Está en la página 1de 8

Historia de España 2º, IES Drago

UNIDAD 5. LA RESTAURACIÓN

Durante la época que comprende este tema, de 1876 a 1902, España vivió un periodo de
extraordinaria estabilidad política. El sistema ideado por Cánovas del Castillo fue una imitación
del británico, con su bipartidismo y su turno pacífico en el poder y consiguió acabar con la que él
mismo denominaba “política de los espadones”. En la etapa
anterior el cambio político había sido siempre violento, a través
de los continuos pronunciamientos militares. El nuevo sistema fue
pacífico pero esto se consiguió a costa del falseamiento de la
voluntad popular a través de un fraude electoral masivo y de una
notable corrupción económica y administrativa.
Es por eso que los historiadores no saben si valorar de forma
positiva o negativa el legado de Cánovas. En lo que sí se ponen de
acuerdo es en que, después de la muerte de los dos líderes que
servían de pilares al sistema, el propio Cánovas y Sagasta, y del
trauma colectivo que supuso la pérdida de las últimas colonias
tras la guerra hispanoamericana de 1898, el sistema entró en un
periodo más oscuro en el que sus contradicciones se fueron
haciendo cada vez más evidentes.

1. Las bases políticas e ideológicas de la Restauración:


Antonio Cánovas del Castillo
(1828-1897) Antonio Cánovas del Castillo fue un historiador y político
precoz, con la llegada de el Sexenio optó en un principio por
alejarse de la política, pero como partidario convencido de los borbones, empezó a preparar, desde
ese mismo momento, la Restauración1 de la dinastía. En 1870, consiguió que Isabel abdicara en su
hijo Alfonso, y durante las turbulencias de la República convenció a buen número de opositores,
próceres2 y militares, de las bondades de la restauración borbónica.
En 1874, tras el golpe de Pavía, Cánovas, conspiró para que su deseada restauración llegara
pero sin ruido de sables, cosa que no consiguió. Con el Manifiesto de Sandhurst, escrito por
Cánovas, y leído en las Navidades de 1874, el joven príncipe dirigía, dirigía por primera vez, un
discurso a la nación en el que expresaba su voluntad de asumir el poder y de reconciliación. Pero la
Restauración no vendría de forma pacífica como quería Cánovas, el general Martínez Campos se
pronunció en Sagunto levantando al ejército del Centro contra la República, poco después, Alfonso
entraba en el país para ser coronado como Alfonso XII ante la indiferencia y el cansancio
generalizado de la población.

Bases del sistema político


El pensamiento de Cánovas se articulaba en torno a tres ideas fundamentales: La teoría de
la Constitución interna o histórica, que hacía recaer la soberanía en el Rey y las Cortes, dos
instituciones avaladas por la historia, pensamiento que podemos rastrear hasta las formulaciones de
los jovellanistas de 1812; un sistema político que reservaba amplios poderes al rey, que detenta
la autoridad que compartirá con las Cortes, depositarias de la libertad; y las que realizarían la
política, es decir, dos partidos que se turnarían pacíficamente en el poder; y por último, una
Constitución escrita, que organizaría la actuación de esos dos pares de fuerzas.
1
Así es como se llama a la vuelta al trono de la dinastía borbónica.
2
Personas de especial importancia o relevancia social, económica o política.
Historia de España 2º, IES Drago

Este sistema hacía eco de muchas de las formulaciones políticas de los antiguos moderados
como la soberanía compartida o el poder del rey sobre las Cortes, pero a su vez, defendía la
consagración de un sistema liberal de libertades y derechos, aunque, como veremos luego,
entendidos de una manera muy sui generis.

Otro nuevo texto constitucional


Nada más tomar el poder Alfonso, se instituyó un
ministerio de Regencia presidido por Cánovas y tras la
coronación de Alfonso XII se convocaron elecciones
para las nuevas Cortes Constituyentes que aprobaron la
Constitución en mayo de 1876.
Ésta posibilitaba el gobierno de las distintas
tendencias incorporadas al régimen y hacía recaer la
soberanía en el Rey y las Cortes, que se estructuraban en
dos Cámaras: el Senado (con un sólo tercio electivo) y el
Congreso de los Diputados. En la cuestión del sufragio,
la Constitución remitía a futuras leyes electorales, la ley
electoral de 1878 estableció un sufragio censitario en el
que tan sólo podía votar alrededor de un 9% del censo.
Recogía la confesionalidad católica del Estado, que sería
compatible con la tolerancia a otros cultos.
En principio, podríamos pensar que no se
diferenciaba mucho de las constituciones moderadas del
S. XIX como la de 1845 pero ha recibido justamente el
título de ecléctica3 porque en su título I, la Constitución Alfonso XII y María Cristina
definía los clásicos derechos y libertades individuales de
forma muy parecida a la Constitución de 1869, si bien estos derechos y libertades se vieron
sustancialmente restringidos por diversos reglamentos.

Los partidos políticos


El ejercicio del poder quedó confiado a los partidos políticos. Inspirado por el modelo
inglés, Cánovas pensó en crear un sistema que se balancease entre dos partidos:
hacia la derecha del régimen, el suyo propio, llamado Liberal Conservador, y
hacia la izquierda, el de Práxedes Mateo Sagasta, Liberal Fusionista. A partir de
1881, intentaron la consolidación del sistema por medio del turno pacífico de
ambos partidos, sistema que se consagró, tras la muerte del rey en 1885, con el
conocido como Pacto del Pardo.
Antonio Cánovas del Castillo fue el líder del Partido Conservador hasta su
asesinato en 1897. Otras figuras relevantes fueron Francisco Silvela y Francisco
Romero Robledo, quienes se disputaron la jefatura del partido una vez
Práxedes M. desaparecido Cánovas. El origen del partido se encontraba en el grupo de
Sagasta alfonsinos creado durante el Sexenio Democrático. Su ideología se basaba en un
liberalismo conservador y entre sus bases sociales predominaban los grandes
propietarios agrarios y la alta burguesía industrial y financiera con intereses coloniales. Podemos
decir que recogía el testigo de los antiguos moderados e unionistas.
El Partido Liberal-Fusionista o Partido Liberal, cuya figura central hasta 1903 fue Sagasta,
surgió de sucesivas incorporaciones de personalidades que habían tenido gran protagonismo durante
3
Es decir que mezclaba diversas corrientes ideológicas.
Historia de España 2º, IES Drago

el Sexenio Democrático. Entre sus principales dirigentes destacaron Manuel Alonso Martínez,
Arsenio Martínez Campos y Segismundo Moret.
El progresismo de Sagasta era esencialmente de orden, es decir, contrario a todo lo que
pusiera en peligro las bases socioeconómicas del régimen burgués. Durante la Restauración,
abandonó la defensa de la soberanía nacional y aceptó la dinastía borbónica. Sin embargo, no
renunció a la incorporación del sufragio universal masculino. En cualquier caso, el partido hundía
sus raíces sociales en el alto funcionariado y las clases medias.

Elecciones de 1876 a 1901


350

300

250

Conservadores
200
Liberales
Otros
150

100

50

0
1876 1879 1881 1884 1886 1891 1893 1896 1898 1899 1901

Caciques y pucheros
El sistema se construyó sobre un masivo fraude electoral. Las elecciones funcionaban de la
manera opuesta a un sistema democrático convencional: el rey disolvía las Cortes y destituía al
gobierno, nombraba uno nuevo y éste se encargaba de convocar las elecciones que siempre ganaba
con una amplia mayoría.
Para asegurarse la mayoría se seguían dos pasos: primero, el encasillado, por el que los jefes
y la cúpula de ambos partidos decidían que diputados debían salir elegidos, después se lo
comunicaban a los gobernadores civiles que los adscribían, encasillaban, a los distintos distritos
electorales. Una vez encasillados la votación se manipulaba fraudulentamente, los métodos eran
diversos, desde los más sutiles como la inclusión de difuntos en el censo o utilizar urnas de vidrio, a
los más groseros, como añadir votos del candidato deseado a la urna, éstos, se sacaban
generalmente de un puchero, de ahí lo de puherazo.
Para su adecuado funcionamiento el sistema necesitaba de unos colaboradores esenciales:
los caciques. El soporte social del régimen de la Restauración y de los partidos dinásticos fue la
vieja oligarquía aristocrática y latifundista, más atenta a conservar sus propios intereses que a
intentar nuevos ensayos de renovación política.
Mientras en el ámbito de las provincias, el sufragio era controlado por el gobernador civil,
en el ámbito local, lo era por el cacique, y éste era el encargado de vigilar y organizar la emisión del
voto en su demarcación. El caciquismo consistía en la relación de carácter político y social que se
establecía entre el cacique y sus clientes.
Historia de España 2º, IES Drago

El lema del caciquismo fue “a los enemigos la


ley, a los amigos el favor”. Debido a este tipo de relaciones
y a la formación de clientelas favorecidas por el cacique, la
implantación del sufragio universal masculino, en 1890, no
supuso, de ningún modo, la existencia de una verdadera
democracia. La manipulación electoral y el turno pacífico en
el poder de los partidos conservador y liberal continuaron.
El cacique se definía por: ser el jefe local de un
partido político, que controlaba un área electoral
determinada; controlar la administración del Estado en su
territorio a nivel local, comarcal y provincial; hacer un uso
no legal de las instancias estatales a favor de sus amigos y en
contra de sus enemigos políticos; ser el intermediario entre el
Estado y su comunidad, aceptado por ambos, para eso
convencía, por una parte, al Estado de que sin su
intervención la comunidad podía rebelarse y, por otra parte, a
la comunidad de su gran influencia en el Estado.
Aunque el caciquismo no fue exclusivo de este
período ni tampoco un fenómeno peculiar de España, su
extensión y su penetración en la sociedad civil tuvo
importantes y perdurables consecuencias negativas.

2. La labor política de la primera Restauración: Los zombis votantes

Los gobiernos conservadores


Hasta la muerte del rey en 1885 el peso de la política recayó en los hombros de Cánovas y el
Partido Conservador.
El primer ministerio de regencia, en el que participaron figuras de procedencia política muy
variada, tomó algunas decisiones de importancia: Preparó la llegada del rey Alfonso XII (1875-
1885) a España y revisó la política del Sexenio Democrático: restableció el matrimonio canónico,
limitó la libertad de imprenta y prohibió que los profesores universitarios explicaran en sus cátedras
doctrinas contrarias al dogma católico y al régimen monárquico. En respuesta a esta última medida,
varias decenas de catedráticos abandonaron la universidad y muchos de ellos crearon, en 1876, la
Institución Libre de Enseñanza, uno de los centros educativos y científicos más influyentes de
España.
Un éxito indiscutible del nuevo gobierno fue poner fin a los conflictos bélicos abiertos. La
guerra carlista concluyó en febrero de 1876 con la derrota del pretendiente don Carlos y la
abolición de los fueros en las provincias vasco-navarras. La guerra de Cuba, declarada en 1868,
finalizó con el pacto del Zanjón de 1878, que prometía una autonomía política a la isla que nunca
llegaría.

El pacto del Pardo y la Regencia de Maria Cristina


En el mismo momento en el que el rey agonizaba, Cánovas y Sagasta suscribían un pacto
para asegurar la estabilidad política, el llamado Pacto del Pardo. Era evidente la preocupación de
Cánovas de que la prematura muerte del monarca resucitara los fantasmas del caos, por eso se
pactaba el turno pacífico de los partidos y la tolerancia de las “legítimas diferencias” políticas
Historia de España 2º, IES Drago

dentro de unos límites, a saber: el respeto al régimen monárquico, al orden institucional, a la Iglesia
y a la propiedad.
A pesar de la desconfianza que despertaba una reina consorte extranjera y joven, fue durante
su reinado, cuando se consolidó verdaderamente el sistema canovista. La regente desempeñó su
papel dentro del guión marcado por su marido y seis meses después de su muerte le daba al trono un
heredero legítimo, el futuro Alfonso XIII.

Los gobiernos liberales


Siguiendo lo pactado en el Pardo, los conservadores cedieron el poder a los liberales, que
llevaron a cabo, entre 1885 y 1890, una gran tarea de modernización del Estado, a través de
importantes reformas:
 El Código de Comercio (1885) y el Código Civil (1889), que regularon las relaciones
privadas.
 La Ley de Jurados (1887) y la Ley de Asociaciones (1887), que legalizó la formación de
partidos políticos y de sindicatos obreros.
 La Ley de Sufragio (1890), que implantó el sufragio universal masculino.

A pesar de las reformas, la política que seguían ambos partidos era parecida y al final
terminaron por defender los intereses de la oligarquía caciquil que los mantenía en el poder. Los
gobiernos liberales no consiguieron atajar ni los graves problemas económicos que azotaban el país,
con un notable retraso industrial y una peligrosa indefinición entre librecambismo y
proteccionismo; ni tampoco ampliar la base del sistema, con una participación en las elecciones
cada vez menor (con abstención del 40% del electorado) y una separación mayor entre la élite
política y social y los crecientes movimientos de masas que representaban el regionalismo y el
movimiento obrero.

3. Las grietas del sistema:


La percepción de corrupción generalizada, el retraso económico y cultural (en 1870 tan sólo
el 25% de los españoles sabía leer y escribir), la injusticia social y la marginación de las posibles
alternativas políticas, comenzaron a pasar factura al sistema. Para colmo, las muertes, primero de
Cánovas, asesinado en 1897 por un anarquista italiano, y la de Sagasta en 1903, dejaron al sistema
huérfano. Entre tanto, en 1898, el orgullo patrio había probado el amargo sabor de la derrota contra
los pujantes EE.UU. y un clima de depresión general ensombrecía el país.

Los excluidos, el regionalismo y el primer movimiento obrero


Entre los grupos políticos marginados desde un principio por el sistema destacaron dos: los
nacientes nacionalismos periféricos, llamados entonces regionalismos; y el movimiento obrero que
reivindicaba, como en el resto de Europa, una sociedad más justa e igualitaria. Otros como el
republicanismo y el carlismo tenían alguna representación, aunque menor, en las Cortes.
A finales del siglo XIX, se produjo la eclosión de los nacionalismos periféricos en
Cataluña, País Vasco, Galicia y la Comunidad Valenciana. Fueron movimientos heterogéneos, cuyo
nexo de unión era su crítica respecto del sistema de la Restauración, sobre todo en su concepción
centralista del Estado.
El catalanismo se extendió partir de la renovación cultural de la Renaixença, y en 1885 se
presentó el Memorial de Greuges, que defendía el proteccionismo industrial (frente al
Historia de España 2º, IES Drago

librecambismo de los gobiernos liberales) y el derecho catalán frente a la uniformización del


derecho español. En 1891, se creó la Unió Catalanista, que dio a conocer en las Bases de Manresa
el primer programa que planteaba un ideario político conservador, que derivaba hacia un
nacionalismo basado en los principios de orden, tradición, religión y propiedad. Hacia finales del
siglo XIX, la burguesía catalana pasó a defender el catalanismo moderado, hecho que se plasmó, en
1901, en la aparición de la Lliga Regionalista. Este partido representaba la opción conservadora y
moderna de las clases medias, que condenaban el centralismo pero no se oponían al modelo de
sociedad existente.
El nacionalismo vasco adquirió carta de naturaleza política en 1895, con la fundación del
Partido Nacionalista Vasco (PNV) por Sabino Arana Goiri, que extrajo del fuerismo su
consecuencia última, el independentismo. El ideario de Arana se basaba en la defensa de la
integridad cultural y étnica del pueblo vasco, puesta en peligro por los efectos de la abolición de los
fueros y por la industrialización de fines de siglo, que provocó una importante inmigración de gente
no vasca (llamados despectivamente maketos). A diferencia de catalanes y gallegos, el nacionalismo
vasco propugnaba desde el principio la independencia política.
El regionalismo gallego de los años ochenta estuvo apoyado por los propietarios agrarios y
los comerciantes, más tarde se dividiría en dos ramas una tradicionalista y con planteamientos
antiliberales que mitificaban la sociedad tradicional gallega y otra de tendencia liberal más
moderna.
El regionalismo valenciano fue un fenómeno tardío y minoritario. Su punto de partida se
halla en el renacimiento cultural de los años setenta, que impulsó la creación, en 1878, de la
sociedad Lo Rat Penat, núcleo del valencianismo cultural hasta bien entrado el siglo XX.
El movimiento obrero había dado sus primeros pasos en 1868 y había crecido amparado en
la libertad de asociación establecida en la Constitución de 1869.
El italiano Fanelli, discípulo de Bakunin, organizó los primeros centros obreristas en Madrid
y Barcelona, creándose la sección española de la Primera Internacional, que fue disuelta en 1874
por el general Serrano. En 1881, los anarquistas continuaron su camino al ser aceptada su legalidad
por Sagasta. El uso de las acciones terroristas -bomba en el Liceo de Barcelona, motín de Jerez,
asesinato de Cánovas-, impulsadas por la crisis económica de los años noventa, llevó al gobierno a
ejercer una fuerte represión que detuvo el crecimiento de organizaciones anarquistas.
El socialismo español nació en la Asociación de Tipógrafos, fundada por Pablo Iglesias; se
organizó en 1879 como Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y contó, desde 1888, con la
central sindical Unión General de Trabajadores (UGT).

El desastre de Cuba
El siglo se cerró con el desastre de 1898, que supuso para España la pérdida de sus últimas
posesiones ultramarinas y la aceptación de su papel secundario en el contexto internacional, hasta
entonces España había intentado convencerse, sin mucho éxito, de que seguía siendo una gran
potencia.
En la paz de Zanjón, el gobierno español hizo una serie de promesas a los insurrectos, y
sobre todo a las élites criollas (abolición de la esclavitud, autonomía en diversos ámbitos,
representación en las Cortes, libertad de comercio...) que sólo se cumplieron en parte. Por su lado la
cada vez mayor influencia de EE.UU. en la zona, los intereses comerciales de los criollos con el
poderoso vecino y la frustración de las clases populares, acabaron con el estallido de la sublevación
llamada Grito de Baire, en 1895, que reanudó la insurrección cubana. Tras la muerte de su
organizador, José Martí durante las primeras escaramuzas, el movimiento independentista siguió
bajo la dirección de Máximo Gómez y Antonio Maceo.
A pesar de los intentos militares de los generales Martínez Campos y Weyler (que tuvo el
Historia de España 2º, IES Drago

dudoso honor de inventar los campos de concentración), y del envío de 220.000 soldados a Cuba
entre 1895 y 1898, los insurrectos, que contaban con gran apoyo popular, no lograron ser
pacificados. El problema se complicó por la intromisión de los Estados Unidos, que apoyaron a los
cubanos con armas y dinero, al tiempo que intentaron comprar la isla a España.
España se negó a la venta de Cuba, y en 1897 aprobó para la isla un amplio régimen
autonómico con la intención de responder las demandas de la oligarquía criolla, pero ya no había
marcha atrás. El gobierno estadounidense provocó la guerra contra España con el pretexto del
hundimiento del acorazado Maine en el puerto de La Habana.
Las derrotas militares en Cavite (mayo 1898) y Santiago de Cuba (julio 1898)
llevaron al gobierno español a negociar,
mientras EE UU desembarcaba en Puerto
Rico, y Manila, y en Filipinas, el ejército
español capitulaba.
Con la Paz de París (1898) España
reconocía la derrota y liquidaba su imperio
colonial. En él se reconocía la independencia
de Cuba, mientras Filipinas y Puerto Rico se
convertirían en protectorados estado-
unidenses.
España había vivido una falsa euforia
antes del conflicto, en el marco del asfixiante
sistema de la Restauración, la posibilidad de
que la guerra cambiase algo electrizó a la
sociedad española. La derrota, la humillación
internacional y las pérdidas humanas,
sumieron al país en una profunda depresión.
El imperio perdido se trató de
compensar con una mayor intervención en Hundimiento del USS Maine
África por lo que el control de la franja
septentrional del reino de Marruecos se convirtió en una de las obsesiones de los militares. El
africanismo sustituyó al colonialismo ultramarino.
Además, la pérdida de las colonias, favoreció el viraje hacia el proteccionismo4 económico,
que había comenzado unos años antes con el arancel de 1891. La defensa del mercado interior, así
como la aplicación de medidas propias de un nacionalismo económico, fueron las consecuencias
más duraderas de la crisis del 98, ya que se prolongaron hasta la llegada del Plan de Estabilización
de 1959, durante la dictadura franquista.

Consecuencias del desastre y regeneracionismo


El Desastre, como se llamó en España a la Guerra de Cuba, produjo también una honda
conmoción en la sociedad española y provocó un debate sobre las responsabilidades políticas y
militares que sacó a la luz los defectos del régimen.
La pérdida del imperio de ultramar fue considerada un desastre tanto militar como
diplomático, sobre todo porque desde la prensa se había propagado desmedidamente la creencia de
la superioridad militar española. A pesar de ello, la derrota no provocó ningún cambio político. De
hecho, la crisis del 98 fue más bien de índole intelectual que propiamente política.
Por eso una de sus principales consecuencias fue la formación de una corriente de opinión

4
Se trata de tasar con impuestos las mercancías extranjeras para proteger las de la industria
propia.
Historia de España 2º, IES Drago

muy amplia a favor de la regeneración de España. Una regeneración que habría de acometerse en
todos los órdenes, desde el político al social, pasando por el económico y el intelectual.
La corriente regeneracionista, encabezada por Joaquín Costa, denunció las lacras del
sistema y clamó por la urgente renovación de la vida política española. Además, tanto el
regionalismo catalán como el movimiento obrero criticaron con dureza a los partidos políticos del
sistema que se habían mostrado incapaces de ganar la guerra y resolver la crisis.
El propio régimen ensayó con Francisco Silvela un revisionismo del sistema canovista,
mediante un intento de “renovación desde arriba”.

“La libertad sin una autoridad fuerte e incólume, no es libertad al cabo de poco tiempo, sino anarquía.”
Antonio Canovás del Castillo (1828-1897)

“Yo soy un hombre sincero


De donde crece la palma.
Y antes de morirme quiero
Echar mis versos del alma.”
José Martí, escritor y político cubano (1855-1895)
José Martí (1853-1895)

También podría gustarte