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V I S O R revista literaria Nº 23- Ene. / Abr.

2022

Reseñas: Alessandro Niccoli / Goliarda Sapienza Ensayos:


Contradicciones literarias: los polos de Jacques
Rancière / La conspiración surrealista / Borges, autor de
Lolita o el arte de las atribuciones erróneas Creación:
Óscar Benítez / Javier Montiel Moreno / Juan Manuel Chica Cruz /
Alberto Martínez / Alejandra Ibarra Chaoul / Santiago Eximeno
© Revista Literaria Visor
ISSN 2386-5695
Revista Literaria de difusión cuatrimestral Contenido
Dirección:
Noel Pérez Brey
www.perezbrey.com
perezbrey@gmail.com

Consejo Editorial:
Vega Pérez Carmena Editorial..................................................................................3
Noel Pérez Brey
Reseñas.................................................................................. 4
Imágenes:
Portada: Frank Henkemeyer Nafis y los pasadizos de colores. Alessandro Niccoli........5
https://www.flickr.com/photos/132334520@N03/ Al filo del mediodía. Goliarda Sapienza...............................6
Contraportada: Matoses/ Fuente: Flickr

Contenido: Tobias Naumann / Fuente: Flickr; Reseñas:
Volker Dliger / Fuente: Flickr; Ensayos: Travis / Fuente: Flickr; Crea- Ensayos.................................................................................. 8
ción: Tbolt Photography / Fuente: Flickr.
Contradicciones literarias: los polos de Jacques Rancière,
Diseño: por Pedro Narcob........................................................................9
Noel Pérez Brey La conspiración surrealista, por Matías Cravero............16
Borges, autor de Lolita o el arte de las atribuciones erró-
Esta revista se edita desde Illescas (Toledo - España) a través de la neas, por Bruno del Barro.......................................................23
siguiente dirección:
www.visorliteraria.com Creación.............................................................................. 29
Puede ponerse en contacto con nosotros en la siguiente dirección de Taxi girls, por Óscar Benítez................................................. 30
correo electrónico:
visorliteraria@gmail.com Cartografía del mar, por Javier Montiel Moreno..............37
Espirales, por Juan Manuel Chica Cruz.............................. 46
Postdata y Criaturas, por Alberto Martínez......................53
@ visorliteraria @ visorliteraria
El cuarto de la puerta verde, por Alejandra Ibarra
Chaoul...........................................................................................55
Cuarenta quince, por Santiago Eximeno........................... 63
Todos los textos e imágenes publicados en este número son propiedad
de sus respectivos autores. Queda, por tanto, prohibida la reproduc- Colaboraciones.................................................................68
ción total o parcial de los contenidos de esta publicación en cualquier
medio sin el consentimiento expreso de los mismos. Por otro lado, esta
publicación no se responsabiliza de las opiniones o comentarios ex-
presados por los autores en sus obras.
EDITORIAL

Menudo cuento de lista

¡Feliz año nuevo! Por fin dejamos atrás 2021 y, aunque no entramos en el reciente año con
mejor pie, aquí seguimos, lo que no es poco dadas las circunstancias. Ojalá os encontréis
todos sanos y esta aciaga pandemia no os haya afectado de manera irremediable.
Y otra cosa —no tan seria— que se repite con el cambio de año son las listas de los gran-
des medios culturales: la de los mejores libros de 2021 y la de novedades indispensables de
2022. Pero, como bien sabéis, ninguna importa un carajo.
Leímos en algún periódico que, en España, se publican anualmente unos 10.000 libros de
creación literaria. Es decir, que, para seleccionar el mejor de esos títulos, el crítico de turno
debe leer más de 27 obras al día. Claro, como nos referimos a medios culturales de prestigio,
o reconocidos al menos, contarán con un equipo de expertos, pero aún así, y suponiendo
que se repartan el lote y ninguno revise una de las obras encargada a los demás, enfrentarse
a 10.000 libros parece una tarea casi imposible.
Por otro lado, entendemos que estos críticos también leerán los libros de sus amigos y
alguno de quien esté en disposición de acceder a su círculo y tomarse juntos un café. Por no
hablar de que a nadie le gusta, y menos a un medio importante, llevarse la correspondiente
somanta de palos por no atender en su lista al cupo correspondiente de paridad y diversi-
dad.
Re s e ñ a s
Esto sugiere que la criba previa ya está avanzada y la selección sugerida o impuesta por
aquellas editoriales o grupos con poder para hacerlo (todos sabemos quiénes son y qué me-
dio pertenece a cada cual), ergo, si no publicas con estos sellos, no aparecerás en las listas.
Y lo mismo ocurre con esas novedades imprescindibles para el año entrante. Si echáis un
ojo, veréis que solo se mencionan las novedades de los grandes grupos y editoriales. Apos-
tamos a que, ya en enero, y sin que se hayan publicado siquiera, acertáis qué libros leerán y
cuáles elegirán como los mejores de 2022 esos insignes críticos.
Por nuestra parte, a estas listas les hacemos el mismo caso que a la de Los 40 Principales
o al Premio Planeta. Seguro que estáis con nosotros: la única lista válida es la de los mejores
libros que cada cual haya leído este año.

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RESEÑAS RESEÑAS

Nafis y los pasadizos de cuiden la vida en


el planeta Tie-
mos estar tranquilos y en paz con esta lógi-
ca?». «¿Cómo puedo cambiar?». «¿Cuándo y
ponerse de parte de la naturaleza? ¿Cómo
fiarse de quien no lo hace?».
colores rra? Desde una por qué sentimos una emoción?». «¿Qué es la
Alessandro Niccoli mirada inocente, belleza?». «¿Qué producimos que sea útil?». © Victoria J. Goldar
filosófica, tes- «¿Por qué no podemos salir?». «¿Cómo no
taruda y audaz,
Adentrarse al universo de Nafis y los pasa- Nafis comienza
dizos de colores, la contemporánea novela de a entender que el
Alessandro Niccoli, es ahondar en el presen- primer paso para
te desde la mirada fresca, rebelde y curiosa cambiar la rea-
de un adolescente ecologista de trece años. lidad que lo ro-
Crisis ambiental, cambio climático, super- dea, empieza en
producción, hiperconsumismo, contamina- Nafis y los pasadizos
ción del agua y el aire, bosques prendiéndose
la imaginación.
de colores Al filo del mediodía parte la narradora de este libro, la recuperación
de su memoria y la reconstrucción de su identi-
Acompañado por
fuego, trastornos relacionados con nuestros los libros desde
Alessandro Niccoli Goliarda Sapienza dad se rodean a la fuerza de un clima de miste-
estilos de vida, como depresión y ansiedad, Nafis Book
la infancia, gra- rio», opina Marta Sanz.
y una crisis mundial a causa de un virus que San Miniato, 2021
cias a los eternos La autora de El frío, Lenguas muertas y Los mejores
nos aísla, se fusionan en una historia que va Por primera vez podemos disfrutar de una
veranos en la librería de su tío Vincent, se tiempos destaca el humor y el enfoque particular
a enfrentarnos cara a cara con los cuestio- traducción al español de la obra íntima de la au-
interesará en aprender, a través de investi- que tiene Sapienza y se atreve a decir que se trata
namientos éticos y ecológicos de las nuevas tora italiana Goliarda Sapienza (1924-1996). Este
gaciones científicas, observando las estrellas de un libro inclasificable que, a veces, se aproxi-
generaciones. libro, editado por Altamarea, tiene el agregado ma a la sátira. De todas maneras, no es algo que
en la noches oscuras, visitando el centro de
Después de vivir en la ciudad, sin encon- recuperación para caballos maltratados o exquisito de contar con un epílogo de la escritora la desvele: «Puede que este texto sea autobiográ-
trar sentido ni rumbo, Nafis decide regresar a dialogando con sus amistades —humanas, madrileña Marta Sanz. En estas páginas finales, fico. Puede que sea autoficcional. A mí personal-
la casa de su abuela en el corazón del bosque, animales y vegetales— en claros en el bos- la autora y crítica literaria nos comparte sus no- mente la diferencia me parece espuria».
para alejarse de la televisión, del bombardeo que. tas personales, sus impresiones y los análisis que Sanz remarca
de la publicidad, de la ciudad que asfixia y Un libro que entrecruza entre sus pági- extrae de la lectura de la obra. También nos deja las militancias de
de todo aquello que lo abruma, y decepcio- nas a personalidades como Carl Jung, Greta ver —y nos contagia— el cariño que tiene por la la autora y valora
na de este mundo. Va a ser el contacto con la Thunberg, Donald Trump o el italiano Enzo autora: «No nombro a Goliarda Sapienza por su sus aportes femi-
naturaleza, su acercamiento al silencio como Maiorca. Un libro que alza la voz para re- nombre de pila porque la considere menos va- nistas que, no solo
un espacio de soledad y autoconocimiento, plantear la economía, la alimentación, los liosa y más doméstica, menos encumbrada, más para la época, son
la íntima relación que construye con los ani- privilegios de políticos y de las grandes em- chiquitita y necesariamente —¡necesariamen- interesantes. «Ha-
males y sus ganas de cambiar la manera en la presas multinacionales. Un libro colmado de te!— más humilde que un escritor varón. La lla- bla de asuntos de
que pensamos, y tratamos al planeta Tierra preguntas filosóficas, que se cuelan entre los mo Goliarda porque creo que la entiendo y por- los que aún habla-
(y a sus habitantes) lo que le permitirá abrir pensamientos de Nafis mientras observa las que, haciendo uso de las güijas inalámbricas que mos y lo hace, en
las puertas de la percepción y descubrir el contradicciones del mundo al que habita: «¿Y a veces conectan a las vivas y a las muertas, la he 1966, por medio de
pasadizo secreto que existe en su interior: un si es el animal el que ha comprendido plena- llegado a querer». unos códigos que
refugio desde el cual imaginar otro mundo mente el misterio de la naturaleza?». «¿Cómo Al filo del mediodía narra el recorrido de Goliar- son innovadores», Al filo del mediodía
posible. saber que estamos ante el amor?». «¿Y dónde da Sapienza después de un período de depresión expresa. Goliarda Sapienza
¿Cómo hacer que las personas empiecen están los sentimientos?». «Si no producimos en el que tuvo un intento de suicido. En ese clima En su epílogo, Altamarea Ediciones
a escuchar? ¿Cómo transformar la furia, el bienes nos sentimos inútiles, si producimos es que la autora relata su vida y sus sombras. «Así, la escritora madri- Madrid, 2021
enojo y la tristeza en acciones tangibles que bienes, somos destructivos, ¿Cómo pode- en el momento de fragilidad psíquica del que leña nos invita a

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RESEÑAS

acercarnos al texto con humildad y respeto por en ese espejo roto que nos ofrece.
la autora. Para escucharla, para arroparla, para
no juzgarla ni imponerle nuestras ideas. Quizás, © Rode Classen
para encontrarnos, sin darnos cuenta, reflejados

E n s ay o s
ENSAYOS

Contradicciones literarias: los polos de Jacques


Rancière
por Pedro Narcob

Ya en el inicio de su afamado ensayo titulado La palabra muda, el fi-


lósofo francés Jacques Rancière (1940) nos aclara que el término «lite-
ratura» tiene tantas acepciones como formas de interpretarlas, y que
su análisis no pretende un posicionamiento definitivo. Por el contrario,
nos dice:
«No se entenderá entonces aquí por "literatura" ni la idea imprecisa del
repertorio de las obras de la escritura ni la idea de una esencia particu-
lar capaz de conferir a esas obras su calidad "literaria". De aquí en ade-
lante se entenderá este término como el modo histórico de visibilidad de
las obras del arte de escribir, que produce esa distinción y produce por
consiguiente los discursos que teorizan la distinción, pero también que
la desacralizan para remitirla ya sea a la arbitrariedad de los juicios, ya
sea a criterios positivos de calificación» (2009, p. 13).
La tesis central de La palabra muda puede resumirse en que la litera-
tura lleva siglos moviéndose en la indeterminación formal cuando de
definirla se trata; es decir, que nuestro concepto de qué es literatura y
qué no ha cambiado múltiples veces de criterio, y como consecuencia
de ello, tanto sus productos como la disciplina en sí están polarizados
entre distintas formas de entenderlos y evaluarlos.
Por ejemplo, uno de los polos que analiza nuestro autor es si la lite-
ratura ha de encuadrarse en un contexto que nos proporcione los pará-
metros desde los que abordarla. En este sentido, Rancière escribe:
«Lo que hace la esencia de un poema no es el uso de una regularidad
métrica, más o menos armoniosa, es el hecho de que se trata de una imi-
tación, una representación de acciones. En otras palabras, el poema no
puede definirse como un modo del lenguaje. Un poema es una historia y
su valor o su ausencia de valor se basan en la concepción de esa historia.
Es lo que funda la generalidad de la poética como norma de las artes en
general» (2009, p. 30).
La tesis contraria diría que lo literario se funda en valores universa-
les y atemporales, que debemos descubrir y a los que debemos acoger-
nos para enjuiciar la calidad de una obra. De este modo, vemos algo que
Rancière repetirá con frecuencia, y es que la literatura se desdobla.
«La "literatura" emancipada tiene dos grandes principios. A las nor-
mas de la poética representativa opone la indiferencia de la forma con
respecto de su contenido. A la idea de la poesía-ficción opone la de la
poesía como modo propio del lenguaje. ¿Son composibles los dos prin-

9 | visorliteraria.com Fuente: Eterna Cadencia


ENSAYOS ENSAYOS

cipios? Es cierto que ambos oponen a la que nuestro autor denomina el «principio de Esto produce otro de los desdoblamientos No hay sistema genérico sin jerarquía de
vieja mimesis de la palabra en acto un arte indiferencia», siendo esta la indiferencia de que sitúan a la literatura en un marco de ten- los géneros. Determinado por el tema re-
específico de escritura. Pero entonces es el sión. Y es que ¿en qué se funda la literatura? presentado, el género define modos espe-
la forma respecto al contenido. Mas ¿en qué
concepto de escritura el que se desdobla: cíficos de su representación. El principio
consistiría el principio de indiferencia?: en Rancière nos dirá que en «aquello que des-
puede ser palabra huérfana de todo cuerpo de genericidad implica entonces un tercer
capaz de conducirla o atestiguarla; puede no priorizar la cultivación de lo poéticamen- truye su concepto». Pero si el propio concep-
principio, que llamaremos principio de de-
ser, por el contrario, jeroglífico que lleva la te bello, sino centrarnos en plasmar la visión to de la literatura se cimenta sobre la ines- coro. El que ha elegido representar dioses
idea de escritura en su propio cuerpo. Y la que ha detonado la creación literaria. tabilidad definitoria de su área, ¿a qué nos en vez de burgueses, reyes en vez de pasto-
contradicción de la literatura bien podría No obstante, se arguye con frecuencia que vemos abocados? Rancière mismo nos dirá: res, y ha elegido un género de ficción ade-
ser la tensión entre estas dos escrituras» cuado, tiene que prestar a sus personajes,
la poesía es una forma particular del lengua- «La literatura tiene como fundamento
(Rancière, 2009, p. 21). acciones y discursos apropiados a su natu-
je, y que en cuanto tal, ha de atenerse a unas aquello que destruye su concepto, es decir
Tomemos esa «palabra huérfana» y ese «je- la literariedad. La escena de la escritura raleza, y por consiguiente al género de su
reglas que llevan siglos delimitándose.
no opone solamente la necesidad del prin- poema» (2009, p. 31).
roglífico» a los que se refiere Rancière. Según
«[El romanticismo] es la entrada de la poe- cipio simbólico a la libertad del principio
nos dice, tienen su origen en Voltaire (1694- Vemos aquí cómo poco a poco van sur-
sía y el arte en la era de su disolución. El de indiferencia. Es el concepto mismo de
1778), que postulaba uno de esos desdobla- principio de esta disolución es la incompa- giendo principios a los que las creaciones
escritura el que se desdobla en ella y se
mientos en los que la obra literaria se debate tibilidad de los dos principios organizado- convierte en escenario de la guerra de las literarias deben atenerse, y que pueden en-
entre su carácter de fenómeno único, esto es, res de la poética antirrepresentativa, el que escrituras» (2009, p. 117). trar en conflicto con los deseos del autor. El
de no representar nada más que a sí misma hace de la poesía un modo propio del len- principio del decoro exige que los persona-
guaje y el que decreta la indiferencia de la Interpretando esa literariedad como el
(palabra huérfana), y su carácter de jeroglí- jes se ciñan a lo que representan, aun en las
forma con respecto al tema representado. corpus escrito que a menudo tomamos como
fico, que se refiere a lo que, en palabras de sátiras; en ese sentido, la fidelidad obedece
Si la poesía y el arte son modos del lengua- característica de la literatura, habríamos de
nuestro autor, «se inscribe en su propio cuer- a la pretensión de gustar, fundamentada en
je y del pensamiento, no pueden conocer enunciar el conflicto como: ¿deberíamos te-
po», es decir, tiene una función representati- la representatividad de lo que se muestra. Y
el principio de indiferencia. El arte es un ner en cuenta la cualidad diferencial de la
va del contexto en el que se ha creado. lenguaje en tanto y en cuanto dice la rela- aun así, «precisamente porque tiene que gus-
obra, o el grado en el que se adecue a la teo-
Esta es una de las tensiones alrededor de ción necesaria de un pensamiento con su tarles a los hombres de bien la ficción tiene
ría del género literario al que pertenezca?
las cuales vive la literatura hoy en día. El va- objeto. Desaparece allí donde esa relación que respetar aquel principio que la acredita
La cuestión del género aquí es crucial. A
lor de una obra se acrecienta, y en buena me- es indiferente» (Rancière, 2009, p. 95). y la vuelve susceptible de gustar, es decir, el
menudo la pasamos por alto en el análisis de
dida llega hasta nuestros días debido a ello, principio del decoro» (Rancière, 2009, p. 32).
Como tal, la consideración de arte es de- una obra, como si fuese tan solo un instru-
en función de lo representativo que resulta Con todo, en la página siguiente, nuestro
pendiente del principio de representativi- mento para calificar o encuadrar esta. Y en
del contexto en el que se inscribe. Sin embar- autor nos advierte de no errar con el princi-
dad, y está sujeta al mismo. Aquí surgen las cierto sentido, también es así, pues como el
go, el peso que tiene tal contexto ha sido am- pio del decoro:
oposiciones que no son más que otra forma propio Rancière nos muestra, el género de
pliamente puesto en duda, y nos encontra-
de enunciar la ya expresada de la literatura una obra comporta unas reglas que esta se «No se trata de color local o de reproduc-
mos aquí con el eje de nuestro análisis: ¿ha ción fiel, sino de verosimilitud ficcional. Y
como producto del genio o como represen- ve abocada a respetar. Sin embargo, nuestro
de considerarse en la valoración de una obra en ella se superponen cuatro criterios de
tación del contexto. Ya al inicio de la obra autor va más allá y ve en esas reglas un deber
solo la idiosincrasia el genio creador, o ha de decoro: primero, la conformidad a la natu-
nuestro autor se nos adelanta y advierte: de adecuación que genera conflicto en esta
encuadrársela en su comunalidad? raleza de las pasiones humanas en general;
«Al primado de la ficción se opone el pri- dialéctica del desdoblamiento que acarrea la
Dicha comunalidad tiene múltiples es- luego la conformidad a los caracteres y a
mado del lenguaje. A su distribución en literatura, pues en sus propias palabras: las costumbres de determinado pueblo o
tratos de percepción. Es la forma del texto
géneros se opone el principio antigenérico «Una ficción pertenece a un género. Un gé- determinado personaje, tales como nos los
de unirse al lector, si bien Rancière plantea
de la igualdad de todos los temas represen- nero se define por el tema representado. El hacen conocer los buenos autores; luego
cómo de necesaria es dicha unión, o expre-
tados. Al principio de decoro se opone la tema ocupa un lugar en una escala de va- el acuerdo con la decencia y el gusto que
sado de otro modo, si esta debería ser una de indiferencia del estilo con respecto al tema lores que define la jerarquía de los géneros. convienen a nuestras costumbres; por últi-
las prioridades del autor, o por el contrario, representado. Al ideal de la palabra en acto El tema representado relaciona al género mo, la conformidad de las acciones y de las
debería centrarse en la faceta del produc- se opone al modelo de la escritura» (2009, con una de las modalidades fundamenta- palabras con la lógica misma de las accio-
to que le atañe solo a él. Esto nos lleva a lo p. 39). les del discurso: el elogio o la reprobación. nes y de los caracteres propios a un géne-

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ENSAYOS

ro» (2009, p. 33). ra el conflicto en


Ante esta cita, hemos de pararnos y re- este desdobla-
flexionar, con nuestro autor, acerca de en miento. Rancière
qué se va convirtiendo progresivamente una sugiere que el
obra literaria. ¿Qué es lo que se persigue? En arte se polariza
los desdoblamientos, en las tensiones, en las entre quienes lo
contradicciones, en definitiva, que Rancière ex- viven como pro-
pone en su trabajo, resalta la que ya hemos ducto de los que-
señalado: la individualidad contra la comu- haceres en una
nalidad. Y para ilustrar esto, el filósofo fran- torre de marfil y
cés trae a colación a Karl Marx (1818-1883), quienes preten-
postulando que la literatura se ha mercan- den que prime
tilizado, que cuanto buscamos ahora es un en él la repre-
producto al que, sin embargo, le planteamos sentatividad de
demandas contradictorias. Por una parte, lo cotidiano. Así,
queremos la originalidad del genio, la vi- cabe preguntarse
sión única de quien sigue su propia línea de en qué medida,
pensamiento, pero a la vez imprimimos en la como ya hemos
obra nuestra tendencia a la confortabilidad, señalado antes,
a lo conocido, a la comunalidad. es este conflicto
Sobre esto, Rancière nos dice que difícil- resoluble.
mente habrá solución, pues «la esfera de la Sin embargo,
literatura y la de las relaciones sociales» son, con la aparición
en sus propias palabras, esferas «coextensi- del género de la
vas»: novela, la cues-
tión se radicaliza
«La oposición del individuo creador y la
hacia el polo de
colectividad o la de la creación artísti-
ca y el comercio cultural solo pueden ser lo estrictamente
enunciadas a partir de la misma idea del ficticio. El públi-
lenguaje y la misma ruptura del círculo co que demanda
representativo. Dicho círculo definía cier- es diferente, y este a su vez demanda de la de las aventuras de la letra errante» (Ran- nismos:
to tipo de sociedad del acto de hablar, un novela algo distinto a lo que demandaba de cière, 2009, p. 114). «Ya ha sido dicho: el genio siempre es ge-
conjunto de relaciones legítimas y criterios la poesía. nio de un lugar, un tiempo y una raza. […]
«La abolición de todo principio de reali-
de legitimidad entre el autor, su "tema" y su En la obra se manifiesta el espíritu de su
«La novela es entonces la destrucción de dad en la ficción» sugiere, a nuestro entender,
espectador. La ruptura de ese círculo vuel- autor, y en ese espíritu, el de una época de
ve coextensivas la esfera de la literatura y toda economía estable de la enunciación que la narrativa formal abre un nuevo tipo de
orden o de tempestades, de un medio de
la de las relaciones sociales y pone en rela- ficcional, su sumisión a la anarquía de la senda para el equilibrio entre las contradic- refinamiento aristocrático o de actividad
ción directa de entre-expresión la singula- escritura. Y con toda naturalidad ha to- ciones que Rancière enuncia durante todo el burguesa, de un genio nacional de claridad
ridad de la obra y la comunidad que la obra mado como héroe fundamental al lector de libro. Nuestro autor llega incluso a manifes- mediterránea o de ensoñación nórdica. El
manifiesta. Cada una expresa a la otra pero novelas, al que las toma por verdaderas, no
tar una continuidad entre ambos polos, que si panteón de los grandes escritores y el ge-
sin que exista una norma para esa recipro- porque su imaginación esté enferma sino
bien está lejos de ser conclusiva de cara a su nio de una civilización se reflejan el uno al
porque la novela misma es la enfermedad
cidad (2009, p. 70). otro» (Rancière, 2009, p. 191).
de la imaginación, la abolición de todo análisis, sí que esboza una integración que
La ausencia de tal norma es lo que gene- principio de realidad de la ficción a través no tiene necesariamente que llevar a antago- Que el genio de la civilización y el panteón

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ENSAYOS ENSAYOS

de los grandes escritores se reflejen el uno en Bibliografía


el otro nos da un atisbo de cómo la literatu- Rancière, J., (2009). La palabra muda, Buenos
ra, contradictoria en su esencia, puede ser Aires, Argentina: Eterna Cadencia.
capaz de convivir con sus propias tensiones.

Pedro Narcob (Sevilla, España, 1996). En 2018 se graduó en Psicología por la Universidad
de Sevilla e inició los estudios del Máster en Filosofía Teórica y Práctica de la UNED.
Desde 2011 hasta 2016 recibió formación literaria en la escuela de escritura creativa Casa To-
mada, en Sevilla, y en 2018 ganó el XII Premio de Relatos Cortos Ayuntamiento de Castellón.
Un año después publicó En vasos vacíos (2019), su primera obra ensayística. Con El mirlo que se
ahoga (2020), su debut en la novela, resultó finalista en el VI Premio Multiverso de Novela.

Fuente: c0ntracultura.wordpress.com/tag/surrealismo/

La conspiración surrealista fuso, un poeta, un antihéroe, un aventurero


Por Matías Cravero que no se amilana antes los numerosos con-
tratiempos que lo acechan. Hasta ahí, nada
muy distinto al «mambo» del Caballero Man-
chego de Cervantes. Pero, a diferencia de
La realidad total
este último, el Caballero de Carroll vive tras
El Caballero Blanco de Lewis Carroll está el Espejo, donde para acercarse hay que ale-
inspirado en la figura de Don Quijote trazada jarse, donde para saciar la sed se comen ga-
por Miguel de Cervantes Saavedra. Inspirado lletas, donde hay que practicar mucho para
y pasado por el tamiz surrealista del propio aprender a caerse de mil formas distintas del
Carroll, que evidentemente escribía en cla- caballo.
ve de súper realidad antes de que Guillaume Así pues, lo que Alicia encuentra a través
Apollinaire bautizara a aquel movimiento del espejo es el inconsciente, su propio mun-
artístico que lo contó entre uno de sus más do mental sumergido, pero en diálogo per-
entusiastas y primerísimos cultores, aunque manente con el inconsciente colectivo, el de
luego, el que acabaría «institucionalizando» los arquetipos junguianos.
al Surrealismo como nueva corriente sería Por lo tanto, es posible trazar una zigza-
André Bretón. gueante línea de filiación literaria entre Cer-
El Caballero Blanco es un inventor pro- vantes, Carroll y Apollinaire.

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ENSAYOS ENSAYOS

En 1917, Wilhelm Albert Wlodzimierz la transformación con la resemantización de cubren en una pluralidad de esferas experi- bord llamó sociedad del espectáculo a ese
Apolinary de Kostrowicki, más conocido ciertas tradiciones para nada caducas. mentales que revelan por fin el rostro autén- esquema inmunológico que trabaja a favor
como Apollinaire, escribió: tico de la modernidad —fase última a la que del capitalismo.
«Cuando el hombre quiso imitar la acción I-Ching y Surrealismo Nietzsche veía que se dirigía la evolución de Se trata entonces, para nosotros, los que
de andar, creó la rueda, que no se parece a las sociedades. En esta perspectiva, el arte respiramos juntos o conspiramos, de seguir
El Gran Libro Oracular tiene una dinámi-
una pierna. Del mismo modo ha creado, in- y la ciencia surgirían entonces como estas creciendo, de incrementarnos, incluso en el
ca surrealista, tanto en la construcción por
conscientemente, el surrealismo... Después formaciones soberanas, sobre las que Nietzs- marco de la sociedad del espectáculo.
sincronicidad de sus respuestas como en la
de todo, el escenario no se parece a la vida che decía que formaban el objeto de su con- ¿Pero cómo, de qué manera?
fibra simbólica de sus dictámenes e imáge-
que representa más que una rueda a una tra-sociología— el arte y la ciencia estable- El seis de la cuarta línea indica que «se
nes. Por lo tanto, se erige en una formidable
pierna». ciéndose en tanto que potencias dominantes, debe mantener el equilibrio y al mismo tiem-
herramienta de sabiduría, a la que vamos a
Para Apollinaire, el surrealismo era arte sobre las ruinas de las instituciones». po emprender grandes labores». Aquí debe-
preguntarle (bastante inspirados en Deleuze
fusión, una creación polifacética que venía a Podemos pensar entonces que un sacri- mos trabajar en grandes cuestiones, a través
y Guattari) lo siguiente: ¿Es el surrealismo
completar, a enriquecer e incluso a superar ficio de lo superior implica aquí sacar a la del desarrollo de una portentosa ecuanimi-
la clave para combinar exitosamente arte y
la realidad más despojada, más empírica y ciencia y al arte de sus respectivas torres dad, que de ningún modo tendría que homo-
ciencia, y promover desde allí una auténtica de cristal, dejar que la ciencia desborde las logarse con la excesiva cautela o el conser-
aplanada por las convenciones de peso, me-
y masiva revolución? universidades y laboratorios, permitir que el vadurismo. Se trata entonces de un equilibrio
dida y comercio.
La respuesta es el hexagrama 42: El Au- arte rebase los museos y librerías. Volcarlos a aguerrido, de un saber golpear y retroceder a
Don Quijote (1605-1615) se parece a un ca-
mento. las calles, luchar con ellos y a partir de ellos tiempo, para volver a golpear y avanzar, ora
ballero de los romances medievales como la
rueda se parece a una pierna. Y Alicia en el país Es decir, arte y ciencia bien pueden incre- en cada plaza, en cada vereda, en cada casa, por aquí, ora por allá, dislocando y enloque-
de las Maravillas (1865) y A través del espejo y lo mentarse o potenciarse mutuamente. en cada mercado, en cada cama. Interpelar ciendo al sistema inmunológico del capitalis-
que Alicia encontró ahí (1871) se parecen a los Abajo el trueno, arriba el viento. El I-Ching y crear junto a ellos, vehiculizados por ellos: mo.
libros infantiles clásicos, también, como la dice, según la exégesis de Wilhelm, que «un Arte y Ciencia, desplegando una miríada de Por último, el nueve en la sexta línea indi-
rueda se parece a una pierna. sacrificio de lo superior que tiene por efec- formaciones soberanas. ca que «si no sabemos trazar y sostener prolí-
Carroll, con Alicia, incorpora a la litera- to un incremento de lo inferior, se denomina Ahora bien, la segunda línea mutante in- ficos lazos de hermandad, de compañerismo,
tura lo alucinógeno de la existencia, mixtura Aumento». Entonces, el dictamen retruena: dica que «sin duda alguien lo incrementa. de camaradería, quedaremos aislados, sere-
vigilia y sueño. También trabaja con aguda «El Aumento. Es propicio emprender algo. Es Diez pares de tortugas no pueden oponerse mos duramente golpeados, y por lo tanto ha-
lucidez el absurdo, tal como antes lo hiciese propicio atravesar las grandes aguas». No es a ello. Una constante perseverancia trae ven- brá desventura». Es, sin duda, un fundamen-
Cervantes con Don Quijote, y luego lo haría tiempo de quietismos, de parálisis. tura. El rey lo presenta ante Dios». tal llamado de atención, para no incurrir en
Apollinaire con Las Once Mil Vergas. En el Antiedipo (1972), Deleuze y Guattari El seis de la segunda línea indica que: «No sectarismos, para no alimentar grupúsculos
Los tres autores antes mencionados inten- afirman: hay constelación de contratiempos capaz de que se rodean de una burbuja de «pureza» y
taban narrar un todo integrado. Sabedores «Una conspiración que conjuga el arte y la frenar el aumento». El fragmento donde se no son capaces de hallar o inventar equiva-
de la importancia que la locura, lo onírico y ciencia supone una ruptura de todas nues- habla de un rey que oficia de presentador lencias con otros, con muchos otros.
lo sexual tienen en nuestras existencias, no tras instituciones y un trastrocamiento to- ante Dios puede leerse así: la mutua poten- Vemos entonces que el Gran Libro Oracu-
se resignaban a reprimir esas esferas, para tal de los medios de producción... Si alguna ciación, el incremento, es tan constante y vi- lar parece decirnos que el surrealismo, si se
no «manchar» con ellas el texto literario, o la conspiración, según el deseo de Nietzsche, tal que se alcanza una suerte de corona regia hace y sostiene entre muchos, si nos pone a
vida misma. debía conjurar la ciencia y el arte con fines (en cuanto al logro espiritual) que permite vibrar en la franja del equilibrio, puede ser
La realidad total a la que aspiramos no- no menos sospechosos, la sociedad indus- conectar con el lado más íntimo de las leyes la llave que abra la puerta para la gran cons-
sotros se referencia en parte en aquellos es- trial parecería hacerla fracasar de antemano cósmicas que rigen el universo. Los contra- piración, aquella capaz de conjugar exitosa-
critores, pero también los desborda, en busca por la índole de puesta en escena que ofrece tiempos, en el caso de nuestra consulta, tie- mente arte y ciencia, hasta hacer estallar el
de articulaciones y confluencias que permi- de ellas, so pena de sufrir efectivamente lo nen que ver con la cooptación, con la puesta recubrimiento institucional del capitalismo,
tan aunar el populismo con el existencialis- que esta conspiración le reserva: el estallido en escena que aplica el sistema capitalista a hasta quebrar el espinazo de la estructura
mo, el arte con la ciencia, el amor con la ira, y de las estructuras institucionales que la re- toda conspiración revolucionaria. Guy De- económica que lo sostiene.

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ENSAYOS ENSAYOS

les modelan los cuerpos, al tiempo que son lecho se desintegra por el borde. Los perse-
modeladas por los cuerpos y sus vicisitudes verantes son aniquilados. Desventura». Aquí
biológicas. Reciprocidad, interdependencia, se nos está llamando la atención respecto a
sinergia, son algunas de nuestras banderas. peligros propios del contexto. No estamos en
¿Que el surrealismo ya expiró en tanto y en una situación favorable como para cometer
cuanto conspiración? Patrañas. El matrimo- el descuido de mantener inflexiblemente un
nio Dalí-Hollywood no agotó al surrealismo. punto de vista.
Sus rizomas, sus propuestas, siguen vigentes, Hay, sin duda, un tipo de conciliación es-
están activos y mutando, ahora, aquí… tratégica, que resulta mucho más eficaz a los
La imagen del hexagrama 58 afirma: «La- fines de la conspiración que la condena, el
gos que reposan uno sobre otro: la imagen de anatema, y la estigmatización de quienes en
lo sereno. Así el gran hombre se reúne con sus principio estarían «leyendo» la realidad des-
amigos para la discusión y la ejercitación». de otras perspectivas, lejanas e incluso riva-
No será, nos dice el I-Ching, a través del les en relación a las nuestras. Se trata enton-
dogma instalado y repetido, que vuestra ces de una conciliación en la que no cedemos
conspiración se incremente, sino a través de lo esencial, pero sí abrimos zonas de experi-
la discusión entre amigos, de la ejercitación, mentación, en la que los otros y nosotros po-
Fuente: Luz y artes que implica progresivos ajustes entre lo teo- demos interactuar sin jerarquías formales,
rizado y lo ejecutado. para volver luego a sacar conclusiones, y a
Por su parte, el hexagrama nuclear, lo que resemantizar posturas. Pienso por ejemplo,
puja por emerger y a veces nos empeñamos en la new age devenida ideología neoliberal.
en no ver, es ni más ni menos que La Desinte- Pues bien, sin negar su evidente instrumen-
gración: «La Desintegración. No es propicio talización dentro de la ideología hegemónica
Esta invitación a sumar otredades, a di- «Lo Sereno. Éxito. Es propicia la perseve-
ir a parte alguna». del capitalismo con epicentro en las finanzas,
versificar la conspiración, con claridad en- rancia».
Se trata, nos informa Wilhelm, de una también podríamos abrirnos a otros de sus
tronca en el llamado que lanza Boaventura Wilhelm afirma, al interpretar la senten-
época en la que avanzan los mezquinos. elementos constitutivos. Deberíamos mirar
de Sousa Santos a favor de las epistemologías cia, que la verdadera alegría se basa en la
Nosotros diríamos que se trata de una mejor, con más calma, algunos de sus com-
del sur. Los saberes colonizados, inferioriza- condición de que por dentro haya firmeza y
época en la que avanzan los barones de las ponentes, en especial aquellos que no logran
dos y condenados a morar en una suerte de fuerza, y en que estas cualidades, hacia afue-
finanzas, el neoliberalismo productor de in- ser plenamente cooptados por los anticuer-
trastienda de la historia. Deben ser recupe- ra, se presenten con suavidad y dulzura.
dividuos unidimensionales, desimbolizados, pos del sistema. Tal es el caso, entre otros, del
rados, estudiados y aplicados. Por ejemplo, Para nuestra consulta, la indicación pasa
tele configurados. Todo esto evidentemen- concepto de «plenitud». Las corrientes de la
el enfoque andino integrador, de quechuas y por perseverar con firmeza y fuerza en nues-
te no deberíamos negarlo o subestimarlo, autoayuda/couching más succionadas por la
aymaras, enfoque que supera la dualidad hu- tras ideas, para plasmarlas fuera, con tacto,
pero tampoco sobredimensionarlo o poner- lógica neoliberal, plantean que con positi-
manidad-naturaleza, tan cartesiana y fun- delicadeza, pero no por eso menos inten-
lo como excusa para justificar el adormeci- vidad, asertividad y autoconvencimiento, se
cional a los modos de organización y explo- sidad. Se trata aquí, qué duda cabe, de una
miento, y para avalar como única posibilidad, puede alcanzar la plenitud (que siempre es
tación de los trabajadores en el marco de la labor centrada en lo cultural. ¡Pero aten-
cierto estar en el mundo de talante abatido y una plenitud individual), y superar todos los
lógica capitalista: mercantilismo, taylorismo, ción! Como estamos «craneando» una cons-
fatalista. límites. Pero la realidad les devuelve, a quie-
fordismo, post-fordismo… piración surrealista, no podemos escindir la
El hexagrama nuclear nos exhorta a ser nes hechizados por ese discurso se embarcan
Ahora bien, las tres líneas mutantes origi- superestructura de la estructura. Nosotros
precavidos mas no timoratos, a ser realistas en la búsqueda de ese tipo de plenitud, du-
nan un hexagrama complementario, en este sabemos que hay que seguir armando el rom-
mas no pesimistas. Por eso sus líneas iman- ros, muy duros y estructurales golpes. En ese
caso, se trata del número 58, Lo Sereno. pecabezas, y que el marxismo encastra con el
tadas nos hablan… punto, cuando el individuo supuestamente
El dictamen es contundente: psicoanálisis, y las representaciones menta-
La segunda línea vibrante indica que «el auto-fundado está severamente golpeado,

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ENSAYOS ENSAYOS

frente al fármaco que lo llama a gritos, se para expulsar de nuestros cuerpos y mentes trabas para la activación de instrumentos más cuerpos, en cada nueva epidemia…
puede intentar desde nuestras trincheras y la perniciosa idea de un individuo completa- que permitan la toma colectivo-horizontal
en un primer movimiento, sacar a relucir lo mente autofundado y soberano, nos espera de decisiones importantes, fundamentales. Bibliografía
que prácticas como el yoga, en algunas de sus el poderoso carruaje de la historia para ayu- Sabiendo también, de antemano, que no hay Carroll, L. ([1865] 2008): Alicia en el país de las
vertientes más vinculadas a la meditación y darnos a llegar hasta el gran fruto todavía no sociedad compleja que sostenga por mucho maravillas. Madrid. Alianza.
al auto-conocimiento, tienen para decir: no comido: la superación del capitalismo en to- tiempo un estado de asamblea permanente. Carroll, L. ([1871] 2008): Alicia a través del espejo.
hay plenitud real sin límite. Y desde allí, des- das sus versiones. Desde la perspectiva de una realidad total, Madrid. Alianza.
de ese universo que sigue siendo new age pero A los mezquinos, los unidimensionales, a las fuerzas instituyentes deben saber cuándo Cervantes Saavedra, M. ([1605-1615] 1953): El
no tanto, avanzar hacia la alfabetización los cegados por el evangelio de la competen- y cómo cristalizar en formaciones capaces ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, 1 y
política, y en un segundo movimiento intro- cia incesante, se les derrumbará la casa. de operar como puestos de avanzada en te- 2. Zaragoza. Luis Vives.
ducir ideas como esta, que tanto le gustaba rritorio hostil. Apollinaire, G. ([1917] 2009): Las tetas de Tire-
repetir a Sartre: somos lo que hacemos con Repensando y renarrando Necesitamos una conspiración pensante, sias. Buenos Aires. Losada.
lo que otros hicieron de nosotros. Vale decir, una institucionalidad estratégica, y no un Deleuze, G. y Guattari, F. ([1972] 2012): El An-
Como bien señala Byung-Chul Han (2013),
no somos un mero apéndice estructural, no monstruo frío burocrático que se convierta tiedipo. Capitalismo y Esquizofrenia. Buenos
«en contraposición al cálculo, el pensamien- en un fin en sí mismo.
estamos completamente predefinidos por lo Aires. Paidós.
to no es transparente para sí mismo. El pen- O inventamos o erramos, decía Simón Ro-
que otros (mercado, familia, escuela, televi- De Sousa Santos, B. (2009) Una epistemología
samiento no sigue rutas previsibles, sino que dríguez.
sión, redes informáticas, modas, etc.) hicie- del Sur. Capítulo 4. Más allá del pensamien-
se entrega a lo abierto… la negatividad del El camino, como nos lo mostró el I-Ching,
ron de nosotros. Queda un margen, una zona to abismal: de las líneas globales a una ecología
de libertad (donde lo individual es consus- hacerse otro es constitutiva para el pensa- no será plano ni estará libre de obstáculos. de saberes. 1a ed. – Buenos Aires: Consejo
tancial a lo colectivo) que debe ser conquis- miento». Tendremos avances y retrocesos, deberemos Latinoamericano de Ciencias Sociales –
tada a través de la lucha, de muchas luchas El cálculo cuenta, pero no narra. El pen- aprender a leer los trazos en zigzag de la his- CLACSO; Siglo XXI Editores
que tienen que conectarse e incrementarse samiento es el que puede ahondarse en sen- toria para lograr que nuestras olas vayan ga- Han, Byung-Chul (2013): La sociedad de la trans-
para no ser meramente testimoniales, para tidos, y por eso la conspiración surrealista, nando más playa, en cada nueva embestida, parencia. Barcelona. Herder.
poder devenir hegemónicas. como llave para una conjunción revolucio-
La cuarta línea vibrante indica que «el naria entre ciencia y arte, debe tener muy en
lecho se desintegra hasta la piel. Desventu- claro que no hay que temerle, jamás, al flujo
ra». Aquí la adversidad se nos hace carne. El constante de pensamiento y narración. Esto,
biopoder neoliberal nos coloniza, y hace de por supuesto, no debe ser sinónimo de fobia
nuestro absurdo deseo de superar todo lími- a todo tipo de institucionalidad. Porque na-
te, carne de cañón para la industria farma- die con una formación política básica puede Matías Cravero (Córdoba, Argentina, 1976). Profesor de Historia, narrador y poeta. Vivió
desconocer, a esta altura de la historia, que durante muchos años en Ushuaia, Tierra del Fuego, y actualmente reside en la provincia de
céutica. Como bien diría Jorge Alemán: anti-
las revoluciones/transformaciones nunca se Entre Ríos, en la costa del Río Uruguay. A través de diferentes editoriales cartoneras, publicó
depresivos para los deprimidos por no haber
dan a todo o nada ni de la noche a la maña- varios libros: el volumen de relatos Cuentos para Odiar al neoliberalismo (Kiltra Cartonera, Chile,
logrado alcanzar el «éxito» o por haberlo
na. Siempre hay coexistencias, a veces armó- y Klóketen Tintea, Argentina), y el poemario Otras Balas (Olga Cartonera, Chile). En 2012 pu-
alcanzado para comprobar que una vez allí
nicas y otras conflictivas, entre lo viejo y lo blicó el libro de relatos Ushuaia me calienta, de gran repercusión en la Patagonia argentina. A
soplaba un viento gélido que les escarchaba
nuevo. partir de uno de los cuentos de ese libro, se filmó un cortometraje titulado La Búsqueda (www.
el corazón. Ansiolíticos para los ansiosos que
youtube.com/watch?v=tWoqbbMOmQk&t=5s). En 2015 se publicó en México su novela ex-
muy temblorosos brotan hacia una gran va- Por lo tanto, en momentos de avance de
perimental, Devenir. En 2018 vio la luz una novela corta con rasgos de ciencia ficción, titulada
riedad de fobias y manías. lo nuevo revolucionario, sería de una nece-
Delincuentes del amor.
La sexta línea vibrante indica que «hay un dad proverbial, no plantar algunos mojones
gran fruto todavía no comido. El gran hom- institucionales, tratando por supuesto de
bre obtiene un carruaje. Al vulgar se le des- no replicar o copiar aquellos modelos insti-
integra la casa». A quienes luchemos juntos tucionales de rígidas jerarquías y múltiples

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ENSAYOS

Borges, autor de Lolita o el arte de las atribuciones


erróneas
por Bruno del Barro

Borges nos comunicó, a su enrevesada manera, que el contexto era


todo para un autor y su obra, que ser Cervantes y «componer el Qui-
jote a principios del siglo XVII era una empresa razonable, necesaria,
acaso fatal»; y que, en cambio, ser un francés a principios del siglo XX
y razonar exactamente las mismas líneas, una tarea colosal, heroica,
imposible.
La misma hipótesis aventuro para una obra de mediados del siglo
XX, Lolita. Esta novela —o su fantasma, o el imaginario popular de esa
historia— ¿no diferiría en sus méritos y nuestra impresión de ella si fue-
ra escrita por un Borges? Dicho de otra manera, ¿daría lo mismo que
fuera escrita por un Borges o por un Bukowski? Para este último, ¿no
sería una empresa predecible, razonable, necesaria?, y la misma obra, escri-
ta por un ser como Borges, ¿no sería más bien una proeza de ánimo, una
aventura hacia lo ignoto, las pasiones o el psicoanálisis, que desafiaría
todo lo que uno podría esperar de un Jorge Luis Borges? Pues bien, es-
peculo que Nabokov era un Borges, es más, el Borges que Borges nunca
fue y querría o debiera haber sido, un Borges arquetípico.
Nabokov fue el auténtico cosmopolita, el auténtico aristócrata, el bi-
bliófilo y políglota predicador de todas las literaturas (Proust, Kafka,
Stevenson, Tolstoi) como profesor itinerante; el auténtico trotamundos
intelectual y geográfico, el auténtico excéntrico (en preferencias, en
pensamientos) e introvertido o indiferente (en personalidad) que expul-
sado de Petersburgo estudia en Inglaterra (el inglés como su segunda
lengua, hablado por sus institutrices), para trasladarse luego a Berlín,
y expulsado de Alemania llega a París, y que finalmente expulsado de
Europa en la Segunda Guerra Mundial, arriba a la radiante y juvenil Es-
tados Unidos, donde se dedica al anacrónico estudio científico de mari-
posas (entomólogo, llegó a estar a cargo de la colección de ejemplares
de la Universidad de Harvard), para finalizar su viaje en un lugar común
a ambos, Suiza.
«En un libro famoso George Steiner los ligó (a Borges y a Nabokov) a
Samuel Beckett y los llamó extraterritoriales, escritores de dos lenguas,
trasterrados, desterrados, universales»1
Ni más ni menos que un Nabokov, una mezcla de aristocracia zarista
y decadencia europea, francófilo (entre los siglos XVIII y XIX la afición
hacia lo francés fue central en el Imperio ruso), elitista, decimonónico,

Fuente: letras.mysite.com visorliteraria.com | 24


ENSAYOS ENSAYOS

apolítico, solipcista y posiblemente nihilis- Ocurre que dentro de esa obra de temática se sintió libre de parodiarlos), escribiendo —ambos candidatos en 1965—, compete al
ta estoico, indiferente a las aventuras de la superficial y lateralmente pornográfica para sin parar, y experimentando con todo: el ex- periodismo, a la sección cultura o espectá-
carne frente a las del pensamiento; llegue el lector que es Lolita, el escriba escondió sus presionismo alemán, la farsa, el humor negro culos).
a escribir una modernidad semejante como personales y esotéricos juegos verbales, esas (Rey, dama, valet), la dramaturgia, el absurdo
Lolita (la imagen que dejó en nosotros Lolita), inocentes aliteraciones y retruécanos que kafkiano (Invitado a una decapitación), la dudo- Notas
es una verdadera proeza; un Pierre Menard son la ambrosía del esteta, indiferente a las sa autobiografía (Habla, memoria), etc. (1) Nabokov, Lolita y Borges. www.proceso.
escribiendo el Quijote, o mejor: un Cervantes consideraciones morales o metafísicas, aun- Al igual que Borges (La superstición ética del com.mx/180883/naboko-lolita-y-borges.
o un Balzac o un Goethe escribiendo Lolita. que sí quizás inclinado a la belleza alegórica, lector), Nabokov «no vacila en señalar tropie- (2) «En torno a Homero todo es misterioso,
propia del clasicismo (Humbert-Humbert, la zos y fallas de Cervantes, pero precisamente para algunos tan legendario y mitológico
El arte de las atribuciones erróneas vieja Europa, corrompida por la inocencia para resaltar los valores de la historia de don como el mismo Aquiles o cualquier otro de
americana, Lolita) —dialéctica esbozada en Quijote y Sancho»3. sus héroes. Misterioso el nombre que no se
Borges concluye en Pierre Menard, autor
Henry James, personificada en los vitalis- «Su obra Pálido Fuego (1962), consta de 999 deja arrancar su secreto etimológico: ¿cie-
del Quijote: «Menard (acaso sin quererlo) ha
tas renovadores del inglés Emerson o Whit- versos póstumos de un autor imaginario go? ¿acompañante? ¿huésped? ¿consejero?
enriquecido mediante una técnica nueva el
man—. («gloria de las letras norteamericanas»), un
arte detenido y rudimentario de la lectura: la ¿compilador? ¿rehén? o ¿simple nombre
Nabokov jugó tejiendo laberintos de pa- prefacio a esta obra, un enorme corpus de
técnica del anacronismo deliberado y de las notas con la exégesis de ese autor y su poe-
propio?... desconocida la estirpe, disputada
labras que sonaban a música solo para sus la patria, incierto el tiempo; ninguna noticia
atribuciones erróneas. Esa técnica de apli- sía, y un índice comentado por alguien pri-
oídos o para unos pocos oídos, mientras la segura sobre su personalidad», Estudio preli-
cación infinita nos insta a recorrer la Odisea meramente objetivo, luego, chiflado y nada
juventud norteamericana bailaba frenética confiable. Una metaficción poioumenon, en minar a La Odisea: Francesc L. Cardona (cate-
como si fuera posterior a la Eneida y el libro
el rock and roll y se sentía rebelde solo por ha- donde la historia se limita a ser la historia del drático de Historia).
Le jardín du Centaure de Madame Henri Bache-
cer enojar a sus padres, profesores y tutores; proceso de creación de la historia misma. (3) Curso sobre el Quijote. www.lecturalia.
lier como si fuera de Madame Henri Bache-
en este mismo orden, quedó seducida por En otra, La verdadera vida de Sebastian Knight
lier. Esa técnica puebla de aventura los libros com/libro/18787/curso-sobre-el-quijote.
el prestigio que otorga la censura en Lolita, (1941), un narrador trata de reconstruir la
más calmosos. Atribuir a Louis Ferdinand (4) 5 libros para conocer a Nabokov. www.
vida de su hermano, un escritor (imagina-
como en Henry Miller. lanacion.com.ar/opinion/5-libros-para-co-
Céline o a James Joyce la Imitación de Cristo rio), para refutar una biografía del mismo
¿no es una suficiente renovación de esos te- En aquel emblemático comienzo: «Lolita, que considera falaz, y de paso relatarnos nocer-a-nabokov-nid1915978.
nues avisos espirituales?» light of my life, fire of my loins. My sin, my largamente las novelas supuestamente
soul. Lo-lee-ta», poético en su idioma ori- compuestas por aquel hombre»4. Bibliografía
Recordemos que la historia de la litera-
ginal, vemos a un esteta fascinado única-
tura, como la de la religión, se basa en atri- mente con la pronunciación exótica —para En ambas se habla con toda seriedad de Biografía y reseña de todas las obras de Na-
buciones de autoría posteriores, que natu- el inglés— de un nombre (pero que en su autores que uno puede llegar a considerar bokov. www.lecturalia.com/autor/2513/
ralizamos; no estamos seguros de la autoría traducción castellana perdemos, deján- reales —o aún más: necesarios, verosímiles, vladimir-nabokov.
de Homero, ni siquiera de que si este se trata donos únicamente lo patético: «Lolita, luz que pueden simbolizar a muchos o a todos los Nabokov y su odio por otros escritores. www.
de un nombre propio o una cualidad de un de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado escritores—, de sus obras heterogéneas, de culturacolectiva.com/letras/nabokov-y-
mío, alma mía. Lo-li-ta».
hombre (ciego)2; tampoco de que el vulgar las interpretaciones infinitas de esas obras y su-odio-por-otros-escritores.
actor de Stratford William Shakespeare sea Una rápida mención de dos obras de Na- de sus mentirosas biografías; en fin, de textos Cuando Nabokov criticó a Dostoyevski. www.
el autor de todas las obras con la firma Saks- bokov, novelas que bien podría haber hecho que hablan de otros textos, de la imposibili- blogs.elespectador.com/cultura/el-maga-
pere (deletreo original); hubo dos segundas —o imaginado, o reseñado imaginariamen- dad de la reconstrucción fiel de la realidad, y zin/cuando-nabokov-critico-a-dostoie-
partes del Quijote, la segunda auténtica, ins- te— Borges, que por pudor, pereza o modes- de que al fin y al cabo todas esas realidades vski.
pirada en la fraudulenta; de lo que pensaban tia, no hizo lo que Nabokov no reprimió, a pe- construidas no son más que otras literaturas. Cercanos y distantes: Jorge Luis Borges
o decían Sócrates, Buda o Jesús, que nunca sar de ser quien era (Borges sabía que obras (Otras cuestiones circunstanciales, como y Vladímir Nabokov. www.academia.
escribieron nada, tenemos testimonios de desproporcionadas, desprolijas y psicológi- que nacieron el mismo año, es asunto de edu/875444/cercanos-y-distantes-jor-
terceros, algunos muy posteriores a su exis- cas tenían su valor, como en Dostoyevski o astrología o efemérides; la información de ge-luis-borges-y-vladimir-nabokov.
tencia supuesta. Faulkner; Nabokov, que llegó a criticarlos, que merecieron el nobel y no lo obtuvieron Borges y Nabokov Contra el Psicoanalisis. ca-

25 | visorliteraria.com visorliteraria.com | 26
ENSAYOS

retas.pe/cultura/borges-y-nabokov-con- ges-and-nabokov-almost-won-the-1965-
tra-el-psicoanalisis. nobel-prize.
Borges and Nabokov Almost Won the 1965
Nobel Prize. electricliterature.com/bor-

Bruno del Barro (Rosario, Argentina, 1988). Estudió Antropología, Comunicación y Pe-
riodismo. Dibujante, ensayista y cuentista en «El Vecino» de Rosario, donde ha escrito más de
100 artículos hasta la fecha, tanto en formato papel como digital. En 2013 recibe su tecnicatu-
ra en Periodismo y Comunicación, y comienza su programa radial Radio Cromosomos.
Entre 2014 y 2015 realiza el postítulo y licenciatura en Comunicación y Periodismo en la Uni-
versidad Nacional de Rosario. Es premiado por el mejor documental radial del año 2015.
En 2019 es seleccionado su ensayo literario El lenguaje de la ausencia y la mirada del Otro
en el certamen de Narrativa «La Masa Literaria» (México) para formar parte de su primer nú-
mero junto a autores contemporáneos de América (Cuba, Honduras, Guatemala, Colombia,
Uruguay, Chile, Argentina, México, EE.UU.) y Europa (España, Italia, Suecia, Bulgaria) en los
géneros cuento, ensayo y poesía.
Página Web personal de ensayos literarios: perrosverdes.com.

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CREACIÓN

© Friedhelm Hofstetter
Fuente: Flickr

Creación
Taxi girls con carta ecológica». Es decir, que el local
por Óscar Benítez carecía de aire acondicionado y sus platos,
de sabor. La parte positiva fue que a mi mu-
jer y a mí nos tocó sentarnos junto a mi cuña-
La idea de pasar el sábado celebrando el do, Pedro, con el que me llevo muy bien. Su
cumpleaños de mi suegro en un chiringuito carácter modesto y su mirada comprensiva
de Mataró no me parecía precisamente ape- con los defectos ajenos me lo convierten en
tecible. Si a ello le añadimos que a la fiesta se alguien muy simpático. Mi cuñada lo odiaba
había sumado en el último momento la parte por esos mismos rasgos, que juzgaba hijos de
de su familia originaria de Andalucía —a la un carácter pusilánime. Tanto es así, que con
que no conocía, pero de la que siempre había el tiempo acabó abandonándolo. Y es que al-
oído echar pestes—, la cita no podía pintar gunos actúan con sus parejas como la Justi-
peor. Pese a ello, la invitación de mis sue- cia con los presos, liberando solo a los que
gros, imperativa como una citación judicial, demuestran buena conducta.
no admitía un no por respuesta. Aquel día estuvimos hablando de películas
Nos encontramos en un restaurante a pie de superhéroes, que últimamente sirven para
de playa que había elegido mi cuñada. El conversar con cualquier congénere masculi-
lugar se definía en su página web como un no. Es una suerte, porque cuando el como-
«chiringuito de arquitectura bioclimática dín era el fútbol —deporte que despreciaba

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CREACIÓN CREACIÓN

y del que lo ignoraba todo— intuía que mis zas de mi suegro se lanzó a comentar las no- un meteorito de vulgaridad estrellado en la sonrosada y pelo teñido de color pelo teñido.
interlocutores siempre acababan formándo- ticias del corazón. El cambio de tercio fue un arena. Dada la media de edad de la comiti- Su indumentaria respondía punto por punto
se de mí el mismo y delicado concepto: «Este éxito: todos la escuchaban con esa atención va —dos de cuyos integrantes iban en silla de al canon del pijo ortodoxo: polo, pantalones
es maricón». intensa que se presta a las cosas sin ningún ruedas—, tardamos una eternidad en llegar. de pinzas y jersey anudado sobre los hom-
interés. Me sorprendió, no obstante, el enor- Al hacerlo, nos pasamos otra buscando sillas bros. Irónicamente, si uno le observaba con
Por desgracia, aquella grata conversación me candor con el que Mari —que así se lla- y juntando mesas —esa gran coreografía es- detenimiento, advertía que sus prendas no
pronto se vio interrumpida. Mi cuñada, que maba—abordaba aquellos asuntos: pañola—. Para colmo, el lugar no era tan an- eran de marcas selectas, sino que parecían
hasta ese momento no había despegado la —A Paquirrín y su novia se les ve súper fe- tiguo o cutre como para tener encanto. Por adquiridas en un mercadillo de extrarradio.
mirada del móvil, rompió su silencio para lices juntos. ¡Es que te los comes!. un instante me hice ilusiones con un cartel Aquel pijerío de hojalata no era el único
comentar con sarcasmo la muerte de un co- Su aspecto también resultaba chocante: a de Frigo descolorido, pero al acercarme des- indicio que delataba su doblez. Me explico:
nocido banquero: pesar de su avanzada edad y un rostro millo- cubrí que solo databa de dos veranos atrás. en ese momento, estaba dando cuenta de un
—Ya, claro, suicidado. Y qué más. A este se nario en arrugas, vestía con ropa de lo más Una vez sentados, y después de unos timo- escandalo sexual reciente que implicaba a
lo han cepillado los de arriba. vocinglera, como de muñeca para preado- ratos refrescos, alguien se atrevió a pedirse estrellas del fútbol con menores. La cuestión
Siempre me ha sorprendido la facilidad de lescentes. Su ultima adquisición habían sido un gin-tonic y el resto de la mesa lo siguió en es que, pese a que remarcaba una y otra vez
la gente para detectar conspiraciones en to- unas gafas color fucsia, muy celebradas por tropel. Aunque no parecía el mejor momento la inmoralidad de los implicados, su tenaz in-
das partes. Lo descubrí al trabajar en un bar. sus familiares. Estos la trataban con un ca- para beber alcohol —todos habíamos comi- terés por ciertos detalles del asunto era más
Los parroquianos solían proferir un chas- riño e indulgencia extraordinarios, como si do demasiado y algunos luego debían tomar que notable:
quido escéptico ante cualquier noticia que fuese una niña de siete años aquejada de una el coche—, a partir de los cuarenta nadie —¡Qué vergüenza! ¿Cómo han podido
leían en el periódico, tras la que adivinaban enfermedad terminal. Muy distinta era la re- desperdicia una ocasión de emborracharse acostarse con ellas? Si eran unas crías. En la
siniestros complots gubernamentales. Por el acción que provocaba en mi hijo Martín, de sin coste social. Así, en cuanto el camare- tele han mostrado a las niñas y casi no tenían
contrario, ese recelo se esfumaba al llegar al cuatro años, al que aterrorizaban los arru- ro sirvió las copas, los circunstantes se las pechos. Tan solo unos bultitos.
horóscopo, única sección del diario en la que macos de aquella anciana que recordaba po- echaron al coleto con la avidez del que ingie- Acto seguido, sin solución de continuidad,
creían a pies juntillas —sin duda, la falta de derosamente a E.T. travestido. re un antídoto. pasó a despotricar de la clase política, de la
espíritu crítico es preocupante, pero la inge- El resto de la comida discurrió sin estri- En el caso de mi cuñado, la copa de ba- que, como en toda purga de sobremesa, no se
nuidad resabiada es mucho peor—. dencias, entre comentarios banales y platos lón que sostenía en las manos no le tornó salvaba nadie: «Todos corruptos. ¡Todos!». No
Estuve tentado de poner en tela de juicio el de la misma índole. Era uno de esos trámites más extrovertido, y enseguida desconectó obstante, al poco retomó el asunto de las me-
sibilino magnicidio destapado por mi cuña- sociales en los que dilapidamos sin mucha del mundo. Su actitud no me era desconoci- nores, ahora con el pretexto del papel des-
da, que me parecía poco verosímil. Pero no lo conciencia nuestro tiempo: pepitas de oro da. Pedro acostumbraba a evadirse de aque- empeñado por los medios:
hice. Como es sabido, discutir sobre política barridas y amontonadas en una baldosa de llos compromisos familiares volcándose en —Es muy fuerte que los de la tele ense-
y similares es terreno minado. En estas lides, la cocina. Aún así, tras los postres flotaba en actividades mecánicas y anodinas que aca- ñasen a las crías. Sí, vale, las tapaban con el
cuestionar los argumentos del otro es tanto el aire una sensación como de evento incom- paraban toda su atención, como desmontar ordenador, pero se les veía todo igual.
como atacar sus principios y convicciones, pleto. No es que nadie se muriese por alar- un bolígrafo o borrar fotografías en el móvil. Todo el mundo, ya fuera por interés o cor-
esto es, los pilares de su identidad. No refu- gar la sobremesa, pero algunas celebracio- En aquella ocasión, adoptó un plan de fuga tesía, le escuchaba atentamente. Todos ex-
tamos sus palabras, sino que lo refutamos a nes requieren de una duración prolongada depuradísimo: consistió exclusivamente en cepto mi cuñado, que, abstraído, construía
él. En mi caso, suelo sentir una punzada en el para ratificar su estatus, como las entregas quedarse muy quieto y callado, escondido un barco de papel tras otro como si trabajase
estómago cuando critican mis ideas. Lo peor de premios o los funerales. En consecuencia, tras la privacidad reflectante de sus gafas de en un astillero frenético.
es que, aunque intento aparentar una aristo- decidimos tomar algo más en otro chiringui- sol. La anciana que tenía a mi lado, en cam-
crática indiferencia, la conmoción suele re- to cercano. Los gin-tonics, en cambio, sí surtieron efec- bio, no perdía ripio. De aspecto imponente y
flejarse en mi rostro, que se constriñe igual to en los demás. Especialmente, en Jaime, el malencarado, se encontraba sentada en una
que cuando me sobreviene un retortijón. El segundo chiringuito —más convencio- marido de la Vieja Aniñada, que tomó con silla de ruedas como en un trono isabelino.
nal que el anterior— se hallaba al final de un brío las riendas de la conversación. Se tra- Las gafas de sol que llevaba —unas Ray-Ban
Poco después, una de las primas andalu- camino de tablas en mitad de la playa, como taba de un hombre de unos setenta años, tez de aviador— redondeaban la dureza de su

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CREACIÓN

estampa. Cuando salió el asunto de la corrupción, irrumpió en escena


para contarnos que había conocido personalmente a Rodrigo Rato, el
exministro conservador que por aquellos días acababa de ser imputa-
do. Al parecer, antes de jubilarse aquella Matriarca Mala trabajaba en el
sector financiero y había colaborado con él durante una breve tempo-
rada. Y, aunque pintó un retrato inclemente del personaje («enseguida
notabas que era un corrupto de mierda»), no parecía sentirse del todo
incómoda con aquella relación:
—Una vez, mientras me enseñaba unos números, me tuvo todo el
rato cogida por el hombro. ¡Qué confianzas, el tío miserable! La verdad
es que también fue mala suerte: me contaron que no solía ser tan cari-
ñoso con nadie.
La Matriarca Mala saboreó esta última frase como si cada vocablo
hubiese sido bañado en chocolate premium.
—¡Bah!, no hablemos más de esa gentuza —dijo el Pijo de Hojalata,
en una injerencia que parecía fruto de la envidia. Dicho esto, se puso de
pie y, contoneando sus entumecidas caderas, gritó:
—¡Aquí hemos venido a divertirnos! Venga, ¿alguien se anima a bai-
lar bachata?
Nadie le hizo mucho caso, pero el anciano no se dio por vencido. Du-
rante un buen rato, se esforzó en galvanizar el ánimo de los presentes
repitiendo un par de consignas que debía de creer infalibles. A saber:
«Bachata, bachata» y «Venga, hay que pasarlo bien». Ante la falta de
éxito de estos incentivos —o simplemente guiado por los caprichos de
su subconsciente— contraatacó con su asunto favorito:
—Pobres culitos. ¡Es que no puede ser! Es normal que los futbolis-
tas quieran pasarlo bien. Todos queremos pasarlo bien, ¿no? Pero no
con unas chiquillas, joder. Gente de su nivel podrían haber llamado a...
¿cómo se llaman esas chicas que se contratan por teléfono? Taxi… ah, sí,
taxi girls. Tenían que haberse pillado unas taxi girls.
Aquel extranjerismo le resultaba tan gracioso que estuvo repitiéndo-
lo el resto de la tarde, con esa tenacidad con que los ancianos se aferran
a las cosas que les vivifican. Cualquier pretexto servía:
—¡Eh, Óscar! ¿A qué esa cara tan seria? ¿Te llamo una taxi girl? ¡Ja, ja,
ja! ¡Bachata, bachata!
En ese instante, me volví a mi izquierda para compartir mi fastidio
con mi cuñado. Pero su asiento estaba vacío. Primero lo imaginé en el
baño —lugar al que se había escapado varias veces para perdernos de
vista—, pero al poco advertí que en realidad se encontraba con mi hijo
y otros niños en un área de juego infantil situada en la misma playa. Sí,
había vuelto a escaparse. Sin duda, Pedro no era Pedro, sino Houdini
redivivo.

© Francisco Ruiz Herrera visorliteraria.com | 34


Fuente: Flickr
CREACIÓN CREACIÓN

Poco más tarde, llegó a la mesa una ven- bra, los demás nos sumamos enternecidos a Sin embargo, ¿quién podía culparle teniendo de los monos.
dedora ambulante cargada de abalorios afri- la invitación, entrechocando nuestras copas una madre como aquella? La vieja se limitó Todos volvimos la vista en dirección al
canos. Era una chica joven de raza negra con con torpeza. «Chinchín, chinchín», repetía- a responderle con una mirada que rezumaba parque infantil. En él, encaramado en la cús-
el cabello trufado de trenzas de colores. Mi mos, como si el mundo hubiera enmudecido hostilidad. Aquel desencuentro terminó de pide de una pirámide de cuerdas de unos diez
suegra se mostró muy interesada por el ma- ante la solemnidad del instante y tuviéramos apuntalar el mutismo reinante, solo mitigado metros de altura y rodeado de niños trepan-
terial que ofrecía, y pasó largo rato cosién- que encargarnos nosotros de los efectos so- por el rumor de las olas. Transcurrieron unos do aquí y allá, se encontraba mi cuñado Pe-
dola a preguntas sobre distintos brazaletes y noros. Después de brindar, permanecimos segundos que se me antojaron inacabables. dro, borracho de alcohol y lejanía. Su figura
collares. Sin embargo, al final no le compró unos segundos en silencio, envueltos en una Fue entonces cuando mi suegro extendió el —estática, azulada— era apenas un borrón
ni un triste pendiente, y la chica se marchó difusa trascendencia. La Matriarca —ya no brazo y, señalando detrás de nosotros con su que se confundía con las nubes.
decepcionada. Cuando ya no podía oírla, sabíamos si mala— retomó entonces la pala- dedo gordezuelo, dijo con sorna:
dijo: bra: —Mirad a mi nuero allá arriba. Es Tarzán
—Iba lista si pensaba que le iba a comprar —Es que estamos aquí para pasarlo bien.
algo. Si quieren vivir en nuestro país, que se Todo lo demás es secundario. Por eso me ca-
busquen un trabajo de verdad. brean tanto los amargados que no quieren
Ya íbamos por la tercera ronda de gin-to- que nadie disfrute. —Al aludir a aquellos in-
nics cuando la Matriarca Mala saltó de nuevo concretos enemigos de la felicidad, su tono
a la palestra, pero ahora con un discurso que se oscureció súbitamente—. Solo quieren jo-
rebosaba optimismo. Gracias al alcohol, su der. La vida sería otra cosa si no fuera por esa Óscar Benítez (Barcelona, España, 1976). Es guionista y periodista. Fue guionista del pro-
carácter amostazado había dejado paso a un gente. Qué digo «gente»: gentuza —dijo con grama El Intermedio durante seis años, así como redactor de los diarios La Razón, Metro y Crónica
entusiasmo cuyo vigor rivalizaba con el del enorme desprecio—. No hay manera de que global. Actualmente, es redactor en Elliberal.cat. Algunos de sus autores favoritos son John Fan-
Pijo de Hojalata: dejen de joder, es que disfrutan. —Su eno- te, Francisco Umbral, John O’Hara o Marcel Proust.
—Pues yo estoy con Jaime —dijo, refirién- jo sobrevenido era ya completo—. Joder, si
dose al Pijo de Hojalata—. Hay que pasarlo mandase yo, lo llevaban claro. Todos los ca-
bien. Con el tiempo descubres que es lo único brones del mundo se iban a cagar. ¡Empezan-
que importa. ¡No hay nada más! —Su rostro do por los corruptos! Menudos hijos de puta
irradiaba jovialidad—. Yo siempre digo que —Y, roja de cólera, aulló—: ¡Me los cargaba a
solo tenemos una vida y no hay que pasar- todos del tirón! ¡Hijos de puta!
la amargado. No podemos echarla a perder. La beligerancia de la anciana nos dejó a
¡Hay que sacarle jugo! —gritó exultante. todos estupefactos. Luego de aquello, na-
En ese momento, la Matriarca Mala levan- die sabía qué decir, y un silencio esquinado
tó la copa (que no su cuerpo, obviamente) y, se apoderó del ambiente. Quien se decidió
sin dejar de esbozar su recién estrenada son- a romperlo fue el hijo de la Matriarca Mala.
risa, dijo: El hombre —un cuarentón mohíno que has-
—Y como lo mejor es predicar con el ta ese momento había permanecido en un
ejemplo, propongo, aquí y ahora, un brindis segundo plano— trató de quitarle hierro al
por la felicidad. Sí, la felicidad. Lo que todos asunto lanzándole una pulla a su progenito-
buscamos. ra:
A continuación, y tras pasear entre los —Sí, claro, mamá. Tu siempre tienes solu-
comensales una dilatada mirada que brilla- ción para todo. Parece que tengas súper po-
ba de emoción y significado, nos preguntó: deres. ¡Qué haría el mundo sin ti!
«¿Brindáis conmigo?». Aunque la broma se pretendía simpática,
Con la sensibilidad excitada por la gine- sus palabras traslucían un universo de rencor.

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CREACIÓN

cargar con una perso- pequeño. Unas fiebres los encontraron sa-
na a cuestas y varios tinados de sudor en la cama y luego de tres
cajones de frutas y ver- días, sin alimentarse, entregados a aquella
duras en la parte tra- humedad y al amor, se abandonaron en sus
sera. Los demás iban cuerpos extasiados, sonrientes, tan enreda-
a pie, hablando solo dos que nadie supo dónde comenzaba uno y
lo necesario, obser- terminaba el otro. Los brazos de él se conti-
vando crecer la hier- nuaban en los dedos de ella y sus piernas pa-
ba, como hipnotizados recían ocho, diez, mil, elásticas y sin ningún
por el traquetear de respeto por las articulaciones. Y así los en-
los cascos en el cami- terraron, sin cajón, envueltos en las mismas
no, o aguzando el oído sábanas que fueran piel y sombra de aquel
para ser los primeros amasijo de calor y carne. Gregorius no lloró.
en escuchar algún so- Se quedó con la imagen viva de aquellas son-
nido que indicara que risas y creció creyendo que la muerte era un
estaban cercanos al instante que se colaba entre otros, nada más.
pueblo. Gregorius no Los vecinos más allegados tomaron la de-
entendía esa práctica. cisión de hacerse cargo de Gregorius pero
Había aprendido a re- debieron respetar que el niño no quisiera
conocerla, puesto que abandonar su casa. Le llevaban comida, cul-
el silencio parecía te- tivaban con él, se preocupaban por su higie-
ner esa intención, pero ne. A la noche, le pedían que dejara una vela
él ya conocía de me- prendida en la ventana y cuando se sintiera
moria los árboles del mal o necesitara algo, la apagara, así ellos
camino, las subidas sabrían e irían a verle. Gregorius nunca apa-
y bajadas, el color de gaba esa vela. La llama era su orgullo y el or-
las rocas y podía saber gullo es necesario mantenerlo ardiendo. Al
perfectamente cuántos menos era lo que le decía su padre, cuando,
pasos los separaban de sin mirarle, acariciaba la pantorrilla de su
la plaza o de la iglesia. madre y con los ojos entrecerrados le lanza-
Cartografía del mar tregaba diarios en una estación de trenes, en El aroma del pan, si el viento era generoso en ba a aquella una sonrisa ladina.
por Javier Montiel Moreno un pueblo tan alejado del mar que ni siquie- su dirección, avisaba mejor la cercanía que Se calzaba su pequeño sombrero verde,
ra había sido, mar, una palabra que hubiera lo que lo harían las golondrinas con la pri- todos los días, y se dirigía a la estación de
aprendido en casa. Sus padres eran simples, mavera. Se creería que viajaba con ciegos y trenes. Ahí, Mané lo esperaba en su kiosko,
A Gregorius Walsh Bursakin se le había no leían más que alguna noticia del diario lo- no estaríamos del todo equivocados. Lo acu- siempre con el tabaco de papel amarillo en
metido en la cabeza el mar. cal y tartamudeaban al hacerlo. Compartían, saba el número creciente de tropezones o la boca, asomando entre el bigote del mis-
Y le dolía. con otros vecinos, algunas parcelas de tierra el ceño permanentemente fruncido, prueba mo color, como si fuese un pelo renegado;
El proceso llevó años y fue suficientemen- que cultivaban y luego vendían sus cosechas del esfuerzo para enfocar correctamente la cigarro que no encendía, al menos hasta que
te imperceptible, paulatino y sigiloso, como en los pueblos próximos. Gregorius, a veces, mirada en el mundo. Gregorius era inquieto, Gregorius se iba. Eso era para Mané la pater-
lo es el crecimiento de las mareas. Así se le los ayudaba. Entre tres familias habían podi- como todo niño, pero no se parecía en lo ab- nidad. Tenía una pila de diarios pronta para
fue metiendo. do comprar una pequeña carreta de madera soluto a los demás. que el niño la levantara, con sus brazos fini-
Gregorius trabajaba desde pequeño. En- y una yegua flaca pero lo bastante fuerte para Sus padres murieron cuando todavía era tos pero rebosantes de fuerza y orgullo, y co-

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CREACIÓN CREACIÓN

menzara a ladrar su pregón agudo y recorrer formulas matemáticas, alegando que aque- rias de barcos donde una gente bailaba, otra de la campana de la iglesia sonaría y alguno
los bancos, lustrados, de la estación, carga- llo era lírica destilada y elevada a la enési- vomitaba, y todos bebían; de pájaros blancos de los vecinos abriría la boca para decir que
dos de turistas de paso que deseaban, no tan- ma potencia, o países en los que su rey había cuya distancia de punta de ala a punta de ala estaban cerca y dejarían escapar, entre sus
to estar enterados de las pocas noticias que sido suplantado por un vagabundo loco y la superaban la altura de cualquier hombre, labios cuarteados y terrosos, el olor pútrido
podía ofrecer un lugar tan pacífico —la paz iglesia se mostraba feliz frente al hecho. contó de las rocas verdes de musgo que unas del silencio prolongado. Podía hacer mapas
no tiene prensa, y entonces, se inventan ton- Y el mar. Un día, en una boca, y con la vís- olas lamían y acariciaban como una cortina mentales de la estación de trenes y sus alre-
terías o un loro aprendiendo a decir «papa» pera de un suspiro, apareció el mar... de seda podría acariciar el hombro de una dedores, incluso planos de cualquier reco-
se vuelve comedero de chusmas—, sino, más Lo único que destacaba en aquel hombre mujer desnuda. Una masa increíble, azul, veco de la estación y recorrerlo en su pen-
bien buscaban una lectura que los arrancara era su mirada. Gregorius no lograba inter- verde, negra, que si caías en ella te rodeaba samiento con detalle. Pero el mar. El mar se
del hastío de un viaje que, por lo general, era pretarla, había algo que siempre estaba más completamente, y podía entrar por todos tus le escapaba y al mismo tiempo se lo llevaba
largo y dejaba el alma un poco más cansada alejado de donde quiera que ella se posara, agujeros y matarte, o mantenerte sobre ella con él. La cama comenzaba a quedarle pe-
que antes. incluso cuando miraba al niño a los ojos, lo es un arrullo dulcísimo. Ese hombre contó el queña y sus manos se enredaban dolorosas
Era frecuente que en algunos casos, cuan- hacía sentir mucho más lejano, como si aque- mar. El mar... entres las tablas. Se movía de un lado a otro
do veía que Mané hablaba con alguna señora llos ojos fueran capaces de reordenar las co- Gregorius no durmió esa noche. Su vela como si las patas estuviesen sobre ruedas y
de esas que llevan pieles y cabellos como ni- sas o llevarlas más allá de lo que eran. El mar, seguía encendida, y sus ojos acompañaban daba la impresión de que el techo giraba so-
dos prolijos de plata, aprovechaba y se sen- chico. El mar... Fue lo primero que dijo, y las las sombras que la llama arrojaba en su cuar- bre su cabeza, o todo se inclinaba de pron-
taba junto a alguno de aquellos señores que estrellas que engarzaban aquellas pupilas to, como bailarinas indecisas que no pueden to y la cama se arrojaba con fuerza contra
provenían de incontables partes del mundo. verdes se encendieron como lo harían en la recorrer la pista y tiemblan de un lado a otro, alguna de las paredes que se derrumbaba
Le gustaba escuchar historias que no tenían noche más negra, como el foco del tren pa- agitadas, con los pies atrapados entre el piso sola, antes del impacto, como quien afloja las
nada que ver con él, o con aquel pueblo, o sando por el túnel de una montaña. Los ojos y el mueble al que le pedían prestada su si- piernas frente a un peligro y se rinde antes
con frutas, caballos o tierra. Era como si le del hombre transpolaron el brillo de los cris- lueta, para luego deformarla. La mirada de de que siquiera se declare el enfrentamien-
leyeran un libro abierto en cualquier página, talinos sobre el niño y de pronto Gregorius aquel hombre lo había hecho sentirse ex- to. Los ladrillos caían, cobardes, al suelo y la
pero con la posibilidad de hacer preguntas y se vio lanzado, en un instante, hasta la línea traño en su cuerpo —¿o habían sido las pa- cama los trepaba como ondas blandas de ba-
recibir, a veces, respuestas. Como no todos de corte del mundo. Allá. No. Un poco más labras que cabalgaban desbocadas sobre la rro en los caminos de tierra y lluvia, llegando
tenían siempre ganas de hablar, se pasaba al- lejos aún. Sostenido, a su espalda quedaba línea recta que partía de sus ojos?—, como hasta el borde, proyectándolo nuevamente
gún tiempo observando sus rostros antes de la nada, un hueco enorme que apenas podía si estuviera ahí de paso, o fuera algo móvil, a aquel punto en que la nada hacía caminar
acercarse, estudiando sus gestos, cómo ocu- sentir como una presencia fantasmal saltan- algo que puede habitarse o no. En su cabeza, sus dedos siniestros por su espalda —con la
paban sus manos, o se rascaban el hombro y do por sus vértebras; sobre su cabeza tres la palabra latía y se movía de un lugar a otro, lentitud propia de las arañas que se despla-
creía leer algún signo, el que fuera, ahí, que nubes, una gris y dos blancas, que parecían golpeando las paredes de su cráneo, preten- zan por la urdimbre—, y las nubes del cielo
le indicara que el otro guardaba un saco de pendular de un cielo que temblaba, y abajo, diendo escalarlo en el impulso y claudican- pendulaban, amenazando con precipitarse
palabras en su garganta y que su valija estaba no llegó a ver qué había pero sus pies se es- do nuevamente en retirada. Jamás lo había sobre él. El viento que lo golpeaba de frente
cargada con algo que necesitaban descargar tremecieron como lo harían las raíces de un visto, no, ni lo conocía por fotografías, nada. parecía querer entregarlo a aquellas manos
para poder continuar su viaje sin tanto peso. árbol que arrancara el viento. Gregorius no Intentaba imaginar un charco muy profun- frías pero al mirar hacia abajo, la escena lo
Así, se encontraba sujetos que no siempre escuchó, luego el sonido comenzó muy ba- do o demasiado grande, pero no sabía dónde vomitaba nuevamente a la luz de la vela y al
compraban el diario, pero que le regalaban jito, y finalmente tronó. No quiso preguntar, colocar el límite; su cabeza tampoco y se le vestido de cera que, poco a poco, caía y se
sus trozos de historias, un pedacito de vida aquel hombre no le hablaba a él, simplemen- antojaba un espejo imposible pues debía ser fundía con el marco de la ventana.
y tiempo que luego se quedaba con él. Calles te hablaba con aquello que estaba en el otro capaz de reflejar el mundo. Se enojaba, pen- Vinieron otros. Mujeres y hombres que
donde la niebla era un muro denso en el que extremo de ese mundo. Movía sus manos en saba en que conocía los caminos al pueblo, compartían, quizás sin saberlo, aquel modo
se perdían novias falsas y se encontraban el aire como dibujando siluetas, recorriendo era capaz de anticipar los árboles que cre- de mirar que tenía el primero que lo nombró.
otras, aún más ficticias que las anteriores, o cuerpos o contornos que cambiaban de for- cían, lo mismo en su memoria como en la Vinieron y se fueron. Pero Gregorius no per-
bosques donde solo existían pájaros diseca- ma como lo hace el humo que escapa de la tierra, las piedras del camino, las flores sil- día la oportunidad de compartir su banco,
dos y poetas que no podían escribir más que boca que se olvida de inhalarlo. Contó histo- vestres, el momento preciso en que el sonido darle los buenos días o las buenas tardes y a

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veces, sin discreción alguna, preguntar: ¿Co- padeaban con el


noce usted el mar? No se equivocaba jamás y temblor que per-
jamás variaban las primeras palabras de las mitía la pobreza
decenas, centenas de pasajeros a quienes le de sus cimientos.
preguntaba. Ah, el mar, chico. El mar... Supo, Con una mano
entonces, de puertos, de tormentas que agi- se cinchaba un
taban una masa de agua violenta y rabiosa, mechón de pelos
de un sol que parecía encenderla en las ma- bajo el sombrero
ñanas y en las tardes, de una línea más recta y con la otra ras-
que cualquiera que hiciera el hombre y más caba la madera
grande de lo que ninguno pudiera imaginar- de un banco al
se, así, acostada a lo lejos, tragándose el sol e pasar o engan-
impidiendo que el cielo cayese demasiado, a chaba las arru-
veces rodeando todo cuanto pudiera haber, gas del brazo de
como si se fuera el centro mismo de un cír- alguna vieja aca-
culo universal. Supo de la locura que aquello lorada.
podía producir, de la sensación de libertad, A Gregorius
o de soledad, o desesperación. Las nauseas y Walsh Bursakin
el vaivén perpetuo. Así, historia a historia, el se le había meti-
mar se enredaba en su cabeza como una red do en la cabeza
de pescar. Los viajantes se la daban extendi- el mar.
da, armónica, como una telaraña bellísima, Y le dolía.
y su cabeza la recibía como un nudo con de- Cada vez era
masiadas cuerdas y unas plomadas muy pe- más frecuente la
sadas para poder levantarlas solo. imposibilidad del
Mané hablaba y reía con aquellas señoras sueño. Aquellas
que fumaban cigarros importados y finísi- aguas se agolpa-
mos, que él mismo encendía, pero el andar ban en su cráneo
de Gregorius a veces lo distraía, lo preocu- y las corrientes
paba. A menudo se pensaba que el chico es- chocaban en el
taba mareado o había empezado a tomar al- centro de su frente, produciendo olas que gigantes, lo acechaban como los buitres a terreno firme de una memoria que lo captu-
cohol antes de trabajar. Sabía que ya no era podrían salpicar la esperanza más alta. En los animales muertos, y la cama debajo de raba todo. Pero de pronto, la imagen del tren
un niño, que con diecisiete años le servirían sus tímpanos, podía escuchar aquellas ondas él hervía y evaporaba el sudor en nubes de arribando, con aquel foco enceguecedor, lo
whisky en cualquier bar al que fuera, pero rompiendo, como si lo hicieran en las rocas vapor que lo rodeaban. Otro estallido detrás devolvía nuevamente al mar, a su mar. Ahí
temía que se enfermara o luego no pudiera y el viento se arremolinaba en su oído, esca- de su frente lo obligaba a cerrar los ojos. En- no había mapa, sabía que no era capaz de
largarlo. Parecía mentira, diecisiete años ya. pando de la presión que aquello formaba en tonces aparecía la espuma, gorgoteando en ninguna cartografía. Su imaginación se ras-
A menudo le preguntaba si estaba bien y el su cabeza. Se veía sobre un barco, que pese su cabeza, liviana y al mismo tiempo con la gaba como un papel que pretende estirarse
muchacho de gorra verde sonreía y le hacía a todas las descripciones que le hicieron, no fuerza de una presión terrible. Un fermento para pintar en él algo demasiado grande. El
algún gesto con la mano, pero luego, camina- podía dibujarlo más que como media cala- de cristales, la garganta hinchada de mil sa- corazón le latía presuroso, sus pensamientos
ba errante, sin poder dar tres pasos en línea baza hueca y él dentro de ella, con los pies pos. Intentaba distraerse, cambiar el escena- se licuaban, se ennegrecían mientras caían a
recta, o girando de tanto en tanto, tomado de y los tobillos entreverados en las cuerdas. rio, volver a la estación, como si fuera un fan- las profundidades, dando lugar a otros que
alguna de las columnas donde los focos par- A su alrededor, un montón de aves blancas, tasma que la recorría en la noche, pisando el comenzaban a nadar cerca de la superficie,

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CREACIÓN CREACIÓN

a la espera de que el pico de algún ave lo tra- —¿Cómo dice? sin boca. bros como quien siente que no tiene otro re-
jera hasta su calabaza de madera y le diera —Te pregunté si me vendías un diario. —¿No escuchaste lo que acabo de decir? medio. De pronto la señora lo había intimi-
un momento de paz. A veces no era más que —... —Si no vienes, pensaré que eres un tonto dado, lo que en su caso no era tan sencillo de
un alga, lo que emergía, otras, una garza muy —¿En qué piensas? —dijo de pronto, con una seriedad casi so- lograr.
blanca que recordaba haber visto dos pue- Las olas rompían con fuerza en los tímpa- lemne. Gregorius Walsh Bursakin viajó durante
blos más allá del suyo. Parecía un pichón, nos de Gregorius y eso le dificultaba escu- —No soy ningún tonto. tres largos días en aquel tren, sin más ropa
con las plumas despeinadas y llenas de pe- char o prestar atención a nadie. El viento del —Yo creo que... que la que llevaba puesta y en la compañía
queñas pelusas. El viento se las paraba y des- mar era un susurro oscuro de cien demonios —Iré contigo. Mané me dará dinero para de una muchacha que reía más de lo que ha-
ordenaba aún más, entonces parecía todavía cantando con aires negros una melodía gris y el boleto. blaba, pero que no por eso le parecía menos
más fea, como la locura espantándose a sí perpetua. Levantó sus ojos, un poco ásperos —¿Quién es Mané? hermosa. Fueron tres días en los que ambos
misma. Pero, de tanto en tanto, levantaba el y los entregó al encuentro de los de la mu- —No importa. sintieron que el otro no sería un visitante de
vuelo y de pronto podía verse allí, condensa- chacha. Eran hermosos, los de ella, sus ojos, —... paso, una historia contada y no vivida. Gre-
da entre sus alas y el aire que estas anidaban, eran hermosos. Pero, como los suyos, tam- —Ya regreso. gorius recorrió caminos que no conocía, vio
la belleza de un vuelo que tenía la madurez bién desbordaban algún sufrimiento por el —No olvides los diarios —gritó ella, ha- árboles que jamás había visto, escuchó cam-
de mil años. Una cosa tan liviana como una que no se atrevió a preguntar. Se notaba en el ciéndolo retroceder sobre sus pasos ebrios. panas que nunca había oído doblar antes, se
sola pluma y tan elegante como el abrir de final, esa arista que luego se continúa en los —Gracias. adentró en grietas que lo humedecieron por
las flores de Jacinto en cámara lenta. Luego mayores en un racimo de arrugas pero que en —Mané. ¡Mané! primera vez. Su mapa se ensanchaba a gran
de no más de seis, siete aleteos, descargaba ella aún era solo el extremo resplandeciente —¿Qué pasa, muchacho? ¿No ves que ha- velocidad mientras una mano sostenía su
su peso apoyando sus patas amarillas y rugo- de lo que más al centro había. blo con la señorita? Disculpe usted, madame. mejilla derecha y un hombro blanco y dul-
sas en un muro de cemento y lo recorría con —En el mar. Pienso en el mar —acabó de —Necesito dinero, Mané. ce, la izquierda. Como si una cortina de seda
simulada preocupación, pero sin prisa. Las decir Gregorius, luego de una pausa—. ¿Lo —¿Para qué necesitas dinero? acariciara el hombro de una mujer desnuda
olas quedaban de un lado de aquel muro, la conoces? —Gregorius se escuchó haciendo —Para viajar. —Y giró su cabeza hacia el —pensó.
garza y un poco de calma, de este y ahí inten- esa pregunta y la sintió como un eco que se banco, deseando fervientemente que la chica Bajaron del tren. Caminaron largas cua-
taba centrar su mirar, Gregorius. Hasta que repetiría hasta el infinito, o hasta que los de- no se hubiese ido sin él. No lo había hecho. dras de piedra. Comieron lo que pudieron
finalmente venía el sueño. Y antes del sueño, monios lo callaran con su voz. Mané miró en la misma dirección y creyó comprar en el camino. Bebieron agua de una
el llanto. Un llanto sin gesto, como ríos que —Voy hacia allá. comprender algo, porque bajo el bigote pa- fuente de azulejos. Subieron un risco de are-
no conmueven la tierra que recorren y van a —¿A qué te refieres? El mar no es un lugar. recía insinuarse una sonrisa. na, piedra y plantas silvestres. La cabeza de
desembocar a un estuario de labios que jura Un pueblo es un lugar. Esta estación es un lu- —Mira. Te adelantaré lo de todo el mes, Gregorius eclosionaba por el cansancio y el
que aquel sabor salado, es el mismo mar que gar. El mar no es un lugar. Es como el aire, pero luego te dejas de tonterías y de tanta rugir de las olas que cada vez se enfurecían
escapa de su cabeza por sus ojos, porque ya algo que se te mete en la nariz sin que puedas cháchara y me vendes los diarios que así no más y parecía que harían estallar su frente
no tiene espacio. La garza volvía a agitar las hacer nada para impedirlo, o como una lla- haremos patria tu y yo, eh. —La dama, que por dentro. Se mareaba del dolor y quería
alas y estallaba como un embudo de viento ma que, aunque exista y uno pueda verla, no escuchaba la conversación, de pronto se llorar para liberar la tensión de tanto mar,
que se extendía hacia arriba y mezclaba plu- es capaz de sostener nada en peso. sonrojó, frente a la muestra de generosidad e pero, temía quedar como un tonto, o un niño.
mas con partículas de polvo y espuma. —Pareces tonto —dijo ella, sonriendo. ímpetu, de Mané, que ensanchaba su pecho, No notó que ella había soltado su mano y se
Pasaron dos mañanas y media más. Des- —No soy ningún tonto. He escuchado mil advertido de lo que sucedía. había apurado algunos metros más adelante.
cansaba con la pila de diarios intacta a su historias sobre el mar. Lo tengo metido aquí —Gracias, Mané —dijo ansioso Gregorius, Sus tímpanos parecían lonjas que golpeaban
lado. Con la cabeza gacha, engrosaba la jun- —dijo, golpeándose con fuerza las sienes con sosteniendo los billetes como quien sostiene mil manos de espuma.
ta de dos baldosas gastadas. Una muchacha los nudillos—. Aquí, ¿entiendes? un puente entre sus manos. —¡Gregorius! —gritó ella—. ¡Gregorius! —
se sentó a su lado. No la vio hasta que la pun- —Ven conmigo. —Estos chicos... Él es como mi hijo ¿sabe? volvió a gritar, elevando su voz por sobre la
ta de su pie derecho interrumpió la carretera —¿A dónde? —Mané... Es usted realmente generoso. del viento.
de hormigas que él custodiaba. —Al mar. Ven conmigo. —La insistencia ¿Siempre es así? Cuando Gregorius levantó la vista...
—¿Me vendes un diario? arqueaba sus cejas y era la locura sonriendo Mané, no pudo más que levantar sus hom- Cuando...

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CREACIÓN CREACIÓN

Cuando Gregorius levantó.... Cuando le- lo hacía el humo de los cigarros de Mané. La
vantó su vista... No fue su cuerpo el que es- sintió lejana. La tuvo lejana. Lo fue. Y, enton-
tuvo allí. No fue su cabeza, ni sus manos. No ces, el mar se detuvo. Las olas deshincharon
eran ni siquiera sus ojos. ¡El mar, chico. El sus grandes barrigas por un momento y la es-
mar! ¡El mar lo observaba desde todos los puma calló su bramido.
rincones! Las lágrimas no paraban de salir, A Gregorius Walsh Bursakin se le había
parecían querer llegar allá, donde nacen to- metido en la cabeza el mar.
das las lágrimas del mundo, o van a morir, Y le dolía.
quién sabe. El sonido ya no estaba dentro, no. Le dolió cuando debió abandonarlo. Le
El murmullo de las olas, la espuma vistiendo dolió jamás poder imaginarse un mapa de él.
y desvistiendo la orilla, el viento jugando en Le dolió, incluso, cuando unas fiebres lo en-
los rompientes. La muchacha. La muchacha, contraron junto a su mujer, en la cama y lue-
en medio de todo aquello y los ojos de Grego- go de tres días, sin alimentarse, entregados a
rius llevándola hasta la recta que sostenía el aquella humedad y al amor, se abandonaron
cielo. Sus cabellos quedaban incendiados, ahí en sus cuerpos extasiados, sonrientes, tan
mismo, donde el sol hacía de algunos pájaros enredados entre las olas de las sábanas, que
de alas enormes, negras sombras voladoras. nadie supo donde comenzaba uno y termi-
© Jane Schultz
Los barcos, los de verdad, se enredaban en naba el otro. Nadie comprendía por qué del Fuente: Flickr
su melena y encallaban próximos a las orejas. suelo, luego, brotaba aquella espuma.
Las nubes entraban y salían de su nariz como

Espirales tesón estrujando y retorciendo sus menudas


por Juan Manuel Chica Cruz muñecas que podría pensarse que llegaría a
escaparse. Para evitarlo, recibió otro golpe
Javier Montiel (Uruguay, 1986). Psicoanalista, se dedica a la escritura de manera paralela con aquella misma barra oxidada que antes
al ejercicio de su profesión, tiempo que comparte también con la pintura. Se miraban los tres, desconcertados, con los había deslomado y perdió la respiración
Publicó en España el libro de relatos Babel de un hombre, libro que también publicó en Uruguay. los ojos entreabiertos, las cejas partidas y durante un par de minutos que se le hicieron
Posteriormente editó un segundo libro-objeto de relatos, llamado Astrolabio. las caras ensangrentadas. Masticaban el eternos.
Tiene publicaciones en algunas revistas y antologías. Revistas: Letra nueva, en tres números dolor de sus huesos rotos, amordazados de Igual de eternos que cuando ella les supli-
consecutivos. Revista digital Literariedad, edición Dossier Uruguay y Antología Telegráfica 5, de la pies, manos y cintura a unas elegantes si- caba que la dejasen en paz.
editorial Maclein y Parker, misma editorial que publicó Babel de un hombre. Mientras recobraba la respiración fue a la
llas de diseño a 250 euros la pieza. Carl, el
que vivía en aquella casa, apenas levantaba cocina a abrir la espita de gas. Este, poco a
los párpados, por lo que no pudo ver como poco, se iría esparciendo por la casa dando
habían colocado columnas de periódicos y un margen de tiempo prudencial para la hui-
revistas debajo de sus sillas convirtiéndolas da antes de la explosión. Cuando ardieran las
en unas improvisadas piras funerarias. Los sillas con ellos encima, volarían después por
otros dos amigos que le acompañaban sí que los aires. Lo de la explosión era más por bo-
veían, aunque fuera borroso, y por eso inten- rrar huellas y rastros que por hacerles daño.
taban zafarse con desesperación de las ata- Ya les había causado bastante con aquella
duras. El más enclenque lo hacía con tanto barra oxidada que había limpiado cuidado-

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CREACIÓN CREACIÓN

samente con lejía. llegó al instituto, ya se había transformado día de antes hubieran acosado a su hermana siguiéramos la misma política y fuéramos a
en una bestia horrorosa. hasta que le salieron agujetas en el abdomen la policía con cualquier novedad al respecto.
de tanto reírse de ella. En esta ocasión me re- Lo cual nos dejaba en el limbo o, más bien, a
Era mi hermana pequeña. Utilizar el ver- Mi hermana ahogaba en silencio las ofen- servaron una paliza a la salida del instituto un paso del infierno.
bo en pasado es zaherirme. Su parto fue di- sas y humillaciones que recibía. También que no sirvió para que dejaran de meterse Ni la policía estaba haciendo nada ni el
fícil, nació con problemas. No era una chica es cierto que de poco sirvió que lo supieran con mi hermana. instituto haría nada. Por entonces, los padres
demasiado avispada, pero eso no justificaba papá y mamá. Mi padre era una persona apo- Es más, creo que el que les hiciera fren- de aquellas bestias ya se habían enfrentado
que aquellos hijos de puta se cebaran con cada, sin mucho carácter y poca energía y te provocó que se cebaran aún más con ella. en la calle a papá. Qué cobardes. Le rodearon
ella desde el colegio. Cuando estaban aburri- mamá bastante tenía con lo suyo. Lo suyo, Fue por entonces cuando me contaron que a y le amenazaron con que ya se encargarían
dos se metían con ella, cuando estaban frus- lo de mamá, era ir tirando de una casa con mi hermana la desnudaron y dejaron su ropa ellos de que nadie en el pueblo le contratara
trados le pegaban, la insultaban. Alguna vez, cuatro miembros donde papá no trabajaba y interior colgada de un árbol en un descam- para darle ningún trabajo como volviera a
ya en el instituto, me dijeron que la habían ella tenía que hacerlo de cualquier cosa que pado. Si eso fue cierto, mi hermana nunca decir por ahí que sus hijos eran unos delin-
llegado a desnudar. No quiero imaginar si se saliera en el pueblo, pero a pesar de ser muy dijo nada. Mamá se presentó en la policía. cuentes. Papá no pareció inmutarse dema-
atrevieron a hacerle algo más. trabajadora siempre la criticaban. Siempre Allí le dijeron que investigarían el caso, pero siado. Con cerveza y algo de güisqui pasaba
Nunca me atreví a preguntarle. encontraban una culpa que explicase nues- que necesitaban pruebas. A los pocos días sus días. En el pueblo, supongo que para jus-
En realidad todo el mundo en el pueblo tras desgracias, la más comentada era que el padre de Carl se personó en la comisaría tificar su mala conciencia, decían que la fal-
lo sabía, lo sabían de sobra. El cabecilla de papá y mamá eran medio hermanos. Mamá advirtiendo de todas las consecuencias lega- ta de mi hermana era un castigo divino. Papá
aquella banda de desalmados era Carl. Un era guapa y tenía encanto, aunque poco a les —quebraderos de cabeza— que podrían y mamá nunca deberían haberse casado.
niñato consentido, con la suerte de ser hijo poco su belleza y su encanto le iban desapa- conllevarles si acusaban en falso a su hijo. Es Estábamos reunidos en casa de Carl por-
de un gran abogado con contactos muy in- reciendo como el brillo de una estrella que decir, antes de que la policía hubiera movido que sabía que sus padres andaban en la capi-
fluyentes por todos lados. Pero Carl no era el se apaga. Papá se presentó en el colegio en un solo dedo en favor de mi hermana, ya le tal. Me hice pasar por un repartidor. Además
líder de aquellos indeseables por ser hijo de varias ocasiones. «Aquí se cumplen y se vela habían soplado al padre de Carl que mi ma- de cabrón, ese Carl era estúpido. Le dije, con
quién era, él era el jefe por una sencilla razón: por las normas siempre», le dijo el director dre se había presentado allí. Una joven pare- mi cara tapada por una caja de Amazon que
era el más cabrón, el que más fuerte pegaba, en tono molesto la primera vez. A la segunda ja de policías en prácticas se presentó en el llevaba una Play Station 5 a esa dirección y
el que más humillaba, el que nunca se sacia- visita, el director casi amenazó a mi padre instituto, pero nadie dijo nada. Nadie había él abrió sin pensar.
ba de ver a sus víctimas rotas por el dolor y con demandarlo por insinuar que acosaban visto nada y tampoco ellos demostraban de- Nada más abrir la puerta mi barra de hie-
que aún así las seguía pateando con sus botas a su hija. Pero en el instituto el culpable era masiado interés ni habilidad en rascar infor- rro oxidada habló. No pudo reaccionar el
de punta de hierro en la boca. Se regocijaba yo por permitir que acosaran a mi hermana. mación. primer golpe. Se retorcía de dolor llevándose
en su dolor. A mi hermana creo que nunca la Era yo quién debía velar por ella. No sé si el que mi madre fuese a la policía las manos a las costillas y, cuando descargué
pateó en la cabeza con sus botas de hierro Una vez le planté cara a Carl. La noche de sirvió para que amainasen los malos tratos el segundo en la cabeza, quedó ovillado en
como hizo con otros, pero un día llegó con el antes, mi hermana la pasó entre sollozos. Me hacia mi hermana, pero, si tuviera que decir el suelo. Cerré la puerta tras de mí y lo co-
labio partido y un diente abajo y nunca quiso dormía un poco y cuando volvía a desper- algo, diría que no a juzgar por los sollozos loqué en una de las sillas tan elegantes. Le
decir en casa qué le había pasado. Todos en tarme seguía oyendo sus gimoteos. Se tapaba que en las noches seguían inundando la ha- amordacé con la cinta americana que lleva-
el pueblo intuían sus fechorías, pero hacían con la sábana intentando silenciarlos, pero bitación que compartíamos. ba en la caja de Amazon y esperé a que re-
como que no sabían o que no eran para tan- sabía que lloraba. Fingí que dormía porque El director del instituto se reunió con cobrara el conocimiento. Mientras abría los
to. Travesuras subidas de tono de juventud. cada uno de esos lamentos me herían el alma mamá, con papá, con mi hermana y conmi- ojos acariciaba las espirales de mi barra de
Además, ellos siempre tenían argucias para y laceraban mi carne cobarde y pusilánime go. Los cuatro sentaditos y apretados a un hierro que cogí de una obra cercana y alaba-
quedar bien. Se mostraban agradables con la por no tener valor a defender a quién más lado de la mesa frente a él que girándose a ba el buen gusto en decoración derrochado
gente mayor y eso parecía conformar a todos. quería. un lado y otro en su silla con muy buenas pa- en la casa. Suelo enmoquetado y de parqué.
En el colegio, el director nunca tuvo el valor Fue en un recreo. No le gustó nada a Carl labras nos vino a decir que puesto que había- Muebles funcionales de maderas nobles y co-
para enfrentarse a Carl cuando era todavía que un mierdecilla como yo osara hacerle mos ido a la policía y no directamente a él lor blanco. Una decoración verdaderamente
un crío y podía haberse hecho algo. Cuando frente, a la vista de todos, por mucho que el —el muy cínico—, que de ahora en adelante exquisita. Me gustaban, especialmente unas

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CREACIÓN

víctimas. Daniel pul- la barra de hierro con el aire desapareció jus-


só el timbre y le dije to en el instante en que la barra chocó sobre
a Carl que le invitara su espalda y hombros. No me atreví a dárselo
a pasar. Él bisbiseo su en mitad de la crisma, como había pensado
nombre y nada más oír en un primer impulso. Eso es lo que había
la respiración fatigada hecho antes con Daniel y casi me lo cargo.
de Daniel al subir los Carl carraspeó y escupió sangre.
varios tramos de es- —Qué pasa Carl —respondió Marcos al
caleras, descargué un otro lado del teléfono.
golpe que le dejó casi —Acércate a mi casa. Estamos jugando
inconsciente. Parecía con una Play Station 5 y, además, hay dos
una lagartija movién- amigas muy cachondas.
dose por el suelo de- Cuando sonó el timbre, Carl lo llamó como
jándolo todo perdido antes había hecho con Daniel. Carl era tan
de sangre. Lo arrastré miserable que ni siquiera era capaz de poner
por las piernas hasta a salvo a sus amigotes. Si él caía, los demás
el salón y lo maniaté también. Marcos pasó al recibidor donde yo
junto a Carl. El plan le estaba aguardando detrás de la puerta. El
estaba funcionando y espejo de la entrada le delató mi presencia,
me encendí un cigarro. pero fui muy rápido armando el brazo —lo
Las bocanadas que tenía caliente— y le golpeé fuerte y contun-
aspiraba eran, ahora dente en la cabeza. Cada vez que entraba uno
sí, de puro placer y el tenía que limpiar el suelo de charcos y regue-
humo dibujaba unas ros de sangre, pero como este era el último ya
espirales que me re- no era necesario.
cordaban a las de mi Ya tenía reunidos a los tres.
barra de hierro oxida- Me volví loco de placer y los grabé un
do. Me gustaba la figu- poco con el móvil. Aquellos tipos tan chu-
ra geométrica de esas los, que tanto habían hecho sufrir a mi fami-
espirales de humo bai- lia eran ahora muy poca cosa, con las caras
vidrieras rectangulares que daban a la calle sangre y repetía «qué» constantemente, gi- lando en el aire y las de hierro que asía en- contraídas por el dolor y el miedo. Encendí
y rodeaban el salón. rando su cabeza para escucharme con la ore- tre mis manos. Me estaban dando la paz que otro cigarro y lo sostuve entre los labios para
Uno a uno fueron llegando a casa de Carl, ja derecha). buscaba desde hacía mucho tiempo. Cuando tener las manos libres y empezar otra ronda
el hijo de la gran puta más grande que haya —Diles que te han traído una Play Station me cansé de dar caladas apagué el cigarro en de golpes. Les arreaba en la cara, en la es-
habido jamás aquel maldito pueblo. Fue él 5 por error, dile algo gilipollas, lo que sea, el ojo de Daniel. Se retorció y aquello me in- palda, en el pecho y en las piernas. No sé el
quien me fue citando a sus compinches. Con pero que vengan, por tu bien —le grité me- dicó que se estaba recuperando. Podía con- tiempo que estuve blandiendo aquella barra
Daniel no sonó demasiado convincente, pero tiéndole en la boca la barra de hierro hasta la tinuar con el plan. de hierro. Mi respiración era ya fatigosa y los
mejoró con Marcos, probablemente para no tercera espiral en cuanto Carl abrió los ojos. —Carl, llama al siguiente hijo de la gran hombros me dolían de tanto alzarla. Por los
recibir más golpes con mi barra de hierro. El primero en aparecer fue Daniel. El más puta —le dije acercándole su móvil. gritos descubrí que cuando les golpeaba en
Los golpes anteriores le habían roto unas enclenque de los tres y el más servil. Siem- —¿A quién? las espinillas los chillidos eran más agudos
costillas y reventado el tímpano izquierdo pre lucía con una sonrisa maliciosa cuando que cuando les golpeaba en los brazos que
(lo sabía porque de su oreja izquierda salía Carl humillaba, pegaba y extorsionaba a las El silbido producido por el rozamiento de eran más graves. Estaba descubriendo una

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CREACIÓN CREACIÓN

sencilla anatomía del dolor como cuando yo llegado con mi hermana. Si era cierto que le La policía se afanó bastante, dada la mag- mí que hasta un simple abogado novato de
aprendía de las infinitas formas de aguantar habían desnudado dejándole las bragas en nitud del caso, en investigar el suceso. El pa- oficio como el que me adjudicaron, sin expe-
el sufrimiento que experimentaba mi herma- un descampado, quizás hubieran hecho algo dre de Carl juntó al cielo con la tierra recla- riencia, eludió las embestidas del equipo de
na. Cuando paré, de puro agotamiento, la ba- peor. Daniel con los ojos infundados en puro mando justicia y un montón de efectivos de la abogados del padre de Carl. Echaban en falta
rra se me escurría de entre los dedos por la miedo dijo que no, pero su testimonio en esas policía científica se personaron sobre los es- las pruebas, esas que tanto decían necesitar
sangre y sus espirales las tenía marcadas en condiciones no era creíble. Cuando me acer- combros de lo que había sido su casa. Aquella para poder proteger a mi hermana.
las palmas. El único que no había perdido qué a Marcos me aseguró que él no le había explosión dejó restos carbonizados de unos Tiempo después cuando las investigacio-
el conocimiento era Carl. Tan hijo de la gran hecho nada, lo que en un lenguaje inverso cuerpos con los huesos rotos y una barra de nes estaban en punto muerto los padres de
puta como duro. venía a decir que los otros sí, tal y como me hierro con espirales que creyeron procedía Carl en un desesperado intento por conse-
—Veo que sigues despierto —le dije intro- temía. Tampoco se molestaron en desmentir- de los revestimientos de la construcción. La guir pruebas abordaron a mi hermana en la
duciéndole la barra en la boca hasta que em- lo por eso me fui a casa caminando tranqui- policía me citó a declarar a la comisaría. Una calle y le preguntaron que si sabía que yo ha-
pezó a orinarse encima. Aquel cerco de ori- lo y en paz, como si aquella explosión poco manera de meter presión para ver si logra- bía sido el culpable. Ella los miró con toda
na en la entrepierna me dio lástima. Es triste después a mis espaldas que hizo añicos las ban derrumbarme. Pero ignoraban algo bá- la inocencia del mundo bajo un cielo azul
pensar que el ser humano a veces tenga que bonitas vidrieras del salón de Carl también sico: cuando se está en el suelo lo único que inmenso lleno de nubes blancas algodonadas
ser así. lo hubiera hecho con mis amargos recuer- puede hacer uno es levantarse, ya no puede en espiral y les respondió que sentía mucha
Les dije que me prestasen atención. Ellos dos. A papá y mamá no les dije nada, cuanto caer más. Me consideraban sospechoso, el lástima por todo lo que les había sucedido
gemían y me suplicaban que les dejase, que menos supieran mejor, pero a mi hermana único sospechoso, pero no tenían ninguna porque ellos ya les habían pedido perdón,
no dirían nada. Les limpiaba la cara a cada pensé que le gustaría saber que Carl, Daniel prueba. Era tan poco lo que tenían contra aunque fuese demasiado tarde.
uno de ellos para que la sangre y la saliva no y Marcos le habían pedido perdón y que ya
les dificultara el habla. Quería, sobre todo, no volverían a tocarla. Ni siquiera a mirarla.
que se escuchase bien de sus bocas las pa- Ella abrió los ojos y, cuando escuchó los wa-
labras limpias y sentidas, claras y fáciles de saps con sus voces rogándole perdón, antes
entender pidiendo perdón a mi hermana por de que los borrara para siempre, sus ojos re-
todo lo que le habían hecho. cobraron el brillo de antes. Se incorporó de
—Carl, por favor, pídele perdón a mi her- la cama y me pidió que saliera a dar un paseo
Juan Manuel Chica Cruz (Madrid, España, 1971). Es docente. Profesor de enseñanza
secundaria desde hace casi 25 años en Andalucía y licenciado en Ciencias Biológicas. Le en-
mana —le rogué. con ella. Hacía semanas que no salía de casa,
canta la lectura y a consecuencia de esta pasión, su reflejo: la escritura. Ha publicado algunos
Abrió la boca, escupió varios dientes y far- así que me pareció una idea fantástica. Du-
relatos y poemas y algunos de ellos han recibido la distinción con algún premio. Más informa-
fulló algo, pero la dicción no era buena. Da- rante el paseo le expliqué que aunque le ha-
ción sobre el autor en: http://cogitoergosum-juanmachica.blogspot.com/
niel se precipitó entonces a pedir perdón. Lo bían pedido perdón ya era demasiado tarde.
hizo tan atolondradamente que no se le en- Al día siguiente la policía se presentó en
tendía nada. Tuvo que repetirlo. Marcos se- casa. Querían saber si yo tenía una coarta-
guía inconsciente. Esperé un rato, pero has- da para cuando se cometieron los brutales
ta que no le eché agua fría no se despabiló. asesinatos y yo, con toda la flema del mun-
Pensé que había sido un truco para ahorrase do, les respondí que ni sí ni no. Lo hice con
sufrimientos así que le propiné unos cuantos todo ese aplomo que aprendí en el reflejo de
golpes más para igualarle con sus otros dos la actitud de todo el mundo que podría ha-
amigos, pero esta vez con cuidado de no dar- ber hecho algo y no lo hizo; cuando mi padre
le en la boca. Sin las piezas dentales, ya sabía, intentaba arrancar alguna responsabilidad o
que la dicción no era del todo buena. mi madre algún gesto, para proteger a su hija
Hasta que no grabé a los tres suplicando y nadie podía nada. Que había estado con mi
perdón a mi hermana no paré. Una vez lo ha- hermana cuidando de ella, lo que en cierto
bían hecho, quise saber hasta dónde habían modo era la pura verdad.

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CREACIÓN CREACIÓN

Criaturas el viejo molino vivía una viuda; tropezó al


por Alberto Martínez bajar al arroyo y se partió la nuca. Era todo
pellejo, cartílago y hueso, pero peor es no co-
mer nada. Cortamos lo que sobró en trozos
Pasábamos mucha, muchísima hambre. pequeños para traerlos a casa.
No quedaba pan ni forraje, y las culebras Lo de la bruja y la casa de chocolate se le
desaparecieron con las primeras nieves. En ocurrió a Grétel.

Alberto Martínez (Zaragoza, España, 1977). Filólogo de formación y apasionado de la


palabra escrita. Es autor de dos novelas: Las ruinas blancas (premio «Santa Isabel de Aragón, rei-
na de Portugal», convocado por la Diputación de Zaragoza) y Trovas de fierro (premio «Alfonso
Sancho Sáez» del Ayuntamiento de Jaén). Colaborador habitual de revistas digitales y páginas
© Tenmass
Fuente: Flickr web de literatura (Wall Street International, Visor, The Barcelona Review o Proyecto Sherezade, entre
otras), sus relatos, premiados en más de sesenta certámenes literarios, están recogidos en las
antologías Un ciervo en la carretera, actualmente en librerías y finalista del Premio Setenil 2020,
y El pan nuestro de cada día, de próxima aparición. En estos momentos trabaja en una nueva an-
tología de relatos breves, Palos de ciego, y en la novela corta Campo Franco.

Postdata Tío Fideo, el pastelero, y a su mujer, la Terele,


por Alberto Martínez que se echaron al café insecticida creyéndo-
lo azúcar, ¡menudos dos cafres! El Marquitos,
mi nieto, andará con el camión por Holanda,
A mi padre, que murió en la guerra, y a mi igual que su hermana, la Paula, de enfermera
madre, que no le sobrevivió ni un par de años, en Italia. Y la Vicentica, don Dimas y el Hor-
tosiendo y tosiendo, fregando escaleras. A mi ten, a todos los otros, que ahora me olvido.
hermano Evaristo, cabo de la Guardia Civil, Dichosa cabeza.
que un día agarró la tercerola, tiró para el Queridos Reyes Magos.
monte y adiós, muy buenas, y al Desi, mi pri- Me llamo Etelvina y tengo 94 años. Estas
mo, el practicante. El Pasmao, que le decían son las primeras fiestas que voy a estar sola.
los del bar de la plaza, ¡y tanto! Diez meses Por eso, y como he sido tan buena, quisiera
me tuvo paseo arriba, paseo abajo, hasta que que me trajeseis la última Nochebuena que
le dio por hincar la rodilla, ¡qué hombre! Al pasé con toda mi familia junta.

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CREACIÓN CREACIÓN

gunos viajes compartidos en taxis amarillos vida, de poder volverte a sentir tan estúpida
de Manhattan, las yemas de sus dedos jugue- y feliz, tan indefensa, como una adolescente?
teando, tentativas, sobre el material liso de El sexo viene después, como si hubieran
las vestiduras del asiento hasta tocarse. Su- estado intentando evitarlo. No sabes muy
cede después de las noches en metro, cuan- bien por qué. Hasta que sucede. Hasta que
do su cabeza reposaba sobre tu hombro has- está montada sobre ti y se mueve como la
ta quedarse dormida, confiando en que tú marea, mientras te ve. Y tú a ella. Mientras te
—prácticamente una extraña— la cuidaría. muerde la punta de la lengua y te das cuenta
Confiando en ti sin saber por qué o si debe- que tenías años sin hacer el amor. Porque el
ría, siempre con roces furtivos de las yemas sexo es fácil. Pero el amor no tanto. Escasea.
de los dedos. Se da por sentado. Palidece, hasta desvane-
No sabes, a ciencia cierta, por qué la quie- cerse y convertirse en rutina.
res. Los eventos se suceden rápidamente en Está montada sobre ti mientras repites
tu mente. Un abrazo. Su mirada. Agarrarse su nombre. Una y otra vez. La invocas. Lo
la mano. Despertar de madrugada. Un beso, repites. Su nombre. Y en algún lugar de tu
dos. Mil. mente decides, desde ese momento, evitar
Dos mil besos. que se evapore. Mientras le tocas la espalda
© Danny Ngan Han pasado un par de meses apenas desde desnuda, ahí mismo decides no repetirlo —
Fuente: Flickr
el primer encuentro. ¿La quieres de veras? al menos no con ella. Para conservar en un
¿Se puede? relicario intangible e imaginario la sensación
Se conocieron por azares del destino. Hay clara e impoluta del amor que las convencio-
una historia concreta. Un lugar en el mapa. nes sociales siempre se encargan de desbara-
Un entorno descriptible presenciado, com- tar. Para conservarla a ella, este momento; al
El cuarto de la puerta verde rente vulnerabilidad de lo que asumes como partido vaya, por un grupo de gente con sentimiento.
por Alejandra Ibarra Chaoul una confesión. Tal vez, simplemente, porque nombre y apellido. Pero lo más específico, La embotellas. La encierras. Capturas su
quieres. lo más preciso realmente, se reduce al desti- esencia.
A ti te tomó un mes (notarla). A ella la mi- no. A las ínfimas probabilidades de coincidir, Cuando despiertas tiene sus brazos al-
tad de tiempo. ¿A las dos semanas de cono- conectar y —de alguna manera— trascender rededor tuyo. Sus hombros, sin ropa, visten
Lado A
certe realmente se imaginaba despertando a en la otra. pecas que te abrazan. Piensas de inmediato
Te tardas más tiempo tú en notarla que tu lado? No importa. Lo que importa es que Leíste hace mucho en alguna revista que en tu novio: en su cara buena, calma. En tu
ella a ti. Después bromean al respecto, tra- lo dijo. una persona conoce a ocho millones de seres novio rubio, sin pecas, tan formal, tan com-
tando de encontrar el instante exacto en que La primera vez que le dices «te quiero» humanos en el transcurso de su vida. Piensas prometido, tan bueno. Piensas en cómo no lo
se descubrieron, midiendo los días de dis- sucede semanas después de su primer beso. a menudo que a muchos de ellos probable- amas.
tancia en minutos, esperando que —suma- Después de los primeros roces de tu mano mente te los vuelves a topar, reencontrán- Recorres tus dedos por el pelo negro y la-
dos— ofrezcan respuestas para esto que les sobre su pierna, debajo de la mesa del italia- dolos más de una vez. Y aun así, ¿a cuántos cio de esta mujer que te abraza, desnuda, a la
está sucediendo. Te tardas más tiempo que no caro; debajo de la mesa del restaurante recuerdas?, ¿con cuántos conectas? que quieres. Inspeccionándolo de cerca, bajo
ella en notarla, o eso eliges creer. Porque eso fusión en el Upper West Side; debajo de la No, no se puede explicar más que como la luz nocturna de un Nueva York que nun-
te dice ella, te cuenta haber imaginado cómo mesa de madera donde escriben al mismo un choque cósmico donde sucedió algo más ca duerme, colándose por las persianas mal
amanecían las dos juntas, para escribir y edi- tiempo, el teclear de sus dedos distrayendo grande que la suma de los minutos en el mis- cerradas, te das cuenta que en realidad no
tarse en la cama bebiendo café por la maña- el deseo manifiesto en sus pies tocándose so- mo cuarto. No la notaste por semanas, y des- es tan negro. Su cabello jaspeado, con canas
na. Le crees. Decides creerle. Tal vez por su bre el suelo. pués, al hacerlo, no pudiste borrarla. ¿Cuáles grises, se desparrama sobre las almohadas
mirada mientras te lo dice, tal vez por la apa- Sucede, ese primer beso, después de al- eran las probabilidades, a estas alturas de tu cuadradas de rayas lilas y amarillas del de-

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CREACIÓN CREACIÓN

partamento que rentaste por el fin de sema- bios, dejándote sentir los suyos. Humedece Compartamentalizas. Tampoco resulta Cuatro pisos arriba: el cuarto de la puerta
na. Detrás suyo, una puerta verde las separa tu boca. Muerde, una vez más, la punta de tu tan difícil. Una cosa es una cosa y otra cosa verde. Subes las escaleras de mosaicos, im-
del resto del mundo. lengua. La acercas a ti para que se siente en- es otra cosa. No se mezclan. Coexisten. De- paciente, de dos en dos hasta llegar al 4D.
En la estufa hay una tetera con un guante cima tuyo. El tiempo es eterno. sarrollas la capacidad de estar aquí y allá, Sacas, del bolsillo del pantalón en tu memo-
de cocina todavía sobre la agarradera, como Le repites que la quieres. Se te queda vien- nunca al mismo tiempo, aunque a veces sí en ria, las llaves. Las metes al cerrojo con manos
suspendido en el tiempo. Como si ustedes ha- do, encima de ti, como esperando algo. Tu simultáneo. Aprendiste a dar diferentes par- temblorosas y abres la puerta.
bitaran en una dimensión paralela, ocupan- cuerpo se apaga. Sabes que vas a regresar a tes de ti: allá sigues, obedeces; aquí proteges, Adentro esta ella.
do el espacio ajeno, compartiendo un tiempo tu novio. A tu amable, dulce novio. Aunque diriges. En una cama alta, con su pelo negro lle-
prestado. Te da la sensación de que alguien nada concreto te ata. Tus promesas son abs- ¿Cómo puedes hacer esto?, es lo que supones no de canas cayéndole sobre la espalda, está
puede entrar ahí en cualquier momento y tractas, tácitas. Tus compromisos indocu- alguien pensaría —si supiera. Pero lo que no ella. En la estufa, una tetera congelada en el
seguir con su vida sin percatarse nunca que mentados. No estás casada. No poseen pro- existe, no importa. Y esto no existe, te dices. tiempo. En el estante de la esquina, la cara de
están ustedes dos en su cama. Son fantasmas. piedades. No le debes nada a nadie. Y a la La realidad está allá, esperándote con tu no- una mujer —capturada en un lienzo— que te
Desde la última repisa de un estante alto en vez, le debes todo a todos. Te debes a lo que vio. Esto es apenas un espejismo. Qué curio- observa.
la esquina del cuarto, un retrato de una mu- de ti se espera. En algún punto del camino, so, como quiera —piensas— que, aunque no Te quedas adentro. Con ella. Te metes en
jer los observa. ¿Qué pensaría esa mujer, si no puedes identificar bien cuándo, te con- exista, duele. la cama. Las yemas de los dedos se rozan
existiera? vertiste en una versión vacía de ti misma: en Te vas. Siempre supiste que te irías. No sa- primero. Recorren los momentos mientras
Abre los ojos, abrazada todavía a ti: una un cascarón de ser humano que otros llaman bes si deberías sentirte culpable de irte del recorres con tus dedos su pelo. El momen-
insomne obsesiva que no le da tregua a nada. propio. Te despiertas, cumples, sonríes, con- cuarto de la puerta verde, o de regresar a tu to en que se conocieron. Los días en minu-
Te voltea a ver y le dices que el negro de su tribuyes. Eres una mujer moderna; feminis- novio. Nada parece sostenible, perdurable. tos de distancia hasta notarse mutuamente.
pelo te recuerda a un cuervo. Inmediata- ta, te dices, pero recatada. No le prometiste Haces lo que un cascarón de ser humano ha- Tu mano sobre su pierna. Cuando le dijiste,
mente, te arrepientes. ¿Por qué le llamas ave nada a nadie, pero te has vuelto esta persona ría: cumplir con expectativas sociales. Em- por primera vez, «bonita». Cuando te dijo «te
de rapiña? Tratas de componerlo, explican- para muchos. No puedes escapar. Y es que, pacas. Sales. La besas. Te vas. quiero». Pierdes la noción del tiempo. En sus
do que es por el negro obsidiana de su pelo. en realidad, no quieres. La vida con tu novio es como la recorda- hombros hay pecas. Por las persianas entra
«Pero tengo canas», te dice. «Ya sé», respon- Tu cuerpo reacciona. Te está besando la bas: fácil, fluida. Sin exabruptos. Sobria. Con una luz tenue, nocturna, pintando la habita-
des, «me encantan». oreja, su cabello negro cano cayendo lacio sexo monótono, ocasional y convencional. A ción con rayas de tonos grises. Las almoha-
Se ríe. sobre su espalda desnuda. «Bésame», te dice. tu manera, lo quieres. Te lo repites. Lo quie- das, esponjosas, cuadradas, también tienen
«No me lo vas a creer, si te digo», confiesa. Te pide. Te implora. Y abandonas la imagen res. rayas: lilas y amarillas. El aire se llena de ri-
Insistes. del novio rubio con polo mientras mojan las Cada persona necesita algo diferente, sas. Tu corazón palpita con fuerza. Respiras.
«El cuervo es mi animal favorito», dice fi- sábanas en un vaivén de movimientos impa- ahora lo sabes. Te gusta entender eso. A cada La observas. Te acercas.
nalmente. Y ante tu escepticismo evidente, rables. Y poco a poco, mientras la tubería quien le ofreces lo que busca. Te complace El olor a huevo quemado te regresa.
añade: «es resiliente, independiente, sobrevi- vieja del edificio golpetea con el aire caliente satisfacer. Te da poder. Tu novio despierta, Desde la realidad, volteas a tu recuerdo
ve donde pocos más pueden. No se restringe que la atraviesa para calentar el cuartito en con su pijama de botones y rayas, en el otro una vez más a verla. Te observa con sus ojos
a vivir bajo expectativas sociales», termina. el invierno, ella te llena. Lentamente, prime- extremo de su cama compartida y sonríe. Le marroquís, con esa mirada que, desde el re-
Nunca supiste que los cuervos te podían gus- ro y rápido después, rapidísimo, te llena. Te dices que le vas a preparar el desayuno. cuerdo, te pregunta por qué, te pide que te
tar tanto. Ella: tu cuervo. llena de significado y propósito y ganas de Mientras bates los huevos de lo que será quedes. Con esa mirada que te adora. Cierras
La abrazas. Te voltea a ver, desde aba- vivir. Intensamente. Te repara, dejas de ser un omelette, te permites uno de esos momen- la puerta verde para regresar otro día a visi-
jo, con esos ojos color ámbar heredados de el cascarón resquebrajado de ser humano tos de indulgencia donde escapas al departa- tarla cuando la monotonía te asfixie.
ancestros marroquís que han viajado con- que eras y te vuelves alguien llena, comple- mento de Nueva York. Echas el huevo batido Volteas el huevo semichamuscado y lo sir-
tinentes y siglos hasta llegar a esa cama, a ta, ocupando el lugar que antes habitaba tu al sartén y piensas en el edificio sobre el local ves en un plato. Lo pones sobre la mesa con
esa cara; a verte. Se acerca a tu boca, como sombra. de masajes en el Upper East Side con enre- mantelitos individuales porque, aunque no
cuando te dio el primer beso y no la detuvis- «Yo también te quiero», te dice. daderas sobre la fachada, junto al edificio de te importa que se maltrate la madera, igual
te, sólo cerraste los ojos y apretaste los la- ¿Qué estás haciendo? balcones verdes. Unas cuadras al este: el río. estás acostumbrada a hacer las cosas como

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CREACIÓN

tra, y comentada como Esta mujer nueva te espera a la salida del


se discute una lectu- edificio algunos días, en la banqueta, ha-
ra. Quieres significar ciendo tiempo para abrazarte como si le die-
algo, significarle algo a ra miedo que te desvanecieras. Como si no
alguien. Entender qué te fuera a ver el día siguiente, y te susurra al
significas. oído «no nos separemos nunca».
Ella te parece in- Nada dura, nada permanece. Todo termi-
dicada: es perceptiva. na. Estás acostumbrada. Tanto incluso, que
Atenta al detalle, aun- hace tiempo nada te importa. Hace mucho
que después lo olvide. tiempo, en realidad, que eres tú la que no im-
Sabes que no eres bo- portas.
nita, pero —a juzgar Duermen juntas, la primera vez, por ne-
por su mirada cuando cesidad. Esa madrugada de sueño ligero te
te ve— piensas que a toma la mano tentativa y dudas si debes per-
ella sí se lo pareces. mitirlo. ¿Quién es esta extraña? Le dejas que
Tal vez no se ha dado te agarre la mano. Tú también necesitas una
cuenta que tienes ca- asidera. Flotar, si es lo único que puedes ha-
nas. Es editora. Y es- cer, pero al menos hacerlo con alguien. Le-
critora. Y eso te excita. vitar en conjunto, encaramadas la una a la
Le dices que te ima- otra, en el vértigo que produce no tener un
ginas despertando a su punto de gravedad que te ancle a la tierra.
lado, para escribir jun- Tiene novio, ya sabes. Ya sabías. No impor-
tas y comentar los tex- ta. Al contrario, importa y por eso la esco-
tos de la otra mientras giste. Porque si no se puede quedar, tampoco
dan sorbos a las tazas se va a ir nunca. Alguien que no es tuya, que
con café humeante ni siquiera sale con mujeres, no te abandona.
que tienen entre las Con ella no tienes que estar a la defensiva, y
manos, acurrucadas dejas que se te cuele por no sabes dónde.
en un abrazo desnudas Pero luego te dice que te quiere y lo com-
entre sábanas blancas plica todo. Decides no prestarle tanta aten-
se debe. de propósito tan grande que se desborda y te bañadas por los rayos calientes de un sol que ción, no importa mientas siga tocando tu
«¡El desayuno está servido!», le gritas a tu contagia. Lo inunda todo. se filtra por la ventana. pierna debajo de la mesa, mientras las ye-
novio. A ese amable, formal, dulce novio. Le cuentas cosas de ti: pocas, al principio, Le dices que te imaginas despertar con mas de sus dedos sigan buscando los tuyos
y luego muchas. Le dices cosas que no le has ella, pero omites que —en tu fantasía—, te sobre el asiento del coche, bajo las luces in-
Lado B dicho a nadie, las que más vergüenza produ- paras de la cama después para vestirte y re- termitentes del metro. No importa mientras
La ves escribiendo primero, tomando no- cen, las que duelen, las que a ratos entumen gresar a tu casa. Te despiertas con ella solo te abrace, te arrope, te recorra el cuello con
tas en un cuaderno. Han pasado dos semanas y a ratos escuecen. Se las cuentas porque te cuando se ven, que no es diario y no es siem- besos chiquitos, constantes. Te contenga. No
desde que se conocieron formalmente pero inspira una confianza inexplicable, sí, pero pre. importa mientras te vea descaradamente con
no es sino hasta ese momento que la notas. también porque quieres que alguien te en- En retrospectiva, no sabes si lo imagina- deseo frente al mundo entero, sin intención
Cómo apunta con premura los detalles en tienda; te vea; te descifre. bas así porque era demasiado arriesgado alguna de ocultarlo o esconderlo.
ese cuaderno, cómo observa con atención las Quieres ser leída como se lee un libro: imaginar algo más grande. Algo más durade- Llega, por fin, el día de amanecer juntas,
interacciones, cómo la posee una sensación abierta de par en par, consumida letra por le- ro. Algo permanente. sin ropa, bajo las cobijas blancas bañadas

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CREACIÓN CREACIÓN

por un sol no tan caliente. La noche anterior, y no vale la pena hacer una declaración más daderas, junto a los balcones verdes del edi- entrar al cuartito con la tetera en la estufa
mientras te abrazaba, tú desnuda sobre ella, elaborada, una súplica patética, desespera- ficio contiguo. Te acuerdas que las escaleras de la cocineta y las persianas entreabiertas y
te diste cuenta que tú también la querías. da. tienen mosaicos y que el departamento era el encontrarla ahí, sin ropa, acariciando tu es-
Quién hubiera dicho que los encuentros pre- La dejas que se vaya habiéndote leído de número 4D. A veces te sientes tentada a abrir palda. Contarle todo lo que ha pasado. Quie-
vios que tuviste habían sido tan carentes, que letra en letra. La dejas que se vaya sin haber- esa puerta. res morderle, una vez más —aunque sea la
palidecen contra este intercambio sexual le preguntado qué le había parecido, este li- Un día finamente vas a tus recuerdos. No última—, la punta de la lengua. El corazón te
con emociones tan fuertes de por medio. Va bro que eres, qué significado había encontra- al lugar físico donde sucedieron, sino a ese palpita con fuerza. Llegas al departamento,
a resultar que la cursilería de hacer el amor es do en la narrativa de tu vida. episodio en tu memoria. Caminas hasta ese del que no tienes llave. La puerta verde está
cierta. Das media vuelta cuando se va, con un sitio en algún punto de tu mente. Ves el local entreabierta. La empujas.
En la noche antes de dormirte abrazán- beso, y empiezas a caminar. Otro día en esta de masajes. Subes las escaleras de mosaicos Y entras.
dola quisiste sentirla en cada milímetro de ciudad. Otra despedida. Otro nuevo comien- de dos en dos, impaciente. Te das cuentas, Adentro no hay nada.
tu ser. Adentro, afuera, en tu piel, sobre ti, zo. El ruido, ensordecedor, de las ambulan- mientras lo haces, de lo mucho que quieres Adentro, no hay absolutamente nada.
por debajo. Mientras sus cuerpos se tocan, cias y los locos gritando homilías en las ace- verla, sentirla, tocarla, escucharla, besarla.
embonando a la perfección, sueltas: dejas ir. ras pronto amortigua el nudo en la boca de Las ganas, el deseo, te consumen. Quieres
Dejas de intentar controlarlo todo. Te relajas. tu estómago que se ha mezclado con náuseas
Profundizas. y quiere salir en forma de lágrimas. Caminas.
Despiertas tranquila. Invadida por una Lo bueno de la ciudad es que es tan implaca-
sensación de paz que no habías sentido. Me- ble que no te deja parar. Nunca da tregua. Y
ses después vas a lograr conciliar el sueño caminas.
solo evocando ese momento de calma, ima- Han pasado meses desde que saliste de
ginando que ella está ahí, abrazándote. Fun- ese cuarto de la puerta verde. Y, aunque no Alejandra Ibarra Chaoul (Ciudad de México, México, 1990). Es periodista y autora.
ciona siempre como un hechizo. te encante admitirlo, no te arrepientes. No lo Ha publicado en Letras Libres, Gatopardo, Ríodoce, Pie de Página, The Haitian Times y Worcester Ma-
Sonríes y abres los ojos para verla. Está, cambiarías. Ser leída, sentirte vista. Compar- gazine, entre otros. Participó en investigaciones para The New Yorker y colabora con The Was-
como siempre, despierta. Te acercas a su tirte y conectar. ¿Trascender? La extrañas a hington Post. Escribió El Chapo Guzmán. El Juicio del Siglo (Aguilar, 2019) y es coautora de No basta
boca como la primera vez que la besaste y veces, pero no te lo permites seguido porque encender una vela (Rayuela, 2015). Es politóloga por el Instituto Tecnológico Autónomo de Méxi-
ella no se movió, dejándote recorrerle los la- no vale la pena. co (ITAM) y periodista por la Universidad de Columbia. Fundó y dirige el espacio de memoria
bios con los tuyos. Le muerdes la punta de la Coincidieron por una casualidad cósmi- «Defensores de la Democracia» y el podcast narrativo «Voces Silenciadas».
lengua, como le encanta —porque le encan- ca que solo se puede explicar como azar del
ta. destino. ¿Cuáles eran las probabilidades? Y
Adentro del cuarto hay una tetera sobre sabes, en el fondo, que solo pudo haber sido
la estufa con el guante de cocina todavía so- lo que fue: un momento compartido. Un ins-
bre la agarradera. Suspendido. ¿Ella dejó ese tante fugaz que, como un incendio, las cam-
guante ahí por la tarde?, ¿cuánto tiempo lle- bió para siempre. ¿No son todas las relacio-
va en ese lugar sin que nadie lo haya notado? nes lo mismo: momentos compartidos en el
¿Tú eres como la tetera —te preguntas—: es- tiempo, unos más largos que otros?
perando, suspendida a plena vista, ser des- ¿No todas tenemos un cuarto con puerta
cubierta? verde?
Sabes que se va a ir, siempre lo supiste. Nunca has regresado al edificio del Upper
Por eso la elegiste. Pero cuando se va, resulta East Side para comprobarlo. En tus recuer-
que no estás preparada. Resulta que en algún dos, está unas cuadras al oeste del río; sobre
momento te dejaste imaginar que se queda- un local de masajes en el cuarto piso de un
ba. Le dices, a medias. Igual no se va a quedar edificio cuya fachada está cubierta por enre-

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CREACIÓN

Cuarenta quince
por Santiago Eximeno

Ricardo tuvo una erección cuando el juez de silla dijo deuce. Aquello
le causó tanto asombro que durante un instante no fue consciente de lo
que había ocurrido, ni en la pantalla ni en sus pantalones. Tuvo que ser
el siguiente punto —la ventaja para el saque del jugador croata— lo que
le confirmara que esa parte de su cuerpo que creía muerta en realidad
solo había estado de parranda. Ricardo apartó la mirada de la televi-
sión y contempló con cierto reparo esa sorpresa que crecía entre sus
piernas. Le temblaban las manos, no sabía bien si de expectación o por-
que el Parkinson se había despertado. Dejó escapar una carcajada en-
trecortada mientras cotilleaba de reojo el partido de tenis. Ni siquiera
conocía los nombres de los tenistas, menos aún de qué torneo se trata-
ba. Sin embargo, cuando el juez de silla cantó por segunda vez iguales,
Ricardo sintió la necesidad de masturbarse allí mismo, en el salón va-
cío, frente al mueble antiguo que acumulaba polvo, la clásica colección
de libros —inconclusa, como todas— y la última foto que consintió su
mujer, un par de años antes de marcharse al cementerio.
Ricardo se sintió torpe al principio e incómodo al final. Agradeció
ese paquetito de pañuelos que siempre llevaba en el bolsillo. Se limpió
como pudo y fue al cuarto de baño con los pantalones caídos, enre-
dados en sus tobillos, pasito a pasito, no se fuera a caer y se rompiera
la cadera, como le pasaba a todos los viejos antes o después. Se lavó
las manos, se aseó ese pene que ahora se veía fláccido y olvidado —su
estado natural en los últimos años, nada que reclamar— y se contem-
pló en el espejo durante un largo minuto. Las arrugas como marcas de
arado, el pelo blanco enmarañado coronando el deterioro progresivo
de su rostro caduco. Y la sonrisa, esa inesperada sonrisa dibujada con
desgana en sus labios. ¿Cuánto hacía que no sonreía?
Volvió al salón, a la televisión. Cambió de canal, se encontró con uno
de esos programas en los que todos los presentes chillaban, sentados
en sus sillas, gesticulando, hablando de temas que no le interesaban.
Los dejó allí, de fondo, un agradable murmullo de compañía, y fue a la
cocina a preparar algo para la cena. Fiambre. Un poco de pan duro que
había sobrado de ayer. Se sintió animado y se sirvió una copa de vino.
Cenó en la mesa de la cocina. Pensó en lo que había ocurrido en el sa-
lón. De alguna forma quería repetirlo, o quizá comprender qué había
sucedido exactamente. Se sentía extraño, desconectado de esa nueva
realidad que le había asaltado. Antes de terminar de cenar se sirvió una

63 | visorliteraria.com © Wim Van den Eynde


Fuente: Eterna Cadencia
CREACIÓN CREACIÓN

segunda copa de vino. mientras el monaguillo —el chico de la Nun- —¿Podrías comprarme una raqueta? Ricardo apuró su copa de vino, la dejó en
cia, algo no funcionaba bien en su cabeza— —¿Una raqueta? —preguntó su hija—. el suelo. Una hormiga se detuvo un instante
La luz de la farola de la plaza brillaba ca- le entregaba la copa llena de vino que él no ¿Para qué quieres una raqueta, papá? Una frente a la copa y después comenzó a rodear-
lle abajo. Ricardo, sentado a la puerta de su despreciaría. Y pensó, justo cuando el cura raqueta. ¿De tenis? la.
casa, se fumó un cigarro mientras disfrutaba se volvía hacia los presentes, que ese amén —Sí. Podrías traerla el próximo fin de se- —Claro. Muy bien.
de la brisa de la noche. Apenas había ruidos comunitario había sido un out, por lo que mana. Si venís. Ella bajó la mirada, jugueteó con un plie-
en el pueblo. Algún grillo perdido entre la decidió que era el momento, pensara lo que —Bueno, sí, claro, puedo acercarme a una gue de su falda entre los dedos. No llevaba las
maleza descuidada, un ladrido a lo lejos. En pensase el vulgo, de volver a casa. tienda de deportes y comprar una, claro. Una uñas pintadas. Había comenzado a mordér-
las casas cercanas se veía luz en las ventanas, En la seguridad del hogar buscó el mando raqueta. ¿Cualquiera te vale? Ay, no sé nada selas otra vez.
esa luz azulada que proviene de la soledad de la televisión con manos temblorosas. En de raquetas. ¿Y eso? ¿Por qué te ha dado por —Papá, he visto que has guardado la foto
alimentada por antiguos tubos catódicos. la programación anunciaban un partido de ahí, papá? Bueno, nada, no te preocupes, no- de mamá, la que estaba en el mueble del sa-
Antes de volver a entrar, Ricardo escuchó un semifinales para la tarde. Sobre hierba otra sotros te la llevamos si la quieres, ¿vale? Una lón. O la has tirado, qué sé yo. No, no pasa
rato la radio. Lo hizo con los ojos cerrados, vez. La anticipación hizo que se le desbocara raqueta de tenis. A lo mejor puedes jugar con nada, está bien, no me molesta. Es tu casa.
con una sonrisa en el rostro. el corazón. Preparó una tortilla y se sentó a ella con los niños, ¿no? Lo entiendo, ¿sabes? Todos hemos seguido
la mesa de la cocina con una copa de vino. —No —dijo Ricardo—. No creo. adelante, tú también tienes que hacerlo. Te
A la mañana siguiente habló por teléfono La necesitaba. Después de comer fue al sa- —Vale. Como quieras. Ya hablamos, que lo mereces.
con su hija. Ella llamaba todos los domingos, lón con varias servilletas de papel y se sentó estoy en la puerta del colegio. Hasta el fin de Ricardo asintió. Después recogió la copa,
siempre a la misma hora, poco antes de que frente al televisor. Vio el telediario y parte de semana, papá. aplastó con el pie la hormiga y volvió a la co-
él tuviera que salir para ir a misa. una película de vaqueros que le traía ciertos —Adiós. cina.
—Ayer vi un partido de tenis —dijo Ricar- recuerdos. Cuando llegó la hora cambió a la Esa tarde Ricardo dio un paseo por el
do—. Me gustó. cadena de deportes. Y allí estaban los tenis- camino de la huerta. Lo hizo al atardecer, Antes de marcharse los niños le abrazaron
—Muy bien, papá. Eso es lo que tienes que tas, sobre la hierba, con sus camisetas blan- cuando estaba más concurrido. Se cruzó con con fuerza. Su yerno le estrechó la mano sin
hacer, volver a disfrutar de las pequeñas co- cas, con sus pantalones cortos del mismo co- algunas vecinas, les dedicó una sonrisa. Silbó mirarle a los ojos y después se dedicó a ayu-
sas, ya lo sabes. Nos pasaremos por allí en un lor. Y eran cuatro. Oh, cuatro. Un partido de una tonadilla al llegar a los manzanos, e in- dar a los niños a subir al coche y abrocharse
par de semanas, el sábado. Los niños están dobles. Se desabrochó el pantalón, se bajó la cluso cogió una manzana y se la llevó a casa. el cinturón.
deseando verte. bragueta. Solo pudo aguantar hasta el pri- Esa noche vio su primer partido sobre tierra —¡Casi se me olvida, papá! —dijo su hija, y
—Muy bien —dijo Ricardo—. ¿Se pueden mer punto del tercer juego. batida. sacó del maletero la raqueta.
poner? Venía dentro de una bolsa de plástico y
—¿Ahora? No quiero entretenerte, papá, —Hola, papá. Qué sorpresa. Como ya nun- Ricardo, sentado a la fresca junto a su hija el mango era de color azul brillante. Como
que entonces no llegas a misa. Ya los verás, ca llamas. Me pillas de camino al colegio, voy a la puerta de la casa, bebió un trago de vino la de ese jugador australiano. Olía a nueva.
no te preocupes. Los días pasan muy rápido. a recoger a los niños. y contempló a su yerno. Este corría detrás de Ricardo la tomó entre sus manos y sintió un
Hablamos el domingo. Y no dejes de ver el te- —Si prefieres llamo en otro momento — los niños haciendo muecas y ruidos y gestos escalofrío.
nis. dijo Ricardo. que Ricardo no lograba entender. Quizá pre- —Es preciosa —dijo—. Gracias.
En la iglesia, Ricardo se sentó en uno de Le había costado mucho esfuerzo deci- tendían ser graciosos. O aterradores. Los ni- Se dieron dos besos en la mejilla. Ricar-
los bancos de atrás, lejos de esas vecinas que dirse a llamar. Tras la muerte de su mujer, la ños gritaban y reían al mismo tiempo. do los vio marchar mientras agitaba la mano
cuchicheaban mientras sus dedos artríticos relación con su hija había decaído. De hecho —¿Por qué hace eso? —le preguntó Ricar- en señal de despedida. Los niños le corres-
recorrían el rosario. Le apetecía estar solo. había decaído su relación con todo el mun- do a su hija. pondieron desde el asiento de atrás del co-
Oyó el sermón del cura itinerante sin prestar do. No se sentía culpable por ello, solo algo Ella sonrió, negó con la cabeza. che. Ricardo entró en casa y confirmó que
realmente atención. En su cabeza sólo había incómodo. Con ella, con el mundo. —Cosas de niños, papá, juegan a unos di- el partido, la gran final en la que jugaba ese
sitio para redes, líneas blancas trazadas con —No, no, dime, papá, ¿todo va bien? ¿Tie- bujos que no sé ni cómo se llaman. Qué más jugador suizo que el público adoraba, sería
firmeza sobre la hierba, jueces de línea. Ri- nes algún problema? Ya sabes que nosotros da. No tiene importancia. Lo que importa es retransmitido en directo. De madrugada.
cardo contempló las gesticulaciones del cura nos preocupamos por ti. cómo estás. ¿Va todo bien, papá? Subió a su cuarto y preparó el despertador

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CREACIÓN COLABORACIONES

para levantarse media hora antes. Por si aca- dejó sobre las cuerdas. La miró durante un
so. Sería mejor echar una cabezadita. Sacó la par de minutos. Sonrió.
raqueta de su funda transparente y la colocó Después se desvistió, se tumbó junto a la
sobre la cama, las cuerdas apoyadas sobre la raqueta, apoyó su mano sobre el mástil y no
almohada. Buscó en el cajón de la mesilla la tardó en quedarse dormido.
foto de su mujer, esa que se había hecho dos Colaboraciones
años antes de marcharse al cementerio, y la

La Revista Literaria Visor se centra en diversos aspectos del relato corto. Está estructurada
en tres bloques fundamentales: reseñas literarias, ensayo y creación. Toda colaboración será
bien recibida en cualquiera de estos campos siempre que sea original, inédita, escrita en es-
pañol y relacionada con los distintos aspectos del relato breve. Los textos deben remitirse en
Santiago Eximeno (Madrid, España, 1973). Ha publicado novelas como Alicia en el sótano fichero adjunto y en formato Word, junto a una breve reseña bio-bibliográfica de no más de
(Libros.com, 2015), libros de relatos como Lo grotesco (Enkuadres, 2017) o Umbría (El Humo del diez líneas, a la siguiente dirección de correo electrónico:
Escritor, 2013), libros de ficción mínima como Un escarabajo de siete patas rotas (Amargord, 2013)
y numerosos relatos en diferentes antologías y revistas. Su obra ha sido traducida a varios visorliteraria@gmail.com
idiomas, como el francés, el inglés, el japonés o el búlgaro.
El consejo editorial leerá todas las colaboraciones enviadas, reservándose el derecho a su
inclusión en la revista. No se informará en ningún caso sobre aspecto alguno del proceso de
selección, y solo se mantendrá correspondencia con aquellos autores cuyos textos sean ele-
gidos.
Los autores son siempre los titulares de la propiedad intelectual de cada una de sus obras
y solo ceden a la Revista Literaria Visor el derecho a publicar los textos en el número corres-
pondiente.
Además de responder a los estándares adecuados de calidad artística y de redacción, los
requisitos de publicación serán los siguientes: para reseñas literarias, los textos no sobrepasa-
rán la extensión de una página; para ensayos, no más de 10, y para creación, no se excederán
las 12 páginas. En todos los casos, los textos se redactarán en A4, con letra tamaño 12, doble
interlineado y, de haberlas, notas al final del documento.

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VISOR revista literaria

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