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ENSAYO SOBRE ECONOMÍA POLÍTICA

Como nombre de una ciencia particular, es la técnica para afrontar las situaciones de escasez.
Las situaciones de escasez son aquellas en las que el hombre, ante objetos múltiples y de
importancia diversa, dispone para conseguirlos, tiempo y medios limitados y capaces. La
técnica para afrontar tales situaciones busca la máxima satisfacción, y las reglas de tal técnica
definen el comportamiento racional del hombre en las situaciones de escasez. Tal
comportamiento es el objeto auténtico de la economía política, la cual se auto-reivindica como
sólo descriptiva.

Se pueden distinguir 3 fases de la economía política en relación con tres diferentes


fundamentos de la técnica económica: 1) teoría del orden natural: el comportamiento racional
del hombre en las situaciones de escasez está garantizado por un orden natural que obra
automáticamente y mientras no sea perturbado, garantiza el máximo de utilidad posible; 2)
teoría del equilibrio: no existe un orden natural que garantice el comportamiento económico
de los individuos, pero sí existe, y puede determinarse, una distribución de los medios
económicos que puede realizar la máxima satisfacción de los individuos y que constituye un
estado de equilibrio; 3) teoría de los juegos: no tiene sentido intentar determinar un estado de
equilibrio que no tiene su contrapartida en la realidad económica. El comportamiento racional
del hombre en situaciones de escasez se puede determinar solo a partir de las condiciones de
ignorancia y falibilidad del hombre en tales situaciones. Esta fase y su proyecto están en sus
comienzos.

1 Teoría del orden natural. La economía surgió y constituyó en el mundo moderno basándose
en esta teoría. Aunque desde la antigüedad se recogieron y expresaron como teoremas, leyes
o consejos, observaciones acerca de los fenómenos económicos, la economía política es una
ciencia reciente y surgió cuando las uniformidades comprobadas en los fenómenos
económicos (leyes), fueron consideradas ejemplos de un orden total de tales fenómenos. Esto
ocurrió en el siglo XVIII cuando, con los fisiócratas, se reconoció que existe un “orden natural”
en los fenómenos económicos. La primera definición de economía política fue de Dupont de
Nemours, quien la consideró la “ciencia del orden natural” y su doctrina fue ilustrada en el
Tableau Économique (1758) de Quesnay y en las Refléxions sur la formation et la distribution
des richesses (1776) de Turgot. Esta doctrina es análoga y correspondiente a la del
iusnaturalismo: el orden natural es un orden racional, en el cual todo individuo puede lograr el
máximo gozo posible con el mínimo esfuerzo. Debido a esto, el orden garantiza la coincidencia
del interés particular con el interés general ya que “el mundo camina por sí mismo” y el deseo del
bienestar comunica a la sociedad una continua tendencia al mejoramiento. Es evidente que si
el orden natural de los fenómenos económicos es el único posible, toda tentativa de intervenir
para modificarlo es inútil y perjudicial y, por lo tanto, la máxima fundamental de la política
económica debe ser la de dejarlo caminar por sí mismo. Laisser faire, laisser passer es el lema
que los fisiócratas opusieron a todos los obstáculos que el ordenamiento, todavía en parte
medieval, de las actividades económicas y las mismas doctrinas mercantilistas habían
multiplicado. Adam Smith no hizo más que aceptar el principio fisiocrático en Investigación
sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones (1776), que se toma como el
comienzo de la fase científica de la economía. Según Adam Smith, existe un orden armonioso y
benéfico de las cosas, que se manifiesta allí donde la naturaleza es abandonada a sí misma. Las
instituciones humanas han alterado o turbado el orden natural, pero puede ser reencontrado
bajo las superestructuras históricas que lo ocultan. Debe ser tarea de la ciencia volver a
encontrar las leyes determinantes de tal orden y prescribir los caminos mediante los cuales
puede ser realizado íntegramente en las sociedades humanas. Al ser abolidos los sistemas de
preferencia o restricción, “el sistema simple y fácil de la libertad natural se establece por sí mismo ”.
Tal sistema lleva como única regla la libertad ilimitada de los sujetos económicos. En efecto, tal
libertad, deja obrar esa fuerza natural humana, que con su acción constante en todos los
hombres garantiza la realización del orden económico, y es la tendencia egoísta. Según Smith
los hombres tienden a obrar siempre, conforme a su verdadero interés y al hacerlo no sólo
realizan su beneficio privado sino también el bien colectivo. El orden natural obra (y según los
fisiócratas), como un orden providencial y la armonía entre el interés particular y el interés
público está garantizada por anticipado; Smith no cree que se opongan los dos intereses. Fue
éste el principio clásico del liberalismo económico, y sus exigencias fundamentales: el Estado
no debe realizar tarea económica, y la competencia es la gran fuerza reguladora de los valores
económicos. Sin embargo, los análisis de los economistas demuestran que no en todo camina
por sí mismo el orden económico y no siempre la acción de las fuerzas que lo rigen es benéfica.
En Ensayo sobre el principio de la población (1798), Malthus hacía ver que el desequilibrio que
se produce entre el crecimiento de la población y el crecimiento de los medios de subsistencia
(aumentan en proporciones muy diferentes; el primero supera mucho al segundo) no se
restablece sino a costa de graves males, como epidemias, guerras y flagelos sociales. También
Ricardo aclara algunos contrastes esenciales entre el interés general y el privado. En la renta
rural demuestra que al propietario de la tierra le interesa que aumente rápidamente las
necesidades y sean elevados los costos de los productos agrícolas (condiciones que aumentan
la renta agraria), y lo que le beneficia a él empobrece a los otros ciudadanos. El análisis del
salario obrero mostraba el antagonismo entre salario y beneficio, por el cual uno no puede
aumentar sino a expensas del otro. La misma línea siguen las críticas de Sismondi en sus
Nouveaux Principes d’Economie politique (1819). Así surgen las primeras doctrinas socialistas
que, aun reconociendo la realidad del orden económico, pretenden intervenir y dirigirlo hacia
un mejor éxito. Saint-Simon delineó los principios de un orden económico ideal, fundado en el
industrialismo, pero exento de los defectos del orden natural. En la nueva sociedad, según este
ideal, no deberían existir clases, sino sólo trabajadores, y toda nación resultaría una única
asociación productora, con la finalidad de lograr, mediante trabajos pacíficos, la máxima
prosperidad. Otros socialistas como Owen, Fourier, Blanc, preconizan una organización social
en la cual los individuos, reunidos en grupos autónomos (la asociación cooperativa de Owen, el
falansterio de Fourier, el taller social de Blanc) conservan cierta independencia y no dejan de
lado el poder de iniciativa como sucede en la asociación única de Saint-Simon. Sin embargo, el
ataque contra el fundamento del orden liberal, o sea, la propiedad privada de los medios de
producción, fue formulado por Proudhon. En Qu’est-ce que la propriété? (1840), afirmó que “la
propiedad es un robo ”, en cuanto da al que la detenta el derecho de gozar y disponer, como algo
propio los frutos del trabajo y la capacidad de los demás. Sin embargo, la doctrina del orden
natural encontró a mediados del siglo XIX sus dos máximos representantes: Bastiat y Stuart
Mill. Bastiat la interpretaba en sentido finalista, pues el orden natural está organizado con
miras a la perfecta autonomía social, reafirma así el principio de la esencial bondad de las
fuerzas que obran en el orden ( Harmonies économiques, 1849). Stuart Mill, en los Principles of
Political Economy (1848), afirma el carácter mecánico del orden natural y ve la garantía de su
mecanicismo en la fuerza que lo produce: la tendencia al bienestar individual. Por lo tanto, las
leyes de la economía, y en particular las leyes de producción de bienes, son necesarias, y en
sus relaciones mutuas la única actitud del Estado es el laissez faire. En efecto, todo lo que el
hombre produce lo debe a las condiciones de la naturaleza. Lo quiera o no el hombre, los
productos por él creados quedarán limitados por los productos anteriormente acumulados (el
capital) y serán proporcionales a la energía y habilidad del hombre, a la perfección de las
máquinas empleadas y al juicioso uso de la división del trabajo (ley del capital). Lo quiera o no,
una cantidad doble de trabajo no producirá una cantidad doble de productos (ley de
rendimientos decrecientes). En cambio, la distribución de la riqueza es una institución
exclusivamente humana que depende de las leyes y costumbres civiles, que varían en
diferentes tiempos y países y pueden variar cada vez que los hombres quieran. Stuart Mill, por
lo tanto, como todo el utilitarismo, es partidario de reformas radicales en este campo, a pesar
de ser reformas para unir la mayor libertad individual con la mayor justicia en la distribución
de las riquezas naturales. Que Stuart Mill reconozca que la distribución de la riqueza no está
determinada necesariamente por el orden económico, ya es una infracción grave al principio
del orden mecánico. No obstante, este principio, y la concepción de la economía política que
se basa en él, resistió dos fuertes ataques en la segunda mitad del siglo XIX contra la economía
clásica por la escuela histórica y el marxismo, la primera, fundada por Wilhelm Roscher
(Bosquejo para lecciones acerca de la economía del Estado, por el método histórico, 1843), partía del
principio de que el orden natural no es un mecanismo, sino un organismo que lleva en sí una
ley de sucesión por la cual pasa por diferentes grados de desarrollo. Por lo tanto, la ciencia
económica debe tener en cuenta este desarrollo; debe ser la descripción de la naturaleza
económica y de las necesidades de un pueblo, o sea, “ la anatomía y fisiología del orden
económico”. La escuela histórica, que es el más importante reflejo del romanticismo en la
economía, a veces ha acentuado (sobre todo Hildebrand) la diversidad de los organismos
económicos nacionales, negando que la economía clásica hubiera descubierto las leyes
económicas naturales válidas en todo tiempo y país. Pero en la misma historia de los
organismos económicos la escuela intentó hallar el orden único o, según Karl Knies, “ la única
ley general del desarrollo de la humanidad ” que determina la historia de las naciones en particular.
Si, por lo tanto, el concepto de organismo permitía acentuar algunos caracteres que el
concepto del mecanicismo dejaba en la sombra (el desarrollo e individualidad histórica de los
sistemas económicos) y destacaba con ello la dificultad de lograr un orden económico
universal, la exigencia de este orden quedó también como fundamento de la economía política
para la escuela histórica y para el marxismo. El paso inevitable y necesario, de la sociedad
capitalista a la comunista, sería producido por el mecanismo económico y su necesidad es la
misma que la preconizada por las leyes de este mecanismo. Como el capital (o sea, como
medio de procurarse una plusvalía con el trabajo obrero excedente) ha nacido con la
destrucción del artesanado y del trabajo libre, que ha constreñido a las grandes masas
proletarias a vender la fuerza de trabajo determinando la concentración y potencia del capital,
igual que este mismo proceso de concentración del capital al límite, se transformará en su
negación. La concentración industrial, alejará cada vez más al propietario de la empresa y hará que en
la empresa, la dirección, iniciativa y trabajo estén totalmente en manos de trabajadores asalariados y no
en los propietarios. La función social de la clase capitalista vendrá a menos y su expropiación podrá
hacerse sin que el organismo productivo se resienta nada. Paralelamente, el proletariado será
adiestrado, por la misma organización de las grandes empresas, para su gestión y dirección y estará
dispuesto a adquirir plenamente la propiedad. De tal modo, la socialización de los medios de producción,
su traspaso de la clase capitalista a la clase obrera llegará con la fatalidad que gobierna metamorfosis
de la naturaleza (El capital, I, 24, p. 7, 1867).
El carácter mecánico del orden natural pareció confirmado por la introducción del lenguaje
matemático en la ciencia económica, realizada por Augustin Cournot (1838), pero sólo algunos
decenios más tarde resultó definitiva y fecunda mediante la obra de Jevons y Walras. “ El ropaje
matemático de la economía política subrayaba su analogía con la física. La teoría económica presenta
una estrecha analogía con la ciencia de la mecánica estática; las leyes del cambio parecen similares a las
leyes de equilibrio de una palanca. La naturaleza de la riqueza y del valor se esclarece al considerarse
cantidades infinitamente pequeñas de placer y pena, como la teoría de la estática se ha basado en la
igualdad de cantidades infinitamente pequeñas de energía. Ramas dinámicas de la ciencia de la
economía pueden prestarse a sus propios desarrollos ” (The Theory of Political Economy, 1871). Pero
con Jevons y Walras estamos ya en el ámbito de un diferente planeamiento de la teoría
económica.

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