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Revista Historia en Movimiento N° 3 PDF
Revista Historia en Movimiento N° 3 PDF
SUJETOS HISTÓRICOS
Y TRANSFORMACIONES SOCIALES
EN AMÉRICA LATINA
REVISTA
HISTORIA en MOVIMIENTO
Sujetos históricos y transformaciones sociales
en América Latina
Inscripción Nº
ISSN 0719-5168
DIRECTOR
Cristian Suazo Albornoz
SUBDIRECTOR
Eduardo Fierro Pezo
CONSEJO EDITORIAL
Alonso Aravena Gallegos
Yerko Aravena Constanzo
Gonzalo Soto Godoy
José Carvajal Arenas
COMITÉ CONSULTOR
Igor Goicovic Donoso
Sergio Grez Toso
Sebastián Leiva Flores
Mario Valdés Vera
Pablo Alejandro Pozzi
CONTACTO
historiaenmovimientoconcepción@gmail.com
DISEÑO Y DIAGRAMACIÓN
Leticia Zapata Galdames
leticiazapatag@gmail.com
IMPRESIÓN
Editorial Quimantú
RESPALDO
CENTRO DE ESTUDIANTES
Pedagogía en Historia y Geografía
Universidad de C
oncepción
FEDERACIÓN DE ESTUDIANTES
Universidad de Concepción (FEC)
INDICE
EDITORIAL 7
ARTÍCULOS
¡Nadie nos trancará el paso! Contribución a la historia del Movimiento Campesino 12
Revolucionario (MCR) en la provincia de Cautín, 1970-1973
Cristian Suazo Albornoz
Prensa y movimiento obrero en América del Sur. Las jornadas de las ocho horas de 68
trabajo en Lima y la Semana Trágica en Buenos Aires. Aproximaciones de un estudio
comparativo en 1919
Daniel Morán Ramos - María Isabel Aguirre Bello
La resistencia restauradora: el Ñidol Longko Mañil Wenü y la desposesión territorial del 104
País mapuche (1850-1860)
Fernando Pairican Padilla
COMENTARIOS DE LIBROS
Monsálvez Araneda, Danny. Los bandos militares en Concepción y Talcahuano: Disciplina 124
militar y disciplinamiento social
Yerko Aravena Constanzo
Alejandro Saavedra Peláez. Un marco conceptual para el estudio de las clases sociales en 128
Chile actual
Eduardo Fierro Pezo
EDITORIAL
Luis Vitale
“(…) porque nuestra actitud de lucha y de recuperación de tierras
aparece también porque en el mundo soplaban vientos de lucha y
de libertad y de posibilidades de socialismo. Y el MIR nace porque
soplaban estos vientos y logra hacer llegar, a las comunidades
indígenas en este caso, estos vientos de cambio y de justicia. Gracias
a eso se masifica este movimiento. Son dos ríos que avanzaban
y que llega un momento en que los dos cauces se juntan. No es
solamente que a los miristas se les ocurrió ir al campo o que sólo a
los mapuche y campesinos se les ocurrió tomarse la tierra.”
1 “¡Nadie nos trancará el paso” fue una de las consignas de lucha del MCR. El presente artículo es una síntesis de la
Tesis (con el mismo título) para optar al título de Profesor de Historia y Geografía por la Universidad de Concepción,
marzo del 2013. Debido a esto, y para mantenernos dentro de los límites de este tipo de trabajos, han quedado
fuera consideraciones historiográficas, teóricas e históricas que permitirían conjuntamente comprender de manera
más acabada el fenómeno social investigado. A modo de ejemplo, la relación etnia-clase y su implicancia en
el MCR, la movilización mapuche hacia fines del gobierno de Eduardo Frei Montalva (1967-1970), o la inserción
de militantes del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) en la provincia de Cautín, son algunos temas
importantes que no han podido ser expuestos en este artículo. No obstante la reducción, el contenido aquí
presentado entrega gran parte del desarrollo histórico del MCR, contribuyendo de esta manera, y simultáneamente,
a la historia de la Reforma Agraria, del periodo de la Unidad Popular, del movimiento campesino y mapuche, y del
MIR. Se debe mencionar además que este trabajo forma parte de una investigación mayor y en pleno desarrollo
que contempla la ampliación del MCR hacia los campos de las provincias de Valdivia, Malleco, Arauco y Bío Bío.
2 Profesor de Historia y Geografía y Estudiante de Magíster en Historia, Universidad de Concepción. Director de la
Revista Historia en Movimiento: suazo8@gmail.com
A fines del 70 empezó una lógica más “orgánica”. Con Gavilán, “Paine”, “Titín”, el
“Chivo”, “Horacio” y otros compañeros, hicimos una reunión en la Iglesia Metodista de
Temuco. Nos reunimos con los dirigentes de las corridas. Destacaban claramente Rafael,
Félix, Víctor, los Quincha. Discutíamos que íbamos a hacer, cómo íbamos a seguir el
movimiento. Para los dirigentes mapuches las cosas estaban claras. “Tenemos un
objetivo: seguir ocupando las tierras”. Pero para ir más allá de las corridas y ocupar los
fundos, el problema fundamental era la alianza de los mapuche con los inquilinos, la
mayoría chilenos. Para todos estaba claro que había que ganarse a los compañeros, no
aparecer como “los indios invadiendo el territorio de los blancos”. Había que hablar con
ellos, explicarles que eran igual explotados que nosotros.6
El MCR desde su origen contó con la presencia protagónica de los dirigentes de las corridas de cerco, cuestión
de gran importancia que dotaba de legitimidad y sustento social a la naciente organización, entendiendo
que como campesinos indígenas eran los más afectados por el latifundio y, consiguientemente, los
llamados a protagonizar la dirección de su propio movimiento social-revolucionario. El testimonio de unos
de sus dirigentes, Víctor Molfinqueo, es bastante esclarecedor al respecto:
Esta vez nos juntamos en Temuco, en el subterráneo de una iglesia por ahí, y es allí donde
aparece la posibilidad de que todos los dirigentes de esas tomas que habíamos hecho,
de esas recuperaciones, formaran una especie de coordinación (…) Y ahí se ve cómo va
creciendo un cuerpo que interpretaba a esta gente que hacía recuperaciones de tierras
en otros sectores y nosotros participando de esta coordinación, que gustaba a todos los
participantes porque le daba más fuerza a cada uno.7
3 Gavilán, Víctor, La Nación Mapuche. Puelmapu ka gulumapu, Santiago, Editorial AYUN, 2007, p. 147.
4 Las corridas de cerco representaron el método concreto de recuperación territorial empleado por comuneros
mapuche –inicialmente– en la provincia de Cautín antes de la conformación del MCR. Este mecanismo de acción
directa no tenía precedentes en la historia del movimiento indígena, y precisamente fue un veterano mapuche
de 60 años, conocido como Chachay Quinchavil (padre de Luis y Rudecindo, jóvenes comuneros, militantes
del MIR y futuros dirigentes del MCR), quien acertadamente formuló el procedimiento buscado largamente por
miristas y campesinos mapuche movilizados (después de varias reuniones sin respuestas) para recuperar directa
y colectivamente las tierras usurpadas por el latifundio. En palabras del mismo Chachay Quinchavil: “Miren,
compañeros y amigos, hace tiempo que se discute respecto a lo que debemos hacer con nuestra tierra usurpada.
Pienso que hay una sola respuesta y es simple: nuestra investigación legal con auténticos planos nos demuestra
que hay un error comparando con la realidad. Hay cercos que no están donde la ley los ha reconocido, hay que
ponerlos en el lugar adecuado. Siguiendo los planos, tenemos el derecho, y el deber incluso, de arrancar el cerco
de donde está mal puesto y llevarlo hasta el límite estipulado por la ley. Debemos correr el cerco”. Bastías, Julián,
Memorias de la lucha campesina. Cristiano, mestizo y tomador de fundo, Santiago, LOM Ediciones, 2009, p. 105.
5 Ídem.
6 Railaf, Rafael et al., A desalambrar. Historias de mapuches y chilenos en la lucha por la tierra, Santiago,
Editorial AYUN, 2010, pp. 79-80.
7 Ibídem, p. 102.
Después de varias corridas de cerco había que colocar un nombre al movimiento porque
si no tenía nombre era así nomás; entonces empezamos a discutir con “Chundo”, el
finao “Paine”, el “Titín”; conversábamos en mi casa, en la montaña, donde hacíamos el
trabajo clandestino en la noche. “¿Cómo ponerle a la organización?” (…) “¿Movimiento?
Bien”. Mapuche no, porque era demasiado indigenista. Y salió Movimiento Campesino
Revolucionario, que no significaba solamente mapuche, era también para los winka
pobres y los estudiantes. Porque nosotros pensábamos que si dábamos la lucha éramos
débiles, porque éramos muy pocos, no éramos millones como los winka. Eso permitía
darles un pequeño empujón para que ellos pudieran motivarse y apoyarnos. Porque si
bien nosotros teníamos pocas tierras, por lo menos teníamos las ovejas, las gallinas, los
huevos, pero el winka pobre no tenía nada.8
Por su parte los miristas también enfatizaron la necesidad de articularse con los campesinos pobres
chilenos, y a partir de esta concepción clasista, proyectar una orgánica amplia en su composición
subjetiva y revolucionaria en su carácter político:
Como el objetivo era aliarnos con los compañeros inquilinos de los fundos, apareció el
MCR: Movimiento Campesino Revolucionario. Los miristas resumimos toda esa enorme
cuestión diciendo que como los mapuche eran campesinos y los inquilinos también, para
no dividirnos pongámosle “campesino” y agregamos “revolucionario” porque nuestro
objetivo era hacer la revolución.9
El MCR es creado por el MIR de Cautín. No es creado ni por la Comisión Política del MIR
en Santiago, ni por los campesinos mismos de Cautín. Es el Comité Regional del MIR en
Cautín que inventó el MCR. Lo cual no significa que la creación del MCR, sea totalmente
artificial, y que no haya correspondido a una realidad de lucha existente. En efecto las
estructuras superiores del MIR de Cautín no hacen sino que bautizar y formalizar un
movimiento que existía desde algunos meses en las comunidades mapuches de algunas
localidades de Cautín (…).13
10 Gavilán, op. cit. pp. 147-148. El documento que incluye el Manifiesto Fundacional del MCR fue proporcionado
al autor por Malú Donoso, quien trabajó en Cautín con el “Flaco Ariel”, encargado de finanzas del Secretariado
Regional del MIR entre 1970 y 1973. Refiriéndose a Malú Donoso, Gavilán dice que debió salir al exilio en Bélgica, y
que hasta 1992 se encontraba viviendo en Canadá.
11 Ibídem, p. 148.
12 Bastías, Julián, Chile-Memoria Histórica: MCR (Movimiento Campesino Revolucionario). En línea:
http://red-latina-sin-fronteras.lacoctelera.net/post/2010/01/09/chile_memoria-historica-mcr-movimiento-
campesino
13 Ídem.
(…) porque nuestra actitud de lucha y de recuperación de tierras aparece también porque
en el mundo soplaban vientos de lucha y de libertad y de posibilidades de socialismo.
Y el MIR nace porque soplaban estos vientos y logra hacer llegar, a las comunidades
indígenas en este caso, estos vientos de cambio y de justicia. Gracias a eso se masifica
este movimiento. Son dos ríos que avanzaban y que llega un momento en que los dos
cauces se juntan. No es solamente que a los miristas se les ocurrió ir al campo o que sólo
a los mapuche y campesinos se les ocurrió tomarse la tierra.15
14 Ídem.
15 Testimonio de Víctor Molfinqueo, p. 107.
16 Programa básico de Gobierno de la Unidad Popular, aprobado por los Partidos Comunista, Socialista, Radical
y Social Demócrata, el Movimiento de Acción Popular Unitaria (MAPU) y la Acción Popular Independiente, el 17 de
diciembre de 1969 en Santiago de Chile, p. 21. En línea:
http://www.memoriachilena.cl/temas/documento_detalle.asp?id=MC0000544
17 Cancino, Hugo, Chile: La problemática del poder popular en el proceso de la vía chilena al socialismo 1970-
1973, Dinamarca, Aarhus University Press, 1988, p. 145.
18 El Diario Austral de Temuco, 7 de septiembre de 1970, p. 11.
19 El Diario Austral de Temuco, 4 de noviembre de 1970, p. 11.
20 El Diario Austral de Temuco, 13 de noviembre de 1970, p. 8.
21 El Diario Austral de Temuco, 17 de noviembre de 1970, p. 9
22 El Diario Austral de Temuco, 18 de noviembre de 1970, p. 10
23 El Diario Austral de Temuco, 22 de noviembre de 1970, p. 8.
24 Correa, Martín, La Reforma Agraria y las tierras mapuches. Chile 1962-1975, Santiago, LOM Ediciones, 2005, p. 140.
La ocupación de una parte del fundo Tres Hijuelas en aquellos días previos a la elección de Allende,
fue ampliada el lunes 30 de noviembre a todo el predio, esta vez bajo la conducción del MCR. A partir
de ello, se levantó el Campamento Lautaro con evidentes consignas y simbologías revolucionarias,
figurando entre ellas la imagen del Che Guevara y demostrando así la presencia del factor mirista entre
los mapuche. Posteriormente procedieron a trabajar el fundo, haciéndose cargo de algunas faenas y
rastreando con un tractor la tierra para la siembra.27 Esta actitud productiva expresaba la disposición de
los campesinos indígenas liderados por el MCR a trabajar la zona recuperada, esperando mientras tanto
la expropiación del fundo por parte de la institucionalidad. Con esta actitud el MCR se hacía partícipe
del proceso de Reforma Agraria impulsado por la Unidad Popular, coincidiendo ambos actores sociales
en la necesidad de profundizar el proceso de restitución de tierras usurpadas y acelerar el proceso de
expropiaciones para eliminar el latifundio, pero distanciándose considerablemente en la táctica política
que se debía utilizar para lograr tales propósitos.
El impacto provocado por esta toma de fundo desencadenó la reacción del Intendente de Cautín
Gastón Lobos, quien viajó a Lautaro apenas se hicieron conocidos los hechos en el fundo Tres
Hijuelas de Carlos Taladriz. La autoridad gubernamental buscó mediante el diálogo la salida pacífica
del conflicto, ya que la justicia había fallado a favor del latifundista y por lo tanto debían abandonar el
predio. Las 110 personas presentes en el Campamento Lautaro equivalentes a 23 jefes de hogar con
sus respectivas familias (solamente 3 chilenos, el resto eran mapuche) decidieron mantener firme
su postura hasta que la Corporación de la Reforma Agraria (CORA) expropiara el fundo y entregara
las tierras que antes les pertenecieron. Agregaron que solamente reconocerían como interlocutores
al Intendente de Cautín Gastón Lobos y al Gobernador del Departamento de Lautaro, Fernando
Teiller, únicas autoridades que podían ingresar al fundo. No obstante la intransigencia expuesta ante
el Intendente, la colectividad se comprometió a no generar violencia y mantener una actitud pasiva,
estado del cual saldrían en el caso de ser provocados por terceros.28
Dos días después de la ocupación del fundo Las Vertientes que dio origen al Campamento Galvarino,
los hechos se trasladaron a la comuna de Carahue, específicamente al fundo Rucalán de la familia
Landarretche. El predio de 800 hectáreas, según datos del Instituto de Desarrollo Agropecuario (INDAP),
estaba mal explotado y solamente tenía 167 de ellas cultivadas. Motivados por esta situación, y también
respondiendo al impulso revolucionario que experimentaba el movimiento social en Cautín, campesinos
chilenos y mapuche del MCR provenientes de la localidad de Tranafuerte, ubicada a 8 kilómetros del
A las 18:30 horas, los agricultores lanzaron la ofensiva final. Colocaron como barrera
protectora a un grupo de campesinos que se mantenían leales a sus patrones y de
esa manera neutralizaron a los que se habían atrincherado en Rucalán. De atrás, los
latifundistas lanzaban ráfagas de metralleta y las casas del fondo quedaron acribilladas
por los impactos de bala. Los campesinos del MCR, ante la inferioridad de condiciones,
finalmente se replegaron, llevando dos heridos.35
Esta retoma era una clara manifestación del nivel de agudización que alcanzaba el conflicto hacia
fines de 1970, constituyendo un preludio del tenso ambiente que reinará el año siguiente, periodo
en el cual las tomas de fundos provocadas por el MCR asumirán un mayor grado de impacto al igual
que las retomas promovidas enérgicamente por la reacción patronal. Mientras tanto, producto de la
crítica situación del agro en Cautín, el gobierno en estado de alerta buscará satisfacer la demanda de
los campesinos mapuche mediante la aplicación de la Reforma Agraria. Para acelerar este proceso, a
partir del mes de enero de 1971 se aplicará una estrategia de expropiación masiva de fundos (aquellos
que la ley permitiese), fenómeno histórico conocido como “el Cautinazo”. Rápidamente durante los
primeros días de enero se instaló en Temuco –por orden de Allende– el Ministerio de Agricultura y
la Corporación de la Reforma Agraria (CORA) para trabajar coordinadamente en la resolución de las
demandas mapuche, y de paso apaciguar el ímpetu revolucionario del MCR y la reacción contra de
los latifundistas. El ministro encargado del agro, Jacques Chonchol, anunció que las expropiaciones
se agudizarán y extenderán a partir de ese momento utilizando la ley 16.640 de Reforma Agraria,
expropiando fundos que sobrepasaran las 80 hectáreas de riego básico o que se encontraran
abandonados y/o mal explotados, así como también aquellos en los que no se cumplieran las leyes
laborales. El establecimiento del Ministerio de Agricultura en Cautín fue históricamente significativo,
ya que se daba inicio al proceso de Reforma Agraria en la Araucanía.36
Fue así como durante el verano de 1971 se llevó a cabo un proceso masivo de expropiaciones de predios
en las distintas comunas de Cautín a favor de comunidades mapuche. Las localidades de Galvarino,
Lautaro, Perquenco, Carahue, Freire, Loncoche y Temuco experimentaron este proceso entre el 21 de
enero y el 17 de febrero, resultando 14 predios expropiados que conjuntamente sumaban 13. 416, 2
hectáreas físicas, equivalentes a 1.468, 79 de riego básico. Posteriormente, en los terrenos expropiados,
se crearon asentamientos con participación de comunidades. En lo correspondiente a las propiedades
tomadas por el MCR, se expropiaron 5 predios en su favor en las comunas de Carahue, Lautaro y
Galvarino, y entre los cuales se encontraban los fundos Rucalán, Santa Ana y Las Vertientes.37
Paralelamente al “Cautinazo” apareció en el escenario rural otro criterio político que articuló al MCR
con el gobierno de la Unidad Popular: la emergencia de los Consejos Comunales Campesinos. La
problemática de la participación campesina en el proceso que reformaba el agro constituyó el eje
central de las contradicciones entre las propuestas institucionales y el movimiento social campesino-
indígena. En un documento anexo a su “Programa Básico”, la Unidad Popular proponía la creación del
33 Ibídem, p. 5.
34 Correa et al., op. cit., p. 145. El nombre del Campamento Arnoldo Ríos fue establecido en homenaje al
estudiante mirista muerto en un enfrentamiento armado con integrantes del Partido Comunista en Concepción,
el mes de diciembre de 1970.
35 Rivera, op. cit., p. 5.
36 Correa, et. al., op. cit., pp. 143-144.
37 Ibídem, pp. 145-146.
El gobierno quiere remediar el atraso del campo chileno usando una ley de Reforma
Agraria que fue hecha por los ricos (…) cree que se puede mejorar la situación de los
campesinos usando una ley que fue hecha por la burguesía para explotar a los pobres
del campo (…) Para mejorar las condiciones de vida de los trabajadores del campo hay
que terminar con el acaparamiento de la tierra por unos pocos, y esta ley de Reforma
Agraria no sirve para terminar con el acaparamiento de tierras (…) y si la ley no sirve, los
campesinos unidos y organizados buscamos nosotros mismos el camino para solucionar
nuestros problemas y defender nuestros intereses.43
El camino propuesto por el MCR para acabar con el monopolio burgués de la tierra era levantar, por
medio de la lucha organizada, una nueva Ley de Reforma Agraria hecha por el campesinado pobre y
que sirviera a los intereses de la gran mayoría rural, cuestiones que solamente se resolverían mediante
la expropiación de todas las tierras a los terratenientes. En otra de las conclusiones emanadas del
congreso el MCR, rechazando la Reforma Agraria vigente, manifestaba que “la nueva tiene que ser una
herramienta de la lucha de clases, que nos permita destruir el poder de la burguesía agraria e ir creando
en el campo un poder obrero-campesino”.44
Derivado de lo anterior, específicamente de la propuesta de un “poder obrero-campesino”, la
constitución de los Consejos Comunales Campesinos por la base cumplirían la función de construir
una contra-hegemonía en el espacio rural, utilizando como herramienta una nueva Reforma Agraria
de carácter revolucionario que permitiera romper con el sistema latifundiario dominante en la sociedad
rural de Cautín, y del país en general. En este proceso, la constitución de los Consejos Comunales
Campesinos por la base sería el primer paso para proyectar políticamente las conclusiones establecidas
en el Segundo Congreso del MCR. Ellas quedaron sistematizadas en una plataforma de lucha, la cual
contenía resumidamente los siguientes puntos:
Evidentemente con la plataforma no se resolvían los problemas que el MCR evidenciaba, sino que
serviría de orientación para que el movimiento social reinante en los campos de Cautín expresara
políticamente sus demandas. La dinámica de esta proyección la seguirían dando las “acciones directas
de masas”, pues la movilización campesina fortalecía la conciencia de clase del campesinado y mejoraba
los niveles de organización, en este caso, de los Consejos Comunales Campesinos. Es precisamente
a raíz de lo anterior que se crea el primer Consejo Comunal Campesino, justamente el mismo día que
se daba por finalizado el Segundo Congreso del MCR en Temuco. Este se constituyó el 16 de enero en
la comuna de Lautaro, elegido mediante votación directa por los campesinos chilenos y mapuche de
dicha comuna, principal centro de operaciones del MCR en Cautín. Una vez concluida la constitución
del Consejo Comunal Campesino, los campesinos vinculados al MCR realizaron una gran marcha por
las calles de Lautaro expresando la importancia de este nuevo hito:
43 “Piden una nueva Ley de Reforma Agraria”, en Punto Final, Santiago, año V, nº 125, 2 de marzo de 1971, p. 10.
44 Ibídem, p. 11.
45 Gavilán, op. cit., pp. 200-201.
De esta manera se daba por terminado el Segundo Congreso del MCR, quedando como voceros
oficiales Alejandro Manque y Félix Huentelaf, ambos jóvenes mapuche oriundos de la comuna de
Loncoche y dirigentes del MCR. Además fueron confirmados los 5 integrantes del ente coordinador
ya existente, sumándose representantes indígenas de distintas localidades como Traiguén, Puerto
Saavedra, Villarrica, Imperial y Nehuentúe.47
Si bien el MCR al entregar fundos redujo su intensidad política, en agosto logró recibir terrenos expropiadas
por la CORA en Lautaro, particularmente el fundo El Vergel y una hijuela de 40 hectáreas, propiedades
que fueron usurpadas a la comunidad Coliqueo-Huenchual. Estas tierras habían experimentado la
primera “corrida de cercos” en Lautaro el 3 de junio de 1970, acción que formó parte de los hechos que
darían nacimiento al MCR pocos meses después.58
Al mes siguiente el MCR reaparece en la escena de las “acciones directas”, pues en la comuna de
Cholchol los militantes (hermanos) Juan y Luis Huenchuén Coñuepán se apropiaron de 30 hectáreas
usurpadas por el fundo Los Aromos, tierras ancestrales que estaban en poder de Ruth Kinderley Parker.
Lo mismo ocurriría a fines de octubre en Lautaro, en donde comunidades asociadas al MCR se tomaron
los predios San José de Ballona, San José Chico, Las Quinientas y Frederina, exigiendo que fuesen
expropiados por abandono y explotación deficiente.59
El mes de octubre estará marcado por otro hecho trágico para el MCR, un acontecimiento de
impacto nacional que agudizará aún más las contradicciones. Los hechos comienzan la noche del
22 de octubre cuando una cantidad cercana a 60 personas, de las cuales 40 eran mapuche y
20 chilenos,60 se tomaron el fundo Chesque en Loncoche. El predio tenía 830 hectáreas físicas
y cerca de 80 de riego básico, y estaba muy cerca del abandono por parte de su propietario, el
latifundista Martín Doyharzábal. Ante la nula respuesta por parte de la CORA para expropiar el
fundo, los campesinos del asentamiento Michimalonco –del MCR– decidieron apoderarse del
predio sobrepasando la ley. El acontecer sucedió de la siguiente manera:
El dueño de “Chesque”, Martín Doyharzábal, pidió auxilio de inmediato a los grupos que los
terratenientes de Cautín, como en otras provincias del país, han armado y entrenado para
hacer frente a los campesinos. Acompañados de tres carabineros de Loncoche, el grupo de
latifundistas consiguió llegar hasta las casas del fundo, donde se atrincheraron y abrieron
fuego con armas que escondían en ese lugar. Los carabineros se retiraron a Loncoche, pero
regresaron más tarde y los campesinos aseguran que los policías también participaron en
la lucha en que cayó muerto Huentelaf y en la que resultaron varios heridos. El gobernador
La reacción patronal nuevamente causaba la muerte de un campesino mapuche del MCR, esta vez fue
Moisés Huentelaf quien al ser atacado por la espalda, perdió la vida producto de un balazo en el cráneo
la noche del viernes 22 de octubre. Como resultado del proceso judicial iniciado más tarde, detuvieron
a los agricultores Martín Doyharzábal, Sergio Contreras y Enrique Andrews, e igualmente a 12 mapuche
y trabajadores agrícolas militantes del MCR. Luego la cantidad aumentaría a 25 detenidos.62
Por orden de la Corte de Apelaciones de Temuco y el Juzgado de Loncoche, paradójicamente quedaron
arrestados 21 indígenas y fueron liberados los 3 agricultores de forma inmediata. Uno de los presos era
Félix Huentelaf, dirigente del MCR y hermano del asesinado, quien estuvo 7 meses encarcelado junto al
resto de los detenidos. Se manifestó frente al tema de la siguiente manera:
Ayer nosotros teníamos seguridad de que íbamos a conseguir la libertad. En realidad los
abogados habían dicho que antes de los seis meses no podíamos hacer nada, pero que
después de seis meses teníamos la libertad. Pero no fue así. La Corte de Apelaciones no dio
la libertad. Eso lo tenemos muy claro todos los compañeros del Chesque (…) no nos dio la
libertad, bueno, porque no hay un compañero, por último, en la Corte de Apelaciones. Por
último, un trabajador no es ministro. Por último, un trabajador no es juez. No es un abogado.
Entonces, por eso no tuvimos libertad (…) sabemos que la ley que existe en Chile es una
ley clasista, dominante, que favorece a una clase y derroca a la clase trabajadora (…) y
aquellos ministros momios que estaban allí defendiendo a sus compadres, los compadres
terratenientes, los compadres monopolistas, los compadres dueños de fábricas, digamos,
esos ministros son compadres con todos esos momios (…) Pero nosotros tenemos claro
que la mayoría en Chile, los otros trabajadores están a favor de nosotros, diciendo los
trabajadores del Chesque están allí por las leyes, porque la justicia es clasista y porque si
no fuera la justicia clasista, bueno, estarían los momios que los desalojaron y que mataron
al compañero Moisés Huentelaf (…) Y aquellos gallos que están allá en el Congreso, en
el Parlamento, en el Senado, todos son gallos momios que son hijos de momios, de
terratenientes, hijos de latifundistas (…).63
Finalmente, luego de algunos meses después de este fatal hecho, el fundo Chesque fue sometido
a expropiación en 1972 por la CORA en favor de los demandantes. En ese momento, los 21
campesinos mapuche aprisionados durante 7 meses se encontraban en libertad. Lo anterior fue
destacado por El Rebelde:
Ahora la CORA les entregó sus tierras. Félix Huentelaf, Secretario General del Consejo
Provincial Campesino de Cautín, planteó durante la entrega del predio las nuevas
tareas de los campesinos del Chesque. El fundo funcionará como CERA junto al predio
Michimalongo. Como el propietario de Chesque lo dejó desmantelado, los trabajadores
de Michimalongo pondrán las herramientas y maquinarias para empezar a trabajar
inmediatamente el CERA. En la toma de posesión del predio participaron los 21 campesinos
que estuvieron presos, el jefe de Área de CORA en Villarrica, Mario Ríos, y Félix Huentelaf
61 “Lucha campesina: un polvorín bajo tierra”, en Punto Final, Santiago, año VI, nº 143, 9 de noviembre de 1971, p. 2.
62 El Diario Austral de Temuco, 25 de octubre de 1971, p. 1; El Diario Austral de Temuco, 27 de octubre de 1971, p.
1; El Diario Austral de Temuco, 28 de octubre de 1971, p. 1.
63 “Chesque: Patrones libres, campesinos presos porque la ley es momia. Reportaje a Félix Huentelaf”, El
Rebelde, Santiago, nº 33, 6 de junio de 1972, pp. 6-7. Para conocer de manera más profunda los análisis y
repercusiones de la muerte de Moisés Huentelaf y el injusto encarcelamiento por 7 meses de los 21 mapuche,
véase El Rebelde, Santiago, nº 33, 6 de junio de 1972, p. 5; El Rebelde, Santiago, nº 35, 20 de junio de 1972, p. 2;
El Rebelde, Santiago, nº 49, 26 de septiembre de 1972, p. 7.
La muerte de Moisés Huentelaf no obstaculizó la continuidad de las tomas de fundo en Cautín, sin
embargo a esa altura del año no llevaban la misma intensidad y frecuencia que antes. Aun así, a fines
de noviembre el Comité de Cesantes Moisés Huentelaf de Choroico procedió a ocupar el fundo Los
Retazos de 380 hectáreas, propiedad del latifundista Hernán Urrutia. El grupo de 15 personas que
ejecutó la acción contaba con la colaboración de 5 campesinos del asentamiento Fidel Castro, quienes
unas semanas antes se tomaron la reserva legal del ex-fundo Caracas, propiedad de Féliz García.65
Antes de terminar el año se producen más expropiaciones en beneficio de comunidades mapuche, aunque
durante el periodo septiembre-diciembre la tendencia indicaba una notoria disminución. No obstante, el 3
de diciembre la CORA expropió fundos en las comunas de Loncoche y Carahue ocupados por el MCR y por
el Ñetuain Mapu (organización mapuche ligada al Partido Comunista Revolucionario, PCR).66
De esta manera culminaba el año 1971 para el MCR en Cautín, caracterizado sobre todo por el
recrudecimiento de la lucha de clases que dejaba muertos en ambos bandos, anunciando lo que
sucedería el año siguiente: intensificación de los antagonismos y reacción más organizada y permanente
de los latifundistas, fenómenos que conjuntamente alcanzarán su clímax en septiembre de 1973.
Los latifundistas a comienzos de 1972 se encontraban bien preparados para defender sus intereses de
clase, ejemplo de ello es la conformación de los “comités de retoma”, organizaciones de tipo paramilitar
que tenían por función detener el despliegue territorial del MCR y del movimiento campesino mapuche en
general. Para ello, ya en el mes de octubre del año anterior, la Federación de Sindicatos de Empleadores
Agrícolas de Cautín (expresión gremialista de los latifundistas) tomó la decisión de constituir y articular
una red de grupos armados con el objeto de proteger los fundos de sus socios.71 El poder armado de la
clase patronal en Cautín comenzará a reaccionar cada vez que los fundos sean intervenidos, situación
desfavorable para los mapuche que solamente poseían palos y garrotes para defenderse. Evidentemente
estas “armas simbólicas de los milicianos del MCR de Lautaro y de otras localidades, no pudieron defender
las posiciones conquistadas frente a las metralletas y rifles de los patrones”.72 Una clara demostración de ello
fue lo acontecido precisamente en los predios Santa Ana y Las Piñas, donde la respuesta no se hizo esperar
y el mismo día por la tarde la Federación de Empleadores Agrícolas de Cautín y el Sindicato de Empleadores
Agrícolas de Lautaro, presidido este último por Carlos Podlech, organizaron un “Comité de Retoma” de 70
personas para recuperar a balazos los fundos. Entre los contra-revolucionarios estaban también Lorenzo
Taladriz, Carlos Barbas, Miguel Fuschloger, Luis Eguiguren, y otros.73 El “Comité de Retoma” cumplió su
finalidad sin dejar heridos y los terrenos fueron restituidos a los latifundistas. 5 indígenas fueron detenidos,
pero más tarde lograron su libertad debido a la inexistencia de pruebas para mantenerlos en ese estado.
En marzo el MCR reaparece al sur de Carahue, en la localidad de Nehuentúe, donde 51 trabajadores de
los fundos Nehuentúe y San Antonio, de Mario Alvarez y Sergio Álvarez correspondientemente, ocuparon
ambos predios (de 500 hectáreas aproximadamente cada uno) junto a sus familias y apoyados por
integrantes de asentamientos cercanos al lugar, ligados también al MCR, alcanzando en total una
cantidad de 500 personas. Los fundos fueron transformados conglomeradamente en el Campamento
Jorge Fernández, homenajeando al estudiante mirista fallecido accidentalmente producto del estallido
de un explosivo que transportaba en su bolsillo, en las cercanías del fundo Moncul.74
Durante el transcurso del año 1972 las ocupaciones de fundos efectuadas por el MCR continuaron
desarrollándose, al igual que las reacciones armadas de los comités de retoma. A mediados de abril en
la comuna de Toltén, 25 sujetos del MCR se tomaron el fundo Los Pinos de 1.200 hectáreas, exigiendo
la expropiación del predio, en ese momento en posesión de Abelardo Mora.75 Al día siguiente los
comités de retoma se dirigieron al fundo, hiriendo de bala a los mapuche Ignacio Antileo Calmunil,
Pascual Landeros Curilaf y Antonio Landeros Antileo. Los reaccionarios nuevamente lograron sus
objetivos y el fundo fue restituido a su propietario.76
La reacción violenta de los terratenientes se replica en Lautaro el 16 de mayo, cuando 30 agricultores
movilizados en 7 vehículos, fuertemente armados con rifles, carabinas, revólveres y metralletas,
retomaron el fundo Muco recuperado con anterioridad por comunidades mapuche ligadas al MCR.
El ataque del Comité de Retoma provocó heridas a 5 miembros de aquella organización, 4 de los
cuales fueron impactados por balas. Los militantes del MCR no estaban armados, por lo que el
ataque de los latifundistas no generó resistencia.77
Hacia los inicios de 1973, el campo chileno y especialmente la provincia de Cautín que
había sido el escenario de un movimiento social en ascenso en 1971, ha llegado a ser uno
de los bastiones de la contrarrevolución burguesa, uno de los centros de articulación de
plurales sectores sociales rurales, desde pequeños propietarios a la burguesía agraria,
implicados en un movimiento social anti-socialista.81
Por su parte, el movimiento social del campesinado indígena de Cautín ligado al MCR no tuvo muchas
manifestaciones durante 1973. Si bien a partir del mes de mayo se reanudan las movilizaciones para
recuperar tierras usurpadas, el MCR no estuvo involucrado en ellas. Su aparición recién se hará notar en
agosto, aproximadamente un mes antes del Golpe Militar que acabaría con su existencia. Los hechos
fueron noticiados de la siguiente forma:
78 El Diario Austral de Temuco ha sido constantemente utilizado como fuente de información para esta
investigación, ya que en sus páginas aparecieron muchos hechos protagonizados por el MCR, sin embargo,
es posible constatar una tendencia deslegitimadora hacia esta organización revolucionaria en sus escritos,
y por el contrario, una victimización de los dueños de fundos. No se ha querido profundizar en un análisis
exhaustivo de la prensa local porque lo significativo para esta investigación es recoger los hechos y evidenciar
el protagonismo del MCR en la movilización mapuche por la recuperación de tierras. Lo anterior no pretende
aminorar la importancia de un análisis de este tipo, sino que precisar los elementos necesarios para contribuir a la
reconstrucción de la historia del MCR en Cautín.
79 Rivera, op. cit. pp. 6-7.
80 Correa et al., op. cit., pp. 179-180.
81 Cancino, op. cit., p. 187.
El Diario Austral de Temuco en el mes de septiembre también contribuyó a preparar el ambiente para
que los militares entraran en acción, publicando noticias sobre la presencia de armas al interior del
Campamento Jorge Fernández en la localidad de Nehuentúe. Sobre lo mismo, enfatizó la existencia de
una supuesta escuela de guerrillas y una fábrica de granadas y bombas al interior del fundo. La noticia
salía a la luz después de un allanamiento realizado por militares del Regimiento Tucapel:
A partir de esta noticia y otras similares durante los siguientes días, se buscaba vincular al MCR con
una supuesta guerrilla rural que se estaba preparando al interior del Campamento Jorge Fernández.
Sin embargo, en honor a la verdad, el MCR no tenía preparado ningún tipo de lucha armada como la
que El Diario Austral quería hacer creer a la opinión pública. Más bien buscaba justificar públicamente
la necesidad de que las Fuerzas Armadas intervinieran los campos de Cautín para acabar con el MCR y
todo el movimiento social a favor de la Reforma Agraria. El Austral, como ya se ha dicho, era propiedad
de personeros del PDC que llamaban a frenar la “vía chilena al socialismo” y destruir todo intento de
transformación agraria que afectara al latifundio. Por tanto, en plena agudización de la lucha de clases,
los medios de comunicación como El Austral se posicionaron bajo los intereses de sus propietarios,
contribuyendo a justificar y legitimar a través de sus páginas la necesidad de la intervención militar para
acabar con los intentos de socialismo en el campo.
Contrariamente, Víctor Gavilán entrega una versión de los hechos que pareciera acercarse más a la re-
alidad de aquel entonces, y de lo que efectivamente ocurría al interior del fundo:
Era efectivo que allí existía una escuela de capacitación campesina, de formación política
y sindical, pero no un “centro guerrillero” como el Diario Austral de Temuco divulgó en
una publicación de aquella época. El fundo Nehuentúe había sido expropiado y se creó
allí el más grande de los complejos de producción agrícola de la provincia de Cautín (…)
Las fuerzas combinadas del regimiento Tucapel de Temuco y de la fuerza aérea crearon el
terror en Nehuentúe antes del golpe militar. Detuvieron a cerca de cien mapuche del área.
Fueron interrogados a golpes y simulacros de fusilamientos, sumergimiento forzado en las
aguas del río Trovolhue y picanazos en el cuerpo (…) Algunos mapuche fueron colgados de
la cintura, amarrados a los helicópteros, levantados y paseados por entre los árboles para
obtener información, amedrentar al resto y obligarlos a hablar. Nadie dijo nada. Todos
sufrieron estoicamente la represión (…) Allí no había escuela de guerrilleros, sólo mapuche
en pie de lucha, defendiendo su tierra y su cultura.84
Este testimonio permite evidenciar que el Golpe Militar fue preparado sistemáticamente antes del 11
de septiembre en Cautín, en ello incidieron directamente los latifundistas y su diario El Austral, el PN
y algunos personeros del PDC, además del regimiento Tucapel de Temuco, todos confabulados para
El 11 de septiembre de 1973 el coronel Hernán Ramírez asumió por orden de la Junta Militar el cargo
de Intendente. La existencia del MCR quedaba entonces sellada, se arrasaba con todo vestigio de
socialismo en el campo. El pueblo mapuche en particular sufriría duramente la reacción armada de los
militares y de la burguesía agraria insurrecta, bloque histórico que truncó violentamente el proceso de
recuperación del territorio ancestral.
Escenario nacional
Forzado por las luchas obreras y la avalancha de votos en blanco en las elecciones constituyentes, el
gobierno de la “Revolución Libertadora” (1955-1958) resuelve llamar a elecciones. En febrero de 1958 Arturo
Frondizi candidato de la Unión Cívica Radical Intransigente (en adelante UCRI), con el apoyo de sectores
peronistas97, triunfa sobre Balbín (Unión Cívica Radical del Pueblo, en adelante UCRP), y asume en mayo. Se
pone en marcha un plan económico desarrollista y una política denominada integracionista. Frondizi llega
al gobierno en medio de una lucha generalizada del movimiento obrero. A comienzos de 1958 se declara
una huelga de la construcción que se mantiene durante un mes. Bancarios y petroleros llevan adelante
importantes huelgas. Poco después, el gobierno decretó un aumento del 60% sobre sueldos y salarios;
aumento que fue devorado por un proceso inflacionario, al que se suma un aumento de la desocupación.
Un sector de la dirigencia gremial justicialista (62 Organizaciones98) consideró insuficiente la mejora,
pero decidió no realizar ninguna acción de fuerza, e incluso rechazó las acciones propuestas por
los 32 gremios99 en mayo de 1958. En agosto la relación entre el gobierno desarrollista y burocracia
sindical peronista alcanza su punto más alto con la sanción de la ley de Asociaciones Profesionales.
Entre mayo y septiembre, “pese a la cantidad de protestas de bancarios, judiciales, médicos,
empleados de correo, obreros de la carne y textiles (…) continuó el diálogo entre dirigentes peronistas
94 Conintes: Conmoción Interna del Estado. Permitía el juzgamiento de obreros por juzgados militares. Salas,
Ernesto, La Resistencia Peronista. La toma del Frigorífico Lisandro de la Torre, Buenos Aires, Ediciones Retórica y
Altamira, 2006.
95 Los comandos fueron organizaciones semiespontáneas y clandestinas de militantes peronistas que actuaron
durante el período de la resistencia.
96 Iñigo Carrera, N. Grau, M. I, y Martí, A., Agustín Tosco. La clase revolucionaria, Buenos Aires, Editorial Madre de
Plaza de Mayo, 2006, p. 59.
97 Tenía el apoyo de Partido Comunista, de los lonardistas de La Unión Federal, sectores importantes de la
democracia cristiana, intelectuales de izquierda.
98 Gremios Industriales; Metalúrgico, Textil, Carne, Alimentación; de energía: Luz y Fuerza y Petroleros del Estado;
algunos servicios básicos: portuarios, chóferes de ómnibus y tranvías, telefónicos, telegrafistas.
99 Gráficos, Bancarios, Unión Ferroviaria, Comercio.
En Argentina, donde desde 1955 la población explotada venía utilizando todos los métodos
de lucha contra la dictadura de Aramburu-Rojas, el triunfo de la Revolución Cubana alienta
a redoblar las luchas, esta vez contra el “desarrollismo” de Frondizi. Se desarrollan luchas por
reivindicaciones y (…) Frondizi, que ya había concretado los acuerdos con el imperialismo yanqui
para la explotación del petróleo, había liquidado el monopolio estatal de la enseñanza (…)104.
En este escenario, en enero de 1959, se produce la huelga “semiinsurreccional” producto de la privatización
del frigorífico municipal, acontecimiento que marcó un punto de inflexión entre el movimiento obrero
y el gobierno105. En medio de la caída de los haberes, recesión fabril e incremento de la represión sobre
el activismo obrero, se realizaron protestas y medidas de fuerza a lo largo de 1959. El reclamo era la
mejora de salarios en el marco de la renovación de los convenios colectivos de trabajo.
Escenario provincial
Aproximación a la estructura económica en la década del 50’ del siglo XX106
En 1955, el total de la población en la provincia de Salta alcanza los 368.643 habitantes, con una
población urbana que representa el 47,4% y la rural un 52,6%. Esto indica que a mediados de los ’50 la
100 Schneider, Alejandro, Los compañeros. Trabajadores, Izquierda y Peronismo. 1955-1973, Imago Mundi. Bs.
As; 2005 p. 117.
101 Octubre de 1958; Huelga general contra el aumento del costo de vida, convocado por el Plenario Nacional de
las 62 Organizaciones.
102 Schneider, op. cit., p. 118.
103 Se producía la primera experiencia guerrillera en Argentina, la de Uturuncos en Tucumán en 1959. Salas,
Ernesto, Uturuncos, Buenos Aires, Biblos, 2003.
104 Cerro, Federico (1974) “De Perón al Cordobazo” en Historia del Movimiento obrero. Nº 92. CEAL. Bs. As., p. 200.
105 Ver Salas, op. cit.
106 Correa, R et al., “Tendencias de la formación económico–social durante el primer peronismo en Salta, 1946 –
1955”, en: Revista de la Escuela de Historia, año 2, vol. 1, año 2003, Universidad Nacional de Salta. *Correa, R et al.
“Notas para el estudio histórico de la clase obrera en Salta, 1904-2003”. En A cien años del informe BIALET MASSÉ.
El Trabajo en Argentina del siglo XX y albores del XXI. Tomo II. Jujuy. 2007. Unidad de Investigación en Historia
Regional. Universidad Nacional de Jujuy. *Soler, A y Abrahan, C. “Tendencias en el movimiento de la estructura
económica-social de la provincia de Salta 1960-1980”. Ponencia en las XII Jornadas de Investigación y Docencia de la
Escuela de Historia. Salta. Diciembre de 2011. Universidad Nacional de Salta. Facultad de Humanidades.
Situación política
Entre 1955 y 1960 en Salta, podríamos identificar al menos dos procesos importantes. Por un
lado, la participación de la provincia como uno de los espacios en que las acciones agrupadas bajo la
denominación de “Resistencia Peronista” se desarrollan con intensidad. Ese proceso que involucró incluso
a las fuerzas armadas halló su máxima expresión en Salta (sede del Comando de la V División y luego del
IV Cuerpo del Ejército) con el copamiento de diversas unidades militares, como el protagonizado por el
líder peronista Tomás Ryan y el teniente coronel Escudé en Tartagal, en noviembre de 1960107. En segundo
lugar, la proscripción del peronismo coexistía con fuertes disputas al interior del radicalismo salteño, lo
que permitirá que las elecciones realizadas en febrero de 1958 dieran el triunfo a la UCRI con el 75% de
los votos a favor108, presentándose como la primera fuerza política en la provincia por encima de la UCRP
y la Unión Provincial (en Salta los votos en blanco no habían sido de significación). Esto se produce luego
de que los peronistas salteños reunidos en el Partido Blanco renunciaran a las candidaturas propuestas
para la gobernación (Miguel Ragone–Rubén Fortuny), y dieran el apoyo a la UCRI, cuya fórmula electoral
era encabezada por el frondizista–yrigoyenista Bernardino Biella109, importante empresario salteño.
Como parte de una actividad que comprendía la instalación de depósitos de frutas, obrajes, bodegas,
planta automática de fraccionamiento de vino, industria de construcción de bloques livianos, en 1957
junto a Roberto Romero y a Jorge Raúl Decavi, Biella había fundado la empresa Horizontes para la
adquisición del diario El Tribuno (en adelante ET), expropiado al peronismo apenas iniciada la Revolución
Libertadora. En contraposición, la UCRP liderada por José María Saravia y Pablo Outes, se expresaba a
través del diario El Intransigente (En adelante EI), bajo la dirección de David Michel Torino.
Sobre la situación económica de la provincia al momento que se desarrolla la huelga de Corralito, el
diario opositor señalaba el alto déficit y el agravamiento de éste debido al permanente incremento de
la burocracia estatal, concretamente por la realización de 1500 nombramientos en un año.
En la misma línea seguida por el gobierno nacional, el gobierno de Biella110 establece en primera instancia
buenas relaciones con el sindicalismo, a quienes devuelve el local de la CGT, y con la militancia peronista,
restituyendo puestos de trabajo a quienes habían sido dejados cesantes después del golpe de estado de 1955.
Apenas iniciado el año 1959 se puso en marcha el “plan de estabilización” o “de austeridad”, en
correspondencia con lo anunciado por el gobierno central. Según la prensa local este implicaba un recorte y
Según la prensa, una revisión posterior permitió determinar que se habían hecho 39 tiros de carabina y
pistola 45, sin embargo los testigos ocasionales señalaban que fueron muchos más. Ante la represión
policial los obreros se desbandaron: algunos retrocediendo, otros buscaron refugios en los matorrales
vecinos, árboles y casas de las cercanías para protegerse del tiroteo que en esos momentos arreciaba,
como consecuencia de haberse sumando la descarga de soldados que estaban en el puente y la policía
que estaba en el local de la comisaría del otro lado del río. “Las escenas de terror menudearon, en medio
de la desesperada carrera de fuga de la columna que se deshizo dejando en el trayecto como jalón
trágico, el cuerpo retorcido de dolor de los heridos”134. Un testigo relataba que
la confusión y la gritería fue terrible. Yo solo atiné a llevar a la chica que tengo adentro
poniéndome a buen resguardo, pues las balas silbaban por todos lados. Después solo pude
mirar cuando se levantaban los heridos y que los manifestantes se dispersaban por el monte135.
Otro testigo observó “pasado el primer tumulto (…) numerosos heridos en el suelo al cual el personal
de Aguas y Energía prestó ayuda”. Según la prensa, la policía no se limitó a fusilar a los obreros, habría
perseguido a algunos de ellos, ya que se encontraron rastros de balas a 200 metros del lugar. Una
lugareña señalaba: “estaba un hombre herido tratando de refugiarse detrás del horno, pero fue prendido
por un agente que corría tras él haciendo disparos”136. Para el diario El Tribuno, la policía fue la encargada
de trasladar a los heridos a la sede de la empresa CEDOSA, para el diario El Intransigente, los había
“secuestrado”, en donde se les practicaron los primeros auxilios, siendo luego trasladados a la Capital.
Mediante un comunicado, la policía señaló:
en primera instancia efectuó disparos al aire con el fin de amedrentar a los agresores sin
resultado alguno. Ante un nuevo ataque, la policía se vio obligada a repeler la agresión en
Luego de los enfrentamientos, policías que habían participado de los hechos declararon que los
manifestantes pretendieron arrancarles las armas. Existen diferentes versiones en la prensa y los
testimonios acerca de la utilización de dinamita por parte de los obreros contra la policía. Otros
testimonios agregaban disparos con armas de fuego por parte de los obreros138. Para un representante
de la empresa, antes del ataque de la policía, “se escuchó una detonación sorda. No era precisamente
lo que produce la deflagración de las armas largas o cortas. Evidentemente se trataba de dinamita,
de poco poder y de peligrosidad relativa”139. Para otro empleado de CEDOSA, “elementos agitadores
parecen dispuestos a causar el mayor daño posible a los obreros, no defienden sus derechos, están
defendiendo posiciones políticas y créanme, que en esto no está ajeno el elemento comunista”. De la
misma forma, la Policía denunciaba la participación de “activos dirigentes comunistas”. Sin embargo,
informantes del diario EI minimizaban su papel, declarando que “es risible que se recurra a un sambenito
tan socorrido para proceder a la brutalidad con que se hizo la represión”140.
La Cámara de Diputados constituyó una comisión con la participación de todos los “sectores políticos”
que se dirigió a Corralito encargada de investigar los hechos141. El gobierno provincial también dispuso
una investigación a cargo de Julio C. Huidobro Saravia de la Fiscalía de Estado, para encontrar los
responsables y establecer si la intervención policial había excedido o no la legítima defensa; los oficiales,
suboficiales y agentes fueron relevados de sus funciones hasta finalizada la investigación. También se
hablaba del relevo del Jefe de Policía de la provincia, Hugo Isola.
Sin embargo, El Tribuno, diario del gobernador, en la voz de un redactor anónimo, aseguraba que “se
encontraron en el lugar del tiroteo, dos cartuchos de dinamita. Se sabe que se procedió a prohibir la venta
de bebidas alcohólicas constatando la policía grandes existencias”. Intentando inculpar a los obreros
señala: “la primera impresión de la autopsia practicada al cadáver del obrero Llanes da el indicio de que la
bala que se incrustó en su corazón no pertenece a carabinas ni pistolas de la policía”142. Resulta interesante
que la autopsia del obrero asesinado concluyó que éste fue alcanzado por un proyectil disparado a media
distancia que penetró por el costado izquierdo del tórax, a la altura del corazón, indicio de que se trató de
un fusilamiento143. Mientras que dos heridos graves, presentaban heridas en la cabeza y el tórax.
El mismo día de la represión, por la noche, se reunió la CGT convocando a un plenario para el día 15 para
tratar sobre la situación “creada a raíz del derramamiento de sangre en Corralito”144. El secretario general
de la Unión Obrera de la Construcción (en adelante UOC), Juan Carlos Montero que había obtenido su
libertad, acompañado por otros dirigentes145, hizo llegar a la prensa un comunicado en donde repudiaba
la represión policial, solicitaba la libertad de los dirigentes todavía detenidos y la investigación sobre los
responsables de ordenar “fusilar” a los obreros.
A las 17 horas llegó a Corralito el gobernador de la provincia Bernardino Biella, el Ministro de Gobierno y
otras autoridades. En conversación con el gobernador de la provincia en el lugar de los hechos, Monteros
realizó una comparación histórica entre dos luchas obreras y las respectivas represiones en la provincia: la
de abril de 1949 y la de reciente desarrollo146. Deslindando responsabilidad política del gobernador, declaró:
Sobre la influencia del comunismo, el sindicalista declaró: “Nada tienen que hacer los comunistas. En
este campamento, los comunistas no llegan al 20%”. Estas declaraciones de Monteros publicadas en
El Tribuno fueron desmentidas días después por el propio Monteros en una reunión en la CGT que
preparaba la huelga del 19 y 20 de enero en repudio a la represión148.
fue resuelto en asambleas democráticas y sin presión de nadie, y que todo lo ocurrido demuestra
que los repudiables atropellos cometidos por las autoridades policiales con beneplácito del jefe
de policía y el gobierno de la provincia ha tenido un origen netamente gremial149.
Además, repudiaron la represión y adhirieron al duelo las siguientes entidades gremiales y políticas:
Sindicato Obrero de la Construcción, Unión Obrera Metalúrgica156, Obreros de Arquitectura de la
Provincia, Unión de Trabajadores Gastronómicos, Centro de Empleados y Obreros de Comercio, Centro
Socialista de Salta (secretaría Solari) y Partido Socialista –federación Salta– Jujuy.
El día 21 de enero, la empresa CEDOSA convocó a los obreros a reiniciar las obras de la Usina. A quince
días del conflicto, la empresa comunicó al gobernador que los trabajos en Corralito se realizaban con
normalidad, empleando 600 obreros a los que se les había liquidado las deudas por aguinaldo y
licencia. Sin embargo, la UOC señalaba que la normalidad de las tareas en Corralito se debía a la fuerte
custodia policial desde la misma noche de los hechos. Allí mismo reclamaban que aún continuaban
presos los obreros Lobo y Belmar Mora157. Finalizaba con un petitorio por el que se reclamaban: pleno
derechos sindicales en los lugares de trabajo; libertad a los presos; inmediato retiro de las fuerzas
policiales de la zona; castigo a los participantes de la represión a los obreros de Corralito; indemnización
por parte del Estado a los muertos y heridos. La UOC agradeció a la Liga Argentina de los Derechos del
Hombre, CGT, diarios locales, y partidos políticos.
155 EI, 15 de enero de 1959. El comunicado dejaba trascender las diferencias entre la UOC y el MUNOC cuando
hacía referencia a la “anarquía” existente en el gremio.
156 Mariano Russo y Nicolás Concha.
157 ET, 23 de enero de 1959.
158 Bellido, delegado regional de la CGT. Ignacio Carral, subdelegado regional.
159 EI, 17 de enero de 1959.
Conclusión
La huelga de Corralito se inscribe en un marco de determinadas relaciones de fuerzas: objetivas
(cambios en la estructura económica de la provincia y el capitalismo en la Argentina); internacionales
(proceso revolucionario cubano) y políticas nacionales (resistencia obrera y proscripción del peronismo
en un marco de represión del Estado). Esta conceptualización se inscribe en una perspectiva de análisis
referida a la lucha librada por los obreros. En el trabajo se registran una serie de antecedentes de las
luchas entabladas por los obreros de la construcción de la usina de Corralito, por ejemplo, las de 1957 y
1958 (militarización por envío de dinamita para la Resistencia y reclamos por diferentes reivindicaciones
laborales). El enfrentamiento puede sintetizarse en cuatro etapas: La primera etapa, se inicia con el
reclamo por salarios atrasados con amenaza de huelga, que es suspendida en principio por la mediación
entre el Estado y cuadros sindicales. Del desarrollo de los hechos se desprende que las bases obreras
desconocen la negociación y convocan una asamblea como forma de organización, en donde se discute
la forma de lucha a seguir (trabajo a desgano) y sus objetivos. La segunda etapa de la lucha consiste en
una huelga con movilización por solidaridad con los delegados detenidos. Esto no quiere decir que las
reivindicaciones anteriores dejan de existir sino que se suma a ello la solidaridad obrera. La solidaridad
se vincularía a las relaciones sociales establecidas entre fracciones y capas de los obreros de la usina.
Grupos importantes de ellos, comían, descansaban y vivían en campamentos del lugar. Sus diferencias
y discusiones políticas se socializaban desde hacía mucho tiempo, desde el inicio de la construcción
de la obra. Así, la usina se constituía en una “comunidad de trabajo” donde el mismo influía en su
vida, intereses y conciencia. En esta misma etapa nos encontramos con la concentración de obreros,
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“Tendríamos que remontarnos más allá, y continuadores de Tupaj Katari, por eso
cuando se levanta Tupaj Katari, cuando los enarbolamos su bandera, como también su
indios cercan La Paz y matan a los españoles pensamiento medular, el indianismo, que
(…) Es el único hombre que hizo temblar a también nos han transmitido nuestros
la corona española de esa época. Y murió mayores, nuestros abuelos”.
descuartizado por cuatro caballos. Pero
dejó una herencia, una herencia inmortal. Felipe Quispe.
Nosotros nos consideramos como seguidores
En los últimos años en sud América, lo que se conoce genéricamente como “movimientos indígenas”
ha adquirido gran notoriedad. Entre estos movimientos, el que más influye a nivel continental, tanto
en la producción simbólica y discursiva, es el de los aymaras desde Bolivia. En distintos espacios,
consignas y símbolos producidos y posicionados por los movimientos políticos aymaras son tomados
por otros “movimientos indígenas” en el continente. Muchas veces esta toma es acrítica y se acerca
mucho a la imitación. No quiero decir que se trate de un “robo”, como se suele decir de las danzas que
los aymaras han posicionado en Bolivia. Lo que quiero resaltar es que se toma mucho de lo que los
movimientos aymaras han producido en Bolivia pero no se conoce ni se estudia los procesos de lucha
en los que tales artefactos simbólicos y discursivos han sido producidos.
Esto es un problema, considerando la gran influencia de los movimientos indígenas de Bolivia en
otras latitudes, en la medida de que se pretende tomar como ejemplo a este país sin tener claro los
antecedentes, las luchas que precedieron y prefiguraron la llegada de un “indio” a la presidencia.
No se trata simplemente de apuntar los hechos pasados que son escondidos deliberadamente
por varios “especialistas” en temas “indígenas”. Lo que se debe hacer es asumir esas experiencias
pasadas, reflexionar sobre ellas, en función de clarificar nuestras acciones políticas en el presente,
sin dejar de lado, claro está, los contextos.
En este pequeño trabajo apuntaré algunas reflexiones referidas al indianismo, que espero sirvan como
“pistas” para quienes están interesados en esclarecer el proceso de lucha de los aymaras en Bolivia. El
problema que me interesa ahondar es el de la historia, la identidad y su importancia en la lucha, esto,
centrándome en la experiencia política indianista de los aymaras. Para esto es necesario referirse a un
par de problemas que obstaculizan la reflexión sobre los temas planteados. Estos problemas son: lo
“ancestral” o “milenario” como idea, lo “antioccidental” como actitud y la “pureza” como requisito y
prueba de “autenticidad”, todas estos problemas muy relacionados entre sí.
Se dice y se cree que lo “indígena” es algo ancestral y el “indígena” es portador de esa ancestralidad.
Sin embargo, esa creencia logra peligrosamente opacar los procesos de lucha, las contradicciones y los
modos actuales de “ser” de los “indios”, pues se supone ciegamente que todo fue y es continuación
repetitiva de lo ancestral o milenario. Lo que se logra es “echar una cortina de humo” sobre los procesos
de construcción ideológica, de interpretación de la realidad, de formación de movimientos políticos a
partir de la identidad y de propuestas de análisis que tienen como eje el factor colonial. Por lo mismo se
puede decir que en estos tiempos es un ejercicio muy común, con respecto a los “indígenas”, esquivar
el trabajo de historización y esto en nombre de lo “ancestral” o “milenario”.
Otro problema que sale a relucir es el de lo “antioccidental”, un actitud muy común en personas que
buscan afirmar una identidad. En esto hay que considerar que la propia dominación colonial europea,
occidental, ocasiona rechazo y repulsión. Sin embargo estas reacciones pueden diferenciarse, unas son
163 La Paz, Bolivia. Estudiante de Ciencias Sociales en la Universidad Mayor de San Andrés y miembro del
Movimiento Indianista Katarista (MINKA). c.macusaya@gmail.com
164 Entiendo por sujeto racializado a quienes, por el proceso de colonización, son identificados como “indios”,
como seres de “otra” raza.
Apaza únicamente se refiere al katarismo, pero hay que señalar, por ejemplo, que Constantino Lima166,
militante indianista, fue uno de los fundadores del MUJA y del MITKA (Movimiento Indio Tupaj Katari).
Más allá de esta observación, hay que apuntar que el “estado nacionalista” reactualizó los mecanismos
racistas de diferenciación que la colonia había forjado. En contexto del fracaso del proyecto nacionalista,
“la estrechez del mercado laboral moderno, incapaz de acoger a la creciente migración, habilitará un
espacio de naciente disponibilidad para el resurgimiento de la nueva visión del mundo indianista”167.
El personaje más destacado en este periodo es sin lugar a dudas Fausto Reinaga, quien el año 1962
fundara el Partido Indio de Aymaras y Quechuas (PIAK), que años después cambiará el nombre por
el de Partido Indio de Bolivia (PIB). Este personaje es fundamental pues será él quien mejor logre
articular el sentido de la identidad, la historia y la lucha. Reinaga nació en Macha, Potosí, el año de 1906;
aprendió a leer y escribir a la vez de aprender el castellano, a los 18 años; se graduó como abogado de
la Universidad San Francisco Javier de Sucre; ha escrito más de una treintena de libros168 y varias de sus
ideas son asumidas, aunque muchas veces no se lo menciona.
Lo que haré en adelante es destacar la importancia de Reinaga y en específico de sus ideas indianistas
en los movimientos aymaras. En general se puede decir que lo que hace el indianismo de Reinaga es: 1)
establecer como eje de análisis la condición colonial, 2) reelaborar una “contra-historia” que incida en la
acción política, 3) prefigura un proyecto descolonizador fundado en la comunidad-ayllu, y 4) asumir la
forma partido a partir de la condición del sujeto racializado. Pasemos a exponer los aportes del indianismo:
165 La cita la extraigo de la Memoria “Simposio indianismo-katarismo, izquierda y desafíos políticos en Bolivia”,
p. 36, evento realizado en La Paz, el 20 de julio de 2013. Álvaro García Linera dice sobre el mismo punto:
“Los primeros fracasos de este proyecto de modernización económica y de nacionalización de la sociedad se
comenzarán a manifestar en los años 70, cuando la etnicidad, bajo la forma del apellido, el idioma y el color de
piel, será reactualizada por las élites dominantes como uno más de los mecanismos de selección para la movilidad
social, renovando la vieja lógica colonial de enclasamiento y desclasamiento social que se tenía, junto a las redes
sociales y a la capacidad económica, como los principales medios de ascenso y descenso social”. García Linera,
Álvaro, “Indianismo y Marxismo. El desencuentro de dos razones revolucionarias”, en El Viejo Topo, España, n° 24,
2008, pp. 48-55. Disponible en internet http://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=2518394; del mismo
autor, Potencia Plebeya, La Paz, Instituto Internacional de Integración del Convenio Andrés Bello, s. a., p. 279.
166 Véase el artículo de Portugal Mollinedo, Pedro, “Memorias de un luchador indianista”, Pukara, n° 32, 2008.
pp. 6-7.
167 García, Potencia…op. cit., p. 279.
168 Los datos apuntados se tomaron del folleto “Fausto Reinaga su vida y sus obras” de Hilda Reinaga. Sobre la
vida de Reinaga podemos mencionar los siguientes trabajos: “Fausto Reinaga Kaymari Jatunk´a” de Humberto
Mata (escritor ecuatoriano quien hace una biografía de Reinaga hasta finales de los años 60); y “El Indio Fausto
Reinaga” de René Ticona, en revista MINKA, 2010. García Linera dice que “Fausto Reinaga es el intelectual más
relevante e influyente del indianismo de todo este periodo histórico (el autor se refiere al periodo del indianismo
que él llama formativo). Su obra está dirigida a construir una identidad, y en la medida en que no hay una
identidad colectiva que construir, por lo menos en un inicio, más que afirmándose frente y en contra de las
otras identidades, el indianismo de esta época no sólo se diferenciara de la “otra” Bolivia mestiza y colonial, sino
también de la izquierda obrerista, fuertemente asociada al proyecto homogeneizante y modernista de estado
nacionalista”. García, Potencia…op. cit., p. 280..
169 Reinaga, Fausto, La Revolución India. La Paz, s. e., 2007, p. 53. Mariátegui decía: “Esperar la emancipación
indígena de un activo cruzamiento de la raza aborigen con los inmigrantes blancos es una ingenuidad anti
sociológica, concebible sólo en la mente rudimentaria de un importador de carneros merinos”. Mariátegui, José
Carlos, Siete Ensayos de Interpretación de la realidad Peruana, Lima, Colección obras completas, volumen II,
Biblioteca Amauta, s. a., p. 41.
170 Reinaga, op. cit., p. 72.
171 Ibídem, p. 158.
El indio que es la fuerza viva y total del país, no puede quedar por más tiempo sin di-
rección política… y no parará hasta tener su cerebro en su cabeza y su conciencia en su
alma… busca su meta vital183.
El factor de las diferenciaciones racializadas que se dan en Bolivia, será el eje a partir de cual se busque
organizar un partido. No será la condición económica, la ubicación en el proceso de producción, el
aspecto que guía la organización del partido, será la condición de sujeto racializado. De tal condición
se partirá y será el eje básico a partir de cual se tratarán de organizar los partidos indianistas. El aspecto
determinante en la construcción del partido y de la unidad india, será la condición colonial: “su pasado y
presente son factores de cohesión. Y su porvenir le plantea un solo problema: el de su liberación”184. No
se deja de lado el hecho de que entre los indios haya diferenciaciones en términos de clases sociales:
“En la raza india inclusive hay clases económico-sociales antagónicas”185, pero en la lectura indianista,
el estatus político de indio es el eje a partir del cual se debe proyectar la acción y la organización política.
El afán de lograr consolidar una organización política, estará acompañado de un proceso de debate y
de discusión que incidirán en la formación de una intelectualidad aymara.
Los cuatro anteriores puntos, resumen, aunque de manera deficiente, los aportes del indianismo.
Estas ideas han influenciado en la formación de organizaciones “indígenas”, como en la formación de
una intelectualidad aymara. El indianismo de Reinaga es fundamental para comprender el proceso
de lucha de los aymaras en Bolivia y fundamentalmente, para acercarse a los planteamientos y
cuestionamientos que desde los “indios” se han ido posicionando hasta nuestros días. Dejo de lado
varios otras asuntos muy importantes, como las divergencias entre indianistas y kataristas, la forma en
la que las ONG’s fueron domesticando el discurso indianista o la formación de una guerrilla indianista-
marxista (Ejército Guerrillero Tupaj Katari, EGTK).
180 Bajo la influencia de Reinaga se fundaron varios partidos, entre ellos, el Movimiento Indio Tupaj Katari
(MITKA), el Partido Indio (PI) y el Movimiento Indígena Pachacuti (MIP). Sobre la participación electoral de los
partidos indianistas y kataristas, puede verse el artículo de Coca Suárez, Paúl Antonio, “Elecciones y candidatos
indígenas en Bolivia”, Pukara, n° 42, 2009. pp. 6, 7 y 8.
181 Ibídem, p. 308.
182 José Carlos Mariátegui en Siete Ensayos de Interpretación de la realidad Peruana, plantea algo similar: “La
solución del problema indio tiene que ser una solución social. Sus realizadores deben ser los propios indios”, p. 50.
183 Reinaga, op. cit., pp. 338-339.
184 Ibídem, p.169.
185 Ibídem, p. 121.
En los últimos años en Chile el multiculturalismo se ha posicionado en las políticas de Estado como
la forma de resolver los conflictos históricos con las sociedades indígenas. La posibilidad de reproducir
la otredad en contexto capitalista fue una solución que acomoda a nuestras burguesías nacionales. Una
solución que fomentara, incluso económicamente, la reproducción de la “cultura ancestral” por medio
de la realización de ceremonias, celebraciones, se ha transformado en una posibilidad para mantener
la condición de dominación, ensombrecida en las pancartas del respeto y la tolerancia. Ahora bien,
esa tolerancia tiene un límite, ya que cuando ese pueblo humillado por décadas no se contenta con el
respeto, y pasa a constituir organización para la autonomía y recuperación territorial, brotan las viejas
fórmulas represivas de la dominación. Ya que, como señala Héctor Díaz-Polanco, “el multiculturalismo
se ocupa de la diversidad en tanto diferencia cultural, mientras repudia o deja de lado las diferencias
económicas y sociopolíticas”187. Bajo este contexto, ¿cómo denominar la situación indígena hoy?, ¿qué
matriz teórica nos permite una crítica contundente al multiculturalismo?, ¿la situación del pueblo
mapuche en particular se supera con políticas culturalistas e inyectando más recursos, o es necesario
un nuevo pacto social, político, cultural y económico que diluya nuestra condición colonial? El presente
trabajo no tiene la intención de responder cada una de estas preguntas, pero sí aportar en la constitución
de un pensamiento crítico de la situación mapuche, que intente buscar hilos de unión entre las luchas
de los pueblos pobres y los pobres de los pueblos.
Para generar esa crítica al multiculturalismo, me valdré esta vez de distintos aportes del marxismo, tal
como el desarrollo desigual y combinado, la teoría centro-periferia, el proceso de acumulación originaria
y el colonialismo interno, los cuales me permitirán reflexionar sobre la condición política y económica
colonial en la que se encuentra la sociedad mapuche, que por lo demás no es el único actor afectado
por la actual formación económico-social, ya que el desarrollo articulado del capital permite, hoy más
que nunca, distintas formas de relaciones sociales, que el capital llama a fragmentar, pero que al final
del día responden a la misma totalidad, el modo de producción capitalista. El desafío entonces es
potenciar un análisis que vincule luchas, comprendiendo sus diferencias, contra enemigos comunes.
186 Estudiante de Maestría en Historia y Memoria, Universidad Nacional de La Plata, UNLP, Argentina. Miembro
de la Comunidad de Historia Mapuche. alvarado.lincopi@gmail.com
187 Díaz-Polanco, Héctor, Elogio de la Diversidad. Globalización, multiculturalismo y etnofagia, México, Siglo
XXI, 2006, p. 173.
Es decir, las luchas del proletariado industrial inglés no podían realizarse bajo la condición colonial
de Irlanda, de este modo la unión de las luchas era primordial para la misma clase obrera. Al mismo
tiempo Marx reconoce una traba cultural que hace más complejo la emancipación de clase obrera
inglesa y de la nación Irlandesa, cuando indica que:
el obrero inglés ordinario detesta al obrero irlandés (…) se siente, por su parte, miembro
de una nación dominante, cosa que lo hace instrumento de sus aristócratas y capitalistas
contra Irlanda y consolida con ello el poder de éstos sobre él mismo189.
Con ello, Marx da cuenta de una preocupación, si bien sucinta en su extensión pero profunda en el
análisis, de la cuestión nacional, de la importancia de estas luchas y de la necesidad de comprender
también culturalmente las tácticas para la acción, ya que la expansión del capital por todo el mundo no
equivalió nunca a una homogeneización de la clase obrera.
Dicho esto, intentaré una reflexión, desde el marxismo, al colonialismo político y económico que
sufre la sociedad mapuche desde 1880. Para ello, generaré un análisis que vaya bajando de escalas
de observación, desde qué entiendo por capitalismo, cómo ello se vivencia en América Latina, hasta
finalmente dar cuenta de su expresión material y de poder en Ngülumapu190.
188 Marx, Karl, “Correspondencia a Sigfrid Meyer y August Vogt, 9 de Abril de 1870”, en Karl Marx y Friedrich Engels
Acerca del Colonialismo, Ediciones Terramar, Buenos. Aires, 2009, p. 136
189 Marx, op. cit., p. 135.
190 Territorio histórico mapuche del lado oeste de la Cordillera de los Andes, es decir lo que hoy es el centro-sur
de Chile
191 Sombart, Werner, “The Quintessence of Capitalism: A Study of the History and Psychology of Modern Business
Man, Londres”, 1915. Citado en Kaye, Harvey, Los Historiadores Marxistas Británicos, Universidad de Zaragoza,
1989, p. 31.
192 Weber, Max, “La ética protestante y el espíritu del capitalismo”. Citado en Kaye, op.cit.
193 Pirenne, Henri, “A History of Europe”, 1958. Citado en Kaye, op. cit., p. 32.
194 Marx, Karl, “Capitulo XXIV. La llamada acumulación originaria”, El Capital. En línea: http://www.marxists.org/
espanol/m-e/1860s/eccx86s.htm
195 Ídem.
196 Ídem.
cuestión que sabe muy bien el pueblo mapuche, dado que el despojo territorial, fue una empresa
colonial que se consolidó en manos de la fuerza militar de los Estados de Chile y Argentina. Ahora bien,
el proceso descrito tiene sus particularidades, “su historia presenta una modalidad diversa en cada
país, y en cada una de ellos recorre las diferentes fases en distinta gradación y en épocas históricas
diversas”198, por tanto no podemos, y no es mi intención, trasplantar el análisis que hizo Marx sobre
Inglaterra, para América Latina, ni por extensión a la Araucanía. Pero dejemos por sentado en un primer
término que el modo de producción capitalista necesita dos cuestiones fundamentales: por un lado
la expropiación de la propiedad de la tierra y su concentración en pocas manos, y por otro lado una
división social del trabajo, en donde unos son los propietarios y otros fuerza de trabajo.
197 Ídem.
198 Ídem.
199 Devés, Eduardo, El pensamiento latinoamericano en el siglo XX, Buenos Aires, Biblos, Argentina, 2003.
200 Íbidem, p. 142.
201 Ver Luxemburgo, Rosa, La Acumulación de Capital, Ediciones Terramar, Argentina, 2007, pp. 83-91.
202 Vitale, Luis, Historia comparada de los pueblos de América Latina, Tomo III. En línea: http://mazinger.sisib.
uchile.cl/repositorio/lb/filosofia_y_humanidades/vitale/obras/sys/aaml/a/t3s.pdf, p. 5.
203 Vitale, Luis, Hacia el enriquecimiento de la teoría del desarrollo desigual y combinado de Trotsky. En línea:
http://www.archivochile.com/Ideas_Autores/vitalel/8lvc/08lvteohist0002.pdf
de este modo, el desarrollo del capitalismo en América Latina, fue de alguna manera inducido,
provocando un nuevo tipo de relaciones sociales capitalistas, en donde no siempre priman
relaciones salariales, como ocurrió en gran parte de Europa, ya que el proceso latinoamericano
no obedeció a la acumulación de fuerzas que llevaran a la consolidación de un capitalismo
modernizador e industrial, sino el paso a este modo de producción, fue condicionado e incitado
por el capitalismo central al periférico, así explicaciones de transición de etapas feudales a
capitalistas, o de etapas tradicionales a modernas, quedan obsoletas, por el hecho de que en el
continente se vivió el proceso de desarrollo capitalista de forma original y específica, en donde,
insistimos, se articularon de forma multilineal, diferenciadas y combinadas formas de relaciones,
que al final del día estaban en función del régimen capitalista. Siguiendo la misma idea, Mauro
Marini, criticando la utilización del concepto “pre-capitalista”, señala que
La idea, más allá de la utilización de conceptos que por hoy parecerían vetustos, es que la configuración
económica de los países periféricos tiene características particulares, como por ejemplo, una
organización de la fuerza de trabajo no homogénea, sino combinada, en tanto la proletarización no será
la única relación social que potencie el capitalismo, ya que otras formas de relaciones se articularán a
ésta, permitiendo que el capital siga reproduciéndose.
204 González Casanova, Pablo, “El desarrollo del capitalismo en los países coloniales y dependientes”, en
Sociología de la explotación, Buenos Aires, Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales CLACSO, 2006, p. 222.
205 Marini, Ruy Mauro, “Consideraciones metodológicas sobre la aplicación del marxismo en América Latina”, en
Löwy, Michael, El marxismo en América Latina, Santiago de Chile, LOM, 2007, p. 508.
206 Trotsky, León, Historia de la Revolución Rusa, Tomo I. En línea: http://www.marxists.org/espanol/
trotsky/1932/histrev/tomo1/cap_01.htm
el poder es una peculiar relación entre hombres (individuos, grupos, clases sociales o
naciones) en la que los términos de ella ocupan una posición desigual o asimétrica. En las
relaciones de poder, el poder de unos es el no poder de otros209.
Entonces digamos que el poder no es una relación descontextualizada, y que en este sentido, pensar el
poder como un problema fuera de condiciones materiales e históricas sería una inadvertencia.
A partir de lo anterior, podríamos llegar a señalar que explotación y dominación, si bien son categorías
de análisis distintas, no podemos pensarlas en particular, lo cual nos permitiría, para el caso mapuche,
señalar que la pérdida de la autonomía política, derivada de una invasión militar y la posterior instalación
de la burocracia estatal chilena y argentina, no puede desarraigarse del fenómeno de explotación de la
207 Ferreira, Javo, Comunidad, Indigenismo y Marxismo, Ciudad del Alto, Ediciones Palabra Obrera, 2010, p. 84.
208 Sánchez, Adolfo, Entre la Realidad y la Utopía, México, Fondo de Cultura Económica, 2000, p. 29.
209 Ídem.
En suma, podríamos señalar que la expansión y consolidación capitalista, generó condiciones originales
de explotación y dominación contra el pueblo mapuche, las que podríamos identificar como coloniales,
en tanto existe una pérdida de autonomías políticas y económicas, con la consiguiente dependencia
a la estructura político-burocrática y al mercado interior capitalista. Finalmente, tal situación obedece
al desarrollo combinado y articulado del sistema económico, el que permite, por un lado, el desarrollo
de una naciente burguesía agraria, y por otro, a un sector extenso de trabajadores asalariados, peones,
colonos pobres, y mapuche sometidos a un entramado social de características coloniales.
Palabras finales
Hoy el multiculturalismo en boga intenta imponer una compresión histórica del desarrollo
capitalista en la región. Señalan que el problema sustancial entre poblaciones indígenas y “sociedad
mayoritaria” estaría en el encuentro cultural desigual originado durante la modernización estatal
y económica de la segunda mitad del siglo XIX. Con ello intentan orientar una lectura del pasado
que permita solucionar los conflictos actuales por medio del reconocimiento de aquellos rasgos
culturales negados por las elites decimonónicas. Pero la cuestión, como intenté argumentar, tiene una
profundidad difícil de sortear con medidas culturalistas, dado que la configuración del capitalismo en
América Latina abrió desde aproximadamente 1850 un tipo de relación económica que alimenta la
reproducción del capital, por medio de la negación de las poblaciones indígenas o la configuración de
relaciones coloniales basadas en jerarquías raciales y clasistas.
La particularidad Latinoamérica, la cual permite que el modo de producción capitalista se reproduzca
de forma multilineal y articulada, generando tiempos densos y unidades contradictorias, por las cuales
pueden convivir en el mismo espacio, y muchas veces bajo los mismos sujetos, relaciones típicas de
clase y relaciones coloniales, constituyen un entramado que fortifica la reproducción del capital bajo
distintas modalidades. Considerando esto, la relación colonial que actualmente soporta y resiste la
sociedad mapuche, no puede ser despuntada, sino es superando el modo de producción capitalista.
El empresariado de la Araucanía, quizás previendo su posición incómoda bajo análisis de estas
características, que por cierto organizaciones mapuche ya han desarrollado, han comenzado a
posicionarse desde la lógica multicultural. Los que antes defenestraron la existencia mapuche,
210 Nahuelpan, Héctor, “Formación del Estado y desposesión en Ngulumapu”, en Héctor Nahuelpan et. al, Taiñ
Fijke Xipa Rakizuameluwün. Historia, colonialismo y resistencia desde el país mapuche, Ediciones Comunidad
de Historia Mapuche, Temuco, 2012. p. 126
La Araucanía es una región multicultural (…) Esto para algunos que preferirían una región
monocolor, puede no ser de su completo agrado, pero, para la gran mayoría significa un
gran valor, somos distintos, diversos y vivimos en territorio en común (…) Sin embargo,
es muy poco lo que conocemos de la cultura y cosmovisión del pueblo mapuche, de su
Ñuke Mapu, cachamos muy poco. Incluso los mitos populares respecto a los mapuches
abundan, que son un pueblo así o asa, en dos palabras existe un gran desconocimiento
(…) por qué no imaginar que en nuestras escuelas, colegios y liceos se puedan enseñar la
sabiduría mapuche, todos ganaríamos en conocimiento y en un mejor convivir, incluso
nuestros turistas a quienes cualquiera de nosotros los podría encantar y maravillar con
estas enseñanzas ancestrales212.
Vaciar de politicidad a la sociedad mapuche, y presentarla solo como objeto museográfico, es el afán del
multiculturalismo neoliberal. Dar cuenta de que la condición de colonialismo mapuche está enraizada
bajo los condicionamientos propios del capitalismo, es tarea por hacer.
211 “La Corporación para el Desarrollo Productivo de La Araucanía-Corparaucanía es una entidad de derecho
privado, sin fines de lucro creada en 1999. Está integrada por los principales gremios empresariales, universidades,
sindicatos de trabajadores, empresas privadas, e instituciones públicas relacionadas con la actividad productiva
y el fomento de los negocios e inversiones en la Región de La Araucanía” Texto extraído de: http://www.
corparaucania.cl/index1.php?id_portal=249&id_seccion=1540&id_contenido=751
212 El Austral, 4 de julio del 2010, p. 9. La cursiva es nuestra.
213 Esta investigación fue redactada por los autores en julio del 2010 y ha contado con el valioso apoyo de la
Beca Roberto Carri y del CONICET. Igualmente, resultaron fructíferos los debates desarrollados en el Seminario
Problemas Históricos Contemporáneos a cargo de Valeria Manzano y Luciana Anapios en la Maestría en Historia
del IDAES-UNSAM (2010-I).
214 Lima, Perú. Magíster en Historia y Becario Doctoral en Historia en CONICET-Universidad de Buenos Aires,
Argentina. aedo27@hotmail.com
215 Lima, Perú. Bachiller en Historia, Universidad Nacional Mayor de San Marcos. isbmery@hotmail.com
216 La Ley, Lima, miércoles 15 de enero de 1919.
217 La Protesta, Buenos Aires, martes 28 de enero de 1919.
218 Drinot 2008; Betalleluz 2003; Di Meglio 2007; Devoto y Pagano 2009.
219 Flores Galindo, Alberto y Manuel Burga (2005) [1980], “Los orígenes del movimiento obrero”, pp. 238-243, en
Flores Galindo, Alberto y Manuel Burga, Apogeo y crisis de la república aristocrática, Obras Completas, Lima, Sur,
t. 2, pp. 233-250.
220 Sulmont, Dennis, El movimiento obrero peruano 1890-1980. Lima, Reseña Histórica, Tarea, 1980, p.86.
221 Flores Galindo, Alberto y Manuel Burga, op.cit., pp. 239-241.
222 Sánchez Ortiz, Guillermo, La prensa obrera, 1900-1930. Análisis del obrero textil, Lima, Ediciones Barricada,
1987, p.7.
223 Un estudio pionero e importante sobre la Semana Trágica es el de Nicolás Babini (1967) que incide en
destacar como causales de los sucesos: la autonomía policial en la intervención violenta sobre los movimientos
obreros, la renuencia de los grupos de poder en negociar con los huelguistas y el accionar radicalizado de los
grupos anarquistas.
224 Ricardo Falcón y Alejandra Monserrat (1998), han desarrollado puntualmente un análisis historiográfico de
estos tres autores y agregado algunas propuestas de discusión.
225 Godio, Julio, La Semana Trágica de enero de 1919, Buenos Aires, Hyspamerica, 1986, p. 53,130.
226 Ibídem, p. 55.
227 Rock, David, “Lucha civil en la Argentina. La Semana Trágica de enero de 1919”, Desarrollo Económico, 1971,
233 Machuca, Gabriela, La tinta, el pensamiento y las manos. La prensa popular anarquista, anarcosindicalista
y obrera- sindical en Lima 1900-1930, Lima, Fondo Editorial de la Universidad de San Martín de Porras, 2006,
pp.236-237.
234 Lévano La Rosa, César y Luis Tejada Ripalda (comps.), La Utopía Libertaria en el Perú. Manuel y Delfín
Lévano, Obra Completa, Lima, Fondo Editorial del Congreso de la República del Perú, 2006, p.76.
235 Suriano, Juan, Anarquistas. Cultura y política libertaria en Buenos Aires, 1890-1910, Buenos Aires, Manantial,
2001, p. 179.
236 Ibídem, pp. 189, 197.
237 Lobato, Mirta Zaida, La prensa obrera. Buenos Aires y Montevideo, 1890-1958, Buenos Aires, Edhasa, 2009, p.45.
el miedo del gobierno y las clases dominantes no fue una impostura sino el resultado
de un sistema de creencias, un prisma a través del que se percibieron en la huelga
general la materialización de sus peores temores. De tal modo, la brutal represión fue una
consecuencia del Gran Miedo y no el resultado de una argucia243.
244 Luciana Anapios (2009), ha ofrecido también un meditado estado de la cuestión sobre la Semana Trágica y
en forma más general sobre el anarquismo argentino de las primeras décadas del siglo XX.
245 Todos los periódicos utilizados han sido consultados en la Hemeroteca de la Biblioteca Nacional del Perú,
El Fondo Reservado de la Biblioteca Central de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos en Lima, la
Hemeroteca de la Biblioteca del Congreso Nacional y la Hemeroteca de la Biblioteca Nacional de Argentina en
Buenos Aires. Igualmente, nos ha servido los anexos de la prensa incluidos en los trabajos de Godio (1986), Seibel
(1999), Di Mario (2008), Lévano y Tejada (2006) y Machuca (2006).
246 Morán y Aguirre 2008; Guerra 2003; Alonso 2004.
247 Thompson 1995; Hall 1984.
En este fragmento La Prensa resaltó el estado de violencia de los obreros, la destrucción de las
propiedades públicas, los heridos que habían ocasionado las acciones huelguistas y el grado de alarma
de la población en general. Por su parte, El Comercio en su portada central volvió a presentar la imagen
de la violencia obrera con un tinte delincuencial y vandálico enfrentado a la autoridad y destruyendo los
bienes públicos y privados en detrimento de las propias clases populares:
Incluso, La Crónica pretende descalificar las protestas populares aduciendo como argumento central
la situación conflictiva que el Perú mantenía en esos momentos con Chile referente a los límites
territoriales aún irresueltos desde la infausta guerra de 1879: “Este movimiento obrero, que asume
caracteres agresivos de protesta contra los abusos del capital, ha debido tener otro momento para
producirse”, pues, afirmó el periódico, la situación presente era el peor momento “cuando el espíritu
de toda la nación debía estar conmovido con las brutalidades y ultrajes que a nuestra patria hace
Chile.” Por ello, era inconcebible para La Crónica que: “La clase obrera aprovecha justamente de las
inquietudes nacionales, de la situación difícil de nuestros negocios internacionales para complicar más
el problema y anteponer a los deberes patrióticos los intereses particulares o gremiales”248.
Estas imágenes de los acontecimientos que presenta la prensa de elite inciden en advertir la violencia de
las acciones obreras, la destrucción del bien público, los intereses particulares de estos sectores populares
y el carácter antipatriótico que asume su desenvolvimiento en aquella coyuntura de crisis. Dichas premisas
tuvieron como objetivo básico condenar la praxis política de los obreros en la huelga general quitándole
legitimidad y ganando la opinión pública a favor de los grupos de poder. Por ejemplo, El Comercio indicó:
para que las reivindicaciones obreras realmente prosperen, se necesita que cuenten con el
apoyo de la opinión pública; y este apoyo sólo pueden hallarlo cuando se desarrollan de
manera tranquila, sin usar de violencias extremas, ni de atropellos al ajeno derecho, como
armas para imponer la victoria249.
En vano la policía y el ejército, con sus atropellos, prisiones, clausuras de locales obreros;
en vano la fuerza armada con sus provocaciones y sus amenazas con sus fusiles, el
sable, la metralla trataron de contener el grandioso movimiento por la jornada de ocho
horas y el alza de los salarios252.
Es evidente la represión injustificada de las autoridades sobre las luchas obreras. La imagen de violencia
popular que estas propagan no advierte tendenciosamente las fuerzas represivas que están mismas
ocasionan en el movimiento proletario. El discurso de la prensa de elite entonces tergiversa la realidad
de los acontecimientos de la huelga general y muestra, en apreciación de La Protesta, los verdaderos
intereses de la clase dominante en perjuicio de los sectores populares. Esta misma perspectiva, fue
sostenida por El Tiempo, periódico que se arrogó la defensa de los intereses proletarios a pesar de no
ser un diario obrero: “Los trabajadores han sido tratados brutalmente a pesar de que su actitud ha sido
en general tranquila y moderada […] los huelguistas han sido sableados y abaleados”, igualmente, “no
se les ha permitido congregarse ni deliberar. Se ha clausurado sus centros de reunión. Se les ha negado
todo derecho para expresarse”253. Tal fue el caso del mismo periódico que sería clausurado el martes
14 de enero en plena huelga general reapareciendo recién el 23 de aquel mismo mes. El discurso del
Tiempo fue abiertamente crítico de las acciones del régimen de José Pardo, por ello, calificó la represión
de la huelga como “dura e inexorable”, además, “los huelguistas han sido para él [Pardo] poco más o
Se caracterizó en La Prensa a cada actor social de la coyuntura: la indiferencia de los que dirigen el
Estado, la negativa por acceder a los reclamos obreros de parte de los empresarios y capitalistas, la
agitación social sin dirección centralizada de los obreros y la inserción de elementos extraños que
ocasionaron actos de violencia. El periódico La Crónica fue más contundente sobre este último punto:
La opinión pública, aún gran parte de la oposición, ha juzgado correcta […] la actitud
de represión enérgica asumida contra los inconsiderados desmanes de ciertos individuos
extraños al verdadero elemento obrero de la capital, que aprovechando esta oportunidad,
brindada por los justos reclamos del proletariado, han tratado de introducir en el país, –
desvirtuando los derechos de los trabajadores–, métodos de violencia y avances libertarios
que ciertamente merecen la condenación de toda la sociedad bien constituida258.
Obviamente, La Crónica realizó una diferenciación entre aquellos elementos extraños y delincuenciales
a los que condenaba y hacía culpable de la violencia desatada en la huelga, y los verdaderos
trabajadores que habían sido seducidos por la propaganda sediciosa de estos agentes foráneos. La
violencia popular debía ser condenada desde todo punto de vista por representar un atentado directo
Podemos, declarar, regocijados, que las ideas libertarias, nuestro concurso puesto
a disposición de los obreros, de manera desinteresada, han orientado de este
movimiento que debe ser el punto de partida para una moderna organización y una
mejor preparación de la clase trabajadora, la que debe haber quedado convencida de
su poder, de su fuerza arrolladora, cuando a la solidaridad, a la organización, une el
poder de las ideas emancipadoras261.
Además, La Protesta respondiendo a los ataques de la prensa oligárquica por la supuesta inclusión en
el movimiento obrero de elementos extraños perturbadores de la paz social, indicó: “Tales periodistas,
comienzan a ver agitadores extranjeros, elementos perniciosos, donde no hubo sino trabajadores
hartos de sufrir tanta miseria y tanta indiferencia de los que estaban llamados a escuchar sus
reclamaciones”262. Estos indiferentes están representados por el Estado y el capitalismo, este último
el principal enemigo de los obreros. Es el capitalismo y sus agentes en el país y en el mundo que
extorsionan a sus víctimas proletarias, manteniéndolos como esclavos y objeto de dominación. En
opinión de La Protesta, estos capitalistas en connivencia con el Estado alegan que el reclamo obrero
por las ocho horas de trabajo en vez de ocasionar un efecto positivo conseguirá que los vicios del
proletariado se incrementen. Para el periódico anarcosindicalista estos vicios habían sido incentivados
por las propias autoridades y el capital y reflejaba a la sociedad corrupta que el poder había construido.
Entonces, las luchas directas de los obreros buscaron remediar aquella dominación y romper con la
propaganda artificiosa de los capitalistas263. Sin embargo, la Ilustración Obrera si bien prestó mucha
atención por la justicia de las ocho horas de trabajo, no puso en evidencia la resistencia del capitalismo,
principal actor y enemigo del proletariado, por aquella implantación. El periódico insiste en destacar
el papel preponderante del presidente José Pardo en la solución del conflicto. Y, además, advierte
serios problemas en el propio elemento obrero: la falta de unidad y de intereses comunes, la urgente
congruencia de acciones coordinadas antes que brotes fragmentarios y sin planes fijos, y la necesidad
de mayor disciplina y educación. En apreciación del diario:
El Perú no necesita redentores para que su clase obrera mejore o evolucione […]. Vivimos
en un país verdaderamente democrático en el que todas las facultades intelectuales,
morales y materiales, pueden desarrollarse, sin cortapisas. Pero dentro del orden y la ley269.
Esta propuesta de respetar el estado de derecho manteniendo el orden político y social debería evitar
en el Perú, en apreciación del periódico, “actos de violencia que podrían terminar en sangrientas
escenas”, parecidas a las desarrolladas en Buenos Aires “derivados también de la existencia de una
huelga, y que exhiben tantas víctimas” (La Ley, Lima, miércoles 15 de enero de 1919). Por ello, La Ley
fue concluyente al señalar que de no evitarse la difusión de estas ideas anárquicas y maximalistas el
país entraría en una crisis de grandes proporciones:
No es extraño que los fomentadores de aquel movimiento, hayan estado influenciados por
las teorías, que ya han logrado extenderse a algunas naciones de este continente, hayan
venido entremezclados los engendros de los anarquistas que pululan por el orbe, ávidos de
sangre y de exterminio y que, al desnaturalizar la mente de movimiento, hiciérale asumirlas
proyecciones de una verdadera revolución social (La Ley, Lima, lunes 20 de enero de 1919).
Todos sabemos que esta resolución ha sido impuesta por las circunstancias. Ha sido un
decreto dictado por el miedo. Se creyó que entre nosotros la huelga general iba a adquirir
las mismas proporciones que en Buenos Aires. Y ante la amenaza que en semejante
situación se intentase el castigo de los culpables de la presente situación social y política
del país, se creyó en las esferas gubernamentales que expidiendo el arbitrario decreto
se conseguiría amansar a la colectividad […] Para los trabajadores la reclamación
sustancial era el aumento de salario. Esto no se atrevió a decretar el gobierno […] La
terminación de la huelga general no significa, desde luego, que ha sido solucionado el
conflicto entre los trabajadores y capitalistas. Significa solamente una tregua […] La
colectividad trabajadora no puede contentarse con un simple decreto […] el problema es
más hondo y más trascendental […]271.
Es obvio que el miedo a la revolución escondía una estrategia política del gobierno y los grupos de poder
para desviar la atención pública durante y después de la huelga general. Como afirmó El Tiempo era
“la invención pardista del maximalismo”, “un supuesto maximalismo, existente solo en la tendenciosa
imaginación de sus inventores”272. Estos argumentos tomados de la experiencia de Buenos Aires
cobrarían mayor relevancia en aquel espacio y mostraría tanto las diferencias y semejanzas con las
percepciones del movimiento obrero desarrollados en Lima.
Cuatro muertos y veinte heridos. En el desarrollo del movimiento huelguista de los obreros de
la casa Vasena se ha producido en la tarde de ayer una nota trágica. La policía, los obreros
huelguistas y los no huelguistas han hecho fuego con máuser, winchesters y revólveres
durante media hora. Dominada la situación por la policía, se comprobó el doloroso resultado:
cuatro ciudadanos muertos y más de veinte heridos, algunos de éstos muy graves275.
Por su parte, La Razón indicó que: “En las casas donde se contrariaron los deseos de los huelguistas,
se produjeron tumultos, roturas de vidrios, disparos de revólver, carreras de gente asustada, toques de
auxilio”276. Estas imágenes de violencia popular iban a concebirse como resultado de la provocación
y el ataque de los grupos obreros sobre las fuerzas del orden. En palabras del jefe de la policía: “Su
impresión es que los huelguistas atacaron a las fuerzas de vigilancia, por lo cual éstas procedieron
de acuerdo con el derecho de legítima defensa”277. Se percibe entonces en la prensa de elite que
los sucesos del 7 de enero fueron el resultado de la violencia desatada por los sectores proletarios
de Buenos Aires. Este argumento, sería severamente cuestionado por La Protesta que consideró
que el único culpable de los hechos sangrientos de aquel día había sido las fuerzas del orden y los
intransigentes miembros de la fábrica Vasena. Además, el diario realizó un llamado furibundo a la
acción directa para defenderse de los ataques del capitalismo:
Sin falta, trabajadores, vengad este crimen. Dinamita hace falta ahora más que nunca. Esto
no puede morir en silencio. […] ¡No!, el pueblo no ha de dejarse matar como mansa bestia.
Incendiad, destruid sin miramientos, obreros. ¡Vengaos, hermanos!, frente al crimen de la
justicia histórica, la violencia del pueblo como única e inmediata consecuencia y solución278.
A pesar del discurso radicalizado del periódico no podría afirmarse que el mismo influyó decisivamente
en el accionar obrero de días posteriores. La Vanguardia señaló: “Estos atropellos obligaron a los
huelguistas a usar la violencia”, más aún, agregaría: “Numerosos testigos han visto con sus propios ojos
a pelotones de bomberos armados a máuser y con ametralladoras, instalados en el centro de la calle,
que hacían descargas cerradas en todas direcciones”279. Es perceptible que la violencia tuvo como causa
directa el ataque indiscriminado que las fuerzas policiales, los bomberos y los agentes contratados por
Vasena habían propinado a los grupos obreros. Como ha demostrado Rock, Godio y Bilsky, tomando
la información de La Protesta, la respuesta de los obreros fue ante todo: “un levantamiento popular
Como es evidente se va creando la imagen de una huelga violenta y subversiva en donde ciertos
sectores reducidos de los proletarios con un plan ya concebido van seduciendo al conjunto de los
obreros para destruir el bien público y las instituciones del Estado enfrentándose con las fuerzas del
orden. La Prensa ante estos hechos mostró su abierto apoyo a la acción represiva del gobierno: “el
sentimiento general estimula al gobierno para que adopte las medidas más enérgicas y prudentes”283.
Igualmente, La Nación señaló: “Es necesario desde luego apoyar a las autoridades con la unión efectiva
de los hombres de buena voluntad, sean del campo político que sean, con tal que sientan como primera
obligación la de defender el orden”284. Por ello, la prensa de elite propuso la convergencia de intereses,
a pesar de las discrepancias políticas, ante el desenfreno violentista y la transgresión del orden y la
armonía social que supuso la huelga obrera. La Época, principal medio de prensa del gobierno, indicó:
“La consigna del momento exige colaboración a todas las fuerzas sociales. Y las huelgas, airadas e
inoportunas, al desobedecer a una consigna impuesta por las circunstancias, conspiran contra el interés
colectivo”285. Entonces, el periódico manifestó que toda huelga sería reprimida enérgicamente por el
gobierno si desnaturalizara “su verdadero carácter” y representara serias intenciones de “violar el orden
social”286. Por lo tanto, para la prensa oligárquica, las huelgas debían realizarse en forma pacífica y sin
usos de violencia, porque solo así las autoridades y la opinión pública ampararían aquellos reclamos
que no salieran “de las líneas del derecho y del orden”287.
Esta creación discursiva de la violencia obrera que destruía el bien público y la autoridad del Estado en
perjuicio directo de la sociedad en su conjunto fue rebatida por la prensa proletaria. La Protesta advirtió que
los periódicos burgueses habían difundido informaciones tendenciosas convirtiendo a una simple huelga
general de protesta y solidaridad en una supuesta revolución social de corte maximalista. Este argumento
sirvió para que las autoridades justificaran la terrible represión armada que las fuerzas policías y sus aliados
de la oligarquía propinaron a las organizaciones obreras288. La Vanguardia coincidía con La Protesta en la
sobredimensión de los acontecimientos de violencia que la prensa de elite se empeñó en difundir. Por
ello, terminada la huelga La Vanguardia informó de 700 muertos y 2000 heridos causados por las fuerzas
policiales, dando a entender que la violencia empezó por aquellos que debían velar por la seguridad y la paz
social. Y, sobre la imagen que la huelga representaba una revolución social, el periódico señaló:
Reformismo, negociación con el poder antes que una lucha frontal, incapacidad de orientación de tipo
revolucionario y abandono de la huelga por simple reconocimiento de algunos reclamos de parte del
gobierno. La Protesta hacía explícita su discrepancia ideológica y política con el socialismo y arremetía
también contra La Vanguardia: “La Revolución social no se hará a base de discursos ni mucho menos por
medios conciliadores, en esa estúpida colaboración de clases que los socialistas realizan por intermedio
del Parlamento”298. Esta afirmación respondía a la actitud que tomó el socialismo al deslindar con toda
asociación con el anarquismo en pleno desarrollo de la huelga general299. Queda evidente que La Protesta
apostaba a la acción directa para conseguir no sólo migajas del capitalismo y sus aliados del poder político.
Rechazó las negociaciones del socialismo con el gobierno por considerarlas oportunistas y porque solo
buscaban satisfacer sus intereses particulares antes que defender los del proletariado en general.
A la prensa anarquista se le debe la mayor parte del fruto recogido por los recientes sucesos,
a esa prensa cuyo tono la tenía colocada fuera de la ley desde hace tanto tiempo, pero que
la mantuvo dentro una tolerante complacencia, inexplicable. Los episodios sangrientos de
estos días constituyen una enseñanza que debe aprovecharse para lo futuro302.
La Nación hablaba de un gobierno maximalista cuyo dictador era Pedro Wald y sus principales
colaboradores Juan Seleahik y Sergio Suslow. Estos agitadores sociales habían infundido el
maximalismo en el país y creado desórdenes en perjuicio de la sociedad y el Estado. Eran los
integrantes de comités secretos y propagandistas del anarquismo303. Para La Época se trató “de una
minoría sediciosa contra cuyos excesos basta oponer la firmeza y la cordura de las gentes partidarias
del orden”304. Esta representación de una revolución maximalista en la prensa de la elite supuso la
justificación de determinadas acciones represivas que el gobierno realizó. Por ejemplo, el periódico
La Razón informó de las clausuras de locales obreros, la circulación de propaganda revolucionaria,
incautaciones de prensa sediciosa, reuniones obreras impedidas por las autoridades, circulación de
patrullas de caballería y la formación de la Guardia Blanca para contrarrestar los actos de violencia de
297 La Protesta, Buenos Aires, domingo 26 de enero de 1919, citado en Godio, op. cit., p. 111.
298 La Protesta, Buenos Aires, domingo 26 de enero de 1919.
299 La Razón, lunes 13 de enero de 1919, 3ª edición.
300 Lvovich op. cit., pp.134 y 172.
301 La Razón, miércoles 8 de enero de 1919, 4ª edición.
302 El Pueblo, nº 7172, 11 al 14 de enero de 1919, citado en Seibel op. cit., p 77.
303 La Nación, Buenos Aires, martes 14 de enero de 1919.
304 La Época, Buenos Aires, viernes 10 de enero de 1919.
La Vanguardia indicó claramente las versiones tendenciosas de la prensa oficialista. Por ello, insistía
que “desde el comienzo de la agitación actual, ha querido poner al pueblo en guardia contra versiones
que propalan los interesados en sembrar el terror”309. El argumento de la revolución maximalista estuvo
encaminado a justificar la tiranía policial y la fuerte represión del movimiento obrero por parte del
gobierno, los grupos conservadores y los capitalistas. En realidad, el complot maximalista no habría
existido, resultó del miedo que los grupos de poder tuvieron que este supuesto movimiento de masas
hubiera tomado forma en las acciones que el proletariado de Buenos Aires libraba en la huelga general.
Igualmente, sirvió para ganar la opinión pública y deslegitimar la praxis política de los obreros.
La Protesta creía firmemente en la manipulación orquestada desde el poder a través de una prensa
tendenciosa que buscó únicamente generar alarma y miedo con el objetivo de ganar réditos en
el plano económico, reprimir el movimiento social y desorganizar a las organizaciones obreras310.
Este miedo fue advertido también por La Vanguardia: “El sistema de terror podrá haber respondido
al miedo, impresionando a las clases conservadoras que, por todas partes, ven lo más terribles
peligros”311. Incluso, el mismo periódico agregó:
Además, La Vanguardia señaló que el accionar del gobierno radical se podría comparar con el
maximalismo que la prensa tendenciosa quería atribuir al movimiento obrero. Era el denominado
“Maximalismo radical” del Estado que imaginaba los asaltos a las comisarias y utilizaba métodos
violentos y subrepticios para estar en el poder313. Este argumento se hizo visible cuando las autoridades
no pudieron sostener por más tiempo la supuesta revolución maximalista y tuvieron que dejar en
libertad a los acusados de dirigir “aquel complot revolucionario” que en realidad solo había sido una
acción de desorden y portación de armas314. Como hemos podido advertir en el discurso de la prensa
de elite y obrera, el miedo a la revolución maximalista fue uno de los focos centrales de discusión
política que reflejó los diversos intereses de los sectores sociales inmersos en el movimiento social
de 1919 en Buenos Aires. Este argumento sería fundamental en el imaginario colectivo de los grupos
de poder cuando comenzaron a agudizar sus medidas represivas contra la clase trabajadora, dando
origen a los sucesos de la Semana Trágica.
Primero.- Las mujeres, sin importar su raza, credo, color o filiación política, tienen derecho
a participar en la lucha revolucionaria en el lugar y grado que su voluntad y capacidad
determinen.
Segundo.- Las mujeres tienen derecho a trabajar y recibir un salario justo.
Tercero.- Las mujeres tienen derecho a decidir el número de hijos que pueden tener y cuidar.
Cuarto.- Las mujeres tienen derecho a participar en los asuntos de la comunidad y tener
cargo si son elegidas libre y democráticamente.
Quinto.- Las mujeres y sus hijos tienen derecho a ATENCION PRIMARIA en su salud y
alimentación.
Sexto.- Las mujeres tienen derecho a la educación.
Séptimo.- Las mujeres tienen derecho a elegir su pareja y a no ser obligadas por la fuerza a
contraer matrimonio.
Octavo.- Ninguna mujer podrá ser golpeada o maltratada físicamente ni por familiares ni
por extraños. Los delitos de intento de violación o violación serán castigados severamente.
Noveno.- Las mujeres podrán ocupar cargos de dirección en la organización y tener grados
militares en las fuerzas armadas revolucionarias.
Décimo.- Las mujeres tendrán todos los derechos y obligaciones que señala las leyes y
reglamentos revolucionarios.
Mujeres zapatistas
Movimiento dentro del movimiento: Etnicidad, género y participación
La aparición de nuevos movimientos sociales en América Latina en la década del 1990, en los
que se destaca el componente campesino-indígena, fue una respuesta a la crisis y deterioro en las
condiciones de vida dentro del contexto de la implementación en el continente del modelo neoliberal,
el cual se caracterizó por la eliminación del papel del Estado como ente regulador y garante de
las condiciones mínimas de vida de los ciudadanos, a favor del predominio absoluto de la lógica
del mercado y de las decisiones implementadas por entidades supraestatales, como las empresas
multinacionales o el Fondo Monetario Internacional.
Estos “nuevos” movimientos emergentes, tuvieron como principal escenario a México, con la
rebelión zapatista de Chiapas, además de Bolivia, Ecuador y Brasil, todos estos países que tienen
una importante tradición de luchas campesinas; y el accionar de los mismos, reposicionó en el centro
del debate la necesidad de una reforma agraria316. A saber: Ejército Zapatista de Liberación Nacional,
el Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (Brasil), los cocaleros y los movimientos
campesinos en Bolivia y una serie de manifestaciones novedosas como el movimiento Piquetero de
los trabajadores desocupados en Argentina; todos estos, al menos en sus orígenes, constituyeron sus
identidades como referentes autónomos de los partidos tradicionales y defendieron su independencia
política; en otras palabras, evidenciaron la crisis de representatividad que caracterizó a toda América
Latina, en la cual, la gran mayoría de los grupos sociales desconfiaban de la política oficial, de los
procesos electorales y del parlamentarismo.
El presente trabajo monográfico tiene como principal objetivo analizar el Movimiento Zapatista de
Liberación Nacional, intentando visualizar los alcances de sus propuestas, su funcionamiento interno,
como movimiento campesino, y también indagar sobre el papel de la mujer como miembro fundante
de este grupo. Regularmente en los comunicados emitidos por los voceros oficiales se plantea que
la composición demográfica del EZLN está integrada por “hombres, mujeres, niños y ancianos”,
ahora bien, cabe hacer la salvedad con relación al rol activo dentro del movimiento de cada uno de
estos grupos sociales, ¿quiénes toman las decisiones?, ¿existe una clara diferencia de género en el
interior del movimiento?, considerando el rol activo y la progresiva visibilidad que adquiere la mujer
latinoamericana a fines del siglo XX, ¿podemos afirmar que tal protagonismo se hace carne en este
movimiento reivindicativo?. Tales interrogantes y muchas otras, intentarán ser aclaradas a lo largo de
esta investigación de carácter estrictamente bibliográfico.
Para comprender el verdadero alcance de tal movimiento, no basta con analizar sólo la cuestión agraria
o ecológica, también hay que considerar los diferentes sectores sociales que lo componen y el grado de
integración que los mismos adquieren dentro del EZLN; en este sentido, la revalorización del rol de la
317 Hernández Millán, Abelardo, EZLN Revolución para la Revolución (1994-2005), Madrid, Editorial Popular,
2005, p. 405.
318 Dicho movimiento ya venía gestándose en la clandestinidad desde la década del 80, e incluso podemos
rastrear algunos elementos en la década del 70, como el proceso migratorio hacia la selva lacandona por parte
de muchos sectores de la sociedad que no lograban integrarse (económicamente hablando) a las ciudades, las
políticas de catequización implementadas por Monseñor Samuel Ruíz y los diferentes movimientos indigenistas,
como el Congreso Nacional Indígena. En estas instancias previas, se desarrollarán campañas de reclutamiento
y concientización de las masas campesinas. Todo esto, constituirá un importante caldo de cultivo, el cual
desembocará en la insurrección de 1994.
319 Gallego, Marisa; Eggers-Brass, Teresa y Gil Lozano, Fernanda, Historia Latinoamericana 1700-2005.
Sociedades, culturas, procesos políticos y económicos, Buenos Aires, Maipue, 2006, p. 475.
320 Ídem
El nuevo proyecto zapatista se junta a todas las fuerzas que luchan contra el neolib-
eralismo, contra la guerra económica y militar que hace estragos en los países sujetos
a los sistemas de endeudamiento y saqueo que imponen el Banco Mundial, el Fondo
Monetario Internacional, la Organización Mundial del Comercio, las grandes potencias
encabezadas por el gobierno de Estados Unidos, y sus aliados y subordinados locales
como el actual gobierno de México, y todos los partidos que el Senado y la Cámara de
Diputados de México les negaron y quitaron a los pueblos indígenas los derechos que se
habían comprometido a concederles321.
…las prácticas políticas de los movimientos indígenas actuales evidencian una especie de
transición de una política de movimientos (con proyectos globales) hacia una política de
campañas (con objetivos más modestos, locales), transición que no esconde su carácter
reversible y ambiguo322.
Desde el sentido anterior, el movimiento zapatista en sus inicios plantearía una problemática concreta
y carecería de un proyecto de corte globalizante, en la medida en que intenta denunciar y resolver
los problemas de los pueblos originarios de la región de Chiapas. Sin embargo, en muchos de sus
elementos fundantes se pueden advertir las intenciones más amplias del movimiento, en las cuales se
intenta también velar por los derechos de todas las comunidades aborígenes de Latinoamérica.
En la quinta declaración de la Selva Lacandona, subyacen muchas de estas ideas:
Su líder, el misterioso Subcomandante Marcos, en un reportaje realiza una serie de afirmaciones que
resultan sumamente ilustrativas, sobre los intereses explícitos del movimiento:
Lo que estamos ofreciendo: no es una revuelta social, sino el reconocimiento de ese sector
social (los indígenas), de sus capacidades y, finalmente, de su diferencia (…) no queremos
limosnas, sino la oportunidad de construirnos, dentro de este país, como una realidad
diferente (…) México tiene 200 años como nación independiente, y en todo momento los
indígenas han aparecido como la parte fundamental, pero en ningún momento se ha
reconocido tal cosa (…) Entonces, ¿por qué no reconocer que los indígenas ahí están y que
es preciso darles la oportunidad? Nosotros lo que queremos es una oportunidad324.
El reconocimiento del movimiento de los pueblos originarios es evidente en las palabras de Marcos,
donde no sólo se pretenden reivindicaciones económicas, sino también el desarrollo de formas de
participación política de estos sectores tan marginados y el reconocimiento de la diferencia y de su valor
cultural, como así también el acceso a la tierra, como recurso básico y legítimo de subsistencia.
Lo interesante del movimiento es la lógica de participación que tendrán las personas dentro del mismo
y los mecanismos mediante los cuales la ejercerán. En el análisis que realiza Luisa Ortiz Pérez, se plantea
en qué medida se construye el discurso zapatista (enfrentándose al hegemónico, el neoliberal), el cual
es sumamente inclusivo respecto de los diferentes actores que abarca la región.
Por medio de reuniones, juntas consultivas y de diferentes instituciones creadas al efecto, el
movimiento sondea sobre las opiniones de amplios sectores sociales: “la toma de opinión de todos
los miembros de la comunidad que estén en posición de expresar su opinión –niños y niñas incluidos–
con el fin de tomar decisiones que los incluyan, y que no impliquen sacrificio, sino satisfacción”325.
Desde esta estrategia el mismo movimiento va incorporando a sus filas a los más amplios espectros
de la sociedad, desde un discurso inclusivo y, también, desde la acción directa, generando espacios
de debate y consenso. La toma de decisiones en base a los acuerdos son la clave del consenso
zapatista (según la autora), al respecto explica:
Así las instancias de participación son reales y efectivas en sus objetivos: mover la conciencia de estos
pueblos e invitarlos a la acción directa en pos de cambiar la dura realidad que los circunda.
Los Caracoles son instancias de coordinación regional, los que también apuntan al desarrollo de
espacios de autogobierno, según las palabras del comandante Javier el proyecto de los caracoles
“abre nuevas posibilidades de resistencia y de autonomía de los pueblos indígenas de México y
del mundo, una resistencia que incluye a todos los sectores sociales que luchan por la democracia,
la libertad y la justicia para todos”328. Desde este organismo se busca crear autonomía en los
“territorios rebeldes”. En términos de González Casanova “el proyecto de los caracoles es un
proyecto de pueblos-gobierno”329 donde las comunidades nombran a sus autoridades locales y
a sus delegados para que cumplan su mandato en los distintos niveles, a sabiendas de que si no
los cumplen serán revocados. La lógica que rige la misma es “mandar-obedeciendo”, donde los
líderes no deben imponerse por sobre la voluntad de las mayorías, sino que actúan en base al
consenso y su accionar es ejemplo para la comunidad.
De esta manera, estas instancias de participación (las juntas a un nivel más general, y los
caracoles a un nivel más local), ponen en evidencia la fluidez en los canales de comunicación
dentro del movimiento, donde no se da la tan problemática “burocratización” de las estructuras
organizacionales (la que siempre es una dificultad de cara al interior de los movimientos
revolucionarios), ni tampoco el despotismo y autoritarismo de los líderes en el poder; todo lo
contrario, las mismas nos permiten advertir el componente democrático que caracteriza este
movimiento en particular, donde es posible combinar una resistencia consensuada y compartida,
con altos índices de autonomía y capacidad de toma de decisiones.
La siguiente cita resulta explicativa al respecto:
La Ley Revolucionaria de Mujeres del EZLN publicada en el periódico zapatista “El Despertador
Mexicano” fue distribuida en todas las poblaciones tomadas por el EZLN la madrugada del primero de
enero de 1994. La misma pretende reflejar el trabajo realizado durante las etapas previas a lo largo de
las cuales se fue constituyendo el movimiento.
A partir de la conformación del Comité Clandestino Revolucionario Indígena (CCRI), diferentes mujeres
chiapanecas, de las más variadas tradiciones étnicas (tzeltales, tzotziles, tojolabales, choles y mam) dejaron
sus comunidades para empuñar las armas al lado de sus compañeros revolucionarios, desarrollando
campañas clandestinas de concientización e incorporación de otras mujeres al movimiento.
Según el estudio realizado por Inés Castro Apreza “Mujeres Zapatistas: en busca de la ciudadanía”, la
autora afirma la existencia de dos leyes. La primera que surge en 1993 y que se publica en 1994, y la
segunda que se dará a conocer en 1996. Una consta de 10 artículos, y la otra de 31 (la segunda), la cual
se caracteriza por ampliar muchas nociones de la primera. Así, Castro Apreza sostiene que esta última
elimina el sesgo revolucionario (contenido en tres artículos de la primera), lo cual tiene una explicación
histórica: la de 1994 fue escrita en 1993, donde aún el movimiento no se había dado a conocer y actuaba
330 Gutiérrez, Eugenia, “El bordado de Ramona”, en Revista Rebeldía nº 37, noviembre, 2005, p. 19
331 Castro Apreza, Inés, Mujeres Zapatistas: en busca de la ciudadanía. En línea: www.gupea.ub.gu.se
332 Ídem.
333 Según explican las fuentes bibliográficas, en las instancias previas a la Declaración de 1994, el movimiento,
cuya base de acción será el CCRI, comienza a recoger una serie de cuestiones con el fin de comenzar a esbozar lo
que serían luego las Leyes Revolucionarias.
334 Resulta interesante destacar algunos datos de la realidad de la mujer en la zona, para comprender
la importancia que esta ley tiene para el género femenino: “en Chiapas, un estado que cuenta con el 3%
de la población total de México y provee el 54% de su fuerza hidroeléctrica así como el 13% de su maíz,
aproximadamente el 70% de las comunidades indígenas no tienen ni agua potable ni electricidad, más de 8.5
mujeres de cada 10,000 son víctimas de muerte por parto, el 80% de las mujeres indígenas no tienen acceso
a contraceptivos (aún cuando esto esté cambiando rápidamente en la zona zapatista), y en donde en muchas
comunidades no-zapatistas las jóvenes casaderas son aún ‘vendidas’ a su futuro cónyuge por sus padres u
obligadas a casarse contra su voluntad por medio del rapto. También el porcentaje de mujeres monolingües en
una de las cinco lenguas mayenses que se hablan en el estado es significativamente más elevado que el de los
hombres, como lo es su analfabetismo. En Chiapas, durante siglos, las mujeres indígenas han vivido bajo el férreo
control de padres, hermanos y esposos, víctimas de malnutrición en su gran mayoría y siempre en peligro de
morir debido a complicaciones de parto menores, tuberculosis, o enfermedades curables”. Fragmento extraído de
La ley Revolucionaria de las Mujeres del EZLN: breve análisis de su evolución. En línea: www.actab.utexas.edu.
Esta instancia institucionalizada de participación concreta, la que en muchas ocasiones y con diferentes
nomenclaturas son previas al pronunciamiento de 1994, le aportan a la mujer una revalorización de su
rol social y de la importancia que el mismo detenta para la continuidad del movimiento:
Las mujeres han accedido a experiencias que han modificado su posición en el ámbito
comunitario. Tareas de responsabilidad social a través de cooperativas, promotoras de
salud, cajas de ahorro, y en muchas ocasiones han tenido que negociar directamente
con las autoridades. Aunque la experiencia es diferente según las regiones, esto ha ido
ocurriendo un poco por todos lados.338
Parecería ser que con el tiempo este Consejo se fue fusionando con otras instancias de participación y
consenso igualitario339, como lo son las Juntas o los Caracoles, donde las mujeres participan activamente
en la misma condición que los hombres.
335 Fragmento extraído de: “Cómo hacen los trabajos. Parte III”. Publicado en Revista Rebeldía, México, n° 76,
2011, pp. 17-25.
336 Hernández, op. cit., p. 377.
337 Castro, op. cit.
338 Millán, Margarita “Las zapatistas de fin del milenio. Hacia políticas de autorepresentación de las mujeres
indígenas”, Revista Chiapas 3, 1996. En línea: http://www.revistachiapas.org/No3/ch3.html
339 Ya que las mismas comienzan a desaparecer o dejan de ser mencionadas en las fuentes bibliográficas
analizadas como entidades independientes o específicas.
En este sentido, uno de los documentos generados en esta misma conferencia, “El empoderamiento
para garantizar la plena, activa y propositiva participación de la mujeres indígenas y el fortalecimiento
del liderazgo”, toma como ejemplo el caso mexicano de Chiapas, mediante el cual las mujeres en su
afán de establecer un cambio en la lógica de una sociedad que las oprime, las invisibiliza y las margina,
se involucran en la lucha armada del EZLN. El proceso de involucramiento inicial de dos mujeres en la
lucha armada, llevó al desarrollo de un proceso de empoderamiento de otras mujeres indígenas, lo que
se traduce en amplios espacios de acción dentro de la lucha armada y en los procesos de organización
y participación de las mujeres indígenas de Chiapas, en la búsqueda de soluciones a sus problemáticas.
Las comandantas
“No se desanimen, porque no nos queda otro camino que seguir luchando juntos, hombres
y mujeres…porque sin los hombres y sin las mujeres no avanza la lucha”. (Palabras de la
subcomandante Esther)341
Ciertamente podemos observar la acción política de las mujeres (concretamente indígenas) en esta
organización, personificada, la misma, en la figura de las “comandantas”, cuyo papel no podemos
rastrear desde los orígenes del movimiento, pero el imperativo sostenido por las mujeres aborígenes
de participar en la organización fue un elemento determinante en la incorporación de las mismas al
ejército. Al respecto se expresa: “Las mujeres conforman la tercera parte de las fuerzas combatientes
del EZLN, movimiento al que están excepcionalmente integradas. Existe además un grupo mucho más
numeroso de mujeres zapatistas que pertenecen a las bases de apoyo del EZLN”.342
Inés Castro Apreza realiza un análisis sumamente interesante con relación a las características
sociológicas de las mujeres incorporadas al movimiento: en primera instancia sostiene que las mismas
constituyen un sector etario joven, las que no están casadas ni tienen hijos y presentan un importante
desapego de la familia nuclear (abuelos, tíos, madre, padre, hermanos); todo lo cual favorece la
posibilidad de reclutarse y destinar su vida a la lucha reivindicativa. De todos modos, esto no significa
que las mujeres casadas y con hijos no formen parte del movimiento, sólo que lo hacen de otra manera,
desde las comunidades constituyendo las denominadas bases de apoyo, muchas de las cuales tienen
la función de alimentar a los rebeldes diseminados por la selva.
Desde los inicios del movimiento las mujeres han participado, no un número demasiado amplio, pero el
ejemplo de las primeras resultó ser un motor impulsor para que muchas otras accedan al movimiento
(sumando a esto la difusión de la transgresora Ley Revolucionaria de Mujeres, cuyo contenido resultaba
sumamente atractivo para estas mujeres marginadas). La experiencia de la mayor Ana María dentro de
las filas del EZLN se desarrolló de esta manera:
...de muy jovencita, con unos 14 años, cuando salí de mi casa y me enteré que existía una
organización armada me decidí... Pasé muchos años participando y aprendiendo sin que mi
familia se diera cuenta... Muchas mujeres se dedican a esto porque ven que no tienen ningún
derecho dentro de su propia comunidad, no tienen derecho a la educación ni a prepararse;
las tienen así como con una venda en los ojos sin poder conocer nada; las maltratan, son
explotadas, o sea, la explotación que sufre el hombre la sufre la mujer mucho más porque
está marginada. Aparte de los trabajos que hace en su hogar, aparte de lo que sufre de ver
morirse a sus niños, sufre porque no les puede dar nada, no les puede dar buena alimentación.
Y además no tiene ningún derecho, no son tomadas en cuenta, nos tienen así, a un lado.
Así la organización fue creando conciencia y brindando espacios de acción e intervención para ellas:
Antes de su ingreso a la organización rebelde –al igual que todas las mujeres indígenas
de Chiapas y del país– las mujeres zapatistas fueron socialmente desvalorizadas,
culturalmente discriminadas y económicamente marginadas (…) En razón de su condición
de género y de su pertenencia étnica, así como por la ubicación en la escala social, la mujer
indígena ha sido colocada históricamente en una posición de desventaja social, política,
económica y cultural; mucho mayor que la correspondiente a la mujer mestiza (…) En una
sociedad predominantemente machista y racista, ésta [la ley] constituye una referencia
ejemplar y un acontecimiento histórico344.
Por otra parte, estas mujeres nunca se conformaron con “acompañar” a los hombres en el trabajo
guerrillero o “asistirlos”, todo lo contrario, siempre pretendieron estar en igualdad de condiciones ante
ellos, así durante la insurrección del 1 de Enero de 1994, la mayor Ana María dirigió la toma de San
Cristóbal de las Casas, la capitana Irma condujo la columna guerrillera en la ocupación de Ocosingo, y
la capitana Maribel estuvo a cargo de la toma de la estación de radio en Las Margaritas. De la misma
manera, las comandantas Trini, Ramona y Esther, han tenido posteriormente un papel destacado como
voceras o como representantes del EZLN. Al respecto explica Hernández Millán:
las mujeres zapatistas están muy lejos de parecerse a las soldaderas o “adelitas” de la
Revolución Mexicana de 1910 –que, con sus excepciones, seguían a “sus hombres” en los
combates, casi siempre para preparar sus alimentos o para compartir su lecho– o cualquier
otra figura equivalente al reposo del guerrero345.
Muchas mujeres se han destacado dentro del movimiento, cuyos nombres y personalidades han
quedado impregnados en el colectivo de los integrantes. Inicialmente son tres las que destacan: las
comandantas Ramona y Susana, y la Mayor Ana María. La comandanta Ramona fue la primera mujer
comandanta política y la más radicalizada en sus posturas según el mismo subcomandante Marcos.
En su entrevista a la Comandanta Ramona, publicada en la “Doble Jornada” del 7 de marzo de 1994, y
titulada “No nos dejen solas”, las periodistas Matilde Pérez y Laura Castellanos escriben que:
(…) las mujeres fueron protagonistas invisibles de los acontecimientos que trascendieron
las fronteras del país. En ese momento no se supo (...) que una de ellas (la Mayor Ana María)
fue la responsable de la toma de la segunda ciudad en importancia de Chiapas, cuyo
operativo se consideró por el EZLN un éxito porque no se registraron pérdidas humanas346.
A saber de la Mayor Ana María, hay un interesante testimonio sobre la forma en la cual se introduce al
movimiento:
Muchas de las mujeres que han entrado al EZLN han llegado sin avisar a sus familias. Yo
cuando salí de mi casa y me enteré de que existía una organización armada, me decidí y
me dije ¡Yo también voy a tomar las armas! porque uno de mis hermanos ya estaba; pero
343 Fragmento extraído del documento generado en el I Cumbre de las Mujeres Indígenas de las Américas,
titulado " El empoderamiento para garantizar la plena, activa y propositiva participación de la mujeres indígenas y
el fortalecimiento del liderazgo". En línea: http://www.redcontralatrata.org/?rubrique46&entidad=Actividades&id=305
344 Hernández, op. cit., pp. 61, 63 y 66.
345 Ibídem, p. 66.
346 Texto extraído de “La ley Revolucionaria de las Mujeres del EZLN: breve análisis de su evolución”. En línea:
www.actab.utexas.edu
Como claramente expresa la cita anterior, el reclutamiento de las mujeres al movimiento se hacía desde
la clandestinidad y a partir del ejemplo de las primeras (las mujeres se iban incorporando en la medida
en que veían a otras dentro del movimiento), donde la participación era sumamente activa y no se
basaba sólo en el empuñamiento de las armas, sino que además se las instruía en política, en oratoria,
se les enseñaba a leer y se creaba conciencia en ellas. A su vez, la introducción de las primeras (tal
como fue el caso de Ana María) se da a partir del nexo de un hombre, pero luego serán éstas las que
incorporen a otras mujeres al movimiento.
Las mujeres zapatistas recuerdan con mucho cariño a la comandanta Ramona, y aún después de
su muerte, toman su desempeño dentro de la organización como un buen modelo a seguir: en una
entrevista la Comandanta Yolanda expresa que:
Susana fue una de las principales activistas que recolectó información y sondeó la situación del
género, para esbozar luego la revolucionaria Ley femenina. Su legado es reconocido por las mujeres,
pero también por los hombres del movimiento.
Innumerables testimonios de las diferentes comandantas figuran en textos impresos o digitales,
debido fundamentalmente a la cantidad de escritos que hay sobre la temática y el aprovechamiento
que de ello hacen las actuales tecnologías, donde poseemos amplias publicaciones en internet; no
obstante, el objetivo de este trabajo es evidenciar la participación activa que estas mujeres tienen al
interior de la región y el reconocimiento que el movimiento les otorga, involucrándolas en la lucha,
desde las armas pero también desde la concientización.
Incluso si analizamos el discurso de las mujeres zapatistas resulta sorprendente la utilización de
conceptos tendientes a eliminar la invisibilización de la mujer en las expresiones. En este sentido
la utilización de los vocablos “comandanta” o “valienta”, representan claras afirmaciones de las
teorías de género, las que intentan eliminar de las expresiones el masculino genérico e incorporar
conceptos femeneizantes de las diferentes acciones o factores atribuidos a las mujeres. Así, el
concepto “comandanta” refleja a la mujer desde todas sus perspectivas: como actora social, con
un género que le es propio, como sujeto histórico y específico del movimiento zapatista. Las
mujeres están presentes en todos los órdenes del movimiento, pero no son hombres, son otra
cosa, y es bueno que el lenguaje las “haga presentes”.
Finalizando este apartado, se retoma la frase o el “doble grito” de la comandanta Ramona “Nunca más
un México sin nosotros” (los indígenas) y “Nunca más un México sin nosotras” (las mujeres). Así, doble
será la lucha de estas mujeres zapatistas, por ser indias y por ser mujeres.
347 Ídem.
348 Extraído del texto “Cómo hacen los trabajos. Parte III”, op. cit. La comandanta falleció en el año 2006, a
causa de una grave enfermedad, la cual padeció durante mucho tiempo, pero que no limitó su activismo político.
Retomando el título del presente trabajo de investigación, podemos afirmar que dentro del zapatismo se
creó un movimiento, encabezado por estas mujeres, las “comandantas”, las que desarrollaron una serie
de intervenciones para denunciar y mejorar su calidad de vida. Desde instancias más formales de lucha
Tomás Guevara
La resistencia restauradora
El Ñidol Longko Mañil Wenü y la desposesión territorial del País mapuche
(1850-1860)
350 Licenciado en Historia, Magíster en Historia de América y actualmente cursando el Doctorado en Historia en
la Universidad de Santiago de Chile. fernandopairican@gmail.com
351 Hobsbawm, Eric, La era del capital 1848-1875, Editorial Crítica, 6ta edición, 2007, p. 13.
352 Ortega, Luis, Chile en ruta al capitalismo. Cambio, euforia y depresión 1850-1880, Editorial DIBAM-LOM,
2005, p. 25.
353 Hobsbawm, op. cit., p. 16.
354 Ortega, op. cit., p. 26.
355 Vicuña Mackenna, Benjamín, “La Conquista de Arauco”, Sesión de Diputados, agosto 1868, p. 1.
cataclismo para los millones de pobres […]; para los miembros del mundo ajeno al
capitalismo, a quienes éste tenía en sus manos y los zarandeaba, significó la posibilidad de
elegir entre una resistencia resuelta de acuerdo con sus viejas tradiciones y modos de vida, y
un proceso traumático de asir las armas de Occidente y hacer frente a los conquistadores.357
Aquella era la preocupación que imbuía a Mañil Wenü a mediados del siglo XIX. El ñidol longko ocupó
todas las herramientas políticas para mantener la libertad del territorio indígena –o wallmapu como
lo llamaría el movimiento a partir de la década de 1990–. Para 1860, cuando comenzó la expansión
centralista de Santiago encabezada por Manuel Montt como presidente, Mañil Wenü escribió al general
José de Urquiza de Argentina. A esas alturas, los cañones liberales de las guerras civiles de 1851 y 1859
habían sido aplastados por el centralismo; en aquellos hechos, Wenü tomó partido por los liberales
y federalistas. En particular, su lanza marchó al lado de su amigo el General Cruz. Derrotado los
federalistas, se le agotaban las cartas de la política a Mañil Wenü para mantener “nuestro territorio y
nuestra independencia, que nos quiere quitar el gobierno de Montt, de Santiago”358.
Mañil Wenü nació en pleno despliegue de las Reformas Borbónicas sobre el Imperio Hispano, en
1779 o 1781359. Se convirtió a partir del siglo XIX en uno de los Longko de mayor renombre de La
Araucanía, su padre lo llamaba Kallfükew (pensamiento limpio, sabio o puro)360 y se convirtió, como
era propio de las sociedades tradicionales, en ñidol longko por su valor. A principios del siglo XIX,
Wenü junto a sus konas se rebelaron ante la expansión de las Reformas Borbónicas que buscaban
controlar el floreciente comercio de los mapuche, atacando los alrededores de Mendoza. En voz de
Juan Kallfükura y el mestizo José Manuel Zúñiga, “Mangiñ tuvo fama desde entonces […] todos lo
respetaban por su coraje y destreza para la pelea. Lo buscaban para los malones”, narraron años
después estos sobrevivientes de la Ocupación de La Araucanía361.
Existe un consenso a partir de los estudios de la corriente fronteriza362 que hubo un permanente
intercambio entre las sociedades hispana y posteriormente chilena. Relaciones de carácter
económico, social y político. Las Reformas Borbónicas en ese sentido, intervinieron las relaciones
–siempre frágiles e inestables– entre el mundo colonial y mapuche, una vez que la insurrección
encabezada por el Toqui Pelantarü a fines del siglo XVI destruyera las siete ciudades al sur del
Biobío, marcando en la práctica la frontera que perduró hasta la conquista de La Araucanía
por los ejércitos de la nación chilena. Como dice Jorge Pinto, las reformas buscaron romper
356 Pinto, Jorge, “Ignacio Domeyko. Viaje a la Araucanía en el año 1845 y otros documentos sobre la frontera”. En
Ignacio Domeyko, La Araucanía y sus habitantes”, Ediciones Cámara de la Construcción, 2010, p. xlvi.
357 Hobsbawm, op. cit., p. 16.
358 Mañil Wenü, “Carta al general Justo José de Urquiza”, 30 de abril de 1860. En Jorge Pavez, Cartas mapuche
siglo XIX. Ediciones ocho libros/Colibrí, 2008.
359 La fecha no es exacta. En la carta anteriormente citada, Mañil Wenü señalaba que para 1793 tenía la edad de
12 o 14 años.
360 Kallfü es azul y kew viene de kewün. El azul tiene relación con la cosmovisión mapuche, en que el azul
adquiere una connotación de pureza o en una perspectiva más occidental “sagrado”. Para mayor profundización
ver Elicura Chihuailaf, De sueños azules y contrasueños, Editorial Universitaria, 1995.
361 Guevara, Tomás y Mañkelef, Manuel, Historia de familias. Siglo XIX, Editorial Colibris/Liwen, 2002, p. 87.
362 En 1982 se publicó Relaciones fronterizas en La Araucanía. Estudio encabezado por Sergio Villalobos, se
plantea que es el hito de esta corriente historiográfica. Tres años después, Villalobos junto a Jorge Pinto, publicaron
La Araucanía. Temas de historia Fronteriza. En adelante, Pinto como Leonardo León, ambos discípulos de
Villalobos fortalecieron está óptica. Uno de los últimos estudios fue publicado por Leonardo León junto a otros
autores, entre ellos Villalobos, que se llamó Araucanía: la Frontera mestiza, siglo XIX, Ediciones UCSH, 2003.
Ese fue el primer Parlamento que vio un adolescente Mañil Wenü a la edad de doce o catorce años
como él mismo consigna años después en una de sus cartas. Wenü, haciendo gala de la tradición
oral del pueblo mapuche, señalaba que en 1641 se había efectuado el primer Parlamento que dejaba
como “línea divisoria el río titulado Biobío, dejándonos en entera libertad y uso de nuestras leyes para
gobernarnos conforme a ellas, sin que tuviese la autoridad del rei intervención alguna”; y, agregaba, que
en los años subsiguientes, “se han ratificado estos tratados muchas veces, sin alteración alguna”365.
Aquel Parlamento ratificó además que en caso de invasión ambos pueblos se apoyarían mutuamente.
Es por eso que el ñidol longko “se puso del lado del rey”, cuando el proceso de independencia sacudió
a la colonia chilena. Esto quedó consagrado en 1814 con un nuevo Parlamento, cuando Gabino Gaínza
desembocó en las costas de Arauco y llamó a las distintas parcialidades a un gran encuentro. Este se
realizó el 3 de febrero, y se puso a disposición toda la diplomacia acostumbrada de los Parlamentos
coloniales. Cada longko recibió un bastón y una medalla con el busto de Fernando VII, ambas de plata.
Mañil en aquella ocasión, colocó a disposición seiscientos guerreros para cumplir los acuerdos pactados366.
Mañin Wenü se caracterizaba por tener “el genio de un toro bravo”. No era fácil llegar a las tierras de este
ñidol longko, sobre todo después de la derrota de los ejércitos realistas y sus montoneras monárquicas
a mediados de 1825, en lo que Benjamín Vicuña Mackenna llamó “guerra a muerte”. Para uno de los
personajes más importantes del mundo liberal del siglo XIX, la guerra a muerte había finalizado con la
decapitación de Juan Manuel Pico, comandante de las fuerzas realistas. En este contexto se firmó el
Parlamento de Tapihue en 1825, el que ratificaba la línea divisoria del río Biobío, no permitiendo que
ningún chileno pueda permanecer en los terrenos indígenas. Los mapuche aceptaban que el Estado
363 Pinto, Jorge, La formación del Estado y la nación, y el pueblo mapuche. De la inclusión a la exclusión,
Ediciones DIBAM, 2003, p. 57.
364 Zavala, José Manuel, Los mapuches del siglo XVIII. Dinámica interétnica y estrategias de resistencia,
Editorial UB, 2008, p. 26.
365 Mañil Wenü, “Carta al general Justo José de Urquiza”. 30 de abril de 1860. En Pavez, op. cit.
366 Guevara y Manquilef, op. cit., p. 88; Painemal, Carlos, “Los Tratados celebrados por los mapuche con la Corona,
la República de Chile y la República de Argentina”. Tesis zur Erlangung des Doktorgrades eingereicht am Fachbereich
Geschichts-und Kulturwissenschaften der Freieen Universität Berlin, Altamarikanistik, 2010, pp. 105-106.
Todo, pues todo lo conversaba, de la forma en que su piedra le hablaba [a él]: “enseguida,
aun cuando [los otros] no saben, enseguida yo me entero primero, a mí me cuenta primero
mi piedra”, de esa manera lo decía en su conversación el gran Namunkura, “absolutamente
todo, todo lo que ocurría, lo que me iban a decir, todo lo sabía inmediatamente, todo me
No era extraño que quienes lo conocieron señalaran sobre Mañil que lo “creían medio brujo y de pensar
muy grande [sabio]”, ya que en los sueños o pwma este ñidol Longko aclaraba algunos hechos a ocurrir
o discernir sobre algún problema. Desde un prisma en que lo racional se apoderaba del pensamiento, el
liberal Benjamín Vicuña Mackenna, decía que “hacía creer a los indios que era adivino, que tenía toro, un
caballo, etc. Con quienes consultaba todo, y cuando decía a este respecto lo creían como si lo viese”371.
Además de ser un excelente jinete y guerrero, como señalan Juan Kallfuküra y José Manuel Zúñiga, Mañil
tenía una voz que “era fuerte sin ser áspera, hablaba reflexivamente, pensando bien sus palabras; también
escuchaba con atención, como conviene a la persona elejida por su talento para presidir los destinos de
la nación”372. Efectivamente Wenü no perdía la ocasión de estar al tanto de lo que ocurría en la ribera sur
del río Biobío, de los movimientos que estaba realizando el centralismo de Santiago y de buscar unir a las
parcialidades de La Araucanía en un solo mando para fortalecerse política y económicamente.
Ya para 1833 Mañil Wenü era considerado una de las autoridades con mayor respeto en la Frontera,
promediando los cincuenta años. Tal vez una de las pocas cosas que se imponía en el proyecto de
fortalecer un poder “regional” mapuche era otro de los grandes Longko de la zona: Kolüpi. Reconocido
aliado al centralismo de Santiago, las tierras de wallmapu retumbaban cuando ambas autoridades
tradicionales se embestían en los malones. Finalmente ninguno pudo vencerse desde un aspecto
militar, Wenü “no podía dar la vuelta” a Kolüpi. No era solo una rivalidad –propia– de las sociedades
tradicionales, en que se ve con recelos el poder del otro, era más profundo aún, eran dos proyectos de
sociedad que se hicieron incompatible ante el avance de la modernidad impulsada desde Santiago.
También eran dos estrategias para enfrentar el proceso de expansión centralista. Como recuerdan
los sobrevivientes de la Ocupación, “siguieron siendo enemigos Mangiñ y Kolüpi. Si los mozos de
Mangiñ encontraban a un pariente de Kolüpi, lo mataban, lo mismo hacían los contrarios”373. No había
espacio para el diálogo o el parlamento entre ambas autoridades tradicionales, como recuerda Lorenzo
Küluman, Kolüpi “aborrecía en particular a Mangiñ”374.
Tal vez por eso Mañil Wenü decidió eliminar a su rival no a través de los malones, que a esa altura se
mostraban improductivos. Previendo la confrontación de la guerra civil de 1851, tal vez se hacía urgente
eliminar a Kolüpi. Era finalmente un enfrentamiento por sobrevivencia. En ese sentido el relato de
Küluman grafica esta perspectiva, “Kolüpi le mandaba a decir ‘voy a jugar a la chueca con tu cabeza’.
Mangiñ le mandaba a decir: ‘tu cuerpo macizo servirá a mis perros para que engorden’”375. Así fue que
pocos meses antes de que se iniciara la guerra civil de 1851, Mañil Wenü envió al oficial del ejército
chileno José Antonio Zúñiga a quien llamaban Nekulpang. Zúñiga aprovechó que Kolüpi andaba
visitando Nacimiento y lo invitó a beber una botella de agua ardiente. Kolüpi desconfió de Zúñiga y
declinó la invitación, pero ante la insistencia del militar descendió del caballo y se sentó a beber con él.
Seguramente, en un descuido de este ñidol longko, Zúñiga colocó veneno en el vaso de Kolüpi, quien
ya camino hacia su lof “se sintió enfermo por el camino. Cuando pasó por Angol, no podía sostenerse
en el caballo […]. Todos supieron que Zúñiga le había dado veneno por encargo de Mangiñ”376.
370 Canio, Margarita y Pozo, Gabriel, Sobrevivientes de la “Campaña del Desierto” y “Ocupación de la Araucanía”
(1899-1926), Ediciones FONDAR, 2013, p. 281. Esta historia es dictada por Katrülaf en octubre de 1902.
371 Vicuña Mackenna, op. cit., p. 682.
372 Smith, op. cit., p. 160.
373 Guevara y Mañkelef, op. cit., p. 89.
374 Ibídem, p. 37.
375 Ídem.
376 Ibídem, p. 38.
Esto era lo que inquietaba a Mañil Wenü cuando recibió la visita de Edmond Smith en 1853. De hecho,
como cuenta él mismo luego del intercambio de cumplidos, comenzó a sondear respecto de los
movimientos e intenciones del gobierno chileno. “No quedó muy satisfecho de la proyectada visita del
Presidente, temiendo que no aportaría beneficios para los indios”. A esas alturas también el ñidol longko
se arrepentía de haber participado en la guerra civil recién finalizada. Su conclusión era lapidaria: “había
tomado una parte innecesariamente pronunciada a favor de los revolucionarios”. Aquello lo dejaba
en mal pie para poder negociar con la nueva administración, la que había demarcado una provincia
abrazando “una parte considerable de nuestro territorio que actualmente habitamos, y por consiguiente
nos quiere sujetar a su autoridad echando por tierra los tratados”, denunciaba Mañil.378Aunque años
después, cuando escribió directamente a Manuel Montt reconocería:
Te hago presente que en enero de 1851 supimos que te hacían guerra; entonces
acordamos todos los Mapuches aprovecharnos de que estaban en guerra para botar a
todos los cristianos que nos tenían robadas todas nuestras tierras de esta banda del
Bio-bio sin matar a nadie379.
La guerra civil de 1851 y la fundación de la provincia de Arauco son los antecedentes directos para
comprender el último intento en vida de Mañil Wenü por detener la expansión del centralismo
santiaguino, apoyando nuevamente a Concepción en 1859. Las huestes encabezadas por Wenü
aprovecharon la coyuntura para destruir el fuerte Negrete, el único puesto militar ubicado en la ribera
sur del río Biobío. Consumido por el fuego la avanzada militar chilena, se dirigieron a las haciendas de
José Luis Benavente y Domingo de la Maza, las quemaron y se llevaron gran cantidad de sus animales.
Sin descansar, los guerreros avanzaron hacia el departamento del Laja al norte del río Biobío donde se
enfrentaron a los ejércitos centralistas en Picul. Los mapuche fueron derrotados, “pasando al filo de sus
lanzas y sus sables a ochenta y siete indios”, daba cuenta un parte militar fechado el 22 de abril de 1859.
Mañil Wenü nuevamente volvía “a favorecer a los derrotados”380.
Se acababa el tiempo de Mañil Wenü y su estrategia política: impulsar una rebelión restauradora de los
pactos coloniales y del viejo orden que paulatinamente iba desapareciendo a medida que la oligarquía
maduraba su proyecto republicano. En esa perspectiva, la insurrección de una parcialidad mapuche, era
en defensa de la costumbre, de rostros que no querían cambiar y lo único que querían era permanecer
en sus lof, ya que en ellas habían habitado, y en ellas, sus antepasados por centenares de años. Era un
levantamiento en defensa de los derechos tradicionales reconocidos a lo largo de una larga historia de
pactos coloniales, que tenía como objetivo final la restauración del orden social establecido producto
de las relaciones fronterizas. Por ende, la rebelión ante la conquista de La Araucanía, más que un
levantamiento transformador era un levantamiento restaurador. Los mapuche, encabezados por Mañil
Wenü, en esa perspectiva se rebelaron contra el “progreso” que el capitalismo desplegó por los rincones
de mundo conocido, generando la mayor transformación de la historia.
377 Citado en Correa, Martín y Mella, Eduardo, Las razones del Ilkün/enojo, LOM Ediciones, 2011, pp. 40-41.
378 Smith, op. cit., p. 160; Carta al general Justo José de Urquinza. Citada.
379 Mañil Wenü, “Carta al presidente de la República de Chile, Manuel Montt”. 21 de septiembre de 1860. En
Pavez, op. cit.
380 Navarro, Leandro, Crónica militar de la conquista y pacificación de la Araucanía. Desde el año 1859 hasta su
completa incorporación al territorio nacional, Ediciones Pehuén, 2008, p. 33; Guevara y Mañkelef, op. cit., p. 91.
y les robaron todos sus animales, que no bajaría su número de nueve mil caballos,
yeguas, vacas y ganado ovejuno, y les quemaron sus casas y llevaron cuanto
encontraron en ellos, porque alcanzaron las familias que iban a esconderse en los
montes. Los indios viejos y la indias que no pudieron llevar las degollaron como
perros. El mismo Salbo hizo degollar a un indio, y después de muerto pasó a la casa
y se llevó el costal de prendes de plata que tenia el indio y el ganado que cargó al
cogote de su caballo; se llevaron algunos cautivos para venderlos385.
Paralelamente, la División que había dejado el fuerte de Santa Bárbara, en Alto Biobío, había penetrado
desde la alta frontera a las tierras mapuche. Su objetivo era capturar al hijo de Mañil Wenü: Kilapan. El 6 de
diciembre los guerreros encabezados por Kilapan se enfrentaron con los ejércitos dirigidos por el Comandante
Domingo Salvo. “La desmoralización, que se entronizó entre esos milicianos, no permitió, juntarse con la
División de Villalón” y así en conjunto aplastar desde la alta y baja frontera el lof de Mañil Wenü386.
A fines de abril Wenü envió a su hijo Kilapan hacia puelmapu para hacer entrega de una carta al general
José de Urquinza fechada el 30 de abril de 1860. En ella señalaba,
El 21 de septiembre de 1860, Mañil Wenü como Toqui de los cuatro Butalmapu escribió una carta al
Presidente Montt, firmada desde la “Mapu”. En ella señalaba que los Butalmapu que él representaba
deseaban la paz, siempre que se respetaran los acuerdos firmados en los Parlamentos. Denunciaba
a su vez la actuación de Villalón y Salvo en los combates ocurridos meses antes, acusándolos de
quemar rükas, sembrado y la captura de familias mapuche que no eran devueltas a pesar de un
compromiso realizado por el mismo Coronel Vicente Villalón. Agregaba, además, esta autoridad
tradicional, que se persiguió “a las madres que corrían a los montes a esconderse” a las que se les
arrebataba “de los pechos a sus hijos”. Se ordenaba “mandar a cavar las sepulturas para robar las
prendas de plata con que entierra los muertos en sus ritos los indios”. Por todos estos aspectos, para
Mañin Wenü, tanto Villalón como Salvo tenían una “barriga mui grande” ya que nunca se llenaban
a pesar de todos los saqueos realizados. En particular su odio iba contra Domingo Salvo, a quien
acusaba de cobarde ya que “no salía del medio de sus tropas”. Y amenazaba Mañil “yo lo esperaba
que pasase el Malleco, y entonces hubiera visto como había escapado”388.
Se cerraba los tiempos del diálogo y la tradición colonial que había permitido una importante relación
entre ambas sociedades. El peso de la razón y el progreso, los pilares en que se comenzó a edificar el
mundo del siglo XIX no daba espacio para la sobrevivencia de las sociedades tradicionales. A partir de
1860, se llevaba a la práctica aquella célebre frase del libro de Domingo Faustino Sarmiento “Facundo
o Civilización o Barbarie en las pampas argentinas” de 1845. Mañin Wenü por su parte advertía al
Presidente Montt “ya no podré contener los indios, y no sé cual de los dos campos quedará mas
ensangrentado; que la guerra que hacen los cristianos a sangre y fuego”389.
Posiblemente Mañil Wenü nunca recibió respuesta a su carta, como escribió a José María Guzmán “estoi
cansado de mandar escribir mis palabras al presidente i a estos gobernadores de la Frontera, pues no
dan respuesta”390. En el transcurso de los meses octubre y noviembre este ñidol longko enfermó y
previendo su muerte “llamó a sus hijos. Les aconsejó que no se rindieran a los chilenos, porque les
robarían sus terrenos y esclavizarían a sus hijos. Así se lo prometieron. Creía que con su muerte se
entrarían los winka”391. Mañil Wenü murió en Adenkul de fiebre a una edad de 81 u 83 años. Algunos
relatos señalan que podría haber sido de tifus y otros de brujería.
Lo cierto es que a partir de la primera semana de diciembre de 1860, la noticia se expandió por la frontera.
El diario El Correo del Sur, de Concepción, celebraba y titulaba “¡Murió Magil!”, a quien reconocían como
“el cacique más poderoso de toda la Araucanía” y “el que oponía más resistencia a las expediciones
que se han internado en el territorio araucano”. Este diario no ocultaba su satisfacción ante la muerte
del que sea uno de los personajes más importantes de la historia mapuche decimonónica. “Quizá –
agregaba la misma nota de prensa– este accidente venga ahora a facilitar la conquista de Arauco, pues
el enemigo más temible ya ha desaparecido”392.
Los mapuche al mando de Mañil Wenü comenzaron a reunirse para el eluwün tradicional. Lo encabezó
su hijo Kilapan, quien vistió a su padre con una casaca galoneada que le había regalado el general Cruz
un par de años antes. Según El Correo del Sur, Mañil fue depositado en una canoa, “para celebrar el
Ahí llevó la canoa en que estaba su padre. La llevó en carreta. La puso en un sitio oculto
donde no pudiesen hallarla los soldados chilenos. Todos creían que si los soldados
tomaban las cosas y los restos de Mangiñ, se parecerían a él [por transmisión mágica].
Entonces no podrían vencerlos395.
393 Ídem.
394 Guevara y Mañkilef, op. cit., p. 92.
395 Ídem.
Introducción
Uno de los lugares comunes más persistentes respecto al pueblo mapuche es, por mucho, el de
su conocida resistencia. En ella se cree ver, por una parte, tanto una suerte de porfía pseudobárbara
con connotaciones racistas y que obstinadamente se niega a asimilarse y aceptar el estado de derecho
chileno; y por otra, un ethos cultural romántico, antimodernista y anticapitalista, heredero de un
relativismo cultural aportado por la antropología, y con el que muchos simpatizantes de la “causa”
suelen identificarse. No obstante, me atrevería a afirmar que, en general, la resistencia suele asociarse en
el imaginario nacional más que nada con hechos de carácter violento (tomas, enfrentamientos, marchas,
barricadas, etc.) como los sucedidos en los 90 en el sur del país y que cada cierto tiempo se repiten.
Por otra parte, la idea de este trabajo remite en última instancia a una pregunta de orden general,
asociada a la historia problemática de una relación diádica de resistencia/sometimiento, respecto a las
maneras en que viejos prejuicios del pasado, asociados a la relación logran llegar al presente. La idea
no es enjuiciar moralmente el pasado, lo que sería un anacronismo, sino detectar los mecanismos que
permiten su perpetuación y actualización dentro de determinados espacios de debate. En cierto modo
396 Sociólogo. Estudiante de Magíster en Política Pública y Gobierno, Universidad de Concepción, Chile.
ramirote@gmail.com
397 Por historiografía referiré tanto a historiadores, como antropólogos, sociólogos y otros cientistas sociales que
tratan el tema con cierta regularidad.
Fundamentación teórica
En un artículo del año 2003, el antropólogo chileno Ricardo Herrera Lara, siguiendo las ideas de M.
Taussing respecto a la función de las imágenes y los signos en la construcción historiográfica, dirá que
cronistas e historiadores, construyeron imágenes basadas en signos y símbolos peyorativos que emergen
del conflicto y donde el significado adjunto a esas imágenes sería la base formadora de un tipo de
historiografía constructora y dependiente de imágenes. Según Taussing, la construcción historiográfica
en tanto proceso hermenéutico politizado, consiste en el juego semiótico con la estructura de signos
establecidos como imagen de la experiencia social de la conquista. De manera sintética, diremos que
la idea general que recorre dicho artículo es la anterioridad y persistencia de la imagen o imago en la
construcción del logos historiográfico actual. Este imago colonial surge asociado a una experiencia vital
de sentido epocal y que está detrás de una construcción discursiva de la superioridad.
Por nuestra parte entonces, tomaremos esta idea de imago persistente y la aplicaremos a la categoría
de resistencia, obteniendo de este modo nuestra propia categoría hermenéutica que utilizaremos para
deconstruir algunos relatos discursivos de superioridad actuales, cuya característica compartida es la de
contestar los reclamos y planteamientos de las diversas organizaciones políticas mapuche.
Consideremos ahora la resistencia como punto cardinal de referencia para clasificar los relatos
historiográficos. De este modo tenemos que frente a ésta podemos identificar dos tipos básicos de
reacción: simpatía y rechazo. Estas a su vez determinaran en parte el carácter de la reflexión teórica y
sus posibles implicancias políticas que resumimos en el siguiente cuadro:
RESISTENCIA
SIMPATÍA RECHAZO
Elite política (mito del valor y lucha por Exploradores, elite política, intelectuales,
la libertad). historiografía liberal, conservadora,
prensa, etc.
Su rechazo al concepto ‘cultura’ parte de una lectura de la sociedad actual moderna a la que considera
siempre cambiante, estructurada y simbólicamente diferenciada; de una crítica a la inconsistencia
interna del concepto evidenciada a través de su desarrollo histórico; y de las consideraciones teóricas
de la antropología postmoderna de James Clifford y el concepto de différance de Derrida.
La différance daría cuenta, entonces, de la iterabilidad simbólica de la cultura como “texto”, resaltando
el aspecto relacional en su naturaleza interna. Comparada con el lenguaje, la cultura estaría constituida
por unidades que obtendrían su significado sólo en relación con otros elementos de la misma. Esta
significación lograda a través de relaciones de diferenciación entre las diversas unidades (Sassure) le
otorgarían fluidez y la desconectarían o desanclarían del contexto histórico en el que surge; por ello es
que no estaría definida por ninguna esencia ni tradición alguna, oral o escrita, sino que sería constante
transformación y repetición que impide que sea apropiada como exclusividad por grupo alguno.
Sin embargo que el lenguaje sea esencialmente, en su funcionamiento interno, algo relacional no
quiere decir que éste no exista; en otras palabras, si todas las lenguas tienen una misma naturaleza
interna dada por la relacionalidad de su funcionamiento, ergo no se desprende necesariamente que no
existan los idiomas. Por otro lado, Derrida buscaba rebatir algunas ideas de John L. Austin respecto a
la importancia determinante del contexto en la correcta ejecución de los actos performativos del habla,
para lo cual desarrolla la idea de iterabilidad (alteración en la repetición) la que le permite finalmente
suprimir el contexto y la intencionalidad del autor como condiciones que posibilitan el funcionamiento
del lenguaje. Sin embargo, no debemos perder de vista que la reflexión original de estos autores es
sobre el lenguaje, y aunque tanto Derrida como Austin comparten la idea de que el lenguaje no se
restringe sólo a describir el mundo, sino que actúa sobre él, la realidad social no es y no tiene por qué
ser isomórfica a éste, lo que sería además una recaída en la vieja hipótesis Sapir-Wolf. De este modo
entonces, se concluye que ni la cultura ni la sociedad son idénticas e isomorficas al lenguaje sino que
son dimensiones diferentes del existir social, lo que no quita que en su estudio se recurra al modelo del
lenguaje y el texto pero guardando las distancias.
Volviendo a la idea de cultura y muy a pesar de su autor, ésta sigue siendo un concepto útil para el
estudio de la sociedad, prueba de ello es la creciente importancia de los estudios culturales o el hecho
de que la cultura sea considerada como un derecho. Y si bien su desarrollo histórico, conceptualmente,
es algo tortuoso, ello no debe ser tomado como una debilidad sino más bien como una señal de buena
salud al no estar anquilosada y por tanto dogmática en sus definiciones (o sea la ausencia constitutiva
del significado propia del lenguaje y que posibilita su funcionamiento según nos dice Derrida). Por
otro lado, modernidad y cultura no tienen por qué ser excluyentes en términos teóricos como puede
desprenderse del trabajo del sociólogo Pedro Güell del año 2008, donde teoriza respecto al rol de la
cultura en la mediación entre subjetividad y sociedad, instalándola de ese modo en el corazón mismo
del dilema moderno: el carácter constitutivo de la tensión entre subjetividad y sociedad. Es esta tensión
la que funda la modernidad y donde la promesa de su resolución fue asumida por la ilustración con
los resultados que todos conocemos. Con el tiempo la toma de conciencia de la imposibilidad de su
resolución y el fracaso del proyecto humanista ilustrado, fundamentarán a su vez el posmodernismo
actual que da pie a posiciones como las asumidas por el autor.
Revisemos ahora otro fragmento del trabajo aquí analizado:
De ella se desprende que esta resistencia por aprender “nuevos modos” de hacer las cosas no sería
más que un capricho atávico, púes teóricamente no tendría sustento alguno y por lo mismo es
políticamente ilegítimo y errado en sus aspiraciones.
Como se ve, en ningún lugar de la reflexión hay espacio para pensar el otro lado de la relación:
¿por qué sólo la resistencia es ilegítima y no la voluntad de sometimiento? ¿Quiénes son entonces
los que se niegan a aprender “nuevos modos” de hacer las cosas y cuáles son sus fundamentos?
Así entonces, la teorización en torno a la resistencia como hecho histórico se torna reactiva, es
completamente incapaz de ver la totalidad de la relación resistencia/sometimiento por lo que su
teorización anterior es sólo una justificación de la posición política adoptada por el autor y no una
profundización en la comprensión del fenómeno.
Por otra parte y en relación a lo mismo, podemos leer en Quidel que: “Cada che tiene su propia
energía o newen, su propio gen y su propio püjü, en tanto reche (persona común o que no es
autoridad) diferente de todos los demás”404. Por tanto la traducción pareciera no ser la correcta o
no tiene suficientes elementos que la sustenten; pues si bien el autor trabaja casi exclusivamente
con las fuentes escritas de la época, nada dice de un posible cruzamiento con las traducciones
actuales del término que pudiesen obtenerse de un trabajo en terreno, considerando además que el
mapudungun se ha mantenido respecto al pasado relativamente estable en cuanto a sus palabras
y significados en términos estilísticos, a diferencia de otros idiomas, lo que permite su comparación
en vistas a una mayor precisión en la traducción.
Además de la traducción, la tesis etnogenésica adolece de otros cuestionamientos de orden
metodológico tales como el real alcance de la interpretación de las fuentes en el estudio del pasado,
más aún si ese pasado refiere a una cultura en aquel entonces ágrafa, así como una definición más
clara entre el trabajo etnográfico e historiográfico.
En términos teóricos, dentro de la antropología, el trabajo de G. Boccara es heredero de William Sturtevant
y su trabajo “Creek into Seminole” del año 1971. Así se desprende de lo dicho por el propio Boccara:
Del mismo modo los mapuche emergen como etnia, según el autor, producto de las contantes presiones
de la guerra y de la política de parlamentos cristalizando finalmente en el etnónimo de “mapuche”. Pero
sucede que teóricamente el concepto ya había emergido 10 años antes en los estudios relacionados
403 Millalen, José, “La sociedad Mapuche prehispánica: kimün, arqueología y etnohistoria”, en Escucha winka,
Cuatro ensayos de Historia Nacional Mapuche y un epílogo sobre el futuro, LOM ediciones, Santiago, 2006, p. 33.
404 Quidel, Javier, “Chum Azkülen ta iñ mapuche mogen (Filosofía del ser Mapuche)”, en Informe de la Comisión
verdad histórica y nuevo trato. 2003. Volumen III. TOMO II. Primera parte del informe final de la Comisión de
Trabajo Autónomo Mapuche. Capítulo III “Mapu Küpal Azkunun Zugu. Fundamentos y Manifestaciones del derecho
propio mapuche”. En internet http://www.serindigena.org/libros_digitales/cvhynt/v_iii/t_ii/v3_t2_c3.html
405 Boccara, Guillaume, “Mundos nuevos en las fronteras del Nuevo Mundo”, en Nuevo Mundo Mundos Nuevos
(en línea), Debates, 2001. Disponible en http://nuevomundo.revues.org/426
Conclusión
En los dos casos anteriores que acabamos de revisar, se quiso rastrear las influencias de la idea de
resistencia como un imago persistente en la reflexión historiográfica actual, y además como esta imagen
termina pasando de contrabando al debate teórico y político viejas ideas preconcebidas ya sea de rechazo
o admiración y que restan en profundidad y alcance a la reflexión teórica. En el primer caso, de marcado
carácter reactivo, se espera haber demostrado como la reflexión en torno al asunto ocultaba más que
aclaraba la relación resistencia/sometimiento, que es a lo que finalmente debiera remitir la idea o imagen
de resistencia. En el segundo caso su posición frente a la resistencia, ya no del presente sino en el pasado,
es claramente positiva y de un interés netamente teórico. Sin embargo son sus posibles consecuencias
políticas hacia el presente las que la vuelven más interesante para su análisis.
Quedaron fuera de análisis, por tiempo y espacio, otras propuestas como la del sociólogo Saavedra
Peláez de corte marxista ortodoxo y cuyo discurso muy crítico a ciertas demandas mapuche, apela
a una integración cultural y económica de facto que no debiera ser soslayada en los análisis teóricos
relacionados al tema mapuche, culpando a influencias externas de lo que él considera una exaltación
de la diferencia. Con todo, su proyecto o propuesta política es la integración mapuche dentro de la
nación, pero a través de la lucha de clases o emancipación de la explotación capitalista junto a los
demás sectores sociales chilenos afectos a la misma suerte de explotación. También quedo fuera de
406 Para una crítica de la etnogénesis mapuche completamente diferente a lo aquí planteado y en una línea de
interpretación anacrónicamente positivista de las fuentes, ver el libro Los Aborígenes del sur de chile en el siglo
XVI ¿cómo se llamaban?, Editorial Universidad Internacional SEK (2001) del autor Mario Orellana Rodríguez.
411 Existe una amplia y variada bibliografía al respecto. Para ello, recomendamos,
desde diversas perspectivas: Álvarez, Rolando, Desde las Sombras. Una historia de la
clandestinidad comunista (1973-1980), Santiago (Chile), LOM, 2003; Cavallo, Ascanio;
Salazar, Manuel y Óscar Sepúlveda, La Historia oculta del Régimen Militar, Santiago
(Chile), Antártica, 1989; Corvalán Márquez, Luis, Los partidos políticos y el golpe del 11 de
septiembre de 1973. Contribución al estudio del contexto histórico, Santiago (Chile), CESOC,
2000; Goicovic Donoso, Igor, Movimiento de Izquierda Revolucionaria, Concepción (Chile),
Escaparate, 2012; Huneeus, Carlos, El Régimen de Pinochet, Santiago (Chile), Sudamericana,
2000; Salazar, Manuel, Las letras del horror, Tomo I: La DINA, Santiago (Chile), LOM, 2011.
Resultan interesantes las recurrentes críticas del autor en cuanto a los matices que
tanto el neomarxismo como el posmarxismo han trabajado con respecto al marxismo
clásico, en el esfuerzo por readecuar la teoría marxista a tiempos históricos distintos.
Saavedra plantea ciertas disociaciones de estos aportes y lo que el interpreta
como teoría marxista clásica, proponiendo la necesidad de hacer un esfuerzo para
delimitar la teoría marxista y las teorías no marxistas y enfatizando algunos criterios
“de pertenencia” en relación a la primera. Si bien el autor establece que su marco
teórico es la teoría marxista, sostiene que la misma no se encuentra terminada en
su totalidad, lo que plantea un desafío para su investigación en el sentido de hacer
aplicable la teoría marxista clásica al contexto chileno del siglo XXI, en el cual se
encuentran ciertas particularidades dadas por su transcurso histórico.
En función de la amplitud del trabajo de Saavedra y con el objetivo de hacer más clara
y entendible la exposición de la presente reseña, expondremos capítulo a capítulo y de
forma muy sintética lo que entendemos como elementos centrales en el trabajo del autor.
En el primer capítulo “Un concepto inicial de clases sociales”, se plantea la interrogante
abierta sobre qué vendría a ser y conformar una clase social, ante lo cual el autor
responde que “…las clases son conjuntos de personas que se diferencian y relacionan
con otros conjuntos de personas a partir de la forma de participar en relaciones sociales
de producción”413 y por ello, en el capítulo el autor se esmera en establecer diversos
tópicos diferenciadores en cuanto a los sujetos y las relaciones sociales de producción,
lo que determina la pertenencia a una clase u otra. Así, subraya el hecho de que si
bien existen autores que proponen que las clases no son elementos estáticos, esto no
debe impedir el intento de una definición, por difícil que sea la labor.
En el segundo capítulo “Nivel de análisis en el estudio de las clases sociales”, el
autor plantea una serie de interrogantes que van desde epistémicas a situadas
socialmente, esto ya que incluso suponiendo que exista una definición de las
clases sociales para el estudio, inmediatamente surgen algunas interrogantes tales
como: ¿pueden existir sociedades sin clases sociales?, ¿cómo y por qué aparecen
las clases sociales?, ¿qué define y determina a las clases sociales?, ¿Cuál es el tipo
de sociedad capitalista en que vivimos?, ¿Qué características tiene esta sociedad
particular en este momento particular?, etc.
Para ir elaborando respuestas, el autor sostiene que el análisis de clase se mueve “a
distintos niveles en movimientos en las dos direcciones: vamos de lo general a lo
particular y viceversa”414. En concordancia, para el análisis de clases establece: la teoría
general a nivel más amplio, o sea la problemática de las clases sociales transversal a
todas las sociedades; las teorías regionales en un nivel intermedio, es decir, las clases
sociales situadas en modos de producción identificados y; las teorías particulares en
un nivel más micro, las cuales se refieren a clases sociales en sociedades en contextos
particulares y coyunturas concretas. Desde aquí se desprenden distintos niveles de
análisis de clases, tanto a nivel de desarrollo histórico de la especie humana, es decir,
a nivel de modos de producción, a nivel de modo capitalista de producción, a nivel
de las formaciones socioeconómicas capitalistas y por último, a nivel de análisis de
clase desde la perspectiva de transformación en clase “para sí”.
El tercer capítulo se refiere a la “Estructura y acción de clase”, donde se plantean
una serie de discusiones. El autor sostiene que el marxismo “proporciona
las bases necesarias para estudiar las relaciones entre estructuras sociales y
acciones sociales así como respecto al doble carácter –objetivo y subjetivo– de
413 Saavedra Peláez, Alejandro, Un marco conceptual para el estudio de las clases sociales
en Chile actual, Santiago, LOM Ediciones, p. 42.
414 Ibídem, p. 58.
el poder en los Estados capitalistas, sosteniendo que para el Chile del 2006 “el actual
bloque histórico en el poder ejerce su poder político estatal a través de un Estado cuya
forma se adecuó a la nueva dominación y hegemonía”418, ese Estado es gobernado por
una clase gobernante de directivos de Estado, subordinados y especializados en las
nuevas formas de dominación para este “neoliberalismo sin dictadura”.
En otro apartado dentro del mismo capítulo se refiere a las fuerzas político-sociales,
(constituidas tanto en partidos políticos, organizaciones sociales, movimientos sociales)
sosteniendo que raramente están conformadas por sólo una clase social y más bien
son en su mayoría fuerzas policlasistas, donde siempre una clase, sector o fracción de
la misma tiene la preponderancia. Estas fuerzas político-sociales son distintas a los
movimientos sociales (que más bien se expresan en la acción de movilización). Algunos
ejemplos históricos de estas fuerzas político-sociales son el “Ibañismo, el Freísmo, el
Alessandrismo, el Allendismo, el Pinochetismo, la Concertación, la ‘izquierda extra-
parlamentaria’”419, etc. También se refiere al bloque en el poder, que se diferencia con
las fuerzas político-sociales ya que el primero está instalado en el poder del Estado y
comúnmente está compuesto de una o más fuerzas político-sociales. Un elemento
importante a rescatar, es que para su contexto de estudio el autor sostiene que
“tanto la Alianza como la Concertación son fuerzas político-sociales que expresan los
intereses de la burguesía y su fracción hegemónica”420.
En el séptimo capítulo llamado “Clase social y sujeto colectivo: formación de
clase”, el autor se refiere a las formaciones de clase “para sí”, centrándose en el
proletariado y situándolo en cuanto a la teoría de la revolución socialista. Se resalta
en el capítulo la necesidad que significa para el autor el estudio de la subjetividad
colectiva y conciencia de clase desde una perspectiva materialista histórica. Para
la comprensión de sus planteamientos son importantes las preguntas que estipula,
referidas a que si la subjetividad colectiva “¿es sólo la suma o coincidencia de las
subjetividades individuales? O por el contrario ¿Se forma y desarrolla una subjetividad
colectiva que determina la subjetividad individual de las personas?”421. Como
respuesta, el autor se inclina por una subjetividad colectiva que está por encima de
los individuos, pero inevitablemente está conformada por ellos e inexistente sin los
mismos. Esta subjetividad colectiva se retroalimenta con la subjetividad individual,
donde la primera determina en ciertas circunstancias a la segunda (por ejemplo,
con las acciones de protesta masivas). La subjetividad colectiva se va conformando
a través de prácticas culturales, pero también se conforma por “sentimientos y
emociones, por decisiones y voluntad colectiva”422.
En cuanto a la identidad de clase, se da una situación similar a la subjetividad, por
cuanto corresponde a una interrelación de la particularidad y la generalidad. Por ello,
existen dos tipos de identidades sociales: individuales y colectivas.
En el octavo capítulo y final, después de una extensa teorización donde el autor
se apoya, contrasta y se contrapone a una diversidad de posturas, se propone
el objetivo de dar una “Reseña inicial de las clases sociales en el Chile actual”423.
Este capítulo es muy importante y está organizado en tres partes: en la primera
se reflexiona sobre los cambios históricos en el sistema de clases en Chile, en la
segunda se estiman el tamaño, sectores y estratos internos de estas clases y en la
tercera, se analiza de forma inicial a cada una de las clases.
418 Ibídem, p. 185.
419 Ibídem, p. 187.
420 Ibídem, p. 188
421 Ibídem, p. 202.
422 Ibídem, p. 203.
423 Se subraya en el capítulo lo inicial de la reseña y análisis, puesto que éste debe ampliarse
aún más.
[PÁGINA 10]
Luis Vitale, “La Cuestión Nacional, la Identidad y la Unidad Latinoamericana”. Ponencia presentada en
el Simposio “Historia de las relaciones interamericanas”, Universidad de Córdoba, 13 al 15 de agosto de
1992. Texto en versión digital extraído del Centro de Estudios Miguel Enríquez.
En http://www.archivochile.com/Ideas_Autores/html/vitale_l.html
[PÁGINA 11]
Testimonio de Víctor Molfinqueo (Alejandro Manque), dirigente mapuche del Movimiento Campesino
Revolucionario (MCR). En el libro “A Desalambrar. Historias de Mapuches y Chilenos en la Lucha por la
Tierra”, Editorial AYUN, Santiago, 2010, p. 107.
[PÁGINA 32]
Edward Palmer Thompson. Cita extraída desde: Peter Winn, “Tejedores de la revolución. Los trabajadores de
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[PÁGINA 45]
Cúneo, Martín: “Felipe Quispe el último Mallku”, En El viejo Topo, España, no. 284, septiembre 2011, p. 51.
http://losmovimientoscontraatacan.files.wordpress.com/2011/10/felipe_quispe_viejo_topo.pdf
[PÁGINA 57]
Testimonio de Lorenzo Kolümañ, mapuche sobreviviente a la Ocupación Militar de la Araucanía. Extraído
desde Nahuelpan, Héctor, “Formación colonial del Estado y desposesión en Ngulumapu”, en Comunidad
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José Carlos Mariátegui “El 1° de mayo y el frente único”, publicado en El obrero Textil, Año 9, nº 59, Lima,
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EL Despertador Mexicano, Órgano Informativo del EZLN, México, n° 1, diciembre 1993.
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Tomás Guevara, “Las últimas familias y costumbres araucanas”, Santiago de Chile, Imprenta Barcelona,
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Comunica: Lof Mapuche Rankilko. Wall-Mapu: 07 de septiembre del 2014. Declaración pública de la
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En http://paismapuche.org/?p=9636
[PÁGINA 122]
Iñaki Gil de San Vicente, “La violencia y lo militar en Marx. La combinación de todas las formas de lucha”.
Disponible en línea: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=82563
Cristian Suazo Albornoz
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Alejandra Soler Carmona
Carlos Macusaya Cruz
Claudio Alvarado Lincopi
Daniel Morán Ramos
María Isabel Aguirre Bello
Natalia Villalba Reichert
Fernando Pairican Padilla
Ramiro Rodríguez Lincoñir
Yerko Aravena Constanzo
Eduardo Fierro Pezo
Centro de Estudiantes
Ped. en Historia y Geografía
Universidad de Concepción