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Antígonas colombianas,

aclamadas en América y Europa


http://www.elespectador.com/entretenimiento/arteygente/antigonas-
colombianas-aclamadas-america-y-europa-articulo-668771
El Espectador. Crónica.
3 Dic 2016 - 9:00 PM
Carlos Satizábal *
La obra “Antígonas tribunal de mujeres”, en la que participan
como actrices madres de Soacha cuyos hijos fueron víctimas de
falsos positivos, se presentó en México, Canadá y España.

Puesta en escena de “Antígonas tribunal de mujeres” en Jerez de la Fronteresa,


España. Una de las madres de Soacha interpreta la canción final. / Cortesía
Beatriz Pizano nos invitó al Festival Rutas, en Toronto, con
Antígonas tribunal de mujeres. Aceptamos. El reto era conseguir
los pasajes. Haríamos igual que el año pasado con la gira a EE.
UU.: a la Universidad de Minnesota y a Nueva York: ofrecer
funciones de la obra a las oficinas gubernamentales de cultura y
derechos humanos.

Doña Luz Marina Bernal, una de las madres de Soacha, le contó


de nuestro viaje a un amigo suyo, refugiado de la UP en
Vancouver. Nos ofreció organizar otras presentaciones en
Vancouver. Hablamos. Nos pusimos en contacto con académicos
de varias universidades. Y en la UBC (University of British
Columbia) nos ofrecieron el teatro. Hecho. Vamos a Toronto.
Luego nos invitó nuestra amiga Perla de la Rosa, de Ciudad
Juárez, al Festival sin Fronteras. Encontrarnos con las madres de
Ciudad Juárez era un sueño. Una locura, pero aceptamos. Y nos
dimos a la tarea de ofrecer la obra al nuevo gobierno de la
ciudad y a la nueva dirección de la unidad nacional de víctimas.
Pero nada resultaba.

“Estoy preocupado”, nos dijo uno. Está viajando, nos dijeron del
otro. Pero seguimos. Hicimos una temporada de solidaridad con
el viaje. Nuestro público fue hermosamente generoso. El artista
Eduardo Esparza nos donó varias de sus obras gráficas. La
artista Mónica Savdié nos donó un grabado. Piedad Córdoba en
nombre de Colombianos y Colombianas por la Paz nos donó un
portafolio de la obra gráfica Apazionarte. Nos hizo gran ilusión,
aunque no sabemos aún qué hacer, cómo convertir estas obras
en dinero para terminar de pagar los tiquetes a México y
Canadá, comprados con tarjetas de crédito.

Por los mismos días nos llegó la invitación al Festival


Iberoamericano de Teatro de Cádiz, uno de los más importantes
del teatro iberoamericano, una meca teatral. Si aceptábamos,
debíamos conseguir los tiquetes. Hicimos cuentas. Era
demasiada plata: pasajes, viáticos, visas. Dudamos. Nos
callamos. No contestábamos. El director insistía. Preguntaba.
Finalmente una colombiana, una de las curadoras del FIT,
cartagenera, llamó: “Erdaaa… ¿qué pasa que no contestan?”.
Nos convenció. “Tienen que ir, la plata se resuelve. Ya verán”. Y
aceptamos. Y pronto aparecieron más invitaciones en España: a
Jerez, a Sevilla, a Madrid.

Y nos fuimos al primer viaje: Ciudad Juárez. Nuestra


presentación fue en el teatro Gracia Pasquel de la Universidad
Autónoma de Ciudad Juárez. Luego del ensayo general, un
técnico comentó: “Qué paradoja, en este teatro donde van a
presentar su obra tan bonita que habla de los crímenes de
estado en el gobierno de Uribe, el gobernador de Chihuahua
recibió a Uribe cuando lo invitó dizque a ayudar contra el narco”.
¿Y?, le preguntamos. “Pues, la purita verdad, fue peor”. Se
rieron. Reímos. Luego nos presentamos en el Teatro Telón de
Arena.

Nuestra amiga Perla de la Rosa y su compañera Guadalupe, y el


grupo mismo, tienen un trabajo muy conmovedor con madres de
las mujeres desaparecidas o asesinadas de Juárez. Vieron
nuestra obra. Nos abrazamos al final. Lloramos. Y acordamos
hacer un trabajo conjunto. El próximo año volveremos. Estaban
también un chico y una chica, artistas grafiteros que hacen
murales con ellas, retratos de las muchachas desaparecidas o
asesinadas. Fuimos a visitarlos. Son de gran belleza, cuentan las
historias, los sueños de las jóvenes. Lo hacen en colectivo, con
las madres y las familias y amigas. Pintan también en las
barriadas, en las casas de ellas. En la noche tocamos cumbias
en la casa de la chica grafitera. Tomamos una exquisita bebida
destilada del sotol, un ágave endémico de la sierra Tarahumara,
del desierto Chihuahuense, ahumado, suave, un licor que no
embriaga, sino que produce felicidad y lucidez. Las serpientes
de cascabel anidan en las sotoleras. El corazón del que brotan
las pencas del sotol lo destilan con el cascabel de la serpiente
que anidaba en la planta.

Acababa de morir Juan Gabriel, fuimos a visitar su casa.


Lucerito, una de las madres de nuestro grupo, es mariachi en
Bogotá. Y él es su ídolo. El Divo de Juárez. Cantamos con ella en
los jardines de su hermosa casa. Regresamos al D.F. para tomar
el vuelo a Vancouver. Llegamos al Benito Juárez a las 11 de la
noche, nuestro vuelo a Vancouver salía a las 6:30 de la mañana.
Dormimos en la sala de espera.

Vancouver es otro mundo. Nuestras dos primeras funciones


serían en el Frederic Wood Theatre de la Facultad de Teatro y
Cine de la UBC. Nos presentamos el día de la firma del Acuerdo
de Paz de Cartagena. Paramos de montar para ver el acto.
Quisimos hacerlo por Telesur, pero Fanny, sobreviviente del
genocidio de la UP, que vivió en el campo antes de que le
asesinaran a su padre y a sus hermanos y tuviera que huir, dijo:
“No, mejor Caracol o RCN, para ver cómo es que van informar”.
Y fue casi una advertencia: igualaron el Sí al No. Pero la emoción
de la paz no nos dejaba ver.

El decano de la Facultad de Teatro y Cine nos presentó y dijo


con emoción que una feliz coincidencia hacía que justo el día de
la firma de la paz en Colombia nos presentáramos allí un grupo
de artistas de Colombia que habla en su obra de la necesidad de
la paz y de la resistencia civil a la guerra y a sus horrores. Pero
antes recordó a la audiencia que el territorio en que se levanta
este teatro y toda la UBC es un territorio usurpado, no cedido en
tratado alguno por sus habitantes ancestrales, los musquean.
Nos explicaron luego que hay dos modos de habitar los
territorios en la nación canadiense: usurpando o llegando a
acuerdos, a tratados con los habitantes ancestrales o first
nation. Antes de cualquier acto público, siempre se recuerda a
los presentes si el territorio donde se está es cedido en un
tratado o usurpado. Ese ritual lo vimos preceder todos los actos
públicos en que estuvimos.

Una de nuestras compañeras, Maira López Severiche,


exdirigente estudiantil víctima de montajes judiciales e injusta
cárcel, nuestra cantante y compositora, sucreña de hermosa voz
bullerenguera y cierta ascendencia wayuu, nos había
convencido de que parte de la plata que recogimos en Bogotá
en la temporada de solidaridad con la gira, la invirtiéramos en
comprar mochilas wayuu, para aumentar en algo nuestros
viáticos. Esa noche, el esplendor de esos tejidos nos regaló su
generosidad.

En Ciudad Juárez, la universidad nos había alojado en un hotel


de lujo. En Vancouver nos alojábamos en los cuartos de
reuniones de una bella y muy sobria iglesia del siglo XIX:
Grandview Calvary Baptist Church, bautistas defensores de la
justicia social. Fueron quienes organizaron nuestra visita a
Vancouver. Todo era muy digno, pero muy modesto. Los
generosos dólares de las mochilas fueron también una especie
de don del cielo. En la iglesia hicimos nuestra última
presentación en Vancouver.

La escalera para montar era casi tan vieja como la iglesia. Y el


cielo raso de la iglesia era muy alto. Debíamos subir a ella para
colgar de él las telas de nuestra escenografía. Transformar el
altar en escenario. Esa escalera temblaba. Más con el miedo al
subirla. Teníamos poco tiempo. Así que decidí hablar con el dios
del templo. Le dije que haríamos algo tan sagrado y
profundamente espiritual como lo que él inspiraba en sus fieles
con su evangelio de amor y justicia. Que me cuidara para subir a
la escalera y colgar nuestros telones blancos. Milagrosamente la
escalera no tembló más. Montamos. Nuestra presentación la
precedió un grupo de jóvenes mujeres indígenas: Mariposas en
Espíritu. Contaron y cantaron y danzaron.

Su performance contó historias de jóvenes mujeres musquean


muertas, desaparecidas, asesinadas; cantaban el clamor de la
espera, el deseo de verlas regresar a casa. Son más de cinco
mil. Un genocidio feminicida. Como en Ciudad Juárez. Pero en
Canadá, en la Columbia Británica, en Vancouver, una de las
ciudades de más alto nivel de vida, sus mujeres indígenas son
víctimas de un genocidio tan silenciado y numeroso como el
genocidio político y social nuestro.

Les dedicamos nuestra presentación en este lugar sagrado a


ellas y a sus espíritus, las mariposas en espíritu. Al final de
nuestra presentación se dio una catarsis muy profunda, muy
bella y misteriosa. Ellas tocaron con su tambor de sanación una
hermosa canción de equilibrio, de limpieza, de salud. Eso nos
dijeron al terminar. Y nos regalaron el tambor. Antes de partir a
Toronto, almorzamos con el decano de Teatro y Cine de la UBC y
hablamos de hacer el próximo año un taller de creación
colectiva con estudiantes, con las jóvenes indígenas y con
nuestras compañeras y venir luego a un intercambio con la
Escuela de Cine y TV de la Universidad Nacional y al festival
Mujeres en Escena por la Paz que hacemos en la Corporación
Colombiana de Teatro bajo la dirección de Patricia Ariza.

En Toronto vivimos la derrota del plebiscito. ¿Cómo explicar lo


qué pasó? Es difícil el camino de la paz. Tantos años de
propaganda de guerra y de repetir que la guerrilla es la
encarnación del mal y de todas nuestras desgracias, de sembrar
en las mentes y los corazones el odio y los deseos de venganza,
no se diluyen en toda la ciudadanía fácilmente. Menos cuando
esa propaganda sigue viva, repitiéndose cada día en las
telenovelas y en las noticias y en los discursos políticos y en los
púlpitos religiosos.
Y los medios pusieron el Sí y el No como dos opciones de la
misma importancia. La inmensa mayoría, escéptica con la
democracia electoral, se quedó en su casa. El día de nuestra
primera presentación fue la marcha de los estudiantes. Al final
hacíamos foros, conversaciones con el público, y les invitábamos
a que se hicieran manifestaciones públicas por la paz de
Colombia. Y también a comprar nuestras mochilas y a participar
en la rifa del tambor alegre que usamos para acompañar los
bullerengues que canta Maira en la obra.

Ambas ideas fueron un éxito. Hicimos una demostración frente


al consulado de Colombia y rifamos el alegre. Ahora teníamos
para comprar regalitos. Regresamos a Bogotá. Descansamos
unos días y retomamos el camino: al Fit de Cádiz. Al cierre de
nuestra primera presentación, el público espontáneamente
comenzó a clamar: “¡Paz! ¡Paz! ¡Paz!”. Y les invitamos a repetir
tres veces la consigna de las marchas en el país: “¡Acuerdos
ya!”, como un mantra que enviaríamos a los campamentos por
la paz de los jóvenes en las plazas públicas del país. Así, al final
de cada presentación, en Cádiz, en Jerez, en Sevilla, en Madrid,
nuestro público repetía: “¡Acuerdos ya! ¡Acuerdos ya! ¡Acuerdos
ya!”.

Varias de nuestras presentaciones en España las organizaron las


plataformas sociales por la paz de Colombia, los comités por el
Sí y organizaciones culturales, políticas y de derechos humanos.
En Sevilla nos presentamos en la histórica sala La Imperdible, en
la Plaza del Duque, sala de la época republicana, restaurada por
el sindicato Comisiones Obreras; también en el auditorio de
posgrados de la Universidad Pablo de Olavide. Allí, en el foro al
final de la obra, dijimos que las mujeres nos enseñan la
necesidad de trabajar por la justicia y la paz desde el amor, que
es el amor la fuerza que les lleva a buscar a sus hijos, más allá
de la muerte, un amor constante más allá de la muerte, como el
bello soneto de Quevedo, y también es el amor el que les guía
en su lucha por la paz, porque la paz y la verdad de lo sucedido,
la memoria poética compartida, son necesarias para impedir
que se repitan los crímenes que ellas y sus familiares han
padecido. Por ello, como decía el movimiento hippie, Paz y
Amor.

De inmediato, un señor que estaba en primera fila agregó: y


anarquía, porque si no, vuelven los fascistas y nos acaban con el
amor y la paz. Luego, como en otros foros, la discusión derivó
hacia la necesidad de una nueva democracia, una democracia
que fuese más allá de la democracia representativa electoral.
Porque la gente ahora vota desinformada, sin saber por qué
vota, vota manipulada por las mentiras emocionales de los
medios, engañada por los fanatismos. Vota sin saber por qué
vota. Vota incluso por la guerra. Como nos pasó en el referendo
en Colombia.

En Sevilla nos presentamos luego en la sala TNT Atalaya, en la


Muestra Internacional de Teatro de Investigación; su director,
Ricardo Iniesta, maestro de una larga trayectoria en el teatro de
España y quien además trabaja con las comunidades gitanas, se
interesó en nuestra propuesta estética y política. En la creación
colectiva. En el trabajo conjunto entre artistas y mujeres que de
ser víctimas se han convertido en lideresas de la resistencia y la
lucha por la paz, la verdad y la justicia social.

Nos dijo: “De seguro estarán aquí de nuevo muy pronto. Tienen
que volver”. También la prensa estuvo muy interesada en
nuestro trabajo, por la situación del país, por la calidad del
trabajo y por estar nuestro grupo integrado por artistas y
mujeres víctimas, o mejor, mujeres de la resistencia a la guerra
que buscan la verdad deXXX.

Los sitios donde presentamos Antígonas tribunal de mujeres


estuvieron llenos a reventar. Es como si nuestra época
necesitase ir más allá de la representación, o unir a la
representación del mito la presencia viva, ver en la escena
también la presencia directa de quienes viven la tragedia mítica
en sus cuerpos y sus vidas y nos la presentan convertida en
poesía, en verdad poética.

En Madrid, luego de nuestras presentaciones en la Sala Joaquín


Rodrigo del Centro Cultural Úrculo, en Tetuán, en el Teatro del
Barrio, en Lavapiés y en la Biblioteca de la Fundación Baltasar
Garzón, el periódico El País nos hizo un reportaje que publicaron
el 7 de noviembre en la contracarátula con el título “Antígonas
de carne y hueso”. Con la Fundación Baltasar Garzón hablamos
de hacer un trabajo de creación colectiva con personas del
éxodo colombiano en Madrid. Quizá hagamos un primer taller al
comenzar el 2017.

Ahora, de vuelta al país, debemos imaginar qué inventar para


vender o rifar las obras de arte que nos han donado. Esperamos
así pagar lo que aún debemos a los bancos. Ya les cancelamos
parte de la deuda con lo que ganamos por nuestras
presentaciones y lo que conseguimos con las mochilas y la rifa
de los tambores. El último tambor alegre lo rifamos en Madrid,
pero fue justo dividirnos lo obtenido para traer regalos y pasear
un poco por la ciudad.

*Director de Tramaluna Teatro. Poeta, dramaturgo, escritor y


actor. Profesor de la Facultad de Artes de la Universidad
Nacional de Colombia.

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