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Clase 4:

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Desarrollo evolutivo de la curiosidad en los niños.
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Desarrollo evolutivo de la curiosidad en los niños

El círculo creciente

Cuando los niños llegan a los tres meses de edad, la mayoría de


ellos, aun en culturas que hacen hincapié en la familia nuclear,
pasan al menos dos tercios de su tiempo con personas que no
son sus parientes.

Esto significa que los niños son expuestos a una variedad de


modelos a imitar, a compañeros de conversación y a fuentes
intelectuales a medida que pasa el día.

Y las respuestas que los niños obtienen de sus padres cuando


les formulan preguntas no son necesariamente las mismas respuestas que ellos
obtienen de otros adultos.

Cuando uno reúne todos los datos acerca de las preguntas de los niños, la imagen
es bastante clara, los niños formulan preguntas para practicar la forma de
preguntar y para obtener información acerca del mundo.

Cuando formulan una pregunta, nos dice no solamente donde están


lingüísticamente, sino también que es lo quieren saber.

Las preguntas nos dicen algo acerca de una determinada curiosidad del niño, pero
también le provee al niño un tipo de retroalimentación perpetua. A los niños cuyas
preguntas son respondidas es probable que sigan formulando más preguntas. Este
ciclo se auto-perpetua. El niño siente un deseo de conocer, hace una pregunta, la
respuesta satisface su deseo, lo cual hace más probable que utilice la misma ruta
la próxima vez que sienta un deseo de conocer algo.
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De esta forma las experiencias tempranas de formular preguntas del niño


establecen las bases para su futuro, experimentará la indagación verbal como
fructífera o no.
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Los datos sugieren que mientras todos los niños de tres años de edad formulan
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más preguntas que la mayoría de los niños de siete años de edad, no todos los
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niños de tres años formulan las preguntas con la misma frecuencia o


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perseverancia.
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En otras palabras, a los tres años de edad ya vemos no solamente los primeros
destellos de las diferencias individuales en la curiosidad, sino también un gran
trayecto por el cual estas diferencias individuales crecerán en forma más
pronunciada.

Los niños ya están aprendiendo a los tres o cuatro años de edad cuan útil,
satisfactorio y admirable es ser curioso o arriesgado y problemático.

Invitaciones y prohibiciones

Cuando era un niño tenía mucho tiempo libre y a menudo deambulaba sin rumbo
fijo. Mi mamá parecía muy ocupada y aunque atenta y cariñosa, no le sobraba
mucho tiempo para estar conmigo. Se esperaba que los niños nos divirtiéramos
solos. En el verano, después de la escuela y durante los fines de semana yo tenía
mucha libertad.

Cuando no sabía qué más hacer visitaba a mi abuela. Cada mini-ambiente (mi casa
y la de mi abuela) ofrecían diferentes tentaciones y atracciones.

Mi casa tenía juguetes y libros y si mi mamá estaba disponible, alguien con quien
hablar. La casa de mi abuela tenía un tocadiscos con una interminable cantidad de
discos de 78 rpm, un juego de banderas del mundo que me fascinaba, más libros y
el arroyo de anécdotas de la primera y de la segunda guerra mundial de mi
abuela.

En mi casa jugaba sólo pero mi mamá y mi hermano estaban en algún lugar.


Existía un permiso claro aunque tácito, para investigar. Yo podía entrar a cualquier
habitación, abrir cualquier cajón y especialmente podía agarrar cualquier libro de la
biblioteca y empezar a leerlo.

La única zona prohibida era un sólido bargueño que tenía en su interior la


cristalería fina (utilizada exclusivamente cuando venían, muy esporádicamente,
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invitados) y las bebidas alcohólicas.

Con respecto a los libros no importaba si eran sobre un asesinato, música, la


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bibliografía de Stalin o psicoanálisis. Si estaba impreso teníamos la libertad de


leerlo. También sabía que junto con todos esos libros que había en mi casa había
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personas que querían que los leyera.


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Pero este sentido de permiso pasivo se extendía a otras cosas más allá de los
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libros. Cuando tenía seis años una vecina y yo inventamos un juego que nos
gustaba muchísimo. El juego consistía en lo siguiente: Uno de nosotros esperaba

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sentado en la mesa del living con los ojos cerrados. El otro exploraba la cocina
buscando una comida exótica. Cuando el explorador encontraba lo que deseaba
llamaba a la víctima, que se sentaba en una silla en la cocina, los ojos cerrados y
sacando la lengua hacia afuera, esperando por una gota o un pedacito de la
comida desconocida.

Puedo recordar perfectamente el hormigueo de miedo y placer a medida que


proyectaba mi lengua hacia afuera, esperando qué sensación, picante, rancio o
dulce se despertaba en mis papilas gustativas.

Puedo también recordar un hormigueo idéntico mientras estaba dejando caer algo
sobre la lengua de mi amiga, preguntándome cómo reaccionaría ante la pizca de
helado, la pizca de pimienta o el bocado del alimento para perros.

El objetivo ostensible de este juego era identificar el alimento. Pero por supuesto
el objetivo real era experimentar la excitación de preguntarse si uno iba recibir
salsa caliente, ajo crudo o miel en su lengua. Para la otra persona era la excitación
del poder.

Retrospectivamente este juego, que obviamente tiene que ver con descubrir más
acerca del mundo, tiene mucho que ver con la atracción de lo inesperado y lo
desconocido.

La actitud de mi mamá era totalmente diferente si yo le preguntaba qué


significaba una palabra o cual era el tema de un libro de la biblioteca.

Esta era una forma segura de atraer su atención y siempre tenía tiempo para
hablar conmigo. Aún recuerdo acercarme hacia ella durante una cena con amigos,
e interrumpirlos para preguntarle qué significaba “hipócrita”. Había escuchado a
uno de los invitados utilizar la palabra en el living.

La pregunta la alegró, dio la espalda a sus invitados para explicarme el significado


de la palabra. Otras palabras que recuerdo vívidamente haberle preguntado son
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ambiguo, península y jocoso.

Cuando un niño cumple cuatro años es un navegante más autónomo y habilidoso


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que cuando tiene tres años. Mientras que un niño de dos años puede sentarse y
darse cuenta que otra cosa que su yogurt diario aparece en su desayuno o notar
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que un insecto se desplaza por el piso, el niño de cuatro años es más perspicaz.
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Dado que capta firmemente lo cotidiano, la curiosidad de estos niños es más


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probable que sea despertada por una selección más individualizada de eventos y
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objetos más reducidos y extravagantes. Sin embargo el mundo diario de un niño

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de cuatro años es aún rebosante de misterios y sorpresas. Y estas atracciones para
explorar son filtradas a través de las actitudes y repuestas de los adultos.

La mayor parte del tiempo, al menos en la cultura occidental contemporánea, sin


importar lo que estén haciendo (jugar, llevando cabo una tarea asignada, mirando
a otros, ayudando con las tareas rutinarias) los niños están acompañados por los
adultos. Parte de este tiempo estos adultos están directamente involucrados con
ellos, (diciéndoles que tiene que hacer, colaborando con ellos o simplemente
vigilándolos) y parte del tiempo los adultos meramente están cerca.

Mis padres fueron mis docentes

Desde el momento en que los niños pueden explorar, ya sea con su mirada o con
su cuerpo, sus padres comienzan a direccionarlos hacia ciertas cosas y alejarlos de
otras cosas. Y no es solamente el adulto el que impone restricciones al bebe. A la
edad que el bebe puede gatear, ellos activamente buscan a los adultos como guías
para sus exploraciones.

Durante un estudio se colocó a un grupo de bebes sobre un piso plástico de color


claro separados de sus padres por una zanja superficial. Cuando su padre, del otro
lado de la zanja, expresaba miedo, los bebes dudaban, mostrando preocupación y
cautela en sus caras. Un padre preocupado evitaba que el bebe cruzara la zanja.

Pero cuando los bebes veían a su padre sonriendo, los bebes se acercaban a la
zanja y lo cruzaban con comodidad. La invitación o prohibición del padre parecía
mucho más influyente que cualquier riesgo inherente que el bebe detectara en el
ambiente físico. Pero los bebes no solamente miran a sus padres para ver si tienen
permiso de acercarse o si deben retirarse. También miran a sus padres como guía
acerca de como experimentar el mundo que los rodea.

Las investigaciones apoyan la idea de que cuando los bebes miran objetos
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inusuales o nuevos, ellos consultan a los adultos que están cerca para buscar
ayuda en cómo interpretar dichos objetos.
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Mas observaciones diarias e informales de los bebes muestran cuan atentos ellos
están a la reacción de los que los rodean. La mayoría de los adultos que han
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pasado tiempo con bebes han tenido la experiencia de ver qué sucede cuando
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pasa algo abrupto o sorpresivo (la caída de una torre de bloques, una puerta que
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se cierra con fuerza por el viento golpeando el marco o hasta una caída banal del
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bebe). Alguien en la habitación emite un alarido o un grito y recién luego el bebe


comienza a llorar.

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A menudo un adulto dirá: No exageres y el bebe tampoco lo hará. Y a menudo
tiene razón.

Cuando los bebes miran un objeto, rápidamente miran a sus padres o a otro adulto
importante antes de volver a mirar el objeto. A veces parece que toman sus pistas
de los adultos (¿Esto da miedo?
¿Esto es divertido?) y a veces
parece que invitan al adulto a que
participe en su reacción emocional
(Creo que esto es divertido, miralo
conmigo).

Entre los nueve y los doce meses


de edad los bebes comienzan a
mirar con flexibilidad y
confiablemente hacia donde los
adultos están mirando, utilizan a los
adultos como puntos de referencia social y actúan sobre los objetos en la forma
que los adultos actúan sobre ellos (aprendizaje imitativo).

En otras palabras, los niños no solamente detectan las respuestas de los adultos a
las cosas que los rodean, sino que también están interesados en como los adultos
interactúan con los objetos.

Los bebes parecen desear establecer un patrón de sus intenciones basado en las
intenciones de aquellos que los rodean. Este interés en como los otros interpretan
el mundo físico continua a medida que los bebes crecen hacia la niñez.

Cuando se trata de descubrir cómo interpretar el mundo que los rodea, los niños
no dejan atrás rápidamente su dependencia de los adultos.

Niños más grandes también miran a sus padres en búsqueda de pistas acerca de
cuándo algo puede generar miedo o cuando no.
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Pero las reacciones emocionales representan solamente un tipo de respuesta


emocional. A medida que los niños crecen, el rango de posibles posturas hacia la
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realidad se expande.
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Para cuando los niños tienen tres o cuatro años se enfrentan a muchísimas
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opciones, deben tratar un objeto como interesante o aburrido, como tentador o


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repulsivo, como falso o real.


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Durante una investigación un grupo de madres y niñas de dos años de edad se
sentaron en un salón de juego equipado con un juego de té. Los investigadores les
pidieron a las madres a que jugaran a tomar el té con sus hijas. Los investigadores
observaron que las madres dieron todos los tipos de de pistas sutiles de que
estaban fingiendo, no estaban realmente tomando té, no estaban realmente
comiendo galletitas.

Sus gestos eran un poco exagerados, sus voces tenían una cadencia especial, en
otras palabras su conducta dejaba en claro que ellas no pensaban que estaban
verdaderamente tomando té o comiendo galletitas. Por supuesto es posible que los
adultos se comportaran de esta manera simplemente porque estaban fingiendo.
Tal vez no le estaban dando ninguna pista a los niños, tan solo estaban
expresando sus propias estructuras de acciones familiares. Los investigadores
concluyeron que los niños aprenden cuando y como tomar la postura fingida al
observar la conducta de sus padres.

Diferentes estudios sugieren que lo mismo sucede con respecto a la curiosidad y a


la exploración. Los niños son profundamente influenciados por sus padres. En un
trabajo, se colocó un grupo de niños de primer grado y sus madres en un salón de
juegos y se clasificó su conducta exploratoria.

Los niños fueron divididos por su estilo de juego: gran curiosidad-prosociales, baja
curiosidad, agresivos y neuróticos.

Las madres de los niños de gran curiosidad eran más positivas, atentas y
permisivas que las madres de los niños de baja curiosidad. Además, las
expresiones de interés y placer de las madres en las conductas de sus hijos
estaban positivamente asociados con la manipulación activa, la atención y el
ofrecimiento de información.

El mejor predictor de la curiosidad del niño fue la curiosidad de la madre, esto


mostró una fuerte asociación positiva.
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Claramente estos datos nos ofrecen poca información acerca de las causas. Tienen
las madres curiosas niños de primer grado curiosos? Y si es así, esto es porque la
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conducta ha sido modelada por la madre durante siete años? Son las respuestas
de la madre al niño o es una predisposición que el niño hereda de ella? Estas son
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preguntas que aún aguardan una respuesta.


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En otro trabajo se encontró una fuerte correlación entre la conducta exploratoria


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de la madre y la actividad de la madre durante las investigaciones con la conducta


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exploratoria del niño y la formulación de preguntas.

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A la inversa, la pasividad de la madre se correlacionó negativamente con la
formulación de preguntas por parte del niño. En otras palabras las madres que
expresan curiosidad y aprueban la curiosidad de sus hijos tienen hijos que
investigan más los juguetes nuevos que los otros niños.

Otra investigación halló una fuerte correspondencia entre la frecuencia con la que
los padres le formulaban preguntas a sus hijos y la frecuencia con la que les
respondían a los comentarios de sus hijos con interés y relevancia, repitiendo una
y otra vez y embelleciendo lo que sus hijos habían dicho.

Por otra parte, hubo una relación negativa entre el número de preguntas que
formularon y número de órdenes y prohibiciones que les dijeron los padres.

Pero estos estudios solamente sugieren una asociación, pero no confirman


definitivamente si el estímulo de los padres lleva a la exploración de los niños.

Afortunadamente algunos investigadores han tratado de manipular en condiciones


experimentales el efecto de la curiosidad de la madre en su hijo. En uno de estos
estudios niños del nivel preescolar miraban a sus madres, a través de un vidrio
unidireccional, como ellas estaban sentadas en una mesa en la cual había muchos
juguetes nuevos. A algunas madres se les dijo que agarraran y manipularan tres
de los juguetes que estaban en la mesa (por lo tanto modelando la curiosidad)
mientras que a otras madres se les dijo que simplemente miraran hacia una
esquina de la mesa.

A los niños se les dio tiempo en la habitación para que estuvieran con los juguetes.
Aquellos que vieron a sus madres agarrar los juguetes fue mucho más probable no
solamente que imitaran las manipulaciones de sus madres, sino que también se
involucraran en otras manipulaciones investigativas con los juguetes de la mesa.
En otras palabras, aparte de cualquier similitud genética o asociación estable entre
algunas conductas maternales y la curiosidad del niño, los niños investigan más
cuando han visto a su madre hacerlo.
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Los docentes entran en la escena


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No son solamente los padres los que influencias la cantidad y el tipo de


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exploraciones que el niño en edad escolar se involucra. Otros adultos también


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participan en esta actividad.


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Cuando un adulto (que no sea sus padres) estimula la exploración de los niños, los
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niños expresan más curiosidad con respecto a los objetos nuevos en una

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habitación. De manera interesante este efecto fue más fuerte en los niños que
inicialmente habían sido clasificados como de poca exploración.

En otras palabras, la conducta de los adultos no tiene un efecto uniforme en todos


los niños.

Algunas de las señales que los niños obtienen acerca del valor de una actitud
curiosa provienen de claves que son aún más opacas que las sonrisas y gestos de
asentimiento de los adultos.

Por ejemplo, los investigadores han mostrado que los niños del nivel preescolar
formulan significativamente más preguntas cuando reciben respuestas
informativas.

Una explicación de este hallazgo es que los niños persisten en obtener más y más
información cuando ellos pueden obtenerla. Desde este punto de vista su
persistencia es un signo de su interés. Pero también sugiere que cuando obtienen
respuestas a sus preguntas, las toman como una señal sutil que está bien formular
preguntas.

Un estudio mostró transferencia de respuestas, o sea evidencias de que los efectos


de estimular la curiosidad realizados por un docente pueden ser generalizados a
otros docentes, lugares y tareas.

Uno podría ir más lejos y decir que mientras tenemos una buena evidencia del
poder de estimular las preguntas y la exploración, sabemos muy poco acerca de
cuánto tiempo dura esta influencia o bajo qué condiciones.

Si uno estimula a un niño a las 10 A.M. para que observe dentro de una caja, ¿es
probable que hagan preguntas sobre el contenido de la caja a las 2 P.M.? Si son
estimulados a explorar objetos en una clase de ciencias, ¿es más probable que
exploren libros en la biblioteca? Estas preguntas aguardan una respuesta.

Mientras tanto existe cierta evidencia que ilumina por qué los niños son tan
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receptivos a las claves ambientales. Parece que a medida que los niños crecen, la
ansiedad continúa siendo una de las palancas que controla la expresión de la
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curiosidad.

En principio, existen una variedad de explicaciones de por qué la presencia o


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ausencia de sonrisas y palabras alentadoras puede afectar cuanto explora un niño


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su medio ambiente.
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Puede ser simplemente que la mayoría de los niños son obedientes y esperan por
una señal de los adultos que lo rodean que aprueba su exploración. Sin embargo
existe evidencia que existe un mecanismo más profundo trabajando.

Recuerde que es más probable que los bebés exploren el ambiente cuando, por
una variedad de razones, están menos ansiosos. La evidencia sugiere que
precozmente en la vida, este sentido de seguir o inseguridad emerge, en gran
parte, en función del apego del bebé por su madre.

Pero a medida que los niños crecen, además de esta subyacente base de de
seguridad o inseguridad, también pueden responder a gatillos situacionales de
ansiedad. Por ejemplo, la ansiedad de un docente enojado puede tener un fuerte
efecto sobre sus conductas.

Alguna evidencia de esto proviene de una investigación en alumnos del nivel


secundario. Se midió en ellos el nivel de curiosidad. Luego se encuestó a los
alumnos para identificar qué docentes tenían reputación de crear una atmósfera
de aulas amenazantes y cuáles no.

Luego se comparó el número de preguntas formuladas en las clases de ambos


grupos. En situaciones de baja amenaza los alumnos con curiosidad alta
formulaban cinco veces más preguntas que aquellos con curiosidad baja. En
situaciones de alta amenaza esta diferencia desaparecía y el conteo de preguntas
formuladas se reducía.

Aparentemente la ansiedad aumentada inhibía la exploración más fuertemente que


lo que la estimulaba la curiosidad constitucional.

En otras palabras, cuando los alumnos están en una situación de aprendizaje que
los pone nerviosos, su curiosidad se deprime.

Esta investigación sugiere que la ansiedad es un poderoso moderador de la


exploración y que los docentes pueden ser una fuente de ansiedad.
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Cuando las personas y los objetos se mezclan


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Cuando los niños tienen cinco años de edad parecen ser bastante autónomos. Se
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pueden vestir ellos mismos, ayudar con las tareas de la casa y parecen en gran
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medida tener ya un acercamiento diferente al mundo. Pueden ser extrovertidos o


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tímidos, locuaces o callados, involucrados o no tanto. Pueden utilizar el lenguaje


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para un amplio rango de propósitos y en nuestra cultura muchos ya son lectores


ávidos.

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También a esta edad tienen ya una vasta experiencia con el mundo, los objetos y
los eventos. Tienen intereses y a menudo alguna experiencia.

Los niños de cinco años pueden saber mucho sobre dinosaurios, herramientas,
animales de la granja, libros y algunos acerca del cuidado de sus hermanos.

Pero aún sus interacciones están todavía imbuidas con el estilo cognitivo y la
postura intelectual de los adultos. Además, la influencia de los adultos parece
perdurar.

La influencia que los adultos tienen en modelar el involucramiento de los niños con
el mundo que los rodea no es siempre directa o simple.

Un buen ejemplo de esto proviene de una investigación que comparó las formas
en las cuales los niños rurales y urbanos utilizaban su ambiente.

Quizás, como era de esperar, los niños que vivían en las áreas rurales sentían una
libertad superior para explorar sus alrededores y ejercían mayor autonomía en
esos ambientes. A primera vista esto parece obvio e inevitable, una diferencia
impuesta por las características físicas de los dos tipos de ambientes.

Las ciudades tienen peligros que limitan la autonomía, mientras que las áreas
rurales parecen abiertas, seguras e invitan a los niños a una mayor exploración.
Sin embargo, cuando los niños fueron entrevistados, quedó claro que el
entusiasmo en explorar es modelado con la misma importancia por lo que los
adultos les contaron como por las características intrínsecas de su ambiente.

Las niñas, por ejemplo, mostraban mucho menos interés en los lugares naturales
que estaban cerca de sus casas y mucho más interés en los comercios de las
ciudades.

En otra investigación se les pidió a los niños que narraran sus lugares favoritos.
Quedó claro que aún los niños que estaban fascinados por los bosques y que los
describían como uno de sus lugares favoritos, raramente o nunca iban a esos
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lugares. Las advertencias que sus padres les contaban sobre esos lugares parecían
ofrecer una poderosa restricción a su deseo de explorar.
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Para resumir lo dicho hasta ahora, desde la infancia los niños miran a los adultos
para buscar claves acerca de cómo responder a los objetos y eventos. Como
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interpretar las cosas que presencian y cómo interactuar con el mundo.


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Las claves que los niños toman de los adultos son poderosas en el momento, pero
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también tienen un impacto a largo plazo. Además, la influencia se extiende más


allá de la resolución de problemas.

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Los niños también aprenden de los adultos que los rodean que tipo de actitud
pueden o deben tomar hacia los objetos o eventos que encuentran a medida que
el día se despliega.

Esto es particularmente importante en relación a la indagación. Porque, y esto


debe ser claro, la indagación no “burbujea” simplemente porque un niño es
intrínsecamente curioso. Tampoco simplemente hace erupción cuando algo en el
medio ambiente es particularmente interesante. Si un niño tiene el impulso, un día
sí y el otro también, de descubrir más cosas, decae y fluye como resultado de los
adultos que lo rodean.
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