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UNIDAD 5. LA RESTAURACIÓN
Durante la época que comprende este tema, de 1876 a 1902, España vivió un periodo de
extraordinaria estabilidad política. El sistema ideado por Cánovas del Castillo fue una imitación
del británico, con su bipartidismo y su turno pacífico en el poder y consiguió acabar con la que él
mismo denominaba “política de los espadones”. En la etapa
anterior el cambio político había sido siempre violento, a través
de los continuos pronunciamientos militares. El nuevo sistema fue
pacífico pero esto se consiguió a costa del falseamiento de la
voluntad popular a través de un fraude electoral masivo y de una
notable corrupción económica y administrativa.
Es por eso que los historiadores no saben si valorar de forma
positiva o negativa el legado de Cánovas. En lo que sí se ponen de
acuerdo es en que, después de la muerte de los dos líderes que
servían de pilares al sistema, el propio Cánovas y Sagasta, y del
trauma colectivo que supuso la pérdida de las últimas colonias
tras la guerra hispanoamericana de 1898, el sistema entró en un
periodo más oscuro en el que sus contradicciones se fueron
haciendo cada vez más evidentes.
Este sistema hacía eco de muchas de las formulaciones políticas de los antiguos moderados
como la soberanía compartida o el poder del rey sobre las Cortes, pero a su vez, defendía la
consagración de un sistema liberal de libertades y derechos, aunque, como veremos luego,
entendidos de una manera muy sui generis.
el Sexenio Democrático. Entre sus principales dirigentes destacaron Manuel Alonso Martínez,
Arsenio Martínez Campos y Segismundo Moret.
El progresismo de Sagasta era esencialmente de orden, es decir, contrario a todo lo que
pusiera en peligro las bases socioeconómicas del régimen burgués. Durante la Restauración,
abandonó la defensa de la soberanía nacional y aceptó la dinastía borbónica. Sin embargo, no
renunció a la incorporación del sufragio universal masculino. En cualquier caso, el partido hundía
sus raíces sociales en el alto funcionariado y las clases medias.
300
250
Conservadores
200
Liberales
Otros
150
100
50
0
1876 1879 1881 1884 1886 1891 1893 1896 1898 1899 1901
Caciques y pucheros
El sistema se construyó sobre un masivo fraude electoral. Las elecciones funcionaban de la
manera opuesta a un sistema democrático convencional: el rey disolvía las Cortes y destituía al
gobierno, nombraba uno nuevo y éste se encargaba de convocar las elecciones que siempre ganaba
con una amplia mayoría.
Para asegurarse la mayoría se seguían dos pasos: primero, el encasillado, por el que los jefes
y la cúpula de ambos partidos decidían que diputados debían salir elegidos, después se lo
comunicaban a los gobernadores civiles que los adscribían, encasillaban, a los distintos distritos
electorales. Una vez encasillados la votación se manipulaba fraudulentamente, los métodos eran
diversos, desde los más sutiles como la inclusión de difuntos en el censo o utilizar urnas de vidrio, a
los más groseros, como añadir votos del candidato deseado a la urna, éstos, se sacaban
generalmente de un puchero, de ahí lo de puherazo.
Para su adecuado funcionamiento el sistema necesitaba de unos colaboradores esenciales:
los caciques. El soporte social del régimen de la Restauración y de los partidos dinásticos fue la
vieja oligarquía aristocrática y latifundista, más atenta a conservar sus propios intereses que a
intentar nuevos ensayos de renovación política.
Mientras en el ámbito de las provincias, el sufragio era controlado por el gobernador civil,
en el ámbito local, lo era por el cacique, y éste era el encargado de vigilar y organizar la emisión del
voto en su demarcación. El caciquismo consistía en la relación de carácter político y social que se
establecía entre el cacique y sus clientes.
Historia de España 2º, IES Drago
dentro de unos límites, a saber: el respeto al régimen monárquico, al orden institucional, a la Iglesia
y a la propiedad.
A pesar de la desconfianza que despertaba una reina consorte extranjera y joven, fue durante
su reinado, cuando se consolidó verdaderamente el sistema canovista. La regente desempeñó su
papel dentro del guión marcado por su marido y seis meses después de su muerte le daba al trono un
heredero legítimo, el futuro Alfonso XIII.
A pesar de las reformas, la política que seguían ambos partidos era parecida y al final
terminaron por defender los intereses de la oligarquía caciquil que los mantenía en el poder. Los
gobiernos liberales no consiguieron atajar ni los graves problemas económicos que azotaban el país,
con un notable retraso industrial y una peligrosa indefinición entre librecambismo y
proteccionismo; ni tampoco ampliar la base del sistema, con una participación en las elecciones
cada vez menor (con abstención del 40% del electorado) y una separación mayor entre la élite
política y social y los crecientes movimientos de masas que representaban el regionalismo y el
movimiento obrero.
El desastre de Cuba
El siglo se cerró con el desastre de 1898, que supuso para España la pérdida de sus últimas
posesiones ultramarinas y la aceptación de su papel secundario en el contexto internacional, hasta
entonces España había intentado convencerse, sin mucho éxito, de que seguía siendo una gran
potencia.
En la paz de Zanjón, el gobierno español hizo una serie de promesas a los insurrectos, y
sobre todo a las élites criollas (abolición de la esclavitud, autonomía en diversos ámbitos,
representación en las Cortes, libertad de comercio...) que sólo se cumplieron en parte. Por su lado la
cada vez mayor influencia de EE.UU. en la zona, los intereses comerciales de los criollos con el
poderoso vecino y la frustración de las clases populares, acabaron con el estallido de la sublevación
llamada Grito de Baire, en 1895, que reanudó la insurrección cubana. Tras la muerte de su
organizador, José Martí durante las primeras escaramuzas, el movimiento independentista siguió
bajo la dirección de Máximo Gómez y Antonio Maceo.
A pesar de los intentos militares de los generales Martínez Campos y Weyler (que tuvo el
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dudoso honor de inventar los campos de concentración), y del envío de 220.000 soldados a Cuba
entre 1895 y 1898, los insurrectos, que contaban con gran apoyo popular, no lograron ser
pacificados. El problema se complicó por la intromisión de los Estados Unidos, que apoyaron a los
cubanos con armas y dinero, al tiempo que intentaron comprar la isla a España.
España se negó a la venta de Cuba, y en 1897 aprobó para la isla un amplio régimen
autonómico con la intención de responder las demandas de la oligarquía criolla, pero ya no había
marcha atrás. El gobierno estadounidense provocó la guerra contra España con el pretexto del
hundimiento del acorazado Maine en el puerto de La Habana.
Las derrotas militares en Cavite (mayo 1898) y Santiago de Cuba (julio 1898)
llevaron al gobierno español a negociar,
mientras EE UU desembarcaba en Puerto
Rico, y Manila, y en Filipinas, el ejército
español capitulaba.
Con la Paz de París (1898) España
reconocía la derrota y liquidaba su imperio
colonial. En él se reconocía la independencia
de Cuba, mientras Filipinas y Puerto Rico se
convertirían en protectorados estado-
unidenses.
España había vivido una falsa euforia
antes del conflicto, en el marco del asfixiante
sistema de la Restauración, la posibilidad de
que la guerra cambiase algo electrizó a la
sociedad española. La derrota, la humillación
internacional y las pérdidas humanas,
sumieron al país en una profunda depresión.
El imperio perdido se trató de
compensar con una mayor intervención en Hundimiento del USS Maine
África por lo que el control de la franja
septentrional del reino de Marruecos se convirtió en una de las obsesiones de los militares. El
africanismo sustituyó al colonialismo ultramarino.
Además, la pérdida de las colonias, favoreció el viraje hacia el proteccionismo4 económico,
que había comenzado unos años antes con el arancel de 1891. La defensa del mercado interior, así
como la aplicación de medidas propias de un nacionalismo económico, fueron las consecuencias
más duraderas de la crisis del 98, ya que se prolongaron hasta la llegada del Plan de Estabilización
de 1959, durante la dictadura franquista.
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Se trata de tasar con impuestos las mercancías extranjeras para proteger las de la industria
propia.
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muy amplia a favor de la regeneración de España. Una regeneración que habría de acometerse en
todos los órdenes, desde el político al social, pasando por el económico y el intelectual.
La corriente regeneracionista, encabezada por Joaquín Costa, denunció las lacras del
sistema y clamó por la urgente renovación de la vida política española. Además, tanto el
regionalismo catalán como el movimiento obrero criticaron con dureza a los partidos políticos del
sistema que se habían mostrado incapaces de ganar la guerra y resolver la crisis.
El propio régimen ensayó con Francisco Silvela un revisionismo del sistema canovista,
mediante un intento de “renovación desde arriba”.
“La libertad sin una autoridad fuerte e incólume, no es libertad al cabo de poco tiempo, sino anarquía.”
Antonio Canovás del Castillo (1828-1897)