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Universidad Autónoma de Entre Ríos

Seminario de Posgrado Historia de América colonial:


Tendencias de investigación y discusiones historiográficas.

Director y Docente Dictante: Dr. Darío G. Barriera.

Docente dictante: Mg. Ariel Mamani.

Trabajo Final: La capacocha, una mirada desde el ajuar funerario.

Alumna: Prof. María Noel Balla

Año: 2016.
La capacocha, una mirada desde el ajuar funerario

Introducción

La muerte ha sido desde el inicio de los tiempos motivo de pavor y


asombro en todos los confines del mundo para la humanidad, pero lo
que más nos estremece es la muerte ritual desde nuestra mirada actual,
sobre todo cuando trabajamos cosmovisiones de los pueblos originarios.

El ritual que trabajamos hoy, la capacocha, es en el decir de Juan


Schobinger, “el sacrificio solemne de personas jóvenes organizado por
el Estado en su faz religiosa y eventualmente también política”
(Schobinger: 1999) ha sido objeto de numerosos estudios en los últimos
tiempos.

Es interesante trabajar este ritual desde el ajuar funerario, ya que los


elementos materiales son una clara representación simbólica religiosa
de la comunidad que lo llevaba a cabo, este es un punto de partida para
analizar qué querían transmitir a sus dioses y al resto de la sociedad.

En general, la capacocha se realizó en las montañas, en santuarios de


altura, que según María Constanza Ceruti, son sitios con arquitectura
ceremonial y evidencias artefactuales y/o bioarqueológicas de ofrendas,
emplazados en las cumbres o precumbres de altas montañas a más de
5000mts. sobre el nivel del mar. En nuestro país, específicamente en el
noroeste, encontramos tres sitios arqueológicos: el cerro Aconcagua, el
cerro Chuscha y el volcán Llullailliaco, todos con un rico ajuar funerario.

Por una cuestión de extensión solo analizaremos estos tres sitios


arqueológicos mencionados, por estar ubicados en nuestro territorio
nacional.

Un problema que tenemos como historiadores es el de las fuentes, más


cuando trabajamos la región andina, donde no hay escritura, en este
caso nuestra labor va a estar sustentada en los relatos de los cronistas
españoles, especialmente los que tuvieron contacto de primera mano
con los pueblos conquistados y los trabajos publicados por los
arqueólogos como resultado de expediciones.

La montaña

La montaña tiene una sacralidad única para este pueblo, ya que son
lugares sagrados (apus) es decir los garantizadores del agua y de la
fertilidad -la vida cósmica estabilizada-1.

María Constanza Ceruti hace una clasificación morfológica sobre los


santuarios que utilizaremos aquí, las categorías son: "La gran mayoría
de los sitios rituales se encuentran ubicados en las partes más altas de
las montañas, aunque tratándose siempre de emplazamientos
accesibles sin medios técnicos de escalada. Su localización en la cumbre
o precumbre de la montaña elegida, depende de la morfología,
topografía y extensión en superficie del espacio disponible para su
emplazamiento. Cuando la cumbre es amplia y plana (como ocurre en
muchas montañas del N.O.A.), allí suele encontrarse el santuario; en
tanto que las evidencias suelen estar ausentes cuando la cima es
abrupta o de reducida extensión.

En muchos de esos casos, se ha preferido aprovechar las áreas


precumbreras más llanas y extensas (Chuscha). O bien se ha debido
aterrazar artificialmente la cumbre, como ocurre en el Nevado de Chañi,
o rellenarla, como en el Cerro Las Tórtolas.

"El hecho de que el emplazamiento de la mayoría de los sitios rituales


ocurra en explanadas llanas y extensas, permite inferir que se habría
privilegiado la capacidad para contener gente, por sobre la visibilidad y
amplitud del campo visual del escenario del ritual. Por lo que cabe

1 Schobinger, Juan, Los santuarios de altura incaicos y el Aconcagua aspectos generales e interpretativos,
Buenos Aires, Relaciones de la Sociedad Argentina de Antropología, 1999, p.10.
suponer que se trataba de ceremonias que contaban con la asistencia
de cierta cantidad de público. Por otra parte, las atinadas elecciones de
los emplazamientos de los sitios rituales, denotan que los Incas poseían
un conocimiento acabado de cada una de las montañas, antes de
proceder a la construcción de sus santuarios y complejos ceremoniales.
Hay otros santuarios que por los restos arqueológicos hallados, se
estima que sólo fueron utilizados una vez.

La procesión ritual hacia la cumbre con el acompañamiento de la


comunidad es parte vital de este rito, cabe acotar que estas ascensiones
se realizaban sin grandes elementos técnicos de ayuda, teniendo en
cuenta la altura máxima, por ejemplo del volcán Llullaillaco de 6700m.

En general, podemos decir que existe una relación directa entre los
lugares donde se emplazaron los santuarios de alturas y la red de
caminos incaicos.

El sacrificio

Como bien dice Elizabeth Benson (2001: 1), en “«lo profundo de


cualquier herencia cultural en todo el mundo, hay evidencia de
sacrificios -de animales o humanos. Los seres míticos sobrenaturales
fueron sacrificadores y sacrificados. El ritual revalida el mito; los seres
humanos imitan lo que estas divinidades y los ancestros sagrados
hicieron».)De esta manera, el sacrificio pudo significar para los antiguos
peruanos «el contacto y contrato con las divinidades y quizás con los
ancestros sagrados» (op. cit. 11). Estas divinidades tenían como
atributos las fuerzas de la naturaleza y fueron aspectos personificados
de la misma. Es ella quien permite al hombre sobrevivir, le brinda
alimentos y los ancestros protegen a los hombres de las enfermedades
e invasiones ajenas (ibid.). Los Andes es un ambiente de fuertes
espíritus de la naturaleza, siendo éstos identificados con las montañas,
la tierra, el trueno, los lagos, el mar, etc.”2

Los apus, que en quechua significa curaca principal, rey o señor grande
(González Holguín, [1608] 1989); en la religiosidad andina prehispánica
representaban a las deidades tutelares personificadas en diversos
elementos de la naturaleza, principalmente montañas, que controlan los
fenómenos meteorológicos y la vida de las personas de las aldeas
vecinas, quienes le rendían culto y propiciaban ofrendas acorde a las
necesidades y exigencias del apu, por ejemplo, los fenómenos asociados
a la actividad volcánica eran muy temidos y respetados.

Según la creencia Inka, los niños ofrendados no morían, sino que se


reunían con sus antepasados, quienes observaban las aldeas desde las
cumbres de las altas montañas. Las ofrendas humanas se realizaban
sólo en las huacas o adoratorios más importantes del Tawantinsuyu, en
ocasiones especiales como la muerte de un Inka, quien emprendía su
viaje hacia el tiempo de los antepasados. Las vidas ofrendadas eran
retribuidas con salud y prosperidad, servían además para estrechar los
lazos entre el centro del estado y los lugares más alejados, como
también entre los hombres y los dioses o apus (McEwan et al., 1992). 3

Capacocha

Uno de los rituales más importantes del calendario Inca fue la


Capacocha , Capac Hucha o Cocha Guagua 4 que puede traducirse como
“obligación real”, se realizaban entre abril y julio momento en el que se
hacían fiestas y ofrendas de reconocimiento y de gratitud. De las cuatro
direcciones del estado Inca algunos poblados enviaban uno o más niños

2 Martínez, Isabel, Textiles inca en el contexto de la capacocha función y significado, tesis doctoral,
Universidad de San Antonio Abad de Cusco, Departamento académico de Antropología, Arqueología y
Sociología, Carrera profesional de Arqueología, Cusco, 2005, p. 96.
3 Vitry, Christian, Los espacios rituales donde los inkas practicaron sacrificios humanos, Lima, CEPPA, 1999,
p. 3.
4 Molina, Cristóbal, Relación de las fábulas y ritos de los Incas, Buenos Aires, Ed. Futuro, 1947, p.28-29.
al Cusco, para luego de las ceremonias allí oficiadas, regresar y ser
ofrendados bajo la tierra. La ceremonia abarcaba montañas, islas y otros
adoratorios o huacas que se localizaban en toda la extensión del
Tawantinsuyu y servía para unir el espacio sagrado con el tiempo
ancestral (McEwan et al., 1992).5

La unión entre lo sagrado y lo profano, la comunidad y los apus, se da


mediante este sacrificio que como veremos tiene una estructura definida
que se repite en cada uno de los ritos, según señalan las fuentes
históricas y se puede corroborar desde el punto de vista arqueológico.
Todos los santuarios de altura son parte de un complejo ceremonial de
altura, situados en cerros o volcanes de gran altitud.

El primero que vio la importancia de este rito en el sistema de alianzas


de Cuzco con las provincias fue Pierre Duviols, quien en 1976 la describe
como sistema circulatorio aseguraba el intercambio existencial, una
descripción muy detallada nos la da Cristóbal de Molina de Cuzco “…al
celebrar la Capacocha se ponían en camino delegaciones desde todas
las provincias del imperio con ofrendas (tales como oro, plata, coca,
cumbi, etc. Y también los niños escogidos) y con objetos de culto de sus
huacas más importantes. Una vez llegados a la plaza de Cuzco, los
escogidos para los sacrificios tenían que rodear en presencia del Inca —
un acto mediante el cual todas las ofrendas adquirían un aura sagrada
(Bravo Guerreira, 1985: 290). Luego el Inca mandaba repartir las
ofrendas entre los sacerdotes con orden de sacrificarlas in situ a las
huacas locales. No obstante, los primeros sacrificios ya se habían
realizado en Cuzco mismo, dedicados a los principales ídolos incaicos, a
saber al Creador, al Sol, al Trueno y a la Luna. Después de los actos
solemnes en Cuzco, las delegaciones regresaban a sus provincias

5 Vitry, Christian, Los espacios rituales donde los inkas practicaron sacrificios humanos, Lima, CEPPA, 1999.
llevando sus objetos de culto y las ofrendas. De este modo difundían la
Capacocha por todo el imperio.”6

Cada capacocha se inicia según lo explicado anteriormente y continúa


luego en el lugar donde se celebra el sacrificio, per se, la muerte del
infante se da en algunos casos por congelamiento previa ingestión de
una bebida embriagante o bien por un golpe certero en la sien, sólo
como excepción podemos mencionar la momia del Nevado de Chuscha
que tiene un certero punzamiento en la zona torácica, lo cual le inflingió
la muerte, sin restos de coca en su estómago según el análisis realizado
por el equipo de Juan Schobinger.

La vestimenta con textiles hechos especialmente para la ocasión como


así también adornar el cuerpo con tocados, collares y el establecimiento
de las figuras de cerámica o de mullus, son los toques finales para esta
morada final.

La capacocha también tiene otras aristas: para sellar alianzas entre


curacas y como acto fundacional, estas dos esferas son bien descritas
por Margarita Gentile al señalar: “

El ajuar funerario

Las ofrendas votivas han sido preparadas con esmero, siendo un reflejo
del entorno sociocultural y la procedencia de los elementos utilizados
para acompañar al muerto en este viaje.

Los ajuares serán comparados entre sí, en los diversos sitios, para poder
ver si existió o no un patrón común entre ellos y así llegar al significado
que pudieron tener dentro de la ceremonia de la capacocha, se
componen básicamente por los mismos elementos: textiles, semillas,

6 Schroedl, Annette, La Capacocha como ritual político. Negociaciones en torno al poder entre Cuzco y los
curacas, en Boletín del Instituto Francés de Estudios andinos, 2008, p.23
metales (oro), cerámica y estatuillas, tanto antropomorfas como
zoomorfas.

En el caso de la momia de Chuscha, dada las circunstancias penosas de


su descubrimiento y posterior circulación por sótanos, colecciones
privadas, hasta su actual exposición en el Museo de Alta Montaña de
Salta, se sabe que desde 1922 a la fecha se ha perdido parte del ajuar,
como así también partes importantes del cuerpo de la momia por la falta
de cuidado de sus tenedores.

El ajuar que llegó hasta nosotros está compuesto por un peine de


madera, dos de espinas de cactus, un uncu ajedrezado tricolor, un
poncho con dibujos geométricos que recubría el cuerpo de la niña, un
bolso de lana, un cuenco de cerámica, uno hecho de fibras vegetales, un
penacho de plumas y un collar o colgante de spondylus.7

En el caso de las momias de Lluillaillaco, las excelentes condiciones de


preservación sumado el hecho de no haber sido violentado en 500 años,
permitió que la colección completa sea expuesta para el público en el
Museo de Alta Montaña de la Provincia de Salta.

Los ajuares de los tres niños están compuestos por uncus, cumbis,
textiles, llamas en miniatura de oro, semillas, penachos de plumas de
diversos colores, estatuillas de oro antropomórficas, sandalias,

En el caso de la momia del Aconcagua, el equipo dirigido por el Dr. Juan


Schobinger rescató el fardo funerario del niño en excelentes condiciones
y fueron analizadas, como en el caso anterior, por un equipo
interdisciplinario y se bregó por su conservación.

El ajuar funerario de este niño estaba compuesto por un fardo funerario


que constaba de varias capas tejidas en lana, una bolsa con

7 Schobinger, Juan, La momia del nevado de Chuscha (Noroeste Argentino): resultado preliminar de su
estudio, Boletín de Arqueología PUCP, Nº 7, 2003, p. 279.
leguminosas, estatuillas de camélidos y antropomorfas, tocado de
plumas, dos collares y sandalias, asimismo en su mano había restos de
hojas de coca.8

Ajuar del Aconcagua

Parte del ajuar de Lullaillaco

8 Gentile, Margarita, Dimensión sociopolítica y religiosa de la capacocha del cerro Aconcagua, Boletín del
Instituto francés de Estudios Andinos, París, 1996, p. 45-46.
Parte del ajuar de la momia de
Chuscha.

Lo textil

Sabemos que la textilería fue una actividad de gran preponderancia en


el mundo de las relaciones andinas, los intercambios textiles entre el
Inca y los gobernantes o los hechos para fines rituales era de finísimos
hilos y diseños.

No había rito que no contara con el intercambio de textiles como


señalan los cronistas, especialmente Betanzos y Sarmiento de Gamboa.

En general, el estilo inca de los tejidos “«era de carácter formal u oficial:


los diseños predominantes son de tipo geométrico» (Manrique, E. 1999:
65). Unos de los diseños típicamente incaico son los dibujos escalonados
y en forma de X, este último encontrándose en los tocapus. Asimismo,
un motivo es la estrella de ocho puntas que se presenta
frecuentemente enmarcada por un cuadrado de color contrastante y en
algunos casos está combinada con motivos ornitomorfos e ictiomorfos
(Roussaki V.-Salazar L. 1999: 285; Manrique E. 1999: 65) 9. Este diseño
tiene su origen antes del período inca en esa zona, pero continuó en los
tiempos incaicos.( Roussaki V.-Salazar L. 1999: 286)”.10

Nuestro país cuenta con referentes en la temática textil andina


prehispánica, Clara Abal y Verónica Cereceda, en el caso de la primera,
tuvo contacto directo con la momia del nevado de Chuscha, señalando
la rareza de la vestimenta de la momia ya que a pesar de ser una niña,
viste un uncu, característico de niño.11

Por una cuestión de extensión no analizaremos en este trabajo los tintes


utilizados, el sistema de intercambio y producción, ni los patrones de
diseños ni las teorías de Cereceda sobre un posible lenguaje escrito de
las talugas (bolsas para guardar objetos como las semillas).

Con respecto a los ajuares en los tres casos presentan textiles muy
finos, uncu y yacolla para los varones, huara en el caso del Cerro de
Chuscha, que llama la atención de Abal quien señala que este infante de
siete años viste una prenda propia de un adulto. Los textiles poseen
diferentes soportes: lana de alpaca, algodón, plumas, con motivos
geométricos, zoomorfos, con teñido y sin teñido.

9 Roussakis Vuka, Salazar Lucy, Tejidos y tejedores del Tahuantinsuyo, en Franklin Peace et Al , Los Incas.
Arte y símbolos, Banco de Crédito del Perú, Lima,1999, p. 263-297 .
10 Martínez, Isabel, Textiles inca en el contexto de la capacocha función y significado, tesis doctoral,
Universidad de San Antonio Abad de Cusco, Departamento académico de Antropología, Arqueología y
Sociología, Carrera profesional de Arqueología, Cusco, 2005, p.45.
11 Schobinger, Juan, idem.
Los accesorios, como por ejemplo los collares están hechos de
spondylus, malaquita y lapislázuli, así como también de semillas
mostrando el tránsito de estos bienes de lujo por todo el Tahuantisuyu.

Reflexiones finales

El mundo andino, es un mundo apasionante con complejos entramados


sociales y religiosos que en muchos casos tienen eco en nuestros días,
nuestro país fue parte del Tahuantisuyu, el hallazgo de las momias ya en
época de la colonia generó un impacto y quizás también una buena
excusa para convertir a estos “bárbaros” en personas civilizadas, cierto
es que este rito era de carácter extraordinario en su cariz de sacrificio
humano, no así la quema de alimentos, textiles y otros elementos para
satisfacer a los dioses y que éstos los favorecieran con el alimento, la
lluvia o los cuidasen del granizo.

Trabajar en este tema, implicó la lectura de fuentes como Cieza de


León, Betanzos, entre otros, que me aportaron la mirada del español
ante este rito, muchas veces con evidentes signos de reprobación por
considerarlos actos demoníacos, sobre todo los frailes, pero también una
mirada más curiosa por parte de aquellos que simplemente relatan lo
que ven sin tratar de emitir juicios de valor.

Lo que vimos en los tres casos son ajuares con la misma estructura:
tocados de plumas, cumbis, semillas, figurillas zoomorfas en distintos
materiales, collares, peines, calzado, hechos de soportes materiales
distintos pero presentes en los tres casos.
Con respecto a la muerte, en dos de los tres casos hablamos de muertes
violentas, una por punzamiento en el tórax (Chuscha), otra por golpe en
la cabeza con presión lateral para ahogarlo (Aconcagua) mientras que el
resto es por congelamiento post ingestión de alguna bebida alcohólica o
coca.

Las nuevas investigaciones de la mano de arqueólogos de alta montaña


como María Constanza Ceruti, el fallecido Juan Schobinger y otros
especialistas sobre todo en textiles, metales y conductas paleodietarias
me abrieron camino a seguir investigando esta atrapante región andina.

Bibliografía

-Abal, Clara, Textil incaico en ofrendatorios de alta cordillera andina, CEPPA, 2010

- Benson, Elizabeth- Cook, Anita (eds) Why Sacrifice?, Ritual Sacrifice in Ancient Peru,
University of Texas Press, Austin.2001.

-Betanzos, Juan, Suma y Narración de los Incas, Ediciones Atlas, Madrid, 1968.

-Cereceda, Verónica, Semiología de los textiles andinos: las talegas de Isluga, Revista de
Antropologia Chilena, Volumen Nº 42, Chungara, 2010.

-Ceruti, María Constanza, Cumbres sagradas del noroeste argentino-Avances en


arqueología de alta montaña y etnoarqueología de santuarios de altura andinos, Eudeba,
Buenos Aires, 1999.

- Corcuera, Ruth, Herencia textil andina, S/D.

- Duviols, Pierre, La capacocha, Allpanchis Nº 9, 1976.

-Gentile, Margarita, Dimensión sociopolítica y religiosa de la capacocha del cerro


Aconcagua, Boletín del Instituto francés de Estudios Andinos, París, 1996.
- Manrique, Elba, Tecnología textil en el Perú, en José Antonio de Lavalle-Rosario
de Lavalle (eds.), Tejidos milenarios del Perú, AFP INTEGRA, Lima, 1999.

- McEwan, Gordon y otros, Investigating a child sacrifice event from the Inca
heartland. Journal of Archaeological Science Nº 38, 2011.

-Martínez, Isabel, Textiles inca en el contexto de la capacocha función y significado, tesis


doctoral, Universidad de San Antonio Abad de Cusco, Departamento académico de
Antropología, Arqueología y Sociología, Carrera profesional de Arqueología, Cusco, 2005.

-Molina, Cristóbal Relación de las fábulas y ritos de los Incas, Buenos Aires, Ed. Futuro,
1947.

-Roussakis Vuka, Salazar Lucy, Tejidos y tejedores del Tahuantinsuyo, en Franklin Peace
et Al , Los Incas. Arte y símbolos, Banco de Crédito del Perú, Lima, 1999.

-Schobinger, Juan, Los santuarios de altura incaicos y el Aconcagua aspectos generales e


interpretativos, Buenos Aires, Relaciones de la Sociedad Argentina de Antropología, 1999.

-Schobinger, Juan, La momia inca del nevado de Chuscha (noroeste argentino): Resultado
preliminar de su estudio, Boletín de Arqueología, PUCP, Nº 7, 2003.

-Schroedl, Anette, La Capacocha como ritual político. Negociaciones en torno al poder


entre Cuzco y los curacas, en Boletín del Instituto Francés de Estudios Andinos, 2008.

-Vitry, Christian, Los espacios rituales donde los inkas practicaron sacrificios humanos,
Lima, CEPPA, 1999.

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