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2022
Consejo Editorial:
Vega Pérez Carmena Editorial..................................................................................3
Noel Pérez Brey
Reseñas.................................................................................. 4
Imágenes:
Portada: Frank Henkemeyer Nafis y los pasadizos de colores. Alessandro Niccoli........5
https://www.flickr.com/photos/132334520@N03/ Al filo del mediodía. Goliarda Sapienza...............................6
Contraportada: Matoses/ Fuente: Flickr
Contenido: Tobias Naumann / Fuente: Flickr; Reseñas:
Volker Dliger / Fuente: Flickr; Ensayos: Travis / Fuente: Flickr; Crea- Ensayos.................................................................................. 8
ción: Tbolt Photography / Fuente: Flickr.
Contradicciones literarias: los polos de Jacques Rancière,
Diseño: por Pedro Narcob........................................................................9
Noel Pérez Brey La conspiración surrealista, por Matías Cravero............16
Borges, autor de Lolita o el arte de las atribuciones erró-
Esta revista se edita desde Illescas (Toledo - España) a través de la neas, por Bruno del Barro.......................................................23
siguiente dirección:
www.visorliteraria.com Creación.............................................................................. 29
Puede ponerse en contacto con nosotros en la siguiente dirección de Taxi girls, por Óscar Benítez................................................. 30
correo electrónico:
visorliteraria@gmail.com Cartografía del mar, por Javier Montiel Moreno..............37
Espirales, por Juan Manuel Chica Cruz.............................. 46
Postdata y Criaturas, por Alberto Martínez......................53
@ visorliteraria @ visorliteraria
El cuarto de la puerta verde, por Alejandra Ibarra
Chaoul...........................................................................................55
Cuarenta quince, por Santiago Eximeno........................... 63
Todos los textos e imágenes publicados en este número son propiedad
de sus respectivos autores. Queda, por tanto, prohibida la reproduc- Colaboraciones.................................................................68
ción total o parcial de los contenidos de esta publicación en cualquier
medio sin el consentimiento expreso de los mismos. Por otro lado, esta
publicación no se responsabiliza de las opiniones o comentarios ex-
presados por los autores en sus obras.
EDITORIAL
¡Feliz año nuevo! Por fin dejamos atrás 2021 y, aunque no entramos en el reciente año con
mejor pie, aquí seguimos, lo que no es poco dadas las circunstancias. Ojalá os encontréis
todos sanos y esta aciaga pandemia no os haya afectado de manera irremediable.
Y otra cosa —no tan seria— que se repite con el cambio de año son las listas de los gran-
des medios culturales: la de los mejores libros de 2021 y la de novedades indispensables de
2022. Pero, como bien sabéis, ninguna importa un carajo.
Leímos en algún periódico que, en España, se publican anualmente unos 10.000 libros de
creación literaria. Es decir, que, para seleccionar el mejor de esos títulos, el crítico de turno
debe leer más de 27 obras al día. Claro, como nos referimos a medios culturales de prestigio,
o reconocidos al menos, contarán con un equipo de expertos, pero aún así, y suponiendo
que se repartan el lote y ninguno revise una de las obras encargada a los demás, enfrentarse
a 10.000 libros parece una tarea casi imposible.
Por otro lado, entendemos que estos críticos también leerán los libros de sus amigos y
alguno de quien esté en disposición de acceder a su círculo y tomarse juntos un café. Por no
hablar de que a nadie le gusta, y menos a un medio importante, llevarse la correspondiente
somanta de palos por no atender en su lista al cupo correspondiente de paridad y diversi-
dad.
Re s e ñ a s
Esto sugiere que la criba previa ya está avanzada y la selección sugerida o impuesta por
aquellas editoriales o grupos con poder para hacerlo (todos sabemos quiénes son y qué me-
dio pertenece a cada cual), ergo, si no publicas con estos sellos, no aparecerás en las listas.
Y lo mismo ocurre con esas novedades imprescindibles para el año entrante. Si echáis un
ojo, veréis que solo se mencionan las novedades de los grandes grupos y editoriales. Apos-
tamos a que, ya en enero, y sin que se hayan publicado siquiera, acertáis qué libros leerán y
cuáles elegirán como los mejores de 2022 esos insignes críticos.
Por nuestra parte, a estas listas les hacemos el mismo caso que a la de Los 40 Principales
o al Premio Planeta. Seguro que estáis con nosotros: la única lista válida es la de los mejores
libros que cada cual haya leído este año.
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RESEÑAS RESEÑAS
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RESEÑAS
acercarnos al texto con humildad y respeto por en ese espejo roto que nos ofrece.
la autora. Para escucharla, para arroparla, para
no juzgarla ni imponerle nuestras ideas. Quizás, © Rode Classen
para encontrarnos, sin darnos cuenta, reflejados
E n s ay o s
ENSAYOS
cipios? Es cierto que ambos oponen a la que nuestro autor denomina el «principio de Esto produce otro de los desdoblamientos No hay sistema genérico sin jerarquía de
vieja mimesis de la palabra en acto un arte indiferencia», siendo esta la indiferencia de que sitúan a la literatura en un marco de ten- los géneros. Determinado por el tema re-
específico de escritura. Pero entonces es el sión. Y es que ¿en qué se funda la literatura? presentado, el género define modos espe-
la forma respecto al contenido. Mas ¿en qué
concepto de escritura el que se desdobla: cíficos de su representación. El principio
consistiría el principio de indiferencia?: en Rancière nos dirá que en «aquello que des-
puede ser palabra huérfana de todo cuerpo de genericidad implica entonces un tercer
capaz de conducirla o atestiguarla; puede no priorizar la cultivación de lo poéticamen- truye su concepto». Pero si el propio concep-
principio, que llamaremos principio de de-
ser, por el contrario, jeroglífico que lleva la te bello, sino centrarnos en plasmar la visión to de la literatura se cimenta sobre la ines- coro. El que ha elegido representar dioses
idea de escritura en su propio cuerpo. Y la que ha detonado la creación literaria. tabilidad definitoria de su área, ¿a qué nos en vez de burgueses, reyes en vez de pasto-
contradicción de la literatura bien podría No obstante, se arguye con frecuencia que vemos abocados? Rancière mismo nos dirá: res, y ha elegido un género de ficción ade-
ser la tensión entre estas dos escrituras» cuado, tiene que prestar a sus personajes,
la poesía es una forma particular del lengua- «La literatura tiene como fundamento
(Rancière, 2009, p. 21). acciones y discursos apropiados a su natu-
je, y que en cuanto tal, ha de atenerse a unas aquello que destruye su concepto, es decir
Tomemos esa «palabra huérfana» y ese «je- la literariedad. La escena de la escritura raleza, y por consiguiente al género de su
reglas que llevan siglos delimitándose.
no opone solamente la necesidad del prin- poema» (2009, p. 31).
roglífico» a los que se refiere Rancière. Según
«[El romanticismo] es la entrada de la poe- cipio simbólico a la libertad del principio
nos dice, tienen su origen en Voltaire (1694- Vemos aquí cómo poco a poco van sur-
sía y el arte en la era de su disolución. El de indiferencia. Es el concepto mismo de
1778), que postulaba uno de esos desdobla- principio de esta disolución es la incompa- giendo principios a los que las creaciones
escritura el que se desdobla en ella y se
mientos en los que la obra literaria se debate tibilidad de los dos principios organizado- convierte en escenario de la guerra de las literarias deben atenerse, y que pueden en-
entre su carácter de fenómeno único, esto es, res de la poética antirrepresentativa, el que escrituras» (2009, p. 117). trar en conflicto con los deseos del autor. El
de no representar nada más que a sí misma hace de la poesía un modo propio del len- principio del decoro exige que los persona-
guaje y el que decreta la indiferencia de la Interpretando esa literariedad como el
(palabra huérfana), y su carácter de jeroglí- jes se ciñan a lo que representan, aun en las
forma con respecto al tema representado. corpus escrito que a menudo tomamos como
fico, que se refiere a lo que, en palabras de sátiras; en ese sentido, la fidelidad obedece
Si la poesía y el arte son modos del lengua- característica de la literatura, habríamos de
nuestro autor, «se inscribe en su propio cuer- a la pretensión de gustar, fundamentada en
je y del pensamiento, no pueden conocer enunciar el conflicto como: ¿deberíamos te-
po», es decir, tiene una función representati- la representatividad de lo que se muestra. Y
el principio de indiferencia. El arte es un ner en cuenta la cualidad diferencial de la
va del contexto en el que se ha creado. lenguaje en tanto y en cuanto dice la rela- aun así, «precisamente porque tiene que gus-
obra, o el grado en el que se adecue a la teo-
Esta es una de las tensiones alrededor de ción necesaria de un pensamiento con su tarles a los hombres de bien la ficción tiene
ría del género literario al que pertenezca?
las cuales vive la literatura hoy en día. El va- objeto. Desaparece allí donde esa relación que respetar aquel principio que la acredita
La cuestión del género aquí es crucial. A
lor de una obra se acrecienta, y en buena me- es indiferente» (Rancière, 2009, p. 95). y la vuelve susceptible de gustar, es decir, el
menudo la pasamos por alto en el análisis de
dida llega hasta nuestros días debido a ello, principio del decoro» (Rancière, 2009, p. 32).
Como tal, la consideración de arte es de- una obra, como si fuese tan solo un instru-
en función de lo representativo que resulta Con todo, en la página siguiente, nuestro
pendiente del principio de representativi- mento para calificar o encuadrar esta. Y en
del contexto en el que se inscribe. Sin embar- autor nos advierte de no errar con el princi-
dad, y está sujeta al mismo. Aquí surgen las cierto sentido, también es así, pues como el
go, el peso que tiene tal contexto ha sido am- pio del decoro:
oposiciones que no son más que otra forma propio Rancière nos muestra, el género de
pliamente puesto en duda, y nos encontra-
de enunciar la ya expresada de la literatura una obra comporta unas reglas que esta se «No se trata de color local o de reproduc-
mos aquí con el eje de nuestro análisis: ¿ha ción fiel, sino de verosimilitud ficcional. Y
como producto del genio o como represen- ve abocada a respetar. Sin embargo, nuestro
de considerarse en la valoración de una obra en ella se superponen cuatro criterios de
tación del contexto. Ya al inicio de la obra autor va más allá y ve en esas reglas un deber
solo la idiosincrasia el genio creador, o ha de decoro: primero, la conformidad a la natu-
nuestro autor se nos adelanta y advierte: de adecuación que genera conflicto en esta
encuadrársela en su comunalidad? raleza de las pasiones humanas en general;
«Al primado de la ficción se opone el pri- dialéctica del desdoblamiento que acarrea la
Dicha comunalidad tiene múltiples es- luego la conformidad a los caracteres y a
mado del lenguaje. A su distribución en literatura, pues en sus propias palabras: las costumbres de determinado pueblo o
tratos de percepción. Es la forma del texto
géneros se opone el principio antigenérico «Una ficción pertenece a un género. Un gé- determinado personaje, tales como nos los
de unirse al lector, si bien Rancière plantea
de la igualdad de todos los temas represen- nero se define por el tema representado. El hacen conocer los buenos autores; luego
cómo de necesaria es dicha unión, o expre-
tados. Al principio de decoro se opone la tema ocupa un lugar en una escala de va- el acuerdo con la decencia y el gusto que
sado de otro modo, si esta debería ser una de indiferencia del estilo con respecto al tema lores que define la jerarquía de los géneros. convienen a nuestras costumbres; por últi-
las prioridades del autor, o por el contrario, representado. Al ideal de la palabra en acto El tema representado relaciona al género mo, la conformidad de las acciones y de las
debería centrarse en la faceta del produc- se opone al modelo de la escritura» (2009, con una de las modalidades fundamenta- palabras con la lógica misma de las accio-
to que le atañe solo a él. Esto nos lleva a lo p. 39). les del discurso: el elogio o la reprobación. nes y de los caracteres propios a un géne-
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ENSAYOS
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ENSAYOS ENSAYOS
Pedro Narcob (Sevilla, España, 1996). En 2018 se graduó en Psicología por la Universidad
de Sevilla e inició los estudios del Máster en Filosofía Teórica y Práctica de la UNED.
Desde 2011 hasta 2016 recibió formación literaria en la escuela de escritura creativa Casa To-
mada, en Sevilla, y en 2018 ganó el XII Premio de Relatos Cortos Ayuntamiento de Castellón.
Un año después publicó En vasos vacíos (2019), su primera obra ensayística. Con El mirlo que se
ahoga (2020), su debut en la novela, resultó finalista en el VI Premio Multiverso de Novela.
Fuente: c0ntracultura.wordpress.com/tag/surrealismo/
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ENSAYOS ENSAYOS
En 1917, Wilhelm Albert Wlodzimierz la transformación con la resemantización de cubren en una pluralidad de esferas experi- bord llamó sociedad del espectáculo a ese
Apolinary de Kostrowicki, más conocido ciertas tradiciones para nada caducas. mentales que revelan por fin el rostro autén- esquema inmunológico que trabaja a favor
como Apollinaire, escribió: tico de la modernidad —fase última a la que del capitalismo.
«Cuando el hombre quiso imitar la acción I-Ching y Surrealismo Nietzsche veía que se dirigía la evolución de Se trata entonces, para nosotros, los que
de andar, creó la rueda, que no se parece a las sociedades. En esta perspectiva, el arte respiramos juntos o conspiramos, de seguir
El Gran Libro Oracular tiene una dinámi-
una pierna. Del mismo modo ha creado, in- y la ciencia surgirían entonces como estas creciendo, de incrementarnos, incluso en el
ca surrealista, tanto en la construcción por
conscientemente, el surrealismo... Después formaciones soberanas, sobre las que Nietzs- marco de la sociedad del espectáculo.
sincronicidad de sus respuestas como en la
de todo, el escenario no se parece a la vida che decía que formaban el objeto de su con- ¿Pero cómo, de qué manera?
fibra simbólica de sus dictámenes e imáge-
que representa más que una rueda a una tra-sociología— el arte y la ciencia estable- El seis de la cuarta línea indica que «se
nes. Por lo tanto, se erige en una formidable
pierna». ciéndose en tanto que potencias dominantes, debe mantener el equilibrio y al mismo tiem-
herramienta de sabiduría, a la que vamos a
Para Apollinaire, el surrealismo era arte sobre las ruinas de las instituciones». po emprender grandes labores». Aquí debe-
preguntarle (bastante inspirados en Deleuze
fusión, una creación polifacética que venía a Podemos pensar entonces que un sacri- mos trabajar en grandes cuestiones, a través
y Guattari) lo siguiente: ¿Es el surrealismo
completar, a enriquecer e incluso a superar ficio de lo superior implica aquí sacar a la del desarrollo de una portentosa ecuanimi-
la clave para combinar exitosamente arte y
la realidad más despojada, más empírica y ciencia y al arte de sus respectivas torres dad, que de ningún modo tendría que homo-
ciencia, y promover desde allí una auténtica de cristal, dejar que la ciencia desborde las logarse con la excesiva cautela o el conser-
aplanada por las convenciones de peso, me-
y masiva revolución? universidades y laboratorios, permitir que el vadurismo. Se trata entonces de un equilibrio
dida y comercio.
La respuesta es el hexagrama 42: El Au- arte rebase los museos y librerías. Volcarlos a aguerrido, de un saber golpear y retroceder a
Don Quijote (1605-1615) se parece a un ca-
mento. las calles, luchar con ellos y a partir de ellos tiempo, para volver a golpear y avanzar, ora
ballero de los romances medievales como la
rueda se parece a una pierna. Y Alicia en el país Es decir, arte y ciencia bien pueden incre- en cada plaza, en cada vereda, en cada casa, por aquí, ora por allá, dislocando y enloque-
de las Maravillas (1865) y A través del espejo y lo mentarse o potenciarse mutuamente. en cada mercado, en cada cama. Interpelar ciendo al sistema inmunológico del capitalis-
que Alicia encontró ahí (1871) se parecen a los Abajo el trueno, arriba el viento. El I-Ching y crear junto a ellos, vehiculizados por ellos: mo.
libros infantiles clásicos, también, como la dice, según la exégesis de Wilhelm, que «un Arte y Ciencia, desplegando una miríada de Por último, el nueve en la sexta línea indi-
rueda se parece a una pierna. sacrificio de lo superior que tiene por efec- formaciones soberanas. ca que «si no sabemos trazar y sostener prolí-
Carroll, con Alicia, incorpora a la litera- to un incremento de lo inferior, se denomina Ahora bien, la segunda línea mutante in- ficos lazos de hermandad, de compañerismo,
tura lo alucinógeno de la existencia, mixtura Aumento». Entonces, el dictamen retruena: dica que «sin duda alguien lo incrementa. de camaradería, quedaremos aislados, sere-
vigilia y sueño. También trabaja con aguda «El Aumento. Es propicio emprender algo. Es Diez pares de tortugas no pueden oponerse mos duramente golpeados, y por lo tanto ha-
lucidez el absurdo, tal como antes lo hiciese propicio atravesar las grandes aguas». No es a ello. Una constante perseverancia trae ven- brá desventura». Es, sin duda, un fundamen-
Cervantes con Don Quijote, y luego lo haría tiempo de quietismos, de parálisis. tura. El rey lo presenta ante Dios». tal llamado de atención, para no incurrir en
Apollinaire con Las Once Mil Vergas. En el Antiedipo (1972), Deleuze y Guattari El seis de la segunda línea indica que: «No sectarismos, para no alimentar grupúsculos
Los tres autores antes mencionados inten- afirman: hay constelación de contratiempos capaz de que se rodean de una burbuja de «pureza» y
taban narrar un todo integrado. Sabedores «Una conspiración que conjuga el arte y la frenar el aumento». El fragmento donde se no son capaces de hallar o inventar equiva-
de la importancia que la locura, lo onírico y ciencia supone una ruptura de todas nues- habla de un rey que oficia de presentador lencias con otros, con muchos otros.
lo sexual tienen en nuestras existencias, no tras instituciones y un trastrocamiento to- ante Dios puede leerse así: la mutua poten- Vemos entonces que el Gran Libro Oracu-
se resignaban a reprimir esas esferas, para tal de los medios de producción... Si alguna ciación, el incremento, es tan constante y vi- lar parece decirnos que el surrealismo, si se
no «manchar» con ellas el texto literario, o la conspiración, según el deseo de Nietzsche, tal que se alcanza una suerte de corona regia hace y sostiene entre muchos, si nos pone a
vida misma. debía conjurar la ciencia y el arte con fines (en cuanto al logro espiritual) que permite vibrar en la franja del equilibrio, puede ser
La realidad total a la que aspiramos no- no menos sospechosos, la sociedad indus- conectar con el lado más íntimo de las leyes la llave que abra la puerta para la gran cons-
sotros se referencia en parte en aquellos es- trial parecería hacerla fracasar de antemano cósmicas que rigen el universo. Los contra- piración, aquella capaz de conjugar exitosa-
critores, pero también los desborda, en busca por la índole de puesta en escena que ofrece tiempos, en el caso de nuestra consulta, tie- mente arte y ciencia, hasta hacer estallar el
de articulaciones y confluencias que permi- de ellas, so pena de sufrir efectivamente lo nen que ver con la cooptación, con la puesta recubrimiento institucional del capitalismo,
tan aunar el populismo con el existencialis- que esta conspiración le reserva: el estallido en escena que aplica el sistema capitalista a hasta quebrar el espinazo de la estructura
mo, el arte con la ciencia, el amor con la ira, y de las estructuras institucionales que la re- toda conspiración revolucionaria. Guy De- económica que lo sostiene.
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ENSAYOS ENSAYOS
les modelan los cuerpos, al tiempo que son lecho se desintegra por el borde. Los perse-
modeladas por los cuerpos y sus vicisitudes verantes son aniquilados. Desventura». Aquí
biológicas. Reciprocidad, interdependencia, se nos está llamando la atención respecto a
sinergia, son algunas de nuestras banderas. peligros propios del contexto. No estamos en
¿Que el surrealismo ya expiró en tanto y en una situación favorable como para cometer
cuanto conspiración? Patrañas. El matrimo- el descuido de mantener inflexiblemente un
nio Dalí-Hollywood no agotó al surrealismo. punto de vista.
Sus rizomas, sus propuestas, siguen vigentes, Hay, sin duda, un tipo de conciliación es-
están activos y mutando, ahora, aquí… tratégica, que resulta mucho más eficaz a los
La imagen del hexagrama 58 afirma: «La- fines de la conspiración que la condena, el
gos que reposan uno sobre otro: la imagen de anatema, y la estigmatización de quienes en
lo sereno. Así el gran hombre se reúne con sus principio estarían «leyendo» la realidad des-
amigos para la discusión y la ejercitación». de otras perspectivas, lejanas e incluso riva-
No será, nos dice el I-Ching, a través del les en relación a las nuestras. Se trata enton-
dogma instalado y repetido, que vuestra ces de una conciliación en la que no cedemos
conspiración se incremente, sino a través de lo esencial, pero sí abrimos zonas de experi-
la discusión entre amigos, de la ejercitación, mentación, en la que los otros y nosotros po-
Fuente: Luz y artes que implica progresivos ajustes entre lo teo- demos interactuar sin jerarquías formales,
rizado y lo ejecutado. para volver luego a sacar conclusiones, y a
Por su parte, el hexagrama nuclear, lo que resemantizar posturas. Pienso por ejemplo,
puja por emerger y a veces nos empeñamos en la new age devenida ideología neoliberal.
en no ver, es ni más ni menos que La Desinte- Pues bien, sin negar su evidente instrumen-
gración: «La Desintegración. No es propicio talización dentro de la ideología hegemónica
Esta invitación a sumar otredades, a di- «Lo Sereno. Éxito. Es propicia la perseve-
ir a parte alguna». del capitalismo con epicentro en las finanzas,
versificar la conspiración, con claridad en- rancia».
Se trata, nos informa Wilhelm, de una también podríamos abrirnos a otros de sus
tronca en el llamado que lanza Boaventura Wilhelm afirma, al interpretar la senten-
época en la que avanzan los mezquinos. elementos constitutivos. Deberíamos mirar
de Sousa Santos a favor de las epistemologías cia, que la verdadera alegría se basa en la
Nosotros diríamos que se trata de una mejor, con más calma, algunos de sus com-
del sur. Los saberes colonizados, inferioriza- condición de que por dentro haya firmeza y
época en la que avanzan los barones de las ponentes, en especial aquellos que no logran
dos y condenados a morar en una suerte de fuerza, y en que estas cualidades, hacia afue-
finanzas, el neoliberalismo productor de in- ser plenamente cooptados por los anticuer-
trastienda de la historia. Deben ser recupe- ra, se presenten con suavidad y dulzura.
dividuos unidimensionales, desimbolizados, pos del sistema. Tal es el caso, entre otros, del
rados, estudiados y aplicados. Por ejemplo, Para nuestra consulta, la indicación pasa
tele configurados. Todo esto evidentemen- concepto de «plenitud». Las corrientes de la
el enfoque andino integrador, de quechuas y por perseverar con firmeza y fuerza en nues-
te no deberíamos negarlo o subestimarlo, autoayuda/couching más succionadas por la
aymaras, enfoque que supera la dualidad hu- tras ideas, para plasmarlas fuera, con tacto,
pero tampoco sobredimensionarlo o poner- lógica neoliberal, plantean que con positi-
manidad-naturaleza, tan cartesiana y fun- delicadeza, pero no por eso menos inten-
lo como excusa para justificar el adormeci- vidad, asertividad y autoconvencimiento, se
cional a los modos de organización y explo- sidad. Se trata aquí, qué duda cabe, de una
miento, y para avalar como única posibilidad, puede alcanzar la plenitud (que siempre es
tación de los trabajadores en el marco de la labor centrada en lo cultural. ¡Pero aten-
cierto estar en el mundo de talante abatido y una plenitud individual), y superar todos los
lógica capitalista: mercantilismo, taylorismo, ción! Como estamos «craneando» una cons-
fatalista. límites. Pero la realidad les devuelve, a quie-
fordismo, post-fordismo… piración surrealista, no podemos escindir la
El hexagrama nuclear nos exhorta a ser nes hechizados por ese discurso se embarcan
Ahora bien, las tres líneas mutantes origi- superestructura de la estructura. Nosotros
precavidos mas no timoratos, a ser realistas en la búsqueda de ese tipo de plenitud, du-
nan un hexagrama complementario, en este sabemos que hay que seguir armando el rom-
mas no pesimistas. Por eso sus líneas iman- ros, muy duros y estructurales golpes. En ese
caso, se trata del número 58, Lo Sereno. pecabezas, y que el marxismo encastra con el
tadas nos hablan… punto, cuando el individuo supuestamente
El dictamen es contundente: psicoanálisis, y las representaciones menta-
La segunda línea vibrante indica que «el auto-fundado está severamente golpeado,
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ENSAYOS ENSAYOS
frente al fármaco que lo llama a gritos, se para expulsar de nuestros cuerpos y mentes trabas para la activación de instrumentos más cuerpos, en cada nueva epidemia…
puede intentar desde nuestras trincheras y la perniciosa idea de un individuo completa- que permitan la toma colectivo-horizontal
en un primer movimiento, sacar a relucir lo mente autofundado y soberano, nos espera de decisiones importantes, fundamentales. Bibliografía
que prácticas como el yoga, en algunas de sus el poderoso carruaje de la historia para ayu- Sabiendo también, de antemano, que no hay Carroll, L. ([1865] 2008): Alicia en el país de las
vertientes más vinculadas a la meditación y darnos a llegar hasta el gran fruto todavía no sociedad compleja que sostenga por mucho maravillas. Madrid. Alianza.
al auto-conocimiento, tienen para decir: no comido: la superación del capitalismo en to- tiempo un estado de asamblea permanente. Carroll, L. ([1871] 2008): Alicia a través del espejo.
hay plenitud real sin límite. Y desde allí, des- das sus versiones. Desde la perspectiva de una realidad total, Madrid. Alianza.
de ese universo que sigue siendo new age pero A los mezquinos, los unidimensionales, a las fuerzas instituyentes deben saber cuándo Cervantes Saavedra, M. ([1605-1615] 1953): El
no tanto, avanzar hacia la alfabetización los cegados por el evangelio de la competen- y cómo cristalizar en formaciones capaces ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, 1 y
política, y en un segundo movimiento intro- cia incesante, se les derrumbará la casa. de operar como puestos de avanzada en te- 2. Zaragoza. Luis Vives.
ducir ideas como esta, que tanto le gustaba rritorio hostil. Apollinaire, G. ([1917] 2009): Las tetas de Tire-
repetir a Sartre: somos lo que hacemos con Repensando y renarrando Necesitamos una conspiración pensante, sias. Buenos Aires. Losada.
lo que otros hicieron de nosotros. Vale decir, una institucionalidad estratégica, y no un Deleuze, G. y Guattari, F. ([1972] 2012): El An-
Como bien señala Byung-Chul Han (2013),
no somos un mero apéndice estructural, no monstruo frío burocrático que se convierta tiedipo. Capitalismo y Esquizofrenia. Buenos
«en contraposición al cálculo, el pensamien- en un fin en sí mismo.
estamos completamente predefinidos por lo Aires. Paidós.
to no es transparente para sí mismo. El pen- O inventamos o erramos, decía Simón Ro-
que otros (mercado, familia, escuela, televi- De Sousa Santos, B. (2009) Una epistemología
samiento no sigue rutas previsibles, sino que dríguez.
sión, redes informáticas, modas, etc.) hicie- del Sur. Capítulo 4. Más allá del pensamien-
se entrega a lo abierto… la negatividad del El camino, como nos lo mostró el I-Ching,
ron de nosotros. Queda un margen, una zona to abismal: de las líneas globales a una ecología
de libertad (donde lo individual es consus- hacerse otro es constitutiva para el pensa- no será plano ni estará libre de obstáculos. de saberes. 1a ed. – Buenos Aires: Consejo
tancial a lo colectivo) que debe ser conquis- miento». Tendremos avances y retrocesos, deberemos Latinoamericano de Ciencias Sociales –
tada a través de la lucha, de muchas luchas El cálculo cuenta, pero no narra. El pen- aprender a leer los trazos en zigzag de la his- CLACSO; Siglo XXI Editores
que tienen que conectarse e incrementarse samiento es el que puede ahondarse en sen- toria para lograr que nuestras olas vayan ga- Han, Byung-Chul (2013): La sociedad de la trans-
para no ser meramente testimoniales, para tidos, y por eso la conspiración surrealista, nando más playa, en cada nueva embestida, parencia. Barcelona. Herder.
poder devenir hegemónicas. como llave para una conjunción revolucio-
La cuarta línea vibrante indica que «el naria entre ciencia y arte, debe tener muy en
lecho se desintegra hasta la piel. Desventu- claro que no hay que temerle, jamás, al flujo
ra». Aquí la adversidad se nos hace carne. El constante de pensamiento y narración. Esto,
biopoder neoliberal nos coloniza, y hace de por supuesto, no debe ser sinónimo de fobia
nuestro absurdo deseo de superar todo lími- a todo tipo de institucionalidad. Porque na-
te, carne de cañón para la industria farma- die con una formación política básica puede Matías Cravero (Córdoba, Argentina, 1976). Profesor de Historia, narrador y poeta. Vivió
desconocer, a esta altura de la historia, que durante muchos años en Ushuaia, Tierra del Fuego, y actualmente reside en la provincia de
céutica. Como bien diría Jorge Alemán: anti-
las revoluciones/transformaciones nunca se Entre Ríos, en la costa del Río Uruguay. A través de diferentes editoriales cartoneras, publicó
depresivos para los deprimidos por no haber
dan a todo o nada ni de la noche a la maña- varios libros: el volumen de relatos Cuentos para Odiar al neoliberalismo (Kiltra Cartonera, Chile,
logrado alcanzar el «éxito» o por haberlo
na. Siempre hay coexistencias, a veces armó- y Klóketen Tintea, Argentina), y el poemario Otras Balas (Olga Cartonera, Chile). En 2012 pu-
alcanzado para comprobar que una vez allí
nicas y otras conflictivas, entre lo viejo y lo blicó el libro de relatos Ushuaia me calienta, de gran repercusión en la Patagonia argentina. A
soplaba un viento gélido que les escarchaba
nuevo. partir de uno de los cuentos de ese libro, se filmó un cortometraje titulado La Búsqueda (www.
el corazón. Ansiolíticos para los ansiosos que
youtube.com/watch?v=tWoqbbMOmQk&t=5s). En 2015 se publicó en México su novela ex-
muy temblorosos brotan hacia una gran va- Por lo tanto, en momentos de avance de
perimental, Devenir. En 2018 vio la luz una novela corta con rasgos de ciencia ficción, titulada
riedad de fobias y manías. lo nuevo revolucionario, sería de una nece-
Delincuentes del amor.
La sexta línea vibrante indica que «hay un dad proverbial, no plantar algunos mojones
gran fruto todavía no comido. El gran hom- institucionales, tratando por supuesto de
bre obtiene un carruaje. Al vulgar se le des- no replicar o copiar aquellos modelos insti-
integra la casa». A quienes luchemos juntos tucionales de rígidas jerarquías y múltiples
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ENSAYOS
apolítico, solipcista y posiblemente nihilis- Ocurre que dentro de esa obra de temática se sintió libre de parodiarlos), escribiendo —ambos candidatos en 1965—, compete al
ta estoico, indiferente a las aventuras de la superficial y lateralmente pornográfica para sin parar, y experimentando con todo: el ex- periodismo, a la sección cultura o espectá-
carne frente a las del pensamiento; llegue el lector que es Lolita, el escriba escondió sus presionismo alemán, la farsa, el humor negro culos).
a escribir una modernidad semejante como personales y esotéricos juegos verbales, esas (Rey, dama, valet), la dramaturgia, el absurdo
Lolita (la imagen que dejó en nosotros Lolita), inocentes aliteraciones y retruécanos que kafkiano (Invitado a una decapitación), la dudo- Notas
es una verdadera proeza; un Pierre Menard son la ambrosía del esteta, indiferente a las sa autobiografía (Habla, memoria), etc. (1) Nabokov, Lolita y Borges. www.proceso.
escribiendo el Quijote, o mejor: un Cervantes consideraciones morales o metafísicas, aun- Al igual que Borges (La superstición ética del com.mx/180883/naboko-lolita-y-borges.
o un Balzac o un Goethe escribiendo Lolita. que sí quizás inclinado a la belleza alegórica, lector), Nabokov «no vacila en señalar tropie- (2) «En torno a Homero todo es misterioso,
propia del clasicismo (Humbert-Humbert, la zos y fallas de Cervantes, pero precisamente para algunos tan legendario y mitológico
El arte de las atribuciones erróneas vieja Europa, corrompida por la inocencia para resaltar los valores de la historia de don como el mismo Aquiles o cualquier otro de
americana, Lolita) —dialéctica esbozada en Quijote y Sancho»3. sus héroes. Misterioso el nombre que no se
Borges concluye en Pierre Menard, autor
Henry James, personificada en los vitalis- «Su obra Pálido Fuego (1962), consta de 999 deja arrancar su secreto etimológico: ¿cie-
del Quijote: «Menard (acaso sin quererlo) ha
tas renovadores del inglés Emerson o Whit- versos póstumos de un autor imaginario go? ¿acompañante? ¿huésped? ¿consejero?
enriquecido mediante una técnica nueva el
man—. («gloria de las letras norteamericanas»), un
arte detenido y rudimentario de la lectura: la ¿compilador? ¿rehén? o ¿simple nombre
Nabokov jugó tejiendo laberintos de pa- prefacio a esta obra, un enorme corpus de
técnica del anacronismo deliberado y de las notas con la exégesis de ese autor y su poe-
propio?... desconocida la estirpe, disputada
labras que sonaban a música solo para sus la patria, incierto el tiempo; ninguna noticia
atribuciones erróneas. Esa técnica de apli- sía, y un índice comentado por alguien pri-
oídos o para unos pocos oídos, mientras la segura sobre su personalidad», Estudio preli-
cación infinita nos insta a recorrer la Odisea meramente objetivo, luego, chiflado y nada
juventud norteamericana bailaba frenética confiable. Una metaficción poioumenon, en minar a La Odisea: Francesc L. Cardona (cate-
como si fuera posterior a la Eneida y el libro
el rock and roll y se sentía rebelde solo por ha- donde la historia se limita a ser la historia del drático de Historia).
Le jardín du Centaure de Madame Henri Bache-
cer enojar a sus padres, profesores y tutores; proceso de creación de la historia misma. (3) Curso sobre el Quijote. www.lecturalia.
lier como si fuera de Madame Henri Bache-
en este mismo orden, quedó seducida por En otra, La verdadera vida de Sebastian Knight
lier. Esa técnica puebla de aventura los libros com/libro/18787/curso-sobre-el-quijote.
el prestigio que otorga la censura en Lolita, (1941), un narrador trata de reconstruir la
más calmosos. Atribuir a Louis Ferdinand (4) 5 libros para conocer a Nabokov. www.
vida de su hermano, un escritor (imagina-
como en Henry Miller. lanacion.com.ar/opinion/5-libros-para-co-
Céline o a James Joyce la Imitación de Cristo rio), para refutar una biografía del mismo
¿no es una suficiente renovación de esos te- En aquel emblemático comienzo: «Lolita, que considera falaz, y de paso relatarnos nocer-a-nabokov-nid1915978.
nues avisos espirituales?» light of my life, fire of my loins. My sin, my largamente las novelas supuestamente
soul. Lo-lee-ta», poético en su idioma ori- compuestas por aquel hombre»4. Bibliografía
Recordemos que la historia de la litera-
ginal, vemos a un esteta fascinado única-
tura, como la de la religión, se basa en atri- mente con la pronunciación exótica —para En ambas se habla con toda seriedad de Biografía y reseña de todas las obras de Na-
buciones de autoría posteriores, que natu- el inglés— de un nombre (pero que en su autores que uno puede llegar a considerar bokov. www.lecturalia.com/autor/2513/
ralizamos; no estamos seguros de la autoría traducción castellana perdemos, deján- reales —o aún más: necesarios, verosímiles, vladimir-nabokov.
de Homero, ni siquiera de que si este se trata donos únicamente lo patético: «Lolita, luz que pueden simbolizar a muchos o a todos los Nabokov y su odio por otros escritores. www.
de un nombre propio o una cualidad de un de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado escritores—, de sus obras heterogéneas, de culturacolectiva.com/letras/nabokov-y-
mío, alma mía. Lo-li-ta».
hombre (ciego)2; tampoco de que el vulgar las interpretaciones infinitas de esas obras y su-odio-por-otros-escritores.
actor de Stratford William Shakespeare sea Una rápida mención de dos obras de Na- de sus mentirosas biografías; en fin, de textos Cuando Nabokov criticó a Dostoyevski. www.
el autor de todas las obras con la firma Saks- bokov, novelas que bien podría haber hecho que hablan de otros textos, de la imposibili- blogs.elespectador.com/cultura/el-maga-
pere (deletreo original); hubo dos segundas —o imaginado, o reseñado imaginariamen- dad de la reconstrucción fiel de la realidad, y zin/cuando-nabokov-critico-a-dostoie-
partes del Quijote, la segunda auténtica, ins- te— Borges, que por pudor, pereza o modes- de que al fin y al cabo todas esas realidades vski.
pirada en la fraudulenta; de lo que pensaban tia, no hizo lo que Nabokov no reprimió, a pe- construidas no son más que otras literaturas. Cercanos y distantes: Jorge Luis Borges
o decían Sócrates, Buda o Jesús, que nunca sar de ser quien era (Borges sabía que obras (Otras cuestiones circunstanciales, como y Vladímir Nabokov. www.academia.
escribieron nada, tenemos testimonios de desproporcionadas, desprolijas y psicológi- que nacieron el mismo año, es asunto de edu/875444/cercanos-y-distantes-jor-
terceros, algunos muy posteriores a su exis- cas tenían su valor, como en Dostoyevski o astrología o efemérides; la información de ge-luis-borges-y-vladimir-nabokov.
tencia supuesta. Faulkner; Nabokov, que llegó a criticarlos, que merecieron el nobel y no lo obtuvieron Borges y Nabokov Contra el Psicoanalisis. ca-
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ENSAYOS
retas.pe/cultura/borges-y-nabokov-con- ges-and-nabokov-almost-won-the-1965-
tra-el-psicoanalisis. nobel-prize.
Borges and Nabokov Almost Won the 1965
Nobel Prize. electricliterature.com/bor-
Bruno del Barro (Rosario, Argentina, 1988). Estudió Antropología, Comunicación y Pe-
riodismo. Dibujante, ensayista y cuentista en «El Vecino» de Rosario, donde ha escrito más de
100 artículos hasta la fecha, tanto en formato papel como digital. En 2013 recibe su tecnicatu-
ra en Periodismo y Comunicación, y comienza su programa radial Radio Cromosomos.
Entre 2014 y 2015 realiza el postítulo y licenciatura en Comunicación y Periodismo en la Uni-
versidad Nacional de Rosario. Es premiado por el mejor documental radial del año 2015.
En 2019 es seleccionado su ensayo literario El lenguaje de la ausencia y la mirada del Otro
en el certamen de Narrativa «La Masa Literaria» (México) para formar parte de su primer nú-
mero junto a autores contemporáneos de América (Cuba, Honduras, Guatemala, Colombia,
Uruguay, Chile, Argentina, México, EE.UU.) y Europa (España, Italia, Suecia, Bulgaria) en los
géneros cuento, ensayo y poesía.
Página Web personal de ensayos literarios: perrosverdes.com.
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CREACIÓN
© Friedhelm Hofstetter
Fuente: Flickr
Creación
Taxi girls con carta ecológica». Es decir, que el local
por Óscar Benítez carecía de aire acondicionado y sus platos,
de sabor. La parte positiva fue que a mi mu-
jer y a mí nos tocó sentarnos junto a mi cuña-
La idea de pasar el sábado celebrando el do, Pedro, con el que me llevo muy bien. Su
cumpleaños de mi suegro en un chiringuito carácter modesto y su mirada comprensiva
de Mataró no me parecía precisamente ape- con los defectos ajenos me lo convierten en
tecible. Si a ello le añadimos que a la fiesta se alguien muy simpático. Mi cuñada lo odiaba
había sumado en el último momento la parte por esos mismos rasgos, que juzgaba hijos de
de su familia originaria de Andalucía —a la un carácter pusilánime. Tanto es así, que con
que no conocía, pero de la que siempre había el tiempo acabó abandonándolo. Y es que al-
oído echar pestes—, la cita no podía pintar gunos actúan con sus parejas como la Justi-
peor. Pese a ello, la invitación de mis sue- cia con los presos, liberando solo a los que
gros, imperativa como una citación judicial, demuestran buena conducta.
no admitía un no por respuesta. Aquel día estuvimos hablando de películas
Nos encontramos en un restaurante a pie de superhéroes, que últimamente sirven para
de playa que había elegido mi cuñada. El conversar con cualquier congénere masculi-
lugar se definía en su página web como un no. Es una suerte, porque cuando el como-
«chiringuito de arquitectura bioclimática dín era el fútbol —deporte que despreciaba
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CREACIÓN CREACIÓN
y del que lo ignoraba todo— intuía que mis zas de mi suegro se lanzó a comentar las no- un meteorito de vulgaridad estrellado en la sonrosada y pelo teñido de color pelo teñido.
interlocutores siempre acababan formándo- ticias del corazón. El cambio de tercio fue un arena. Dada la media de edad de la comiti- Su indumentaria respondía punto por punto
se de mí el mismo y delicado concepto: «Este éxito: todos la escuchaban con esa atención va —dos de cuyos integrantes iban en silla de al canon del pijo ortodoxo: polo, pantalones
es maricón». intensa que se presta a las cosas sin ningún ruedas—, tardamos una eternidad en llegar. de pinzas y jersey anudado sobre los hom-
interés. Me sorprendió, no obstante, el enor- Al hacerlo, nos pasamos otra buscando sillas bros. Irónicamente, si uno le observaba con
Por desgracia, aquella grata conversación me candor con el que Mari —que así se lla- y juntando mesas —esa gran coreografía es- detenimiento, advertía que sus prendas no
pronto se vio interrumpida. Mi cuñada, que maba—abordaba aquellos asuntos: pañola—. Para colmo, el lugar no era tan an- eran de marcas selectas, sino que parecían
hasta ese momento no había despegado la —A Paquirrín y su novia se les ve súper fe- tiguo o cutre como para tener encanto. Por adquiridas en un mercadillo de extrarradio.
mirada del móvil, rompió su silencio para lices juntos. ¡Es que te los comes!. un instante me hice ilusiones con un cartel Aquel pijerío de hojalata no era el único
comentar con sarcasmo la muerte de un co- Su aspecto también resultaba chocante: a de Frigo descolorido, pero al acercarme des- indicio que delataba su doblez. Me explico:
nocido banquero: pesar de su avanzada edad y un rostro millo- cubrí que solo databa de dos veranos atrás. en ese momento, estaba dando cuenta de un
—Ya, claro, suicidado. Y qué más. A este se nario en arrugas, vestía con ropa de lo más Una vez sentados, y después de unos timo- escandalo sexual reciente que implicaba a
lo han cepillado los de arriba. vocinglera, como de muñeca para preado- ratos refrescos, alguien se atrevió a pedirse estrellas del fútbol con menores. La cuestión
Siempre me ha sorprendido la facilidad de lescentes. Su ultima adquisición habían sido un gin-tonic y el resto de la mesa lo siguió en es que, pese a que remarcaba una y otra vez
la gente para detectar conspiraciones en to- unas gafas color fucsia, muy celebradas por tropel. Aunque no parecía el mejor momento la inmoralidad de los implicados, su tenaz in-
das partes. Lo descubrí al trabajar en un bar. sus familiares. Estos la trataban con un ca- para beber alcohol —todos habíamos comi- terés por ciertos detalles del asunto era más
Los parroquianos solían proferir un chas- riño e indulgencia extraordinarios, como si do demasiado y algunos luego debían tomar que notable:
quido escéptico ante cualquier noticia que fuese una niña de siete años aquejada de una el coche—, a partir de los cuarenta nadie —¡Qué vergüenza! ¿Cómo han podido
leían en el periódico, tras la que adivinaban enfermedad terminal. Muy distinta era la re- desperdicia una ocasión de emborracharse acostarse con ellas? Si eran unas crías. En la
siniestros complots gubernamentales. Por el acción que provocaba en mi hijo Martín, de sin coste social. Así, en cuanto el camare- tele han mostrado a las niñas y casi no tenían
contrario, ese recelo se esfumaba al llegar al cuatro años, al que aterrorizaban los arru- ro sirvió las copas, los circunstantes se las pechos. Tan solo unos bultitos.
horóscopo, única sección del diario en la que macos de aquella anciana que recordaba po- echaron al coleto con la avidez del que ingie- Acto seguido, sin solución de continuidad,
creían a pies juntillas —sin duda, la falta de derosamente a E.T. travestido. re un antídoto. pasó a despotricar de la clase política, de la
espíritu crítico es preocupante, pero la inge- El resto de la comida discurrió sin estri- En el caso de mi cuñado, la copa de ba- que, como en toda purga de sobremesa, no se
nuidad resabiada es mucho peor—. dencias, entre comentarios banales y platos lón que sostenía en las manos no le tornó salvaba nadie: «Todos corruptos. ¡Todos!». No
Estuve tentado de poner en tela de juicio el de la misma índole. Era uno de esos trámites más extrovertido, y enseguida desconectó obstante, al poco retomó el asunto de las me-
sibilino magnicidio destapado por mi cuña- sociales en los que dilapidamos sin mucha del mundo. Su actitud no me era desconoci- nores, ahora con el pretexto del papel des-
da, que me parecía poco verosímil. Pero no lo conciencia nuestro tiempo: pepitas de oro da. Pedro acostumbraba a evadirse de aque- empeñado por los medios:
hice. Como es sabido, discutir sobre política barridas y amontonadas en una baldosa de llos compromisos familiares volcándose en —Es muy fuerte que los de la tele ense-
y similares es terreno minado. En estas lides, la cocina. Aún así, tras los postres flotaba en actividades mecánicas y anodinas que aca- ñasen a las crías. Sí, vale, las tapaban con el
cuestionar los argumentos del otro es tanto el aire una sensación como de evento incom- paraban toda su atención, como desmontar ordenador, pero se les veía todo igual.
como atacar sus principios y convicciones, pleto. No es que nadie se muriese por alar- un bolígrafo o borrar fotografías en el móvil. Todo el mundo, ya fuera por interés o cor-
esto es, los pilares de su identidad. No refu- gar la sobremesa, pero algunas celebracio- En aquella ocasión, adoptó un plan de fuga tesía, le escuchaba atentamente. Todos ex-
tamos sus palabras, sino que lo refutamos a nes requieren de una duración prolongada depuradísimo: consistió exclusivamente en cepto mi cuñado, que, abstraído, construía
él. En mi caso, suelo sentir una punzada en el para ratificar su estatus, como las entregas quedarse muy quieto y callado, escondido un barco de papel tras otro como si trabajase
estómago cuando critican mis ideas. Lo peor de premios o los funerales. En consecuencia, tras la privacidad reflectante de sus gafas de en un astillero frenético.
es que, aunque intento aparentar una aristo- decidimos tomar algo más en otro chiringui- sol. La anciana que tenía a mi lado, en cam-
crática indiferencia, la conmoción suele re- to cercano. Los gin-tonics, en cambio, sí surtieron efec- bio, no perdía ripio. De aspecto imponente y
flejarse en mi rostro, que se constriñe igual to en los demás. Especialmente, en Jaime, el malencarado, se encontraba sentada en una
que cuando me sobreviene un retortijón. El segundo chiringuito —más convencio- marido de la Vieja Aniñada, que tomó con silla de ruedas como en un trono isabelino.
nal que el anterior— se hallaba al final de un brío las riendas de la conversación. Se tra- Las gafas de sol que llevaba —unas Ray-Ban
Poco después, una de las primas andalu- camino de tablas en mitad de la playa, como taba de un hombre de unos setenta años, tez de aviador— redondeaban la dureza de su
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CREACIÓN
Poco más tarde, llegó a la mesa una ven- bra, los demás nos sumamos enternecidos a Sin embargo, ¿quién podía culparle teniendo de los monos.
dedora ambulante cargada de abalorios afri- la invitación, entrechocando nuestras copas una madre como aquella? La vieja se limitó Todos volvimos la vista en dirección al
canos. Era una chica joven de raza negra con con torpeza. «Chinchín, chinchín», repetía- a responderle con una mirada que rezumaba parque infantil. En él, encaramado en la cús-
el cabello trufado de trenzas de colores. Mi mos, como si el mundo hubiera enmudecido hostilidad. Aquel desencuentro terminó de pide de una pirámide de cuerdas de unos diez
suegra se mostró muy interesada por el ma- ante la solemnidad del instante y tuviéramos apuntalar el mutismo reinante, solo mitigado metros de altura y rodeado de niños trepan-
terial que ofrecía, y pasó largo rato cosién- que encargarnos nosotros de los efectos so- por el rumor de las olas. Transcurrieron unos do aquí y allá, se encontraba mi cuñado Pe-
dola a preguntas sobre distintos brazaletes y noros. Después de brindar, permanecimos segundos que se me antojaron inacabables. dro, borracho de alcohol y lejanía. Su figura
collares. Sin embargo, al final no le compró unos segundos en silencio, envueltos en una Fue entonces cuando mi suegro extendió el —estática, azulada— era apenas un borrón
ni un triste pendiente, y la chica se marchó difusa trascendencia. La Matriarca —ya no brazo y, señalando detrás de nosotros con su que se confundía con las nubes.
decepcionada. Cuando ya no podía oírla, sabíamos si mala— retomó entonces la pala- dedo gordezuelo, dijo con sorna:
dijo: bra: —Mirad a mi nuero allá arriba. Es Tarzán
—Iba lista si pensaba que le iba a comprar —Es que estamos aquí para pasarlo bien.
algo. Si quieren vivir en nuestro país, que se Todo lo demás es secundario. Por eso me ca-
busquen un trabajo de verdad. brean tanto los amargados que no quieren
Ya íbamos por la tercera ronda de gin-to- que nadie disfrute. —Al aludir a aquellos in-
nics cuando la Matriarca Mala saltó de nuevo concretos enemigos de la felicidad, su tono
a la palestra, pero ahora con un discurso que se oscureció súbitamente—. Solo quieren jo-
rebosaba optimismo. Gracias al alcohol, su der. La vida sería otra cosa si no fuera por esa Óscar Benítez (Barcelona, España, 1976). Es guionista y periodista. Fue guionista del pro-
carácter amostazado había dejado paso a un gente. Qué digo «gente»: gentuza —dijo con grama El Intermedio durante seis años, así como redactor de los diarios La Razón, Metro y Crónica
entusiasmo cuyo vigor rivalizaba con el del enorme desprecio—. No hay manera de que global. Actualmente, es redactor en Elliberal.cat. Algunos de sus autores favoritos son John Fan-
Pijo de Hojalata: dejen de joder, es que disfrutan. —Su eno- te, Francisco Umbral, John O’Hara o Marcel Proust.
—Pues yo estoy con Jaime —dijo, refirién- jo sobrevenido era ya completo—. Joder, si
dose al Pijo de Hojalata—. Hay que pasarlo mandase yo, lo llevaban claro. Todos los ca-
bien. Con el tiempo descubres que es lo único brones del mundo se iban a cagar. ¡Empezan-
que importa. ¡No hay nada más! —Su rostro do por los corruptos! Menudos hijos de puta
irradiaba jovialidad—. Yo siempre digo que —Y, roja de cólera, aulló—: ¡Me los cargaba a
solo tenemos una vida y no hay que pasar- todos del tirón! ¡Hijos de puta!
la amargado. No podemos echarla a perder. La beligerancia de la anciana nos dejó a
¡Hay que sacarle jugo! —gritó exultante. todos estupefactos. Luego de aquello, na-
En ese momento, la Matriarca Mala levan- die sabía qué decir, y un silencio esquinado
tó la copa (que no su cuerpo, obviamente) y, se apoderó del ambiente. Quien se decidió
sin dejar de esbozar su recién estrenada son- a romperlo fue el hijo de la Matriarca Mala.
risa, dijo: El hombre —un cuarentón mohíno que has-
—Y como lo mejor es predicar con el ta ese momento había permanecido en un
ejemplo, propongo, aquí y ahora, un brindis segundo plano— trató de quitarle hierro al
por la felicidad. Sí, la felicidad. Lo que todos asunto lanzándole una pulla a su progenito-
buscamos. ra:
A continuación, y tras pasear entre los —Sí, claro, mamá. Tu siempre tienes solu-
comensales una dilatada mirada que brilla- ción para todo. Parece que tengas súper po-
ba de emoción y significado, nos preguntó: deres. ¡Qué haría el mundo sin ti!
«¿Brindáis conmigo?». Aunque la broma se pretendía simpática,
Con la sensibilidad excitada por la gine- sus palabras traslucían un universo de rencor.
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CREACIÓN
cargar con una perso- pequeño. Unas fiebres los encontraron sa-
na a cuestas y varios tinados de sudor en la cama y luego de tres
cajones de frutas y ver- días, sin alimentarse, entregados a aquella
duras en la parte tra- humedad y al amor, se abandonaron en sus
sera. Los demás iban cuerpos extasiados, sonrientes, tan enreda-
a pie, hablando solo dos que nadie supo dónde comenzaba uno y
lo necesario, obser- terminaba el otro. Los brazos de él se conti-
vando crecer la hier- nuaban en los dedos de ella y sus piernas pa-
ba, como hipnotizados recían ocho, diez, mil, elásticas y sin ningún
por el traquetear de respeto por las articulaciones. Y así los en-
los cascos en el cami- terraron, sin cajón, envueltos en las mismas
no, o aguzando el oído sábanas que fueran piel y sombra de aquel
para ser los primeros amasijo de calor y carne. Gregorius no lloró.
en escuchar algún so- Se quedó con la imagen viva de aquellas son-
nido que indicara que risas y creció creyendo que la muerte era un
estaban cercanos al instante que se colaba entre otros, nada más.
pueblo. Gregorius no Los vecinos más allegados tomaron la de-
entendía esa práctica. cisión de hacerse cargo de Gregorius pero
Había aprendido a re- debieron respetar que el niño no quisiera
conocerla, puesto que abandonar su casa. Le llevaban comida, cul-
el silencio parecía te- tivaban con él, se preocupaban por su higie-
ner esa intención, pero ne. A la noche, le pedían que dejara una vela
él ya conocía de me- prendida en la ventana y cuando se sintiera
moria los árboles del mal o necesitara algo, la apagara, así ellos
camino, las subidas sabrían e irían a verle. Gregorius nunca apa-
y bajadas, el color de gaba esa vela. La llama era su orgullo y el or-
las rocas y podía saber gullo es necesario mantenerlo ardiendo. Al
perfectamente cuántos menos era lo que le decía su padre, cuando,
pasos los separaban de sin mirarle, acariciaba la pantorrilla de su
la plaza o de la iglesia. madre y con los ojos entrecerrados le lanza-
Cartografía del mar tregaba diarios en una estación de trenes, en El aroma del pan, si el viento era generoso en ba a aquella una sonrisa ladina.
por Javier Montiel Moreno un pueblo tan alejado del mar que ni siquie- su dirección, avisaba mejor la cercanía que Se calzaba su pequeño sombrero verde,
ra había sido, mar, una palabra que hubiera lo que lo harían las golondrinas con la pri- todos los días, y se dirigía a la estación de
aprendido en casa. Sus padres eran simples, mavera. Se creería que viajaba con ciegos y trenes. Ahí, Mané lo esperaba en su kiosko,
A Gregorius Walsh Bursakin se le había no leían más que alguna noticia del diario lo- no estaríamos del todo equivocados. Lo acu- siempre con el tabaco de papel amarillo en
metido en la cabeza el mar. cal y tartamudeaban al hacerlo. Compartían, saba el número creciente de tropezones o la boca, asomando entre el bigote del mis-
Y le dolía. con otros vecinos, algunas parcelas de tierra el ceño permanentemente fruncido, prueba mo color, como si fuese un pelo renegado;
El proceso llevó años y fue suficientemen- que cultivaban y luego vendían sus cosechas del esfuerzo para enfocar correctamente la cigarro que no encendía, al menos hasta que
te imperceptible, paulatino y sigiloso, como en los pueblos próximos. Gregorius, a veces, mirada en el mundo. Gregorius era inquieto, Gregorius se iba. Eso era para Mané la pater-
lo es el crecimiento de las mareas. Así se le los ayudaba. Entre tres familias habían podi- como todo niño, pero no se parecía en lo ab- nidad. Tenía una pila de diarios pronta para
fue metiendo. do comprar una pequeña carreta de madera soluto a los demás. que el niño la levantara, con sus brazos fini-
Gregorius trabajaba desde pequeño. En- y una yegua flaca pero lo bastante fuerte para Sus padres murieron cuando todavía era tos pero rebosantes de fuerza y orgullo, y co-
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CREACIÓN CREACIÓN
menzara a ladrar su pregón agudo y recorrer formulas matemáticas, alegando que aque- rias de barcos donde una gente bailaba, otra de la campana de la iglesia sonaría y alguno
los bancos, lustrados, de la estación, carga- llo era lírica destilada y elevada a la enési- vomitaba, y todos bebían; de pájaros blancos de los vecinos abriría la boca para decir que
dos de turistas de paso que deseaban, no tan- ma potencia, o países en los que su rey había cuya distancia de punta de ala a punta de ala estaban cerca y dejarían escapar, entre sus
to estar enterados de las pocas noticias que sido suplantado por un vagabundo loco y la superaban la altura de cualquier hombre, labios cuarteados y terrosos, el olor pútrido
podía ofrecer un lugar tan pacífico —la paz iglesia se mostraba feliz frente al hecho. contó de las rocas verdes de musgo que unas del silencio prolongado. Podía hacer mapas
no tiene prensa, y entonces, se inventan ton- Y el mar. Un día, en una boca, y con la vís- olas lamían y acariciaban como una cortina mentales de la estación de trenes y sus alre-
terías o un loro aprendiendo a decir «papa» pera de un suspiro, apareció el mar... de seda podría acariciar el hombro de una dedores, incluso planos de cualquier reco-
se vuelve comedero de chusmas—, sino, más Lo único que destacaba en aquel hombre mujer desnuda. Una masa increíble, azul, veco de la estación y recorrerlo en su pen-
bien buscaban una lectura que los arrancara era su mirada. Gregorius no lograba inter- verde, negra, que si caías en ella te rodeaba samiento con detalle. Pero el mar. El mar se
del hastío de un viaje que, por lo general, era pretarla, había algo que siempre estaba más completamente, y podía entrar por todos tus le escapaba y al mismo tiempo se lo llevaba
largo y dejaba el alma un poco más cansada alejado de donde quiera que ella se posara, agujeros y matarte, o mantenerte sobre ella con él. La cama comenzaba a quedarle pe-
que antes. incluso cuando miraba al niño a los ojos, lo es un arrullo dulcísimo. Ese hombre contó el queña y sus manos se enredaban dolorosas
Era frecuente que en algunos casos, cuan- hacía sentir mucho más lejano, como si aque- mar. El mar... entres las tablas. Se movía de un lado a otro
do veía que Mané hablaba con alguna señora llos ojos fueran capaces de reordenar las co- Gregorius no durmió esa noche. Su vela como si las patas estuviesen sobre ruedas y
de esas que llevan pieles y cabellos como ni- sas o llevarlas más allá de lo que eran. El mar, seguía encendida, y sus ojos acompañaban daba la impresión de que el techo giraba so-
dos prolijos de plata, aprovechaba y se sen- chico. El mar... Fue lo primero que dijo, y las las sombras que la llama arrojaba en su cuar- bre su cabeza, o todo se inclinaba de pron-
taba junto a alguno de aquellos señores que estrellas que engarzaban aquellas pupilas to, como bailarinas indecisas que no pueden to y la cama se arrojaba con fuerza contra
provenían de incontables partes del mundo. verdes se encendieron como lo harían en la recorrer la pista y tiemblan de un lado a otro, alguna de las paredes que se derrumbaba
Le gustaba escuchar historias que no tenían noche más negra, como el foco del tren pa- agitadas, con los pies atrapados entre el piso sola, antes del impacto, como quien afloja las
nada que ver con él, o con aquel pueblo, o sando por el túnel de una montaña. Los ojos y el mueble al que le pedían prestada su si- piernas frente a un peligro y se rinde antes
con frutas, caballos o tierra. Era como si le del hombre transpolaron el brillo de los cris- lueta, para luego deformarla. La mirada de de que siquiera se declare el enfrentamien-
leyeran un libro abierto en cualquier página, talinos sobre el niño y de pronto Gregorius aquel hombre lo había hecho sentirse ex- to. Los ladrillos caían, cobardes, al suelo y la
pero con la posibilidad de hacer preguntas y se vio lanzado, en un instante, hasta la línea traño en su cuerpo —¿o habían sido las pa- cama los trepaba como ondas blandas de ba-
recibir, a veces, respuestas. Como no todos de corte del mundo. Allá. No. Un poco más labras que cabalgaban desbocadas sobre la rro en los caminos de tierra y lluvia, llegando
tenían siempre ganas de hablar, se pasaba al- lejos aún. Sostenido, a su espalda quedaba línea recta que partía de sus ojos?—, como hasta el borde, proyectándolo nuevamente
gún tiempo observando sus rostros antes de la nada, un hueco enorme que apenas podía si estuviera ahí de paso, o fuera algo móvil, a aquel punto en que la nada hacía caminar
acercarse, estudiando sus gestos, cómo ocu- sentir como una presencia fantasmal saltan- algo que puede habitarse o no. En su cabeza, sus dedos siniestros por su espalda —con la
paban sus manos, o se rascaban el hombro y do por sus vértebras; sobre su cabeza tres la palabra latía y se movía de un lugar a otro, lentitud propia de las arañas que se despla-
creía leer algún signo, el que fuera, ahí, que nubes, una gris y dos blancas, que parecían golpeando las paredes de su cráneo, preten- zan por la urdimbre—, y las nubes del cielo
le indicara que el otro guardaba un saco de pendular de un cielo que temblaba, y abajo, diendo escalarlo en el impulso y claudican- pendulaban, amenazando con precipitarse
palabras en su garganta y que su valija estaba no llegó a ver qué había pero sus pies se es- do nuevamente en retirada. Jamás lo había sobre él. El viento que lo golpeaba de frente
cargada con algo que necesitaban descargar tremecieron como lo harían las raíces de un visto, no, ni lo conocía por fotografías, nada. parecía querer entregarlo a aquellas manos
para poder continuar su viaje sin tanto peso. árbol que arrancara el viento. Gregorius no Intentaba imaginar un charco muy profun- frías pero al mirar hacia abajo, la escena lo
Así, se encontraba sujetos que no siempre escuchó, luego el sonido comenzó muy ba- do o demasiado grande, pero no sabía dónde vomitaba nuevamente a la luz de la vela y al
compraban el diario, pero que le regalaban jito, y finalmente tronó. No quiso preguntar, colocar el límite; su cabeza tampoco y se le vestido de cera que, poco a poco, caía y se
sus trozos de historias, un pedacito de vida aquel hombre no le hablaba a él, simplemen- antojaba un espejo imposible pues debía ser fundía con el marco de la ventana.
y tiempo que luego se quedaba con él. Calles te hablaba con aquello que estaba en el otro capaz de reflejar el mundo. Se enojaba, pen- Vinieron otros. Mujeres y hombres que
donde la niebla era un muro denso en el que extremo de ese mundo. Movía sus manos en saba en que conocía los caminos al pueblo, compartían, quizás sin saberlo, aquel modo
se perdían novias falsas y se encontraban el aire como dibujando siluetas, recorriendo era capaz de anticipar los árboles que cre- de mirar que tenía el primero que lo nombró.
otras, aún más ficticias que las anteriores, o cuerpos o contornos que cambiaban de for- cían, lo mismo en su memoria como en la Vinieron y se fueron. Pero Gregorius no per-
bosques donde solo existían pájaros diseca- ma como lo hace el humo que escapa de la tierra, las piedras del camino, las flores sil- día la oportunidad de compartir su banco,
dos y poetas que no podían escribir más que boca que se olvida de inhalarlo. Contó histo- vestres, el momento preciso en que el sonido darle los buenos días o las buenas tardes y a
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a la espera de que el pico de algún ave lo tra- —¿Cómo dice? sin boca. bros como quien siente que no tiene otro re-
jera hasta su calabaza de madera y le diera —Te pregunté si me vendías un diario. —¿No escuchaste lo que acabo de decir? medio. De pronto la señora lo había intimi-
un momento de paz. A veces no era más que —... —Si no vienes, pensaré que eres un tonto dado, lo que en su caso no era tan sencillo de
un alga, lo que emergía, otras, una garza muy —¿En qué piensas? —dijo de pronto, con una seriedad casi so- lograr.
blanca que recordaba haber visto dos pue- Las olas rompían con fuerza en los tímpa- lemne. Gregorius Walsh Bursakin viajó durante
blos más allá del suyo. Parecía un pichón, nos de Gregorius y eso le dificultaba escu- —No soy ningún tonto. tres largos días en aquel tren, sin más ropa
con las plumas despeinadas y llenas de pe- char o prestar atención a nadie. El viento del —Yo creo que... que la que llevaba puesta y en la compañía
queñas pelusas. El viento se las paraba y des- mar era un susurro oscuro de cien demonios —Iré contigo. Mané me dará dinero para de una muchacha que reía más de lo que ha-
ordenaba aún más, entonces parecía todavía cantando con aires negros una melodía gris y el boleto. blaba, pero que no por eso le parecía menos
más fea, como la locura espantándose a sí perpetua. Levantó sus ojos, un poco ásperos —¿Quién es Mané? hermosa. Fueron tres días en los que ambos
misma. Pero, de tanto en tanto, levantaba el y los entregó al encuentro de los de la mu- —No importa. sintieron que el otro no sería un visitante de
vuelo y de pronto podía verse allí, condensa- chacha. Eran hermosos, los de ella, sus ojos, —... paso, una historia contada y no vivida. Gre-
da entre sus alas y el aire que estas anidaban, eran hermosos. Pero, como los suyos, tam- —Ya regreso. gorius recorrió caminos que no conocía, vio
la belleza de un vuelo que tenía la madurez bién desbordaban algún sufrimiento por el —No olvides los diarios —gritó ella, ha- árboles que jamás había visto, escuchó cam-
de mil años. Una cosa tan liviana como una que no se atrevió a preguntar. Se notaba en el ciéndolo retroceder sobre sus pasos ebrios. panas que nunca había oído doblar antes, se
sola pluma y tan elegante como el abrir de final, esa arista que luego se continúa en los —Gracias. adentró en grietas que lo humedecieron por
las flores de Jacinto en cámara lenta. Luego mayores en un racimo de arrugas pero que en —Mané. ¡Mané! primera vez. Su mapa se ensanchaba a gran
de no más de seis, siete aleteos, descargaba ella aún era solo el extremo resplandeciente —¿Qué pasa, muchacho? ¿No ves que ha- velocidad mientras una mano sostenía su
su peso apoyando sus patas amarillas y rugo- de lo que más al centro había. blo con la señorita? Disculpe usted, madame. mejilla derecha y un hombro blanco y dul-
sas en un muro de cemento y lo recorría con —En el mar. Pienso en el mar —acabó de —Necesito dinero, Mané. ce, la izquierda. Como si una cortina de seda
simulada preocupación, pero sin prisa. Las decir Gregorius, luego de una pausa—. ¿Lo —¿Para qué necesitas dinero? acariciara el hombro de una mujer desnuda
olas quedaban de un lado de aquel muro, la conoces? —Gregorius se escuchó haciendo —Para viajar. —Y giró su cabeza hacia el —pensó.
garza y un poco de calma, de este y ahí inten- esa pregunta y la sintió como un eco que se banco, deseando fervientemente que la chica Bajaron del tren. Caminaron largas cua-
taba centrar su mirar, Gregorius. Hasta que repetiría hasta el infinito, o hasta que los de- no se hubiese ido sin él. No lo había hecho. dras de piedra. Comieron lo que pudieron
finalmente venía el sueño. Y antes del sueño, monios lo callaran con su voz. Mané miró en la misma dirección y creyó comprar en el camino. Bebieron agua de una
el llanto. Un llanto sin gesto, como ríos que —Voy hacia allá. comprender algo, porque bajo el bigote pa- fuente de azulejos. Subieron un risco de are-
no conmueven la tierra que recorren y van a —¿A qué te refieres? El mar no es un lugar. recía insinuarse una sonrisa. na, piedra y plantas silvestres. La cabeza de
desembocar a un estuario de labios que jura Un pueblo es un lugar. Esta estación es un lu- —Mira. Te adelantaré lo de todo el mes, Gregorius eclosionaba por el cansancio y el
que aquel sabor salado, es el mismo mar que gar. El mar no es un lugar. Es como el aire, pero luego te dejas de tonterías y de tanta rugir de las olas que cada vez se enfurecían
escapa de su cabeza por sus ojos, porque ya algo que se te mete en la nariz sin que puedas cháchara y me vendes los diarios que así no más y parecía que harían estallar su frente
no tiene espacio. La garza volvía a agitar las hacer nada para impedirlo, o como una lla- haremos patria tu y yo, eh. —La dama, que por dentro. Se mareaba del dolor y quería
alas y estallaba como un embudo de viento ma que, aunque exista y uno pueda verla, no escuchaba la conversación, de pronto se llorar para liberar la tensión de tanto mar,
que se extendía hacia arriba y mezclaba plu- es capaz de sostener nada en peso. sonrojó, frente a la muestra de generosidad e pero, temía quedar como un tonto, o un niño.
mas con partículas de polvo y espuma. —Pareces tonto —dijo ella, sonriendo. ímpetu, de Mané, que ensanchaba su pecho, No notó que ella había soltado su mano y se
Pasaron dos mañanas y media más. Des- —No soy ningún tonto. He escuchado mil advertido de lo que sucedía. había apurado algunos metros más adelante.
cansaba con la pila de diarios intacta a su historias sobre el mar. Lo tengo metido aquí —Gracias, Mané —dijo ansioso Gregorius, Sus tímpanos parecían lonjas que golpeaban
lado. Con la cabeza gacha, engrosaba la jun- —dijo, golpeándose con fuerza las sienes con sosteniendo los billetes como quien sostiene mil manos de espuma.
ta de dos baldosas gastadas. Una muchacha los nudillos—. Aquí, ¿entiendes? un puente entre sus manos. —¡Gregorius! —gritó ella—. ¡Gregorius! —
se sentó a su lado. No la vio hasta que la pun- —Ven conmigo. —Estos chicos... Él es como mi hijo ¿sabe? volvió a gritar, elevando su voz por sobre la
ta de su pie derecho interrumpió la carretera —¿A dónde? —Mané... Es usted realmente generoso. del viento.
de hormigas que él custodiaba. —Al mar. Ven conmigo. —La insistencia ¿Siempre es así? Cuando Gregorius levantó la vista...
—¿Me vendes un diario? arqueaba sus cejas y era la locura sonriendo Mané, no pudo más que levantar sus hom- Cuando...
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Cuando Gregorius levantó.... Cuando le- lo hacía el humo de los cigarros de Mané. La
vantó su vista... No fue su cuerpo el que es- sintió lejana. La tuvo lejana. Lo fue. Y, enton-
tuvo allí. No fue su cabeza, ni sus manos. No ces, el mar se detuvo. Las olas deshincharon
eran ni siquiera sus ojos. ¡El mar, chico. El sus grandes barrigas por un momento y la es-
mar! ¡El mar lo observaba desde todos los puma calló su bramido.
rincones! Las lágrimas no paraban de salir, A Gregorius Walsh Bursakin se le había
parecían querer llegar allá, donde nacen to- metido en la cabeza el mar.
das las lágrimas del mundo, o van a morir, Y le dolía.
quién sabe. El sonido ya no estaba dentro, no. Le dolió cuando debió abandonarlo. Le
El murmullo de las olas, la espuma vistiendo dolió jamás poder imaginarse un mapa de él.
y desvistiendo la orilla, el viento jugando en Le dolió, incluso, cuando unas fiebres lo en-
los rompientes. La muchacha. La muchacha, contraron junto a su mujer, en la cama y lue-
en medio de todo aquello y los ojos de Grego- go de tres días, sin alimentarse, entregados a
rius llevándola hasta la recta que sostenía el aquella humedad y al amor, se abandonaron
cielo. Sus cabellos quedaban incendiados, ahí en sus cuerpos extasiados, sonrientes, tan
mismo, donde el sol hacía de algunos pájaros enredados entre las olas de las sábanas, que
de alas enormes, negras sombras voladoras. nadie supo donde comenzaba uno y termi-
© Jane Schultz
Los barcos, los de verdad, se enredaban en naba el otro. Nadie comprendía por qué del Fuente: Flickr
su melena y encallaban próximos a las orejas. suelo, luego, brotaba aquella espuma.
Las nubes entraban y salían de su nariz como
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samente con lejía. llegó al instituto, ya se había transformado día de antes hubieran acosado a su hermana siguiéramos la misma política y fuéramos a
en una bestia horrorosa. hasta que le salieron agujetas en el abdomen la policía con cualquier novedad al respecto.
de tanto reírse de ella. En esta ocasión me re- Lo cual nos dejaba en el limbo o, más bien, a
Era mi hermana pequeña. Utilizar el ver- Mi hermana ahogaba en silencio las ofen- servaron una paliza a la salida del instituto un paso del infierno.
bo en pasado es zaherirme. Su parto fue di- sas y humillaciones que recibía. También que no sirvió para que dejaran de meterse Ni la policía estaba haciendo nada ni el
fícil, nació con problemas. No era una chica es cierto que de poco sirvió que lo supieran con mi hermana. instituto haría nada. Por entonces, los padres
demasiado avispada, pero eso no justificaba papá y mamá. Mi padre era una persona apo- Es más, creo que el que les hiciera fren- de aquellas bestias ya se habían enfrentado
que aquellos hijos de puta se cebaran con cada, sin mucho carácter y poca energía y te provocó que se cebaran aún más con ella. en la calle a papá. Qué cobardes. Le rodearon
ella desde el colegio. Cuando estaban aburri- mamá bastante tenía con lo suyo. Lo suyo, Fue por entonces cuando me contaron que a y le amenazaron con que ya se encargarían
dos se metían con ella, cuando estaban frus- lo de mamá, era ir tirando de una casa con mi hermana la desnudaron y dejaron su ropa ellos de que nadie en el pueblo le contratara
trados le pegaban, la insultaban. Alguna vez, cuatro miembros donde papá no trabajaba y interior colgada de un árbol en un descam- para darle ningún trabajo como volviera a
ya en el instituto, me dijeron que la habían ella tenía que hacerlo de cualquier cosa que pado. Si eso fue cierto, mi hermana nunca decir por ahí que sus hijos eran unos delin-
llegado a desnudar. No quiero imaginar si se saliera en el pueblo, pero a pesar de ser muy dijo nada. Mamá se presentó en la policía. cuentes. Papá no pareció inmutarse dema-
atrevieron a hacerle algo más. trabajadora siempre la criticaban. Siempre Allí le dijeron que investigarían el caso, pero siado. Con cerveza y algo de güisqui pasaba
Nunca me atreví a preguntarle. encontraban una culpa que explicase nues- que necesitaban pruebas. A los pocos días sus días. En el pueblo, supongo que para jus-
En realidad todo el mundo en el pueblo tras desgracias, la más comentada era que el padre de Carl se personó en la comisaría tificar su mala conciencia, decían que la fal-
lo sabía, lo sabían de sobra. El cabecilla de papá y mamá eran medio hermanos. Mamá advirtiendo de todas las consecuencias lega- ta de mi hermana era un castigo divino. Papá
aquella banda de desalmados era Carl. Un era guapa y tenía encanto, aunque poco a les —quebraderos de cabeza— que podrían y mamá nunca deberían haberse casado.
niñato consentido, con la suerte de ser hijo poco su belleza y su encanto le iban desapa- conllevarles si acusaban en falso a su hijo. Es Estábamos reunidos en casa de Carl por-
de un gran abogado con contactos muy in- reciendo como el brillo de una estrella que decir, antes de que la policía hubiera movido que sabía que sus padres andaban en la capi-
fluyentes por todos lados. Pero Carl no era el se apaga. Papá se presentó en el colegio en un solo dedo en favor de mi hermana, ya le tal. Me hice pasar por un repartidor. Además
líder de aquellos indeseables por ser hijo de varias ocasiones. «Aquí se cumplen y se vela habían soplado al padre de Carl que mi ma- de cabrón, ese Carl era estúpido. Le dije, con
quién era, él era el jefe por una sencilla razón: por las normas siempre», le dijo el director dre se había presentado allí. Una joven pare- mi cara tapada por una caja de Amazon que
era el más cabrón, el que más fuerte pegaba, en tono molesto la primera vez. A la segunda ja de policías en prácticas se presentó en el llevaba una Play Station 5 a esa dirección y
el que más humillaba, el que nunca se sacia- visita, el director casi amenazó a mi padre instituto, pero nadie dijo nada. Nadie había él abrió sin pensar.
ba de ver a sus víctimas rotas por el dolor y con demandarlo por insinuar que acosaban visto nada y tampoco ellos demostraban de- Nada más abrir la puerta mi barra de hie-
que aún así las seguía pateando con sus botas a su hija. Pero en el instituto el culpable era masiado interés ni habilidad en rascar infor- rro oxidada habló. No pudo reaccionar el
de punta de hierro en la boca. Se regocijaba yo por permitir que acosaran a mi hermana. mación. primer golpe. Se retorcía de dolor llevándose
en su dolor. A mi hermana creo que nunca la Era yo quién debía velar por ella. No sé si el que mi madre fuese a la policía las manos a las costillas y, cuando descargué
pateó en la cabeza con sus botas de hierro Una vez le planté cara a Carl. La noche de sirvió para que amainasen los malos tratos el segundo en la cabeza, quedó ovillado en
como hizo con otros, pero un día llegó con el antes, mi hermana la pasó entre sollozos. Me hacia mi hermana, pero, si tuviera que decir el suelo. Cerré la puerta tras de mí y lo co-
labio partido y un diente abajo y nunca quiso dormía un poco y cuando volvía a desper- algo, diría que no a juzgar por los sollozos loqué en una de las sillas tan elegantes. Le
decir en casa qué le había pasado. Todos en tarme seguía oyendo sus gimoteos. Se tapaba que en las noches seguían inundando la ha- amordacé con la cinta americana que lleva-
el pueblo intuían sus fechorías, pero hacían con la sábana intentando silenciarlos, pero bitación que compartíamos. ba en la caja de Amazon y esperé a que re-
como que no sabían o que no eran para tan- sabía que lloraba. Fingí que dormía porque El director del instituto se reunió con cobrara el conocimiento. Mientras abría los
to. Travesuras subidas de tono de juventud. cada uno de esos lamentos me herían el alma mamá, con papá, con mi hermana y conmi- ojos acariciaba las espirales de mi barra de
Además, ellos siempre tenían argucias para y laceraban mi carne cobarde y pusilánime go. Los cuatro sentaditos y apretados a un hierro que cogí de una obra cercana y alaba-
quedar bien. Se mostraban agradables con la por no tener valor a defender a quién más lado de la mesa frente a él que girándose a ba el buen gusto en decoración derrochado
gente mayor y eso parecía conformar a todos. quería. un lado y otro en su silla con muy buenas pa- en la casa. Suelo enmoquetado y de parqué.
En el colegio, el director nunca tuvo el valor Fue en un recreo. No le gustó nada a Carl labras nos vino a decir que puesto que había- Muebles funcionales de maderas nobles y co-
para enfrentarse a Carl cuando era todavía que un mierdecilla como yo osara hacerle mos ido a la policía y no directamente a él lor blanco. Una decoración verdaderamente
un crío y podía haberse hecho algo. Cuando frente, a la vista de todos, por mucho que el —el muy cínico—, que de ahora en adelante exquisita. Me gustaban, especialmente unas
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sencilla anatomía del dolor como cuando yo llegado con mi hermana. Si era cierto que le La policía se afanó bastante, dada la mag- mí que hasta un simple abogado novato de
aprendía de las infinitas formas de aguantar habían desnudado dejándole las bragas en nitud del caso, en investigar el suceso. El pa- oficio como el que me adjudicaron, sin expe-
el sufrimiento que experimentaba mi herma- un descampado, quizás hubieran hecho algo dre de Carl juntó al cielo con la tierra recla- riencia, eludió las embestidas del equipo de
na. Cuando paré, de puro agotamiento, la ba- peor. Daniel con los ojos infundados en puro mando justicia y un montón de efectivos de la abogados del padre de Carl. Echaban en falta
rra se me escurría de entre los dedos por la miedo dijo que no, pero su testimonio en esas policía científica se personaron sobre los es- las pruebas, esas que tanto decían necesitar
sangre y sus espirales las tenía marcadas en condiciones no era creíble. Cuando me acer- combros de lo que había sido su casa. Aquella para poder proteger a mi hermana.
las palmas. El único que no había perdido qué a Marcos me aseguró que él no le había explosión dejó restos carbonizados de unos Tiempo después cuando las investigacio-
el conocimiento era Carl. Tan hijo de la gran hecho nada, lo que en un lenguaje inverso cuerpos con los huesos rotos y una barra de nes estaban en punto muerto los padres de
puta como duro. venía a decir que los otros sí, tal y como me hierro con espirales que creyeron procedía Carl en un desesperado intento por conse-
—Veo que sigues despierto —le dije intro- temía. Tampoco se molestaron en desmentir- de los revestimientos de la construcción. La guir pruebas abordaron a mi hermana en la
duciéndole la barra en la boca hasta que em- lo por eso me fui a casa caminando tranqui- policía me citó a declarar a la comisaría. Una calle y le preguntaron que si sabía que yo ha-
pezó a orinarse encima. Aquel cerco de ori- lo y en paz, como si aquella explosión poco manera de meter presión para ver si logra- bía sido el culpable. Ella los miró con toda
na en la entrepierna me dio lástima. Es triste después a mis espaldas que hizo añicos las ban derrumbarme. Pero ignoraban algo bá- la inocencia del mundo bajo un cielo azul
pensar que el ser humano a veces tenga que bonitas vidrieras del salón de Carl también sico: cuando se está en el suelo lo único que inmenso lleno de nubes blancas algodonadas
ser así. lo hubiera hecho con mis amargos recuer- puede hacer uno es levantarse, ya no puede en espiral y les respondió que sentía mucha
Les dije que me prestasen atención. Ellos dos. A papá y mamá no les dije nada, cuanto caer más. Me consideraban sospechoso, el lástima por todo lo que les había sucedido
gemían y me suplicaban que les dejase, que menos supieran mejor, pero a mi hermana único sospechoso, pero no tenían ninguna porque ellos ya les habían pedido perdón,
no dirían nada. Les limpiaba la cara a cada pensé que le gustaría saber que Carl, Daniel prueba. Era tan poco lo que tenían contra aunque fuese demasiado tarde.
uno de ellos para que la sangre y la saliva no y Marcos le habían pedido perdón y que ya
les dificultara el habla. Quería, sobre todo, no volverían a tocarla. Ni siquiera a mirarla.
que se escuchase bien de sus bocas las pa- Ella abrió los ojos y, cuando escuchó los wa-
labras limpias y sentidas, claras y fáciles de saps con sus voces rogándole perdón, antes
entender pidiendo perdón a mi hermana por de que los borrara para siempre, sus ojos re-
todo lo que le habían hecho. cobraron el brillo de antes. Se incorporó de
—Carl, por favor, pídele perdón a mi her- la cama y me pidió que saliera a dar un paseo
Juan Manuel Chica Cruz (Madrid, España, 1971). Es docente. Profesor de enseñanza
secundaria desde hace casi 25 años en Andalucía y licenciado en Ciencias Biológicas. Le en-
mana —le rogué. con ella. Hacía semanas que no salía de casa,
canta la lectura y a consecuencia de esta pasión, su reflejo: la escritura. Ha publicado algunos
Abrió la boca, escupió varios dientes y far- así que me pareció una idea fantástica. Du-
relatos y poemas y algunos de ellos han recibido la distinción con algún premio. Más informa-
fulló algo, pero la dicción no era buena. Da- rante el paseo le expliqué que aunque le ha-
ción sobre el autor en: http://cogitoergosum-juanmachica.blogspot.com/
niel se precipitó entonces a pedir perdón. Lo bían pedido perdón ya era demasiado tarde.
hizo tan atolondradamente que no se le en- Al día siguiente la policía se presentó en
tendía nada. Tuvo que repetirlo. Marcos se- casa. Querían saber si yo tenía una coarta-
guía inconsciente. Esperé un rato, pero has- da para cuando se cometieron los brutales
ta que no le eché agua fría no se despabiló. asesinatos y yo, con toda la flema del mun-
Pensé que había sido un truco para ahorrase do, les respondí que ni sí ni no. Lo hice con
sufrimientos así que le propiné unos cuantos todo ese aplomo que aprendí en el reflejo de
golpes más para igualarle con sus otros dos la actitud de todo el mundo que podría ha-
amigos, pero esta vez con cuidado de no dar- ber hecho algo y no lo hizo; cuando mi padre
le en la boca. Sin las piezas dentales, ya sabía, intentaba arrancar alguna responsabilidad o
que la dicción no era del todo buena. mi madre algún gesto, para proteger a su hija
Hasta que no grabé a los tres suplicando y nadie podía nada. Que había estado con mi
perdón a mi hermana no paré. Una vez lo ha- hermana cuidando de ella, lo que en cierto
bían hecho, quise saber hasta dónde habían modo era la pura verdad.
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gunos viajes compartidos en taxis amarillos vida, de poder volverte a sentir tan estúpida
de Manhattan, las yemas de sus dedos jugue- y feliz, tan indefensa, como una adolescente?
teando, tentativas, sobre el material liso de El sexo viene después, como si hubieran
las vestiduras del asiento hasta tocarse. Su- estado intentando evitarlo. No sabes muy
cede después de las noches en metro, cuan- bien por qué. Hasta que sucede. Hasta que
do su cabeza reposaba sobre tu hombro has- está montada sobre ti y se mueve como la
ta quedarse dormida, confiando en que tú marea, mientras te ve. Y tú a ella. Mientras te
—prácticamente una extraña— la cuidaría. muerde la punta de la lengua y te das cuenta
Confiando en ti sin saber por qué o si debe- que tenías años sin hacer el amor. Porque el
ría, siempre con roces furtivos de las yemas sexo es fácil. Pero el amor no tanto. Escasea.
de los dedos. Se da por sentado. Palidece, hasta desvane-
No sabes, a ciencia cierta, por qué la quie- cerse y convertirse en rutina.
res. Los eventos se suceden rápidamente en Está montada sobre ti mientras repites
tu mente. Un abrazo. Su mirada. Agarrarse su nombre. Una y otra vez. La invocas. Lo
la mano. Despertar de madrugada. Un beso, repites. Su nombre. Y en algún lugar de tu
dos. Mil. mente decides, desde ese momento, evitar
Dos mil besos. que se evapore. Mientras le tocas la espalda
© Danny Ngan Han pasado un par de meses apenas desde desnuda, ahí mismo decides no repetirlo —
Fuente: Flickr
el primer encuentro. ¿La quieres de veras? al menos no con ella. Para conservar en un
¿Se puede? relicario intangible e imaginario la sensación
Se conocieron por azares del destino. Hay clara e impoluta del amor que las convencio-
una historia concreta. Un lugar en el mapa. nes sociales siempre se encargan de desbara-
Un entorno descriptible presenciado, com- tar. Para conservarla a ella, este momento; al
El cuarto de la puerta verde rente vulnerabilidad de lo que asumes como partido vaya, por un grupo de gente con sentimiento.
por Alejandra Ibarra Chaoul una confesión. Tal vez, simplemente, porque nombre y apellido. Pero lo más específico, La embotellas. La encierras. Capturas su
quieres. lo más preciso realmente, se reduce al desti- esencia.
A ti te tomó un mes (notarla). A ella la mi- no. A las ínfimas probabilidades de coincidir, Cuando despiertas tiene sus brazos al-
tad de tiempo. ¿A las dos semanas de cono- conectar y —de alguna manera— trascender rededor tuyo. Sus hombros, sin ropa, visten
Lado A
certe realmente se imaginaba despertando a en la otra. pecas que te abrazan. Piensas de inmediato
Te tardas más tiempo tú en notarla que tu lado? No importa. Lo que importa es que Leíste hace mucho en alguna revista que en tu novio: en su cara buena, calma. En tu
ella a ti. Después bromean al respecto, tra- lo dijo. una persona conoce a ocho millones de seres novio rubio, sin pecas, tan formal, tan com-
tando de encontrar el instante exacto en que La primera vez que le dices «te quiero» humanos en el transcurso de su vida. Piensas prometido, tan bueno. Piensas en cómo no lo
se descubrieron, midiendo los días de dis- sucede semanas después de su primer beso. a menudo que a muchos de ellos probable- amas.
tancia en minutos, esperando que —suma- Después de los primeros roces de tu mano mente te los vuelves a topar, reencontrán- Recorres tus dedos por el pelo negro y la-
dos— ofrezcan respuestas para esto que les sobre su pierna, debajo de la mesa del italia- dolos más de una vez. Y aun así, ¿a cuántos cio de esta mujer que te abraza, desnuda, a la
está sucediendo. Te tardas más tiempo que no caro; debajo de la mesa del restaurante recuerdas?, ¿con cuántos conectas? que quieres. Inspeccionándolo de cerca, bajo
ella en notarla, o eso eliges creer. Porque eso fusión en el Upper West Side; debajo de la No, no se puede explicar más que como la luz nocturna de un Nueva York que nun-
te dice ella, te cuenta haber imaginado cómo mesa de madera donde escriben al mismo un choque cósmico donde sucedió algo más ca duerme, colándose por las persianas mal
amanecían las dos juntas, para escribir y edi- tiempo, el teclear de sus dedos distrayendo grande que la suma de los minutos en el mis- cerradas, te das cuenta que en realidad no
tarse en la cama bebiendo café por la maña- el deseo manifiesto en sus pies tocándose so- mo cuarto. No la notaste por semanas, y des- es tan negro. Su cabello jaspeado, con canas
na. Le crees. Decides creerle. Tal vez por su bre el suelo. pués, al hacerlo, no pudiste borrarla. ¿Cuáles grises, se desparrama sobre las almohadas
mirada mientras te lo dice, tal vez por la apa- Sucede, ese primer beso, después de al- eran las probabilidades, a estas alturas de tu cuadradas de rayas lilas y amarillas del de-
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partamento que rentaste por el fin de sema- bios, dejándote sentir los suyos. Humedece Compartamentalizas. Tampoco resulta Cuatro pisos arriba: el cuarto de la puerta
na. Detrás suyo, una puerta verde las separa tu boca. Muerde, una vez más, la punta de tu tan difícil. Una cosa es una cosa y otra cosa verde. Subes las escaleras de mosaicos, im-
del resto del mundo. lengua. La acercas a ti para que se siente en- es otra cosa. No se mezclan. Coexisten. De- paciente, de dos en dos hasta llegar al 4D.
En la estufa hay una tetera con un guante cima tuyo. El tiempo es eterno. sarrollas la capacidad de estar aquí y allá, Sacas, del bolsillo del pantalón en tu memo-
de cocina todavía sobre la agarradera, como Le repites que la quieres. Se te queda vien- nunca al mismo tiempo, aunque a veces sí en ria, las llaves. Las metes al cerrojo con manos
suspendido en el tiempo. Como si ustedes ha- do, encima de ti, como esperando algo. Tu simultáneo. Aprendiste a dar diferentes par- temblorosas y abres la puerta.
bitaran en una dimensión paralela, ocupan- cuerpo se apaga. Sabes que vas a regresar a tes de ti: allá sigues, obedeces; aquí proteges, Adentro esta ella.
do el espacio ajeno, compartiendo un tiempo tu novio. A tu amable, dulce novio. Aunque diriges. En una cama alta, con su pelo negro lle-
prestado. Te da la sensación de que alguien nada concreto te ata. Tus promesas son abs- ¿Cómo puedes hacer esto?, es lo que supones no de canas cayéndole sobre la espalda, está
puede entrar ahí en cualquier momento y tractas, tácitas. Tus compromisos indocu- alguien pensaría —si supiera. Pero lo que no ella. En la estufa, una tetera congelada en el
seguir con su vida sin percatarse nunca que mentados. No estás casada. No poseen pro- existe, no importa. Y esto no existe, te dices. tiempo. En el estante de la esquina, la cara de
están ustedes dos en su cama. Son fantasmas. piedades. No le debes nada a nadie. Y a la La realidad está allá, esperándote con tu no- una mujer —capturada en un lienzo— que te
Desde la última repisa de un estante alto en vez, le debes todo a todos. Te debes a lo que vio. Esto es apenas un espejismo. Qué curio- observa.
la esquina del cuarto, un retrato de una mu- de ti se espera. En algún punto del camino, so, como quiera —piensas— que, aunque no Te quedas adentro. Con ella. Te metes en
jer los observa. ¿Qué pensaría esa mujer, si no puedes identificar bien cuándo, te con- exista, duele. la cama. Las yemas de los dedos se rozan
existiera? vertiste en una versión vacía de ti misma: en Te vas. Siempre supiste que te irías. No sa- primero. Recorren los momentos mientras
Abre los ojos, abrazada todavía a ti: una un cascarón de ser humano que otros llaman bes si deberías sentirte culpable de irte del recorres con tus dedos su pelo. El momen-
insomne obsesiva que no le da tregua a nada. propio. Te despiertas, cumples, sonríes, con- cuarto de la puerta verde, o de regresar a tu to en que se conocieron. Los días en minu-
Te voltea a ver y le dices que el negro de su tribuyes. Eres una mujer moderna; feminis- novio. Nada parece sostenible, perdurable. tos de distancia hasta notarse mutuamente.
pelo te recuerda a un cuervo. Inmediata- ta, te dices, pero recatada. No le prometiste Haces lo que un cascarón de ser humano ha- Tu mano sobre su pierna. Cuando le dijiste,
mente, te arrepientes. ¿Por qué le llamas ave nada a nadie, pero te has vuelto esta persona ría: cumplir con expectativas sociales. Em- por primera vez, «bonita». Cuando te dijo «te
de rapiña? Tratas de componerlo, explican- para muchos. No puedes escapar. Y es que, pacas. Sales. La besas. Te vas. quiero». Pierdes la noción del tiempo. En sus
do que es por el negro obsidiana de su pelo. en realidad, no quieres. La vida con tu novio es como la recorda- hombros hay pecas. Por las persianas entra
«Pero tengo canas», te dice. «Ya sé», respon- Tu cuerpo reacciona. Te está besando la bas: fácil, fluida. Sin exabruptos. Sobria. Con una luz tenue, nocturna, pintando la habita-
des, «me encantan». oreja, su cabello negro cano cayendo lacio sexo monótono, ocasional y convencional. A ción con rayas de tonos grises. Las almoha-
Se ríe. sobre su espalda desnuda. «Bésame», te dice. tu manera, lo quieres. Te lo repites. Lo quie- das, esponjosas, cuadradas, también tienen
«No me lo vas a creer, si te digo», confiesa. Te pide. Te implora. Y abandonas la imagen res. rayas: lilas y amarillas. El aire se llena de ri-
Insistes. del novio rubio con polo mientras mojan las Cada persona necesita algo diferente, sas. Tu corazón palpita con fuerza. Respiras.
«El cuervo es mi animal favorito», dice fi- sábanas en un vaivén de movimientos impa- ahora lo sabes. Te gusta entender eso. A cada La observas. Te acercas.
nalmente. Y ante tu escepticismo evidente, rables. Y poco a poco, mientras la tubería quien le ofreces lo que busca. Te complace El olor a huevo quemado te regresa.
añade: «es resiliente, independiente, sobrevi- vieja del edificio golpetea con el aire caliente satisfacer. Te da poder. Tu novio despierta, Desde la realidad, volteas a tu recuerdo
ve donde pocos más pueden. No se restringe que la atraviesa para calentar el cuartito en con su pijama de botones y rayas, en el otro una vez más a verla. Te observa con sus ojos
a vivir bajo expectativas sociales», termina. el invierno, ella te llena. Lentamente, prime- extremo de su cama compartida y sonríe. Le marroquís, con esa mirada que, desde el re-
Nunca supiste que los cuervos te podían gus- ro y rápido después, rapidísimo, te llena. Te dices que le vas a preparar el desayuno. cuerdo, te pregunta por qué, te pide que te
tar tanto. Ella: tu cuervo. llena de significado y propósito y ganas de Mientras bates los huevos de lo que será quedes. Con esa mirada que te adora. Cierras
La abrazas. Te voltea a ver, desde aba- vivir. Intensamente. Te repara, dejas de ser un omelette, te permites uno de esos momen- la puerta verde para regresar otro día a visi-
jo, con esos ojos color ámbar heredados de el cascarón resquebrajado de ser humano tos de indulgencia donde escapas al departa- tarla cuando la monotonía te asfixie.
ancestros marroquís que han viajado con- que eras y te vuelves alguien llena, comple- mento de Nueva York. Echas el huevo batido Volteas el huevo semichamuscado y lo sir-
tinentes y siglos hasta llegar a esa cama, a ta, ocupando el lugar que antes habitaba tu al sartén y piensas en el edificio sobre el local ves en un plato. Lo pones sobre la mesa con
esa cara; a verte. Se acerca a tu boca, como sombra. de masajes en el Upper East Side con enre- mantelitos individuales porque, aunque no
cuando te dio el primer beso y no la detuvis- «Yo también te quiero», te dice. daderas sobre la fachada, junto al edificio de te importa que se maltrate la madera, igual
te, sólo cerraste los ojos y apretaste los la- ¿Qué estás haciendo? balcones verdes. Unas cuadras al este: el río. estás acostumbrada a hacer las cosas como
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CREACIÓN CREACIÓN
por un sol no tan caliente. La noche anterior, y no vale la pena hacer una declaración más daderas, junto a los balcones verdes del edi- entrar al cuartito con la tetera en la estufa
mientras te abrazaba, tú desnuda sobre ella, elaborada, una súplica patética, desespera- ficio contiguo. Te acuerdas que las escaleras de la cocineta y las persianas entreabiertas y
te diste cuenta que tú también la querías. da. tienen mosaicos y que el departamento era el encontrarla ahí, sin ropa, acariciando tu es-
Quién hubiera dicho que los encuentros pre- La dejas que se vaya habiéndote leído de número 4D. A veces te sientes tentada a abrir palda. Contarle todo lo que ha pasado. Quie-
vios que tuviste habían sido tan carentes, que letra en letra. La dejas que se vaya sin haber- esa puerta. res morderle, una vez más —aunque sea la
palidecen contra este intercambio sexual le preguntado qué le había parecido, este li- Un día finamente vas a tus recuerdos. No última—, la punta de la lengua. El corazón te
con emociones tan fuertes de por medio. Va bro que eres, qué significado había encontra- al lugar físico donde sucedieron, sino a ese palpita con fuerza. Llegas al departamento,
a resultar que la cursilería de hacer el amor es do en la narrativa de tu vida. episodio en tu memoria. Caminas hasta ese del que no tienes llave. La puerta verde está
cierta. Das media vuelta cuando se va, con un sitio en algún punto de tu mente. Ves el local entreabierta. La empujas.
En la noche antes de dormirte abrazán- beso, y empiezas a caminar. Otro día en esta de masajes. Subes las escaleras de mosaicos Y entras.
dola quisiste sentirla en cada milímetro de ciudad. Otra despedida. Otro nuevo comien- de dos en dos, impaciente. Te das cuentas, Adentro no hay nada.
tu ser. Adentro, afuera, en tu piel, sobre ti, zo. El ruido, ensordecedor, de las ambulan- mientras lo haces, de lo mucho que quieres Adentro, no hay absolutamente nada.
por debajo. Mientras sus cuerpos se tocan, cias y los locos gritando homilías en las ace- verla, sentirla, tocarla, escucharla, besarla.
embonando a la perfección, sueltas: dejas ir. ras pronto amortigua el nudo en la boca de Las ganas, el deseo, te consumen. Quieres
Dejas de intentar controlarlo todo. Te relajas. tu estómago que se ha mezclado con náuseas
Profundizas. y quiere salir en forma de lágrimas. Caminas.
Despiertas tranquila. Invadida por una Lo bueno de la ciudad es que es tan implaca-
sensación de paz que no habías sentido. Me- ble que no te deja parar. Nunca da tregua. Y
ses después vas a lograr conciliar el sueño caminas.
solo evocando ese momento de calma, ima- Han pasado meses desde que saliste de
ginando que ella está ahí, abrazándote. Fun- ese cuarto de la puerta verde. Y, aunque no Alejandra Ibarra Chaoul (Ciudad de México, México, 1990). Es periodista y autora.
ciona siempre como un hechizo. te encante admitirlo, no te arrepientes. No lo Ha publicado en Letras Libres, Gatopardo, Ríodoce, Pie de Página, The Haitian Times y Worcester Ma-
Sonríes y abres los ojos para verla. Está, cambiarías. Ser leída, sentirte vista. Compar- gazine, entre otros. Participó en investigaciones para The New Yorker y colabora con The Was-
como siempre, despierta. Te acercas a su tirte y conectar. ¿Trascender? La extrañas a hington Post. Escribió El Chapo Guzmán. El Juicio del Siglo (Aguilar, 2019) y es coautora de No basta
boca como la primera vez que la besaste y veces, pero no te lo permites seguido porque encender una vela (Rayuela, 2015). Es politóloga por el Instituto Tecnológico Autónomo de Méxi-
ella no se movió, dejándote recorrerle los la- no vale la pena. co (ITAM) y periodista por la Universidad de Columbia. Fundó y dirige el espacio de memoria
bios con los tuyos. Le muerdes la punta de la Coincidieron por una casualidad cósmi- «Defensores de la Democracia» y el podcast narrativo «Voces Silenciadas».
lengua, como le encanta —porque le encan- ca que solo se puede explicar como azar del
ta. destino. ¿Cuáles eran las probabilidades? Y
Adentro del cuarto hay una tetera sobre sabes, en el fondo, que solo pudo haber sido
la estufa con el guante de cocina todavía so- lo que fue: un momento compartido. Un ins-
bre la agarradera. Suspendido. ¿Ella dejó ese tante fugaz que, como un incendio, las cam-
guante ahí por la tarde?, ¿cuánto tiempo lle- bió para siempre. ¿No son todas las relacio-
va en ese lugar sin que nadie lo haya notado? nes lo mismo: momentos compartidos en el
¿Tú eres como la tetera —te preguntas—: es- tiempo, unos más largos que otros?
perando, suspendida a plena vista, ser des- ¿No todas tenemos un cuarto con puerta
cubierta? verde?
Sabes que se va a ir, siempre lo supiste. Nunca has regresado al edificio del Upper
Por eso la elegiste. Pero cuando se va, resulta East Side para comprobarlo. En tus recuer-
que no estás preparada. Resulta que en algún dos, está unas cuadras al oeste del río; sobre
momento te dejaste imaginar que se queda- un local de masajes en el cuarto piso de un
ba. Le dices, a medias. Igual no se va a quedar edificio cuya fachada está cubierta por enre-
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CREACIÓN
Cuarenta quince
por Santiago Eximeno
Ricardo tuvo una erección cuando el juez de silla dijo deuce. Aquello
le causó tanto asombro que durante un instante no fue consciente de lo
que había ocurrido, ni en la pantalla ni en sus pantalones. Tuvo que ser
el siguiente punto —la ventaja para el saque del jugador croata— lo que
le confirmara que esa parte de su cuerpo que creía muerta en realidad
solo había estado de parranda. Ricardo apartó la mirada de la televi-
sión y contempló con cierto reparo esa sorpresa que crecía entre sus
piernas. Le temblaban las manos, no sabía bien si de expectación o por-
que el Parkinson se había despertado. Dejó escapar una carcajada en-
trecortada mientras cotilleaba de reojo el partido de tenis. Ni siquiera
conocía los nombres de los tenistas, menos aún de qué torneo se trata-
ba. Sin embargo, cuando el juez de silla cantó por segunda vez iguales,
Ricardo sintió la necesidad de masturbarse allí mismo, en el salón va-
cío, frente al mueble antiguo que acumulaba polvo, la clásica colección
de libros —inconclusa, como todas— y la última foto que consintió su
mujer, un par de años antes de marcharse al cementerio.
Ricardo se sintió torpe al principio e incómodo al final. Agradeció
ese paquetito de pañuelos que siempre llevaba en el bolsillo. Se limpió
como pudo y fue al cuarto de baño con los pantalones caídos, enre-
dados en sus tobillos, pasito a pasito, no se fuera a caer y se rompiera
la cadera, como le pasaba a todos los viejos antes o después. Se lavó
las manos, se aseó ese pene que ahora se veía fláccido y olvidado —su
estado natural en los últimos años, nada que reclamar— y se contem-
pló en el espejo durante un largo minuto. Las arrugas como marcas de
arado, el pelo blanco enmarañado coronando el deterioro progresivo
de su rostro caduco. Y la sonrisa, esa inesperada sonrisa dibujada con
desgana en sus labios. ¿Cuánto hacía que no sonreía?
Volvió al salón, a la televisión. Cambió de canal, se encontró con uno
de esos programas en los que todos los presentes chillaban, sentados
en sus sillas, gesticulando, hablando de temas que no le interesaban.
Los dejó allí, de fondo, un agradable murmullo de compañía, y fue a la
cocina a preparar algo para la cena. Fiambre. Un poco de pan duro que
había sobrado de ayer. Se sintió animado y se sirvió una copa de vino.
Cenó en la mesa de la cocina. Pensó en lo que había ocurrido en el sa-
lón. De alguna forma quería repetirlo, o quizá comprender qué había
sucedido exactamente. Se sentía extraño, desconectado de esa nueva
realidad que le había asaltado. Antes de terminar de cenar se sirvió una
segunda copa de vino. mientras el monaguillo —el chico de la Nun- —¿Podrías comprarme una raqueta? Ricardo apuró su copa de vino, la dejó en
cia, algo no funcionaba bien en su cabeza— —¿Una raqueta? —preguntó su hija—. el suelo. Una hormiga se detuvo un instante
La luz de la farola de la plaza brillaba ca- le entregaba la copa llena de vino que él no ¿Para qué quieres una raqueta, papá? Una frente a la copa y después comenzó a rodear-
lle abajo. Ricardo, sentado a la puerta de su despreciaría. Y pensó, justo cuando el cura raqueta. ¿De tenis? la.
casa, se fumó un cigarro mientras disfrutaba se volvía hacia los presentes, que ese amén —Sí. Podrías traerla el próximo fin de se- —Claro. Muy bien.
de la brisa de la noche. Apenas había ruidos comunitario había sido un out, por lo que mana. Si venís. Ella bajó la mirada, jugueteó con un plie-
en el pueblo. Algún grillo perdido entre la decidió que era el momento, pensara lo que —Bueno, sí, claro, puedo acercarme a una gue de su falda entre los dedos. No llevaba las
maleza descuidada, un ladrido a lo lejos. En pensase el vulgo, de volver a casa. tienda de deportes y comprar una, claro. Una uñas pintadas. Había comenzado a mordér-
las casas cercanas se veía luz en las ventanas, En la seguridad del hogar buscó el mando raqueta. ¿Cualquiera te vale? Ay, no sé nada selas otra vez.
esa luz azulada que proviene de la soledad de la televisión con manos temblorosas. En de raquetas. ¿Y eso? ¿Por qué te ha dado por —Papá, he visto que has guardado la foto
alimentada por antiguos tubos catódicos. la programación anunciaban un partido de ahí, papá? Bueno, nada, no te preocupes, no- de mamá, la que estaba en el mueble del sa-
Antes de volver a entrar, Ricardo escuchó un semifinales para la tarde. Sobre hierba otra sotros te la llevamos si la quieres, ¿vale? Una lón. O la has tirado, qué sé yo. No, no pasa
rato la radio. Lo hizo con los ojos cerrados, vez. La anticipación hizo que se le desbocara raqueta de tenis. A lo mejor puedes jugar con nada, está bien, no me molesta. Es tu casa.
con una sonrisa en el rostro. el corazón. Preparó una tortilla y se sentó a ella con los niños, ¿no? Lo entiendo, ¿sabes? Todos hemos seguido
la mesa de la cocina con una copa de vino. —No —dijo Ricardo—. No creo. adelante, tú también tienes que hacerlo. Te
A la mañana siguiente habló por teléfono La necesitaba. Después de comer fue al sa- —Vale. Como quieras. Ya hablamos, que lo mereces.
con su hija. Ella llamaba todos los domingos, lón con varias servilletas de papel y se sentó estoy en la puerta del colegio. Hasta el fin de Ricardo asintió. Después recogió la copa,
siempre a la misma hora, poco antes de que frente al televisor. Vio el telediario y parte de semana, papá. aplastó con el pie la hormiga y volvió a la co-
él tuviera que salir para ir a misa. una película de vaqueros que le traía ciertos —Adiós. cina.
—Ayer vi un partido de tenis —dijo Ricar- recuerdos. Cuando llegó la hora cambió a la Esa tarde Ricardo dio un paseo por el
do—. Me gustó. cadena de deportes. Y allí estaban los tenis- camino de la huerta. Lo hizo al atardecer, Antes de marcharse los niños le abrazaron
—Muy bien, papá. Eso es lo que tienes que tas, sobre la hierba, con sus camisetas blan- cuando estaba más concurrido. Se cruzó con con fuerza. Su yerno le estrechó la mano sin
hacer, volver a disfrutar de las pequeñas co- cas, con sus pantalones cortos del mismo co- algunas vecinas, les dedicó una sonrisa. Silbó mirarle a los ojos y después se dedicó a ayu-
sas, ya lo sabes. Nos pasaremos por allí en un lor. Y eran cuatro. Oh, cuatro. Un partido de una tonadilla al llegar a los manzanos, e in- dar a los niños a subir al coche y abrocharse
par de semanas, el sábado. Los niños están dobles. Se desabrochó el pantalón, se bajó la cluso cogió una manzana y se la llevó a casa. el cinturón.
deseando verte. bragueta. Solo pudo aguantar hasta el pri- Esa noche vio su primer partido sobre tierra —¡Casi se me olvida, papá! —dijo su hija, y
—Muy bien —dijo Ricardo—. ¿Se pueden mer punto del tercer juego. batida. sacó del maletero la raqueta.
poner? Venía dentro de una bolsa de plástico y
—¿Ahora? No quiero entretenerte, papá, —Hola, papá. Qué sorpresa. Como ya nun- Ricardo, sentado a la fresca junto a su hija el mango era de color azul brillante. Como
que entonces no llegas a misa. Ya los verás, ca llamas. Me pillas de camino al colegio, voy a la puerta de la casa, bebió un trago de vino la de ese jugador australiano. Olía a nueva.
no te preocupes. Los días pasan muy rápido. a recoger a los niños. y contempló a su yerno. Este corría detrás de Ricardo la tomó entre sus manos y sintió un
Hablamos el domingo. Y no dejes de ver el te- —Si prefieres llamo en otro momento — los niños haciendo muecas y ruidos y gestos escalofrío.
nis. dijo Ricardo. que Ricardo no lograba entender. Quizá pre- —Es preciosa —dijo—. Gracias.
En la iglesia, Ricardo se sentó en uno de Le había costado mucho esfuerzo deci- tendían ser graciosos. O aterradores. Los ni- Se dieron dos besos en la mejilla. Ricar-
los bancos de atrás, lejos de esas vecinas que dirse a llamar. Tras la muerte de su mujer, la ños gritaban y reían al mismo tiempo. do los vio marchar mientras agitaba la mano
cuchicheaban mientras sus dedos artríticos relación con su hija había decaído. De hecho —¿Por qué hace eso? —le preguntó Ricar- en señal de despedida. Los niños le corres-
recorrían el rosario. Le apetecía estar solo. había decaído su relación con todo el mun- do a su hija. pondieron desde el asiento de atrás del co-
Oyó el sermón del cura itinerante sin prestar do. No se sentía culpable por ello, solo algo Ella sonrió, negó con la cabeza. che. Ricardo entró en casa y confirmó que
realmente atención. En su cabeza sólo había incómodo. Con ella, con el mundo. —Cosas de niños, papá, juegan a unos di- el partido, la gran final en la que jugaba ese
sitio para redes, líneas blancas trazadas con —No, no, dime, papá, ¿todo va bien? ¿Tie- bujos que no sé ni cómo se llaman. Qué más jugador suizo que el público adoraba, sería
firmeza sobre la hierba, jueces de línea. Ri- nes algún problema? Ya sabes que nosotros da. No tiene importancia. Lo que importa es retransmitido en directo. De madrugada.
cardo contempló las gesticulaciones del cura nos preocupamos por ti. cómo estás. ¿Va todo bien, papá? Subió a su cuarto y preparó el despertador
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CREACIÓN COLABORACIONES
para levantarse media hora antes. Por si aca- dejó sobre las cuerdas. La miró durante un
so. Sería mejor echar una cabezadita. Sacó la par de minutos. Sonrió.
raqueta de su funda transparente y la colocó Después se desvistió, se tumbó junto a la
sobre la cama, las cuerdas apoyadas sobre la raqueta, apoyó su mano sobre el mástil y no
almohada. Buscó en el cajón de la mesilla la tardó en quedarse dormido.
foto de su mujer, esa que se había hecho dos Colaboraciones
años antes de marcharse al cementerio, y la
La Revista Literaria Visor se centra en diversos aspectos del relato corto. Está estructurada
en tres bloques fundamentales: reseñas literarias, ensayo y creación. Toda colaboración será
bien recibida en cualquiera de estos campos siempre que sea original, inédita, escrita en es-
pañol y relacionada con los distintos aspectos del relato breve. Los textos deben remitirse en
Santiago Eximeno (Madrid, España, 1973). Ha publicado novelas como Alicia en el sótano fichero adjunto y en formato Word, junto a una breve reseña bio-bibliográfica de no más de
(Libros.com, 2015), libros de relatos como Lo grotesco (Enkuadres, 2017) o Umbría (El Humo del diez líneas, a la siguiente dirección de correo electrónico:
Escritor, 2013), libros de ficción mínima como Un escarabajo de siete patas rotas (Amargord, 2013)
y numerosos relatos en diferentes antologías y revistas. Su obra ha sido traducida a varios visorliteraria@gmail.com
idiomas, como el francés, el inglés, el japonés o el búlgaro.
El consejo editorial leerá todas las colaboraciones enviadas, reservándose el derecho a su
inclusión en la revista. No se informará en ningún caso sobre aspecto alguno del proceso de
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y solo ceden a la Revista Literaria Visor el derecho a publicar los textos en el número corres-
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rán la extensión de una página; para ensayos, no más de 10, y para creación, no se excederán
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interlineado y, de haberlas, notas al final del documento.
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