África? –Santiago no hizo ningún turo y el de sus hijos. fruto del alcohol y del aturdimiento.
–Dicen que aún faltan años para que esfuerzo por disimular, en realidad no –¿Qué estarían dispuestos a pagar? En su mente no paraban de arremoli-
acaben el ferrocarril... –por fin se llevó tenía ni idea de dónde estaba ese puerto. –Cincuenta reales por animal, ni más narse ideas sobre cómo llevar a cabo el
el vaso a la boca y se bebió el vino de –Pues sí, Santiago, en África, cerca ni menos. arrío: con los camellos atados en una
un trago, como si quisiera borrar de su de Oriente Medio. Muy lejos. Pero lo que –Pero… ¡eso es una fortuna, don Ál- sola hilera, atados de a tres, sueltos con
garganta el miedo que iba anidando en necesito de ti, como supondrás, es otra varo! ¿No se habrán equivocado? una mula delante y otra detrás… Subió
los suyos los últimos años. cosa. –Por supuesto que no, el moro que al caballo y salió de Astorga al galope,
–Pero están abriendo cada vez más –¿Y de qué se trata? –esta vez fue hace el encargo sabe de lo difícil del nublado por la preocupación, sin darse
caminos de carro aquí y allá con motivo Santiago quien sirvió vino para entrete- trayecto y que es imprescindible contar cuenta del terrible calor que se había
de las obras, y cada vez más transpor- ner sus manos y atemperar sus nervios. con alguien de absoluta confianza. Y ese adueñado de aquel páramo. Pasó depri-
tes se hacen en carros y no con recuas –Te lo diré sin rodeos: el sultán o eres tú. sa por Murias sin casi saludar a nadie,
–don Álvaro parecía apenado al trans- quien sea quiere tener diez camellos en –¿Y no puedo siquiera pensármelo? y cuando llegó a Castrillo, en lugar de ir
mitir malas noticias al maragato. su propiedad de Asturias, y mañana es- –Mañana están aquí los camellos. Si a su casa siguió galopando en dirección
–Se acaba lo nuestro, ¿verdad, don tarán en Astorga camino de Asturias. Y no aceptas el encargo tendré que buscar norte, hacia la montaña, en dirección
Álvaro? quiero que seas tú quien los lleve hasta a otro. a Brazuelo, como si quisiera huir del
–Pues sí, Santiago, casi seguro será allí cruzando las montañas. –De acuerdo, don Álvaro, de acuerdo problema en el que él mismo se había
así. Pero aún queda algo de tiempo, y yo A Santiago le temblaba todo. ¿Came- –se resignó Santiago–. Aunque no sé si metido.
tengo un buen encargo que hacerte. Un llos? Jamás había visto uno de esos ani- me arrepentiré de lo que estoy hacien- Siguió, esta vez al trote, montaña
encargo especial. males de patas largas, no sabía cómo se do. arriba, por aquellas veredas rodeadas
–Dígame por favor en qué consiste, comportaban, de qué se alimentaban… –No te arrepentirás cuando veas la de roquedales y monte bajo, que olían
don Álvaro. Me tiene francamente in- –Pero don Álvaro, ¡eso es una locu- bolsa que te llevas. Por cierto, y como a romero florecido, con esas pequeñas
trigado – se le escapó a Santiago. No po- ra! Esos animales se quebrarán las pa- siempre: la mitad antes de salir y la flores lilas que lo llenaban todo de un
día contenerse más. tas bajando los barrancos, morirán de otra mitad a tu regreso. olor penetrante; y también había bojes,
–Pues resulta que un sultán, un jeque frío si nieva… ¡No hay nadie capaz de –¿Y qué pasa si fallece algún animal? y carrascas, y alguna encina perdida,
o qué se yo de la morería ha comprado hacerlo! –Si llegan menos de seis camellos y muchas rocas, lo que hacía de aquel
una gran finca en Asturias, en Pola de –Sí que es posible, si hay alguien ca- vivos, no recibirás el segundo pago. Si paraje entre Castrillo y Brazuelo una
Somiedo. Según me han dicho tiene un paz, y ese alguien eres tú, Santiago. No llegan seis o más, cobrarás la cantidad tierra yerma en la que ni cabras ha-
castillo y enormes extensiones de bos- hay otro arriero en la comarca capaz de acordada. bía, y tampoco mucha caza, conejos y
que, para pasar los veranos allí y cazar hacerlo. Lo dice todo el mundo, nadie Se dieron la mano con efusividad, perdices, algún esquivo jabalí cerca de
osos y ciervos. conoce las montañas que nos separan aunque Santiago aún temblaba un poco los arroyos y nada más. El sol del me-
–¿Y qué tiene que ver eso conmigo? del mar como tú. y en sus ojos se empezaba a enseñorear diodía, cada vez más castigador, hacía
¿Necesita que arríe muebles? ¿No sería –No puedo hacerlo, don Álvaro, será la sombra de la preocupación. sudar a jinete y montura y acentuaba
mejor hacerlo por mar? –a Santiago le un desastre… –Santiago intentaba ver –Mañana, sobre esta hora, te espe- el perfume del romero, aturdiendo aún
sudaban las manos y el cuello, no aca- algo positivo en todo aquello, sin encon- ran los camellos en la puerta norte de más a Santiago. Este, con la respira-
baba de entender el motivo por el que le trarlo. la ciudad. Tráete toda la ayuda que ne- ción agitada y sudando, había puesto la
había hecho llamar don Álvaro y sentía –Ni siquiera me has preguntado el cesites. Mañana la primera mitad, ya mente en blanco, concentrado en llevar
una comezón tremenda. precio, muchacho. Casi podrías hacerte sabes. a Brillante por senderos no demasiado
–Estás en lo cierto, Santiago, los per- rico si aceptas el encargo. –De acuerdo, don Álvaro, hasta ma- escarpados, para que no sufrieran los
trechos y mobiliario irán por mar. Se- El dinero no era el problema, el ñana. Y muchísimas gracias por pensar cascos de su precioso caballo gris y no
gún creo, partirán de El Cairo con des- problema para Santiago era lidiar con en mí. Dios le tenga a usted en su gloria. se torciera las patas.

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Al fin llegó a lo alto de una loma, curo. Desde allí el camino se hacía más sesudo que traes entre manos, si se pue- gente de fiar, divertidos en la taberna y
desmontó y se sentó en un tronco seco, amplio y seguro hasta la aldea de El de saber? serios en el trabajo, y nunca había oído
mirando hacia Castrillo. «Tengo que Puerto, donde empezaba otra ascensión –Ni más ni menos que un arrío con el a nadie quejarse de sus servicios.
acordar con Nicolás que me deje el cer- pronunciada que posteriormente los lle- que puedo ganar más que en tres años Cuando les propuso el negocio, los
cado del Arroyo Seco para los camellos. varía, bajando, hasta Pola de Somiedo. de trabajo – dijo mientras se acercaba a dos se quedaron mudos, boquiabiertos.
Y me tendré que llevar por lo menos La ruta iba a ser dura, pero a razón de la olla para comprobar que, por fortu- Hablaba en voz baja para que nadie se
a dos mozos. Juan el Rubio y Esteban tres leguas diarias, no creía que fuera a na, aún quedaba algo de guiso de carne enterara de su conversación. Santiago
me irán bien. Son serios, tienen tem- ser más larga de ocho días de viaje. con patatas para comer. supuso que ninguno de ellos habría visto
ple, la iniciativa justa. Me pedirán una Santiago subió de nuevo a su montu- –¿Y qué arrío es ese que tan sucu- un camello en su vida. Probablemente
buena suma, pero saldré ganando en ra y bajó hasta Castrillo despacio, sin lentamente pagan? ¿No será algo tur- nadie de la comarca, ni siquiera don Ál-
tranquilidad», pensaba Santiago, rela- espolear a Brillante; iba meditabundo, bio? –Carmen no salía de su asombro, y varo. Les propuso pagar treinta y cinco
jándose ante el paisaje que solo cruza- con la mirada fija en el horizonte, sin menos con el hermetismo de Santiago, reales a cada uno por el trabajo, lo que
ban las abejas, disfrutando con frenesí ver el terreno que pisaba. Por suerte, que siempre había sido franco con sus cambió su expresión cariacontecida por
de la escasa floración del paraje, peque- Brillante llevaba toda su vida por aque- negocios. una sonrisa de satisfacción. Le dieron
ñas nubes de mariposas haciendo zigzag llas tierras y sabía cómo y por dónde –Camellos, Carmen. ¡Malditos ca- las gracias y le palmearon los hombros,
y algún pájaro despistado buscando una pisar, casi sin intervención de su dueño. mellos! y le invitaron a un vaso de vino. Segura-
sombra bajo la que pasar las horas de Santiago miraba Castrillo sin ver nada, Después de dar vueltas por la casa mente no eran conscientes de lo inédito
más calor. urdiendo hasta los más mínimos deta- como poseído por el demonio, Santiago del viaje y de los peligros que podrían
«Llevaré una mula delante y otra lles de su plan. salió en busca del Rubio y de Esteban. acecharles, debían de estar imaginán-
detrás, delante irá el Rubio con la Ter- Al llegar a su casa, después de des- Los encontró en la fonda del pueblo, en dose encima de alguna de aquellas bes-
ca y detrás, Esteban con la Marciala. Y ensillar el caballo entró en la sala y en- la mesa del fondo, charlando animada- tias, como un sultán de Marruecos.
yo iré en medio vigilando esos anima- contró a Carmen recosiendo unas cal- mente. Aunque era la única fonda de –Mañana a las nueve os quiero en la
les infieles, con la Coja. Es la más vieja zas. En la chimenea aún humeaban las la pequeña aldea era luminosa y fres- puerta norte de Astorga. Yo llevo las
pero la más fiel y la más inteligente». brasas, probablemente de la comida. Se ca, tenía unos cuantos ventanucos que mulas. Rubio, tú irás con la Terca. Es-
Santiago empezaba a hilar la manera acordó de que tenía el estómago vacío, y dejaban entrar buena luz, y las mesas teban, tú con la Marciala. Y yo iré con
de llevar a cabo aquel arrío, que bien le vino el hambre de golpe. de madera, aunque viejas, estaban lim- la Coja. Llevaremos a los camellos al
podía ser tranquilo, bien un infierno, –¿Dónde te habías metido? Ya puedes pias. Ponciano, el dueño, ni tenía buen cercado del Arroyo Seco, y tendremos
dependiendo del comportamiento de los suponer quién ha venido preguntando vino ni buena comida, pero era un afa- que acostumbrarnos a esos animales.
animales y del tiempo. «Esas bestias no por ti –parecía algo enfadada. ble viejo con buena conversación y muy En uno o dos días, cuando nos hagamos
deben saber lo que es la lluvia, y de aquí –Lo imagino. He estado pensando, conciliador, había resuelto él solo más con ellos, iniciaremos la marcha –dijo
a Asturias nos va llover tantas veces Carmen. Pensando mucho –hablaba disputas que todos los jueces de la co- en tono serio y resuelto.
como días pasen». mirando aún al vacío, ultimando los marca juntos. Cuando vio entrar a San- –De acuerdo, patrón, allí estaremos
De manera casi inconsciente, Santia- detalles del arrío que debía empezar en tiago le dirigió una sonrisa desdentada –contestaron casi al unísono.
go empezó a dibujar la ruta. Saliendo de breve. y un «¡Ye, compadre!» que hizo girar Los dos mozos se quedaron en la
Castrillo atravesarían Pradorrey y em- Carmen lo miró atónita, con los ojos todas las miradas hacia él. fonda, dirigiéndose miradas cómplices
pezarían a subir por Combarros hasta negros muy abiertos, como si le faltara Se sentó en la mesa en la que esta- y riendo a escondidas como chiquillos,
Manzanal del Puerto, y de ahí, en di- el aire. Con su cabello negro y ondula- ban el Rubio y Esteban casi sin saludar. mientras Santiago salió, a grandes zan-
rección entre norte y nordeste, hasta do, desordenado y cayéndole sobre sus Los dos le miraron sorprendidos. Eran cadas, en dirección a la casa de Nicolás
Tremor de Arriba. Allí empezaría el facciones suaves y redondeadas, era di- un par de mozos fuertes y jóvenes, Es- Botas. Aunque era el más rico del pue-
tramo más difícil, con una ascensión es- fícil que no estuviera hermosa, hiciera teban no debía llegar a los veinticinco, blo y de los pocos que además de seguir
carpada hasta Posada de Omaña y una la mueca que hiciera. y el Rubio era aún más joven, o su as- con los arríos acumulaba tierras por
bajada realmente peligrosa hasta Rios- –¿Y qué es eso tan importante y tan pecto lampiño le hacía parecerlo. Eran toda la zona, su casa no era muy dife-

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CREACIÓN

rente de la del resto del pueblo. Era una construcción de piedra


de una sola planta, con techo de madera y paja y un mobiliario
más bien pobre. Debía de tener algún arca repleta de oro, pero
a Santiago poco le importaba eso.
Le recibió Amparo, la mujer de Nicolás, y este apareció al
cabo de poco por la puerta que daba al establo. Sonrió, le dio un
abrazo y le felicitó por el contrato que acababa de celebrar con
don Álvaro.
–Ya verás, Santiago, va a ser un negocio de niños, y vas a
salir muy bien parado – le dijo, sirviendo un vaso de vino.
–No sé cómo agradecérselo… –dijo, con la cabeza un poco
baja.
–¡Qué menos, Santiago! Si no ayudo a mi yerno, ¿a quién voy
a ayudar?
–Tengo que pedirle otro favor, Nicolás.
–Dime de qué se trata, y si está en mi mano dalo por hecho,
muchacho.
–Necesitaría un cercado grande para tener los camellos uno
o dos días, hasta hacerme con ellos. Y había pensado en el que
tiene en Arroyo Seco.
–Por supuesto, hijo, ¡solo faltaría! –le dio una fuerte pal-
mada en el muslo–. Los días que lo necesites, ahora tengo las
ovejas más arriba, en busca de pastos, con Abundio.
–Mil gracias, Nicolás. A mi regreso tendremos que celebrar-
lo –se levantó apurando el vaso de vino.
–¿Y mi Carmen, cómo está? ¿Y los niños? –sonó la voz dulce
de Amparo, que trasteaba con la cocina de carbón.
–Todos bien, Amparo, como siempre. Su hija tan guapa como
siempre.
–¡Ay, qué zalamero eres, Santiago! –sonrió pícara su suegra.
Pero Santiago no estaba para muchas bromas, y al poco se
despidió de sus suegros:
–Bueno, Nicolás, Amparo, me voy yendo…
Empezaba a caer la tarde cuando Santiago llegó a casa, ner-
vioso, cansado, con la mirada fija en el suelo. Era su porte ha-
bitual cuando se acercaba un encargo serio. «Nada con lo que no
pueda», se convencía a si mismo. «Nada tan diferente de otras
cosas que haya hecho a mis treinta y dos años». Carmen le
miraba sin demasiada atención, no parecía diferente su talan-
te del de otras veces. Cenaron escuchando las chiquillerías de
Santiaguín y Carmenchu, que les contaban cómo don Valerio, el
maestro, les había advertido de que les iba a poner tareas to-

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dos los miércoles. Santiaguín, el mayor, de que las campanas de la imponente ¿Cómo nos los llevamos? daba la sensación de que a medida que
después de la cena sacó su cuaderno y, catedral de la ciudad tocaran las diez –Pues a todos juntos, vamos a inten- el calor aumentaba se encontraban de
como tantas otras noches, enseñaba las aparecieron, subiendo por el lado oeste tar arrearlos suave y ver cómo se mue- mejor humor. Organizaron turnos de
letras a Santiago, que poco a poco iba de Astorga, las esperpénticas figuras de ven. Seguramente serán como los caba- guardia en el cercado y dejaron dentro a
acostumbrándose a leer el trazo inse- los camellos, flanqueadas por cuatro ji- llos, uno de ellos llevará la delantera y los camellos y a las tres acémilas para
guro de su hijo y a comprender pala- netes berberiscos, vestidos con turbante les hará de guía. Ese es al que hay que que se fueran acostumbrando los unos
bras y frases. Cuando los niños se iban y armados con alfanjes. ganarse. a los otros.
a dormir volvía a coger los cuadernos Cuando se hubieron acercado hasta Cuando Santiago se metió entre los Cayendo la noche le tocaba el turno de
de sus hijos y repasaba una y otra vez los arrieros, uno de los jinetes se apro- camellos, uno de ellos bajó la cabeza y guardia a Santiago, que decidió que sal-
las palabras, las sumas, las restas y los ximó a ellos y les dijo: le lanzó un gruñido amenazador. San- drían hacia Pola de Somiedo a la maña-
dictados que les hacía don Valerio. –Alá sea con vosotros. ¿Quién es San- tiago esperaba algo así, y sacó del pan- na siguiente, al alba. El Rubio, que era
–¿Para qué quieres aprender eso a tu tiago Rovaldo? talón unas cuantas plantas de cebada, a quien relevaba Santiago, se sorprendió
edad, Santiago? ¿De qué te servirá? – –Con Dios –dijo Santiago al infiel–. que ofreció al camello. El animal acep- de la decisión del capataz del encargo:
le preguntó Carmen con desdén–. Tú ya Yo soy Santiago. tó el regalo de Santiago y su siguien- –Santiago, ¿no es muy precipitado?
tienes tu oficio. El de tu padre, el de tu –Traemos los camellos de su Exce- te gruñido sonó casi cariñoso y tuvo un Los animales apenas se conocen entre
abuelo, el de tus antepasados... lencia el Sultán de El Cairo, Ibn al-Ma- efecto balsámico sobre el resto de los ellos.
–Para no ser una bestia de carga lik. Según os han dicho, debéis conducir- animales. –Esos camellos son muy mansos, y
toda mi vida. Y para cuando llegue el los a Pola de Somiedo –dijo el cabecilla –Tú serás el Jefe –dijo Santiago acari- las mulas se los miran con indiferen-
ferrocarril y los arrieros ya no sirva- de los moros en un castellano bastante ciándole el cuello–. Ahora vamos hacia cia. No nos darán problemas. Y cuanto
mos para nada. correcto, pero con un acento extraño. Castrillo, a ver cómo se acostumbran a antes empecemos, antes acabaremos –
–Los arrieros siempre serán nece- –En menos de doce días el Sultán nosotros y a las acémilas. De momen- sentenció Santiago–. Cuando te llegues
sarios, Santiago. Siempre ha sido así, y tendrá sus camellos en Pola de Somiedo to yo iré delante y vosotros dos vigilad a Castrillo avisa a Esteban, os quiero a
siempre será así. –dijo Santiago, con tono firme y seguro. que no se pierda ninguno de estos bichos los dos aquí una hora antes del amane-
–Ya no, Carmen, ya no. Tenemos los –Aquí tenéis la mitad del precio del larguiruchos. cer. Calculo que tardaremos quince días
días contados –sentenció cabizbajo. encargo. La otra mitad a la entrega, El camino hasta Castrillo fue lento, entre ir y volver, si no nos entretenemos
A la mañana siguiente partió bien como sabéis –el berberisco alargó una pero tranquilo. Los animales seguían al en Pola. Traed pertrechos suficientes.
temprano con las tres mulas, la Coja, la bolsa a Santiago. Jefe, que, a su vez, parecía encariñado –De acuerdo, Santiago. ¿Y tú? ¿No
Marciala y la Terca camino de Astorga Santiago sopesó la bolsa y asintió. El con Santiago. El paso por Murias de Re- dormirás?
en busca de los camellos. Cuando llegó berberisco retomó la palabra. chivaldo fue el momento más peligroso, –Seguramente dormiré aquí, al raso,
a la entrada norte se encontró con el –Eso es todo. Que Alá os acompañe con los chiquillos del pueblo corriendo me he traído una capa. Por cierto, avisa
Rubio y con Esteban, que habían ido con –se despidió el jinete. como un enjambre gritón alrededor de a Carmen de que me prepare los bár-
sus propias mulas. Pero no había rastro –Id con Dios –respondió Santiago. los camellos. Por suerte, los animales tulos para la travesía, por favor. Iré a
de los camellos. Estuvieron esperando Los cuatro infieles dieron media parecían mansos, o acostumbrados a li- casa cuando lleguéis vosotros, al alba.
un buen rato guarecidos bajo un fres- vuelta y emprendieron regreso al galo- diar con los niños y con sus chillidos. –Bien. Pues me voy a casa. ¡Descan-
no, mientas las mulas pastaban cuatro pe, dejando una estela de polvo en el Sea como fuere, atravesaron la aldea sa cuanto puedas! –se despidió alegre-
hierbajos que había por allí. El Rubio y camino que arrastraba el viento hasta sin mayor problema. mente el Rubio.
Esteban bromeaban y cantaban roman- hacerla desaparecer en unos pocos se- Poco antes de llegar a Castrillo, tras La noche transcurrió tranquila, aun-
ces picantes, y Santiago iba arrancando gundos. Los tres arrieros se quedaron un par de horas de travesía y con un que en ocasiones Santiago iba abrien-
las hierbas que había en derredor suyo, observando a los camellos, que estaban calor que empezaba a ser sofocante, do- do los ojos para echar un vistazo a los
nervioso. Miraba continuamente hacia aparentemente relajados, y se miraron blaron hacia el norte y al cabo de unos animales, que dormían tranquilos. Todo
donde se suponía que debían aparecer entre ellos: minutos llegaron al cercado de Arro- parecía llevar a la calma: la noche cla-
los camellos, hasta que poco después –¿Y ahora qué? –dijo Esteban–. yo Seco. Los camellos parecían sonreír, ra y estrellada, casi sin luna, los grillos

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lejanos, las siluetas de los animales y, sin encomendarse a Dios y a la Virgen puesta de sol, aunque fuera al paso. Con un par de gritos y chasquidos el
más allá, del monte bajo y de algún ár- de las Candelas. Tras un breve lapso de Al tercer día empezó la ascensión Rubio hizo que la Terca avivara el paso,
bol por aquí y por allá. Nada más. San- recogimiento, en el que pareció que el hacia el paso del Pelayu por una sen- y los camellos, que seguían estando
tiago se fue relajando y dejándose llevar sol no se atrevía a salir de detrás de las da cada vez más estrecha e incómoda, frescos, enseguida se acoplaron al rit-
hacia un sueño ligero y tranquilo. montañas, se pusieron en marcha hacia y fue cuando Santiago decidió encor- mo más fuerte que imponía la acémila.
Tal y como habían convenido, una el norte. «A tres leguas diarias», pen- dar a los camellos: los tres primeros, Santiago y Esteban hicieron lo propio,
hora antes del alba estaban Esteban y saba Santiago, «en siete jornadas esta- incluido el Jefe, irían tras la Terca y para evitar que de tarde les cayera un
el Rubio cargados y listos para la enco- remos en Pola, máximo siete jornadas con el Rubio; los cuatro siguientes, tras buen chubasco. Las bestias, aunque no
mienda. Santiago fue rápido a su casa, y media». Solo le preocupaba el temido la Coja y con Santiago; y los tres últi- iban ahogadas, empezaron a bufar por
cogió sus cosas, besó a Carmen y a los paso del Pelayu, un paso angosto por el mos, con la Marciala y Esteban. Así, lo empinado y difícil del camino. «Pues
niños sin despertarles y salió a paso li- que cuenta la leyenda que don Pelayo en tres pequeños grupos guiados por las lo peor está por llegar», pensaba San-
gero hacia el cercado donde estaban los se escabulló de los moros y les atacó experimentadas acémilas, comenzaron tiago.
animales. Empezaba a clarear y lo que por detrás, causándoles gran número de la ascensión hacia el paso con ritmo Debían quedar unas tres horas de
antes apenas eran sombras empezaban bajas y pudiendo iniciarse poco después tranquilo y bajo un sol casi veraniego, sol cuando empezaron a descender ha-
a ser siluetas cada vez más visibles. la conquista de la meseta. Ese paso, tan con pinta de estar concentrados pero cia Rioscuro. Habían estado yendo por
Cuando llegó al cercado los animales se estrecho que las mulas no podían pasar sin olvidar las bromas y las canciones la cresta de las montañas durante casi
estaban despertando y sus dos ayudan- con fardos muy grandes a los dos lados arrieras. Acababan de cruzar Villar de toda la subida, en un paraje rocoso pero
tes charlaban animadamente. Santiago de la grupa, era el camino más corto y Santiago hacia mediodía y empezaba lo desde el que se vislumbraban amplios
empezó enseguida a organizar el viaje: más seguro, nunca, en años, habían en- más duro de la ascensión, que les debía bosques de abetos mezclados con roque-
–Rubio, irás tú delante con la Terca. contrado salteadores en aquel paso. Por llevar cresteando hasta poco antes de dales y tarteras de piedra. En lo alto
Esteban, tú detrás con la Marciala; y eso iban frecuentemente por allí, por Rioscuro, donde empezaba el descenso soplaba un poniente húmedo y fresco
yo iré en medio con la Coja –empezó más que fuera peligroso, rocoso, impre- más vertiginoso por un lado de la mon- que no parecía afectar a los camellos,
a organizar Santiago–. Dejaremos de decible y abrupto. taña rocosa donde era casi imposible que seguían con su porte parsimonioso,
momento a los camellos sueltos, y que Las dos primeras jornadas de trave- que pasaran dos recuas en direcciones y Santiago no dio tregua a la caravana:
el Jefe vaya delante. Y cuando empe- sía transcurrieron con tranquilidad, los opuestas. Santiago pensaba en la tran- –Sigamos sin detenernos, a ver si lle-
cemos a subir, vemos si necesitan que animales no parecían ni interactuar ni quilidad que le produciría ver la iglesia gamos a Rioscuro en un par de horas.
guíen las mulas o siguen a su aire. ¿De molestarse entre ellos, como si cada de San Pelayo en Rioscuro, entraría a Mañana ya descansaremos.
acuerdo? uno supiera cuál era la función del otro. rezar diez padrenuestros en cuanto lle- El descenso por el paso del Pelayu
–De acuerdo, Santiago –dijo Este- Santiago y sus mozos estuvieron muy gara, fuera la hora que fuera. transcurría, hacia el norte, por la lade-
ban–. Estas bestias infieles parecen atentos viendo cómo se desenvolvían A medida que iban ascendiendo por ra este de la montaña, la única transi-
tranquilas, lo único que me preocupa es los camellos en las zonas más pedre- la cresta iban viendo, en el cielo, cómo table. Sin embargo, era un paso difícil,
cómo se moverán entre piedras y con gosas, y revisaban varias veces al día pasaban hileras de nubes como peque- un desfiladero con auténticos cortados
lluvia… sus pezuñas para ver si tenían llagas ños ejércitos que venían desde el oeste, que caían en picado más de cien metros,
–Eso es lo que nos preocupa a todos, o heridas. Pero a pesar de su aparen- de Galicia. Y aunque lo accidentado del hacia el Arroyo Negro cuyo cauce seco
muchacho –dijo con voz grave–. Rece- te debilidad en las patas se movían se- terreno empezaba a exigir a los arrie- se dibujaba al fondo, retorcido como el
mos para que el arrío salga como Dios guros y al final de la jornada no pare- ros toda su atención, Santiago empezó a trazo de un niño. La bajada era estre-
manda. cían cansados. Las dos primeras noches observar con preocupación los nubarro- cha, tanto como para que apenas cupie-
Bajaron los tres la cabeza y musi- durmieron al raso, los arrieros tenían nes cada vez más espesos y oscuros que ran los animales, y con muchas rocas
taron sus oraciones. Sin ser ninguno provisiones para casi todo el trayecto aparecían desde poniente. que obligaban a vigilar a cada paso para
de ellos especialmente supersticioso, a de ida y los animales iban encontrando –Rubio, arría fuerte que se acercan evitar que los animales se lastimaran,
nadie se le hubiera ocurrido empezar arroyos para beber y pastos suficientes, nubes –ordenó, seco–. No quiero proble- o aún peor, se despeñaran. A lo largo
una faena, y menos una faena difícil, y de ese modo avanzaban casi hasta la mas en la bajada a Rioscuro. de muchos años de oficio, Santiago ha-

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bía perdido dos animales en ese paso: ban que esperara unos minutos una vez del Concejo, donde había la fonda en la –¿Dónde está Santiago, Rubio? ¿Dón-
Torero, un asno muy fuerte y noble que hubiera él reemprendido la marcha. El que iban a dormir. El dueño de la fonda de está? –gritó, temiéndose lo peor.
se despeñó en uno de los recodos más camino no tenía pérdida, y de ese modo tenía un establo seguro a las afueras del –¿Qué dices, Esteban? ¿No lo has vis-
difíciles de la bajada, y la Delicada, que evitaba que la caída de un grupo gene- pueblo, así que era un buen sitio para to? –la cara del Rubio se torcía en una
se quebró una pata y a la que Santiago rara pánico en el resto de animales. recuperarse, tomar un buen puchero, mueca de infinito dolor, como si le es-
tuvo que sacrificar con su navaja, con Apenas había empezado a separarse el una jarra de vino y olvidar la jornada. tuvieran arrancando el alma de cuajo.
lágrimas en los ojos. Santiago no olvida- Rubio cuando la lluvia empezó a arre- Al llegar a la plaza le pareció ver –¡Noooooooooo!
ba a aquellos animales que perdieron la ciar, con unos goterones que casi hacían menos animales de los que esperaba. Esteban rompió a llorar abrazando al
vida por su culpa, y a veces deseaba que daño al caer sobre sus cabezas, hasta el Vio la silueta del Rubio, tan alto y fuer- Rubio, en medio de la plaza adoquina-
hubiera también un cielo como el de los extremo de que no se veía más allá de te, y solo había allí tres camellos y una da empapada de lluvia, junto al edificio
hombres para animales como los suyos veinte o treinta pasos. mula, la Terca. Fue corriendo hasta de piedra del Concejo. Lejos, a las afue-
que siempre le habían servido bien, no- –Venga, Esteban, que hemos salido donde estaba su compañero, que estaba ras del pueblo, empezaban a repicar las
bles a pesar de su humilde origen, tra- de otras peores –intentó animarle San- de espaldas, con el corazón saliéndosele campanas de la iglesia de San Pelayo.
bajadores y austeros, como él, como los tiago. por la boca: Eran las nueve de la noche.
maragatos. Nunca había tenido Santia- –No lo sé, Santiago, esto pinta mal.
go necesidad de azotarlos, y renegaba No sé cómo reaccionarán esos bichos.
de los arrieros que llevaban a sus bes- –No te preocupes, Esteban, no son di-
tias llenas de mataduras. Con buenas ferentes de las mulas. Solo tienen las
palabras, y a veces con gritos, los suyos patas un poco más largas… –bromeó
siempre habían respondido, sin necesi- Santiago.
dad de azotes, patadas ni malos tratos. –Dios te oiga, compadre. Alberto Merino Palomar (Barcelona, España, 1972). Es licenciado en De-
Cuando pasaban por una de las zo- –No dejes de rezar hasta llegar a recho y Económicas y autor de diversos artículos divulgativos sobre seguros en
nas más estrechas del desfiladero, con Rioscuro, Esteban. Él nos ayudará. la revista del Instituto de Actuarios Españoles, relatos cortos y poesía. Su relato
muchos metros hacia abajo en cortado La distancia que marcó Santiago «Rosa Parks» ha sido publicado en Cuentos para el Andén (España) y la revista
y con apenas unos cuantos pinos cre- entre los grupos y la lluvia torrencial Illustrati (Italia), y acaba de finalizar el libro de relatos de ficción histórica Rin-
ciendo casi horizontales en las paredes, que caía impedían que se vieran entre cones (inédito).
Santiago miró de nuevo al cielo y empe- ellos; el aguacero, además, amortigua-
zó a temer que les iba a llover, pero de ba cualquier ruido. Ni siquiera se oía el
verdad. Las nubes casi negras se iban sonido de los pasos de los animales de
acumulando encima de sus cabezas y cada grupo. Parecía que hubiera caído
mirando al este, ya no quedaba un pal- la noche, y la travesía se volvió para
mo azul en el cielo. Aunque ellos no po- todos ellos lenta, interminable.
dían notarlo porque estaban a sotaven- Ya anochecía cuando Esteban, el úl-
to, parecía que el aire era menos fuerte timo de los tres arrieros, consiguió al-
y las nubes se acumulaban lentamente. canzar las estribaciones de Rioseco. Al
Y cuando no habían pasado ni cinco mi- final, había resbalado más él que los
nutos empezaron a caer las primeras tres camellos que tenía a su cargo, y
gotas, gotas gruesas y frías que augura- aunque con miedo, preocupación y mu-
ban un aguacero de cuidado. chos nervios, los cuatro animales y él
Santiago decidió separar los tres gru- habían llegado sanos y salvos. Sonrien-
pos de animales por si pasaba algo. Pi- do, volvió a erguir el cuerpo a pesar de
dió al Rubio que se avanzara, y a Este- la lluvia y apretó el paso hacia la Plaza

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CREACIÓN

La bici de Pablito que a Pablito le


Gianfranco Martana1 producía ale-
gría –y en me-
dio del campo
le hacía com-
Pablito era el sepulturero del pueblo.
pañía como un
A punto de jubilarse, bajo y robusto, pa-
canto de ciga-
recía haber nacido para estar en equili-
rra–, pero para
brio al borde de las fosas. Negro por el
los demás pa-
sol que había absorbido y la tierra que
recía algo lú-
había removido, se iluminaba a través
gubre y susci-
de sus ojos azules claros y bondadosos.
taba animados
En el fondo de sus bolsillos siempre te-
conjuros.
nía granos de incienso, igual que otra
Había algo
gente guarda pastillas de jabón o ra-
peor, un ca-
mitas de lavanda en los armarios. Con
lumnioso chis-
todo lo que tenía que hacer, sus manos
me, en que si
solo acababan en los bolsillos cuando
apoyaba su bici
necesitaba pararse a pensar, y mien-
en la pared de
tras hacía sus razonamientos le daba una casa, esta
vueltas al incienso entre sus dedos. En- habría sufri-
tonces aquel olor intenso subía poco a do una pérdi-
poco desde los bolsillos al cuello de su da al cabo de
camisa, desde las yemas a las puntas seis meses.
de sus cuatro pelos, y al acercarse a él Después de al-
parecía que emanase diablura más que gunos falleci-
santidad. mientos sos-
Pablito viajaba entre su casa y el ce- pechosos, tres
menterio en una vieja y oxidada bici- paisanos de los
cleta cuyos tubulares estaban cubiertos más exaltados
de un número indeterminado de rosa- le esperaron fuera del camposanto: no pequeño contacto con su bici y se arries- le faltaban para jubilarse, deseando que
rios, pulseras y collarcitos con figuras les parecía buena idea hablarle dentro, gaba a que se secaran de la noche a la dejase de juguetear con los muertos, y
religiosas que él mismo cogía durante en medio de esas trampas mortales que mañana. Lo positivo era que nadie se se santiguaban incluso cuando lo veían
la exhumación de cadáveres sin fami- solo él conocía al dedillo, ya que esa la iba a robar, y de hecho iba a todas encorvado sobre la pala desterronando
lia, retirándolos de la séptima vértebra gente no se dejaba engañar por sus ojos partes sin cadena ni candado, como si la tierra de su campo. Sin embargo, a
cervical o de las falanges de las ma- claros y bondadosos. Pablito los escuchó viviese en el mejor de los mundos po- quienes le pedían cuentas de aquellos
nos. Una vez lavados y desinfectados, inclinando la cabeza, con sus manos en sibles, donde las personas confían las lúgubres adornos, les daba una expli-
aquellos modestos objetos estaban listos los bolsillos dando vueltas al incienso, y unas en las otras y las puertas nunca se cación muy razonable: los necesitaba
para adornar su bici y al mismo tiempo desde entonces se mantuvo lejos de las cierran con llave. para protegerse de los accidentes. Co-
para evitar su ruina, como un venda- paredes, conformándose con farolas, Casi todos pensaban que Pablito era ches que iban a velocidad desmesurada
je cubriendo una herida. A su paso, de semáforos y señales de tráfico; los ár- un loco, un blasfemo o un satánico. le rozaban continuamente haciéndole
la bici venía un tintineo de medallitas boles no, esos tampoco estaban bien: un Contaban los meses y las semanas que temblar, y aquel tintineo se volvía fre-

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CREACIÓN CREACIÓN

nético, como dientes castañeteando de cuerpo y alma del difunto. Y ya que no


miedo. ¡Cuantas historias se oían so- conseguía resignarse a la desgracia de
bre ciclistas atropellados por automo- su sobrino, de vez en cuando metía las
vilistas temerarios! Él mismo había manos en los bolsillos y daba vueltas al
enterrado a su sobrino más querido al incienso pensando en el malvado poder
que un borracho le había dado de lleno de aquellas estampitas hechas en serie
mientras pedaleaba hacia casa, y por y jamás tocadas por el dolor, que con
primera vez vaciló al borde de la fosa. suerte te salvan la vida pero no te im-
En la mente de Pablito, los objetos piden matar.
desenterrados correspondían a las imá-
genes de santos, vírgenes y jesucristos Notas
que esos mismos conductores pegaban (1) Traducido del (original) italiano por
al salpicadero y de hecho los arrollaban el autor con la colaboración de Marta
en eficacia por todos los años junto al Martín.

© Matthew Howard
Fuente: Flickr

Gianfranco Martana (Nápoles, Italia). Licenciado en Literatura Italiana y


doctorado en Filología Italiana. Se mudó al extranjero por incompatibilidad de ca-
racteres con Italia, primero a Brighton y luego a Valencia, en ambos casos porque
miran al mar. Con su obra Mammaliturchi! fue finalista del Premio Solinas, el Efímera vida de héroe jo de sus manos. Goyo no era de ame-
más prestigioso de guiones en Italia. Publicó la novela Un’opera di bene (Ellera, por Dante Edin Cuadra drentarse cuando de trabajar se trataba
2015) y unos treinta relatos en recopilaciones y revistas. Una amplia recopilación y podía ser carpidor, hachero, peón ga-
de sus relatos saldrá en otoño en la editorial Ensemble de Roma. Le encantaría nadero o lo que fuera. Al lado de su
tocar el piano y reparar objetos rotos, pero no tiene talento para ninguna de las Corría el año 1963 y, para la familia casa, doña Nacha tenía una huerta con
dos cosas. de Goyo y Nacha, la vida no se presen- lo necesario para la cocina y, además,
taba fácil en el interior de la norteña criaba gallinas para el consumo de car-
provincia del Chaco, en Argentina. Ha- ne y huevos, también patos y gansos e,
bían pasado los años gloriosos del cul- infaltablemente, algunos cabritos y cer-
tivo del algodón y el trabajo no era lo dos; estos últimos se engordaban para
que más abundaba. A pesar de la crisis las fiestas de fin de año y para tener
económica, ellos -que sabían de pesares una provisión de salamines, codeguines,
y sufrimientos- siempre se las arregla- morcillas, chicharrón, queso y grasa
ban para resistir la adversidad y llevar durante una temporada. El caballo era
el sustento al rancho que habían levan- el medio de transporte esencial en esa
tado con adobe y paja en un campo que vida rural del norte argentino, donde
no era propio. En la época de la cosecha unos pocos eran los dueños de los fun-
algodonera, siempre había alguna cha- dos y, muchos, los «sin tierras». Había
cra de la zona que demandaba el traba- años mejores y peores, a veces eran las

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CREACIÓN CREACIÓN

sequías, en ocasiones las inundaciones o reunían Goyo y su familia. Doña Nacha tenía un trabajo fijo, habló con su jefe niños, a veces se peleaban y hubo oca-
las plagas las que raleaban la oferta de tenía un carácter fuerte y había criado en la empresa donde se desempeñaba, siones en las que estuvieron más de dos
trabajo y, entonces, había que apechu- a sus hijos con disciplina y límites bien recomendándolo. En menos de un mes, semanas sin hablarse, pero la amistad
gar la situación de alguna manera. El marcados, aunque el Chino era su de- a Queco y Goyo se los veía ir juntos muy podía más y volvían a juntarse. El en-
monte del fisco, en situaciones extre- bilidad y, muchas veces, consentía sus temprano hacia el trabajo y, de tardeci- torno en el que vivían era de montes,
mas, era una alternativa para obtener travesuras. ta, volvían conversando sobre las anéc- pajonales y pastizales: el Chino era un
maderas y, con ellas, hacer postes, va- A siete kilómetros de allí, un gana- dotas y sucesos de la jornada laboral. «mariscador» por naturaleza. En el
rillas y leña que se ofrecían a circuns- dero de la zona -a quien Goyo le había Para entonces, el Chino y Daniel (el norte argentino, mariscar significa ca-
tanciales compradores. desmalezado el campo en varias opor- hijo menor de don Queco) tendrían unos zar: los niños lo hacían proveyéndose de
En ese contexto y en el último mes tunidades- decidió comprar una quin- nueve años y rápidamente construye- una honda o gomera que la transpor-
del año, bajo un calor agobiante, con ta, un sitio equivalente a cuatro man- ron una sólida amistad. El Chino era taban colgada al cuello y una infalta-
chubascos intermitentes, generosa hu- zanas que lindaba con la propiedad de de contextura pequeña, tez blanca con ble bolsita cargada de balines de barro
medad y enjambres de mosquitos, nació don Queco en cercanías de un pequeño algunas pecas, cabello rubio oscuro y endurecido que se colgaban del cinto o
su pequeño retoño. La partera, al re- poblado. Lo hizo a modo de inversión piernas arqueadas, característica here- de un hombro. El Chino tenía una ex-
cibirlo emocionada, soltó una frase que sin intenciones de afincarse en ese lu- dada de su madre, con quien guardaba celsa puntería con la honda, era casi in-
quedaría indeleble en la memoria de gar, ya que había vendido una partida un notable parecido. Era el séptimo hijo falible: en ese punto Daniel nunca pudo
aquella madre: «es hermoso tu chinito, de novillos y no quería tener ese dine- de su madre y el único de su padre, la igualarlo. Pájaros, conejos y lagartijas
mi querida», convirtiéndose inmediata- ro en su casa y, menos, depositarla en mayoría de sus hermanos ya eran adul- solían sucumbir ante la precisión de sus
mente en el apodo que el niño llevaría el banco ante la elevada inflación im- tos e independientes y varios de ellos hondazos. Muchas son las anécdotas que
para siempre en el entorno familiar, de perante en el país. Allí hizo construir residían en otras provincias, excepto quedaron de esas cacerías furtivas en
amigos y conocidos. una linda vivienda y, de inmediato, se una hermana que aún vivía con ellos. los montes y campos cercanos: la vaca
El Chino creció en ese ámbito de abocó a la búsqueda de un «casero» que Las casas en las que vivían el Chino y negra que los corrió, la serpiente que los
montes, de pequeñas chacras y campos mantuviese limpio el predio e, incluso, Daniel distaban unos ciento cincuen- persiguió, las avispas que los picaron y
ganaderos. Desde muy pequeño apren- usara la tierra para algún sembradío ta metros entre sí y se emplazaban en tantas otras aventuras que perduraron
dió a andar a caballo y a involucrarse o para criar animales menores. Este plena zona periurbana. Había espacio como recuerdos nostálgicos y picarescos
en las distintas faenas rurales, muchas hombre conocía la honradez de Goyo y suficiente, muchos árboles, semente- de épocas inigualables, en las que los lu-
veces acompañando a su padre. A prin- su familia, sabía que eran buena gente ras, huertas, flores, aves de corral, pe- gares, olores, sonidos, texturas e imá-
cipios de los años setenta, el cultivo del y, también, estaba al tanto de que no rros y hasta algunos equinos y vacunos genes formaban parte de experiencias
algodón iba desapareciendo de los cam- estaban viviendo una situación cómoda, que les permitían desplegar todo tipo de fascinantes que incorporaban a sus vi-
pos chaqueños, los cosecheros y peones de manera que les propuso mudarse a correrías infantiles. El Chino era el pe- vencias cotidianas. La libertad con que
empezaban a emigrar hacia las ciuda- esa casa, ofrecimiento que fue aceptado queñín de su hogar, el protegido de su se criaron fue inigualable y, a pesar de
des en búsqueda de algún trabajo y de sin demasiadas vacilaciones. Goyo era madre por ser el más chico y, también, que sus personalidades eran muy dife-
un futuro mejor para sus hijos. Goyo, un hombre sencillo, extremadamente de su padre por ser su único hijo. Su rentes, lograron hacer una buena dupla,
su esposa, una hija de ella de una pare- humilde, más bien callado y bonachón. carácter era indómito, muchas veces disfrutar momentos imborrables y vi-
ja anterior y el Chino veían que allí las Doña Nacha era una mujer conversa- transgresor, disponía de un gran sentido vir los años más felices de la infancia y
posibilidades de seguir adelante eran dora, buena cocinera y mejor ama de del humor y, a veces, era impredecible. la adolescencia.
cada vez más infructuosas. Pero el ca- casa. A don Queco y a su familia les Se llevaba muy bien con Daniel, aparte El fútbol era la pasión de ambos, de
pital social, es decir, las buenas rela- cayeron muy bien los nuevos vecinos. no había niños cerca y, por lo tanto, casi modo que una pelota nunca podía fal-
ciones con la gente, la honestidad, la Don Queco era un hombre muy sociable todas las tardes se juntaban en su casa tar en sus patios. Los dos eran hinchas
responsabilidad y el cumplimiento de la y no le resultó difícil entablar amistad o en la de su amigo para jugar a las de Boca Juniors y, por ese entonces, el
palabra empeñada, era una virtud que con Goyo, a tal punto que al ver que no figuritas, a las bolitas y, por supuesto, club había logrado grandes conquistas a
a la pelota. De hecho, como todos los nivel nacional e internacional, de ma-

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CREACIÓN

una abundante me- gos durante los recreos y, sobre todo,


rienda o un certero en las épocas de figuritas. En ocasio-
ataque a las plantas nes, era de meterse en líos: su natura-
de cítricos y caña de leza un tanto transgresora, a veces lo
azúcar que les per- impulsaba a proferir algunas palabras
mitía recuperar las de más, hacer un chiste inoportuno o
numerosas calorías cometer una travesura que lo ponía en
perdidas. En los dificultades con quienes no estaban dis-
cumpleaños del Chi- puestos a tolerar un ridículo o ver vul-
no, su mamá solía nerado su orgullo personal . Más de una
homenajearlo con vez Daniel tuvo que sacarlo de la esce-
una cena en la que na de conflicto, oficiar de guardaespal-
no faltaban el asa- das o salir en su defensa cuando lo veía
do, tortas, pastelitos en aprietos. Terminó, a duras penas,
y gaseosas, a la que el nivel primario y de ninguna mane-
asistían unos pocos ra quiso continuar estudiando, prefería
parientes y amigos limpiar alambrados, cortar leña, cose-
de la familia y en char algodón, carpir o hacer cualquier
la que, obligatoria- changa bajo el implacable sol del Cha-
mente y por expresa co que someterse a la vida estudiantil.
indicación del aga- Contrariamente, a Daniel le encantaba
sajado, Daniel debía estudiar y, de a poco, sus intereses, ac-
sentarse a su lado. tividades y compañías se fueron bifur-
Fueron años ex- cando. Unos años después, el Chino y su
traordinarios, irre- familia se fueron a vivir en el extremo
petibles, una especie opuesto del poblado y, con el tiempo,
de paraíso terrenal, Daniel y los suyos también se mudaron
de una inocencia tal al centro del pueblo. Por entonces, es-
que no eran cons- taban en plena adolescencia y, de tanto
cientes de las nece- en tanto, Daniel lo iba a visitar; pero ya
nera que todas las tardes se vestían de tos, se buscaban, armaban jugadas que sidades y carencias de sus hogares, de no era lo mismo, casi no tenían temas
futbolistas y jugaban imaginando que ya habían ensayado una y otra vez y, la ausencia de lujos y confort, ni tam- en común y el Chino se mostraba como
estaban en la «Bombonera» haciendo por lo general, el equipo contrario se poco de los abundantes remiendos de alguien sin demasiadas expectativas,
goles y deleitando a los seguidores. En llevaba una goleada que, tanto al Chi- sus ropas desgastadas. cual niño que se resistía a la adultez.
ocasiones invitaban a algunos compa- no como a Daniel, los ponía más que Al Chino no le gustaba estudiar, la Por momentos esa circunstancia le ge-
ñeros y amigos a la canchita que ellos felices. También practicaban natación, escuela les quedaba a un kilómetro de neraba tristeza a Daniel, pero a la vez
mismos acondicionaban en algún sector haciendo uso de las represas que don distancia y solían ir y volver juntos to- entendía que era la vida que su amigo
del campo, cuyos arcos construían con Queco mandó hacer para el abrevadero dos los días. Pero él iba porque lo obli- quería: el Chino prefería no autoexigir-
los troncos de árboles jóvenes que cor- de los animales. El Chino era hábil en gaban en su casa, su espíritu era de- se, tampoco le interesaba trascender
taban en el monte cercano y con cañas el agua, con Daniel solían competir en masiado libre para poder disfrutar de socialmente, ni le preocupaba el ascen-
que extraían de un tacuaral próximo. zambullidas, clavados y todo tipo de pi- una mañana entera dentro de las aulas. so económico; su felicidad era ser libre,
En esos partidos jugaban siempre jun- ruetas, luego de las cuales los esperaba Lo más grandioso para él eran los jue- manejar los tiempos a su antojo, vivir

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CREACIÓN CREACIÓN

naturalmente como lo hacían los seres de 1982 cuando regresó a su pueblo, que un avión y tampoco a un barco, todo del frío, el viento y la humedad se tor-
del monte que tanto conocía. Su capital al Chino lo habían llevado a la guerra le resultaba emocionante, olvidándose naba irresistible; las colinas de estepas
era su familia, su caballo y su bicicleta y que sus padres estaban muy angus- por momentos del motivo de su viaje. desoladas y los valles de turberas le
y, con eso, parecía tenerlo todo, un au- tiados. Qué increíble es la vida –pensó Sus comentarios, chistes y picardías lo- resultaban extraños; faltaban los calo-
téntico romántico de fines del siglo XX, Daniel-, si no hacía mucho tiempo que graban sacar más de una sonrisa a sus res y los árboles de su Chaco. ¿Aquí, en
un contemplador de su pequeño mundo, jugaban bajo el frondoso timbó o entre atemorizados compañeros de itinerario. estos peladales tendremos que luchar?
un bohemio a quien no le interesaba el los naranjos de la quinta. Tuvo una sen- Sus arengas se envalentonaban a me- -se preguntó-. No hay donde esconder-
arte, ni la filosofía. sación desagradable, un pesar profundo dida que se acercaban al objetivo final: se, ni manera de protegerse –pensó-.
Pero su tranquila vida de orilla pue- estremeció su cuerpo, casi un presagio «pobrecitos los ingleses, flor de julepe le Con las primeras instrucciones de los
blerina, de campos y de montes, esa li- al enterarse de la impactante noticia vamos a dar», «estos ingleses no saben superiores, empezó a comprender que
bertad que amaba y atesoraba, un día esa mañana y, de allí en más, estuvo con quiénes se meten, qué chicoteada les se encontraba en la situación más críti-
se vio interrumpida al recibir una carta siempre pendiente de cada informativo vamos a pegar», «los ingleses son unos ca de su vida, que lo que allí estaba por
en la que se lo convocaba al servicio mi- y de los reportes que sistemáticamente blanditos, lará lará lará» y tantos otros suceder no era un juego, aunque tampo-
litar obligatorio, por lo que no le quedó emitían las fuerzas armadas, al tiempo estribillos. co creía que sería el fin de sus días, pues
más remedio que viajar a la vecina pro- que rogaba no sucediera lo peor. El desembarco en Malvinas fue tran- a esa edad uno se cree invulnerable y
vincia de Corrientes para cumplir con Por su carácter impetuoso y su psi- quilo, las tropas británicas estaban en no se le da crédito a los peligros, ni a la
la conscripción. Daniel, en tanto, al ter- cología perspicaz, al Chino ni siquiera camino cruzando el Atlántico, pero aún misma muerte.
minar el secundario se fue del pueblo le desagradó la decisión del militar al lejos de las islas: las emociones y la Llegó el momento en el que los bata-
para seguir sus estudios universitarios enviarlo hacia los confines australes. adrenalina seguían altas; los jefes mili- llones y grupos de tierra debían distri-
en la ciudad capital del Chaco y, por Es más, disfrutó de aquel viaje, durante tares, en sus encendidos discursos, per- buirse en la isla Soledad. Los soldados
esa razón, solicitó una prórroga al ser- el cual hizo chistes y menoscabó una y suadían a los juveniles soldados de que ignoraban que allí sucederían las refrie-
vicio militar, la cual le fue concedida. otra vez a los ingleses. Seguramente, a los británicos no tenían chance alguna gas más violentas de la guerra: enfren-
Poco tiempo después, se desencadenó la sus dieciocho años, no tenía consciencia en la contienda y que serían rechaza- tamientos a distancia, luchas cuerpo
«guerra de Malvinas» entre Argentina de lo que significaba ir a una guerra e dos contundentemente ante el poderío a cuerpo, bombardeos aéreos y desde
y Reino Unido y, justamente, fueron los imaginaba que era un juego más, un terrestre, aéreo y naval de las tropas navíos apostados en el mar. La guerra
ejércitos de Corrientes los que aportaron desafío del que saldría indemne sin lu- argentinas. Los chicos de dieciocho y aún no comenzaba, pero la vida se po-
más soldados a la contienda. El grupo gar a dudas. Qué mejor se sentiría el diecinueve años que el gobierno de facto nía cada vez más hostil; hubo que ca-
de soldados, entre los que se encontra- pequeño mariscador calzándose la ropa envió a esa guerra, tenían escaso entre- var trincheras, sin descanso, en el suelo
ba el Chino, no iba a ser de la partida de monte, las botas y un fusil, pensando namiento militar, armas muy elemen- compacto y pedregoso; a poca profundi-
en esa guerra, solo estaban formados en -en su ingenuidad adolescente- que na- tales y obsoletas, ropas inadecuadas y dad el agua brotaba y se acumulaba en
un sector del batallón militar a modo die podría vulnerar su arrojo y valentía, ninguna adaptación al clima frío y hú- el fondo, los pies se mojaban, se hacía
de rutina con la orden estricta de man- ni la larga vida que tenía por delante. medo malvinense que, en otoño, suele difícil dormir y la comida era horrible e
tenerse en sus filas y en silencio. Pero Aquel viaje estuvo colmado de experien- tornarse cruel para estar a la intem- insuficiente; muchos compañeros eran
eso era pedirle demasiado al Chino: no cias nuevas para él, puesto que nunca se perie durante días y noches. La mayo- víctimas de gripe, asma, fiebre, tos y
acató el silencio y tampoco permane- había movido muy lejos de su entorno; ría de los muchachos provenían de las otros problemas respiratorios, a lo que
ció en la fila, situación que desagradó al la llegada a Buenos Aires por ruta te- provincias del norte argentino, donde el se sumaban los recurrentes malos tra-
militar a cargo, quien inmediatamente rrestre, el vuelo en avión hasta el sur clima es subtropical con excesivo calor tos de los jefes militares, incluyéndose
y con claras muestras de ofuscación, lo de la Patagonia y, luego, el traslado por durante gran parte del año, a veces as- rudos castigos para quienes no mostra-
condujo hasta la formación que sí iba a vía marítima hasta Puerto Argentino fixiante e insoportable por la elevada ban una actitud sumisa, en un contexto
desplazarse hasta las islas Malvinas. en las islas Malvinas configuraron un humedad. de total desinformación y un ambiente
Fue la madre de Daniel quien le dijo universo de sensaciones inimaginables. El clima malvinense empezaba a ca- de enorme ansiedad e incertidumbre.
a su hijo, en un fin de semana de abril Hasta entonces, nunca había subido a larle los huesos al Chino: la conjugación No faltaron casos de ataques de pánico,

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CREACIÓN

llantos y gritos desesperados pidiendo volver al continente. El


Chino, entonces, entendió que había que sacar fuerzas de donde
no había, que la situación, a la vez que ineludible, no era para
flojos. Como decían en su pago «había que hacer de tripa, cora-
zón» y, con esa convicción, volvió con énfasis a arengar a sus
compañeros, como lo hizo durante el largo viaje desde Corrien-
tes a las islas.
Una madrugada, mientras el sueño no venía durante la larga
y gélida vigilia, el Chino recordó que en cuarto grado la señorita
Mercedes les había proyectado unas diapositivas sobre las islas
Malvinas y que, con convicción, les explicó que eran argenti-
nas, que los ingleses las habían usurpado, pero que algún día el
país las iba a recuperar. Unas lágrimas calientes recorrieron
su rostro, mientras recordaba a sus padres, a sus amigos, a su
caballo y a su pueblo...
Su agrupación fue destinada a Goose Green (Pradera del
Ganso), cerca de Darwin en la isla Soledad, un lugar estraté-
gico donde se producirían durísimos enfrentamientos entre las
tropas argentinas y británicas. Él desconocía el panorama que
se presentaría en breve, siempre estuvo persuadido de que todo
saldría bien y que, de regreso a casa, podría volver a ver a sus
padres que tanto sufrían en el Chaco. Confiaba en su valor, en
su puntería y en ciertas premisas religiosas que había aprendi-
do en su hogar y en el catecismo, ya que su madre era una mu-
jer muy devota. En un principio la situación parecía estar bajo
control, pero llegaron días horribles en los que el frío se hacía
insoportable, la ropa y los calzados mojados resultaban morti-
ficantes, la comida no llegaba y las balas enemigas arreciaban
sin tregua. Había que estar atentos a la balacera de las ame-
tralladoras que venían desde distintos puntos del entorno, a los
cañones que con recurrencia descargaban su poder de fuego, a
los bombardeos desde los barcos que operaban en la costa y al
paso de los aviones que aparecían como relámpagos y lanzaban
sus bombas sobre las trincheras.
Muchas fueron las veces que el Chino se preguntó qué es-
taba haciendo allí, por qué siendo un chico debía estar en ese
infierno, mientras millares de militares entrenados para la
guerra estarían cómodos en sus hogares escuchando la radio,
viendo la televisión o leyendo el diario. El Chino no era un
muchacho miedoso o fácil de amedrentarse, al contrario, so-
lía traspasar ciertos umbrales de prudencia, tomando a veces
riesgos innecesarios; pero la guerra era otra cosa: hacía ya va-

69 | visorliteraria.com © Pablo Vega


Fuente: Flickr
CREACIÓN CREACIÓN

rios días que los británicos desembarca- con un nudo en la garganta gritó: «¡él seres más notables y honorables de la estar tan lejos de su tierra. Justamen-
ron en las islas y sus movimientos bé- no merecía terminar así, pagó un pre- República Argentina. Nunca pensó que te allí, en la ría, en un largo atardecer
licos no cejaban, cada vez estaban más cio demasiado alto por las malas deci- vería su busto en la plaza del pueblo, de verano se encontraba contemplando
próximos, su poderío armamentístico siones de los que no saben gobernar, lo ni su nombre en una calle en homenaje el paisaje de la playa gravillosa mode-
era notoriamente superior y, peor aún, llevaron al matadero injustamente, era patriótico y, tampoco, que su valentía lada por el ir y venir de las mareas.
cada día veía caer a muchos camara- un pibe como yo, qué sabría el Chino de sería inspiración de poetas cuyas estro- Fue entonces cuando vino a su mente el
das con quienes había compartido lar- la guerra!» fas perdurarían por los tiempos de los recuerdo del Chino y, allí, tomó cons-
gas charlas en las heladas trincheras. Terminado el conflicto bélico, la fa- tiempos. La vida es un misterio y las ciencia de que, increíblemente, otra vez
En las jornadas subsiguientes se libra- milia del Chino recibió un cajón vacío, circunstancias, a menudo, deparan vi- estaban uno frente al otro, en el mismo
ron cruentos combates aéreos y nava- una guardia militar durante el velato- vencias que conducen a interrogantes paralelo, como cuando jugaban allá en
les e, inevitablemente, se acercaba el rio, una bandera argentina y una carta que trastocan la existencia, llevando el Chaco: el Chino estaba ahora en las
momento en el que las tropas del reino de gratitud del ejército por tan alto ser- al ser humano a reflexiones profundas islas y Daniel en el continente, sepa-
desplegarían sus mayores ataques sobre vicio a la patria. Lejos de ser un con- ante la perplejidad de desconocer si de- rados -o tal vez unidos- por un retazo
los soldados argentinos guarnecidos en suelo, fue la escena final de una trama vienen de casualidades o causalidades. de mar esmeralda. Esta vez Daniel no
las húmedas y frías trincheras. Dolor, breve y siniestra de la que sus padres Poco tiempo después de graduarse en pudo contener la emoción, ¿vericuetos
confusión, desesperación, sangre y atro- nunca podrían reponerse. Nacha enfer- la universidad, Daniel tuvo como des- del destino? -se preguntó-. Levantó sus
cidad configuraron el escenario terro- mó poco tiempo después y falleció su- tino laboral la ciudad de Río Gallegos manos y las agitó en un interminable
rífico en el que balas, misiles, cohetes mida en la tristeza, la depresión y la en la Patagonia argentina. Allí, solía ir y sentido saludo, mientras algunas lá-
explosivos, bombardeos aéreos y ata- angustia. Goyo soportó el profundo e hasta el mar y, otras veces, hasta la grimas corrían por sus mejillas y gritó:
ques cuerpo a cuerpo transformaron el irreparable dolor con su acostumbrado ría con el solo fin de despejar su men- ¡hola Chino, otra vez vecinos, otra vez
lugar en el mismísimo infierno... ¡una silencio y una inconmensurable amar- te, observar esa naturaleza agreste y juntos amigo...!
verdadera e impiadosa carnicería entre gura. Ellos también, sin haber estado romper la melancolía que le generaba
fuerzas desiguales! en Malvinas, recibieron las descargas
El Chino se hallaba en una de las certeras de la guerra que desangraron
trincheras, donde los soldados tenían la sus corazones. Tuvieron que pasar die-
orden estricta de no salir de las mismas ciséis años para que el Estado argentino
para no quedar expuestos al fuego ad- declarara, por ley, «Héroes Nacionales»
versario, pero fiel a su estilo desafiante a los combatientes argentinos falleci- Dante Edin Cuadra (Argentina, 1964). Geógrafo, narrador de historias de
y transgresor decidió desplazarse de una dos en la guerra de las islas Malvinas. pueblos y poeta. Ganó el concurso de poesías sobre las Islas Malvinas organizado
trinchera a otra, al tiempo que profería Sin embargo, el Chino y todos los que por la Secretaría de la Juventud de la Municipalidad de Río Gallegos (Argentina)
gritos provocadores al adversario. En fueron a la contienda, se convirtieron en 2001. Publicó trabajos sobre toponimias y temas culturales en diferentes re-
esa circunstancia fue alcanzado vaya en héroes mucho antes, en el momento vistas de la especialidad. Recibió el «Premio al Mérito Geográfico», otorgado por
a saber por qué arma enemiga. No se mismo de emprender aquél viaje, que la Sociedad Argentina de Estudios Geográficos en el año 2007 por la obra Makallé:
supo nada más de él, los años pasaron y para muchos –desafortunadamente- no lucha y existencia de un pueblo chaqueño, editada por Moglia S.R.L., (Corrientes,
su cuerpo no pudo ser identificado, con- tendría regreso. Argentina). También fue condecorado por diversas instituciones de su país (Uni-
siderándoselo uno de los soldados «solo Por cierto, Daniel nunca imaginó du- versidad Nacional del Nordeste, Universidad Nacional de la Patagonia Austral,
conocidos por Dios». rante aquellos años radiantes de jue- Cámara de Diputados de la Provincia de Santa Cruz, Municipalidad de Makallé y
El triste aviso que a su amigo había gos, picardías y travesuras, que estaba Municipalidad de Machagai) en reconocimiento a su trayectoria y contribuciones
sido muerto en la guerra, le llegó a Da- compartiendo la infancia con un héroe al conocimiento y la cultura.
niel nuevamente por intermedio de su de su país, con alguien que -con solo
madre. Trago amargo si los hay, im- dieciocho años de vida sobre la faz de
potencia, bronca, indignación.... Daniel, esta Tierra- quedaría situado entre los

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CREACIÓN

che y el viejo reloj El cuervo esta noche se posó sobre


cuenta sus últimas mi vieja ventana y yo pude oír el lejano
horas en la habita- ruido de sus alas...
ción reine el silen- ¿Verdad que el cuervo bate sus gran-
cio? des y oscuras alas en silencio bajo el
Un gato estaba viejo y amarillento patio?
durmiendo bajo el Joven y desconocido señor, ¿verdad
alero y, cuando el que su rostro se cubre de dorado por las
muchacho estaba noches cuando cae la tarde? Quizás su
sacudiendo su pan- cabello sea azul entonces, joven y des-
talón en el patio, el conocido señor. O puede que sea de pla-
gato abrió uno de ta. De plata, ¿verdad?
sus ojos por curiosi- Yo vi cómo en mitad de la noche una
dad, se imaginó algo estrella brillaba apaciblemente al viejo
y luego se hizo el árbol en el patio… Y cómo el muchacho
dormido. El mucha- azul se posó bajo mi ventana. Y luego
cho no le hizo caso. él me asintió en silencio con la mano y
«Anda, hay un me sonrió…
chico por aquí», dijo Puede ser que esté soñando una lla-
la vieja casera des- nura. Y llevo puestos unos pantalones
de su sillita y se de color azul claro… ¿No llevo además
despertó. «¡Vaya un sombrero con una pluma?... De he-
sombrero!». El mu- cho, voy montado en una pequeña bici-
chacho estaba ca- cleta, con unos pantalones de color azul
minando pensativo claro… Y el muchacho, sí… Él también
y silenciosamen- va montado en una bicicleta muy pe-
te tarareaba algo y queña y va andando por los largos ca-
sonreía. Entonces minos de la llanura.
yo no era conscien- Puede ser que esté soñando una lla-
te de que él viviría nura, puede ser que esté escuchando pa-
El muchacho azul nunca reciben visitas. en nuestro pequeño, desierto y silente labras ajenas, desde lo lejano…
por Aleksandar Vutimski Yo siempre estoy solo. En mi habi- patio. El muchacho azul me habló esta no-
(traducción de Marco Vidal) tación solo hay un reloj y un espejo. Y che.
algunas minucias más. Por la noche, la ***
vieja alacena cruje y los retratos vis- ***
Aquel día, en el patio silente y desier- lumbran su alrededor silenciosamente Desde su llegada, el muchacho nun-
to, entró un muchacho. Llevaba unos desde su marco gastado y descolorido. ca salía de su habitación y yo con fre- Más allá de nuestro patio hay una ca-
pantalones anchos de color azul claro y «Hoy va a llover», comenta la vieja cuencia vislumbraba desde la lejanía su lle y casas, y más allá ciudades y más
un sombrero con una pluma. casera y se sienta junto a la ventana en rostro inmóvil y transparente tras la calles, y más casas, además de estacio-
Yo vivo aquí desde hace mucho tiem- una pequeña silla. Está atardeciendo. ventana de enfrente. nes.
po. Todos los vecinos del patio me son Las hojas de los árboles caen. … Cuando atardecía su rostro se cu- El mundo está allá afuera, más allá
ya conocidos. Son personas silenciosas y … ¿No os gusta que cuando cae la no- bría de dorado y se alejaba. de nuestro pequeño patio. Allá en la

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CREACIÓN CREACIÓN

tarde donde sobre el oscurecido alero de Entonces yo salté e iba andando solo ba siempre junto a la vieja ventana y usted llevaba unos pantalones anchos
los horizontes advienen las nubes. por el patio y los vientos rugían sobre la hablaba con el reloj y la lluvia? Puede de color azul claro y un sombrero con
«Va a llover, lejos, muy lejos, yo oigo chapa de los tejados. que, absorta en el atardecer, haya visto una pluma?
el ruido de las gotas que caen», le dice Puede que el muchacho azul nun- cómo se alejaba el rostro del muchacho Ay, ¿acaso a nadie le encanta que
la vieja casera a alguien y se aleja. En ca haya venido a nuestro pequeño pa- azul… cuando la habitación está a oscuras
realidad la vieja casera duerme en la tio. ¿No era acaso que su habitación al Joven y desconocido señor, usted vino todo permanezca en absoluto silencio y
esquina de la oscura habitación jun- amanecer estaba desierta? Ni siquiera a mi casa, justo a mi vieja ventana, solo que el viejo reloj cuente sus últimas ho-
to al espejo, y ella duerme en silencio tenía espejo, solo una silla llena de pol- una vez, y me saludó en silencio con la ras?… Por la noche me da la impresión
sin decir nada… Sí, realmente yo sentí vo y moho por las húmedas paredes… mano. Y me sonrió. Usted fue tan bueno de que el viejo reloj está muriéndose, y
ese lejano ruido de unas gotas cayendo. En nuestro patio no hay nadie. El pa- como para sonreírme en el crepúscu- que los árboles no viven ya, y entonces
Cuando el muchacho azul había salido tio en sí mismo no existe… Dios mío, ¿y lo, joven y desconocido señor… ¿No se todo se vuelve oscuro… Entonces todo
sin hacer ruido al patio y miraba con si voy donde la vieja casera? ¿Y si voy acuerda que cuando entró en nuestro está difunto y acabado… Para siempre.
sorpresa las nubes… Esta tarde esta- a su casa en silencio? Y le digo: «seño- patio nuestro gato le dio la espalda y
ba en silencio y cada vez se hacía más ra, ¿a que usted recuerda que aquí una
oscuro. Solo el gato alumbraba entero: vez vino un muchacho?… Un muchacho
plateado, grande, de patitas regordetas. azul vino aquí, señora, ¿acaso no lo re-
Y yo vi cómo el muchacho azul lo cogió cuerda?»
en sus brazos y lo abrazó apaciblemen-
te, y le daba besos… El muchacho era ***
azul, sí. Él hablaba mucho tiempo con Aleksandar Vutimski (Svoge, Bulgaria, 1919 – Surdulica, Serbia, 1943) fue
los árboles, y los tocaba con sus manos Los habitantes de nuestro patio, sin un poeta búlgaro del siglo XX. Casi toda su familia se vio afectada por la enfer-
y entonces el patio entero se ponía de embargo, son pobres. Ellos madrugan medad de la tuberculosis y siendo pequeño se muda a Sofía. Estudia Filología Clá-
color dorado, y las estrellas brillaban mucho, van hacia algún lugar, lue- sica en la Universidad de dicha ciudad. Es considerado uno de los poetas búlgaros
como si fueran grandes piedras brillan- go se vuelven al anochecer, solos, uno más significativos, pero menos conocidos. Se encuentra entre los primeros autores
tes posadas sobre el suave terciopelo de tras otro, cansados de sus días. Ningu- búlgaros en tratar la homosexualidad y la estética en su obra. No logró publicar
la ventana… De nuevo estaba dentro y no de ellos ha visto al muchacho azul… ningún manuscrito durante su corta vida aunque algunos de sus poemas fueron
sonreía sin sentido y yo me sentía muy ¿Acaso el rostro dorado de la ventana publicados en revistas literarias de la época como «zlatorog». Ha sido objeto de
mal por estar solo. Recuerdo que luego al atardecer no ha sido otra cosa que estudio de numerosos críticos literarios búlgaros. Su poesía, prosa, así como sus
me puse a llorar en silencio, totalmente delirios y locura? ensayos sobre estética y moral, han sido publicados en diversas ocasiones en Bul-
en silencio, pero en el patio entonces ya Los habitantes de nuestro patio son garia. Muere en 1943 en un sanatorio de Yugoslavia a la temprana edad de 24 años.
no quedaba nadie. pobres, sí. Una monótona realidad,
realmente dura, por desgracia. Y ajena
*** al encanto del extraño muchacho azul…
¿Pero por qué entonces ellos dicen que
¿Qué queréis que os diga? ¿Que es el muchacho azul es un patético deli-
algo imposible, que nunca ha existido?... rio?
El muchacho azul ya se ha ido. Yo lo Solo la vieja casera me mira con
vi en un sueño, en la madrugada apre- compasión cuando permanezco comple-
cié un rayo que perforó las llanuras, y tamente solo junto a la ventana espe-
también vi al muchacho azul, el cual rando a alguien.
se cayó y fuertemente y de repente se Puede que ella también recuerde al
golpeó hacia abajo… muchacho azul. ¿Verdad que ella esta-

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