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Juan Jesús Oviedo

NO TODO LO QUE RELUCE ES ORO...

(Primera parte)

Reflexiones sobre el pasado, el presente y el futuro


de algunos balnearios de la costa atlántica argentina
Agradecimientos

Quisiera comenzar estos agradecimientos a las personas que en el año 2004, cuando
comencé los borradores de este libro, eran alumnos que cursaban el tercer año de la
licenciatura en Turismo en la Universidad Atlántida Argentina.
Ellos son las señoritas Noelia y Natalia Rosa, Agustina Paredi y el señor Pablo
Rodríguez, que me sugirieron autores y también me cedieron material de su pertenencia.
Gracias a la señora Nilda Arenas, que se desempeña en la Biblioteca de la citada
universidad.
A la señora Ivonne M. Aizpurua, a quien, sin conocimiento previo alguno, acudí vía
correo electrónico para pedirle información de un material y tuvo la gentileza de
proporcionármelo, por lo cual le quedo doblemente agradecido.
Al licenciado Manuel Valdivieso, director de Cultura de la Municipalidad de Pinamar,
por cederme material correspondiente a Pinamar.
A la licenciada Nilda Fernández, de la Biblioteca Forestal de la Secretaría de
Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentos, por enviarme material imprescindible
acerca de los viveros.
Al ingeniero agrónomo Adalberto “Adi” Morelli, por su comentario respecto al
sobrante fiscal de Villa Gesell, datos que me fueron muy útiles.
Vaya mi agradecimiento especial a aquellos alumnos que desinteresadamente realizaron
las encuestas entre los jóvenes de tres partidos diferentes. Ellos son los alumnos de la
Escuela Media Nro. 1 de Villa Gesell, curso 2do. 2da., turno noche, de la materia
Metodología de la Investigación Científica, del presente año lectivo.
Al Instituto Terciario de Pinamar y a los alumnos de primer año de la carrera
Comunicación Social, de la materia Bases Filosóficas del Pensamiento Actual, y a los
alumnos de tercer año de la carrera Hotelería, de la materia Ética y Deontología
Profesional, del presente año lectivo.
A la Universidad Atlántida Argentina y a los alumnos de primer año de la licenciatura
en Turismo, de la materia Introducción al Turismo, del presente año lectivo.
A la señorita Luciana Laurenti, alumna del primer año de la carrera de Turismo, en la
sede Mar del Plata de la Universidad Atlántida Argentina, del presente año, por
conseguirme material y datos correspondientes al partido de Mar Chiquita.
Al arquitecto Carlos De Felice, por sus conceptos referidos a la ciudad.
A la señora Stela Botti, por aceptar escribir el prólogo de la presente obra.

Juan Jesús Oviedo


Villa Gesell, noviembre de 2005
Introducción

Este trabajo tiene un carácter exploratorio y por supuesto inevitablemente polémico,


puesto que nuestra intención es bucear en el origen de los pueblos de la costa bonaerense
y descubrir si existieron ciertos componentes en común, presentes en sus fundaciones,
así como también, ya ubicados en el presente, detectar elementos igualmente comunes
que puedan existir en estas sociedades costeras.
Es exploratorio porque intentaremos desarrollar tanto el origen como el crecimiento de
estos pueblos, correspondientes a cuatro partidos de la costa atlántica, señalando aspectos
que a nuestro juicio van reproduciéndose innegablemente. Por otra parte, estos lugares,
cuya práctica económica fundamental es el turismo, muestran como estrategia publicitaria
en los planes de marketing, solo una cara de su realidad, sin exhibir otra no tan conocida:
la social, que por lo general no se muestra tan pujante ni brillante. Esa cara, entre otros
aspectos, habrá de suscitar lo polémico.

En la República Argentina existen una serie de alternativas turísticas muy variadas, las
ofertas incluyen destinos de todo tipo, tales como, por ejemplo, los centros serranos y
cordilleranos del país, los lagos del sur y la costa atlántica, con su mayor producto
turístico: sol y playa.
A lo largo del mencionado litoral, desde la Bahía de Samborombón hasta casi llegar a
Bahía Blanca existen gran número de pueblos enmarcados por dunas y por acantilados,
que se constituyeron debido a la “explosión” de asentamientos ocurridos a fines del siglo
diecinueve y principios del veinte. Desde aquellos hechos fundacionales, estos
“balnearios” evolucionaron hasta convertirse en pueblos.
Con el paso de las décadas, tales asentamientos se convirtieron en destinatarios por
excelencia de millones de personas que acuden en masa a ellos en busca de descanso,
solaz, diversión, recreación etcétera. De tal modo, estos pueblos inauguraron, sobre la
costa atlántica, el proceso económico de la llamada “industria sin chimeneas”: el turismo.
San Clemente, Pinamar, Villa Gesell, Mar Chiquita, Mar del Plata, Miramar, Necochea,
Claromecó, para citar solo algunos de estos enclaves, habrán de constituirse en los
exponentes paradigmáticos de pueblos devenidos en ciudades, provistos de toda una gama
de servicios para ofrecer al visitante.
La literatura acerca del origen de estos pueblos no escatima esfuerzos para dejar en claro
la condición visionaria de aquellos fundadores o empresas privadas que realizaron los
primeros loteos, así como también para destacar las figuras de los pioneros. La obra de
ellos es entendida, siempre, como un acto de la voluntad humana que hizo posible la
creación de estos lugares y su urbanización.
Hoy día, las citadas ciudades muestran su esplendor y su fulgor en los meses de
diciembre, enero y febrero: luces, calles peatonales; hoteles de cinco estrellas, en algunos
casos, casinos, balnearios en sus playas, cines, teatros, restaurantes por doquier,
comercios de toda variedad, turistas; la gente, el colorido, el consumo etcétera. Los
servicios, tanto como la mano de obra que los ejerce, se encuentran “a pleno”.
Desde una mirada descriptiva podemos decir que tanto el tiempo como el espacio, así
como también los habitantes mismos de estas ciudades, se transforman durante os meses
del verano. Los residentes, y particularmente los comerciantes, se deben a sus labores.
Así, podemos señalar que el ritmo de temporada se instala y, lentamente, van apareciendo
aspectos tales como el cansancio, el agotamiento por la acumulación de tiempo de trabajo,
más la irrupción del vértigo y la llegada de tanto forastero que habrán de imponer cierta
impersonalidad al lugar. Todo ello genera una modificación de la realidad y también de la
percepción de esa realidad local.
Por lo que la temporada implica, entre otras muchas cosas, también un hecho de
transformación.

Y de pronto, todo vuelve a cambiar una vez más. Se va la gente, el ritmo va deteniéndose,
se termina el trabajo, nuevamente el tiempo y el espacio vuelven a su condición anterior.
Y otra ciudad aparece, pero para otro tipo de gente, para el residente y también para
aquellos que, seducidos por las luces de la propaganda, de la temporada, deciden quedarse
a vivir en el lugar.
Nuevamente emerge ese ritmo con un gusto más local, que incluye la vuelta a las
escuelas, la búsqueda de trabajo, la posibilidad de las changas (que casi se reducen a la
construcción); locales cerrados, edificios vacíos; los jóvenes egresados de la escuela
media explorando una comprometida inserción laboral; cartoneros, planes “Trabajar”,
barrios que no tienen la opulencia de los barrios residenciales, etcétera, todo lo cual
expresa la existencia de otra singularidad.
Y esta es la emergencia de la otra ciudad: la tapada por la presencia del balneario. Un
balneario centrado en los servicios, que hoy representa una oportunidad económica y
material solamente para pocos, y una ciudad que muestra a su gente, a su sociedad en
relación asimétrica con el balneario.
Señalado esto, digamos que coexisten dos grandes entidades: balneario y ciudad; aquél
totalmente desarrollado y ésta fuertemente institucionalizada, con un centro de poder
estatal, el municipio, que debe responder a esas dos realidades, las cuales sintetizamos de
la siguiente manera: los pocos que tienen mucho y los muchos que, por muchas razones,
fueron llegando y que tienen muy poco.
Es decir, la otra cara del fulgor.
Y ese es el motivo del presente trabajo: mostrar un aspecto distinto, un semblante
diferente de estas localidades; algo que en el pasado no existía y que hoy plantea el
siguiente interrogante: ¿Cuál será el escenario futuro de estos lugares? Un futuro
acechado por un aumento de población, que puede implicar un exceso demográfico;
acechado por la condición recesiva que significa para las ciudades el haber crecido bajo
una concepción económica de “balnearios”, cuyo efecto directo es la dependencia de la
estacionalidad.

Así, entonces, tal como hemos enunciado, iniciaremos nuestro derrotero comenzará con
una reconstrucción histórica del proceso poblacional de los partidos de General
Madariaga y General Lavalle, a partir de los cuales surgió la configuración actual de los
partidos de la Costa, Pinamar y Villa Gesell. También nos referiremos a Mar Chiquita,
aunque puntualmente este partido es de creación anterior a los tres que hemos
mencionado y que más nos ocuparán.
Después, habremos de acudir al concepto de imaginario, que aplicaremos a estos
asentamientos como modelo explicativo del surgimiento de los mismos.
Puntos clave para considerar serán los conceptos de paisaje, caminos y parques, como
expresión de la intervención estatal en estas regiones.
Posteriormente, centraremos el análisis en dos ciudades paradigmáticas, Pinamar y Villa
Gesell, y en sus respectivos fundadores.

En la segunda parte de esta obra, que será editada próximamente, mostraremos también,
en toda su dimensión, una realidad no tan socializada ni tan promocionada que hemos
denominado la otra cara del fulgor.
Esto no es más que una exploración que parte desde la realidad de ambas ciudades y
plantea ciertos interrogantes sobre el desarrollo personal de sus habitantes; incluye
también el tematizar ciertas variables presentes en estos lugares, tales como el ejercicio de
la cultura, la posibilidad del empleo, la presencia del otro, la situación de ser joven y la
condición de algunos de ellos como disidentes del paradigma “anfitrionista”.
Y, para finalizar, hablaremos del advenimiento de una pobreza que excede lo meramente
material.

No todo lo que reluce es oro... es solo un intento de analizar, desde una mirada diferente
de la del balneario, lo que emerge desdoblado de él: la ciudad, aplicando nociones propias
de las disciplinas sociales, para mostrar una realidad que comparten estas localidades.
Desde esta mirada diferente se desprende la hipótesis de la dudosa condición de estos
lugares, hoy día, como polos de progreso para esos miles y miles de personas que viven
en ellos y de ellos.
Capítulo I

1.1 La creación de los balnearios en la Costa Atlántica

Las localidades del corredor atlántico que se inicia en San Clemente del Tuyú, al sur de
la Bahía de Samborombón, y finaliza en Santa Clara del Mar, último pueblo antes de
llegar a Mar del Plata, son productos emergentes de un proceso de asentamientos
iniciado en el siglo diecinueve en la ciudad de Mar del Plata, y desde ella hacia el sur,
con las actuales localidades de Necochea, Miramar, Tres Arroyos, Monte Hermoso,
etcétera, para citar solo algunas.
Los nuevos enclaves al norte de Mar del Plata habrán de surgir recién iniciado el siglo
veinte, y ello implicará una transformación de la faz territorial, económica y social de
estas zonas.
Cuando decimos que emergerá nos referimos a la aparición de un fenómeno un tanto
desconocido en la zona: la valorización de suelos improductivos, desde la óptica del
ámbito rural, puesto que estas “tierras” eran en realidad cúmulos de cúmulos de arena,
extensiones de dunas vivas, improductivas desde el punto de vista agrocerealero, pero
con la posibilidad de ser loteadas. Será este el factor cardinal del valor conferido a estas
zonas aledañas a la costa.
Otro factor clave fue una novedosa acción para la entonces inhóspita zona de la costa: la
forestación. Por lo que la franja de arenas costeras fue adquiriendo valoración
económica bajo la doble acción estratégica que significaron tanto el loteo como la
forestación.
Después de sus correspondientes fundaciones, la mayoría de esos pueblos se
beneficiaron por la práctica del turismo. Esta actividad se convirtió en el motor de las
reales posibilidades de desarrollo. La potencialidad del turismo impulsó una serie de
acciones y actividades: crecimiento edilicio, llegada de servicios urbanos, de servicios
comerciales.

Estos “nuevos” asentamientos al norte de Mar del Plata se inician, como hemos dicho, a
comienzos del siglo veinte, con el proyecto pionero de Ostende, a partir de 1908. Sin
embargo, cabe señalar que lo que es hoy el partido de Mar Chiquita fue fundado en el
siglo anterior, en 1839, por medio de un decreto, pero desde una región eminentemente
rural.

Es escasa la bibliografía que contenga fechas, nombres de pioneros, fundadores o


empresas de bienes raíces, con relación a los cuatro partidos que hemos mencionado.
Intentaremos hacer un paneo general a partir de datos históricos dispersos, para tener
una visión global de aquellos sucesos.

1.2 Lo que nos dice la Historia

Cada vez que se ejerce una mirada retrospectiva sobre el inicio de aquellos
asentamientos siempre son rescatados, en sus aspectos fundacionales, el esfuerzo, tesón,
garra, coraje, visión y toda una serie de características anímicas propias tanto de los
fundadores como de los pioneros.
En esto, las localidades que nos ocupan tienen un patrimonio común. Muy diversas
serán, en cambio, otras circunstancias, tales como las fechas de fundación, los recursos
materiales con que se creaban, los proyectos en sí mismos, etcétera. A continuación,
señalaremos sintéticamente estos datos.

Comenzaremos por el partido de La Costa como inauguración de nuestro derrotero.


Las dos localidades cabecera que dieron origen a este partido fueron San Clemente del
Tuyú y Mar de Ajó. Con el correr de los años surgirían las restantes localidades, es
decir San Bernardo del Tuyú, Santa Teresita, Mar del Tuyú, Las Toninas, Costa Chica,
La Lucila del Mar, Costa Azul, Costa del Este, Aguas Verdes, Nueva Atlantis, Pinar del
Sol y Costa Esmeralda.
Rastreando el origen de nombres, pueblos, propiedades y propietarios, subdivisiones,
así como apropiaciones en el sur de la Provincia de Buenos Aires en el siglo diecinueve,
acudimos a la interesante obra publicada por ACUNHO1, donde leemos: “Rosas en el
año 1839 divide al partido de Monsalvo en cuatro partidos: El Tuyú, actual Gral.
Madariaga; Mar Chiquita; Rincón de Ajó, hoy Gral. Lavalle, y Vecino, hoy Guido. Con
la caída de Rosas, las estancias que poseía en la zona fueron confiscadas y adjudicadas
a nuevos propietarios y en Catastro de General Lavalle aparecen Ezequiel Real de
Azúa, los Cobo, Tomás y Alejandro Gibson, sobre la bahía de San Borombón; Tuyú, de
Alejandro y Federico Leloir, Juan y Rafael Cobo, Dolores C. de Cobo, todos sobre el
Atlántico; al sur de la localidad de Lavalle, Roberto Taylor, Gibson y Lino Jurado”.
Por entonces, las familias del Rincón de Ajó (Lavalle) se dirigían a las playas del
Atlántico “siguiendo la costa al sur del cabo San Antonio en los fondos de la estancia
El centinela, de Rafael Cobo, es donde verdaderamente comienza la historia de Mar de
Ajó” 2.

El proyecto urbano de Mar de Ajó se centra en la figura del señor Furio Plácido
Spríngolo de nacionalidad italiana, que llega a la zona en enero de 1933, por su amistad
con el encargado del faro de Punta Médanos, el señor Freyre.
Spríngolo se puso en contacto con los dueños de estas playas, Rafael Cobo e Isaías
Ramos Mejía, y proyectó un balneario cuyo nombre sería Cobópolis o Ciudad Balnearia
de Cobo, para lo cual formó con otras personas la Sociedad de Tierras y Balnearios.
Esta organización fue pionera en la zona, y en 1935 solicitó oficialmente el nombre de
Mar de Ajó para el loteo que iba a realizarse en el paraje La Margarita 3.
Así, según la citada obra de ACUNHO,“don Spríngolo estuvo trabajando para la
Sociedad de Tierras y Balnearios hasta el mes de diciembre de 1936; su actividad y los
hechos le acuerdan el carácter de fundador o por lo menos organizador y ‘alma mater’
del balneario, era múltiple en su trabajo, habilidoso, capaz de resolver caso todos los
problemas y carencias que se presentaban” 4.

Continuemos con San Clemente del Tuyú. Según la Historia de las localidades de la
Costa, publicada por la Municipalidad de esa región, esta localidad es considerada el

1
Asociación Cooperadora de la Unidad Hospitalaria de la Costa (ACUNHO), Mar de Ajó, investigación
de sus orígenes, Tomo I, Mar de Ajó, edición de autor, 1985.
2
Ibidem.
3
“La Margarita” fue el nombre que algunos pobladores dieron a la goleta inglesa Rossesweld, que
naufragó frente a estas costas en 1784.
4
ACUNHO, op.cit.
primer loteo que corresponde al partido de General Lavalle. “Corría el año 1935
cuando arribó al balneario el Ing. R.. Fernández acompañado por Don Juan Marchese
dispuestos a marcar los lotes y amojonar de acuerdo al plano de subdivisión aprobado
por Geodesia de la Pcia. De Bs.As., tierras que pertenecían a la estancia de Federico
Leloir, quien donó parte de ellas al primer campamento turístico organizado por el
Touring Club Argentino, superficie que cubría desde la actual Av. I hasta la Av. II
frente al mar, llegando hasta la actual Av.
III ”. 5
La presencia de pioneros, tales como los señores Pereira, Gasparotto, Navarro, que
fueron llegando a este nuevo pueblo, cada uno con una ilusión distinta, fueron dando el
perfil a la creación del pujante balneario San Clemente del Tuyú, cuya fecha de
fundación fue, según quedó establecido, el día 23 de noviembre de 1935.
Para tener una noción del proceso que implicó la creación de las restantes localidades
balnearias del partido de La Costa, mencionaremos las fechas de sus respectivas
fundaciones, así como los nombres de los impulsadores iniciales. Así tenemos:

Las Toninas, que data de 1960. Se reconoce al señor Alois Stoklasek como el precursor
de ese balneario.
En cuanto a Santa Teresita, sabemos que en 1945 el señor Lázaro Freidemberg firma el
boleto de compra de 500 hectáreas, y en 1946 comienza la historia de dicha localidad,
cuando se inicia el amojonamiento.
Mar del Tuyú toma como fecha de origen el 24 de octubre de 1945, cuando el señor
Arturo Enrique D’Elías adquiere diez de las once parcelas que la familia Duhau había
fraccionado en 1942.

El balneario de Costa del Este fue fundado en 1966, cuando todavía era un lugar de
apariencia desértica. Los pioneros fueron Fidel Sabalo y Emilio Doura, quienes
compraron arenas y se lanzaron a la aventura de formar un balneario junto con
Mercelino Grizzuti. La fijación de dunas y los caminos se hicieron sin cambiar la suave
ondulación del suelo. Para ello se plantaron tamariscos y acacias, resultando de ello
dunas densamente vegetadas. Más tarde se agregaron pinos de varias especies,
eucaliptus, álamos y sauces. Hoy toda la superficie urbana de Costa del Este se
encuentra forestada, y se la conoce como “la playa del millón de pinos”.

Aguas Verdes pertenecía a los terrenos de la familia Duhau. En 1966 se efectúa el


primer remate; se reconoce la figura del señor Gonzalo como la de la primera persona
que construyó una casa en el balneario.
En cuanto a La Lucila del Mar, es en el año 1954 cuando una firma inmobiliaria da a
conocer la venta de 776 grandes lotes en esa zona. Este fue el origen de la villa apacible
y distinguida que es hoy.

Con relación a San Bernardo del Tuyú, sabemos que en 1942 el señor Juan Carlos
Chiozza adquiere, junto con un grupo de amigos (todos los cuales formaron la
Compañía Inmobiliaria del Este Argentino S.R.L.), una fracción de campo compuesta
de 191 hectáreas en el Partido de General Lavalle. Esta fue, pues, la compañía
fundadora de San Bernardo, cuya labor se desarrolló entre 1942 y 1962 6.

5
Municipalidad de la Costa, “Historia de las localidades del Partido de la Costa”
6
Ibidem.
Pinamar7 es cabecera del partido que lleva su nombre. Trataremos en capítulo aparte la
historia de su fundación. Este partido comprende los siguientes balnearios:
Valeria del Mar, cuya historia se inicia en 1947, cuando doña Valeria Guerrero
Cárdenas de Russo decide crear su propio balneario sobre arenas que aún le quedaban
en el litoral marítimo. Para ello se crea una sociedad, Balnearios del Atlántico S.A., que
con gran entusiasmo inicia la forestación y el loteo. El primer edificio construido en
Valeria del Mar se llama “Del Atlántico” y se inaugura en 1962.

Ostende. Ya hemos señalado el carácter pionero de este balneario. En 1912 los belgas
Ferdinand Robette y Agustín Poli adquieren la franja arenosa que remataba, sobre el
mar, el señor Manuel Guerrero. Se concreta ese año la Sociedad Anónima Pueblo y
Balneario de Ostende (este nombre significa “fin del este”). En 1913 se celebra la
ceremonia de la fundación de la nueva ciudad. En 1914 surgen dificultades que
produjeron desazón y abandono de las obras, hasta que en 1928 el arquitecto Auguste
Hughier proyecta un gran hotel y casino, el Atlantic Palace.

Cariló significa en lengua mapuche “médano verde”. En 1918 Héctor Manuel Guerrero
crea un vivero, comienza a fijar y forestar las dunas vivas al sur de Ostende. Con el
tiempo, esas dunas se convierten en un bosque. Muchos años más tarde, en 1960,
Ruralco S.A., firma integrada por los descendientes de Héctor Manuel Guerrero,
comienza el loteo de ese bosque.

Finalmente, digamos que la zona denominada Montecarlo deriva de una subdivisión de


planos aprobados en 1912, para un proyecto cuyo nombre era Villa Atlántica. Aunque
sus calles estén trazadas y haya una plantación de pinos y una estación de estudios
marítimos de la Fundación Ecológica de Pinamar, la urbanización es un sueño aún no
concretado.

Villa Gesell8 es ciudad cabecera del partido que lleva este nombre. Así como en el caso
de la ciudad de Pinamar, trataremos los detalles de su fundación en capítulo aparte.
El partido de Villa Gesell está integrado, además, por otras tres localidades.
Mencionaremos algunos datos sobre ellas:

Mar Azul. En 1946, Ricardo Astengo Morando y un grupo de socios compran una
fracción de aproximadamente 1.800 hectáreas de dunas vivas y denominan Mar Azul al
predio, debido al intenso color del mar de esas playas. Tras unos años de trabajos de
fijación y forestación, en 1952 los mismos se detienen por falta de recursos. En 1964
muere Astengo Morando y su hijo, Ricardo, comienza en 1978 la urbanización de lo
que llamó “Bosque de Mar Azul”.

En 1957 la sociedad inicial decide separarse y esto origina un remate judicial de 330
hectáreas de dunas vivas. Manuel Rico, un contador de Buenos Aires, propone a sus
socios, Antonio Vázquez y Jacobo Zelzman, comprar aquellas hectáreas. Se plantan
gran variedad de especies arbóreas y se da a la zona el nombre de Mar de las Pampas,
debido a que éste es uno de los pocos lugares de la costa donde la llanura de la pampa
húmeda se encuentra con el mar.

7
Museo Histórico del Partido de Pinamar, “Reseña Histórica del Partido de Pinamar”.
8
Secretaría de Turismo y Cultura de la Municipalidad de Villa Gesell, “Villa Gesell. Breve Reseña
Histórica” (folleto).
Las Gaviotas es la localidad del partido de más reciente urbanización (año 2000) y la
más pequeña de las tres. Se extiende desde la Av. 27 -Alte. Brown- hasta la Av. 34 -
Gral. San Martín-.

Y para completar nuestro derrotero de norte a sur, llegamos al último partido antes de
Mar del Plata. Nos referimos al partido de Mar Chiquita 9.
El partido fue creado el 25 de diciembre de 1839, por decreto de Juan Manuel de Rosas.
Para determinar el lugar donde se levantaría el pueblo se conformó una comisión en
1884, que señaló una zona ocupada por terrenos de Rosa Anchorena de Ibáñez, Pedro
Anchorena y Manuel Aguirre.
El partido de Mar Chiquita, ubicado sobre la costa sudeste de la provincia de Buenos
Aires, conjuga en su territorio dos zonas claramente diferenciales: la tradicional zona
natural y la pujante zona costera.
Las tierras pertenecían a los señores Jesús Vaca Narvaja y Juan Cordero. A principios
de 1910 se llevó a cabo el trazado del pueblo “San José”, y el emplazamiento donde se
levantaría la futura estación fue llamado “Kilómetro 94” o “Estación Balnearia”, por sus
proximidad a la albufera de Mar Chiquita, que ya en esa época era muy conocida como
laguna de aguas curativas.
Aunque aún no se conocen actas ni cualquier otro tipo de documentos referidos a la
fundación del pueblo, se ha establecido como fecha de fundación el año 1911. En una
reunión realizada el 12 de enero de 1952 se acordó establecer el año de 1911 como el de
fundación de Mar Chiquita.

Santa Clara del Mar10 tiene una ubicación estratégica en el circuito de mar y sierras;
estancias y lagunas, con accesos rápidos y seguros a todos estos centros de turismo por
las distintas rutas que la conectan, además con toda la costa atlántica.
Esta villa balnearia fue fundada por don Antonio Orenzans, el 20 de febrero de 1949,
sobre un predio de 400 hectáreas de campo que pertenecieron a Clara de Anchorena y
Mercedes Anchorena, familia tradicional argentina y propietaria en su momento de
grandes extensiones de campo en este partido.
Este predio fue adquirido por empresa Visemar S.A., integrada por notables vecinos de
Mar del Plata, entre otros don Teodoro Bronzini, más tarde intendente de esa ciudad, y
don Carmelo Catuogno, con el propósito de desarrollar una urbanización. Pero, por
distintas razones, la sociedad abandona el proyecto y la iniciativa es tomada por
Antonio Orenzans, que crea la Sociedad Santa Clara del Mar S.R.L.. A partir del 20 de
febrero de 1949, comienza la urbanización de esta localidad balnearia, que fue
denominada Santa Clara del Mar, en honor a su antigua propietaria. Las calles de esta
localidad tienen nombres de reconocidos balnearios de la Argentina y del mundo.

Coronel Vidal11 . Esta ciudad centenaria de la provincia de Buenos Aires, rodeada de


importantes estancias, se llamó en su comienzo “Arbolito”, pero a partir del 28 de mayo
de 1883, por ley provincial, pasa a tener su actual nombre en homenaje al coronel del
Ejército Argentino don Celestino Vidal, guerrero de la Independencia. Este pueblo ha
tenido una importante participación en la historia nacional, en su lucha por la libertad.
Tiene en la actualidad una población de 6500 habitantes y su economía está sustentada
por la agricultura, la ganadería y el comercio

9
http://memberg.tripod.com/balnearia/historia.htm
10
http:///www.marelplata.com/santaclara
11
http://galeon,hispavista.com/partidomarchiquita
General Pirán fue fundada en 1891 por el doctor Antonio María Pirán. La localidad
cuenta hoy con una población estable de 3.000 habitantes.
Sus principales recursos económicos son el agro, la ganadería y la avicultura. Pirán
ocupa el tercer lugar en la Argentina en producción avícola, con una cantidad
aproximada de un millón y medio de ponedoras de huevos.
En esta localidad fue construida, a principios de siglo veinte y en estilo gótico, la iglesia
de la Inmaculada Concepción, que por su arquitectura es considerada una de las más
importantes de la provincia de Buenos Aires.
El Colegio de los Padres Salesianos, su dulcería, Villa Emilia y la casa de los
fundadores del pueblo, que nunca más fue abierta después de la muerte del doctor Pirán
y su señora esposa, y ha quedado tal cual estaba en vida de ellos, son otros lugares de
interés histórico y turístico de esta localidad.

Vivoratá12 .Este nombre proviene del vocablo vil-voro-ta que significa “lugar lleno de
osamentas”. Entre los primeros pobladores podemos nombrar a Tomás Sáchero, Martín
de Arenaza, José Iparraguirre, Eustaquio Aristizábal, Francisco Nuñez y Antonio
Urquiza. El tramo ferroviario que unía Maipú con Vivoratá fue inaugurado el 26 de
septiembre de 1886, y esa es la fecha que se considera como la de fundación del pueblo.
El 7 de diciembre de 1912 se abrió el ramal Vivoratá-Juancho, que hace ya muchos años
fue cerrado.

1.3 La emergencia de un nuevo producto: sol y playa

Según hemos reseñado, el origen de los balnearios del corredor atlántico de Buenos
Aires se relaciona con dos fines estratégicos. Uno, la creación de balnearios bajo la
óptica virtual del turismo, y el otro, la valorización de suelos que implicaban un gran
potencial para hacer negocios inmobiliarios. O sea, dos aspectos que se imbricaban
mutuamente. Así, las nuevas poblaciones fueron estructurándose a partir de la actividad
de sociedades anónimas, en algunos casos, y en otros casos a partir de situaciones no tan
formales, tales como una agrupación de amigos o simplemente desde el proyecto de una
sola persona.
Lo cierto es que tantos sociedades como individuos adquirieron las franjas fiscales, en
algunos casos, o bien las hectáreas del “fondo de las estancias”, zonas devaluadas que
ocupaban por aquellos años las dunas costeras.
Así, los cimientos de la fórmula turismo-balneario estuvieron eventualmente presentes
para generar un producto que en la década de los 30 aún no era corriente, y tampoco en
la siguiente década, pero que habría de propiciar un crecimiento y una alternativa nueva
desde el punto de vista económico, el origen de una estructura económica y su flamante
producto: sol y playas.

Luis Grünewald, acerca de la evolución del corredor de las playas de la costa


bonaerense, señala que a fines del siglo diecinueve se encontraban dos asentamientos de
importancia: Mar del Plata y General Lavalle. Acerca de Mar del Plata dice este autor:
“De su origen como saladero a partir de 1886, con la evolución del transporte –en este
caso el ferrocarril- se transformó en un destino turístico. Así, en el año 1888, se
construyeron el Bristol Hotel y la Rambla Pellegrini; en el año 1899 se construyó un

12
www.marchiquitadigital.com.ar/Maim.htm
plan urbanístico para el balneario, y en el año 1911 se construyó la rambla Bristol.
Patricio Peralta Ramos y Pedro Luro se pueden considerar los generadores de este
proceso de desarrollo de Mar del Plata”13.

En cuanto a Miramar, digamos que fue creada por la gestión de Fortunato de la Plaza,
en 1888, con la finalidad de conformar un pueblo agrícola y una estación balnearia. Tras
la división del partido de General Pueyrredón, esta ciudad se transformaría en ciudad
cabecera del partido de General Alvarado, mientras que la ciudad de Necochea registra
una fecha de fundación anterior: el año 1881. El emprendimiento fue decisión de Angel
Murga y Victorino de la Plaza.
Según Grünewald, el producto sol y playa ha estado evolucionando bajo un modelo de
desarrollo turístico espontáneo. Dice el autor: “La demanda recreacional que se genera
en la ciudad de Buenos Aires en las últimas décadas del siglo XIX se orienta
inicialmente hacia localizaciones próximas a la ciudad como es el caso de Tigre al
norte, Adrogué al sur y Hurlingham al noroeste. Posteriormente al desarrollarse los
medios de transporte, en especial el ferrocarril, los destinos se modifican. La actividad
turística se traslada a la costa bonaerense y da origen al primer caso de modelo
turístico de desarrollo espontáneo, que fomenta asentamientos cuya actividad socio-
económica es predominantemente el turismo, ya sea en su origen o su etapa
posterior”14.
Con el concepto de espontáneo, Grünewald se refiere a un desarrollo sin planificación
previa, en que el ámbito privado será de suma importancia, y el poder público irá a la
zaga de las decisiones de los fundadores o instituciones privadas. El crecimiento
turístico en estas playas habrá de permitir el acceso de sectores sociales de menores
ingresos.
Ahora, debemos señalar que, previo a ese crecimiento espontáneo, la práctica de
bañarse en el mar contaba en nuestro país con el antecedente de la práctica de bañarse
en el río, iniciada en el siglo diecinueve, en las riberas fluviales de Tigre, Quilmes,
Punta Lara, entre otros lugares. Con el tiempo, la costumbre se extendió a la costa
atlántica de Buenos Aires.
En relación con este proceso, y con las particularidades topográficas de la zona costera
bonaerense, Dadon y Matteucci señalan: “Las costas marinas bonaerenses son en su
mayoría bajas, de sedimento no consolidado y conforman un cordón costero medanoso.
Durante el siglo XIX y gran parte del XX se las consideraba estériles e improductivas,
aptas únicamente para la extracción de arena. En 1874 comenzó el trazado de un
nuevo pueblo de 100 manzanas en Mar del Plata, dando así origen al mayor centro
veraniego del país, y su éxito fue tal que rápidamente se llevaron a cabo proyectos
similares, de los cuales, dentro del área de estudio, cabe destacar la fundación de
Miramar (1888). Ambas ciudades se asientan sobre el único sector de la costa
bonaerense que tiene costas acantiladas (pertenecientes al sistema de sierras de
Tandilia) Y esta ventaja natural favoreció un desarrollo temprano de las mismas. En
contraposición, la urbanización del cordón costero del noreste bonaerense, que
comenzó ambiciosamente en Ostende a principios de siglo XX, debió ser abandonado
debido a la falta de técnicas apropiadas para la consolidación del terreno, las que se
desarrollarían recién en la década de 1930.
“En la actualidad prevalece el modelo de turismo masivo de sol y playa, en auge en el
mundo desde 1950, que asocia las playas con centros urbanos de mediana y gran

13
Grünewald, Luis. Producto turístico, Buenos Aires, Ed. Librería Turística, 1995.
14
Ibidem.
envergadura. Requiere una extendida infraestructura de servicios hoteleros y segundas
residencias, comercios, redes camineras y atracciones complementarias”15.
Por tanto, la zona en apariencia desértica devino en una nueva zona, la balnearia, e
inauguró con ello una denominación diferente, la de balnearios, para referirse a estas
zonas que no eran estrictamente ni rurales ni urbanas, aunque tuvieran en parte
características de ambas.
Este modelo económico, basado sobre el producto sol y playa, que nació en los pueblos
de la costa bonaerense, fue el resultado instrumental de los asentamientos que fueron
surgiendo en toda la región. En muchos casos, el proceso se inicia con una sólida
forestación sobre dunas; progresiva atracción de mano de obra, desarrollo de la
construcción.
Mención aparte merecen las edificaciones emblemáticas o heráldicas de estos nacientes
pueblos: sus hoteles.

1.4 La heráldica costera

Dos son los factores clave a la hora de pensar en la infraestructura de un asentamiento


turístico: cómo llegar y dónde estar. En otras palabras, el camino y el hotel.
El hotel es un “legado” de la Europa medieval. Roberto Boullón hace una interesante
síntesis de cómo nacen estas construcciones destinadas al alojamiento de los viajeros:
“La llegada de forasteros en número creciente a las ciudades creó problemas de
alojamiento, sobre todo, cuando aquellos pertenecían a las clases altas y viajaban
acompañados por familiares, sirvientes y cortesanos. Como no siempre los palacios
urbanos, que en Francia se denominaban “hotel”, podían albergar a todos sus
invitados, se crearon casas especialmente diseñadas para alojar patrones y sirvientes.
Las primeras de esas casas que tomaron el nombre de hotel -porque efectivamente se
parecían al palacio- se construyeron en Italia”16.

En todo balneario existen ciertos íconos que lo patentizan como tal. Algunos cuentan
con un faro; otros tienen ciertos monumentos muy singulares, como tótem, ramblas,
muelles, costaneras y, por supuesto, están los hoteles.
Sin lugar a duda, estas construcciones fueron las primeras que significaron no solo la
presencia o la emergencia de un balneario, sino también una invitación a quedarse en el
lugar y descubrir sus encantos.
Los grandes hoteles y las pequeñas hosterías fueron imbuidos por el mismo espíritu:
ofrecer un lugar de pernocte y posibilitar así que el forastero “residiera” en el lugar. Por
ello, el hotel fue una edificación clave para estos pueblos que nacían en la costa y como
tal estuvo presente casi en la misma instancia fundacional de cada uno de esos pueblos;
o bien tuvo una significación esplendorosa, fue el símbolo de cierto estatus económico y
social, tal como sucedió con el Bristol en Mar del Plata.
Por eso el concepto de la “heráldica de la costa”, con el cual solo queremos subrayar lo
emblemático que resultaron estas construcciones, pioneras en todo sentido.
Así, bien puede decirse que en cierto modo aquellos hoteles fueron la cédula de
identidad del naciente balneario, porque además del servicio que prestaban, se tornaron
elementos de identificación, acompañamiento y participación del crecimiento local.

15
Dadon, J. R. y Matteucc, S. D., Zona costera de la pampa argentina, Buenos Aires, edición de autor,
2002.
16
Boullón, Roberto C. Las actividades turísticas y recreacionales. El hombre como protagonista, 2da.
reimpresión, México, Trillas, 1996.
Por ejemplo, entre las obras fundacionales del balneario pionero Ostende es necesario
mencionar el Hotel Thermas.

Tal como dice Daniel Leal en su trabajo sobre Ostende: “La empresa ‘Hotel Thermas
Ostende’ construye con ese nombre un edificio que alberga a los primeros turistas.
Concebido para satisfacer a un público exigente, consta de casi ochenta habitaciones,
amplios comedores, restaurant, salas de juego y jardines de invierno. Elegido por
muchos personajes destacados se cuenta que entre sus pasajeros estuvo el célebre
Antoine de Saint Exupery, quien pasó algunas noches alojado en la habitación Nro. 51.
Aún hoy y con el nombre de ‘Hotel Ostende’, tras atravesar vicisitudes diversas, el
edificio continúa sirviendo a su finalidad inicial y constituye un punto de interés en los
recorridos turísticos”17
El hotel hoy día es un museo vivo. Sus actuales dueños lograron un perfecto equilibrio
entre historia, confort y servicio, tal como se describe en sus textos publicitarios: “Tan
cerca de Buenos Aires, y tan lejos de la rutina, el ruido y la velocidad de lo cotidiano. A
dos kilómetros de Pinamar y a cien metros de la playa, el antiguo edificio, que nació en
tiempos de la belle epoque, conserva el mobiliario de principio del siglo pasado y
semeja una fotografía capaz de contener, como un baúl cargado de recuerdos y
sorpresas, historias deslumbrantes. Un hotel donde la arquitectura es inexplicable, rica
en pasadizos y escaleras que parecen haber sido imaginadas por Lewis Carroll. El
Viejo Hotel Ostende rescata el espíritu de una época y el trato personalizado que
distinguió a los tradicionales hoteles europeos. Refleja la magia de aquellos tiempos y
los remite a la actualidad. Excelencia en la cocina, absolutamente casera, simple y
refinada”18.
He aquí, entonces, estos nombres, comerciales en primera instancia, pero que resultaron
instituciones estratégicas, que marcaron el inicio de los nacientes balnearios.
Enumeramos a continuación aquellos hoteles y hosterías que estuvieron presentes en el
momento fundacional mismo:

En San Clemente del Tuyú, el Gran Hotel Pereira y el Hotel Gasparotto.


En Santa Teresita, Hostería Santa Teresita y Hotel Jagüel del Medio.
En Mar del Tuyú, Gran Hotel Tuyú.
En Mar de Ajó, Hotel El Descanso y Hostería La Margarita.
En Pinamar, Hotel Pinamar, hoy llamado Playas.
En Ostende, Hotel Thermas, hoy llamado Viejo Hotel Ostende.
En Villa Gesell, el Playa Hotel y la pensión Gaviota.
En Mar Chiquita, el Hotel Bariloche.
En Mar del Plata, el Hotel Bristol.
Hoy día, en zonas pujantes de crecimiento turístico, tal como la localidad de Mar de las
Pampas, en el partido de Villa Gesell, la heráldica de antaño ha sido reemplazada por el
surgimiento de otro tipo de construcciones, más en consonancia con los tiempos
actuales, tales como complejos de cabañas, spa, bungalows, apart hoteles. Todo lo cual,
podría decirse, inaugura la añoranza de otros tiempos, otras épocas y otros nombres.

17
Leal, Daniel, “La aventura de Ostende” [en línea].
http://www.summamas.com/37a.htm
18
Folleto publicitario del Viejo Hotel Ostende, 2005.
Capítulo II

2.1 El imaginario

A la hora de buscar explicaciones acerca de las motivaciones presentes en la


construcción de estos balnearios o pueblos que se habrían de convertir en centros para el
descanso, el tiempo libre y la recreación, es recurrente la explicación del fenómeno de la
imitación de ciertos modelos vigentes. Ahora, si aplicamos a nuestro país tales modelos,
encontraremos que a casi fines del siglo diecinueve los mismos estaban ausentes, por lo
tanto consideramos pertinente cuestionar el principio de la imitación como explicación
de la fundación de estos pueblos.
Por ello, nos limitaremos a realizar una pequeña reseña acerca del proceso del turismo,
y a partir de allí enfatizaremos un concepto clave: el imaginario, como expresión
conceptual explicativa de la emergencia de los asentamientos costeros.

Roberto Boullón1 sitúa algunas actividades recreativas en el siglo dieciocho, como las
que ocurrían en los jardines de diversión, espacios donde se realizaban festines y
fiestas. Tales fenómenos habrían de extenderse a toda Europa. Así, el respeto por la
naturaleza se trasladaría a los jardines públicos y a ello se agregaría el gusto por los
viajes. En el mismo marco, según el autor, el nacimiento de la ciudad de Bath no sería
un acontecimiento menor, ya que el lugar tenía aguas de propiedades curativas y se
convirtió en modelo para seguir. Asimismo, a mediados del siglo se “descubrió” el mar.
Sobre este tema, Boullón cita a Donald Lundberg de la siguiente manera: “Dice
Lundberg que: ‘De golpe fue el agua de mar la que se convirtió en popular y medicinal.
Scarborough y Margate se convirtieron en lugares de recreo costeros. En un principio
fueron los enfermos quienes iban a curarse, pero luego llegaron los que iban por
asueto’”2.
En el siglo diecinueve, continúa señalando Boullón, la vida nocturna se ve favorecida
por la iluminación de gas y el principio de la electricidad, mientras que las prácticas
deportivas, con el fútbol, el tenis, el croquet, el golf, devienen en sus respectivas
asociaciones y clubes. Asimismo, “en el continente se ponen de moda las playas de la
costa de Normandía, porque es hacia el norte donde están los puertos y se dirigen los
primeros ramales del ferrocarril. Frente al Canal de la Mancha, el antiguo y pintoresco
puerto de pescadores de Truville, más o menos en el año 1840, comienza a atraer la
atención de los artistas que preceden a los ricos burgueses, y éstos a los pequeños
burgueses que en unos veinte años hacen del lugar el balneario más importante del
segundo imperio” 3.
Surgen los grandes hoteles en Europa, y las costas del Mediterráneo no tardan en ser
descubiertas para el turismo: Cannes, que era un pequeño puerto; Montecarlo, en el
principado de Mónaco, y otros. Los viajes en trasatlántico finalizan su recorrido en
Latinoamérica, donde “con la excepción de uno o dos lugares que empezaron a recibir
algunos turistas en el siglo anterior, la mayoría de los que hoy están de moda se inician
en el siglo XX ” 4.

1
Boullón, Roberto C., op. cit.
2
Lundberg, Donald E. El negocio del turismo, México, Diana, 1977. Citado por: Boullón, Roberto C., op.
cit.
3
Boullón ,Roberto C., op. cit.
4
Ibidem.
Como fenómeno social del siglo dieciocho, el turismo tuvo en la gente adinerada, o
clase burguesa, a sus asiduos “consumidores” y los lugares elegidos como destinos para
viajar o simplemente para sus prácticas de recreación fueron cambiando a medida que
iban agregándose atractivos, o que se descubrían nuevos lugares naturales. Toda una
estructura se creará a favor de los nuevos emprendimientos que servían a la práctica del
turismo, actividad que recién llegado el siglo veinte alcanzará un desarrollo jamás visto.

Como se ve, las condiciones del imaginario respecto al turismo y su fenómeno


económico ya estaban presentes en algunas mentalidades afines a cierta clase social,
económica y cultural, todo lo cual puede subsumirse en lo que se denomina imaginario
social.
Pero, ¿qué se entiende por imaginario? Esther Díaz habla acerca de lo que es el
imaginario social, fenómeno que se expresa en conductas concretas “a partir de los
cuales se producen los valores, las apreciaciones, los gustos, los ideales y las
conductas de las personas que conforman una cultura” 5.
Si bien cada sujeto opera en términos psicológicos con la imaginación, con el concepto
de imaginario no se hace alusión a esa operación psíquica individual, sino a un enlace
que se produce entre discurso y práctica social, y desde allí opera el plano de lo
individual, en la faz psicológica de cada persona. Así, el sujeto actuará en términos de
funcionalidad, o sea acorde al imaginario social o resistiéndose al mismo.
Por ejemplo, el buen gusto, el refinamiento, las buenas costumbres y el sentido de lo
exclusivo eran características valoradas como elementos intrínsecos a la clase alta, a
una elite, y ello no es más que la significación del imaginario presente. Las nuevas
expresiones de la recreación en los siglos dieciocho y diecinueve tuvieron como clase
cautiva a la alta burguesía, una clase privilegiada a la que se le ofrecían las nuevas
posibilidades porque ella contaba con un poder económico y un espacio de ocio o
tiempo libre.
Así, el imaginario se encarna en el espectro que compone la sociedad y “comienza a
actuar como tal tan pronto como adquiere independencia de las voluntades
individuales. Aunque paradójicamente necesita de ellas para materializarse. La gente,
a partir de la valoración imaginaria colectiva, dispone de parámetros epocales para
juzgar y para actuar” 6.
Desde el ámbito de las valoraciones, las conductas y ciertas ideas regulativas, toda esa
gama de cualidades puede entenderse o concebirse como perteneciente a lo que
llamamos imaginario. Por lo que el imaginario es un concepto central a la hora de
explicar, en parte, esta aventura de los balnearios de la costa atlántica argentina,
iniciada en el siglo diecinueve y que hoy, en el siglo veintiuno, tiene perfiles y
características propias, distintas de las que portaron aquellos primeros emprendedores.

2.2 Un epicentro: Mar del Plata

En su trabajo acerca de la creación de los primeros balnearios argentinos, José


Mantobani señala que la ribera marítima de Buenos Aires, como una continuación de
una extensa llanura, no presentaba condiciones naturales para la localización de puertos
de aguas profundas, por ser sus costas bajas y recorridas por cordones de dunas. Esta,
junto a otras circunstancias, fue la razón por la cual el centro de población de la

5
Díaz, Esther. La ciencia y el imaginario social, Buenos Aires, Biblos, 1998.
6
Ibidem.
provincia estuvo localizado alrededor del puerto de la ciudad de Buenos Aires. “Por el
contrario
-observa Mantobani-, la costa atlántica permaneció sin poblar hasta fines del siglo XIX
cuando se crean los primeros pueblos balnearios luego de un proceso de valorización y
apropiación de las tierras al sur del río Salado para incorporarlas a una pujante
economía agropecuaria. Sin embargo, habrá que esperar hasta la década de 1940 para
que se retome la idea de la fundación de asentamientos, cuya principal atracción serían
las playas, para que comiencen a aparecer nuevos proyectos. En la actualidad, el mapa
de la provincia de Buenos Aires señala una veintena de balnearios repartidos a lo largo
de la costa atlántica. Entre estos cabe mencionar, de Norte a Sur, a San Clemente del
Tuyú, Las Toninas, Santa Teresita, Mar del Tuyú, Costa del Este, Aguas Verdes, La
Lucila del Mar, Costa Azul, San Bernardo, Mar de Ajó, Pinamar, Ostende, Valeria del
Mar, Cariló, Villa Gessell, Mar Azul, Belmes, Mar de Cobo, Santa Clara del Mar, Mar
del Plata, Chapadmalal, Miramar, Boulevard Atlántico, Los Angeles, San Cayetano,
Orense, Reta, Oriente, Quequén, Necochea, Sauce Grande, Claromecó, Monte
Hermoso, Pehuen Co” 7.

Hablaremos de un lugar neurálgico entre los balnearios de la costa, una estructura ya


consolidada en términos de turismo, con gran capacidad de convocatoria. Es decir, Mar
del Plata.
La denominada Ciudad Feliz habrá de generar visiones tanto positivas como negativas,
que ejercerán su influencia a la hora de la creación de un sinnúmero de balnearios
costeros. Sin embargo, el derrotero histórico de esta ciudad la ha mostrado con
capacidad de resolución de sus propios conflictos y sus contradicciones, al escribir su
historia independiente de la que hoy escriben sus hermanas menores (los otros
balnearios), pues ha sabido elaborar una serie de respuestas a lo largo del proceso que
implicó su fundación, crecimiento y transformación en la populosa ciudad que hoy es.
Por tanto, Mar del Plata resulta un modelo al que es necesario mirar; observarla como
un referente que bien puede mostrar lo que se desea o no se desea a la hora de la toma
de decisiones por parte de las nuevas generaciones de las fuerzas vivas de estos
balnearios menores, decisiones que construirán el destino, el futuro de estos nuevos
lugares.
Retomamos al citado José Mantobani, esta vez como uno de los autores de una obra que
relaciona perfiles migratorios e imaginarios urbanos en Mar del Plata. Dice Mantobani:
“La geografía histórica de los asentamientos turístico balnearios de la costa atlántica
bonaerense surgidos a fines del siglo XIX como pueblos balnearios, ha subrayado el
papel explicativo de tres instancias de la realidad social: el imaginario, la cultura y el
territorio” 8.
Mar del Plata tuvo sus inicios como puerto-saladero en 1856, con la llegada a la zona de
don José Coelho de Meyrelles. Ante la corriente de intercambio comercial Meyrelles
decidió fundar un establecimiento saladeril, así como un muelle de hierro frente a la
actual Punta Iglesias.
Hubo un paulatino crecimiento de población en torno al saladero, y el lugar comenzó a
ser llamado Puerto de la Laguna de los Padres.

7
Mantobani, José María. “Notas sobre el problema de la creación de los primeros balnearios argentinos a
fines del siglo XIX, Revista electrónica de Geografía y Ciencias Sociales, Universidad de Barcelona, Nro.
11, diciembre de 1997.
8
Golpe, Irene Laura y Hernán, Carlos Adolfo (compiladores). Mar del Plata, perfiles migratorios e
imaginarios urbanos, Buenos Aires, U.N.M.P., 1998.
Posteriormente, por ciertos quebrantos económicos como de salud alejarían a José
Meyrelles vendiendo sus bienes a Patricio Peralta Ramos en 1860 donde éste
avizorando el gran porvenir de esta zona, volcaría sus esfuerzos para dar un vigoroso
impulso, así, abriría rumbos diversos como disponer la construcción de un nuevo
muelle, edificar una barraca, estimular la agricultura habilitando un molino harinero,
estimular la construcción de viviendas y la apertura de comercios.
De este modo, Mar del Plata fue adquiriendo cierta posición asociada al progreso, al
crecimiento y a una elite política que al hacerla un lugar propio, de indiscutible
excelencia, contribuyó a que quedaran atrás los humildes inicios de la ciudad.
Como consecuencia de ellos, Mar del Plata alcanzó con los años un crecimiento
desmesurado y llegó a ser la primera elegida por un turismo que masivamente habría de
volcarse a sus playas. Urbanización, instalación de industrias, instituciones educativas
para la formación de profesionales que tal desarrollo requería, todo ello significó un
fenómeno de crecimiento y progreso que hoy día, puede señalarse, alcanzó cierto techo
o límite. Y, sin embargo, aunque este crecimiento ya no se da, Mar del Plata es aún
alternativa para cierta población que la elige como destino de migración.

Volvamos a Mantobani y su mirada retrospectiva. La playa como recurso, la


explotación de la naturaleza unida al desarrollo económico resultará en la creación de
una cultura de la playa y esa invención implicará una significación imaginaria.
Mantobani habla de la relación entre la cultura, la sociedad y el ambiente dados en la
ciudad de Mar del Plata, y desde este ángulo hará hincapié sobre la importancia que
adquiere el imaginario como configuración de significados a la hora de explicar ciertas
conductas. Así, “la noción de imaginario social nos remite a la consideración de la
subjetividad (…) Por eso es válido considerarlo como categoría que permite
profundizar en la historia urbana, al mismo tiempo que brinda una rica perspectiva de
las condiciones de aparición de los asentamientos turísticos balnearios de la costa
atlántica bonaerense a través de un análisis de tramado de relaciones entre cultura y
territorio” 9.
La relación entre la cultura y el territorio se dará en toda su magnitud en el cambio de
percepción de la playa. En el caso particular de Mar del Plata, ella fue un verdadero
símbolo de la concepción moderna de la llamada generación del 80. Así, inversiones de
capital, manifestadas en construcciones arquitectónicas-urbanísticas, ramblas, trazado
de parques; caminos y servicios la llevaron a ser uno de los espacios públicos por
excelencia. La playa se convierte en un capital económico y con ello se da el
crecimiento de lo urbano como expresión de una elite, de una alta sociedad, que elegirá
Mar del Plata para vacacionar. Esto habrá de generar el capital simbólico por
excelencia.
Una de las ideas que comporta tal imaginario -la valorización de la playa-, se propagará
prontamente, por lo que “de estos años datan los primeros ensayos sucesivos de
creación de nuevos pueblos balnearios: Mar del Sud y Miramar, en 1887-88;
Boulevard Atlántico, en 1889; Necochea, en 1881; Quequén en 1889, y finalmente
Orense, en 1914. Es el momento en el cual ya se ha sedimentado una cultura específica,
es decir, ya se han formado las representaciones colectivas de la playa y el veraneo
que, más tarde, darán lugar a las prácticas turísticas” 10.
Así, la playa, o el territorio costero, serán portadores de cierta valoración económica, a
la que se podrá acceder a través de la explotación de un turismo de elite. Este será el
imaginario por excelencia que proveerá las bases ideológicas para la creación de nuevos
9
Ibidem.
10
Golpe, Irene Laura y Hernán, Carlos Adolfo. Op. cit.
balnearios o pueblos costeros y que, en otras palabras, dará impulso al proceso de
población de zonas inhóspitas de la costa marítima.
La costa de dunas ya no será percibida como una zona improductiva por su condición
estéril, sino que esas playas y su contexto serán parte de una visión de futuro. Así, la
fundación de balnearios en la zona sur de Mar del Plata y su posterior crecimiento
habrán de colaborar en la configuración de un modelo de éxito y evolución zonal.
Debemos señalar, una vez más, que tal proceso fundacional tuvo por eje la franja
costera al sur de Mar del Plata.

2.3 El puerto y el ferrocarril

En el siglo diecinueve, toda fase exploradora para determinar la posibilidad de un


asentamiento implicaba que tanto el ferrocarril como el puerto fueran emprendimientos
factibles, ya que si el progreso anidaba en una región lo hacía desde la presencia de
estos dos componentes, pilares en la conexión de los centros urbanos del país en aquel
siglo. El comercio y el transporte de mercaderías los volvía elementos básicos e
imprescindibles para el crecimiento de una región, y este estatus era la condición sine
qua non para que un determinado lugar pudiera pensarse apto para la fundación de un
pueblo. Por el contrario, aquellas regiones donde no pudiera abrirse un puerto o llegar el
ferrocarril tenían verdaderas dificultades de ser consideradas como posibles
asentamientos.
Con el puerto tenemos una doble condición. En cierto modo, el puerto da forma al
territorio y, al penetrar en la ciudad, contribuye también a la forma del espacio urbano.
Pero lo sustancial del puerto es que resume toda esta nueva cultura sobre el mar en la
tierra, ya que el puerto es nexo entre ambos elementos, punto en que se mixturan los
hombres al salir y regresar de ambos lados.
Asimismo, muchas veces el progreso de un pueblo era medido desde la óptica de ser
incorporado o no dentro del recorrido del ferrocarril, tal como ocurrió con la zona del
antiguo Divisadero, pues la llegada de este medio de transporte ofreció el marco
necesario para la fundación de un pueblo, que sería General. Madariaga. Y tal
acontecimiento contribuiría a configurar un límite imaginado de fronteras hacia fuera
del territorio, ya que la costa era un lugar que no estaba incorporado al territorio rural.
Citamos el siguiente párrafo, ilustrativo de la importancia que tuvo la llegada del
ferrocarril a la zona del actual partido de General Madariaga: “Con el proyecto del
ferrocarril surge la inquietud de crear un centro de población, pues el partido del Tuyú
carecía del mismo, residiendo sus autoridades en las principales estancias y parajes.
“El 1º de marzo de 1907, Benjamín C. Zubiaurre, se dirige al ministro de Obras
Públicas bonaerense, Angel L. Etcheverry, solicitando la aprobación de los planos del
pueblo que proyectaba fundar con el nombre de ‘Tuyú’ siempre y cuando el Poder
Ejecutivo resolviera trasladar las autoridades a ese punto, en caso contrario se
llamaría ‘Pueblo y Colonia Zubiaurre’.
“En esos momentos existía una puja entre Zubiaurre y Carlos Guerrero, para
establecer en sus tierras un centro de población que sirviera para el futuro
asentamiento de las autoridades del partido.
El Departamento de Ingenieros informa, por intermedio del agrimensor José A.
Palacios, que los campos de Zubiaurre y de Guerrero son inadecuados para cabeza de
partido, por no estar ubicados en la parte central del mismo.
Como consecuencia de este dictamen, el señor Zubiaurre solicita el 25 de setiembre,
que el pueblo que se propone fundar lleve el nombre de ‘Divisadero’.
“El 21 de octubre de 1907 el gobernador de la Provincia suscribe la resolución
aprobando los planos del pueblo Divisadero, en terrenos de propiedad de Benjamín C.
Zubiaurre.
“El plano definitivo es levantado por el ingº Esteban A. Belsunce en noviembre de 1907
modificándose las quintas y algunas chacras, como así también el número de calles
proyectadas y las reservas para potrero de policía y cementerio; aprobándose con
dichas rectificaciones por resolución del Poder Ejecutivo del 11 de marzo de 1908.
“De esta manera, se inicia el proceso de remates de tierras en las lomas del
Divisadero.
“El 1º de marzo de 1907, cuando don Benjamín Zubiaurre presenta los planos del
agrimensor don Bernardo Meyer para la fundación de un pueblo, solicita que al mismo
se imponga su nombre, pero en la segunda presentación formulada cambia de opinión y
recaba que el centro a crearse se denomine ‘Pueblo y Colonia Divisadero’.
Con dicho nombre nace la población a la vida administrativa en la Provincia, hasta el
11 de agosto de 1910, en que el Senado y Cámara de Diputados sanciona la ley donde
se impone General Juan Madariaga, al pueblo y partido del Tuyú.
“El proyecto fue presentado el 18 de junio de 1910 por el senador Enrique J. Smith con
sus colegas Liborio Luna y Raúl Sánchez, integrantes todos de la comisión segunda de
la Legislatura.
“En el recinto, el senador Smith destacó los méritos militares del ilustre jefe correntino
y el senador Arana impugnó el nombre señalando que el Tuyú era un nombre de
tradición indígena, lleno de poesía y dulces recuerdos”11.
De tal modo, la valoración económica de un lugar estaba cimentada en estos dos
elementos, puerto y ferrocarril, que llevaba el imaginario por excelencia: el del
progreso. Y esta valoración dio lugar al proceso de loteos, urbanización y crecimiento
regional.

2.3 La condición pionera de Ostende

La condición pionera de Ostende se torna un elemento de importancia respecto al


proceso de construcción de los pueblos balnearios en estas zonas, de Mar del Plata hacia
el norte. Recordemos que el proceso poblacional hacia el sur de Mar del Plata fue
acentuándose a fines del siglo diecinueve, y que no podemos decir lo mismo de la zona
costera hacia el norte de aquella ciudad, sobre la cual recién en la primera década del
siglo siguiente surgiría el primer intento de urbanización.
Ya habíamos señalado que el primer emprendimiento en esta zona fue el de Ostende, y
consecuente con la idea de imaginario, el mismo fue un proyecto que provino de
inversores belgas.
Desde el completo e ilustrativo trabajo de Roberto Festa, sabemos que las playas de
Ostende fueron primero visitadas por un ingeniero de apellido Cipriano, primo del físico
Guillermo Marconi, con la misión de levantar tres antenas de recepción de telegrafía en
la costa. Pero Cipriano no consiguió la mano de obra necesaria en la zona de lo que hoy
es General Madariaga. Desilusionado, retornó a la ciudad de Buenos Aires.
Dice Festa: “Años después, en 1908, llegan los belgas Fernando Robette y Agustín Poli,
gente de mar y conocedores de la costa europea. Venían desde su país de origen,
Bélgica. Traían el mandato de comerciantes compatriotas para lograr la ubicación de
tierras costeras para la instalación de un balneario. Luego de recorrer el litoral

11
www.madariaga/historia/htm
marítimo, deciden afincarse en los campos de Don Manuel Guerrero, al encontrar en la
parte medanosa y en sus playas, gran similitud con las que existían en Flandes-Bélgica,
decidiendo gestionar la compra” 12.
La venta de estas arenas fue en 1909 y se aunaron fuerzas para desarrollar un ambicioso
proyecto urbano-turístico, totalmente distinto de lo que se venía construyendo en
ciudades y pueblos de América del sur. En la publicidad de la época se muestra a
Ostende como “la playa marítima más hermosa de Sud América”. Es presentada como
oferta para “comerciantes, industriales, especuladores”; en fin, como un magnífico
horizonte para todo hombre de negocios; se habla de terrenos de rápida valorización y,
por supuesto, se lo señala como el balneario más cercano a Buenos Aires.
Este proceso urbanizador tuvo en Mar del Plata su mayor referente; el imaginario
marplatense pendulará, tal como ya lo hemos señalado, entre valores positivos y
negativos. El siguiente texto publicitario referido a Ostende sirve como ilustración de lo
dicho:
“Valorización: Cuando se piensa que en Mar del Plata se paga hasta doscientos pesos
la vara, que en Quequén se paga cuarenta y cincuenta pesos; que en este último pueblo
se ha vendido hasta 2 pesos a 60 cuadras del mar, ¿qué se debe pensar del porvenir de
los terrenos de Ostende, adonde los lotes sobre la rambla se venden ahora
particularmente a $ m/n. 10 – la vara, adonde se puede comprar a menos de treinta
cuadras del mar a $ 0.50 m/n.?
“Estos precios son para iniciar las ventas y se aumentarán dentro de poco tiempo.
“Ostende tendrá vida propia, porque además de su balneario, se fijará en él una
población de pescadores, traídos de Europa, así como trabajadores y empleados que se
alojarán en los confines.
“Ya se ha decidido, por un grupo de capitalistas, la edificación de una gran fábrica de
conservas de pescado, de carne y de legumbres de la índole de las que existen en
Burdeos. También una de aceites, de muebles de mimbre, etc., etc.
“A qué precios alcanzarán dentro dos o tres años estos terrenos, cuando estarán
concluidos la rambla, el Hotel, el Kursaal-Casino, la estación del Ferrocarril, las
iglesias, Municipalidad, escuelas, etc.” 13.
Estos y muchos otros más por el estilo fueron los contenidos de anuncios publicitarios
escritos y difundidos en aquellas lejanas décadas. Ostende, más que un simple
emprendimiento, era un fabuloso proyecto para su tiempo, pensado y estructurado con
una urbanización que implicaba avenidas en diagonal, edificios públicos, estación de
ferrocarril, parques públicos y una zona que concentraría hoteles y edificios turísticos,
algo que no tenía ningún tipo de antecedente o parangón. Tal como señla Festa, se
perfilaba La reina de la Playa, y aunque el proyecto inicial no pudiera concretarse, a
Ostende le cabe el galardón indiscutido de balneario pionero de la zona costera al norte
de Mar del Plata.

12
Festa, Roberto. Al fin del Este. Ostende, su historia y su leyenda, SS&CC. 1993.
13
Ibidem.
Capítulo III

3.1 Los asentamientos al norte de Mar del Plata

Si bien en el fenómeno de la fundación de pueblos al sur de Mar del Plata el concepto


de imaginario es pertinente, ¿será el mismo aplicable a los pueblos emplazados al norte
de la Ciudad Feliz? La respuesta, en cierto modo, ya ha sido vislumbrada en el trabajo
de José Mantobani que hemos venido citando.
El análisis del imaginario nos ha ofrecido las consideraciones de carácter explicativo,
por las cuales hemos podido interrelacionar conceptos tales como el cultura, sociedad y
territorio. Mantobani los utiliza para explicar ese asentamiento que fue modelo en la
costa atlántica: Mar del Plata, a partir del cual se generaron las bases de lo que este
autor denomina “cultura de la playa”.
Este interesante planteo señala, pues, la importancia determinante del imaginario en el
fenómeno fundacional de Mar del Plata, argumento que se opone a la concepción ya
señalada del mito de los orígenes, que ve a la ciudad como el resultado de la imitación
de otras, como las halladas en Francia o en la costa uruguaya. Según Mantobani, “esta
perspectiva no considera que, aunque pudo haber existido cierto grado de mimesis, las
culturas, como las ciudades, no pueden imitarse pues no son recipientes pasivos, sino
que son configuraciones sociales capaces de crear pautas culturales singulares
resignificando aquellos elementos que han recibido de otras culturas”8.
Si bien el hecho de bañarse en las riberas de los ríos ya era una práctica en nuestro país,
la fundación de un pueblo balneario representa no meramente una imitación sino un
salto cualitativo, más en consonancia con el planteo que significa el imaginario que con
la resultante del mito del origen.
Así, del antes que considerar las propiedades y diferencias físicas entre las riberas de los
ríos y la costa atlántica, es pertinente hablar de una configuración cultural que hace de
la playa una invención, la cual significó un cambio de mirada. Por eso decimos que es
cultural.
De allí resulta el fenómeno de los asentamientos. Estos implican una particularidad no
considerada desde la óptica urbana: el balneario, puesto que no estamos hablando ni de
zona rural ni de zona urbana. Por tanto, ya situándonos en la década de 1930 en
adelante, estos balnearios serán portadores de cierta condición híbrida.
Retomemos el análisis de Mantobani acerca de la fundación de Mar del Plata, su
correspondiente proceso urbanizador y su influencia hacia el sur de la costa bonaerense.
Nos preguntamos por la percepción que se tenía de la región en épocas de la llamada
generación del 80. Nos referimos puntualmente a la región costera que se extiende
desde el cabo San Antonio hasta la albufera de Mar Chiquita.
¿Cómo se miraba a esta región en cuanto a su valor económico y social?, ¿cómo estaba
presente en lo poderes públicos de aquella época? A manera de respuesta resultan
reveladores los argumentos expuestos por legisladores de la provincia, en ocasión de
tratarse la posibilidad de fundar un nuevo pueblo, con el nombre de Dorrego, en el
entonces partido del Tuyú.
Se habían presentado dos proyectos, uno por Senadores y otro por Diputados. El primer
proyecto proponía asentar el nuevo pueblo a 6 ó 7 leguas de Maipú, mientras que el de
Diputados proponía fundarlo a una distancia de 15 ó 16 leguas del mismo punto. Esta

8
Mantobani, José María, op. cit.
última ubicación implicaba estar cerca de la costa, mientras que la primera implicaba
estar en el interior del partido.
Dice Mantobani: “si nos basamos en los testimonios esgrimidos en el Senado, los
terrenos próximos a la costa carecían de aptitudes para la ganadería y la agricultura y
presentaban características pantanosas, lo cual determinó que finalmente se eligiera el
lugar más alejado de la ribera (...) En los testimonios registrados en las actas de
sesiones puede verse cómo los argumentos técnicos comienzan a traspasar la frontera
del imaginario dando como resultado una percepción negativa de la costa atlántica y
un rechazo general e infundado de la idea de fundar pueblos sobre la costa atlántica
argentina” 9.
Por lo que el planteo de los senadores, antes de estar fundado sobre un conocimiento
objetivo, respondía a una valorización producida por la representación social ligada al
imaginario de la época. Pero entonces, más que nunca, urge la siguiente interrogación:
¿Qué fenómenos ocurrieron para que aquel imaginario positivo, que “explicaba”a
Mar del Plata y su influencia hacia el sur, trocara en negativo para la costa atlántica al
norte de Mar del Plata?

3.2 La revalorización de la costa

El interés social que las playas y el mar fueron despertando en nuestro país fue
consecuencia del lento desplazamiento del modelo económico vigente, el agrario,
subordinado al medio ambiente de la zona pampeana. Así, el proceso de fundaciones,
pioneros, hoteles, instituciones, migraciones, poblaciones, nuevos partidos, etcétera,
todo ello, en definitiva, será el emergente de una alternativa económica que habría de
consolidarse: el turismo.
Sin embargo, el turismo fue un componente posterior a los asentamientos, por lo tanto
es pertinente hablar del proceso fundacional de los mismos, en el marco de un
imaginario muy distinto del que supo alentar a la Ciudad Feliz.
Para la década de los años 30, estas zonas costeras al norte de Mar del Plata
pertenecían a dos partidos centrales: General Madariaga y General Lavalle, mientras
que lindando con Mar del Plata, ya lo hemos señalado, existía como partido Mar
Chiquita.
Los grandes estancieros propietarios de las tierras en la zona de Lavalle estaban
representados por los siguientes apellidos: Cobo, Leloir, Gibson, Duhau, Peralta Ramos,
mientras que por Madariaga debemos citar a la familia Guerrero.
Es interesante considerar lo sucedido con aquellas grandes estancias de la región, lo
cual puede ayudar a explicar, en parte, el fenómeno del cambio de mirada y su
correspondiente actitud hacia zonas que carecían de valor económico: nos referimos a la
crisis del modelo que había sustentado económicamente a las estancias. Fue ese cambio
de mirada lo que generó un proceso de subdivisión en parcelas por parte de los dueños
de las grandes extensiones de tierra. Ellos agregaron a su actividad ganadera la
innovación de forestar para dar valor mercantil a parcelas que no lo tenían hasta
entonces.
Con relación a este tema, recurrimos al análisis de Rodolfo Bertoncello: “Cabe decir
que el área elegida para fundar estos balnearios forma parte de un espacio donde el
proceso de ocupación, apropiación y puesta en valor de la tierra se inició ya en los
años de la conquista, cristalizando en la formación de las grandes estancias dedicadas

9
Ibidem.
a la ganadería extensiva, con un poblamiento muy laxo.(…) Sin embargo, en esta
primera ocupación el frente marítimo no está valorizado económicamente,
constituyendo meramente el ‘fondo’ de las estancias, eventualmente utilizado por las
familias propietarias como lugar de esparcimiento estival, pero sin valor económico.
“La crisis del modelo agroexportador desde 1930, en el que estas estancias ganaderas
(y sus propietarios) habían tenido un rol muy importante, tampoco será ajena al
aprovechamiento turístico de sus costas, fundamentalmente por la posibilidad de
valorizar tierras cuya aptitud agropecuaria era prácticamente nula, a través de su
subdivisión para la venta en lotes con destino urbano. Es en este contexto en el que
surgirán los ‘pueblos’ o Balnearios que nos ocupan, en un proceso que se inicia con su
‘fundación’ y que se desarrollará con diversas vicisitudes hasta llegar a su
configuración actual ” 10.

3.2 El Automóvil Club Argentino y la Sociedad de Tierras y Balnearios

Tal como ha descripto Bertoncello, el loteo primero y los asentamientos después fueron
eslabones que integraron el proceso de poblamiento de esta región costera al norte de
Mar del Plata, proceso en el cual nos detendremos a continuación.
Todas las referencias históricas que mencionan hechos de la fundación de de pueblos
costeros del entonces partido de General Lavalle, tales como Mar de Ajó y otras
localidades del actual partido de la Costa, no dejan de señalar un rally auspiciado en
1934 por el Automóvil Club Argentino como uno de los hitos más significativos a la
hora de rastrear los orígenes.
En efecto, el Automóvil Club Argentino organizó un contingente de 300 automovilistas
y colocó el primer mojón en el camino de las playas. Los automovilistas acamparon en
dos grupos: uno lo hizo en el predio destinado para el ferrocarril, el lugar donde se
encuentra hoy la localidad de Las Toninas, y el otro siguió viaje par acampar en La
Margarita (hoy Mar de Ajó).
Los contingentes se renovaban cada quince días y el viaje desde Buenos Aires lo hacían
por el camino de la Costa, inaugurado en 1932; desaparecen desde entonces las
tranqueras existentes en su recorrido.
Ahora, según la obra ya citada de ACUNHO, en el año 1934 el A.C.A. concreta un rally
en la zona que hoy día es Mar de Ajó. Este rally tendrá dos implicancias notables, que
proveerán las bases para el asentamiento de un nuevo pueblo: la primera tuvo que ver
con el camino y la segunda con el ceder terrenos frente al mar a esta institución por
parte de los dueños de esas tierras.
Recurrimos a una cita: “Del intercambio de correspondencia entre los meses de junio y
agosto del año 1934, nos enteramos de los preparativos organizados por el A.C.A. para
concretar un rally integrado por socios y sus familias, para el mes de diciembre del
mismo año, formando unas cincuenta familias con aproximadamente 200 personas, que
en sus propios vehículos y en caravana se disponían a la aventura de recorrer albures y
emociones en los caminos de tierra de estos parajes” 11.
La realización del rally significó, aparte del éxito que la propia institución tuvo, un
beneficio extra, ya que los dueños de aquellas tierras estratégicamente ubicadas
cedieron predios al A.C.A., cercanos al mar “en donde dicha institución preparó un
camping, una de cuyas manzanas es actualmente una hermosa plaza”12.

10
Bertoncello, Rodolfo. Territorio Nro. 5.. Configuración socio-espacial de los balnearios del partido de
la Costa (Provincia de Buenos Aires), Buenos Aires Eudeba, 1993.
11
ACUNHO. Op. cit.
12
Ibidem.
Este rally posibilitó un contacto directo y un conocimiento de la playa y del mar por
parte de aquellos que participaron en él, por lo que la factibilidad de adquirir lotes en
tales zonas estaba latente.
Así, en el paraje denominado La Margarita, se fueron concentrando una serie de hechos
y actividades en pos de gestar las condiciones de un nuevo asentamiento, aunque es
pertinente señalar que ya existían ciertas construcciones, tales como los dos chalets
construidos en 1925, que constituían los respectivos cascos de los establecimientos de
Cobo y Ramos Mejía.
No es aventurado decir que Mar de Ajó, o lo que por entonces era La Margarita,
pertenecía a una esfera emparentada con la actividad rural. Así lo da entender la
siguiente cita, en la que se habla de la presencia en la zona del señor José Manresa, de
origen francés: “Su patrón don Isaías lo invita a tentar suerte en la costa, donde las
familias Cobo y Ramos mejía tenían grandes extensiones de tierra, y mucho por hacer y
construir; don José acepta la invitación y junto a su señora, llega en el año 1925, aquí
construye el chalet de su patrón, nacen sus hijos, el mayor en 1927 y los mellizos
Daniel y Mercedes en el año 1928, viven en medio de la naturaleza con el mar enfrente,
recorren la zona, conoce el barco hundido La Margarita, trabajando en toda tarea
campera y cualquier oficio que fuere necesario” 13.
Así, el loteo en La Margarita era una idea promisoria, y así lo entendieron los dueños
de la zona, ya que en 1934 se llevó a cabo un loteo tentativo por parte del señor Ramos
Mejía, experiencia que resultó totalmente fructífera. Se trató de un “remate efectuado en
la Bolsa de Comercio de la capital, por la firma rematadora Furst Zapiola y Cía., con
buenos resultados, pues se vendieron casi todos los lotes; los beneficios obtenidos
animaron a Ramos Mejía y a Cobo a organizar un remate en mayor escala” 14.
La otra parte ya estaba en marcha: el factor inmobiliario hacía su irrupción, y así se
llega a formar la Sociedad de Tierras y Balnearios, como pionera en la zona de Mar de
Ajó, cuya función fue llevar a cabo una serie de loteos a gran escala, incluyendo un
factor fundamental y necesario: la mensura de tales predios, así como también la acción
complementaria de planificar y construir algunas casas.
“Esta sociedad inició expediente ante la Municipalidad de General Lavalle quien le
adjudica el legajo Nro. 1, también se da por fecha inicial el 28 de febrero de 1936, en
que se aprueba el proyecto de loteo, pero lo cierto es que por decreto municipal
Nro.4103 del año 1964 se declara el día 21 de diciembre de 1935 la fecha oficial de la
creación de nuestro pueblo, y fecha de tenerse en cuenta para todo trámite”. 15
Hilda Puccio, en un trabajo que analiza la realidad del municipio de la Costa y de
ciertos hechos de aquella época, señala, por ejemplo, la demanda masiva para comprar
tierras, lo cual fue el puntapié inicial para el comienzo de la parcelación en espacios más
pequeños, produciéndose así el loteo multitudinario.
De tal modo, aparecen “en el escenario local los promotores inmobiliarios, como
nuevos agentes de desarrollo económico” 9.
Puccio observa que el Estado, cuya intención era institucionalizar la práctica del turismo
para incluirlo en una agenda económica, no ejerció influencia en estas localidades
costeras, porque no se había logrado que ellas fueran destinos de turistas provenientes
de espacios desarrollados. En palabras de Puccio, “las ciudades con balnearios,

13
Ibidem.
14
Ibidem.
15
Ibidem.
9
Puccio, Hilda. “Desarrollo local del turismo. Una aproximación desde las ciencias sociales: Análisis
exploratorio de la realidad del municipio de la Costa” [en línea], 2000.
http://redebonja.cbj.g12.br/ielusc/turismo/IVentbl/trab_area04_14.html
durante casi las tres últimas décadas se convirtieron en el destino obligado para el
veraneo, de turistas nacionales”10. Estos lugares serán centros receptores de mano de
obra y relocalización de poblaciones.

Como se aprecia a simple vista, fueron notables las diferencias que existieron entre la
configuración de la ciudad de Mar del Plata y la de estos pueblos. La primera contó con
la puesta en marcha y la aprobación de un proyecto que representaba el progreso y el
estatus social de la famosa generación del 80. Mientras que por estos lados, alejados de
todo apoyo oficial entendido de la misma forma y sentido que el que se le dio a la
Ciudad Feliz, podemos considerar el nacimiento de los balnearios, en general, como la
expresión de una práctica terrateniente que vio en la parcelación y venta de lotes la
posibilidad de generar un polo de inversión. Así, el asentamiento formaba parte de una
acción estratégica para el loteo y su posterior venta, y la consiguiente valorización de la
zona.
En otras palabras, estos estancieros no veían en la playa un factor relacionado con la
renta o posibilidad económica. Recordemos, una vez más, que el baño en el río era una
práctica recreativa en las primeras décadas del siglo veinte, y que recién en la década de
1930 surgiría la moda de bañarse en el mar. Pero, en la zona que nos ocupa, esta
práctica solo la realizaban parientes y amigos de los estancieros , y aquellos habitantes
de General Lavalle que eran autorizados por estos estancieros a utilizar sus playas.

Dice Rubén Echeverría, en su muy conocido trabajo sobre las playas argentinas: “La
urbanización de la costa de la Provincia de Buenos Aires que se extiende desde Punta
Rasa hasta la desembocadura de la laguna Mar Chiquita comenzó en el año 1935 con
la fundación de Mar de Ajó, seguida poco después de San Clemente del Tuyú.
“Estas pequeñas poblaciones surgieron por iniciativa de dueños de campos lindantes
con el mar, quienes efectuaron el fraccionamiento de sus campos en lotes y quintas y
los vendieron en pública subasta respondiendo a la necesidad, que entonces empezaba
a manifestarse, de encontrar nuevos lugares de turismo en la costa del mar, más
próximos a Buenos Aires que Mar del Plata, Miramar y Necochea, y en los que, al
mismo tiempo, el valor de la tierra fuese menor que en esos balnearios tradicionales”
11
.
Creemos que señalar el fenómeno del turismo como motor exclusivo de los
asentamientos de estos pueblos es una aseveración un tanto exagerada, típica del estilo
post factum, ya que en la década de los 30 el turismo, como polo de crecimiento o de
desarrollo, no estaba en las mentalidades empresariales tal como se lo puede entender
hoy día, con el concepto primordial a partir de un nivel de masificación. Por lo tanto,
nuestro planteo es el siguiente: A la creación del asentamiento le siguió la posibilidad
del turismo, pero no hubo una creación sobre la base de la explotación turística.
Al respecto, es interesante la observación de Hilda Puccio, que define a estos lugares
costeros como enclaves veraniegos y residenciales antes que turísticos, diseñados “a
semejanza, del entorno urbano cotidiano de la clientela, convirtiendo el agreste
ambiente costero, en ambiente urbano. Se intentaba acercar la población al mar,
teniendo en cuenta el negocio que ello significaba” 12..

Y para ir finalizando con este punto del imaginario del turismo, señalamos como
significativo el caso del pueblo de Mar de Ajó y la propuesta del señor Spríngolo a los

10
Ibidem.
11
Echeverría, Rubén Pablo. Salven las playas argentinas, Buenos Aires, Abril, 1987.
12
Puccio, Hilda. Op. cit.
señores Cobo e Isaías Ramos Mejía de la creación de un balneario, proyecto totalmente
innovador para ciertas mentalidades tradicionalistas y más en consonancia con el ámbito
de la producción rural. No está demás enfatizar que el señor Spríngolo no era estanciero,
sino que está caracterizado como un italiano emprendedor, animoso y conocedor, que
llegó a aquellos pagos en 1933, por su relación con el encargado del faro Punta
Médanos.

3.4 Héctor Manuel Guerrero y Cariló

Si tuviéramos que buscar al pionero de la “mirada hacia el mar”, del campo hacia la
playa en estas zonas del partido de General Madariaga, deberíamos señalar la figura de
Héctor Manuel Guerrero, el gestor de Cariló.
¿Por qué causa señalamos a Guerrero? Porque este estanciero, de familia terrateniente,
fue el iniciador de la experiencia de fijación y forestación de dunas en la zona que nos
ocupa.
Una obra escrita por una de sus nietas, la señora Teresa Guerrero de Cibert nos será de
gran ayuda para conocer el desarrollo histórico de Cariló y las ventas de parcelas que
posteriormente devinieron en las localidades del partido de Pinamar.
Héctor Manuel Guerrero heredó de su padre Carlos la “Estancia Charles”, que
transformó magníficamente en pocos años.“Charles era una estancia de 7.600
hectáreas, de las cuales 2.400 eran de tierra, 3.500 eran monte y lagunas (esta es la
parte que pasó a llamarse Dos Montes) y 1.700 eran un potrero de Dos Montes que hoy
es Cariló. En aquella época no había mayor experiencia sobre forestar y menos aún
conocimiento sobre las variedades de plantas que mejor se adaptaban a la zona. Por lo
que Héctor Manuel convirtió a Charles en un campo experimental. (…) Es así como
alrededor del año 1928 mi abuelo llegó al borde del mar. Lo hizo plantando un camino
que se llamaba Altos Verdes, que iba desde Dos Montes hasta la playa. Este estaba a la
derecha del actual camino de entrada a Cariló, que se llamaba Constancia. Eran 5 Km.
en línea recta, de arenas en constante movimiento”.13
Según la señora de Cibert, la idea de forestar en la arena surgió en 1918, una decisión
un tanto curiosa para una zona azotada permanentemente por vientos y que dotaba de
“vida” a las dunas, que lo cubrían todo. No resulta extraño, pues, que surgieran
comentarios nada positivos, por parte de familiares y amigos, acerca de la cordura de
Héctor Manuel así como la presunción de la pérdida de los bienes económicos que
resultaría de semejante proyecto.
Nos parece interesante insertar aquí una observación de Roberto Festa, que relaciona la
visión emprendedora de Guerrero con el origen de Ostende como explotación turística:
“En los campos de Don Manuel, ya en 1908, luego de intensas gestiones, se habilitó
una estación de ferrocarril Sud, Juancho. Inmediatamente surgió la idea de aprovechar
esta circunstancia para la explotación turística de las playas. Puede decirse que
comienza entonces la historia del paraje que buscamos evocar”14. (Por supuesto, Festa
se refiere a Ostende).
Un proyecto urbanístico de la zona, menos conocido, fue el de Montecarlo, que iba a
desarrollarse sobre parcelas adquiridas a José Guerrero. El proyecto se denominó
primero “Villa Atlántica”. nombre que nos remite, una vez más, al imaginario de la
época acerca del mar como recurso natural sujeto a un emprendimiento económico.

13
Cibert, Teresa Guerrero de, Cariló. Una pasión con historia, Santiago de Chile, Morgan Internacional,
2001.
14
Festa, Roberto. Op. cit.
“En el año 1909 los ingenieros franceses Francois de Roumefort, Albert Grouward y
A. Bisset, le compran a José Guerrero su fracción de la costa para crear según los
planos otro balneario modelo. En 1912 se aprueban los planos de subdivisión con un
proyecto urbanístico de avanzada. El trazado es totalmente independiente de la
topografía y conforma un dibujo en cuadrícula de menor jerarquía urbanística que el
de Ostende.
“Aquella ‘Villa Atlántica’, como se la llamó entonces, sigue hoy esperando que se
cristalice la idea de sus creadores. Actualmente recibe el nombre de ‘Montecarlo’, una
localidad del Partido de Pinamar que duerme entre tantos otros proyectos que se
fueron sucediendo luego(...).” 15

Continuemos con la importancia e injerencia que tuvo Héctor Manuel Guerrero, por
entonces, en estas zonas. Al respecto, encontramos un interesante comentario en un
libro de Juan Cruz Jaime: “Finalmente, General Madariaga vio surgir a Villa Gesell.
Mucho tuvo que ver Guerrero en la decisión que llevó a Carlos Gesell (1891-1979),
hijo del dueño de Casa Gesell, a radicarse en el sur de General Madariaga para
comenzar la tarea de lo que hoy es el municipio que lo recuerda con su nombre”16.
En las conversaciones que mantuvo Luis María Aller Atucha con el señor Herman
Parini, pionero de Pinamar17, señalamos un dato curioso, poco conocido: según el señor
Parini, en 1928 don Carlos Gesell se habría interesado en la compra de una franja de
arenas ubicadas en lo que hoy es Mar de Ajó. Ante la negación de vender, por parte de
los dueños de esas arenas, que eran los Ramos Mejía, Gesell debió postergar sus sueños.
Parini comenta que este relato lo escuchó del propio Carlos Gesell. Sería interesante
investigar más a fondo la cuestión, pues por nuestra parte no hemos encontrado ningún
otro testimonio ni documento que avale la veracidad de aquellos hechos.
Volvamos a Héctor Manuel Guerrero. La afirmación de Juan Cruz Jaime que hemos
citado nos permite entender que existió una relación entre Héctor Manuel Guerrero y
Carlos Gesell, y también cierta injerencia de aquél sobre don Carlos en la compra de las
dunas costeras que hoy son Villa Gesell.
Este dato es corroborado, entre otras fuentes, por la señora Rosemarie Gesell, hija de
don Carlos. Rosemarie cuenta que en 1931 su padre viaja junto a su familia para pasar
unas vacaciones en Mar del Plata. “En los salones del hotel donde se hospedaban se
reunían los pasajeros y hablaban de distintos temas. Allí conoció [mi padre] al señor
Héctor Guerrero, gran amante de la naturaleza y formidable forestador, propietario de
un gran campo que llegaba hasta el mar, en la zona de Juancho, partido de Gral.
Madariaga. Imagino que ambos deben haber tenido largas conversaciones sobre
plantaciones, en el curso de las cuales Héctor Guerrero le habría comentado sobre las
plantaciones de pinos que estaba haciendo en la zona medanosa lindando con el
campo.(…) Averiguó si se podía comprar algo en esa zona, y Héctor Guerrero lo
conectó con el Sr. Credaro”.18

Con un modelo económico hegemónico para la época, que era el agroexportador, las
grandes estancias eran parte sustancial de esa concepción. Se necesitaban grandes

15
Secretaría de Turismo de la Municipalidad de Pinamar, Dirección de Cultura [en línea]
www.carilo.com.ar
16
Jaime, Juan Cruz. Pinamar, Buenos Aires, Ed. Pinamar, 2003.
17
Aller Atucha, Luis María. Charlas de un pionero con un recién llegado. La historia de Pinamar vivida
por Herman Parini, Buenos Aires, edición de autor, 1998.
18
Gesell, Rosemarie. Carlos Idaho Gesell, su vida, Villa Gesell, edición de autora, 1993.
extensiones de tierra para el resguardo y el pastoreo de animales bovinos, lanares y
yeguarizos, así como para realizar la cruza de vacunos, además de las diversas
actividades productivas del campo. Por tanto, es fácil entender que las zonas de dunas
que marcaban, hacia el este, el límite de la tierra fértil de aquellas estancias no hayan
representado, por mucho tiempo, productividad alguna.
Con la creación del balneario de Mar del Plata se inaugura una suerte de bisagra
respecto a la manera de concebir el territorio sobre la costa marítima, por parte de una
elite económica e intelectual, que comienza así a tener otras expectativas en cuanto al
modo de veranear. El turismo aparecería como una posibilidad abierta.
Tampoco debemos desestimar las experiencias personales que, de algún modo como
turistas, vivieron los Guerrero, los Bunge y los Gesell, a partir de las cuales comenzaron
íntimamente a vislumbrar, llevados por una mentalidad propia del emprendedor, la
posibilidad económica que significaban estos lugares.
En realidad, Mar del Plata (la ciudad en sí misma, no sus playas) fue vista por muchos
como un modelo que no debía imitarse. Son muchas las consideraciones de tono
negativo que tal ciudad despertaba en aquellos tiempos, en la valoración de estos
emprendedores. Así, “el vertiginoso crecimiento de los lugares de ‘desagote humano’-
como Mar del Plata- desvía las miradas hacia otros horizontes desolados y salvajes,
pero poseedores en potencia de espacio y gratificaciones vitales. Detrás del
multitudinario y colorido mundo que, año tras año, se derrama en las abigarradas
playas de Mar del Plata, Carlos I. Gesell descubre una contradicción. Pronto no habrá
allí lugar para las piruetas del aire, para el vagabundear de los pájaros. Para el
hombre…”19.
En palabras del citado Juan Cruz Jaime, el arquitecto Jorge Bunge tampoco poseía una
mirada positiva acerca de Mar del Plata, lo cual resulta bastante evidente si atendemos
al proyecto de forestación, y particularmente de
urbanización, que Bunge desarrolló para Claromecó, trabajo que implicó una
concepción urbana diferente de la de Mar del Plata. Esta participación de Bunge en
Claromecó es muy poco conocida; es que Bunge y Pinamar están tan estrechamente
ligados que en general se piensa que el arquitecto no había ejercido su profesión en otro
lugar de la costa atlántica. Y no fue así.
La experiencia de Bunge en Claromecó, partido de Tres Arroyos, fue rescatada por
Isidro Alonso Nieto en estos términos: “X .- Jorge Bunge inicia los trabajos. Reunidos
los elementos de juicio entre los Bellocq y el F.C.S. para el trazado del nuevo balneario
e iniciadas las tratativas para la formación de la sociedad, se encomendó al arquitecto
Bunge el proyecto definitivo. El prestigioso urbanista inició los trabajos
correspondientes el 23 de marzo de 1928.
“XI.- Características del proyecto del arquitecto Bunge.
Veamos cuál fue la labor cumplida por Bunge. Realizó la mensura de las tierras
dedicadas al nuevo balneario y sobre esta base confeccionó varios trazados quedando
como definitivo (…) el trabajo de Bunge constituye una magnífica expresión de
urbanismo, que de concretarse hubiese hecho de Claromecó una moderna ciudad-
jardín.
“Este proyecto debía iniciarse en el invierno de 1928; marca a simple vista seis zonas
peculiares:
1ª) Centro urbano.
2ª) Barrio obrero.
3ª) Quintas.

19
Masor, Omar,. La historia de Villa Gesell, 1ª. edición, Mar del Plata, edición de autor, 1975.
4ª) Canchas de golf.
5ª) Chacras.
6ª) Tierras de reserva.
“La más interesante de estas zonas, desde luego, era la urbana. En ella se incluía la
estación del Ferrocarril Sud, la iglesia, el hotel, los locales para comercio, policía y
correos, las plazas, numerosas avenidas, el vivero, la rambla frente a la playa,
encuadrándose además con toda armonía las construcciones existentes”20.
Como el lector comprenderá, Bunge tampoco tenía un punto de vista positivo acerca de
la concepción urbana de Mar del Plata, y ya como un simple turista su valoración
tampoco cambió, según se desprende de la citada obra de Juan C. Jaime, que transcribe
palabras tomadas de documentación del propio Bunge, muy claras al respecto: “En el
año 1937 mientras veraneábamos en el Uruguay, en rueda de amigos, comentábamos
lamentándonos que en la Argentina no hubiéramos podido realizar una obra de fijación
del aliento de las que habían ejecutado los uruguayos, y que era una lástima que los
que no gustaban de Mar del Plata -que ya entonces eran legión- tuviésemos que hacer
un viaje incómodo y complicado para nuestros veraneos (…)” 21.
Por tanto, el imaginario de la época, además de la valoración de la que hemos hablado
ya, debemos agregar este otro elemento, que podría sintetizarse en el no repetir los
pasos del balneario modelo.
Así, en el proceso de urbanización de los nuevos balnearios estará presente un nuevo
perfil, mucho más en consonancia con la naturaleza, y con un claro objetivo; desde los
inicios mismos una edificación acorde con lo natural y una planificación donde el
trazado de parques, plazas, avenidas, lugares públicos serán considerados especialmente
a la hora de pensar el desarrollo urbano. Aunque, claro está, una cosa es el plano, el
papel, la idea, el imaginario si se quiere y otra, que cobre vida real lo proyectado.

Más allá de todo lo que hemos expresado acerca de la creación de los balnearios como
emergentes de una práctica comercial, que concederá al turismo el eje de desarrollo,
subrayamos nuestro desacuerdo acerca de algo que creemos un tanto exagerado y
repetido hasta el hartazgo: la importancia del turismo como propiciador de los
asentamientos.
Compartir tal idea implicaría suponer que en estas regiones el turismo ya había tenido
una presencia previa, y no fue así. En aquellos años, y por estas zonas, la práctica del
turismo era un fenómeno difícil de avizorar o, en otras palabras, no existía el
imaginario del turismo como polo de desarrollo aplicado a estos territorios.

3.5 El turismo en el país

Para fundamentar nuestra posición, y clarificar un poco el asunto, hablaremos del


desarrollo de la práctica del turismo a lo largo del territorio de nuestro país. Y desde ya
señalamos que el turismo masivo, o social, en la Argentina fue un producto
implementado por el gobierno del general Perón en la década de 1950.
Son claras las afirmaciones de Claudia Troncoso y Carla Lois sobre la importancia del
gobierno de Perón en la configuración de valoraciones nuevas acerca de la práctica del
turismo: “Hacia mediados del siglo XX, en el marco de la primera presidencia del

20
Nieto, Isidro Alonso. Así nació Claromecó, La Plata, Almafuerte, 1958.
Agradezco a la señora Ivonne M. Aizpurua la gentileza de haberme proporcionado los datos de la obra de
Isidro A. Nieto. (N. del A.)
21
Jaime, Juan Cruz. Op. cit.
general Perón, el turismo adquirió algunas valoraciones novedosas. Si bien es cierto
que la legislación laboral no era del todo innovadora y que el carácter masivo del
turismo tampoco era un proceso inédito, intentamos sostener que comenzaron a
instalarse nuevas formas de pensar e imaginar las prácticas turísticas: la percepción
del turismo como un derecho laboral y social, y las políticas del tiempo libre
impulsadas por el gobierno peronista -que incluyeron la oferta del ‘turismo sindical’
orientado específicamente a trabajadores como alternativa a otras formas de turismo
de la época, más vinculadas a sectores de la población de mayores recursos
(Scarzanella, 1998: 67-68)- instalaron la idea de que ‘conocer la patria es un deber’ ”
22
.
En otras palabras, el turismo como factor de crecimiento de un lugar, localidad o región
en los años fundacionales de los pueblos de la costa atlántica es una hipótesis un tanto
apresurada.
Para dilucidar aún más este punto, lo mejor es situarnos desde una perspectiva general,
con el fin de establecer la significación social y económica que representó el turismo en
el ámbito internacional.

El fenómeno del turismo como hecho social y económico comienza en el siglo


diecinueve. Miguel Angel Acerenza se ocupa en una de sus obras de la historia del
turismo en el mundo y efectivamente ubica los comienzos en aquella época, en
Inglaterra y Estados Unidos, centrando la atención en las figuras de Thomas Cook y
Henry Wells. A principios del siglo veinte la actividad turística habría de tener un
crecimiento notable en Inglaterra y en el viejo continente, especialmente con el auge de
la Costa Azul, y de sitios tales como Niza y Mónaco, entre otros.
Al describir el proceso evolutivo del turismo en el continente americano, dice Acerenza:
“En lo que tiene que ver con la evolución del turismo en América, sin duda, los
acontecimientos más relevantes en materia turística durante el período que se inicia a
mediados del siglo XIX, independientemente del auge que experimentaban los centros
turísticos de Estados Unidos de Norteamérica, especialmente Atlantic City y los
situados en la península de la Florida, son: la fundación de Mar del Plata, en
Argentina, y Viña del Mar, en Chile, ambos a fines del siglo XIX, y el desarrollo, en los
inicios del siglo XX, de Pocitos y Piriápolis, en Uruguay” 23.
Está claro que el turismo en la costa atlántica argentina surge en Mar del Plata, pero
reiteramos que lo hace desde una perspectiva de clase, que veía en estas playas un signo
de estatus y buen gusto; por tanto ese turismo no era de masas sino de elite, de modo
que tal circunstancia no era una invitación a la fundación de balnearios.
El mapa turístico del país en aquellos años, décadas de 1930 y 1940, estaba conformado
por el territorio de los lagos de sur, cuya cabecera, como centro de explotación se
situaba en San Carlos de Bariloche. Estamos hablando, en verdad, de fines de los años
30.
Tal como lo plantea Regina Schlüter, “al promulgarse la Ley 12.103, el 9 de octubre de
1934, se crearon dos parques nacionales: el Nahuel Huapi (ex Parque Nacional del
Sud) y el Iguazú, que se encontraba en la actual provincia de Misiones. Bustillo centró
toda su atención en el Parque Nacional Nahuel Huapi. Con el paisaje tipo alpino como
atractivo, elaboró un producto turístico orientado tanto al mercado extranjero como al

22
Troncoso, Claudia y Lois, Carla. Políticas turísticas y peronismo. Los atractivos turísticos
promocionados en Visión Argentina(1950), Instituto de Geografía, Facultad de Filosofía y Letras, UBA-
CONICET.
23
Acerenza, Miguel Angel. Administración del turismo, vol. 1, México, Trillas, 1994.
turista argentino de elevados ingresos, que anualmente realizaba un viaje de placer a
Europa” 24.
Esta autora se refiere también al particular desarrollo turístico de las zonas serranas de
Córdoba, que se inicia más tempranamente, a principios de los años 20. Según Schlüter,
“si bien el área de la zona serrana de la provincia de Córdoba fue famosa desde la
época de la colonia por sus bondades para las afecciones en las vías respiratorias, fue
el ferrocarril el que le dio un mayor impulso. En 1911, la empresa Central Argentino
adquirió en Alta Gracia el Sierras Hotel para que se alojaran sus directivos. En 1921
adquirió la quinta La Florida con el objeto de que sirviera como lugar de alojamiento y
de esparcimiento para todo el personal. La aristocracia y el abolengo de la capital
cordobesa disfrutaban de sus paseos por Alta Gracia, mientras que los funcionarios y
profesionales trabajaban por la mañana para ir a las sierras luego del almuerzo” 25.

Los hechos que venimos señalando pueden tomarse como hitos de un crecimiento
cuantitativo del turismo en la Argentina, desde la década de 1920 en adelante.
Ahora bien, afirmamos que la forestación de grandes franjas de dunas paralelas al frente
marítimo solo obedeció a un factor: la decisión de valorizar esos suelos, que eran
improductivos desde el punto de vista del modelo económico imperante en la década de
los años 30, el agroexportador, que además estaba en crisis por entonces
Aceptemos, pues, en el contexto de una perspectiva tanto nacional como regional, que la
forestación y el posteiror proceso de urbanización en esta franja de dunas, desde la
década de 1930, no se iniciaron bajo un imaginario fundamentado en la visión del
turismo como factor de crecimiento económico. Ante esta afirmación, cabría una
pregunta: ¿cómo se explican entonces los casos puntuales, que ya hemos considerado,
de los proyectos de Ostende y de Villa Atlántica (hoy Montecarlo), dado que ambos sí
fueron, claramente, proyectos turísticos?
La clave de la respuesta es considerar que tales emprendimientos surgen por encargo de
empresarios europeos, que actuaban desde un contexto acorde con la creación del
adecuado imaginario, en el cual sí se concebía el turismo como recurso económico y
base de un crecimiento social.

Para continuar con nuestra observación acerca del desarrollo histórico y social del
partido de la Costa, citaremos un interesante trabajo de Patricia Nigoul, Guillermo
Bengoa y Rosana Ferraro.
Estos autores sostienen que el crac del modelo agroexportador fue el disparador inicial
del cambio de mirada, y en consecuencia se generó una estrategia cuyo eje fue valorizar
las tierras mediante subdivisiones y venta de lotes para la urbanización.
Según palabras de los autores, “el proceso de valorización de las tierras sujetas a la
propiedad privada, se llevará a cabo a través de su consideración como mercancía, y
su transformación en bien de cambio, que interviene en el proceso de valorización de
capitales, posibilitando la generación y apropiación de ganancias. Una vez que los
ESTANCIEROS generan los primeros instrumentos (sociedades) que los habilitan para
la subdivisión, comercialización, explotación de las fracciones de tierra en cuestión,
aparecen en escena los URBANIZADORES, quienes asumirán distintos roles de
acuerdo a las circunstancias.

24
Schlüter, Regina G. El turismo en la Argentina. Del balneario al campo, Buenos Aires, CIET, 2001.
25
Ibidem.
“Serán los encargados de producir los planes urbanos, planos de mensura, localización
de los balnearios y de las áreas destinadas a uso público, que serán elevados a la
Dirección de Geodesia y Catastro Provincial” 26.
Cuando se habla de “estancieros” en la zona del actual partido de la Costa, debemos
pensar en las familias Leloir, Duhau, Cobo y Gibson, así como en las compañías que se
encargaban de comercializar; mientras que por la zona de los actuales partidos de
Pinamar y Villa Gesell la condición de estanciero estaba representada por la familia
Guerrero.
Todos ellos, como ya lo hemos dicho, implementarán el fraccionamiento en lotes de
parte de sus propiedades, así como la forestación y la urbanización (a su propio cargo, o
a cargo de terceros) como estrategia para valorizar las zonas costeras improductivas.
Los autores que citamos precedentemente señalan también las consecuencias erosivas
que acarrearon en esas zonas la creación de avenidas costaneras, la edificación alta, el
aplanamiento de dunas, entre otros factores.
Y ya, con una mirada desde lo contemporáneo, los autores harán una crítica sobre los
roles sociales de la población de estos lugares. Señalan una participación nula de la
sociedad en general en asuntos relacionados con prácticas de un turismo sustentable, y
marcan la ausencia de una visión integradora de las características espaciales, las
condiciones paisajísticas y los aspectos culturales de su territorio. Tales circunstancias
difícilmente contribuyan a la creación de políticas que permitan a estas sociedades hacer
frente a los desafíos actuales.
¿Orígenes comunes, destinos comunes? No lo sabemos, sólo mirando hacia el pasado y
dándole nuevos significados obtendremos elementos explicativos para aplicar en la
construcción de un futuro. No decimos para configurar el porvenir, sino para
vislumbrarlo.

Volveremos entonces a la mirada retrospectiva sobre la zona de General Madariaga.


Pero previamente plantearemos una cuestión no abordada hasta ahora, aunque sí
sugerida: la intervención del Estado en estas regiones. Esto complementará, en cierto
modo, el análisis de la obra de aquellas personalidades que mucho tuvieron que ver en
la conformación de los actuales partidos de Pinamar y Villa Gesell. Nos referimos a los
señores Jorge Bunge y Carlos Gesell, respectivamente, de quienes hablaremos de modo
extenso en el capítulo V del presente trabajo.

26
Nigoul, Patricia; Bengoa, Guillermo y Ferraro, Rosana. “Desarrollo histórico y aspectos sociales en la
gestión ambiental de recursos. El caso del Partido de la Costa, provincia de Buenos Aires”, en: revista
Theomi, Nro. 1, año 2000.
Capítulo IV

4.1 La presencia estatal

Desde la simple mirada retrospectiva sobre el proceso de crecimiento y desarrollo de


Mar del Plata, claramente vemos que el Estado tuvo una participación fundamental en
aquel puerto-saladero de mediados del siglo diecinueve, el cual devino en un modelo de
ciudad que las elites de la generación del ochenta adoptaron.
Pero la lectura no es la misma cuando se observa la evolución de los balnearios costeros
al norte de la Ciudad Feliz. Esta lectura nos dice que aquí la intervención estatal fue
nula a la hora de prestar recursos materiales, culturales y sociales para esos
emprendimientos.
Y sin embargo, aunque no lo parezca, sí hubo intervención estatal. Para descubrirla,
deberemos ampliar la información hacia un contexto más global, más estratégico, en
términos de condiciones de posibilidad. Y entonces nos encontraremos con la
construcción de obras públicas; con caminos, creación de viveros, y con la invención de
paisajes que lograrían una transformación en la zona de la costa bonaerense.
En primer lugar, consideraremos la actividad fundamental que acompañó a los nuevos
asentamientos sobre dunas de las décadas de 1930 y 1940: la forestación. Y esto nos
lleva a pensar en la entidad material que hizo posible el emprendimiento de
forestaciones, es decir el vivero. La existencia de los viveros nacionales obedeció a una
profunda convicción, la de estructurar un nuevo paisaje.
Por lo que si mencionamos la relación forestación-vivero, estamos aludiendo a una
presencia comprometida del Estado en este proceso de transformación.
¿De qué manera el Estado intervino en la creación de estos centros y en la propaganda
ideológica de aquellos años? Nada mejor que recurrir a un viejo folleto oficial, que data
del año 1930, y plantea la importancia de los árboles: “La afirmación de que el
problema forestal de la República Argentina es esencialmente un problema de los
montes vírgenes, es exacta, desde el momento que todavía no existen montes cultivados.
Pero mientras llega la hora de trazar el verdadero plan de explotación de los 1.068.884
kilómetros cuadrados que constituyen el área boscosa del país, habrá que ir pensando
en la distribución adecuada de las plantaciones forestales, pues la ganadería y la
agricultura lo reclaman con urgencia (...) Tanto en la provincia mencionada [Buenos
Aires] como en muchas otras, la misma pobreza de árboles, en cantidad como en
calidad, debe hacer pensar seriamente en una mayor difusión de las plantaciones”1.
Plantar árboles significaba un aporte inestimable para mejorar y valorizar el suelo, lo
cual está claramente expresado por el Ministerio de Agricultura, en un texto de 1939:
los árboles “oponen una barrera a los vientos desecantes, enriquecen el suelo con el
aporte de hojas y residuos vegetales, transformando un médano o un pedregal en un
terreno de la más elevada fertilidad, dotado de una espesa capa de humus que absorbe
en proporción elevada el agua de lluvia y la humedad de los rocíos” 2.
El vivero será impulsado como un elemento base para la generación de riqueza forestal
y frutal, sin dejar de lado que era también un elemento transformador del paisaje. “El
país necesita la plantación de muchos árboles, y los propietarios de campos, como así
también los agricultores, deben instalar sus viveros, con los fines antes mencionados o
simplemente con propósitos de embellecimiento de lugares, dándoles hermosas

1
Carnevale, Juan. “El vivero forestal”, en: revista . 76, Ministerio de Agricultura, año 1930.
2
Barrios Silva, Félix. “Hay que plantar millones de árboles”, en: Almanaque del Ministerio de
Agricultura, año 1939.
perspectivas que valoricen la tierra”.3 En este artículo se menciona el tamarisco como
un árbol resistente en terrenos salitrosos y como fijador de dunas y médanos.
A la hora de observar la región que nos ocupa, nos preguntamos por la materialización
cabal de aquella concepción forestadora, y aparece entonces el vivero Florentino
Ameghino de Miramar, creación pionera de la región donde prestaría invalorables
servicios.
Dice Pablo Etchevers sobre este vivero: “En el año 1923 se decide crear por ley el
Vivero Dunícola, dependiente del Ministerio de Asuntos Agrarios de la Provincia de
Buenos Aires. Al frente del mismo queda como director el ingeniero Oscar Moretti y las
primeras tareas se realizan en 1926. Finalmente, el 12 de octubre de 1927 se inaugura
oficialmente, pero recién en 1934 es bautizado como Vivero Dunícola Florentino
Ameghino, en honor al prestigioso hombre de las ciencias naturales argentino”4.
El mismo autor plantea, en otro artículo, la importancia que tuvo el vivero Florentino
Ameghino en la creación del actual vivero Cosme Argerich de San Clemente.
Al respecto, estas son sus consideraciones: “La Compañía de Tierras y Balnearios del
Tuyú SRL adquirió por donación estas tierras pertenecientes a la familia Leloir y
comenzó el loteo en el año 1935. La gran masa de arena en continuo movimiento hacía
difícil el acceso vehicular. Se gestionó entonces la construcción del camino que
permitiera el tránsito hasta estas propiedades ante la Dirección de Vialidad.
“Con una carpeta asfáltica de 70 a 75 centímetros de longitud, partiendo de la playa,
se intentó dar solución a los inconvenientes de tránsito, pero al poco tiempo este
camino fue cubierto nuevamente por nuevos aportes de arena suelta que traían los
médanos vivos de los alrededores.
“Así fue que la misma Dirección de Vialidad solicitó la intervención de la Dirección de
Agricultura, Ganadería e Industria de la provincia de Buenos Aires.
“Y así, en el año 1935, comenzaron las tareas de consolidación del suelo dunoso a
cargo del perito agrónomo Francisco Quinteros. Junto a 5 obreros, con pocos
elementos económicos y tecnológicos, y la única experiencia que se tenía entonces del
vivero Florentino Ameghino de Miramar, se empezaron las obras.
“Otro personaje que aportó lo suyo en aquel entonces fue el administrador de la
estancia El Tuyú, Don Federico Wisky, que facilitaba desinteresadamente caballos,
carne, leche y todo lo necesario para subsistir en un lugar inhóspito y desértico.
“Tiempo de siembra
Estos trabajos consistían en sembrar las dunas con alfalfa y otras especies fijadoras,
cubrirlas con esparto, muy común en la zona, y realizar una abundante forestación de
diversas especies.
“En el año 1936, según informe de la publicación Anuario Rural de la Provincia de
Buenos Aires, se plantaron:
- 20 500 hectáreas de Myoporum
- 37 000 álamos de Italia
- 5 000 sauces de Carolina
- 20 000 álamos plateados
- 10 000 sauces mimbres
- 4 000 membrilleros
- 60 000 gajos de garra de león
- 164 aguaribay

3
Gallardo, Blas. “Los viveros de plantas como base de la riqueza frutal y forestal”, en: Almanaque del
Ministerio de Agricultura y Ganadería, años 1953 / 1954.
4
Etchevers, Pablo, “Un oasis en la arena” [en línea]
http://www.welcomeargentina.com/paseos/vivero_dunicola/
- 1234 pinos
- 2500 eucaliptus
- 1400 cipreses
- 610 tuyas
“Ejemplares de Myoporum aún existen sobre la ruta de acceso, aunque en pocas
cantidades. En el actual campo deportivo, hay álamos plateados, sauce mimbre y
ejemplares de aguaribay. En la calle adyacente, se pueden encontrar eucaliptos.
Quedan también algunos cipreses próximos a las playas de reproducción. El más
antiguo está localizado muy cerca de la casa del encargado. Hay un grupo de pinos a
ambos lados del camino principal, otro grupo rodeando el galpón y varios más dentro
del perímetro del actual parque municipal.
“Actualmente, el vivero Cosme Argerich ocupa un área de 36 hectáreas, extendiéndose
por 406 metros a lo largo de la costa atlántica, al sur de la ciudad de San Clemente del
Tuyú. El área forestada es de 27 hectáreas”5.

Creemos que resulta evidente la participación del Estado en el fomento de la actividad


forestal durante las décadas de 1930 y 1940. Con relación a esto, es interesante
mencionar también la existencia poco conocida de los llamados “trenes viveros”.
Al respecto, leemos en un documento oficial de 1937: “Como viene ocurriendo a partir
del año 1932, se hicieron correr por las líneas de los Ferrocarriles: Sud, Oeste, Central
Argentino, Compañía General de Buenos Aires y Provincial de Buenos Aires, una serie
de quince trenes viveros, que recorrieron la provincia de Buenos Aires en toda su
extensión, alcanzando las ventas los importes de que da cuenta el siguiente cuadro (...)
Total: $ 44.915,80” 6.
Según consta en este documento, la línea del Ferrocarril Sud (Constitución- Mar del

Plata) fue la que mayor cantidad de trenes viveros tuvo en circulación en 1936. En el

registro se enumeran siete.

Forestaciones, viveros, caminos... En este marco surge una construcción conceptual


similar, podríamos decir, a la ya mencionada del imaginario. Surge el concepto de
paisaje, un paisaje de ribetes humanizados.

4.2 La construcción del paisaje

Lo que hemos previamente desarrollado no hace más que mostrar una cuestión que está
hoy a la vista: la transformación territorial de la costa atlántica iniciada en ese epicentro
llamado Mar del Plata. En ese punto nadie niega la intervención estatal para que tal
proyecto llegara “a buen puerto”. Ahora, lo que hemos puesto en duda es que esa
intervención se hubiera expresado también, en el mismo sentido, en las zonas

5
Etchevers, Pablo. “Verde que te quiero verde” [en línea]
http://www.welcomeargentina.com/paseos/verde_que_te_quiero_verde/
6
Bustillo, José María. “Memoria correspondiente al ejercicio de 1936, presentada a la Honorable
Legislatura por el Ministro de Obras Públicas, Ing. José María Bustillo”, La Plata, Prov. de Buenos Aires,
Taller de impresiones oficiales, 1937. (Gentileza del Museo y Archivo Histórico Municipal de Villa
Gesell.)
correspondientes a los cuatro partidos que incluye el frente costero al norte de Mar del
Plata, desde la albufera de Mar Chiquita hasta la Bahía de Samborombón.
La transformación de la costa en la zona de Mar del Plata implicó cambios en el paisaje
costero. Hubo una instrumentación de la práctica nueva del turismo, la cultura del ocio,
la invención de la playa. En otras palabras, las políticas estatales tuvieron injerencia en
la materialización de combinar condiciones previas, naturales, y condiciones artificiales.
Pero decir que el Estado tuvo la misma injerencia en las zonas al norte de Mar del Plata
es una aseveración un tanto temeraria.
La casi nula participación estatal por estas regiones fue generando una idea, hoy día
harto aceptada, de que estos asentamientos, sus fundaciones, éxitos y posteriores
crecimientos se debieron solo a voluntades individuales, privadas, pioneras, etcétera.
Y esta idea, en cierto modo, también la cuestionamos. Al respecto encontramos un
novedoso planteo en un trabajo de Perla Bruno y Carlos Mazza. Ellos hablan de la
construcción de paisajes 7.
El capítulo III de la mencionada obra tiene un sugerente título: Humanización del
paisaje, que no es más que la difusión de la belleza natural y su transformación; es
imprimir a un espacio casi vacío y extenso, como el pampeano, otro paisaje, que estará
caracterizado por las redes camineras y la realización de parques. Y aquí está lo que nos
interesa, los nuevos paisajes.

Recordemos una vez más que la década de 1930 se inició en el marco de una crisis de la

agricultura pampeana, y el Estado debió intervenir para vigorizar un sistema económico

alicaído. Esta intervención se dio mediante la construcción de obras públicas, de las

cuales la red caminera fue parte sustancial. Así, “para la urbanización de la costa este

de la provincia de Buenos Aires, la construcción de rutas (Ruta Nacional 2 y provincial

11 son los ejemplos más significativos), no solo posibilitará la reactivación del

mercado interior, sino que incorporará el potencial turístico costero a la economía

nacional” 8.

La construcción de estos nuevos caminos logrará un equilibrio de tensiones entre lo


económico, lo social y lo natural, además de posibilitar una redistribución de la
población y el acercamiento de la costa al resto del país.

4.3 El fenómeno forestador

Según Perla Bruno, “en 1886 alertaba Ameghino sobre la necesidad de aprovechar
aquellas porciones del territorio provincial no aptas para la agricultura y la ganadería,

7
Bruno, Perla y Mazza, Carlos. Construcción de paisajes. Transformaciones territoriales y planificación
en la región marplatense, 1930 – 1965, Mar del Plata, UNMP, Fac. de Arquitectura, Urbanismo y
Diseño, 2002.
8
Ibidem.
como la zona de arenas movedizas de la costa atlántica, para realizar plantaciones de
arboledas” 16.
Tal como ya señalamos, y según Etchevers, en el año 1923 fue creado el vivero
dunícula Florentino Ameghino, por el Ministerio de Asuntos Agrarios de la Provincia,
cuyo objetivo era el estudio del sector costero de Miramar. El vivero fue trasferido al
servicio de fijación de dunas, y de esta manera dio comienzo “la actividad por la
fijación de los médanos de San Clemente, sistematizados en su casi totalidad a través
de la construcción de cercos muertos o quinchados, seguida de la plantación de
especies vegetales especialmente adaptadas. Los trabajos se extienden luego a
Madariaga, y en consorcio con la señorita Valeria Guerrero, comienza la fijación de
arenas móviles, proyectándose la creación de una ciudad balnearia: lo que sería luego
Pinamar. Proyecto similar existe para las playas de Claromecó, en el partido de Tres
Arroyos. La forestación es el embrión del nuevo escenario residencial para el ocio
moderno, las nacientes villas que desde finales de los 30 producirán la última etapa de
fundaciones del litoral bonaerense”17.
Un paisaje nuevo va irrumpiendo. Tras ser “inventado”, poco a poco habrá de tener su
correlato económico, con eje en el mercado inmobiliario, puesto que aquellas zonas irán
valorizándose, tal como ya hemos consignado.
El nuevo paisaje será el de un potencial verdor. Se conjugará un ambiente marino, de
playas desiertas, junto a las cuales se formarán frondosos bosques, lugar por excelencia
para la construcción de viviendas veraniegas. Por tanto, el fenómeno forestador, antes
que expresión de iniciativas despojadas de todo contexto, obedeció a una planificación
estratégica, cuyo mentor fue el Estado en primer lugar.
El paisaje geográfico es remplazado por el paisaje humano, que habrá de relacionarse
con un despertar: el del turismo social.
Esta mirada, que es la del paisaje, nos ubica en una perspectiva distinta, desde la cual se
observa al Estado como protagonista, como responsable de generar este fenómeno de
cambios a gran escala. Esta poderosa acción, no obstante, terminará diluyéndose en la
década de 1960.
En consonancia con este planteo se encuentra lo expuesto por el ya citado Rubén
Echeverría. Dice este autor con respecto a la intervención estatal: “A fin de ayudar a la
urbanización de las zonas costeras, el Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca de
la Nación, en la década de 1950, emprendió una labor tesonera y fructífera destinada a
fijar, con especies vegetales más efectivas que las naturales de la zona, los médanos
vivos de la costa bonaerense, creando a tal efecto viveros de plantas adaptadas a vivir
en la sal y la arena (halófilas y samófitas) en San Clemente del Tuyú, Miramar y
Claromecó, que proporcionaron millones de ejemplares de ellas, que se sembraron a lo
largo del litoral atlántico. Previamente a la siembra se prepararon los médanos con
empalizadas cruzadas entre sí en forma de damero, protegiéndose también con paja a
cada una de las plantas sembradas. Para realizar este trabajo se tuvo en cuenta la
experiencia obtenida en Dinamarca y los Países Bajos (Holanda y Bélgica) en donde la
fijación de dunas está dirigida, sobre todo, a evitar la inundación de la tierra firme por
el mar, debido a que el nivel de éste supera al de la tierra. (...)
“El educativo ejemplo ofrecido por el Estado ejerció su influencia sobre algunos
dueños de campos y martilleros, quienes comprendieron las posibilidades que la
forestación ofrecía en la valorización de las tierras para su posterior fraccionamiento
en lotes. Desgraciadamente, gran parte de la obra realizada por el Estado ha sido
destruida posteriormente por el Estado mismo, debido a la falta de coherencia en su
16
Ibidem.
17
Ibidem.
acción y su falta de visión de progreso edilicio y de comprensión de la ecología. En
cuanto a las forestaciones que ejecutan los propietarios, están destinadas a
desaparecer en un 95% de su extensión: en la medida en que los solares son ocupados
por las viviendas que levantan los adquirentes, son talados casi todos los árboles que
los pueblan. La urbanización de la costa de la provincia de Buenos Aires que se
extiende desde Punta Rasa hasta la desembocadura de la laguna de Mar Chiquita
comenzó en el año 1935 con la fundación de Mar de Ajó, seguida poco después de San
Clemente del Tuyú. Estas pequeñas poblaciones surgieron por iniciativa de los dueños
de campos lindantes con el mar, quienes ejecutaron el fraccionamiento de sus campos
en lotes y quintas y los vendieron como nuevos lugares turísticos”18.

Ahora es necesario deslindar algunas cuestiones. En primer lugar, la intervención estatal


se dio de manera directa en Mar del Plata y en los restantes balnearios hacia el sur; la
construcción de caminos como ejercicio de la obra pública generó un cuadro neurálgico
desde la capital con la ciudad balnearia de la costa. Allí, tal como hemos dicho, el
turismo como política estatal, el denominado turismo social, recién se implementará en
la década de 1950. En segundo lugar, tenemos el fenómeno forestador como base de un
proceso de transformación, al servicio de una nueva condición del paisaje. Pero es
necesario señalar que todas estas variables fueron parte de una formalización del
territorio y que este fue el marco en el cual entidades privadas pudieron tomar como
propios ciertos ejemplos dados por el Estado.
Por tanto encontramos entonces, desde la perspectiva de Bruno y Mazza, que estos
emprendimientos costeros; que las operaciones llevadas a acabo por pioneros,
fundadores, estancieros, urbanizadores o personas del ámbito inmobiliario no ocurrieron
solamente por iniciativa individual, o debido a perspectivas visionarias u originales de
estos particulares, sino que de un modo u otro estuvieron precedidas por la presencia
patente y colaboradora del Estado, que en alguna medida influyó sobre todos aquellos
hechos.

4.4 La importancia del parque

En estrecha relación con la construcción de paisajes, que permitía delimitar la presencia


del Estado en estas regiones, mencionaremos en particular el proyecto y desarrollo de
parques.
Para el partido de General Madariaga, el proyecto de un parque costero fue, en efecto,
una formulación del gobierno provincial.
Carlos Mazza, en el capítulo V de la obra ya citada, aborda la concepción de la
construcción de paisajes a escala regional y expresa que en Mar del Plata esta acción se
dio en su área metropolitana, entre los años 1947 y 1960 en un 81,4%, mientras que
“paralelamente, a escala regional se produce la consolidación de núcleos urbanos
como Villa Gesell y Pinamar y en menor grado Santa Clara del Mar, entre otros. Por
último, en el caso de poblaciones no turísticas de larga existencia, a partir de su
integración con los centros turísticos, se refuerzan su rol productivo y político, como es
el caso de General Madariaga. El conjunto de centros regionales y urbanos establece
un gradiente de interrelaciones en función de la magnitud y complejidad de cada uno
de ellos. En este contexto, se van produciendo y yuxtaponiendo acciones públicas y
privadas que definirán y redefinirán el paisaje” 19.
18
Echeverría, Rubén Pablo. Op. cit.
19
Bruno, Perla y Mazza, Carlos. Op. cit.
Desde el rol político que le cabía cumplir a la administración del partido de General
Madariaga, comenzó a pensarse la región como una unidad de planeamiento, donde se
debía modular cada centro urbano y, como complemento de ello, la integración del
territorio definido como el medio donde vive el hombre. Por lo que una suma de ideas,
tales como región, medio, paisaje, irán asimilándose y articulándose bajo el conjunto de
objetivos y propuestas de planes; áreas urbanas y áreas rurales deberán estructurarse
como integrantes de un paisaje.
Para lograr esos objetivos surgirán ciertas proposiciones. Por ejemplo, la defensa y
transformación del suelo, la protección climática y de las zonas costeras de dunas, el
paisaje, la conservación tanto de la flora y fauna como de sitios históricos, recreación
popular, fomento de la industria forestal, entre otros.

Respecto ya a la costa misma, “se señala la zona de médanos (…) como reserva desde
el punto de vista de las bellezas naturales, previendo tan sólo la transformación y
urbanización turística, dejando el resto con su originario y típico paisaje, desde que el
triple cordón de dunas geológicamente está estabilizado y las tierras agrícolas
inmediatas no corren peligro de invasión de arenas” 20.
El medio natural, o el paisaje natural, será propenso a ser estudiado científicamente, lo
que habrá de guiar el accionar urbano. Los espacios verdes incluirán plazas vecinales,
plazoletas, paseos y parques. Estos últimos serán diferenciados de acuerdo con ciertas
características, y así se los denominará: urbanos, comarcales, privados y específicos.

Teniendo en cuenta preexistencias urbanas, y la articulación entre región, espacios


verdes y ciudad, se intentará definir un todo. Se propusieron, así, tres formas de
actuación: el parque Marítimo Madariaga, en primer lugar; en segundo lugar, la ciudad
de Madariaga y finalmente un proyecto en relación con Pinamar y Villa Gesell. Estas
actuaciones partían del reconocimiento de las singularidades de cada situación.
Así, en los fundamentos del Parque Marítimo Madariaga surgirá la necesidad de
delimitar áreas urbanas y rurales, como también planes de forestación y el estudio sobre
el área compuesta por las dunas. Ahora bien, “con referencia a la relación del parque
con Villa Gesell y Pinamar se agrega a lo dicho que éstas se desarrollarán como zonas
urbanas dentro del Parque Marítimo Madariaga, el cual actuará como su zona de
cintura. Conjuntamente con esto, se propone acentuar las características del paisaje
urbano existente y protegerlas de un posible mal desarrollo futuro. Fijar una relación
entre áreas edificables y área de cada parcela capaz de asegurar el predominio del
paisaje parquizado o forestal sobre el de la edificación” 21.
La concepción de parque respondía a las ideas propuestas acerca de la recreación
pública, la conservación y transformación del suelo, así como de la formación de un
paisaje.
“Los parques regionales que configura el ejido de los tres centros urbanos
considerados actúan como reguladores ambientales, estabilizando la región
planificada. (…) No hay en este plan una combinación ecléctica de lo existente y de lo
nuevo, sino que su articulación se produce en un marco de unidad conceptual y
cultural. Este mismo hecho constituirá el elemento central de modernidad paisajística,
donde trabajo, producción, ocio y paisaje forman parte de una construcción única,
referenciada en el propio lugar”22.

20
Ibidem.
21
Ibidem.
22
Ibidem.
En el presente marco, el análisis involucró a tres partidos: General Pueyrredón, General
Madariaga y Batán Chapadmalal, para los cuales se presentaron planes reguladores
regionales. En el caso de General Madariaga, el plan buscaba una homogénea identidad
a partir de la construcción del Parque Marítimo.
Podemos preguntarnos cómo habrán tomado aquellas planificaciones los respectivos
fundadores de Pinamar y Villa Gesell. ¿Qué habrán pensado sobre estas decisiones? La
pregunta es por demás pertinente ya que la delimitación del parque incluía una zona
“ríspida” desde el punto de vista comercial: la costa. En efecto, el proyecto del Parque
delimitaba cuatro zonas definidas a partir de la costa ribereña, de una franja de 200
metros mínimos a partir de la línea más alta de las mareas, que incluían la formación de
un paseo-parque costanero y playa balnearia sin localización poblacional. Esta recién se
encontraría en la denominada zona primera, una franja de 300 a 400 metros de ancho
pero semidesierta, con una densidad general de 35 habitantes por hectárea, con hoteles,
viviendas unifamiliares y multifamiliares, en parcelas de un mínimo de 1.500 metros
cuadrados y 20 metros de ancho de cualquier lado del perímetro.
Teniendo en cuenta los hechos ocurridos a lo largo de los años, las zonas que
propiciaron un crecimiento desmedido coinciden justamente con las zonas mencionadas.
Ahora, este hecho del valor que habrían de adquirir las zonas aledañas a la costa, y de
allí la especulación financiera en parcelamientos, no era ajeno al gobierno provincial,
especialmente en aquellos años de la década de 1950. Es más, fue uno de los motivos,
entre otros, que generó el decreto Nro. 9196, dictado por el Superior Gobierno de la
Provincia de Buenos Aires y concebido para frenar la aprobación de nuevos proyectos
de subdivisiones. También obligaba a dejar, en los nuevos fraccionamientos, una nueva
avenida costanera de cien metros de ancho a partir de la playa.
Varios de estos aspectos se consideran en una carta documento que el señor Gesell
escribió al gobernador de la provincia de Buenos Aires, mayor Carlos E. Aloé, donde
expresa su desacuerdo con los términos de aquel decreto. Lo hace con estas palabras:
“Fallas del decreto Nro. 9196. El decreto que nos ocupa consta de dos partes: en la
primera se expresan los motivos que lo originan y en la segunda se articulan las
normas positivas a las cuales se deben allanar los nuevos fraccionamientos. El
propósito que el decreto persigue es cortar el deseo desmedido de algunos propietarios
ribereños para alcanzar un beneficio reñido con los escrúpulos que toda persona
honesta debe tener. Ese deseo se proyectaba al fraccionar en pequeños lotes terrenos
ubicados sobre la misma playa marítima, sometida al avance del mar en los momentos
de tempestad e inapropiada para la ubicación de viviendas. No sólo se defraudaba así
al adquirente de esos lotes, sino que además se desfiguraba el paisaje, hoy uno de los
más hermosos del país. La pretendida base jurídica de esos propietarios ribereños
inescrupulosos residía en una logomaquia contenida en la redacción de los títulos
cuyas escrituras decían al hablar del límite frente al mar: ‘el océano Atlántico’. El
inciso 4to. del artículo 2340 del Código Civil -bien o mal- les confirma ese derecho” 16.

16
Carta autógrafa de Carlos Idaho Gesell al gobernador de la Provincia de Buenos Aires Carlos E. Aloé,
presumiblemente fechada en el año 1953. Gentileza del Museo y Archivo Histórico Municipal de Villa
Gesell.
A modo de contexto, hemos realizado un recorrido por cuatro partidos costeros en sus
aspectos generales, fechas fundacionales, nombres, hechos, pasos, intentando mostrar
un proceso que generó cambios y transformaciones estructurales en el paisaje natural de
la costa bonaerense; proceso que fue conformando un territorio particular y que implicó
un crecimiento significativo en estas zonas, mucho tiempo despojadas de valor
económico, histórico y social.

Pero no estaría completa esta primera parte de nuestro trabajo sin la presentación de las
personalidades que crearon y propiciaron dos balnearios paradigmáticos de la costa
atlántica. Nos referimos a los señores Jorge Bunge y Carlos Gesell.
Capítulo V

5.1 Jorge Bunge y Carlos Gesell

Situadas en el corredor de la costa atlántica, al norte de Mar del Plata, hay dos ciudades
que se destacan como dos destinos excluyentes a la hora de decidir dónde vacacionar,
nos referimos a Pinamar y a Villa Gesell.
Catalogadas con perfiles distintos, las dos ciudades ofrecen sus playas, sus hoteles, sus
servicios, a turistas de toda la República Argentina y del exterior. Ese perfil que
acarrean sobre sus espaldas implica la siguiente distinción: ver a Pinamar como el
balneario para toda la familia y a Villa Gesell, en cambio, como el balneario de la
juventud.
Estos perfiles fueron elaborándose entre las décadas de 1950 y 1960. No obstante, uno y
otro lugar son portadores de ciertas diferencias que emergieron, casi, desde los inicios
mismos de las respectivas fundaciones.

El nacimiento de las dos ciudades puede inscribirse en el proceso de los asentamientos


que se iniciaron en General Lavalle en la década de 1930, sobre la franja costera;
aunque no debemos olvidar que a principios del siglo veinte se anticipa a tal proceso la
fallida experiencia de Ostende.
La historia de Pinamar está ligada a la figura del arquitecto Jorge Bunge23, que inició su
epopeya en 1938. Por sugerencia de un fijador de médanos, el señor Sánchez Aizcorde,
el señor Bunge y la señorita Valeria Guerrero Cárdenas decidieron forestar parte de los
campos que pertenecían a la señorita Guerrero.
En 1939 se firmó un convenio de sociedad entre Jorge Bunge y Valeria Guerrero,
mediante el cual Bunge compraba 2.684 hectáreas de dunas y obtenía así la mayoría de
las acciones de la sociedad. En caso de fracasar la obra de fijación y forestación que
habían acordado, Valeria Guerrero recuperaría las dunas.
Ya en 1941 comienza, pues, la fijación y forestación de dunas en lo que hoy es la
ciudad de Pinamar. En 1943 son presentados para su aprobación, ante la Dirección de
Geodesia de la provincia de Buenos Aires, los fundamentos de la creación de Pinamar,
que sería inaugurada el 14 de febrero de 1943 como localidad Balneario Pinamar. En
1944 el Poder ejecutivo de la Provincia de Buenos Aires aprueba el Plan director.

En cuanto a Villa Gesell, podemos decir que en 1931 Carlos Gesell adquiere al señor
Eduardo Credaro 1.648 hectáreas de dunas, parte de la extensión que Credaro había
comprado anteriormente como sobrante fiscal.

¿Qué eran los sobrantes fiscales? Eran extensiones de arena, o de tierra, que
“sobraban”, a favor del fisco, cuando éste mensuraba con precisión grandes campos. En
caso de campos que lindaban con dunas costeras, y ante la exigencia del Estado a los
propietarios de devolver lo que no les pertenecía, acorde con la diferencia que arrojaban
los datos de la mensura, los propietarios preferían, claro está, devolver suelos
improductivos; o sea, arena. Así surge un extenso sobrante fiscal de dunas, que es un
cordón de arena, sobre la costa atlántica argentina.

23
Muro, Marta, “Antecedentes históricos de los orígenes del Partido de Pinamar”, en Revista de Historia
Bonaerense, Año II, Nro. 8, diciembre de 1995.
El importante esfuerzo de Carlos Gesell durante aquella década de 1930
estuvo enfocado a la fijación y la forestación de las arenas que había adquirido. En
1941, en un aviso del diario La Prensa, Gesell ofrecía una casa para veranear en el
llamado Parque Idaho, que años más tarde denominaría Villa Gesell.
En la década de 1940 comienza en lo que hoy es Villa Gesell la construcción de casas y
hoteles. El crecimiento sostenido se debió, en parte, al trabajo del señor Emilio Stark y
de la familia Greco; el primero, en la venta de lotes, por encargo de don Carlos Gesell, y
los segundos, en la construcción 24. Posteriormente, con la llegada de españoles e
italianos, que aportaban tanto la mano de obra como la apertura de los primeros
comercios, fueron forjándose las bases para el desarrollo de un balneario distinto,
pujante y novedoso.
Resulta fácil advertir hoy día que tanto Pinamar como Villa Gesell son comunidades
que reconocen a sus fundadores. Aunque es menester señalar una particular
característica que diferenció a ambos emprendimientos. Pinamar fue desde el inicio un
proyecto urbanístico, así lo concibió Jorge Bunge, en tanto que Carlos Gesell, después
de dejar de lado su idea original de obtener la madera de los árboles que plantaba,
reconvirtió el proyecto en la creación de un balneario.
Para dar un panorama general de las condiciones físicas del ambiente al cual ambos
fundadores debieron enfrentarse, volvemos a citar a Rubén Echeverría: “Haciendo
marco a las playas infinitas, una cadena de médanos de sus mismas finas arenas de oro
acompaña al océano desde San Clemente hasta Mar Chiquita alcanzando alturas
máximas de 35 a 40 m en la Punta Sur del cabo San Antonio (llamado justamente por
esa circunstancia Punta Médanos) y forma una franja de ancho variable que llega
hasta 5 Km” 25.
Teniendo semejante marco de referencia, el desaliento y la sorpresa eran respuestas
espontáneas de muchas personas allegadas tanto a Bunge como a Gesell ante la empresa
por emprender.
Sobre el proyecto de Bunge, comenta Juan Cruz Jaime en el libro que ya hemos citado:
“En la redacción del convenio intervino por Valeria el Dr. Eduardo Bidau quien -al
decir de la misma Valeria-, lo mismo que todo el mundo, pensaba que era un disparate
el asunto de los médanos (...) a lo único que le daba valor era a que [la dueña]
recuperara esos médanos cuando la obra fracasara”26.
En cuanto a Carlos Gesell, la situación no fue muy diferente, tal como lo señala su hija
Rosemarie: “-¡Médanos!¡Me dices que has comprado 1.680 hectáreas de arena! ¿Y se
puede saber en el nombre de Dios, para qué?
“Mi tío lo miraba estupefacto.
“Papá, calmadamente le explicó: -Vamos a tener madera más barata. Plantaremos
gran cantidad de árboles. Tendremos nuestra propia producción. Después pondremos
allí el aserradero y ya verás que será extraordinario” 27.
Resulta paradójico que ese hermano, Ernesto Fridolín Gesell, se trasladara años más
tarde al sur de Claromecó, localidad del partido de Tres Arroyos, y realizara sobre las
dunas un trabajo similar al que había hecho su hermano menor, Carlos. Un artículo
titulado “El otro Gesell”, aparecido en el El Periodista, periódico de Tres Arroyos,
sintetiza el proceso fundacional de Dunamar del siguiente modo: “Precisamente fue en
1947 cuando ese sitio de médanos vírgenes interminables comenzó lentamente a

24
Para mayor información, ver mi obra Villa Gesell: fiesta, etnia y colectividad, Villa Gesell, edición de
autor, 2004. (N. del A.)
25
Echeverría, Rubén Pablo, op. cit.
26
Jaime, Juan Cruz, op. cit.
27
Gesell, Rosemarie, op. cit.
transformarse en el Dunamar que hoy conocemos. Y fue un aventurero, un hombre que,
como todo hacedor, no le temió a las dificultades que representa crear algo donde nada
existe, quien se enfrentó a la fuerza de la naturaleza y, con la ayuda siempre
incondicional de su mujer e hijos, construyó un puente, fijó médanos, abrió calles, llevó
servicios. En definitiva, generó condiciones para que otras personas tuvieran un
espacio donde descansar o vivir. Este hombre se llamó Ernesto Fridolín Gesell” 28.

Retornamos a nuestra región, y señalamos que las nuevas entidades fundadas ya


comenzado el siglo veinte no poseían población autóctona. Esta comenzó a formarse
con la gente que provenía de pueblos cercanos, tales como Juancho, Macedo, General
Madariaga; así también con gran cantidad de europeos inmigrantes y, por último, con
migrantes procedentes tanto del interior del país como del conurbano bonaerense, y de
la misma ciudad de Buenos Aires. Inmigrantes de países limítrofes hicieron su aporte
más notable a partir de la década de 1970.
Pero serán aquellos que inicialmente vinieron a ofrecer su mano de obra tanto como
quienes instalaron los primeros comercios los que obtendrán un título por demás
significativo en estas zonas, el de pionero. Los pioneros son, desde luego, figuras
invalorables a la hora de rastrear fundaciones de pueblos o balnearios, y la de ellos es
una presencia repetida en todas las localidades de las que estamos tratando.

Tal como dijimos, Pinamar y Villa Gesell surgieron desde imaginarios diferentes,
marcados por lo que sus fundadores pensaban acerca del “llegar a ser” de sus
proyectos. El primero, constituido por una sociedad comandada inicialmente por Jorge
Bunge y la señorita Valeria Guerrero Cárdenas, fue pensado como un lugar en el cual se
disfrutaría de los pinares y del mar; el segundo fue concebido como un balneario
diferente, que “se recomienda de amigo a amigo”, palabras marketineras, si se nos
permite el término, reveladoras de cierta idiosincrasia que Carlos Gesell quería dar al
lugar.
Los contrastes son casi abismales entre la significación que involucra el concepto de
sociedad anónima, por un lado, y el esfuerzo individual, por el otro, en los inicios
mismos de ambos balnearios. Y si bien esa diferencia no implica un determinismo
social, muestra cierta idiosincrasia, cierto germen. Esto deberá tenerse en cuenta a la
hora de buscar variables que permitan analizar contrastes y diferencias, los cuales, en
definitiva, habrán de trasladarse a la sociedad y al espectro cultural de ambos partidos.

La diferencia entre Pinamar y Villa Gesell puede comenzar a perfilarse en la


personalidad de ambos fundadores. Sobre este aspecto en particular, recurrimos
nuevamente a la conversación entre Aller Atucha y el señor Parini, pionero de Pinamar.
Dice Parini: “-¿Qué diferencia diría que hay entre Bunge y Gesell? Una diferencia
enorme -dijo, acentuando la palabra ‘enorme’ para que adquiriera el significado que le
estaba atribuyendo-, una diferencia como el día y la noche; Gesell era un luchador
solitario, Bunge un empresario visionario apoyado por fuertes capitales. Cuando
empezó Pinamar, don Carlos Gesell tenía una rabia bárbara porque intuía que surgía
una fuerte competencia. Gesell había comenzado antes y para mí Pinamar copió a
Gesell. Además hubo varios otros que lo quisieron copiar pero no disponían de fondos

28
“Crónica de una aventura llamada Dunamar. El otro Gesell”, periódico El Periodista de Tres Arroyos, 4
de setiembre de 2003 [en línea].
http://www.elperiodista3a.com.ar/5a/nota3.htm
para hacerlo. Pinamar S.A. sí los tenía, ya que los que formaban el directorio eran
gente de mucho dinero” 29.
Una sociedad integrada por importantes industriales, por hombres de campo y por
profesionales, en la que se involucrarán recursos y se mantendrá también una línea de
conducta homogénea y de toma de decisiones acorde con sus intereses de clase. Así, el
crecimiento del pueblo de Pinamar estuvo caracterizado por un sesgo de cierta
formalidad, a la que se debía respetar. Hoy, tal sociedad sería equivalente a un
directorio empresarial, en el cual las formas de pensar, los valores institucionales,
culturales y educativos estarían en permanente consonancia entre los integrantes de ese
directorio.
Esta formalidad imprimió una suerte de sello que caracterizó a la sociedad pinamarense
y que plasmó en un orden, en un estado de cosas logrado bajo cierto patriciado local.
Sin embargo, este orden no estuvo exento del acecho de especuladores, y aun de
estafadores. Al respecto, en Pinamar. Su historia, 1940-1980, Rosa Morán de Farini
habla de la importancia de los valores humanos ante la presencia de personas
inescrupulosas, que buscan hacer dinero fácil y rápidamente. Extraemos la cita de la
última parte del libro, titulada “El reverso de la moneda”: “Pinamar es muy joven
todavía, y no puede prevenirse sobre ‘la especulación y el lucro’. Ni las empresas
nuevas y fáciles tan lucrativas como peligrosas. (…) Tenemos el deber de preservarnos
de estas contingencias de la época actual, que son un flagelo, donde priman los
‘audaces’ y ‘pirata’ que, aprovechando la ingenuidad de los habitantes, se desplazan
con grandes negocios, induciéndolos a un beneficio que en la mayoría de los casos no
se produce” 8.
La importancia de la honestidad, de mantener una línea de conducta sobre precios en
términos de estabilidad, son conceptos propuestos con énfasis por la señora de Farini,
que concluye: “¿De qué valen tantos rascacielos, los grandes latifundios, los comercios
e infinidad de inmobiliarias dedicadas a los negocios, si no se mantiene el cuidado del
espíritu por medio de la relevancia de una cultura que fortalezca la mente embotada
por tanto lucro; en medio de esta vorágine arrolladora entre lo prosaico, necesario e
inseguro?” 9.
Mientras que por el lado de Villa Gesell sólo se contaba con una persona que pensaba,
trabajaba, conseguía los recursos materiales y humanos. Carlos Gesell llevó por años el
mote de “el loco de los médanos”, lo que contribuyó a tejer una leyenda en términos de
personalización del lugar. Esto también deberá tomarse como un factor para considerar
en la explicación de ciertos componentes de la idiosincrasia geselina.
Aunque argentino, el hecho de ser hijo de padres alemanes le confería a Carlos Gesell
cierta condición extranjera. Acerca de esa “aureola” alemana de Gesell, dice el señor
Herman Parini, en el libro ya citado: “Recuerdo que un día lo visité; mientras nuestras
esposas tomaban el té, salimos a recorrer médanos y don Carlos me dijo: ‘Cuando
vendo lote, platita que ganar mitad para plantitas mitad para comer’ -relata Parini
imitando el tono gutural con fuerte acento alemán de Gesell” 10.
Y a la postre fueron ellos, los alemanes, los primeros en construir en este lugar. La
importante obra, por ejemplo, del arquitecto alemán Heinrich Lömpel, responsable de
casi todas las primeras construcciones de la Villa, es rescatada en un trabajo de Osvaldo
Bevacqua. Dice este autor: “El destino hizo que se encontrara con una nueva
posibilidad al conocer al ‘fundador’ Carlos Gesell, quien realizaba los primeros pasos

29
Aller Atucha, Luis María, op. cit.
8
Farini, Rosa Morán de, Pinamar. Su historia, 1940 – 1980, Mar del Plata, edición de autora, 1980.
9
Ibidem.
10
Aller Atucha, Luis María, op. cit.
de una epopeya: la creación de una villa turística. Este hombre, compenetrado con las
ideas de su padre Silvio, el famoso economista, tenía ideas contrapuestas al turismo
‘masivo’ que se desarrollaba en la ciudad de Mar del Plata y al ‘elitismo de clases’
propuesto en otros emprendimientos cercanos al de él. Es evidente que Carlos Gesell
no sólo amaba entrañablemente a su padre, sino que también se propuso continuar, de
alguna forma, con sus ideas, transformándolas en hechos concretos. Estos conceptos
alimentaron la creación de la nueva villa. (…) Las charlas entre Heinrich Lömpel y
Carlos Gesell debieron haber tratado sobre estos aspectos. Y vemos que fueron tenidos
en cuenta no solo en las construcciones realizadas por Lömpel sino también en el
desarrollo urbanístico y social de la incipiente villa” 11.

Es necesario aclarar un punto algo intrascendente, pero que sin embargo adquirió
significación en el imaginario que fue marcando las diferencias entre ambos balnearios,
diferencias que fueron acuñándose en la década de los años 50. El hecho de que los
primeros propietarios de casas y hoteles en Villa Gesell fueron, en general, alemanes y
de que los primeros turistas e inmigrantes fueran oriundos de naciones de Europa
central aparece como un elemento contrapuesto a la naciente población de Pinamar, la
mayoría de cuyos pioneros pertenecían a tradicionales familias de la zona (desde los
fundadores mismos); industriales o profesionales de General Madariaga.
Esta diferencia en cuanto al origen de la sociedad de uno y otro lugar contribuyó a
configurar un imaginario desde el cual se caracterizó a Pinamar y a Villa Gesell,
respectivamente como “el balneario más criollo de la costa atlántica” y “el balneario
más europeo” 12.

5.2 Lo formal y lo trasgresor

Ubiquémonos en el contexto de la década de 1940. Comienzan a llegar turistas a las dos


nacientes localidades de Pinamar y Villa Gesell. En realidad, si tuviéramos que hablar
de ellas como balnearios con un mínimo de comodidades y servicios deberíamos señalar
la década de 1950.
Pinamar centrará en la familia de clase media la oferta de sus servicios, sector afín al
origen de clase que integraba su sociedad comercial. Por su parte, Villa Gesell atraía a
visitantes europeos, así como también a inversores de ese origen para construir sus
casas de descanso veraniego.
Esas diferencias tendrán su correlato en cierto perfil social, en respectivos imaginarios,
que estarán presentes y configurando la identidad propia de cada localidad. Estos irán
forjando criterios acerca de lo que está permitido y lo que está prohibido, como signo de
pertenencia social.
Así, en Pinamar la condición familiar o los apellidos ilustres generarán las bases de una
trama social que no permitirá ningún tipo de desborde, contrario a ciertos valores
tradicionales. La oferta del lugar tomó en cuenta tal idiosincrasia, que es la que fue
imponiéndose en Pinamar.

11
Bevacqua, Osvaldo, Heinrich Lömpel, arquitecto (1877 – 1951). Su aporte como pionero de Villa
Gesell, Villa Gesell, edición de autor, 2001.
12
Citado del diario La Nación (sin aclaración de fecha) por Carlos Manuel Rodríguez, en su prólogo a:
Oviedo, Juan, El alma perdida de Gesell. Ensayo sobre los años sesenta y parte de los setenta en la Villa,
Villa Gesell, edición de autor, 2002.
Por el contrario, los modos de ser tradicionales de los europeos que integraban la
población de la pujante Villa eran más permisivos, más tolerantes, más de pasar
desapercibidos, por lo que en Gesell las restricciones no eran fuertes y ello fue
gestando una atmósfera particular respecto a la diversión, lo festivo, lo novedoso, e
incluso a “la noche”, diferente de lo que acontecía en la vecina localidad de Pinamar.
¡Los turistas pinamarenses venían a Villa Gesell a vivir la noche! Y no solo los turistas
sino también los residentes. Así como podemos hablar hoy de una hegemonía de
Pinamar sobre las demás localidades que componen el partido, o sea sobre Cariló,
Valeria, Ostende, e incluimos el proyecto llamado Montecarlo, la cual se debe a su
condición de cabecera de partido, de modo análogo, en los años 60, la hegemonía de la
diversión relacionada con cierta trasgresión la tuvo Villa Gesell.
La señora Valeria Guerrero recuerda en su libro Surge Pinamar algunas características
de la Villa de los años 60. Habla de su crecimiento edilicio; del espíritu de libertad y
cierta trasgresión, que tanto atraía a los jóvenes, así como de algunos lugares nocturnos.
“Villa Gesell es muy concurrido y conocido, hasta nombrado como un lugar de ‘La
dolce vita’ por el éxito entre la juventud. En el verano de 1965-66 habían abierto una
boite ‘La Mosca Verde’, que tuvo un éxito enorme”.13
Como corolario de lo dicho, señalemos que en esos años emergió en Villa Gesell una
figura paradigmática, generadora de las mayores empatías entre persona y lugar. Nos
referimos a “aquellos hijos dilectos de los años 60, llamados ‘los hijos de las flores’:
los hippies. Posiblemente ellos carguen con la fama de ser los personajes por
excelencia de la historia de Villa Gesell (…)” 14.
Por el contrario, el halo que rodeaba a Pinamar era el del poder económico y la
diferenciación social; un centro muy exclusivo y singular de la costa atlántica, elegido
finalmente por la clase política como centro de cita y reunión. Sociedad y familia,
valores unidos a la aureola de exclusividad, dieron el contexto querido y deseado por
aquellos que pertenecían a la sociedad comercial de los orígenes y que imprimieron su
sello social al balneario.
Así, dos estereotipos quedaron incorporados para pensar o hablar acerca de estas dos
localidades vecinas, el estatus en Pinamar y lo trasgresor en Villa Gesell.
Nos parece interesante señalar, finalmente, que tales características emergieron en
consonancia con un contexto que podemos denominar el feudo. De tal modo, pasaremos
a considerar el feudo de Pinamar y el feudo de Villa Gesell.

5.3 La condición del feudo o el paternalismo

La historia nos dice que el feudalismo surgió en Francia y que, entre otras cosas, fue una
respuesta directa de los pueblos germanos de manifiesta oposición a las costumbres y
organización romanas. Pero previamente al estado feudal, al establecerse el dominio de
los llamados pueblos bárbaros en las provincias del Imperio, los jefes fueron
repartiéndose las tierras pobladas por habitantes libres, con la obligación por parte de
estos de acudir a las armas en defensa de su región. Paulatinamente, reyes y caudillos,
para asegurarse el concurso militar y político, comenzaron a ceder parte de sus
propiedades en beneficio vitalicio. El beneficiario se convertía en “señor” y todos los
habitantes pasaban a tener la condición de “vasallos”. El siglo once debilita el poder de
la monarquía y aumenta el de la nobleza.

13
Russo, Valeria Guerrero Cárdenas de, Surge Pinamar, Buenos Aires, edición de autora, 1977.
14
Oviedo, Juan, Gesell y la experiencia del filosofar, Villa Gesell. edición de autor, 2005.
Trasladado a hoy, el término “feudo” adquiere otro sentido, aunque asociado con el
antiguo, en cuanto nos remite a una unidad territorial que no solo posee sus propios
recursos sino también el control sobre ellos. Así, la localidad es el espacio en el cual se
ejerce el control sobre los recursos que permiten crecer, e incluso se controla el
crecimiento mismo de la sociedad que ocupa ese espacio.

Así, es posible asociar el concepto de “feudo” al sentido de “apropiación de lo local”.


Consecuencia de tal apropiación es la creación de ciertas pautas propias para el
desarrollo social, cultural, comercial, etcétera. Lo local es una respuesta descentralizada
a un poder central, el cual genera pautas que intenta imponer a todos; por ejemplo, a
toda una provincia o a una nación. El modelo agroexportador argentino tuvo esas
características.

Frente a este tipo de modelo, Jorge Bunge y Carlos Gesell, a su manera, ¿fueron
señores feudales en el sentido de que no se debían a un poder centralizado? Sin lugar a
dudas que sí, ya que los nacientes balnearios eran sus propias creaciones, respondían a
sus propios sueños e intereses comerciales. Y a ellos se sumaron otros que los siguieron
para completar así sus proyectos. Entonces, ¿cuál es el mayor capital de un feudo? Su
independencia, característica sine qua non para que exista el “feudo”. El éxito de un
lugar, sí o sí, habrá de convertirlo en un espacio o territorio con cierta aureola de
autonomía.
Desde luego, el “feudo” no significa, socialmente hablando, una equidad en la
participación de todos los que habitan el territorio. En verdad, solo deciden aquellos que
están en la cima de la pirámide social, posición lograda principalmente por quienes
realizaron la inversión económica inicial y, al mismo tiempo, decidieron las estrategias
comerciales para aplicar al lugar, involucrando así a la base de la pirámide.

Veamos un ejemplo. La actividad turística fue la razón de ser de las localidades que nos
ocupan. Para desarrollar esta actividad, fue necesario crear una infraestructura
adecuada, que incluyera, entre otros muchos elementos, hoteles, viviendas y edificios de
departamentos. Ahora bien, para citar un caso particular, en la década de 1970 Villa
Gesell tuvo un auge extraordinario de la construcción. Las obras, en general, no
poseyeron una calidad adecuada, ya que para los inversores lo importante era la
urgencia de la ganancia; se privilegiaba la rapidez a la calidad. Esta dio por resultado
construcciones de pobres diseños, ausencia de creatividad, contaminación visual,
saturación de determinados espacios por la concentración de construcciones, etcétera.
Toda esta sucesión de desaciertos fue en detrimento del buen gusto arquitectónico, del
paisaje y de la calidad de los servicios.
Ahora bien, tales decisiones no fueron tomadas por los maestros mayores de obras, ni
por los albañiles, sino por aquellos que disponían del capital para invertir. Así, en la
estructura feudal moderna de estas localidades, la toma de decisiones pertenece a una
burguesía local. Históricamente ha sido así: esa burguesía generó el movimiento
económico y la fuente laboral en estas zonas costeras. Por ello es que a esa burguesía le
compete cuidar, “velar” para que no surjan sobresaltos dentro del modelo que ella ha
implementado. De este modo, el modelo habrá de tener un sello distintivo; las
inversiones perseguirán un beneficio personal de dudoso matiz comunitario, aunque sí
localista. Porque la comunidad y el territorio son dos cosas distintas; la primera no es
imprescindible, el segundo sí lo es. Y sobre todo si se le ha conferido al territorio el
significado de lo local.
El interés de esa burguesía que valora el recurso económico por sobre todas las cosas es
lo que motivará que el territorio deba ser vigilado y controlado fronteras hacia afuera y
fronteras hacia adentro. Y esa es la condición feudal por excelencia.

Bien puede establecerse una analogía entre la condición de feudo y la condición de


paternalismo.
Al respecto, es ilustrativo el trabajo de María Inés Barbero y Mariela Cerva acerca de la
vida obrera en la empresa paternalista. Señalan estas autoras que “desde el punto de
vista de los patrones, el paternalismo respondió a requerimientos diversos: contar con
mano de obra estable, atraer y atrapar trabajadores inmigrantes, mantener el orden
social preexistente o bien construir comunidades basadas en principios religiosos o en
utopías laicas” 15.
Las autoras toman como ejemplo al empresario Julio Steverlyck, que elegió la zona de
Jáuregui, provincia de Buenos Aires, para construir una conocida fábrica textil:
Algodonera Flandria, alrededor de la cual decidió crear también un modelo de
comunidad. Así nació Villa Flandria, como una comunidad distinta, en la que se
propugnaba reproducir una sociedad patriarcal, ligada a la tierra y donde prevalecieran
relaciones sociales tradicionales.
“Las ideas de los Steverlyck acerca de los deberes de los empresarios hacia sus
subordinados se apoyaban en sus convicciones religiosas.(…) Estaban absolutamente
convencidos de la necesidad de trasmitir sus valores a los obreros de Algodonera
Flandria: velaban por su bienestar, pero al mismo tiempo se sentían con derecho a
establecer las normas por las cuales debía regirse la comunidad. Concebían a la
empresa como una gran familia patriarcal, en la que los patrones cuidaban de los
trabajadores pero, al mismo tiempo, ejercían una autoridad que iba mucho más allá de
los ámbitos laborales para extenderse a todos los aspectos de la vida”.16
La condición paternalista, más allá de generar una posibilidad laboral, implica por sobre
todas las cosas un fuerte sesgo ideológico de normas, de costumbres y difusión de
hábitos, cimentado todo en virtud del permanente contacto personal del fundador,
dueño o patrón con sus empleados u obreros. En síntesis, cuando asociamos las
categorías de lo feudal y lo paternal queremos señalar que las decisiones de un lugar son
tomadas por una cabeza centralizada, que por lo general es la figura del fundador, dueño
o gestor.
Así, ambas categorías nos permiten referir a la práctica social de una determinada clase,
en este caso, la burguesía, y sus correspondientes intereses y actitudes, que le permiten
ir imponiéndose a otra clase, la proletaria, representada por el peón, el obrero, el
changador, el empleado, que muchas veces acepta cierta condición ideológica impuesta
por la primera.

Más allá de esta situación, el feudo se expresa también de otro modo, mediante lo que
podemos llamar el sentido de pertenencia, el “ser” y sentirse de un lugar y no de otro.
Enfatizar, por ejemplo, que uno “es” de una localidad determinada del partido, y no de
su cabecera, lo que a menudo lleva a anteponer los propios intereses económicos,
culturales y sociales a los de la cabecera del partido.
Esto nos conduce a la siguiente pregunta: ¿ser pinamarense o geselino implica una
mera distinción de lugar de residencia o significa algo más que eso? Tal vez,

15
Barbero, María Inés y Cerva, Mariela, en: Devoto, Fernando y Madero, Marta, Historias de la vida
privada en la Argentina, Tomo III, Taurus, 2000.
16
Ibidem.
investigar dentro de las propias localidades que conforman cada partido nos ayude a
responder tal pregunta.

Y, a modo de complemento, formulamos una segunda interrogación: ¿hay cierto recelo


hacia la ciudad cabecera por parte de los residentes de las demás localidades de un
partido?
Vivir en determinada localidad implica cierta idea de pertenencia, de arraigo. Para cada
persona, en mayor o menor medida, es el lugar donde se vive y donde se es.
Pinamar, en cuanto a la configuración de sus localidades, tiene una mayor extensión
temporal y por lo tanto histórica que Villa Gesell. Tomemos como referencia los casos
de Ostende y Montecarlo.
Es decir que Pinamar, cabecera de partido, estuvo precedida por la emergencia de otros
asentamientos, a los que se agrega Valeria del Mar. En el caso de esta última localidad,
observamos particularmente aquella impronta de feudo y de cierto paternalismo del que
hemos hablado.
Según la señora Valeria Guerrero Cárdenas, el nombre de la localidad fue elección de su
esposo, Juan Pablo. Ella recuerda: “Juan Pablo quiso ponerle mi nombre a ese
balneario cuando lo fundó. A mí, al principio, no me gustaba. No me hacía gracia.
Parecía que uno quería llamar la atención. Después pensé que, como en la familia no
seguiría el nombre de Valeria, era bueno dedicarlo en recuerdo a mi abuela” 17.
Esta decisión, y esta relación de su propio nombre con un lugar especial, fue
posteriormente un motivo de orgullo para la señora Guerrero: “Nunca pensé que mi
nombre se iba a poner tan de moda. Ahora hay infinidad de Valerias. (…) Después, el
nombre de Valeria del Mar me ha gustado mucho. Es bonito, original y romántico, tan
diferente a otros” 18.
Si bien la creación de este balneario puede interpretarse como una respuesta anímica de
la señora Valeria Guerrero ante las desinteligencias con Jorge Bunge sobre acuerdos
previos, lo que sí puede enfatizarse es que Valeria del Mar, al igual que otras
localidades costeras, significó una instancia fundacional nueva antes que la pseudo
extensión de un lugar central.
Y esto, en el fondo, implica un estatus diferente, ya que no es lo mismo ser una
creación, un lugar que surge con características propias, como lo es un nuevo balneario,
que representar una extensión urbana, tal como puede serlo un barrio.
Por lo que esta categoría ontológica de un lugar, tal como un sello personal, habrá de
trasladarse a cierta parte de su población. Esa raigambre localista se trasmitirá, a modo
de herencia, a las futuras generaciones. Así que, en el caso de los dos partidos que nos
ocupan, nos enfrentamos a cierta bifurcación: por un lado, tenemos esa raigambre que
existe en las diferentes localidades, y por el otro, el pertenecer a la cabecera del partido.
Y no siempre se verifica una integración, en el sentido de mantener relaciones de
colaboración entre las distintas localidades de un mismo partido.

La impronta que está en el origen de estas localidades, que, repetimos, no eran


desprendimientos sino creaciones propias, generará un marco distinto, una suerte de
discriminación positiva como cuño de afirmación e identidad desde el habitar. Y esto
último sustentado desde una autonomía económica. La suma de todo ello permitió a
estas localidades pensarse y autoconcebirse no como un desprendimiento de sino como
algo distinto de.

17
Russo, Valeria Guerrero Cárdenas de, op. cit.
18
Ibidem.
En cada caso, la autarquía del fundador o empresa de bienes raíces logrará un
posicionamiento que excederá la mera cuestión de apropiación del lugar, por lo que
desde el origen mismo de estas localidades podemos señalar la presencia de cierto
modelo que involucra tanto lo feudal como lo paternal. Desde ese inicial
posicionamiento estratégico, habrán de generarse las pertinentes políticas en el
territorio. El crecimiento de acuerdo con esas políticas, el desarrollo institucional y
social que tendrán estas ciudades son recorridos que habremos de realizar
posteriormente; temas de análisis que quedan pendientes para la segunda parte del
presente trabajo.
CONCLUSIÓN

A lo largo de este trabajo de carácter exploratorio y por supuesto, tal como hemos dicho
en la Introducción, inevitablemente polémico, intentamos mostrar parte de nuestro
pasado como pueblos devenidos ciudades; un pasado en común y también un presente
en común.
El ayer sólo puede ser interpretado, no es posible deshacer lo hecho. Por lo tanto, desde
esa interpretación es pertinente una reconstrucción del contexto y la configuración de
una nueva mirada, desde donde bucear en los orígenes la impronta económica, si es que
la hubo, como umbral de tales asentamientos.
En la medida en cada uno de estos balnearios que hemos considerado fueron creciendo
y consolidándose, fue emergiendo la ciudad. Esta transformación física, social,
institucional es un fenómeno que también deberemos observar.
La sociedad de estos lugares crecerá adquiriendo, asimilando y reproduciendo las
condiciones económicas que les dieron origen. Es decir, se desarrollarán bajo la
impronta de la práctica del turismo, práctica económica que supo satisfacer las
necesidades de la mayoría de las fuerzas sociales de estas localidades hasta la década de
1970, incluida, y que después sufrió notables cambios cualitativos. Después de los años
70 se iniciará otro proceso diferente, que habrá de mostrar la insuficiencia del balneario
respecto a nuevos requerimientos sociales.
Así, estos partidos hoy día se encuentran ante ciertos problemas estructurales, tales
como la insuficiencia de medidas que contrarresten la estacionalidad, el exceso
demográfico que representa la nueva población emigrada del conurbano, la
“tercerización” como modelo de mano de obra menos capacitada para ciertas tareas que
requiere la práctica del turismo, tal como hoy se lo concibe; la ausencia de capacitación
profesional suficiente en consonancia con el siglo veintiuno, entre otros. Todo ello
muestra un panorama no tan alentador y por lo general tapado por las luces que
significan la temporada.
En otras palabras, la dialéctica que se impone es la siguiente: el balneario y la ciudad,
dialéctica que habremos de plantear, como ya anticipamos, en la segunda parte de la
presente obra, de próxima edición.

FIN
BIBLIOGRAFÍA

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paternalista”, en: Devoto, Fernando y Madero, Marta, Historias de la vida
privada en la Argentina, tomo III, Buenos Aires, Taurus, 2000.
ÍNDICE

Prólogo. Por Stella Maris Botti ……………………………………………….

Introducción ……………………………………………………………………

Capítulo I
1.1 La creación de los balnearios en la costa atlántica…………………………
1.2 Lo que nos dice la Historia..............................................................................
1.3 La emergencia de un nuevo producto: sol y playa…………………………….
1.4 La heráldica costera…………………………………………………………

Capítulo II
2.1 El imaginario...................................................................................................
2.2 Un epicentro: Mar del Plata…………………………………………………
2.3 El puerto y el ferrocarril…………………………………………………….
2.4 La creación pionera de Ostende……………………………………………..

Capítulo III
3.1 Los asentamientos al norte de Mar del Plata………………………………
3.2 La revalorización de la costa………………………………………………
3.3 El Automóvil Club Argentino y la Sociedad de Tierras y Balnearios………
3.4 Héctor Manuel Guerrero y Cariló …………………………………………
3.5 El turismo en el mundo y en el país...................................................................

Capítulo IV
4.1 La presencia estatal………………………………………………………….
4.2 La construcción del paisaje………………………………………………….
4.3 El fenómeno forestador………………………………………………………
4.4 La importancia del parque……………………………………………………

Capítulo V
5.1 Jorge Bunge y Carlos Gesell…………………………………………………
5.2 Lo formal y lo trasgresor……………………………………………………
5.3 La condición del feudo o el paternalismo……………………...…………….

Conclusión .......................................................................................................

Bibliografía......................................................................................................

Índice...............................................................................................................
A la hora de pensar en una ciudad líder en turismo en la costa
atlántica argentina, inmediatamente surge el nombre de Mar
del Plata, eje del mayor movimiento turístico en la temporada
veraniega. Menos probable es que se piense en Mar del Plata
como el referente clave que efectivamente fue para la
creación de nuevos pueblos balnearios hacia el sur, a
principios del siglo veinte.

Hacia el norte de la misma ciudad, en dirección a la Bahía de Samborombón, se


extendía hace menos de cien años una franja de arenas estériles y voladoras, que solo a
principios de la década de 1930 comenzaría a trasformarse, a causa de un proceso
fundacional de nuevos pueblos, posteriores al fracaso inicial de Ostende, ocurrido en la
década de 1910.

¿Por qué se inició tal proceso con posterioridad al de los pueblos del sur de Mar del
Plata? ¿Qué implicaba el mar, la costa, por entonces? ¿Por qué el imaginario negativo
trocó en positivo? ¿Qué papel le cupo en realidad al Estado en este proceso cuando la
literatura local de estos pueblos enfatiza el esfuerzo individual de fundadores y pioneros
como factor casi excluyente en la creación de estos balnearios? Y, por último, ¿qué
factores acercan y cuáles diferencian entre sí a dos pueblos paradigmáticos de la zona
como Pinamar y Villa Gesell, y hasta qué punto Jorge Bunge y Carlos Gesell son
elementos determinantes de las respectivas idiosincrasias de estas dos sociedades?

No todo lo que reluce es oro, en esta primera parte, intenta responder a tales
interrogantes, haciendo un paneo general de cuatro partidos de la costa atlántica
bonaerense: La Costa, Pinamar, Villa Gesell y Mar Chiquita. Además de datos tan
simples como útiles, tales como fechas de fundación; nombres de fundadores, de
pioneros, de hoteles emblemáticos, encontraremos en esta nueva obra de Juan Jesús
Oviedo propuestas sustanciales: la hipótesis de un imaginario social como impulsor de
estas fundaciones, y la interesante tesis de que la necesidad de valorizar suelos
improductivos fue la causa real del surgimiento de estos balnearios, y no el turismo.

De los "fondos de las estancias" a las "villas balnearias" se dio un proceso de


transformación de la costa atlántica, en un lapso de treinta años. Proceso que hoy día no
podemos decir que se encuentre cerrado, ya que el mismo ha sido generador de nuevos
problemas y nuevos desafíos que, a modo de efectos secundarios, emergieron y emergen
en el seno de estas comunidades. Encontrar respuestas y soluciones a ellos implica,
entre otras cosas, ejercer nuevas miradas sobre el pasado, el presente y el futuro. No
todo lo que reluce es oro nos abre, ciertamente, esa posibilidad.

I.S.B.N.987-05-0115-X

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