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LA VIDA

CRUZCÉNTRICA
LO PRINCIPAL DE
MANTENER EL EVANGELIO
La vida cruzcéntrica
Publicado por

Editorial Unilit

Miami, Fl 33172

Derechos reservdos © 2013

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«Nosotros nunca vamos más allá del mensaje de la cruz. C.J.
Mahaney aplica esta verdad en una poderosa y atractiva manera.
Este es un libro para cada cristiano y me complace recomendarlo».
JERRY BRIDGES, AUTOR DE EN POS DE LA SANTIDAD
«Una y otra vez, por su vida y escritos, C.J. Mahaney me ha llamado
a la posición central de la cruz. Amo más a Cristo debido a su
precioso ministerio».
JOHN PIPER, AUTOR DE LOS PELIGROS DEL DELEITE
«Cada Timoteo necesita un Pablo. C.J. Mahaney es el mío… y este
libro contiene su mensaje de vida. Léalo y permita que Dios reajuste
su vida».
JOSHUA HARRIS, PASTOR Y AUTOR DE
LE DIJE ADIÓS A LAS CITAS AMOROSAS
«Mi amigo C.J. Mahaney tiene una pasión por Jesús y su pueblo.
Vive centrado en la cruz y está, por lo tanto, calificado para hablar
de esto. Permita que C.J camine con usted a través del poder
transformador del evangelio. Estará renovado… y profundamente
agradecido por la gracia de Dios».
RANDY ALCORN, AUTOR DE
EL PRINCIPIO DEL TESORO Y CARTAS SECRETAS
«Este bíblico y práctico libro escrito por un sabio y piadoso hombre
me ayudó a mí, así como ayudará a otros, a triunfar sobre dañinos
patrones de pensamiento acerca de nuestra vida diaria como
cristianos y a enfocarnos en la obra consumada de Cristo en la
cruz».
WAYNE GRUDEM, PROFESOR INVESTIGADOR
DE BIBLIA Y TEOLOGÍA, SEMINARIO PHOENIX,
SCOTTSDALE, AZ
A Carolyn
Aparte del Salvador,
no he recibido mayor regalo
de Dios que tu amor.
¡Cuán bella eres, amada mía!
¡Cuán bella eres!
Cautivante mi corazón, hermana y novia mía.
CANTARES 4:1, 9
CONTENIDO

CAPÍTULO 1
Repita lo obvio
La verdad más importante es
la que olvidamos con más facilidad
CAPÍTULO 2
¿En qué está centrada su vida?
Por qué la cruz debe definir nuestra vida
CAPÍTULO 3
Rompamos las reglas del legalismo
Cómo la cruz lo rescata de la trampa del
desempeño
CAPÍTULO 4
Descargue la condenación
Cómo la cruz elimina la culpa y la vergüenza
CAPÍTULO 5
Lo que siente contra lo que es real
Base su fe en la obra consumada de Cristo en la
cruz
CAPÍTULO 6
El día centrado en la cruz
Maneras prácticas para centrar cada día
alrededor de la cruz
CAPÍTULO 7
Nunca lo pase por alto
Ponga este libro en un estante, ¡pero no su
mensaje!
Notas
REPITA LO OBVIO
LA VERDAD MÁS IMPORTANTE
ES LA QUE OLVIDAMOS
CON MÁS FACILIDAD

LAS MANOS DE TIMOTEO temblaban mientras leía. Casi


sostenía con amor la carta, como si su delicadeza con el pergamino
se la transmitiera de algún modo a su autor, ahora encadenado en un
frío calabozo romano.
La carta venía del apóstol Pablo; sería la última.
Durante años, Timoteo había tratado de quitarse de su mente la
pérdida de Pablo. Este había sido como un padre. Un amigo y
mentor que guió e instruyó al joven pastor. ¿Cómo ministraría sin
las reconfortantes palabras de Pablo, su confianza, sus oraciones?
Sin embargo, ahora, Timoteo sabía que la muerte de Pablo era
inminente.
«Yo, por mi parte, ya estoy a punto de ser ofrecido como un
sacrificio, y el tiempo de mi partida ha llegado» (2 Timoteo 4:6).
Timoteo leyó las líneas finales de la carta a través de las lágrimas.
Pero luego se detuvo y se las limpió de un manotazo. ¿Cómo se iba
a dejar llevar por la pena cuando su viejo amigo enfrentaba la
muerte con tanto valor?
Casi podía escuchar la voz de Pablo a través de las palabras de la
página: «Sé prudente en todas las circunstancias, soporta los
sufrimientos… cumple con los deberes de tu ministerio» (2 Timoteo
4:5).
Ahora Timoteo comenzó a leer de nuevo la carta. Leyó despacio y
a conciencia. Sus ojos taladraban cada palabra, cada oración. En los
momentos finales de la vida de Pablo, ¿le daría Dios un destello de
conocimiento profundo que le pasaría a Timoteo? Pablo era el
apóstol a los gentiles, un hombre al que llevaron hasta el mismo
cielo (véase 2 Corintios 12:2-4). ¿Qué visión profunda, como una
hace tiempo olvidada clave, se revelaría ahora?
Mientras Timoteo leía, con el corazón palpitante, la verdad (la
clave) lo golpeó con penetrante claridad. Vio con más brillantez que
nunca a qué Pablo le entregó su vida, y por lo cual Timoteo,
también, dedicaría la suya.
El mensaje de la última carta de Pablo no reveló una nueva
verdad, ni un conocimiento oculto, solo «una verdad» por la que dio
su vida para esparcirla. Las buenas nuevas. Las nuevas de la cruz.
Y ahora la carta, que la primera vez fue para Timoteo el obituario
de su querido amigo, se convirtió en una llena de gozo y audaz
reafirmación de todo por lo que vivió Pablo y todo por lo que
moriría pronto.
«De este evangelio he sido yo designado heraldo, apóstol y
maestro… Pero no me avergüenzo, porque sé en quién he creído» (2
Timoteo 1:11-12).
Parecía que las palabras gritaban desde las páginas: «Con fe y
amor en Cristo Jesús, sigue el ejemplo de la sana doctrina que de mí
aprendiste» (2 Timoteo 1:13).
Timoteo casi veía los llameantes y ardientes ojos de Pablo en los
suyos, sentía sus nudosos dedos aferrados a su brazo. «Con el poder
del Espíritu Santo que vive en nosotros, cuida la preciosa enseñanza
que se te ha confiado» (2 Timoteo 1:14).
Timoteo no necesitaba una nueva verdad, escuchaba que le decía
su viejo amigo. Cuida la única verdad. Sigue el único mensaje.
«No dejes de recordar a Jesucristo, descendiente de David,
levantado de entre los muertos. Este es mi evangelio» (2 Timoteo
2:8).

EL MENSAJE
El apóstol Pablo reconoció el peligro universal de olvidar lo que es
más importante. Se negó a que lo apartaran del evangelio.
La cruz era el plato fuerte de la teología de Pablo. No era
simplemente uno de los mensajes de Pablo; era el mensaje. También
enseñó sobre otras cosas, pero cualquier cosa que enseñara procedía
y se relacionaba con la realidad básica de que Jesucristo murió de
manera que los pecadores se reconciliaran con Dios y recibieran el
perdón de Dios.
El teólogo D.A. Carson escribió de Pablo: «Él no podía hablar
mucho acerca del gozo cristiano, ni de la ética, ni del compañerismo
cristiano, ni de la doctrina cristiana de Dios, ni de ninguna otra cosa,
sin finalmente vincularlo a la cruz. Pablo estaba centrado en el
evangelio; estaba centrado en la cruz»1.
Desde su primera epístola hasta su carta final a Timoteo, Pablo
mantuvo la muerte expiatoria y resurrección de Jesús en el centro de
su enseñanza. Se propuso «no saber de cosa alguna, excepto de
Jesucristo, y de éste crucificado» (1 Corintios 2:2).
Y esto tampoco era una fría fórmula teológica. Pablo vivió su
vida centrada en la cruz porque la cruz salvó y transformó su propia
vida.
Escribiendo treinta años después de su conversión, los recuerdos
de Pablo de lo que había hecho y lo que Dios hizo por él,
permanecían en el primer plano de su mente. «Anteriormente, yo era
un blasfemo, un perseguidor y un insolente» le escribió a Timoteo,
«pero Dios tuvo misericordia de mí» (1 Timoteo 1:13).

NUNCA SE OLVIDA
Puedo relacionar el asombro de Pablo en ser objeto de misericordia.
Viví en la misma zona de Maryland desde que era un muchacho. Es
difícil que pase un mes sin que no recuerde quién fui una vez.
Antes que Dios me salvara en 1972, yo también era un blasfemo.
Vivía para mí y mi propio placer. Vivía en rebelión contra Dios y
me burlaba de quienes lo seguían. Pasé mis años de estudios
secundarios y universitarios inmerso profundamente en la cultura
local de la droga.
A veces, tarde en la noche, mis amigos y yo buscábamos lugares
tranquilos y solitarios donde podríamos drogarnos con seguridad. En
más de una ocasión fue en un monumento del Distrito de Columbia.
Otras veces fue en una pacífica calle debajo de gruesos y enormes
árboles. O incluso en la terminal de lo que en ese entonces era un
poco usado aeropuerto llamado Dulles, donde las puertas
permanecían abiertas después que terminaban los vuelos del día y
nos podíamos trasladar a través del casi desierto y angosto pasillo de
un edificio.
Pronto, algún día, estaría de nuevo cerca de uno de esos lugares y
los recuerdos me inundarían otra vez. Recordaría lo que fui en una
ocasión y me acordaría de lo que era ahora.
A menudo mis ojos se llenan de lágrimas por los recuerdos de mis
locuras y pecado. Y en ese mismo instante, mi corazón estará lleno
de un gozo santo e inexplicable. ¡Ya no soy el mismo! Mediante la
obra consumada de Cristo en la cruz, he sido perdonado de los
incontables pecados que he cometido.
«Dichoso aquel», escribió David, «a quien el Señor no toma en
cuenta su maldad» (Salmo 32:2). Esta verdad hace eco a través de
mi alma, resonando en lugares tan lejanos y profundos a los que no
puede llegar ninguna droga.
Mucha gente hoy trata de huir del pasado. Supongo que yo podría
intentarlo también, al dejar la ciudad natal que guarda tantos
recuerdos de mi maldad. Sin embargo, considero que la vida aquí es
un don de Dios. Los regulares recuerdos de mi pasado son preciosos
para mí.
¿Por qué? Porque, al igual que Pablo, nunca deseo olvidar la gran
misericordia mostrada en mí.

ESTO ES TODO LO QUE NECESITAMOS


Si es cristiano, no necesita vivir en el mismo lugar toda su vida a fin
de recordar quién fue una vez. Y no le hace falta tener un
antecedente en drogas, ni ninguna otra experiencia extraordinaria de
conversión, a fin de que la cruz le resulte amada.
Sin importar nuestro pasado, todos hemos pecado y estamos
destituidos de la gloria de Dios (Romanos 3:23). La vida de mi hijo
de nueve años de edad, Chad, es muy distinta a la mía. Se ha criado
en un hogar cristiano. Se le ha enseñado la Palabra de Dios. Y a
diferencia de su padre, está rodeado de personas en una iglesia local
que respetan la piedad y la humildad, no la mundanalidad y el
orgullo.
No obstante, cuando Chad sea un joven adulto, la cosa más
importante que pueda enseñarle es que, aun cuando se haya criado
en una familia cristiana y se le haya guiado en una vida moral, él es
un pecador que necesita con desesperación la muerte sustituta de
Cristo a fin de que Dios lo perdone.
Y por eso le estoy enseñando el evangelio, día a día. Le digo que
es pecador como su papá, y que el pecado es un problema serio. Lo
expreso en palabras que su joven mente sea capaz de comprender,
pero no paso por alto ni minimizo la seriedad del pecado. A través
de sus acciones y actitudes se ha rebelado contra su Hacedor. Y este
gran Dios es perfectamente santo y debe responder con feroz
oposición al pecado. Debe castigarlo.
Algunos quizá se sorprendan de que le enseñe a un niño de nueve
años de edad la ira de Dios hacia el pecado. Sin embargo, lo que
encuentro sorprendente es que alguna amorosa persona le retenga
esta verdad a otra persona que ama. Puesto que solo cuando
comprendemos la ira de Dios hacia el pecado es que nos damos
cuenta de la necesidad de ser salvos de esto. Solo cuando
escuchamos las malísimas nuevas de que merecemos el juicio es que
logramos apreciar las buenísimas nuevas de que Dios nos provee
salvación a través de su Hijo.
Y esto es lo que le ofrezco a mi pequeño hijo como la esperanza
de su vida: que Jesús, el perfecto y justo Hijo de Dios, murió en su
lugar por sus pecados. Jesús se llevó todo el castigo; Jesús recibió
toda la ira cuando lo colgaron de la cruz, a fin de que personas como
Chad y su pecador papi fueran perdonados por completo.

EL ÚNICO MENSAJE ESENCIAL


Espero enseñarle a mi hijo muchas otras cosas también, pero el
evangelio es la única cosa esencial que debe saber.
«El evangelio», escribe Jerry Bridges, «no solo es el mensaje más
importante en toda la historia; es el único mensaje esencial de toda
la historia. Sin embargo, dejamos que miles de cristianos profesantes
vivan toda su vida sin una clara comprensión de esto y sin
experimentar el gozo de vivir por esto»2.
El autor John Stott está de acuerdo. «Por todas partes nosotros
vemos a cristianos e iglesias que se despreocupan de su
comprensión del evangelio, andando a tientas, y en el peligro de
dejarlo caer de sus manos por completo»3.
A veces las más obvias verdades son las que necesitamos recordar
más.
En cierta ocasión, George Orwell dijo que «a veces el primer
deber de los hombres inteligentes es la repetición de lo obvio»4.
Quizá el propósito de este libro sea repetir la obvia, aunque a
menudo olvidada, verdad del evangelio, que se le ha llevado ante
usted en más de una oportunidad.
Por otra parte, a lo mejor está pensando: «Ya conozco esta
verdad, la he conocido por años». Eso es bueno, pero déjeme
preguntarle lo siguiente:
¿Está su vida centrada en la cruz?
Los síntomas que surgen por no estar centrado en la cruz son
fáciles de detectar. ¿Algunos de estos lo describen a usted?

• A menudo le falta el gozo.


• No está creciendo de manera regular en la madurez espiritual.
• A su amor por Dios le falta pasión.
• Está siempre a la caza de una nueva técnica, alguna «nueva
verdad» o nueva experiencia que le permitirá reunir todas las
piezas de su fe.
Si se puede relacionar con algunos de estos síntomas, le animo a
que siga leyendo. Cuando sepa vivir una vida centrada en la cruz,
aprenderá a:

• Cómo liberarse de lo que le roba el gozo, del


pensamiento y de la vida legalista.
• Cómo dejar atrás los paralizantes efectos de la culpa y la
condenación
• Cómo dejar de basar su fe en sus emociones y circunstancias
• Cómo crecer en gratitud, gozo y santidad.

Estas no son promesas exageradas de un autor que desea


convencerlo para que lea su libro. Estas son las promesas de Dios
para todo el que responda a su maravilloso plan de salvación.
Muchísimos de nosotros hemos pasado por alto ese glorioso plan.
En nuestros interminables deseos de avanzar y estar seguros de que
todo lo que hacemos, decimos y pensamos sea pertinente para la
vida moderna, muchísimos de nosotros hemos dejado de
concentrarnos en las maravillas del Jesús crucificado.
Muchísimos de nosotros manejamos con torpeza la verdad más
importante de la Biblia y, por lo tanto, sufrimos las consecuencias.
Aun así, no es demasiado tarde para cambiar. No es demasiado
tarde para reiterar y restablecer la verdad obvia como la verdad más
importante en su vida.
El mensaje que Pablo le dio a Timoteo es el mismo mensaje de
Dios para usted. Necesita redescubrir la verdad que le salvó antes.
La clave para el gozo, el crecimiento, la pasión no está oculta en
usted. Está delante de sus ojos.
Es el evangelio.
¿EN QUÉ ESTÁ
CENTRADA SU VIDA?
POR QUÉ LA CRUZ DEBE
DEFINIR NUESTRA VIDA

EL LUNES, Alicia compró un loro. No hablaba, así que al día


siguiente regresó a la tienda de mascotas.
«Necesitas una escalera», le dijeron. Ella compró una escalera,
pero pasó otro día y el loro no decía ni una palabra.
«¿Qué me dices de un columpio?», le sugirió el dependiente.
Así que Alicia compró un columpio. Al día siguiente, un espejo.
Al otro día, un árbol plástico en miniatura. Al día siguiente, un
brillante loro de juguete. El domingo por la mañana, Alicia estaba
parada afuera de la tienda de mascotas cuando abrió. Tenía la jaula
del loro en su mano y lágrimas en sus ojos. Su loro estaba muerto.
«¿Dijo alguna palabra?», le preguntó el propietario de la tienda.
«Sí», dijo Alicia entre sollozos. «Justo antes de morir, me miró y
me preguntó: “¿No venden algún alimento en esa tienda de
mascotas?”».

EL ASUNTO DE PRIMERA IMPORTANCIA


Muchas buenas causas y actividades pueden ocupar el tiempo y la
atención de un cristiano. Aun así, del mismo modo que ninguna
cantidad de amenidades en la jaula del loro pueden compensar la
falta de alimento del ave, nada es capaz de sustituir el evangelio en
una vida cristiana. Sin esto nuestra alma llegará a estar como la
mascota de Alicia: muerta de hambre en una jaula atestada.
Es importante preguntar con sinceridad qué estamos construyendo
alrededor de nuestra vida hoy. Antes de que seamos capaces de
hablar acerca de cómo vivir centrados en la cruz, tenemos que
identificar en qué está centrada nuestra vida ahora mismo. Todos
vivimos centrados en alguna cosa. Pero, ¿es la buena cosa?
De modo que piense en esto por un momento. ¿Qué es lo
principal en su vida?
Se lo diré de otra manera. ¿Qué lo apasiona más? ¿Qué cree
cuando piensa en cualquier cosa que desea? ¿De qué le encanta
hablar?
¿Qué lo define a usted?
¿Es su carrera? ¿Una relación que tiene? ¿Su pasatiempo? ¿Su
afiliación política? ¿Está fascinado con los últimos artilugios
electrónicos?
O es probable que lo principal sea algo que está sin duda centrado
en otros. Tal vez sea su ministerio, su familia. A lo mejor se trate de
la enseñanza escolar en casa o una causa como el movimiento pro
vida. Todas son cosas buenas, pero no la única cosa que Dios dice
que debe ser la más importante: el asunto de primera importancia.
«Quiero recordarles el evangelio que les prediqué», escribió
Pablo. «Porque ante todo les transmití a ustedes lo que yo mismo
recibí: que Cristo murió por nuestros pecados» (1 Corintios 15:1,3).
Primera importancia. La Biblia nos dice que, mientras hay
muchos llamados diferentes y muchas posibles esferas de servicio en
el reino de Dios, una verdad trascendente debe definir nuestra vida.
Una simple verdad debe motivar nuestro trabajo e influir en cada
lugar que estemos.
Cristo murió por nuestros pecados.
Si hay algo en la vida que nos debe apasionar es el evangelio. Y
no significa apasionarnos solo por predicárselo a otros. Significa
apasionarnos al pensar en él, al hablar extensamente de él, al
regocijarnos en él, al permitirle que matice la manera en que
miramos al mundo. Solo una cosa debe ser de primera importancia
para nosotros. Y solo el evangelio debe ser esta.
LO NUEVO, LO SUPERIOR…
¿O LO MEJOR?
Nuestra cultura está saturada por completo de anuncios. Cada día
nos atacan suplicando nuestra atención. Y cada llamado dice de
alguna manera que se ofrece algo nuevo o superior. O ambas cosas.
No hay nada malo con ser nuevo o superior. Nuestro problema es
que llegamos a ver esos dos adjetivos como sinónimos; como si
alguna cosa nueva fuera siempre superior, o si algo superior debe ser
nuevo.
Es triste, pero una obsesión con lo nuevo y lo superior es común
dentro y fuera de la iglesia. La lista es interminable y siempre
cambiante. La dieta y la salud. Sanidad y milagros. Dones del
Espíritu Santo. Matrimonio piadoso. Creacionismo. Música de
adoración. Evangelización. Misiones. El regreso del Señor. Una
forma específica de liturgia.
Uno puede encontrar muchos sinceros y maduros cristianos que
han edificado la vida alrededor de estos asuntos. Algunos, incluso,
los cambian cada pocos años, cuando algo nuevo o
(¡presumiblemente!) superior capta su atención.
Por favor, no me malinterprete. Hay un lugar importante para
todas esas preocupaciones. No se deben descuidar ni pasar por alto.
Sin embargo, tampoco se debe permitir que cualquier asunto, tema o
causa desplace al evangelio de su legítimo lugar en el mismo centro
de nuestra vida.
La preocupación de D.A. Carson es también justificada cuando
escribe: «Temo que la cruz, sin que se repudie jamás, esté en
constante peligro de que se desplace del lugar central que debe
disfrutar, por los conocimientos relativamente periféricos que
adquieren con creces muchísimo peso. Siempre que está el peligro
de que la periferia desplace el centro, tiene mucho que ver con la
idolatría»5.
Las cosas nuevas siempre avanzarán. Algunas serán buenas; otras
serán superiores. Sin embargo, según Dios, solo una cosa siempre
será la mejor.
Él envió a su Hijo al mundo para vivir una vida perfecta e ir a la
cruz a fin de cargar su ira por los pecadores como usted y yo.
Esto es «lo principal», la misma esencia de la vida centrada en la
cruz. Fue lo principal de Pablo. Ninguna otra cosa, ni siquiera las
cosas que son bíblicas y honorables, tienen igual o mayor
importancia.

NUESTRO RETO DIARIO


Y, sin embargo, cada día enfrentamos la tentación de apartarnos del
evangelio. Ese es el porqué este libro habla tanto acerca de lo que se
debe hacer para mantener al evangelio en el centro. Analizaremos
tres tendencias principales que son capaces de alejar nuestros
corazones:

1. Legalismo: lo cual significa basar nuestra relación con


Dios sobre nuestro rendimiento.
2. Condenación: lo cual significa estar más concentrado
en nuestro pecado que en la gracia de Dios.
3. Subjetivismo: lo cual significa basar nuestro concepto
de Dios en nuestros cambios de sentimientos y emociones.

En los tres capítulos siguientes examinaremos cada una de esas


tendencias más en detalles y descubriremos cómo podemos
vencerlas. No obstante, como vimos en este capítulo, lo primero y
más importante cosa que puede hacer, siempre, es asegurarse de que
el evangelio esté en el mismo centro de su vida.
¿Qué es lo de primera importancia para usted? Sea lo que sea, es
probable que estuviera pensando en esto mientras leía. Si es otra
cosa que no es el evangelio, ¿está dispuesto a arrepentirse y a
reordenar su vida?
Cualquier cosa que sea lo más importante para usted quizá sea
una cosa buena. Tal vez sea una cosa perfectamente legítima y
honorable. Y es probable que esté tan absorto en esto que se imagina
que su problema es de importancia secundaria.
Permítame instarle a que haga todo lo que sea necesario para
hacer del evangelio su pasión. Pídale a Dios que cambie su corazón
de modo que, como Pablo dijo en Gálatas 6:14, pueda decir: «Jamás
se me ocurra jactarme de otra cosa sino de la cruz de nuestro Señor
Jesucristo».
ROMPAMOS
LAS REGLAS DEL
LEGALISMO
CÓMO LA CRUZ LO RESCATA DE LA
TRAMPA DEL DESEMPEÑO

UNO DE LOS MAYORES obstáculos para mantener el evangelio


en el centro de la vida es nuestra gradual tendencia hacia el
legalismo. Es un enemigo de antaño para el plan de salvación de
Dios a través de la fe sola. Desde los días de la iglesia primitiva, el
legalismo ha confundido el rumbo de los cristianos y los ha
desviado por todas partes.
Y sencillamente es tan activo y destructivo hoy como nunca antes
lo fue.
Es importante comprender que un legalista no es solo alguien con
altas normas ni más reglas que usted. Muchísimos de nosotros
estereotipamos de manera errónea a una persona legalista como una
que no va al cine o que piensa que cualquier música moderna es
mala. El legalismo es mucho más sutil y serio que eso.
He aquí una sencilla definición que uso: Legalismo es la
búsqueda para conseguir el perdón y la aceptación de Dios a través
de la obediencia a Él.
En otras palabras, un legalista es cualquiera que se comporta
como si pudiera ganarse la aprobación y el perdón de Dios a través
del desempeño personal. Thomas Schreiner escribió que el
«legalismo se origina en la adoración propia. Si la justificación de
las personas es a través de su obediencia a la ley, merecen alabanza,
honor y gloria. El legalismo, en otras palabras, significa la gloria
que va a las personas antes que a Dios»6.
¿Comenzó a ver cuán serio es este problema? Aunque es probable
que nunca declaremos alguna de sus suposiciones subyacentes en el
castellano simple, las implicaciones del legalismo son asombrosas
en su arrogancia. El legalismo dice que la muerte de Jesús en la cruz
es o bien innecesaria o insuficiente. En esencia le dice a Dios: «Tu
plan no da resultados. La cruz no es suficiente y yo necesito añadir
mis buenas obras para ser salvo».
Ningún cristiano, por supuesto, se atrevería a pronunciar tales
terribles palabras. Sin embargo, cuando apartamos nuestra
concentración del evangelio, poco a poco y de manera sutil el
legalismo tuerce nuestro pensamiento hasta que nuestra vida hace
suya esta espantosa declaración. Ella habla con más claridad que las
palabras.
¿Sabe cómo distinguir el legalismo en su vida?

PLATOS QUE GIRAN


Cuando era un niño pequeño en los años de 1960, uno de mis
programas favoritos de la televisión era el Show de Ed Sullivan.
Salía en directo los domingos por la noche, y era una mezcla de
renombrados artistas, prometedores principiantes y extraños y
novedosos números.
Uno de los números más populares en el programa ofrecía un
provechoso cuadro de cómo el legalismo es capaz de secuestrar la
vida de un cristiano. Me refiero al «Girador de platos», quien
empleaba dos tipos de objetos: varillas finas y flexibles de unos dos
metros de largo, y regulares platos redondos de cerámica.
El girador de plato apoyaría el extremo de una varilla, sostendría
un plato encima y lo giraría con gran fuerza. La varilla se mantenía
casi recta, con solo un ligero arco por el peso del plato, el cual
zumbaba con ardor a más o menos medio metro por encima de la
cabeza del girador.
Luego el girador colocaría una segunda varilla y un segundo
plato. Después un tercero. Y pronto el escenario se transformaría en
un pequeño bosque de platos, contoneándose y bamboleándose
sobre sus varas.
Cuando ocho o diez platos estaban en movimiento, el primer plato
comenzaba a aminorar la velocidad y a tambalearse peligrosamente.
El girador regresaba enseguida y con notable habilidad en sus
manos, al instante le devolvía al plato su velocidad tope de rotación.
Luego los dejaría para montar otra combinación de varilla y plato.
Al final, había tantos encima del escenario que el desastre parecía
inminente. Mientras todos los platos se bamboleaban a lo loco a su
alrededor, el girador pretendía no notarlo, provocando que miles de
nosotros les gritáramos con desesperación a nuestros aparatos de
televisión. (Al menos, suponía que eran miles… Sin duda, ¡yo no
era el único!).
Sin embargo, todas las veces, en el último posible segundo, se
ponía en acción, yendo de un lado hacia el otro en un ajetreo
constante. De alguna manera siempre estaba allí a tiempo.

UN GIRADOR LLAMADO STUART


Aunque esto no involucra varillas y platos, la vida de un legalista
puede llegar a ser tan desesperada como el acto de un girador de
platos.
Conozca a Stuart. Es un nuevo creyente que tiene muchísimo que
aprender sobre la vida cristiana, aunque tiene un genuino amor por
Jesucristo. Un domingo por la mañana durante el culto de la iglesia,
su amigo Mike nota que Stuart tiene un pequeño problema en buscar
el libro de Romanos. Después de la reunión, le pregunta a Stuart si
lee con regularidad su Biblia.
—¡Eh, claro! —replica Stuart—. Hay tanto allí, que solo busco en
diferentes cosas.
Mike curvó sus cejas.
—¿Estás leyendo al azar? En verdad, esa no es la mejor manera.
¡Necesitas leer la Biblia con seriedad! Escucha, tengo un plan que te
dice cómo leer toda la Biblia en un año, un poco cada día. Te haré
una copia.
—¡Caramba! —responde Stuart—. ¿Dices que por este tiempo el
año que viene habré leído toda la Biblia? ¡Eso sería fantástico!
Entonces, solo unos días después, Stuart coloca una flexible
varilla en el escenario de su vida cristiana, levantando un plato
llamado Lectura de la Biblia y lo hace girar con fuerza. ¡Y
permanecía en su lugar!
Ahora avancemos a unos seis meses. En este momento Stuart está
muchísimo más ocupado que nunca antes en su vida. Después que
Mike le habló de la importancia de la lectura bíblica, Jimmy lo
animó a que meditara en las Escrituras. Unos días más tarde,
Andrew ensalzó las glorias de asistir a una reunión semanal de
rendición de cuentas con hombres de la iglesia. En un sermón, su
pastor enfatizó la importancia de las reuniones de oración de la
iglesia.
Luego Stuart asistió a una conferencia sobre evangelización.
Necesitaba testificar cada día. Más tarde escuchó un programa radial
acerca del ayuno y en otro acerca de la santidad personal.
Uno a uno, Stuart añadía cada vez más actividades espirituales a
su vida. Todas eran buenas. Algunas eran vitales. No obstante, sin
darse cuenta, Stuart permitió que un peligroso artificio ocupara su
mente y corazón. Lo que Dios tenía la intención de que fuera un
medio de experimentar la gracia, Stuart lo cambió a un medio para
ganarse la gracia. En lugar de ser una expresión más de su confianza
en la obra salvadora de Dios en su vida, sus actividades espirituales
se convirtieron en platos que giraban para mantenerse.
El cambio se ve sencillamente los domingos por la mañana. Un
domingo, Stuart canta y alaba a Dios con evidente sinceridad y celo.
¿Por qué? Porque en verdad tuvo una buena semana. Ni un solo
plato se bamboleó.
Sin embargo, otro domingo, después de una semana en la que se
le cayeron varios platos, Stuart duda acercarse a Dios. Le resulta
difícil adorar de manera espontánea porque siente que Dios lo
desaprueba. Su confianza ya no está en el evangelio; está en su
propio desempeño, el cual no ha sido tan espectacular en los últimos
tiempos.
¿Se identifica con el error de Stuart? ¿Ve señales de legalismo en
su propia vida? ¿Descubre a menudo que es más consciente de su
pecado que de lo que Jesús logró en la cruz? Cuando describe la
actitud de Dios hacia usted, ¿piensa que Dios está decepcionado
antes que deleitado?
¿Le falta el gozo santo? ¿Mira a sus «platos que giran» a fin de
tener la confianza (es más, incluso lo bueno) para acercarse a Dios?
Si su respuesta es sí a alguna de esas preguntas, es probable que
haya comenzado a vivir bajo las reglas del legalismo.
Aun así, no se desanime. Examinemos cómo una buena
comprensión del evangelio nos libera de las tristes restricciones del
legalismo.

JUSTIFICADO: LA OBRA CONSUMADA


En caso de que lo pregunte, liberarse del legalismo no significa que
deje de leer su Biblia, orar o testificar del evangelio. Si usted y yo
deseamos crecer en nuestra fe, necesitamos aprovechar las buenas
herramientas que Dios nos da en esas importantes búsquedas
espirituales. El asunto es nuestro motivo y nuestra comprensión de
lo que significa ser salvos por gracia.
¿Recuerda lo que pasó el primer día en que se arrepintió de sus
pecados y confió en Jesucristo? Romanos 3:26 dice que, en ese
momento, fue justificado, o declarado justo, delante de Dios.
Esa palabra, justificado, es importante. Se refiere a su situación
delante de Dios. Cuando pone su fe en Jesús, Dios, el juez, impone
el veredicto de que usted es justo. Le transfiere el perfecto y sin
pecados récord de Jesús.
Esta es la asombrosa gracia en lo más asombroso. En el primer
momento en que cree, su pecado pasado deja de existir. No ha hecho
ninguna buena obra que pudiera de alguna manera compensar su
desobediencia.
Sin embargo, Dios le perdona de un modo completo y total. No
solo limpió el récord de su pecado, sino que le acreditó la justicia de
su Hijo.

SANTIFICADO: LA OBRA CONSTANTE


A pesar de eso, el poder del evangelio no termina con la
justificación. Cuando Dios declara justo a un pecador, enseguida da
comienzo al proceso de hacer que el pecador sea más como su Hijo.
A través de la obra del Espíritu Santo, a través del poder de su
palabra y el compañerismo con otros creyentes, Dios nos despoja de
los deseos por el pecado, renueva nuestra mente y cambia nuestra
vida. Esta obra constante es lo que llamamos «santificación».
La santificación es un proceso: el proceso de llegar a ser más
como Cristo, de crecer en santidad. Este proceso comienza en el
instante de su conversión y no terminará hasta que se encuentre cara
a cara con Jesús.
La santificación trata acerca de nuestras decisiones y
comportamiento. Involucra trabajo. Con el poder del Espíritu de
Dios, nos esforzamos. Luchamos con el pecado. Estudiamos la
Escritura y oramos, aun cuando no creemos que nos guste. Huimos
de la tentación. Continuamos; nos empeñamos en la búsqueda de la
santidad. Y como llegamos a ser cada vez más santos, el poder del
evangelio nos conforma mucho más, con una mayor claridad, a la
imagen de Jesucristo.

NO CONFUNDA LAS DOS


¿Entiende con claridad que son la justificación y la santificación?
Si no comprende la distinción entre las dos, será vulnerable al
legalismo. Le animo a que comprenda esos términos teológicos, no
para impresionar a sus amigos, sino porque la comprensión de las
diferencias entre la justificación y la santificación es vital para
derrotar al legalismo.
Casi todo hombre y mujer con que me ha encontrado y que ha
luchado contra el legalismo ha tenido una comprensión deficiente de
cómo la justificación y la santificación se relacionan entre sí, y
cómo reconocerlas. Debemos distinguir entre la gracia justificadora
y la gracia santificadora, pero nunca separarlas.
A riesgo de repetírmelo, permítame ordenarlas una al lado de la
otra de modo que logre ver con claridad las diferencias entre ambas:

• Justificación es ser declarados justos. Santificación es


ser hechos justos, estar conformados a la imagen de
Cristo.
• Justificación es nuestra posición delante de Dios.
Santificación es nuestra práctica. ¡Uno no practica la
justificación! Ocurre de una vez por todas, una vez que ocurre
la conversión.
• La justificación es objetiva: la obra de Cristo por nosotros. La
santificación es subjetiva: la obra de Cristo dentro de nosotros.
• La justificación es inmediata y completa en la conversión.
Nunca más será justificado de lo que fue en el primer momento
en que confió en la Persona de Cristo y en su obra consumada.
La santificación es un proceso. Será más santificado a medida
que continúe en la obediencia motivada por la gracia.
William Plumer lo resume bien cuando escribe: «La justificación
es un hecho. No es una obra, ni una serie de hechos. No es
progresiva. El creyente débil y el santo fuerte son justificados por
igual. La justificación no admite grados. A los ojos de Dios, un
hombre es o bien justificado por completo o condenado por
completo»7.

EL ERROR DEL LEGALISTA


¿Así que ve la distinción? Ahora… he aquí el error que comete el
legalista. Confunde su participación progresiva en el proceso de
santificación con la obra consumada de Dios en la justificación.
En otras palabras, piensa que las prácticas piadosas y las buenas
obras contribuyen de algún modo a su justificación. Sin embargo, la
Palabra de Dios es clara cuando dice: «Por tanto, nadie será
justificado en presencia de Dios por hacer las obras que exige la
ley» (Romanos 3:20). Ninguno de nosotros gana la aprobación y el
amor de Dios por nuestras buenas obras. Ninguno de nosotros puede
añadir nada a la obra consumada y completa de Jesús en la cruz. Él
pagó el precio de nuestros pecados. Satisfizo la ira de Dios.
Nuestra participación en el proceso de santificación viene solo
después que nos aceptaron por completo y nos hicieron justos
delante de Dios a través de la fe en Jesús. De modo que sí,
trabajamos mucho al obedecer la palabra de Dios. Leemos nuestra
Biblia. Oramos. Meditamos en la Escritura. Memorizamos la
Escritura. Hablamos del evangelio. Servimos en nuestra iglesia.
Ayunamos. Dios nos ordena en su Palabra que hagamos muchas
cosas y a Él le agrada nuestra obediencia y trae sus bendiciones a
nuestra vida.

SUELTE SUS PLATOS


El error de un legalista girador de platos como Stuart es que
sustituye la santificación por la justificación. «Nuestra mayor
tentación y falta», escribe Sinclair Ferguson, «es tratar de pasar de
contrabando el carácter en la obra de la gracia de Dios»8. El legalista
permite que su desempeño en los deberes espirituales se convierta
en su preocupación y fuente del orgullo de su justicia. Al hacer esto,
se aparta involuntariamente de lo principal: el evangelio.
Conozco la tentación del legalismo. Es por eso que, cuando
termino mi devocional diario y cierro mi Biblia, me hago el
propósito de recordar que la obra de Jesús, no la mía, es la base del
perdón y la aceptación que recibo de Dios.
«Señor, te pido tu gracia y fortaleza mientras procure servirte
hoy», oro. «Te agradezco que todas tus bendiciones fluyan a mí de
la obra de tu Hijo a mi favor. Soy justificado solo por tu gracia.
Ninguno de mis esfuerzos por obedecerte y crecer en santificación
contribuyen a tu obra consumada en la cruz».
Qué gozo me da el evangelio. Puedo acercarme al trono de Dios
con confianza. No se debe a que he hecho un buen trabajo en mis
deberes espirituales, sino a que estoy vestido con la justicia de
Jesucristo.
Dios quiere que usted tenga esta misma confianza. A Él no le
impresionan sus platos que giran. Así que renuncie a toda su justicia
propia. Jáctese del logro y la obra de su sustituto y Salvador,
Jesucristo.
DESCARGUE
LA CONDENACIóN
CÓMO LA CRUZ ELIMINA
LA CULPA Y LA VERGÜENZA

POCAS VECES leo las tiras cómicas en el periódico, pero hace


unos años alguien me mostró una que tuve que guardar. Es de una
tira llamada Cathy. Tal parece que Cathy es una mujer soltera en sus
treinta años. En esta historieta en particular ella está sentada en casa,
sola con sus pensamientos.
Las cosas que debo haber hecho en el trabajo, piensa. Las cosas
que le hubiera dicho a Irving, las cosas que me prometí que nunca
haría, pero que las hice de todas maneras. Las maneras en que me
hice miserable que podría haber evitado.
Su aspecto de depresión se profundiza.
Las cosas que podría haber hecho por mi familia, mi perrito, mis
amigos, mis compañeros de trabajo, mi vecino, mis finanzas, mi
hogar, mis armarios, mi dieta y por millones de personas
necesitadas que nunca he conocido.
En el cuadro final, Cathy resume su penosa situación. «Aun
cuando no voy a ninguna parte, tengo ciento treinta y seis kilos de
equipaje conmigo».
REVISE SUS MALETAS
Es asombroso cuán de cerca puede golpear una tira cómica. Como
Cathy, todos somos capaces de generar una depresiva lista de cosas
sin hacer, sin decir y sin cumplir. Aun cuando no vamos a ninguna
parte podemos cargar cientos de kilos de equipaje.
La Biblia llama «condenación»a este equipaje. En cualquier
momento u otro nos encontramos cargando alguno, ya sea grande o
pequeño.
La condenación aparece en innumerables formas. Es el peso en el
corazón de un hombre de negocios que pocas veces está en casa
mientras crecen sus hijos. Es la corriente oculta del pesar y la propia
tortura mental en la mujer que hace doce años tuvo un aborto. Es la
fastidiosa conciencia del cristiano que hace doce minutos masculló
un crudo insulto a un imprudente conductor. Es la permanente
sensación de arrepentimiento por la falta de oración; es el tipo de
palabras sin decir y promesas quebrantadas.
Algunos de nosotros hemos estado cargando muchísimo por tan
largo tiempo, que pensamos que es normal ir a través de la vida
sujetos a algo pesado. Y la verdad es que, apartados de la cruz, la
condenación es normal. Sin Jesús, todos merecemos la condenación
y el castigo por el pecado. Sin embargo, en Romanos 8:1 la Biblia
nos dice: «Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que
están unidos a Cristo Jesús».
No tenemos que ir a través de la vida bajo condenación. En este
capítulo deseo mostrarle cómo librarnos de esta carga que nos
incapacita para aceptar el perdón que ofrece el evangelio.

BAJO GRADO DE CULPA


La condenación es algo con lo que lidiamos de tiempo en tiempo.
Viene en diferentes grados. Es un error pensar que la condenación es
un problema solo para la gente que ha cometido pecados «mayores».
Podemos llegar a estar condenados por cualquier pecado, pasado
o presente, grande o pequeño. El elemento común es un continuo
sentido de culpa o vergüenza sobre pecados por los cuales se
arrepintió ante Dios y ante cualesquiera individuos pertinentes.
¿Está permitiendo la condenación en su vida? Hágase las
siguientes preguntas:
• ¿Relaciona a Dios como si usted estuviera en un tipo
permanente de probatoria, sospechando que en cualquier
momento Él quizá lo arrastre hacia la celda de la cárcel de
su desaprobación?
• ¿Cuando viene a adorar se mantiene a una «respetuosa
distancia» de Dios, como si Él fuera una fascinante celebridad,
pero de humor enfermizo, que se conoce por arremeter contra
sus admiradores?
• ¿Cuándo lee la Escritura le revela el ilimitado amor del
Salvador o simplemente intensifica su condenación?
• ¿Se da más cuenta de su pecado de lo que está de la gracia de
Dios que se le da a través de la cruz?

¿Ve algunas señales de condenación en su vida? No se sorprenda


si es así. Sin embargo, ¡no siga llevando la carga! Puesto que por el
poder del evangelio puede ser libre de toda condenación.
No libre en gran parte; completamente libre.
No compre la mentira de que cultivando la condenación y
sumiéndose en su vergüenza de algún modo agrada a Dios, ni que
un constante y bajo grado de culpa de un modo u otro promueve la
santidad y la madurez espiritual.
¡Es todo lo contrario! Dios es glorificado cuando creemos con
todo nuestro corazón que los que confían en Cristo nunca pueden
ser condenados. Es solo cuando recibimos su don gratuito de gracia
y vivimos en el bien del perdón total que somos capaces de
volvernos de las antiguas y pecadoras manera de vida y caminar en
obediencia motivados por la gracia.

UN VISITANTE SIN INVITACIÓN


La Biblia registra la historia de unas muy poco comunes cenas con
invitados a las que Jesús asistió en la casa de Simón el fariseo. En
esta misma tensa y poderosa escena, descrita en Lucas 7:36-50, se
nos brinda una importante lección acerca de la condenación.
No nos referimos al porqué invitaron a Jesús a esta cena, sino a
que sabemos la gran tensión que había entre Él y los fariseos. Su
anfitrión de forma descortés y de manera abierta le negó a Jesús
todas las cortesías básicas de la sociedad que se deben dar a un
invitado a cenar: beso de bienvenida, lavado de pies, aceite de
unción. Esas manifiestas omisiones fueron obvias para todos los
presentes.
Luego aparece de súbito una persona. En la habitación entró una
conocida prostituta, una mujer despreciada por la gente educada.
Lo que pasa a continuación es inexplicable para los que están
observando. Como Jesús estaba recostado en la mesa baja, apoyado
en uno de sus codos, sus pies estaban extendidos fuera de la mesa, la
mujer se paró allí y comenzó a llorar.
Toda la conversación cesó.
El sonido de su llanto creció en volumen, llenando la casa y
traspasando hacia la calle. Ella libremente vertió sus lágrimas y
mojó los pies sin lavar del Señor. Se arrodilló, tomó su cabello y
comenzó a lavar con sus lágrimas los pies sucios de Jesús. Luego los
besó y los ungió con perfume como un acto de adoración.
¿Puede imaginarse la atmósfera en esa habitación? Nadie come.
Nadie se mueve. Quizá lo más extraño de todo, Jesús no hace nada
que sugiera que la chocante conducta de esta pecadora es cualquier
cosa menos apropiada.

NUESTROS MUCHOS PECADOS


Creo que Dios registró este dramático acontecimiento en la Escritura
por un propósito muy específico. Desea que nos veamos en esa
mujer y que sigamos su ejemplo.
La mujer que lavó los pies de Jesús con sus lágrimas era alguien
que estaba arrepentida de sus pecados. Este no fue su primer
encuentro con Jesús. Sin duda, había escuchado sus enseñanzas y
encontró en sus palabras la esperanza para el perdón y la limpieza
que ninguna otra persona deseaba concederle a ella.
Cuando la conocemos, ya creía en Jesús y había abandonado su
antigua vida. Esta no es la narración de su salvación; sino más bien,
esta es una bella expresión de adoración cristiana nacida de su amor,
alabanza y agradecimiento hacia su Salvador. Reconoce su pecado e
indignidad, y llora con todo su ser.
Sin embargo, he aquí lo más importante que debemos ver. Sus
lágrimas no son de condenación. Llora porque desapareció su culpa.
Ama mucho porque se le perdonó mucho. Estas son lágrimas de
gozo, gratitud y pródiga devoción.

PIERDA SU EQUIPAJE
El cristiano que desea disfrutar de una vida centrada en la cruz
enfrentará con regularidad su propia corrupción y la gravedad de su
pecado personal, con sinceridad y sin temor. Esto es una realidad.
Aun así, la realidad de la muerte y la resurrección de Jesús por el
perdón de pecado es incluso mayor.
Esto no significa que en ocasiones no tengamos que luchar contra
la condenación.
Cada día, el equipaje de condenación se mostrará en el umbral de
nuestra puerta, solo mendigando para cargar nuestras espaldas. En
oposición a Dios, nuestra carne dirá que no es posible que el
sacrificio de Jesús baste para ganar el favor del Padre de manera
total, sin reservas y para siempre.
Quiero decir… ¡solo considere todo ese equipaje! El enemigo de
nuestra alma con sus mentiras siempre será raudo para susurrar
acusaciones. Cuando vengan esos retos, no trate de luchar contra la
condenación mediante promesas de orar más, ni de ayunar más a
menudo, ni de memorizar más Escritura. Desde luego, la obediencia
futura es importante. Aun así, es imposible resolver los asuntos de
ayer haciéndolos mejor mañana.
Nuestras promesas de obediencia futura, aunque sinceras, no
resuelven la condenación por el pecado pasado.

LA DERROTA DE LA CONDENACIÓN
He aquí cómo vencemos la condenación. Confiese su pecado a Dios.
Luego crea en Él. Ejercite el don de la fe que Dios le ha dado para
creer que Jesús murió por cada uno de los muchos pecados que le
trajeron condenación.
El castigo que Él recibió fue por usted. Su resurrección es prueba
de que Dios aceptó el sacrificio de Jesús. Él expió los pecados de su
pasado y el pecado que acaba de cometer; ya no necesita cargar su
peso.
Usted no lo puede hacer. Es por eso que Jesús lo hizo por usted.
La libertad de la condenación no requiere que olvidemos ni
neguemos la profundidad y la corrupción de nuestros pecados, ya
sea que los pecados se cometieran antes de nuestra conversión o
desde nuestra conversión. Es más, si deseamos conocer el gozo y la
gratitud que experimentó la mujer a los pies de Jesús, debemos
comenzar a reconocer y a confesar nuestros muchos pecados.
Pablo dijo que era «el peor de los pecadores» (1 Timoteo 1:16).
No se paralizó por la condenación. Exaltó la gracia de Dios al
reconocer sus propias indignidades y pecados mientras que se
admiraba de la misericordia de Dios.
Cada uno de nosotros se puede poner con sinceridad el título de
«peor de los pecadores». No, esto no está reservado de manera
especial para los Adolfo Hitler, los Timothy McVeigh y los Osama
bin Laden del mundo. William Law escribe: «Podemos condenarnos
justamente como los mayores pecadores que conocemos porque
sabemos más de la locura de nuestro corazón por lo que hacemos
que de las demás personas»9.
Así que admita que usted es el peor pecador que conoce. Admita
que es indigno y que merece la condenación. ¡Pero no se quede allí!
Continúe para regocijarse en el Salvador que vino a salvar a los
peores pecadores. Suelte el equipaje de condenación y arrodíllese en
adoración a los pies de quien cargó sus pecados. Llore con lágrimas
de asombro.
Y confiese con Pablo: «Dios fue misericordioso conmigo, a fin de
que en mí, el peor de los pecadores, pudiera Cristo Jesús mostrar su
infinita bondad. Así vengo a ser ejemplo para los que, creyendo en
él, recibirán la vida eterna» (1 Timoteo 1:16).
LO QUE SIENTE
CONTRA LO QUE
ES REAL
BASE SU FE EN LA OBRA
CONSUMADA DE CRISTO EN LA CRUZ

«¿SE DA CUENTA que gran parte de su infelicidad en la vida se


debe a que se escucha a sí mismo en lugar de hablarse a usted
mismo?»10, observó una vez el predicador David Martyn Lloyd-
Jones.
Estoy de acuerdo. Permítame explicarle lo que el Sr. Lloyd-Jones
quiso decir con «escucharse a usted mismo». Si se parece en algo a
mí, es muy probable que haga esto todos los días. Ya conoce la
rutina. Cada mañana la alarma del reloj irrumpe, exigiendo atención.
¡Hazlo parar!… ¡hazlo parar! Golpea el botón de repetición.
Unos preciosos ocho minutos para holgazanear, inconsciente del
tiempo que pasa. Luego la irritante alarma comienza de nuevo. Abre
sus ojos y comienza a «escuchar».
Hoy es… jueves. Ah, no, ¡tienes la reunión de ventas! Es mejor
que dejes de estar acurrucado aquí por el día.
Debes hacer ejercicios. Ay, la espalda está lastimada, olvídalo.
Dos pies caen a un lado de la cama. La voz sigue hablando.
Ayer… ¿qué de ayer? Ah, ese nuevo ruido del auto. Fantástico.
La vida es solo un grande y defectuoso lío de zumbidos que… y
necesitas balancear la chequera.
Cuando sus pies desnudos golpean el frío piso del baño, la voz
vuelve a su ritmo.
¿Qué quiso decir Laura con ese comentario? ¿Fue sarcástica?
¿Puede alguien en esta familia aprender a volver a poner el tubo de
pasta en su lugar?
Este fin de semana será muy ajetreado. Tiene que hacer
muchísimo hoy. Debe orar. No tiene tiempo para orar. Ayer no oró.
Hace falta limpiar este espejo. No debes haber mirado ese
programa anoche. ¡Caramba! Necesito un corte de cabello.
Pronto.
¿Siente a Dios bastante distante?
Ah, me siento muy agotado…
¿Se puede relacionar? En la vida cotidiana enfrentamos dos
simples decisiones. O bien podemos escucharnos a nosotros y a
nuestro constante cambio de sentimientos por nuestras
circunstancias o podemos hablarnos a nosotros acerca de la
inmutable verdad de lo que es Dios y lo que Él logró por nosotros en
la cruz.
Demasiado a menudo decidimos ser oidores pasivos de nosotros
mismos. Nos cruzamos de brazos y permitimos que nuestro punto de
vista de Dios y de la vida moldee nuestro constante cambio de
sentimientos acerca de nuestras siempre cambiantes circunstancias.
La vida es ajetreada. A menudo difícil. Llena de distracciones. Y
ante una taza de café en la mañana, nuestro escuchar pasivo es capaz
de hacerse cargo de montarnos en la montaña rusa mientras
repasamos cientos de asuntos diferentes y experimentamos un
montón de diversas emociones.
¿Es que alguien se maravilla de que seamos infelices tan a
menudo? Nos escuchamos a nosotros mismos. En vez de eso,
necesitamos comenzar a hablarnos.

MAL CONSEJO
En los dos últimos capítulos, aprendimos acerca del legalismo y la
condenación. Sin embargo, antes que haga un verdadero progreso
contra ellos o cualquier otro pecado, necesita comprender la
importancia de lo que pasa dentro de su cabeza. La vida centrada en
la cruz comienza con el pensamiento bíblico. ¿Está construyendo su
vida en lo que siente o en lo que es verdadero?
El teólogo escocés Sinclair Ferguson indicó: «La orientación
evangélica es interna y subjetiva. Somos mucho mejores mirando
hacia adentro que mirando hacia afuera. En su lugar, necesitamos
gastar nuestras energías admirando, explorando, exponiendo y
ensalzando a Jesucristo»11.
Lo que quiere decir es que estemos enfocados en nosotros mismos
y en nuestros sentimientos.
Piense en esto. ¿Cuán a menudo en un día típico hace un
inventario interno en un esfuerzo por evaluar cómo le va? ¿Cuán a
menudo examina una situación mediante el análisis de cómo se
siente en relación a esto? ¿Cuán a menudo hace una consulta mental
de cómo se siente, a diferencia de lo que sabe?
O, más importante aun, ¿qué enseña la Escritura? En otras
palabras, ¿cuán a menudo «sigue a su corazón»?
«Pensamos con nuestros sentimientos»12, dijo Ferguson. Es cierto.
Permitimos que nuestros sentimientos guíen nuestro pensamiento, y
no debe ser así. Las emociones son un don maravilloso de Dios. Y
nuestra relación con Dios debe ofrecer a nuestra vida unos fuertes
afectos piadosos. Sin embargo, no debemos investir a nuestras
emociones con la final autoridad. Esto solo se debe reservar para la
Palabra de Dios.

EL PODER DE LA MIRADA EXTERNA


No hace mucho, en las etapas finales de preparar mi mensaje para la
mañana siguiente, volqué una taza de café caliente directamente en
el teclado de mi computadora portátil. La máquina chirrió
lastimosamente y la pantalla se quedó en blanco.
En un instante de torpeza, destruí mi computadora, desaparecí mis
notas del sermón y añadí horas a mi tiempo de preparación.
Pasmado y sin dar crédito a lo que pasaba, miré con fijeza a la
pantalla vacía. El teclado adquirió la forma de un pequeño pantano
tropical, sus teclas sobresalían en el humeante café como blancas
almohadillas.
En ese momento habría deseado decir que confiaba en Dios. No.
En su lugar dejé escapar un airado y espeluznante «¡¡Nooooooo!!».
Luego recogí mi silla a unos pocos centímetros del piso y la puse en
su lugar de un golpe.
Al instante me condené. Dios reveló un patrón de queja en mi
corazón y pequé una vez más. En lugar de confiar en Él, en lugar de
reconocer que Él era el soberano y yo solo era su siervo, grité un
airado y desafiante «¡No!» al cielo y golpee mi silla.
Casi de inmediato, la voz de mis sentimientos comenzó a hablar.
¿Cómo Dios permitiría esto? ¿Por qué está pasando esto? Ah,
fantástico, ¡ahora estás pecando! ¿Tú eres pastor? ¿Vas a juzgar y
a predicarles a otros después de ese lamentable despliegue de ira?
¿Cómo le vas a pedir a Dios ahora que te ayude a prepararte? Esto
huele mal. ¡Mira lo que has hecho!
Estoy agradecido de que Dios me ayudó a dejar de escuchar en
ese momento. Sabía que necesitaba hablarme. Y puesto que sabía
que me hacía falta ayuda, subí al otro piso y le di participación a mi
esposa, Carolyn. Primero, ella me ayudó con amabilidad a ver el
pecado que causó mi estallido. Luego, juntos, repasamos el
evangelio.
Más tarde, bajé y comencé el tedioso proceso de recomponer mi
mensaje. Sin embargo, ahora hablaba conmigo mismo. «Otro expió
tu pecado de la ira. Jesús murió por ese pecado. A Jesús, el único
que superó cada prueba, lo tentaron en todas las maneras, pero
nunca pecó. Ocupó tu lugar y lo castigaron en tu lugar. Dios te
perdonó y te va a ayudar a preparar y a predicar este mensaje, no
porque no tengas pecado, ¡sino debido a su misericordia!»
Por la gracia de Dios fui capaz de apartarme de lo que sentía y
vivir en el bien de lo que era verdadero e inmutable: la gracia de
Dios para mí a través de la cruz. Y, por fortuna, el sermón salió
bien.
Mi computadora no salió tan bien, ¡pero esa es otra historia!

ENSALZAR A JESUCRISTO
Martín Lutero escribió: «[La justicia de Cristo] está por completo
fuera y encima de nosotros»13. Es por eso que necesitamos dejar de
mirar hacia adentro y hacerlo hacia afuera a la obra de Cristo en
nuestro comportamiento. Como declaró Sinclair Ferguson, debemos
«gastar nuestras energías admirando, explorando, exponiendo y
ensalzando a Jesucristo»14.
Y podemos hacer esto sin importar de cómo nos sintamos, pues el
evangelio existe independientemente de nosotros. El propósito del
evangelio, como señaló Knox Chamblin, es «proclamar los
acontecimientos salvadores»15, y estos no se afectan en lo absoluto
por cualquier cosa que perturbe nuestras emociones. El evangelio es
objetivo.
Lo que es subjetivo cambia con regularidad, como la inestable
arena. Sin embargo, lo que es objetivo está construido sobre la
sólida roca del evangelio. Cuando miramos hacia adentro, vivimos
por lo subjetivo, lo temporal, lo siempre cambiante, lo poco
confiable, lo propenso a ser falso. Cuando miramos hacia afuera, al
evangelio, vivimos por lo objetivo, lo que nunca cambia, lo que es
perfectamente confiable y siempre y del todo verdadero.
Nuestra vida en Cristo está basada en la verdad objetiva y la
suprema verdad entre las innumerables y gloriosas verdades de la
Escritura es que Jesús murió por nuestros pecados. Ese es el corazón
del evangelio.
Por lo tanto, el argumento de este capítulo es sencillo: No se
escuche a usted; ¡háblese usted! Comience su día, y en numerosos
momentos a través de él, gaste sus energías «admirando,
explorando, exponiendo y ensalzando a Jesucristo».
De esto se trata la vida que está centrada en la cruz. Y hará mucho
más llevadero el encuentro diario con el reloj despertador.
EL DÍA CENTRADO
EN LA CRUZ
MANERAS PRÁCTICAS PARA CENTRAR
CADA DÍA ALREDEDOR DE LA CRUZ

NOSOTROS LOS HUMANOS somos criaturas de hábito, ¿no es


así? Y nuestros hábitos reflejan quiénes somos en verdad:
construimos toda la vida diaria alrededor de nuestras prioridades y
pasiones.
Visite la misma cafetería unas cuantas mañanas seguidas y verá a
lo que me refiero. Cada día las mismas personas repiten la misma
rutina, una vez tras otra. El estímulo que brinda esa taza de café y la
cafeína es una parte integral de cada día. Para muchas personas, esa
es la manera de comenzar bien.
Tal vez usted no sea un tomador de café, pero estoy seguro que
tiene sus propios rituales diarios. La lectura de la página de deportes
del Washington Post cada día se convirtió en el mío. En este mismo
momento, cuento con un buen día cuando me siento, leo a mis
cronistas favoritos y obtengo los últimos resultados de los partidos y
las estadísticas.
¡Añado comer chocolate a la rutina y este llega a ser un día
buenísimo!
Dedicamos tiempo para lo que vale en verdad. Establecemos
hábitos y rutinas alrededor de las cosas que en realidad nos
interesan. Este es un importante principio para comprender cómo
procuramos edificar nuestra vida alrededor del evangelio. ¿Desea
una vida centrada en la cruz?
Una vida centrada se establece de los días centrados en la cruz.

PREDÍQUESE A USTED
Debemos recordarnos que el evangelio es el hábito diario más
importante que podamos establecer. Si el evangelio es la nueva más
vital en el mundo, y si la salvación por gracia define la verdad de
nuestra existencia, debemos crear maneras para sumergirnos en esas
verdades cada día. No se permiten días libres.
En su libro The Discipline of Grace [La disciplina de la gracia],
Jerry Bridges llama a esto «predicarse el evangelio usted mismo»16.
No se preocupe, incluso si no se considera un orador público, puede
hacerlo. Su audiencia es su propio corazón. Y el mensaje es sencillo:
Cristo murió por sus pecados.
«Predicarse el evangelio a usted mismo», explica Bridges,
«significa que continuamente se va a enfrentar a su propio pecado y
luego va a volar a Jesús a través de la fe en su sangre derramada y su
vida justa»17.
El asunto es que se siente, atraiga su atención y diga: «¡Oye, yo,
escucha! Esto es lo que más importa: ¡Estás perdonado! ¡Tienes
esperanza! Tu esperanza está basada en el sacrificio de Jesús. Así
que no te permitas ver este día como cualquier otro día. Deja que
este día lo gobierne el único que define la verdad».

PASIÓN EN MEDIO DE LA LLOVIZNA


Sin embargo, seamos prácticos. Una cosa es tener el entusiasmo
cuando escucha un inspirador sermón o se lee un libro. ¿Cómo se
mantiene centrado en la cruz en medio de una atestada agenda entre
las demandas del trabajo y la familia?
John Stott, autor y pastor, compara la cruz a una flameante
hoguera. Si deseamos que la llama en nuestro corazón se mantenga
viva, tenemos que regresar sin cesar a la fuente. «La cruz es el
resplandeciente fuego en el que se encienden las llamas de nuestro
amor», escribe, «pero tenemos que estar lo suficiente cerca de él
para que sus chispas caigan en nosotros»18.
¿Cómo mantiene la llama de la pasión del evangelio ardiendo
brillantemente en la llovizna de la vida real? Permítame darle cinco
maneras simples que encuentro que me ayudan a acercarme a las
«chispas» de la cruz cada día.

1. MEMORICE EL EVANGELIO
La Biblia se refiere a memorizar la Escritura como a guardar su
Palabra en nuestro corazón (Salmo 119:11). Me encanta ese cuadro.
Dios quiere que pongamos sus promesas en nuestros corazones de
modo que, sin importar dónde estemos ni lo que hagamos, seamos
capaces de sacarlas y recibir fortaleza de su verdad.
Quizá piense que no es bueno memorizando la Escritura. Está
bien. No se rinda. Trabaje en esto. Dios no guarda las anotaciones.
Aun si demora más que otra persona, vale la pena el esfuerzo.
Y si ya está memorizando la Escritura, practique lo que mi amigo
Mike Bullmore llama «memorización estratégica de la Escritura».
Comience con el evangelio. Todas las promesas y mandamientos de
Dios son preciosos, pero esos versículos que nos hablan de que del
Hijo de Dios dio su vida en nuestro lugar son los más preciosos de
todos. Puesto que va a empezar en alguna parte, ¿por qué no
comenzar con el mensaje central de la Biblia?
Es de mucha ayuda tener disponibles esos versículos al instante.
Por ejemplo, si descubre que ha perdido su perspectiva en un
momento difícil del día, busque en su memoria y saque 2 Corintios
5:21: «Cristo no cometió pecado alguno; pero por causa nuestra,
Dios lo hizo pecado, para hacernos a nosotros justicia de Dios en
Cristo» (dhh).
¿Pone eso las cosas en una nueva luz? Dios nos las dirigió a
nuestro problema más serio: pecado y juicio. Esta perspectiva tiene
un efecto transformador en medio de los problemas diarios y las
inconveniencias de la vida.
¿O qué decir si está luchando con la condenación sobre el pecado
del que se ha arrepentido y se aparta? Saque Romanos 8:31-34:

Si Dios está por nosotros, ¿quién estará contra nosotros?


El que no eximió ni a su propio Hijo, sino que lo entregó
por todos nosotros, ¿cómo no nos concederá también con
El todas las cosas? ¿Quién acusará a los escogidos de
Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condena?
Cristo Jesús es el que murió, sí, más aun, el que resucitó,
el que además está a la diestra de Dios, el que también
intercede por nosotros. (LBLA)

¡Dios nos ha dado estos pasajes que nos ayudan a predicarnos a


nosotros mismos! He aquí más pasajes clave que hablan de la obra
de salvación de Dios a través de la cruz. Es probable que conozca
algunos de ellos, pero le animo a que los lea de nuevo y medite en
ellos. Estos pasajes se los ofrezco aquí en la versión de La Biblia de
las Américas.

Isaías 53:3-6
Fue despreciado y desechado de los hombres, varón de
dolores y experimentado en aflicción; y como uno de
quien los hombres esconden el rostro, fue despreciado, y
no le estimamos. Ciertamente Él llevó nuestras
enfermedades, y cargó con nuestros dolores; con todo,
nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y
afligido. Mas Él fue herido por nuestras transgresiones,
molido por nuestras iniquidades. El castigo, por nuestra
paz, cayó sobre Él, y por sus heridas hemos sido sanados.
Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, nos
apartamos cada cual por su camino; pero el Señor hizo que
cayera sobre Él la iniquidad de todos nosotros.

Romanos 3:23-26
Por cuanto todos pecaron y no alcanzan la gloria de Dios,
siendo justificados gratuitamente por su gracia por medio
de la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios
exhibió públicamente como propiciación por su sangre a
través de la fe, como demostración de su justicia, porque
en su tolerancia, Dios pasó por alto los pecados cometidos
anteriormente, para demostrar en este tiempo su justicia, a
fin de que Él sea justo y sea el que justifica al que tiene fe
en Jesús.

Romanos 5:6-11
Porque mientras aún éramos débiles, a su tiempo Cristo
murió por los impíos. Porque a duras penas habrá alguien
que muera por un justo, aunque tal vez alguno se atreva a
morir por el bueno. Pero Dios demuestra su amor para con
nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por
nosotros. Entonces mucho más, habiendo sido ahora
justificados por su sangre, seremos salvos de la ira de Dios
por medio de Él. Porque si cuando éramos enemigos
fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo,
mucho más, habiendo sido reconciliados, seremos salvos
por su vida. Y no solo esto, sino que también nos
gloriamos en Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo,
por quien ahora hemos recibido la reconciliación.

Romanos 8:32-39
El que no eximió ni a su propio Hijo, sino que lo entregó
por todos nosotros, ¿cómo no nos concederá también con
Él todas las cosas? ¿Quién acusará a los escogidos de
Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condena?
Cristo Jesús es el que murió, sí, más aún, el que resucitó,
el que además está a la diestra de Dios, el que también
intercede por nosotros.¿Quién nos separará del amor de
Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre,
o desnudez, o peligro, o espada?
Tal como está escrito: Por causa tuya somos puestos a
muerte todo el día; somos considerados como ovejas para
el matadero.
Pero en todas estas cosas somos más que vencedores
por medio de aquel que nos amó. Porque estoy convencido
de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados,
ni lo presente, ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto, ni
lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar
del amor de Dios que es en Cristo Jesús Señor nuestro.

1 Corintios 15:3-4
Porque yo os entregué en primer lugar lo mismo que
recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a
las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer
día, conforme a las Escritura.

2 Corintios 5:21
Al que no conoció pecado, le hizo pecado por nosotros,
para que fuéramos hechos justicia de Dios en Él.

Gálatas 2:21
No hago nula la gracia de Dios, porque si la justicia viene
por medio de la ley, entonces Cristo murió en vano.

2. ORE EL EVANGELIO
El evangelio debe ser el centro de su vida de oración. El evangelio
hace posible que nos acerquemos a Dios. El evangelio nos da la
confianza para orar con osadía: somos aceptados en el amado Hijo
de Dios.
No hay nada complicado en esto. Para orar el evangelio,
simplemente comience a dar gracias a Dios por la bendición de la
vida eterna, comprada a través de la muerte de su Hijo. Reconozca
que la obra de Cristo en la cruz es lo que hace posible la oración.
Dé gracias a Él porque, debido a que Jesús cargó la ira de Dios
por el pecado, a usted nunca lo separarán del amor de Dios. Dé
gracias a Él porque, debido a la cruz, se reconcilia con Dios y se le
ha dado el Espíritu Santo a fin de que more en usted, lo guíe y le dé
el poder de modo que resista el pecado y sirva a Dios. Luego pídale
que bondadosamente lo bendiga con todo lo que necesita para
obedecerlo y glorificarlo.
Vamos de acuerdo con la cruz, nos mantenemos firmes por la
cruz, tenemos el derecho de pedir con audacia debido a la cruz. El
evangelio debe estar entrelazado en todo el proceso de nuestra
alabanza, nuestra petición y nuestra intercesión.

3. CANTE EL EVANGELIO
No soy cantante (se lo pido a mis amigos), pero me encanta cantar
acerca de la cruz. El corazón de un cristiano debe rebosar cada día
con la canción del Calvario. Esta es otra oportunidad para ser
estratégico. Existen a la disposición innumerables discos compactos,
pero es importante escoger los que centran nuestra atención en la
asombrosa verdad de lo que Dios hizo a nuestro favor. No todas las
canciones de adoración son iguales. Hoy en día, muchas se centran
en el hombre, no en la cruz. Se enfocan más en lo que necesitamos,
o en lo que deseamos que haga Dios, que en lo que ya hiciera Jesús.
Tengo que admitir que echo a perder las magníficas canciones de
adoración centradas en la cruz. Algunos de mis amigos son dotados
compositores que crean increíbles y contemporáneas canciones de
adoración que están llenas del evangelio. (Puede encontrar más
acerca de estas canciones y discos en
www.sovereigngraceministries.org.)
Siempre que la busque, por favor, haga de la adoración centrada
en la cruz una parte regular de su rutina diaria. Si es como yo que no
puede tocar un instrumento, adore con música grabada. No hay una
mejor manera para comenzar el día que usando canciones e himnos
que hablen con claridad y poder acerca de la cruz.
Le daré algunas de mis favoritas. Por favor, no las salte ni se
apure mientras lee. Vaya poco a poco; léalas en voz alta. Primero,
permita que la letra de este himno de Horatius Bonar haga eco en su
alma:
Yo vertí la sangre sagrada,
Yo lo clavé en la cruz,
Crucifiqué al Cristo de Dios;
Me uní a la burla malvada.
Y de esa multitud vociferante
Sentí que era parte de ella;
Y en ese estruendo de voces rudas
Reconocí la mía propia.
Alrededor de la cruz la multitud yo vi
Que se burlaba al gemido del Sufriente;
Aunque todavía mi voz parece estar,
Como si yo me burlara solo19.

¿Siente el efecto de esas floridas palabras en usted? He aquí otro


clásico de John Newton:
En una cruz a Cristo vi
Cuando Él por mí sufrió;
Los ojos Él fijó en mí
Cuando Él allí murió.
Y su mirada triste allí
Jamás olvido yo;
Sentí que me acusaba a mí,
Mas Él jamás me habló.
Sus males luego mi alma vio,
Pesares mil sufrí;
Fue mi maldad que le causó
Morir allí por mí.
Y luego Cristo así me habló:
«Ya perdonado estás;
Mi corazón por ti sangró
Y en mí vivir podrás».
¡Oh cuánto amor el Salvador
Allí por mí mostró!
Amor sentí al ver que allí
Jesús por mí murió20.

Los himnos como este, y muchos coros contemporáneos también,


si están centrados en la cruz, pueden ayudarle a hacer del evangelio
la banda sonora de su día.

4. REPASE CÓMO EL EVANGELIO LO HA


CAMBIADO
Muchas personas hoy desean olvidar el pasado. Los errores en que
incurrieron y los pecados cometidos no son asuntos que les gustan
volver a visitar. Sin embargo, para los cristianos, una de las mejores
maneras de acercarnos al resplandeciente fuego de la cruz es
recordando el pasado. Debe traernos a la memoria cuán maravillosa
es en verdad la salvación de Dios.
El apóstol Pablo estaba comprometido a recordar lo que una vez
fue debido a que ese recuerdo magnificaba la gracia de Dios.
«Anteriormente, yo era un blasfemo, un perseguidor y un insolente;
pero Dios tuvo misericordia de mí» (1 Timoteo 1:13). Aunque
escrito unos treinta años después de su conversión, Pablo recordaba
de manera vívida y específica sus muchos pecados antes de
convertirse. Knox Chamblin escribe: «Vital para la eficiencia de
Pablo como apóstol fue que nunca olvidó su época de perseguidor
[…] Una constante comprensión de la gracia le recuerda a Pablo el
espantoso pecado del que lo liberaron; una constante comprensión
del pecado lo mantenía dependiendo de la gracia»21.
Es vital para nosotros que nunca lo olvidemos tampoco.
Necesitamos seguir el ejemplo de Pablo. Todos podemos decir:
«Una vez fui un _________________» y poner nuestra propia
descripción del estado pecaminoso. Y no necesitamos un
extraordinario testimonio para hacerlo. Aun si su historia no
involucra drogas ni inmoralidad, todavía es un milagro de la gracia
de Dios. No lo escribió por usted mismo. Dios intervino. Dios
cambió su corazón. Dios lo salvó.
Tome tiempo a fin de pensar en todo esto. Reflexione en esto cada
día. También le animo a que escriba su testimonio en una o dos
páginas. Y no solo escriba: «Le pedí a Jesús que entrara a mi
corazón». Detalle en verdad el corazón del evangelio y cómo la
sangre de Cristo, vertida por los pecados del mundo, vino a tener
validez en usted personalmente. Sea específico acerca de que Dios
es santo y usted era un objeto de su ira. Identifique el pecado en el
que estaba perdido. Explique cómo Dios lo salvó y cambió su vida
para la gloria de Él.
Esto lo edificará, lo animará y preparará a fin de hablarles a otros
acerca de su testimonio personal y la verdad del evangelio.

5. ESTUDIE EL EVANGELIO
Para crecer en su pasión por lo que hizo Jesús, incremente su
comprensión de lo que hizo Él.
Nunca se contente con su actual conocimiento del evangelio. El
evangelio es la verdad que inunda la vida, transforma el mundo y
cambia el universo. Tiene más facetas que ningún diamante. El
hombre nunca agotará su profundidad.
De modo que permítame hacerle unas recomendaciones prácticas
a fin de que el evangelio sea un estudio constante en la vida.

• Sitúese en las epístolas a los Romanos y Gálatas. El


escritor John Stott, entre otros, ha escrito excelentes
comentarios sobre estas cartas que le pueden ayudar en su
estudio.
• No le tema a los términos teológicos. Dedique un tiempo con
el objetivo de aprender el significado de palabras tales como
expiación, sustitución, propiciación, justificación, redención,
reconciliación y salvación. Si está en busca de una guía, The
Atonement [La Expiación] de Leon Morris22 explica en detalles
cada una de esas palabras. La comprensión de ellas le ayudará a
apreciar y a maravillarse mejor de lo que ha hecho Dios.
• He aquí una resolución de Año Nuevo que en verdad vale la
pena. Tenga como meta anual leer al menos un libro nuevo
sobre la cruz y lea de nuevo un segundo libro sobre este tema.
La lista que le brindo a continuación le servirá para un buen
comienzo.
La Cruz de Cristo de John Stott. Uno de mis favoritos.
Stott dice del Salvador: «Por su muerte era por lo que Él
más deseaba que lo recordaran»23. Este libro no permitirá
que lo olvide.
The Discipline of Grace [La disciplina de la gracia] de
Jerry Bridges24. Otro de mis favoritos. Los tres primeros
capítulos en particular de este libro son valiosa lectura y
debe releerlo por el resto de su vida.
The Power of the Cross of Christ [El poder de la cruz de
Cristo] de Charles Spurgeon25. Mi héroe histórico nos
exhorta a «cumplir firmes con la cruz y buscar el misterio
de sus heridas»26. No existe una mejor guía humana para
esta búsqueda santa.
La Cruz y el Ministerio Cristiano de Donald A. Carson27.
Lectura obligatoria para pastores. Estoy en deuda con el
Dr. Carson por este libro. Definió con eficacia el
ministerio pastoral para mí y hará lo mismo por usted.

• ¿Tiene que viajar entre dos lugares todos los días o tiene
algún otro tiempo regular en el que puede escuchar un
casete? Dé cabida a las predicaciones centradas en la cruz
que le pueden beneficiar y visite
www.sovereigngraceministries.org para una lista de los
casetes sobre la cruz.
• Lea toda su Biblia con ojo avizor por el evangelio. Se ha
notado que cada pasaje de la Escritura, ya sea del Antiguo
Testamento o el Nuevo, o bien predice, prepara, refleja o
resulta de la obra de Cristo. Cuando lea la Escritura en sus
devocionales diarios, identifique a qué categoría corresponde
cada pasaje. El Antiguo Testamento en particular cobrará vida
a medida que lo vea señalando a la venida del Salvador.

NO PUEDE HACER ESTO POR SU


PROPIA CUENTA
Espero que estas cinco recomendaciones prácticas le den un
entendimiento más claro de lo que significa hacer que cada día esté
centrado en la cruz. Sin embargo, mientras pensamos en todas estas
actividades, es vital recordar que no podemos hacer esto por nuestra
propia cuenta. Necesitamos que el Espíritu de Dios ilumine las
verdades de la cruz en nuestros corazones. Esto es cierto en el
momento de la regeneración de nuestro corazón y en cada día de
nuestra vida cristiana.
La genuina conversión requiere que Dios abra nuestros ojos
espirituales a la verdad del evangelio. De manera similar, cada vez
que observe con un renovado asombro a la cruz de Cristo, se está
llevando a cabo otro milagro. Está recibiendo un don sobrenatural,
el don de la iluminación. Está viendo algo para lo cual hubiera
estado completamente ciego si el Espíritu de Dios no le concede en
ese momento la vista espiritual. El Dr. Don Carson escribe:

No solo ha habido un objetivo y público acto de la propia


revelación divina en la crucifixión del Hijo de Dios, sino
que debe haber una obra de Dios, por su Espíritu, en la
mente y el corazón del individuo. Si debemos expresar
una incondicional gratitud a Dios por el don de su Hijo, no
debemos expresar menos gratitud por el don del Espíritu
que nos capacita a aferrarnos al evangelio de su Hijo […]
A menos que el Espíritu nos ilumine, los pensamientos de
Dios seguirán siendo profundamente extraños para
nosotros28.

Cada vez que memoricemos, oremos, cantemos, repasemos o


estudiemos el evangelio, debemos pedirle al Espíritu Santo que abra
nuestros ojos y que el evangelio cobre de nuevo vida para nosotros.
Él está pronto para escuchar y fiel para contestar. Sin embargo, su
ayuda se debe buscar de manera activa.
Debido a la gracia del Espíritu de Dios que da poder, me he
acercado a la llama de la cruz día tras día desde ya hace muchos
años. No me interprete mal. No lo he hecho a la perfección y ha
habido muchos días en los que mi corazón no tenía la debida pasión.
No obstante, soy sincero al decir que mi apreciación del evangelio y
pasión por él ha ido creciendo sin cesar.
Las sugerencias que he hecho en este capítulo han sido valiosas
para mí en este proceso de crecimiento. A través de ellas las chispas
del resplandeciente fuego de la cruz han caído en mí muchísimas
veces y mi propio celo ha ardido cada vez con más ardor.
Si Dios puede hacer esto en mi vida, Él puede hacer lo mismo en
la suya. Acerque la llama cada día.
Construya una vida centrada en la cruz de día en día.
NUNCA LO PASE
POR ALTO
PONGA ESTE LIBRO EN UN ESTANTE,
¡PERO NO SU MENSAJE!

LA PRIMERA VEZ que escuché del evangelio estaba fumando


marihuana. La gente a menudo me pregunta por qué confío tanto en
la gracia de Dios. Les explico que mi comprensión de la Escritura y
mi propia experiencia de conversión no me dan otra opción.
Dios vino a buscarme.
Soy cristiano porque Dios mostró misericordia, no porque era
valioso ni yo deseaba ser salvo. No, yo no buscaba a Dios. Estaba
endurecido.
Transcurría el año de 1972. Estaba sentado en mi cuarto fumando
un porro cuando mi amigo Bob comenzó a contarme la sencilla
historia de Jesús muriendo por mis pecados. Había crecido en la
Iglesia Católica y nunca oí hablar del evangelio.
Sin embargo, esa noche mientras escuchaba, Dios se reveló y
regeneró mi corazón. Creí. La cruz era para mí. Jesús fue mi
Salvador. El peor de los pecadores, en medio de su pecado, nació de
nuevo.
Eso fue hace treinta años.
Cambié mucho. El largo cabello desapareció. Soy abuelo. En los
dos pasados años celebré mi vigésimo quinto aniversario de boda y
mi vigésimo quinto año como pastor.
Desde entonces he aprendido muchísimo también. En ese tiempo,
prácticamente no sabía nada de Dios ni su Palabra. Nunca había
abierto una Biblia. Sin embargo, desde el día de mi conversión, la
Escritura y los libros cristianos me parecían pocos. No mucho
después de mi conversión, conseguí un trabajo en una librería
cristiana de modo que pude leer todo lo que me fue posible.
Mi amor por los libros no ha disminuido. Hoy las paredes de mi
oficina en la iglesia están cubiertas de libros desde el piso hasta el
techo. A veces, en medio de mis responsabilidades diarias, los miro
con asombro por la diferencia que han marcado en mi vida.
Los miles de títulos son un impresionante recordatorio visual de
muchísimas ideas y mensajes, buenos y no tan buenos, que se han
disputado mi atención a través de los años. La mayoría de mi
colección está compuesta de libros clásicos escritos hace cientos de
años por hombres como Charles Spurgeon, Jonathan Edwards y los
Puritanos. Aunque también tengo muchos libros escritos más
recientemente.
Algunos son mejores que otros. Le podría mostrar alguno que
representa las modas cristianas de los pasados treinta años. En ese
tiempo, sus novedosas ideas para el crecimiento personal y el
ministerio eficaz estaban en boga. Ahora están olvidadas.
Los guardo porque deseo un sereno recuerdo, siempre cerca de
mí, de todos los mensajes descentrados que pudieran tentarme a
pasar por alto el único mensaje que importa: el evangelio.
David Prior lo dijo mejor en una de mis citas favoritas: «Nunca
avancemos para dejar atrás a la cruz, sino solo hacia una más
profunda comprensión de la cruz»29. He cambiado muchísimo desde
la primera vez que confié en Cristo, pero mucho ha permanecido
igual. Estoy agradecido de que lo más importante ha permanecido
inalterable. La cruz todavía está en el centro.
He transitado un largo camino desde que escuché el evangelio
bajo los efectos de la droga. He viajado muchos kilómetros en este
peregrinaje de fe. Aun así, por la gracia de Dios, nunca he pasado
por alto la cruz de Jesucristo. Y nunca quisiera hacerlo.

EN VERDAD ES SUFICIENTE
Aquí estamos en el capítulo final de este pequeño libro. Una vez que
haya terminado solo unas pocas páginas más será suficiente y
colocará este volumen en un estante de libros de su propiedad.
Quizá un día en el futuro lo sacará para repasar una cita u hojeará un
capítulo o dos. O a lo mejor nunca lo tocará de nuevo.
No se preocupe, no tendré inconveniente en si mi libro termina en
un rincón olvidado de un estante para libros, acumulando polvo.
Aun así, espero que el mensaje de este libro sea uno que nunca va a
poner en un estante.
A lo mejor se olvida de este libro y su autor, pero nunca va a
pasar poco a poco el mensaje de la cruz a un segundo o tercer
plano en su vida. Nunca lo dejará a un lado. Nunca lo pasará por
alto.
Puedo escucharlo preguntar: «¿Pero no necesito más que eso?».
En un sentido la respuesta es no. Ninguna otra cosa es de igual
importancia. El mensaje de la cruz es la esperanza, la confianza y la
seguridad del cristiano. En el cielo se dedicará a maravillarse de la
obra de Cristo, el Dios Hombre que sufrió en el lugar de nosotros los
pecadores.
Y, sin embargo, en otro sentido la respuesta es sí, necesita más. A
usted lo salvaron para crecer, para servir en una iglesia local, para
hacer buenas obras y glorificar a Dios. Aun así, el «más» que
necesita como seguidor de Cristo no se encuentra separado de la
cruz. El evangelio no es una clase entre muchas a las que tiene que
asistir durante su vida como cristiano, ¡el evangelio es el edificio
completo en el que se llevan a cabo todas las clases!
Debidamente abordados, todos los temas que estudiará y en los
que se centrará como creyente se le ofrecerán «dentro de las
paredes» del glorioso evangelio.
«El Espíritu no lleva a sus alumnos más allá de la cruz», escribe J.
Knox Chamblin, «sino cada vez más profundo en ella»30.

SÍ, PERO QUÉ ACERCA DE…


Nombre el campo de la vida cristiana sobre el que desea aprender o
en el que desea crecer. ¿El Antiguo Testamento? ¿Los últimos
tiempos? ¿Desea crecer en santidad o en la práctica de la oración?
¿Llegar a ser un mejor esposo, esposa o padre? Ninguna de estas
cosas se puede comprender como es debido si se aíslan de la gracia
de Dios a través de la muerte de Jesús. Ellas, y por cierto todos los
temas, deben estudiarse a través de los lentes del evangelio.
Le daré unos pocos ejemplos específicos de lo que esto significa
para el estudio de las siguientes esferas a través de estos lentes.

1. El Antiguo Testamento
Algunas personas le temen al Antiguo Testamento. Lo encuentran
confuso y difícil de comprender. Otros están fascinados con él por
razones equivocadas.
Solo la persona que comprende que la cruz es el centro de toda la
historia humana es capaz de entender el Antiguo Testamento. A
través de los lentes del evangelio, la Biblia en verdad llega a ser en
un libro que narra una historia: la historia del hombre pecador, del
Dios santo y su plan de salvación a través de su propia sustitución
por su pueblo.
Para ser un verdadero estudiante de los libros antiguos de la
Escritura, no debemos pasar por alto el evangelio. ¡Exactamente lo
contrario! Todo en el Antiguo Testamento señala hacia Jesucristo y
enriquece nuestra comprensión de la cruz (véase Lucas 24:27).
El drama de la redención comienza en el huerto de Génesis 3 y
continúa desarrollándose a través del Antiguo Testamento hasta
alcanzar su clímax en la cruz. En todo el camino, el Autor divino
nos prepara para el Calvario: El simbolismo del sistema de
sacrificios, el rigor de la ley, los continuos fallos del hombre y la
inquebrantable fidelidad de Dios; todo esto y más intensifica nuestro
asombro de la cruz.

2. Los últimos tiempos


En los pasados cien años, mucho se ha escrito acerca de los últimos
días y de la venida final de Cristo. Al estudio de los últimos tiempos
se le llama escatología. Debido a que esto ofrece ilimitadas
posibilidades a la imaginación humana, la escatología ha llegado a
ser un tema popular para novelistas, complaciendo las tendencias de
la teoría de la cábala del hombre moderno.
Por favor, no me malinterprete. Lo que creemos acerca de la
venida de Cristo es importante. Sin embargo, lo triste es la cantidad
desmesurada de atención y energía que se le da a los detalles de la
venida, balanceada contra la clara falta de enfoque en la obra
salvadora de la cruz que debe permanecer en el mismo centro de
cualquier tipo de discusión.
Independientemente de su opinión personal acerca del Rapto o el
milenio, es innegable que en la Escritura la obra de Cristo en el
Calvario sigue ocupando el centro del escenario. Su segunda venida
es la culminación de la victoria que Él logró en la cruz sobre la
muerte y el infierno.
Jesús no instruyó a sus discípulos para que se preocuparan con los
detalles de cuándo y dónde. Les ordenó que velaran y oraran,
aunque su principal preocupación fue que se regocijaran en las
buenas nuevas de su muerte y resurrección y en su proclamación.
¡A causa de la cruz ya está escrito el fin! ¡Jesús es victorioso!
¡Todos los que confían en Él tienen vida eterna! ¡Satanás está
derrotado! Ninguna fuerza sobre la tierra, ni agonías de persecución,
pueden arrebatarle al Señor esos por los que murió para salvarlos.
Nada los puede separar de su amor.

3. Oración
La oración eficaz es la que está saturada del evangelio. Para
aprender a orar debe llegar a estar familiarizado con las enseñanzas
de la Biblia sobre la oración. Deseará orar con otros cristianos
piadosos y aprender de su ejemplo. Pero de nuevo, no pase por alto
la cruz para profundizar más en la oración. Al fin y al cabo, toda
oración eficaz está arraigada en la cruz.
Piense en esto. El evangelio es el punto de partida de la oración.
Sin la sangre de Cristo, ni siquiera se puede acercar a Dios. Solo en
la justicia de Jesús se nos invitó a entrar en su presencia.
No hay mantra que podamos aprender, ni frase atrayente que
podamos recitar, que nos lleve a la mano de Dios. Le suplicamos a
Él basados en la persona y obra de su Hijo. Jerry Bridges escribe:
«Cuando oramos a Dios por su bendición, Él no examina nuestro
desempeño para ver si valemos la pena. Más bien observa para ver si
confiamos en el mérito de su Hijo como nuestra única esperanza
para asegurar sus bendiciones»31.
Los estudiantes de la escuela de la
oración jamás
se gradúan de la escuela del evangelio.
4. Santidad
¿Desea crecer en santidad personal? A lo mejor existe una esfera
particular de pecado en la que batalla y que desea vencer. He aquí la
tentación que enfrentará.
Su orgullo y pecado de autosuficiencia natural le dirá: «Está bien,
este material acerca del evangelio ha sido fantástico. Sin embargo,
llegó el momento de echar a un lado todo lo de la gracia y ponerse a
trabajar. ¡Es tiempo de hacer que ocurra algún cambio y obtener
santidad!».
Eso no dará resultados. Dirigido por el fervor legalista, parece que
hiciera progresos; pero será de corta vida. Solo la gracia sustenta el
verdadero cambio y la santificación. A través de la cruz no solo
vencemos la culpa del pecado, sino también el poder del pecado. A
causa de la cruz podemos batallar con éxito y vencer los patrones y
prácticas del pecado. La cruz nos motiva a ser santos como nuestro
Padre celestial es santo. El evangelio le da el poder a nuestra
constante búsqueda de santificación.

5. Relaciones
¿Qué decir de las cosas prácticas? Sin duda, es posible que venga el
momento en que nos desviemos solo un poco del evangelio, de
modo que nos enfoquemos en los asuntos diarios de nuestras
relaciones con las demás personas.
Esto es tentador para creer, pero no es cierto. Independientemente
de sus relaciones con los demás, ya sea si es soltero o casado, esposo
o esposa, padre, madre o abuelo, su fidelidad y eficiencia en sus
relaciones se asocian de manera directa a su comprensión de la cruz.
A causa del pecado, el conflicto relacional es inevitable. Pecará
contra otros. Estos pecarán contra usted. Necesitará perdonar.
Sus relaciones con los demás deben estar basadas en su relación
con Dios a través de la cruz. Efesios 4:32 declara: «Sean
bondadosos y compasivos unos con otros, y perdónense
mutuamente, así como Dios los perdonó a ustedes en Cristo».
Cuando me lleno de resentimiento hacia otros o soy implacable,
doy por sentado que los pecados de los demás son más serios que
los míos contra Dios. La cruz transforma mi perspectiva. A través de
la cruz me doy cuenta que ningún pecado que se cometa contra mí
será jamás tan serio como los innumerables pecados que he
cometido contra Dios. Cuando comprendemos cuánto nos ha
perdonado Dios, no es difícil perdonar a otros.
Dios ha sido paciente conmigo de modo que yo puedo ser
paciente con otros. Dios me ha perdonado, así que puedo perdonar a
otros. La gracia de Dios me ha cambiado, por eso puedo confiar en
que Él también puede cambiar a otros.
Hay mucho más que se puede decir. Esto es solo una breve
introducción del efecto transformador de la cruz en cada una de
nuestras relaciones. Sin embargo, la idea, aunque sencilla, es
poderosa.
Si es soltero, viva una vida centrada en la cruz. Si es casado,
construya un matrimonio centrado en la cruz. Si tiene hijos,
practique la paternidad centrada en la cruz. El factor «práctico»
fluye del factor «central».

CUANDO SUFRE
En las cinco esferas anteriores, he presentado solo una pequeña
muestra de cómo se ve la vida a través de los lentes del evangelio.
Tal estudio no puede ser exhaustivo, pero nos brinda un ejemplo
básico de cómo procesar y comprender cada objeto por medio de los
lentes del evangelio.
Lo que espero que vea es que la vida centrada en la cruz no es
solo una opción entre muchas que ofrece Dios. Es la vida a la que
está llamado cada cristiano.
No obstante, hay un aspecto adicional de la vida que necesitamos
examinar y ese es el sufrimiento. Cuando Pablo se sentó a escribirle
a Timoteo desde ese frío calabozo, habló de su propio sufrimiento
porque sabía que, de manera inevitable, Timoteo un día sufriría
también.
Al igual que nosotros.
Es probable que usted esté enfrentando pruebas y sufrimientos en
este momento. Si no es así, es inevitable que a la larga los
experimentará. En su excelente libro How Long, O Lord [Hasta
cuándo, oh Señor], en el que se examina el sufrimiento y el mal,
D.A. Carson escribe: «La verdad del asunto es que todo lo que
tenemos que hacer es vivir lo suficiente y vamos a sufrir»32.
A veces nuestro sufrimiento significará simplemente perseverar a
través de una prolongada temporada que no es de nuestro gusto. En
otros tiempos, nuestro sufrimiento quizá sea agudo y severo. En
cada caso, el mensaje del evangelio nos brinda la suprema fuente de
esperanza y bienestar.
Demasiados de nosotros no estamos preparados teológicamente
para el sufrimiento. De modo que cuando sufrimos, nos quejamos en
lugar de confiar en Dios. Lo culpamos a Él. Le exigimos una
explicación. No minimizo la dificultad ni la agonía del sufrimiento.
Ni pretendo comprenderlo por completo. La Escritura enseña que
hay un propósito divino para el sufrimiento, pero siempre habrá un
elemento de misterio.
No puedo captar el significado total ni el propósito de mi
sufrimiento, pero puedo encontrar el verdadero bienestar al mirar el
sufrimiento del único inocente y justo: nuestro Salvador. De nuevo,
D.A. Carson escribe:

En la noche oscura del alma, los cristianos tienen algo a


que aferrarse que jamás conoció Job: conocemos al Cristo
crucificado. Los cristianos han aprendido que cuando
parece que no hay otra evidencia del amor de Dios, no
pueden escapar de la cruz. «El que no escatimó ni a su
propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros,
¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él,
todas las cosas?» (Romanos 8:32) […] Cuando sufrimos,
algunas veces habrá misterio. ¿Habrá también fe? Sí. Si
nuestra atención está más enfocada en la cruz y en el Dios
de la cruz que en el mismo sufrimiento33.

En la vida real, las cosas no siempre se presentan como nos


gustaría. El bienestar en el sufrimiento nunca se encuentra mediante
la interminable concentración en el sufrimiento en sí, pues el
sufrimiento siempre contiene un elemento de impenetrable misterio.
La esperanza, el bienestar y la perseverancia en la vida cristiana
vienen de meditar en la cruz y en el Dios de la cruz.

MEJOR DE LO QUE MEREZCO


Si me pregunta cómo estoy en un día dado, quizá se sorprenda por
mi respuesta. No doy la típica respuesta de «Estoy muy bien», ni
«¡Bien, gracias!».
En lugar de eso digo: «Mejor de lo que merezco».
Esto toma a la gente fuera de guardia. Muchas veces los no
cristianos han discutido conmigo, convencidos de que sufro de baja
autoestima.
Sin embargo, no es así. Solo comprendo quién soy y dónde
merezco estar. Merezco la ira de Dios. Para ser sincero, soy digno de
estar en el infierno. En cambio, soy hijo de Dios. Soy perdonado y
amado por Él. Voy al cielo.
¡Estoy mucho mejor de lo que merezco!
Esta perspectiva me llena de gozo aun en los días cuando las
cosas no marchan como había planificado. Todos enfrentamos
desilusiones y circunstancias difíciles. Algunos de nosotros
experimentamos dolor profundo y pérdida. Aun así, sin importar la
situación, la comprensión del evangelio nos deja maravillados del
amor de Dios.

SOLO AYER
No sé lo que me depara el mañana, pero lo que sí sé es esto: Debido
a la cruz estaré mucho mejor de lo que merezco. Es por eso que, por
el resto de mi vida, solo deseo adentrarme aun más en el maravilloso
misterio del amor de Dios para mí.
El evangelio no es solo para los incrédulos. Es también para los
cristianos. «Cada día de nuestra experiencia cristiana», escribe Jerry
Bridges, «debe ser un día de vincular a Dios nada más que por su
gracia. No solo somos salvos por gracia, sino que también vivimos
cada día por gracia»34.
Este es el porqué el evangelio es en verdad lo principal. Este es el
porqué debe estar siempre en el centro de nuestra vida.
Por lo tanto, aun cuando este pequeño libro terminó, no ponga su
precioso mensaje en un estante. Dios permita que la verdad que lo
salvó siempre sea la más querida verdad de su vida. Como al parecer
dijo Martín Lutero: «Siento como si Jesús hubiera muerto solo
ayer». Dios permita que la realidad de la muerte de Cristo por usted
sea la que esté cerca de su corazón.
Nunca lo pase por alto.
Jesús murió por sus pecados. Es mi deseo que cada día lo viva
solo por la gracia de Dios. Que conozca el gozo y la paz de la vida
centrada en la cruz.
NOTAS

1. D.A. Carson, La Cruz y el Ministerio Cristiano: Una exposición


de los pasajes de 1 Corintios, Publicaciones Andamio,
Barcelona, España, 1993, 1994, p. 38 (del original en inglés).
2. Jerry Bridges, The Discipline of Grace [La disciplina de la
gracia], NavPress, Colorado Springs, CO, 1994, p. 46.
3. John R. W. Stott, Segunda Epístola a Timoteo, Desarrollo
Cristiano Internacional, San José, Costa Rica, 1999, p. 22 (del
original en inglés).
4. Esta pizca de sabiduría aparece en muchos lugares; hace poco, lo
citó el Ministro de Educación de EE.UU., William J. Bennet, en
un discurso en el National Press Club, Washington D.C., 17 de
marzo de 1985.
5. Carson, La Cruz y el Ministerio Cristiano, p. 26.
6. Thomas R. Schreiner, The Law & Its Fulfillment: A Pauline
Theology of Law [La ley y su cumplimiento: Una teología
paulina de la ley, Baker Books, Grand Rapids, MI, 1993, p. 15.
7. William S. Plumer, The Grace of Christ [La gracia de Cristo],
Odem Publications, Keyser, 1853, p. 195.
8. Sinclair Ferguson, Know Your Christian Life [Conozca su vida
cristiana], InterVarsity Press, Downers Grove, IL, 1981, p. 73.
9. William Law, según se cita en Gary Thomas, Seeking the Face of
God [En busca del rostro de Dios], Thomas Nelson Publishers,
Nashville, TN, 1994, p. 135.
10. David Martyn Lloyd-Jones, La depresión espiritual: Sus causa y
su cura, Libros Desafío, Grand Rapids, MI, 1998, p. 20 (del
original en inglés).
11. Sinclair Ferguson, de una clase de Teología sistemática,
Seminario Teológico Reformado, enero de 2001.
12. Sinclair Ferguson, Deserted by God? [¿Abandonado por Dios?],
Baker Books, Grand Rapids, MI, 1993, p. 24.

13. Martín Lutero, editado por Jaroslav Jan Pelikan, Hilton C.


Oswald y Helmut T. Lehmanmn, Luther’s Works, vol. 24:
Sermons on the Gospel of St. John [Obras de Lutero, vol. 24:
Sermones sobre el Evangelio de San Juan], Concordia
Publishing House, St. Louis, MO, capítulos 14-16.
14. Sinclair Ferguson, de una clase de Teología sistemática,
Seminario Teológico Reformado, enero de 2001.
15. J. Knox Chamblin, Paul and the Self: Apostolic Teaching for
Personal Wholeness [Pablo y el ego: La enseñanza apostólica
para la integridad personal], Baker Books, Grand Rapids, MI,
1993, p. 26.

16. Bridges, Discipline of Grace, p. 45.


17. Ibídem., p. 58.
18. De What Christ Thinks of the Church [Lo que Cristo piensa de la
iglesia], edición revisada e ilustrada, Milton Keynes, Word,
Reino Unido; Harold Shaw, Wheaton, IL, 1990. Publicado por
primera vez en 1958 (Reino Unido) y en 1959 (Estados
Unidos).
19. De «I See the Crowd in Pilate’s Hall» [Veo la multitud en el
vestíbulo de Pilato], de Horatius Bonar, 1856.
20. John Newton, «En una Cruz a Cristo Vi», traducción de George
P. Simmonds, Himnario de Alabanza Evangélica, © 1978 Casa
Bautista de Publicaciones, El Paso, TX, 1779.
21. Chamblin, Paul and the Self, sin página.
22. Leon Morris, The Atonement: Its Meaning and Significance [La
expiación: Su significado e importancia], InterVarsity Press,
Downers Grove, IL, 1983.
23. John R. W. Stott, The Cross of Christ [La cruz de Cristo],
InterVarsity Press, Downers Grove, IL, 1986, p. 68.
24. Bridges, Discipline of Grace, p. 45.

25. Charles Spurgeon, The Power of the Cross [El poder de la cruz],
compilado y editado por Lance Wubbels, Emerald Books,
Lynwood, WA, 1995.
26. Charles Spurgeon, Morning and Evening [Mañana y tarde],
Hendrickson Publishers, Peabody, MA, 1991, p. 8.
27. Carson, La Cruz y el Ministerio Cristiano.
28. Ibídem, p. 52.
29. David Prior, Message of 1 Corinthians: Life in the Local Church
[Mensaje de 1 Corintios: Vida en la iglesia local], InterVarsity
Press, Downers Grove, IL, 1986, p. 51.
30. Chamblin, Paul and the Self, p. 117.
31. Bridges, Discipline of Grace, p. 19.
32. D.A. Carson, How Long, O Lord [Hasta cuándo, oh Señor],
Baker Books, Grand Rapids, MI, 1990.
33. Ibídem, p. 191.

34. Bridges, Discipline of Grace, p. 19.

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