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Compañeres, les quiero proponer algo en este maravilloso día que nos regala la

pachamama. Abya Yala vive momentos convulsos. Vivimos un tiempo en el que predomina
el
individualismo, la competencia, la polarización y el egoísmo. Pero en estos tiempos
oscuros, podemos ser luz. He estado reflexionando sobre este momento histórico y
sobre
nosotres como seres humanos, sobre la psicología, sobre nuestro rol en la
transformación de nuestra realidad. Porque como IMB decía, la psicología no se
trata
sólo de medir la realidad, de estudiarla, sino que también de transformarla. Y,
leía
por ahí, que todo cambio, grande o pequeño empieza y surge cuando las personas se
juntan a dialogar sobre cuestiones que les importan, que les interesan y qué por lo
tanto son significativas. Es pues, en este sentido que me pregunto: ¿Qué es la
psicología? No es solo una ciencia, para mí, la ciencia solo un método a través del
cual se hace praxis. Para mí y creo que todes podemos estar de acuerdo, la
psicología
en última instancia, en lo más básico y fundamental: es ayudar. Desde la educativa
hasta la organizacional. Lo que buscamos es ayudar al otro. Es un prestar-nos al
otro. Prestar
nuestra corporalidad para brindar hospitalidad. Pero para ayudar, primero es
necesario
escuchar-nos. En estos días ha salido mucho el tema de la empatía y la base
fundamental de la empatía es la escucha activa. No hay empatía sin escucha activa,
así
como no hay escucha activa sin empatía. Entonces, pues, mi propuesta es hablar-nos
y
escuchar-nos activamente para cambiar-nos y cambiar esta realidad: Transformarla.
Propongo retomar este espacio como un espacio de resistencia, un espacio de
cuidados
colectivos. Porque nos hablan del autocuido, pero también podemos cuidar-nos
colectiva
-mente. Abramos un canal de diálogo permanente en el que todos y todas quepamos. Un

espacio donde nos apoyemos mutuamente, un espacio de catarsis que se mantenga


abierto.
Un espacio donde podamos articular nuestras luchas individuales que a la vez son
colectivas. Donde nos hagamos cargo del sufrimiento del otro. Donde podamos reír,
llorar, disfrutar, compartir nuestras alegrías y fracasos, nuestras victorias y
frustraciones. Donde cuando sintamos que ya no podemos más, recordemos, que tenemos
a compañeres que nos van a sostener. Donde nos demos cuenta que no estamos solos ni

solas. Donde el otro vive mi dolor como si fuera suyo, pero sin olvidar el "como
si".
Porque eso es empatía. Es prestarle al otro un hueco. Y hagamos de este espacio un
hueco de sanación colectiva. Creemos una red de apoyo que nos sostenga en los
momentos
difíciles y que nos devuelva la esperanza de ver un mundo mejor. Construyamos, pues
un espacio colectivo que tenga como núcleo el cuidado y los afectos, que puede
empezar
con psicología, pero que puede ir expandiéndose. En fin, la invitación es a cuidar-
nos
entre todos y todas. Apropiemonos de la vulnerabilidad como símbolo de fortaleza.
Mostrarnos vulnerables es un modo imbatible de revolucionar los afectos, de
enfrentarnos a una sociedad que nos quiere sumisas y obedientes gritándole a la
cara
que no nos da miedo lo que pueda pasarnos. Porque nos tenemos para apoyarnos.
Porque
juntes somos más fuertes. Porque juntes somos invencibles. Esto es un llamado a la
acción, a la praxis; es un llamado al amor entre hermanos y hermanas. Es un llamado
a
perdonar-nos y construir vínculos basados en el cuidado y el amor, en la empatía.

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