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Pessoa Fernando - Politica Y Profecia PDF
Pessoa Fernando - Politica Y Profecia PDF
N i c o l á s G o n z á le z V a r e l a
traductor y periodista cultural. Ha estudia
do Filosofía y Psicología y enseñado Cien
cias Políticas en la Universidad de Buenos
Aires, así como traducido a Heidegger, Gra
ves, Marx y Pessoa, entre otros. Autor de di
versos artículos y estudios sobre Arendt,
Blanchot, Céline, Heidegger, Engels, Graves,
Marx, Pound, Spinoza, colabora en distintos
medios gráficos y digitales de actualidad y
cultura. Sus últimas obras publicadas son:
Nietzsche contra la Democracia (Monte
sinos, Barcelona, 2010), Los Archivos de Na
ción Apache (Libros del Sur, Buenos Aires,
2011) y ha sido traductor y cuidador de la
edición del Cuaderno Spinoza, de Karl Marx
(Montesinos, Barcelona, 2012), así como de
la edición de Sobre el suicidio, también de
Marx (El Viejo Topo 2012).
FERNANDO PESSOA
P o lític a y P r o fec ía
Escritos Políticos 1910-1935
Edición crítica de
Nicolás González Várela
MONTESINOS
E nsayo
Esta obra ha recibido una ayuda a la edición del
Ministerio de Educación, Cultura y Deporte.
N ic o l á s G o n z á l e z V ar e i a
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tividad intelectual publicó 431 textos (299 en verso y 132 en prosa).
Una obra fragmentada, bastante dispersa, según Richard Zenith, pres
tigioso pessoísta y traductor estadounidense,4 “es un caos total, porque
en la misma página puede haber un fragmento de un ensayo sobre la
I Guerra Mundial, una reflexión filosófica y varios poemas”. La ma
yoría de los inéditos, su Nachlass, nos muestra a un Pessoa hiperpolí-
tico, tribuno, sociólogo, profeta, incluso historiador en ciernes. La
hybris política latía en sus venas: con catorce años ensayaba escri
biendo epigramas políticos polémicos y en 1905 en forma poética de
nunciaba al primer ministro Chamberlain por la guerra anglo-boer
en su Sudáfrica, incluso escribió un soneto reflexionando sobre la
guerra ruso-japonesa que fue una catástrofe para el Zarismo. En
Sudáfrica tendrá una gran conmoción intelectual, duradera, con el
conservador Carlyle y su teoría mística de los héroes en la Historia
y con el reaccionario y pesimista Schopenhauer. Claramente es un
intelectual de derechas, él mismo se definía como “Conservador do
estilo inglés”, heterodoxo y no alineado, un Pessoa incómodo para
la áeademia, que se escurre de la profilaxis progresista. ¿Pessoa el in
quietante, com gje llama Tabucchi?5 Es imposible, aunque forme
parte de la perspectiva habitual hermenéutica sobre su obra, escindir
artificialmente la doble alma pessoiana: la “poética” de aquella, lla
mémosla, “teórico-política”.
El alvéolo natural de su obra es la Patria y el Imperio; la figura de
la mediación ideológica no es otra que la del escritor patriótico reac
cionario, encarnada en el hombre de genio de clara filiación en la ge
nealogía Schopenhauer-Nietzsche. Como en el caso de Pound, Pessoa
había sintetizado mejor que cualquier contemporáneo la energía y la
4. Por su trabajo recibió el prestigioso Premio Pessoa en 2012; véase: Zenith, Richard,
“Pessoa, Fernando and the Theater of his SelP; en: Performing Arts Journal (44), May
1993, pp. 47-49.
5. Tabucchi, A.; “Fernando Pessoa. Baedeker bibliográfico”; en: QuaderniPortoghesi,
N ° 2, autunno, 1977, pp. 201 y ss.
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ruptura formal y de contenido dentro de la vanguardia portuguesa
del ‘900, ya sea recibiendo y reelaborando las corrientes artísticas li
terarias, filosóficas y políticas europeas (futurismo, cubismo, orfismo,
surrealismo, existencialismo, Nietzschéisme) recreándolas ex novo, y,
de alguna manera, “nacionalizándolas” (paulismo, sensacionalismo,
interseccionismo). Si hay que ubicarlo en un clivaje político, Pessoa
por sus textos e intervenciones pertenece a la corriente de la nueva
derecha revolucionaria, a caballo entre los anti iluministas (la genera
ción de 1850 de Wagner aTaine pasando por Gobineau) y el propio
Fascismo. Corriente que realizará una amalgama entre la crítica a la
Revolución Francesa, el determinismo natural de la tierra y la sangre,
la negación del optimismo y el progreso, el descubrimiento del ins
tinto y el inconsciente y la reducción de la historia a la lucha por la
existencia y la supervivencia de los mejores.
El año decisivo de la formación de su personalidad intelectual
puede cifrarse en el año 1912. Es el año del debut literario en una cu
riosa revista llamada Águia, órgano de la llamada Renascen^a Portu
guesa, una sociedad cultural-política de inspiración nacionalista,
anticomunista y elitista, que se proponía el renacimiento intelectual
del gran Portugal y el control de los desvíos jacobinos de la novel re
pública nacida en 1910. Es el año del encuentro con Mario de Sá
Carneiro, amigo y compañero de ideas. Es el año de la formación de
un grupo de poetas, literatos, publicistas y doctrinarios (aristócratas
del espíritu, reaccionarios neo-románticos y monarcómanos como Sá
Carneiro, Montalvor, Cortes-Rodrigues, Santa-Rita Pintor, Leal, Ne-
greiros), que crearán en 1915 la revista Orpheu, el primer y verdadero
manifiesto del Modernismo portugués. Esta versión escindida de su
vida, reducida a sus innovaciones estéticas-poéticas y a su andar can
sino por la “Baixa” de Lisboa, ya la conocemos. El Pessoa político (y
teórico) es el que todavía nos resulta un total desconocido. En Renas-
cenga Portuguesa Pessoa se adhiere inmediatamente a la ideología del
Saudosismo, un movimiento de inspiración simbolista con connota-
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dones místico-panteísticas y nacionalistas de nuevo cuño. Y dentro
de la corriente ideológica, Pessoa era partidario del Sebastianismo, una
ideología mesiánico-profética, de regeneración imperialista, de la cual
ya hablaremos. 1914 es el año de la aparición de sus famosos heteró-
nimos mayores bajo la inspiración de los personae de Nietzsche: Al
berto Caeiro (hombre esquivo y solitario, amante de la naturaleza);
Ricardo Reis (médico monárquico, neopagano, autoexiliado en Brasil
después que se instaura la República) y Alvaro de Campos (ingeniero
naval y viajero incansable, símbolo de la Boheme, futurista, icono
clasta, nietzscheano a rabiar). A ellos se sumarán otros semi-heteró-
nomos o pseudónimos mayores (Bernardo Soares) o menores y de
ocasión (Antonio Mora, Raphael Baldaya, Vicente Guedes, Jean Seúl,
Abílio Quaresma, Baráo de Teive, etc.).6 Heterónimos que van más
allá de un mero recurso de estilo, de efecto textual, y que pertenecen
a una meditada táctica de intervención filosófico-política. Como ve
remos, difícilmente puede aceptarse la inocente tesis de Tabucchi de
que la heteronomía pessoana es simplemente el síntoma de una simple
lochra y un simpático recurso estético.
6. Los especialistas han llegado a reconocer setenta y dos heterónimos, sin contabilizar
sus textos publicados de manera anónima; véase una lista tentativa y no exhaustiva en:
Lopes, Teresa Rita; Pessoa por Conhecer, Estampa, (1990), pp. 167-69.
7. Sobre la relación Nietzsche-Pessoa, véase: Steffen Dix, ‘Pessoa e Nietzsche: deuses
gregos, pluralidade moderna e pensamento europeu no principio do século XX’, Revista
do Centro de História da Universidade de Lisboa, 11 (2004), 139-74; Georg Rudolph
Lind, ‘Nietzsche e Pessoa’, en: Um século de Pessoa: Encontro internacional do centenário
de Femando Pessoa (5-7 dezembro 1988), Secretaria de Estado da Cultura, Lisboa, 1990,
de Nietzsche en Pessoa y en general el conocimiento de su obra toda
vía está por develarse. Sabemos la profunda impresión que Nietzsche
causó en la intelectualidad portuguesa y en sus vanguardias durante
la primera parte del siglo XX. En la biblioteca personal de los últimos
años de Pessoa no existe la presencia de ninguna obra de Nietzsche
aunque sí de Arthur Schopenhauer.8 La mayoría de las citas directas
y menciones de Pessoa se refieren a la traducción en español de Also
spracht Zarathustra? con traducción Juan Fernández (seudónimo de
Unamuno), libro que figura en su biblioteca privada, por lo que se
puede inferir un conocimiento directo de esta obra. Como veremos,
esto es sintomático de la dependencia de Pessoa con respecto a la re
cepción del Nietzsche francés, ya que se trataba de la obra más ven
dida, popular y difundida en Francia,10 seguida muy de lejos por La
Genealogía de la Moral. Se puede comprender la imagen de Nietzs
che que recibe Pessoa, el de un Nietzsche zarathustrianne, triunfante,
un héroe literario invictus, profético, milenarista, trágicamente wag-
neriano hasta el final, apóstata de la Alemania liberal. Pessoa asimila
a Nietzsche fundamentalmente a través de médiateurs, toda la trans
ferencia cultural se realiza desde la matriz francesa, desde el primer
Nietzsche'anisme. Y esto vale en especial para sus reflexiones políticas.
pp. 283-86; y Eduardo Lourengo, ‘Nietzsche e Pessoa’; en: Nietzsche: Cem anos após o
projecto ‘Vontade de Poder-Transmutafáo de todos os valores Veja, Lisboa, 1989, pp. 247-
63.
8. Sobre la recepción de la obra de Nietzsche en Portugal, véase: Monteiro, Americo
E.; A recepcao da obra de Friedrich Nietzsche na vida intelectualportuguesa (1892-1939),
Universidade Católica Portuguesa/Lello, Porto, 2000; sobre Pessoa en especial, p. 294 y
ss. En la biblioteca de Pessoa se encuentra una edición francesa mutilada de Schopenhauer,
un libro con el título de Essai sur le Ubre arbitre, Félix Alean, París, 1903, que es listado
como leído en “April, 1906”; era muy normal en Pessoa leer autores a través de la Biblio
teca Nacional de Portugal, como es el caso, por ejemplo, de Kant y Nietzsche.
9. Editado por la editorial La España Moderna de Madrid en 1900.
10. Para que nos demos una idea, la edición francesa de Asi habló Zaratustra de 1944
era la 96°.
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Pero la grandeza de Pessoa excede y desborda este simple esquema
de hacerlo más o menos otro nietzscheano más.
El Pessoa político es claramente un Gegen-Aufklarung, un contra-
iluminista, parte reconocible de ese movimiento (esencialmente po
lítico) de contragolpe al Iluminismo burgués. El término “An-
ti-Iluminismo” probablemente haya sido acuñado por el mismo
Nietzsche’1y se transformó en un concepto polémico de uso corriente
en Europa a principios del siglo XX.12Aunque Nietzsche lo utilizaba
para categorizar las ideas-fuerza de Schopenahuer y Wagner, sus dos
grandes maestros, es evidente que inventó un concepto analítico de
primera importancia para definir un amplio movimiento de la civili
zación europea. En este contragolpe teórico el Aristocratismo radical
de Nietzsche es uno de sus componentes esenciales, pero no el exclu
sivo. Tal como lo era la misma Aufklarung burguesa, el Anti-Ilumi-
nismo era en sí mismo un movimiento político, que atacaba in tota
al horizonte ideológico de la Revolución Francesa, al Racionalismo
(Descartes), a los Derechos del Hombre (Rousseau), hasta la misma
tofwa de La Bastilla. No era tanto una contra-revolución, no intentaba
la vana tarea de,retroceder en la Historia hacia el Anden Régime, sino
más bien se consideraba “otra” revolución, de valencia diferente y al
ternativa, como puede verse en los textos de Pessoa: no reclamaban
una contre-Modemité, sino “otra” Modernidad, sin los costos extras
(excesivamente decadentes, potencialmente revolucionarios, abierta
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mente disarmónicos) de esta vía burguesa hacia el poder. No es ca
sualidad que el propio Pessoa se definiera como “anti-reaccionario”.
La “Otra” Modernidad se fundaría sobre el culto a todo aquello que
diferencia al género humano, sobre todo aquello que divide y separa
a los hombres (psique, instintos, historia, tradición, lengua, cultura,
biología), una nueva cultura política que le niega a la Razón su per
tinencia y capacidad en transformar la vida social, de mejorarla hacia
una meta más perfecta. Culto a lo inconsciente y esotérico, impor
tancia cardinal del elemento irracional de la naturaleza humana, sus
titución de la explicación “orgánica” e “historicista” por aquella
“mecánica” de las ciencias modernas, devienen lugares comunes en
una nueva síntesis ideológica que Pessoa comparte con contemporá
neos como Georges Sorel, Édouard Berth, Ezra Pound,’3T. S. Eliot,
Wyndham Lewis, Thomas Ernst Hulme, Charles Maurras, Paul
Bourget, Gustave Le Bon, Maurice Barres, Giovanni Gentile, Drieu
La Rochelle, Paul de Lagarde, Céline, Oswald Spengler, Ernst Jiinger,
Arthur Moeller van der Bruck, Martin Heidegger, Hans-Georg Ga-
damer, Mircea Eliade, Emil Cioran, Henri de Man, Ortega y Gasset
e incluso con José Antonio Primo de Rivera.
La “revuelta” total contra el Iluminismo, contra la Modernidad
burguesa, en términos políticos: contra el Liberalismo, contra la De
mocracia, contra el Socialismo, es la herradura ideológica en la cual
se re-encuentran todos los nuevos contestatarios, los inconformistas,
los anti-reaccionarios, los anti-materialistas, los anti-racionalistas, los
anti-utilitarios, los nuevos realistas, los que están más allá de la (ve
tusta) derecha y de la izquierda. La respuesta reactiva de esta familia
espiritual parte siempre del mismo diagnóstico, compartido por Pes
soa: la decadencia interminable del orden liberal, la degeneración im
parable del sistema bourgeois. Para invertir la declinación, hace falta
13. Sobre Pound nos permitimos remitir al lector a nuestro estudio preliminar a la
nueva edición de Guía de la Kultura, Capitán Swing, Madrid, 2011.
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emprender otro camino “civilizatorio”, como nos lo recuerda Pessoa
en estos textos, reconfigurar otra sociedad, generar otra forma estado,
au-delh tanto del Capitalismo manchesteriano y plutócrata como del
nuevo Sovietismo ruso: una sociedad “orgánica”, neocorporativa, na
cional-comunitaria en un sentido nuevo, bajo la figura de las élites
viriles en torno a la figura heroica del Genius, Führer, Duce, o Chefe,
imbuidas del sentido del sacrificio, sin el cálculo miserable del Profit
capitalista, empujadas por un auténtico Élan vital.
En la biblioteca de Pessoa sobreviven muchos de estos teóricos de
la nueva derecha revolucionaria: por ejemplo, el amado-odiado Mau-
rice Barrés,14 creador del término paradójico de Socialisme Nationale
en 1898, alma de los anti-dreyfusistas y de los “Boulanguistas de iz
quierda”. Además tuvo una enorme importancia tanto en el naci
miento y desarrollo de la Action Frangaise como en su lea¿ler, Charles
Maurras.15 El Boulanguisme, ruptura radical con la derecha tradicio
nal, será el primer fenómeno en toda Europa que sutura en la práctica
ideológica el Nacionalismo con una figura antimarxista (no-marxista,
post*-marxista), la del Socialismo de Estado: “socialización” del Na-
cionali§mo&“na£Íonalización” del Socialismo, fenómeno inédito que
será atentamente analizado incluso por el último Engels. Barrés será
de vital importancia en la transformación del viejo conservadurismo
14. El libro que existe actualmente es Hommage a Marcel Proust, Librairie Gallimard,
Paris, 1927; por menciones puntuales en notas, poseías y ensayos de su Nachlass, Pessoa
debía conocer otros textos de Barrés que no figuran en la biblioteca que ha sobrevivido;
el gran interés por su obra lo revela el hecho de que poseía un estudio introductorio a su
obra de Henri Massis; Lapensée de Maurice Barrés-, Mercure de France, Paris, 1909, ejem
plar profusamente anotado y subrayado. Por su parte Massis era un notorio intelectual de
la nueva derecha, discípulo de Bergson, panfletista con el pseudónimo de “Agathon”; filo-
fascista declarado, realizó entrevistas a los más destacados dictadores europeos de la época
(Mussolini, Salazar y Franco), y colaboró con el régimen de Vichy entre 1940 y 1944.
15- Véase: Frohock, W. H.; “Maurice Barrés collaboration with Action Fran^aise”,
en: The Romantic Review XXIX (April 1938), pp. 167-169; una visión más general en
Soucy, Robert; Fascism in France. The Case o f Maurice Barrés. Los Angeles: University of
California Press, 1972.
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europeo desde una Weltanschauung aristocrática, nostálgica y cosmo
polita en otra nacionalsocialista, populista y realista; su obra tuvo gran
impacto en la política portuguesa, siendo una influencia duradera en
el ideólogo y poeta Antonio Sardhina (autor muy considerado por
Pessoa), creador del llamado Integralismo Lusitano.16 Sardinha, quien
proponía una monarquía orgánica, tradicionalista, antiparlamentaria
con evidentes ecos en muchas tesis pessoanas, fue el que acuñó la fi
gura de una suerte de Übermensch portugués: o Homem Atlántico e
intentó desarrollar las peculiaridades de la raza portuguesa.17
Barres, un “génie du Nationalisme” según palabras de Léon Blum,
será célebre no solo en los países latinos del Sur de Europa, sino en
toda la América del Sur, en especial en la nueva derecha argentina y
después en la ideología nacional-corporativa del naciente Populismo
peronista.18Pessoa le hará menciones especiales y críticas en su poema-
manifiesto épico de 1917 Ultimátum.19 Barrés es el gran pivot ideoló
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gico entre los conservadores del siglo XIX, los de la primera mitad del
siglo XX y la nueva derecha europea de entreguerras, tanto que mu
chos reclamaban un “retorno a Barres”.20 La filiación barresianne más
significativa y notoria, además de la de Pessoa, es la del ensayista con-
servador-revolucionario Ernst Jünger y el jurista nazi-católico Cari
Schmitt. Ambos autores de gran prestigio e influencia en los conser
vadores revolucionarios e incluso en el Populismo sudamericano ac
tual. El famoso libro de Jünger, Der Arbeiter, alabado por Heidegger,
es una obra plenamente barresiana que entabla un combate mortal
contra el Maquinismo, la Técnica sin raíces y la Modernidad burguesa
in totoP En cuanto a Schmitt, el famoso apotegma del “Amigo-Ene
migo”, la “distinción específica de lo político”, es una discriminación
barresiana clásica: Barres oponía, sin posibilidad de cancelación, al
Moi nacional, el Moi comunitarista y colectivo elaborado a partir
del Moi individual (abstracto, rousseauniano, iluminista, liberal), el
anti-Moi, que era eY“otro”, lo “bárbaro”, lo extranjero, en sentido
propio y figurado. Lo esencial de la ideología de la Terre et des Morts,
de fe Terre et du Sang es que los hombres, ya no una abstracción kan-
tiano-hegeliana,4jue los pueblos, se definen no tanto por sus actos o
sus instituciones, sino por su psicología. El hombre concreto (el ale
mán, el francés, el portugués) es prisionero del contexto material y
hereditario en el que ha nacido, imposible separarse del determinismo
de las tradiciones (ancestrales) y de la lengua, el hombre no puede ol
vidar esta marca lingüística, no será él mismo sino se piensa, lee, escri
be en su lengua materna. La lengua es la Patria profunda, instrumento
por medio del cual el hombre concreto toma consciencia de sí mismo.
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Pessoa dirá coherentemente que “tengo un alto sentimiento patriótico.
Mi patria es la lengua portuguesa”; Nietzsche se obsesionará con el
uso del auténtico alemán; Heidegger profundizará esta idea conser
vadora y reaccionaria: “Soy lo que digo”. La más inmediata conse
cuencia es el principio según el cual resignarse a una influencia
extranjera lingüística equivale a un grado de decadencia radical.
¿Fue Pessoa de alguna manera, por sus afinidades electivas, por la
comunidad de intereses, temas y estilo el Barres portugués? En estos
textos es inconfundible el pathos barresianne\ Barres será el primero
que formule y conceptualice (en una expresión a la vez literaria y po
lítica, que a veces desborda los compartimientos estancos de la teoría)
la nueva ideología nacional y nacionalsocialista apoyándose en el Dar-
winismo social. Es el emergente de una souffle de révolte, como el
mismo Barres lo denomina, un vasto movimiento contra el (vulgar)
Materialismo burgués, contra el Positivismo, contra la mediocridad
de la nueva sociedad de masas, contra la democracia liberal y sus in
coherencias, contra los intolerables costos extras del dominio del Ca
pital, contra la evidente decadencia y degeneración de Occidente. En
la base del novísimo nacionalismo barresianne se encuentra, tal como
en Pessoa, un determinismo, de base fisio-psicológico (una matriz en
trelazada de tierra-raza-familia-lengua), que todo nacionalista debe
aceptar para serlo: “Nationalisme est acceptation d’un determinisme”,
dirá en una precisa fórmula.22En esto debe basarse toda Machtpolitik
efectiva. Aunque Barres no conoce directamente a Herder, padre del
anti-Iluminismo europeo, lo recibe a través de Michelet, y de sus dos
maestros: Taine y Renán. Como en ellos, el término Race, Raza, será
empleado en el sentido herderiano de Volk, de Pueblo auténtico, co
munidad histórica, cultural y fisiológica. De igual forma Pessoa ins
trumentará su categoría de Rafa en estos textos políticos aplicados al
caso portugués.
22. Barres, Maurice; Sc'énes et Doctrines du Nationalisme, T. I, Plon, París, 1925, p. 10.
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Otra categoría común a la nueva derecha europea, al Modernismo
reaccionario y a la Metapolítica pessoana es la idea de decadencia.23
El sentimiento de la décadence-, una decadencia epocal, irrefrenable y
abyecta, se instala con fuerza en la ideología conservadora hacia 1880,
es común a Wagner, Nietzsche, Heidegger, Ibsen, Barres, Paul Bour-
get, Nordau y Maurras. Todos ellos deploran la igualdad abstracta, la
mediocridad liberal, el falso materialismo bourgeois, la inestabilidad
de la democracia parlamentaria, la cultura utilitaria, la educación ilu-
minista, la corrupción política, los Derechos del hombre, el sufragio
universal, la liberación de la mujer, las grandes ciudades y la llegada
de las masas a la escena pública. Se revaloriza la figura del Genius, del
Ubermensch, del realismo-heroico, de la virilidad, la representación
política “orgánica”. .. La primacía del inconsciente y del instinto, de
una contra-razón colectiva-racial. Pero este determinismo genera a su
vez un relativismo de segundo grado. No existe ya verdad abstracta,
ni ética universal, ífi norma moral absoluta, fantasmas de la Gran Re
volución francesa y del Hegelo-Marxismo, sino nada más que la ver
dad nacional; el Bien y el Mal de cualquier cuestión se deciden en
función de los imperativos nacionales, de un nuevo tribalismo basado
en la tierra y los muertos. Tanto para Barres como para Pessoa el ra
cionalismo (burgués) es en realidad falta de raíces, cosmopolita,
“extranjero”, importado, una expresión del olvido de nuestro deter
minismo vital indeclinable.
Un tercer componente es el anti-racionalismo violento y el consi
guiente culto del inconsciente, la primacía lógico-histórica de lo eso
térico, de lo impensado sobre la Razón. Éste será uno de los grandes
temas de la amplia herradura ideológica de la nueva y radical derecha
europea, y precisamente Barres (sobre el trabajo de Gustave Le Bon,
— 19—
del que ya hablaremos) subraya la superioridad del instinto sobre el
análisis, que es el único que puede explicar satisfactoriamente los gran
des problemas de la vida. Como buen darwinista social, y en esto lo
sigue Pessoa, Barres confunde constantemente instinto con incons
ciente, superponiéndolos, e incluso comparando el instinto animal a
la razón humana en detrimento de esta última. En última instancia,
como dirá Pessoa, la fe es el instinto de la acción. Este culto a las fuer
zas ocultas, misteriosas, deprofundis que desborda la racionalidad ins
trumental, consideradas como tejido vital de la existencia humana,
fuerzas energéticas son la dinámica creativa, exclusiva, tiene como co
rolario esencial el surgimiento de un anti intelectualismo violento y
brutal. Es a esta alma popular, a este instinto del pueblo al que hay
que interpelar, despertar y reconducir, para rescatar a Portugal de la de
cadencia de la vieja monarquía, la anarquía republicana liberal y la
traición de los intelectuales cosmopolitas. Y como la nación, el mismo
estado posee una suerte de existencia étnico-biológica, derivada de la
individualidad de la tierra y los muertos.
Todo criterio de comportamiento político reside en esta volonté
inconsciente, milenaria, anti rousseauniana, externa a todo universal
abstracto o falsa totalidad. El instinto popular es la síntesis sin posi
bilidad de cancelación del mítico “interés general” (el Contrat Social,
dirá Barres, es “profundamente imbécil”) de los falsos ideólogos ilu-
ministas. Si los valores morales, dirá Pessoa, pertenecen a la especifi
cidad de cada cultura, para la regeneración de Portugal, para la
restauración de la nación imperial y el estado, será necesario “enraizar”
a los individuos en la tierra y los muertos. El anti-intelectualismo se
anexiona al culto a la acción, a la energía, a la Will schopenhaueriana,
a la Trieb original y al élan vital; las doctrinas tienen una importancia
derivada, indirecta y secundaria, ya que es ese impulso telúrico el que
funda la moral. Ya no es necesario saber qué doctrina es justa, sino
identificar qué fuerza primal permite actuar y superar el impasse bur
gués. Lo dirá Pessoa literariamente: vivimos auténticamente sólo gra
— 20 —
cias a la acción, es decir gracias a la Voluntad. Sin la fuerza nacional,
impulso elemental del Hombre, no existe ni verdad, ni justicia. De-
terminismo fisio-psicológico, relativismo moral y ético, irracionalismo
extremo, tales son las nuevas coordenadas ideológicas de la nueva
orientación intelectual que encuentra la nueva derecha europea para
enfrentar los nuevos desafíos del siglo XX. Y Pessoa no dudará en in
tentar utilizarlas adaptándolas a la anomalía portuguesa.
Hablamos del descubrimiento del inconsciente, del Instinkt y la
Trieb nietzscheanas, del Es freudiano, del uso político-filosófico del Ello,
innovación que se legitima en la academia burguesa a fines del siglo
XIX, aportando una categoría cardinal y una dimensión complemen
taria a la actitud anti-racionalista y antidemocrática. En este campo
la obra de Gustave Lebon tiene un impacto y un acontecimiento sin
igual en la ideología reaccionaria. Además se trata de uno de los su
cesos científicos más excepcionales y casi sin igual en la Historia de la
Ciencia. Pessoa asimiló muchas de las tesis centrales del psicólogo
reaccionario Gustave Le Bon (que remite a su vez al historiador Taine,
ta» admirado por Nietzsche),24 lo que no resulta extraño, ya que fue
admirado por personalidades como Sigmund Freud, el filósofo francés
Henri Bergson, el teórico sindicalista Georges Sorel, el sociólogo Ro-
bert Michels y por supuesto Maurice Barres. El punto de partida de
Le Bon es el determinismo, que es a la vez, en su doble valencia, bio
lógico y psicológico; aplicado a una nación determinada, esto significa
— 21 —
que la vida histórica de un pueblo, de sus instituciones (únicas e irre
petibles), de su destino nacional, no son otra cosa que “el simple refle
jo de su alma.”25 El Ame de una nación se encuentra inexorablemente
predeterminada por unos caracteres fijos, inmutables, fundamentales,
que provienen “de una cierta estructura particular del cerebro” deri
vado de su matriz racial. La Raza es la que domina en última pero
decisiva instancia “los caracteres especiales del alma de las mu
chedumbres.”26 Y es más, dice Le Bon: sigue imponiendo su deter
minación e imperando en los vivos a través de los muertos. El
concepto de alma, en este sentido complejo con el que lo usa Le Bon,
será una categoría central de las reflexiones políticas pessoanas. La co
lectividad humana, la sociedad civil de los iluministas, es en realidad,
dirá Le Bon, un organismo histórico, biológico, fisiológico y racial:
el Pueblo “est un organisme créé par le passé”, es simplemente un or
ganismo creado por el pasado histórico nacional.27 Este determinismo
de nuevo cuño implica un anti-individualismo extremo y una nega
ción total de la tradicional concepción de la naturaleza humana. El
alma de un pueblo, el nudo vital de su raza, la psicología derivada de
ella, domina in extenso al individuo. E inmediatamente, fungiendo
de modo paralelo con la determinación racial aparece el inconsciente,
esas fuerzas profundas, interpretables y traducibles sólo para hombres
especiales, que dominan el destino del individuo y su comporta
miento inmediato, a pesar de él. A partir de este pseudo-aparato cien
tífico, Le Bon llega a investigar el volumen de los cráneos e incluso
definir cuatro categorías raciales, se define el concepto de masa, de
foule, de plebe, tesis que adopta Pessoa. Si bien las foules se mueven
fuera de toda reflexión o de razonamiento, incluso son refractarias a
25. Le Bon, Gustave; Le Lois psychologiques de l ’evolution des peuples-, Félix Alean,
Paris, 1894, p. 54-58, por ejemplo.
26. Le Bon, Gustave; Psyckologie desfoules; Félix Alean, Paris, 1895, p. 70.
27. Le Bon, Gustav; ibidem, p. 71.
— 22—
las leyes de la Lógica, son las más aptas y eficaces para la acción. Como
no se mueven por medio de asociación de grandes ideas, se movilizan
de manera exclusiva a través de “ideas-imágenes”, presentadas en
forma elemental y simple, y la mejor es el mito. Pessoa adoptará esta
posición en la que la Mitogenia jugará un papel central en transformar
a la masa en un móvil para la acción que permita transformar la pe
renne decadencia portuguesa. Le Bon tendrá inmediatamente entu
siastas “traductores” en términos políticos de sus pseudo tesis de
psicología social, entre ellos a Georges Sorel o al mismo Maurice Ba-
rrés, con lo que Pessoa cierra el rizo ideológico.
Del ¿protofascista? Charles Maurras,28 leído, estudiado y criticado,
al cual menciona irónicamente en Ultimátum,29 poseía sus obras prin
cipales. Maurras, monárquico y realista convencido, bajo el influjo
de Barrés, le otorga concreción al ideologema de la nueva derecha
francesa. En primer lugar una ecuación fundamental: democracia par-
lamentaria=decadenfcia; en segundo lugar otro postulado de gran fu
turo: el único y genuino patriota es el realista, el monárquico integral.
Cohio Pessoa en el caso portugués, Maurras se propone restituir a
Francia su autenticidad, su grandeza imperial pasada, y este renaci
miento sólo puede realizarse teniendo como intermediarias las tradi
ciones, los valores y las instituciones antiguas. Si para Pessoa el apogeo
del Portugal perenne y eterno fue el de la época de la Reconquista y
de los descubrimientos geográficos, de la fortaleza de las municipali
dades, para Maurras la Francia ideal es la medieval, descentralizada,
28. Pessoa poseía las obras: L 'avenir de l ’intelligence: August Comte, le romantismefé-
minin, mademoiselle Monk-, Nouvelle Librairie Nationale, París, 1909 y Quand lesfrangais
ne s’aimaientpas: chronique d ’une renaissance: 1895-1905; Nouvelle Librairie Nationale,
París, 1916.
29. “ ...Cozinha-francesa dos Maurras de razáo-descascada”. Algunos especialistas
hablan de un desprecio absoluto de Pessoa hacia Maurras que se remontaría a su juven
tud, pero creemos que Pessoa sólo rechaza sus tesis estéticas en cuanto al papel del Neo
clasicismo.
corporativa y católica de antes de la Reforma. Como en Pessoa, los
términos en valencia reaccionaria de “Civilización” y “civilizatorio”
son claves en los argumentos maurrasianos, a los que opone lo bárba
ro, lo salvaje, lo infectado, lo contaminado y lo importado. Pessoa,
como Maurras, piensa que la forma republicana ya estaba contami
nada el día de su instauración por el Liberalismo. ¿De qué manera? A
través de la infiltración de los principios liberales y de la ideología del
Republicanismo subsumidos en la Monarquía por medio del Cons
titucionalismo abstracto, del cual la Primeira República es su conti
nuación degradada. Pessoa emitirá un cuidado juicio de Maurras: “Tal
decadencia en el valor social de la inteligencia (producida por la de
mocracia) estudia el Sr. Charles Maurras en su rápido pero interesante
esbozo L A ’ venir de l ’Intelligence.”
Si existe un libro fundamental en la difusión de la.Action Frangaise,
incluso más popular que los propios escritos de Maurras, éste es el de
Pierre Laserre sobre el Romanticismo francés y su impacto en las ideas
filosóficas y políticas.30 El lugar que ocupan en la nueva derecha de la
Action Frangaise el Romanticismo y el Neoclasicismo nos aleja del ob
jetivo de esta introducción, ya que Lasserre mantiene posiciones di
ferentes a las de Maurras y la línea oficial de la AF (Action Frangaise),
similares a las que sostendrá Pessoa. Lasserre identifica el primer mo
mento del nefasto Romantisme francés en Rousseau, a igual diagnós
tico llegarán Barres, Maurras y Pessoa. El ginebrino habría inoculado
tanto en la Literatura francesa como en la vida política la corrupción
de la verdad, el falso individualismo (la introspección mórbida, afir
mará Lasserre, tiene “olor a cadáver”) y el quiebre del espíritu clásico.
30. Lasserre, Pierre; Le Romantismefrangais: essai sur la révolution dans les sentiments
etdans les idéesaux XIXosiécle, 2nd edition, Mercure de France, Paris, 1907; Pessoa poseía
en su biblioteca, leída y anotada, la quinta edición de 1913. El mayor estudioso de la
historia de la AF, Eugen Weber, confirma la importancia en agitación ideológica del libro
de Lasserre, véase su todavía insuperable estudio: Action Frangaise: Royalism andReaction
in Twentieth Century France-, Stanford University Press, Stanford, 1962, pp. 78-79.
La inoculación fue un producto foráneo, la importación de las ideas
alemanas: Sturm und Drang y la Aufklarung, a partir de la idea de
1789, la Gran Revolución francesa, se produce el despliegue, dirá
Lassarre, del Mesianisme romantique, que con su doctrina del Progreso,
la Felicidad y La Razón debilita el poder y la tenacidad de la identidad
francesa. Lasserre, como hará Pessoa profusamente, apela a las metá
foras orgánicas, muy caras al nuevo Darwinismo social, comparando
la sociedad francesa con un cuerpo enfermo infestado de ideas extran
jeras e importadas. La auténtica doctrina nacional, el verdadero pa
triotismo según Lasserre, es aquella perspectiva basada en la búsqueda
de los fundamentos y las guías en la Teoría y la necesaria y natural re
lación entre las cosas y las leyes de la realidad. Lazos familiares, patrio
tismo de la tierra y los muertos, regionalismo de la pequeña patria,
redes profesionales-corporativas son las únicas relaciones “naturales”
argumenta Lasserre.31 Es de esta deducción natural que Lasserre, y
Pessoa, llegan al corolario de la necesidad de la forma monárquica
y la malfaisance de la démocratie. La Democracia burguesa se basa sobre
la dignidad individual y la regla de la mayoría, pero el gobierno liberal
no ha conseguid^ alcanzar a ninguno de ellos; por el contrario, la evi
dencia histórica del 1900’s lo atestigua, la ideología democrática ha
generado regímenes definidos por su permanente inestabilidad, la per
manente oscilación entre dos apariencias profundamente contradicto
rias, cuya dinámica genera decadencia: el despotismo de estado y la
anarquía general. Todo el mundo en un régimen democrático sufre de
esta inestabilidad sistémica, excepto pequeños grupos (políticos y eco
nómicos) que usan su posición para explotar al resto de los connacio
nales en su propio beneficio.
Otra notable influencia en el Pessoa político es la del padre del lla
mado “Darwinismo Social”, Herbert Spencer,32 cuya ideología podría
— 25 —
definirse como una visión determinista-competitiva de la Naturaleza
y la lógica de la lucha por la existencia de Darwin para fundamentar
una Teoría Política.33 Es sintomático que el término se acuñara en la
década de 1870’s en su cuna, Inglaterra, cuando las hipótesis cientí
ficas más simples de Darwin se expandieron a la Filosofía y la Política.
Aunque en una primera etapa de su desarrollo ideológico, su fase clá
sica que no influyó en Pessoa, se trataba de justificar el estado mínimo,
el individualismo egoísta y el laissezfaire del Capitalismo naciente;34
en un segundo momento, el del Haeckelismus, paralelo a un combate
contra el Progresismo, se transformó en una crítica a dicho indivi
dualismo abstracto, en una defensa del colectivismo orgánico, de la
Eugenesia, del Imperialismo y de la superioridad racial de Europa.
Pessoa fue un atento y detallado lector no sólo de Haeckel y Spencer,
sino del mismo Charles Darwin.35
La segunda mitad del siglo XIX es considerada como la Edad de
Oro de Darwin, pero para nosotros es importante entender que hacia
1900 la Biología jugaba un rol dominante, no meramente auxiliar o
works ofHerbert Spencer, Watts & Co., London, 1907; Social statics abridgedand revised-,
Watts & Co., London, 1910; y el popular panfleto: The man versus tbe State-, Watts &
C o ., London, 1914. Sobre el Darwinismo como ideología, véase: Burzan, Jacques; Dar
win, Marx, Wagner: Critique ofa Heritage-, Dubleday, New York, 1958.
33. Como la define Richard Hofstadter en su clásico estudio: Social Darwinism in
American Thought, New York, 1944, pp. 5-6.
34. Su influencia llegó a círculos anarquistas, liberales y socialdemócratas de derecha
como Ludwig Woltmann o a consejistas como el holandés Antón Pannekoek, véase su
libro: Marxismus undDarwinismus, Leipziger Buchdruckerei A.G, Leipzig, 1909.
35. Pessoa poseía, en su última biblioteca personal, la obra fundamental de Darwin
en inglés y su versión francesa: On the Origin ofSpecies by means of Natural Selection or
the Preservation ofFavoured Races in the Strugglefor Life, Watts and Co, London, 1903;
la traducción: L origine des especes au mayen de la sélection naturelle ou la luttepour l ’éxis-
tence dans la nature, Schleicher Fréres&Librairie C. Reinwald, París, 1906; además la
obra The Descent ofMan de 1871 en francés: La descendance de l ’homme et la sélection se-
xuelle, Schleicher Fréres&Librairie C. Reinwald, París, 1874, curiosamente con prólogo
de Cari Vogt, el mismo social-darwinista que demolería en una polémica Karl Marx.
— 26 —
ilustrativo, en la Filosofía Política, similar al de la Historia. Incluso la
misma Historia deviene Biología, como afirmaba el historiador reac
cionario Trietschke, cercano al mismo Nietzsche, bien conocido por
Pessoa. Divulgadores, populizadores, simplificadores de Darwin acre
ditan que sus teorías pueden aplicarse tanto al hombre como a su
medio ambiente, y así subrepticiamente leyes como la selección na
tural o el principio de evolución empiezan a ser mecánicamente tras
ladadas a la Política y la Historia. La implantación del Darwinismo
como ideología tiene como resultado inmediato desacralizar al ser hu
mano y, en el mismo proceso, identificar vida social y vida física, mi
nimizar la diferencia entre la animalidad y lo estrictamente humano,
tarea que lleva a cabo uno de los discípulos más famosos, el alemán
Ernst Haeckel, profesor de Biología en la Universidad de Jena, entre
1898-1899, bien conocido tanto por Barrés como por el mismo Pessoa.36
Haeckel, un admirador de Bismarck, intentaba demostrar la identi
dad entre la vida humana y una célula del protoplasma, llegando a la
conclusión que la Leben no era otra cosa que una forma de la materia,
ide^s desaprobadas por Darwin, pero que sin embargo tuvieron un
impacto considerable. Algunos han establecido una genealogía directa
entre el Social-darwinismo de Haeckel, la ideología de la Deutsche
Monistenbund y el pensamiento volkische del Nacionalsocialismo y
del propio Adolf Hitler.37 Incluso muchas ideas del Estado Corpo
36. ¿Llegó Pessoa al darwinista social Haeckel a través de Barrés? En la última de sus
bibliotecas personales Pessoa poseía en francés su obras esenciales: Histoire de Lt création
des étres organisés d ’aprés les lois naturelles, Librairie Schleicher Fréres, Paris, 1879; Origine
de l'homme-, Librairie Schleicher Fréres, Paris, 1899; Les énigmes de I ’univers, Librairie C.
Reinwal, Paris, 1902; y: Les merveilles de la vie: études dephilosophie biologiquepour servir
de complément aux énigmes de l ’Univers, Librairie C. Reinwald& Librairie Schleicher Fré
res, Paris, 1904.
37. Como por ejemplo: Gasman, Daniel: The Scientific Origins o f National Socialism:
Social Darwinism in Ernst Haeckel and the Germán Monist League, MacDonald, London,
1971, p. 148 y ss. Específicamente sobre el Darwinismo social en Francia, véase: Linda L.
Clark, Social Darwinism in France, University of Alabama Press/London, Eurospan, 1984.
— 27 —
rativo como la superación, tanto de la forma estado liberal como de
la vieja y anticuada monarquía absoluta, son de inspiración haecke-
liana.38 Haeckel mismo fue coherente con sus ideas: participó en la
constitución de la imperialista Liga Pan-Germánica, fue miembro de
la Liga Naval Alemana y de la Sociedad Colonial Alemana, miembro
fundador de la Geselkchaftftir Rassenhygiene, la Sociedad para la Hi
giene Racial.39 Para el Darwinismo, idea que asume Pessoa, la sociedad
es un organismo más, especial, sí, pero un organismo, y como tal so
metido a las mismas leyes y dinámicas de cualquier organismo vivo.
Y aquí entra el aporte de Spencer, padre del Positivismo darwiniano,
que sostiene que la realidad humana es una lucha incesante, perma
nente, por la supervivencia del más apto. El Mundo pertenece al más
apto (no al más fuerte), y ya no hay diferencia absoluta entre evolu
ción natural y progreso humano. El Darwinismo político terminará
confundiendo al más apto física y fisiológicamente con la Aristocracia
del Espíritu, con los “mejores”, con los “Genios”, con el Übermensch.
Se acoplará sin problemas con los postulados de la Economía liberal
y de la nueva teoría marginal, cuya síntesis más conocida será la teoría
sociológica de Max Weber.40Aplicadas de esta manera al universo so
cial, las tesis e hipótesis científicas de Darwin, tan admirado por Marx,
terminan siendo una Filosofía brutal, una Ideología burda, incluso
38. Haeckel aceptaba como dato “natural” la desigualdad de los hombres, por lo que
la división del trabajo consistía no en una dominación sino un mero determinismo se
lectivo evolutivo que se deducía de aquel desequilibrio, enfrentando de esa manera tanto
a la ideología individualista meritocrática del Liberalismo como a la teoría de la lucha de
clases de Marx.
39. Gasman, Daniel; ibidem\ p. 128, p. 143, y nota 13.
40. Existiendo una tensión entre las variantes más individualistas y las colectivistas
o nacionales; un ejemplo de Darwinismo social y político weberiano es, por ejemplo, el
artículo donde justifica el dominio de los prusianos sobre los polacos: “Der Nationaistaat
und die Volkswirtschaftspolitik”, en: Gesammelte Politische Schriften, J. C. B. Mohr, Tü-
bingen, 1958, p. 4; véase: Mommsen, Wolfgang J.; Max Weber und die deutsche Politik
1890-1920; ]. C. B. Mohr; Tübingen, 1974, p. 43 y ss.
— 28 —
una nueva Religión pagana. El Darwinismo social es el que le otorga
una nueva y duradera vitalidad a la nueva derecha y al Nacionalismo
de cufio revolucionario.
Una última influencia de largo calado en la filosofía política de
Pessoa, también común a los no-conformistas de los 1920’s, es sin
dudas la del filósofo vitalista francés Henri Bergson. Si la nueva re
vuelta Knú-Aujklarung se inició a fines del siglo XIX con un vago neo
romanticismo, con la estética de Wagner, con el racismo pseudocien-
tífico de Gobineau, con la contrahistoria de Renán y Taine, con las
profecías reaccionarias de Nietzsche, la psicología social de Le Bon y
Tarde, los anatemas de Baudelaire y Dostoievski, la sociología política
de Michels y Mosca, la legitimidad y sofisticación llegará desde la fi
losofía con sello académico de Bergson. Su principal corpus filosófico
apareció antes de 1914,41 se trataba de ensayos académicos especiali
zados y ninguno de ellos se centraba ni en la Ética, ni en la Filosofía
práctica, sin embargo tuvieron una enorme repercusión sobre el pen
samiento político francés de la primera mitad del siglo XX.42 En es
pecial en las figuras dominantes de la nueva derecha revolucionaria y
en el revisionismo antimarxista, y específicamente en el filósofo bri
tánico Thomas Ernst Hulme (no por casualidad a su vez traductor de
Bergson y Sorel al inglés),43 Georges Sorel (que se consideraba su au
41. En el siguiente orden: Essai sur les données immédiates de la conscience, Paris, 1889;
Matiere etMémoire, Paris, 1896; y su obra más popular: L ’Evolution criatrice, Paris, 1907.
42. Curiosamente, mientras su obra no-política tuvo un gran influjo, su marginal y
minoritaria obra política, intervenciones concretas, muy puntuales en la política ordi
naria, es poco conocida y no atrajeron el menor interés ni tuvieron relevancia alguna,
como por ejemplo: “Lettre sur le Jury de Cour d’Assise”, en: Le Temps, 15 Oct., 1913, p.
4; “La Spécialité: discours de distribution des Prix a Angers”, en: Journal de Maine-et-
Loire, no. 182, 4 August 1882, p. 264; “La Politesse”, discurso del 30 de julio de 1885
en la entrega de un premio otorgado por el Lycée de Clermont-Ferrand, en: Le Moniteur
du Puy-de-Ddme, 5 August 1885. Estos textos políticos se han reunido en: Henri Bergson,
Melanges, André Robinet (ed.), Presses Universitaires de France, Paris, 1972.
43. Traductor de Introduction a la mitapysique de Bergson y de Réflexions sur la vio-
— 29 —
téntico discípulo), Charles Péguy, de nuevo Charles Maurras y Mau-
rice Barres, con lo que Pessoa tiene siempre un contacto directo e in
directo pero permanente.44 El Bergsonnisme (no las opiniones políticas
personales del filósofo) -que incluye un fuerte vitalismo, la crítica al
saber conceptual (cartesiano-kantiano-hegeliano), los límites irracio
nales de la conciencia, la evolución biológica de la materia y la pree
minencia de lo instintivo-, será uno de los nuevos pilares teóricos de
nueva Droit revolucionaria francesa.
lence de Sorel; Hulme tuvo gran influencia en las vanguardias artísticas de Londres y en es
pecial en figuras de gran influencia como Lewis, Pound, T. S. Eliot (le consideraba la mente
más fértil y creativa de su generación) y Yeats; Hulme a su vez fue muy influenciado tanto
por Pierre Lasserre como por la misma Action Frangaise. Murió muy joven en 1917 durante
la Io Guerra Mundial, sobre Hulme: “T. E. Hulme and the question of the Modernism”,
Edward R Comentale/ Andrzej Gasiorek (ed.), Ashgate, Alde Shot, 2006.
44. Kennedy, Ellen; “Bergson’s Philosophy and French Pólitical Doctrines: Sorel,
Maurras, Péguy and de Gaulle”; en: Government and Opposition; Vol. 15, Issue 1, 1980,
pp. 75-91.
45. Nordau, Max; Entartung-, Duncker, 2 Bd., Berlín, 1892-1893; traducción fran
cesa: editorial Alean, París, 1894; la primera traducción al español como: Degeneración,
Librería de Fernando Fe, Madrid, 1902; el nombre verdadero de Marx Nordau era Simón
Maximilian Südfeld.
— 30—
terminados presupuestos y puntos ciegos nietzscheanos será el punto
de partida de Pessoa para su Nietzschéisme crítico. El libro será minu
ciosamente estudiado, anotado y resumido por Pessoa en precisas
notas de lectura, una obsesión que se llegará a plasmar en el proyecto
de escribir una suerte de libro-anexo al de Nordau.46 Además, como
puede constatarse en su biblioteca particular, Pessoa trató de conseguir
y leer todas las obras publicadas de Nordau.47 Nordau (un judío aus
tro-húngaro que terminará en el Sionismo) criticaba con dureza y cla
ridad el Pangermanismo nietzscheano y el Racismo implícito en el
mismo Wagner, críticas que de alguna forma pasaron casi intactas a
la ideología pessoana. Dato curioso: durante la Gran Guerra, Nordau
fue expulsado de Francia por ser un ciudadano enemigo y se trasladó
a Madrid. En esos años publicó un curioso libro de viaje, Impresiones
españolas, donde nos dejaba su visión del país. Nordau tuvo especial
predilección por reflejar sus estancias en Andalucía y también su vi
sión de fenómenos como el folklore, las fiestas, los toros, la vivencia
religiosa, la etnia gitana, la música popular, etc. De Madrid recoge su
arreciente cultural y político y también refleja la vida de provincias en
Castilla. Y por ^upuesto el infaltable retrato psicológico-fisiológico
del fenotipo español. La influencia nordaunianne será de largo aliento,
en varias direcciones y muy fecunda, estimulando teorizaciones críti
cas fundamentales de Pessoa sobre la decadencia burguesa, la dege
neración epocal de la Humanidad, la figura de la mediación del
46. Pessoa llegó a pensar en un título alternativo como “Critique of Nordau’s un-
derstanding of D[egeneratio]n” o “Les Insignifiants —appendix á le “Dég[énérescence] ”
de Max Nordau”.
47. Poseía, además del best-seller, los siguientes libros en francés: Vus du dehors: essai
de critique scientifique et philosophique sur quelques auteurs frangais contemporains, Félix
Alean, Paris, 1903; Psycho-physiologie du génie et du talent, Félix Alean, Paris, 1911; Pa-
radoxespsychologiques, Félix Alean, Paris, en sus dos ediciones de 1907 y 1911; y en inglés:
Arts andArtists, T. Fisher Unwin, London, 1907. Sobre su lectura de Nordau en francés,
véase su carta ajóse Osorio de Oliveira, en 1932: Fernando Pessoa, Obra poética e em
prosa, Antonio Quadros (Ed.), Lello & Irmaos, Porto, 1986, Vol. II, p. 325.
Genius, la consideración psiquiátrica como trastornados mentales a
anarquistas8¿revolucionarios y la relación arte-locura.
La recepción pessoana de Nietzsche no es neutra ni objetiva, ni si
quiera directa del alemán: Pessoa adopta el Nietzsche francés, el
Nietzsche traducido y divulgado por una primera generación de
nietzscheanos entre quienes se cuentan Henri Albert, Jules de Gaul-
tier, Henri Lichtenberg, Pierre Lasserre y Daniel Halévy entre otros.
Pessoa poseerá la mayoría de los libros de este grand moment nietzs-
cheano francés (pero no dejará de conocer a anti nietzscheanos fran
ceses al mejor estilo Nordau, como Albert Fouillée). Entre las revistas
que sostendrán el Nietzschéisme se encuentra en lugar destacado en la
Historia Mercure de France, muy leída por Pessoa y protagonista de
un curioso montaje político-periodistico.48 La revista, de perfil artís-
tico-literario y muy poco académica, a través de su casa editorial in
trodujo por primera vez a Nietzsche en Francia a partir del año 1898,
tanto a través de ediciones de sus obras en coordinación con el Nietzs-
che-Archiv,49 como en artículos y recensiones literarias.50En este sen
tido Mercure de France en particular se convertirá en el principal
medio de transferí cultural (sesgado, polémico, distorsionador) del
Nietzschéanisme hacia el Sur de Europa y al mundo latino en general.
48. Sobre el Nietzschefrancisé, véase el todavía muy útil libro de Geneviéve Bianquis:
Nietzsche en France. L ’influence de Nietzsche sur lepenstefrangaise, Félix Alean, Paris, 1929;
y Le Rider, Jacques; Nietzsche en France. De la fin du XIXo siecle au tempsprísent, Presse
Universitaire de France, Paris, 1999, especialmente los capítulos III, IV y V.
49. El orden de publicación consistía en un desorden cronológico absoluto, empe
zando con Ainsi parlait Zarathoustra, en 1898, al que continuó Par-deld le bien et le mal
(1898), Humain, trop humain (1899), La généalogie de la morale (1900), L origine de la
tragédie, ou HeUénisme etpessimtsme (1901), Aurore (1901), La gai savoir (1901), Le vo-
yageur et son ombre (1902), La volonté depuissance. Essai d ’une transmutation de toutes les
valeurs (1903), Crépuscule des idoles. Le cas Wagner. Nietzsche contre Wagner. L ’Antéchrist
(1906), Considérations inactuelles, Ie t I I (1907), concluyendo con Ecce homo (1909).
50. Seis revistas culturales concentran entre 1890 y 1914 el monopolio de la difusión
de textos de Nietzsche o trabajos sobre su obra, de ellas Mercure de France juega un papel
exclusivo, predominante: abarca casi el 50% de trabajos de y sobre Nietzsche.
— 32 —
Y Francia en general será en la época el principal foco de irradiación
de Nietzsche fuera del mundo de habla alemana. Y el transferí pri
mordial en el caso de Pessoa.
Un ejemplo: una fuente secundaria importante será el manual de
historia de la filosofía de Jules de Gaultier, De Kant a Nietzsche.51
Gaultier, filonietzschénne, confeso neopagano, revela una imagen aris
tocrática, elitista y positiva de Nietzsche, en contraste con el criticismo
de Nordau. Gaultier inicia su capítulo final sobre Nietzsche, supuesto
superador y síntesis de toda filosofía moderna, de la siguiente manera:
“Todo sistema filosófico es la objetivación en la mentalidad de un
temperamento con plena consciencia de sus maneras de ser, de sus
deseos y de sus aversiones. Erigiendo en Bien aquello que le favorece
y en Mal lo que es su contrario. Esta idea domina y clarifica la entera
filosofía de Nietzsche.”52 La filosofía, mal que le pese a los propios fi
lósofos, no es más que la (mera) objetivación de un temperamento.
Pessoa, vía GaultiéfT aunque acepta la definición de Nietzsche, pole
miza sobre las determinantes históricas que Nietzsche sofoca: “O pro-
prís Nietzsche asseverou que urna filosofía nao e senao a expressao de
um temperamento. Nao e assim, suficientemente. As teorías de um
filosofo sao a resultante do seu temperamento e da sua época. Sao o
efeito intelectual da sua época sobre o seu temperamento”. Este ejem
plo muestra la complejidad de la re-elaboración de la recepción de
Nietzsche por Pessoa y los problemas teórico-políticos que su filosofía
51 • Editado por la casa editorial de una revista cultural muy admirada por Pessoa de
la cual ya hablamos: Mercure de France, en 1910; como en otros casos de autores con
mucha afinidad electiva con Pessoa, éste procuraba leer todo lo que se publicara del autor,
por lo que poseía otro texto de Gaultier: La dépendance de la morale et l’indépendance des
moeurs, Société du Mercure de France, Paris, 1907.
52. Dice Gaultier: “Tout systeme philosophique est l’objectivation dans la mentalité
d’un temperament prenant conscience de ses manieres d’étre, de ses desirs et de ses aver-
sions, erigeant en bien ce qui le favorise, en mal ce qui lui est contraire. Cette idée domine
et eclaire toute la philosophie de Nietzsche”. Palabras que repetirá casi textualmente el
propio Pessoa.
— 33 —
política generaba en la conformación de la nueva derecha revolucio
naria europea. Pessoa también recibió a Nietzsche indirectamente a
través del famoso nietzscheano francés Henri Lichtenberg (tanto su
Friedrich Nietzsche: aphorismes etfragments choisis, 1905, como su in
troducción La philosophie de Nietzsche, 1912); Pessoa además había
estudiado sus obras menores pero más políticas, como su ensayo sobre
Novalis o su trabajo sobre la nueva Alemania.53 Otra influencia nietsz-
cheana será por medio del ya mencionado Pierre Lasserre, pionero
nietzscheano radical en Francia, habitual del Mercure de France y
miembro de la nueva derecha francesa reunida en torno a la Action
Franqaise.54
Pero no sólo abrevió del Nietzschéisme ortodoxo, sino que buscó
armarse una impresión crítica y más objetiva del pensamiento nietzs
cheano por vías variadas. Como ya dijimos Pessoa se formó como
nietzscheano heterodoxo, paradójicamente, a golpe de ataques anti
nietzscheanos. Una fuente de segunda mano, crítica como la de Nor-
dau pero muy útil por sus largos comentarios a obras nietzscheanas
todavía no traducidas al francés, al español o al portugués, era Alfred
Fouillée.55 Influye en la noción de idées-forces (ideas-fuerza) que apli
cará creativamente Pessoa en la mayoría de su ensayística política.
Otras fuentes de segunda y tercera mano importantes para el conoci
miento de Nietzsche, y de la Filosofía en general, ya a un nivel más
— 34—
escolar y de divulgación, serán autores menores como Alfred William
Benn.56
Otro punto de contacto con Nietzsche, en realidad una afinidad
electiva, es muy curioso. En 1905 Pessoa, recién llegado a Lisboa, se
matriculó en el Curso Superior de Letras donde cursó materias de fi
losofía. En los manuscritos de esa época, referidos a la psicología del
alma humana, muchos escritos en inglés (la segunda lengua de Pessoa),
se cita con insistencia a un autor, Friedrich A. Lange, que fue una de
las mayores influencias en el mismo Nietzsche. Lange es conocido
principalmente por haber compuesto el primer ensayo de la supuesta
evolución histórica de los sistemas filosóficos llamados materialistas,
su famosa Geschichte des Materialismus (1866, 1873, 1875, 1882,
1887), en español traducida como Historia del Materialismo (editada
en dos volúmenes en la edición de 1875). Se transformó en el libro
más leído (y releído) y anotado entre 1866 y 1875 por el mismo
Nietzsche; su influencia en esos años es de inmensa importancia, a
la misma altura de la de Platón o Schopenhauer. Lange le inspirará
a Kfietzsche (y a Pessoa) la crítica a Platón, el conocer a Darwin y sus
epígonos, en la f ia n t e epistemológica psicológica, en la crítica tanto
a la “cosa-en-sí” de Kant como al Cristianismo, incluso en sus ober
dicta filosóficos. El propio Nietzsche lo reconoce sin tapujos al decir
“la obra filosófica más importante del último decenio es, sin duda,
la de Lange... sobre la que podría escribir un discurso laudatorio
de un montón de páginas. Kant, Schopenhauer y este libro de
Lange. No necesito más”.57 Tan impresionado que considerará es
56. Benn, A. W.; History ofmodemphilosophy, Watts & Co., London, 1912; el libro
incluía una positiva valoración del positivismo de Comte, del Darwinismo social de
Haeckel y Spencer además de una exposición de la Filosofía de Nietzsche, al que consi
deraba una variación del Darwinismo, de Henri Bergson para finalizar con el Marxismo;
Pessoa además tenía en su biblioteca dos obras más de Benn: Modern England: a record
ofopinion and action from the time o f the French revolution to the present day, Watts and
Co., London, 1908; y: Revaluations: histórica!and ideal, Watts and Co., London, 1909.
57. Carta a su amigo Mushacke, 1866.
— 35 —
cribir su disertación sobre temas filosóficos neokantianos inspirados
por el enfoque de Lange (“sobre todo las del tipo fisiológico de
Kant”). Parece que Pessoa también fue influido profundamente por
el escritor neokantiano y paradójicamente socialdemócrata. Al discutir
sobre el Alma anota en inglés intercalando un slogan nietzscheano:
“(El Alma) es la base de lo humano, demasiado humano, los dogmas
de la inmortalidad del alma, de su libertad, de su perfecta simplicidad.
Es la estupenda realización de una abstracción que consiste en la ele
vación de una mera centralización de las emociones, que es una reali
dad por ellas y en ellas, y sólo en la medida en que en ella se encuentra
todo centralizado, elevar esto en una realidad, en una personalidad”.58
En consecuencia, Pessoa aboga por una “psychology witbout soul” (psi
cología sin alma), y concluye la reflexión afirmando que “Lange en-
joined us to do” (Lange nos empuja a que lo hagamos). O sea que de
alguna manera Pessoa siguió en puntos fundamentales el propio de
rrotero intelectual del mismo Nietzsche e incluso comparte un
campo común en su Kulturkritik al mundo burgués republicano.
No hay un “sujeto” en el sentido cartesiano vulgar, no existe el “cen
tro” de un individuo tallado por la ideología liberal, sólo átomos:
“contra la pseudopsicología tradicional... para quien el Alma hu
mana era simple, la razón, la facultad, no sólo distintiva, como tam
bién impulsiva, del Hombre, y la conciencia el fenómeno definidor
de los hechos psíquicos. La ciencia psicológica constata que el Alma
humana, suma de instintos e impulsos heredados y de hábitos ad
quiridos e insensibles, es un compuesto heterogéneo... el Hombre
es una suma heterogénea de solicitaciones inconscientes, a los cuales
una consciencia y una razón, adquisiciones recientes de la animali
58. “It is the basis of the human, too human, dogmas of the immortality of the soul,
of its freedom, of its perfect simplicity. The stupendous realisation of an abstraction
which consits [sic] in elevating a mere centralisation of emotions, which has a reality by
them and in them, and only in so far as they are there all centralized, in elevating this
into a reality, into a personality”.
— 36 —
dad, presiden como un rey constitucional, que reina pero no go
bierna.”59
Pessoa (como Nietzsche) cree que los últimos descubrimientos
científicos han demolido para siempre la ideología del principium in-
dividuationis burgués y la posibilidad de una superación en clave reac
cionaria. Al mismo tiempo Pessoa debe realizar una recepción crítica
de Nietzsche, única forma de poder reciclar sus textos ad usum del
nuevo nacionalismo portugués. ¿Cómo conciliar el teutonismo im
plícito en los escritos nietzscheanos, su racismo latente, su desprecio
por el mundo alejandrino-romano y la cultura latina in toto en pos
de una síntesis en la ideología de la nueva derecha portuguesa? ¿Cómo
eliminar de Nietzsche su clave germanófila sin eliminar su núcleo
duro aristocrático radical? Pessoa no tiene ningún problema en realizar
una crítica profunda avant-la-lettre, desde el mismo courant de la
nueva derecha revolucionaria, a los límites, estrecheces e incoherencias
de la filosofía política de Nietzsche. Escribe: “el odio de Nietzsche al
cristianismo agudizó la intuición sobre estos puntos. Pero se equivocó,
poique no era en nombre del paganismo greco-romano que él erguía
su grito, aunqu^jo creyese; era en nombre del paganismo nórdico de
sus antepasados. Y aquel Dionisos, que contrapone a Apolo, nada
tiene que ver con Grecia. Es un Baco alemán. Tampoco esas teorías
inhumanas, excesivas tal como las cristianas, pero en otro sentido,
nada le deben al paganismo claro y humano de los hombres que crea
ron todo lo que verdaderamente subsiste, resiste y todavía crea en el
59. “Com efeito, contra a pseudopsicologia tradicional, crista como nao-crista, para
quem a alma humana era simplice, a razao a fáculdade, nao so distintiva, como tambem
impulsiva, do Homem, e a consciencia o fenomeno definidor dos Factos psíquicos, a
ciencia psicológica constata que a alma humana, soma de instintos e impulsos herdados
e de hábitos adquiridos e insensiveis, e um composto heterogeneo; [...] o Homem e urna
soma heterogenea de solicitacoes inconscientes, a que urna consciencia e urna razao, aqui-
sicoes recentes da animalidade, presidem como um rei constitucional, que reina mas nao
governa.”
— 37 —
interior de nuestro sistema de civilización”. O a propósito de la iden
tificación de Nietzsche de Alemania con Esparta y los dorios escribe
ácidamente con el seudónimo “Alvaro de Campos”: “Tu, cultura
alema, Sparta podre com azeite de cristismo e vinagre de nietzschiza-
cao, colmeia de lata, transbordamento imperialoide de servilismo en
gatado!” (“¡Tú, cultura alemana, Esparta podrida con aceite de
cristismo y vinagre de nietzschenización, colmena de lata, desborda
miento imperialoide amarrado de servilismo!”). En este curioso
Nietzschéisme crítico, basado en la idea de personae y máscaras, fun
damentado en su concepción del Alma humana deducida de la psico
logía reaccionaria de Le Bon y Tarde, estará la base de su heteronimia
como un proyecto estético-político de largo aliento y de implicación
directa con los problemas de su tiempo. Como en otros casos, es im
posible concebir la crisis de la Modernidad ideológica burguesa, la
flambée de antiracionalismo de inicio del siglo XX (y sus corolarios
políticos más radicales) sin el enorme aporte de Nietzsche a las élites
culturales reaccionarias de la época. Pessoa busca además en Nietzsche
(y en su ambiguo filogermanismo) los argumentos para fundamentar
y retomar una tradición imperial portuguesa. Hombre de amplias
miras, lector incesante e interesado de joven en los diversos campos
de la filosofía, política, psicología y sociología, Pessoa buscará la con
firmación de sus propios puntos de vista no sólo en Nietzsche, al cual
considera limitado para sus objetivos: allí están sus lecturas deThomas
Carlyle, del vitalista e irracionalista filósofo Henri Bergson, de la
nueva derecha revolucionaria francesa, Maurice Barrés, la influencia
de la Action Francaise, y en especial la lectura minuciosa de su líder y
téorico Charles Maurras.
El último Pessoa se definió así mismo como esencialmente “anti
socialista y anticomunista”.60 En cuanto a su ideología política, era
— 38—
muy claro al respecto: idealmente se definía como un monarcómano
absolutista, única forma estado para un organismo imperialista como
Portugal, pero, Pessoa era un realpolitiker, lo considera inviable por
el impacto del Iluminismo y la Modernidad burguesa, por ello se au-
todefine como “absolutamente anti-reaccionario”, y se decantaba por
la forma republicana (“con mucha pena”) como la más útil para el
control conservador de las multitudes. Su motto era radicalmente anti-
iluminista, un oxímoron irónico: Tudopela Humanidade; nada contra
a Nagá, “Todo por la Humanidad, nada contra la Nación”. ¿Patriota?
Totalmente: “La idea patriótica estuvo siempre más o menos presente
en mis propósitos... y no pienso en hacer arte si no lo hago medi
tando hacerlo para tener el nombre de Portugal en todas mis realiza
ciones. Es una consecuencia del hecho de afrontar con seriedad el arte
y la vida” decía Pessoa en 1915. Y esta máxima la aplicó sin duda a su
propia visión del mundo. Pessoa es irreducible al juego heterónimo,
al baile de disfraces. íessoa es mucho más, su escisión abraza aspectos
épicos políticos, profetismos imperiales, fantasías reaccionarias, espíri
tus friitogénicos... El traitd’union entre el poeta y el pensador político
es lo que nos perqyte descifrar el pathos de Pessoa. Son estos aspectos,
eliminados en la hermenéutica habitual, los que hacen a la poesía
pessoana única e insuperable.
Pessoa es fundamentalmente un escritor-patriota, lo que quiere
decir que más allá de las fascinantes escisiones psicológicas, de sus
máscaras alquímicas, el motor inmóvil que lo guía es el amor filial
por una patria negada y ofendida, en decadencia indeclinable, por
una nación epocal, el orgánico Portugal imperial, obliterada, en de
cadencia y a la deriva. El resurgimiento del Portugal-imperio sólo
podrá lograrse por medio de una catarsis total (política, espiritual,
acima”; lo que estaba dicha más arriba era el apartado anterior sobre su Posición Patrió
tica; en: Pessoa, Fernando; Escritos Autobiográficos, Automáticos e de Reflexao Pessoal, ed.
Richard Zenith, Assírio & Alvim, Lisboa, 2003, pp. 203-206.
— 39 —
moral y cultural), por un nuevo y alternativo progreso (ya no burgués,
ya no conservador clásico, ya no comunista). No sin razón un estu
dioso pessoano como António Quadros concluye que “la Patria, la
Patria de sus raíces, la Patria de sus sueños, la Patria de su imaginario
mítico y escatológico... fue su mayor y única certeza.” Pessoa lo define
en sus papeles: “Considerar la Patria Portuguesa como la cosa para
nosotros más existente, y el Estado Portugués como no existente.” No
sólo eso: la propia estructura perenne y eterna del hombre es la que
determina que “el instinto social fundamental: es el instinto llamado
patriotismo.” Sin estos presupuestos, políticamente incorrectos e ig
norados por el optimismo burgués, es imposible la regeneración na
cional. El uso retórico de la acción mitopoética, la epopeya de un
pasado glorioso, el profetismo mítico de los mejores, la filosofía de la
historia como sucesión de héroes y genios, el elemento irracional eso-
térico-ocultista proveerán instrumentos únicos para que Pessoa pueda,
de forma realista y efectiva, intentar reaccionar para ralentizar el ciclo
de decadencia acelerado tanto por la vieja monarquía como por la
forma republicana de dominio burgués. En toda su producción mí-
tico-esotérica resulta palpable la presencia de un corpus ideológico
reaccionario, propio, autónomo, nacionalista y patriótico, una bús
queda de la tercera vía entre el comunismo y la república: el Sidonismo
pessoano.
— 40 —
sentido del término (cuyo paradigma es el periodista o peor: el publi
cista profesional del partido político) que siempre despreció: “¡Orden
de expulsión a los mandarines de Europa! ¡Fuera!” (en su poema-épico
Ultimátum, de 1917). Pero la apoliticidad de Pessoa es engañosa: su
desprecio es por lo político, la kleine Politik nietzscheana, en tanto es
fera profesional autónoma necesaria para la forma de dominio bur
guesa. Lo político para él es sinónimo de Liberalismo y estado de
partidos, de Revolución Francesa, en última instancia de Comunismo.
Pessoa se interesó a tiempo completo (y públicamente como en este
caso) por los problemas socio-políticos del Portugal de su época, con
obsesión enfermiza. Su diagnóstico era que se había “desnacionali
zado” (tesis de Maurras: el Liberalismo es incompatible con el Na
cionalismo) y estaba ausente de su propia identidad milenaria. La
crisis portuguesa era epocal y consistía básicamente en que los mejo
res, por efecto de la democracia liberal, no gobernaban: “la crisis cen
tral de la nacionalidad portuguesa deriva de su impotencia para
formar elites.” Un tema que incorporó Nietzsche a la agenda de los
conservadores revolucionarios. La élite dominante era por supuesto
un designio de la^sangre y el destino, de la tierra y los muertos de Ba-
rrés: “la aristocracia de sangre, pues, establece la escisión en el país.
País democratizado, país en que baja inmediatamente el nivel de su
élite”. La forma estado debía diseñarse de manera negativa, incluso
Pessoa pensaba que obligatoriamente el nuevo estado debería tener
condiciones básicas biológicas para no perturbar el determinismo dar-
winista de la especie, al mejor estilo de Haeckel: “las condiciones bio
lógicas para la renovación de la élite serán la no intervención del
estado en materia biológica o demótica”. Pessoa era, en términos mo
dernos, un aristócrata y realista político, antidemocrático rabioso,
antiliberal y anticomunista: “Es fácil demostrar que los ‘principios’
democráticos están esencialmente dirigidos contra la opinión pública,
contra el pueblo, y contra la propia esencia de toda vida social, que la
Democracia es el resumen de todo cuanto sea antipopular, antisocial
— 41 —
y antipatriótico.” La joven república le parecía, en un nivel más bajo
y rastrero, una monarquía corrupta pero sin rey, que “había intensi
ficado la decadencia y la desnacionalización del país”. Y así lo decla
maba: “jY tú, Portugal-centavos, restos de Monarquía pudriéndose
en República, extrema-unción-burla de la Desgracia, colaboración
artificial en la guerra con vergüenzas naturales en África!” La utopía
reaccionaria de Pessoa, su sistema ideal de gobierno, el único verda
dero régimen natural, era la “monarquía pura” y el más apropiado
“para una Nación orgánicamente imperial como Portugal”.
Coherente con su pertenencia a la nueva derecha revolucionaria
europea, Pessoa tenía claro que su forma de dominio de los mejores
debía ser un retorno moderno de lo que llamaba una “monarquía
científica”, que no era otra cosa que una forma de absolutismo no di
nástico, “absolutamente espontánea” y regida por la figura de un
“Rey-promedio”. Pessoa consideró que el dictador Sidónio Pais sería
su corporización, su moderna y reaccionaria transmigración. El mito
político refundacional será el Sebastianismo, como tipo ideal monár-
quico-imperial, en neto contraste con otro tipo de ideas imperialistas
presentes en la península ibérica: ni el Portugal extranjerizado (1580-
1640), ni por supuesto el Portugal burgués iluminista, positivista y
racionalista.61 El mito de Don Sebastián, muy similar al del rey Ar
turo, fue un movimiento místico-secular que recorrió Portugal en la
segunda mitad del siglo XVI como consecuencia de la muerte del rey
portugués Don Sebastián en la Batalla de Alcazarquivir, en 1578, en
una aventura imperial, y cuyo cadáver jamás apareció. Es una ideolo
gía profético-mesiánica adaptada a las condiciones lusas y más tarde
61. Pessoa define de esta manera su peculiar Nacionalismo: ““Posi^ío patriótica: Par-
tidário de um nacionalismo místico, de onde seja abolida toda a infiltragáo católico-ro
mana, criando-se, se possível for, um sebastianismo novo, que a substitua espiritualmente,
se é que no catolicismo portugués houve alguma vez espiritualidade. Nacionalista que se
guia por este lema: «Tudo pela Humanidade; nada contra a Na$áo”, en su nota autobio
gráfica inédita: “ [Nota biográfica] de 30 de mar^o de 1935”.
— 42 —
nordestinas (en Brasil). Se traduce en una inconformidad con la si
tuación política vigente, un reaccionario retorno milagroso del Gran
Hombre, el Salvador, el Deseado y una expectativa de reacción polí
tico-social. Pessoa lo instrumentaliza como una potente e ineludible
arma contra el mundo burgués, y no sólo para el caso portugués:
“¡Europa quiere la Gran Idea que esté por dentro de estos Hombres
Fuertes -la idea que sea el Nombre de su riqueza anónima!” ¿Qué sig
nificaba la ideología reaccionaria del Sebastianismo para Pessoa? Él
mismo lo explica: “¿Qué es, fundamentalmente, el Sebastianismo? Es
un movimiento religioso, formado alrededor de una figura nacional,
en el sentido de un mito. En sentido simbólico Don Sebastián es Por
tugal: Portugal que perdió su grandeza con Don Sebastián, y que sólo
volverá a tenerla con su regreso, regreso simbólico —como si, por un
misterio espantoso y divino, su propia vida fuera simbólica- pero en
el que no es absurdo confiar... Don Sebastián volverá, dice la leyenda,
en una mañana de niebla, en su caballo blanco, venido de la isla lejana
donde estuvo esperando la hora de la vuelta. La mañana de niebla in-
dica^evidentemente, un renacimiento nublado por elementos de de
cadencia, por restg£ de la Noche donde vivió la nacionalidad... Con
Don Sebastián murió la grandeza de la Patria. Si la Patria vuelve a ser
grande, volverá, ipso facto, Don Sebastián, no sólo simbólicamente
hablando, sino realmente.” Como varios teóricos de la nueva derecha
revolucionaria europea Pessoa se remite paradigmáticamente al sim
bolismo de la Historia, porque para él “el símbolo ha nacido antes
que los ingenieros” y todo lo existente gira en torno a la “forma” y al
“alma”. De aquí que se puede creer, como “verdad política”, un retor
no de Don Sebastián por medio de un fenómeno de metempsicosis
ideológica: “La metempsicosis. El alma es inmortal y, si desaparece,
vuelve a aparecer donde es evocada a través de su forma. Así, muerto
Don Sebastián, el cuerpo, si conseguimos evocar cualquier cosa en
nosotros que se asemeje a la forma del esfuerzo de Don Sebastián, ipso
facto la habremos evocado y su alma penetrará en la forma que evo
— 43 —
camos. Por eso cuando hubiereis creado una cosa cuya forma sea idén
tica a la del pensamiento de Don Sebastián, Don Sebastián habrá re
gresado, pero no como un modo de decir, sino en su realidad y
presencia concreta, ya que no físicamente personal. Un aconteci
miento es un hombre, o un espíritu bajo forma impersonal.” Esta
transmigración debe ser indicada, mediada y visible por la figura de
la mediación más óptima: el escritor patriótico. Ya en 1926 Pessoa
explicará esta utilidad del mito y del Sebastianismo para lograr un Por
tugal portugués: “Vi en ello (el uso del mito del Sebastianismo) una
especie de propaganda con la cual se podría resolver la moral de una
Nación: la construcción o la renovación y la consecuente y multiforme
difusión de un gran mito nacional... tenemos, afortunadamente, el
mito sebastianista, con raíces profundas en el pasado y en el alma por
tuguesa. Nuestra tarea es entonces más fácil: no debemos crear un mi
to, sino sólo renovarlo... entonces se formará en el alma de la Nación
el fenómeno imprevisible de donde nacerán nuevos descubrimientos,
la creación de un mundo nuevo, el Quinto Imperio. Habrá retornado
el Rey Don Sebastián.” La idea de Imperio en Pessoa no se reduce a
un dominio bruto territorial, sino a un componente psíquico: “Por
imperialismo nao se entende o agrupamento artificial de varias naifes
em urna so, mas a tendencia de toda a na^ao para converter em sua
substancia psiquica as outras nacoes.” El Imperialismo de nuevo cuño
para el siglo XX debe tener una forma de dominio que permita con
vertir en su propia substancia psíquica colectiva a las naciones domi
nadas. Pessoa dejó sin concluir un proyectado libro cuyo título
tentativo era El Sebastianismo, inspirado en la muerte del dictador. Es
indudable que Pessoa pensaba seriamente que en Sidónio Pais podía
individuarse una figura de Líder carismático y en la cual en un corto
período de tiempo pudo reencarnarse el rey de un nuevo Modernismo
reaccionario, las bases de “otra” Civilización. Dejamos al lector que
disfrute de estas páginas donde se cruzan, en un híbrido magistral, la
Gran Literatura con la Alta política. De Pessoa podría parafrasearse
44 -
aquello que dijo el gran poeta T. S. Eliot del filósofo Hulme: “un clá
sico, un reaccionario y un revolucionario, en las antípodas del espíritu
eclético, tolerante y democrático del siglo pasado.”62
— 45 —
Bibliografía
— 47 —
I
Radicalismo republicano
Nacionalismo integrista
(1910 - 1916 )
Nota introductoria
63. Joáo Franco Castelo Franco (1855-1929), empezó su carrera política en 1891.
Fundador del partido Regenerador Liberal en 1902, nombrado primer ministro por Car
los I en 1906. Su gobierno, a partir de 1907, en un contexto de inestabilidad política y
desórdenes sociales, se caracterizó por su deriva dictatorial, que finalizó con el asesinato
el 1 de febrero de 1908 del monarca y del príncipe y heredero del trono Luis Felipe.
64. Por ejemplo, en esos años Pessoa había publicado seis artículos socio-políticos
en el diario lisboeta O Jornal bajo la rúbrica “Crónica da vida que passa” y en la revista
mensual Eh Real!, libelo de crítica satírica y adoctrinamiento político, como el artículo
“O preconceito da ordem”, de mayo de 1915.
— 51—
fragmentos van acompañados de títulos o etiquetas que remiten a fu
turas obras nunca completadas o a esbozos de capítulos de una Opera
maiorum, como De la Dictadura a la República, Consideracionespost-
revolucionarias, Iconoclastia, Neo-romanticismo monárquico, etc. Espe
cialistas y académicos especulan65 que en estos años Pessoa dudaba
entre escribir una obra global que abarcase el período crucial de la
conquista definitiva de la República, o componer dos obras distintas,
una para el período final de la Monarquía, y una segunda sobre el
surgimiento de la Revolución liberal y la instauración republicana.
65. Quadros, Antonio; “Nota Prévia”; en: Obra emprosa de Femando Pessoa. Páginas
de pensamiento político, 2 vol., Europa-América, Lisboa, 1986,1, pp. 29-30.
DE LA MONARQUÍA CONSTITUCIONAL
A LA REPÚBLICA PARLAMENTARIA
— 53—
día esta anexión implicara ya una decadencia, indicaba que existía un
estado anterior de debilidad, del cual este hecho era una prueba ma
nifiesta. ..
La anexión de un país por parte de otro no es un hecho esporádico,
y ese hecho no puede explicarse simplemente a través de considera
ciones tanto externas como internas como la superioridad del país...
es más bien el cómo, más que el porqué de la cuestión. Las causas son
esencialmente sociales y se debe efectuar un seguimiento poniendo
más el acento en la decadencia del país absorbido que en la fuerza del
país que lo absorbe. No existen accidentes en la Historia de la socie
dad, aunque a veces lo parecen; ningún país muere por un desastre,
como un individuo. Muere a consecuencia de una rápida enfermedad,
más que de una enfermedad lenta, más que de una ancianidad -pero
siempre de muerte natural, y de manera fundamental no por la propia
enfermedad, sino por el estado de predisposición a esa enfermedad...
La misma vetustez, ya sea en el individuo o en la misma sociedad, es
una enfermedad -una enfermedad normal, es verdad, pero no por
ello menos enfermedad.70
— 54—
pos privados de nociones diversas de la cosa y, por lo tanto, como en
casi todos los casos donde la inteligencia no impera, gobiernan sólo a
partir de los instintos y de la baza política de los caciques. Es de suma
importancia examinar las tres causas, por nosotros señaladas, que han
determinado la caída de la Monarquía.71
— 55—
4
6
Quisiera que, destrozado el barro que cubría el lago de la Patria, su
biera inmediatamente a la superficie, impoluto, el redentor. ¿Cómo?75
— 56 —
8
— 57—
de la Nación. Hoy en día ya no puede vislumbrarse. La revolución ha
demostrado que la crisis no era la de la propia nacionalidad, sino la
de la Monarquía y de las fuerzas sociales de las cuales era un símbolo.
La prueba de que la Monarquía estaba caduca. Pero la fuerza monár
quica subsiste -el radicalismo republicano es parte de ella. No queda
ahora más que destruir esta fuerza, tarea más difícil aún que la de des
truir el símbolo. Podemos decir que nuestra crisis continúa. Pero ya
sabemos, por nuestro bien, que la crisis es salvífica. El peligro era que
la crisis de la Monarquía se transformara en crisis nacional. La muerte
de la Monarquía ha demostrado lo contrario y lo ha demostrado de
manera tanto más nítida en cuanto que esta muerte ha sido rápida y
decisiva.
Sursum corda/80 -Es el primer paso el que más cuesta, etc.81
10
— 58—
Es fácil acabar totalmente con mucho de aquello del Conservadu
rismo que hoy existe en la sociedad portuguesa: conceder libertad, y
más libertad, y más libertad, defender la República con la Libertad
y no con la coerción.
Ahora, que el espíritu del Gobierno Provisional82 sea por completo
esto, no podemos jurarlo. De alguno de sus miembros tenemos la cer
teza que no lo es.
Si observamos la República Francesa: se puede ver el desastre que
es y que ha sido; Francia -uno de los países más alegremente infelices
del Mundo- y que ha tenido, malgré su sistema político, una Monar
quía pésima y, después, una República apenas mejor, por no tener es
píritu monárquico (?), pero, incluso así, horriblemente mala.83
11
12
— 59—
aceptable. Era insuficientemente portugués, además de insuficiente
mente republicano.
Aquel espíritu portugués que surgió, evidente y nítido, en la obra
de los poetas, de Antonio Nobre a Afonso Lopes Vieira,85 confluía
muy poco en la composición del Psiquismo general del partido de la
República. Justamente, la parte más sana, más patriótica y más (...)
del partido era aquella representada por Antonio José d’Almeida,86
porque, en el fondo, era la más integrada en el sentimiento nacional
portugués. La otra -cuyo líder era B. M. [Bernardino Machado] y
Afonso Costa-87 era más política; más ocupada en hacer política con
tra la Monarquía que patriotismo a favor de la República. Los que
pertenecían a esta última tendencia representaban el odio a la Mo
narquía, sustituto positivo, porque todos los sustitutos son positivos,
aunque conteniendo siempre una idea negativa. Los otros -aquellos
bajo el liderazgo de Antonio José d’Almeida- le tenían odio a la Mo
narquía a causa del amor por la República. En la boca del líder la pala
bra Pueblo tiene un significado nacional, o tenía (...) en las bocas de
los otros -mera fórmula en contraste con aquella de “Monarquía”—no
lo tenía (ni tiene). La frase “Pueblo portugués” pronunciada por el Dr.
Antonio José d’Almeida nos trae hoy un momento de poesía -un vago
sabor reflexivo (...).88
85. António Pereira Nobre (1867-1900) y Afonso Lopes Vieira (1878-1947), son
los más importantes poetas portugueses del Neo romanticismo decadente y el Simbolismo
portugués, especialmente el primero.
86. António José de Almeida ( 1866-1929), uno de los organizadores y cuadros más
activos del Partido Republicano; representante del ala derecha, en 1912, por disensiones
internas, se aparta y funda el Partido Evolucionista, un bloque' moderado, quedando en
el Partido Republicano los asi llamados “maximalistas”, que luego fundarán el Partido
Democrático, cuyo líder será Afonso Costa.
87. En realidad Afonso Augusto da Costa (1871-1937), abogado masón, el político
con más inteligencia en la Primera República portuguesa, tanta que incluso sus detrac
tores más corrosivos, como Pessoa, reconocían su calidad, capacidad y ética.
88. Fin del texto mixto, mecanografiado y manuscrito.
— 60 —
13
Hay una cosa que se denomina cufia y ella, al penetrar, entra en las
puertas más sutiles. Así son los partidos revolucionarios; el partido
que entra y fuerza la entrada es el partido informe (sin forma), inte
lectualmente y moralmente. Para ser revolucionario se exige el ser in
fluenciado de cierto sentimiento y poseer coraje -y nada más. El resto
-el modo particular (que puede ser el más, en lo absoluto, egoísta po
sible) de hacer la prueba los sentimientos sería la acción del individuo,
es completamente inesencial (dispensable).
Calumniar: no lavarse los pies, o, lo que es peor, la cara, lo que es
para los ojos sociales mucho más evidente.89
14
15
Lo que ahora está sucediendo es la eliminación de los inútiles del par
tido, que podían ser utilizados para la destrucción, pero que no sirven
para el momento de la construcción.
— 61—
Ahora recién nos damos cuenta cómo el rol de los Afonso Costa,
de los A. J. d’Almeida,91 etc., era exclusivamente aquello de destruir,
para que después arribasen los otros para construir. Nos damos cuenta
cómo los individuos son incapaces de todo cuanto sea gobernar, de
la intuición de la circunstancia hasta la noción (...) Y si estos grandes
hombres del partido se muestran tan [...] constructivos (...)
No hay comprensión de la circunstancia, ni de eso que es un Pue
blo o de gobernar un Pueblo. Como bien ha señalado el señor Ho
mem Cristo,92 son todos radicales.93
16
— 62—
y otros; y aquella de los que han evolucionado como el líder Affonso]
Costa97por ejemplo, pero que realmente e inconscientemente militan
bajo el liderazgo de Paiva Couceiro.98 Estos últimos, que comprenden
la plebe de la revolución y los carbonarios que no han sido vencidos
(...) Son un grupo totalmente nefasto.
17
— 63—
sólo uno, para emprender esta obra -el momento de benevolencia y
de expectativa que sucede a la revolución. Se ha perdido a causa de su
desorientación radical, de su incompetencia intelectual y de su desu
nión interna.
Esto, sin embargo -ya que todo puede ser- no es más que una hi
pótesis para la diversión del que la piensa. Porque el análisis socioló
gico de los antecedentes sociales del primer ministerio de la República
no consiente otra orientación que aquella que es la que llegó a tener
este gobierno, ni llegó el poder a otros hombres que no hayan sido
aquellos, y de esa manera y en esas condiciones, es que se llegó a la
toma del poder.
Se deduce, entonces, que sólo un hombre de genio gubernamental
podría salvar la situación; pero un hombre tal no era socialmente po
sible, ni siquiera en las condiciones actuales del país, mucho menos
en aquel momento y fuera de aquella ocasión.100
18
-64
Cuanto más segura es (...) la intuición que se tenga sobre este
punto, más simple se convierte el trabajo de construcción. ¿Por qué
imponer a la Asamblea Nacional el trabajo dispensable de destruir
primero o alterar lo que el Gobierno provisional ha realizado?102
19
— 65—
una banda de ladrones. Y la República, al arribar, ha multiplicado
-concedamos generosamente que se ha multiplicado solo por dos (y
basta)- los escándalos financieros de la Monarquía.
La Monarquía, no siendo bienvenida a las Naciones y no habién
dose extinguido espontáneamente, había creado una condición revo
lucionaria. La República, al arribar, ha creado dos o tres condiciones
revolucionarias. En la época de la Monarquía, estaba la Monarquía
de un lado; del otro estaban, unidos -de los simples republicanos a
los anarquistas—todos los revolucionarios. Sobrevenida la República,
los republicanos han devenido revolucionarios entre ellos mismos y
los monárquicos han quedado bien situados. La Monarquía no era
capaz de resolver el problema del Orden; la República ha instituido
el desorden múltiple.
¿Existe alguien capaz de indicar un beneficio, incluso leve, desde
que ha ocurrido la proclamación de la República? No hemos mejora
do en cuanto a la administración de las finanzas, no hemos mejo
rado en cuanto a la administración general, no tenemos más paz,
tampoco poseemos más libertad. En la época de la Monarquía era po
sible insultar por escrito en los periódicos al Rey; en la época de la
República no es posible, porque es peligroso, incluso insultar al señor
Afonso Acosta.104
El sociólogo puede reconocer que el advenimiento de la República
ha tenido la ventaja de lanzar al país a la anarquía, de llenarlo de in
quietudes permanentes, y estas cosas pueden ser designadas como
ventajosas porque, rompiendo el estancamiento, pueden preparar
cualquier reacción que produzca una razón más elevada y mejor. Pero
ni los republicanos pretendían este resultado, ni esto puede surgir
como una reacción contra todo.
Y el régimen se identifica, en verdad, con aquel innoble lienzo que,
impuesto por una reducidísima minoría de harapientos moralistas,
— 66—
sirve de bandera nacional -lienzo contrario tanto a la Heráldica como
a la Estética, porque dos colores se yuxtaponen sin la intervención de
un metal y porque es la cosa más grosera que pueda inventarse en ma
teria de colores. Sin embargo eso es el alma del republicanismo por
tugués -el rojo de la sangre que aparece disperso y diseminado, el
verde de la hierba de la cual, por ley mental, debe alimentarse.
Este régimen es una inmundicia espiritual. La Monarquía, aunque
mala, por lo menos tenía de suyo el ser decorativa. Será poco, social
mente; será una nada, nacionalmente. Pero es algo comparada con la
nulidad absoluta que la República ha venido a ser.105
20
— 67—
para la construcción. Son servidores de la época y durante el período
revolucionario. Toda otra misión terminó. Toda supervivencia intri
gante causa un doloroso desprecio. Algunos son sinceros, pero nin
guno sabe cómo serlo.107
107. Fin del texto manuscrito. Y en lo alto del fragmento se lee una nota en inglés:
“Most subject to criticism.Ex.”
— 68—
NACIONALISMO EINTEGRISMO
21
Siendo cierto -para vuestra Merced como para mí- que la vida de la
nacionalidad es la sustancia dinámica de la vida de la Civilidad, no
podemos, por ello, estar de acuerdo cuando se trata de determinar
qué es esta vida de la Nacionalidad:
Hay tres especies de Nacionalismos:
1) El Nacionalismo tradicionalista: aquel que sostiene que la sus
tancia de la nacionalidad consiste en la relación con cualquier punto
de pasado, y la vitalidad nacional en la continuidad histórica con
este punto del p ^ d o . Diversos son entonces los criterios con los que
se puede ir en busca de este punto del pasado, mas, sea cual fuere el
criterio empleado, la esencia del processus108 es idéntica.
2) El Nacionalismo integral, que consiste en atribuir a una nación
determinada facultad psíquica, en la cual en la permanencia y la fide
lidad social a ella reside la vitalidad y la consistencia de la nacionali
dad. El Nacionalismo integral -por ejemplo, aquel de Teixeira de
Pascoaes-109ya no se apoya sobre la tradición, sino sobre el psiquismo
— 69—
colectivo, concebido como determinado, en el que esta tradición: i)
o bien se basa, ya que se retiene como válida, ii) o bien en la que
se basó para existir, se la entiende ya como privada de valores perma
nentes.
3) Finalmente, el Nacionalismo sintético, que consiste en atribuir
una nacionalidad, como principio de individuación,110 no a una de
terminada tradición, ni a un psiquismo resueltamente como tal, sino
a un modo especial de sintetizar la influencia de la acción civilizatoria.
El Integrismo lusitano111 es un nacionalismo tradicional.
El Saudismo de Teixeira de Pascoaes es un Nacionalismo integral.
Busca en el pasado la manifestación del Alma nacional (suponiendo
su existencia).
Otro, y diferente de cualquiera de aquellos, es el proceso adoptado
por el Nacionalismo sintético. Porque no tiene verdaderamente un
Alma nacional; porque tiene sólo una dirección nacional. Una nación
sólo tiene datos y factores inalienables de posición geográfica, un de
terminado rol en la totalidad de las naciones, que forman una civili
zación.
El nacionalista tradicionalista repele lo presente y lo extranjero. El
nacionalista integral repele lo extranjero. El nacionalista sintético
acepta lo uno y lo otro, intentando imprimir una impronta nacional,
no en la materia, sino en la forma de la obra.
¿Quién tiene razón? Ninguno la tiene en su propio campo, pero
— 70—
el nacionalista integral es el que la tiene y en modo supremo, porque
solo él se sitúa en todos los campos al mismo tiempo.
(Dentro de este rol ingresan modalidades muy diversas de psi-
quismo nacional).
El rol de una Nación fuerte y civilizada es aquel de imprimirle una
impronta propia a los elementos civilizatorios comunes a todas las na
ciones de su tiempo.
Se ha intercambiado la influencia de una nación extranjera por
aquella de muchas. Es el conflicto cultural que produce civilización.
Estamos en una fase de estancamiento porque somos esclavos -somos
esclavos de una nación extranjera de cuando en cuando. Si hubiéramos
recibido de cuando en cuando más corrientes del extranjero estaría
mos liberados. Es necesario no eliminar la cultura francesa que nos
hace esclavos, además de agregarle otra, en conflicto con aquella -cul
tura alemana o inglesa, poco importa.112
22
Otra 4ebe ser, por fuerza, la actitud del sociólogo equilibrado. La ob
servación lúcida, si no la profunda, de los fenómenos sociales impone,
sobre todo, una conclusión que es decisivamente contraria a aquella
alcanzada por los tradicionalistas.
El observador de los hechos sociales constata, en primer lugar, que
el conjunto de fenómenos de la sociedad es extraordinariamente com
plejo. Causas de todo orden colaboran en la producción de cualquier
hecho social. En todo momento operan en la sociedad factores de
orden económico, de orden político, de orden moral, de orden esté
tico puro; en todo momento nos encontramos con conciencias indi
— 71—
viduales explicables sólo a partir de complejos (y, en cuanto comple
jos, confusos) reagrupamientos de razones económicas, intelectuales,
morales. Cuanto mayor es la importancia del hecho social, mayor es
el número de causas que hay que comprender para su explicación;
pero, al mismo tiempo, para compensar nuestro esfuerzo en el intento
de explicarlo, más claro aún debe ser el concurso de aquellas causas
que, colaborando, podrían haber producido un fenómeno de orden
importante y decisivo. La vida social cotidiana está conformada por
cosas inestables, imprecisas, porque la multitud de causas que operan
no actúan en la misma dirección. Observando desde lo alto los hechos
culminantes de la Historia humana, no podemos entenderlos sino
como productos del concurso de factores diversos; es posible que estos
factores, en el fondo, se reduzcan a uno solo, por lo tanto, para fines
prácticos de la sociología, es superfluo investigar estos factores, deter
minar los cuales, si bien admitiendo por otra parte que no constituyan
una Metafísica sociológica, es en todo caso dificilísimo.
Un hecho como la Revolución Francesa no puede, si no está uno
en pleno delirio, ser interpretado como causado por una determinada
filosofía o, incluso, por una determinada política. Cuando un hecho
social tiene tal relevancia, cuando expresa un estado social, debe por
fuerza ser la suma, o síntesis, de toda una serie de causas variadas, las
cuales, concurriendo, lo producen. A lo sumo, si se quiere, por ejem
plo, atribuir a Rousseau la Revolución Francesa, debemos dar al nom
bre “Rousseau” un significado particular, entendiendo con eso, no la
obra de un hombre, sino un fenómeno intelectual representativo y
clarificador de ocultas corrientes sociales, de orden político, de orden
económico, de orden moral. Se dirá que ninguno de los tradiciona-
listas franceses o portugueses ha querido insinuar (aunque se hace di
fícil no creerlo) que Rousseau sea el autor de la Revolución Francesa,
en el sentido en el cual podemos decir que un asesino es el autor de
un asesinato. Pero lo que sí es cierto es que los tradicionalistas siempre
han hablado como si esa fuese su convicción; y sin duda lo es, espon
— 72—
táneamente, tal que su concepción sea, espontáneamente, absurda.
En el caso citado como ejemplo, está consentido aludir a Rousseau
como el autor de la Revolución Francesa sólo si se entiende con esto
que Rousseau sea el principio de la Revolución Francesa. Así, es co
rrecto.
Dado que los hechos sociales, cualesquiera sean sus causas, son, en
el fondo, hechos psíquicos, ya que se dan en psiquismos individuales,
es siempre clarificadora la confrontación con los hechos que se dan
en el Alma de los individuos; el proceso no comporta dificultad o pe
ligros mayores, si se acierta bien en no huir de las analogías imposibles.
En todo individuo, de carácter complejo (la sociedad no podrá ya
ser comparada, en tanto compleja, al individuo de carácter simple),
una acción cualquiera es el producto de la combinación de su facultad.
La acción de mínima importancia (excluyendo, está claro, el caso de
un individuo enfermo) generalmente tiene una causa simple. Pero las
grandes acciones déla vida son el resultado de una multiplicidad de
causas psíquicas. La importancia de la acción por ejecutar pone en
juego toda la atención de varios elementos componentes de la psique
del individuo; a$í como la importancia de una acción social pone en
juego todos los elementos sociales.
Es de mediocre lucidez cualquiera de los procesos modernamente
seguidos para interpretar los fenómenos sociales -los procesos, quiero
decir, que reducen a una sola causa todas las causas sociales. Tal es el
llamado Materialismo Histórico, que reduce todo a causas económi
cas; tal es, también, una teoría, como aquella de los tradicionalistas,
que atribuyen la Revolución Francesa a causas puramente intelectua
les. En la imposibilidad (por lo menos práctica) de reducir por lo tanto
a una causa el complejo de las causas sociales, debemos considerar
todas las causas que parecen que están actuando,113 y ver en lo que
— 74 —
bría tomado una ruta diferente de aquella antimonárquica que tomó.
Si no hubiera existido el adoctrinamiento de los enciclopedistas, in
cluso si la república hubiese tomado un cariz antimonárquico, no ha
bría asumido el carácter que asumió, porque no habría tenido la
teoría, que tenía a su servicio. Pero, en realidad, estas causas que cola
boraban, ya estaban entremezcladas, la una en la otra, antes que se
definieran como tales. La teorización de Rousseau y de los enciclope
distas ya representaba sentimientos que, aunque no tuvieran noción
del malestar del pueblo, no habrían sido, por lo menos, tan nítida
mente representados. La incompetencia política de los gobernantes
de la Francia pre-revolucionaria no habría existido, por lo menos hasta
cierto punto, si hubieran sido más fáciles los problemas económicos
a resolver; ni, por lo tanto, habrá existido la revuelta latente contra
esta incompetencia política. Sin la incompetencia política no habría
nacido tan nítidamente en los enciclopedistas la idea destructiva, de
la cual portaron las Banderas. De esta manera, todo fenómeno social
aparece como causa y efecto junto a todos los otros fenómenos.
¿Cdmo interpretar esta cuestión?
En yn único mentido: que, detrás de todas estas causas concurren
tes, existe una causa única de la cual son manifestaciones, y a través
de la cual la interacción constante de este íntimo fondo nacional se
define cada vez más y se realiza. ¿Qué realidad fundamental es ésta?
Sea lo que sea, es lo que constituye la realidad esencial de la vida social.
Pero no había interés en investigar lo que es. No había, porque, para
el sociólogo práctico, no es lo fundamental, lo intangible lo que im
porta; son sus manifestaciones -es a través de estas manifestaciones
que el Pueblo puede actuar sobre este fondo irreductible e inasible de
la sociedad.
Pero esta causa, que habíamos estudiado, que tenía, al menos, una
gradación, ¿qué importancia posee? ¿Interesará más la causa econó
mica que la política, más la política que aquella intelectual -o, vice
versa, una cualquiera de ellas?
— 75—
Esto que vemos y que diferencia esta causa es la medida en que
cada una la posee. El conjunto de las causas económicas afecta a la
gran mayoría de la población. El conjunto de las causas políticas, a
una minoría más restringida. El conjunto de las causas intelectuales,
a una minoría pequeña. Hay una ascensión. El conjunto de causas
intelectuales no actúa, directamente, sobre el factor económico. Actúa
indirectamente, a través del factor, intermedio, de lo político.
(No se puede aducir que estos tres factores no cooperasen entre sí.
Cooperan en lo malo, en la destrucción social, pero cooperan. Des
truyendo todo. Las variadas fuerzas sociales cooperan siempre; no
pueden dejar de cooperar. Si no cooperaran desaparecerían, porque
no actuarían).
Tiene poco interés práctico investigar el saber en qué consiste,
esencialmente, esta maldita dirección social. Que consista en una di
solución de vínculos sociales o cualquier otra cosa no importa.
Lo que interesa es saber cómo actuar para modificarla.
(En el fondo, está claro que existe un determinismo fatal que di-
recciona a la sociedad hacia un cierto destino. Pero, pragmáticamente,
no podemos pensar sobre este fin. Debemos creer en la posibilidad
del esfuerzo, visto que no conocemos el futuro).
No obstante, y a pesar de que el factor económico afecta a toda la
sociedad, y el hecho intelectual a una pequeña parte, no se debe creer
que este último no altera, propiamente como intelectual, el fondo
económico. Descendiendo de los teóricos a los políticos y a la mayoría
sobre la cual incide la presión económica, la teoría va asumiendo for
mas diversas, deformándose para adaptarse. Va ganando una forma
colectiva. A continuación de sucesivas y nuevas ascensiones en direc
ción de los teóricos van como asumiendo una forma más nítida como
teoría al servicio de la causa económica, y, de vuelta descendiendo, va
deviniendo siempre más exacta, todo lo que sea posible, la noción de
la razón que la mayoría posee. Se llega a un punto en el cual hay una
conformidad casi perfecta, todo lo perfecta que sea posible, entre la
teoría de los teóricos bienvenidos y el sentimiento de la masa: es el
momento de la acción social. La sociedad señala, ahora, aquello que
rigurosamente puede ser denominado un estado religioso, porque se
ha formulado una teoría que posee todas las características de una Re
ligión, de la base intelectual hacia el sentimiento fundamental.
¿.A cuál fenómeno social se asemeja este estado? Al fenómeno reli
gioso. De hecho, en la vida de la sociedad no existen otras cosas, fi
nalmente, que fenómenos religiosos. La Revolución Francesa fue un
fenómeno religioso.
Que no se diga que entre la noción de Rousseau y la de un cam
pesino exista una particular diferencia. La misma diferencia existe tras
la noción de Dios que tiene un teólogo católico y aquella que tiene
un campesino tanto o más católico que aquel. Éste es el fenómeno
religioso.
En realidad, el espectáculo al cual asistimos es la lenta agonía, tal
vez del cristianismo^ ciertamente de la religión católica. Es en vano el
pretendido “renacimiento” de la fe, tanto más en vano en cuanto al
móvimiento de aparente victoria del paganismo, desde el cual el cris
tianismo había ¿niciado su dominación del imperio romano.
Ahora plantearemos el problema. Si todo es esencialmente religión
y fenómenos religiosos, si la mutación social es esencialmente tan sólo
mutación de una idea religiosa, entonces, si determinamos lo que es,
esencialmente, la religión, habremos determinado cuál es el fondo
mutable de la sociedad.
Por lo que, una religión, es esencialmente: 1) una metáfora; 2) una
moral; 3) una serie de ritos (¿?).
No nos sorprende, en nada, entonces el hecho que Racine, o Cor-
neille, sean más disciplinados que Victor Hugo. ¿Aquella alma res
trictiva y árida qué razón debe disciplinar? Muy poca. Parco de
ideaciones metafísicas, pobre de emoción lírica, ¿qué grandeza hay en
el hecho del frío equilibrio que lo acompaña, salvo en el caso que ha
blemos de los locos, de la ausencia de emociones y de ideas que lo
— 77—
perturban?, ¿qué hay de admirable en el hecho que un individuo, ca
rente de tendencias al alcoholismo, domine su tendencia por el alco
hol?, ¿qué hay de honorable o de fuerte en el hecho que un individuo
de temperamento frío o calmo domine aquellos impulsos de cólera o
de sensualidad que justamente en él no están presentes? Si podemos
ver que la época pre-romántica es más fuerte, disciplinada, podremos
ver cómo son, en materia de disciplina, todos los que realmente han
tenido emociones fuertes, todos los que verdaderamente han sido ricos
en ideas. Tenemos un Agrippa d’Aubigné:115 ¿será más disciplinado
que Hugo? Tenemos un Pascal: ¿será este espíritu desordenado y gi
gante más disciplinado que cualquier filósofo romántico? Tenemos,
en plena época de influencia clásica, en Inglaterra, a un Shakespeare;
poniendo aparte la grandeza, ¿Shakespeare será más pertinente, más
disciplinado que Hugo? ¿Y Rabelais, y Montaigne, cuyo nacimiento
se encuentra bien lejano de la corrupción romántica? Si existe alguna
diferencia, está a favor de los románticos. Salvo en dos casos -aquel
de Dante y aquel de Milton-...
El argumento contra el romanticismo porque sea indisciplinado
cae por su misma base. Las personas ricas de ideas y de emociones
son siempre, por temperamento, indisciplinadas. El romanticismo
muestra una riqueza de vida mucho mayor que aquella de los magros
y pobres clásicos. ¿Por qué nos sorprenderíamos de que entre los ro
mánticos la indisciplina sea mayor? Como el romanticismo avanza,
se encaminará contra la disciplina. Los mismos escritores de la Action
Frangaise, con todo su ímpetu anti romántico, hacen, en este sentido,
aunque ellos mismos románticos, una obra útil.
Verdadera disciplina existía únicamente en la Grecia antigua y, en
grado menor, en Roma; como disciplina con emociones ricas, que
— 78—
vale la pena disciplinar. Es que, libres ahora del peso bárbaro del cris
tianismo, estos puros espíritus paganos tienen ahora la noción de
orden o equilibrio, que Cristo vendría a eliminar. Y tenía la riqueza
de toda la imaginación, la libertad de toda la idea. Toda religión es,
en gran parte, por lo tanto exterior.116
23
— 79—
tres sub-tesis: la teoría de que la tradición posee elementos de máxima
importancia en la vida nacional, y que abandonarla será, por lo tanto,
decaer; el concepto de...119
24
— 80—
política parlamentarista y (...), con la que estoy en desacuerdo en
todo.
De esta manera, ninguno de los grupos monárquicos posee el espí
ritu de confianza, porque los inspiran, de por sí, los que están rela
cionados con los que no la inspiran; y por la circunstancia de que la
doctrina política de estos últimos está en oposición a ellos, más dudas
deberían surgir en cuanto al valor moral e intelectual de los neo-reac-
cionarios.
¿Se unirán, farisáicamente, para implantar la monarquía? ¿Cuál
monarquía? ¿Aquella parlamentaria y “liberal” que la mayoría de la
monarquía quiere? ¿Pensarán, ingenuamente, los integristas, que será
del todo fácil pasar de tal forma monárquica a otra diferente? ¿Cómo?
¿Pensarán nuestros Maurras120que sus voces prevalecen o prevalecerán
contra la corriente monárquica, sólo monárquica? ¿Pensarán que
como el ambiente ha cambiado, los inmorales de ayer serán diferentes,
purificados del todo^ en el poder? ¿Y nosotros mismos, o a qué otros
integristas puedo yo engañar?
Comenzar con esta carencia la ruta política. ¿Nos otorga garantía
de un seguro criterio político para el futuro?
En verdad, los integristas no pueden ser literatos cuya literatura
pasa a ser realizada con ideas políticas. En el fondo, todo aquello es
platónico e inofensivo.
¡Sirven a la monarquía, no al integrismo!121
25
— 81—
preconcepto nacionalista; 3) el preconcepto de la Disciplina; 4) el pre-
concepto del orden; 5) el preconcepto anti-democrático y anti-indi-
vidualista.
El sociólogo sano, en vez de ir tras la investigación del pasado y al
exterior, sin crítica ni reflexión, de la doctrina que flota en la superficie
de la época, primero deberá enfocar su atención en la dirección de la
circunstancia mesológica que constituyen el ambiente nacional y la ci
vilización del pueblo sobre el cual está orientada su investigación. Bus
cará establecer cuáles son las corrientes que caracterizan la época, y
cuál será, por lo tanto, la disciplina inherente a esta corriente.
Este estudio será algo más que la fácil y simple adición de teorías
extranjeras, nadie podrá dudar de ello. Que un gasto de atención y
de voluntad, una concentración paciente, una reflexión desapasionada
y sólida, constituyen la base de esta actitud y, constituyéndola, pre
sentan mayor carga de trabajo respecto a imitar y a compilar, nada de
esto lo pondrá en duda nadie.
El camino de la verdad, sin embargo -ya no hablo de la intangible
verdad esencial de la cosa, sino de la simple verdad pragmática, de la
verdad transitoria de la acción- es áspero y estrecho, como todos los
que lo han pisado han podido descubrir.
No espero que nuevos defensores del rey puedan realizar esta obra.
No la puede hacer uno cualquiera, porque es necesario que el que la
haga sea un Genio. Y menos la podrá realizar aquel que anticipada
mente se encuentre anclado a una teoría, tradicionalista o cualquier
otra, no como pionero del pensamiento, sino como soldado simple
de una idea externa.
Los nuevos patriotas, si (como creo) lo son, tienen un amplio
campo para una actividad creadora, si tal actividad les atrae, en la
pugna por aquellos intereses de la Patria que están en el interior de
todas las teorías -excepto aquellas teorías extremas que excluyen la
misma idea de Patria- y que son necesarias y justas.
¿Por qué no luchar para los hombres competentes estén en los me
— 82—
dios que les competen? Por qué no iniciar una campaña a favor de la
realidad útil, indiscutible; la abolición de la corrupción en la vida po
lítica, la eliminación de los obstáculos partidistas, tantas cuestiones
justas que la gente demanda.
La unilateralidad de la cultura de los integristas afecta gravemente
a toda acción intelectual, en lo que ella tiene de valor. No vivimos
fuera de la cultura francesa. Podemos conocer autores alemanes, in
gleses, italianos, pero los conozco por medio del estado del espíritu
creado por la cultura francesa.
La manera más simple de hacer surgir en un país una idea nacional
es el conflicto de la cultura: lanzar al interior de aquel país una in
fluencia extranjera; una neutralizará a la otra y, en el esfuerzo por con
frontarla y asimilarla, el país desarrolla un espíritu propio, finalmente
redescubriéndolo y recuperándolo.
El nacionalista tradicionalista se dirige al pasado para descubrir el
presente. El nacióífalista integrista se dirige al presente y al pasado
para descubrir el presente. El nacionalista cosmopolita busca en el
prfesente y sólo en el presente (ex ????) [sic. ]
¿De qué manera se proponen los integristas despertar el senti
miento nacional? Con la tradición. Pero la tradición: 1) es despeda
zada. En especial por la clase dirigente, que está en contacto con el
extranjero; 2) donde no se encuentra en quiebra, representa, no un
nacionalismo, sino una perfecta no progresividad; 3) es inconsistente
y contradictoria en sí misma.122
Europa
Guerra imperialista y Revolución
(1916- 1918)
Nota introductoria
— 87—
José de Almeida, asumiendo éste último el cargo de Primer Ministro.
Se preparó una fuerza expedicionaria, el llamado Corpo Expedicionário
Portugués, de la cual una parte importante fue desplegada en el frente
de Flandes, y el resto en el teatro africano (Angola y Mozambique)
enfrentando a las fuerzas coloniales alemanas de Namibia y Tanzania.
La guerra inter-imperialista, que causaría a Portugal decenas de miles
de víctimas y un enorme sacrificio para la pauperizada población, con
cluyó el 11 de noviembre de 1918 con la firma del armisticio firmado
en París, precediendo al famoso Tratado de Versalles (28 de junio,
1919). La trascendental medida iba más allá del único y aparente in
terés económico que enfrentaba al país con Alemania, en especial,
más allá de las propias Francia e Inglaterra, y esto porque los dos blo
ques representaban dos diversos “Criterios de Civilización”, dos di
versos “Principios en conflicto”: uno que colocaba “a la Patria sobre
la Civilización” (Alemania); y el otro, que ponía “la Civilización por
encima de la Patria”. El plan de esta opera interrupta y de los estudios
complementarios proyectados, todos prolijamente mecanografiados,
debían estar internamente compuestos, como el mismo Pessoa escribe,
de tres partes: “I. Los fundamentos de la Civilización europea; II. La
guerra alemana; III. La Europa moderna considerada sociológica
mente.”
I
ORIGEN Y DESARROLLO
DE LA CIVILIZACIÓN EUROPEA
— 89—
tianos o que no somos ingleses; por las mismas razones deberíamos
repudiar aquello que nos han transmitido la antigua Grecia y la antigua
Roma, porque ninguno de nosotros es hoy un griego de la antigüe
dad o un romano de la Roma extinta. Es la civilización construida
por una serie de creaciones, ninguna de las cuales, por una razón de
ambiente propio y circunstancia histórica propicia, compete en forma
particular a una determinada nación. Pretender repudiar un principio
formador de civilización porque es extranjero a nuestra naturaleza,
puede significar que, o bien repudiamos la misma idea de civilización,
que implica transformación y, por lo tanto, alteraciones de la “natu
raleza”, o bien que creemos que nuestra acción pueda conseguir en sí
misma la civilización por completo, concepto que sólo puede formarse
exclusivamente en el cerebro de un megalómano patriótico.
Por cultura griega se entiende, esencialmente, el racionalismo. Lo
que distinguió a los antiguos griegos de los otros pueblos fue el culto
de la Razón, de la Crítica (justamente se ha dicho que los griegos crea
ron el espíritu crítico) o, como a partir de Comte124 se sabe decir, del
“Libre Examen”.
Sin libros sagrados propiamente dichos, sin sacerdotes propia
mente organizados, los antiguos griegos, a pesar de una u otra perse
cución individual contra el raciocinio individual (como en el ejemplo
supremo contra Sócrates), más por oscuros motivos políticos que por
motivos religiosos verdaderos y propios, encontraban pocos obstáculos
en el ejercicio de la razón. Se añade a esto que la misma mitología,
esencialmente ateológica y sincrética, transformaba la religión en una
especie de poesía o de leyenda, y cada uno modelaba o remodelaba,
124. Auguste Comte, cuyo nombre completo es Isidore Marie Auguste Fran^ois Xa
vier Comte (1798-1857). Se le considera creador del “Positivismo” y de la disciplina de
la sociología moderna. Su obra más popular es Catéchismepositiviste, de 1852. Tuvo una
influencia destacada en las corrientes antimarxistas de la política francesa, en particular
en Charles Maurras. El concepto al que se refiere Pessoa es el de le libre examen, el prin
cipio positivista de la separación absoluta entre Ciencia y Fe.
— 90—
según el propio placer, la historia y la índole de los dioses; la deidad
de los griegos -así como después la de los romanos era más utilitaria
y práctica que poética y especulativa- era palpablemente creación de
los hombres; no nos sorprende que, en tal sistema, a algunos hombres
les fuese permitido ascender a dioses. “La raza de los Dioses y de los
Hombres es una sola” escribe Píndaro; y en este verso resume un as
pecto de la religión helénica.
El profesor J. B. Bury titula “La Razón libre” el primer capítulo,
que trata de Grecia y Roma, de su Historia de la Libertad de Pensa
miento}15 Este concepto griego presentaba limitaciones sólo en cir
cunstancias políticas: muchos pensadores, mejor aún estadistas, de la
antigüedad toleraban la religión, incluso aunque fuera falsa, como ne
cesaria para la áspera plebe, capaz de comprender ciertos razonamien
tos, pero no de dar vida a un razonamiento. Los romanos, dado que
-por ser prácticos como eran y estúpidos fuera de la práctica- tenían
una preocupación cívica y política mayor de aquellas de los griegos,
se aplicaron de un modo extraordinario a esta preocupación.
*La cultura griega, base principal de nuestra civilización, consiste
en la supremac^de la Razón sobre los otros elementos del espíritu.
Esto quiere decir, en primer lugar, que cualquier cosa es aceptable en
la proporción en la cual ella se presenta como racional; aquello que
emana de la autoridad o de la tradición no posee, en cuanto tal, algún
valor, adquiriéndolo únicamente cuando la razón lo presenta como
bueno. Esto quiere decir, en segundo lugar, que nuestros sentimientos,
nuestras fantasías, nuestros deseos y nuestras esperanzas no valen nada
y nada significan si en ellos no empleamos la razón, es decir, si no es
tablecemos en ellos aquel equilibrio que se encuentra presente en los
— 91—
razonamientos. Esto quiere decir, en tercer lugar, que nuestras sensa
ciones o impresiones de la cosa externa no tienen ningún valor si no
se combinan con esta cosa, si no existe la garantía de que se encuen
tran conformes a la realidad.
Racionalidad, armonía, objetividad: esta es la triple manifestación,
medio que define la Cultura Griega, esencia de nuestra civilización,
porque es la esencia de la inteligencia, o la parte superior de ella.
Todas las veces que nuestra civilización se ha enfrentado al espíritu
de racionalidad, de armonía y de la objetividad, nuestra civilización
ha declinado. Declinó en todas partes con la Inquisición, u otras ti
ranías similares, que obstaculizaban el pensamiento individual. Que
fue liberado cuando se estabilizó la Reforma -no porque el espíritu
de los reformadores fuese, de por sí, más tolerante que aquel de los
católicos; sino por la necesidad del libre examen que le abrió a rega
ñadientes las puertas a la razón. Y en donde entra la razón, entra Gre
cia; y donde entra Grecia, entra la civilización.
Es evidente que este racionalismo no puede existir sin un cierto
individualismo, es decir, sin una cierta libertad del individuo a pensar
y exponer lo que él piensa. No debemos, sin embargo, confundir este
individualismo con el individualismo político, que es lo que hoy in
mediatamente se entiende por individualismo. Puede ser individua
lismo sin un ejercicio propiamente de la libertad. Federico el Grande
de Prusia126 concedía la más amplia libertad de pensamiento; pero no
puede ser descrito como un régimen liberal aquello en el cual era un
rey absoluto.
Establezcamos, entonces, lo siguiente, y sólo lo siguiente: la Cul
tura Griega, esencia de nuestra civilización, se distingue por el Ra
cionalismo. El Racionalismo se define por medio del espíritu de
— 92—
racionalidad en la idea y en su exposición, de armonía en los senti
mientos y en todas sus interrelaciones, de objetividad en las impre
siones y en el modo de analizarlas.
2) Recibiendo de los griegos este espíritu, los romanos lo definieron
mejor, limitándolo; definir algo, de lo que resta, es limitar, porque es
definir en el sentido de delinear. El racionalismo griego descansaba
sobre (o lo producía) un individualismo que invadía la esfera moral y
política. El griego, mientras que amaba a su ciudad, al mismo tiempo
no dudaba en traicionarla por pasión política, originada en un indi
vidualismo excesivo. Alcibíades,127 ateniense entre los atenienses, no
dudó en indicarles a los Lacedemonios la mejor estrategia para invadir
el territorio de Atenas. Establecido esto, fue este desbordamiento in
dividualista del racionalismo que el espíritu altamente político, y poco
más que altamente político, de los romanos se esforzó por domesticar
y limitar. Entendamos bien esta cuestión: los romanos no admitieron
en sí mismo el destmo de limitar el individualismo griego. Los hom
bres rara vez, incluso el pueblo, tienen una completa consciencia de
su fbl histórico. Ni el rol de Roma consistió verdaderamente en limitar
el individualisroQ^griego, reduciéndolo a simple racionalismo. Esta li
mitación fue consecuencia del rol histórico de Roma: Roma creó un
elemento civilizatorio del cual desciende esta limitación. Tal elemento
es el concepto de Estado como misión histórica, como elemento no-
nacional pero de civilización. Roma creó el concepto del Estado como
misión histórica, distinto a aquel del Estado como simple imperio, o
127. Alcibíades Clinias Escambónidas (450 AC—404 AC) file un prominente esta
dista, orador y general ateniense, hijo de Clinias y miembro de la familia aristocrática de
los Alcmeónidas, del demo de Escambónidas, que tuvo un papel destacado en la segunda
fase de la guerra del Peloponeso como consejero estratégico, comandante y político. Al
cibíades es considerado responsable por el historiador Tucídides de la destrucción de Ate
nas; a su vez Plutarco le considera como “el menos escrupuloso y más imprudente de los
seres humanos”; otro historiador, Diodoro, lo define como “de pensamientos brillantes
y decidido a grandes empresas”.
— 93—
simple nación. Creado este concepto o, todavía mejor, en vías de crea
ción, se comprende cómo la vida cívica y política asume un valor
acentuado y los deberes del individuo frente al Estado una relevancia
notable. El concepto griego típico (excepto en el caso ya no caracte
rístico de la estéril Esparta) de que la sociedad existe para el individuo
y o este para ella, tiene sus limitaciones. En Grecia, y en especial en
Atenas, ya hay indicios del concepto que históricamente deberá ser
romano; pero el hecho de que en Grecia, y en especial en Atenas, todo
exista, en modo claro o en embrión, es porque Grecia, madre de toda
la civilización, contiene todo en su vientre profundo.
3) Por ser subordinado -el menos relativamente- al Estado, el in
dividuo era al menos sin trabas en la esfera intelectual, y de esta forma
el racionalismo griego se mantenía. Dada la antigua mezcla de moral
y de civismo, dada la ausencia de distinción, común en Grecia y típica
en Roma, entre individuo moral e individuo político, la subordina
ción política invadía una esfera individual ya no propiamente política,
de la cual, sin embargo, cuando había sobrevenido la diferenciación,
debía haber aspirado a liberarse. Sin embargo, así como la política ro
mana fue frenando la consecuencia política del racionalismo griego,
del mismo modo la religión cristiana fue frenando la consecuencia
moral de la estatalidad romana. El célebre pasaje del Evangelio que
distingue qué es de Dios y qué es del César, resume en sí la esencia de
la operación.
El Cristianismo, considerado de manera histórica, es un producto
complejo. Su esencia, o parte metafísica, es griega, es platónica; y jus
tamente se puede decir que fue Platón el verdadero fundador del Cris
tianismo. Elevada la filosofía platónica a la trascendencia mística de
la Escuela de Alejandría,128en la cual se infiltró a través de las variadas
— 94—
interpretaciones de la Cábala, una de las cuales derivaba de una secta
herética judía -presumiblemente aquella de los Esenios-,129 fueron
agregando mitos (en su mayoría asirio-babilónicos) y varios fragmen
tos de cosas históricas, y así se fue formando el Cristianismo, que,
después de una lucha, cuyo resultado fue incierto durante un período,
con la religión rival, el Mitraísmo,130al que al fin vence, gana al impe
rio. En cuanto a la persona fundadora del Cristianismo, su misma
existencia es indeterminable: la compleja no-autenticidad de los Evan
gelios, la interpolación de la Epístola a Pablo, la falsificación de los
textos y de testimonios en la primitiva literatura de la secta cristiana,
hacen hoy imposible cualquier opinión que sea dada por cierta. San
Pablo, omitiendo las cartas que se le atribuyen, dos o tres textos segu
ramente interpolados, no conoce un Cristo con biografía sino tan sólo
una abstracción redentora y divina. Lo más probable -y no existe otra
— 95—
probabilidad- es que el sistema habría tenido como núcleo la vaga
figura de Jeshu ben Pandira,131 el cual según el Talmud (insospechable
desde todo punto de vista, ya que no lo relaciona con Cristo) fue col
gado de un árbol y luego lapidado, en la vigilia de la Pascua, en
Lidia,132 bajo el reinado de Alejandro Janeo133 -vale decir, cerca de
100 años antes de nuestra era.
Todo esto, sin embargo, poco importa. Lo que verdaderamente
importa, en nuestro caso, es que la religión, de cualquier parte que
viniese, apareció en la historia bajo el nombre de Cristianismo obsta
culizando, con un individualismo particular y nuevo, el concepto de
Estado del Imperio Romano. El Cristianismo -heredando de Roma,
en cuya sustancia viene a crearse, el Imperialismo, o lo que es lo
mismo, el espíritu de expansión y universalidad (y así sobreponiendo
al verdadero fondo judaico un proselitismo que los Hebreos ignora
ban)- surgió en el Imperio, en una especie de concurrencia con él,
como fuerza disolvente y generatriz de anarquía. Era el Bolchevismo
de la época. Todos los argumentos sociales, de los cuales hoy se sirven
contra el Bolchevismo, los utilizaban los Romanos para emplearlos
contra esta fuerza extranjera y desintegradora. En sus resultados últi
mos, sin embargo, el Cristianismo no fue desintegrador: sólo limitó
el elemento introducido en la civilización de Roma, así como Roma
— 96—
había limitado a su vez aquél introducido en Grecia. Con una dife
rencia. Roma, como civilización, es una emanación directa de Grecia;
el Cristianismo no lo es directamente de Roma, aunque sea un resul
tado de Roma -de diversas fuerzas, es decir, contenidas en el Imperio
Romano y, a causa de la existencia de este último, puesto dentro de
la posibilidad de entrar en contacto y de ser inter influenciado.
La esencia práctica del Cristianismo reside en el concepto de que
el individuo humano —alma inmortal creada por Dios y redimible por
su Hijo de la condición pecaminosa en la cual la caída le había arro
jado- posee en sí mismo, como tal, un valor superior, mayor que cual
quiera de los otros poderes y fastos de la Tierra, porque es un valor de
otro orden. De este concepto procede el siguiente: que el individuo
moral es distinto del individuo político, y a la vez es superior. Dios se
encuentra sobre el Imperio, y la salvación del alma está más allá de la
función del Imperio. Y la consecuencia última del concepto funda
mental es que el criterio moral es absoluto, el criterio político o cívico,
relativo. El Estado se encuentra sobre el ciudadano, pero el Hombre
est&sobre el Estado. Ningún Estado, ningún Emperador, ninguna ley
humana puedenobligar al individuo a proceder contra su propia con
ciencia, es decir, a la salvación de su propia alma. Lo inferior no puede
imponerse a lo superior.
En esto consiste la esencia de la moral cristiana, el tercer funda
mento de la civilización en la que vivimos. Donde también el Cris
tianismo ha aparecido subsiste la moral por él creada, porque su
creación fue moral y no religiosa; como religión el Cristianismo es
sincrético (...).134
— 98—
El segundo movimiento tiene su inicio en Portugal y fue aquel del
Descubrimiento. Poco importa discutir si tal punto u otro punto de
la Tierra fuese más o menos conocido antes que los descubriesen los
Portugueses. El descubrimiento de los Portugueses no tiene valor en
cuanto descubrimiento, sino en tanto que sistema. Ha sido Portugal
el primero que ha reducido a sistema el descubrimiento y la revelación
del mundo. Sociológicamente, entonces, los descubrimientos (sean
los de los españoles, los de los franceses, los de los ingleses, o los de
cualquier otro) son todos portugueses. Históricamente, poco importa
qué es lo que son; la Historia, sin embargo, no es nula, sino (no es
más que) el depósito de hechos o pseudohechos sobre los cuales tra
baja la Sociología.
El primer movimiento comenzó en Italia, en un triple aspecto, to
davía no realizado en la misma Italia, que le dio el visto bueno. Re
presenta la liberación del hombre de los grilletes teológicos, gracias a
la colocación del arte y de la filosofía fuera del flujo de la teología y
de la moral. Italia la dio inicio por medio de la reintroducción del es
píritu pagano que es la base (a través de la cultura griega) de nuestra
civilización. Representa la liberación del hombre de los grilletes hu
manitarios, con la creación -distintamente clara en la ciudad-estado
de Italia, pero que se desarrolla igualmente en toda Europa- de las
distintas nacionalidades, generando siempre más rivalidad, des-fra-
ternizando progresivamente la humanidad como el progreso exige.
Representa, en fin, la liberación del hombre (.. .).135
— 99—
alejarse de la civilización. Estas cinco tradiciones son las siguientes:
— 100
—
terna de las naciones que componen la civilización europea. En la
época moderna, esta tradición, auténtico fundamento de nuestra ci
vilización y del orden que le es propio, ha sido escandalosamente que
brada por varios constitucionalismos, de la (...).
[d)] La tradición nacionalista-, nacida a fines del Medioevo y que a
partir de ahora se prolonga.
[e)] La tradición económica, representada por tres principios de la
propiedad individual, del capitalismo y del régimen de concurrencia.
No existe un idiota de cátedra o alienado de fábrica que no se haya
inspirado por la farsa para erigirse contra estos tres principios econó
micos, sobre los cuales nuestra civilización se funda.
Pudiera ser que en otra época de la Tierra, en otro planeta, en una
tierra de otro sistema solar, sean válidos otros principios para el man
tenimiento de la civilización y de todo aquello que ella representa.
Entre nosotros, los europeos, no. Ellos lo son sin vuelta atrás.
La ciencia no es el fruto de nuestro arbitrio.
La tradición helénica tiene por enemigos -aparte de los políticos
huiftanistas y radicales, los cuales, siendo mentalmente de la Raza de
los Esclavos, son enemigos de todo valor civilizatorio—todas las formas
del Cristianismo y en especial aquella protestante (en cuanto que es
más hebrea): (...)
La tradición romana tiene por enemigos a los humanistas.
La tradición monárquica y aristocrática, los republicanos, los mo
nárquicos constitucionales y, tras la Plutocracia, aquella de origen in
ternacional, es decir, la judía.
Son enemigos intelectuales del Helenismo todos aquellos que an
tepongan la fórmula al individualismo o la emoción a la razón [...]
La misma tradición hermética, por así decir intelectual y aristo
crática, como era lógico que fuese, ha estado invadida por la teosofía
hindú, estructuralmente su enemiga, fuertemente emotiva y pasiva,
y que ha traído consigo la repugnante doctrina impía de la igualdad
de los sexos y de las razas (y de las clases en la cual la sociedad se di
— 101
—
vide). Ni el santuario de lo Oculto (en apariencia escapado de la soui-
llure136romántica (...) Base de una doctrina tradicionalista/ (para uso
de los europeos)/ (...)/ La ciencia viene desviada de su curso intelec
tual.137
— 102 —
cadencia, sino, por el contrario, como auténtico fundamento, normal
y saludable a la propia estructura y tipicidad civilizatoria.
La disgregación del Imperio Romano debía generar un determi
nado número de fenómenos: fenómenos, éstos, extraños a la psique
fundamental de Roma (cualquiera fuese el origen de tal psique), y
provenientes del factor-imperio, sobrepuesto al factor-Roma.
El Imperialismo Romano difiere de todos los demás imperialismos
de la antigüedad. ¿En qué cosa?
¿De cuáles elementos estaba constituido el Imperialismo Romano?
¿Es decir, qué cosas trajo consigo explícitamente -o implícitamente-,
de dónde llegaba y dónde se establecía?
Estos elementos eran tres: 1) la cultura griega -que era el funda
mento y la base, porque a) fue con su contacto que se definirá como
tipo civilizatorio el temperamento, hasta el momento meramente gue
rrero, de Roma, el imperialismo hasta el momento puramente de con
quista, devenido después cultura; b) el mismo derecho romano no es
otra cosa que una combinación del pensamiento griego y de la expe
riencia romana; 2) el temperamento romano, profundamente adminis
trativo y organizador; 3) el cosmopolitismo, inmanente a todos los
imperialismos y a las acciones de todos los imperios. Pero el cosmo
politismo en el Imperio Romano difiere de los otros en esto: a) era
un cosmopolitismo organizado localmente, en virtud de la influencia
de la naturaleza administrativa de Roma; b) era un cosmopolitismo
permeado, en todos sus sectores, no sólo por un tipo de administra
ción, sino por un tipo de cultura, cuyos elementos funcionaban a tra
vés de la lengua hablada y los pensamientos contenidos en la
naturaleza definida por tal lengua —aquí se puede ver el rol de la cul
tura griega en el imperialismo romano; c) era un cosmopolitismo que
reunía, amontonándolas, razas extraordinariamente heterogéneas,
además de ser extremadamente diversas, las cuales no eran meras hor
das de bárbaros, sino individuos con señales definidas de pre-civiliza-
ción, adecuados, por tanto, para recibir de lleno la influencia romana,
— 103—
y adecuados para adaptarla según sus respectivos temperamentos. En
este cosmopolitismo Roma apiló tres tipos de raza: razas puramente
bárbaras y atrasadas, incapaces de recibir la civilización que el Imperio
otorgaba a todas, y que, tarde o temprano, debería sonar a falso para
la psique imperial; razas relativamente dispuestas a recibir esta civili
zación, como las que ya existían en los lugares que ocupan las naciones
europeas; y razas que ya habían desarrollado una civilización propia,
como Grecia, Palestina y una parte del África septentrional (?).
Cuando se produce la disolución del Imperio Romano, debía su
ceder un fenómeno general cualquiera que le otorgase una impronta
indeleble a la existencia de tal disolución. Este fenómeno fue la reli
gión cristiana.138
5
Ahora bien, dado que la constitución fundamental del imperialismo
romano procede de la cultura griega, de la administración romana y
del cosmopolitismo europeo, pareciera que estos deberían ser, esen
cialmente, la base de nuestra civilización, ya que ella se refiere al im
perio romano como origen. Pero se debe tener en cuenta que ella se
refiere, no al imperio romano propiamente dicho, sino más bien al
imperio romano en tanto decadente, y a los principios de los cuales
surgió tal imperio, en tanto decadente.
Entonces, la decadencia del imperio romano significa que toda de
cadencia implica: a) una separación y disolución, o mejor dicho, des
conexión de los principios que formaban la base de aquel imperio; b)
la creación de nuevos elementos dependientes de la acción del factor
decadencia sobre la circunstancia civilizatoria en el momento en el
que ocurrió; c) la disolución y la corrupción generalizada, caracterís
tica de todas las decadencias.139
— 104—
6
— 105—
después llegar a los poetas y a los artistas (y otros), este concepto fun
damentalmente enemigo de la reglas de la vida, ya sean personales o
sociales, de la Iglesia, se infiltró en la vida de las naciones, haciendo
vacilar, poco a poco, la moral cristiana, la política cristiana, la suma
sintética de actitudes contenidas en la psique del cristianismo. El gusto
se perfeccionó: primero, porque espontáneamente se perfeccionaba
al contacto con la obra existente de los antiguos; en segundo lugar,
porque del enfrentamiento del latín medieval con las fuentes puras
de la latinidad clásica nacía el desprecio por esta forma decadente de
la lengua que en realidad empañaba su mismo origen; tercero, porque
(...)■
Por otra parte, el ideal del héroe antiguo estaba ganando la imagi
nación; y los príncipes, que habían animado la furia y el brillo del ca
ballero errante y del cruzado, desaparecían en la admiración que
evaporaba las páginas de Plutarco, y de la contemplación, en las pá
ginas de un Heródoto, de un Tucídides o de un Tito Livio, de otras
formas de héroes que habían caracterizado a la Antigüedad.
La influencia individualista de la cultura antigua consistió en otra
cosa. Y esta fue la más directa. Al contacto con los ideales que todos
suponían más bellos, más perfectos y de mayor nobleza de aquellos
coetáneos, en la mente de los hombres del Renacimiento espontánea
mente devinieron enemigos, en todo o en partes, del sistema que les
circundaba y penetraba, y en el cual habían sido creados y nutridos.
Al mismo tiempo -y es éste el tercer componente del individua
lismo- la revuelta contra la autoridad religiosa de la Iglesia e, implí
citamente, contra toda autoridad política que de ella emanaba, recibía
un estímulo constante y directo de la existencia temporal y política
de la Sede Romana. El Papa era un príncipe de la Tierra, con su po
lítica y con su diplomacia, y éste, así como toda política y toda diplo
macia -en especial en tiempos donde la guerra no había dejado de ser
una realidad, todos los días efectivamente- sostenían constantes con
flictos con otros estados, con otras potencias, con otras ciudades in-
— 106—
dependientes. Poco importaba esta disidencia constante cuando to
davía en Europa se cernía seguro el credo católico puro. Pero cuando
otros elementos aparecieron en escena -no diremos a hacerla vacilar,
pero bastaba el hecho de criticarla- otro resultado, fatalmente, se ha
bría producido de la constante fricción entre el estado papal y los otros
estados. Cuando se constata que, en esta época, en las ciudades italia
nas, la consciencia política se encontraba en crecimiento, y que las
facciones conducían de manera permanente las propias luchas intes
tinas (?), rápidamente se ve cómo, poco a poco, se empiezan a crear
escisiones de manera repetida -con una predominancia en primer
lugar de la política, después de la propiamente religiosa- en la Sede
católica.
Más allá de la institución, en que se transformó luego, del indivi
dualismo como una de las columnas en la cual se apoya (y en que se
basaría) nuestra civilización moderna, los otros dos elementos, como
ya he dicho, aparecen, y son ellos los otros dos en los cuales se basa
tal civilización.
B1 segundo -descontando al Individualismo que es el primero- es
el espíritu científico.
Nada sorprende más al investigador superficial, que no sería su
perficial si no recordáramos esto, que la incompetencia, que la inca
pacidad científica de los Romanos. Nos sorprende, realmente, cuando
se constata que lo esencial es hacer lo práctico, toda habilidad, en es
pecial para las artes materiales de la vida, sean estas políticas o no-po-
líticas. Los Romanos fueron maestros en las artes que llevan a la
comodidad, a la facilidad y a la seguridad de la vida. En aquello que
-a pesar de ser aplicados (no se puede concebir que no estuviera im
plícito en ellos)- representa, esencialmente, una obra, ya de la observa
ción y de la inteligencia, como el descubrimiento, o ya de la imaginación
como las invenciones, los Romanos no dejaron ninguna huella; la in
vención fue primero griega, después árabe y finalmente moderna. En
Roma estaba ausente su uso.
— 107—
A partir de la Edad Media, y con el Renacimiento, comienza a sur
gir poco a poco la ciencia, tanto propiamente dicha como aplicada.
La invención de la imprenta, el descubrimiento de la pólvora; la de
los instrumentos náuticos, la de aquellas (...) con una columna de
tales descubrimientos se ha estado construyendo el muro del templo
de nuestra era. Nuestros descubrimientos marítimos, en cuanto obra
científica, caen, por los efectos producidos, en esta categoría.
El tercer elemento es el internacionalismo. Éste es tal vez el más
importante de todos, cuando consideramos la importancia de cada
elemento en cuanto es típico de la civilización que lo ha designado.
La Antigua Grecia (la Hélade) había tenido individualismo y espíritu
científico, que son -con la adición de otro elemento que para el caso
en cuestión no importa- la base de su existencia civilizatoria. Pero
todas la civilizaciones que precedieron a la nuestra habían sido, rigu
rosamente (si las analizamos correctamente), exclusivamente mono-
políticas, entendiendo con tal término que en ellas, cuando el foco
de la civilización no se encuentra concentrado en un único estado, la
lengua civilizatoria era, en todos los casos, sólo una. La coexistencia
del griego y del latín, ya en la era de mayor fuerza romana, no anula
la afirmación, porque no se trata de ningún modo —como en el caso
de las naciones modernas- de dos naciones con un estrecho grado de
fuerza y vida, sino de dos naciones que claramente se suceden, vieja
una y nueva la otra, en el uso de la civilización, (posesión de la civili
zación) [í/c]
El comienzo del internacionalismo se debe a tres causas. La pri
mera fue la serie de contactos, ahora en el período medieval, entre la
civilización cristiana y las otras, como la sarracena; prosigue después
con el crecimiento de los contactos comerciales con Oriente. El in
cremento de la vida comercial de la ciudad, en particular de aquellas
italianas, aumenta la importancia de tales contactos y de esta manera
comenzó a surgir el espíritu intemacionalista de la civilización mo
derna.
— 108—
Anterior a la misma, existía otro elemento -y éste fundamental. Y
era que el Imperio Romano contenía en su seno pueblos que hablaban
lenguas diversas. La disolución del imperio generó la creación de na
ciones, o iba esbozándolas, radicándolas en las ciudades; pero el hecho
es que el imperio nos dejó siempre una tendencia aglutinante (?), de
modo que en estas naciones, después de separarse, permaneció en ellas
la común tradición romana, en ellas perduró la memoria de haber
sido parte de un conjunto. Así, separadas, en realidad no se separaron;
haciéndose individuales, no se disociaron totalmente la una de la otra.
Llegaron, finalmente, nuestros descubrimientos marítimos, que
crearon el elemento colonialista de la civilización moderna. Y nuestra
gloria imperecedera que consiste en que la civilización europea, en
una de sus partes importantes, sea una creación nuestra. Gracias a
nosotros hoy existe una civilización americana. Gracias a nosotros hay
ciudad y civilización en África, en Australia, en India, en la lejana
Asia. Todo cuantoTlejos de Europa, es europeo, se debe a nosotros.
De nosotros desciende la grandeza actual del Japón, así como la exis
tencia colonial de Inglaterra. El decir que, si no lo hubiéramos hecho
nosotros, lo halarían hecho otros, no es un argumento que pueda apo
yarse. Porque no es necesaria la hipótesis donde existe el hecho. Y el
hecho es que fuimos nosotros los que lo hicimos.
No hablamos de Colón o de Gaboto. Colón, suponiendo que fuera
italiano -dato que hoy ha sido desmentido, siendo identificado como
gallego- es sociológicamente portugués, porque portuguesa era la ini
ciativa del descubrimiento, toda la ideación científica, la construcción
de la totalidad del descubrimiento como obra civilizatoria; y todo
aquello, por lo tanto, que colaboraba con todo descubrimiento, se
naturalizaba portugués al realizarse. Y, si incluso se afirmase que no
era esta idea nítida y verdadera ni la del Infante, ni la de la Escuela de
Sagres,141 se rebate diciendo que más que la idea de un actor impor
— 109—
tante cualquiera de Ja Historia, es la de producir exactamente lo que
produce, que es la de representar el rol que el Destino le ordena re
presentar.
Me he detenido un poco en este tema, disgregándome un poco,
porque estoy harto y furioso de la interminable injusticia perpetrada
sobre nosotros por todas las historias de Europa. Lo que aquí vale es
que ellas son bien justas a propósito de los artificios, universalmente
y sin excepciones (¡vista las bajezas de las intuiciones de las causas his
tóricas!), incompetentes para formar una apreciación sociológica de
los eventos sociales.
Estas variadas causas que han colaborado en producir, tanto el Re
nacimiento como, por lo tanto, los fenómenos fundamentales de
nuestra civilización, no se encuentran separadas en la realidad, sino
únicamente en el análisis que hemos hecho. Ellas son intrincadas e
intercomplejas, y lo son tanto en sus acciones como en sus orígenes.
Todo es uno, y una civilización, siendo una vida, un organismo psí
quico, vastísimo y extremadamente complejo, es una, orgánicamente
indivisa, inseparable, (...).142
gante”, Henrique de Avis, 1.° duque de Viseuy 1.° senhor da Covilhá (1394-1460), co
nocido popularmente como “Infante de Sagres” u “O Navegador”, primer organizador
metódico del movimiento de exploración y conquista colonial. Estableció su propia re
sidencia permanente en la extremidad sudoccidental de Portugal, a la zona del Algarve,
en la ciudad de Sagres, donde reunió a experimentados astrónomos, geógrafos y nave
gantes, y se dedicó a estudiar las experiencias marítimas. Fue el fundador de la primera
Escuela Marítima estatal, donde Colón estudió las artes náuticas.
142. Fin de texto mecanografiado, lleva una indicación en inglés: “Sens. Or Book
on War (introd.)”.
— 110—
II
ALEMANIA Y LA GRAN GUERRA
— 111—
Adicionalmente se agregó otro elemento: el enorme crecimiento
de la población de Alemania, la cual comenzó a reclamar una expan
sión. De aquí la modificación de su política en dirección colonialista,
cambio motivado, aunque en parte, por la incorporación del factor
imperialista, el cual, en consideración con el hecho de que todo im
perialismo moderno posee un aspecto colonial, ha comenzado a con
siderarse naturalmente defraudado por no poseer las colonias que
merecía. Ha expuesto bien este problema el dr. Demburg143 en el si
guiente parágrafo de su artículo: (...) (Q) [sic]
Por ello hay que considerar, por lo tanto, el mismo factor impe
rialista. Todas estas cuestiones -potencia comercial, aumento de la
población y la consecuente necesidad de expansión- tendían a ser pre
dominantemente operantes en las almas de los alemanes, el factor im
perialista, porque constituían la fuerza y la consciencia del imperio.
Pero eso mismo, a medida que se desarrollan, le otorgan al imperia
lismo alemán un aspecto siempre diverso. El puro imperialismo gue
rrero y dominador, patriótico y unitario, cuyo máximo representante
era Bismarck, tiene como resultado, a causa de la fuerza de las cir
cunstancias -en parte creada por ellas, en parte hija de la creciente
actividad comercial e intemacionalista del siglo, en parte hija de de la
misma expansión fundamental del pueblo germano- este otro mo
derno imperialismo alemán, más concreto, más agresivo, más exten
dido hacia fines directamente materiales.
Sigue a ello el factor propiamente guerrero. Construida sobre la
base de la hegemonía prusiana, hegemonía de un estado guerrero
(Kriegsstaat), la Alemania moderna, cuanto más era consciente de su
143. Bernhard Dernburg (1865-1937): banquero y político liberal alemán, fue Se
cretario de Estado de política colonial en el Reichskolonialamty lideró un reformismo en
las políticas imperialistas alemanas; el artículo a que se refiere Pessoa puede ser por los
argumentos “Der Reichstag und die Kolonien” (“El Parlamento y las Colonias”), apare
cido en el diario Freiburger Zeitung, 01.12.1906, 2. Blatt, 1. Seite; traducido al inglés en
1915.
— 112—
propia grandeza, del propio comercio y de la propia industria, tanto
más devenía militarista. Y este elemento imprimía en su naturaleza
imperialista aquella impronta agresiva y guerrera tal como es recibida
por el vulgo que lee los periódicos. El acto guerrero -de puro impe
rialismo guerrero- de la anexión de Alsacia y de Lorena,144 impru
dente ya como acto puramente nacional (poniendo aparte la base
esencial del acto, como acto nacional, el cual consistió, como es evi
dente, en volver a poseer aquello que ya se poseía), resultaba sin em
bargo útil como acto militar, porque mantenía constantemente viva
el ansia francesa de venganza, y viva por tanto la atención alemana en
la confrontación con aquella ansia francesa; de esta manera la anexión
de Alsacia-Lorena era un acto que apuntaba, conscientemente al
menos, a no dejar de alentar el espíritu belicoso de Alemania, a man
tenerla siempre vigilante frente al peligro de la revanche francesa.
Existen otros factores.
Habíamos ya hablado de la influencia, en el incremento del co
mercio germano, de la relación que la gran actividad mercantil e in-
teíaacional de nuestro tiempo había tendido con la expansión
comercial alemana. Un aspecto particular de este factor debe ser ahora
puesto a examen. Para el sociólogo, ello no tiene más que una impor
tancia auxiliar, aunque todavía destacada. Es el aumento de los arma
mentos -no como resultado directo de la recíproca desconfianza entre
las naciones, sino como resultado del aprovechamiento de esta recí
proca desconfianza, obra de los consorcios productores de acero y de
armamento de guerra. El problema no ha sido muy estudiado; y en
aquello que se ha estudiado, se ha hecho, como es de esperarse, por
— 114—
sentado, en una de sus formas, por Francia, en la otra, por Inglaterra;
y Rusia, la tercera fuerza aliada a estos (porque debemos decir que las
pequeñas naciones en guerra no representan, ninguna de ellas, a nin
gún criterio de civilización distinto), se opone a causa de otro detalle,
la doctrina social representada por Alemania. Italia y Austria, está
claro, no significan nada en absoluto.
El principio representado por Alemania se puede resumir en
pocas palabras. Y es este: La Patria está sobre la Civilización. Vale
decir, una Patria, una nacionalidad, debe, por los elementos que la
componen, valer más que el movimiento civilizatorio general al cual
ella pertenece y en el cual está integrado. Queda claro que un país
en el cual se sostiene, sobre todo, esta teoría de la civilización, deberá
exhibir un carácter especial. Dado que la civilización se manifiesta
a través del Individuo y transmite sus efectos sobre el individuo;
dado que se manifiesta a través del Individuo en el sentido que se
manifiesta en homtfres de genio, en inventores, en eruditos, crea
dores de elementos civilizatorios; dado que se manifiesta a favor del
individuo, creándole facilidades, comodidad, complejidad de vida
-un Estado que coloque a la Patria sobre la civilización debe, ipso
facto, colocarse sobre el individuo, debe, en todo en cuanto pueda
hacer, subordinar el individuo al Estado mismo. Es este, indudable
mente, el caso de Alemania.
Es evidente, entonces, que con un criterio semejante deberá ser cla
ramente militarista. La misma contraposición de la idea de Patria con
aquella de Civilización conlleva una contraposición de la idea de Patria
con la de otras naciones, ya que la Civilización -para aquellos que no
pueden pensar abstractamente, como los estadistas- se manifiesta os
tensiblemente en las otras naciones. Quién hoy lucha contra Alemania
debe saber que está luchando por los siguientes principios:
1. La Civilización está sobre la Patria.
2. El Individuo vale más que el Estado.
3. La Cultura vale más que la Disciplina.
— 115—
Por el mero hecho de hacer la guerra, Alemania ha conseguido una
victoria moral. El factor-guerra ha reclamado el patriotismo en todas
las naciones. Ha bastado esto para que Alemania obtuviese su victoria
moral.
¿Acaso no residirá la verdad en la unión de los dos criterios, en la
fusión de las dos ideas de civilización? El hecho es que ni la Patria es
superior a la Civilización ni la Civilización está sobre la Patria. Una
cosa depende de la otra. Es con la creación de la patria fuerte y grande
que una gran civilización se crea. Del mismo modo, es con la creación
de individuos fuertes que un Estado fuerte se crea, es con la creación
de una cultura fuerte con la cual una disciplina fuerte puede ser esta
blecida.
Pero si el hombre, en el fondo de su humanidad, puede horrorizar
se frente a la crueldad practicada por los alemanes en Bélgica147 -y
triste será el corazón humano que en su presencia no se aflija-, el so
ciólogo, el estudioso que pondera hechos sociales, que se coloca gra
cias a la ciencia por sobre el corazón, debe reconocer que esta crueldad
(aceptándola sin crítica) es, en parte inherente al estado de guerra y
al impulso de la invasión, en parte efecto de la desesperación de una
nación que advierte el riesgo de perder una guerra si no actúa rápida
mente y dolorosamente (como Alemania, encerrada ya tras la ofensiva
rusa y aquella de los franceses, y con el peligro inglés a las puertas, al
menos como posibilidad), y, en parte, debida a una realización de la
doctrina del Estado Mayor alemán, que será bárbara, que será cruel
(y en efecto e innegablemente lo es), pero que merecen la considera
— 116—
ción atenta que el sociólogo debe poner al frente de toda doctrina de
acción social que se basa en la experiencia y en el espíritu práctico.
Esto parecerá frío, duro, cruel, un raciocinio sin humanidad alguna
ni compasión; pero el hecho es que donde la ciencia comienza, el sen
timiento termina y, o debemos afrontar este problema con la frialdad
de la indagación científica, o, vilmente, caer en la inferioridad inte
lectual de la compasión y de los instintos humanitarios normales.
Los argumentos válidos para demostrar cuándo el sociólogo se
debe fortalecer contra los impulsos normales de la compasión en el
caso de la crueldad alemana, sirven también para ponerlo en guardia
cuando se cree el caso del ataque a Bélgica como conducido contra
un pequeño estado.
Se cree que Alemania, al atacar Bélgica, habría atacado el principio
de la pequeña nacionalidad. Es falso. En realidad ha atacado una pe
queña pseudonacionalidad. Bélgica, para el sociólogo, no tiene dere
cho a existir. No lo' tiene, como no lo tiene Austria, por ejemplo.
Ninguna de estas naciones es un pueblo, ninguna tiene la unidad na-
ciohal que el sociólogo reputa como necesaria para formar con utili
dad parte en la civilización.
Propio porque no puede admitir, por no ser un pueblo, la existen
cia de Bélgica como país, el sociólogo no puede, sobre este aspecto,
desagradarnos.
Si todo cuanto hay de fundamental en la fórmula de la civiliza
ción típica de la Iberia es antagonista de los principios civilizatorios
puestos en práctica, instintivamente, de dos países típicamente la
tinos, ¿cómo es que un sociólogo podrá decir que la Iberia está
compuesta de pueblos latinos? Si estos principios civilizatorios ca
racterísticos de la Iberia que más se asemejan a aquellos que la Ale
mania representa, ¿cómo es que se podrá, con la razón sociológica,
invocar la “Latinidad” de la Iberia como impulso que debe portar
la ira al combatir contra Alemania? Este impulso instintivo, al con
trario, le conduce a apoyarla.
— 117—
Estemos bien convencidos, todos nosotros, Españoles y Portu
gueses, que más allá de nuestra patria, que queremos distinta e in
dependiente, está la Iberia, la formación de una fórmula ibérica de
civilización que debe imponerse a Europa, ya estancada de los prin
cipios emanados de Francia, de Italia, de las personas anglo-escandi-
navas y de la misma gente, que son, bajo el aspecto civilizatorio,
germánicas.
No es posible una futura civilización española, ni una futura civi
lización portuguesa. Lo único que es posible es una civilización futura
ibérica, formada por los esfuerzos de España y Portugal.
Todas las fuerzas que se oponen a una alianza, a un entendimiento
entre Portugal y España deben ser ahora mismo condenadas como
enemigas. Estas fuerzas son: los conservadores, en especial los católi
cos, y la Iglesia Católica por sobre todas las cosas, angustiados, ínti
mamente, por una unión ibérica; la masonería, que aunque extranjera
de origen es ahora un organismo extraño injertado en la carne de Ibe
ria; Francia, la cual, con su particular cultura, ha envenenado en ex
ceso el alma o el ánima de Iberia; Inglaterra, que políticamente ha
pisoteado los países ibéricos.
Protejámonos bien de estos enemigos. Pero: ¿tenemos el coraje de
combatirlos? Lo dudo. Duda del alma ibérica bien formada y capaz
de comprender que es necesario combatir al mismo tiempo tanto al
catolicismo como a la masonería, y esto porque el alma ibérica se en
cuentra excesivamente vencida bajo el peso de la antigua esclavitud.
Para la creación de la civilización ibérica es necesaria la rigurosa
independencia de las naciones que conforman esta civilización. Es un
craso error suponer que la fusión imperialista facilita de algún modo
la actividad civilizatoria. Al contrario, la frena. Se puede ver cómo se
ha aplastado el nivel intelectual de Alemania después de la fundación
del Imperio.148
— 118—
9
— 119—
pues, se combaten desde afuera varias ambiciones imperialistas y co
merciales. Es el lado puramente exterior de la actual guerra. La causa
económica vale sólo en cuanto instigadora y representativa de la pro
funda causa psíquica, visto que la sociedad, en realidad toda esencia
de una sociedad, es un conjunto de fenómenos psicológicos.149
— 120
—
III
EUROPA Y LA SOCIEDAD MODERNA
10
— 121
—
tiene una importancia excepcional, con su cualidad de libre albedrío,
de aspiración potencial a lo Divino, de capacidad de inmortalidad.
En tercer lugar, lógicamente, el cristianismo es una teoría de fraterni
dad y paz. De manera que el cristianismo se funda sobre tres princi
pios: libertad, igualdad y fraternidad. La Revolución Francesa fue
puro cristianismo.
Un lector menos sutil podrá preguntarse por qué, si el cristianismo
es libertad, igualdad y fraternidad, estos principios se habían aplicado
tan poco a la civilización exterior. En primer lugar, porque estos prin
cipios son antagonistas a la misma existencia social, y aplicarlos, ver
dadera y realmente, podría destruir la sociedad. En segundo lugar,
porque las sociedades cristianas fueron en general sociedades atrasadas,
como la medieval, donde, más allá de la fuerte influencia de las in
tuiciones sociales rudimentarias, como la fuerza, la autoridad, existe
poco campo psíquico, dado que son sanas y ariscas, por la aplicación
de los principios de afecto y paz que el cristianismo ha introducido y
si el lector exige en qué modo se ha aplicado la libertad, la igualdad y
la fraternidad en la sociedad emanada de la Revolución Francesa, se
puede considerar el caso -que se encuentra en un primer plano, por
que allí fue realizada esta revolución- de Francia. ¿Hasta qué punto
este país ha aplicado en su vida política estos tiernos y conmovedores
principios cristianos?
¿Cuál es el proceso sociológico con el que irrumpe —bajo aspectos
aparentemente lejanos del ser cristiano- el movimiento cristiano de
nominado Revolución Francesa? Debemos poner el énfasis en la evo
lución del cristianismo moderno para verlo con claridad.
Desde que se separó del cristianismo católico, en el Renacimiento
y después con la Reforma, el espíritu cristiano ha caminado lenta
mente hacia un determinada dirección. Esta dirección es aquella de
alejarse cada vez más del dogma, el de la “letra”, como dice el Evan
gelio, y el de dedicarse siempre y más al “espíritu”. El protestantismo
no es otra cosa que la subordinación del dogma a la doctrina, la sus
— 122
—
titución gradual de la autoridad con la conciencia en el cristianismo.
El cristianismo comprende tres elementos: el dogma, la fe propia
mente dicha, y la actitud emocional resumida en esta fe. O sea, el
protestantismo ha sustituido el dogma con la fe. ¿Cuál será entonces
la evolución siguiente del cristianismo? La sustitución del espíritu cris
tiano, puro y simple, a la misma fe que lo representa. Habíamos visto
cómo este espíritu cristiano era, en su esencia, Libertad, Igualdad y
Fraternidad. De aquí la situación de la Revolución Francesa en la línea
de la evolución religiosa del cristianismo. Este movimiento procede
lógicamente del protestantismo. La Revolución Francesa es la Nueva
Reforma.
La idea democrática es cristianismo puro. Como tal, pertenece al
espíritu cristiano. Como tal, es enemiga del catolicismo, que es el
dogma, la parte más dura y rígida del cristianismo; así como el pro
testantismo, irguiéndose por medio de la fe, se ha opuesto al espíritu
católico.
Europa es cada vez más cristiana. Cada vez más abandona la letra
del'Cristianismo y se dedica a su espíritu. Todo el fanatismo, toda la
intolerancia, tocia,la confusión mental, la sentimentalidad morbosa
de los demócratas, exhiben bien la base morbosamente religiosa de
su sistema.
Entonces, nuestra civilización, si bien cristiana por naturaleza, se
apoya sobre una base distinta, diferente a aquella del cristianismo.
Todo nuestro trabajo mental, toda nuestra disciplina de espíritu, toda
el alma de nuestra jurisprudencia, el núcleo de nuestro modo de go
bernar se apoyan sobre un fundamento: el espíritu pagano -la cultura
griega y la administración romana. Nacido, como ha nacido, en la
decadencia del imperio romano, el cristianismo es un paganismo de
cadente. Cuanto más cristiano se transforma, cuanto más se aleja del
paganismo —del catolicismo, o sea, que es abundantemente pagano,
en especial por el ritual- tanto más el cristianismo se confirma como
decadente y enfermo.
— 123—
Encontramos, de esta forma, una doble evolución en el interior de
nuestra civilización: su evolución en lo que tiene de propiamente cris
tiana y su evolución en aquello que tiene de pagana. Habíamos visto
cómo la Reforma y la Revolución Francesa se situaron en la línea evo
lutiva cristiana. La Revolución Francesa fue el resultado de la pene
tración en Francia del espíritu protestante, por medio del suizo
Rousseau, ayudada por la furiosa anglofilia del siglo dieciocho.
Pero en la evolución de la sociedad moderna se puede rastrear otra
línea paralelamente; tenemos el movimiento del Renacimiento, que
es diverso. Ello contribuyó a la formación de la Reforma, pero, en sí
mismo, ha tenido características diversas. Es pagano, puramente pa
gano. De esta forma, cuando surge, vemos aparecer los elementos tí
picos de la mentalidad pagana: el despotismo personal, (...)
¿En qué dirección ha continuado este movimiento que el Renaci
miento generó? ¿Cuál es el movimiento que lo prolonga, y ha habido
un movimiento que lo hubiera prolongado?
¿Cómo ha nacido el Renacimiento? No ha nacido, si se presta aten
ción, de una evolución del cristianismo; ha nacido, al contrario, de
una aplicación de una parte del espíritu cristiano en puntos anti-cris-
tianos. Aquella parte del cristianismo representada por el dogma, con
su dureza y su autoridad, viene ahora utilizada por el Renacimiento,
pero el espíritu cristiano es completamente abandonado. De modo
que el Renacimiento es un movimiento con características entera
mente opuestas a aquellas de la Reforma (no olvido que llegaron des
pués). Sigue una dirección opuesta. Adopta del cristianismo la actitud
imperialista y dogmática; pero rechaza los correctivos a esta actitud
que proceden del espíritu cristiano, siempre presente donde se en
cuentre el cristianismo.
Para la paganización total, será necesario separar del imperialismo
el espíritu cristiano. Caído el imperio germánico, este fin será casi al
canzado. El imperialismo de dominio es parte de la decadencia del
paganismo, de la Atenas y la Roma decadentes. Tenemos interés en
— 124—
crear un imperialismo de influencia, como aquel de la Atenas autén
tica. 1. Formación del Estado Alemán y del Actual Imperio; 2. El Es
tado Alemán como Fuerza Civilizatoria; 3. El Estado Alemán como
Estado Pagano; 4. El Estado Alemán y la Gran Guerra Actual (Pre
sente).150
11
— 125—
queriendo implantar en nosotros la libertad, ha debido fatalmente
emplear una cierta violencia con el partido democrático, por ser ene
migo de la libertad, y quizás concluida sin oprimir suficientemente
esta horrenda (...).
El Estado alemán, por lo tanto, debe ser necesariamente un estado
“reaccionario”. Todo el resto, todos los aspectos de su vida le obligan
a esto. Su naturaleza de Estado hegemónico y guerrero (Prusia, Kriegs-
staat, como dice Treitschke)152 su tradición imperialista, la tendencia
universalista de su cultura (goethiana u otra), la cual, para ser cos
mopolita sin ser anti-nacional -riesgo que corría, dada la dispersión
de los estados alemanes—, debía a su misma universalidad un carácter
de dureza, debía apoyarse en la tendencia militarista del Estado-re
gente: todo esto ha dado vida al Estado alemán, tal como nosotros
lo conocemos hoy, y todo esto es, como estamos viendo, fuerte
mente, conscientemente y hábilmente (supremamente), una señal
de civilización.
En contraste con la vida anárquica y dispersa de la sociedad extra-
germánica, el Estado alemán toma consciencia de sí mismo como País
civilizatorio; y esto no lo ha logrado ningún estado europeo. El im
perio inglés es vasto, pero Inglaterra no ha creado un imperialismo
expandido, no ha civilizado este espíritu de expansión. Su imperio es
una obra de la oportunidad, de individuos, de muchos individuos,
de muchos individuos singularmente activos y trabajadores, cada uno
de los cuales cuidando de sí, o uniéndose a grupos sin otro fin que
aquel estrechamente administrativo, como ya se ha visto en el sentido
estrecho y material de la circunscripta obra del excelso hombre, Cecil
— 126—
Rhodes.153 Entonces, ninguna nación tiene el derecho de servirse del
imperio (to wieldEmpiré) si no es capaz de o r g a n iz a r el imperio.
Empleo las razones más evidentes y pongo aparte aquellas supe
riores, las más importantes. Ellas yacen ocultas en la teoría del impe
rialismo, que ya es hora de realizar -no del imperialismo entendido
como mero dominio por la fuerza (¿quién lo habría de teorizar para
nuestro pequeño pueblo?), sino el imperialismo en tanto influencia
civilizatoria, que un pueblo, pequeño o grande, puede realizar, de una
manera o de otra, según sea grande o pequeño.
La cuestión que con más urgencia se impone hoy en Portugal es la
construcción de un imperialismo portugués. ¿Cuál debe ser ese im
perialismo, de qué especie, actuando de qué manera? Todo ello se in
cluirá en una atenta consideración del problema y del sentido
particular que la palabra “imperialismo” tendrá que tomar en este
caso. Para ello, desde mi punto de vista, nada podrá lograr tan fértiles
resultados como uña alianza espiritual con Alemania que, por ser
nuestra análoga psíquica, nos debe transmitir y legar la continuación
espiritual de aquel imperialismo, de aquella actitud anticristiana, que
ella, por su enorme poder material, no puede intentar realizar sino
por la fuerza, y no por el espíritu.
Toda la obra anti-alemana, hoy, en Portugal, emana de traidores a
la patria porque emana de criaturas desintegradas de nuestra alma na
cional. Los que quieren un Portugal honesto, feliz, rico y honrado,
en realidad quieren la negación de la acción civilizatoria portuguesa,
quieren que rebajemos la burguesía nacional a la de una pseudonación
como Suiza o Bélgica, quieren que abandonemos nuestro grandioso
153. Sir Cecil John Rhodes (1853-1902) empresario, colonizador y político británico
con un concepto místico y mesiánico del Imperialismo occidental. Gran defensor del
imperialismo británico, fundó el país que a su muerte llevaría su nombre: Rodesia, cuyo
territorio está actualmente dividido entre Zambia y Zimbabue; fundó la compañía De
Beers, que en la actualidad controla el 60% del mercado de diamantes en bruto del
mundo, que en un tiempo llegó a comercializar el 90%.
— 127—
papel en la construcción del Nuevo Mundo, que abdiquemos de rea
lizar en espíritu aquello que realizamos hace un tiempo en cuerpo -la
extensión del mundo y el descubrimiento de nuevas tierras, nuevos
mares, de nuevos cielos. Más alta es la misión portuguesa de todo y
cuanto pueda surgir de la barriga de los portugueses, de esa pervertida
teoría política de toda chusma de traidores y de idiotas que son nues
tros políticos y nuestros periodistas, y que quieren imponer a Portugal.
Más alta es la obra, y ella, para ser llevada a cabo, tendrá que ser rea
lizada rompiendo los pies de apoyo a toda esa dilatada pudrición
humanitaria, democrática, organizando una aristocracia fuerte, do
minando completamente a nuestra plebe, ineficaz salvo cuando es es
clavizada.
Realicemos en nuestra alma la llegada de D. Sebastiao.154 Realicé
mosla como ella deber ser realizada, siguiendo las huellas de Alemania,
y llevando su obra más allá -obra pagana, obra anti-humanitaria, obra
de trascendencia y de elevación, hecha a través de aquella crueldad
para con nosotros mismos que el espíritu de Nietzsche, en un mo
mento lúcido, vio como base de todo sentimiento de imperio.
¿Crear en Portugal el sentimiento de una misión civilizadora? Ese
debe ser nuestro ideal. El resto no importa. Que para llegar allí sea
preciso barrer con metralla las calles, pisotear con los pies la felicidad
y la libertad del pueblo, arrojarlo como un ariete contra las barreras
de nuestro espíritu -¿qué importancia tiene ello, si sólo de esta forma
podemos dejar a Portugal vivo en el mundo después que desaparezca?
¡Grande y difícil es esta obra! Grande y difícil el barrer los ideales
democráticos, humanitarios y utilitarios. Pero la gran obra anti-cris-
tiana (anti-cristiana en todo, antidemocrática, anticatólica, antimo
nárquica) debe ser realizada. Tristes de nosotros si faltáramos en el
cumplimiento de esta misión divina que Aquel que nos puso al Oc
cidente de Europa, y nos hizo tal cual somos, nos impuso este acceso
12
— 129—
asentimiento a la observación del Sr. Joao de Barros. Encuentro que
llega la hora de decir fuerte y claro al pueblo portugués cuál es la ver
dad portuguesa (verdade portuguesa) sobre la guerra, esto es, cuál será
la actitud genuinamente y relevantemente nacional que debe surgir
ante el aspecto que está tomando el conflicto actual.
Tanto más concuerdo con la urgencia de esta necesidad cuanto me
parece que en ella está involucrada una urgencia más importante, la
que tiene aclarar un poco al pueblo portugués cuál debe ser, en buena
lógica nacional, el sentido de su destino. Y ello refuerza en mí el deseo
de traer cualquier contribución a este asunto, cuanto más pondero que
hasta ahora este pueblo no ha sido sino víctima de burlas bajas y des
preciables de políticos sin carácter, de dirigentes sin inteligencia y de
periodistas sin patriotismo ni cultura -lo que interesa mucho para un
pueblo que incluso en sus estratos considerados “superiores”, van poco
más allá del periódico en su trato inteligente con las cosas actuales.
Me propongo demostrar -al contrario de la apelación del Sr. Joao
de Barros- que el alma portuguesa debe estar con su hermana, el alma
germánica, en la guerra presente. Antes que nada, indicaré cuáles son
los puntos que no trato en este breve opúsculo, ya porque sean de
algún modo extraños a su ámbito, ya porque de una u otra manera
sean innecesarios.
Como el Sr. Joao de Barros en su artículo, no me preocupará el
problema de nuestra participación en la guerra. Dos razones me con
ducen a esta abstinencia. La primera es que, País pequeño, débil y
mal gobernado (por dos regímenes de impostores y ladrones), País si
tuado fuera del teatro de guerra, nuestra acción, militar o de otro tipo,
no acarrearía nada de útil a la solución guerrera o de otro tipo al pro
blema. Nada pesamos en la balanza de las fuerzas eficientes y por eso
cualquier consideración sobre nuestra debida actitud espiritual no
puede involucrar una necesidad de que esa actitud pase de espiritual
a activa. La segunda razón es que -colocado el problema de nuestra
intervención en la guerra exclusivamente como problema de conve
niencia nacional- era preciso para determinar tal conveniencia, o bien
negarla, que se conociese cuál es, de veras, nuestra situación interna
cional, y yo no la conozco. Resta la tercera razón; y ella, aunque de
por sí de poco peso, tiene las más directa relevancia para el asunto
que estoy tratando. Es que, como desde luego lo ha notado el Sr. Joáo
de Barros, sujeto también a la consideración de las dos razones que
apunté, no se trata de determinar cuál deba ser el papel del estado
portugués en la actual coyuntura, sino cuál el de los espíritus portu
gueses frente a ella. Resumiré la cuestión y mi esfuerzo —conforme en
esto con la justa exigencia limitativa del Sr. Joáo de Barros- a demos
trar que espiritualmente, y por varias razones que expuse, el alma por
tuguesa debe estar con el alma alemana.
He dicho que existen dos órdenes de cosas, relacionadas con este
argumento, que no trataría aquí. La primera es la hipótesis sobre cuál
debe ser el resultado de la guerra, ya sea espiritual, civilizatorio. Se
comprende bien qu?importa poco, para el estudio presente, cuál sea
el resultado material e inmediato de la guerra. Ese resultado depende
de hkacción de grandes fuerzas en el choque actualmente presente, y
nuestro reducidomicleo nacional no aporta ni quita nada, es que nada
puede aportar o quitar, para el caso. Ese resultado, por otro lado, nos
va a afectar de manera consonante con nuestra situación internacio
nal, y como he dicho, no sé lo que es, ni viene al caso para lo que nos
ocupa, ya que la actitud intelectual que adoptamos, poca o ninguna
importancia puede tener para lo que depende apenas de la descono
cida situación en la que se encuentra nuestro país internacionalmente.
Ese resultado, por último, justamente por tratarse del resultado ma
terial de la guerra, cae fuera de la órbita de nuestras consideraciones,
lo cual —reflexionando sobre cuál debe ser nuestra actitud espiritual
frente a esta guerra—ex hipothesi si no preocupan los resultados mate
riales de la guerra, sino aquellos que pueden ser probables reflejos es
pirituales, los que nos colocan ya en consideración de los resultados
espirituales de la guerra.
— 131—
La consideración de los resultados espirituales de la guerra asumen
dos aspectos, conforme nos referimos a los resultados directamente
espirituales por reflejo de los materiales (.. .)157
13
— 132—
regreso para restituir nuestra grandeza. Ambas leyendas, lo sé bien, se
integran, según el delirio analógico de ciertos estudiosos que apoyan
estas cuestiones, en la antiquísima leyenda del Rey Arturo. Pero es
una apariencia ilusoria. El hecho esencial es que, en el caso de Ale
mania, como el de Portugal, existen bases concretas nacionales para
que tales leyendas surgieran. Barbarossa y D. Sebastiao -la semejanza
mística y nacional de las dos figuras da para pensar, sobre todo cuando
ellas se sobreponen a otras semejanzas esenciales, que ya vimos, entre
los caracteres básicos de las dos naciones.
La más nítida obra civilizatoria alemana del pasado fue la Reforma.
Si vemos en qué condiciones nacionales esa obra se efectuó, no será
difícil ver que ellas se aproximan, de manera flagrante, a aquellas en
las que se dieron los descubrimientos, salvo en la superior orientación
metódica y científica de éstos, análogas ya no a la obra alemana de la
Reforma, sino al desenvolvimiento organizado del actual Imperio
Germánico.
Pero existe un factor que lo explica todo -la mítica individualidad
de huestro país, individualidad nítida que no existía en los dispersos
estados de Alemania cuando surgió Lutero. Esa similitud, sin em
bargo, a la que íbamos a aludir era la de la confusión civilizatoria en
que las dos obras se realizaron. Portugal, si bien su nacionalidad era
nítida, era una nacionalidad emergente; tanto lo era que fue fácil,
luego que entró en decadencia, conectarla a España.160
De manera semejante, en la Alemania de la reforma, la acción ale
mana es nítida, pero la cohesión nacional confusa. Pero, en los dos
casos, la obra civilizatoria realizada quedó como tradición espiritual,
como una base para la construcción de la futura nacionalidad.161
— 133—
III
Gran Iberia
El problema ibérico
( 1916 - 1918 )
Nota introductoria
1
(I)
— 139—
pero tales elementos pertenecen al pueblo, tal como aquel a lo griego
o aquel al turco, a gente como los árabes y los indios -alejados de
todo tipo de conexión, que sea no lingüística, con esta difunta civili
zación latina que es usada como su nombre.
Pero el común origen de la lengua no es suficiente para aceptar
una fundamental semejanza de ideas y fórmulas raciales.
¿Cuál es el posible significado de la expresión “pueblos latinos”?
¿A qué pueblo le puede ser dado este nombre? Evidentemente única
mente a aquellos que son los herederos, no sólo de la lengua, sino del
mismo espíritu del Imperio Romano. Es esto, y no otra cosa, lo que
les otorga derecho a ser considerados latinos, por poco que signifique
la expresión.
Se ha llegado al absurdo de llamar latinos a pueblos que simple
mente revelan características de los pueblos del Sur, de climas cálidos,
suaves, estimulantes de la inercia y de la pasión. ¡Como si el Imperio
Romano -asi de disciplinado y árido de emociones y pasiones- se pu
diera prestar a tal comparación!
Solamente Francia e Italia son pueblos latinos, en el significado
sociológicamente posible de la palabra. Italia es directamente la here
dera de la tradición clásica. Francia, por su genio peculiar de raza
(ra^a), en el cual prevalece la lucidez y el esplendor, es la heredera na
tural de la parte lógica, simpliñcadora, un poco superficial del pueblo
romano. (?)
Si de tales, y de por sí poco ciertas, consideraciones, pasamos a un
análisis riguroso de las condiciones civilizatorias, rápidamente desa
parecen estos últimos residuos de duda.
— 140—
(II)
LA UNIÓN ESPIRITUAL ENTRE PORTUGAL Y
ESPAÑA. (CON) FEDERACIÓN IBÉRICA
— 142—
Para la separación de la Península en sus tres nacionalidades natu
rales, existe sólo un camino para seguir. Si este camino será aquel que
el destino ha trazado (lo que ignoro), se puede predecir, dándolo como
cosa cierta, a la futura Civilización Ibérica. Este camino es la abolición
de la monarquía en España. Es la monarquía castellana la que une y
liga las provincias separadas de España. Cesa entonces la monarquía
y la España cesará de ser, porque es un estado artificial, impuesto a la
naturaleza, y cuyo destino concluye con la colonización de la América
Española.
Sin embargo, no se trata de una amorfa amistad, sino de una po
lítica definida, en la que debemos ver en qué lugar sociológicamente
radica el problema.164
— 143—
confederación ibérica; este punto ya ha sido tratado, cuando nos hemos
ocupado de la dificultad política, interna, para la formación de la con
federación ibérica. Se trata, ahora que estamos examinando el pro
blema desde el punto de vista internacional, no tanto de la España
como conjunto político, sino de España como espíritu nacional.
(Más bien, el espíritu ibérico es una fusión del espíritu medite
rráneo con el espíritu atlántico; por lo tanto sus dos columnas son
Cataluña y el estado natural gallego-portugués. Castilla -represen
tando con este nombre los estados intermedios, que la Castilla im
perial de hecho no ha podido armonizar en su espíritu- es sólo la
región de intercambio y por tanto de estabilización de estas dos in
fluencias-límite. Otro rol es el aquel de ser una especie de equilibrio
de la balanza entre las dos inclinaciones marítimas. Sin embargo, al
tener un rol preponderante —como aquel que ya ha tenido en la his
toria—este rol es, de todos cuantos tiene, el menos ibérico...).
Fuertemente aristocrática en su constitución espiritual, rígida
mente católica en su habitas moral, absurdamente tradicionalista en
el conjunto cotidiano de sus usos y costumbres, Castilla se presenta
como un elemento preliminarmente dañino para una confederación
y como un elemento (y esto es lo que importa) violador de nuestra
gran tradición árabe -de tolerancia y de civilización libre. Y será en la
proporción en la cual seamos defensores del espíritu árabe en Europa
que tendremos una individualidad aparte.
De esta manera, el espíritu castellano es fundamentalmente ene
migo, en su espíritu, de Iberia. Pero estos elementos característicos,
que hacen a Castilla extremadamente incompetente a ser hegemó-
nica en Iberia, admirablemente la disponen para equilibrar la ten
dencia (excesiva en otros sentidos) de los otros dos pueblos ibéricos.
De donde se puede ver cómo, para la futura federación, todo será
armonizado por el Destino.
El segundo gran enemigo de Iberia es Francia. El espíritu francés
es el gran enemigo del espíritu común de la población ibérica. Gran
— 144—
enemigo no sólo en su constitución espiritual, sino además en los efec
tos que ha tenido la degradación y decadencia del auténtico espíritu
ibérico. Heredera directa de la tradición romana en lo que tiene de
estrictamente griega, Francia representa en Europa no un País creador
(como Italia, de donde proviene el arte; o de Inglaterra, de donde nace
la política), sino un País distribuidor y perfeccionador de los elemen
tos que otros países le proporcionan. Tan poco creador es el espíritu
francés que, para obtener la única idea que viene realizada desde su
interior, ha debido llamar a un suizo, Jean-Jacques Rousseau, y, para
poner fin a la anarquía a la que desde allí vino en cuesta abajo, ha de
bido descubrir a un italiano, Bonaparte.
Lúcidos, completos en su nivel más inferior, los franceses son los
corruptores de nuestra Civilización Ibérica. Su espíritu romano, pri
vado de la fuerza romana, es esencialmente enemigo de nuestro espí
ritu romano-árabe, que es al mismo tiempo complejo e intenso,
disciplinado y crudo.
El tercer enemigo de Iberia es Alemania. Pero aquí debemos temer
má§*el espíritu alemán que la Alemania propiamente dicha. Los ale
manes han heredólo la parte superior del espíritu romano (al contra
rio que los franceses que han heredado aquella parte que era en todo
secundaria, porque era esencialmente griega). Pero lo han enlazado
con aquel curioso elemento de incompletitud que es distintivo de los
bárbaros del Norte, los cuales no saben equilibrar dos cosas (...).
Nosotros, ibéricos, somos la confluencia de dos civilizaciones -de
aquella romana y de aquella árabe. En Francia y en Alemania la civi
lización romana existe sobrepuesta al fondo original, sin ningún otro
influjo civilizatorio. Somos, por ello, más complejos y fecundos, por
naturaleza, que Francia y Alemania, las cuales, cuando tengamos con
ciencia de nuestra ibericidad, deberán existir, con ganancia, en el ho
rizonte165 de nuestro desprecio.
— 145—
(...)
Formado el estado ibérico, ¿Cuál debe ser su orientación conjunta?
Triple: 1) el dominio espiritual de la América Central y la del Sur, y
entonces ser el imperialismo de cultura en el Nuevo Mundo; 2) la
conquista definitiva de los territorios del Norte de África, donde viven
aquellos hombres que son nuestros parientes, la raza (ra<ja) árabe, be-
reber, (...); 3) la destrucción militar de Francia (y de Italia).
Siendo así, las etapas que debemos atravesar para la creación defi
nitiva de Iberia (de la Iberia como potencia) son (en cuanto revolu
cionarias):
1) la caída de la monarquía española y la disolución de la actual
España como imperio;
2) la destrucción del predominio de Francia en el Occidente eu
ropeo, por medio de la aniquilación militar; darle, en la otra mejilla,
un nuevo 1870;166
3) la conquista de África del Norte -meta tradicional de nuestros
antepasados. Y aquí, donde Francia está ya presente, encontramos de
nuevo a nuestra tradicional enemiga.
En términos de preparación (reforma), estas etapas son:
1) la creación de la tendencia ibérica, de la ibericidad espiritual;
2) la reforma interna de la República Portuguesa (RP), para que
de esta forma pueda encaminarse hacia un estado espiritual propio
de este estado; (la RP es en la actualidad un grupo poco inteligente
de ladrones y de asesinos. Las palabras son un poco duras, pero a veces
la simplicidad es una virtud. No existe peligro que el lector no pueda
comprender. No debemos alterar esto, sino debemos sustituirlo desde
adentro. Pero esto ya es otro problema, que hay que considerar en su
conjunto. En cuanto al problema ibérico, basta aquí con señalar aque-
— 146—
lio que sí importa, como es suficiente señalar que es necesario que
desaparezca la monarquía española, sin que indicáramos -porque no
lo sabemos- de qué manera preparar la caída).
3) (...)
Lo que en modo supremo conviene es crear, en lo inmediato, la
ibericidad. Hay que hacer que todas las energías de nuestra alma tien
dan hacia un fin, detrás de todos los fines inmediatos que existen.
Este fin es Iberia, Iberia como amante espiritual de la América ibérica
(y no latina), Iberia como señora del África septentrional, Iberia como
destructora del prestigio y del predominio francés. Venguemos la de
rrota que aquellos del Norte infligieron a los árabes nuestros antepa
sados. Expiemos el crimen que habíamos cometido al expulsar a los
árabes que nos habían civilizado.
La Rep. Port. es valiosa, pero no por lo que vale, sino por la direc
ción que contiene, que inconscientemente posee.167
— 147—
deseos que expresamos, carecemos de los detalles de tal realización,
impredecibles por otro lado, y de estos últimos dependerá en algo la
propia formación de la unidad espiritual ibérica.
Lo que nos importa ahora es, empero, sólo determinar el pre-es-
píritu ibérico, la actitud preliminar del problema de nuestra unifica
ción. Lo que importa es, a partir de ahora-si es este nuestro objetivo-
concebir fuertemente nuestra diferencia en relación con los otros gru
pos civilizatorios europeos y nuestra íntima semejanza, a través de
nuestras necesarias diferencias nacionales. Esto es lo que importa, y
sólo esto. Ver bien cómo nuestra misión, cualquiera que ella sea (...)
No es sin embargo imposible tener de esta futura acción mental
ibérica una idea vaga -la cual, en cuanto vaga, puede ser el contorno
indeterminado de hechos futuros (desde el momento en que va con
juntamente con aquellos) que no pueden ser negados (a).
Toda nación que se constituye en modo superior -que puede ad
quirir una conciencia civilizatoria de sí misma- representa una síntesis
especial de elementos dispersos de la civilización a la cual pertenece.
El espíritu francés es la síntesis francesa de los elementos de la civili
zación europea; el espíritu inglés es la síntesis inglesa de estos elemen
tos; y así para todos los otros países. Un País tiene un hondo valor en
su civilización en base al grado que, nacionalizándolos, profundiza y
da nuevo significado a los elementos generales comunes a todos los
países de la civilización a la cual pertenece. Un País inferior se limita,
aceptando los elementos generales de civilización, a imprimir a ellos
la impronta nacional suficiente para garantizar que, acogiéndolos, no
se encuentren desnacionalizados. Ejemplo: Suiza, Holanda, Bélgica.
Este género de países no dan nada esencial a la civilización. Podrían
dejar de existir sin que la civilización ni siquiera sufriese; y, si valen
alguna cosa, lo valen como Buffer States,168 en su significado superior,
— 148—
fronteras compactas entre naciones y naciones definidas. Llamamos
a estos países, países depositarios de civilización.
Un País medianamente creador (ejemplo: Francia, Alemania, Cas
tilla como tal) no sólo acoge los elementos provenientes del extranjero
sino que además los armoniza e intensifica en una determinada di
rección, lo cual los hace idóneos para transformarlos en surco, en psi
que nacional. De esta manera, al principio de su existencia política
definida, el rol de Francia es aquel de racionalizar la civilización; los
franceses son los armonizadores del conjunto de ideas, de tendencias
que constituyen el fondo civilizatorio. Al principio, el rol de Alemania,
muy similar y opuesto (en el fondo Francia y Alemania son las dos
caras de la misma moneda), era aquel de transformar los valores civi
lizatorios; en fin, era aquel de disciplinar y concatenar en la práctica
la fuerza civilizatoria. El rol de Castilla-España era aquel de oponer a
las corrientes centrífugas de Europa el freno (absurdo aunque fuera
necesario) de la (..?)
Llamo, a estos países, países distribuidores de civilización. Distri
buyen civilización de tres modos: por medio del imperialismo gue
rrero, que lleva en la punta de la espada la secousse169psíquica necesaria
para renovar, desde el punto de vista de una civilización, el pecho he
rido de otras naciones (Felipe II, Napoleón, Guillermo II); por medio
de la transformación de valores que su posición geográfica (...)
Finalmente están los países que crean civilización. Son aquellos
que a los elementos generales, que el tiempo proporciona, le añaden,
al sintetizarlos, algo que no consiste tan sólo en su armonía, sino algo
de más, algo en una nueva dirección no contenida ni en uno ni en otro
entre dos grandes poderes rivales o potencialmente hostiles, que por su existencia está
pensado para evitar conflictos entre ellos. “Estado-Buffer” es cuando es auténticamente
independiente, por ejemplo: Uruguay y Paraguay, entre dos potencias enfrentadas como
Argentina y Brasil, por lo general persiguen una política exterior neutral, hecho soberano
que los distingue de los llamados estados satélites.
169. En francés en el original: conmoción, sacudida.
— 149—
de los elementos sintetizados, pero sí en su conjunto, y, sí en algunos
elementos, pero vagamente. Tales son, de manera suprema Italia e In
glaterra (únicos países civilizados de Europa) y, en menor grado, en
virtud de su estupenda acción en los descubrimientos, este sagrado y
divino rincón de la tierra, a quien los Dioses concedieron que abriese
las puertas de los Lejanos y renovase en la distancia al viejo mundo.
Estas palabras parecerán extrañas, pero son meditadas y cautas.
Nuestros descubrimientos son una obra cuyo espantoso sentido to
davía no ha alcanzado la superficie de la intuición sociológica con
temporánea, en parte porque la sociología todavía no existe, en parte
porque lo que de ella existe ha sido hecho por la parcialidad jesuítica
de franceses, por la pesada falta de intuición histórica de los alemanes,
y por la insularidad ignorante de los ingleses. Un ejemplo servirá y
bastará para dar la medida de la estupidez sociológica de los que ma
nejan estos asuntos. En cualquier tratado de historia, el autor, al tratar
los descubrimientos, cita siempre dos o tres nombres, y en torno a
ellos la rueda teje su pobre parte de la corona de gloria de los descu
bridores. Esos tres nombres son Colón, Vasco da Gama y Fernando
de Magallanes. Ahora bien, si existe algo nítido para el sociólogo, es
que el nombre supremo en los Descubrimientos es el del Infante D.
Henrique, una de las figuras máximas de un creador de civilización
que el mundo haya visto jamás; de quien Colón, Gama y Fernando
de Magallanes son el brazo y el gesto. Tan cierto es esto que en la his
toria, como en la sociedad en general, el acto brillante es el que su
planta al acto creador. Véase un ejemplo que elucidará la cuestión:
¿quién habla de la Revolución Inglesa como se habla de la Revolución
Francesa? Sin embargo la primera fue fons et origom de la segunda.
Por Cromwell y por sus hombres es que ingresó la República, la Re
pública en sentido moderno, de anti monarquía, en Europa. ¡Y todos
piensan que fue con los grandes agitadores de 1793! Sea como fuera,
— 151—
pesa y duele y nos separa de cosas amadas, y de un pasado próximo,
que, aunque fuera un error, fue nuestro pasado. Digámosle a nuestras
tradiciones mortales (letales) como Cristo le dijo a su Madre: ¿quién
es mi Madre? [...]
Construyamos en nosotros la Iberia. Y un día Iberia será.
Cuesta mucho a un católico ibérico reconocer que la fe de los papas
es enemiga de su Ciudad-Península. Cuesta mucho a un portugués
republicano reconocer que su idea de república es un insulto que los
franceses hicieron a su nacionalidad. Es muy difícil resolver el pro
blema de conservar la república sin tener la democracia, importación
francesa, que los franceses trajeran en mal estado de Inglaterra. Pero
sólo aquello que vale la pena cuesta y duele. Bendito el dolor y la pena
por los cuales el Mundo se transforma.171
— 152—
tigua, del absolutismo del antiguo régimen.
La Revolución Inglesa fue una nacionalización de la Reforma, de
la revuelta contra Roma, hecha por medio de una igual oposición en
relación a las fuerzas antiguas.
La Alemania de Bismarck fue una nacionalización casi espontá
nea, hecha no contra las fuerzas nacionales, sino contra las fuerzas ex
tranjeras -aquellas de la Revolución Francesa.
El Imperio de Felipe II fue una nacionalización directa de fuerzas
antiguas, extranjeras, transferidas a España sin alteración -una unión
de la idea de imperio y de la idea católica.
La Portugal del descubrimiento fue la nacionalización de una ten
dencia extranjera.
En las otras naciones, nacionalización por medio del análisis, lo
que significa por medio de oposiciones de los elementos fortificantes
extranjeros o nacionales en los otros elementos. En Iberia, nacionali
zación por medio de la conciliación de los elementos extranjeros y de
aquellos nacionales, opuestos o concordantes.172
— 153—
rente en uno y en otro pueblo. Orientación frente a Europa: conviene
que sea la misma en ambos.
Hay cosas que nos separan desde un punto de vista nacional: el
hecho, por ejemplo, de ser nosotros un país colonial, y el que España
no lo sea. Mantengamos las otras cosas que nos separan: la república
aquí y la monarquía allá (instamos a no tener ninguna simpatía de
parte nuestra por los republicanos españoles, gente por lo tanto corta
de vista en materia nacional), el anti-catolicismo nuestro, y el catoli
cismo de ellos.
Un hecho fundamental nos separa; un acercamiento total com
portará que uno de nosotros ignore la propia esencia o que ambos la
ignoren. De donde sobrevivirá un peligro o para uno o para ambos.
En la época de la grandeza de ambos, nosotros, obligados por los re
sultados de los descubrimientos a adoptar un imperialismo, tuvimos
que asumir una actitud española. A partir de ese momento comenza
mos a caer bajo el dominio de España.173
El hecho fundamental que nos separa es el siguiente: España es
una nación compuesta por varias nacionalidades; nosotros somos una
nación unitaria, homogénea, tanto cuanto es posible que pueda serlo
una nación que no sea una mera Andorra o San Marino.
No deriva, de esta radical diferencia -a la cual se le va a agregar la
diferencia fundamental del clima y, por tanto, de naturaleza- una ine
vitable y lógica diversidad de instituciones. Allí la monarquía es nece
saria, a no ser que se desee ver a España deshecha en las nacionalidades
que la componen; aquí la república basta, y no es necesaria la monar
quía, en cuanto no tenemos nada que unificar, siendo el país, de por
sí, unido. La monarquía es admisible sólo donde no conviene que
exista una república. En donde pueda existir tanto la una como la
otra, debe existir la república, porque es el más avanzado e indiscipli
nado de los dos sistemas.
173. Pessoa nuevamente se refiere a la llamada “Época Filipina”, ver, utsupra, nota 67.
— 154—
El enemigo de Iberia es, en primer lugar, Francia. El alma francesa
es fundamentalmente hostil al alma ibérica, en todas sus formas -sal
vo, tal vez, en la catalana.
La causa de combatir la fórmula francesa de civilización debe ser
uno de los puntos sobre los cuales debe converger el esfuerzo ibérico,
y en el cual se concentre de manera clara.
La naturaleza profundamente nacionalista de España se opone al
aspecto profundamente cosmopolita de Portugal. Parece que ya hay
aquí un elemento que perjudicará toda la unión de fuerzas. Pero en
realidad no es así. El ideal puede ser común, la orientación diversa.
Conviene, correctamente, que sea de esta manera. Únicamente la di
rección general civilizatoria debe ser lo común a España y Portugal.
Una más estrecha comunidad comportará aquel acercamiento que,
como he dicho, es precisamente una de las cosas a evitar.
— 155—
nuada, hacemos lo mismo, siguiendo el imperialismo de expansión,
peor de una manera diferente a aquel antiguo (????????).
El problema capital de la civilización moderna es cuál será la trans
formación que deberá sufrir la idea democrática para acompañar al
progreso social, con el cual va haciéndose incompatible.
España y Portugal, países de débil educación, se encuentran, por
esta razón, en las mejores condiciones para crear una aristocracia.
También se da el hecho que no tenemos algún tipo de tradición po
lítica. Nuestra obra debe situarse en este campo: buscar ibéricamente
la nueva fórmula para la sociedad. (????).
Crear una nueva literatura, una nueva filosofía; éste es el primer
paso. En Portugal ya ha sido dado, especialmente en filosofía, por
Leonardo Coimbra,174 uno de los tres grandes filósofos de la Europa
contemporánea (los otros dos son Bergson175 y Eucken176).
Cultura y Arte son la síntesis de los europeos -de lo contrario no
— 156 —
existe civilización- pero orientados ibéricamente, vale decir, subordi
nados al concepto fundamental que el alma ibérica hace de la cues
tión. Tal concepto difiere de aquellos de las otras naciones europeas
en este punto: mientras toda la política y el arte de los otros países se
basa sobre principios nacionales, el resto de nosotros adquirimos prin
cipios nacionales sobre todo a través de síntesis y amalgamas de prin
cipios importados, cosmopolitas. En modo especial esto es verdad en
cuanto a Portugal, donde la actitud cosmopolita alcanza su máximo.
Cuando nos falta un cosmopolitismo fuerte, cualquier cosa que
creamos caemos en la nulidad intelectual. Otras naciones pueden con
tinuar teniendo relevancia en la vida cuando en todo son nacionales;
nosotros tenemos interés de ser internacionales para poder ser nacio
nales en cualquier cuestión.
La cultura extranjera es analítica (????), la cultura ibérica es sinté
tica. Una nación cualquiera de Europa sólo necesita de una influencia
extranjera si lo es para crear su propia actitud. Nosotros necesitamos
de influencias extranjeras conflictivas para esto. Con elementos ita-
liarfbs, Inglaterra creó su propio Renacimiento. Con elementos puros
italianos, creó E^ancia el suyo. Nosotros con elementos del Renaci
miento sumados a aquellos del Medioevo, católicos.177
— 157—
es posible es tener la visión de cómo la síntesis podrá hacerse, y no lo
que ella es, realmente y en la vida, después de hecha (el menos estético
de los divertimientos inútiles).
Habíamos dicho que la síntesis cultural ibérica deberá nacer de la
conjunción de tres elementos o actitudes: Se basa en nuestro carácter
ibérico común, y esto es el fondo ibérico-romano-árabe de nuestra
personalidad psíquica común. Es esta una síntesis cultural positiva;
entendiéndose, sin embargo, que lo es a través de la absorción asimi
ladora de los elementos contemporáneos de civilización. Es la iberi-
zación de las corrientes civilizatorias europeas que forman la síntesis
ibérica, que es la trascendencia especial de tales corrientes sumadas
en nuestra personalidad misma.
En cuanto negativa, esta síntesis cultural se opone: de un lado, al
mismo pasado ibérico que fue enemigo de Iberia -y este pasado se re
sume en la doctrina de la Iglesia Católica; del otro, se opone a la cultu
ra francesa y a aquella alemana, que son fuertemente derivadas de
aquellas iniciales italianas e inglesas. La síntesis ibérica es enemiga
de la cultura francesa porque la lucidez superficial del francés no
puede casarse con los elementos árabes, profundos e intensos, de nues
tra personalidad psíquica, con el elemento soñador, colorido, infla
mado, de nuestro actual arabismo indígena. Es enemiga de la cultura
alemana porque (...)
No es enemiga de la cultura italiana y de la cultura inglesa porque
ellas son culturas básicas y no meramente traducidas, como las otras
dos. Oponerse a esto será como alzar barricadas contra la civilización.
Somos la síntesis del Mediterráneo y del Atlántico; la cultura italiana
es la flor del Mediterráneo, la inglesa lo es del Atlántico en el Norte.
Francia y .Alemania son países intermedios, meros transmisores y per-
feccionadores de la creaciones de los otros.
En la germanofilia castellana y en la francofilia portuguesa se ma
nifiestan las traiciones culturales de la Península.
Para mí, poeta decadente, para quien la política es sólo el más pe
— 158—
ligroso de los divertimientos inútiles (el menos estético de los diver
timientos inútiles), todo esto tiene la importancia (...)
Sin embargo, no se trata de amistad o de un acercamiento ami
gable, frases que tienen, tras las otras señaladas, la desventaja de no
tener sentido; se trata de cualquier acuerdo que se sienta en el modo
más nítido y se vea en el modo más sólido, el caso es otro, y debemos
afrontarlo frontalmente, sin la intención de ser complacientes o in
cluso imparciales (la imparcialidad es la forma menos noble de ser
parcial, porque es la más hipócrita, porque es la única realmente hi
pócrita).
En la península hispánica, de una punta a la otra, nosotros no
somos latinos, somos ibéricos. Es necesario estabilizar antes que todo
este punto. No tenemos nada, psicológicamente, en común con los
dos países herederos de la civilización latina propiamente dicha -Italia
y Francia. Nosotros no somos latinos, somos ibéricos. Tenemos -es
pañoles y portugueses- una mentalidad aparte del resto de Europa.
Cuales sean las diferencias que nos separan (y ellas existen), somos
más'tercanos psíquicamente el uno del otro que cualquiera de noso
tros con respectóla cualquier otro pueblo extra-ibérico. Se han dicho
cosas que sugieren que nosotros los portugueses somos más similares
a los franceses, o a los italianos, que a los españoles; cosa que por for
tuna no es verdad. A qué grado de desnacionalización, al cual no era
necesario que hubiéramos llegado, para haber llegado a afirmar pre
cisamente que (...)
Si somos ibéricos, tenemos derecho de esperar que todo debe di
rigirse a una política ibérica, a una Civilización ibérica, la cual común
a los países que componen Iberia, que, sin embargo, a todos ellos tras
ciende (ninguno de ellos individualmente la trasciende).178
— 159—
8
179. Félix Lorenzo Diez (1879-1936): periodista madrileño, que firmaba a veces con
el pseudónimo de “Heliófilo”, colaborador de muchos diarios y revistas españolas e ibe
roamericanas, y corresponsal en el periódico londinense “The Evening Times”; no era
director del diario “El Imparcial” de Madrid como señala Pessoa, sino su redactor-jefe.
En calidad de enviado especial, vivió en Portugal en 1910, 1912 y 1915, escribiendo
unas interesantes crónicas que luego aparecieron como libro: Portugal (Cinco años de Re
pública), Est. Tip. De la Sociedad Editorial de España, Madrid, 1915. “El Imparcial” fue
un diario matutino de ideología liberal fundado por Eduardo Gasset y Artime en 1867
y desaparecido en 1933; fue uno de los primeros diarios de empresa, en contraposición
a los diarios de partido; su ideología lo acercaba a la extrema derecha y al conservadu
rismo, era el medio gráfico más enemigo de los movimientos obreros y de los nuevos na
cionalismos. Su suplemento literario, “Los Lunes del Imparcial”, fue el suplemento
cultural más importante en lengua española durante décadas, donde escriben desde sus
inicios los que poco más tarde serían bautizados como “Generación del 98”: Unamuno,
Maeztu, Azorín, Baroja.
180. En inglés en el original: “La crítica de la primera en otra parte”.
— 160—
de Iberia -su peninsularidad; (b) el lugar histórico de fusión del ele
mento romano con el árabe; (c) los dos Países han legado la misma
nota del pasado, por su común acción de apertura del Nuevo Mundo
a la civilización. En estos tres puntos se asienta la unidad de la civili
zación ibérica, porque, por más separados que los dos pueblos estén
o se sientan, son ruedas en el mismo eje, que, por lejanas que estén
una de otra, son parte del mismo movimiento y tienen el mismo sen
tido en su dirección.
4. Si la Iberia es así, trascendiendo los pueblos que la componen,
una unidad civilizatoria, es evidente que se encuentra en la lógica na
tural de las cosas que una separación verdadera perjudica a cada ele
mento componente —o, mejor, que debía ser un componente- de esa
unidad.
5. Esta unidad esencial se acompaña, entonces, de diferencias enor
mes en los puntos secundarios. Nos excusamos de buscar las causas
de estas últimas, tal como buscamos la unidad esencial. Porque es su-
perfluo buscar causas de aquello que es patente: Portugal no quiere
ser español, ni de una forma ni de otra. De los odios sembrados en la
historia, el odio del portugués a la España imperialista es el único que
permaneció, porque aquel que teníamos contra los franceses que nos
invadieron con Napoleón,181 y aquel contra los ingleses que lanzaron
el célebre “Ultimátum”,182 ambos son pasado y se han desenraizado
de nosotros.
6. Ahora bien, esta existencia de divergencias muy grandes, lejos
de perjudicar la idea implícita (para el estadista) de la íntima unidad
civilizatoria ibérica, en realidad la refuerza y la vuelve incluso más
aceptable. Porque todo organismo es superior en la proporción en
que su unidad esencial es interpretada y realizada por funciones dife-
181. Tres fueron las invasiones francesas a España: en noviembre de 1807 (bajo el
mando del general Junot); en marzo de 1809 (bajo el mando del mariscal Soult) y final
mente en agosto de 1810 (bajo el mando del general Massená).
182. Véase, ut supra, cap. I, nota 78.
— 161—
rendadas. Cuanto más elevado es un organismo en la escala de los
seres vivos, más diferenciados son su órganos que lo componen, y
mayor la interdependencia de sus funciones. Por eso, dada la unidad
fundamental que la naturaleza (por su territorio y por su historia) le
dio a Iberia, y dada la paralela diferencia entre pueblo y pueblo que
la componen, somos conducidos, no a la conclusión que dicha unidad
es imposible, sino, por el contrario, que, siendo posible, será produc
tora de resultados sociales (civilizatorios) notabilísimos, por eso es
que, conseguida la unidad orgánica, la enorme divergencia de las par
tes componentes tenderá a hacer esa unidad altamente productora de
civilización.
Ha sido una cosa espléndida que la historia, que nos hizo nacer
unidos, por tanto tiempo nos separase, para que, uniéndonos, cons
tituyéramos una unidad civilizatoria en tanto unidad vital de un or
ganismo superior, y no una unidad inferior, como Francia, o como
Alemania. (E incluso así, el largo tiempo que Alemania estuvo en es
tados separados la dividió mucho y le condicionó la superioridad que
conquistó. Pero allí hubo el pecado de la hegemonía prusiana...).
Establecido, pues, que debe tenderse hacia una unidad ibérica, en
el mismo momento queda fijado que esa unidad debe ser constituida
por pueblos lo más divergentes posibles dentro de esta unidad. Desa
parece entonces, como absurda, como ibéricamente criminal, toda
tentativa que se quiera esbozar de absorción de un país por otro, como
criminal resulta, luego también, la absorción (ficticia, por otra parte)
de la nación catalana por Castilla. Porque llegamos finalmente a la vi
sión integral de la confederación ibérica.183
Otro punto a tratar: radicalizar siempre más las diferencias entre los
— 162—
estados que componen la personalidad ibérica. Aumentar la diferencia
entre Cataluña, Castilla y el estado natural gallego-portugués. Dife
renciar, a fin que la unidad producida sea una unidad compleja y, por
lo tanto, fecunda. Repetimos para ignorantes y desatentos: un orga
nismo es tanto superior cuanto más son de heterogéneas sus partes
componentes, cuanto más su unidad es heterogénea e interdepen-
diente (...).
¿De qué modo se debe entender esta diferenciación? Radicalizar
fuertemente en todos los Países sus tradiciones populares: costumbres
regionales, muebles, cerámica, la arquitectura propia. Cultivar en
todos los Países la lengua propia con un cuidado escrupuloso. De esta
manera, uno de nuestros primeros escrúpulos debe ser aquel de dife
renciar nuestra lengua de la castellana lo más posible, arribando de
esa forma a la diferenciación ortográfica, a través del uso de nuestra
ortografía tradicional, que algunos portugueses degenerados -en su
mayoría republicanos—han degradado por medio de la simplificación,
vale decir, por medio de la castellanización. Nos enfrentamos siempre
a urta especie de separatismo ibérico. Es óptimo que exista una base
nacional tan sólida, para que resulte verdaderamente heterogénea
cuando devenga interdependiente la unión de las naciones ibéricas en
confederación.
Porque —¡no lo olvidemos jamás!- no se trata ni de una unión, ni
de una federación, sino de una confederación. ¡Recordémoslo una vez
más, recordémoslo siempre!
Y si este estudio se vislumbra absurdo, romántico, delirante, re
cordemos que en escritos mucho más románticos, absurdos y deliran
tes ha tenido su inicio la corriente que ha creado el actual Imperio
alemán, la horrenda maravilla, pero la maravilla de nuestros tiem-
— 163—
10
— 164—
en una cultura propia, ni psique nacional a la que le corresponda. No
es una nación muerta, como Irlanda, en la que [...]
No es una región espiritualmente conquistada, como las provincias
de Alsacia y Lorena, en su origen germánicas, y que Luis XIV robó a
Alemania, que Bismarck después (de modo territorialmente legítimo)
recuperó para la Patria, y que hoy pasan otra vez a manos del usurpa
dor que las conquistara espiritualmente.186
11
— 165—
los Domingos. Lo he experimentado y lo sé, por desgracia.187
12
— 166 —
Cataluña, sin embargo, sólo tiene que escoger entre las desventajas
menores de su integración, como hasta aquí en España, aunque, por
ventura, con otras ventajas, y las desventajas mayores de su indepen
dencia absoluta. Nadie en Iberia le da licencia a que escoja la innoble
hipótesis, que sería la unión con Francia, a la cual parece secretamente
mirar parte de la tendencia catalanista.190
13
entre Galicia y Portugal, que proviene del Neolítico, siguiendo con la expansión celta,
surgiendo en tiempos de la colonización romana una nueva lengua, que algunos llaman
“Romance romano de Occidente” o “Lengua romance de Occidente” (Jaime Cortesáo),
con muchas diferencias con la restante sociedad hispano-gótica después de la invasión
visigoda.
190. Fin de texto mecanografiado.
— 167—
-nosotros, los portugueses- bajo el dominio español,191 caía dentro
del género de imperialismo que había aparecido en la Península. Una
vez generado en la Península un imperialismo de conquista y expan
sión, era natural que ello surgiera dentro de la misma Península; y
surgiendo en su interior, era natural que surgiese en la mayoría del
pueblo y, precisamente por ello, más adaptado a dominar, ya no era
el pueblo de los descubridores, sino aquel que -¡la misma posición
geográfica lo indica!- tenía que mantenerse al día con el descubri
miento de la conquista. Fue una inevitable división del trabajo, fu
nesta para Portugal.
Lo que demuestra, sin embargo, al mismo tiempo, que la acción
civilizatoria del antiguo Portugal y de la antigua España fueron erradas
ibéricamente es que, de todo este imperialismo marítimo, colonial y
europeo, no surge un imperialismo cultural. Sí, nosotros, portugueses
y españoles, habíamos dominado el acá y el más allá de los mares;
pero jamás ha existido una civilización española o una civilización
portuguesa o una civilización común entre ambas. Es la plena demos
tración que nuestros imperialismos no representaban una expresión
perfectamente natural, saludable, de fines raciales inmanentes. Existe
un imperialismo alemán, pero además existe una cultura alemana,
distinta e impresa. Existe un imperialismo francés (o no fue, volviendo
a la Revolución Francesa), y en la idea misma de esta Revolución, su
mada a aquella del anterior régimen, existe una cosa llamada cultura
francesa. Existe un imperialismo inglés y existe (por si mucha gente
no lo sabía) una cosa extraordinariamente clara llamada cultura inglesa
que se manifestó en su acción europea, por medio de la política. ¿Cuál
era el contenido cultural del expansionismo portugués o de la propia
expansión española? Propiamente ninguno. Lo era el catolicismo; pero
éste era extranjero y no era novedoso.
— 168—
Esto, sin embargo, nos lleva más lejos.
Visto que, no obstante ser naciones separadas, habíamos ejercido
una acción imperialista, podíamos ser imperialistas. Visto que, sepa
rados, esta acción imperialista resultó incompleta (porque nunca han
sido flores de una cultura Ibérica o, separadamente, española y por
tuguesa), nunca hemos tenido un verdadero imperialismo, ya que de
bimos tenerlo conjuntamente, ibéricamente. Visto que, creando un
imperialismo colonial y europeo, nada conseguimos que no fuese ven
tajoso para los otros pueblos (????????), debe existir otro significado de
nuestro imperialismo en conjunto.
Nuestro pasado imperialista nos debe servir para infundirnos el
orgullo en el que el imperialismo se fundamenta. Así como la tradi
ción del viejo imperio alemán alimentó a los románticos modernos
alemanes mediante los cuales el orgullo germano, en su renaci
miento, viene de la mano de Bismarck, creando el actual y gran im
perio, del mismo modo hagamos nosotros de la noción orgullosa
de nuestro antiguo dominio la base para nuestro diversísimo domi
nio 'futuro. Es de esta manera como el actual imperialismo alemán
nada tiene en caqjún con el otro, salvo el de ser un imperio, mien
tras que nuestro imperialismo futuro nada tendrá en común con el
pasado, salvo el de ser imperialismo. Refutamos, en su realización
recordada, la lección del pasado; aceptemos el espíritu de lo que fui
mos para renacer. Dejemos caer en la fosa el cuerpo del imperio que
habíamos tenido; resucitemos su espíritu, en aquello que es orgullo,
ansia de dominio, gloria de expresión.
Una de las cosas necesarias es liberarse de todos los elementos del
pasado que puedan pesarnos sobre nuestra configuración cultural.
Debemos hacer desaparecer las colonias portuguesas. Las colonias
portuguesas son una tradición inútil. Nosotros no teníamos el de
recho de posesión de colonias. En nuestra mano, ellas no nos sirven,
no sirven a los otros y son para nosotros un peso, alimentando una
tradición funesta que fue bella hasta que tuvo gloria inútil, porque
— 169—
fue gloria; pero habiendo cesado de ser gloria, ha terminado por ser
solamente inutilidad.192
¡Que el imperialismo sea nuestra tradición; y no el imperialismo
colonialista y dominador!
Que nosotros podamos decir, reproduciendo con un significado
local las palabras con la cuales Nietzsche concluye El Anticristo:m
A partir de hoy, en toda la Iberia:
I4195
192. La opinión de Pessoa sobre las colonias portuguesas se modificó más adelante,
hacia 1924, y sostendría hasta el final que, si bien las colonias no eran una necesidad
para Portugal, representaban una ventaja en la lucha material entre las naciones.
193. Una de las primeras (y escasas) menciones a Nietzsche en la obra pessoana, con
quien tuvo una relación tensa, crítica y nada condescendiente; véase nuestro estudio pre
liminar.
194. La frase: “Umwertung aller Werte”, se encuentra al final del capítulo 62 del
libro. Es la tarea fundamental y revolucionaria de la Voluntad de Poder.
195. Fragmento escrito en inglés con el título: “Since the desintegration of Spain is
a definite fact”.
— 170—
Cada una de esas naciones sería independiente, con su ejército,
marina, servicio diplomático y similares; España podría hacer lo que
pudiera con la marina y sus colonias, las cuales, por fortuna son pocas
y pueden ser atribuidas a Castilla o ser administradas conjuntamente
por las naciones que ahora componen eso que se llama España.
El problema de la lengua no importa, porque si a un catalán le
place escribir en castellano, lo hará entonces como lo hace ahora, del
mismo modo que un castellano puede escribir en francés y tener un
público más vasto. Unamuno ha puesto la cuestión: ¿por qué no es
cribir en castellano? Si se trata de esto, prefiero escribir en inglés, que
me dará un público más vasto que el castellano: y soy tanto castellano
como inglés por la sangre y mucho más inglés que castellano por mi
educación inglesa.
El argumento de Unamuno196es realmente un argumento para es
cribir en inglés, ya que es el idioma más extendido del mundo. Si voy
a abstenerme de escribir en portugués, porque mi público es, a causa
de ello, limitado, puede escribir bien en la lengua más extendida de
196. Pessoa era un inactual en su época. Las relaciones con España, país que jamás
visitó, fueron escasas e intermitentes. Mantuvo relación epistolar con algunos poetas ul-
traístas, pero le ignoraron los nombres de primera fila más interesados por Portugal -el
caso de Unamuno, Eugenio d’Ors- y los que le conocieron apreciaron más su labor de
crítico que de poeta. Ramón Gómez de la Serna, que vivió en Portugal algunos de los
años más fecundos de su trayectoria literaria, le cita, equivocando el nombre, como uno
más entre los escritores jóvenes. Unamuno amaba Portugal, y proponía un federalismo
ibérico cultural y espiritual, con la propuesta de la adopción de una lengua común, el
castellano, por parte de todos los pueblos de la península, idea que mantendría hasta su
muerte. El iberismo de Pessoa no podía sino chocar con el de Unamuno, basado en la
preponderancia de ¡Castilla! y su idioma. El desencuentro de Pessoa con España lo ejem
plifica su relación con Unamuno precisamente. Le escribió enviándole la (su) revista Or-
pheu, de la que estaba orgulloso, y Unamuno, que mantenía correspondencia con todo
el mundo y que tan atento estaba a cuanto ocurría en Portugal, ni siquiera le acusó recibo;
eran otros nombres los que le interesaban: Texeira de Pascoaes, Eugenio de Castro, que
fueron los poetas portugueses más divulgados en España en los años en que Pessoa realizó
su obra en silencio.
— 171—
todas. ¿Por qué debo escribir en castellano? ¿Me podrá comprender
U.?197 Es pedir demasiado por muy poco.198
197. Unamuno.
198. Fin de manuscrito mecanografiado.
— 172—
IV
Sidonismo
Portugal en la encrucijada
( 1918 - 1920 )
Nota introductoria
— 175—
(para distinguirla de la “vieja”, la liberal y burguesa), y por ello deno
minado Presidente-Rei, “Presidente-Rey”, modificando a su antojo la
Constitución portuguesa de 1911 y siendo precursor del futuro estado
fascista, Estado Novo, de Salazar. Fue asesinado el 14 de diciembre de
1918 por un militante republicano.
Los primeros diez textos que presentamos debieron formar parte
de otro libro fallido de Pessoa, que llevaría el título de El significado
del Sidonismo. Son pocos fragmentos, escritos con urgencia entre 1918
y 1919, incluso después del asesinato de Pais, suficientes para darnos
una idea del concepto técnico-político de “Sidonismo” en el pensa
miento de Pessoa y cómo se enmarca en un más amplio y complejo
discurso que desborda el horizonte profético típico de los años ante
riores.
Del mismo período son los textos restantes, escritos para otra obra
planeada que llevaría el título de El Preconcepto del Orden, con la cual
Pessoa realizaba un ajuste de cuentas con el Portugal post bélico, es
tudiando el problema en el contexto histórico más general y sobre
todo con el trasfondo de la Revolución Rusa de 1917, y sus conse
cuencias sobre toda Europa en crisis.
— 176—
I
EL SIGNIFICADO DEL SIDONISMO 199
Sidonismo
Al investigar cuál es la verdadera tradición política de Portugal, im-
— 177—
porta, antes que nada, definir este concepto de tradición (tradig&o). Ella
puede tener tres sentidos: o bien aquello que pasa, sin quiebra, de pa
dres a hijos, como por ejemplo la lengua nativa; o aquel que (...)
El despotismo central equilibrado por la descentralización muni-
cipalista.
Como un estado perpetuo de guerra, y guerra agónica (?), creado
por los (...), que habrán determinado la prosecución, mórbida pero
inevitable, de nuestros descubrimientos, el municipalismo desapare
ció, para dejar en pie sólo al más fuerte, el despotismo del poder ab
soluto. Rompiendo (...) el poder de la hidalguía, que a pesar del poco
feudalismo que hubo entre nosotros, era al menos una regionaliza-
ción, la Monarquía aumenta todavía más su centralismo y su poder.
Hubo, de esta manera, ruptura del equilibrio.
Quedando Portugal así reducido políticamente a un mero poder
central, sin vida aristocrática política, porque la aristocracia fue polí
ticamente muerta por D. Joáo II,201 y sin vida popular política, porque
la vida de los municipios, lentamente apagada bajo los últimos reyes
de Avis, terminó extinguiéndose con los Felipes de los Braganza;202 el
poder central, decayendo, hizo decaer políticamente todo. Hubo, con
la Restauración,203 un renacimiento del aristocratismo, que el Marqués
de Pombal204 nuevamente quebró, llevando a su fin la obra iniciada
por D. Joáo Segundo.
201. Juan II de Avis (1481-1495): representó, en Portugal, el típico ejemplo del mo
narca renacentista; mecenas, centralista y absolutista radical, encarnó una suerte de figura
anticipatoria del Príncipe tal como lo piensa Maquiavelo, encarando una política contra
los grandes nobles, quitándoles privilegios y derechos señoriales.
202. Ver, utsupra, nota 67.
203. A Restaurado: ver, ut supra, nota 67.
204. Sebastiao José de Carvalho e Meló, primer Conde de Oeiras y Marqués de Pom
bal (1699-1782): aristócrata, político y diplomático portugués, secretario de Estado de
José I (1750-1777), está considerado una de las figuras más controvertidas y carismáticas
de la Historia de Portugal; cerebro detrás de la “monarquía iluminada”, el despotismo es
clarecido, afrancesado, aplicó los principios económicos de Colbert, mercantilista y ab
solutista, reconstruyó Lisboa después del famoso terremoto.
— 178—
De esa manera, cuando el internacionalismo masónico escindió a
Portugal en dos partidos,205 instintivamente atacó la única forma po
lítica presente en el Reino -la Monarquía (absoluta). ¿Pero en nombre
de qué clase se atacó a la Monarquía? No en nombre del pueblo, pues
no se buscó reconstituir el municipalismo portugués. Movimiento si
multáneamente anticatólico (o anti-ultramontano) y anti-británico,
el constitucionalismo hizo caer a la Monarquía absoluta -ligada, sí,
al catolicismo, pero no ella misma catolicismo, aliada, sí, de Inglaterra,
más ella misma no inglesa.
Fue contra el ultramontanismo y contra la bajeza de la monar
quía] absoluta que el liberalismo se irguió. Pero propiamente no fue
contra la m[onarquía] absoluta. Los (...) —pueblo o más- nunca dis
tinguen, en una institución, la esencia de los accidentes, y toman una
institución corrupta por lo que ella es tal cual, no por su corrupción.
Si hubo quien de nuevo pasó a tener fuerza durante el constitu
cionalismo], fuerorHas clases medias, no las clases medias como clases
(iclasses), sino en tanto individuos. Las clases medias políticas fueron
las "que pasaron a gobernar. Y no pasaron a gobernar (y esto es im
portantísimo) porque hubiesen adquirido importancia nacional, sino
porque adquirieron la internacional. La revjolución] constitucional
no (fue) hecha a favor de la burguesía portuguesa, sino a favor de la
burguesía europea (fue, por tanto, un fenómeno extra-nacional). Fue
hecha porque la instrucción, al final, en algo había avanzado, las gue
rras napoleónicas algo habían logrado sacudiendo a las poblaciones
(...) el Constitucionalismo fue hecho por el espíritu de la época con
tra la m[onarquía] absoluta, no por el espíritu portugués contra esa
monarquía.
Vimos ya que, en gran parte, el liberalismo fue un anti-catolicismo.
Veremos ahora que fue un anti-nacionalismo.
— 179—
La única tentativa propiamente burguesa fue “María da Fonte”,206
a la que una intervención extranjera dominó.
Siendo un movimiento de necesidad nacional (necessidade nacional),
pero no un movimiento nacional, el c[onstitucionalismo], por la parte
destructiva, tuvo toda la razón, y por la parte constructiva no la tuvo.
Las fuerzas destituidas eran, de facto, incapaces de gobernar en Por
tugal; las que entraron a gobernar eran capaces de hacerlo, pero no en
Portugal. ¿Existían otras fuerzas que debiesen y pudieren gobernar?
No, no las había; la tragedia nacional era esa. Sólo la m[onarquía]
podía gobernar, sólo ella, absoluta o reformada. La monarquía no
había dejado desarrollar políticamente a ninguna clase; se había trans
formado en la única fuerza política existente. Caída, no había qué la
substituyese, porque no había clase capaz de tener pensamiento polí
tico, porque no había una vida política viable en Portugal sino la de
la mfonarquía] absoluta, y ella era inviable ya en un país europeo. No
había clase con capacidad política; no había, por lo tanto, clase con
capacidad reformadora. Ahora, cuando una reforma política se im
pone, y no existe clase (o fuerza) política capaz de hacer la reforma,
se hace porque se impone, pero se hace por revolución (por revoluto).
Una revolución es un reforma hecha por clases incapaces de reformar.
En donde no hay sentido político hay sentido revolucionario.
— 180—
La hizo la burguesía y parte la aristocracia [?], porque era la única
clase capaz de acción, fue una revolución, porque esa clase, única
capaz de acción, no era, al no estar capacitada, capaz de acción política.
Siendo incapaz de acción política, no podía sino substituir la fórmula
gastada con una fórmula extranjera, porque le faltó el impulso [?] po
lítico para crear una fórmula nacional.
Así, el c[onstitucionalismo] acrecentó la decadencia y la desnacio
nalización. Tuvo, sin embargo, dos ventajas: despertar a la burguesía
políticamente y con las revoluciones que hizo y con las contra-revolu
ciones que motivó, sacudió el letargo nacional. Las revoluciones -la
anarquía, que es lo mismo—tienen su hora histórica, su necesidad so
cial; como las guerras su tiempo y su ventaja [...] No caigamos en el
concepto absurdo de que el orden es siempre necesario; aveces es pre
ciso el desorden (...)
¿Cuáles fueron, entonces, los efectos que se podían esperar de la
aplicación a un páTs de un sistema político inaplicable a él, extran
jero a él, y por una clase sin educación para gobernar? Por ser una
cláSe sin educación para gobernar, la ruina de la administración; por
querer gobern^reformando, o sea: sin capacidad de gobernar ad
ministrando, el derrumbe y el caos político; por tener que gobernar
con principios extranjeros el enviciamiento del carácter nacional;
por tener que gobernar inadaptadamente, su establecimiento como
oligarquía -esto es: en minoría gobernante que gobierna [...] fin de
toda relación con las necesidades nacionales y de cualquier solicitud
de continuidad de gobierno de la vida patria. Cuando, sin embargo,
una clase que obtiene el poder pasa a gobernar sólo negativamente
y a construir sólo fortuitamente, sin apoyo de ninguna tradición,
ni soporte en ninguna fuerza del pueblo, pasa al poco tiempo a go
bernar sólo por gobernar, pasando a gobernar sólo en su provecho,
primero político, después personal. Un régimen implantado en las
condiciones de un constitucionalismo tiene fatalmente que acabar
por dar lo que dará.
— 181—
Dicen (...), con razón, que nuestros presentes dirigentes han sido
cuadrilla de ladrones (quadrilhas de gatunos).
Las causas, no nacionales sino generales, que dieron fuerza a la bur
guesía antes y a favor del c[onstitucionalismo], continuaron, en el
siglo XIX, por darle fuerza. Paralelamente, el c[onstitucionalismo] se
corrompía, y las clases medias cayeron o en la indiferencia o en la por
quería de la política constitucional. Con el aumento de la corrupción
de las costumbres, que modernamente se dio, quedó dañada del todo
la clase en que se apoyaba el c[onstitucionalismo]. Y la instrucción,
arrastrando el influjo de ideas extranjeras, “amplió” las clases políticas
hasta que ellas cubrieron al pueblo —al pueblo de las ciudades, está
claro- y al proletariado, al menos a aquel con menos o sin educación
alguna.
La tradición constitucional, o liberal, había preparado la “idea” re
publicana que, desde un punto de vista, es apenas el C[onstituciona-
lismo] en un nivel más bajo o con una mayor amplitud de adherencia
-el liberalismo popular.
Se renovó el fenómeno que se dio con la caída de la vieja (antigua)
monarquía. De la parte religiosa del problema ya hablamos; nos resta
ver la parte exclusivamente política.
Toda criatura sana en Portugal se mantenía alejada de la política.
Las masas populares, en parte bestializadas, en parte corruptas (...)
Se dio la reacción. Pero ¿quién reaccionó? Criaturas de las mismas
clases que las que gobernaban. Criaturas, por lo tanto, con la misma
herencia, viviendo en el mismo medio que los gobernantes. Criaturas,
por lo tanto, moral e intelectualmente idénticas a ellos, pues sino sería
el mayor de los milagros si con una idéntica herencia y con un idénti
co medio, fuesen diferentes. Uno u otro reacciona en virtud de [...]
el carácter, con legítima y honesta indignación moral. Pero ningún
partido podía reaccionar sino corruptamente, porque, cuando una so
ciedad es corrupta, puede existir, y existen, individuos que no lo son,
pero no hay agrupamientos que no lo sean, o si los hay, no pueden
— 182—
tener acción social, pues únicamente se puede actuar corruptamente
en una sociedad corrupta. Un partido político, al ser sano, tiende a
no actuar, lo que es una contradicción con el propio concepto de par
tido político; al actuar, deberá integrarse en los modos de acción del
ambiente, deberá, en la expresión más moral, adaptarse al medio. Y
así, a medida que fue tomando fuerzas, el partido republicano se fue
tornando más corrupto.
Era su condición de victoria -en un medio corrupto, [...] con co
rruptos. ¿Cómo comparar los hombres de [...], de Antero de Quen-
tal207y M. de Araújo208 [?] con los bastardos de [...] y Afonso Costa209
y el abad Braz,210 que son los de la generación de la victoria republi
cana? Los primeros fallaron el 31 de enero,211 los segundos vencieron
el 5 de octubre.212 Eran los adaptados al medio. Y los que sobrevivie
ron [...], cuántas veces hubieran preferido haber muerto antes que
tuviesen que sufrir la alegría de la victoria.213
>207. Antero Tarquínio de Quental (1842-1891): uno de los máximos poetas en len
gua portuguesa, además de filósofo, crítico literario, historiador, polemista y tribuno po
lítico, inspirador de Wlamada “Generación del ‘70” (E<ja de Queirós, Oliveira Martins,
Teófilo Braga, Ramalho Ortigáo), pero su rol no tiene una valencia sólo literaria (intro
ducción del Realismo), sino histórica-política, ya que las ideas de ese movimiento fueron
claves en la ideología de combate contra el Constitucionalismo monárquico y la instau
ración de la primera república.
208. No existe ningún “M. de Araújo” destacable en la historia intelectual y política
portuguesa. Es posible que se trate de un error de Pessoa al designar a Joaquim de Araújo
(1868-1917), periodista y poeta portugués de segunda línea, amigo y seguidor del mismo
Quental, del cual fue editor de la edición de sus Sonetos en 1881.
209. Ver, ut supm, nota 87.
210. No hemos encontrado ninguna personalidad con ese nombre en el período,
posiblemente una figura republicana destacada en esos momentos y luego olvidada por
la Historia.
211. El 8 de diciembre de 1917, día de la asunción del dictador Sidónio Pais de la
presidencia de la República.
212. El 5 de octubre de 1910, día de la instauración de la primera República por
tuguesa.
213. Fin de texto mecanografiado con la indicación: “Sidonismo”.
— 183—
3
— 184—
blica Vieja no apareció ninguna individualidad dominante, no hubo
diferencia por ese lado. Dicha emergencia de individualidades -in
fructífera en general, salvo si consigue señalar, como Napoleón, una
tradición- sólo puede darse con una convulsión violenta y sangrienta,
como fue la Revolución Francesa: el 5 de octubre fue demasiado suave
para (...)216
4217
— 185—
1851,219 no fue un movimiento con una especie de alma popular cual
quiera. El pueblo no tenía ni de la monarquía absoluta, ni de sus reyes,
ni de sus gobernantes, aquella razón de queja que son las revoluciones.
Ninguna tiranía feudal, como de la que emergió esencialmente la Re
volución Francesa, nos oprimía; ningún abuso personal como los de
Carlos I,220 que provocaron la Revolución Inglesa, nos había vejado;
ninguna oligarquía corrupta como contra quien fue hecha después el
5 de octubre,221 nos enfangaba.
El movimiento constitucionalista no tuvo alcance nacional y, por
lo tanto, no lo tuvo al nivel popular. Fue una manifestación portu
guesa de un fenómeno europeo, extranjero. Como mucho fue un mo
vimiento anticatólico y, por ello, era de la Iglesia y del enfrentamiento
del catolicismo con el estado de donde derivaba la única tiranía que
el pueblo, de algún modo, podría sentir. Ni siquiera la sentía como
pueblo, porque el arma ya estaba entonces dirigida esencialmente con
tra las clases medias y cultas, absolutamente separadas del pueblo en
aquel estado de decadencia, la Inquisición no era motivo sino de un
vago odio popular.222
— 186—
dose tanto a la monarquía como a la República Vieja, se aprovecha
de la intención instintiva de la República Vieja en lo que tiene de pu
ramente destructivo, y rechaza lo que pretende ser constructivo, esto
es, el proceso de destrucción, la norma en vista de la cual se destruyó.
Y de esa forma la República Nueva, aceptando como buena la elimi
nación de la Monarquía, no acepta como buena aquella falsa destruc
ción que consiste en continuar, sin rey, gobernando exactamente del
mismo modo. Y, aceptando como buena la intención cultural de des
truir la fuerza del catolicismo, reconoce que la eliminación de esa
fuerza no puede ser obra de gobierno sino política -lo que significa
que el ataque político tiene que ser la fuerza política del catolicismo
y no su fuerza social.
Aprovechando la intención instintiva de la República Vieja, acepta
de sus puntos destructivos apenas los principios abstractos realizados
-la abolición de la Monarquía, la separación de la Iglesia del Estado,
la necesidad abstracta de quebrar la indolencia económica de nuestro
pueblo.
Yero, aceptando la dirección impuesta por la línea nacional del 5
de Octubre, rechaza los procesos empleados, no sólo como contra
producentes, sino también como insuficientes. La República Vieja
falló incluso como fenómeno destructivo: destruyó mal y lo que des
truyó lo hizo a través de malos procedimientos.
Destruyó mal y destruyó poco. Destruir la Monarquía no es sólo
echar al Rey: es también, sobre todo sustituir los tipos de mentalidad
gobernantes por otros tipos de mentalidad. Y de esta forma, siendo los
gobernantes monárquicos reclutados entre políticos profesionales, ba
chilleres y caciques, debe la República Nueva pasar a gobernar por
medio de clases hasta ese momento no experimentadas como gober
nantes, porque una revolución es eso -la sustitución de elites, porque,
si la salvación no está en estas clases, es que no se encuentra en nin
guna parte. Así, en vez de políticos de profesión, pasará a gobernar el
ejército, que es, de espíritu, lo contrario de ellos; en vez de bachilleres,
— 187—
empleará a comerciantes e industriales; en vez de caciques, como estos
no pueden ser eliminados ni sustituidos, porque una opinión libre de
caciques, aparte de absolutamente imposible, es imposible incluso en
un país relativamente de analfabetos, empleará como solución un sis
tema de instituciones que se sustraiga lo más posible a la acción de
ellos, esto es, la República Presidencialista,224 con la entera separación
del Ejecutivo y el Legislativo. No discuto si, en abstracto, esta forma
de República es superior a la forma parlamentaria: pero afirmo que
es la forma que las circunstancias de Portugal imponen, puede ser que
transitoriamente, al país. ¡Maravillosa intuición del Presidente Sidónio
Pais, que, sin haber realizado estos raciocinios sociológicos, tuvo la
intuición exacta de las conclusiones a las que ellos nos conducen, bus
cando el apoyo en el ejército, buscándolo en las clases extra políticas
y esforzándose porque se vengase la República Presidencialista!
La intención fundamental de las fuerzas nacionales sobre las cuales
se formó el Partido Republicano, la intención nacionalmente oculta
en el curso del 5 de octubre, y de la cual esa Revolución conquistó la
simpatía y la benevolencia del país, fue operar la transformación po
lítica, intelectual y económica del país. Como éramos decadentes en
todo, la intención nacional por detrás de los revolucionarios de Oc
tubre fue hacer una reforma general de la nación y esa reforma tendía
a ejercerse en las tres direcciones expuestas -la política, la cultural y
la económica. Desde hace mucho, por la propaganda republicana lle
vada a cabo, y por toda la propaganda inciertamente oposicionista,
esta triple tendencia reformadora venía siendo marcada. Pero dado
que los hombres que la marcaban pertenecían al mismo medio que
los representantes de la mala política, de la incultura y de la falsa eco
nomía nacional, cuando hicieron su propaganda y cuando, después,
victoriosos, la fueron a poner en práctica, vieron tres maneras de rea
— 188—
lizar este triple orden. Pensaron resolver la cuestión política por el
proceso simple de la abolición de la Monarquía; pensaron en resolver
la cuestión cultural por el proceso simple de la abolición (tal la inten
ción, sin duda) del catolicismo; pensaron en resolver el problema eco
nómico por el proceso de ataque al capital. En cualquiera de estas
cuestiones fueron siervos de la confusión de la época y del extranjero.
Llegados al poder, y puesta en práctica su pseudo-reforma, vio luego
el país que la abolición de la Monarquía no había abolido la política
monárquica, porque la inmoralidad y el caciquismo continuaban. Era
la adaptación de los recién llegados al medio gobernativo. En un país
inmoral no se puede gobernar sino inmoralmente. Es de orden bioló
gico la razón. Vio luego el país que el problema cultural quedaba en lo
mismo, porque los anticatólicos que tomaron el poder eran tan tiráni
cos como los católicos que los habían precedido, tan estúpidos como
ellos y tan incapaces de visión política y de cultura europea. Vio luego
el país que la política contra el capital redundó en perjuicios a los con
sumidores, en detrimento del comercio, en vacilación para la industria.
Viendo esto, el país, que es estúpido, se volvió contra los hombres
de la Repúblic£|<JEs que el país tiene la mentalidad de los idiotas y
quería milagros. Supongan los portugueses que una revolución trae
beneficios; y suponen bien; pero supongan que los trae luego, el día
siguiente, y ahí mostraron su plena (...) Aquellas mentalidades toda
vía estaban en el milagro. Incapaces de pensar científicamente, no me
ditaron que lo que sigue a una revolución es la anarquía, anarquía tan
profunda como lo fue la tiranía que la precedió, y contra la cual había
reaccionado aquella revolución; sólo después de haber pasado el pe
ríodo anárquico de la revolución es que lentamente llega el período
de reformas, para el cual, finalmente, la revolución fue instintivamente
hecha. Treinta y un años duró el período revolucionario de la Monar
quía Constitucional portuguesa.225 Ochenta y un años duró el de la
— 189—
República Francesa. Cuarenta y ocho duró el de la Monarquía Cons
titucional de Inglaterra.226
— 190—
(1) (Punto) Republicano, porque la Monarquía, siendo el sistema
culpable de todo cuanto nos atrasó y nos hizo decaer, tiene que ser
mantenida fuera del poder, y cada vez más está siguiendo la misma
orientación en el exilio, teniendo las mismas cargas que la compro
metieran, no habiendo todavía mostrado el menor arrepentimiento
por los defectos y errores que ha cometido.
(2) (Punto de) La sustitución del tipo de gobernante. He aquí el
punto capital, el que los de la Rfepública] V[ieja] no vieron, porque
no podían mirar. Una reforma en el gobierno de un país se hace sus
tituyendo el tipo de gobernantes. La monarquía cayó, entre otras
cosas, porque era gobernada por bachilleres, profesionales y caciques.
Para llevar a su fin la República, en cuanto destructiva, tiene que apo
yarse en clases completamente diferentes. Tiene que ir a las clases que
nunca gobernaron, como fuerzas corporativas. Esas clases son el Ejér
cito, el Comercio y la Industria, y lo que puede llamarse los Indife
rentes (en este casólas clases cultas que se han abstenido, como clase,
de intervenir en el gobierno).
13) (...)228
— 191—
por victoriosa, puede aprovechar una oportunidad, debe, para vivir,
tomar por principio básico un oportunismo científico. Y un oportu
nismo científico quiere decir una adaptación a las necesidades del
medio político231 mediante un análisis cuidadoso de cuál es, socioló
gicamente, el sentido esencial de ese momento político,232 conside
rándolo no como un juego de partidos, sino como un juego de fuerzas
nacionales. Sin ese estudio preliminar, hecho cuidadosamente y an
terior a la acción, la situación política más favorablemente iniciada
comienza a marchitarse sin que se perciba cómo, claudica sin saber233
el porqué o, si persiste, persiste por una dádiva del Destino, como el
niño borracho, a quien, como dice el proverbio, Dios le coloca la
mano por debajo. Es la falta de la consciencia del fin de para qué
existe, la noción del sentido que tiene, el conocimiento completo de
sí misma como correspondiendo a un fin.
2. Aplicando el criterio aquí esbozado a la situación política creada
por la contra-revolución Republicana del 8 de Diciembre, se puede
ver que tenemos que determinar, en primer lugar, cuál es el sentido
sociológico de esa contra-revolución en el proceso (processo) evolutivo
de la política en general de la nacionalidad portuguesa: segundo, en
qué principios oportunistas es que esa situación política está, por lo
tanto, obligada a apoyarse; tercero, de qué manera puede poner en
práctica esos principios y remover los obstáculos que se oponen a que
ella los ponga en práctica.
3. (...)234
8
Sidonismo
Una demagogia es un gobierno apoyado en fuerzas (o clases) po
— 192—
pulares y sistemáticamente dirigido contra las opiniones, las tradicio
nes y los intereses de las clases medias. Ahora, como las clases medias,
por estar entre el instinto popular y la inteligencia de los dirigentes
(de las aristocracias), son la media del valor nacional, y los depositarios
de la fuerza del país, se sigue que todo cuanto sea hecho sistemática
mente contra las clases medias es hecho sistemáticamente contra la
patria.
Al no apoyarse en los mon[nárquicos] ¿en quién se puede apoya
Sidónio? Su gran partido era el de los no políticos, la opinión que es
taba con él era la mejor opinión, políticamente desorganizada. O bien
Sidónio debía arriesgarse a fracasar políticamente, por falta de apoyo
político (por fuerte que fuese su apoyo nacional) o tendría que ligarse
a aquel partido político que, como el de los apolíticos, era anti dema
gógico, más allá que lo fuese por otras razones de las que tenían los
apolíticos. Este partido era el monárquico. La tercera hipótesis -la de
un gobierno apolítico, esto es, [...]235
— 193 —
de los barcos alemanes, a la que G[ran] B[retafia] nos forzó,.240 Los
demócratas no son los autores de nuestra intervención en la guerra;
son apenas autores de la propaganda estéril a favor de esa entrada.
Quien nos hizo entrar en la guerra fue Alemania, que nos la declaró,
y G[ran] B[retaña] nos forzó al acto servil por el cual esa declaración
fue hecha.
Los demócratas no estaban tan faltos de sentido político como
para que quisieran meter en la guerra a un país en el cual no existía
ningún sentimiento que lo solicitase. ¿Demostraba esto un mal
estado del País? Tal vez, aunque apunto el hecho, ahora no lo dis
cuto.
La verdad es ésta: en Portugal no había odio contra los alemanes.
Ninguna tradición nuestra lo establecía; nuestros odios tradicionales
eran contra España, contra Francia y contra Inglaterra. Contra Ale
mania nunca hemos tenido nada, ni en un sentido ni en otro. ¿Había
razones para que odiáramos a Alemania, para que la temiéramos?
Ciertamente, pero no por razones susceptibles de tocar el alma po
pular, no de razones [...] del tipo de aquellas que son capaces de crear
una guerra nacional. “Esta guerra no es una guerra nacional”, dice
Paiva Couceiro.241 Y tiene razón. Sólo se convirtió en guerra nacional
después que tuviéramos las tropas en Francia, e incluso así, era fre
cuente que regresaran oficiales y soldados que aludían con más sim
patía al “amigo boche” que al francés, y sobre todo al inglés, camarada
[?]. Lo contrario fue la mescolanza de nuestra descalificada prensa pe
riódica, que ni supo que (...) y que le había venido a menos la de
cencia.242
— 194—
10243
¿Cuáles son los hechos de los que podemos partir? Lo que realmente
parece es que los hechos son cinco:
243. En estos dos fragmentos finales al bloque temático sobre Sidonismo, que ana
lizan el exitoso atentado contra el dictador, debemos señalar que aparece el interés literario
del poliédrico Pessoa por la narración policial, a. la Conan Doyle, la trama de misterio y
suspense h la Poe, aplicada a la política. Un interés que tomará la forma literaria de una
serie de cuentos, la serie “Quaresma Decifrador” (pensada en ocho libros-casos en en
tregas mensuales), eftia cual Pessoa esboza a un investigador-réplica, Dr. Abílio Quaresma
(otro heterónimo), de dos paradigmas: Sherlock Holmes y Auguste Dupin, que intenta
resolver los casos con el uso exclusivo de la deducción y la lógica, el método que Pessoa
llama estádios de raciocinio. Precisamente uno de los casos que intenta resolver el Dr.
Quaresma fue el asesinato de Sidónio Pais, y sintomático es que de los sospechosos el
detective desechará a los “bolcheviques”.
244. José Julio da Costa (1893-1946): sindicalista anarquista y activista político de
la izquierda republicana, que hirió mortalmente a Sidónio Pais, con dos tiros de pistola
el 14 de diciembre de 1918, en el andén de la estación central de ferrocarril de Rossio en
Lisboa. Costa murió enfermo en prisión, con una condena de 28 años sin posibilidad
de revisión. Se descubrió, con posteridad, que no existía ningún complot y que Costa
cometió el atentado motu propio.
245. Sebastiáo de Magalháes Lima GCTE (1850-1928): abogado, periodista, político
y escritor, fundador del periódico O Sécula. Gran defensor del republicanismo, ideólogo
de una especie de Socialismo Utópico, primer abanderado de los Derechos Humanos,
formó parte de la llamada Geragáo de 70 y que durante mucho tiempo Gran Maestre de
la Masonería portuguesa. Fue atacado, encarcelado y golpeado por ser sospechoso del ti
ranicidio de Pais.
— 195—
que se prueba que el asesino buscó a M[agalháes] L[ima] una o más
veces (esto es todavía incierto) en el hotel donde aquel se encontraba,
y tenía encima, cuando fue encarcelado, una carta comprometedora
para aquel masón.
5. Que el Presidente fue avisado del complot y que por toda la línea246
se encontraban hombres preparados para asesinarlo.
— 196—
odio. Como se estableció una relación, inmediatamente, entre el cri
minal y el Jefe de la Masonería portuguesa, comencemos por exami
nar si la Masonería podría haber armado al asesino.
¿Qué hechos surgen que nos conducen a esta sospecha? Que el cri
minal tenía en el bolsillo un papel o carta refiriéndose a M [agalháes]
L[ima], y que en diversas ocasiones lo trató de encontrar (hablase o
no con él), en el hotel donde estaba hospedado.
Salta súbitamente a nuestra vista de raciocinio la excesiva evidencia
de esta prueba. Una sociedad secreta que quisiera mandar a matar a
un jefe de Estado, o a cualquier hombre que fuese, ciertamente jamás
olvidaría -teniendo tan extensas ramificaciones, tantas tiendas comer
ciales y otras cosas- comunicarse con ese hombre, primero, a través
de uno de sus miembros más ostensivo y conocido como tal, segundo,
a través ni más ni menos que del gran maestro, tercero, a través de su
gran maestro casi en público, mediante entrevistas en el hotel, con el
múltiple testimonio'de criados y otros huéspedes. Tal procedimiento
implicaría un grado tal de estupidez inconcebible e inconciliable con
cualquier plan, sobre todo cuando se considera que, por todos los re
latos, el criminaljgarece ser un individuo extremadamente astuto. Tal
procedimiento sólo tendría una explicación en dos hipotéticos casos:
el que se basa en la certeza de que el criminal no sería descubierto o
preso (lo que sería absurdo como tal), o que, descubierto, no traicio
naría sus relaciones con M [agalháes] L[ima], lo que era tan poco ver
dadero que fue precisamente lo contrario de lo que aconteció,
encontrándose luego una carta que estableció la relación entre M [agal
háes] L[ima] y él. Y en ninguna de estas hipótesis, asimismo, se podría
justificar que una asociación que posee todos los medios de realizar
reuniones secretas a su disposición, expresamente hiciese públicas las
entrevistas del G[ran] Mfaestre] con el asesino.
Los propios hechos, por lo tanto, por los cuales se puede sospechar
de la Masonería, por lo menos revelan, cuando son analizados, que
con certeza no fue la Masonería, o por lo menos, que no fue la Ma
— 197—
sonería de la que M[agalhaes] L[ima] es G[ran] M[aestre], la que armó
al asesino del Presidente.
Pero si no fue la Masonería, entonces las insistentes veces que el
criminal buscó encontrar a M[agalhaes] L[ima], la carta que tenía en
el bolsillo estableciendo una relación entre él y el otro, asumen un
significado particular. Si un número de hechos apuntan directamente
a alguien, evidentemente para alguien, y al mismo tiempo, analizados,
demuestran que ese alguien nada tiene que ver con ellos, la conclusión
fatal es que hubo una intención de establecer dichos hechos para im
plicar, para lanzar sospechas sobre ese alguien. Tenemos, pues, ya
algún camino andado en nuestro análisis: establecimos, Io que la Ma
sonería no puede ser culpada del asesinato del Presidente, 2o que
quien de verdad fue el culpable de ese crimen intentó arreglar de tal
manera las cosas que la sospecha cayese sobre la Masonería.
Llegados a esta conclusión, estamos habilitados para eliminar in
mediatamente al partido democrático de la fila de los sospechosos. Por
que, siendo admisible que el partido democrático, vencido por el
Presidente, buscase, por venganza y odio, asesinarlo, siendo admisible
que, buscándolo, intentase desviar las sospechas encima de otro grupo
o entidad, lo que no es admisible es que escogiese para esa entidad ex
piatoria a la Masonería, que toda la gente sabe, o supone, es simpática
al partido democrático, tal como él a ella, haciendo caer la sospecha
sobre quien inmediatamente envolvería también a los democráticos.
El análisis de los hechos nos permite, entonces, eliminar a la Ma
sonería y al p[artido] democrático] como culpables del asesinato del
Presidente.
Resta ver si esas culpas deben lógicamente recaer sobre los hombres
de los soviets (homens dos soviets), sobre los bolcheviques (bolche-
vicks), de aquí o de otra parte.248
— 198—
11249
249. Fragmento en inglés con el título: “The murder was either due to a political or
to an individual reason.” (El asesinato tuvo dos razones, una política y otra individual).
— 199—
más fácil hacerlo en un oscuro albergue, y no a través de la mismísima
persona de M[agalhaes] L[ima], y por medio de visitas del asesino
destinado a ello en un lugar tan público como el hotel donde se alo
jaba? Cuando se establece el hecho que tampoco puede probarse ni
establecerse que el asesino es un Masón (ya que poco importante es
si la Masonería ha instigado el crimen, porque bien podrían haber
buscado un agente por fuera de su sociedad; pero es importante saber
si los instigadores están fuera de la Masonería para crear sospechas
sobre ella, cuando podían recurrir a un masón para hacerlo, contra
su propia sociedad), las sospechosas circunstancias que aparecen, se
pueden ver con claridad.
De esta manera la sospecha es que el crimen no fue cometido por
orden de la Masonería. Y si no lo fuera, la intención manifiesta era
echar sospechas sobre ella, y esto dos hechos, tomados juntos, co
mienzan a trabajar para dar forma a una teoría.
Porque, como hipótesis probable, los Demócratas también son
descartados de nuestro camino. Los Demócratas se encuentran ínti
mamente ligados a la Masonería. Si ellos cometieron el crimen, e in
tentaron lanzar sospechas para ser lanzadas con algún propósito,
difícilmente elegirían para tal propósito a una sociedad amigable con
su partido (debido a razones anticlericales) para colgarle las sospechas.
De esta manera, de los tres posibles partidos o grupos que podrían
haber estado implicados en el crimen, sólo los Soviéticos (Soviets)
permanecen. Pero, suponiendo que fueron los Soviéticos, ¿por qué
tratar de arrojar sospechas sobre alguien? y ¿por qué sobre la Maso
nería?
¿Por qué deberían arrojar sospechas sobre alguien en especial?
s.d.250
— 200—
ODA A LA MEMORIA DEL DICTADOR
PRESIDENTE SIDÓNIO PAIS251
— 202—
Soldado-rey que oculta su suerte
Com o los brazos que levantaron la Patria
Y pasó como el viento norte
Bajo el yermo cielo.
— 203—
Nada sabemos de lo que oculta
El velo ya sea de noche o de día
Ya sea ante la Muerte la Fe se regocija:
Grita y confía.
— 204—
Todavía comanda, y la armada que va
Para los campos de la Redención
A veces lidera la frente, erguida
Espada, la Ilusión.
— 205—
Y nuestro propio dolor se transforma
En una vaga ansia, un esperar vago,
Com o la yerma brisa que trastorna
Un yermo lago.
— 206—
Si algún poder de los que tuviera
Su alma, que no vemos, tiene,
Lejano o próximo - ¿Por qué espera?
¿Por qué no viene?
— 207—
Sí, sólo existe la esperanza, como aquella
-¿Y quién sabe si es la misma?- cuando
Se fue de Aviz252 la última estrella
Sobre el campo abominable.
— 208—
En él un momento se clarificó,
La noche antigua continuó.
Pero ¿qué secreto es el que quedó
En el oscuro frío?
— 209—
Precursor de lo que no sabemos,
Pasado de un futuro por abrir
En el asombro de portales extremos
Por descubrir,
— 210—
II
EL PRECONCEPTO REVOLUCIONARIO
12
—211—
¿Cómo, entonces, organizar a los organizadores? El temperamento
del organizador nace, en sus fundamentos, con el individuo; este
punto permanece fuera de la competencia de cualquiera de nosotros.
Pero es posible educar a los organizadores, a fin de que, sabiendo or
ganizar por instinto, sepamos organizar mejor cuando educamos.
Sobre el Bolchevismo, por ejemplo, la única cosa verdadera y cierta
es la incompetencia horrorosa de sus líderes; y esto no debe sorpren
dernos. Totalmente destituidos de cultura científica y moderna, cere
bros románticos sin alguna noción de realidad práctica, infelices que
la ironía del Destino ha arrojado a la celebridad gracias a aquel prin
cipio, ya expuesto por Shakespeare, “No temáis a la grandeza; algunos
nacen grandes, algunos logran grandeza, a algunos la grandeza le es
impuesta y a otros la grandeza les queda grande”.254 La producción
de incompetentes es la más cruel de las ironías de los dioses.
Cualquier cosa que suceda exterior a este mundo será, por fuerza,
transitoria, absurda, malvada. Digo: “cualquier cosa que suceda”, y
aplico la frase a todas las cosas que puedan sobrevenir: neo milita
rismo, bolchevismo, industrialismo a la americana, cualquier cosa.
La carencia de claridad mental y de capacidad para una acción supe
rior, vale decir, para la acción organizadora, es la característica suprema
de nuestra época.
Lo que debe ser investigado es sólo esto: ¿sobre qué punto debe
incidir la organización preliminar? ¿Qué cosa es lo que no debemos
organizar, antes de organizar cualquier cosa? Para esto, es evidente,
debemos comenzar con establecer cuáles son las reglas fundamentales
de toda organización. Estas reglas, ni siquiera intuitivas, ya se han es-
> tudiado por muchas personas que, en verdad no conocen nada ni de
esto ni de nada. La característica fundamental del incompetente es
254. “Be not afraid of greatness: some are born great, some achieve greatness, and
some have greatness thrust upon them.”, tomada de la comedia “Noche de Reyes”, tam
bién llamada “La Duodécima noche”, Escena II, V, de 1601.
— 212—
saber ya lo que los otros habrían hecho después de haberlo visto rea
lizado.
Tres son las reglas intelectuales de la organización perfecta, y ellas
se aplican tanto a la organización de un Estado como a la de un tra
bajo de oficina. Ellas se pueden aplicar a cualquier cosa que se pre
tenda organizar —incluso cuando este asunto sea una estupidez o un
crimen. No defiendo la organización para fines criminales o por la
intención humanísima de no hacer otra cosa que estupideces; de
fiendo, por lo tanto, la organización, su principio. (No digo “de la
organización perfecta”, porque “organizar” quiere decir “organizar a
la perfección”; organización imperfecta no es organización).
Ia Regla: simplificación de los fundamentos de la materia a or
ganizar;
2a Regla: colocación de cada uno de los ejecutores de la organi
zación en el puesto que le compete;
3a Regla: centralización de los servicios que verdaderamente sir
ven a la organización.255
13
—213—
no hay menos diferencia que entre un obrero y un hombre realmente
culto.
El Pueblo no es educable, porque es Pueblo. Si fuese posible trans
formarlo en individuo sería educable, sería educado, pero ya no sería
Pueblo.
El odio contra la ciencia, contra las leyes naturales es lo que carac
teriza a la mentalidad popular. El milagro es lo que el Pueblo desea,
eso es lo que el Pueblo comprende. La diferencia reside sólo en que
pueda ser hecho por la Madonna de Lourdes, o de Fátima, o por
Lenin. El Pueblo es fundamentalmente, radicalmente, irremediable
mente reaccionario. El liberalismo es un concepto aristocrático y, por
lo tanto, enteramente opuesto a la democracia.
Sí, fijémonos en esto. Eliminemos la distinción puramente exterior,
como aquella entre negros y blancos. La distinción verdadera es de
otro orden. Es entre gente del pueblo e individuos. Acepto un hombre
del Pueblo como hermano de Dios, como hermano en Cristo, pero
no como hermano in Natura. Frente a la religión somos iguales; fren
te a la Naturaleza y a la Ciencia no existe entre nosotros (hombres de
cerebro y hombres de brazo) ninguna especie de igualdad. Donde se
puede ver que se establece una igualdad entre cosas diferentes por na
turaleza diferentes existe mística, existe religión: pero lo que no existe
es Ciencia.
Todas las religiones, más o menos de manera visible, se dividen en
dos partes: el culto externo y la doctrina externa, y lo que es dado en
la iniciación, ya sea individual o mística, ya sea ritual y mágica. En
tonces, la cultura es una iniciación. Y lo es porque posee la esencia de
la iniciación -ser una otra vida.
(Mas. life)257
— 214—
14
— 215—
noce como “defensa social” (defesa social)- son puramente míticas,
siendo de las variadísimas invenciones de los propagandistas primiti
vos del Cristianismo.
Nuestra civilización es orgánicamente individualista. Lo es porque
se asienta en dos elementos: la cultura griega, que se puede definir
como un individualismo racionalista, y el capitalismo moderno, en
el que el fenómeno de la concurrencia es lo distintivo. Siempre que la
civilización intentó huir del tipo individualista, se estancó o terminó
perturbada.
Ahora el régimen concurrencial, desde que llegó a un desenvolvi
miento intenso, hace difícil la adaptación a él por parte de los débiles.
Con el aumento de la instrucción se vuelve igualmente difícil la adap
tación de los ignorantes. Por eso es que los débiles e incultos espon
táneamente se rebelan contra él. Se rebelan exactamente porque son
débiles, pues si fueran fuertes se adaptarían a la lucha. Se rebelan exac
tamente porque son ignorantes. Se rebelan porque tienen el rencor
del débil al fuerte, del indolente al activo. ¿Y cómo se rebelan? Revir
tiendo espontáneamente los tipos anteriores de sociedad -al tipo cor
porativo de la Edad Media, rebautizado como sindicalismo. Y es de
notar que esta reversión, este odio al individualismo económico, se
revela en sus dos corrientes extremas -en el integrismo y en el bol
chevismo. Es un fenómeno patentemente reaccionario.
El Bolchevismo se apoya sobre dos dogmas: el libre arbitrio (el cual
presupone que el hombre es el que dirige el propio destino y que la
palabra “libertad” posee un significado absoluto) y el milagro (porque,
pretendiendo construir una sociedad por fuera del egoísmo, de la va
nidad, de la codicia humana -fuentes de todo el progreso y de toda
la vida social—, pretende por este supuesto suspender las leyes natura
les, y llama, a la suspensión de las leyes naturales, milagro). Sobre estos
dos dogmas -evidentemente derivados del cristianismo—se reclinan
el de los misticismos bolcheviques (misticismos bolchevistas).
El odio feroz del Bolchevismo contra el Cristianismo es más bien
— 216—
el odio de fanáticos contra fanáticos, de una religión contra otra. No
nos engañamos cuando suponíamos asistir a una lucha de clases: se
guimos en la fatalidad de las guerras religiosas, de la lucha de... de
cuando el paganismo cae, con Juliano,259 y la paz religiosa abandonó
el mundo.
1918260
15
“Against D [emocracy]”261
Dada la existencia, no sólo en el interior de nuestra civilización,
sino incluso, propiamente constituyéndose como la sustancia misma,
de la idea disolvente del “Cristismo”,262 tenemos que toda decadencia
de transición, que sobrevenga en nuestra civilización, recibe un in
mediato refuerzo deTla idea morbosa y antisocial, en la cual la religión,
sobre la cual esta civilización se basa, tiene su fundamento. Resulta
qu&, en la civilización europea, toda decadencia de ocasión asume, en
general, aspectq^de extrema gravedad íntima, a causa de la perma
nencia, en el alma de las naciones que la componen, de la idea que
en su misma esencia es decadente y sustancial en la constitución psí-
259. Flavio Claudio Juliano (en latín: Flavius Claudius Iulianus),l (331 dC-363
dC), conocido como Juliano II o, como file apodado por los cristianos, «el Apóstata».
Fue emperador de los romanos desde el 3 de noviembre de 361 hasta su muerte. Renegó
públicamente del cristianismo, declarándose pagano y neoplatónico, motivo por el cual
fue tratado de apóstata. Juliano depuró a los miembros del gobierno de su primo y llevó
a cabo una activa política religiosa, tratando de reavivar la declinante religión pagana
según sus propias ideas, y de impedir la expansión del cristianismo, pero fracasó estrepi
tosamente
260. Fin de texto mecanografiado.
261. Indicación del texto en inglés: “Contra la D[emocracia]”.
262. “Cristismo”: “cristista”: neologismo creado por Pessoa para dar un significado
negativo a la peor versión histórica del Cristianismo.
—217—
quica de aquellas naciones. Si no fuese por la compleja constitución
racial o nacional europea, que para contener, en una constante mes
colanza de pueblos y una perenne variación, permanentemente revi-
talizada, la condición de Europa, contaminada en sus orígenes por el
vicio “cristista” y por sus tristes consecuencias, nos encontraríamos
entre lo más innoble que podamos imaginar. No olvidemos: vivimos
todavía, en cuanto hijos pedagógicos del “Cristismo”, en la decadencia
del Imperio Romano. Nosotros, europeos, vivimos todavía en el Im
perio Romano en decadencia, el cual, revitalizado en la multiplicación
de contactos culturales y raciales, animado por la existencia de múl
tiples focos de conflicto y de cultura, continúa siendo representado,
en modo objetivo, por la Iglesia Católica y, siempre subjetivamente,
por la idea cristiana, fija de manera permanente en nuestra constitu
ción espiritual.
Hemos nacido enfermos.
Una enfermedad íntima, una inestabilidad radical, roe el hueso de
la civilización europea. El “cristismo”, lejos de ser nuestra vida, es la
muerte que portamos con nosotros. No importa, ahora, revelar hasta
qué punto esta enfermedad corroe nuestra alma, hasta qué íntimos
espacios del espíritu ha tenido acceso el contagio de la decadencia.
¿Cuándo veremos, finalmente, con la muerte de la Iglesia Católica,
el roimiento último y definitivo del Imperio Romano? ¿Cuándo ven
drá el Anticristo? Cuando llegue el momento de su arribo, no habrá
paz en el alma ni disciplina en el corazón.263
16
El preconcepto revolucionario
1. De cómo todas las revoluciones son desnacionalizaciones (des
nacionalizares) .
— 218—
2. Utilidad social de las revoluciones.
— 219—
moralidad y corrupción de los gobiernos; y la idea de hacer una revo
lución en vez de una reforma significa que la nación se volvió incom
petente para resolver sus problemas de gobierno sanamente; (2) la
división de ideas, principalmente religiosas, en el país; (3) la desna
cionalización.
Cuando, por una prolongada decadencia,264 un país cae en letargo
y disgregación, un movimiento revolucionario puede ser salvador. No
es, sin embargo, salvador directamente, ni como movimiento revolu
cionario, ni como portador de determinadas ideas, o determinadas
tendencias. Lo que en él hay de salvador es, precisamente, lo que
menos parece de salvador: la anarquía que establece, la desorganiza
ción violenta que crea.
Cuando una nación cae en letargo, en desorganización, ese mismo
letargo hace que no tenga fuerzas para salir de él, esa misma desorga
nización la imposibilita para organizar una salida de ella, una nueva
vida. Para que de un estado de letargo se pase a un estado de acción
constructiva, es necesario que el letargo sea sacudido, para que las
fuerzas verdaderamente activas aparezcan; es necesario que la desor
ganización llegue a un estado agudo, para que los más letárgicos se
convenzan de que tienen que actuar o ayudar a actuar; es necesario,
por último, que la destrucción, la anarquía, se haga patente, para que
las fuerzas latentes, que se tornaron activas, se den a sí mismas, no
sólo un fin activo, sino también un fin constructivo.
La única utilidad de las revoluciones es ser destructivas, y volver
patente la necesidad de construcción; es ser anárquicas, y volver pa
tente la necesidad de orden; es ser siempre extranjeras, y estimular,
por reacción, la acción contrarrevolucionaria, siempre nacional.
No son las ideas revolucionarias del ‘89 las que dieron a la Fran
cia del siglo pasado su relativa grandeza: esa grandeza, tal cual era,
resultó de la liberación de fuerzas obligadas a ser constructivas por
— 220—
el espectáculo de destrucción que la Revolución les dio.
1918265
17
— 221—
volucionária), una vez lanzada, encuentre eco en el corazón humano.
Ir a decirle a un pueblo, que no tiene hambre, que se rebele porque
la tiene, lo puede hacer uno u otro convertido, entre los que realmente
tienen hambre, y entre los que creen que la tienen; pero un movi
miento tal no logra, por cierto, el número necesario de adherentes
para convertirse en revolución.
Siempre hay, está claro, argumentos posibles para este tipo de casos.
En todas las épocas hubo ricos y pobres, en todas las épocas hubo una
cierta injusticia evidente en la distribución de la riqueza. Pero aunque
en todas las épocas haya habido quien predicase la revuelta contra los
ricos, no todas esas revueltas congregaron adeptos en un número que
rozase lo considerable. En todas las épocas hubo una cierta injusticia
política y social, aparte de riqueza; pero, aunque en todas las épocas
surgiese quien aborreciese esas injusticias sociales, no en todas con
gregó adeptos esa indignación.
Forzosamente, había en ciertas épocas condiciones especiales que
hicieron que calase en el ánimo de las multitudes, por lenta infiltración,
cierta teorización contra la injusticia. Es cuando la injusticia se con
virtió en un sistema, como en la Francia del anden régeme, en la que
ya no había diferencias sociales pronunciadas, sino un uso constante
mente tiránico de las diferencias sociales pronunciadas; y como en la
Rusia de los Zares, en la que la tiranía era no una eventualidad del des
gobierno, sino una modalidad substancial del gobierno existente.
Para que la injusticia sea generalmente sentida como tal, no basta,
sin embargo, que simplemente exista. El anden régime, cuando cayó
ya era viejo, y siempre había sido tiránico; la tiranía zarista no era de
ayer, ni de anteayer.
Para que la injusticia sea sentida como tal, y por lo tanto dé ocasión
a la formación del espíritu de revuelta, es preciso que pierda la base
por la que existía. El zarismo no cayó sólo por ser tiránico, sino por
que, sobre el hecho de ser tiránico, perdió el consenso general. Cuan
do el zar era positivamente el representante sentimental del pueblo
— 222—
ruso, todas las tiranías eran posibles en su nombre, porque su autori
dad, inclusive para practicarlas, era generalmente aceptada.
Se levantan voces clamando contra la injusticia. Ahora bien, un
poder injustamente injusto implica un gobierno o institución desa
daptada al medio. Un gobierno desadaptado al medio implica un go
bierno incapaz de acción coherente y fuerte. Un gobierno incapaz de
acción coherente y fuerte frente a ataques a su constitución, alterna
damente los tolera y los persigue con violencia. Y ya sea por la tole
rancia, ya sea por la persecución, la voz que clama gana aliento.
Por fin la ola revolucionaria triunfa -o por un impulso de reforma,
si todavía existen en el sistema vigente fuerzas de adaptación; o por
fuerza de la violencia, si ese régimen no se adapta- y entonces conti
núa la anarquía que ya había, porque la ley de continuidad histórica
no admite revoluciones capaces de transformar nada. La anarquía re
volucionaria es siempre la continuación de la anarquía disfrazada que
la precedió. No hay*revoluciones contra organizadores. Hay sólo re
voluciones contra desorganizados. Esto es, la desorganización de un
paí9»mal gobernado, cuando produce una revolución, no se trans
forma, se prolonga. Así, ¿quién no ve la perfecta continuidad empeo
rada de los procesos: del anden régime al terror, del zarismo al
bolchevismo, de la monarquía de Don Carlos y de Don Manuel II a
la triste república portuguesa?
Apuntando al establecimiento de la libertad, la Revolución Fran
cesa la suprimió toda; invirtió los términos de la opresión, nada más.
Apuntando a la libertad, a la liberación de los obreros y de los débiles,
el bolchevismo oprimió a otros débiles y no desoprimió a los que dijo
servir. Apuntando a reformar una administración corrupta, y subvertir
una semitiranía política, la República Portuguesa instauró una admi
nistración más corrupta todavía, una semitiranía por cierto aún más
opresiva.
Esto está en la fatalidad de las revoluciones, que, como derivan de
una inadaptación, son fenómenos enfermizos (...)
— 223—
Las ideas revolucionarias -ya sea que nazcan de la propia injusticia
que motiva el sentimiento revolucionario, o que sean extrañas a él y
por él apropiadas- son siempre absurdas; lo son por dos razones.
Las revoluciones, como ya vimos, se basan en un sentimiento
fuerte de injusticia, sentimiento que se torna general. Pero un senti
miento general y fuerte de injusticia genera forzosamente ideas ab
surdas. En Io lugar, un sentimiento fuerte es una condición negativa
para la lucidez; quien estudia apasionadamente (salvo en el sentido
de entusiasmo intelectual) un problema, lo estudia siempre mal. En
2o lugar, un sentimiento de injusticia envuelve siempre un odio o ren
cor a quien la practica; y la teoría nacida, o adaptada, por ese senti
miento tenderá fatalmente a ser excesiva en el sentido contrario: no
sólo a deshacer la injusticia, sino a castigarla, esto es, a herir y vengarse
de los que la practican, o se supone que la practican. Resultará una
teoría tan injusta como la práctica a que esa teoría se contrapone. En
3o lugar, los problemas que una revolución busca resolver son siempre
problemas sociales, todos, por naturaleza, de una gran complejidad.
Ahora, una teoría de contra-injusticia, para ser generalmente sentida,
tiene que ser simple; porque el común de la humanidad no puede
comprender ideas complejas. La teoría ha de ser, por lo tanto, inadap-
table a la complejidad del problema.
Por eso, de toda y cualquier idea revolucionaria se puede afirmar,
sin saber cuál es, pero sabiendo sólo que es revolucionaria, que es falsa;
pero también se puede afirmar, si fue aceptada por muchos, si sirvió
de estímulo a movimientos y agitaciones, que tuvo una razón senti
mental de existir, y que hay una injusticia a reparar, una reforma por
hacer.
Estudiar cuál es esa reforma es, en todo caso, el papel —en general
inútil- del sociólogo.
Una revolución en tanto tal no falla nunca; las ideas revolucionarias
fallan siempre.
Finalmente se establece el equilibrio, y se ve que lo que resultó de
— 224—
la revolución, de las contrarrevoluciones y todo eso, fue una diagonal
a ese paralelogramo de fuerzas: dirección social que no es ni la que
estaba, ni la que está.
El papel del hombre de ciencia, libre de los prejuicios revolucio
narios, absurdos todos porque son revolucionarios; libre también de
los prejuicios contrarrevolucionarios, porque, por idéntica razón, son
igualmente absurdos, es preestablecer la hipótesis de equilibrio final.
1918267
18
Una cosa que preocupa mucho, por lo que parece, a los críticos que
ya tienen cuarenta años es la actitud poco «generosa» -en el sentido
que dan a este término en política—de las nuevas generaciones. No
son democráticos^no son libertarios, no simpatizan con los oprimi
dos, no odian a la Iglesia, no alzan la voz por la Justicia.
vLes parece a los mismos críticos que esta actitud es triste. Tal vez
no lo sea. Les parece reaccionaria. Tal vez no lo sea. Todo depende del
modo como se encaran generosidad y reacción. Y lo que esta actitud
finalmente es, es algo muy simple: es fruto de la experiencia.
La juventud de hace veinte años venía después de la experiencia
constitucional, y toda su tendencia, ante la falencia de esa experiencia,
era contra el constitucionalismo. La juventud de hoy viene después
de las democráticas y, siempre en su papel de juventud, representa la
reacción contra esas experiencias, cuya falencia estruendosa es de co
tidiana evidencia.
La juventud de hoy vio, además de eso, que los libertarios, los so
cialistas, los demócratas, ardiendo en amor por el pueblo, acababan
en la malversación y en el peculado, en el uso, en sus relaciones con
— 225—
el pueblo de la policía y el ejército. Y como esta experiencia es la úl
tima, la juventud de hoy se acordó de concluir que la realidad vale
más que las buenas intenciones, que es inútil predicar buenas doctri
nas si solamente las malas pueden tener éxito. Más vale, pensaron
ellos, que se defiendan, desde el principio, las doctrinas antipáticas.
Por mi parte, encuentro preferible defender, como algún día lo haré,
con la debida argumentación sociológica, que es más legítimo que los
políticos roben y expolien al pueblo, que robar y expoliar al pueblo
llamando a esa actitud “gobierno popular”, “democracia”, “libertad”
y otras cosas por el estilo.
El amor a la verdad sustituye, en la juventud de hoy, el amor a la
mentira que, aunque generosamente encarado, caracterizaba a la ju
ventud de ayer y de antes de ayer. De nada sirve estar al servicio de la
mentira, por más generosidad que haya en eso. El anarquismo, el so
cialismo, el democratismo -toda esa basura de teorías simpáticas que
se olvidan que teorizan para la humanidad de carne y hueso- fueron
divinizaciones de la mentira. Y fue a esa cosa lo que Carlyle268 deno
mina la peor especie de la mentira: la mentira que se cree verdad. No
fueron error, que es admisible. Fueron la mentira inconsciente. Cual
quiera yerra. Pero no todos mienten inconscientemente.
1918269
— 226—
V
Revolución y Contrarrevolución
Dictadura como “Interregno”
Dictadura Institucionalizada
( 1926 - 1935 )
Nota introductoria
— 229—
publicará con la rúbrica de Alvaro de Campos, dos ensayos filosóficos
“O que é a Metafísica”273 y “Apontamentos para urna Estética Nao-
Aristotélica”.274
Entre tanta actividad filosófico-literaria, Portugal permanecía in
mersa en una grave crisis política, moral e intelectual. El 18 de abril
de 1925 en Lisboa se produce un golpe militar, una intentona de
putsch para conquistar el estado, insurrección de inspiración “sido-
nista” conocida como “Movimiento de la Espada”, complot palaciego
fallido antes de nacer. Probablemente fue este episodio de opereta,
anticipador de la futura “revolución nacionalista” filofascista de 1926,
el que hace renacer en Pessoa la esperanza, aunque limitada, en un
renacimiento del país y en consecuencia, su renovado interés por la
reflexión política y metapolítica.
Luego del asesinato del dictador Sidónio Pais, el sistema político
portugués se asentaba en un sistema de partidos atomizados y sin ma
yorías estables, todos derivados de la revolución republicana: un ala
izquierda que incluía al Partido radical y al Partido de la Izquierda
Democrática; un centro inestable con el Partido Democrático, y una
derecha en la que se encontraban la Acción Republicana, el Partido
Nacionalista y la Unión Liberal. La fragilidad de la forma republicana
burguesa era tal que entre 1919 y 1925 desfilaron veintinueve gobier
nos distintos, con el trasfondo de una crisis económica y social des
bocada. Los sectores conservadores y reaccionarios clamaban por la
acción rápida de la fuerza tradicional que representaba el ejército. Y
así, el 28 de mayo de 1926, crónica anunciada, el general Gomes da
Costa, comandante de la guarnición de Braga, partió de esa ciudad
en una curiosa marcha cívico-militar hasta la capital, instaurando el
17 de junio, sin encontrar resistencia, una dictadura militar clásica.
— 230—
Dos años después, el 25 de marzo de 1928, es electo presidente el ge
neral Óscar Carmona, que había suplantado a Da Costa, nombrando
al profesor de economía Antonio de Oliveira Salazar ministro de Fi
nanzas y del Tesoro, en el gobierno presido por el general José Vicente
de Freitas.
Los textos que hemos reunido en esta sección -la mayoría con la
indicación temática del propio Pessoa de “Interregno”—acompañan
la evolución de uno de los acontecimientos más importantes de Por
tugal en el siglo XX, la proclamación del golpe militar victorioso y
los primeros años de la dictadura de Salazar, el establecimiento del es
tado fascista portugués, “o Estado Novo”. Sus reflexiones presentan
importantes cuestiones no sólo sobre la situación portuguesa, sino
sobre los sucesos político-sociales contemporáneos en España y en
Europa.
I
ORDEN Y (CONTRA) REVOLUCIÓN
— 233—
orientación. Lo que sí está bien, repetimos, es que el Ejército se declare
partidario del conservadurismo simple; lo que no está bien es que se
declare partidario de ninguna cosa, como si estuviera formado por
poetas decadentes.
2) La parte de la población que domina políticamente es aquella
que se ocupa de la política; y la que se ocupa de la política se divide
naturalmente en partidos. “Ir contra los partidos” es por lo tanto una
expresión absolutamente destituida de sentido. Sólo verdaderamente
“va contra los partidos” quien es indiferente en materia política.
Desde que se tiene una opinión política activamente entra necesaria
mente en cualquiera de los partidos, se encuentre o no “afiliado” en
él, con carné de identidad y pago de la cuota mensual. Partidos polí
ticos son todos los que son partidos y hacen política, desde los reac
cionarios de derecha (integristas) hasta los reaccionarios de izquierda
(comunistas y sindicalistas revolucionarios). Cuando el Ejército de
clara que se movilizó contra los políticos, se constituye, de esa forma,
en partido político y, en realidad, no fue contra los partidos políticos
sino contra los otros partidos políticos -lo que es diferente y ya tiene
sentido.
Se puede alegar que por “partidos políticos” se entiende a los par
tidos políticos corruptos. Esta frase no tiene sentido. Políticos corrup
tos llamamos todos nosotros a los que son de partidos diferentes al
nuestro; es una de las amabilidades naturales del espíritu humano.
Entonces, los partidos políticos que viven en determinado medio son
necesariamente reflejos del estado general de ese medio, por la simple
razón que es en ese medio en el que nacieron y existen, y no en otro
medio mejor cualquiera. Los partidos políticos, en determinado país
y en determinada época, tienen todos la misma mentalidad, tienen
todos virtualmente el mismo grado, poco o mucho, de corrupción.
Hay una reserva que hay que hacer. Los partidos de gobierno -esto
es, los partidos que frecuentemente gobiernan, y por eso, en general,
son los mayores- agregan más arribistas y más interesados, por la sim-
— 234—
pie razón de que los arribistas y los interesados buscan naturalmente
los partidos que los pueden emplear y recompensar, y esos son, natu
ralmente, los partidos que gobiernan, o que frecuentemente gobier
nan, y no los que nunca van a poder hacerlo. El Partido Democrático
debe a este hecho, el de ser un partido frecuente en el gobierno, la
enorme cantidad de arribistas de que se compone; no lo debe a cual
quier particularidad de su constitución íntima, o de las doctrinas que
profesa y en torno a las cuales se formó y se mantiene. Por otro lado,
los partidos típicamente de oposición -esto es, los que no llegan al
poder, los que no pueden ir, o difícilmente pueden ir- agregan, más
que otros, a los elementos perturbadores y anti-sociales, y lo hacen en
la proporción en que son extremistas (ya sea de derecha o de iz
quierda) dentro de su oposicionismo. Es fácil comprender la razón:
partidos de combate, son tanto más de combate cuanto menos pro
bable están de llegar a la proximidad del poder, y son tanto más agre
sivamente de combate cuanto más lejos se sienten por las propias
doctrinas que profesan, de la posesión, mejor de la posesión fácil, de
ese poder.
Los individuóle instintos criminales convergen naturalmente en
esos partidos, y en las doctrinas que defienden, porque esos partidos
y esas doctrinas les sirven instintivamente de apoyo y de alimento a
los malos instintos. De ahí, los “bombo-sindicalistas”, de ahí los lla
mados “trauliteros”.276
La mitad del país es monárquica; la mitad del país es republicano.
El problema del régimen no tiene, pues, solución ninguna. Queda
claro que los partidarios de cada tipo de régimen dicen que la mayoría
está con ellos: ¿qué habrían ellos de decir? Pero este es el hecho -los
— 236—
vimiento no colectivo, esto es, por un impulso puramente individual.
Hay dos tipos de individuos en que la influencia del medio está su
bordinada a la de la herencia: son las dos variaciones extremas de
nominadas el loco (louco) y el genio (genio) -variaciones, de hecho,
estrechamente relacionadas, pues el genio, sea lo que fuera social
mente, es biológicamente una locura. No existe reforma social que
no parta de un hombre de genio. De ese hombre de genio pasa a una
pequeña minoría, de esa pequeña minoría pasa a una minoría mayor,
hasta que se extiende por toda la sociedad. No es, entonces, entera
mente absurdo el concepto “providencialista” (conceito “providen-
cialista”) en la vida de las sociedades: la civilización es obra de hombres
de genio, y el (...)277
2278
— 237 —
social ha hecho imposible que el orden existente de las cosas persista
y entonces un nuevo orden tiene que llegar a existir.
La diferencia en el medio ambiente social, confrontándola, tal
como es, durante los varios años de la revolución y en los varios años
después de ella, no puede, después de todo, ser muy grande. Porque
ciertos factores permanecen fatalmente inmutables. En diez años, de
cíamos -tomando cinco años antes y cinco años después de una re
volución- la mayoría de los elementos sociales no han cambiado. El
carácter central y el tono de la mente nacional no han cambiado; no
pueden cambiar en un espacio tan corto de tiempo. Lo más que puede
suceder es que estén cambiando más rápidamente.
Tenemos que examinar ahora cuáles de estos elementos sociales no
pueden ser y no han cambiado en tan pocos años, y cuáles de ellos sí
pueden serlo.
Todo el problema se nos presenta de la siguiente manera: dado un
estado social a, representado por una institución b\ suponiendo que
esta institución se haya convertido en inadaptada a su entorno (a);
una revolución c instituye un nuevo orden que nosotros llamaremos
d. La institución social b o se ha convertido en inadaptada a todo el
entorno, o solamente a una parte de éste: ¿Qué parte? Necesariamente
a la parte que se encuentra en conexión directa con las instituciones
(políticas). ¿Qué parte es esta? Evidentemente es sobre el sentimien
to (feeling) conectado con estas instituciones -el sentimiento monár
quico si la institución fuera una monarquía, el sentimiento repu
blicano si la institución fuera una mancomunidad. Cuando la monar
quía cesa de ejercitar el propio dominio sobre el sentimiento popular,279
cuando todo el respeto monárquico ha desaparecido, la república se
encuentra ipsofacto cerca. El proceso es muy simple.
Ninguna institución pierde este sentimiento general que está liga
do a ella, a menos que no caiga en un gran número de errores y de
— 238—
crímenes. El modo en que estos crímenes y errores se suceden es muy
simple; en primer lugar, aparecen escándalos y errores de tipo fi
nanciero y administrativo; por un lado, estos empiezan a minar el res
peto que se tiene por la institución comprometida, por otro lado,
surgen protestas ya no conectadas con la institución, sino meramente
contra esos errores. Si estos errores persisten, el gabinete del gobierno
cambia y las soluciones política intra-institucionales repetidamente
fallan, la corriente anti-institucional se hace más fuerte, y todas las
protestas contra los errores de la institución vigente se mezclan poco
a poco con la protesta contra la existencia misma de la institución. Al
sentirse atacada, la institución se defiende a sí misma; se siente obliga
da a reprimir esta protesta. Pero, como estas protestas son justificadas
(de manera principal, porque los pseudo-escándalos surgen siempre
de improviso y son tomados como verdaderos) la represión de la po
lémica se transforma en un palpable acto criminal, además de tener
efectos contra-producentes como la represión. Las reprimidas fuerzas
de protesta se vuelven completamente anti-institucionales y reaccio-
nan'tontra la represión. Los movimientos revolucionarios se forman
con base en la iindignación general y se organizan por los espíritus
más turbulentos. Los primeros movimientos son generalmente
controlados y fuertemente reprimidos, en parte porque, por ser las
primeras tentativas de revuelta, son incapaces como todos los primeros
intentos, y en parte porque todavía no tienen una comunicación
con280 el público en general, la actitud de la parte pasiva de la po
blación que debería acompañar a los movimientos revolucionarios
(porque los movimientos revolucionarios deben, para tener éxito, in
terpretar un estado general de la opinión pública, la cual debe estar
no sólo en desacuerdo con el estado de cosas existente, sino además
con una hostilidad absoluta en contra de aquel, poseer un sentimiento
de imposibilidad de vivir, de respirar espiritualmente bajo este estado
— 240—
Desde el momento que existe una oposición activa a la nueva ins
titución por parte de los elementos activos supervivientes de la antigua
forma de gobierno, que la revolución derrocó, existe una posibilidad
de un gobierno no del todo inmoral y corrupto, pero sólo como míni
ma posibilidad, por las razones tendientes a hacer sobrevivir al espíritu
crítico. Pero la corrupción que caracterizaba a la antigua institución
sobrevivirá para siempre.
Otra consideración que fácilmente convencerá de la verdad de tal
observación: para nosotros que lo podemos ver, la ley que gobierna
todas las manifestaciones es la ley de la continuidad —lo que quiere
decir que tales manifestaciones están sujetas a un cambio lento, y de
esta forma, como todo en la Naturaleza, non faciunt saltum.2Sl ¿Cómo
podría un pueblo gobernado por un gobierno corrupto de manera
concebible pasar, de un día a otro, a un gobierno libre de toda co
rrupción? Esto depende en realidad de un gran cambio del ambiente,
y una modificacióntotal del ambiente no es algo que se pueda efec
tuar en pocos años, ni siquiera en muchos años, tal vez, de acuerdo
corolas circunstancias.
El partido, cuando una revolución triunfa, obtiene el poder y el
dominio de una nación cuando está en máximo contacto, o sea en
contacto con muchos puntos, con el entorno social. Ahora, ¿qué cosa
es el entorno social después de una revolución? Aquel se compone de
dos elementos, que ya habíamos visto: el elemento corrupto de la ins
titución destronada, cuya alma sobrevive, y el elemento positivo, pu
ramente revolucionario, introducido con el triunfo de la revolución.
De esta manera el partido que primero domina después de la victoria
281. En latín en el original: adagio latino que significa que la Naturaleza no procede
a saltos, que tiene una larga vida intelectual, de los eléatas, Aristóteles, pasando por Scho-
penhauer y Nietzsche, pero cuya fuente moderna en Pessoa es Charles Darwin, motto
de su obra mayor E l Origen de las Especies, o bien algunos de los autores que enarbolaban
el Darwinismo, como Haeckel o Spencer; en cuanto a la influencia del Darwinismo
social y político en Pessoa, remitimos a nuestro estudio preliminar.
— 241—
de una revolución será, al mismo tiempo, el más corrupto y el más
revolucionario. Las dos cosas van juntas fatalmente, por las razones
simples que hemos estado exponiendo.
Una anarquía corrupta es aquello que sigue a una revolución.
De aquí se pueden seguir dos cosas: una es el renacimiento de las
fuerzas constituyentes del viejo sistema que pueden reunir fuerzas y
restaurarlo. El proceso es simple.
Otra cosa puede ocurrir. Las fuerzas constituyentes del viejo sistema
pueden ser total o vitalmente destrozadas. En este caso los primeros
años del período post-revolucionario estarán caracterizados por una
gran corrupción y una terrible anarquía. Nada -o muy poco- será mo
dificado en los hábitos gubernamentales, excepto de aquellos que se
superponen a la acción del superviviente espíritu crítico público.
Ahora, una vez que el nuevo poder se ha constituido, el espíritu
crítico revive y amenaza a las nuevas instituciones. Si los restos de las
fuerzas que sostenían al antiguo régimen son fuertes, este espíritu crí
tico se volverá en parte de ellas. Esto solamente ocurre cuando la re
volución ha sido realizada mediante el trabajo práctico de una sección
de la comunidad, y no de la dirección de la tendencia general. Pero
cuando las fuerzas que sostenían al antiguo sistema son débiles -y lo
son cuando la corrupción de aquel sistema había llegado tan lejos
como para destruir el sentimiento (sentiment) del cual vivía- las fuer
zas críticas, aquellas que trabajaron para la moralidad se organizan en
un partido que intenta abatir el estado de cosas post-revolucionario,
el estado de cosas que es simultáneamente corrupto y anárquico. Al
principio es difícil por dos razones: la circunstancia de que estas fuer
zas corruptas anárquicas son momentáneamente la mejor adaptación
a su entorno, y la circunstancia que, siendo taléis fuerzas las esencial
mente revolucionarias, mejor se adaptan para toda violenta acción en
su autodefensa. La organización revolucionaria persiste y puede al
canzar fácilmente el triunfo en las primeras tentativas por minar su
poder.
— 242—
La sociedad post-revolucionaria es al mismo tiempo desorganizada
y corrupta. Ese partido que, siendo corrupto, sea el mejor para orga
nizar la desorganización, sea el mejor para organizar la anarquía, pre
valecerá.
Después de varios fracasos, viene la creación del partido contra
revolucionario. Su naturaleza es diferente de aquella del partido re
volucionario, si bien también deba emplear medios violentos. Está
basado en una sección de la opinión que toma una actitud crítica
sobre la corrupción de los actos del gobierno. Cuando el triunfo de
la revolución ha separado los elementos revolucionarios y críticos del
espíritu revolucionario, y el elemento revolucionario viene entroni
zado como reina del rey corrupción, el espíritu crítico se rebela, se
convierte en sí mismo en revolucionario, salvo que esta actitud no
sólo se oponga a la corrupción sino además a su nuevo aliado, la
anarquía.
De esta manera Apartido contra-revolucionario asume como base
dos elementos: la necesidad de honestidad y la necesidad de orden.
Estas cosas se vuelven en puntos de apoyo esenciales y su fin ya no es
más aquel de derribar una institución dada que tiene las características
de la deshonestidad y del desorden, sino, cosa muy distinta, derribar
la deshonestidady la anarquía en sí mismas y en el lugar en que se en
cuentren. De esta manera este partido no puede perder de vista su ob
jetivo cuando alcanza el poder, a causa de que tiene permanentemente
a la vista este objetivo.
El partido contra-revolucionario puede solamente llegar al poder
cuando su entorno ha sido creado para él. Este entorno significa una
transformación suficiente en las circunstancias sociales, por lo que
una gran cuerpo de opinión pública ha sido creado y desea ardiente
mente orden y honestidad en el gobierno; esto se obtiene con varios
años de anarquía revolucionaria y mala administración seguida du
rante largos años por la corrupción pre-revolucionaria.
Otro elemento, sin embargo, tiene que existir antes de que el movi
— 243—
miento contra-revolucionario pueda triunfar. Este elemento es el ele
mento constructivo (constructive element). El caso es muy simple.
Cuando la necesidad de honestidad asume un aspecto revolucionario,
el aspecto revolucionario puede ser coherente o incoherente. Pero
cuando el amor al orden asume su carácter revolucionario, una cosa
debe ocurrir -que la actitud revolucionaria debe ser esencialmente di
versa a la normal, a la usual. Esto asume un aspecto disciplinario y
otro represivo. Qua movimiento revolucionario, el movimiento con
tra-revolucionario no [reacciona] contra la gente deshonesta, sino
contra la gente anárquica (anarchical people). Por lo tanto lo que
existe de revolucionario en el contra-movimiento no está fundamen
tado en una actitud crítica en relación directa con la deshonestidad,
sino sobre una actitud crítica con relación al desorden. Como este
partido se apoya sobre estos elementos que van directamente a la bús
queda de la honestidad, eso lo hace ser un partido honesto.
Supongamos que la contra-revolución triunfa. ¿Le sucederá lo
mismo a su actitud crítica en relación con el orden, lo que aconteció
con la actitud crítica de los primeros revolucionarios en relación con
la honestidad?
No puede ocurrir, por la sencilla razón de que, si bien la idea de la
honestidad no está ligada a la idea de la acción violenta, la idea de or
den sí lo es. Usted puede hacer una revolución para lograr la honesti
dad en el gobierno y, si triunfa, puede seguir siendo tan deshonesto
como el anterior gobierno, por la sencilla razón de que la creación de
un espíritu revolucionario no crea un espíritu de honestidad, que no
es ni similar ni distinto al espíritu revolucionario, sino en realidad una
cosa totalmente diferente. Pero si usted hace una revolución para ge
nerar orden y triunfa, no es probable que usted no se dé cuenta, al
menos parcialmente, del orden que se han esforzado por lograr, por
la misma sencilla razón de que, si la idea de orden fue el que lo con
dujo hasta aquí, habrá sido su cuidado constante en la organización
misma de la contra-revolución, y además, el mantenimiento del orden
— 244—
es la verdadera base del mantenimiento de cualquier institución, de ma
nera que, al llegar al poder, usted tiene que mantener el orden y la
disciplina por la sencilla razón de que ejercen el poder, lo que reforzará
su deseo teórico (theoretic desire) para hacerlo. Al ver, además, que
su trabajo es derribar elementos anárquicos y que se encona con ellos
al no disciplinarlos, tendrá que mantener su programa para poder
mantener su propia existencia.282
— 245
—
II
LIBERALISMO, PARLAMENTARISMO,
PRESIDENCIALISMO
— 246—
expresión de la libertad como la expresión de la dejadez y de la negli
gencia.283
4
— 247—
La situación de Portugal, proclamada la República,284 es aquella
de una multitud amorfa de pobres diablos, gobernada por una mi
noría violenta de villanos y mangantes. El constitucionalismo repu
blicano, intentando describirlo con delicadeza, fue una orgía viciosa
de bandidos estúpidos.
Pero -y la humanidad es así-, no obstante todo ello, e incluso en
el alma de muchos de esos bandidos, subsistía algo del impulso lírico
del ideal original. Y así pudimos ver a bandidos de la peor especie —la
drones de almas, vagabundos orgánicos (gatunos de alma, vadios orgá
nicos)- batirse con coraje por el ideal que pensaban que poseían.285
— 248—
narquía, el resultado inmediato era la reaparición en la escena política
de las viejas clientelas corruptas y gastadas, a cuya acción disolvente
se debe la misma caída de la monarquía.
Finalmente, para un régimen nuevo, son precisos hombres nuevos.
Para la Monarquía Nueva, falta mientras tanto el Rey, faltan los go
bernantes, porque las antiguas clientelas asaltarían de nuevo el poder,
corruptas como siempre e incluso más todavía por su exilio del poder,
y faltan finalmente los propios gobernados (como más arriba ya se
explicó).
Se da también el caso de que la implantación de la monarquía,
cualquiera que fuese, servirá de estímulo al revolucionarismo repu
blicano, y por lo tanto mantendrá siempre en el foco el desorden. Es
preciso ver también que la implantación de la monarquía no repre
sentaría un acto evolutivo, sino un acto revolucionario, pues quebraría
la continuidad social.
2. Lo que es preciso, entonces, es establecer una fórmula de tran
sición que sirva de declive natural para la monarquía futura, pero que
adfcmás se encuentre en cierta continuidad con el régimen actual. Esta
fórmula de transición (fórmula de transido), ya intentada instintiva
mente por Sidónio Pais,286y la república presidencialista, que, por ser
república, no pierde la continuidad con el actual régimen, y para res
tablecer el poder personal comienza a introducir uno de los dos prin
cipios fundamentales del régimen futuro y de la tradición portuguesa.
La tradición no se vuelve a unir: se reconstruye.287
286. Sidónio Bernardino Cardoso da Silva Pais (1872-1918): militar, político por
tugués y dictador, conocido popularmente como el “Presidente-Rey”; el 5 de diciembre
de 1917 lidera un golpe de Estado, asume el cargo de presidente de la República en fun
ciones, siendo sometido luego a una pseudovotación. Fue asesinado el 14 de diciembre
de 1918.
287. Fin de texto mecanografiado.
— 249 —
III
DICTADURA COMO “INTERREGNO”
— 250—
partiendo de donde estamos, y no de otra parte cualquiera.288
Este problema complejo se torna simple si nosotros nos acordamos
de mirar hacia él, y no hacia otro lado del espacio social (espado so
cial).
Tenemos pues que estudiar la manera de transformar.
Es en el Interregno que nacen los Reyes. No se trata, infelizmente,
de reyes personas, sino de reyes metáfora (reís metáfora).289
—251—
siva e incoherente, a su discontinuidad en la voluntad y en el pen
samiento, y a su amor patrio animal y firme, por lo que se congrega
con facilidad en torno a lo que constituya, o que juzgue que cons
tituye, la Nación.
El segundo grupo, más restringido, pero lo suficientemente ex
tenso para ser importante en la vida nacional, es el que forma la
masa de los partidos políticos, gran parte de la baja burguesía, gran
parte de la burguesía mediana, y una parte incierta de la alta bur
guesía. Este portugués, teniendo la misma discontinuidad que los
del primer grupo, ya no posee las cualidades fundamentales, que
distingue a aquellos. Su patriotismo, a veces real, está todavía desfi
gurado por varios partidismos, que muchas veces se sobreponen a
él. Ignorante, y por ello admirador de lo extranjero que desconoce,
esta gente es la que cree en los sagrados principios de la revolución,
o en los principios igualmente sagrados de la Monarquía Integral.
Indolente, viviendo de empeños y de cargos públicos que no ejerce,
es esta camada el principal obstáculo en la reforma de la Nación
Portuguesa. El portugués simple es un simple animal afectivo y per
turbado: una dirección fuerte y superior le orienta y lo lleva a donde
quisiera. Estos otros, suponiendo que tienen opiniones, las tienen
todavía y lo bastante como para constituir un estorbo. Doble es
torbo -porque contagian a los estúpidos ingenuos que se encuentran
abajo y porque se resisten a los cultos o a los más inteligentes, que
se encuentran encima de ellos.
Al tercer grupo, psicológicamente surgido con el segundo, lo ca
racteriza la misma incapacidad de acción inútil, está formado en gran
parte por la alta burguesía y gran parte de la burguesía media. Son
inertes, conservadores y desnacionalizados. Son los que dicen “allá
afuera es otra cosa”, “este es un país único”, o “esto es peor que Ma
rruecos”, frases que, haciendo justicia, o no aparecen nunca en bocas
de los tres grupos, o solo episódicamente y por imitación vemos apa
recer.
— 252—
Un cuarto grupo, formado por elementos casuales de todas las cla
ses, grupo restringido y (...)291
— 253—
Confío en el general Carmona porque tiene la mano más segura
del timonel que en muchos años hemos podido tener. Desde cuando,
en el período agudo de la Dictadura apoyó la acción del General Vi
cente de Freitas,294 hasta cuando, habiendo ya calma para pensar, dio
su apoyo a la acción coordinadora del Proflesor] Salazar, el Presidente
de la República se ha mantenido en una actitud que es rara en cual
quier caso, y rarísima en política -la maleabilidad dentro de la digni
dad. Es un aristócrata de la adaptación.
Confío en el Proflesor] Salazar por un motivo primario y por mo
tivos secundarios. El motivo primario es que él posee dos notables
cualidades que ordinariamente faltan en el portugués: la claridad firme
de la inteligencia, la firmeza clara de la voluntad. De los motivos se
cundarios, el primero es que he notado lo que realmente ha hecho y
que antes no se hacía -todo eso que va de los navios a las calles hasta
intentar dar a un país sin ideal nacional por lo menos el pedido que
piense al menos en tenerlo. El segundo de esos motivos es el creci
miento de nuestro prestigio en el Extranjero. Conozco su realidad por
informaciones directas, y no por citaciones de periódicos, susceptibles
siempre de sospechas reales, ficticias o artificiales. Y, en este esquema
de adhesión se traslada, es mi deber decir que junto al nombre del
Proflesor] Salazar está el del Profjesor] Monteiro.295
líder del filofascista “Estado Novo” a partir de 1933, dirigiendo los destinos de Portugal
hasta 1968; su ideología totalitaria se basaba en la doctrina social de la Iglesia Católica,
el neocorporativismo al estilo fascista italiano y algunos rasgos típicos de una dictadura
militar ordinaria.
294. José Vicente de Freitas (1869-1952): militar, recorrió varios puestos en la ad
ministración pública y política. Ministro del Interior en la dictadura y alcalde de Lisboa
(1929-1933), crítico del estado totalitario salazariano, se aparta de la vida pública por
sus diferencias en 1933.
295. Armindo Rodrigues de Sttau Monteiro (1896-1955): empresario, abogado, pro
fesor de Economía, destacada personalidad civil en la dictadura, recorriendo muchos
puestos claves en el nuevo estado fascista-corporativo: Ministro de las Colonias (1931-
1936), Ministro del Exterior (1935-1936); embajador en Reino Unido (1936-1943),
— 254—
Dije que confío porque confío. No voy a extenderme más. Si me
preguntaran si comprendo la obra financiera del Prof[esor] Salazar,
digo que no, porque nada sé de finanzas. Confío. Si sus propósitos
me dijeran que por estas o aquellas razones esa obra es mala, digo,
con el mismo fundamento, que no lo sé. Confío.
Señalado esto, comprendámoslo mejor. Aparte de ser un situacio-
nista como soy, soy un individualista absoluto, un hombre libre y un
liberal. Y esto hace que tenga una perfecta tolerancia por las ideas de
los otros, que sea incapaz de considerar un crimen pensar de otro
modo que el que puedo pensar.
Por ello, esta confianza que tengo en el Profesor] Salazar, de nin
guna manera me impone las más pequeña sombra de aversión sobre,
por ejemplo, el Profjesor] Afonso Costa.296Tengo el honor de afirmar
mi absoluta consideración. Este hombre es el único que ha cumplido
integralmente, en el Gobierno Provisional,297 lo que prometía en la
propaganda. Prom'étió la Ley de Divorcio: la hizo. Prometió la Ley de
la Familia: la hizo. Prometió la Ley de Separación: la hizo. Si lo hizo
bie» o mal, no lo sé, porque no soy jurista. Lo que sí sé es que prometió
y cumplió. No soy, evidentemente su correligionario, pero no puedo
ser su enemigo. Le niego mi apoyo; pero no puedo negarle mi respeto
-sigo el precepto del Prof[esor] Salazar: política de la ver¿iad.m
— 255—
Y en este criterio, y con los fundamentos de que fuera capaz, con
tinuaré, siempre que Dios quiera, en defensa de la Masonería.299
10 3°0
— 256—
ahora, la monarquía está en general desacreditada. Como en Portugal
ahora, la masa de la población es indiferente a la política, y es por lo
tanto conservadora, y por lo tanto implícitamente monárquica. Como
en el Portugal de ahora, la única fuerza activa en el país es la fuerza
Republicana; es una minoría, como lo era en Portugal, pero se trata
de una minoría activa que se enfrenta a una mayoría pasiva. Y, dado
que una activa minoría derrocó a la monarquía en Portugal, no existe
garantía alguna de que los Republicanos Españoles no derroquen a la
monarquía en España.
En todos los países con un arraigado hábito “constitucional”, como
Gran Bretaña, existe una natural disposición a valorar las realidades
en términos de votos, y en basar los resultados sobre números. Esto
no se corresponde con la verdad y es flagrantemente falso en períodos
revolucionarios. Ninguna revolución proviene del corazón de un país;
ninguna monarquía cae con un universal o casi mayoritario aplauso.
Una revolución sale de un debilitamiento de la cohesión social (social
cohesión), de una confusión de las ideas nacionales, y de la dirección
dfe la acción por una minoría -de una auténtica pequeña minoría-
que una mayoría, por muy extensa que sea, es incapaz de organizar,
ni siquiera puede estar dispuesta a resistir.
La Monarquía Portuguesa fue derrocada por dos regimientos, dos
cruceros y un puñado de civiles. La Revolución Portuguesa, que nadie
esperaba, fue causada por el asesinato del líder republicano, Prof.
Bombarda,303 director del Hospicio Psiquiátrico de Lisboa,304 por
— 257—
parte de un desequilibrado mental -un acto que nadie ha conectado,
o pensado conectar, con la política. De tales minorías y de tal absur
didad, es de donde procede el triunfo. Y la República de esa manera
formada ha resistido a las insurrecciones monárquicas, las cuales, en
un caso, han envuelto a todos los regimientos militares del Norte del
país.305
Estas son las impresionantes semejanzas entre la actual España y
el Portugal de 1910. Sin embargo, las diferencias no pueden ser más
llamativas. Aunque la corriente republicana es la única realmente ac
tiva en España hoy en día, todavía no se encuentra agrupada en una
sola; en el Portugal de hoy el partido Republicano se presenta como
un frente unido y los socialistas y anarquistas que incluía -más allá
que aspirasen individualmente a cualquier cosa más allá de una Re
pública- se preocuparon en aquellos tiempos exclusivamente de de
rribar a la Monarquía. En consecuencia, ellos no sólo eran activos sino
cohesionadamente activos. No puede señalarse lo mismo de las ac
tuales corrientes Republicanas en España: la desorganización mental
del país ha penetrado en todos lados: las ideas están desenfocadas y
existe una consecuente dispersión de objetivos. Esto puede compro
meter la proclamación, o por lo menos la rápida proclamación de la
República, que, sin embargo, todo el mundo en España parece pensar
como inevitable. Y es que hay que desear -si desear quiere decir cual
quier cosa- que la República no sea proclamada en tales condiciones:
es desear que una virtual anarquía pueda entrar en la realidad.
Otra diferencia entre las dos naciones y períodos reside en el hecho
de que, mientras una odiaba al rey Manuel306 en Portugal, los Repu
blicanos Españoles y un buen número de monárquicos odiaban la
persona del rey Alfonso.307 El fenómeno fue también conocido en
— 258—
Portugal, pero con el rey Carlos.308 Para nosotros, aquí en Portugal,
es siempre un terrible recuerdo aquel suspiro general de alivio con
que Lisboa acogió la noticia de que el rey Carlos había sido asesinado.
Tal vez sea un hecho vergonzoso, pero no por ello deja de ser menos
real. Es tan importante el factor personal en política, especialmente
cuando la persona es un rey, que no puede saberse hasta qué grado
este amargo odio a la Cabeza del Estado no puede llegar a fusionar a
los radicales sin cohesión y neutralizar toda tentativa de resistirse por
parte de los que no son Republicanos.
La tercera y más importante diferencia -no tanto entre el Portugal
de 1910 y la España de 1930, sino entre los dos países en sí mismos-
reside en el hecho que Portugal es un país completamente unificado,
un país que habla, de Norte a Sur, sin dialectos, la misma lengua, un
país que es orgánicamente uno en su espíritu de cohesión (cohesive
spirit) que ha pasado a Brasil, que por ser extenso no se ha separado
en partes, en varias repúblicas. Ahora España, lejos de ser un país uni
ficado, no es, en el sentido propio de la palabra, un país en absoluto.
Es, <por lo menos, cuatro países -aquello que generalmente viene lla
mado como “España” en el interior de España (o sea: Castilla y las
otras provincias donde el Español es la lengua, aunque sean muy dia
lectales algunas de ellas), Cataluña, las Provincias Vascas y Galicia.
Estos cuatro países hablan lenguas diversas. En dos casos -el Catalán
y el Vasco—la lengua diverge más del español que éste del portugués,
tanto es cierto que cualquiera puede aprender a leer en español sin
aprenderlo, pero hay que considerar que esto no puede aplicarse a los
otros dos casos; en el tercer caso, el Gallego, las diferencias son casi
las mismas que las de aquel con el portugués, siendo el Gallego, como
308. Carlos I de Portugal (1863-1908): monarca entre los años 1889 y 1908, fue el
segundo rey portugués de la Historia en morir asesinado junto con su heredero el príncipe
Luis Felipe por republicanos radicales. Por su trágica muerte fue bautizado como O Mar
tirizado y O Mártir, además véase, ut supra, cap. V, nota introductoria.
— 259—
una cuestión de hecho, una suerte de portugués sin desarrollar.309
La causa primaria del fracaso de la Dictadura Española debe bus
carse fuera de toda cuestión de política o administración. Es, por así
decirlo, una cuestión personal. La Dictadura Española no tenía nin
guna personalidad preeminente, un hombre distintivo. No era un
Mussolini, como en Italia, no era un Salazar, como en Portugal ahora.
Primo de Rivera era excelente políticamente, pero no era excelente
personalmente. Y es esta última distinción la que es realmente deci
siva: Salazar es un hombre con gran prestigio hoy en día en Portugal,
es el hombre que ha conseguido mantener la unidad, a pesar de los
civiles, en el Gobierno Militar Portugués, a pesar de que no es la Ca
beza del Estado, ni tampoco del Gobierno, es simplemente el Minis
tro de Finanzas.
El prestigio personal, siempre importante en política, es preemi
nentemente necesario en un gobierno personal de cualquier especie.
Es un error suponer que el prestigio personal sea lógico; siempre hay
una razón para ello, como para todo, pero no es la razón que general
mente le es atribuida. El prestigio de Mussolini no reside en su trabajo
por Italia, en sus reformas, administrativas o de otro tipo. En primer
lugar, el prestigio ha precedido a su trabajo; en segundo lugar, el pú
blico es siempre incompetente en apreciar los argumentos administra
tivos. Lo mismo ha sucedido con Salazar en Portugal: ha establecido
él mismo su propio prestigio cuando asumió su cargo; gracias a un
discurso que era tan diferente de los discursos políticos habituales que
el país adhirió a él.310 Y el público es tan incompetente para apreciar
— 260—
las cosas profundamente técnicas como sus reformas financieras. El
prestigio es siempre no-técnico; es decir, siempre más allá o más acá
de éste. He escuchado a más de un hombre de negocios portugués la
mentarse del actual sistema de impuestos en Portugal; lo he escu
chado, pocos minutos después, elogiar con entusiasmo a Salazar, es
decir, al hombre que le ha impuesto ese sistema impositivo. Y no lo
ha elogiado porque considerara que el sistema impositivo fuera nece
sario, o por algún tipo de razón práctica: el elogio y el lamento eran
materias independientes, totalmente desconectadas en la mente del
alabador lamentador (praising groaner). Este es el prestigio, en toda
su fuerza y en toda su brillante absurdidad.
Hay que señalar ahora que este tipo de prestigio no se encuentra
unido a ningún hombre de la Dictadura Española.311
11
la expresión, citada por Pessoa, de “Política que diga la verdad”, texto impreso en una
compilación oficial de sus discursos: “Política de Verdade, Politica de Sacrificio, Política
Nacional”, en: Oliveira Salazar, Discursos; Vbl. 1; Coimbra Editora, Coimbra, 1961, 5a
ed., pp. 24-42.
311. Texto mixto, manuscrito y mecanografiado, con la indicación en inglés: “Vascos
franceses y españoles”.
312. Se refiere a la reunión del Consejo de Ministros del 30 de julio de 1930, en el
cual se anticiparon, con la presentación oficial del documento “Bases orgánicas de la
Unión Nacional”, las directrices maestras del fascista “Estado Novo”; véase: Salazar, Oli
veira; “Os Principios Fundamentáis da Revoluto Politica”; en: Discursos, vol. I, op. cit
pp. 67-96.
— 261—
se dice en retórica)313 en el orden temporal de exposición del Go
bierno.
Hago esta refutación del modo más breve y más útil. No perderé
el tiempo ni en la lógica ni en el análisis de lo que dice el Gobierno.
Expongo mi tesis, y la desenvuelvo lógicamente: de su prueba será
implícita la desaprobación de la tesis contraria, que se encuentra con
tenida en los documentos de quien manda.
Quiero hacer dos advertencias preliminares. La primera es que no
importa quién soy. Si yo argumento, mi argumento valdrá en tanto
argumento, y no como mío. Para tener razón no existe otra idoneidad
sino la lógica, ni se puede exigir, para poder argumentar, una creden
cial de identidad. Escribí, además, hace tiempo, un folleto en el cual
defendía y justificaba la dictadura militar en Portugal.314 Que sirva
esto para explicar que, al proponer una tesis contraria a aquella del
Gobierno de la Dictadura, no propongo una tesis contraria al Go
bierno de la Dictadura (olvidaba decir que sigo manteniendo lo que
afirmaba en dicho folleto).
La segunda advertencia amerita una mayor atención. La tesis del
Prof. Salazar es un apaño, aunque sea muy lúcido y lógico de princi
pios políticos ya conocidos -los de la llamada “contra-revolución” o
sea los que distinguen y definen las doctrinas de los llamados inte-
gristas.315 Mi tesis, al contrario, tratará, en su desenvolvimiento, re
sultados de absoluta novedad. Tengo que exponer cosas nuevas, y
siendo el cerebro del público siempre un mal receptor, tengo la des
— 262—
ventaja -casi el deber- de que no seré comprendido. Al público, o a
cualquier persona que parezca un público, no se le puede decir algo
mejor de lo que ya sabe, esto es, aquello que es absolutamente inútil
decirle. Ahora, aunque en muchos campos de la escritura yo cultive
deliberadamente lo inútil, esa agricultura no tiene cabida en esta ma
teria. Pido por ello al lector que me releve de la molestia de decirle lo
que él no espera. Si este escrito le merece su atención, le pido que en
tonces le merezca una atención inteligente. Sin ese esfuerzo antinatu
ral, no vale la pena leer lo que sigue, ni, una vez leído, se podrá
comprender.
Dicho todo esto, me pongo en tema, que iré exponiendo en tantas
breves partes o divisiones, tantas como lo exigen el orden dialéctico
del argumento y la disposición de la materia.316
12
Existen razones para suponer, y más adelante diré cuáles son, que dos
tercios del país e^tán del lado de la Dictadura Militar. Lo que no nos
da la razón para suponer que los mismos dos tercios del país, o cual
quier cosa que se asemeje a esos dos tercios, se encuentren del lado
del Integrismo Lusitano,317 cuyos principios aunque extranjeros, se
nos quiere imponer como una suma de ciencia social y necesaria, y
una condición necesaria para todos nosotros, a través del Manifiesto
del Gobierno y en el Informe Salazar.318
Y porque este movimiento político representa una inmoralidad
-servirse de un gobierno que tiene simpatía pero que ha sido anti
doctrinario, utilizar esas mismas simpatías para imponernos una doc
— 263—
trina- juzgo que es deber de cualquier persona que pueda, el poder
contraponer o contradecir, oponer una resistencia, por lo menos in
telectual, al subterfugio político por el cual, no la Dictadura sino sus
malos Maestros, quieren cavar su propia ruina, que no interesaría
tanto si no afectase a todo el país. El país no quiere más a José Do-
mingues dos Santos,319 y no lo quiere ni siquiera traído por la mano
irónica del Prof. Oliveira Salazar.
Pertenezco a aquella parte del país que no combate deliberada
mente comente política alguna, en cuanto y en tanto dicha corriente
sea garantía del orden y se oriente con alguna decencia.320
319. José Domingues dos Santos (1885-1958): abogado, profesor universitario, pe
riodista e ideólogo, una de las figuras políticas más destacadas de la Primera República
portuguesa. Alcalde de Qporto en 1919, diputado entre 1918-1926, fue ministro de Tra
bajo, de Agricultura, de Comercio, de Justicia, de Guerra y del Interior; fundó el partido
“Izquierda Democrática”, escisión del partido Republicano Portugués Democrático; per
teneció a la Masonería, intentó una rebelión popular fallida contra la dictadura en 1927,
tuvo que exiliarse después del golpe de 1926, viviendo en España y Francia.
320. Fin de texto manuscrito.
— 264—
IV
DICTADURA “INSTITUCIONALIZADA”
13
— 265—
Parece, entonces, que este folleto debería tener otro título. Sucede,
sin embargo, que en él me propongo estudiar las causas del 28 de
Mayo,326 el tipo de revolución en que se encuadra, y sus consecuen
cias, hoy visibles, en el mismo Estado Nuevo. Girando por lo tanto
la rueda de lo que estaba oscuramente, y después claramente, elabo
rado en el interregno 1926-1932 /?/, puedo mantener el título, por
que es verdadero. Por otra parte, no me propongo discutir la Nueva
Constitución o el Estado Corporativo; acepto a ambos, por disciplina;
con ambos estoy en desacuerdo, porque no concuerdo.
Podría tal vez titular el folleto como “El Interregno y Sus Conse
cuencias”. Creo sin embargo que los grandes títulos no son títulos,
porque son descripciones, como los sonetos caudados327 no son so
netos, porque tienen diecisiete versos.328
14
ducos por los últimos acontecimientos políticos, dejaba de tener sentido el concepto fi-
losófico-político de “Interregno”, aunque Pessoa había repudiado, como lo señala en el
texto, su misma esencia.
326. El definitivo golpe de estado contra la República en mayo de 1926.
327. El llamado soneto caudado, con cauda, coda o estrambote, persigue casi siempre
una finalidad humorística; el estrambote (del italiano strambotto) es un verso o serie de
versos que se añaden a un poema de estructura fija como es el soneto, transformándolo
en algo irregular, sin orden, anárquico y extravagante.
328. Fin de texto mecanografiado.
— 266—
o grupos de cualidades permanecen diferentes y hasta opuestos.
Son tres las maneras de conquistar el poder: la astucia y la intriga,
en regímenes autoritarios, como la monarquía absoluta; la elocuencia
y la capacidad de persuasión, con la concomitante capacidad de men
tir, incluso a sí mismo, para mentir mejor a los otros, como en los sis
temas democráticos; y la violencia, en los regímenes impuestos de
manera revolucionaria, sean del tipo que fueren.
De estos tres tipos de cualidades, la astucia y la intriga, o mejor
dicho, la habilidad de emplearlas, son cualidades en cierto modo útiles
en el gobierno del Estado, sobre todo en las relaciones externas y en
aquellas internas que con ellas se asemejan (como las relaciones con
los diferentes sectores de la Opinión y de sus jefes). La capacidad de
comandar revolucionariamente puede implicar o no una ventaja en
el gobierno; depende del género de revolución que se ha comandado.
Si fue una revolución espontánea, profunda, realmente popular -un
motín de grandes dimensiones-, como en la Revolución Francesa,
entonces su dirigente o sus dirigentes, no siendo más que dirigentes
ocasionales, carecen de alguna cualidad, en cuanto tales, que sirva de
algún modo par^el gobierno de los Estados. Si la revolución es sólo
de superficie, hecha por una minoría organizada en un país desor
ganizado, y, por desorganizado, apático y servil, entonces los organi
zadores de la revolución tienen que poseer algunas cualidades que el
hombre de gobierno debe tener: son, por lo menos, jefes y organiza
dores. Tal fue el caso, en un grado menor, de nuestra Revolución del
5 de octubre;329 tal fue, en un grado mayor, la Revolución Bolchevi
que. En ambos casos, la mayoría del país era monárquica, siendo ape
nas republicana en un caso, comunista en el otro, la minoría mejor
organizada; teniendo la primera como espina dorsal a la Orden Ma
sónica, la segunda por principal sostén a las organizaciones secretas
— 267 —
judaicas. No quiere esto decir que no fuesen inevitables ambas revo
luciones; quiere decir simplemente que no partieron del corazón de
la nación, sino más propiamente del estado o condición de la nación.
Pero lo cierto es que los hombres generados para gobernar por esos
movimientos, realmente gobernaron con ciertas cualidades. En el caso
de Rusia, pueblo pasivo y con hábitos de esclavo, el caso ocurrió con
incluso más perfección, dada la unidad o la cuasi-unidad de la jefatura,
y la concordancia casi total, y prácticamente total, entre los jefes. En
Portugal, país al que noventa años de liberalismo habían dado ya otra
mentalidad, el caso ni aconteció así, ni podía pasar de esa manera. No
había, en primer lugar, un jefe incontestablemente supremo. Si, por
ejemplo, todo el poder hubiera estado concentrado -real cuando no
aparentemente- en las manos de Afonso Costa, el país habría sido bien
gobernado y administrado. De nada, o de poco, son realmente culpa
dos Afonso Costa, Antonio José y Camacho330; su auténtica falla es
que eran tres y no uno. Y además la aparición que la emergencia pro
dujo en primer plano, sucesivamente, de personajes hasta ese momento
en un segundo lugar, lo que refleja la división en el liderazgo, y el efecto
de ambiciones de varias especies que se tronaban realizables, pero el
asunto se complicó -y esos recién llegados, o en realidad recién llegados
al escenario del gobierno, en nada habían liderado la propaganda, nada
habían organizado, por lo menos importante, dentro del Partido. El
único período útil en la vida gubernativa de la República Constitucio
nal fue el Gobierno Provisional;331 y es que en él la escisión en la jefa
tura no estaba ni siquiera esbozada, y que decidió, con muy buen
criterio, gobernar en dictadura, contra sus principios fundamentales
330. Pessoa habla de Alfonso Costa, primer ministro del gobierno republicano
entre 1913 y 1917; Antonio José de Almeida, presidente de la República entre 1919 y
1923; y finalmente Manuel de Brito Camacho, ministro de Fomento de la República
(1910-1911)> gran líder republicano, promotor de la separación Iglesia-Estado en Por
tugal.
331. Véase, ut supra, nota 20.
— 268—
-los principios a cuya sombra había predicado y hecho la revolución
y conquistado el poder.
Es curioso, y opuesto, el caso del 28 de Mayo.332 Este fue, como
en la Revolución Francesa, una Revolución Nacional, de verdad sur
gida del corazón de la nación, diversamente víctima, y diversamente
una revuelta contra cualquier clase de anarquía, de la calle a la cabeza,
a la que tanto el desmantelamiento de los partidos como la eclosión
de nuevos desconocidos habían lanzado de lleno al país. Análoga a la
Revolución Francesa en carácter, sin embargo diferente en realización
-dado que era un movimiento contra-revolucionario-, el 28 de Mayo
tenía forzosamente que tener como resultado una situación caótica.
Revolución espontánea (poco nos interesa que la ejecutase el Ejército,
porque cualquiera, algún grupo, debía ser el mandatario instintivo de
la nación) que no traía consigo programa alguno. El Jefe que trajo
una gran figura de soldado333 fue un jefe enteramente ocasional; no
conspiró, se rebeló, como él bien ha dicho. Nada había organizado
de lo que después dirigió. El período entre el 28 de mayo de 1926 y
el 27 de abril de 1928334 -la llegada de Salazar al poder- es tal vez
uno de los períodos más peligrosos para la Nación, de los que jamás
ha tenido en su larga vida. No por éste o por aquel elemento externo
— 269—
o visible, sino por la sorda confusión, por la permanencia, con una
forma diferente, de la anarquía que el 28 de Mayo llegara para extin
guirla, pero sin saber cómo. Lo peor se evitó después del inicio, con
la entrega al general Carmona de la jefatura de la Nación.335 Su gran
prestigio mantenía, al menos, de su lado a la mayor parte de las Fuer
zas Armadas. De esta manera —e incluso así existieron violentas inte
rrupciones, como el 7 de Febrero—se mantuvo el orden en la calle,
por poco que ella se mantuviese en los espíritus. Otras figuras de pres
tigio, como el coronel Passo e Sousa,336 consolidaban, al menos, los
fundamentos de la defensa del régimen. En todo el resto, sin embargo,
confusión: la Revolución Nacional continuaba sin ideas, pues no eran
propias las de los integristas337 -las únicas con sistema y coherencia,
pero de un grupo reducido y, con razón o sin ella, detestado, ya sea
por los monárquicos, ya sea por los católicos, ya sea por los antide
mocráticos, y por la gran mayoría de la Nación.
La llegada de Salazar trajo por fin al Jefe de la Acción Nacional.338
—271—
inglés”, entendemos no a los individuos firmemente afiliados en los
partidos políticos (son muy pocos, en relación con el país, pues los par
tidos políticos ingleses son simples “directorios” y no partidos en
nuestro sentido), pero aquella masa no afiliada que, oscilando en sus
opiniones o tendencias, o bien vota por completo a los laboristas, o
bien pasa a votar por completo a los conservadores.
Como cierto comerciante amigo mío, hombre extraño a las litera
turas, que nunca oirá un verso mío o no lo comprendería si lo oyese,
que afirmó varias veces que yo era un gran poeta, y esto porque me
enteré por alguien literario (inconscientemente para él) que yo lo hacía
muy bien en su correspondencia extranjera. Existiendo un prestigio
que se siente y se comprenda, todos los otros prestigios, incluso los
que no se entiendan o sientan, naturalmente se unifican, después que
alguien comience a hablar de ellos.
En otras palabras: Salazar es considerado un gran ser, un hombre
de inteligencia clara y de voluntad firme. No es lógico, más es hu
mano, y entre los hombres es lo humano lo que vence.
Cuando un hombre tiene como cualidades destacadas aquellas que
más notablemente le faltan al pueblo al que pertenece, su prestigio es
inmediato, aunque tal vez sea un prestigio frió y forzado -un prestigio
intelectual, sin elemento emotivo.340
15
— 272—
una inteligencia creadora o dominadora. Tiene una voluntad firme y
concentrada, no la tiene irradiante y segura. Es un tímido cuando in
tenta, y un incierto cuando afirma. Todo cuanto hace se resiente de
aquella penumbra de los Reyes malogrados.
Cuando mucho, en la escala del gobierno público, podría ser el
mayordomo del país.
Le faltan los contactos con todas las vidas -con la vida de la inte
ligencia, que vive para ser variada y, entre los conflictos de las doctri
nas, no sabe decidirse; con la vida de la emoción, que vive de ser
impulsiva e incierta; con la vida de la (...)
— 273—
16344
— 274—
Todos estos movimientos nada tenían que ver con Salazar: eran solo
contra la Dictadura; no se pensaba en el hombre aparentemente extra-
político que tenía el portafolio de las Finanzas.
Desde esta simpatía un poco fría, desde esta consideración no muy
afectiva, un elemento de duda y de hesitación se insinuaba lenta
mente. Durante el tiempo que Salazar había sido Ministro de Finan
zas,346 y nada más que eso, se sucedieron algunas crisis ministeriales y
algunas modificaciones o recomposiciones en los ministerios. En
todos estos cambios Salazar intervino decisivamente: fue él quien de
cidió -como comenzamos a entender- del destino de un determinado
ministerio, del destino de un ministro determinado. Al principio se
pensó, y pudo ser verdad, que sólo defendía su sillón, a fin de man
tener, algo que es legítimo, la continuidad de su obra, la cual, por na
turaleza, necesitaba de la continuidad y de su permanencia en el
ministerio, para que esta continuidad fuera mantenida de manera in
teligente. Nos dimos cuenta que, a pesar de ser por estas razones, Sa-
lazar se puso demasiado astuto, con trucos bastante inesperados,
trütcos disimulados e inesperados en la disposición con la cual se de
sembarazaba d^un determinado ministro, favoreciendo el ingreso de
otro. ¿Trucos políticos?347 Perfectamente. Pero tenderemos una idea
cabal de este hombre, y una que le es favorable, cuando veamos que
los trucos de la política baja348y la diplomacia anti cámara no jugaban
ningún rol en él. Cuando se respeta a un hombre por la sencillez de
su carácter, resulta un poco desconcertante descubrir que su carácter
no es tan simple. Una cierta desconfianza comienza a nacer; y todos
aquellos que habían tenido una simpatía demasiado fría se pregunta
ban si el hombre que se mostraba tan hábil con los trucos de la polí
tica, que se supone que desconoce, no los había ya usado en ejemplos
— 275—
ignorados en los presupuestos y en las cuentas, donde se encontraba
como en su casa.349
Las cosas sin embargo seguían allí —los políticos hostiles e impo
tentes, el gran público fríamente hostil, el pequeño público, fríamente
simpatizante- cuando, el 2 de julio de 1932, el acontecimiento que
cambió el curso de la dictadura portuguesa vio la luz, de una simple
dictadura militar d la Primo de Rivera, a la actual dictadura a la Mus
solini. Ese día, en Richmond, en Inglaterra, el Rey Manuel murió.350
17
— 276—
zar marcó, y después acentuó, una firmeza de propósito y una conti
nuidad de ejecución de un plan; luego, desde el principio, habló claro,
sobrio, rígido, sin retórica ni vaguedades. Su prestigio reside en esa
formidable impresión de diferencia con el vulgo portugués.
En medio de un pueblo de incoherentes, de verborrágicos, de mal
dicientes por impotencia y espirituosos por falta de argumento inte
lectual, ‘La lente de Coimbra’351 (¡Santo Dios!, ¡De Coimbra!) nos
marcó como si hubiera caído de una Inglaterra astral. Después de los
Afonsos Costas,352 de los Cunhas Leales,353 toda la elocuencia parla
mentaria sin pasado ni futuro en la inteligencia ni en la voluntad, su
simplicidad dura y fría parecía algo tan broncíneo y fundamental. Si
lo es de verdad, y si la obra completa es lo que la intención formó,
son ya cuestiones de especialistas y sobre los cuales el público, que de
ello nada sabe, ni yo, que sé tanto como el público, podemos hablar
con razón o provecho.
De este prestigie? resulta el contraste con Afonso Costa. Cuando
éste se presentó, en 1912 (?),354 su superávit, fue recibido a carcajadas
pot^el público, y sus propios partidarios tuvieron que hacer esfuerzos
sobre sí mismos^ara tener fe en la obra, como la tenían en el hombre.
Cuando Salazar presentó su superávit, todo el gran público inmedia
tamente lo aceptó. No fue pues el superávit, común a los dos lo que
provocó el prestigio de uno, o el desprestigio del otro, eran anteriores
al espectáculo financiero.355
— 277—
18
19
— 278—
las formas de religión -el catolicismo. Italia, España y Portugal son
los países donde ese espíritu de partido, como Salazar lo entiende,
más se acentúa. Son también los países donde más se acentuó la acción
de la Iglesia de Roma.
De lo restante, el efecto del sistema de argüir y defender puede ser
enteramente diferente de aquel que le atribuye Salazar. A un tempe
ramento diferente de aquel en el que se forma el partidario, el efecto
de ese sistema puede ser el de considerar aceptables todas las ideas y
todas las teoría -conduciendo así al concepto opuesto del partidario,
al concepto de que la teoría vale lo que vale el teorizador, de que todo
es defendible, de que una tolerancia vasta, o un vasto escepticismo,
son las actitudes legítimas del espíritu humano.358
20
— 279—
palabra y el combate, procura defender intelectualmente contra la in
vasión de extranjerismos que le perviertan su propia índole o de inter
nacionalismos que le disminuyan la personalidad.
Por liberalismo legítimamente se entiende aquel criterio de las rela
ciones sociales por el cual cada hombre es considerado libre para pensar
lo que quiera y para expresarlo como quiera y ponerlo en acción tal
como lo entienda, con el único límite de que esa acción no obstaculice
directamente los derechos iguales de los otros a esa misma libertad.
Como se puede ver, estos dos conceptos -nacionalismo y libera
lismo- en nada se oponen, en nada se pueden oponer, uno al otro. El
primero gira en torno del concepto de Nación -no, nótese bien, de
Estado-; el segundo gira en torno del concepto de individuo -no, nó
tese bien, de ciudadano. Y de esta manera es que el nacionalismo
puede ser liberal o anti-liberal, el liberalismo nacionalista o anti-na-
cionalista.
Mientras que, sin embargo, no hay nada entre estos dos concep
tos, por el cual ellos entre sí intrínsecamente se puedan relacionar,
sucede que todavía tienen extrínsecamente dos puntos en común.
En ambos casos se trata de la valorización de cualquier cosa; en
ambos casos se trata de la defensa de cualquier cosa. Los dos concep
tos tienen incluso en campos diferentes, el mismo ritmo o tipo de
vibración (vibragáo). El nacionalismo busca la valorización de la Na
ción; el liberalismo busca la valorización del Individuo. El naciona
lismo procura defender la Nación de las influencias que pueden
desintegrarla; el liberalismo procura defender al Individuo de las in
fluencias que lo pueden disminuir. Y de esta manera es como el na
cionalismo se opone al separatismo (o al regionalismo separatista),
al extranjerismo y al internacionalismo, de la misma manera el libera
lismo se opone a las incursiones que sobre el individuo pueden ejercer
las influencias anti-individualistas -la familia, la clase, el Estado.
Esta comunidad de lo que llamamos ritmo de vibración (ritmo de
vibrado) puede unir, y efectivamente une, extrínsecamente los dos
— 280—
conceptos. Una nación está compuesta de individuos, pues el indivi
duo es una única entidad físicamente real que humanamente existe,
visto que ni la familia, ni la clase, ni el Estado tienen cabeza sin si
quiera tener pies. De suerte tal que la valorización de la nación, por
sus reflejos dinámicos sobre el individuo, paralela y semejante, implica
la valorización de éste.
Se hace obligatorio, al llegar aquí, que hagamos una distinción
clara y escrupulosa entre Nación y Estado. Si el pensar fuese clara
mente una natural disposición humana, no habría ni siquiera que
pensar en establecer tal distinción. Infelizmente la claridad del pen
samiento así como la perspicacia en la expresión de él, son, por lo que
parece, productos de especie aristocrática, aunque, felizmente, no in
transmisibles al amplio público.
La Nación es una entidad natural, con raíces en el pasado, y su
poder podría acrecentarse, en el lenguaje paradojal más justo, con raí
ces también en el futuro.
El Estado es un fenómeno puramente del presente, tanto que se
probeta en, y se consustancia con, el Gobierno que se encuentre, de
momento, en posesión de la actividad de ese Estado. Nadie puede
estar en posesión de la Nación, pues no existen redes, ministeriales o
de otro tipo, con las cuales se pueda atrapar lo impalpable.
La valorización del Estado, lejos de reflejarse en el individuo o en la
nación, valorizándolos, se refleja en ellos exclusivamente para dismi
nuirlos.
La frase, o su muletilla, de Mussolini: Todopor el Estado, nada con
tra el Estado,359 tiene la ventaja de ser perfectamente clara. Dice lo que
dice. Con lo que sabemos dónde nos encontramos, aunque no quisié
359. La frase exacta de Mussolini era: “La nostra formula é questa: tutto nello Stato,
niente al di fuori dello Stato, nulla contro lo Stato”; pronunciada por primera vez en el
discurso del 28 de octubre de 1925 en Milán; ahora en: Mussolini, Benito; Opera omnia,
V. XXI, La Fenice, Firenze, 1967, p. 425.
— 281 —
ramos estar allá. La frase portuguesa que la imita, Todopor la Nación,
nada contra la Nación,360 o bien quiere decir, escondiéndose, la mis
ma cosa que la frase de Mussolini; o si quiere decir otra cosa, en rea
lidad no quiere decir cosa alguna. Se encuentra en el mismo caso que
la expresión civilización cristiana, a la que nadie ha logrado conseguir
descubrir cualquier especie de sentido.
El Estado es simplemente la manera en que la Nación se administra:
rigurosamente, no es una cosa, sino un proceso (processo). Si compa
ramos -lo que no siempre es válido o útil- una nación a un individuo,
diremos que el Estado es para la Nación lo que, en el individuo, (...)
Aparecieron recientemente en la superficie de la tierra social (térra
social)361 unos animales llamados directrices. Definiéndola mal y de
prisa, esta palabra quiere decir que cualquiera de nosotros tiene que
pensar por la cabeza de otra persona.
Tal intimación o imposición no puede hacerla o pretender hacerla
sino el Estado o quien manda en él, pues la Nación no se expresa a
través del Estado sino a través de los individuos, y principalmente a
través de los hombres de genio (homens de genio), que son la con
centración individual de las fuerzas íntimas de la Nación. Ahora bien,
los hombres de genio no imponen directrices: lo son.362
21
360. Pronunciada por Salazar por primera vez en un discurso del 30 de julio de 1930.
361. Variante de Pessoa: “del suelo”.
362. Fin de texto mecanografiado.
— 282—
ese otro era probadamente un elemento dañino, que incluso era más
útil muerto que vivo.
Una dictadura, a pesar de ser ilegal, puede ser todavía justificada
por las circunstancias, cuando en un país es tal el grado de anarquía,
gubernamental o social, que se torna imposible la vida de la legalidad.
Entre un estado de guerra civil, real o latente, y un gobierno de fuerza,
por ilegal que sea, que cohíba esa anarquía, ningún hombre de recto
criterio, por liberal o demócrata que sea, vacilará en a cuál apoyar.
Sucede sin embargo que hasta lo ilegal, si quiere que lo considere
mos justificado, tiene que obedecer a ciertas normas, esto es, tiene
que tener, en cierto modo, una legalidad propia. Ahora una dictadura,
justificable solamente cuando no hay elección entre ella y la anarquía,
existe, por ello mismo, sólo para poner fin a esa anarquía. Su papel es
por tanto limitado a la manutención del orden hasta que la anarquía
desaparezca; desaparecida ésta, ha concluido el papel de la dictadura.
Si la dictadura no "consigue dominar la anarquía o el espíritu anár
quico, es que el fenómeno anárquico penetró en profundidad en el
espíritu de la sociedad, y entonces existe una crisis profunda, que, por
profunda, ningi^n gobierno, ya sea de fuerza o no, puede superar. O
bien es el fin del país o, para que éste se salve, no hay otro remedio si
no dejar que la anarquía continúe y haga de su capa un sayo, por
la aprobación de leyes naturales y sociales que nadie conoce, hasta
la lenta y dolorosa salvación. Y, cuando un país se encuentra en este
estado, la existencia del gobierno de fuerza no tendrá lugar nunca
más, por las varias reacciones que provoca el aumento de esta anar
quía. Habrá sido, al final, apenas un elemento anárquico más.
Siendo el papel de la dictadura limitado al mantenimiento del
orden, el gobierno de fuerza tiene todavía que emplearse también en
la resolución de problemas corrientes, puesto que el Estado no puede
dejar de ser administrado. Aquí, sin embargo, la dictadura debe limi
tarse a un papel rigurosamente administrativo. Es la dictadura, por
así decir, la suspensión del legislativo por el ejecutivo; no es la substi
— 283—
tución del ejecutivo por el legislativo. Una dictadura no tiene pues que
hacer leyes. Y, en la proporción que, saliendo de su justo papel, las hi
ciera, en esa misma proporción creará nuevas enemistades, nuevos des
contentos. Por una parte, no hay ley que agrade a toda la gente, y de
esta forma cada ley genera su propio grupo de descontentos, que po
drán ser muy diversos de ley en ley, de suerte que, sumados, esos des
contentos van formando lentamente una atmósfera de descontento
general. Por otra parte, el hombre ama naturalmente la libertad, pues
a nadie le agrada el ser mandado ni se siente grato por imposiciones
que se le hagan, de suerte que los gobiernos de fuerza (a no ser que los
envuelva un misticismo de cualquier tipo) son tendencialmente anti
páticos a toda la gente. Se sigue entonces que el descontento contra
una ley promulgada por un gobierno de fuerza (governo de for^a) es
naturalmente mayor que el que se genera contra una ley de un go
bierno de opinión. Y el no haber tenido la oportunidad de discutir esa
ley le otorga al descontento un apoyo francamente justo y racional.363
22564
“El Interregno”
Defensa y justificación de la dictadura militar en Portugal
1
PRIMER AVISO
— 284—
cesarios ha intervenido —suavemente, como es su estilo; oscuramente,
como es su oficio—en la vida de la Nación, nos ha pedido, pues aún
no pertenecemos a él, que escribiésemos, por ser la ocasión de hacerlo,
un esbozo o breve formulario de lo que, a nuestro entender, podría o
debería ser el Portugal futuro en las varias manifestaciones de su vida
colectiva. A esta obligación agregó el N U C LEO la condición, a sí mis
mo impuesta, de que aceptaría por bueno lo que escribiésemos y con
todo lo que esto fuese se conformaría, teniéndolo por propio.
En estas condiciones, no sólo gratas, sino además honrosas, escri
bimos el presente opúsculo, y escribiremos, si la orden y la hora fueran
dadas, el libro que será compuesto de este opúsculo, como introduc
ción o primera parte, y de otras cuatro partes como complemento.
Serán pues, cinco las partes de ese libro, hasta llegar al fin del desa
rrollo de la doctrina. La primera parte, contenida en este opúsculo,
es introductoria. La segunda tratará de la Nación Portuguesa; la ter
cera del Estado Portugués; la cuarta de la Sociedad llamada Portugal.
Más tarde se comprenderá en qué consiste esta distinción. Lo más
importante, si no se ordena que quede por decir, constituirá la quinta
parte de ese libres^
Este opúsculo trata exclusivamente de la defensa y justificación de
nominal, que en 1919-1920 publicaría, bajo la dirección del “sidonista” Geraldo Coelho,
el diario Acfáo, del cual salieron cuatro números; en él Pessoa publicó los siguientes artículos:
“Como organizar Portugal” (N° 1) y “A opiniáo pública” (N° 2 y 3), un retrato del dic
tador Sidónio Pais acompañado de una cita de Shakespeare (N° 3), el poema épico Á Me
moria do Presidente Sidónio Pais” (N° 4, que traducimos en este volumen, p...) y un
pequeño artículo anónimo titulado “Tenente Teophilo Duarte” (N° 3); la mayor parte del
grupo ingresó en el partido único del “Estado Novo” fascista de Salazar, que se ¡Jamará
“Unión Nacional” y será creado en junio de 1930, que oficialmente no se definía como
partido sino como un movimiento “de unidad de todos los portugueses”; en la primera
época de la dictadura, tiempo inestable, proliferaron los grupúsculos filofascistas y semi-
militares como Era Nova, Legiáo Nacional, etc, inspirados en losfasci italianos y el Somatén
español; sobre sus funciones al inicio de la dictadura y los diferentes líderes secundarios,
véase: Caldeira, Arlindo Manuel: “O partido de Salazar: antecedentes, organizado e fún^óes
da Uniáo Nacional (1926-34)”, en: Andlise Social, XXII (94), 1986-5.°, pp- 943-947.
la Dictadura Militar en Portugal y de lo que, en conformidad con esa
defensa, llamamos las Doctrinas del Interregno (Doctrinas do Inte
rregno). Las razones que se presentan no se aplican a las dictaduras
en general, ni son transferibles a cualquier otra dictadura sino en la
medida en que incidentalmente lo sean. Tampoco se incluye en él,
explícita o implícitamente, cualquier defensa de los actos particulares
de la Dictadura Militar presente. Ni, si mañana cae esta Dictadura
Militar, caerán con ella estos argumentos. No habrá sino que recons
truirla, que establecer de nuevo el Estado de Interregno (Estado de
Interregno): no existe otro camino para la salvación y el renacimiento
del País sino la Dictadura Militar, sea esta o sea otra. Que esto quede
desde ya entendido como proposición; quedará comprobado cuando
se haya leído el opúsculo.
Escribimos estas páginas en un tono, en un estilo y en una forma
premeditadamente antipopulares, para que el opúsculo, por sí mismo,
elija a quien lo entienda. Todo cuanto, en materia social (matéria so
cial), es fácilmente comprensible, es falso y estúpido. Tan compleja es
toda materia social, que ser simple en ella es estar fuera de ella. Esa es
la principal razón por la que la democracia es imposible.
Lo que van a leer (no todos los Portugueses que nos lean, sino
todos los que nos sepan leer) está escrito sin obediencia a ninguna tra
dición nuestra, sin servidumbre a ninguna teoría extraña, sin atención
a ninguna corriente del llamado pensamiento europeo. Lo pensamos
nosotros y nosotros lo elaboramos y dispusimos. En el libro, que por
ventura lo incluya, este texto será revisado y, tal vez, desarrollado.
Esclavos de la mentalidad extranjera, unos; esclavos de la falta de
mentalidad propia, todos -no hay Portugueses, políticos o no políti
cos, que hayan podido hablar a este país nacional o superiormente.
366. Fecha de la muerte del rey Sebastiáo I de Portugal, llamado “El Deseado”, parte
de la mitogenia política del “Sebastianismo” pessoano; murió en plena batalla de Alcá-
cer-Quibir, acontecida el 4 de agosto de 1578, en Marruecos encabezando una suerte de
cruzada católica contra los moros; véase, utsupra, nota...
— 286—
Hoy lo hace, por primera vez desde 1578366y por nuestro intermedio,
el N Ú C L E O D E A C C IÓ N NACIONAL.
Para lo que vamos a afirmar, y para lo que después habremos de
proponer, no queremos la atención de los sub-Portugueses, que cons
tituyen la mayoría activa de la Nación. Pero la atención de los otros,
de quienes tienen un cerebro que aún puede llegar a pertenecerles, ni
la queremos ni la pedimos: la exigimos.
Mitad del país es monárquica, mitad del País es republicana. Son estos
los hechos. No hablamos del País dividiéndolo en norte y sur, o en
cualquier otra división territorial. No hablamos del País dividiéndolo
en clases cultas e incultas, o en cualquier otra división de hombres.
Hablamos de Portugal simplemente respecto a la cantidad de sus ha-
bitáhtes nacionales. De esos se puede decir, con verdad pragmática,
que la mitad es qionárquica y la mitad republicana; que son sensible
mente iguales, que son iguales para todos los efectos prácticos, el nú
mero de monárquicos y el número de republicanos. Son estos los
hechos, el resto es palabrería política: queda para las mayorías que la
usan y para las reses (rezes) que creen en ella.
De la parte monárquica, una pequeña minoría es activa y forma
los partidos monárquicos que se manifiestan. De la parte republicana,
una minoría mayor es activa y forma los partidos republicanos que se
manifiestan. El resto del País, sea virtualmente monárquico o repu
blicano, es apático e indiferente en cuanto a la manifestación, o hasta
en cuanto a la conciencia, de sus tendencias. Como la minoría repu
blicana es mayor, más activa y más cohesiva que la minoría monár
quica, existe República y no Monarquía en Portugal. No existe
República por ninguna otra razón.
— 287—
Esta condición política del País tiene paralelo con un fenómeno
que, como procede de la misma causa, que es el estado mental portu
gués, puede servir de símbolo de esa condición política. Somos el país
de las dos ortografías. De la gente que entre nosotros sabe escribir,
parte escribe con ortografía latina, la otra parte con la ortografía del
Gobierno Provisional.367 La mayoría, sin embargo, no sabe leer ni es
cribir. Así las letras son las sombras de los hechos, y en la lectura lee
mos más de lo que esperábamos.
El hecho esencial es este: Portugal es mitad monárquico, mitad re
publicano. En el Portugal presente, pues, el problema institucional es
enteramente irresoluble. De derecho, de cualquier especie de derecho,
no puede haber República, no puede haber Monarquía, en Portugal.
Hay República por la razón ya dicha, y porque tiene que haber algo.
Pero esa República no es, ni puede ser, República, como la Monarquía
que la precedió, ya no era, ni podía ser, Monarquía. Estando la nación
dividida contra sí misma ¿cómo puede tener un régimen que defina
la unión que no tiene? Repítase, pues, para que se oiga: el problema
institucional es hoy irresoluble en Portugal.
¿Pero por qué razón está la nación así dividida contra sí misma?
La razón es fácil de ver, porque el caso es de aquellos para los que
puede haber una sola razón. Estamos divididos porque no tenemos
una idea portuguesa, un ideal nacional, un concepto misional de no
sotros mismos. Tuvimos -para bien o para mal, pero con certeza no
sólo para mal- un concepto de imperio al cual nos forzaron nuestros
Descubrimientos. Ese concepto cayó en Alcácer-Quibir.368 Ni, en el
— 288—
largo y triste curso de las tres dinastías filipinas369 -la de los Felipes,
la de los Bragan^as y la República- hubo más que la menguada y pa
siva estirpe de los Sebastianistas literales que de algún modo mantu
viesen viva y amada la memoria del alma de Portugal.
Ahora, todo ideal nacional claramente concebido o claramente sen
tido, forzosamente tenderá hacia cierta fórmula política, hacia cierto
régimen, que le sea adecuado y a través del cual se exprese. Por ejemplo:
un imperialismo como el inglés, de dominio y expansión étnica, está
necesariamente ligado, intrínseca y extrínsecamente, a la idea monár
quica. Otros ideales nacionales, no tan elevados como aquel, ni siquiera
semejantes, se pueden expresar también en la idea monárquica. Ideales
de tipo diverso, y también diversos entre sí, se proyectan naturalmente
y por diversas razones, en la fórmula republicana. Sólo la ausencia de
un ideal nacional, por la acción negativa de la misma causa, se expresa
en la división de la nación, a medias entre un régimen en el que no
cree y una oposicióíT'a él en la que no confía. Esta es la condición sin
provecho en la que nos asemejamos a Francia.
Pero cuando un país está así orgánicamente dividido, mitad contra
mitad, está creado el estado de guerra civil -de guerra civil por lo
menos latente. AÍiora, en un estado de guerra, civil u otra, son las
Fuerzas Armadas quienes asumen la expresión del Poder. La asumen,
ordinariamente, en subordinación a un poder político constituido, a
un régimen. En nuestro caso, no obstante, lo que falta es precisamente
un régimen. Tienen que ser pues las Fuerzas Armadas, ellas mismas,
el régimen; tienen que asumir por sí solas el Poder.
— 289—
Es esta la primera Doctrina del Interregno, la primera justificación
de la Dictadura Militar.
— 290—
Pero existe sólo una cosa que hace sentir al gobernante que no
puede abusar: es la presencia sensible, casi corpórea, de una opinión
pública directa (opiniáo pública directa), inmediata, espontánea, co
hesiva, orgánica, que todos los pueblos sanos poseen en virtud del
instinto social que los hace pueblos, y cuya presión oculta sus go
bernantes sienten sin que esa opinión pública tenga siquiera que ha
blar, y mucho menos que delegar o elegir quien obre o hable por ella
Por eso dice Hume, y dice bien,370 que no hay gobierno verdadero,
aun el más autocrático, que no se apoye en la opinión pública.
Ahora, pensando por una parte y por error, que la monarquía ab
soluta era esencialmente mala, y sintiendo, por otra parte y con razón
a medias, que la opinión pública es la esencia de toda la vida guber
namental, el espíritu europeo fue llevado inevitablemente a buscar
una fórmula por la cual esa opinión pública se coordinase estructu
ralmente, se constituyera en órgano limitador o sustituto del poder
regio. Confusamente, incoherentemente, se esbozaron, desde la mis
ma Edad Media, doctrinas orientadas por este hito: unas eran deriva-
díEs del ejemplo, en general mal interpretado, de las ciudades-estados
de los antiguo^otras surgieron espontáneamente de la especulación
medieval, mucho más extendida de lo que se supone en esta materia;
y a algunas de ellas contribuyó la Iglesia, a la que convenía diseminar
doctrinas antimonárquicas en las universidades para hostilizar el poder
de los reyes, frecuentemente en conflicto con el suyo.
Estos fantasmas de doctrinas súbitamente tomaron cuerpo, como
sería de suponer, en el primer verdadero embate entre la monarquía
absoluta y cualquier fuerza que encarnase definidamente ese impulso
adverso. Se dio el caso en Inglaterra, en el conflicto, en gran parte
nacional y especial, entre la monarquía de los Stuarts,371 consciente
372. Pessoa poseía en su biblioteca ediciones de Locke en inglés: On the human un~
derstanding, Essay on the civilgovemment, y Letters on tolerance.
— 292—
de la salud social, de la fuerte opinión pública directa, que estaban
por detrás de esa fórmula y le daban la vida real, como se la habrían
dado, en el mismo sentido, a cualquier otra.
Así, de una intuición central justa, enredada en errores y por ellos
sofocada, nació en Europa, y arrastró a todo el mundo civilizado, la
superstición constitucional. Consiste ella en creer que la fórmula cons
titucional inglesa es universal, siendo por lo tanto aplicable a cualquier
pueblo civilizado, en cualquier circunstancia, y que es perfecta dado
que es la fórmula verdadera para traducir en una norma política aque
llo que se llama opinión pública.
Ambas tesis son demostrablemente erróneas. La primera a todos
lo debe parecer, aunque sea por simple intuición. Es evidente, o de
bería serlo, que el régimen que particularmente conviene a un pueblo
representa una adaptación a las particularidades de ese pueblo y, por
lo tanto, debe ser inadaptable en principio a las particularidades, for
zosamente diferentes^ de otro pueblo cualquiera. Aparte de ésta, hay
otra razón de más peso. Sólo puede ser universalmente aplicable lo
que "fes universalmente verdadero, esto es, un hecho científico. Ahora,
en materia social^no hay hechos científicos. La única cosa cierta en
“ciencia social” es que no hay ciencia social. Desconocemos por com
pleto lo que sea una sociedad; no sabemos cómo se forman las socie
dades, ni cómo se mantienen, ni cómo declinan. Hasta hoy no se ha
descubierto una ley social única; sólo hay teorías y especulaciones que,
por definición, no son ciencia. Y donde no hay ciencia no hay uni
versalidad. El constitucionalismo inglés, u otra teoría social cualquiera,
es por lo tanto inaplicable a la generalidad de los pueblos; conviniendo
sólo, por ventura, al pueblo donde apareció y donde, por lo tanto, es
en cierto modo natural. No obstante, lo que falta saber es si en el pro
pio pueblo inglés el constitucionalismo inglés da buen resultado. Si
no lo diera, las dos tesis se derrumban, puesto que lo que es malo
donde es natural- aunque viable por ser natural- será dos veces malo
donde sea artificial, pues ahí ni siquiera será viable. Esto nos lleva,
— 293—
pues, al examen de la segunda creencia de la superstición constitucio
nal: la de que el constitucionalismo inglés realmente representa la pro
yección política de la opinión pública.
Esa creencia la va a desmentir por nosotros, y mejor de lo que no
sotros lo haríamos, un inglés moderno, hombre culto y experimen
tado, político por herencia y por vocación. Así dice Lord Hugh Cecil,
hijo del Marqués de Salisbury,373 en las páginas 235 y siguientes de
su libro titulado Conservatismo:
— 294—
veces, no. Pero ellos derivan su fuerza, no sólo de su situación per
sonal, sino de que, de un modo u otro, influyen en lo que sepuede
llamar la Guardia Pretoriana del Partido, esto es, sus elementos
más activosy ardientes. Si esto es asi, tenemosgrandes razonespara
recelar. La Casa de los Comunes nombra a l Ejecutivo y tiene do
minio absoluto sobre la legislación. E l partido en mayoría en la
Casa de los Comunes domina absolutamente la Casa de los Comu
nes. Ese partido es, a su vez, dominado por sus elementos más ar
dientes y enérgicos, bajo el comando de los políticos a quien ellos
son más afectos. Esto quiere decir que la suprema autoridad del Es
tado está en las manos de los estadistas que más admirados son por
esos partidarios extremos. Es casi imposible concebir una forma
menos satisfactoria de gobierno. Esto, con todo, es la realidad. La
apariencia es que la Casa de los Comunes representa a l pueblo.
Pero, de hecho, elpueblo no tiene la voz dominante en la elección
de la Casa de los Comunes, ni dominio realsobre ella, una vez ele
gida. Elpueblo tiene, en la práctica, sólo la libertad de escoger entre
Ids candidatos del partido que son ofrecidos a su elección. Son los
partidarios ardientes -la Guardia Pretoriana—quienes escogen a
los candidatos; los electores solamente tienen que determinar si quie
ren ser representadospor el designado de los Pretorianos Conserva
dores opor el designado de los Pretorianos Liberales o, en casos más
raros, pueden elegir a un candidato, no menos disciplinado, nom
brado por el Partido Laborista. Los independientespueden propo
nersey algunas veces seproponen, a elección. Pero las elecciones, en
las condiciones modernas, son a talpunto materia de organización
y mecanismo, que es en gran desigualdad que un candidato inde
pendiente sepuede batir con los candidatos nombradospor lospar
tidos. El triunfo de una candidatura independiente es la cosa más
rara de este mundo. La única verdadera influencia que tienen los
independientes radica en el deseo de losjefes partidarios de que ellos
obtengan votos. Pero hasta esto tiene en la práctica un alcance li-
— 295 —
mitado. Hay asuntos controvertidos sobre los cuales lospartidarios
ardientes, de un lado y de otro, sienten tan fuertemente que casi
nada les importa la opinión delpúblico no partidario. Y, cuando
la Casa ha sido elegida, la influencia de la opinión pública queda
igualmente limitada.
Alguna cosa se hará para obtener el apoyo en la próxima elec
ción; pero, siempre que los hombres delpartido del gobierno real
mente se empeñen en un asunto, correrán todos los riesgos para
imponer su política. Sobre toda lo harán cuando el asunto de que
se trate envuelva el crédito personal de uno de losjefes de su con
fianza. El hechoformidable es que la más alta autoridad de nuestro
Imperio inmenso y único se encuentra alternativamente en las
manos de dos grupos de hombres vehementes, intolerantes y dese
quilibrados. ”
Estas palabras tienen ya quince años, sin embargo valen hoy como
entonces; nada, salvo el crecimiento del Partido Laborista, existe de
nuevo en la situación que ellas describen, y ese crecimiento no pesa
sino en cambiar por “tres” la palabra “dos” al final del texto. Y estas
palabras son, no sólo las del político experto, por herencia y vocación,
como describimos a su autor, sino las de un hombre que es, él mismo,
político de partido. Es uno de los casos en que, contra la norma jurí
dica, la confesión del reo tiene validez.
El reo, sin embargo, no confesó todo. Una polémica reciente y epi
sódica, entre jefes liberales ingleses, trajo a la atención pública uno de
los puntos de la vida partidaria en que ordinariamente no se reparaba.
Es el de que los fondos del partido son secretos, secretos los nombres
de los individuos que frecuentemente contribuyen con grandes sumas
a las arcas del partido. Esto complica el asunto y la Guardia Preto-
riana. Quien contribuye con grandes sumas al cofre partidario raras
veces lo hará por convicción teórica. Lo hará, generalmente, con otras
miras. Y, puesto que dio, buscará que se haga aquello por lo que dio.
— 296—
El partido, o su Guardia Pretoriana, hará, puesto que recibió, por me
recer lo que recibió. Así, en esta noche moral, pueden sutilmente es
bozarse, y sutilmente infiltrarse en la sustancia política, orientadones
enteramente antinacionales; pues, como a este propósito se observó,
no sabiendo nadie quiénes son los principales financiadores de los
partidos, nadie tiene la certeza de que no estén vinculados a elementos
extranjeros, que impongan secretamente su política. No se alegue que
este estado de cosas nada tiene que ver con el constitucionalismo pro
piamente dicho. El constitucionalismo comprende y propicia la exis
tencia de partidos; estos partidos se hacen los unos a los otros una
guerra política; y la guerra política, como toda guerra, se asienta en
dos bases: dinero y secreto.
Es así, pues, como opera el constitucionalismo inglés en el país
donde es natural y, por lo tanto, en cierto modo orgánico; donde es
antiguo y, por lo tanto, aún más natural; donde se ha perfeccionado
más y, por lo tanto, donde debe estar más libre de errores. Y si así es
en este país, ¿como no lo será en los otros, donde no es natural, ni
antiguo, ni, por no ser antiguo, podría haber sufrido lo que propia
mente se llama uqjperfeccionamiento?
En los países donde, como en Inglaterra, existe un ideal nacional,
y, en cierto grado, una opinión pública espontánea -aquella opinión
pública natural, orgánica, no electora, de la que hablamos más arríba
los maleficios esenciales del constitucionalismo son minimizados. No
obstante, son minimizados por elementos externos, y no internos, a
él. La presión de un ideal nacional, si es fuerte y constante, se hace
sentir en el propio Parlamento, en los propios partidos, pues éstos
existen dentro de la nación; la presión de una opinión pública espon
tánea, si es fuerte, del mismo modo que la sentían los reyes absolutos,
la sienten también Parlamento y partidos, quienes reculan, como lo
hacían los reyes, ante sus impulsos más evidentes. Así, pues, parece
que si el parlamento y los partidos pueden ser, como lo eran los reyes,
sensibles a las manifestaciones directas de la opinión pública, tanto
— 2 97—
da que haya reyes como Parlamento y partidos, parece que basta con
que haya ideal nacional, y que haya opinión pública verdadera, pues
éstos se harán sentir al Parlamento y a los partidos, y así los compele
rán al recto camino. Infelizmente la analogía es errónea. El rey abso
luto podía (con grave riesgo propio) contrariar el ideal de la Nación.
El rey absoluto podía (con cierto riesgo propio) contrariar la opinión
de su pueblo. Pero el rey absoluto no podía sofismar o pervertir ese
ideal o esa opinión, pues no tenía contacto interno con la opinión
pública, a la que no representaba y de la cual no dependía; y el ideal
nacional, en tanto que activo, no se manifiesta sino como una parte
de la opinión pública. Los partidos, sin embargo, como tienen un
ideal político distinto del ideal nacional (sin el que no serían partidos),
ora sobreponen aquél a éste, ora lo infiltran en éste, pervirtiéndolo de
esta manera. Aún más, los partidos, como tienen que tener la apa
riencia de basarse en la opinión pública, buscan “orientarla” en el sen
tido que desean, y así la pervierten; y, para su propia seguridad, buscan
servirse de ella, en vez de servir a ella y así la sofisman.
En Portugal no hay (como se dijo) ideal nacional, ni hay (como se
dirá) opinión pública. Recibimos así, en su plenitud, los maleficios
del constitucionalismo. Somos los perfectos constitucionalistas. Los
problemas nacionales suscitados por la presencia del constituciona
lismo, si son graves en cualquier otro país, entre nosotros son gravísi
mos. Tenemos que darles alguna solución, permanente o provisoria,
pero ciertamente inmediata.
Ahora, como según se vio en la trascripción hecha más arriba, el
mal del constitucionalismo está en su esencia, visto que es radical
mente nocivo hasta en donde es natural, no hay otro remedio para
él, donde no sea natural, sino su simple eliminación. Pero, si lo eli
minamos, ¿qué pondremos en su lugar? ¿Por qué norma gubernativa
lo sustituiremos? Donde hubiere un régimen, o la posibilidad inme
diata de un régimen, intentaríamos extraer de la sustancia de ese ré
gimen una norma gubernativa propia y especial. Pero donde, como
— 298—
en el Portugal presente, no hay régimen, ni la posibilidad inmediata
de que lo haya, la única solución es, eliminando el constitucionalismo,
no sustituirlo por cosa ninguna, parecida o diferente a él. En otras
palabras, hay que crear, hay que establecer como cosa definida, el Es
tado de Transición (Estado de Transido).
Siendo el Estado de Transición, en materia nacional, la condición
de un país en el que están suspendidas, por una necesidad o compul
sión temporaria, todas las actividades superiores de la Nación como
conjunto y elemento histórico, lo cierto es que no está suspendida la
propia Nación, que tiene que continuar viviendo y, dentro de los lí
mites que ese estado le impone, orientarse lo mejor que pueda. Los
gobernantes de un país, en uno periodo de estos, tienen pues que li
mitar su acción al mínimo, a lo indispensable. Ahora, lo mínimo, lo
indispensable socialmente, es el orden público, sin el que las más sim
ples actividades sociales, individuales o colectivas, ni siquiera pueden
existir. Los gobernantes naturalmente indicados para un Estado de
Transición son, pues, aquellos cuya función social sea particularmente
la pffeservación del orden. Si una nación fuese una aldea, bastaría la
policía; como es uga nación, tiene que ser la Fuerza Armada completa.
Es esta la segunda Doctrina del Interregno, la segunda justificación
de la Dictadura Militar.
— 299—
nión. Cualquier forma de gobierno tiene que participar, para ser go
bierno, de todas ellas: sin fuerza no se puede gobernar, sin opinión
no se puede durar, sin autoridad no se puede obtener opinión. No
obstante, a pesar de que cualquier gobierno participe de todas, habrá
una de ellas en la que más particularmente, más distintivamente, se
apoye.
El gobierno típicamente de fuerza, existe sólo en las sociedades
bárbaras o semi bárbaras; regresa atípicamente en los episodios dic
tatoriales de las sociedades civilizadas. Es el gobierno en que se ex
presan aquellas civilizaciones en formación, en las cuales el estado de
guerra aún es la condición normal y constante; por eso también ca
racteriza aquellos periodos de las civilizaciones formadas, en los que
el estado de guerra, civil u otra, resurge. Al gobierno de fuerza lo su
cede, en la línea de cambio de las cosas, el de autoridad: la autoridad
es la fuerza consolidada, trasladada, la fuerza vuelta abstracta, por así
decirlo. La estabilización de los gobiernos de fuerza los convierte, pa
sado el tiempo, en regímenes de autoridad (regimes de autoridade).
Pero la autoridad no dura siempre, porque nada dura siempre en este
mundo. Siendo la autoridad un prestigio ilógico, llega el tiempo en
el que, degenerando ella como todo, la inevitable crítica humana no
ve en ella más que la ilógica, visto que el prestigio se perdió. Así, en
el decurso de las civilizaciones, se llega a un punto en que -separa
damente de los recursos no caracterizados de la fuerza- se tiene que
establecer, o tratar de establecer, un sistema de gobierno fundado en
la opinión, pues no queda otro fundamento para la existencia de un
gobierno.
Europa, y nosotros con ella, siguió este curso fatal. Nos confronta
a todos con un problema político: extraer de la opinión un sistema
de gobierno. No tenemos otro recurso. No podemos recurrir a la
fuerza, porque la fuerza, en una sociedad formada, no es más que
un freno, aplicable solamente en los momentos de peligro y en los
descensos; si quisiéramos sistematizarla pagaremos el precio por el
que serán embargadas las sociedades en qué se pretende coordinar
lo ocasional, esto es, realizar una contradicción. No podemos recu
rrir a la autoridad, porque la autoridad es increable e increíble, y la
tradición, que es su esencia, tiene por sustancia la continuidad, que
una vez rota ya no se repone más. Tenemos, pues, que encarar, por
necesidad histórica, el problema de extraer de la opinión pública un
sistema de gobierno. Si este es el problema, no supongamos que es
otro.
Para orientarnos hacia este fin, tenemos, primero, que ver en qué
consiste la opinión. Es lo que nunca hicieron ni los defensores ni los
críticos de los sistemas que en ella se fundan.
Toda opinión lo es de una de tres especies, conforme se asiente en
el instinto (o en la intuición), en el hábito, o en la inteligencia. Por
instinto se entiende aquel fenómeno psíquico, innegable, aunque di
fícil de explicar, por el cual, en los animales llamados inferiores, la vi
da se conserva certeramente sin muestras de “inteligencia41o, aun, de
condiciones anatómico-fisiológicas para la existencia de ella. En los
aniínales llamados superiores los instintos subsisten, pero son en ellos
perturbados poi^el hábito y por la inteligencia, que les son, a los ins
tintos, diversamente antagónicos. En estos animales superiores, y no
toriamente en el hombre, aparece, todavía, una forma superior del
instinto, que llamamos intuición: de ella proceden los fenómenos, ex
traños aunque reales, a los que por comodidad se llamó supranormales
-las corazonadas, el espíritu profético (espirito profético). La intui
ción, operando como instinto, porque es instinto, usurpa, y muchas
veces supera, las operaciones de la inteligencia. Los fenómenos del
instinto y de la intuición han preocupado, más que otros cualquiera,
a la ciencia psicológica; se afirmó ella ya en la certeza de que el campo
de lo que denominó subconsciente es muchísimo más vasto que el de
la razón y que el hombre, verdaderamente definido, es un animal irra
cional.
Sólo por orgullo o prejuicio se puede dejar de ver que la inteligen
—301—
cia es -como Huxley374 abusivamente suponía que era la simple con
ciencia- un epifenómeno. Esto es, la inteligencia no hace sino reflejar,
haciéndolos claros para nosotros y, por medio de la palabra, para otros,
los instintos oscuros, las instancias intuitivas de nuestro tempera
mento.
Por hábito se entiende aquella disposición que es, en su origen, de
índole contrario del instinto, extraña al individuo, siendo derivada de
un ambiente cualquiera. Los prejuicios, las creencias, las tradiciones
-todo cuanto, sin proceder de la inteligencia tampoco proceda del
instinto—se derivan del hábito. Muchas veces es difícil distinguir una
opinión que procede del instinto de una procedente del hábito, por
eso el hábito es un instinto postizo o artificial: una “segunda natura
leza”, como con razón se le llamó.
Las manifestaciones de estas cuatro clases de opinión se diferencian
entre sí de la siguiente manera: el instinto simple es instantáneo y sin
tético, es individual y tiene por objeto solamente cosas concretas; es
centrípeto, o egoísta, pues forzosamente lo ha de ser aquello que sea
a un mismo tiempo individual y concreto. El instinto superior, o in
tuición, difiere del instinto simple en que puede tener por objeto lo
abstracto y lo indefinido, y en que, en la medida que lo tenga, dejará
de ser centrípeto o egoísta. El hábito es igual al instinto simple, salvo
en no ser individual, aunque tenga también lo concreto y lo definido
por objeto. La inteligencia es analítica, es individual y tiene por objeto
lo abstracto. En toda opinión participa una parte de cada uno de estos
elementos, pues en la vida todo es fluido, mezclado, incierto, difícil
de analizar de forma sumaria e imposible de analizar hasta el fin.
374. Pessoa poseía en su biblioteca el libro de Aldous Huxley Do whatyou will: essays;
London; Chatto and Windus; London, 1929; además había estudiado con detenimiento
el libro escolar del antropólogo, esotérico y banquero Edward Clodd sobre la historia del
pensamiento evolucionista; Pioneers ofevolution from Thales to Huxley. With an interme
díate chapter on the causes ofarrest ofthe movement, Watts, London, 1904; de Clodd Pessoa
poseía la mayoría de sus libros.
— 302—
Pasando ahora de considerar la opinión simple, para atender a lo
que nos interesa, que es la opinión colectiva o “pública”, desde luego
vemos que ella tiene que asentarse o en el hábito o en la llamada in
tuición. En el instinto simple no puede asentarse, porque éste es sólo
individual -de la vida, no de la sociedad. En la inteligencia tampoco
puede fundarse, porque la inteligencia, por ser la expresión del tem
peramento, es, por eso mismo, la expresión de instintos, de hábitos y
de intuiciones y ello nos excusa de tener que atenderla, pues debemos
atender a aquello de lo que es espejo.
El concepto vulgar de democracia, aquel que pretende basar la
opinión pública en la suma de las opiniones individuales proporcio
nadas por las inteligencias, lo cual supone que una sociedad numé
ricamente más culta (no sólo más culta en sus representantes
superiores) se orienta y gobierna mejor que una sociedad cuantitati
vamente menos culta, es un concepto forzosamente erróneo. Se
añade que, como no"hay ciencia social, no puede haber cultura so
ciológica. Si la hubiese, ¿cómo podría haber, sobre los puntos más
simples y esenciales de la vida social, divergencias de opinión entre
hombres de may^r cultura? ¿Cómo es que la cultura en general, y la
cultura sociológica en particular, orientan socialmente, si el profesor
A., de la Universidad de X, es conservador, el profesor B., de la Uni
versidad de Y, es liberal, y el profesor D., de la Universidad de Z, es
comunista? ¿De qué les sirve la cultura si entre sí divergen en un con
greso, igual que tres obreros en una taberna? Lejos de, como se dice,
la “democracia sin luces” ser un “flagelo”, es precisamente la de
mocracia con luces la que sí lo es. Cuanto mayor es el grado de cul
tura general de una sociedad, menos se sabe orientar, pues la cultura
necesariamente se quiere servir de la inteligencia para fundamentar
opiniones, y no hay opinión que se funde en la inteligencia. Se
asienta o se funda en el instinto, en el hábito, en la intuición, y la
intromisión abusiva de la inteligencia no altera eso, sólo lo perturba.
La democracia moderna es la sistematización de la anarquía.
Aún más, sucede en cuanto a la inteligencia que, como es analítica,
es desintegrante; como es abstracta, y por eso fría, es incomunicativa;
y como es la expresión de un temperamento, y el temperamento es
individual, distancia a los hombres en vez de acercarlos. El hábito, al
contrario, “se pega”; sobre todo “se pega” un hábito social. La intui
ción también se transmite -se transmite por una emisión indefinible,
un “fluido” (fluido), como ya se le llamó, habiendo quien cree, acaso
con razón, que no sólo es real, sino material. Así, pues, es sólo en el
hábito o en la intuición, que la opinión pública se puede fundar. Y,
de hecho, se funda en ambas. En el hábito se basa aquella opinión
pública que, con razón en el término, llamamos conservadora. La
razón de ser conservador es la misma razón por la que no se puede
dejar de fumar. Hay, no obstante, una diferencia que en cierto modo
justifica el recelo a lo nuevo que constituye la esencia del conserva
durismo. Quien deja de fumar, y se siente mal con hacerlo, puede
volver a fumar. Pero un hábito social, esto es, una tradición, una vez
rota, nunca más se restituye, porque es en la continuidad donde está
la sustancia de la tradición. Además, como nadie sabe lo que es la so
ciedad, ni cuáles son las leyes naturales que la rigen, nadie sabe si un
cambio cualquiera no irá a infringir esas leyes. Con igual recelo se
fundamentan las supersticiones que solamente los idiotas no tienen:
con el recelo de infringir leyes que desconocemos, y que, como no las
conocemos, no sabemos si no obrarán por vías aparentemente absur
das. La tradición es una superstición.
La opinión de hábito es la que mantiene y defiende las socieda
des; equivale a la fuerza que, en el organismo físico, resiste a la desin
tegración. La opinión de hábito obra siempre de este modo
restrictivo; unas veces es útil porque obstruye la decadencia, otras
es nociva, porque obstruye el progreso. Sin la opinión de hábito no
existirían naciones, pues una nación no es sino un hábito. Pero con
sólo la opinión de hábito no existirían naciones progresistas, ni exis
tirían naciones, pues no se habría progresado hasta su fundación.
— 304—
La tradición más antigua de cualquier nación es el no existir.
En la intuición -que, al contrario del simple instinto, ve, como la
inteligencia, el futuro y no sólo el pasado- se fúnda aquella opinión
que promueve el progreso de las sociedades, pero si la opinión de há
bito no la equilibrara, produciría la desintegración de las sociedades.
Toda fórmula social nueva es elaborada e impuesta por la intuición,
aunque la sobreposición de la inteligencia perturbe y corrompa su ex
presión. Por la exclusión de partes se ve que es elaborada e impuesta
por la intuición. El instinto nada tiene que ver con ella. El hábito se
le opone. La inteligencia, por sí sola, no tiene ciencia social que la
fundamente para suponerla buena o viable, ni experiencia social (en
vista de que ella es nueva) en que fundarse para eso. Sólo la intuición
-la fe, si se quiere- puede creer en la virtud y en la viabilidad de lo
que aún no se experimentó. Por eso puede decirse con razón que toda
opinión anticonservadora es un fenómeno religioso; que todo partido
anticonservador es ún gremio místico.
Toda vida consiste en el equilibrio de dos fuerzas, la de integración
y l^de desintegración -el anabolismo y el catabolismo de los fisiólo
gos. La sola integración no es vida; la sola desintegración es muerte.
Las dos fuerzas opuestas viven en perpetua lucha y es esa perpetua
lucha la que produce lo que llamamos vida. La guerra, dice Heráclito,
es la madre de todas las cosas.375 Pero para que la vida subsista es ne
cesario que las dos fuerzas opuestas sean de intensidad prácticamente
igual; que se opongan, que se combatan, pero que ninguna prevalezca
sobre la otra. La vida es la única batalla en que la victoria consiste en
no haber victoria alguna. Eso es el equilibrio; y la vida es una media
entre la fuerza que no quiere dejar de vivir y la fuerza que la quiere
matar: la diagonal de un paralelogramo de fuerzas, distinto de las dos
y por ellas compuesto. Si así es en la vida individual, así será en la vida
375. La frase de Heráclito es: “La guerra es el padre de todas las cosas”, aunque Po
temos se emparentaba a Zeus en el contexto del fragmento.
— 305—
social, que también es vida. La vida social consiste en el equilibrio de
dos fuerzas opuestas, que ya vimos cuáles son. Las dos fuerzas tienen
que existir para que haya equilibrio y, aunque lo haya, tienen que ser
opuestas. Un país unánime en una opinión de hábito no sería país,
sería ganado. Un país que concuerde en una opinión de intuición, no
sería país, sería sombras. El progreso consiste en una media entre lo
que la opinión de hábito desea y lo que la opinión de intuición sueña.
Figuró Camóes,376 en las Lusíadas, en el Velho do Restelo la opinión de
hábito; en Gama377 la opinión de intuición. Pero el Imperio Portugués
no fue la ausencia de imperio que el primero deseara, ni la plenitud
de imperio que el segundo soñara. Por eso, para mal o para bien, el
Imperio Portugués pudo ser.
El equilibrio de las fuerzas vitales, sin embargo, no procede sólo
de su igual intensidad, sino también de su igual dirección, en la que,
de cierta manera, esa igual intensidad se funda. Las dos fuerzas tienen
en común el ser la misma fuerza, que es el organismo en que viven y
al que diversamente sirven para mantenerlo. Todo lógico sabe que,
para que haya contraste entre dos ideas, tiene que haber identidad en
el fundamento de ellas. Mejor dicho: para que dos especies se opongan
mutuamente, tienen que ser especies del mismo género. Puede opo
nerse lo negro al blanco, porque ambos son colores. No puede oponer
se lo negro a un triángulo porque uno es especie del género color y
otro es especie del género forma. Así, para que en las fuerzas vitales se
pueda dar oposición con equilibrio, es necesario que, en el fondo,
pertenezcan al mismo género, lo que, en materia de fuerzas, quiere
decir que tiendan hacia el mismo fin. Ese fin, puesto que existen en
el mismo organismo, y tienen, por decirlo así, una identidad de loca
376. Luís Vaz de Camóes (1525-1580): poeta portugués considerado el más impor
tante de la Literatura nacional; la obra Os Lusíadas de 1572 es considerada la epopeya
nacionalista portuguesa por excelencia centrada en Vasco da Gama y modelo para Men-
sagem de Pessoa.
377. Por el navegante portugués Sebastian Vasco da Gama.
—306—
lización, es la vida de ese organismo. Si la fuerza de integración, que
es por naturaleza centrípeta, se localizara en ciertos puntos u órganos,
el organismo sufriría una disolución o desvitalización, pues los puntos
libres quedarán expuestos a una desintegración completa. Si la fuerza
de desintegración que por naturaleza es centrífuga, excediera su límite
orgánico, el organismo quedaría dominado por la fuerza opuesta y
del mismo modo sufriría la muerte o la desvitalización. Como en lo
individual, así en lo social. Si la opinión de hábito tuviera en vez de
un fin nacional un propósito menos que nacional -provincia, clase,
familia...- arruinaría a la sociedad porque la dejaría libre a la opinión
de intuición, que establecería el caos en los otros elementos sociales.
Si la opinión de intuición tuviera un propósito más que nacional -hu
manidad, civilización, progreso... - igualmente arruinaría a la sociedad,
pues la dejaría a merced de la opinión de hábito, que se apoderaría
de todos sus otros elementos.
En el fondo, como" se trata de un sistema de fuerzas, a una acción
corresponde siempre una reacción igual. A una acción excesiva co
rresponderá, pues, una reacción igualmente excesiva y, como péndulo
que oscila demasiado, el sistema acabará por detenerse. Tenemos ejem-
*Vc*
píos de los dos casos en los estados, paralelos aunque inversos, de la
vida portuguesa bajo los Braganza,378 y de la vida presente de Rusia.
En ese periodo nuestro vivimos concentrados en la tradición, en nues
tra vida familiar, provincial y religiosa; sucedió que nos desnacionali
zamos completamente en nuestra administración, en nuestra política
y en nuestra cultura. En el presente periodo de Rusia, en que la opi
nión de intuición ha excedido enteramente la nación en favor de una
entidad socialmente mítica llamada “humanidad”, la opinión de há
bito estableció una reacción igualmente fuerte, reculó más allá de la
familia, de la provincia, de la religión tradicional y se quedó en el úl
— 307—
timo elemento social, el individuo, que, como tal, es sólo un animal.
Así, en virtud de la reacción excesiva que provoca, toda doctrina social
extrema produce resultados diametralmente opuestos a los que pre
tende producir. El tradicionalismo orgánico produce extranjeros; el
progresismo orgánico produce animales. Es en la comunidad del con
cepto de nación donde está la base para la lucha provechosa, porque
el equilibrio íntimo resulta de las fuerzas sociales opuestas. En el caso
notable del inicio de nuestros Descubrimientos, la opinión de hábito
se oponía a su novedad, la de intuición la promovía; sin embargo,
una y otra no pensaban fuera del ideal de grandeza patria, o sea, en el
fondo, del ideal de imperio. Así pudo el Imperio portugués, cuando,
para bien o para mal, llegó a ser, ser informado por toda el alma de
Portugal.
Ya anteriormente esbozamos, con un simple ejemplo ocasional,
cuál es la situación actual de Portugal en cuanto a su opinión pública.
Encerrados, desde los Felipes,379 en el liberalismo, en una estrecha tra
dición familiar, provincial y religiosa; animalizados en las clases medias
por la educación de los frailes, y, en las clases bajas, bestializados por
el analfabetismo que caracteriza a las naciones católicas, donde no es
necesario conocer la Biblia para ser cristiano: desarrollamos en las cla
ses superiores, donde principalmente se forma la opinión de intuición,
la violenta reacción correspondiente a esta acción violenta. Desnacio
nalizamos nuestra política, desnacionalizamos nuestra administración,
desnacionalizamos nuestra cultura. La desnacionalización estalló en
el constitucionalismo, dádiva que, a cambio, recibimos de la Iglesia
Católica. Con el constitucionalismo se dio la desnacionalización casi
total de las esferas superiores de la Nación. Se produjo la reacción
contraria, y, del mismo modo que en la Rusia de hoy, aunque en
menor grado, la opinión de hábito reculó más allá de la provincia,
más allá de la religión, en muchos casos más allá de la familia. Surgió
— 308 —
la contra-reacción: vino la República y con ella la completa extranje-
rización. Volvió a producirse el movimiento contrario; estamos hoy
sin vida provincial definida, con la religión convertida en superstición
y en moda, con la familia en plena disolución. Si damos un paso más
en este juego de acciones y reacciones, llegaremos al comunismo y a
comer raíces -por lo demás, fin natural de ese sistema humanitario.
Este es el estado actual de los dos elementos que componen la opi
nión pública portuguesa.
Ahora, en un país en que esto se da, y en el que todos sienten que
se da, en un país donde, además de no poder haber régimen legítimo,
ni constitución de cualquier especie, no puede, todavía, haber opinión
pública en que ellos se fundamenten o con la que se regulen, en ese
país todos los individuos, y todas las fuerzas de consenso, apelan ins
tintivamente o al fraude o a la fuerza, pues, donde no puede haber
ley, tiene el fraude, que es el sustituto de la ley, o la fuerza, que es la
abolición de la ley,"necesariamente que imperar. Ningún partido
asume el poder con lo que se le reconozca como derecho. Toda situa-
cióh de gobierno en Portugal, después de la caída de la monarquía
absoluta, es sustancialmente un fraude. El fraude es penalizado por la
ley; sin embargo, cuando el fraude se apodera de la ley, tiene que apli
carla con la simple fuerza, que es el fundamento de la ley, porque es
el fundamento de su cumplimiento. En esto se funda el instinto que
promueve nuestras constantes revoluciones. Ellas nos han hecho des
preciables ante la civilización porque la civilización es una bestia. Con
todo, nuestras revoluciones son, en cierto modo, un buen síntoma.
Son el síntoma de que tenemos conciencia del fraude como fraude, y
el principio de la verdad está en el conocimiento del error. Si, todavía,
rechazando el fraude como fundamento de algo, tenemos que apelar
a la fuerza para gobernar el país, el remedio está en apelar clara y de-
finidamente a la fuerza, en apelar a aquella fuerza que pueda ser con
gruente con la tradición y la consecución de la vida social. Tenemos
que apelar a una fuerza que posea un carácter social, tradicional, y
— 309—
por ello que no sea ocasional y desintegrante. Sólo hay una fuerza con
ese carácter: es la Fuerza Armada.
Es esta la tercera Doctrina del Interregno, la tercera y última jus
tificación de la Dictadura Militar.
SEGUNDO AVISO
Llegados a este punto, a quienes lean este opúsculo les parecerá que,
para justificar la Dictadura Militar, no era menester que lo hiciésemos
con más que uno solo de los fundamentos expuestos, ni que, en todos
ellos, empleásemos razones con tal desenvolvimiento. Hay que expli
car, no obstante, que el triple carácter de la justificación, así como
todos sus pormenores, tienen un designio más amplio que el de sólo
justificar. Para explicarlo y definirlo, dividamos en tres razones el re
lato de lo que nos propusimos.
En primer lugar, seamos claros en cuanto a la naturaleza de lo jus
tificado. Repetiremos lo que ya dijimos. Este opúsculo contiene una
justificación completa de la Dictadura Militar en el Portugal presente.
Con eso, justificamos la Dictadura de hoy, en sus fundamentos. No
hablamos, sin embargo, particularmente de ella. Ninguna considera
ción particular vino a nuestro argumento, que era general. Probamos
que hoy es legítima y necesaria una Dictadura Militar en Portugal; tri
plemente lo probamos. Si esta (Dictadura) que es, está compuesta
como conviene que lo esté, o si se orienta como conviene que se orien
te, o si subsistirá como conviene que subsista —todo eso es extraño a
nuestra demostración. Si mañana la Dictadura Militar cae, no caerá
con ella su justificación. El ser necesario de una cosa no implica ni que
exista, ni que, existiendo, subsista; implica solamente que es necesaria.
En segundo lugar, el fin principal de este opúsculo está, no en él,
que es sólo introductorio, sino en las tres partes siguientes del libro
— 310 —
del que él es la primera. Sin embargo, como es introductorio, en él se
debían esbozar no sólo las materias por cuya división ellas son tres,
sino, más particularmente, las bases de esas materias De la segunda
sección de este opúsculo surgirá la segunda parte del libro, de la tercera
la tercera, de la cuarta la cuarta; la quinta, ya lo dijimos, no será más
que el epílogo. En la sección segunda establecimos la importancia del
ideal nacional; de él, de su naturaleza en Portugal, y de su preparación
aquí, tratará la segunda parte del libro. En la sección tercera estable
cimos la inviabilidad del constitucionalismo inglés; del constitucio
nalismo viable, que debemos crear para sustituirlo, tratará la tercera
parte del libro. En la sección cuarta establecimos la definición de opi
nión pública; de cómo la podremos establecer y radicar en Portugal
tratará la cuarta parte del libro. Así, de sección a parte de libro, todo
se liga, hasta numéricamente.
En tercer lugar, teniendo en este opúsculo esbozadas las materias
de esas tres partes, y definidas sus bases, en ninguna sección, sin em
bargo, definimos las mismas materias, lo que haremos en las partes
del libro en que se las refieran. No dijimos en la sección segunda en
qué consistía un^deal nacional, ni en qué debía consistir el nuestro;
en la segunda parte del libro, que trata de la Nación Portuguesa, lo
haremos. No dijimos en la sección tercera en qué consistía la esencia
del constitucionalismo inglés; en la tercera parte del libro, que trata
del Estado Portugués, lo definiremos para después aplicarnos en la
constitución propia de ese Estado. En la sección cuarta, sí, de hecho,
definimos en qué consiste la opinión pública, de modo que en la
cuarta parte del libro no tendremos que definirla a ella, sino a las con
diciones sociales necesarias para su existencia; de la Sociedad Portu
guesa tratará esa cuarta parte. Tampoco dijimos en la sección segunda
cómo se extraía el ideal nacional de un régimen, ni a qué ideas con
venía éste o aquel régimen; tampoco dijimos, en la sección cuarta,
cuál es la manera de hacer entrar en una constitución política o sis
tema de gobierno, la opinión pública de una sociedad: todo esto for
—311—
mará parte, no de la segunda o de la cuarta, sino de la tercera parte
del libro. Como es la que trata del Estado, en ella se proyectan las
conclusiones políticas, corolarios de la segunda, que trata de la Na
ción, y de la cuarta, que trata de la Sociedad; pues en el Estado, que
es la inteligencia del país, se proyectan los instintos, que forman la
Sociedad, y los hábitos, que constituyen la Nación.
Son estos los fines, inmediatos y mediatos, del presente opúsculo,
que en este punto concluimos. Lo que en él escribimos (de menor
monta, con todo, que lo que escribiremos en el propio libro) lo dis
tingue, en la amplitud y precisión de los conceptos, en la lógica del
desarrollo, y en la concatenación de los propósitos, de cualquier es
crito político hasta hoy conocido. No hay hoy, en nuestro país o en
otro, nadie que tenga alma y mente, combinándose, para componer
un opúsculo como éste. De esto nos enorgullecemos.380
380. En una carta dirigida a JoSo Gaspar Simóes el 14 de Diciembre de 1931, Fer
nando Pessoa “explica” esta última frase: “La frase pertenecía a El Interregno en su forma
original de manifiesto anónimo. El Ministerio del Interior impidió la salida del mani
fiesto, a no ser que estuviera firmado y convertido en un libro -es decir, en folleto-, ya
que así no habría sido necesario (en aquel tiempo) pasar por la Censura que, habiendo
sido consultada sobre el manifiesto, había puesto varias objeciones a su publicación. En
la revisión que hice, de muy mal humor, ya que me aburrió mucho todo aquello de las
autoridades, me olvidé de quitar esa frase que, siendo una insolencia de blague en el ma
nifiesto anónimo, no es más que una nota de mal gusto -del género Shaw o D ’Annun-
zio- en el folleto firmado. Nada más. Soy absolutamente incapaz de escribir, directa y
deliberadamente, una frase de ese tipo en circunstancias que no sean las de un lapsus,
como las que cito. Tengo empeño en destacar esto, no para evitarme una acusación de
narcisismo (que no es de lo más característico de mi espíritu, pero en fin, de eso no dis
cuto), sino para no sentirme culpable de una nota de mal gusto y de falta de educación
que, en verdad, no calculé. Es una gaffe, si usted quiere (y sí querrá, porque lo es), pero
no es la mala educación narcisista que, sin esta explicación, se podría suponer”. Habría
que añadir que al referirse al “narcisismo”, Pessoa estaba aludiendo a un ensayo de Simóes
en el cual éste consideraba al narcisismo como un elemento intrínseco al proceso artístico
de Pessoa, así como a otra referencia anterior de Simóes sobre su presunta “megalomanía”.
Lo curioso, dice Simóes, es que él en ninguna parte se había referido específicamente a
—312—
Es esta la Primera Señal, llegada, como filé prometido, en la Hora
que se prometió.
Lisboa, Enero de 1928
esta “insolente” frase del Interregno. Cfr. Simóes, Joáo Gaspar, Vida y obra de Femando
Pessoa. Historia de una generación, FCE, México, 1996, pp. 449-450.
VI
Fascismo-Nacionalsocialismo
( 1921 - 1935 )
Nota introductoria
— 317—
J 381
381. Artículo escrito originalmente en 1935 para el Diário de Lisboa, pero censurado
por la Comisión de Censura del “Estado Novo”.
382. Se trata de la Centuria I, Cuarteta 60: “Un emperador nacerá cerca de Italia,/
Que será vendido muy caro al imperio,/ Dirán con qué gente se alia,/ Que les parecerá
menos príncipe que carnicero.”
— 319—
como pequeños artículos de una pequeña enciclopedia, que resumen
la historia en sentido inverso, esto es, antes de ella existir.
Hay, sin embargo, un caso curioso de profecía clara, que contiene,
con veintidós años de anticipación, no la indicación de hechos futu
ros, sino el comentario justo y preciso sobre ellos, como si se supusie
sen conocidos. Y ese vaticinio tiene todavía más curiosidad al no ser,
supongo, de un profesional de la profecía.
En el diario italiano Avanti!?Ki del 21 de Enero de 1913, viene in
serto un artículo en el que se lee lo siguiente, que pido al lector que,
palabra a palabra, acompañe y medite:
383. Periódico oficial del Partido Socialista Italiano, cuyo primer número apareció el
25 de noviembre de 1896; inspirado en el Vorwarts! de la socialdemocracia alemana, entre
sus colaboradores se encontraban Benedetto Croce y Arturo Labriola; uno de sus direc
tores fue Benito Mussolini.
—320—
Felizmente el artículo está firmado, de suerte que no falta el nom
bre, ni por lo tanto la honra. Del iluminado por esa súbita inspira
ción.
El autor del artículo del Avanti! Es el Sr. Benito Mussolini.384
¡No haber fijado su residencia como profeta!...385
2386
— 321—
contró a alguien que lo supiese responsablemente entre los cuarenta
millones de personas que componen su patria virtual y los tres millo
nes que, por cómputo propio, forman su patria real.
La carta es notable, no por las afirmaciones -que son del género
de las que podría hacer el Sr. Lloyd George,389 o el Sr. Briand,390 o
cualquier otro Afonso Costa—,391 sino por el empleo destacado de la
palabra whereof, que quiere decir “de lo que”. De recordable nada más
dijo el lictor.392
El problema presentado por el fascismo es mucho más simple, y,
en su esencia, no nos es, a nosotros los portugueses, desconocido. El
pueblo italiano -que he de suponer que lo sea, y no fascista ni comu
nista—recibió hace años, del lado derecho de la cara, la bofetada del
comunismo. El fascismo, para enderezar, le dio una bofetada, un poco
más fuerte, del lado izquierdo. No sabemos, ni tenemos medios de
saberlo, si el pueblo italiano aprecia más el tener que estar enderezado,
o neo-torcido, o las desventajas faciales del proceso empleado. Y resta
de Londres; Eie publicada el día 26 con el título: “Signor Mussolini and The Times”-,
ahora en: “Telegramma. Roma, 25 giugno 1925, ore 0.40”; en: Documenti diplomatici
italiani, settima serie: 1922-1935, IV (15 aprile-31 dicembre 1930), Ministero degli Af-
farí Esteri. Commissione per la pubblicazione dei documenti diplomatici; Istituto Poli
grafía) dello Stato; Roma, 1975, p- 36.
389. David Lloyd George (1863-1945): político británico, liberal y hombre de es
tado ; fue Primer Ministro del Reino Unido entre 1916 y 1922 y líder del Partido Liberal
de 1926 a 1931.
390. Aristide Briand (1862 -1932): político francés, diplomático y hombre de estado,
liberal, once veces presidente del Consejo, veinte veces ministro en diferentes carteras;
fue Premio Nobel de la Paz en 1926.
391. Véase, utsupra, nota 87.
392. Ironía pessoana sobre el fascio, símbolo fascista fundamental, ya que el lictor
eran funcionarios públicos que durante el periodo republicano de la Roma clásica se en
cargaban de escoltar a los magistrados curules, marchando delante de ellos, e incluso de
garantizar el orden público y custodia de prisioneros, desempeñando funciones que hoy
podríamos identificar con la “policía local”, portando sobre el hombro izquierdo un haz
de ramas (fasces), en la que se encontraban insertas una o dos hachas, lo que simbolizaba
la capacidad del magistrado cum imperium para castigar y ejecutar.
— 322—
siempre el saber, en esta materia -como cada nueva bofetada es siem
pre más fuerte que la anterior, para poder volver a enderezar-, en qué
momento se para la terapéutica equilibradora, y en qué estado queda
el equilibrado cuando el Destino por fin, se cansa del tratamiento.
Whereof...393
Cualesquiera que sean los defectos, que se puedan apuntar con razón
o sin ella, al fascismo, no puede ser acusado de plagio o de subordi
nación a un maestro o a un modelo. Bueno o malo, es el pueblo. Y
esto lo afirma como un fenómeno de civilización, y no un espectáculo
de los alrededores y de las provincias.
La hipnosis de lo extranjero es una de las características distintivas
de las naciones que no son sino provincias. La hipnosis de las ciudades
es otro síntoma de provincianismo. Todo lo que se hace en París, por
estúpido que sea, es razón para actuar igual para los monos de Eu
ropa?*
Cuando sucedióla guerra, como en Francia se constituyó una cosa
que se llamó Union Sacrée, luego los idiotas de aquí simularon la mis
ma actitud y no pudieron dejar de simular también el mismo nombre
—la llamaron “Unión Sagrada”. No tuvieron inventiva para más. Y,
como hubo una (...), la idiotez correspondiente pasó a llamarse “Cru
zada de Mujeres Portuguesas”, como si no existiese el diccionario. Del
mismo modo, los imbéciles que arrean a nuestro proletariado, como
encontraron una Confédération Générale du Travail ya bautizada en
Francia, no llevaron a la imaginación a más allá que traducir ese nom
bre. No queríamos que esos pseudo-hombres (pseudo-homens) bus
casen conscientemente un nombre portugués, ya que para ellos esto
es la “región portuguesa” de aquello a lo que -con una ingenuidad
— 323—
natural en quien no sabe leer, incluso siendo analfabeto-, llaman la
“humanidad”. Pero desearíamos ver el cerebro -hasta el cerebro de
ellos- usado para algo más que para equilibrar por peso el soporte na
tural del sombrero.
Con razón repugna a la ciencia la descripción teológica del hombre
como “animal racional”. Para la mayoría de los hombres el cerebro es
una nueva especie de intestino grueso ciego, inútil salvo para que cues
ten caras las operaciones de apendicitis.394
—324—
“Mussolini es un loco”
— 327—
culo en primera plana, titulado “fascistas italianos en Lisboa”, rela
tando las reacciones a la entrevista por parre de la prensa portuguesa,
la propia dictadura militar y el cónsul italiano en Lisboa, quien declara
al Didrio de Noticias que el nombre del supuesto entrevistado italiano
no existía en los registros consulares, y el articulista transcribía una
carta enviada al diario, firmada por “G. B. Angioletti”, en la cual el
italiano confirmaba plenamente el tenor de sus declaraciones. Como
estamos viendo nos encontramos frente a una ficción de autor de Fer
nando Pessoa que, según todos los indicios, no sólo forjó la entrevista
a un imaginario personaje que denominó Giovanni B. Angioletti, sino
además la posterior carta, todo ello con la complicidad del director
de Sol, Celestino Soares. La ficción político-literaria le habría servido
a Pessoa para expresar sus propias ideas sobre Mussolini, el fascismo
italiano y otros temas, haciendo de ventrílocuo de un hipotético gran
intelectual italiano, perseguido y exiliado, al estilo de los hermanos
Rosselli en Francia. No será ni la primera ni la última vez que Pessoa
asuma una identidad ficticia, ni la última en que autogenere una en
trevista, con las preguntas, las respuestas y los comentarios del entre
vistador. Una técnica que Pessoa ya estaba experimentando: en 1923
en un texto anónimo titulado “O Catolicismo imoral”, en la cual un
ficticio republicano portugués anticlerical atacaba sin piedad al mo
nárquico Fernando Pessoa; y una técnica que por exitosa y provoca
dora repetirá en el futuro: en el semanario Girasol-, en diciembre de
1930, presentará una entrevista a sí mismo, con un falso entrevistador
polémico, casi copiando el modelo de presentación literaria. Con
respecto al falso nombre del entrevistado, “Giovanni B. Angioletti”,
cuya “B.” nunca fue aclarada por el diario, existía en Italia un autén
tico Giovanni Battista Angioletti, periodista, amigo de Curzio Mala-
parte, miembro del movimiento fascista, director en Praga del Istituto
di Cultura Italiana, todos ellos datos que lo hacían incompatible con
el Angioletti pessoano. El enigmático nombre sin embargo ya existía
en el complejo mundo de los heterónimos: en una suerte de tabía bi
— 328—
bliográfica de las obras publicadas hasta 1926, Pessoa inscribe entre
sus alias el misterioso “G. B. Angioletti”, sin más datos; un segundo
escrito en el Nachlass inédito es una carta mecanografiada, firmada
con el nombre “G. B. Angioletti”, a un diario portugués desconocido,
redactada en francés y traducida al portugués: es, efectivamente, la
carta que fue publicada, en las dos lenguas, por el diario Sol el 22 de
noviembre de 1926; el tercer y último dato es un proyecto de 1928
de una compilación de sus ensayos titulado Episodios, en cuyo índice
tentativo (que reuniría estudios, prefacios, críticas y entrevistas) escrito
por el mismo Pessoa incluye como texto propio “Entrevista publicada
em SOL”. La entrevista con el ficticio “Giovanni B. Angioletti”, para
un lector atento, permite comprobar que las ideas expresadas por el
fantástico resistente italiano, coinciden, in toto, con la ideología de
Pessoa y su análisis del Fascismo, sobre el papel del Estado, de Europa,
sobre la crisis del Capitalismo, la aplicación de la Psiquiatría a lo po
lítico e incluso su trásfondo ocultista-esotérico. El mascarón literario
repite, una a una, las mismas ideas pessoanas expuestas en textos de
la época, como en los que se refieren al “Quinto Império” o, en espe
cial, en su respuesta a una encuesta sobre Portugal y el Imperio pu
blicada unos meses antes en el diario Jornal do Comércioe das Colonias.
El momento escogido para esta compleja operación político-literaria
era singular y especial: el 17 de noviembre de 1926 había llegado a Lis
boa un alto dirigente fascista italiano, que había participado en la mítica
Marcha a Roma en octubre de 1922, el diputado y coronel de las Ca-
micie nere Ezio Maria Gray (1885-1969), con la intención de fundar
un Fascio en la colonia italiana de la capital portuguesa, aconteci
miento extensamente cubierto en los medios gráficos. Tal era su talla
en el régimen y su cercanía al Duce, que en 1927 editará un libro muy
popular, un auténtico lecturae Ducis, se trataba de IIpensiero di Benito
Mussolini. En cuanto al diario Sol, tuvo una existencia efímera en el
ambiente hostil y represivo de la dictadura militar: desde el 30 de Oc
tubre hasta el 1 de Diciembre de 1926, era de tendencia republicana
y antifascista, y le sucederá un quincenal republicano del mismo nom
bre. Al parecer Sol fue obligado a cerrar por la presión del mismo go
bierno italiano, en la voz del nuevo embajador Cario Galli, por los
agravios sobre la aparente locura “paranoica” incurable del Duce apa
recidos en esta entrevista. Pessoa publicó a lo largo de 1926, tanto en
el diario como en el quincenal, diversas colaboraciones firmadas, con
heterónimos (Alvaro de Campos) y anónimas, además de traduccio
nes del inglés (cuentos policiales en entregas), incluso el último nú
mero remataba el título de su primera página con una cita de “Mar
portuguéz”: ““E outra vez conquistemos a Distancia —// Do Mar, ou
outra, mas que seja nossa...” Se trata de una desconocida producción
literaria clandestina de Pessoa, incluso en Portugal, que nos muestra
su faceta crítica hacia la forma política del Fascismo italiano.
— 330—
Un “CAMISA BLANCA”
E l “D u ce ” M ussolini es u n l o c o . ..
A firm a al “SOL” u n italiano culto
Q ue ama sinceram ente a I talia
395. Pessoa se refiere al fenómeno de locura conocido como “Tarantismo”, que ocu
rrió en julio de 1374 en la localidad alemana de Aachen, cuando una muchedumbre de
personas sucumbió al frenesí danzante del tarantismo durante horas, hasta quedar ex
haustos o caer lesionados; “Tarantismo” porque se suponía que se debía a la picadura ge
neralizada de una tarántula.
— 332—
EL PEOR MAL DEL FASCISMO
— 333—
grandeza. El progreso humano -se piense lo que se piense de él- des
truye este concepto provinciano. Llegamos hoy a un nuevo concepto
de Estado. Ninguna nación tiene derecho a existir si no contribuye
con cualquier cosa al progreso general de la humanidad, si no es un
Imperio en el sentido más supremo del término -un foco de expan
sión de ideas y de mejoras que beneficien a todo el mundo. Es éste el
destino que el Renacimiento talló para Italia -la Italia mártir, dividida,
más grande. La Italia unificada ha fallado en esta misión. Podemos
incluso pensar que la unificación fue un error... ¿Qué le ha dado la
Italia unificada al mundo? Nada. ¿Qué le ha dado el mundo a la Italia
dividida? Todo. Entonces el mal del Fascismo es que es la última con
secuencia de la Italia unificada. Mussolini es, como todos los locos,
un primitivo cerebral. Revierte, por instinto nervioso, los conceptos
ya extintos en humanidad civilizada. No consigue elevarse por encima
del ideal muerto de la “grandeza nacional”. Italia para él lo es todo,
pero como Italia sola, y no como maestra y perfeccionadora del
mundo. Mussolini traiciona a Italia, y con ello ha traicionado a la ci
vilización, porque Italia y la civilización son sinónimas...
— Pero, ¿Mussolini será tan loco como dice? ¿Mussolini hará todo
esto por engaño, inconsciencia?
Por la cara del anti-fascista pasa algo que podría ser casi una sonrisa.
Pasa... y queda una expresión que es más de preocupación que de
tristeza. Yergue un poco la cabeza, que descansa, y dice:
— 334—
les. De las cuales el Fascismo es apenas una mánifestación particular.
Entre lo que hoy pasa en China y lo que sucede hoy en Italia existe
una relación íntima que, en el fondo, y en los elementos verdadera
mente dirigentes -no me estoy refiriendo ahora al pobre Duce- es
perfectamente consciente. Pido su atención para lo que le estoy di
ciendo, y recuerde, de aquí a diez años, lo que hoy le dije... Usted es
joven; no podrá dejar de estar vivo a esas alturas.
—No entiendo...
396. Diario fundado por Homem Cristo Filho, filofascista, inmediatamente después
del golpe militar del 18 de mayo de 1926 y que tuvo corta vida por sus críticas desde el
nacionalismo lusitano.
397. Véase, ut supra, nota 92.
398. En francés.
— 335—
como una nueva Mónita Secreta399 para los sub-jefes del movimiento
fascista. El libro se titula, según las mejores informaciones, E l Futuro
de la Anarquía, y será destinado, por lo que en sus páginas consta, a
demostrar que el Gran Dictador italiano no pretende, en el fondo,
sino crear una sociedad nueva en moldes que difieren de los soviéticos
apenas en dos cuestiones: Io, aquello que él llama “temporalidad del
principio autoritario”, que consiste en crear autoridad en cualquier
cosa ficticia, para de esta manera enfatizar la autoridad del organismo
social; 2o, lo que él designa como “la disociación del elemento coer
citivo”, esto es, la creación de una “fuerza pública” distinta del ejército
y de la armada, de modo de establecer, según palabras textuales, “una
dualidad en la esencia coercitiva del Estado”. Estos espantosos y no
vísimos principios, que, incluso enunciados así de manera resumida,
muestran la altura y la originalidad del altísimo espíritu del Duce, son,
por lo que parece, los que han guiado hasta ahora a la notabilísima
política del mayor líder de nuestros tiempos. Nos preguntamos si no
sería más conveniente, y más útil para todos, que el Sr. Mussolini en
vez de conservar secretos estos principios, los publicase francamente,
abriendo así una nueva era en la política europea, ya tan cansada de
fórmulas y de falsas interpretaciones.”
—Pero, nos preguntamos, ¿qué quiere decir esto?, ¿la noticia fiie
desmentida?
El anti-facista encogió sus hombros.
— 336—
— No fue, ni podía ser desmentida. Y no fue desmentida precisamente
porque no lo podía ser...
—¿E Italia?
— Italia es eterna. Y la más sublime en las artes y la fecundadora de
las ciencias. Su esfuerzo arrancó a Europa de su propia bajeza y la
ungió con el óleo sagrado que otorga el conocimiento de la belleza y
la lujuria de la comprensión. Italia se encuentra por encima de los
Césares que salen de las alforjas, de los Gracos de pífano y tambor...
Italia fue grande, e Italia volverá a ser grande... Deje que concluya el
intervalo...
LA LOCURA DEL “DUCE”
Fascistas italianos en Lisboa
Un d e s m e n t i d o -l o s PRIVILEGIOS de CIERTA PRENSA
De n o c h e t o d a s l a s c a m i s a s ... s o n n e g r a s
— 338—
El Consulado nunca leyó el Mercure de Frañce. No nos compete a
nosotros el delatar a los agentes del Fascio italiano la presencia de ci
viles perseguidos por el Duce. No será por vía de nuestro diario que
los “camisas blancas” se maquillarán de negro ni que el aceite de ricino
se suministrará como ridicula arma contra los adversarios que se aco
gieran a la tradicional hospitalidad burguesa.
Estuvo en Lisboa el Sr. Gray. Se dio el extraño hecho de venir a
Portugal a realizar propaganda de la política interna de su país y de
escoger como lugar de esa campaña el edificio donde se va a instalar
la Legación de Italia.
Se anunció su conferencia sólo para italianos; pero a ella asistieron,
reportando el acto, los representantes de la prensa que merecía la con
fianza o la consideración de los “camisas negras”.
En la entrevista publicada por nosotros lo que valía de la contes
tación del representante italiano no era el nombre ni siquiera la per
sonalidad del entrevistado. Las afirmaciones subsisten incontestadas
y sin discusión.
Paren las rotativas. Se les concede el derecho a réplica.
— 339—
Je vous prie, toutefois, de rectifier une petite erreur, dontje ne
mexplique pas l ’origine. Je n ’a i jam ais collaboré au Mercure de
Frunce; je le lis méme tres rarement. Je me háte de vous signaler
cette erreur et de vous en demander la correction, parce qu ’ilpeut
sefaire qu ’ily ait en effet un Angioletti, ou quelque chose de sem-
blable, qui soit coüaborateur du Mercure. C ’estpeut-étre la l’origine
de la fausse identification qui s ’est établie dans l’esprit de votre ré-
dacteur. Et ce seraitfaire un assez mauvais service a cet homonyme
inconnu que de l ’exposer— peut-étre vit-il en Italie—aux représailles
criminelles, aux violences sinistres dont se compose la logique essen-
tielle des serfs du Cesar Borgia.
Je viens de lire aussi, dans unJournal qui n estpas le vdtre, que
le Consulat d ’Italie a déclaré qu’i l ne porte pas mon nom sur ces
régistres.
Le Cónsul dit vrai, mais vous l a’ viez déja dit dans les tous pre-
miers mots de votre article... Agréez, Monsieur, avec la réitération de
mes remerciments, l ’assurance de mes sentiments les plus distingués.
G. B. ANGIOLETTI
— 340—
corrijan, porque puede darse el caso de existir, de hecho, un Angio-
letti, o cualquier cosa parecida, que sea colaborador del Mercure. Es
tal vez el origen de la falsa identificación que se estableció en el espíritu
de vuestro redactor. Y sería prestar un servicio bastante malo a ese ho
mónimo desconocido el exponerlo -tal vez incluso viva en Italia- a
las represalias criminales, a las violencias siniestras de que se compone
la lógica esencial de los siervos de César Borgia.
Acabo de leer también un diario, que no es el vuestro, en el que el
Consulado de Italia declaró que mi nombre no existe en sus registros.
El Cónsul dice la verdad, pero ya Usted lo había señalado en las pri
meras palabras de su artículo.
Con la reiteración de mis agradecimientos, acepte la afirmación
de mi mayor consideración.
G. B. ANGIOLETTI
Apéndice
contra lo moralizante
( 1923 )
Nota introductoria
— 345 —
poderes constituidos e a todos os homens honrados de Portugal”. En
él exigían una reacción inmediata e implacable de la policía para este
libro que consideraban la última abominación, calificando la situación
político-cultural en Lisboa como una nueva Sodoma “que resurge en
los libros y en los escritores, en los espíritus y en los cuerpos.” En
cuanto a la influencia del exterior, los estudiantes conservadores se
inspiraban en la campaña fascista moralizante llevada a cabo por
Mussolini contra la literatura degenerada e inmoral en febrero de
1923. Aunque no podamos creerlo, las autoridades civiles de la Pri
mera república portuguesa, en la persona del alcalde de Lisboa Viriato
Lobo, accedieron a las presiones de la Liga, prohibiendo, secuestrando
y quemando una lista de libros imorais.402
Entre fines de febrero y principios de marzo Pessoa publicó su pri
mer manifiesto contra la reaccionaría campaña moralizante, “Aviso
por causa da moral”, firmado con el heterónimo Alvaro de Campos;
luego de varios intercambios entre la Liga y el autor del libro prohi
bido Leal, Pessoa escribe “Sobre um manifestó de estudantes”, fir
mado con su nombre real, texto que entre el 10 y el 18 de mayo de
1923 fue enviado por correo por centenares junto con un manifiesto
del escritor afectado a una lista de correo que incluía los más presti
giosos profesionales en Medicina y Psiquiatría, así como catedráticos
universitarios, científicos, altos cargos del gobierno, diputados, escri
tores, artistas, oficiales del ejército y la armada, etc. Presentamos por
primera vez al lector español estos dos documentos políticos poco co
nocidos de Pessoa.
— 346—
1
—347—
Pero en cuanto al resto, cállense. Cállense lo más silenciosamente
Europa, 1923.
Alvaro de campos
2
Hace unos días fue distribuida por Lisboa, bajo la forma de un ma
nifiesto de estudiantes, una vil y entristecedora blaguem contra el al
tísimo espíritu, y de no menos supremo carácter, del Dr. Raúl Leal,
autor de Sodoma Divinizada y de un manifiesto reciente,404 notable
documento de verdad y nobleza que, siendo dirigido a los estudiantes
de Lisboa, no contiene ninguna ofensa, a no ser aquella de decirles
que estudien lo sea.
Consiste la blague en dar por loco al Dr. Raúl Leal, sirviéndose sus
autoras de su propio manifiesto, y haciendo, por medio de frases trun
cadas o separadas,ajevosamente del contexto en que aparecen, una
psiquiatría de circo, fácil a todos aquellos en quienes el espíritu cien
tífico sea nulo y la inconsciencia positiva.
La sórdida broma no tiene el mérito, hasta cierto punto exculpa-
torio, de la novedad. El proceso del ataque psiquiátrico -siempre an
tipático, casi siempre fácil, casi nunca justificable- ya fue empleado
entre nosotros por el Dr. Arthur Leitao, que escribió en 1907, contra
el consejero Joáo Franco, entonces presidente del Consejo, el opúsculo
Un caso de locura epiléptica.405 El artificio, sin embargo, era importado:
— 349—
le dio origen, por lo menos de manera notable, el fallecido Marx Ñor-
dau406 en su célebre libro Degeneración.
Si la blague de los estudiantes no tuviese mayor defecto que el no
ser novedosa, no existiría ningún misterio en que se hablara de ella
en público. Pero lo peor es que es más lo que ella contiene, o mejor
dicho, denota. Yo dije que era estúpida, vil y entristecedora. Lo repito,
y lo voy a probar. Y en esto es donde radica su mal.
La blague de los estudiantes es estúpida, no sólo porque es negativa
al portugués y a la lógica de su redacción, sino también porque el
autor de ella ni siquiera sabía llevar a cabo su propia intención. Nada
hay más fácil que probar por lo alto que cualquiera es un loco: basta
con hacerlo sólo para aquellos que nada entienden de la materia. Al
más lego en psiquiatría le es fácil simular un diagnóstico -desde la
ausencia de escrúpulos y del espíritu científico- encajando en cual
quier individuo al menos dos o tres síntomas, cuyo conjunto com
pone el cuadro clínico de cualquier psicosis. Tiene toda la apariencia,
para los legos, de haber probado la existencia de psicosis; en verdad,
nada se ha probado, por lo menos de lo que se insinúa. Tan estúpido,
sin embargo, es el autor del manifiesto de los estudiantes que, pu-
diendo hacer tal cosa fácilmente, y sin más sofisma que el del origen,
con el manifiesto del Dr. Raúl Leal -porque es fácil hacerlo con todo
documento singular y complejo-, tiene con todo que servirse de frases
truncadas, de citas por lo tanto ficticias, para darle a su escrito un aire
de verdad. Ni siquiera olvida aquella atribución al Dr. Raúl Leal de
tener un “curioso exceso de memoria”, pormenor clínico transcripto
sin que de él exista alguna aplicación posible a cualquier punto del
manifiesto; a no ser que haya “exceso de memoria” en alguien que no
quiere olvidar que pasó cuatro años de miseria.
Peor todavía que la estupidez del manifiesto, consustanciada sin
embargo con ella, es su sórdida vileza. El Dr. Arthur Leitao, en su
—350—
opúsculo, se servía, al menos, de frases del consejero Joao Franco. Los
estudiantes se sirven de partes de frases del Dr. Raúl Leal. Como las
frases enteras no les sirven, las truncan, de modo que sí sirvan. Y de
esta manera hacen su demostración por medio de ideas que el Dr.
Raúl Leal no manifestó, siendo incluso que manifestó las contrarias.
Expongo aquí un ejemplo. El Dr. Raúl Leal escribió, en su manifiesto,
éste parágrafo:
—351—
sentido del parágrafo en su conjunto. Lo que es nobleza y sinceridad
en la ligazón del parágrafo completo resulta vileza e impudor cuando
de él se excluyen, en la transcripción ficticia, sus elementos vitales, su
único sentido.
Todavía más vil (si esto es posible) que esta vileza, es la misma esen
cia del manifiesto de los estudiantes. ¿Lo escribieron ellos como bla-
guéi Hay tres cosas con las cuales un espíritu noble, sea de viejo o de
joven, nunca juega, porque jugar con ellas es uno de los signos dis
tintivos de la bajeza del alma: son ellas los dioses, la muerte y la locura.
El autor del manifiesto, sin embargo, lo escribió en serio, o cree loco
al Dr. Raúl Leal, o, no creyéndolo, lo utiliza o parece creerlo para en
lodarlo. Sólo el último de los canallas de las calles es capaz de insultar
a un loco, y en público. Sólo cualquier canalla debajo de aquel imita
ese insulto, sabiendo que miente.
Incluido en la vileza, el Dr. Arthur Leitáo, aunque escribió un
opúsculo antipático, lo escribió con todo contra el presidente del
Consejo, entonces un dictador; atacó a un hombre que tenía consigo
toda la fuerza de las autoridades del Estado y de la Tradición; un hom
bre que, siendo loco, sin duda ejercería, por el lugar que ocupaba, una
acción prolongadamente nefasta.
Los estudiantes son de un mejor cálculo. Atrincherados simultá
neamente en el Gobierno Civil y en la Época -esto es, en la república
y en la monarquía- seguros por eso mismo del apoyo de toda la prensa
y de la consiguiente dificultad de emprender toda protesta, atacan e
insultan confiadamente. ¿Atacan e insultan a quién? A un hombre
que no los atacó, que está solo o tan poco acompañado que es como
si lo estuviese, sin posición que lo vuelva peligroso para quien lo ata
que, sin influencia que torne perjudicial su acción, suponiendo que
ella en su esencia lo sea. ¿Y por qué fueron movidos a ese insulto? Por
aquello mismo que los debería disuadir si lo intentasen; por un ma
nifiesto en que sin duda se transparenta una alta inteligencia y se
muestra una altísima dignidad. Estúpidos y sórdidos, son por eso in
— 352—
capaces de conceder la posibilidad de un talento ajeno que no com
prenden, o de rebelarse contra la dignidad ajena, como si la mera exis
tencia de ella los humillase.
Es por esta misma estupidez, y por esta misma compleja vileza,
que el manifiesto de los estudiantes, siendo como es de jóvenes, es
entristecedor. Muchachos, cuya inteligencia debería ser, no por cierto
disciplinada, pero sin embargo alegre y despierta, se arrastran de esta
forma en la imbecilidad. Jóvenes, cuya moral debía pecar solamente
por los defectos del impulso y la precipitación, nos muestran, en el
empleo de la baja sutileza, la deshonestidad de la inteligencia y del
cálculo sórdido, los vicios menos disculpables de la decrepitud.
¿Del resto tendrán ellos la culpa? Fuertes, como están, con la fuerza
externa, cuyo apoyo los transforma en representantes y símbolos de
ella, esta baza del liberalismo y de la democracia es ya el transborda-
miento de fuerzas desintegrantes, de cuya acción proviene nuestra mi
seria nacional. Sí, ellos' no son propiamente ellos-mismos: son el
ambiente que los produjo. Son el resultado de la Monarquía de los
Braganeas y de la República Portuguesa. Son el producto de una so
ciedad en que varios siglos de educación frailesca y jesuítica prepara
ron, por la anulación del espíritu crítico y científico, el advenimiento
de las ideas “liberales”; en la cual, por lo tanto, la estagnación de la
inteligencia se completó, como era lógico, con la perversión del ca
rácter y el de la ruina del orden.
Es en parte por esto -por ser estos estudiantes, en especial en la
acción que realizaron que aprecio el símbolo vivo de esta sociedad—
que de cierto modo vale el esfuerzo de la publicación de esta protesta,
cuya intención los trasciende. Y esto es un deber social. Como no es
por esto, conviene escribirla para que, de aquella calumnia de la que
siempre queda alguna cosa, pueda quedar un poco menos que si no
se la escribiera. Esto es un deber moral. Ni es descabellado que se
aproveche la oportunidad para protestar también —lo que se encuentra
implícito en gran parte de este escrito- contra el complejo desprecio
— 353—
por la ciencia que hay en el empleo de la psiquiatría para fines de in
sulto. Y esto es un deber intelectual.
Y si hubiera alguien del público al que en algún grado le hubiera
convencido el manifiesto de los estudiantes, con breves palabras se le
quitaría esa ilusión de ignorancia.
Pretenden los estudiantes probar que el Dr. Raúl Leal es un para
noico con delirio de grandeza; sirve como única razón comprensible
de ese “diagnóstico” la presencia, que alegan, en su manifiesto, de una
exaltación mórbida del orgullo y de las ideas de persecución. Veremos
oportunamente lo que pesan estas dos alegaciones. Concédase, por
ahora, que son justas. Con ello se simplificará el argumento.
Ni las ideas enfermas de grandeza, ni las ideas de persecución bas
tan, de por sí, separadas o juntas, para probar una paranoia. Es nece
sario que se manifiesten de cierta manera, que se desenvuelvan de
cierto modo, y que en ellas y en su reversión haya lo que se llama sis
tematización. Y, probado que ellas no sean paranoia, puede la morbi
dez mental revelada descender fácilmente —y casi siempre se verá que
desciende- del nivel de las psicosis para el de las neuropsicosis, cuya
gravedad es mucho menor, como su naturaleza muy diferente. Me he
dado cuenta —como lego que soy—que en casos simples de histerio-
epilepsia la eclosión episódica e irregular de tales ideas, sin embargo,
nunca establece entre ellas una coordinación tal que simulen de cerca
un delirio sistematizado.
En el Dr. Raúl Leal no se revelan ideas de persecución. En su ma
nifiesto parece haber, en algunas referencias a la Iglesia Católica, un
esbozo muy vago de ellas. Como, sin embargo, en su conversación y
en los actos de su vida tales ideas nunca le surgen, ni siquiera de ma
nera vaga, podemos considerar que en el manifiesto lds simula como
algo menos que episódico, un pormenor de su imaginación exaltada,
sobre todo literariamente más que de una inteligencia desviada. La
exaltación mórbida del orgullo y de la personalidad es lo que en él se
manifiesta y es frecuente la falta, sin embargo, de una línea mórbida
— 354—
directriz, que las constituya en delirio. Y tiene, tal vez, antes que una
dolencia en su manifestación, una razón de ser que de cierto modo
no lo es, y que la diferencia de un delirio de grandeza.
La presencia o ausencia de elementos justificativos de un orgullo
excesivo es un hecho primordial para hacerse un juicio en casos como
éste. El orgullo desmedido y, por desmedido, malsano, de un hombre
de genio no tiene analogía, sino en la forma externa, con el delirio
orgulloso de un megalómano vulgar. Cuando un hombre de genio,
cuyo genio ya reconocemos, manifiesta un orgullo malsano, le dis
culpamos el exceso de afirmación por la razón, que le vemos, para ha
cerla. ¿Qué diríamos, sin embargo, si ese mismo hombre de genio
manifestase ese mismo orgullo, del mismo modo legítimo porque el
hombre es el mismo, antes que le reconociéramos como genio? Lo
tomaríamos, tal vez, por un loco. De esta manera, muchas veces, los
que nos parece una locura de los otros no es más que nuestra propia
incomprensión.
¿Cómo saben los estudiantes, cómo sabe quien quiera que sea, si
el orgifHo desmedido del Dr. Raúl Leal no es ilegítimo hoy sólo para
ser siempre legítimqjTiañana? ¿Encuentran excesivo, tal como dolen
cia, el aspecto de ese orgullo? ¿Encuentran sofística la demostración
de que no es un loco quien dice que quiere fundar una nueva religión,
“el tercer reino divino”?
Por muchos que sean los síntomas de desequilibrio que una psi
quiatría justa pueda encontrar en el Dr. Raúl Leal, no son tantos como
los síntomas de locura, de degeneración, de perversión intelectual y
moral que un psiquiatra eminente, el Dr. Binet-Sanglé,409 encontró
en la persona de Jesús Cristo, el cual con todo ello, fundó una religión,
como los mismos estudiantes de Lisboa deben saber.
409. Pessoa poseía en su última biblioteca personal un ejemplar de la obra con ano
taciones: La folie deJésus: ses connaissances, ses idées, son délire, ses allucinations; A. Maloine,
París, 1910.
— 355—
Los tres volúmenes titulados La Folie deJésus constituyen, sin duda,
un ejemplo de probidad clínica y de exposición psiquiátrica. En ellos
pueden los estudiantes aprender, leyendo, cómo se demuestra un caso
de locura. Una vez cerrados los libros, los estudiantes pueden, sin em
bargo, también aprender, reflexionando, que es la locura la que dirige
al mundo. Locos son los héroes, locos son los santos, locos los genios,
sin los cuales la humanidad es una mera especie animal, cadáveres de
morados que procrean.
Dije lo que tenía que decir. Concluyo saludando, ya que así manda
la tradición.
A los estudiantes de Lisboa no les deseo más -porque no puedo
desearles nada mejor- de que puedan tener un día una vida tan
digna, un alma tan elevada y noble como las del hombre que tan
neciamente insultaron. A Raúl Leal, no pudiéndole prestar, en esta
hora de la Plebe, mejor homenaje, le ofrezco éste, simple y claro,
no sólo de mi amistad, que no tiene límites, sino también de mi ad
miración por su alto genio especulativo y metafísico, esplendor, que
será, el de nuestra gran raza (grande ra$a). Ni creo que en mi vida,
como quiera que ella discurra, me pueda caber mayor honra que la
presente, que es la de tenerlo como compañero en esta aventura cul
tural en la que coincidimos, diferentes y solitarios, con el desprecio
y el indulto de la canalla.
— 356—
£ y /
La mítica “Arca”, el baúl repleto de manuscritos de Pessoa; detrás,
su última biblioteca personal.
— 358 —
Pessoa, estudiante de Letras, 1908,
— 359 -
Pessoa, exquisito fláneur de Lisboa, circa 1935
— 360 —
Pessoa y Sá Carneiro, en un café de la Baixa, circa 1935
— 361 —
Á memoria do «sudoso Pr«s*d#nM? da RépubIJea
INTERREGNO
DEfEZA E lUSTIFICACiO
DA DICTADORA MILITAR
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SABADO, 20 DE NOVEMBRO DE
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O “ Duce” Mussolini
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«MU ü*«» estudiantes monárquicos.
El montaje de Pessoa sobre Mussolini.
— 362 —
Pessoa bebiendo un vino de Oporto, área 1935.
— 363-
Indice de Autores
— 366—
ÍNDICE
I
Radicalismo republicano
Nacionalismo integrista
(1910-1916) 49
II
Europa
Guerra imperialista y Revolución
(1916-1918) 85
— 367—
IV
Sidonismo
Portugal en la encrucijada
(1918-1920) 173
V
Revolución y Contrarrevolución
Dictadura como “Interregno”
Dictadura Institucionalizada
(1926-1935) 227
VI
Fascismo-Nacionalsocialismo
(1921-1935) 315
Apéndice
Pessoa contra lo moralizante
(1923) 343
— 368—