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V I S O R revista literaria Nº11-Ene./Abr.

2018

Reseñas: Aleister Crowley / Daniel Bolaños Ensayos: Escritura crea-


tiva e intertextualidad en los cánticos de cancha / Dos cuentos
caribeños / Afinidades estéticas y literarias en los cuentos de Ho-
racio Quiroga Creación: Emilia Vidal / José Escobar / Óscar Schin-
ca / Juan Fernando Aguilar / Fernanda Rodríguez / Christian Ekvall
© Revista Literaria Visor
ISSN 2386-5695
Contenido
Revista Literaria de difusión cuatrimestral

Dirección:
Noel Pérez Brey Editorial.................................................................3
www.perezbrey.com
perezbrey@gmail.com Reseñas..................................................................4
Consejo Editorial: El testamento de Magdalen Blair y otros cuentos ex-
Vega Pérez Carmena traños e inquietantes. Aleister Crowley.....................5
Noel Pérez Brey
Desvaríos de Apolo. Daniel Bolaños Pinto.................6
Imágenes:
Portada: Chris Friel Ensayos..................................................................7
www.flickr.com/photos/cfriel/
Contraportada: Chris Friel Manifestaciones de escritura creativa e intertextua-

Contenido: Lucile JP/Fuente: Flickr; Reseñas: lidad en diversas obras literarias y en los cánticos de
Adam Cress/Fuente: Flickr; Ensayos: Fugu/Fuente: cancha, por Carlos Martínez B. y Robinson Soto V... 8
Flickr; Creación: Evan Leavitt/Fuente: Flickr.
Dos cuentos caribeños, por Abril Altamirano Ponce..
Diseño: .....................................................................................15
Noel Pérez Brey
Afinidades estéticas y literarias en los cuentos “A la
deriva” y “El Hombre muerto” de Horacio Quiroga,
Esta revista se edita desde Toledo (España) a través de la si- por William Castro Atencia.......................................22
guiente dirección:
www.visorliteraria.com Creación............................................................... 29
Puede ponerse en contacto con nosotros en la siguiente direc- Las huellas de la cerveza, por Emilia Vidal...........30
ción de correo electrónico:
visorliteraria@gmail.com Imposibilidad, por José Escobar................................36
El bajío, por Óscar Schinca........................................41
Aves negras, por Juan Fernando Aguilar Cárdenas...
Todos los textos e imágenes publicados en este número son .....................................................................................44
propiedad de sus respectivos autores. Queda, por tanto, prohi- La madrastra, por Fernanda Rodríguez..................50
bida la reproducción total o parcial de los contenidos de esta
publicación en cualquier medio sin el consentimiento expreso El maestro liador, por Christian Ekvall (traducción
de los mismos. Por otro lado, esta publicación no se respon- de Oskar Sévérac)......................................................54
sabiliza de las opiniones o comentarios expresados por los
autores en sus obras.
Colaboraciones..................................................... 57
EDITORIAL

A nuestras cuentistas

Recientemente he encontrado varios artículos sobre diferentes cuentistas (f.)


y he reparado en que, si bien no discrimino para nada una obra por el género de
quien la haya escrito y sí he leído muchas de las grandes novelas realizadas por
mujeres, ignoro demasiados nombres de escritoras consagradas de relato corto. Sí
conozco a Alice Munro, Lucia Berlin o los relatos de Virginia Woolf, claro, pero no
sabía nada, por ejemplo, de Edith Pearlman o Aliette de Bodard, interesantísimas
escritoras que he empezado a descubrir gracias a estos artículos, aunque me temo,
a tenor de lo que reflejan, que no soy el único que desconocía sus nombres.
¿Por qué? Incultura, por supuesto, desidia quizá. Pero me entristece un poco
manejar un buen puñado de nombres de escritores de relato y ser ajeno al de bas-
tantes de sus colegas femeninas, pues, a poco que profundizas en la obra de autoras

Reseñas
como Alice Munro o Lucia Berlin, te preguntas cómo es posible que tardaran tanto
en obtener el reconocimiento que merecían. No quiero meterme en discusiones de
género, feministas o lo que sea, no estamos aquí para eso, pero sí deseo reivindicar
el trabajo de las escritoras de relato corto, muchas de ellas tan grandes o más que
algunos literatos de primer orden.
Y ya que estamos, aprovecho para invitaros a leer a las cuentistas que han cola-
borado con nosotros: María Fraile, Ana Patricia Moya, Emilia Vidal, Rita Garde-
llini… Sus relatos os engancharan, sin duda. Sé que me he dejado buena parte en el
tintero, lo siento de veras, pero el espacio es limitado. Sea como sea, muchísimas
gracias a todas por vuestro trabajo. Seguid así.

Noel Pérez Brey

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RESEÑAS RESEÑAS

El testamento de Mag- puestos a ir más allá de lo éticamen-


te establecido. El autor hace gala de su
uno de los personajes más controverti-
dos del siglo XX, con el valor añadido
tan propios de Crowley. En mi opinión,
un libro muy recomendable para todos
dalen Blair y otros afición a los viajes en relatos como “La de poder acceder a relatos no disponi- aquellos que gustan de una literatura
cuentos extraños e in- lanzadera de vitriolo”, “La caída” o “Su bles hasta ahora en español. La cien- diferente.
quietantes pecado secreto”, haciendo en este últi- cia, lo bizarro y lo cruel se dan la mano
Aleister Crowley mo una crítica mordaz a la mojigatería para abrazar la magia y el esoterismo © Luis Alberto Henríquez Hernández
y la moral de principios del siglo XX.
Esta edición cuenta con un total de Entre los relatos más crueles y des-
veintidós relatos cortos, de extensión piadados se encuentran “El leñador” y
variable, y un prólogo de Juan Antonio “El profesor Zircon”, ambos de exten-
Santos, que a su vez es el responsable sión breve pero muy intensa, que cuen- Desvaríos de Apolo lesco en el que
la destreza, la
de la traducción y de las notas. Es de tan además con giros finales. “El tes- Daniel Bolaños Pinto zurdera o la
destacar que la mayoría de los relatos tamento de Magdalen Blair” está entre
ambidestreza de
no habían sido traducidos al castellano los de extensión mayor. Fue calificado Once relatos –o, como prefiere decir
un sujeto son las
hasta ahora, lo que le da un valor extra por el escritor Frank Harris como «el el propio autor, «diez relatos partidos
características
a la obra. A lo largo del libro, encontra- cuento más terrorífico jamás escrito», por un microrrelato»– son los que inte-
que le llevarán
mos relatos de temática muy variada, y narra un experimento científico don- gran Desvaríos de Apolo, la ópera pri-
a estar someti-
aunque una atmósfera esotérica, miste- de la telepatía es la protagonista. Sin ma del onubense Daniel Bolaños Pinto.
do de por vida
riosa, macabra y a ratos cruel envuelve duda conforma el relato central de la Aunque son independientes entre sí,
bajo el yugo de
el conjunto de los relatos. A pesar de obra y debe ser leído por todo amante las historias incluidas en este libro tie-
un determinado
que el estilo es el propio de principios de los relatos cortos. “Ercildoune” es, nen como denominador común la capa-
régimen distó- Desvaríos de Apolo
del siglo pasado, con una prosa elabo- por su extensión, casi una novela corta, cidad del autor de cuestionarse realida-
pico que, de for- Daniel Bolaños Pinto
rada y rica en detalles, la lectura es contando con unas ciento veinte pági- des de la vida cotidiana y de convertir
ma ineluctable, Editorial Apuleyo
sencilla y se dis- nas. En mi opinión es, además, uno de hechos sin aparente enjundia en autén-
traerá a la me- Huelva, 2017
fruta amplia- los relatos más flojos de la colección. ticos golpes al mentón del lector –li-
moria del lector
mente. Existe Originalmente publicado en 1912, no terarios, por supuesto– al término del
los clásicos del género.
una obsesión había sido traducido a nuestra lengua texto.
Desvaríos de Apolo es, en suma, la
clara del autor antes. En “La estratagema”, el autor Todos y cada uno de los relatos dan
carta de presentación de Daniel Bola-
por el uso de las juega con los números y la cabalística para un largo comentario acerca de lo
ños. Tras su lectura, puede afirmarse
drogas como vía para plantear un acertijo. El relato in- que se describe en ellos y de cómo se
sin vacilación que el autor logra lo que
para alcanzar cluye además diagramas que harán las van desarrollando y entrelazando de
en el último relato, “El que soy”, se-
cotas inexplo- delicias de los lectores más entregados. manera excelente realidad y fanta-
ñala uno de los personajes: «un cuento
radas del alma Crowley usa diversos recursos litera- sía –en algunos casos, como en los dos
es, ante todo, un artefacto estético y no
humana, como rios, como puede observarse en “La en- primeros, es imposible no advertir una
meramente funcional; tiene que susci-
se puede leer en fermedad misteriosa”, escrito en clave pátina lúgubre, algo que contrasta con
tar emociones, entreabrir la puerta a
El testamento de “La droga” o en de diario por un científico que observa el hecho de que sean inocentes infantes
la trascendencia». Parafraseando una
Magdalen Blair y “El buscador de los progresos de una extraña afección en los protagonistas–. Sin embargo, debi-
sentencia que alguna vez pronunció José
otros cuentos extra- almas”, donde una paciente. Destacan además “Cara” do a su extensión, notablemente mayor
Saramago, o miúdo promete…
ños e inquietantes además hay una y “Negro y Plata”, en el conjunto de la que la del resto, destaca la inclusión de
Aleister Crowley conexión con obra. “La tercera paralela”, un relato nove-
© Juan Diego Sández Arana
Editorial Valdemar la ciencia y los En resumen, el libro nos da una am-
Madrid, 2016 científicos dis- plia visión del estilo y la temática de

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ENSAYOS

© Yann Duarte
Fuente: Flickr

Ensayos
Manifestaciones de escri- detectives salvajes combina el diario y
la carta como estructura narrativa o en
tura creativa e intertex-
el caso de Enrique Vila–Matas (2005),
tualidad en diversas obras el cual en Bartleby y compañía fusio-
literarias y en los cánticos na el ensayo con la narración y Pamuk
de cancha 1
(2008) en el ensayo Mi padre, reúne esta
por Carlos Martínez B. y Robinson tipología con la anécdota, caso parecido
Soto V. sucede con muchos textos de Eduardo
Galeano, por lo menos es muy evidente
en la trilogía de Memorias del fuego, en
Es normal que, en el marco de la li- la que esa especie de ensayo narrativo
teratura, la escritura creativa se haga tiene un matrimonio con las vivencias
presente en diversas obras universales y literarias y políticas.
estas sean consignas motivadoras para En los casos más canónicos, Augus-
los nacientes escribanos. Tal es el caso to Monterroso (2010) retrata la historia
de Cortázar (1987) en Rayuela, cuan- de Penélope, mediante el uso de la fá-
do este subvierte la norma del índice y bula. También llevada a la música por
crea un nuevo orden para leer. De igual Joan Manuel Serrat junto al Caminante
forma, Roberto Bolaño (2006) en Los no hay camino de Machado y entre los

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ENSAYOS ENSAYOS

más subversivos encontramos el poema la literatura, Le Clezio (2008) hace lo que se posee en el orbe sobre barrabra- mucho menos los convierte en plagia-
Quédate con tu Borges de Nicanor Pa- mismo con Urania, teniendo como re- vas, está arraigada usualmente a una dores. Ya que como cita Lethem (2007)
rra, en este el adjetivo “más” es cam- ferente reconocida en la misma obra al violencia inusitada en la que se aúnan sobre un capítulo de los Simpson, en el
biado por el símbolo aritmético de la lugar donde habitó Pedro Páramo. Pero negocios turbios y otras situaciones aún que el productor de la caricatura Itchy
suma. allí no acaba todo, Vargas Llosa (1988) más oscuras, Alabarces (1998) aseve- y Scratchy, Roger Meyers Jr, se cues-
Por otra parte, Sabina se apropia reedita la figura edípica en Elogio de la ra que este es un “prejuicio que recorre tiona “Si nos quitan nuestro derecho a
de la famosa frase cervantina “cuyo madrastra o en los casos de Bioy Casa- la academia por su peso en la historia robar historias, ¿de dónde saldrán en-
nombre no me quiero acordar”, apro- res (1993) y César Aira (1997) reviven política, económica y social de un país” tonces?” (p. 15). Además, el mismo Le-
piación heredada de influencias musi- los aspectos científicos de El escarabajo (p. 75). En ese sentido, la estigmatiza- them, enuncia un “código abierto” para
cales, como la de Bob Dylan, quien para de oro de Poe en La invención de Morel ción arrasa con algo de lo que poco o los creadores de estructuras musicales
Lethem (2007) toma ideas de películas y El congreso de literatura respectiva- casi nunca se habla: la aplicación de la preexistentes, para ser trabajadas con
de Hollywood, frases de Shakespeare o mente. Esto implica, que la escritura escritura creativa en las canciones de libertad. (p. 14) Esto, en cuanto a lo que
Fitzgerald para componer canciones a creativa no es solo es un acto de ree- estas. Tal vez, los integrantes de este a composición de canciones de barra-
partir de ellas (p. 10). Borges, por su laboración escritural, sino también un tipo de grupos no sean lectores asiduos bravas concierne, implica una licencia,
parte, en el texto breve Borges y yo crea evento intertextual. Máxime que para de Hemingway ni de Joyce, pero pa- dentro de la cual, como sentencia Var-
su alter ego2 al igual que Benedetti en su Gennette (1989) “la intertextualidad es recieran tener muy claro lo que para gas Llosa (1997) en Cartas a un joven
poema El otro yo. También, encontra- una co–presencia entre dos o más tex- Cassany (1991) se necesita en la com- novelista, en la que se refiere a la tarea
mos vestigios de esta técnica creadora tos” (p. 10) posición de un texto. Debido a que es- creativa como “la transformación de
en la novela Viajes por el Scriptorium Por otra parte, existe una figura em- tos poseen una planificación lingüísti- un material suministrado al novelista”
de Auster (2006), en la cual Farr, el pírica —distinta a todas las ya mencio- ca, dentro de la cual transforman las (p. 25). En ese sentido, ese material su-
médico de Mr Blank (personaje princi- nadas— e invisibilizada que practica la ideas y adaptan las estructuras (p. 143). ministrado son las canciones de moda,
pal de la obra), le sugiere a este: que re- escritura creativa, como un ejercicio Para Cassany (1991) en la planificación que posteriormente son reescritas.
late un texto que estaba leyendo hasta literario, que por su naturaleza de ex- es imponderable el interés común, y en De igual manera, en cuanto a aspec-
donde lo dejó y le propone que cerrando perimental y de poca preparación para este caso los barrabravas están al tanto tos inherentes a la estética, los encar-
los ojos imagine como continuaría hasta el proceso de producción textual, posee de las canciones de moda para realizar gados de este tipo de creaciones evi-
su final (p. 116). Además, en el caso de redundancias y estas son: las composi- su ejercicio creativo. dencian tener luces sobre lo que Hegel
la figura homérica del Odiseo también ciones de los cánticos de barrabravas. No obstante, aunque dieran la impre- (1989) denomina sobre este ejercicio
se ha hecho manifiesta en el espectro de Máxime, que cuando hablamos de es- sión de conocer lo planteado por Cas- empírico, como “una aguda imagina-
la escritura creativa, a través de Juan tas las primeras palabas que se nos sany, de igual forma adolecen de co- ción para retener las configuraciones
Rulfo (1985) en el Telémaco de Pedro vienen a la mente son: hooligans, vio- hesión, y manifiestan redundancias y artísticas en sus diversos rasgos” (p.
Páramo y en el Ulises de Joyce (1998) lencia, delincuencia, masculinidad, en- otros fenómenos gramaticales. Tal es 17). Si bien es cierto que el ser huma-
lo que evidencia, que esta técnica escri- tre otros, entendiendo la masculinidad el caso de la adaptación o reescritura no es creativo, no todos hacen uso del
tural representa un boxeador retador como la analogía de la gallardía con la de la canción Despacito de Luis Fonsi y “rompimiento de esquemas” que refie-
capaz de enfrentar al síndrome de la representación viril del hombre, cuyas Daddy Yankee, realizada por la barra re Rodari (1983) como creatividad, ni
hoja en blanco, campeón del mundo por temáticas han sido estudiadas por par- de San Lorenzo, en la cual demuestran mucho menos el laboratorio que produ-
ahogar a los escribientes en su intento te de la academia. Sin embargo, no se dichos errores, propios de la poca pre- ce el ser en el marco de lo imaginario,
de realizar su acto creador. ha pensado el acto de composición de paración en lo que a creación artística entendiendo que la imaginación “es un
Asimismo, García Márquez (1967) cánticos de barrabravas como la aplica- refiere. Por ejemplo, en el aparte donde acto, no una cosa”, tal como lo define
en Cien Años de soledad, tomando la bilidad del ejercicio citado de escritura dicen “Yo llevo una vida siguiéndote des- Sartre (1979). Con base a lo anterior,
idea de la Comala de Rulfo, da luz a un creativa. Y es precisamente aquí donde de que nací”, es evidente la incongruen- las canciones o cantos de cancha sin
mundo nuevo llamado Macondo y que este ensayo cobra su valor. cia semántica y sintáctica. Sin embargo, darse cuenta aparecen en la palestra
en esa reescritura universal propia de En ese sentido, la concepción global esto no resta méritos a sus intentos, ni como una forma de reinvención de la

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ENSAYOS

reescritura, entendiendo esta como un acto de re–creación con-


secutivo entre cada una de las barras, el cual consiste en hacer
algunos cambios a otras canciones de cancha ya existentes. En
ese sentido, la escritura creativa en estas creaciones aparece
como una reescritura continua, pero sin sus referentes máxi-
mos como Rodari, Tobelem, Borges, Octavio Paz, etc. Pero
esto no excluye a la sensibilidad propia de estas composiciones
que coadyuvan a la realización de diversas transformaciones
de cualquier canción de moda.
Cabe destacar que, entre este catálogo de adaptaciones sub-
yacen melodías de índole literario tales como: “para no ol-
vidar” de Andrés Calamaro, “mariposa technicolor” de Fito
Páez, “vasos vacíos” de Fabulosos Cadillacs, o en el caso de
las barras del Barcelona y del Atlético de Madrid de España,
cuyos himnos son cantados por Joan Manuel Serrat y Joaquín
Sabina, pero por la extensión sus hinchas durante los partidos
solo entonan una estrofa y de forma seguida, se convierten es-
tas composiciones musicales en un canto de cancha que por su
relevancia solo les pertenece a ellos. Pero el canto en sí al igual
que en el ejercicio literario vive la intertextualidad. Verbigra-
cia, el Brasil decíme que se siente de la hinchada Argentina en
el mundial de Brasil, inspiró a un sinnúmero de agrupaciones a
adaptarla; cumpliendo de esta manera no solo con la reiterada
escritura creativa, sino además con el concepto de intertextua-
lidad, que a diferencia de la literatura se desarrolla de forma
inconsciente y empírica. En el caso de la composición citada,
encontramos un error de cohesión en la parte final del cántico
que dice: “A Messi lo vas a ver / la copa nos va a traer / Ma-
radona es más grande que Pelé”. Si bien es cierto que los men-
cionados futbolistas son reconocidos en el orbe, esto no excluye
la poca relación que existe entre una oración y otra. Pero como
ha sido manifestado, el empirismo de las composiciones es lo
que otorga el mérito a esta clase de creaciones de índole musi-
cal. En síntesis, este tipo de agrupaciones subvierte la concep-
ción académica sobre escritura creativa que establece Yentzen
(2003) en su Teoría general de la creatividad, dentro de la cual,
un docente “otorgar técnicas o textos especializados para el de-
sarrollo creativo” (p. 5), sumado al planteamiento de Lethem
(2007) que “la mayoría de los artistas llega a su vocación cuan-
do sus propios dones nacientes son animados por el trabajo de
un maestro” (p. 16). Sin embargo, las barrabravas mediante el
empirismo y sin maestro guía, ejercen la escritura creativa de

© Juan Manuel Lobatón visorliteraria.com | 12


Fuente: Flickr
ENSAYOS ENSAYOS

forma inconsciente, en la cual la músi- Buenos Aires. Editorial Sudamerica- (Bogotá), una antología local llamada Ojo de agua y fui ponente en el congreso del
ca es el material que transforman y del na. Endil 2016 de la Universidad los Andes de Carabobo en Venezuela.
que roban ideas. Genette, G. (1989). Palimpsestos: “La
literatura en segundo grado”. Taurus: Robinson Jesús Soto Vergara (Malambo, Colombia, 1996) Estudiante de
Notas Madrid. VIII semestre de Lic. Español y Literatura de la Universidad del Atlántico de Co-
(1) Este ensayo surge a partir de nues- Hegel, G. W. F. (1989). Lecciones sobre lombia. He sido ponente en un congreso con la Unesco y la Universidad de los An-
tro trabajo de grado La práctica de la la estética. [Traducción de Alfredo des de Venezuela. Actualmente coordino un taller de escritura creativa y un club
escritura creativa para incentivar a la Brótons]. Madrid. Akal. de lectura, en la IED Alexander Von Humboldt de Barranquilla.
creación literaria, en el cual se adapta- Joyce, J. (1998). Ulises. Barcelona. Lu-
ron talleres en el aula, a partir de los men
ejemplos literarios citados. Le Clezio, J.M.G (2008). Urania. Buenos
(2) Texto incluido en la antología que Aires. El cuenco de plata
compone El Hacedor. Lethem, J (2007). Contra la originali-
dad. México. Tumbona ediciones.
Bibliografía Pamuk, O. (2008). Otros colores. Bar-
celona. Mondadori.
Aira, C. (1997). El congreso de literatu- Rulfo, J. (1985). Pedro Páramo & El
ra. Blok (edición digital) llano en llamas. Bogotá. Seix Barral.
Alabarces, P. (1998). ¿De qué hablamos Rodari, G. (1983). Gramática de la fan-
cuando hablamos de deporte?. Nueva tasía: introducción al arte de inven-
sociedad, 154, 74-86. tar historias. Argos Vergara.
Auster, P. (2006). Viajes por el scripto- Sartre, J. P. (1979). La imaginación.
rium. Barcelona. Anagrama. Barcelona. Edhasa.
Bioy, A. (1993). La invención de Morel. Vargas, M. (1988). Elogio de la madras-
Buenos Aires. Norma tra. Bogotá. Arango.
Bolaño, R. (2006). Los detectives salva- Vargas, M. (1997). Cartas a un joven
jes. Barcelona. Anagrama. novelista. Bogotá. Arial.
Borges, J. L. (2012). El hacedor. Bogotá. Vila–Matas, E. (2005). Bartleby & com-
Debolsillo. pañía. Barcelona. Anagrama.
Cassany, D. (1991). Describir el escri- Yentzen, E. (2003). Teoría general de la
bir. Barcelona. Paidós. creatividad. Polis. Revista Latinoa-
Cortázar, J. (1987). Rayuela. Bogotá. mericana, (6).
Oveja negra.
García, G. (1967). Cien años de soledad.

Carlos Andrés Martínez Buelvas (Barranquilla, Colombia, 1988) estu-


diante de VIII semestre de Lic. Español y Literatura de la Universidad del Atlán-
tico de Colombia, tallerista de escritura creativa y coordinador del club de lectura
Oktopus en Barranquilla. He publicado para revistas como La Periferia Literaria

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ENSAYOS ENSAYOS

desarrollar toda una psicología del per- del entonces presidente de Estados Uni-
sonaje, por lo cual la narración debe dos, Harry S. Truman.
centrarse en el acontecimiento: el pro- La Historia hispanoamericana —des-
blema y su resolución. La misma ló- de la Colonia hasta nuestros días— ha
gica funciona para el cuento escrito, y sido el detonante de una literatura
está presente en los dos relatos que se esencialmente realista, que ha encon-
tratarán en el siguiente análisis: “En el trado variantes según la época y la
fondo del caño hay un negrito” (1950), problemática social del momento. Las
del puertorriqueño José Luis González, preocupaciones sociales del escritor la-
y “La caída” (1956), del cubano Virgilio tinoamericano se evidencian en esa pre-
Piñera, ambos tomados de la Antolo- dilección por la mímesis, que deriva en
gía crítica del cuento hispanoamericano la denuncia o, a falta de pericia, en el
del siglo XX (1920-1980), compilada por discurso panfletario. Anderson Imbert
José Miguel Oviedo (1996). sugiere que, no obstante, ni siquiera el
Se han seleccionado estos cuentos de- realismo más extremo puede dejar de
bido tanto a sus semejanzas como a sus lado la ficción literaria, puesto que «se-
evidentes diferencias. Por un lado, am- guimos seleccionando con criterio esté-
Fuente: puertoricoliteratura45.blogspot.com.es bos cuentos fueron escritos durante la tico» (p. 12). Este es el caso del primer
década del 50 en Centroamérica, más cuento a analizar, “En el fondo del caño
específicamente en las Antillas Mayo- hay un negrito”, un cuento de temática
res. Así también, durante dicho período social: una familia negra que vive en la
tanto Cuba como Puerto Rico estuvie- miseria del arrabal y no puede escapar
ron sacudidos por la crisis política y la de la fatalidad de su condición. Des-
Dos cuentos caribeños guen atrapando la atención de los más lucha de los insurgentes por alcanzar el de la construcción del ambiente y los
jóvenes. De aquí que, de la conversación personajes hasta el registro del habla,
por Abril Altamirano Ponce poder; por un lado, Cuba se encontra-
tradicional, surgiera el cuento latinoa- ba bajo la presidencia de Prío Socarrás, González se adhiere a la tradición lati-
mericano. quien sería el último presidente elegi- noamericana del realismo social, lite-
Para Anderson Imbert, en su libro do democráticamente en la isla hasta ratura de denuncia que busca exponer
Si existe un género que se ha estable- Teoría y técnica del cuento (1979), el
cido como el predilecto por los escrito- la actualidad. Este gobierno, caracteri- la pobreza, la injusticia y la discrimi-
cuento como tal se distingue de otros zado por un aumento de la corrupción nación. No obstante, el protagonista del
res hispanoamericanos, no cabe duda de géneros literarios por la presencia de
que este es el cuento. Esto se relaciona, y la violencia, sería destituido en 1952 cuento no es —aparentemente— el obrero
dos factores primordiales: «la brevedad por el golpe militar liderado por Ful- maltratado o el mártir revolucionario;
claro está, con la particular cercanía y la primacía de la trama» (p. 39). La
que se ha mantenido entre la sociedad gencio Batista, quien gobernaría como aquello solo queda sugerido en la figura
brevedad, por una parte, se relaciona dictador hasta su destitución en 1959, del personaje del padre. El ‘verdadero’
latinoamericana y la tradición oral, la con lo anterior debido a que, en medio
cual —aunque ha entrado en un proceso con el triunfo de la Revolución Cubana. protagonista es un bebé, el niño que ve
de una conversación, la anécdota, el En Puerto Rico, en cambio, la década su reflejo en el agua turbia del caño. La
de decadencia— permanece latente en chiste o la fábula deben introducirse y
la conformación de la identidad de cada de los 50 se caracterizó por las múlti- preocupación estética del autor se re-
desarrollarse de forma rápida y conci- ples tentativas independentistas lidera- fleja en la selección del personaje prin-
cultura. El hecho de contar está implí- sa, evitando cualquier interrupción que
cito en la cotidianeidad de los pueblos, das por el Partido Nacionalista; la más cipal, representación de la inocencia,
rompa el efecto esperado en el interlo- importante de ellas sería la del 30 de aquella que no tiene cabida dentro del
donde la leyenda y el mito resurgen en cutor. Por breve, además, el hablante
las conversaciones de los mayores y si- octubre de 1950, insurrección que ter- mundo miserable en el cual se desarro-
no dispone del espacio suficiente para minó con un atentado fallido en contra lla la historia. De esta forma, Gonzá-

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ENSAYOS ENSAYOS

lez consigue sugerir al lector su posición sobre las aguas del caño y tiene un hijo aunque esta decisión resulta irracional. el hecho de que lo esencial en el cuento
ideológica, sin caer en lo obvio. que resulta víctima de lo inevitable. Esta capacidad para introducir al lec- es la trama, no los personajes: «Lo que
A partir de lo anterior, el cuento de Bajo el mismo enfoque, el escritor tor en el absurdo es a lo que Anderson urge a un cuentista es impresionar a los
González es adecuado, además, para Virgilio Piñera aparece en su cuento “La Imbert apela al hablar de la ficción, lectores más con una acción que con los
hablar sobre la presencia del autor en caída” en el humor negro que caracte- que solo se consigue cuando el hablan- agentes de la acción» (p. 25).
el cuento. Anderson Imbert propone riza sus narraciones. Al contrario de te (en este caso, el narrador) introduce Lo anterior, no obstante, está más
que, como la brevedad del cuento im- González, este no se preocupa por una un evento extraordinario o anormal en presente en el cuento de Piñera que en
pide ahondar en la construcción de la problemática colectiva, sino por una in- medio de la narración de algo común o el de González, puesto que este último
identidad del personaje, «el cuentista es dividual. De sus cuentos, Oviedo opina cotidiano. El narrador consigue, de esta sí pone énfasis en la caracterización del
el verdadero protagonista del cuento» que «reflejan la experiencia de una vida forma, crear un universo nuevo dentro personaje, debido a la intención del au-
(p. 38); esto se refiere a que, en una re- inestable, marcada por la ansiedad y la del cual rigen sus propias normas, las tor de transmitir la idea de marginali-
copilación de relatos del mismo autor, soledad» (p. 341). El estilo de Piñera se cuales no tienen por qué ajustarse a la dad. Por ello, en “En el fondo del caño
se puede evidenciar la presencia de sus aleja por completo del realismo social realidad. En esto radica la literariedad hay un negrito” existen, por ejemplo,
ideas o intereses recurrentes, así como —lo cual resulta insólito dentro del con- de la cual hablan los formalistas ru- analepsis para caracterizar a la pa-
la evolución de su psicología de relato texto desde el cual escribe— y se acerca sos, la autonomía de la obra literaria reja: «La primera vez que vio aquella
en relato. El autor del cuento, enton- más al absurdo kafkiano, al conflicto y, por supuesto, del cuento: «Una vez expresión en el rostro de su mujer no
ces, se pone la máscara del narrador existencial propio de la literatura euro- narrado no necesita que lo expliquemos fue en ocasión de un despertar, sino la
para expresar aquello que le interesa y pea de inicios y mediados del siglo XX, relacionándolo con circunstancias nor- noche que se acostaron juntos por pri-
utiliza a los personajes para fingir que más que de la tradición latinoamerica- males. Es una anormalidad autónoma» mera vez» (p. 120), para explicar el re-
a ellos les sucede aquello que a él mis- na. Los intereses del autor, por lo tanto, (Anderson Imbert, p. 25). gocijo del hombre al ver la expresión
mo le acontece o le preocupa. Anderson dieron como resultado una literatura Lo que se puede establecer como se- de su mujer cada mañana al despertar.
Imbert declara que: «El escritor, por «desconcertante», según Oviedo, que se mejante entre ambos cuentos, habiendo En esto queda implícito el amor de la
mucho que disimule, está desplegando evidencia en el cuento seleccionado: dos definido ya sus más claras diferencias, pareja, que prevalece aún en su situa-
una libertad de elección que acaba por alpinistas descienden de la cima de una es, por supuesto, lo referente a su es- ción de miseria. La situación que plan-
delatar su carácter» (p. 44). González montaña y resbalan, con lo cual inicia tructura. Anderson Imbert insiste en tea González es un hecho cotidiano —el
selecciona a los personajes marginales, una larga caída en la que ambos tratan que no hay forma de destruir la estruc- padre sale en busca de dinero para po-
el ambiente de pobreza y aislamiento de proteger lo más preciado por el otro: tura del cuento, contrario a lo que su- der alimentar a su hijo— que se rompe
del arrabal y la fatalidad de aquel que los ojos y la barba. cede en la novela experimental, el an- solo cuando, al final del cuento, el niño
nace bajo estas circunstancias como el Los rasgos kafkianos en el estilo de ti-cuento es una imposibilidad. Por lo se lanza al agua. Toda la intensidad del
medio idóneo para exponer su ideología Piñera se hacen evidentes: primero, el tanto, es necesario hablar de las carac- cuento se concentra en ese único hecho
política y su inconformidad con el régi- narrador protagonista que narra desde terísticas que hacen que estas dos na- que rompe con lo ‘normal’, todo lo de-
men. Como la gran mayoría de los es- el abismo, desde el momento infinito en rraciones pertenezcan al género cuento. más ha sido únicamente la descripción
critores realistas-sociales, González (el el cual termina la caída, lo cual remite Dejando a un lado el aspecto obvio de la del lugar y los personajes. Con este fi-
hombre) se identifica con el marxismo a cuentos como “El puente” o “La con- brevedad, es pertinente centrar el aná- nal, González consigue dar término a la
y el socialismo, González (el escritor) dena” de Kafka. El absurdo se infiltra lisis en la trama; en ambos cuentos se narración de forma que el cuento satis-
encuentra en los sectores marginales en la narración con tal sutileza que no narra un problema, el cual desencadena faga «una instantánea curiosidad por lo
una fuente de inspiración para crear rompe con la verosimilitud, el lector una serie de eventos que llevan directa- ocurrido en una peripecia única» (p. 35).
historias que reflejen la crisis social y, se introduce en el juego del narrador y mente a su resolución. En el cuento no No sucede así en el cuento de Piñera,
finalmente, el narrador de “En el fon- acepta los hechos sin cuestionamiento; hay lugar para los cabos sueltos, cada que hace la descripción de la situación y
do del caño había un negrito” centra la los alpinistas pierden sus miembros, palabra va encaminada, desde el inicio, los personajes en menos de un párrafo y
historia en un día particular en la vida pero siguen intentando proteger las al resultado final; es por ello que, vol- empieza, en seguida, a narrar el preciso
de una familia de ‘arrimaos’, que vive partes del otro que han elegido proteger, viendo a Anderson Imbert, se enfatiza momento en que la acción se desata: la

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ENSAYOS

caída. Por lo tanto, este narrador cum- la comicidad


ple con lo establecido por Anderson Im- que el autor
bert y «atrapa a pocos personajes —uno pretende aña-
bastaría— en una crisis tan simple que dir a la terrible
inmediatamente se precipita en un des- situación. El
enlace» (p. 35). El cuento termina con narrador pro-
el fin de la caída, cuando no ha quedado tagonista nos
más de los alpinistas que la barba de confiesa, por
uno y los ojos del otro; es decir, cuando ejemplo, al úl-
se ha cumplido el propósito de los per- timo momen-
sonajes. No se menciona nada acerca to, cuando las
del pasado de los personajes, ni de cómo cuerdas atra-
se conocieron, ni siquiera se informa en paron las ma-
qué lugar del mundo se encuentran: solo nos de su amigo
se los sitúa en la cima de una montaña y las aparta-
y se los ve caer. Por lo tanto, el cuento ron de sus ojos:
«introduce a su personaje como mero «debo confesar
agente de la ficción, y el lector se in- que para eter-
teresa, no por su carácter, sino por la na, memora-
situación en que está metido» (p. 35). ble vergüenza
Finalmente, para lograr el efecto que mía, retiré mis
cada escritor espera con su cuento, cada manos de su
uno ha elegido también un tipo de na- hermosa bar-
rrador diferente, en el cual está implí- ba gris a fin de
cita su propia voz: González escoge un protegerlos de
omnisciente neutro, que se distancia de todo impacto»
la narración y no toma partido. Gracias (p. 347) fra-
a este narrador, la denuncia se introdu- se única en la
ce con sutileza en el texto, la primera cual se pone al
sensación que produce en el lector no lector ante un
es de indignación, sino de compasión. sentimiento del narrador; en el resto transmitir con el cuento y el efecto que del cuento. Editorial Ariel, S.A. Es-
El narrador omnisciente neutro solo del cuento, son las palabras que selec- espera provocar en el lector. El criterio paña.
expone los hechos, no los comenta, con ciona para narrar las que lo caracteri- estético de los autores es, en conclusión, Oviedo, J. (1992) Antología crítica del
lo cual el escritor es capaz de evadir zan. el punto de escisión entre ambos cuen- cuento hispanoamericano del siglo
la censura y alegar que su intención es Por lo tanto, es evidente la diferen- tos. XX (1920-1980). Alianza Editorial,
plenamente estética, no moralizante. cia entre el estilo de José Luis González España.
Por el contrario, Piñera prefiere un y Virgilio Piñera, a pesar de las seme- Bibliografía
narrador protagonista, quien presenta janzas del contexto en el cual ambos Anderson, E. (1979). Teoría y Técnica
su perspectiva de la caída y narra des- desarrollaron su obra. Cada uno opta
de su propia voz el descuartizamiento por mostrar un punto de vista diferente
de ambos cuerpos, lo cual crea un efec- de la ficción literaria, selección basa-
to mucho más intenso y apropiado para da en la intención que el autor pretende

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ENSAYOS ENSAYOS

Abril Altamirano (Quito, Ecuador, 1994). Cuentista y editora ecuatoriana.


Estudió Comunicación y Literatura en la Pontificia Universidad Católica del Ecua-
dor. Sus textos han sido publicados en revistas como Casa Palabras (Casa de la
Cultura Ecuatoriana) y Matapalo. Compiló, junto con el poeta ecuatoriano Juan
Romero Vinueza, la antología de cuentos Despertar de la hydra (Ed. La Caída,
2017), proyecto ganador de los Fondos Concursables para Proyectos Artísticos y
Culturales 2016-2017 organizados por el Ministerio de Cultura y Patrimonio del
Ecuador. Actualmente, trabaja como editora independiente.

Fuente: Pinterest

Afinidades estéticas y li- moderna, cuyo estilo, más allá de reci-


bir influencias de los avances científicos
terarias en los cuentos “A
y tecnológicos que trae consigo la épo-
la deriva” y “El Hombre ca [¿1888-1910?]1, reúne ciertas carac-
muerto” de Horacio Qui- terísticas de los anteriores movimien-
roga tos mencionados, adquiriendo formas y
por William Castro Atencia contenidos diversos que, tras converger,
resultaron ser innovadores en el campo
literario, y así en distintos estadios del
El Modernismo adquiere, desde el conocimiento. Por lo tanto, en cuanto
punto de vista literario, un cambio sig- a los movimientos anteriormente men-
nificativo que va a marcar con el paso cionados, no podemos empezar plan-
del tiempo la distinción en cuanto a es- teando la existencia de diversos perio-
tilos de escritura que, académicamen- dos de transición que se hayan realizado
te, son estudiados desde el Parnasianis- (tanto aislada como sucesivamente) en
mo a través de otros movimientos de la historia de la estética literaria, sino,
esencia francesa, como el Simbolismo, más bien, un conjunto de saberes y per-
o de epicentro español como el Roman- cepciones estéticas, poéticas y literarias,
ticismo, hasta llegar a la llamada etapa que dieron origen a trabajos que con el

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ENSAYOS ENSAYOS

paso del tiempo fueron evolucionando, personajes, acción, tópico y lenguaje) sí, a realizar una serie de acciones que componen la verosimilitud del mismo,
hasta servir de base fundamental para hasta partes más complejas y atadas acaban llevándolo hasta su muerte (tal ya que, hechos como la mordedura y
el surgimiento del Modernismo litera- tanto a la subjetividad del lector como como la mordedura de la serpiente, que posterior envenenamiento por parte de
rio y sus respectivos representantes. de quien escribe (la tensión y la intensi- después lo conduce a matarla, y luego una víbora, las heridas acompañadas
Teniendo en cuenta lo anterior, na- dad) que se entenderán desde lo que po- a ir a su rancho para ser atendido por de inflamación, sangre y dolor de pie,
rrativas como la de Horacio Quiroga demos llamar la teoría cortaziana del su esposa debido al fulgurante dolor de el desespero de los personajes por ha-
nos dan a conocer la singularidad de cuento2. pie, hasta finalmente hallarse a la de- llar una pronta cura y, finalmente, la
una obra literaria modernista, que más “A la deriva”, en primera instancia, riva de los ríos Paraná e Iguazú, tras muerte por asfixia del personaje princi-
allá de plantear una propuesta en pro resume en pocas palabras uno de los no lograr que su “compadre” Alves lo pal tras embarcarse solo en una canoa
de reflejar una realidad alterna a la del acontecimientos principales que le da acompañara). con un rumbo prefijado acabando por
ser humano, y en lugar de centrarse en sentido al texto, el cual nos presenta a El tópico presente en dicha obra pue- alucinar que se había salvado, constitu-
cuestiones como la del estado del arte, un personaje que tras ser mordido por de que en un principio se presente en la yen los rasgos que le proporcionan cier-
como bien lo hicieron Leopoldo Lugo- una serpiente, se halla así mismo a la imaginación del lector como un bosque ta cantidad de veracidad a la narración.
nes y Rubén Darío al ilustrar desde su deriva, navegando solitario en una ca- o recinto silvestre, debido a que los se- Así mismo, podemos hallar tensión
perspectiva la realidad que en aquellos noa que transcurre a través de distintos res como la serpiente y la esposa del desde el inicio del relato, puesto que el
tiempos tuvo que enfrentar el poeta, en ríos de América Latina, con la esperan- personaje principal, o los objetos como autor infunde una cantidad innúmera
cambio, Quiroga se enfoca en una si- za de llegar pronto a “Tacurú-Pucú” el machete, el rancho y el “trapiche”, de cuestiones en el lector del cual es-
tuación más profunda y psicológica del (tierra perteneciente al Alto Paraná en refuerzan esa idea espacial de lo cam- pera que, a medida de que avance en
hombre, en la cual la omnipresencia de Paraguay) donde espera recibir auxilio pestre o lo rural, sin mencionar que la su labor, logre responder a preguntas
la muerte es el oponente principal que por parte de uno de sus “compadres”. canoa y el río ayudan al lector a desa- tales como: ¿Podrá el hombre sanarse
aparece con mayor fuerza a lo largo de En cuanto al tema del relato, este qui- rrollar mejor la imagen mental de un de la mordedura de la serpiente? ¿Por
su obra narrativa, ya que, como ana- zás podemos redactar como “El hombre espacio marino, y en sí, de difícil andar. qué al llegar a su rancho este le pide a
lizaremos en dos de sus cuentos más a la deriva de su muerte”, puesto que Por otro lado, el lenguaje empleado su esposa que le brinde de beber caña en
importantes, “A la deriva” y “El hom- alrededor de tal problema es que cir- por Quiroga demuestra su conocimiento lugar de agua? ¿Por qué específicamen-
bre muerto”, la muerte es la causa fun- cula el estado del personaje principal, general de los paisajes naturales de La- te el hombre opta por navegar solitario
damental que siempre impide que sus que a lo largo del texto hallamos con tinoamérica, oscilando alrededor de la hasta Tucurú-Pucú, sabiendo la ardua
personajes cumplan la debida función mayor frecuencia perdido a la deriva de utilización de palabras que pertenecen distancia a la que se encontraba?
en el cuento, a pesar de que, por ciertos un bosque o un río, creyendo salvarse a un núcleo semántico silvestre, en el La intensidad juega un papel impor-
momentos, nos hacen pensar a nosotros cuando en realidad ya está muerto. cual predomina la naturaleza, lo agres- tante en la narración ya que esta de-
los “lectores semicondenados”, que úni- Los personajes que en suma tratan te o lo rústico tanto en la narración de talla la forma violenta como actúan
camente nos han citado para presenciar (o no) de cumplir la función de ayudar los acontecimientos en tercera persona la víbora al morder el pie del hombre
los últimos momentos imaginarios de al personaje principal para que así lo- singular del presente, como en el habla que momentos antes había pisado algo
la vida de los quirogianos personajes. gre salvarse del veneno que le ha dejado de los personajes, y por ello, palabras “blancuzco”, debido a que por natura-
Los puntos que proponemos anali- la mordedura de la yaracacusú, oscilan como “caña”, “damajuana”, “mor- leza actúan de tal manera; otro aspec-
zar a continuación con objeto de apro- entre ser “familiares” y “amistades” cilla”, “fangosa”, “azahar”, “miel”, to del cuento que reúne intensidad es la
ximarnos a los recursos literarios em- de él. “guacamayos” y “madera”, resultan dificultad que adquiere el hombre para
pleados por el autor en la construcción La acción en la obra es constante, por ser la terminología más adecuada para caminar una vez mordido puesto que,
de los cuentos antes mencionados, se otro lado, dado que desde la frase que la narración y descripción de los hechos. como debería saberse, la “yaracacusú”
desprenden, primeramente, de la no- da inicio al cuento, el personaje prin- Cabe resaltar, que todos los seres vivos es una serpiente muy venenosa, que al
ción de ciertas particulares halladas, cipal no deja de estar en contacto con y objetos anteriormente mencionados, morder el pie del hombre instantánea-
desde partes que para el relato resultan diferentes seres u objetos que de distin- junto a los acontecimientos del cuen- mente le genera distintos malestares
comunes pero esenciales (título, tema, ta forma lo impulsan a moverse, y en to que hasta aquí han sido resumidos, del cuerpo, y como resalta el autor,

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ENSAYOS

sos, y demás rasgos muestra intención alguna de salvarse,


narratológicos que sino, contradictoriamente, de quedarse
ambos comparten a lamentar lo sucedido.
entre sí. Teniendo en cuenta la manera ab-
Sucede el mis- surda como el personaje ha llegado a
mo caso entre los encontrarse a sí mismo en tal estado
títulos “El hombre próximo a la muerte, supondremos que
muerto” y “A la de- uno de los tantos temas que giran en
riva” en el sentido torno a este relato trata del absurdo
que ambos resumen en “La muerte en vida del hombre”,
el principal aconte- ya que dicha problemática, ante todo,
cimiento del cuento, refleja un absurdo existencial a través
que marca o, en este del personaje principal, cuya narración
caso, desencadena evidencia por momentos muy precisos
la tragedia que va que él es quien ha cambiado durante los
a hacer presencia a actos narratológicos, pero que el resto
lo largo de la narra- de los personajes (ergo, su esposa e hijo)
ción hasta tornarse al igual que el resto del mundo, sigue
algo íntimo e indis- sin inmutarse.
cernible del perso- Sobre los personajes del relato pode-
naje principal. mos decir que la mayoría son imagina-
Ahora bien, en rios porque hacen parte de la realidad
“El hombre muer- psicológica del llamado “hombre muer-
to” encontramos to”, quien, al agonizar, los evoca uno a
a un personaje que uno según sus acciones en vida; ejemplo
tras entregarse a es el joven campesino que todos los días
sus labores cotidia- pasaba un puente cerca a su morada, o
nas (igualmente de- su esposa e hijo desde “el chalet de te-
sarrolladas en un cho rojo” que a cierta hora lo buscarían
entorno campestre) para almorzar; hasta imaginarse a sí
una “intensa sed”. En última instancia pecho, empezando a perder la respira- acaba en una situación de muerte, en mismo como un “potrero” que lleva a
diremos que hay intensidad en el mo- ción mientras que trata de recordar el la cual poco a poco agoniza tendido en cabo actividades como la suyas, que de
mento que se narra la caída del sol y tiempo justo que había pasado sin ver a una gramilla, con un machete que le forma muy quimérica se suceden en su
posterior anochecer que marca una at- su “expatrón Dougald”, dándonos a en- atraviesa el antebrazo y que se le ha mente hasta que esta se pierde en la
mósfera sombría durante el tiempo fic- tender que todo ese tiempo realmente clavado posterior al tropiezo con un voz de su hijo menor tratando de sol-
ticio, momentos en los cuales el hombre estuvo alucinando por el veneno. alambre de púas; es de resaltar, entre tarse de la mano de su madre: “¡Pia-
experimenta un violento escalofrío, que A continuación, analizaremos las afi- otras cosas, la extraña forma como el piá! ¡Piapiá!”, volviéndose lo último
luego, incomprensiblemente, le ayuda nidades estéticas y literarias que consti- hombre se pone a agonizar desde el ter- que escucharía antes de morir.
a mejorar del dolor de la pierna, ge- tuyen el relato en “El hombre muerto”, cer párrafo del texto, ya que es, quizás, La acción (aunque muy escasa en el
nerándole mayores esperanzas de vida en consonancia con lo ya mencionado la diferencia que marca el presente re- cuento) no es menester si el único pro-
(igual que al lector) que acaban por des- sobre “A la deriva”, para dar así con lato con “A la deriva” exponiendo los pósito de este es presentar a un perso-
vanecerse una vez que siente helado su la intertextualidad y las ideas, recur- sentimientos de un personaje que no de- naje que muere lentamente, y que en

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ENSAYOS ENSAYOS

sus últimos minutos, más allá de re- só el antebrazo después de haberse tro- rrado en uno de sus miembros superio- como concepto madre del cual subyace
flexionar sobre la parca, la hace que- pezado con una piedra o haberse enre- res, es imposible que vea más allá de la Tensión y la Intensidad, la primera
dar como algo que siendo imperceptible dado al caminar, que narrar lo mal que estos si su cuerpo está tendido de tal referida a la manera cómo un autor nos
para el ser humano, se convierte en su ha quedado el hombre al tropezar con forma (con “las rodillas dobladas y la acerca lentamente a lo contado en el
peor pesadilla. un “alambre de púas” que resultó ser la mano izquierda sobre el pecho”) impi- relato; y la segunda a la supresión de
El tópico del relato es único a dife- causa, el motivo y el oponente principal diéndole adquirir otra perspectiva más situaciones e ideas superfluas que son
rencia que en “A la deriva”. Precisa- que lo conduciría hasta la muerte. que la de su muerte. característicos de otros espacios como
mente, es eso: Un solo espacio, que pue- Podemos destacar que las siguientes el que ofrece la novela.
de ser abstraído o construido a partir partes halladas en el texto constituyen Notas
de los objetos que en resumidas cuentas una serie de preguntas que generan in- (1) [¿1888-1910?]: Pues resulta ser to- Bibliografía
nos describen: Un “bananal”, “chircas”, tensidad al lector: Al hombre culminar davía una cuestión histórico-artística la Cortázar, Julio (2009). Algunos aspec-
“malvas”, “arbustos”, y una gramilla su arduo trabajo como podador y dispo- fecha exacta (así como el lugar de ori- tos del cuento. Recuperado de Bi-
vedada por alambres de púas que nos niéndose posteriormente a descansar en gen) en que, como tal, podemos hablar blioteca Virtual de Cervantes, 2009.
permiten imaginar al igual que en el la adyacente gramilla, ¿Por qué decide de un Modernismo como movimiento Edición digital a partir de Cuadernos
cuento “A la deriva”, un “recinto sil- atravesar un “alambre de púas” en- literario, después de la utilización “des- Hispanoamericanos, núm. 25, (mar-
vestre” que se torna, inicialmente, en contrándose posiblemente exhausto por pectiva” del término por parte de los zo 1971), pp. 403-406.
un lecho de muerte. su trabajo, en lugar de tomar por otro críticos de antaño. La Rocca, Inés (1985). El modernismo
En este caso el lenguaje quiroguiano camino para ingresar o simplemente (2) la teoría cortaziana del cuento: Ref. hispanoamericano. Ediciones Coli-
vuelve a ser uno agreste o rústico que, tenderse en el lugar en el que ya se en- a comentarios realizados por Julio Cor- hue, Buenos Aires, Argentina.Textos
si bien no nos describe paisajes latinoa- contraba? ¿Por qué, después de caerse, tázar (1914-1984) en torno a la temática de: González Martínez, Darío, Lugo-
mericanos como en “A la deriva”, nos el hombre no podía ver más allá de su “Algunos aspectos del cuento” durante nes, Martí, Urbina, Silva, Gutiérrez
narra un accidente, que por más ab- antebrazo atravesado por el machete su conferencia en Cuba posteriormen- Nájera y Del Casal. 270p.
surdo para el lector, resultó ser mortal que llegaba hasta “debajo del cinto”? te publicaba en Diez años de la revista Quiroga, Horacio (2010). Cuentos de
para el personaje. Dicho acontecimien- ¿Por qué después de intentar mover fa- Casa de las Américas no 60 julio 1970 La amor, de locura y de muerte. Ed. Pa-
to mortal se apoya en la utilización de llidamente su cabeza se concentra en Habana, entre los cuales teoriza en tor- namericana, Bogotá, pp. 221.
palabras tales como “raleo”, “capue- la empuñadura del machete y, en lugar no a la idea de significación en el cuento
la”, “azada”, “chalé”, “tejamar” y “pe- de ello, no hace nada para impedir su
dregullo”, que igualmente pertenecen muerte?
al núcleo silvestre inferido a partir del Por último, en el plano de la inten-
análisis de “A la deriva”, y que descri- sidad, diremos que por la escasez de la
ben el antes y el después del imprevisto acción durante el relato, es posible que William Castro Atencia (Barranquilla-Colombia). Es un joven de 20 años
estado moral del personaje en “El hom- varias partes del mismo reúnan cier- que reside en la ciudad de Barranquilla-Colombia. Estudiante de Literatura, Es-
bre muerto”. ta intensidad íntimamente relaciona- pañol y Francés en la Universidad del Atlántico; adscrito al semillero-taller de
La verosimilitud se presenta de la da con la tensión, que será transmitida producción literaria creativa MASKELETRAS, realiza constantemente estudios
mano de la misma recursividad o uti- luego al lector. Así, por ejemplo, cuan- en el área de Literatura Colombiana, Literatura Hispanoamericana y Literatura
lería empleada por el autor para volver do observamos el momento en que “El del Caribe, enfocándose actualmente en esta última con el propósito de realizar su
a describir, a manera de relación “cau- Hombre Muerto” se halla tirado en la trabajo de grado intitulado: “La literatura universalizada del Caribe: Un estudio
sa-efecto”, el acontecimiento funda- gramilla con el machete hundido en el de la obra literaria de Álvaro Miranda”.
mental que da sentido al texto, puesto antebrazo sin poder ver más allá del
que no es lo mismo decir que “el hombre cinturón que lleva puesto, esto se debe,
muerto” ha terminado tendido en una precisamente, a que el machete es un
gramilla con un machete que le atrave- cuchillo tan grande que al estar ente-

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CREACIÓN

© Nik Green
Fuente: Flickr

Creación
Las huellas de la cerveza Algunas personas se mueven por el
por Emilia Vidal mundo con una especie de conocimien-
to preciso sobre el entorno inmediato,
afirman desde ese escalón invisible que
Esto es lo que pasa, estoy boca abajo llaman certeza, que es intuición. Tam-
sobre el piso, los nervios me exprimen bién hay que prestar atención a los pa-
como a un limón ablandado y el aire sos que se dan, aclaran con un tono om
entra a empujones y en cuotas. Escucho gurú yogui sri-sri-sarasa-ji a distraídos
que ella abre el placar, parece que la como este servidor, que pretendemos
pilcha previa desapareció o no da para sobrevivir sin un rasguño a esta cons-
lo que viene porque está buscando ropa. tante disolución –en las horas y en las
Mucho ruido a cajones que se abren y voces, en las luces de los anuncios, las
perchas que se corren. En eso y decirme bocinas, la ceniza en el saco de Guiller-
nada, levanta el acolchado y me sacude mo en el bar, que le estaba cribando el
una tanga a la cara. Esa deliciosa mi- bolsillo, la jarra de una stout cremosa,
niatura impúdica que lamento no poder extinta casi, con el culo tibio, y ella que
distinguir tan pegada a mis narices. El se decide y me invita a seguirla, si es
tipo que tengo al lado apenas se mueve. que esta vez entiendo algo más que un
Y qué si me lo advirtieron. pomo del protocolo social del levante–.

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CREACIÓN CREACIÓN

Y la seguí. Guille me miró y no dijo pensar en las vacaciones puede ser de- ves? —le expliqué. Todavía no había do- chón sobre sus labios y ella lo soplaba y
mucho, apenas un balbuceo que preten- primente. Me compré un alfajor en el mado el volumen de mi voz por lo que el pelo se rebelaba e insistía en su boca.
día condensar el saludo, una palmada quiosco de la esquina, uno de esos tri- su respuesta inmediata fue: —shhh…, La misma boca que antes bebía y me
simbólica, un pulgar arriba, incluso un ples, extrarelleno, extracubierta, ex- tranquilo. llamaba como una sirena desde la ba-
“¡al fin querido!”. ¿O es lo que quería tracaries y extradiabetes prematura. Entonces repetí en palabras mis pa- rra.
que diga? Si no fuera por todas esas ja- Corría un airecito templado pero lindo, sos del día, le dije que llegué, como cada La luz del palier era amarilla y se
rras que aparecieron mágicamente al qué sé yo. Daba ganas de caminar, de día a las ocho menos un respiro y una adhería a las paredes, a las puertas, a
levantar la mano y desaparecieron tras estirar el tiempo de volver a la oficina, subida de ascensor. Que salí a hacer su piel. Escuchaba sus tacones en el piso
la anécdota del robo, dejando un entra- de no trabajar. Cuando llegué, me comí trámites, unos pagos, un registro en la y pensé en telégrafos pero seguí calla-
mado de huellas circulares, tal vez, y un nuevo sermón de mi jefe, que deli- agencia, un alfajor… ¡Pero qué boludo! do. Tiempo atrás Guille me recomendó
esto es solo una suposición, su comen- raba con que le explique las causas de Y aún sintiéndome más falto que nunca –con su manera amistosa, sin ánimos
tario sobre ella no habría atravesado el mi demora mientras yo miraba sin ver de cualquier sustantivo que indique un de ofender– que no diga todo lo que pasa
aire al pedo. La anécdota del robo defi- sus ñoños zapatos azules. No sé de qué asomo de inteligencia, cuando recordé por mi cabeza, a cada instante, porque
nitivamente acaparó la noche hasta ese habló, en algunos tramos creo que ame- que había dejado el coche en el centro, parece que eso actúa como un fuer-
momento. nazó por enésima vez con despedirme, llené mis pulmones de un montón de te repelente de personas, de cualquier
El robo, sí, eso fue una estupidez. A para mí era lluvia en la ventana. En alivio, tanto que no me importaron las género. Por eso me callé y esperé que
mitad de mañana salí de la oficina para cambio, puedo recordar a la perfección burlas e insultos de Aguirre, como tam- abra. Ella se movía con la destreza del
hacer unos pagos y registrar la firma esos ridículos náuticos azules, con suela poco volver a hacer todas esas cuadras que juega de local y de yapa le toca una
en la agencia del no sé qué fiscal. Sue- de goma marrón, con un cordón de ga- de a pie. mano buena, como un treinta de envido
len encargarme mandados boludos para muza pasado por unos ojalillos de me- Salí del bar dejando a Guille con su con el siete de espadas. Mis movimien-
que no me abatate y arme un kilombo tal pintado, todo al pedo. Pensé que toda mueca de múltiples significados, con el tos, en cambio, estaban visiblemente
que nos atrasaría el mes. Hace tiem- su confección representaba un símbolo cigarro pegado a los dedos y con otro guiados por la torpeza y la incomodidad
po que manejo con el cuerpo apretado y del sinsentido. No, por supuesto que no centímetro de ceniza amenazante en la no declarada de sentirme un muñeco en
en estado alerta, siempre atento a pi- se lo dije. punta, no sé cómo no la ve. Y no le avi- sus manos.
sar el freno o a tocar la bocina porque A las cuatro de la tarde en punto es- sé tampoco, sabía que en cuanto decía Una vez en su cucha, la ternura se la
esta distracción que me afecta no hace taba afuera, en la puerta del edificio, “cuid” se le caía y encima se me es- dejó en el felpudo de entrada. Me dejé
migas con la conducción. Para colmo, absolutamente sacado porque no encon- capaba la mina. No podía arriesgarme, llevar sin pensar en límites de veloci-
sin ánimo de hacer estadísticas sobre traba el auto. una ceniza menos no arreglaría el saco. dad ni cinturones que me protejan. No
conductores, el que no lleva el teléfono —¿Mi auto? —le pregunté a nadie, en Ella dijo que vivía cerca, apenas a un llegamos a dar tumbos pero estaba se-
pegado a la oreja, carga un par de lupas voz alta. Y ante el silencio, el mío y el par de cuadras. Si es solo un par, pensé guro que me iba a doler todo mañana.
sobre las narices o charla despreocupa- de los que me pasaban por al lado, apu- sin convicción porque así fueran veinte En esa danza dispar estábamos cuando
do con el acompañante, o peor, ¡con el rados, menos por volver al hogar que y muy a pesar de mis pies planos y el sonó el timbre.
de atrás! Rogando que no prendan bali- por salir del trabajo, repetí: —¡¿Y mi trajín del día, igual la seguía, ¿a quién Sin mediar explicaciones, me llevó a
zas de improviso o se me cruce un nabo auto?! voy a engañar? No mintió, caminamos los empujones a un cuarto, a chitos me
por la mitad de la calle, me resigné a Ahí nomás empecé a los gritos, me una cuadra, doblamos en Falucho e hi- mandó a esperar allí y salió como loca
estacionar a cinco cuadras de la agen- robaron, me robaron, repetía. En eso cimos una más. Sonreía como pidiendo para el living. No entendí que sucedió
cia. Treinta y pico números adelante y salió Aguirre, el del cubículo vecino, disculpas por la demora mientras bus- tras el timbre, hablaba, decía que no
ni un asiento. Treinta y pico números aminoró el paso y me pidió que me cal- caba las llaves en su cartera. Qué tier- era el momento, al rato estaban gol-
después estaba en la calle, cansado, con me. na. No podría adivinar lo poco que me peando a la puerta.
las tripas acusando la espera y con ga- —Pará un poquito hermano, ¿qué importaba la espera a su lado, lo irreal — ¿Quién te dejó entrar?
nas de fin de mes. No, de vacaciones de pasó? —me preguntó con voz pausada. de la noche, justo en ese momento en —Alguien, qué sé yo, un viejo.
verano diría, pero estamos en abril y —Hoy lo dejé acá, ¡acá! Y no está, ¿no que la hebilla cedía y largaba un me- —¡El metiche del tercero!, tenía que

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CREACIÓN

ser, ¡cómo le abre a cualquiera!


—¿Está él?, si está, mejor, quiero que lo sepa, estoy cansado
de ser tu trapo.
¿Él?, ¿quién es él? Para variar, seguía sin entender nada.
Mi visión se acostumbraba a la oscuridad cuando las voces co-
menzaron a acercarse. Subieron el volumen en pocas palabras
y luego cedieron a un chuic chuic pegajoso que me sonó a beso
robado, robado en primera instancia y permitido, y devuelto
con creces luego.
Con lo poco que me dejaba adivinar la luz que se colaba de
las marquesinas nocturnas, descubrí que estaba de pie inútil-
mente, todo ese tiempo había tenido a mi disposición una am-
plia cama de dos plazas con almohadones que no dejé esperar
un segundo más. Cuando mi visión se acomodó y los manoseos
insinuados detrás de la puerta se tornaron monótonos y abu-
rridos, se me ocurrió hurgar en una de las mesitas de luz para
matar el tiempo. Debía esperar, ya ni sabía porqué, en silencio
y a ciegas. ¿Qué puede tener en el cajón esta flaca? Mi cajón es
un chiquero, básicamente es el depósito de cualquier objeto que
no entra en la categoría de desechable y tampoco se me ocurre
dónde guardarlo. El suyo, si ese era el cajón de su mesita, se
parecía bastante al mío, excepto por el tipo de objetos, labiales
y esmaltes en lugar de encendedores rotos, broches para el pelo
en lugar de sándwiches momificados, y un consolador de goma
sin funda, para el cual no encontré un equivalente en mi cajón.
Bastante parecidos supongo.
En medio de la investigación me cegó de pronto la luz de la
pieza, ella se apareció con un tipo, los dos con gesto de pánico
parados en la puerta. Una vez más, se movió con ligereza y se
tiró al piso, requisó con la mirada el espacio debajo de su cama
y a la vez, alzó la mano haciendo señas frenéticas para que
nos metamos de cabeza en ese agujero, hello darkness my all
friend, fue mi primer pensamiento, cantado y todo, en la os-
curidad de mi mente. A partir de allí fue cada vez más difícil
seguir sus pasos y me dediqué a especular, no podía hacer nada
más al respecto.
Así fue como llegué a este momento. Si dije que me lo advir-
tieron es porque eso ocurrió, fue Guille, antes de la cerveza y
de la historia del robo, me señaló con un punteo de nariz una
rubia en la barra. Bebía de un vaso largo, un líquido de un ver-
de hipnótico, por eso no escuché los motivos que tenía mi amigo
para recomendarme que pase de largo de esa mirada. Ahora

33 | visorliteraria.com © Irina Munteanu


Fuente: Flickr
CREACIÓN CREACIÓN

trato de recordar y solo veo el vaso y Como decía, me encuentro boca aba-
su mirada, del mismo color, incitadora. jo, o más bien con el pecho al suelo y
El tipo que está a mi lado no se mueve, el mentón ladeado, así, intento respi-
y no es que tenga interés en conversar rar mientras espero. Ahora ruego que
pero me incomoda un poco su respira- la cama aguante porque parece que el
ción apretada y el perfume, parece que apuro de pilchas era por la llegada de
se bañó con eso. También me inquieta otro tipo, que amor de acá, que cielo de
otra sensación, creo que lo conozco de allá, seguro que es el marido. Desde acá
algún lado. ¿Es Aguirre? Tengo proble- abajo solo puedo distinguir junto a los
mas para reconocer a las personas fue- tacos de ella unos estúpidos náuticos
ra de contexto. Pero Aguirre está casa- azules.
do, ¿o es Basualdo el de las fotos en el
escritorio, con la mujer y los críos?

Emilia Vidal (Mar del Plata, Argentina, 1979). Licenciada en Ciencias Biológi-
cas y estudiante ocasional de Psicología. Con algunos años de postgrado en micro- © Radu Adrian Puiu
Fuente: Flickr
biología aplicada, publicó un par de artículos científicos y un capítulo de un libro.
Fuera del ámbito científico, participó con varios relatos –y otras incursiones– en
diferentes revistas electrónicas, algunos de sus poemas ganaron una mención es-
pecial en el I Concurso Literario de la revista Conurbana Cult, otros poemas fueron
seleccionados por la revista Boca de Sapo para el no 23 y con el relato “Remisión” Imposibilidad bilidad del amor. Todos los días deseaba
obtuvo el 2o premio de la Biblioteca Popular Babel. Actualmente concurre al taller por José Escobar decirle a la chica, que en ese entonces
literario de la editorial Goles Rosas. tenía 13 años, cuánto deseaba perder-
http://mariavidaldom.wixsite.com/emilia-vidal me entre sus labios, acariciar su boca.
http://miserablescelaneas.blogspot.com.ar/ Desde que soy niño he luchado contra Soñaba con besos interminables para
la imposibilidad. Los primeros recuer- levantarme y darme cuenta de que se-
dos que tengo de ella son alrededor de guía viviendo mi soledad de quinceañe-
los 5 años. Estoy acostado en la cama ro. Nunca le hablé, nunca le rocé una
de mi abuela, en la misma donde mori- mano, nunca le di una caricia aun cuan-
ría 7 años después de un paro cardíaco. do todos los días lo planeaba, en noches
Es de noche y en el duermevela tengo de insomnio interminables. La veía a lo
una sensación incómoda de pequeñez. El lejos y juraba, a diario, en vano, hablar-
cuarto se ensancha, se hace doble, tri- le en el colegio o en el barrio –ella vivía
ple, y soy yo una persona más reducida, a cinco cuadras de mi casa.
acaso un bulto de un metro arrojado en Cuando me gradué como arquitecto
ese inmenso vacío. Lo peor, aunado a experimenté la imposibilidad de entrar
esa pequeñez, es no poder moverme, así a trabajar en grandes firmas, empre-
lo desee. sas prestantes que podían brindarme un
Años después luché contra la imposi- futuro alentador. Experimenté varios

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CREACIÓN CREACIÓN

rechazos, y se me abrieron unas pocas hacían los honorables miembros de la sueño, que fue donde terminó. de barras, pero poco importaba. Lo que
puertas que, con los años, me han lo- junta de la empresa de arquitectos. Be- Hoy en día, lo confieso, sigo luchan- hice esa tarde fue salir a una azotea
grado salvar de una caída al abismo de bía sin fin muchos días en semana. El do con la imposibilidad de irme a vi- donde podían verse todos los aviones
la mezquindad y el olvido. dinero no era problema, pues no tenía vir lejos. No he logrado encontrar, así despegando, y así salí, viéndome en una
Hasta que un día, a manera de con- en grandes cantidades y no me gusta- como la hallé en otras tantas cosas de de las ventanillas mientras agitaba la
suelo de tontos, comencé a observar ba acumular ni ahorrar, pues no tenía mi vida, una solución para borrar esa mano en señal de despedida a mí mis-
todo desde otro punto de vista. Y digo familia. Al asumir mi nueva posición impotencia, ese no poder. ¡Poder! ¡Vaya mo.
consuelo de tontos, porque eso será lo en la sociedad me di cuenta también de palabra tan comprometida! Tuve que Esa tarde fui feliz.
que me criticarán los hombres exitosos. una nueva fuerza que surgía en mí, un echar mano de lo que soy, de mi ma- La operación incluyó igualmente vi-
No les quitaré la razón, eso es seguro. orgullo desmesurado. Mientras todos teria prima. Lo dicen las personas que sitas a agencias de viajes, asesoramien-
Así que me dije que si esas puertas no estaban escuchando el concierto de ópe- saben de la mente y muchos psicólogos tos, postulaciones a diversos cargos en
se habían abierto, y no era uno de los ra en el teatro abarrotado, yo, afuera, que he conocido estos años: hay que ata- ese otro país. Como no resultó nada,
más reputados empresarios decidiendo en una esquina, escuchaba el eco, me car con las armas propias, con las que volví a mi marginalidad. Tomaba el
el próximo proyecto a construir en la fumaba un cigarrillo y me carcajeaba soy más fuerte, siempre hay algo que auto hacia el aeropuerto, y, sin claudi-
ciudad, tenía, sin embargo, la perspec- solo. Nadie me impedía ver a los acto- te haga valioso dentro de la maraña de car, hacía de nuevo la pantomima. Una
tiva del afuera. No estaba en la sala de res, no tenía que pedir silencio, no lle- seres humanos, todos tan competitivos noche un guardia me dio dos pescozones
juntas, pero escuchaba a la secretaria y vaba trajes costosos y tampoco había y todos tan imperfectos. con un bolillo porque me había quedado
sus conversaciones; podía ver quién lle- pagado grandes cantidades de dinero Ser marginal no solo me había brin- dormido sobre una banca de madera.
gaba a una sala de espera. Si deseaba, por la entrada. dado soluciones a las frustraciones de –¿Perdió el vuelo, señor? –me pre-
podía pasearme por entre varios cubí- Me sentí poderoso al no necesitar la vida, sino que me agradó, me vol- guntó.
culos, inspeccionar el trabajo de otros lo que el mundo le brindaba a todos. ví afín a dicha condición, la amé. Para Me asusté, aún entredormido, y me
arquitectos, ir al baño, a la cafetería, A veces, sin embargo, y sobre todo en completarme como ser humano debía senté. Me acomodé mi sombrero, tomé
preparar un café, seguir escudriñando sueños, vuelve el fantasma de la im- serlo, incluso, si quería enorgullecerme mi maleta y me escabullí al parqueade-
más recovecos de la empresa. Eso, me posibilidad. Suelo patear mal el balón, de no haber logrado irme a otro mun- ro. Tomé mi auto y regresé a casa.
dije, no lo podría hacer si hiciera justo cuando en mi adolescencia fui un exce- do. Entonces me fui para el aeropuerto, Ya tengo muchos años, y mi sueño si-
en ese momento parte de la junta que lente mediocampista. Varios años qui- cada ocho días, con un tiquete falso de gue intacto. Tengo el cansancio, sí, es
decidiría tal vez el futuro arquitectónico se, aunque no lo había confesado, vivir avión y me hacía el perdido. Pregun- obvio, porque no siempre se puede lo-
de la ciudad de los próximos diez años. en el extranjero. Disfrutar de la nieve, taba a la gente que dónde quedaba la grar lo que se quiere, ¡vaya que sí lo sé
La ecuación es muy sencilla: la im- sentir más frío del que normalmente se aerolínea tal, que si sabían del próximo yo, un maestro en este arte! Sin em-
posibilidad de hacer algo es la posibili- siente en el trópico. Soñaba a diario re- vuelo a tal país. Pasé tardes enteras, bargo, no sé de dónde saqué fuerzas por
dad de hacer otra cosa, basta girar la corriendo las calles de esa ciudad que con la maleta, un sombrero y la ropa última vez. ¡Qué más daba!, ¿qué podía
cabeza, cambiar de perspectiva. Hacer me dio felicidad tantos meses. Entré a adecuada dependiendo de la estación en perder? Finalmente era un buen espa-
de los fracasos un triunfo arrollador. Y bares, fumé en los umbrales mientras la que estuviera el Viejo Continente. cio el aeropuerto. Hasta por momentos
entonces, contrario a lo que se pregona veía entrando chicas solas que me mi- Una vez incluso llegué a hacer fila podía trabajar en mi computadora en
en la sociedad, comencé a enorgullecer- raban intensamente. Al despertar y sa- en la aerolínea, maleta en mano, con unos planos que debía entregar pronto.
me de mis yerros. Y me volví marginal, lir a mi modesta oficina de arquitecto un tiquete falso de un amigo. Entregué Llegué al aeropuerto a las dos de la
claro está. Quien escucha las conversa- llegaba la desazón, que trataba de cal- la maleta, la pesaron, y salí, feliz, a la tarde de un martes. Compré un café en
ciones tras las puertas es un marginal. mar con un café. Fueron varios inten- sala de espera. Al momento de iniciar un vaso grande y puse mi maleta bajo la
Quien no hace parte de la junta encar- tos, ahorré, pero igualmente el alquiler, el abordaje, hice de nuevo la fila, como mesa. Me quité el sombrero –no llevaba
gada de las grandes decisiones, es un la comida, las deudas y demás fueron un mortal común y corriente rumbo a abrigo porque estábamos en pleno vera-
marginal. esfumando mis sueños. O, mejor dicho, Europa. Sabía lo que iba a pasar al mo- no europeo–, y abrí mi computador. Te-
Al serlo, podía hacer más de lo que llevando esa necesidad a la categoría de mento de pasar el registro con el código nía el tiquete falso en mi bolso de mano.

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CREACIÓN

ne un tiempo… de dinamitar los puentes para


–Por supuesto –respondí. no tener posibilidad de retor-
El hombre tomó asiento y lue- no. Escuché.
go miré atentamente sus ojos.
Recordé de inmediato aquello

José Ignacio Escobar (Medellín, Colombia, 1979). Comu-


nicador social-periodista Universidad de Antioquia. Máster en
Edición Universidad Complutense de Madrid. Publicó en 2010
el libro Historia de un hombre que soñó. El mismo año obtuvo
el Premio Nacional de Cuento Jorge Gaitán Durán con el libro
Tiempo de zozobra. Finalista en 2017 del I Concurso de relatos
Yarning (Ministerio de Educación del Gobierno de España). Ha
publicado cuentos y ensayos en medios como el Literario Domi-
nical El Colombiano, revista Comunicación, Letralia y Libros
& Letras. Actualmente es colaborador del Boletín Cultural y
Bibliográfico del Banco de la República de Colombia.

Todo se desarrollaba como siempre, su mirada cierta condescendencia.


igual que los últimos años. No obstan- –Perdone, ¿usted va en este vuelo?
te, ya tenía canas en mi cabeza, en los –y me mostró un tiquete donde decía
vellos de mi nariz y un poco en las ce- claramente la ciudad a la que siempre
jas. Empecé a revisar unos planos y, de había soñado llegar. Me quedé helado.
repente, sentí que alguien me daba dos Sentí un frío bajar por la espalda hasta
golpecitos en el hombro. Era un hom- llegar a mis caderas. Segundos después,
bre gordo, más alto que yo, también con porque el sujeto no se movía esperando
un sombrero, pero el suyo era beige con la respuesta, salí de mi mutismo.
una cinta negra alrededor. Llevaba una –Sí, es el mismo, ¿por qué?
camisa verde y unos pantalones blan- –Verá, he tenido un problema… ¿cómo
cos. Una barba abundante le confería a puedo explicarle? Es difícil, pero si tie-

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CREACIÓN CREACIÓN

Quizás hablarle a mi prima, decirle que vo?” idéntico al que acababa de escu-
iba tarde para el sepelio de su madre, o, char. La sensación de déjà vu por poco
de plano, que no iba a llegar. me obliga a repetirme para dar pie a
Tras unos minutos más de recorrer una escena sin desembocadura.
esa inmensa calleja de tierra suelta, se —Una cerveza —respondí—. ¿Dónde es-
me reveló como un oasis: La Amorta- tamos?
jada. El cemento de la fachada estaba —Luvi… —comenzó a decir, pero su
pintado de azul y blanco, con un logoti- voz se fue apagando.
po de Corona a cada lado de la entrada Emprendió la retirada.
que me hacían nacer la esperanza. —Espérate. ¿Sabes cómo llego a Lo De
Tras cruzar el umbral, alguna mú- Marcos?
sica comenzó a atravesarme de un oído El hombre se encogió de hombros y
al otro, la música se hacía más clara desapareció tras la puerta que quizás
mientras mis ojos se acostumbraban llevaba a la cocina. Cuando regresó con
a la medianía de la luz. Di unos pasos mi Corona, me consagré a la bebida.
más, y la melodía seguía pastosa, au- Sentía, pesada, la mirada del viejo bo-
sente, como si viniera de una habitación rracho caer sobre mí. Sobre mi costado
contigua. cuando bebía, sobre mis espaldas cuan-
© Saul Landell Todos los comensales tenían cara de do me volteaba para anular su escru-
Fuente: Flickr
enterradores o enterrados. Avancé di- tinio.
rectamente a la barra, ignorando las Durante mi constante vagar de ojos
mesas de metal vacías. Quizás inten- por la cantina, creí vislumbrar a mi tía
tando hacer honor a una o mil pelícu- bebiendo con dos hombres en una de las
El bajío algún punto del bajío. Agarré un camino las, historias, en las cuales el personaje esquinas. “Es el calor”, pensé.
por Óscar Schinca con pinta de ser calle principal y seguí principal se sienta a beber en la barra, Estaba por acabar mi cerveza cuando
por ella, la Tornado levantando polvo, pronto a encontrar una plática o una el cantinero se acercó a mí. “Por fin”,
hasta dar con un policía capaz de dare- mujer que cambiaría su vida. La ba- pensé, “el celular encendió”.
En algún punto entre Jalisco y Naya- gresarme al buen camino. rra estaba por poco desierta y me senté —Si le compras un güisqui, te cuenta
rit, Siri se volvió loca. Como suele su- Las calles estaban vacías, ningún lejos del único hombre que bebía sobre una historia.
ceder con los locos, no te das cuenta de uniformado pisaba la tierra. Un par de ella; un viejo trajeado, visiblemente bo- Me quedé viéndolo hasta que pude dar
su estado hasta que es muy tarde, hasta horas antes había desactivado el aire rracho. sentido a las palabras pronunciadas.
que te jodieron la vida. acondicionado para ahorrar gasolina y Poco tardó el cantinero en acercarse. —¿Vale la pena?
Era imposible saber en dónde estaba. el calor ya hacía estragos en mi vigilia. —¿Qué te sirvo? Volvió a alzar los hombros, sin qui-
La mujer de Apple me había adentra- Sin encontrar a alguien de cuya sabi- —¿Tendrá un contacto por aquí? tarme la vista de encima. Tal vez por
do por pueblos, caminos de terracería, duría asirme, mi búsqueda cambió de Extendió la mano. sacudirme su mirada asentí y pedí una
libramientos y más localidades aus- objetivo. Anduve despacio por esa ca- —¿Disculpe? cerveza más. El hombre me entregó
teras. Lo último que dijo Siri antes de llejuela interminable, viviendas y esta- —Solo en la cocina —respondió el hom- otra corona, sirvió de una botella sin
que el celular se apagara fue que estaba blecimientos cerrados a ambos lados, bre con fastidio. etiqueta y llevó el vaso hasta donde es-
en Huston, Texas. Sin embargo, por el con la esperanza de encontrar alguna Lo dudé por unos segundos, pero re- taba el hombre. Algo le dijo en voz baja
tiempo de traslado y con echarle una fonda, café o lo que fuera dónde poder solví a entregarle mi aparato. y el viejo volteó a verme con un ojo ce-
miradita a la fisionomía del lugar, era cargar mi teléfono, a ver si con el re- —¿Me podría avisar cuando encienda? rrado.
reconocible su error; todavía estaba en boot Siri había vuelto a ser la de antes. Por respuesta recibí un “¿Qué te sir- Terminó el trago empezado y comen-

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zó el nuevo. —Pero aquí no es Coma…


Esperé. —¡Ya sé que aquí no es Comala, hom-
—Vente, pues —dijo el anciano. bre! —dijo el viejo, con el fastidio de
Me acerqué, cerveza en mano, hasta quien ha escuchado la misma respues-
donde anidaba el viejo. Intenté de nuevo ta un millar de veces—. Tengo más de
buscar a mi tía, pero no existía. Esta- cincuenta años platicando esta historia.
ba muerta y no tendría qué hacer allí. ¿Me vas a dejar contar o no?
Nos vimos, el anciano y yo. Me saludo Asentí.
con un movimiento de cabeza y alzó su —Vine a Comala porque me dijeron
vaso. Le correspondí. que acá vivía mi padre, un tal Pedro
Existió el silencio por un momento. Páramo…
—Vine a Comala porque…

Óscar Schinca (Ciudad de México, , México, 1992). Narrador mexiquense egre-


sado de la Escuela de SOGEM. Ha publicado en diversas revistas especializadas
como Marabunta, Jus, Penumbria, Operación Marte y A Buen Puerto. Es cofun- © Rad Pix
Fuente: Flickr
dador de la revista literaria Cantera Malaquita. Actualmente cursa el Máster de
Narrativa en la Escuela de Escritores de Madrid.

Aves negras madera mientras los ruidos de la fies-


por Juan Fernando Aguilar Cár- ta llegaban ahogados por el sopor febril
denas que le anidaba en la frente.
Sintió que la saliva derramada sobre
la barbilla empezaba a secarse. Giró el
Tras unos días lo que ocurrió no fue cuello y miró la luz entre el marco y la
una sorpresa para nadie. Rafael ya co- puerta. Vio una sombra. Arañó la silla.
nocía la soledad, el ir y venir, pálido Trató de gritar pero solo consiguió ge-
y amargo por los pasillos; esperando mir. «¿Quién?», pensó mientras sentía
siempre bajo el marco de la puerta a la madera vieja entre las uñas. Las ri-
que su sombra se le adelantase. Las sas de la sala avanzaron con la silueta.
manos temblorosas y marcadas de su- La puerta se abrió del todo y la luz te-
dor al dirigirse a sus padres. nue, enferma de la sala le hizo cerrar
Contaba con doce años la noche del los ojos.
veinticuatro de diciembre. Todavía te- –Debes venir– dijo la voz cansada de
nía rastros de la medicación de la ma- su madre.
ñana. Su madre se aseguraba de que los El rostro de la mujer no mostraba
días de fiesta la dosis rozara el exce- ningún atisbo de alegría, solo las mar-
so. Rafael cabeceaba sobre la silla de cas de un hastío ya inveterado, religio-

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CREACIÓN CREACIÓN

so. dedos le ardían, que la espalda empe- su propia sombra al entrar al cuarto de daño, el frío le hería los dientes. Pensó
–Debes venir –repitió– , les dije que zaba a doler. Sonrió, el sopor ya estaba sus padres. Se quedó mirando la cama, en la medicina. «No, no debo», se dijo.
estabas con fiebre, pero todos insisten lejos. Se puso de pie y se acercó a la las sábanas. Apretó los dientes, escupió Se irguió y caminó al ascensor. Lo lla-
en verte. ventana. Vio los autos del parqueadero y sonrió. Fue a la sala y pateó los ador- mó hasta lastimarse el dedo. Golpeó
La mujer se acercó con la mano ex- encender las luces, pensó que la noche nos navideños. Se sentó sobre el mue- las puertas metálicas. Vio de reojo la
tendida. El muchacho giró el cuello nublada era la más negra, que ninguna ble y miró las luces de la ciudad festiva entrada del apartamento, estaba abier-
hasta casi tocar el espaldar con la me- luz podría abrirse camino. a través del ventanal empañado. Tuvo ta. La boca le supo a sangre, a plumas,
jilla. La angustia oscilaba quitándole el Los vio marcharse. Había aprendido, frío, las manos volvían a sudar. Supo luego escuchó la campanada que anun-
aire, la sentía como un péndulo afilado o al menos todavía practicaba, el ejerci- que el horror regresaba. ciaba la llegada del elevador.
sobre el pecho. cio de no sentirse triste. «¡Chocolates!», Las amenazas de siempre regresaron Las puertas no se abrieron. Se que-
–Ven un momento. dijo en voz alta. «Me regalarán chocola- envueltas en el mismo placer inquieto. dó de pie, tiritando, gimiendo. Cerró los
Rafael negó. Se llevó las manos a la tes». Recordó la mañana del veinticinco Las cercó, entregándose a la rabia, a la ojos, se dejó caer y se abrazó a sus pier-
cara y arqueó la espalda hacia adelante. de diciembre del año pasado, los labios alegría de imaginar venganzas. Luego, nas. Escuchó el aleteo del ave posándo-
La respiración profunda, pavorosa, pro- manchados de sus padres, la etiqueta escuchó las voces de la medianoche. se en la espalda, sintió el pico hurgán-
vocaba un terror inundado de culpa a la de regalo que decía “Para Rafael” tira- ¿Te has portado bien? Espero que sí, dole los oídos, luego el tacto afilado de
madre, quien bajó la mano. da junto a los envoltorios de los dulces. busca el árbol, abre tus regalos ¡Es na- una uña, quizás una garra que lo tomó
–Pues, muy bien. Bajó la mirada y apoyó la mejilla con- vidad! del cabello y lo arrastró hasta las esca-
Buscó en el nochero. Sacó dos píldo- tra el alféizar. «¡Chocolates!», gritó. Era una voz paternal la que le ha- leras. Cuando abrió los ojos estaba en el
ras del frasco de medicina. Partió una Miró el reloj en la pared. Era simi- blaba al oído, sentía su aliento. Miró el noveno piso.
a la mitad y acercó un vaso desechable. lar al del hospital. Faltaba poco para árbol de navidad, ladeado contra la pa- Si te has portado bien, tu regalo te
–Ya sabes dónde está el agua –dijo las once. Chasqueó la lengua marcando red. Se acercó. Acarició las esferas na- espera abajo, pequeño.
alejándose–. Abriremos los regalos don- cada movimiento del segundero, que- videñas. Vio su reflejo en la superficie, Se irguió con las rodillas dobladas,
de la tía Sol. Diré que ardes en fiebre y riendo alejar el sabor de las píldoras que los ojos alargados hasta casi devorarle mareándose con las panderetas del vi-
que vas a dormir. Tómate la medicina a ya hacían parte de su saliva. Se puso de la cara. Sintió que llegaba la culpa, que llancico que parecía venir de todos lados.
las once en punto, solo hazlo… ahora no pie, llenó el vaso, tomó la medicina y el placer era otra forma de miedo, fue Escuchó pasos que bajaban las escale-
quiero pelear con locos. la apretó en su puño. Cerró los ojos, re- entonces cuando el ventanal estalló. ras. De reojo vio una sombra similar a
El niño se quedó mirándola, entrela- cordó las mañanas, las noches lejanas y Se cubrió la cara mientras caía sobre la suya, frágil, patética.
zando las manos. blancas. Los brazos de los enfermeros el árbol. Las alas de un ave pequeña se Rafael se arrojó contra las puertas.
–No tengas miedo. Duerme, ¿sí? doblándole las manos y los codos. Lue- batían sobre los cristales rotos, enreda- «910, 909, 907», murmuró.
Queremos salir. Solo tómate las pastas go, los brazos de su padre. Los dedos das entre un alambre de púas, llevaba Golpeó con los nudillos, con los hom-
y duérmete. secos, amargos, abriéndole la boca. Las una piedra amarrada al cuello. Como a bros, con la cabeza. Dio patadas, gri-
La mujer se pasó la mano por la maldiciones, el miedo. tantos pájaros, Rafael lo vio ahogarse tó, mordió la madera y la chapa de las
frente, suspiró y abrió el cajón inferior «¿Y si no?», murmuró. sin poder ni querer hacer nada. puertas más viejas.
del nochero. Rafael escuchó una alarma Sonrió. Creyó que por fin le había ga- Escuchó una voz maternal, dulce, te- «906… 905… 904…»
que fue apagada de un golpe. «Maldita nado una mano a la vida. Tiró el me- rrible. El miedo tomó la forma del mareo.
sea», escuchó murmurar a su madre. dicamento por la ventana, el agua, Comete la pajarita, cómetela, termi- Las puertas donde había suplicado pa-
La oyó resoplar. «En fin, a las once, allí también el frasco. «¿Y ahora?», se pre- na de ahorcarla. recían juntarse en una sola, infranquea-
tienes el reloj de pared». Le dio la es- guntó. Sintió que el temblor y el frío re- Gritó y se alejó gateando hacia la ble y envejecida. Se arrodilló y puso la
palda. Antes de cerrar la puerta, agre- gresaban. Sacudió la cabeza y silbó una puerta. La abrió y se arrastró hasta las frente sobre el suelo frío y sucio. Ima-
gó: melodía que acababa de inventarse. En- escaleras. Puso la cabeza en el primer ginó a los seres tras los umbrales del
–Feliz navidad, supongo. tonces recorrió la casa. escalón. Seguía escuchando el aleteo, noveno piso. Quizás estarían festejando,
Cerró la puerta. Rafael sintió que los Caminó tocando las paredes. Olvidó también voces. Mordió el borde del pel- ebrios, tal vez felices. Creyó que aunque

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CREACIÓN CREACIÓN

pájaro todavía aleteaba, libre de la pie- y los niños que cantan villancicos se han
dra y del alambre. suicidado tomando barbitúricos. ¡Qué
Se agachó y encontró la caja de cho- navidad! Niños… ¡Qué navidad!
colates “Para Rafael”, la abrió y encon- Tres de la mañana en punto. A que
tró plumas y cabezas de ave. La soltó no me encuentras.
y se echó a llorar. Sonaron villancicos Entró al cuarto de sus padres, volteó
entrecortados. «Basta», dijo tapándose la cama y corrió las tablas. Pateó el
los oídos. «Basta, estoy sano, ya no me nochero y buscó en los cajones.
los como». Diez, a que no me encuentras.
–¿Te gustó el regalo, cariño? Arrancó las puertas del clóset. Tiró
Rafael asintió. Se arrastró a los pies la ropa, las porcelanas, los relojes.
de la tía Sol y se abrazó a sus tobillos. Nueve.
–Ah, basta. Estás bañado en porque- Se golpeó las mejillas hasta sangrar.
ría, además de sudor. Oyó un portazo, seguido de un resoplido.
El niño tiritaba y babeaba, enterrán- –Maldito enfermo. ¿No puedes ca-
dole las uñas a la mujer. llarte? –la tía encendió un cigarrillo–.
–Hay alguien aquí, alguien canta aquí, Ven, vamos a quemarnos.
alguien mata pájaros aquí. Ocho, dos de la tarde en Berlín.
© Stefano&Sara La mujer se agachó y le acarició el –Ah, sí –continuó la mujer–, cier-
Fuente: Flickr
cabello. to que hoy te escapase. ¿Qué tal es el
–¿Hay alguien? –dijo sacudiéndolo–. mundo sin estar dormido?
Vamos a ver. Siete, una familia muerta en acci-
El niño se acercó al ventanal. No es- dente de tráfico.
le abrieran, lo recibirían con escupita- Se arrodilló. Había vomitado hasta taba roto. Descorrió los vidrios y asomó Rafael corrió a su habitación. Las vo-
jos. «Son pájaros», murmuró sintiendo cubrirse las rodillas. la cabeza. La ciudad parecía dormir, ces lo cercaron, acosándolo y asiéndolo
ardor en la boca del estómago, «por eso –Tu madre me dijo que estás muy ya no había luces. «Si caigo, sí, ¿si cai- por el cuello. Volvió a vomitar. Se acer-
me los como, por eso me encierran». enfermo. Así que vine a verte. Bajo el go?», murmuró. Sintió que halaban de có a la ventana. Llovía, el parqueadero
Nuestros mejores árboles navideños árbol están tus chocolates. Feliz navi- la nuca. Cayó sobre el ave. Escuchó los tenía dos autos parqueados. Los reco-
son de madera real. Allí donde anidan dad, cariño. huesos romperse bajo su espalda. noció.
los azulejos y colibríes. La tía Sol estaba pálida, con el cabe- –No, todavía no, cariño, todavía no – –Ya llegan. Ellos sabrán, ellos sabrán
Se cubrió los oídos con las manos llo enmarañado sobre las mejillas. dijo la tía Sol agitando el índice–. Mira, que hacer –murmuró.
mientras gemía. Se retorció arañándo- –Oh, ¿esto? –dijo acariciándose el todavía vive. –Ah, tu padre te va a masacrar
se el rostro y los brazos. Se arrancó la rostro–. He bebido mucho. Cuando te Miró el pájaro. Caminaba con las alas cuando te vea.
camisa y gritó hasta desmayarse. Dos haces vieja no perdonas una fiesta. extendidas, arrastrando el pico. Cuatro.
voces lo despertaron. Se echó a reír. El tufo olía a vómito y –Hay alguien aquí… –dijo Rafael. –Busca la medicina.
En esta navidad, no olvides condu- a cigarrillo. –Hay alguien aquí… –lo imitó la mu- El niño negó. Se puso en cuclillas y se
cir con cuidado. No vaya a ser que seas –Bien, ve por tus malditos chocola- jer, riendo. puso a sollozar.
un hijo de puta y estripes a un inocente tes. Ha sido una navidad terrible, niños –Que niño más afeminado. Lo haré
como si fuera una alimaña inmunda. Rafael se puso de pie. El frío se ha- y niñas. Ataques en todo el mundo. El yo.
Sonó un villancico que no pudo reco- bía ido, amenazando con volver desde niño Jesús fue hallado descuartizado en La tía se acercó al nochero. Abrió el
nocer. la espalda. Encontró el árbol de pie, con una casa de citas. Los renos del polo cajón inferior.
–Rafael. las esferas y guirnaldas en su lugar. El norte fueron fusilados por los duendes, –Mira, se parecen a ti.

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CREACIÓN CREACIÓN

Rafael gateó hasta ver el interior. tranquilo, agradeciendo el silencio, la


Negó con la cabeza. El frasco seguía destrucción.
allí, las píldoras desperdigadas pare- Uno, uno, uno. Los niños buenos se
cían tener su rostro grabado. acuestan temprano, para que el niño
–¿Un radio reloj? Dios los encuentre en pijama.
El niño se acercó. Tomó el radio y lo
dejó caer. El estallido detuvo a la familia de
Tres muertos en un bar. La policía Rafael. Gritaron bajo el incipiente agua-
aduce motivos sentimentales. cero sin que el golpe furioso de las go-
Se puso de pie y lo pisoteó. La mujer tas contra el concreto pudiera ahogar lo
le aplaudía mientras los restos del apa- atroz. El niño yacía destrozado sobre el
rato salían disparados. pavimento con los ojos todavía abiertos.
–Muy bien, muy bien. Mira, mira lo La tía Sol se bajó del auto con la caja de
que has hecho. chocolates en la mano. Al ver el cuerpo
El niño, agitado, recostado sobre el la dejó caer. La lluvia borró la tarjeta
borde de la cama, vio las plumas san- de regalo hasta deformarla en una ne-
guinolentas bajo los resortes y botones grura horrorosa.
de plástico. Se sentó, se pasó las manos
por el cabello y respiró. Quizá se sintió © Gina Vasquez
Fuente: Flickr

Juan Fernando Aguilar Cárdenas (Cali, Colombia). Escritor de 25. Mi La madrastra años, indefensa, metida en un sueño
familia ha sido lectora asidua de los clásicos, por lo que siempre he tenido una por Fernanda Rodríguez que, de alguna manera, compartía solo
biblioteca a mi alcance que hoy por hoy he ido enalteciendo con mis propios apor- con ella. Estábamos las dos, yo que-
tes. Decidí volverme escritor cuando cumplí 18, mientras estudiaba psicoanálisis, riendo despertar y salir de ahí y aquella
cuando supe que pocas cosas me hacían tan feliz como escribir historias. En aras 1 mujer de semblante triste atesorando
de mejorar, colaboro con talleres literarios y he publicado relatos en periódicos de Cuando yo era tan solo una niña, qui- tenerme. Las imágenes del sueño no
mi país. Mi gran ambición es poder vivir de lo que amo, y que todos los días de mi zá de siete años, tenía un sueño recu- son claras. El entorno era oscuro y gris.
vida sean literarios. rrente con la misma persona. Era una Yo caminaba entre árboles plomizos
mujer joven, alta, delgada, con un ves- buscando el regreso a casa, pero todo
tido largo y negro de cuello tortuga y era sombrío y me era difícil reconocer
llevaba una corona hecha de tallos en la el camino. Mis pisadas cautelosas sor-
cabeza. Me buscaba, me llamaba con la teaban piedras, charcos, hierbas, tallos
mirada y me perseguía, tenaz, durante con espinas y algunas flores caídas, pi-
todo el sueño. A veces tenía la sensación soteadas y rotas. El miedo siempre pre-
de que solo quería jugar, pero su obs- sente. Al principio del sueño estaba yo
tinación por querer estar conmigo me sola, pequeña, indefensa en medio de la
asustaba y yo despertaba con el des- maleza con la certeza de que pronto la
espero de haber escapado de un "casi" vería llegar y por eso caminaba descon-
secuestro. Yo, una niñita de solo siete fiada. De repente aparecía ella, de en-

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CREACIÓN CREACIÓN

tre los árboles, de la nada. Me miraba atrapar mientras duermes", ellos reían ba de nuevo. No pude escribir y el café medicinas que hasta el momento solo
y me sonreía y sin hablar, solo con el pero en mí provocaban lágrimas de un no me lo terminé. El ambiente lo sentí me han cambiado el humor porque todo
movimiento de su mano, me llamaba. pavor que no me dejaba vivir. La coin- pesado. Irrespirable. No sé si por mucho lo demás sigue igual. Son los papeles de
Yo pretendía no verla y seguía por mi cidencia de que esas pesadillas termi- aire o poco pulmón. Caminé en círculos mi sexto y último tratamiento de fer-
camino sintiendo su presencia pesada naran se presentó cuando papá organizó intentando resolver el enigma incon- tilidad. Nada funcionó. Me di cuenta
persiguiéndome. Al principio mis pasos su nueva vida de soltero y nos otorgó el cluso de la pesadilla de la madrastra y que es imposible retroceder en el tiem-
eran lentos pero apresuraba mi andar domingo como día de los hijos sin que cuestionándome por qué me es tan difí- po y quizá la única pesadilla que nunca
por el miedo, y terminaba dando zanca- conociéramos, o al menos no al princi- cil escribir sobre aquello inclusive aho- escribí se estaba cumpliendo y se pre-
das para escapar. Ella en cambio seguía pio, a la nueva o, como decía mamá, “la ra que ha pasado tanto tiempo. Enton- sentaba malvada ante mí. La mujer de
detrás de mí sin hacer ningún esfuerzo otra”. Esa casualidad me llevó, con re- ces, mi escritorio desordenado y lleno aquel sueño he debido ser yo, obstinada
al caminar. Al cabo de un tiempo me celo, a convertirme en el augur de mis de documentos, me respondió la incóg- en querer un niño.
daba cuenta que estaba dentro del mis- propios sueños y por eso durante mucho nita abriendo mi pecho, como en carne Con este final el destino egoísta me
mo sueño, otra vez, entonces paraba mi tiempo me provoqué olvidarlos, pero fue viva, con una revelación que dolió re- ubica en una pesadilla que nunca imagi-
tenaz huida y gritaba intentando salir muy difícil disimular no haberlos visto conocer. Saltaron incandescentes varios né vivir, arrebatándome el único sueño
de aquella pesadilla, pero el grito era cuando la realidad me los presentaba papeles que me lastiman. Hay recibos que siempre soñé con los ojos abiertos:
mudo. Tanto intentar al fin despertaba en mis narices provocándome en el pe- pagados y otros todavía por pagar, hay ser mamá.
ahogada en mi propio lamento y encon- cho el vacío inconfundible de la premo- diagnósticos médicos, prescripciones de
traba a mamá junto a mí consolándome nición. Entonces, con la certeza de que
y con esos ojos amarillos, preocupada, el miedo y el valor van siempre de la
me preguntaba en voz baja: mano, desde la adolescencia me dediqué
-¿Otra vez soñaste con esa mujer a escribir aquellos sueños que tendían
que te quiere atrapar? a repetirse. Los escribo con la misma Fernanda Rodríguez (Ecuador, 1979). Desde el 2005 reside en Toronto, Ca-
Mamá, al notar la frecuencia con la intensidad con la que los sueño. Les doy nadá. Es Licenciada en Comunicación Social. Ha participado en varios talleres de
que se presentaban las pesadillas, se un inicio y les doy un final y les adorno escritura creativa. En el 2009 obtuvo la Certificación Traducción Inglés–Español de
atrevió a resolver el enigma culpando intentando que se cumplan solo sobre el la Universidad de Toronto. Sobre todo lectora obstinada, aficionada a la escritura
a papá y al abandono tajante en el que papel y me ha ido bastante bien. En la y amante del idioma castellano. Actualmente cursa el taller Creative Writing in
nos dejó. realidad ya no se cumplen. Esto lo sé Spanish de la Universidad de Toronto.
-¡Tu padre ya debe tener otra y se- ahora, a mis casi cuarenta años.
guro pronto conocerás a tu madrastra, La pesadilla de la madrastra nunca
por eso las pesadillas con esa mujer! la escribí. Se quedó en el limbo, sin con-
-decía con incesante desprecio. clusión.
Yo, en cambio, le atribuí la culpa de
los sueños repetidos al triste temor por 2
perder a mamá. De todas maneras des- Hoy, todavía con las pijamas calien-
de entonces aquellas pesadillas tuvieron tes de una noche larga me preparé un
un título: La pesadilla de la madras- café sin azúcar y me dispuse a escribir,
tra. Esos sueños repetitivos con la mis- pues la mujer de las pesadillas de mi
ma mujer duraron lo suficiente para infancia otra vez se coló en mi men-
crear preocupación en mamá y también te después de tantos años. No me dejó
la burla en mis hermanos que duran- dormir y yo quería torear esa certeza
te el día me gritaban con voz tenebrosa terrible del presagio, ahuyentar el pre-
"la madrastra que roba niños te va a sentimiento feroz de que ella me busca-

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CREACIÓN

El maestro liador
por Christian Ekvall (traducción de Oskar Sévérac)

Era solamente bueno para hacer dos cosas, decía. Liar po-
rros y jugar al pinball. Cuando liaba, incluso los fumadores con
más experiencia se sentaban con la boca abierta, haciendo un
círculo alrededor de él. Ellos habían liado durante veinte años
y nunca habían logrado una cosa parecida. No comprendían
cómo era posible. Los porros de este hombre eran demasiado
bellos par ser fumados. La gente se atrevía apenas a tenerlos
en la mano. Tan bien formados, tan bien sellados. Pensaban
que deberían más bien ser expuestos en una galería o algo por
el estilo.
La técnica de los dedos era en sí algo inaudito. Te pregunta-
bas si él habría sido marionetista en otra vida. Si alguien fu-
maba chocolate en una película, a él lo contrataban como doble
para las manos. Es decir, que él debía liar pero se filmaban
solamente sus manos. A continuación se subía a la escena para
hacer creer que se trataba de las manos del actor. Pero todos
los que lo conocían habrían reconocido esas manos, incluso en
la película independiente más granulada. Esas manos, las ha-
bíais observado atentamente tantas veces.
Si era el cumpleaños de alguien o si alguien obtuvo un nue-
vo puesto de trabajo, él sacaba sus hojas de lujo. Eran hojas
largas, sólidas, color castaña, aquellas que se utilizan para los
puros, pero que tenían un delicioso perfume a chocolate. Si se
sentía ese olor al entrar en el apartamento, se sabía que él es-
taba de buen humor. Lo mismo si se veía un paquete de zumo
de mango alemán sobre la mesa.
Tenía una actitud extraña frente al dinero. Podía tener cua-
tro meses de retraso de alquiler, recibir un cheque de cuatro-
cientas coronas de la Oficina de los compositores suecos, e ir
directamente a comprarse una escopeta de aire comprimido
que había visto en una vitrina. Podía guardar sus últimas dos-
cientas coronas esperando febrilmente la más fina cosecha de
té que venía de la China. Cuando él decía té, la gente primero
pensaba que hablaba de hierba. Pero realmente hablaba de té.
Cuando llegaba a una fiesta, siempre era muy tarde. La ma-
yoría de los invitados ya se habían ido. Él tenía la costumbre
de traer una compilación de música en la que había traba-

© Horriblehuman666 visorliteraria.com | 54
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CREACIÓN CREACIÓN

jado toda la tarde y que contenía todo, boca de un asistente social que erais mientras él estaba todavía en la ciudad, lo quería. En realidad, no había nadie
desde bandas de chicas desconocidas, a “cómplices”. Cuando más tarde esta- a las cinco de la mañana. En esos mo- que no lo quisiera.
Howlin' Wolf y Hawkwind. Cuando ha- ba sobrio, intentabais reflexionar sobre mentos, podía escribir cosas largas e in- Tenía dos talentos, decía. Liaba los
blaba de algo que le gustaba, lo hacía eso, tomando una Coca-Cola igual que él coherentes y, de repente, ya no parecía porros más bellos de Malmö. Pero si
rápidamente, sus ojos brillando inten- para no parecer insensibles. Él pensaba preocuparse por las faltas de ortografía era bueno o no en el pinball, eso nadie
samente y era imposible detenerlo. Una que eso era ridículo de vuestra parte. o por su gramática. Pero a todo el mun- lo sabía.
vez, lo viste hablar de este modo du- Se decía que trabajaba como asistente do le daba igual su ortografía. La gente
rante mucho tiempo sin darse cuenta de ancianos. Que era muy querido por
de que la persona a quien le hablaba se los viejos. Que había una viuda en al-
había quedado dormida. guna parte cuyo marido había sido un
Antes, decía, tenía la costumbre de coleccionista de jazz, y que ellos solían
pelearse a puñetazos. Ahora se había escuchar sus discos cuando él venía a Christian Ekvall (Suecia, 1978). Es un traductor, escritor y músico sueco que
calmado. Sobre su frigorífico, había un ayudarla con sus medicamentos y las ha crecido en una pequeña isla del mar Báltico. En el año 1999, fundó el grupo de
artículo de un periódico de Glasgow so- gotas oftálmicas para la catarata. Según música psicodélica Octopus Ride, todavía activo. Seis años más tarde, concluyó sus
bre “dos ladrones de terreno de golf” que el rumor, se quedaba allí cada vez hasta estudios de maestría en Escritura Creativa en la Universidad de Lund, y comenzó
habían robado un coche de golf dañando más tarde. Ellos escuchaban a Coltrane a trabajar como traductor de ficción. Tradujo, entre otros, El gran Gatsby, de F.
el terreno con las ruedas, para final- y él tenía cada vez menos tiempo para Scott Fitzgerald, obras de Djuna Barnes, Woody Allen, Lewis Carroll y la mayor
mente lanzar el coche por un precipicio. los otros ancianos. Al final, se decía que parte de las novelas de Ernest Hemingway. Trabajos de su autoría fueron publica-
Nadie tuvo la necesidad de preguntarle él ya no se molestaba de verla más que dos en las prestigiosas revistas suecas Subaltern y Staden.
por qué había recortado ese artículo. ella, y que siguió yendo mucho después
Pero todavía se excedía de vez en de haber sido despedido.
cuando. Podía acusar violentamente a Lo que se decía de que solo tenía dos
un desconocido de mirar pornografía o, talentos no era del todo cierto. Según
lo peor, según él, de depositar dinero en algunas fuentes, habría sido bastan-
fondos. Podía lanzar los discos “detes- te buen cocinero. Según otros él habría
tables” por la ventana, y no siempre tocado en varios grupos de rock cuyos
eran los discos de otros. Podía “tomar nombres conocías y que eran famosos
prestada” una palmera de dos metros internacionalmente, cuando aún era jo-
después de una fiesta, solo para ver si ven y vivía en Norrland. Todo el mun-
el anfitrión se atrevería a acusarlo de do estaba impresionado por su cocina.
ladrón cuando viera, más tarde, la mis- Algunos decían que era buen nadador.
ma palmera en su casa. También podía Quizás, como por casualidad, él perte-
ponerse a llorar. En medio de una fies- necía a la categoría de la gente que no
ta. sabe realizar sus talentos.
A veces pasaban cosas extrañas, por Tenía grandes complejos debido a su
ejemplo, que viniera a una fiesta con la ortografía. Por esa razón, todavía lla-
chaqueta cubierta de excrementos, y maba por teléfono a pesar del hecho de
seriamente enfadado con algún inciden- que todos los demás habían pasado a los
te que él nunca lograba contar de ma- mensajes de texto. Las únicas veces que
nera satisfactoria. escribía mensajes de texto, era cuan-
Vosotros, a quienes os gustaba fies- do alguien no respondía al móvil, ge-
tear con él, todos habéis escuchado de neralmente porque la persona dormía

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COLABORACIONES

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