Adonis - Seleccion de Poemas

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El extravío

El viajero

En la sombra de las cosas

Espejo de una pregunta

Espejo del cuerpo del amante

Homenaje a ella

Homenaje a ellos

Homenaje a la soledad

Homenaje al claroscuro

Homenaje al día y a la noche

Homenaje al viento y a los á rboles

La herida

La perdició n

La ú nica tierra

Las cosas

Las estrellas

Lleva en sus ojos

Los días

Los siete días

Mi inquietud…

Mis secretos…

Os dije…

Otra voz
Panorama (sueñ o)

Por mi tierra…

Por ú ltima vez

Salmo

Sin que me vean tus ojos


Poeta, pensador y ensayista sirio nacido en Qasabin, en 1930. Desde los diecisiete
añ os adoptó el seudó nimo de Adonis. Está considerado como el má ximo exponente de la
poesía á rabe contemporá nea. En 1954 se licenció en Letras por la Universidad de Damasco,
y en 1955, debido a su actividad política como miembro del Partido Socialista Sirio, fue
acusado de subversió n y detenido durante seis meses. Emigró a Beirut en 1955, se dedicó
al periodismo y fundó , en colaboració n con el crítico libanés Yusuf al-Jal, la revista Shi’ir de
poesía. Viajó a Francia como becario, regresó en 1962, adquirió la ciudadanía libanesa, y se
doctoró en Filosofía por la Universidad St. Joseph en 1973. En 1997, en el Festival Struga
Poetry Evenings de Macedonia, le fue otorgada la Corona de Oro por su trayectoria literaria.
Su obra, caracterizada esencialmente por un fuerte tono social y político, ha sido traducida
a numerosos idiomas, ha revolucionado el lenguaje poético desde los añ os sesenta cuando
adoptó el poema en prosa, y ha ejercido una gran influencia en el panorama literario actual
ALI AHMAD SAID – ADONIS

SELECCIÓ N DE POEMAS
Si me abriera sus brazos un cedro, entre las arboledas de honduras y de añ os. Si me
guardara de las perlas y velas tentadoras. Si yo tuviera sus raíces, y se anclara mi rostro
tras su triste corteza. Me haría entonces nubarrones y rayos en lontananza, este país de
confianza. Mas todo ramo en las arboledas de honduras y de añ os, viviendo yo, es fuego
sobre mi frente, fuego de fiebre, de perdició n, que devora la tierra que me guarda.

De "Canciones de Mihyar el de Damasco" 1961 Versió n de Pedro Martínez Montá vez


Diálogo

¿Quién eres tú ? ¿Qué luz, bajo los pá rpados, te llora? ¿Dó nde estuviste? ¡Enséñ ame lo
que has escrito! Yo no le respondí, no podía decir ni una palabra. Había roto todos mis
papeles, por no haber encontrado estrellas en las nubes de la tinta- ¿Qué luz, bajo los
pá rpados, te llora? Dime, ¿dó nde estuviste? Y no le respondí. La noche era una choza
beduina. Las lá mparas, la gente de la tribu. Y yo, tan solamente un sol enflaquecido, bajo el
cual la ancha tierra había cambiado de sitio las colinas. Mientras el descarriado se
encontraba con el largo camino.

De "Canciones de Mihyar el de Damasco" 1961 Versió n de Pedro Martínez Montá vez


El extravío

Perdido, tiro mi rostro al polvo y a la mañ ana, lo arrojo a la locura. Mis ojos son de
yerba y son de incendio. Mis ojos son banderas y emigrantes. Perdido, tiro mi rostro al
polvo y a la mañ ana. Nazco al fin del camino. Grito. Y que griten conmigo el camino y el
polvo. ¡Qué hermoso es que mi rostro, oh Dios, se pierda en mí! ¡Qué hermoso que me
pierda yo, colmado de fuego! ¡Oh tumba! ¡Oh final mío al comenzar la primavera!

De "Canciones de Mihyar el de Damasco" 1961 Versió n de Pedro Martínez Montá vez


El viajero

He dejado - viajero. mi rostro sobre el vidrio de mi lá mpara. Mi mapa es una tierra


sin creador. La negació n de todo, mi evangelio.

De "Canciones de Mihyar el de Damasco" 1961 Versió n de Pedro Martínez Montá vez


En la sombra de las cosas

Yo prefiero quedar en la penumbra; quedarme en el secreto de las cosas. Me gusta


introducirme en las criaturas. Errar como una idea. Extrañ o como el arte. Anó nimo, incierto
y olvidado. Naciendo, nuevamente, en cada día.

De "Canciones de Mihyar el de Damasco" 1961 Versió n de Pedro Martínez Montá vez


Espejo de una pregunta

Pregunté y me dijeron: la rama cubierta de fuego es un pá jaro, y me dijeron que mi


rostro era una ola y el rostro del mundo espejos, suspiros de marinero y faro. Y vine. Tinta
era el mundo en mi camino y cada estremecimiento una frase. No sabía que entre nosotros
había un puente de hermandad, de pasos de fuego y profecía. No sabía que mi rostro era un
barco navegando en una chispa.

De "El teatro y los espejos" 1988 Versió n de María Luisa Prieto


Espejo del cuerpo del amante

Cada día, el cuerpo del amante se disuelve en el aire, se convierte en perfume, gira,
convoca a todos los perfumes a que se reú nan en su lecho, cubre sus sueñ os, se evapora
como incienso, vuelve como incienso. Sus primeros poemas son sufrimiento de niñ o
perdido en el torbellino de los puentes, sin saber mantenerse en el agua ni cruzarla.

De "El teatro y los espejos" 1988 Versió n de María Luisa Prieto


Homenaje a ella

…CUERPO-la má s bella morada de la imaginació n. Placer-resurrecció n del cuerpo.


…Sus lá grimas-arroyo en el que navega el deseo. Mi mirada se pierde en las regiones de su
cuerpo. El mayor océano es el cuerpo de una mujer enamorada. Cuando me ve su rostro se
enciende. Yo soy su fuego interno. - El corazó n del amante está entre sus labios. El corazó n
de la amante está bajo su ombligo. N o, no puede ver en la rosa má s que un cuerpo de
mujer. ¿Por qué tu recuerdo no me deja? Ni el viento me escuchó cuando dije: te quiero.
Se levanta en su cuerpo, duerme en el cuerpo de ella. La línea recta es círculo en el amor.
El hombre para la mujer es un libro que ella só lo puede leer con todo el cuerpo. El
perfume es el má s bello traje que puede vestir una mujer. No entrará s en la noche del
cuerpo a menos que te entregues al sol de la locura. Para el cuerpo, el presente es la forma
del tiempo. Sé modesta, lengua. Só lo el cuerpo puede escribir al cuerpo. El perfume de
mujer es creado: para ser lecho y falo del aire. Sueñ a, sueñ a-dice la rosa marchita. He
visto a la mujer que vio la golondrina que creó la primavera: eres tú .

De "Homenajes" 1988 Versió n de María Luisa Prieto


Homenaje a ellos

¡QUE VELOZ es la bala! No obstante, jamá s llegará . Está n sentados-sus pestañ as son
velas, sus manos restos de navíos. De vez en cuando el cielo envía un á ngel para visitarlos
mas éste se pierde por el camino. Avanzo en su direcció n. Entre ellos, muerta, una mujer a
la que amé. Entre ellos, un niñ o que se parece a mí. Aprenden el alfabeto de las olas para
leer las playas. Tu pá lida imagen relumbra nuevamente en ellos: ¡Salve! Feminidad de la
tierra. Sin embargo… No veo en sus heridas ninguna rosa y las estrellas, sobre ellos,
permanecen blancas. Intentó cruzar la calle: no pudo andar por la sombra ni pudo andar
por el sol ni halló , entre ambos, camino. El día se inclina, el cielo se acurruca y el sol se
contenta con ser bastó n para el viejo vendedor de fruta. Se ahoga al recordar. Se ahoga al
intentar olvidar: es un infierno que se devora. El humo es tinta que escribe el tiempo.
Calle-templo que se apoya en las muletas de sus oraciones. De las ventanas cuelgan
espectros que no son ni cuerpos ni ropajes. Preguntad a la silente misa que flota sobre los
escombros. El tiempo corre a mi lado en una pesadilla que improvisa el camino. La ceniza
que ha devorado a los muertos no se acuerda de ninguno. El cielo afirma que desciende y
camina entre la gente. Tal vez sea cierto mas yo no lo veo. Con hilos de rosa amarraban la
muerte y la arrojaban al regazo del agua. Despojos de figuras en el cuerpo del aire: son los
hijos del Líbano que embellecen el libro de la tierra y enmiendan el horizonte. Si el mar
envejeciera elegirá Beirut como recuerdo. A cada instante la ceniza demuestra que es el
palacio del futuro. Desesperado, hasta el aire se dispone a tender el cuello a cualquier
asesino. Rebañ os de sangre pastan por la superficie de la tierra. ¿Có mo podrá cicatrizar
esa herida? ¿Y có mo podría alumbrarse de otra?

De "Homenajes" 1988 Versió n de María Luisa Prieto


Homenaje a la soledad

SOLEDAD - jardín con un só lo á rbol. Desde la infancia por este camino vamos mi
amigo el poeta y yo. ¡Qué extrañ o! Sus pasos todavía vuelan con el polvo. Mi amistad es
para el narciso. Mi amor es para otra flor que no mencionaré. Sediento só lo me saciará un
agua que no puedo alcanzar. El que no tengas secretos también es un secreto. Sé ausencia
para permanecer como pregunta. Amo la lluvia que ama la palidez de la tierra. Si no
actú as má s que para realizar aquello que deseas, ¡qué ínfimo es lo que haces! Prefiero la
traició n de la palabra a la palabra, que la fidelidad de la piedra a la piedra. ¿Tras la altura
el descenso? No lo creo-Lo alto lleva siempre hacia lo má s alto. Lo que te dices a ti mismo
se lo dices al otro-aunque no te lo propongas. No conozco de lo que conozco má s que mi
ignorancia de lo que aú n desconozco. Dicen: lo fá cil es imitar. ¡Ah! Si pudiera imitar al mar.
Siempre olvido lo que poseo para poder liberarme de lo que me posee. El individuo es
unidad de lo infinito. La multitud es el infinito de la unidad. A veces el sol no puede
alumbrarte y una vela te alumbra. Mi deseo-que mi capacidad de deseo sea mayor que mi
capacidad de realizar mis deseos. Un hombre solo: un ala. Una mujer sola: un ala rota.
Saldré de mi soledad mas ¿para ir adó nde? Me pongo frente al espejo no para mirarme
sino para asegurarme: ¿de verdad eso que veo soy yo? El arco iris juró vagar eternamente
porque perdió su primera casa. Ayer, al despertarme, vi al sol frotarse los ojos en el cristal
de mi ventana. Afirmo que el sol es otra sombra, mas no tengo pruebas. Afirmo que la luna
es otro fuego-tengo muchas pruebas. Mis días pasados tienen una tumba sin cadá ver.
¡Qué extrañ a es mi memoria!: Un jardín repleto de toda clase de á rboles y no veo ni un só lo
fruto. Las palabras que conozco se han tomado en un bosque de tristeza. A veces siento
que el abismo al que me asomo no es lo bastante amplio para mis pasos. Confieso mi
error-creo que era acertado. Siempre que pregunto me divido en dos: mi pregunta y yo-La
pregunta busca respuesta, yo busco otra pregunta. ¿Por qué aquella noche sentí que el
cielo era la guitarra de la noche y las estrellas sus cuerdas rotas? ¿Será porque dormí solo?
Ahora sé por qué alaban, a veces, a las tinieblas los que no sueñ an má s que con la luz.
Escucho en las palabras campanadas que anuncian mi tercer nacimiento. Todo lo que no
he escrito lo he olvidado. Y ahora es lo que me escribe. Escribe-esa es la vía suprema para
leerte a ti mismo y escuchar al mundo. Dale los buenos días a tu camino si quieres que el
sol te acompañ e. Me rebelo contra la llama que me guía. La llama a la que guío se rebela
contra mí. Abro un lago para el olvido y ahogo en él mi historia. Demasiado tarde para
que seas tú mismo y para saber quién eres-se te escapó la infancia. Me das tu rostro, te doy
mis pensamientos. El rugido es nuestra promesa: puedes guiarme, mar. Para ser hermano
de la mañ ana debes confraternizar con la noche. ¿Qué hacer por este cielo que se marchita
en mis hombros? Para que ardan en ti los bosques de imá genes basta con calentarte al
fuego del sentido. Al principio fue la pareja, luego el primer pecado que se llamó el solo, el
ú nico. Así escribiré la palabra pareja, como si excavara una fuente, y la pronunciaré como si
fuera a brotar agua. Todo arde en tomo a él-fuego en el aire, fuego en el agua. ¿De dó nde
viene entonces este frío que penetra en sus miembros? Puedes protegerte contra todo
menos contra el tiempo.

De "Homenajes" 1988 Versió n de María Luisa Prieto


Homenaje al claroscuro

MUJERES: nubes que llueven lá grimas. La vida es el elixir de la muerte. Por eso la
muerte no envejece jamá s. La desesperació n tiene dedos que no recogen sino mariposas
muertas. Á rboles-pañ uelos anudados a las caderas del horizonte y brotes semejantes a
senos. Gaviotas-chozas volantes rodeadas de playas. La luz no se defiende-, La luz ataca o
se rinde. La nube tiene pensamientos. El relá mpago los dicta, el trueno los transmite. El
mar no sabe bailar ni dormir má s que desnudo. Lo extraordinario es lo habitual-dormido
en el lecho de nuestros sueñ os. El horizonte tiene muchas caras con sus correspondientes
ojos que lo miran. La luz tiene muchos cuerpos mas só lo posee una cara. Amor-eternidad
que dura un só lo instante. Odio-instante que dura como si fuera eterno. La norma es
siempre anomalía reiterada. El mar está en perpetuo éxtasis. Por eso jamá s lo vemos de
pie. Donde estemos, estará el polvo-incesante encuentro. Donde estemos, estará el tiempo-
incesante despedida. La playa usa el tiempo para permanecer sentada. Las olas usan el
tiempo para permanecer en movimiento. El mar no tiene tiempo de conversar con la
arena: está siempre ocupado en componer las olas. Cielo-sombrero lo bastante grande
para todas las cabezas. La nieve es amiga del cansancio, hermana de la vejez. La nube no
grita ni habla, mas lo dice todo. Si el mar fuera bosque las palabras serían pá jaros. El
polvo es hermano del cuerpo amigo del alma. Lo efímero es lo que sorprendes. Lo eterno
es lo que te sorprende. Todas las criaturas vienen a la muerte salvo el hombre; es la
muerte quien viene a él. La desesperació n es costumbre, la esperanza es invenció n. La luz
má s lejana nos es má s pró xima que la oscuridad má s cercana-La distancia, generalmente,
es leyenda. La vida es quien dicta. La muerte es su fiel escriba. La alegría tiene alas mas
no tiene cuerpo. La tristeza tiene cuerpo mas no tiene alas. Agua-eterno adolescente. La
piedra canta dormida. La sombra de la rosa es otra rosa marchita. La oscuridad nace de
rodillas, la luz nace de pie. La rosa es la estació n del ojo, su perfume, la estació n del
corazó n. El sueñ o es el ú nico inocente que no puede vivir má s que huyendo. Escritura-
casa inacabada para esa familia errante: el alfabeto. Las rocas no se interesan por el canto
de las aguas. El invierno se alegra cuando vuelve a casa y lee la escritura del otoñ o. A
veces le crecen las garras al campo mientras espera el agua. La palabra má s pura
desciende de la boca del cielo. Aú n así la llaman palabra caída. Voz-alba de la palabra. El
sol tiene una casa sin camino. El cuerpo del sol es su luz-El sol es una mujer desnuda*
aunque esté vestida. Sí, la luz se prosterna mas só lo ante otra luz. El pensamiento
siempre vuelve. La poesía siempre viaja. El mensaje de la rosa es su perfume. Nos lo
transmite susurrando. El secreto es la casa má s bella pero no se puede habitar. La bruma
tiene un só lo ojo y un só lo pie y no tiene manos-La nube tiene un cuerpo entero. El mar es
un bosque que danza. La nube es un bosque que avanza. Ola-guitarra cuyas cuerdas son
las playas. Los pá jaros rechazan cantar en los campos que ignoran el silencio. La nube es
un libro que el agua escribe para un só lo lector: la tierra. La espuma es la escritura de las
olas. Las playas son las hojas. La luz es la certeza de la sombra. La sombra es la ilusió n de
la luz. Estrellas-alfabeto que escribe el espacio. La luz es un cuerpo del que no vemos má s
que los brazos. El agua es un cuerpo del que no vemos má s que el rostro. La oscuridad
nace paralítica, la luz viaja desde que nace. La luz es el cuaderno de la naturaleza, escribe
en él con tinta invisible. La luz es como el niñ o en su lecho, su ú nica arma es su rendició n.
El sol repite su luz que es siempre nueva. Ceniza-llanto de la llama, risa del fuego. Só lo el
fuego llora riendo, ríe llorando. La mariposa es hilo de luz: el fuego es su má s bello vestido.
El sol nos precede Sin moverse. La luz só lo puede dormir con el camisó n de la oscuridad.
El agua es la infancia de la nube. El desierto se fue lejos por amor al sol. Así se quemó . La
playa es una almohada en la que se reclinan las nubes. El suelo tiene derecho a confundir
la hormiga con el trigo. El meteoro cae y la hoja cae. Mas ¿cuá l es su parecido? ¡Oh!
Ignorancia de la luna ¡Oh! Su gloria vana. No sabe conversar con ninguna estrella. No sabe
leer ninguna palabra. y la luz que se le atribuye no es má s que un traje prestado. La nube
es un traje que ningú n cuerpo puede vestir. La ceniza tiene siempre mirada de despedida.
El fuego tiene siempre mirada de encuentro. Dondequiera que el agua se instale torna el
lugar en lecho para tenderse. Durmiendo, el agua camina. Invá lida, se levanta y trabaja.
Raramente canta el mar: está creado para danzar. Olas-misa de voces que la mar eleva
para saludar al silencio de las rocas. Ramas-vestidos para cuerpos que son el propio aire.
Jardín-mujer cuyo cuerpo es la tierra y la hierba el vestido. Hasta cuando se entristece, el
sol no puede vestirse má s que de luz. Oscuridad-tirana que cerca el espacio. Luz-caballero
que lo libera. Rosa-barco que navega por el aire con un só lo pasajero: el perfume. El
perfume de la rosa la delata. Todas las virtudes Desean para sí tal delació n. Seguro que el
propio sol cuando deja este espacio se retira a su casa por equivocació n. Tú , que no amas
la poesía-tu muerte no será bella. Es una suerte que la luz lea y no escriba. Si no, estaría
ausente, embelesada en la lectura de la oscuridad. ¿Es pecado el deseo? Tal vez-a veces.
Mas el placer es siempre casto. *A diferencia del españ ol, la palabra sol en á rabe es
femenina.

De "Homenajes" 1988 Versió n de María Luisa Prieto


Homenaje al día y a la noche

EL DÍA cierra la verja de su jardín. Se lava los pies y se pone el manto para recibir a
su amiga la noche. El crepú sculo avanza lentamente. En sus hombros hay manchas de
sangre, en sus manos una rosa, casi marchita. El alba avanza ruidosa. Sus manos abren el
libro del tiempo y el sol pasa las pá ginas. En el umbral del ocaso el día rompe sus espejos
para conciliar el sueñ o. Los días-cartas que el tiempo escribe a los hombres sin palabras.
Cada día el sol alumbra a un niñ o llamado mañ ana. Su vida dura poco. Los momentos son
olas del tiempo. Cada cuerpo es una playa. El tiempo es viento que sopla del lado de la
muerte. La noche abotona la camisa de la tierra. El día la desnuda. Es el alba-En el balcó n
las flores se frotan los ojos. En la ventana ondean las trenzas del sol. El día ve con las
manos. La noche ve con todo el cuerpo. Si el día hablara, anunciaría la noche. Apacible es
la mano de la noche en las trenzas de la melancolía. El invierno es soledad, el verano
migració n. Entre ambos, la primavera es un puente. Só lo el otoñ o se adentra en todas las
estaciones. El tiempo es una montañ a donde habitan el día y la noche. El día asciende, la
noche desciende. El día no sabe dormir má s que en el regazo de la noche. La luna vela en
el balcó n de la noche. Se le concedió a mi tristeza ser una continua noche. El pasado, lago
para un solo nadador: el recuerdo. La luz-vestido que a veces teje la noche. El crepú sculo-
ú nica almohada en la que se abrazan el día y la noche. La luz só lo actú a despierta. La
oscuridad só lo actú a dormida. Los sueñ os de la noche son hilos con los que tejemos los
trajes del día.

De "Homenajes" 1988 Versió n de María Luisa Prieto


Homenaje al viento y a los árboles

DESNUDO, el viento se pasea. Si el espacio llorase, como pretende la nube, el viento


sería una historia de lá grimas. Arbol-* feminidad del viento. En el polvo toco los dedos
del viento. En el viento leo la escritura del polvo. El camino no puede avanzar de verdad
má s que a través de un viento dialogante con su propio polvo. El polvo tiene un cuerpo
que no baila sino con el viento. El aire-ú nico amante que duerme con el fuego en la misma
tú nica. El viento posa la mano derecha en el hombro de la rosa y se mete la izquierda en el
bolsillo: Viento-ladró n de perfume. El viento no cosecha má s que ceniza y trabaja como si
no conociera má s que la siembra. ¡Viento!- Establo en la ciudad caballo en la aldea. …
mú sica que viene de á rboles tañ idos por el viento. El sol es má s ordenado que el aire. El
aire es má s justo que el sol. El viento no firma las cartas que escribe. La lluvia es el bastó n
del aire, el aire es el columpio de la lluvia. Nubes-libros que el viento desgarra. Espacio-
mar oscilante. cuyas olas son el aire. El polvo lee lo que no ve. El viento dice lo que no sabe.
El viento es el dialecto en la naturaleza. La luz es la lengua culta. Todo tiene un trono
donde sentarse, salvo el viento: él es su propio trono. El aire-ú nico amante con quien baila
la rama mientras ella se dispone a acostarse con otro amante. El fuego dijo: proclamaré a
la ceniza albacea. La ceniza dijo: no escribiré mi testamento. El viento dijo: yo seré el
testigo. Vientos-cuerpos que caminan con pies invisibles como de á ngeles. El viento es la
cuerda que flota en el espacio y es a la vez el artista y la mú sica. Viento-palabra confusa
que murmura el silencio có smico. El viento enseñ a silencio aunque no cese de hablar. El
viento está repleto de ó rganos. Los ó rganos estén repletos de gente. Viento-espiració n del
espacio. Danza es el viento y todas las cosas salones de baile. El á rbol pregunta a sus
ramas mas le responde el viento. Á rboles… libros hojeados por el viento. Cuando el aire
se asoma las ramas compiten en estirar el cuello. Humo-siembra que só lo puede cosechar
la hoz del viento. Aire-pañ uelo de la hierba. Los á rboles tienen sueñ os que só lo se
despiertan en la almohada del viento. Pasos del viento-campanas que dejan el espacio en
velació n perpetua. Hoy, triste por el aire enfermo, la adelfa no ha bailado. Camino-
caravana de rosales cuyas ramas portan un palanquín rojo. La polvareda siempre cambia
de forma para saludar a su amado, el viento. Al á rbol le gusta entonar canciones que el
viento no recuerda. Oigo campanas de polvo colgadas tristemente al cuello del viento.
Viento-puerto ú nico, movimiento perpetuo hacia lo desconocido. *A diferencia del
españ ol, la palabra á rbol en á rabe es femenina.

De "Homenajes" 1988 Versió n de María Luisa Prieto


La herida
La hoja dormida bajo el viento es un barco para la herida. El tiempo perecedero es la
gloria de la herida, y el á rbol que sube por nuestras cejas es un lago para la herida. La
herida está en los puentes cuando se alarga la tumba, cuando se alarga la paciencia entre
los bordes de nuestro amor y nuestra muerte. La herida es un gesto. Está en las travesías.
II

A la lengua de timbres asfixiados yo le otorgo la voz de la herida. A la piedra que


viene de lejos, al mundo seco, a la aridez, al tiempo transportado en camilla de hielo, le
enciendo el fuego de la herida. Y cuando la historia arda en mis vestidos y las uñ as azules
crezcan en mi libro. Cuando le grite al día: ¿quién eres tú ?, ¿quién te ha arrojado en mis
cuadernos y en mi tierra virgen?, notaré có mo brillan en mis cuadernos unos ojos de polvo.
Oiré decir a alguien: Yo soy esa herida que comienza a crecer en tu historia pequeñ a.

III

Te he llamado nube, ¡oh herida y paloma del adió s! Te llamé pluma y libro. Y es
ahora cuando empiezo a dialogar con la lengua hundida en las islas viajeras, en el
archipiélago de la vieja caída. Es ahora cuando enseñ o a dialogar al viento y las palmeras,
¡oh herida y paloma del adió s!

IV

Si en el país de los espejos y los sueñ os tuviera un puerto. Si poseyera un barco y los
restos de un pueblo. O una ciudad tuviera en el país del llanto y de los niñ os. Haría con
todo ello una limpia canció n para la herida. Aguda como flecha que traspasara á rboles,
piedras y firmamentos. Tan tierna como el agua. Igual que la invasió n, desafiante, ató nita.

Llueve sobre nuestros desiertos, ¡oh mundo engalanado del sueñ o y la nostalgia!
Llueve, y agítanos, a nosotros, que somos palmeras de heridas. Y pá rtenos dos ramos de un
á rbol enamorado del silencio de la herida, de un á rbol que vele sobre la herida con las cejas
y las manos arqueadas. ¡Oh mundo engalanado del sueñ o y la nostalgia! ¡Oh mundo que me
cae sobre la frente!, como la herida dibujado. No te acerques, la herida está má s cerca que
tú . No me tientes, la herida es má s bella que tú . Y esa magia lanzada por tus ojos sobre los
reinos ú ltimos ha sido sobrepasada por la herida. La pasó , sin dejar una vela seductora, sin
dejarle una isla siquiera.

De "Canciones de Mihyar el de Damasco" 1961 Versió n de Pedro Martínez Montá vez


La perdición

La perdició n, la perdició n… La perdició n nos salva y guía nuestros pasos. La


perdició n es resplandor, y el resto, má scara. La perdició n nos unifica con nuestros
semejantes. La perdició n cuelga de nuestras visiones el rostro de los mares. La perdició n es
esperar.

De "Canciones de Mihyar el de Damasco" 1961 Versió n de Pedro Martínez Montá vez


La única tierra

Habito estas palabras vagabundas. Vivo, y só lo mi rostro me acompañ a. Mi rostro: mi


camino. Con tu nombre. Contigo, ¡oh tierra mía!, que, encantada, te alargas. Tú sola. Con tu
nombre, ¡oh muerte!, ¡amigo mío!

De "Canciones de Mihyar el de Damasco" 1961 Versió n de Pedro Martínez Montá vez


Las cosas

Si atravesara la herida hasta el crimen. Si camuflara la locura y las banderas, tendría


un sombrero para ocultarme; tanto en la victoria como en la derrota violaría el soñ ar sobre
los pá rpados. Estaría y no estaría en la tierra. Pero he vinculado a las cosas mi rostro, mis
honduras y dios. Acepté de buen grado el vivir sin amuleto, a dibujar la vida con la muerte,
el espejismo y las cosas. Acepté de buen grado el vivir con las cosas.

De "Canciones de Mihyar el de Damasco" 1961 Versió n de Pedro Martínez Montá vez


Las estrellas

Camino, y en pos mío caminan las estrellas. Camino a su mañ ana. Y el secreto, la
muerte, lo que nace y el oscuro cansancio asesinan mis pasos y reavivan mi sangre. Yo soy
aquél cuyo camino aú n no ha comenzado; el que no tiene estrella. Camino hacia mí mismo,
al mañ ana que llega. Camino, y en pos mío caminan las estrellas.

De "Canciones de Mihyar el de Damasco" 1961 Versió n de Pedro Martínez Montá vez


Lleva en sus ojos

Coge un destello de sus ojos, una chispa del confín de los días y los vientos. De las
islas de la lluvia, de sus manos, coge su propia forma, y crea la mañ ana. Lo conozco: la
profecía de los mares lleva en los ojos, me ha nombrado historia, y poema que el lugar deja
limpio. Lo conozco: me ha nombrado diluvio.

De "Canciones de Mihyar el de Damasco" 1961 Versió n de Pedro Martínez Montá vez


Los días

Con los ojos cansados de días… Con los ojos cansados sin días… ¿Podrá pasar, acaso,
el muro de los días en busca de los días? ¿Dó nde, ¡ay!, «otro día»?…

De "Canciones de Mihyar el de Damasco" 1961 Versió n de Pedro Martínez Montá vez


Los siete días

¡Oh madre que te burlas de mi amor y mi odio! Tú , que fuiste creada en siete días.
Que creaste la ola, el horizonte, y la pluma sutil de la canció n. Yo, con mis siete días, soy una
herida abierta; soy un cuervo. ¿A qué, pues, el enigma? Si soy viento y polvo, como tú .

De "Canciones de Mihyar el de Damasco" 1961 Versió n de Pedro Martínez Montá vez


Mi inquietud…

¡Negro horizonte mío de inquietud! Apriétame a ser nuevo, pégamelo, desgarra,


quema, avéntalo. Tal vez el alba pura yo invente en sus cenizas.

De "Canciones de Mihyar el de Damasco" 1961 Versió n de Pedro Martínez Montá vez


Mis secretos…

Yo tengo mis secretos. Para poder marchar sobre la telarañ a. Yo tengo mis secretos.
Para poder vivir bajo los pá rpados de un dios que nunca muere. Habito, enamorado, en mi
voz y en mi frente. Y tengo mis secretos, para que, cuando muera, puedan venir a mí mis
descendientes.

De "Canciones de Mihyar el de Damasco" 1961 Versió n de Pedro Martínez Montá vez


Os dije…

Os dije que he escuchado a los mares leerme sus poemas, que he escuchado a la
campana que dormita en las conchas. Os dije que he cantado en la boda del diablo, en el
banquete de la fantasía. Os dije que he visto en la lluvia de la historia, en la distancia
encendida, un hada y una casa. Como navego dentro de mis ojos, os dije que lo había visto
todo desde el primer paso por la distancia.

De "Canciones de Mihyar el de Damasco" 1961 Versió n de Pedro Martínez Montá vez


Otra voz

Perdió el hilo de las cosas, y se apagó su estrella perceptora. No tropezó . Y cuando su


paso fue ya de piedra y el tedio le dejara surcos en las mejillas, recogió lentamente sus
despojos: los recogió para la vida, diseminá ndose.

De "Canciones de Mihyar el de Damasco" 1961 Versió n de Pedro Martínez Montá vez


Panorama (sueño)

Igual que si a las piedras el trueno interrogara. Igual que si a los cielos el trueno
preguntase. Igual que si a las cosas pidiérales respuesta. Igual que si la historia lavá rase en
mis ojos. Y los días cayeran en mis añ os como caen los frutos.

De "Canciones de Mihyar el de Damasco" 1961 Versió n de Pedro Martínez Montá vez


Por mi tierra…

Por mi tierra yo hiero estas venas malditas. Por mi tierra escondí entre mis heridas
mi mañ ana y mis vientos. Mi tierra es pitonisa y amuleto. Mi tierra está borracha. Sus
hombros son dos príncipes de perlas, un crimen.

De "Canciones de Mihyar el de Damasco" 1961 Versió n de Pedro Martínez Montá vez


Por última vez

Vivo en el rostro de una mujer que habita en una ola a la que la marea empuja hacia
una playa cuyo puerto se pierde en sus conchas. Vivo en el rostro de una mujer que me
hace morir, que quiere ser faro apagado en mi sangre que navega a los confines del delirio.

De "El teatro y los espejos" 1988 Versió n de María Luisa Prieto


Salmo

Le creo al viento un pecho, una cadera sobre la que apoyarme. Creo al rechazo un
rostro que con el mío comparo. Me sirvo de las nubes cual cuadernos y tinta. Lavo la
claridad. El cielo tiene ló bulos que corto, y las lá grimas, hojas sobre las que yo escribo, las
amapolas, galas que me visten, y los pinos, cintura que me ríe. Sin encontrar a nadie a quien
amar, ¿es demasiado, muerte, que me ame a mí mismo? Me auto-acuno. Mis senderos yo
creo de mis dedos y dispongo el espacio en circular, lo mismo que mis ojos. Invento un agua
que no me sacie nunca. Igual que el aire soy, sin leyes qué acatar. Creo un paraje donde
convergen infierno y paraíso. Invento otros demonios con quienes yo compito en carreras y
apuestas.

De "Libro de las huidas y mudanzas por los climas del día y de la noche" 1965
Traducció n de Federico Arbos
Sin que me vean tus ojos

No me han visto tus ojos. Tan virgen como el agua creadora de la linfa. No me han
visto. Lentamente viniendo, desde allá . En medio del cortejo de holocaustos. Con el rayo y la
hiedra entre los pies. Y mañ ana… Mañ ana… En el fuego y la dulce primavera, sabrá s que
voy matando a la manada, que transporto en mis brazos la semilla. Y en mí creerá n tus ojos.
Mañ ana. Sí, mañ ana.

De "Canciones de Mihyar el de Damasco" 1961 Versió n de Pedro Martínez Montá vez

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