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Calvinismo y Luteranismo[i]

Diferencias y Semejanzas

-por Jorge L. Trujillo

Existen varias diferencias y semejanzas entre lo que se conoce hoy día como Calvinismo[ii] y lo que se
conoce como Luteranismo. En este breve documento deseo exponer tales diferencias a fin de ayudar a
aquellos quienes desean saber un poco más sobre el tema. Debo comenzar diciendo que ambos son
grupos cristianos. Ni los luteranos son seguidores de Lutero ni los Calvinistas son seguidores de Calvino.
Las etiquetas simplemente significan que ellos concuerdan (en menor o mayor grado) con las
interpretaciones de la Escritura tal y como fueron expuestas por estos dos hombres. En este artículo
solamente hablaremos lo concerniente a los puntos específicos de salvación como se relacionan con la
visión calvinista de esos cinco puntos. Tanto los calvinistas como los luteranos están en total acuerdo
sobre las doctrinas esenciales del cristianismo. Ambos grupos, como todos los cristianos creen en la
inspiración de las Escrituras, la trinidad divina, la deidad de Cristo, su nacimiento virginal, su vida,
muerte, pasión y resurrección corporal. También creen en la presencia de Dios en el cielo sentado a la
diestra del Padre y su futuro retorno en gloria a juzgar los vivos y los muertos.

En este articulo estaremos comparando lo escrito tanto en el libro de Concordia y particularmente la


confesión de Augburgo (documento doctrinal luterano) y otros documentos luteranos con lo expuesto
en la confesión de Westmister (documento doctrinal calvinista). Los tópicos que compararemos serán la
depravación del hombre, la elección, la expiación, la obra del Espíritu Santo en la conversión, y la
perseverancia de los santos.
“COMPARACIÓN de CREENCIAS”

1. La Depravación del hombre

Tanto para los luteranos como para los calvinistas sostienen que todos los hombres nacen con una
naturaleza caída y totalmente incapaces de hacer nada bueno. Los luteranos y los calvinistas niegan que
el hombre tenga cualquier capacidad para hacer algo enteramente bueno delante de Dios. Ambos
grupos están enteramente de acuerdo sobre la total corrupción del hombre y la necesidad absoluta de
la gracia de Dios y su directa intervención para su salvación. En la confesión de Augburgo leemos lo
siguiente sobre el pecado original:

…se enseña entre nosotros que desde la caída de Adán todos los hombres que nacen según la
naturaleza se conciben y nacen en pecado. Esto es, todos desde el seno de la madre están llenos de
malos deseos e inclinaciones y por naturaleza no pueden tener verdadero temor de Dios ni verdadera fe
en él. Además, esta enfermedad innata y pecado hereditario es verdaderamente pecado y condena bajo
la ira eterna de Dios a todos aquellos que no nacen de nuevo por el Bautismo y el Espíritu Santo.

Al respecto se rechaza a los pelagianos y otros que niegan que el pecado hereditario sea pecado, porque
consideran que la naturaleza se hace justa mediante poderes naturales, en menoscabo de los
sufrimientos y méritos de Cristo.

Enseñamos que a consecuencia de la caída de Adán, todos los hombres nacidos de manera natural son
concebidos y nacidos en el pecado. Esto es, sin temor de Dios, sin confianza en Dios y con la
concupiscencia. Este pecado hereditario y esta corrupción innata y contagiosa es un pecado real que
lleva a la condenación y a la cólera eterna de Dios a todos los que no son regenerados por el Bautismo y
por el Espíritu Santo.

De igual manera los calvinistas afirman la incapacidad del hombre para hacer algo completamente y
espiritualmente bueno ante Dios. En la confesión de Westminster leemos:

LA CAIDA DEL HOMBRE, EL PECADO Y SU CASTIGO

I)...Nuestros primeros padres, seducidos por la sutileza y tentación de Satanás, pecaron comiendo del
fruto prohibido (Gen. 3:13; 2*Cort. 11:3), Plugo a Dios, conforme a su sabio y santo proposito, permitir
este pecado proponiendose ordenarlo para su propia gloria. (Rom.11:32)
II)...Por este pecado cayeron de su justicia original y perdieron la comunión con Dios, (gen 3:7,8; Eclst.
7:29; Rom. 3:23), y asi quedaron muertos en el pecado (Efs.2:1; Rom. 5:12), y totalmente corrompido en
todas las facultades y partes del alma y del cuerpo. (Gen. 6:15)

III)...Siendo ellos la raíz de la raza humana, la culpa de este pecado fue imputada a su posteridad (Hech.
17:26, Gen. 2:16,17, comp. Rom. 5:12; 15-19; I*Cort. 15:21; 22, 45, 49(, y la misma muerte en el pecado
y la naturaleza corrompida se transmitieron a aquella que desciende de ellos segun la generación
ordinaria. (Salm. 51:5; Gen. 5:3; Job 14:4; 15:14)

IV)...De esta corrupción original, por la cual carecemos de disposición y aptitud para todo bien (Rom.
5:6; 8:7; 7:18; Juan 3:6); y estamos opuestos a este, así como enteramente inclinados a todo mal (Gen.
8:21; Rom.3:10-12), dimanan todas nuestras transgresiones actuales. (Stgo. 1:14, 15; Mat. 15:19)

V)...Esta corrupción de naturaleza dura toda la vida aun en aquellos que son regenerados, (Rom. 7:14,
17, 18, 23; Prov. 20:9; Eclst. 7:20), y aun cuando sea perdonada y amortiguada por medio de la fe en
Cristo, sin embargo, ella, y todos los efectos de ella son verdadera y propiamente pecado. (Rom.7:5,
7,8,25)

VI)...Todo pecado, ya sea original o actual, siendo una transgresión de la justa ley de Dios y contrario a
ella (I* Juan 3:4) por su propia naturaleza trae culpabilidad sobre el pecador (Rom. 3:19) por lo que este
queda bajo la ira de Dios (Efs. 2:3), de la maldición de la ley (Galt. 3:10), y por lo tanto sujeto a la
muerte, (Rom. 6:23) con todas las miserias espirituales (Efs. 4:18), temporales (Lam. 3:39) y eterna (Mat.
25:41)

2. La elección para salvación

Tanto los luteranos como los calvinistas creen que Dios ha escogido desde antes de la fundación del
mundo un grupo de hombres para salvación eterna. Esta elección según ambos puntos de vista no está
basada en nada que Dios haya visto en el hombre sino en su pura gracia y amor por medio de Cristo.
Según la creencia luterana:
“Dios, antes de la fundación del mundo, de pura gracia, a causa de la redención de Cristo, ha escogido
para sí de toda la masa corrompida, un grupo definido de personas y ha determinado traerlos por la
Palabra y Sacramento, a la fe y la salvación.”[iii]

Los luteranos niegan que Dios haya previsto algo en los hombres como base para su elección:

Rechazamos como error anti Escritural la doctrina que no solo la gracia de Dios y el merito de Cristo son
la causa de la elección de gracia, sino que Dios ha, en adicion, hallado o considerado algo bueno en
nosotros lo cual le movió o causo a elegirnos, esto siendo designado de varios formas como “buenas
obras,”, “buena conducta, “propia auto-determinación”, “detener la resistencia voluntaria,” etc. Ni
tampoco conoce la Sagrada Escritura que de una elección basada en “fe prevista”, “en vista de la fe”,
como si la fe de los escogidos fuera puesta antes de su elección; sino que de acuerdo a la Escritura la fe
por la cual los escogidos tienen en su debido tiempo pertenece a las bendiciones espirituales con las
cuales Dios le regala por medio de Su elección eterna.

Los calvinistas creen muy parecido. En la Confesión de Westminster leemos:

V)...A aquellos que Dios ha predestinados para vida desde antes que fuesen puestos los fundamentos
del mundo, conforme a su eterno e inmutable propósito y al consejo y beneplácito secreto de su propia
voluntad, los ha escogidos en Cristo para la gloria eterna. (Efs. 1:4, 9, 11; Rom. 8:30; 2*Tim. 1:9;
I*Tesl.5:9), mas esto por su libre gracia y puro amor, sin la previsión de la fe o buenas obras, de la
perseverancia en ellas o de cualquiera otra cosa en la criatura como condición o causa que le mueva a
ello (Rom. 6:11, 13, 16; Efs.1:4-9), y lo ha hecho todo para alabanza de su gracia gloriosa. (Efs.1:6-12).

3. La expiación de Cristo

En este punto los calvinistas y luteranos tienen diferencias. Mientras los Calvinistas sostienen que la
muerte de Cristo fue para beneficio eterno único de los escogidos, los luteranos sostienen que la muerte
de Cristo fue para el beneficio de toda la raza humana pero que solo obtienen ese beneficio los que
creen. Es bueno aclarar aquí que siendo que los luteranos sostienen la creencia en la predestinación
idéntica a los calvinistas y creen que la fe viene a los que han sido elegidos desde la fundación del
mundo para salvación, entonces la expiación finalmente beneficia solamente a aquellos quienes han
sido escogidos por Dios para salvación.
4. La obra del Espíritu Santo en la salvación

Tanto los luteranos como los calvinistas creen que la única razón por la que una persona puede venir a
Cristo es por la obra del Espíritu Santo en su vida. Ambos están de acuerdo en que la fe es producida en
el oyente por medio de la Palabra de Dios. Según los luteranos, la diferencia entre quien cree y quien no
cree es producto de la elección eterna:

“la elección eterna es la causa del por la cual los elegidos son traídos a la fe en su tiempo, Hechos 13:48;
pero la elección no es la causa por la cual los hombres se mantienen incrédulos cuando escuchan la
Palabra de Dios.”[iv]

Siendo que los escogidos por la gracia de Dios han de ser traídos a la fe en su debido tiempo, la visión
luterana y la calvinista en torno a la gracia irresistible es que no puede fallar. En este punto de vista
tanto los luteranos como los calvinistas concuerdan. El calvinismo sostiene que la gracia de Dios es
resistida por todos los hombres pero no por aquellos que Dios ha escogido para salvación desde antes
de la fundación del mundo. Los escogidos vendrán en su debido tiempo a la fe:

I. A todos aquellos a quienes Dios ha predestinado para vida, y a ellos solamente, le agrada en su tiempo
señalado y aceptado, llamar eficazmente (1) por su palabra y Espíritu, (2) fuera del estado de pecado y
muerte en que están por naturaleza, a la gracia y salvación por Jesucristo; (3) iluminando espiritual y
salvíficamente su entendimiento, a fin de que comprendan las cosas de Dios; (4) quitándoles el corazón
de piedra y dándoles uno de carne; (5) renovando sus voluntades y por su potencia todopoderoso,
induciéndoles hacia aquello que es bueno, (6) y trayéndoles eficazmente a Jesucristo; (7) de tal manera
que ellos vienen con absoluta libertad, habiendo recibido por la gracia de Dios la voluntad de hacerlo.
(8)[v]

5. La perseverancia Final

Tanto luteranos como calvinistas concuerdan en que los escogidos han de perseverar hasta el fin. Esto
significa que no hay pérdida de salvación para un verdadero escogido de Dios en ambas posiciones. Esto
sin embargo no significa que algunos, según ambas posiciones, creen por un tiempo luego se aparten de
esa profesión cometiendo de esa forma apostasía. Los luteranos afirman que “se rechaza a los que
enseñan que quienes una vez se convirtieron ya no pueden caer.”[vi] Muchos han entendido esto como
“caer de la justificación” sin embargo la aclaración provista en el mismo documento declara que lo que
se refiere es caer en pecado:

En lo que concierne al arrepentimiento, enseñamos que aquellos que han pecado después del Bautismo
pueden obtener el perdón de sus pecados todas las veces que se arrepientan y que la Iglesia no debe
rechazar su Absolución. El verdadero arrepentimiento comprende en primer lugar la contrición, es decir
el dolor y terror que uno siente a causa del pecado; en segundo lugar la fe en el Evangelio y en la
Absolución, es decir, la certeza que los pecados nos son perdonados y que la gracia nos llega por los
méritos de Jesucristo. Es esta fe la que consuela los corazones y que da paz a la conciencia. Luego de
esto se debe enmendar la vida y renunciar al pecado. Ya que tales deben ser los frutos del
arrepentimiento, como lo dijo Juan el Bautista (Mt. 2,8) « Haced frutos dignos del arrepentimiento ».

Condenamos pues a los Anabaptistas que niegan que los justificados pueden perder el Espíritu Santo.
Igualmente a los que enseñan que una vez convertido, el Cristiano no puede volver a caer en el pecado.
Condenamos también a los Novacianos que niegan la Absolución a los que pecaron después del
Bautismo. Finalmente rechazamos a los que enseñan que se obtiene el perdón de los pecados, no por la
fe, sino por nuestras satisfacciones. (énfasis añadido.)

Se sostiene por ambos grupos que alguno ‘no escogido’ puede llegar a expresar cierta clase de fe por un
tiempo y no llegar a ser glorificado. Sin embargo aquellos quienes solo creen por un tiempo gozan de la
salvación temporal y los beneficios presentes de ella mas no gozan de los beneficios eternos de la misma
y dejan de creer y caen en apostasía perdiendo sus almas y salvación final pertenecen al grupo de los
que no fueron escogidos por la gracia de Dios. Aunque el calvinismo niega que un verdadero hijo de
Dios, justificado y santificado por su sangre pueda terminar en el infierno, el Luteranismo admite que un
hijo de Dios, regenerado y justificado puede llegar a perderse por dejar de creer al poner su confianza en
sus obras de justicia carnales y no en Cristo. Para el calvinista, uno que hace esto prueba que nunca
tuvo una verdadera fe en primer lugar. No obstante, la doctrina Luterana es ambigua en este punto. Se
afirma que un verdadero creyente tiene seguridad eterna al mismo tiempo que se afirma que puede
perderse. Esto, es considerado un misterio, por ejemplo, en la sección de preguntas y respuestas de la
Iglesia Luterana Sínodo de Missouri, se explica que “Los Luteranos creen que ambas son verdaderas y
fundamentadas en la Escritura: Es posible para un creyente el caer de la fe y perder su salvación, y es
posible para un creyente el tener completa seguridad eterna de salvación por medio de la fe en
Jesucristo.[vii]” De esto dicen que “es una paradoja para la razón humana.” Es ciertamente una
paradoja cuando consideramos la fuerte creencia de Martin Lutero (y los luteranos) en la predestinación
de algunos y la no predestinación de otros y cuando se niega claramente en la confesión de Augburgo
que “los justificados pueden perder el Espíritu Santo.”

El problema radica en la creencia luterana de la regeneración bautismal, que una persona bautizada es
automáticamente regenerada. De esa manera si alguien que fue bautizado luego da pruebas de confiar
en su carne y no tener una fe genuina en Cristo, esa persona es entonces considerada como uno que
perdió su salvación. Los calvinistas no creen en la regeneración bautismal y por lo tanto si un bautizado
luego da evidencias de ser un reprobó en cuanto a la fe, la conclusión es que simplemente esa persona
nunca nació de nuevo.

Conclusión:

A mi entender las diferencias entre luteranos y calvinistas sobre los cinco puntos analizados aquí son
mínimas a excepción de dos de ellos, la expiación universal luterana y lo que considero cierta
ambigüedad en torno a la perseverancia final de los santos. Ambos sistemas sostienen una visión igual
de la depravación del hombre, de la elección y la predestinación. En este punto la diferencia radica en
que la predestinación desde el punto de vista luterano no insiste como lo hace el calvinista en un
decreto de reprobación. El luterano prefiere permanecer silente en este punto aunque afirma junto con
el calvinista que la predestinación y la elección de gracia en base a los meritos de Cristo y la expiación es
la única razón por la que los escogidos creen la palabra del evangelio mientras que otros no lo hacen. En
otras palabras, “es Dios quien hace la diferencia.”

Sobre el tema de la extensión de la expiación hay una diferencia no muy profunda. El luterano ve una
expiación universal donde toda la raza humana ha sido reconciliada con Dios. Ellos sin embargo
sostienen que solamente los escogidos por gracia son justificados y reciben los beneficios de ese
sacrificio mientras que los demás son condenados. Los calvinistas creen que la expiación fue únicamente
para beneficio único de los escogidos por gracia y que el resto de la humanidad goza de la gracia común
gracias a la misericordia de Dios pero no recibe beneficio alguno de la cruz de Cristo. Finalmente, en
torno a la perseverancia final, ambos sostienen que los escogidos por gracia y predestinados por Dios
para su gloria eterna han de permanecer en fe hasta el fin. Los luteranos creen que algunos creen
verdaderamente y que luego se alejan dando pruebas así de que no son de los escogidos por gracia. Los
calvinistas creen lo mismo aunque no llegan a decir como los luteranos que el que tal hizo, habría sido
nacido de nuevo, justificado y verdaderamente creyente.

21 de diciembre de 2010.

Notas y Referencias:
[i] Antes de proceder es importante aclarar que según muchos comentaristas lo que se conoce como
Luteranismo hoy no es en ciertos puntos necesariamente ni exactamente lo que creyó Martin Lutero
sino lo que formularon sus seguidores, particularmente Melanchton quien según se afirma no
permaneció en las enseñanzas de Lutero.

[ii] Calvinismo es usado en este contexto como comúnmente se entiende en nuestros días, como
referencia solamente a los 5 puntos (TULIP) y no al sistema completo de Calvino.

[iii] http://www.lcms.org/pages/internal.asp?NavID=576

[iv] http://www.lcms.org/pages/internal.asp?NavID=576

[v] Confesion de Fe de Westimister: http://vidaeterna.org/esp/historia/doctrina/Westminster_fe.htm

[vi] http://www.ielprincipedepaz.org/La_Confesion_de_Augsburgo.htm (capitulo XII)

Confesion de Augsburgo : http://mb-soft.com/believe/tsn/augsburg.htm

[vii] Lutherans believe both are true and Scriptural: It is possible for a believer to fall from faith and lose
salvation, and it is possible for a believer to have complete assurance of eternal salvation through faith
in Jesus Christ.

Copyright/Derechos ©1999-2009 Jorge L. Trujillo

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Diferencias

Existen varias diferencias y semejanzas entre lo que se conoce hoy día como Calvinismo[ii] y lo que se
conoce como Luteranismo. En este breve documento deseo exponer tales diferencias a fin de ayudar a
aquellos quienes desean saber un poco más sobre el tema. Debo comenzar diciendo que ambos son
grupos cristianos. Ni los luteranos son seguidores de Lutero ni los Calvinistas son seguidores de Calvino.
Las etiquetas simplemente significan que ellos concuerdan (en menor o mayor grado) con las
interpretaciones de la Escritura tal y como fueron expuestas por estos dos hombres. En este artículo
solamente hablaremos lo concerniente a los puntos específicos de salvación como se relacionan con la
visión calvinista de esos cinco puntos. Tanto los calvinistas como los luteranos están en total acuerdo
sobre las doctrinas esenciales del cristianismo. Ambos grupos, como todos los cristianos creen en la
inspiración de las Escrituras, la trinidad divina, la deidad de Cristo, su nacimiento virginal, su vida,
muerte, pasión y resurrección corporal. También creen en la presencia de Dios en el cielo sentado a la
diestra del Padre y su futuro retorno en gloria a juzgar los vivos y los muertos.

Filipismo, Melanchton, y las Consecuencias

Una Observación en “El año de Melanchton”

JÜRGEN DIESTELMANN es Pastor emérito de St. Ulrici-Brüdern, Braunschweig, Alemania, y editor del
Brüdern-Rundbrief. Este ensayo se publicó en el Brüdern-Rundbrief Number z/1997, y fue traducido al
inglés por Gerald Krispin. La versión castellana es de Enrique Ivaldi.

¿Quién Fue Felipe Melanchton?

Felipe Melanchton nació el 16 de febrero de 1497, en Bretten/Palatine. Fue hijo del armero Georg
Schwarzerd. El nombre familiar fue helenizado como “Melanchton”, por sugerencia del erudito
humanista Reuchlin. Este último, quien tuvo gran influencia sobre el joven Melanchton, era su pariente
lejano. Luego de estudiar filosofía en Heidelberg y Tübingen, donde obtuvo la graduación doctoral en
Filosofía (¡a los 17 años!), Melanchton emprendió el estudio de la Teología.

En 1518 obtuvo el cargo de profesor de Griego en Wittenberg, e inició su amistad con Lutero, cuyas
ideas Reformistas comenzó a defender enfáticamente. Tuvo a cargo un profesorado en Teología en 1526
y organizó las visitaciones a iglesias y escuelas de Sajonia en 1527. En 1521 publicó los “Loci Communes
Rerum Theologicarum“, los cuales reeditó en varias versiones revisadas. Más tarde fue llamado “el
primer Dogmático Luterano”. Uno se siente fuertemente impresionado y desearía hallar otras
excelentes publicaciones que provenieran de su pluma.

Los primeros diez años de la actividad de Melanchton en Wittenberg están íntimamente ligados a la de
Lutero. Al haber madurado en el rol de íntimo colaborador de Lutero, Melanchton llegó a participar de la
Dieta de Spira y en el Coloquio de Marburgo en 1529; y fue luego el asiduo representante de la Reforma
de Wittenberg en coloquios religiosos y otros encuentros pan-regionales. Él fue, por así decirlo, el
vocero de la Reforma en Wittenberg, especialmente desde que concurrió a la Dieta de Augsburgo como
el representante público del pensamiento teológico de Lutero, en 1530. Fue el autor de la Confesión de
Augsburgo y de su Apología. Durante esta época no se pensaba en modo alguno sobre una separación
con la Iglesia Romana, y ciertamente nada se intentó en este sentido. Por ello es que la Confesión de
Augsburgo, la cual siempre ha sido considerada como la Confesión fundacional de la Iglesia Luterana,
como todos lo saben, tiene por meta la renovación de toda la Iglesia.

A causa de su formación humanista, siempre fue del interés superlativo de Melanchton el desarrollo de
la educación. Por esto él, entre otros, continuamente puso por delante, con énfasis, la reforma y
establecimiento de universidades. Debería mencionársele como el Preceptor Germaniae (El Maestro de
los maestros de Alemania).

UN OMINOSO DISENSO

La mayor fuerza de Melanchton residía en su especial maestría para la formulación de verdades


doctrinales. Los honores que él recibiera por ello permanecen en todo su significado para nuestra Iglesia
Luterana. Pero su fortaleza fue al mismo tiempo su debilidad, porque como académico siempre se
esforzaba por redefinir sus pensamientos en términos cada vez más precisos y superiores. De este
modo, pensamientos nuevos o incluso diferentes fluían en formulaciones que surgían así, como ecos de
su propio desarrollo. Consecuentemente, llegó a hacer cambios en el texto de nuevas ediciones de la
Confesión de Augsburgo, aún cuando ésta ya tenía el carácter de un documento oficial de la Iglesia con
implicancias legales en el Santo Imperio Romano de la Nación Alemana. Esto habría de tener graves
consecuencias.

Gradualmente, énfasis substancialmente distintos fueron emplazados por Melanchton precisamente


con respecto a la Cena del Señor, a la cual, originalmente, presentaba en unánime acuerdo con Lutero. A
partir de aquí, comenzó a apartarse progresivamente y a distanciarse de la doctrina de Lutero. Sin
embargo, este incidente no fue al principio fácilmente perceptible, a causa de la ambigüedad de las
formulaciones del Dr. Felipe. Más tarde, no obstante, el suceso se transformó en fuente de insaciables
luchas y disputas.

Si bien Melanchton en modo alguno abrazaba la visión puramente simbólica de la idea de Zwinglio sobre
la Cena del Señor, se permitió sentirse grandemente impresionado por los argumentos del Suizo y sus
seguidores alemanes. Así, en tanto en tanto colaboraba (luego de un mal intento) junto con Bucero en la
introducción de la Reforma en el Arzobispado de Colonia, vino a dar su opinión teológica en la
controversia que involucraba al Pastor Simon Wolferinus de Eisleben, y tomó una posición
diametralmente opuesta a la que Lutero presentaba en la misma ocasión.

Ni pareció Melanchton preocuparse de suscribir una enseñanza relativa al Sacramento del Altar que
prácticamente negaba la presencia real del cuerpo y la sangre de Cristo en el pan y vino consagrados,
específicamente en el contexto de un Orden Litúrgico de la Reforma para Colonia, en el cual él tuvo
cierta participación y compartió responsabilidades. Esta circunstancia fue perfectamente conocida por
Lutero, y le afectó muy sensiblemente, desde que él había defendido apasionadamente, durante toda su
vida, la presencia sacramental de Cristo en el pan y vino contra los más diversos detractores. La vista
posterior del texto de este Orden enfureció a Lutero.

La distancia íntima y la discordia entre ambos hombres, quienes en otro tiempo estuvieron ligados por
una profunda amistad, amenazó en transformarse en una guerra abierta durante esos años. Lutero, al
igual que Melanchton, pensó en varias ocasiones abandonar Wittenberg. No obstante, tal alejamiento
no sólo hubiera amenazado la existencia de la Universidad de Wittenberg, sino destruido la misma obra
de la Reforma. Esto no hubiera resultado de beneficio para ninguno. Pero en numerosas cartas,
especialmente en su Breve Confesión Acerca de la Cena del Señor (1544), Lutero buscó excluir toda
sospecha sobre cualquier posible desviación en su enseñanza original y su posición sobre el Sacramento
del Altar, -de un modo tan claro, que a nadie le puede quedar duda. Aquellos que fueran designados por
él como “Zwinglianos” no eran realmente discípulos de Zwinglio. Lutero designaba de esta manera a
aquellos que abrazaban la posición de Melanchton y sus seguidores. Los culpaba de “Zwinglianismo”. La
postura doctrinal de éstos se torcía hacia la de Zwinglio tangencialmente, pese a no ser idéntica con la
del Suizo.

Durante sus últimos años, estos eventos, entre otros, agravaron extremadamente la de por sí grave
dolencia que afectaba a Lutero.

LAS CONSECUENCIAS EN EL TIEMPO QUE SIGUIÓ A LA MUERTE DE LUTERO

Pero no fue solamente Lutero quien sufrió a causa de estos hechos. Luego de su muerte toda la Iglesia
Luterana comenzó a sufrir, porque aquel disenso se hizo cada vez más conocido. Estas circunstancias
también dañaron fuertemente gestiones para llegar a un mejor marco de diálogo con Roma. Cuando
uno va siguiendo la lectura de las sucesivas y ambiguas formulaciones de Melanchton, descubre que
más que diversos enfoques de un mismo artículo, en esas formulaciones se escondían los cambios que
Melanchton introducía cada vez que modificaba la Confesión de Augsburgo.

Y todavía los Filipistas siguieron insistiendo en que ellos sostenían la presencia sacramental del cuerpo y
la sangre de Jesucristo, aún cuando la asociaran a la celebración de la Cena del Señor en general, y no a
los elementos del pan y vino consagrados por las palabras de Cristo pronunciadas sobre ellos.

El muy conocido veredicto de Lutero sobre Melanchton y su postura en la Dieta de Augsburgo y en la


misma Augustana dice que éste “no pudo caminar más delicada y amablemente”. En esos días este
concepto se refería sólo al modo de expresión y no significaba ninguna diferencia en lo substancial.
Después de la muerte de Lutero se hizo más que evidente que Melanchton -ante el hecho de barricadas
políticas y confesionales en varios frentes-, estaba ahora dispuesto a aceptar compromisos a los cuales
el Dr. Lutero jamás se habría sometido, compromisos de los que Melanchton fue acusado por los
discípulos de Lutero. Esto queda patente en el Coloquio de Worms (1557), entre otras discusiones.

Dos partidos emergen entonces de la Reforma de Wittenberg: de un lado están los Luteranos. Durante
las polémicas de aquel tiempo estos discípulos de Martín Lutero fueron llamados “Gnesio-Luteranos”
[Luteranos genuinos]; del otro lado se hallan los que habían sido moldeados por Felipe Melanchton,
desde entonces llamados “Filipistas”. Este último grupo fue particularmente mayoritario,
fundamentalmente porque Melanchton, en su capacidad como profesor en Wittenberg, pudo
influenciar grandemente a la nueva generación de teólogos. Pudo hacerlo en un modo que Lutero no
pudo alcanzar, desde que sus actividades en el magisterio se vieron agudamente impedidas por su salud,
tan severamente comprometida. Las más agrias disputas se encendieron especialmente en el tópico del
Sacramento del Altar. Sin embargo, Melanchton insistía en que él representaba la doctrina de Lutero,
aún cuando debe haberle quedado claro, como pensador crítico, que su posición difería de la Lutero en
este artículo. Lutero, por su parte, y en contraste, se expresó siempre de un modo decisivo e
inequívocamente invariable hasta su muerte, incluso en sus últimos sermones en Eisleben. Sin atender
esto, más tarde circuló un rumor (presumiblemente difundido por el mismo Melanchton) según el cual
Lutero había cambiado su doctrina poco antes de morir.

Y todavía los Filipistas siguieron insistiendo en que ellos sostenían la presencia sacramental del cuerpo y
la sangre de Jesucristo, aún cuando la asociaran a la celebración de la Cena del Señor en general, y no a
los elementos del pan y vino consagrados por las palabras de Cristo pronunciadas sobre ellos.

La severidad de la antipatía entre Luteranos y Filipistas, que encendió numerosas e interminables


disputas, puede ser delineada sobre el ejemplo del Coloquio de Worms, que se llevó a cabo en 1557.

LUTERANOS DESPLAZADOS

Notables historiadores han descrito este coloquio como el último (e infortunadamente estéril) intento
de alcanzar comprensión entre el partido todavía leal al papado y el ala de la Reforma entre aquellos
que se estaban separando o ya se habían separado.

La “Paz Religiosa de Augsburgo”, que se había legalizado dos años atrás, se garantizó sólo para aquellos
pertenecientes a la así llamada “Familia Confesional de Augsburgo” (Augsburger
Confessionsverwandten), esto es, quienes se confesaban a sí mismos leales a la Confesión Augustana.
Los llamados Bautistas y los sacramentarios, pero también los Zwinglianos y los hasta ese entonces no
plenamente adeptos a Calvino, permanecían fuera de la paz religiosa. No obstante, a despecho de esta
clara demarcación, otros que al respecto se revelaron distantes de la doctrina de la Confesión de
Augsburgo, trataron de identificarse como pertenecientes a esta “Familia Confesional de Augsburgo”,
para ganar así reconocimiento legal y constitucional dentro del imperio. La alternativa llevó a interpretar
el término “Familia Confesional de Augsburgo” de un modo muy amplio, en interés de la políticamente
fuerte posibilidad de alianza contra el emperador y el papa, o de la aspiración a reunirse en una iglesia
doctrinal y confesionalmente unida.
Antes del comienzo del Coloquio de Worms en 1557, los Luteranos, entre ellos el superintendente de
Brunswick, Joachim Mörlin, trataron de asegurar el rechazo de aquellos que no se encontraban en
acuerdo doctrinal con la Confesión de Augsburgo. No sólo había Zwinglianos entre ellos, sino también
Anabaptistas, y seguidores de Andreas Osiander, Major y Schwenckfeld.

Entretanto, Melanchton, en algunos aspectos, se había acercado a teólogos de la alta Alemania, como
Bucero -y también a Calvino. Incluso objetó una condena de las doctrinas de éstos durante una
deliberación preliminar, con el argumento, entre otros, de que muchas ciudades, Estados y notorios
personajes simpatizaban con ellos. Luego de varias idas y vueltas, los teólogos Luteranos se vieron
constreñidos a condenar unilateralmente las posiciones doctrinales que se desviaban de la Confesión de
Augsburgo, tal como las expresaban estos hombres. En respuesta, Melanchton y el resto de la
delegación Protestante decidió en forma sumaria excluirse de las deliberaciones, con la aserción de que
tal condena fortalecía a los papistas, contra quienes los teólogos Protestantes debían consolidarse. Los
Luteranos fueron calificados como “contenciosos y perturbadores de la paz”; gente a la no debía dársele
cuartel. Siguiendo este modelo, Melanchton ridiculizó a Johann Hachenburg, pastor en Erfurt, quien
había puesto en evidencia la herejía Zwingliana, tildándolo como “el asno de Erfurt”. Tras estos eventos,
los Luteranos no tuvieron otra opción que abandonar Worms, aunque no sin antes dejar sentada una
solemne reprobación.

LA VICTORIA DE LA POLITICA ECLESIÁSTICA SOBRE LA TEOLOGÍA

Tanto los católicos romanos como los Filipistas pudieron mirar hacia atrás y ver al Coloquio de Worms
como una victoria: los papistas se sintieron complacidos porque los derechos que habían sido
garantizados a la “Familia Confesional de Augsburgo” no llegaron a implementarse. El partido Filipista
había asegurado su victoria contra el intento Luterano, de un modo tal que ahora era posible para las
diferentes corrientes Protestantes conformar un bloque anti-Romanista. Pero ambas victorias fueron
victorias a lo Pirro, desde que la división confesional de la Cristiandad occidental quedó definitivamente
sellada.

CONSECUENCIAS PARA EL PRESENTE

En ocasión de recordarse “el año de Melanchton” uno puede extraer lecciones de estas experiencias
históricas para el presente y el futuro de la iglesia. En las actuales condiciones de la iglesia, se hacen
escuchar distintas voces que hablan de unidad.
El Filipismo permanece como una desastrosa herencia para la Iglesia Luterana hasta el día de hoy, como
lo evidencian las actuales posturas sobre la Cena del Señor en el Protestantismo.

Pero la cuestión sigue siendo cuál sería el significado esta deseada unidad y qué fines buscaría servir. Si
se seguirán privilegiando medidas de “política eclesiástica”, según las cuales teólogos poco confortables
seguirán siendo marginados (tal como pasó en 1557 sucede también ahora), lo cual no tendrá el
resultado de alcanzar legítimas superaciones de las dificultades, sino el encarnizamiento en mantener
los propios postulados. O si bien, en estas posibles discusiones, se recurrirá a tenaces pero pacientes
esfuerzos para lograr la unidad en la Palabra de Dios, en la verdad apostólica, sobre la cual, en la
ortodoxia de la fe, Cristo establece Su Iglesia, que aparece visiblemente como la verdadera iglesia
católica.

Felipe Melanchton tuvo que enfrentar el reproche de haber resignado la doctrina de Lutero hasta su
muerte. En escritos de historia eclesiástica se enfatiza a menudo que él, quien murió el 19 de Abril de
1560, quedó por su desaparición a salvo de la rabies theologorum (la ira de los teólogos). Son más bien
los Luteranos quienes aparecen como aquellos unilateral y dogmáticamente infectados por el Preceptor
Germaniae, sin haber tratado hasta ahora de llegar a conclusiones fundamentales y necesarias, con
ansia por la verdad de la Palabra de Dios.

Los Luteranos, por lo tanto, ya no muestran la tan a menudo llamada “mentalidad estrecha” que le
adjudican sus adversarios por su vehemente perseverancia en la convicción de la Presencia Real, sino
una alarmante “apertura ecuménica”, una que ellos mismos perciben será seguida por la pérdida de la
Presencia Real. Los genuinos Luteranos temen realmente que con esta pérdida pierdan también su
vínculo con la “iglesia visible sobre la tierra”, lo que hoy algunos llamarían “la dimensión católica”.
[Recordamos que bíblicamente la Iglesia Cristiana, la Una Sancta, es una Iglesia Escondida, o Invisible, y
no se identifica con una institución externa. La Iglesia aparece en congregaciones que tienen las Marcas
de la iglesia, la Palabra y los Sacramentos, tal como Cristo los instituyó. Cuando el autor se refiere aquí a
“iglesia visible sobre la tierra“, relaciona el concepto al desarrollo histórico de la Cristiandad oriental y
occidental hasta la época de la Reforma, y el mantenimiento en estas iglesias, (que asumen la
“catolicidad”) aunque de manera no ortodoxa, de la doctrina de la Presencia Real de Cristo en el
Sacramento del Altar, en contraposición con los Reformados y Evangelicales, que la niegan, y el Filipismo
de muchas de las modernas iglesias que llevan el nombre de “Luteranas”. N. del T.]. Fue, después de
todo, la certeza tenazmente sostenida por Lutero sobre la Presencia Real, lo que unió la Reforma de
Wittenberg con la Cristiandad en oposición a las opiniones desviadas de los Reformados y el “ala radical”
del Protestantismo.
Más allá de su completa disociación y el rechazo de los errores de Roma, los Luteranos confiesan su lazo
común con la iglesia universal (están más próximos a la confesión romana de la presencia real que al
Calvinismo, por ejemplo). En esto ellos siguen a Martín Lutero, quien alguna vez escribió: “antes que no
tener más que vino con los Entusiastas, preferiría tener la sangre de Cristo con el papa”. De un mismo
modo el notable teólogo y superintendente de Brunswick, Martín Chemnitz, más tarde
apasionadamente distanciado de aquellos que negaban la Presencia Real, confesaba su acuerdo con la
doctrina Luterana de aquellas iglesias que reconocían y enseñaban la verdadera y sustancial presencia
del cuerpo y la sangre de Cristo en la Cena del Señor.

En contraste, Melanchton repetidamente rechazó la enseñanza bíblica de Lutero sobre la Cena del
Señor, (que siguió siendo sostenida por los Gnesio-Luteranos), como “papista”. Aún cuando él mismo,
también, sufrió bajo la separación final con Roma, había contribuido de facto a la ruptura del pleno
consenso de la tradición católica [no “Romana”], con respecto a la convicción de la verdadera presencia
del cuerpo y la sangre de Cristo en el pan y vino sacramentales, convicción que aún ahora, como antaño,
circunscribe a las Iglesias Ortodoxas de Oriente y la Católica Romana con la Iglesia Evangélica Luterana.

Las condenas del Concilio de Trento, en este tópico, pronunciadas bajo el infausto estandarte de la
Contra-Reforma, se suscribieron contra la posición Filipista más que como oposición a la Luterana.
Martín Chemnitz lo deja en claro en su opera magna, “Examen del Concilio de Trento” (Examen Concilii
Tridenti). Fue también su autorizada contribución la que más tarde garantizó que la doctrina Luterana
sobre la Cena del Señor quedara preservada en la Fórmula de Concordia, el último gran documento
confesional Luterano, reconocido oficialmente en 1580.

El Filipismo permanece como una desastrosa herencia para la Iglesia Luterana hasta el día de hoy, como
lo evidencian las actuales posturas sobre la Cena del Señor en el Protestantismo. Entre ellos, como
norma, la aspiración de una política eclesiástica que busca el unionismo pan-Protestante se considera
más importante y se levanta en oposición a una lucha sincera para llegar a la unidad en doctrina [y
práctica] sobre el fundamento de la enseñanza del Santo Escrito.

LA CONMEMORIACIÓN DE MELANCHTON EN 1997

Es por esta razón que, como Luterano, uno llega a esta conmemoración de Menlanchton con
sentimientos ambivalentes. No olvidamos, ciertamente, el honor que se le debe como el Preceptor
Germaniae, título que obtuvo a través de su colaboración con Lutero. Pero las consecuencias de su
postura ulterior no pueden ser pasadas por alto.

En 1562, Joachim Mörlin (el antecesor de Martín Chemnitz en el cargo de superintendente de


Brunswick), quien una vez fue estudiante de Lutero y Melanchton en Wittenberg, dio este veredicto
sobre sus experiencias acerca de Melanchton luego de la muerte de Lutero:

“El Maestro Felipe fue mi preceptor durante mucho tiempo; le tengo en más que elevada estima por sus
gloriosos y peculiares dones y el uso superlativo que Dios ha hecho de este hombre para muchos miles
en Su iglesia desde los tiempos de Lutero. Sin embargo, ninguno de esos nobles caballeros puede
esperar de mí, como de cualquier otra persona honesta, la confiada expectativa de que yo pudiera
alabar y aceptar todo aquello que él ha hecho y escrito contra la Palabra de Dios -y aún de su propia
enseñanza- luego de la muerte de Lutero, y no lo haré, pese a reconocer sus dones o su anterior
servicio, porque hacer esto sería totalmente inadecuado y, peor todavía, abiertamente contrario a la
Palabra de Dios. Gálatas 1: “Si aún un apóstol o un angel del cielo os anunciare otro Evangelio…”

Fuente:

http://comunidad.ciudad.com.ar/argentina/capital_federal/luteranos/Melangton.html

Johannes Andreas Quenstedt nació en Quedlinburg el 13 de agosto de 1617 y murió en Wittenberg el 22


de mayo de 1688.

Johannes Andreas Quenstedt

Johannes Andreas QuenstedtFue educado en la universidad de Helmstädt, entre los años 1637 y 1643 y
en la de Wittenberg en 1644, dando clases de geografía. Fue profesor adjunto de la facultad de filosofía
entre 1646 y 1649, profesor numerario de lógica y metafísica, profesor asociado de teología entre 1649
y 1660 y profesor numerario de esa disciplina entre 1660 y 1688. Quenstedt representa la reacción de la
antigua ortodoxia luterana tras el periodo de reconstrucción de la misma; el fruto de sus treinta años de
trabajo en la universidad fue publicado en Theologia didactico-polemica sive systema theologicum
(Wittenberg, 1685; Leipzig, 1715), una obra según la línea más estricta de la ortodoxia luterana, basada
en Theologia, positiva acroamatica de J. F. König y caracterizada por el dogmatismo externo en vez de un
desarrollo del tema interno, teniendo abundantes e ingeniosos refinamientos escolásticos. Quenstedt
fue notable entre sus contemporáneos por su mansedumbre, espíritu pacificador y retraído, disposición
piadosa, que se manifiesta en su Ethica pastorum et instructio cathedralis (1678), en la que aconseja
suavizar la severidad con gentileza al resistir la herejía y a distinguir entre el tentador y el tentado; avisa
contra la pedantería en el púlpito y recomienda la lectura del Vom vahren Christenthum de Johann
Arndt. Otras obras son el Dialogus de patriis illustrium doctrina et scriptis virorum (Wittenberg, 1654) y
una colección de disertaciones Dialogus de patriis illustrium doctrina et scriptis virorum (Wittenberg,
1654).

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