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Saberes y prácticas
escolares. Buenos Aires. Paidos. Recuperado
de: http://pdfhumanidades.com/sites/default/files/apuntes/Finocchio%20%282009%29.pdf
El capítulo la escritura en la escuela de Ana María Finocchio, presenta un rastreo general sobre la
cultura escolar. Así, realiza un recorrido sobre las representaciones al momento de enseñar a
escribir, las líneas pedagógicas a las que se suscribieron: la pedagogía tradicional y la pedagogía
de la libre expresión, para finalmente exponer dos propuestas innovadoras que se dieron a finales
del siglo XX para la enseñanza de la escritura: el taller de escritura y el trabajo por proyectos.
De este modo, la autora inicia explicando que la cultura escolar se entiende como un espacio
docentes, el currículo y los textos escolares. Tales representaciones pasan por considerar la
separación que se asigna al escribir en la escuela y fuera de ella, pareciera que el sentido de escribir
toma relevancia sólo en el escenario escolar y que el goce de la misma queda por fuera de ella, en
palabras de la autora “se escribe para aprender a escribir” desdibujando otros propósitos que tiene
la escritura.
A su vez, la idea de percibir la escritura desde una mirada evaluadora: extensión, ortografía,
creatividad, cohesión, léxico; acusar la responsabilidad a los otros docentes de que los estudiantes
no saben escribir o que ésta práctica es trabajo único de los maestros de lengua, hacen parte del
escribir siempre debe girar alrededor de un tema especifico, en este sentido, al repetir siempre los
Otra representación muy común desde la enseñanza de la escritura es pensar que siempre se escribe
para el mismo lector, el docente, con el deseo de llenar sus expectativas y gustos; igualmente, se
alude que el lenguaje usado en el chat y los mensajes de texto utilizado por los estudiantes es
producto del pobre vocabulario que tienen, descontextualizando el carácter identitario que
Por otra parte, vinculado a las representaciones de la cultura escolar, la autora menciona dos líneas
pedagógicas frente a la enseñanza de la escritura coexistentes a finales del siglo XX, por un lado,
la pedagogía tradicional, y de otro, una pedagogía de la libre expresión enlazada a las propuestas
de la escuela nueva. La pedagogía tradícional con una serie de procesos a seguir en la escritura:
uso de normas, gramática, figuras retóricas y empleo de la descripción como género escolar usado;
además, de unos temas precisos que desde lo currícular se debían abordar; aquí la escritura se
convirtió en un medio para transmitir la moral de cada grupo social en cada época y situación
específica. De otra parte, la pedagogía de la libre expresión dió rienda suelta a la imaginación de
los estudiantes, proponiendo la libertad frente a la creación textual: el dialógo, la carta, el diario
personal; así mismo, propició la autonomía en el uso del lenguaje y la subjetividad del estudiante,
Hacia 1980 aparecen los talleres de escritura, esta nueva modalidad supuso pensar la escritura
como práctica y en este sentido, se derriba la idea de que la escritura es una capacidad innata y
original, se deja de considerar que se escribe para ser leído únicamente por el profesor, y que la
experimentación con el lenguaje y el aprendizaje a partir del juego son los pilares de esta nueva
modalidad.
De esta manera, los talleres de escritura posibilitaron entender la escritura como “un conjunto de
procesos”, como una práctica continua que implica realizar una serie de operaciones: leer, realizar
borradores, revisar y reescribir. Pese a la novedad de los talleres de escritura, estos se fueron
currículo.
Adicional a esto, surgió el trabajo por proyectos, éste referido al trabajo hecho por los estudiantes
a partir de un tema o problema planteado, para llegar a producciones finales escritas que requieren
de una serie de tareas realizadas cooperativamente por los estudiantes a partir de gustos e intereses,
tanto en el problema o tema escogido, como en los géneros discursivos a utilizar. Sin embargo,
pese a la novedad que supuso, el trabajo por proyectos tuvo poco exito ya que desde la lógica
escolar, quedó como una secuencia de actividades a realizar desligada de los contenidos
Finalmente, luego del recorrido que realiza la autora alrededor de las representaciones, las líneas
reflexionar sobre las decisiones que se deben tomar al momento de realizar ésta práctica,
decisiones que pasan por el qué, el cómo y para qué enseñar a escribir, de este modo, para
Finocchio la finalidad que tiene la escritura en la escuela es “tomar posesión del mundo o ponerse
al mando de la propia vida”, por lo tanto, abre posibilidades para pensar la función social de la