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R E V I S TA

AÑO III NÚMERO 3 DICIEMBRE 2014 ISSN 0719-5168

SUJETOS HISTÓRICOS
Y TRANSFORMACIONES SOCIALES
EN AMÉRICA LATINA
REVISTA
HISTORIA en MOVIMIENTO
Sujetos históricos y transformaciones sociales
en América Latina

AÑO III | NÚMERO 3


PUBLICACIÓN ANUAL | DICIEMBRE 2014
Concepción - CHILE

Inscripción Nº
ISSN 0719-5168

DIRECTOR
Cristian Suazo Albornoz
SUBDIRECTOR
Eduardo Fierro Pezo

CONSEJO EDITORIAL
Alonso Aravena Gallegos
Yerko Aravena Constanzo
Gonzalo Soto Godoy
José Carvajal Arenas

COMITÉ CONSULTOR
Igor Goicovic Donoso
Sergio Grez Toso
Sebastián Leiva Flores
Mario Valdés Vera
Pablo Alejandro Pozzi

CONTACTO
historiaenmovimientoconcepción@gmail.com

DISEÑO Y DIAGRAMACIÓN
Leticia Zapata Galdames
leticiazapatag@gmail.com

IMPRESIÓN
Editorial Quimantú

RESPALDO
CENTRO DE ESTUDIANTES
Pedagogía en Historia y Geografía
Universidad de C
­ oncepción
FEDERACIÓN DE ESTUDIANTES
Universidad de Concepción (FEC)
INDICE

EDITORIAL 7

ARTÍCULOS
¡Nadie nos trancará el paso! Contribución a la historia del Movimiento Campesino 12
Revolucionario (MCR) en la provincia de Cautín, 1970-1973
Cristian Suazo Albornoz

Clase obrera y “resistencia peronista”. La huelga de la Usina de Corralito. Salta, 1959 33


Carlos Alejandro Abrahan - Alejandra Soler Carmona

Historia, identidad y lucha. Reflexiones a partir de la emergencia indianista en Bolivia 48


Carlos Macusaya Cruz

Capitalismo dependiente, colonialismo y pueblo mapuche 58


Claudio Alvarado Lincopi

Prensa y movimiento obrero en América del Sur. Las jornadas de las ocho horas de 68
trabajo en Lima y la Semana Trágica en Buenos Aires. Aproximaciones de un estudio
comparativo en 1919
Daniel Morán Ramos - María Isabel Aguirre Bello

Mujeres zapatistas. Movimiento dentro del movimiento: etnicidad, género y participación 89


Natalia Villalba Reichert

La resistencia restauradora: el Ñidol Longko Mañil Wenü y la desposesión territorial del 104
País mapuche (1850-1860)
Fernando Pairican Padilla

La resistencia como imagen enigmática persistente en la historiografía chilena sobre el 114


pueblo mapuche
Ramiro Rodríguez Lincoñir

COMENTARIOS DE LIBROS
Monsálvez Araneda, Danny. Los bandos militares en Concepción y Talcahuano: Disciplina 124
militar y disciplinamiento social
Yerko Aravena Constanzo

Alejandro Saavedra Peláez. Un marco conceptual para el estudio de las clases sociales en 128
Chile actual
Eduardo Fierro Pezo
EDITORIAL

“Sujetos históricos y transformaciones Sin embargo, la superación de esta situación


sociales en América Latina”, así se titula no será obra de la disciplina historiográfica
la tercera edición de nuestra Revista de misma, sino que serán los sujetos con conciencia
Historia y Ciencias Sociales “Historia en transformadora los encargados de ponerla al
Movimiento”. De esta manera le damos servicio de la liberación social. Nuestra propuesta
continuidad al proceso político-historiográfico implica una concepción instrumental de la
que emprendimos el año 2012 cuando nos historiografía, pero no en un sentido mecanicista
propusimos contribuir científicamente desde que pudiese politizarla en desmedro de su
el marxismo a la comprensión histórica de cientificidad, sino que utilizando el conocimiento
la realidad latinoamericana y su necesaria razonado del pasado conforme a sus reglas para
transformación. Tal como lo dijimos en aquel instalarla al interior del campo estudiantil, obrero,
momento, “Historia en Movimiento” surgió popular y también de los Pueblos Originarios,
como una propuesta impulsada desde las como una herramienta contrahegemónica que
inquietudes mismas del estudiantado –en tanto apunte a la liberación de las oprimidas y de los
sujeto histórico colectivo– con el propósito oprimidos. Como estudiantes universitarios y
de fortalecer “desde abajo” esta disciplina, trabajadores de la educación en esta disciplina,
generando colectivamente investigaciones pero también como hijos de la clase trabajadora,
significativas y socio-políticamente útiles, consideramos que es sumamente necesario
produciendo y socializando conocimiento desplegar nuestras energías en la difusión de
socio-histórico en el espacio universitario, pero la historia del movimiento popular chileno y
dirigiendo sus intensiones científicas hacia el latinoamericano, ya que la emancipación de los
campo popular en toda su amplitud. Porque la pueblos se consolidará en la medida que exista
historia además de ser un pretexto para enseñar una conciencia histórica de lucha de nuestros
a pensar la realidad, también debe servir para antepasados que permitirá a su vez avanzar con
intervenir en ella y transformarla. una sólida identidad colectiva hacia la conquista
del futuro. Esta interpretación rompe con los
esquemas dogmáticos sobre el tiempo histórico
En consecuencia, “Historia en Movimiento” que conciben un pasado “muerto” ajeno a las
emerge de un análisis concreto y riguroso sobre condiciones objetivas y subjetivas del presente, y
el quehacer de la historiografía en nuestros por lo tanto, desvinculado totalmente del futuro.
tiempos, tanto en el campo propiamente En este sentido, desde el Materialismo Histórico
disciplinar como en la dinámica sociopolítica de –en tanto método científico de interpretación
la realidad concreta. Entendemos que la ciencia y transformación de la realidad– entendemos
histórica, producto de su innegable politicidad, que la sociedad actual también forma parte de
debe superar los márgenes academicistas la historia, en consecuencia, el tiempo presente
establecidos por las clases dominantes y debe ser interpretado en perspectiva histórica
asumidos sin grandes resistencias por la gran y transformadora. Porque como lo señaló Ruy
mayoría de los historiadores, para posicionarse Mauro Marini por allá en el año 1972: “El paso
activamente en el desenvolvimiento de la del análisis teórico puro, o sea, de la abstracción,
sociedad y comprometerse –sin perder su al análisis concreto no conduce a resultados
carácter científico– en la lucha por la verdad, valederos si lo concreto no es tomado en tanto
por la justicia y contra toda forma de opresión. que realidad histórica”.

7 Historia en Movimiento año III · número 3 · 2014


Este tercer número nos convoca a mirar El siguiente artículo realizado por Carlos
fragmentos de la historia de América Latina Macusaya y proveniente de Bolivia, se titula
correspondientes a las luchas desplegadas por Historia, identidad y lucha. Reflexiones a partir
los distintos pueblos oprimidos y explotados de la emergencia indianista en Bolivia. Este
de la región, entendiendo las particularidades trabajo reflexiona en torno a la importancia
propias de los sujetos históricos tratados de la historia y la identidad en la experiencia
respectivamente en cada uno de los trabajos. política de lucha indianista de los aymaras
De esta manera, territorio, identidad, memoria durante el último tiempo, representando
y lucha son aspectos históricos que articulan simultáneamente un aporte a las luchas
la temática central de esta edición “Sujetos indígenas actuales en Bolivia, especialmente
históricos y transformaciones sociales en aquellas articuladas al “indianismo”.
América Latina”.
Claudio Alvarado Lincopi, nos colabora con
En primer lugar, el artículo de Cristian Suazo Capitalismo dependiente, colonialismo y pueblo
“¡Nadie nos trancará el paso!” Contribución mapuche, trabajo que tomando distintos
a la historia del Movimiento Campesino aportes del marxismo, tal como el desarrollo
Revolucionario (MCR) en la provincia de Cautín, desigual y combinado, la teoría centro-periferia,
1970-1973, nos entrega un “capítulo” importante el proceso de acumulación originaria y el
de la historia del pueblo Mapuche en su lucha colonialismo interno, reflexiona en perspectiva
por la recuperación territorial, específicamente histórica sobre la condición política y económica
en el contexto de la Reforma Agraria chilena colonial en la que se encuentra actualmente la
durante “la vía chilena de transición al sociedad mapuche.
socialismo” y en su relación con el Movimiento
de Izquierda Revolucionaria (MIR).
Desde el hermano pueblo peruano, Daniel
Morán Ramos y María Isabel Aguirre Bello nos
Carlos Alejandro Abrahan y Alejandra Soler muestran Prensa y movimiento obrero en
Carmona desde Argentina aportan con su América del Sur. Las jornadas de las ocho
trabajo Clase obrera y “resistencia peronista”. horas de trabajo en Lima y la Semana Trágica
La huelga de la Usina de Corralito. Salta, en Buenos Aires. Aproximaciones de un estudio
1959, dentro del cual se intenta reconstruir comparativo en 1919. El artículo desde una
la huelga de los obreros de la construcción perspectiva comparativa y sudamericana
de la usina producida al final del proceso busca relacionar el análisis de la prensa y el
histórico denominado “resistencia peronista”, movimiento obrero en la coyuntura de 1919 en
a partir de una descripción detallada del Lima y Buenos Aires. En ese sentido, tiene como
accionar de las bases obreras, las formas de objetivo principal advertir cómo los periódicos
lucha desplegadas, el posicionamiento de las de elite y la prensa obrera, en ambos espacios,
direcciones sindicales, del Estado, los partidos, informaron sobre los movimientos proletarios de
la patronal y la prensa, a fin de conceptualizar enero de 1919, específicamente, las jornadas de
el hecho y sus consecuencias sociales. las ocho horas de trabajo en Lima y la Semana
Trágica en Buenos Aires.

Sujetos históricos y transformaciones sociales en América Latina 8


Posteriormente tenemos la contribución de En su parte final, esta tercera edición cierra su
Natalia Villalba Reichert, quien desde Argentina publicación con las reseñas de los libros Los
contribuye con Mujeres zapatistas. Movimiento bandos militares en Concepción y Talcahuano:
dentro del movimiento: etnicidad, género y Disciplina militar y disciplinamiento social del
participación, trabajo monográfico que busca historiador Danny Monsálvez , redactada por
analizar el Movimiento Zapatista de Liberación Yerko Aravena; y Un marco conceptual para el
Nacional (E.Z.L.N.) intentando visualizar los estudio de las clases sociales en Chile actual
alcances de sus propuestas, su funcionamiento del sociólogo Alejandro Saavedra, realizada por
interno, como movimiento campesino, y, Eduardo Fierro.
también indagar sobre el papel de la mujer
como miembro fundente de este grupo.
Para terminar quisiéramos destacar que
mediante este instrumento historiográfico-
Fernando Pairican Padilla publica La resistencia político pretendemos sumar esfuerzos a la
restauradora: el Ñidol Longko Mañil Wenü y la tarea de construir un conocimiento histórico-
desposesión territorial del País mapuche (1850- latinoamericano de las luchas sociales y políticas
1860), artículo que da a conocer la experiencia impulsadas por los diversos y distintos sujetos
histórica particular del ñidol longko Mañil históricos del continente. Para ello es necesario
Wenü hacia mediados del siglo XIX en su lucha considerar primordialmente las especificidades
política para mantener la libertad del territorio propias de cada sujeto colectivo en cuestión,
mapuche frente a la expansión centralista de pero sin perder de vista el “tronco histórico”
Santiago encabezada por el presidente del común de resistencia frente a los colonialismos
Estado chileno Manuel Montt. externos e internos y sus correspondientes
estructuras de dominación. Entender entonces la
relación dialéctica entre hegemonía y resistencia
Finalmente en la sección de artículos en América Latina implica necesariamente
encontramos el trabajo de Ramiro Rodríguez considerar a lo menos los criterios Territorio,
Lincoñir titulado La resistencia como imagen Memoria e Identidad, si es que efectivamente
enigmática persistente en la historiografía se quiere enriquecer una historia socio-política
chilena sobre el pueblo mapuche. Este ensayo “desde abajo” y realmente útil a los intereses de
estará centrado preferentemente en aquellos los pueblos que en pleno siglo XXI se levantan
autores contemporáneos cuyos discursos contra el capitalismo y el imperialismo.
buscan rebatir y contestar las demandas
políticas del movimiento mapuche actual,
para lo cual se propone un hilo conductor
dado por la idea-imagen de resistencia, eje Equipo Editorial
interpretativo común dentro de la historiografía Revista Historia en Movimiento
chilena, tanto antigua como reciente, pero que
Concepción, Noviembre del 2014
nunca ha logrado ser explicada o resuelta del
todo, de ahí su carácter enigmático.

9 Historia en Movimiento año III · número 3 · 2014


ARTICULOS

“La identidad no está dada de una vez y para siempre. Se va formando


en el proceso histórico. No es un fenómeno acabado o cerrado. Es un
proceso (…) No hay una sola identidad. Podría decirse que estamos
forjando una identidad latinoamericana, pero al mismo tiempo existe
la identidad indígena, negra y mestiza; la identidad de clase que se
cruza con la identidad de género de la mitad invisible de la historia:
las mujeres; también se da una identidad de territorio, ya sea como
nación, provincia, comuna o ciudad. Hay unidad en la diversidad de
cada país o región de América Latina porque conviven diferentes etnias,
especialmente la indígena, que tienen a su vez su propia identidad. La
identidad de clase tampoco es contraria con la aspiración a la unidad e
identidad latinoamericana. Sentirse obrero ecuatoriano, boliviano, chileno
o argentino es también sentirse explotado latinoamericano.
Las identidades particulares de región tampoco son incompatibles con
el sentimiento de unidad latinoamericana. Hay que promover el estudio
de la historia regional, con una metodología global que integre el análisis
regional a la formación social nacional y Latinoamericana. Para ello, es
necesario redimensionar el concepto de región, dándole un contenido más
histórico-latinoamericano, sin restringirlo a los límites geográficos. Así se
podrán comprender mejor las especificidades de cada país”.

Luis Vitale
“(…) porque nuestra actitud de lucha y de recuperación de tierras
aparece también porque en el mundo soplaban vientos de lucha y
de libertad y de posibilidades de socialismo. Y el MIR nace porque
soplaban estos vientos y logra hacer llegar, a las comunidades
indígenas en este caso, estos vientos de cambio y de justicia. Gracias
a eso se masifica este movimiento. Son dos ríos que avanzaban
y que llega un momento en que los dos cauces se juntan. No es
solamente que a los miristas se les ocurrió ir al campo o que sólo a
los mapuche y campesinos se les ocurrió tomarse la tierra.”

Testimonio de Víctor Molfinqueo


¡Nadie nos trancará el paso!
Contribución a la historia del Movimiento Campesino Revolucionario
(MCR) en la provincia de Cautín, 1970-19731

Cristian Andrés Suazo Albornoz2

El presente trabajo historiográfico se propone como objetivo general el contribuir a la reconstrucción de


la historia del Movimiento Campesino Revolucionario (MCR) en la provincia de Cautín entre los años 1970
y 1973. En lo específico se busca interpretar su conformación orgánica considerando el protagonismo de
los sujetos históricos involucrados, narrar analíticamente su desenvolvimiento histórico y comprender su
pertenencia al contexto social en el cual se materializó.
A modo de definición, el MCR fue el resultado de la síntesis inter-subjetiva entre el agente político-
revolucionario portado por militantes del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), y el agente
dinámico-social representado por determinadas comunidades mapuche de la provincia de Cautín en
proceso de recuperación territorial hacia fines de la década de 1960. Esta convergencia sociopolítica
de subjetividades distintas provocó la gestación de una organización revolucionaria constituida, en lo
esencial, por campesinos mapuche empobrecidos de la zona antes mencionada. Simultáneamente
llevó consigo un movimiento social que se propuso recuperar directamente las tierras usurpadas al
pueblo mapuche por el Estado Chileno y latifundistas de la región.

El nacimiento del Movimiento Campesino Revolucionario (MCR) en Cautín


El acto fundacional del MCR se realizó en septiembre de 1970 en Temuco, específicamente en el
subterráneo de la Iglesia Metodista de aquella ciudad. El espacio fue solicitado por el militante del
MIR Víctor Gavilán (de apodo político Camilo Tokicura) al Pastor Helmuth Knatt, señalando que allí se
desarrollaría un curso de capacitación sindical durante todo un fin de semana. Sin embargo, “el Pastor

1 “¡Nadie nos trancará el paso” fue una de las consignas de lucha del MCR. El presente artículo es una síntesis de la
Tesis (con el mismo título) para optar al título de Profesor de Historia y Geografía por la Universidad de Concepción,
marzo del 2013. Debido a esto, y para mantenernos dentro de los límites de este tipo de trabajos, han quedado
fuera consideraciones historiográficas, teóricas e históricas que permitirían conjuntamente comprender de manera
más acabada el fenómeno social investigado. A modo de ejemplo, la relación etnia-clase y su implicancia en
el MCR, la movilización mapuche hacia fines del gobierno de Eduardo Frei Montalva (1967-1970), o la inserción
de militantes del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) en la provincia de Cautín, son algunos temas
importantes que no han podido ser expuestos en este artículo. No obstante la reducción, el contenido aquí
presentado entrega gran parte del desarrollo histórico del MCR, contribuyendo de esta manera, y simultáneamente,
a la historia de la Reforma Agraria, del periodo de la Unidad Popular, del movimiento campesino y mapuche, y del
MIR. Se debe mencionar además que este trabajo forma parte de una investigación mayor y en pleno desarrollo
que contempla la ampliación del MCR hacia los campos de las provincias de Valdivia, Malleco, Arauco y Bío Bío.
2 Profesor de Historia y Geografía y Estudiante de Magíster en Historia, Universidad de Concepción. Director de la
Revista Historia en Movimiento: suazo8@gmail.com

Sujetos históricos y transformaciones sociales en América Latina 12


Knatt nunca supo que allí en su iglesia había nacido la organización campesina que durante dos
años dirigió la lucha a muerte por la recuperación de las tierras del pueblo mapuche”.3 A esta reunión
asistieron cuarenta representantes mapuche de las corridas de cerco4 de toda la provincia de Cautín,
los miristas involucrados en este proceso, y aproximadamente veinte observadores invitados por el
comité organizador. De los protagonistas de las corridas de cerco se hicieron presentes, entre otros, Víctor
Molfinqueo (Alejandro Manque), Félix Huentelaf, Gustavo Marín (José Peralta), Víctor Gavilán, Miguel
Cabrera (Paine), Ambrosio Badilla y Julián Bastías (Horacio).5 Todos concordaron en la necesidad de
otorgarle un funcionamiento más orgánico al movimiento social que se estaba propagando rápidamente
por los campos de Cautín. Esta estructuración permitiría generar una articulación organizada con el
campesinado pobre chileno, y en consecuencia, encauzar políticamente –y con amplitud social– la lucha
de reivindicación territorial. Así lo confirma uno de los protagonistas de aquella reunión:

A fines del 70 empezó una lógica más “orgánica”. Con Gavilán, “Paine”, “Titín”, el
“Chivo”, “Horacio” y otros compañeros, hicimos una reunión en la Iglesia Metodista de
Temuco. Nos reunimos con los dirigentes de las corridas. Destacaban claramente Rafael,
Félix, Víctor, los Quincha. Discutíamos que íbamos a hacer, cómo íbamos a seguir el
movimiento. Para los dirigentes mapuches las cosas estaban claras. “Tenemos un
objetivo: seguir ocupando las tierras”. Pero para ir más allá de las corridas y ocupar los
fundos, el problema fundamental era la alianza de los mapuche con los inquilinos, la
mayoría chilenos. Para todos estaba claro que había que ganarse a los compañeros, no
aparecer como “los indios invadiendo el territorio de los blancos”. Había que hablar con
ellos, explicarles que eran igual explotados que nosotros.6

El MCR desde su origen contó con la presencia protagónica de los dirigentes de las corridas de cerco, cuestión
de gran importancia que dotaba de legitimidad y sustento social a la naciente organización, entendiendo
que como campesinos indígenas eran los más afectados por el latifundio y, consiguientemente, los
llamados a protagonizar la dirección de su propio movimiento social-revolucionario. El testimonio de unos
de sus dirigentes, Víctor Molfinqueo, es bastante esclarecedor al respecto:

Esta vez nos juntamos en Temuco, en el subterráneo de una iglesia por ahí, y es allí donde
aparece la posibilidad de que todos los dirigentes de esas tomas que habíamos hecho,
de esas recuperaciones, formaran una especie de coordinación (…) Y ahí se ve cómo va
creciendo un cuerpo que interpretaba a esta gente que hacía recuperaciones de tierras
en otros sectores y nosotros participando de esta coordinación, que gustaba a todos los
participantes porque le daba más fuerza a cada uno.7

3 Gavilán, Víctor, La Nación Mapuche. Puelmapu ka gulumapu, Santiago, Editorial AYUN, 2007, p. 147.
4 Las corridas de cerco representaron el método concreto de recuperación territorial empleado por comuneros
mapuche –inicialmente– en la provincia de Cautín antes de la conformación del MCR. Este mecanismo de acción
directa no tenía precedentes en la historia del movimiento indígena, y precisamente fue un veterano mapuche
de 60 años, conocido como Chachay Quinchavil (padre de Luis y Rudecindo, jóvenes comuneros, militantes
del MIR y futuros dirigentes del MCR), quien acertadamente formuló el procedimiento buscado largamente por
miristas y campesinos mapuche movilizados (después de varias reuniones sin respuestas) para recuperar directa
y colectivamente las tierras usurpadas por el latifundio. En palabras del mismo Chachay Quinchavil: “Miren,
compañeros y amigos, hace tiempo que se discute respecto a lo que debemos hacer con nuestra tierra usurpada.
Pienso que hay una sola respuesta y es simple: nuestra investigación legal con auténticos planos nos demuestra
que hay un error comparando con la realidad. Hay cercos que no están donde la ley los ha reconocido, hay que
ponerlos en el lugar adecuado. Siguiendo los planos, tenemos el derecho, y el deber incluso, de arrancar el cerco
de donde está mal puesto y llevarlo hasta el límite estipulado por la ley. Debemos correr el cerco”. Bastías, Julián,
Memorias de la lucha campesina. Cristiano, mestizo y tomador de fundo, Santiago, LOM Ediciones, 2009, p. 105.
5 Ídem.
6 Railaf, Rafael et al., A desalambrar. Historias de mapuches y chilenos en la lucha por la tierra, Santiago,
Editorial AYUN, 2010, pp. 79-80.
7 Ibídem, p. 102.

13 Historia en Movimiento año III · número 3 · 2014


La definición del nombre de la orgánica no estuvo exenta de disyuntivas, sobre todo porque debía precisar
acertadamente su composición interna y el carácter político que la definiría como revolucionaria. La
superioridad indígena en términos cuantitativos supuestamente conllevaría a determinar rápidamente
el nombre, sin embargo, la conciencia social –y más aún de clase– de los mapuche en tanto campesinos
pobres, superó los límites del indigenismo para incluir a sus pares chilenos, y así promover la revolución
social en el campo que acabaría con el monopolio de la burguesía agraria sobre la tierra. Este nivel de
conciencia mapuche es observable en el testimonio de Rafael Railaf:

Después de varias corridas de cerco había que colocar un nombre al movimiento porque
si no tenía nombre era así nomás; entonces empezamos a discutir con “Chundo”, el
finao “Paine”, el “Titín”; conversábamos en mi casa, en la montaña, donde hacíamos el
trabajo clandestino en la noche. “¿Cómo ponerle a la organización?” (…) “¿Movimiento?
Bien”. Mapuche no, porque era demasiado indigenista. Y salió Movimiento Campesino
Revolucionario, que no significaba solamente mapuche, era también para los winka
pobres y los estudiantes. Porque nosotros pensábamos que si dábamos la lucha éramos
débiles, porque éramos muy pocos, no éramos millones como los winka. Eso permitía
darles un pequeño empujón para que ellos pudieran motivarse y apoyarnos. Porque si
bien nosotros teníamos pocas tierras, por lo menos teníamos las ovejas, las gallinas, los
huevos, pero el winka pobre no tenía nada.8

Por su parte los miristas también enfatizaron la necesidad de articularse con los campesinos pobres
chilenos, y a partir de esta concepción clasista, proyectar una orgánica amplia en su composición
subjetiva y revolucionaria en su carácter político:

Como el objetivo era aliarnos con los compañeros inquilinos de los fundos, apareció el
MCR: Movimiento Campesino Revolucionario. Los miristas resumimos toda esa enorme
cuestión diciendo que como los mapuche eran campesinos y los inquilinos también, para
no dividirnos pongámosle “campesino” y agregamos “revolucionario” porque nuestro
objetivo era hacer la revolución.9

Se estableció definitivamente el nombre de Movimiento Campesino Revolucionario, que además


de apelar a la amplitud y solidaridad de clase, se hacía parte de la política de “frentes de masas” o
“frentes intermedios” que estaba impulsando el MIR a lo largo y ancho del país: Frente de Trabajadores
Revolucionarios (FTR), Frente de Estudiantes Revolucionarios (FER), Movimiento Universitario de
Izquierda (MUI) y Movimiento de Pobladores Revolucionarios (MPR). Definido el carácter político, el
MCR plasmó sus planteamientos de lucha en un manifiesto fundacional:

1. El Movimiento Campesino Revolucionario es la organización de campesinos que luchan por la


tierra de manera decidida y consciente.
2. Esta organización campesina surgió de la lucha. Allí está su raíz. En su origen estaba formada
por mapuche que por las noches desarrollaban las corridas de cercos para recuperar las tierras
usurpadas. Pero hoy día todos los campesinos sin distinción de raza, sexo, edad, religión o
partido político, están presentes en las filas del Movimiento Campesino Revolucionario.
3. En consecuencia, para ser miembro del Movimiento Campesino Revolucionario se requieren
dos condiciones a) ser campesino b) estar totalmente dispuesto a luchar por la tierra y a
terminar con el latifundio.
4. Los pequeños colonos y asalariados agrícolas luchan en el seno de su sindicato por el aumento
de sus salarios. Los pequeños propietarios luchan en el seno de los comités para obtener créditos
baratos. El salario y el crédito son útiles pero insuficientes. Son solo migas. El Movimiento
Campesino Revolucionario marcha a la cabeza mostrando el camino, abriendo la brecha,
diciendo a todos los campesinos y obreros agrícolas: ¡HAY QUE LUCHAR POR LA TIERRA!

8 Ibídem, pp. 60-61.


9 Ibídem, p. 80.

Sujetos históricos y transformaciones sociales en América Latina 14


5. El Movimiento Campesino Revolucionario lucha para terminar con el poder de los propietarios
terratenientes y de la burguesía agraria. Los campesinos organizados en el Movimiento
Campesino Revolucionario luchan para terminar con todos aquellos que mantienen el
monopolio de la tierra, y que son responsables del hambre, del frío, del saqueo, de la cesantía,
en una palabra de la explotación.
6. Luchando por la tierra, los campesinos organizados en el Movimiento Campesino Revolucionario,
se instalan al lado de los obreros, pobladores, estudiantes y soldados formando así una alianza
revolucionaria poderosa obrero-campesina que permita a las fuerzas populares pasar a la
ofensiva para tomar el poder y construir el socialismo en Chile.
7. Haciendo la revolución. El Movimiento Campesino Revolucionario avanza hacia la formación
del hombre nuevo, un hombre de conciencia socialista que no busca la explotación de sus
compañeros. Un hombre nuevo que parte del principio que ¡La tierra es un bien que debe
pertenecer a todos los trabajadores!
8. Este Manifiesto ha sido aprobado por el Primer Congreso del Movimiento Campesino
Revolucionario de Cautín, que tuvo lugar en Temuco, en septiembre de 1970. ¡Tierra o muerte!
¡Nadie nos trancará el paso!
9. Movimiento Campesino Revolucionario (MCR).10

La dirección de la naciente organización quedó a cargo de un comité coordinador electo en aquella


reunión, compuesto por siete personas. Cuatro eran jóvenes comuneros mapuche: Víctor Molfinqueo
de Loncoche, Rafael Railaf de Lautaro, Pascual Catrileo de Calle del Medio, Carmelo Huilcaman de
Traiguén. El resto eran tres miristas reconocidos por las comunidades indígenas: José Gregorio Liendo
(conocido como Comandante Pepe) de Collipulli, Víctor Gavilán de Cañete y Miguel Cabrera de Temuco.11
Esta composición orgánica a nivel de conducción política era una expresión clara de la compenetración
alcanzada entre el agente revolucionario externo, representado por los militantes del MIR, y las
comunidades involucradas en el proceso de recuperación territorial, representadas por los comuneros
revolucionarios. Se debe destacar además que esta confluencia se consolidó dinámicamente a medida
que las corridas de cerco avanzaban por los fundos de la región, es decir, la prefiguración del MCR se
arraiga en el desarrollo mismo de los hechos, y no externamente a ellos.12
Sobre esta convergencia también es necesario precisar que las corridas de cerco –en tanto herramienta
directa de recuperación territorial– fueron propuestas y emprendidas por las propias comunidades. Sin
embargo, se podría aportar una imagen equívoca del desarrollo del movimiento social impulsado por
el MCR si no advertimos que, a pesar del original aporte mapuche en cuanto al método de “acción
directa” para recuperar las tierras, fue la expresión mirista de Cautín el factor que teóricamente le dio
forma al MCR. En palabras de Julián Bastías:

El MCR es creado por el MIR de Cautín. No es creado ni por la Comisión Política del MIR
en Santiago, ni por los campesinos mismos de Cautín. Es el Comité Regional del MIR en
Cautín que inventó el MCR. Lo cual no significa que la creación del MCR, sea totalmente
artificial, y que no haya correspondido a una realidad de lucha existente. En efecto las
estructuras superiores del MIR de Cautín no hacen sino que bautizar y formalizar un
movimiento que existía desde algunos meses en las comunidades mapuches de algunas
localidades de Cautín (…).13

10 Gavilán, op. cit. pp. 147-148. El documento que incluye el Manifiesto Fundacional del MCR fue proporcionado
al autor por Malú Donoso, quien trabajó en Cautín con el “Flaco Ariel”, encargado de finanzas del Secretariado
Regional del MIR entre 1970 y 1973. Refiriéndose a Malú Donoso, Gavilán dice que debió salir al exilio en Bélgica, y
que hasta 1992 se encontraba viviendo en Canadá.
11 Ibídem, p. 148.
12 Bastías, Julián, Chile-Memoria Histórica: MCR (Movimiento Campesino Revolucionario). En línea:
http://red-latina-sin-fronteras.lacoctelera.net/post/2010/01/09/chile_memoria-historica-mcr-movimiento-
campesino
13 Ídem.

15 Historia en Movimiento año III · número 3 · 2014


Para un mayor grado de precisión y proximidad a la historicidad del MCR, diremos que la “vanguardia”
joven del movimiento indígena se incorporó orgánicamente al MIR de Cautín, lo cual “significaba
que buena parte de los agitadores y conductores de acciones y asambleas de ese movimiento eran
miristas mapuches y chilenos”.14 A modo de síntesis, se ha pretendido interpretar dialécticamente
la conformación del objeto de estudio, esto es, como una relación recíproca entre dos entidades
contradictorias que al concatenarse generan un nuevo elemento. Lo contradictorio radica en que los
elementos constitutivos del MCR provenían de sectores sociales diferentes, por un lado los miristas
representaban a la revolucionaria juventud universitaria, y por el otro los mapuche formaban parte
del campesinado más pobre de la provincia. Pero también esta atracción se vio reforzada por un
contexto nacional, latinoamericano y mundial de lucha social y revolucionaria, así como también por
las relaciones intersubjetivas consolidadas entre ambas partes. En síntesis, el MCR ha sido interpretado
en estos párrafos como el resultado de “dos cauces que se juntan”, expresión que surge del testimonio
entregado por el dirigente mapuche “Alejandro Manque” precisamente sobre esta cuestión:

(…) porque nuestra actitud de lucha y de recuperación de tierras aparece también porque
en el mundo soplaban vientos de lucha y de libertad y de posibilidades de socialismo.
Y el MIR nace porque soplaban estos vientos y logra hacer llegar, a las comunidades
indígenas en este caso, estos vientos de cambio y de justicia. Gracias a eso se masifica
este movimiento. Son dos ríos que avanzaban y que llega un momento en que los dos
cauces se juntan. No es solamente que a los miristas se les ocurrió ir al campo o que sólo
a los mapuche y campesinos se les ocurrió tomarse la tierra.15

El MCR durante los primeros meses del Gobierno de la Unidad Popular


La movilización social del campesinado indígena avanzaba extensivamente desde fines del gobierno
de Eduardo Frei mediante las corridas de cerco, proceso que se masificará intensamente a partir del triunfo
electoral de la Unidad Popular. Las nuevas condiciones históricas creadas por la apertura de un proceso de
construcción socialista, así como también, la no utilización de la represión sobre el movimiento popular,
favorecieron la proliferación de las acciones colectivas del campesinado mapuche. El liderazgo que
asumirá el MCR en el transcurso de las recuperaciones de tierras también será un factor fundamental para
la profundización del movimiento social campesino a comienzos del periodo presidencial de Salvador
Allende, especialmente en la provincia de Cautín, en donde el campesinado indígena seguía presionando
con más intensidad y radicalidad para la aplicación de la Reforma Agraria en la Araucanía.
Las elecciones presidenciales del 4 de septiembre de 1970 resultaron favorables para Salvador Allende
Gossens, y desde ese mismo momento, en lo que respecta a la problemática del agro, la Unidad Popular
se propuso decididamente profundizar y extender la Reforma Agraria para promover transformaciones
en la estructura social, política y económica del campo en la dinámica del proceso de cambio global
de la sociedad chilena16. Pero en lo concreto, el gobierno popular de Allende desde un comienzo
estuvo marcado por contradicciones frente a la cuestión agraria e indígena que hicieron de su accionar
político una tarea bastante compleja, siendo las recuperaciones de tierra el eje central de la tensión,
especialmente las corridas de cerco impulsadas por el MCR que permitían a las comunidades más
combativas hacer justicia con sus propias manos. Más aún, fueron precisamente las “acciones directas”
desplegadas por esta organización en Cautín (incluyendo las tomas de fundos) las que acentuaron en
gran medida la contradicción antes descrita. Aunque el gobierno de Allende se mostró a favor de la

14 Ídem.
15 Testimonio de Víctor Molfinqueo, p. 107.
16 Programa básico de Gobierno de la Unidad Popular, aprobado por los Partidos Comunista, Socialista, Radical
y Social Demócrata, el Movimiento de Acción Popular Unitaria (MAPU) y la Acción Popular Independiente, el 17 de
diciembre de 1969 en Santiago de Chile, p. 21. En línea:
http://www.memoriachilena.cl/temas/documento_detalle.asp?id=MC0000544

Sujetos históricos y transformaciones sociales en América Latina 16


aceleración de la Reforma Agraria y en beneficio del pueblo mapuche, el MCR por su parte continuó
impulsando decididamente la recuperación de tierras, ya que su praxis formaba parte de un movimiento
que se venía desarrollando expansivamente con anterioridad a la elección presidencial. El hecho de que
la Unidad Popular siguiera utilizando el marco legal de la Reforma Agraria demócrata cristiana agudizó
aún más las contradicciones con el movimiento campesino e indígena, ya que bajo esas disposiciones
legales no se conseguieron transformaciones sustanciales en el agro. En consecuencia, “la problemática
agraria, y concomitante con ella, las movilizaciones campesinas se situaron en el centro y eje de la
coyuntura política del primer año y medio del Gobierno Popular”.17
En este contexto el MCR desbordó el programa agrario de la Unidad Popular, potenciando simultáneamente
mediante las “acciones directas” una reforma agraria alternativa y revolucionaria. Así, en los días
posteriores al triunfo electoral de Allende, la prensa local ya advertía sobre la tensa situación reinante en
los fundos de Cautín, particularmente en la agitada comuna de Lautaro, anunciando que el Juzgado de
Letras de aquella localidad debía emitir algún fallo referente a los problemas generados por indígenas
que, “corriendo cercos” en varios fundos de la zona, recuperaban aproximadamente mil hectáreas.18 Al
mes siguiente, comienza a surgir una serie de denuncias producto del accionar mapuche, y aunque no
queda explicitada la presencia del MCR, su participación –directa e indirectamente– en estos hechos
es innegable debido a que esta organización fue la principal impulsora de las corridas de cerco y tomas
de fundo en Lautaro. En lo concreto, a comienzos de noviembre aparecen nuevas denuncias por estas
“acciones directas” en predios de dicha localidad, viéndose perjudicados Emilio Haury con 60 hectáreas,
Benjamín Truan con 15 hectáreas e Isidora García con 18 hectáreas.19 Algunos días después vuelven a
denunciar nuevas corridas de cerco en las cercanías de Lautaro (Meuco), esta vez José Salgado Castro,
administrador del fundo Brasil de propiedad de Luis Fabres Silva, señaló que alrededor de 60 personas
procedieron a correr cercos apropiándose de 37 hectáreas del fundo.20 Esta tendencia se reproducirá
de la misma manera a lo largo de todo el mes de noviembre, desarrollándose nuevas tomas de fundo:
primero en Lautaro sobre las hijuelas del antiguo fundo Los Laureles, pertenecientes, entre otros, a los
latifundistas Enrique Luchsinger, John Affeld y Nelson Affeld;21 luego, en los terrenos de Hijuela Tercera
pertenecientes a Enrique Luchsinger, del fundo Los Laureles, comuna de Galvarino;22 y finalmente, de
nuevo en Lautaro, en el fundo Huerqueco de 345 hectáreas del latifundista Guillermo Fauré Silva, el cual
fue “tomado” por campesinos mapuche provenientes de los alrededores de la propiedad.23
Es necesario reconocer, tal como se mencionó anteriormente, que no es posible constatar la presencia
directa del MCR en todos estos actos, sin embargo, fue su praxis la que contagió al resto de las
comunidades mapuche dispuestas a recuperar las tierras usurpadas mediante la “acción directa”.
En este sentido, las ocupaciones enunciadas en el párrafo precedente favorecen la comprensión del
contexto de agitación social en el cual se desenvolverá el MCR, siendo precisamente a comienzos del
mes diciembre de 1970 el momento en el cual saldrá a la luz pública –por lo menos así lo evidencia
la prensa local– con una toma de fundo de gran impacto mediático. En ese momento el MCR ya
conllevaba una dinámica mayor, ya que las tomas de fundo serán utilizadas con mayor frecuencia
y alcanzarán gran masividad. Con ello “se extendió el proceso de recuperación a la ampliación de la
escasa superficie que poseían las comunidades, reivindicando en el proceso de ocupación la totalidad
de los fundos colindantes”.24 Para ello, el MCR presionó por la aplicación de la ley de Reforma Agraria
en todos los fundos tomados, exigiendo su expropiación para recuperar las tierras ancestrales. En
ese ambiente, el gobierno de la Unidad Popular representaba el contexto idóneo para legitimar la
reivindicación territorial, aunque simultáneamente surgía la probabilidad de ser controlada por la

17 Cancino, Hugo, Chile: La problemática del poder popular en el proceso de la vía chilena al socialismo 1970-
1973, Dinamarca, Aarhus University Press, 1988, p. 145.
18 El Diario Austral de Temuco, 7 de septiembre de 1970, p. 11.
19 El Diario Austral de Temuco, 4 de noviembre de 1970, p. 11.
20 El Diario Austral de Temuco, 13 de noviembre de 1970, p. 8.
21 El Diario Austral de Temuco, 17 de noviembre de 1970, p. 9
22 El Diario Austral de Temuco, 18 de noviembre de 1970, p. 10
23 El Diario Austral de Temuco, 22 de noviembre de 1970, p. 8.
24 Correa, Martín, La Reforma Agraria y las tierras mapuches. Chile 1962-1975, Santiago, LOM Ediciones, 2005, p. 140.

17 Historia en Movimiento año III · número 3 · 2014


institucionalidad. La explosividad de la proyección revolucionaria incitada por el MCR superó esta
contradicción con la canalización estatal del conflicto agrario-mapuche, e inclusive, frente al estado de
incertidumbre del gobierno, aprovechó esta situación a su favor recorriendo decididamente los campos
de Cautín tras el objetivo histórico del pueblo mapuche: recuperar la tierra usurpada. Al respecto Julián
Bastías sostiene que “la llegada del gobierno popular de Allende (…) legitimó las luchas emprendidas,
tratando al mismo tiempo de institucionalizarlas. Sin embargo, este proceso de justicia social corrió
por el campo chileno como el galope de un caballo desbocado”.25
Siguiendo esta dinámica activa y expansiva el MCR irrumpe nuevamente en el fundo Tres Hijuelas,
localizado en Lautaro y controlado por el ya conocido Carlos Taladriz. Un porcentaje de la propiedad
fue ocupado aproximadamente por 80 campesinos indígenas pocos días antes de la elección
presidencial, recuperando específicamente 12 hectáreas. El latifundista inició acciones judiciales
solicitando el desalojo con fuerza policial, pero la represión no se ejerció hacia fines del gobierno
de Frei ni a comienzos del mandato presidencial de Allende, por lo tanto no encontró respuestas
a su demanda. El Diario Austral en conversaciones con Ricardo Henzl, miembro de la familia
involucrada, recogió una versión sobre el suceso:

Sabedora la gente de eso, hoy (ayer) en la mañana se tomaron el fundo completo. Si


no me equivoco son aproximadamente 600 hectáreas el fundo “Tres Hijuelas”, haciendo
barricadas, haciéndola por gran parte de gente extraña de la zona, de un campamento
Lautaro que lo nombran ellos. En estos momentos tengo en mi mano una foto que
entregaré al periodista para que ojalá se publique donde sale: “Tierra o Muerte. Venceremos.
Movimiento Campesino Revolucionario”, y después otros motes un poco groseros. Ojalá se
publicara esto en nuestro diario regional “El Diario Austral”.26

La ocupación de una parte del fundo Tres Hijuelas en aquellos días previos a la elección de Allende,
fue ampliada el lunes 30 de noviembre a todo el predio, esta vez bajo la conducción del MCR. A partir
de ello, se levantó el Campamento Lautaro con evidentes consignas y simbologías revolucionarias,
figurando entre ellas la imagen del Che Guevara y demostrando así la presencia del factor mirista entre
los mapuche. Posteriormente procedieron a trabajar el fundo, haciéndose cargo de algunas faenas y
rastreando con un tractor la tierra para la siembra.27 Esta actitud productiva expresaba la disposición de
los campesinos indígenas liderados por el MCR a trabajar la zona recuperada, esperando mientras tanto
la expropiación del fundo por parte de la institucionalidad. Con esta actitud el MCR se hacía partícipe
del proceso de Reforma Agraria impulsado por la Unidad Popular, coincidiendo ambos actores sociales
en la necesidad de profundizar el proceso de restitución de tierras usurpadas y acelerar el proceso de
expropiaciones para eliminar el latifundio, pero distanciándose considerablemente en la táctica política
que se debía utilizar para lograr tales propósitos.
El impacto provocado por esta toma de fundo desencadenó la reacción del Intendente de Cautín
Gastón Lobos, quien viajó a Lautaro apenas se hicieron conocidos los hechos en el fundo Tres
Hijuelas de Carlos Taladriz. La autoridad gubernamental buscó mediante el diálogo la salida pacífica
del conflicto, ya que la justicia había fallado a favor del latifundista y por lo tanto debían abandonar el
predio. Las 110 personas presentes en el Campamento Lautaro equivalentes a 23 jefes de hogar con
sus respectivas familias (solamente 3 chilenos, el resto eran mapuche) decidieron mantener firme
su postura hasta que la Corporación de la Reforma Agraria (CORA) expropiara el fundo y entregara
las tierras que antes les pertenecieron. Agregaron que solamente reconocerían como interlocutores
al Intendente de Cautín Gastón Lobos y al Gobernador del Departamento de Lautaro, Fernando
Teiller, únicas autoridades que podían ingresar al fundo. No obstante la intransigencia expuesta ante
el Intendente, la colectividad se comprometió a no generar violencia y mantener una actitud pasiva,
estado del cual saldrían en el caso de ser provocados por terceros.28

25 Bastías, Memorias…op. cit., p. 135.


26 El Diario Austral de Temuco, 1 de diciembre de 1970, p. 1.
27 El Diario Austral de Temuco, 5 de diciembre de 1970, p. 1.
28 El Diario Austral de Temuco, 1 de diciembre de 1970, p. 1; El Diario Austral de Temuco, 2 de diciembre de 1970, p. 1.

Sujetos históricos y transformaciones sociales en América Latina 18


En este ambiente de tensión, el gobierno de la Unidad Popular a través de sus representantes en
Cautín (Gastón Lobos y Fernando Teiller), buscó encauzar la reivindicación territorial mapuche del MCR
dentro de la ley de Reforma Agraria y promover el diálogo como método de solución a los conflictos de
tierras, para lo cual, debía evitar el empleo de la fuerza policial. En otras palabras, se procuraba evitar
el enfrentamiento directo entre indígenas y latifundistas, es decir, amortiguar la “lucha de clases” en
el campo. Por otra parte, el gobierno comprendía la situación de las comunidades y entendía como
legítima sus aspiraciones territoriales, pero no aceptaba que los afectados por cuenta propia aplicaran
la Reforma Agraria, sino que debía ser el Estado el encargado de conducir el proceso.29
Para orientar la política agraria en tal sentido y demostrar en lo concreto transformaciones sociales
profundas, la Unidad Popular realizó una gira masiva de 15 días en la provincia de Cautín recorriendo sus
16 comunas para dar a conocer el proyecto de Reforma Agraria. A través de esta campaña el gobierno
comunicaba su programa a las organizaciones campesinas y de empleadores agrícolas (latifundistas
principalmente), pero más enérgicamente, pretendía frenar las “acciones directas” del campesinado
chileno y mapuche en los fundos de la zona. El mensaje precisaba que el “Gobierno Popular está al
lado de los campesinos y luchará junto a ellos para que alcancen la justicia que en otros gobiernos
han reclamado”, pero se oponía tajantemente a que “se proceda a crear un clima que en ningún caso
favorece a la realización de una Reforma Agraria ordenada”.30 Simultáneamente por medio del mensaje
se hacía el llamado a los empleadores agrícolas (patrones) para que abandonaran la violencia y dejaran
las amenazas de lado, permitiendo al gobierno solucionar las situaciones conflictivas. En cuanto al MCR,
claramente se evidenciaba una tensión con la Unidad Popular, ya que desde el gobierno se buscaba
impedir las ocupaciones como método de ajusticiamiento popular.
Mientras la Unidad Popular desarrollaba su campaña para detener las “acciones directas” en los
campos de Cautín, tratando de apresurar las expropiaciones de los fundos que la ley permitía antes
de que fuesen ocupados, el MCR paralelamente proseguía en su dinámica de recuperación territorial.
Siguiendo este curso, el 17 de diciembre aproximadamente 80 campesinos mapuche afiliados al MCR
se tomaron en Lautaro el fundo Huerqueco Alto de propiedad de Alberto Schwaim, denunciando
abandono agrícola y falta de tierras para ellos; luego, una hora después, alrededor de 60 indígenas
también pertenecientes al MCR se tomaron el fundo Las Vertientes de propiedad del mismo latifundista,
nuevamente en Lautaro.31 En este último el MCR organizó el Campamento Galvarino, sumándose al
ya erigido Campamento Lautaro. Sistemáticamente se iba desarrollando en la comuna de Lautaro la
propuesta de los campamentos como espacios prefigurativos del socialismo en el campo, dentro de los
cuales el funcionamiento social y económico se fundamentaba en principios colectivistas. La Revista
Punto Final en un artículo sobre la lucha por la tierra, contiene una referencia a esta política del MCR:

El ideal de los campamentos mapuches de Lautaro, organizados por el Movimiento


Campesino Revolucionario, MCR, es convertir esa comuna en un solo gran paño triguero, en
que los mapuches trabajarán en forma socialista. En los campamentos Lautaro, Galvarino
y Caupolicán, se están llevando a la práctica formas socialistas de vida y trabajo, lo que ya
representa un gran vuelco ideológico del mapuche.32

Dos días después de la ocupación del fundo Las Vertientes que dio origen al Campamento Galvarino,
los hechos se trasladaron a la comuna de Carahue, específicamente al fundo Rucalán de la familia
Landarretche. El predio de 800 hectáreas, según datos del Instituto de Desarrollo Agropecuario (INDAP),
estaba mal explotado y solamente tenía 167 de ellas cultivadas. Motivados por esta situación, y también
respondiendo al impulso revolucionario que experimentaba el movimiento social en Cautín, campesinos
chilenos y mapuche del MCR provenientes de la localidad de Tranafuerte, ubicada a 8 kilómetros del

29 El Diario Austral de Temuco, 13 de diciembre de 1970, p. 10; Correa et al., p. 142.


30 El Diario Austral de Temuco, 14 de diciembre de 1970, p. 1.
31 El Diario Austral de Temuco, 18 de diciembre de 1970, p. 1.
32 Rivera, Osvaldo, “La derecha conspira para detener la Reforma Agraria”, en Punto Final, Santiago, año V, nº
122, suplemento “Documentos”, 19 de enero de 1971, p. 3.

19 Historia en Movimiento año III · número 3 · 2014


fundo, procedieron a ocuparlo sin generar hechos de violencia.33 Una vez instalados en el predio, dieron
continuidad al levantamiento de campamentos formando el Campamento Arnoldo Ríos, cuya consigna
principal era “Pan, Tierra y Socialismo”.34 La tranquilidad del espacio fue interrumpida bruscamente el 24
de diciembre cuando el latifundista Juan Landarretche junto a un grupo de agricultores, pese a los intentos
de funcionarios del INDAP por impedir la confrontación y a sabiendas de la Intendencia que no tomó las
medidas para evitarla, ejecutaron la retoma del fundo armados de metralletas y disparando trescientas
balas contra los campesinos presentes en el lugar. Los hechos se produjeron de la siguiente manera:

A las 18:30 horas, los agricultores lanzaron la ofensiva final. Colocaron como barrera
protectora a un grupo de campesinos que se mantenían leales a sus patrones y de
esa manera neutralizaron a los que se habían atrincherado en Rucalán. De atrás, los
latifundistas lanzaban ráfagas de metralleta y las casas del fondo quedaron acribilladas
por los impactos de bala. Los campesinos del MCR, ante la inferioridad de condiciones,
finalmente se replegaron, llevando dos heridos.35

Esta retoma era una clara manifestación del nivel de agudización que alcanzaba el conflicto hacia
fines de 1970, constituyendo un preludio del tenso ambiente que reinará el año siguiente, periodo
en el cual las tomas de fundos provocadas por el MCR asumirán un mayor grado de impacto al igual
que las retomas promovidas enérgicamente por la reacción patronal. Mientras tanto, producto de la
crítica situación del agro en Cautín, el gobierno en estado de alerta buscará satisfacer la demanda de
los campesinos mapuche mediante la aplicación de la Reforma Agraria. Para acelerar este proceso, a
partir del mes de enero de 1971 se aplicará una estrategia de expropiación masiva de fundos (aquellos
que la ley permitiese), fenómeno histórico conocido como “el Cautinazo”. Rápidamente durante los
primeros días de enero se instaló en Temuco –por orden de Allende– el Ministerio de Agricultura y
la Corporación de la Reforma Agraria (CORA) para trabajar coordinadamente en la resolución de las
demandas mapuche, y de paso apaciguar el ímpetu revolucionario del MCR y la reacción contra de
los latifundistas. El ministro encargado del agro, Jacques Chonchol, anunció que las expropiaciones
se agudizarán y extenderán a partir de ese momento utilizando la ley 16.640 de Reforma Agraria,
expropiando fundos que sobrepasaran las 80 hectáreas de riego básico o que se encontraran
abandonados y/o mal explotados, así como también aquellos en los que no se cumplieran las leyes
laborales. El establecimiento del Ministerio de Agricultura en Cautín fue históricamente significativo,
ya que se daba inicio al proceso de Reforma Agraria en la Araucanía.36
Fue así como durante el verano de 1971 se llevó a cabo un proceso masivo de expropiaciones de predios
en las distintas comunas de Cautín a favor de comunidades mapuche. Las localidades de Galvarino,
Lautaro, Perquenco, Carahue, Freire, Loncoche y Temuco experimentaron este proceso entre el 21 de
enero y el 17 de febrero, resultando 14 predios expropiados que conjuntamente sumaban 13. 416, 2
hectáreas físicas, equivalentes a 1.468, 79 de riego básico. Posteriormente, en los terrenos expropiados,
se crearon asentamientos con participación de comunidades. En lo correspondiente a las propiedades
tomadas por el MCR, se expropiaron 5 predios en su favor en las comunas de Carahue, Lautaro y
Galvarino, y entre los cuales se encontraban los fundos Rucalán, Santa Ana y Las Vertientes.37
Paralelamente al “Cautinazo” apareció en el escenario rural otro criterio político que articuló al MCR
con el gobierno de la Unidad Popular: la emergencia de los Consejos Comunales Campesinos. La
problemática de la participación campesina en el proceso que reformaba el agro constituyó el eje
central de las contradicciones entre las propuestas institucionales y el movimiento social campesino-
indígena. En un documento anexo a su “Programa Básico”, la Unidad Popular proponía la creación del

33 Ibídem, p. 5.
34 Correa et al., op. cit., p. 145. El nombre del Campamento Arnoldo Ríos fue establecido en homenaje al
estudiante mirista muerto en un enfrentamiento armado con integrantes del Partido Comunista en Concepción,
el mes de diciembre de 1970.
35 Rivera, op. cit., p. 5.
36 Correa, et. al., op. cit., pp. 143-144.
37 Ibídem, pp. 145-146.

Sujetos históricos y transformaciones sociales en América Latina 20


Consejo Nacional Campesino que tendría por función asesorar a los entes políticos encargados de la
Reforma Agraria. Este organismo debía ser escogido democráticamente por las instancias organizativas
de base, siguiendo la misma dinámica los consejos campesinos de cada zona en particular. Su principal
función era determinar las medidas sociales, políticas y económicas para ejecutar la Reforma Agraria.
Estas propuestas fueron cumplidas cuando Salvador Allende procedió “a firmar el 21 de Diciembre
de 1970, el Decreto Nº 481 de constitución del Consejo Nacional Campesino y de organización de los
Consejos Campesinos a escala provincial y comunal”.38
No obstante el estímulo a la participación social, en la práctica los consejos funcionaban simplemente
como órganos consultivos para el gobierno, recogiendo las opiniones de los campesinos en materias de
desarrollo rural, producción agropecuaria, reforma agraria, política de precios, administración del sector
agrícola, etc. En cuanto a sus integrantes, el Consejo Nacional Campesino debía estar compuesto por dos
representantes de cada una de las confederaciones nacionales campesinas: Confederación Nacional “El
Triunfo Campesino”, Confederación Nacional Campesina “Ranquil”, Confederación Nacional Campesina
“Libertad”, Confederación Nacional de Asentamientos y Confederación Nacional de Cooperativas
Campesinas y Pequeños Agricultores; sin embargo, quedaban excluidos de su participación los campesinos
no organizados en sindicatos, trabajadores afuerinos e indígenas.39 Precisamente este último aspecto
será duramente criticado por el MCR al no compartir las designaciones arbitrarias de quienes serían sus
representantes ante el gobierno, ni tampoco el sentido verticalista –desde las cúpulas gubernamentales
hacia el campesinado– que adquiría la constitución de los consejos provinciales y comunales.
Producto de lo anterior, y en medio de las agitación social protagonizada por el MCR, comienzan a
surgir los Consejos Comunales Campesinos elegidos directamente desde las bases movilizadas en
contraposición con los Consejos Campesinos establecidos por decreto gubernamental a nivel nacional,
provincial y comunal. En este contexto, el MCR pasaba del plano de las movilizaciones reivindicativas
que presionaban por la aplicación de la Reforma Agraria hacia el fortalecimiento de los organismos de
base y a la puesta en práctica de la “democracia directa”, proyecciones que instalaban al MCR en el
ámbito de la lucha por el poder político, por lo menos en los espacios locales.40
Las localidades que primeramente experimentaron el surgimiento de los Consejos Comunales
Campesinos desde la base fueron las comunas de Lautaro y Cunco, precisamente donde el MCR
ejercía influencia mediante sus “acciones directas”. Era de suma importancia para esta organización
revolucionaria impulsar la creación de los consejos campesinos como instancias de control de las
políticas estatales frente a la cuestión agraria, campesina y mapuche, y como espacios propicios para
el ejercicio de la “democracia directa” en lo tocante a la resolución de problemas específicos de cada
localidad. Es así como en el mes de enero se da inicio al proceso formativo de los Consejos Comunales
Campesinos por la base, destacándose la participación del MCR, el MIR y el Partido Socialista, quienes
“inmersos en las ocupaciones de predios y otras movilizaciones, agitaron la consigna de la necesidad
de construir el Poder Popular en el campo y contribuyeron decisivamente a organizar e implementar su
formación y a elaborar su programa de acción”.41
Los Consejos Comunales Campesinos por la base serán insertados en una estrategia amplia de lucha
revolucionaria que será constituida justamente por el MCR en su Segundo Congreso, realizado desde
el 13 al 16 de enero en la ciudad de Temuco. Víctor Gavilán señala que en aquella instancia participaron
“delegados de corridas de cerco, tomas de fundo, sindicatos campesinos, comités organizadores de
consejos locales campesinos y representantes de las comunidades mapuche de Bío-Bío, Malleco,
Arauco, Cautín y Valdivia”.42 Entre los temas tratados se destaca la denuncia a la Ley de Reforma Agraria
por el carácter burgués que entrañaba, exigiendo la promulgación de una nueva legislación para el
agro. Además se acentuó la necesidad de luchar por la tierra enfrentando a la burguesía agraria que la

38 Cancino, op. cit., p. 150.


39 Allende, Salvador, “Discurso, creación del Consejo Nacional Campesino”, en El Siglo, 22 de diciembre de 1970
(fragmento). Disponible en www.salvador-allende.cl/Discursos/1970/22%20diciembre%201970.pdf
40 “La movilización campesina en Cautín”, en Punto Final, Santiago, año V, nº 127, 30 de marzo de 1971, p. 5.
41 Cancino, op. cit., p. 163.
42 Gavilán, op. cit., p. 200.

21 Historia en Movimiento año III · número 3 · 2014


monopolizaba, generando atraso, hambre y miseria en los campos. Asimismo se resaltó la necesidad
de ejercer presión para alcanzar la expropiación de todos los grandes fundos, lo más rápido posible, en
beneficio de los “pobres del campo”. En una de las conclusiones, el MCR criticaba duramente la actitud
de la Unidad Popular por seguir utilizando una Reforma Agraria hecha durante el gobierno de Frei:

El gobierno quiere remediar el atraso del campo chileno usando una ley de Reforma
Agraria que fue hecha por los ricos (…) cree que se puede mejorar la situación de los
campesinos usando una ley que fue hecha por la burguesía para explotar a los pobres
del campo (…) Para mejorar las condiciones de vida de los trabajadores del campo hay
que terminar con el acaparamiento de la tierra por unos pocos, y esta ley de Reforma
Agraria no sirve para terminar con el acaparamiento de tierras (…) y si la ley no sirve, los
campesinos unidos y organizados buscamos nosotros mismos el camino para solucionar
nuestros problemas y defender nuestros intereses.43

El camino propuesto por el MCR para acabar con el monopolio burgués de la tierra era levantar, por
medio de la lucha organizada, una nueva Ley de Reforma Agraria hecha por el campesinado pobre y
que sirviera a los intereses de la gran mayoría rural, cuestiones que solamente se resolverían mediante
la expropiación de todas las tierras a los terratenientes. En otra de las conclusiones emanadas del
congreso el MCR, rechazando la Reforma Agraria vigente, manifestaba que “la nueva tiene que ser una
herramienta de la lucha de clases, que nos permita destruir el poder de la burguesía agraria e ir creando
en el campo un poder obrero-campesino”.44
Derivado de lo anterior, específicamente de la propuesta de un “poder obrero-campesino”, la
constitución de los Consejos Comunales Campesinos por la base cumplirían la función de construir
una contra-hegemonía en el espacio rural, utilizando como herramienta una nueva Reforma Agraria
de carácter revolucionario que permitiera romper con el sistema latifundiario dominante en la sociedad
rural de Cautín, y del país en general. En este proceso, la constitución de los Consejos Comunales
Campesinos por la base sería el primer paso para proyectar políticamente las conclusiones establecidas
en el Segundo Congreso del MCR. Ellas quedaron sistematizadas en una plataforma de lucha, la cual
contenía resumidamente los siguientes puntos:

1. Expropiación de todos los fundos con más de 40 hectáreas de riego básico.


2. Expropiación de animales y maquinarias junto con la tierra.
3. No derecho de reserva a los patrones.
4. No pago por la tierra expropiada.
5. Apoyo crediticio a los medianos propietarios.
6. Elección democrática de los Consejos Comunales Campesinos.
7. Una nueva ley de Reforma Agraria de carácter revolucionaria.45

Evidentemente con la plataforma no se resolvían los problemas que el MCR evidenciaba, sino que
serviría de orientación para que el movimiento social reinante en los campos de Cautín expresara
políticamente sus demandas. La dinámica de esta proyección la seguirían dando las “acciones directas
de masas”, pues la movilización campesina fortalecía la conciencia de clase del campesinado y mejoraba
los niveles de organización, en este caso, de los Consejos Comunales Campesinos. Es precisamente
a raíz de lo anterior que se crea el primer Consejo Comunal Campesino, justamente el mismo día que
se daba por finalizado el Segundo Congreso del MCR en Temuco. Este se constituyó el 16 de enero en
la comuna de Lautaro, elegido mediante votación directa por los campesinos chilenos y mapuche de
dicha comuna, principal centro de operaciones del MCR en Cautín. Una vez concluida la constitución
del Consejo Comunal Campesino, los campesinos vinculados al MCR realizaron una gran marcha por
las calles de Lautaro expresando la importancia de este nuevo hito:

43 “Piden una nueva Ley de Reforma Agraria”, en Punto Final, Santiago, año V, nº 125, 2 de marzo de 1971, p. 10.
44 Ibídem, p. 11.
45 Gavilán, op. cit., pp. 200-201.

Sujetos históricos y transformaciones sociales en América Latina 22


En Lautaro, el sábado 16 de enero, el MCR entró al pueblo con sus fuerzas comunales
desplegadas, una columna de campesinos pobres en líneas de cuatro en fondo, organizadas
por comités de base según la zona de procedencia, cargando sus respectivos cartelones
de identificación y sus consignas precedidos por una gran imagen del Che Guevara y
flanqueados por tres destacamentos milicianos armados con simbólicos bastones de
madera (…) Las personas que formaban esta gigantesca columna de casi un kilómetro de
largo y que estaba integrada por lo menos por 1.300 campesinos, provenían de las bases
del MCR en toda la comuna.46

De esta manera se daba por terminado el Segundo Congreso del MCR, quedando como voceros
oficiales Alejandro Manque y Félix Huentelaf, ambos jóvenes mapuche oriundos de la comuna de
Loncoche y dirigentes del MCR. Además fueron confirmados los 5 integrantes del ente coordinador
ya existente, sumándose representantes indígenas de distintas localidades como Traiguén, Puerto
Saavedra, Villarrica, Imperial y Nehuentúe.47

El MCR durante el año 1971: agudización de la lucha de clases en Cautín


Desde el reflujo de las movilizaciones hasta la reorganización patronal (marzo 1971-1972)

La aceleración de las expropiaciones en la provincia de Cautín respondió en gran medida a la presión


ejercida por la movilización campesina e indígena, incluso muchas “de las expropiaciones realizadas en
1971 a favor de mapuches incluyeron predios que habían sido reivindicados por el MCR a fines de 1970 y
a principios de 1971”.48 Este fenómeno contribuyó a disminuir el ritmo de las tomas de fundo, ya que la
iniciativa gubernamental apuntaba a solucionar la deuda histórica con el pueblo mapuche. Otro factor
que incidió en esta parcial tranquilidad fue el afecto que gran parte del campesinado pobre de Cautín
sentía sobre la personalidad de Salvador Allende, pues era el primer presidente que decididamente
se propuso contribuir en la resolución de sus demandas. Una muestra de aquello fue que, pese a las
contradicciones entre la propuesta legalista del Consejo Provincial Campesino Cautín (bajo influencia
gubernamental) y la formulada desde las bases por los Consejos Comunales Campesinos, el gobierno
igualmente se reunió con dirigentes del MCR hacia fines de febrero, comprometiéndose a legitimar la
formación de estos últimos mediante la elección directa desde las bases.49
La dinámica de estas relaciones creó una relativa tendencia al reflujo de las movilizaciones, sumándose
también a ello –en tanto factores– las trabas legales y las diferencias de criterio que el gobierno
debía superar al interior de su conglomerado para materializar las expropiaciones. Así, después de
aproximadamente tres meses de agitación social, el potencial revolucionario se estancó, situación
que será levemente superada hacia mediados de 1971 cuando el MCR inicia una nueva campaña
de recuperación territorial. Es relevante destacar que la tendencia general al reflujo no significó una
ausencia total de “acciones directas”, sino que sus apariciones en la escena rural serán más aisladas en
el tiempo en comparación con el periodo anterior. Es así como en el mes de abril “un grupo de doce
personas pertenecientes al Movimiento Campesino Revolucionario, ocuparon el fundo ‘Boldo’ de dos
mil doscientas hectáreas, ubicado en Temuco”, exigiendo la intervención expropiadora de la CORA.50
Posteriormente, el 18 de abril, el MCR efectúa tres tomas en distintas fundos de Cautín. Una de ellas fue
ejecutada a las 5 a.m. por veinticinco personas sobre la hijuela Carén de 90 hectáreas, la colectividad era
dirigida por el mapuche Tiburcio Catripán Curipe. Tres horas antes, en la comuna de Lautaro un grupo de
46 mapuche liderados por Manuel Segundo Pascual Millaleo, también integrantes del MCR, se tomaron el
fundo La Peña de 1.000 hectáreas, cuyos propietarios eran Alberto López Pérez, Rodolfo Velásquez Cruz,

46 “La movilización campesina en Cautín”, op. cit., p. 6.


47 Gavilán, op. cit. p. 201.
48 Correa et. al, op. cit., p. 151.
49 Cancino, op. cit., p. 182.
50 El Diario Austral de Temuco, 18 de abril de 1971, p. 7.

23 Historia en Movimiento año III · número 3 · 2014


Moisés Velasco Cruz y Enrique Loyola Francoise. Con el transcurrir de las horas, la cantidad de ocupantes
aumentó a 150 personas. Dos horas más tarde, nuevamente en Lautaro, 16 indígenas liderados por José
Miguel Colicheo Melipán, todos del MCR, se instalaron en el fundo El Carmen del latifundista Larraguibel
Recart, de 450 hectáreas de superficie. La cantidad aumentó rápidamente a 100 personas.51
En paralelo a estos hechos se produjo un acto de violencia que marcará el inicio de una nueva etapa
en el desarrollo del conflicto. Si bien a comienzos de 1971 se desataron algunas disputas violentas en
torno a las ocupaciones de predios, ellas se desarrollaron de forma esporádica. Pero a partir de abril los
enfrentamientos entre las partes antagónicas se repetirán de manera más constante, enmarcándose
dentro de un proceso mayor de agudización de la lucha de clases que se prolongará, con diferente
frecuencia e intensidad, hasta el Golpe Militar. Esta nueva tendencia se expresó en la madrugada del 17
de abril de 1971, cuando elementos del MCR y del MIR entraron en pugna con un grupo de latifundistas
militantes y simpatizantes del derechista Partido Nacional, quienes decidieron retomar el fundo La
Palma en la comuna de Curarrehue ocupado por el MCR, de propiedad de Otto Grunner. Este último
encabezó el grupo formado por Pradino Soto Vásquez, Hernán Quezada Ansarena, Erwin Krausse
Saleswky, Raimundo Krausse Saleswky, Víctor Amar Langkemann, Manuel Alberto Ulloa Salazar y
Peter Compton Peddar, ente otros. Como resultado de la contienda resultaron seis personas heridas,
una pertenecía al bando de los agricultores, y el grupo restante lo integraban los mapuche Ernestina
Curipe, Segundo Curipe, Herminda Catripán, Clorinda Curipe y Salvador Villa, todos miembros del
MCR. Además, el mapuche Juan Curipe Catripán hirió de bala al agricultor Rolando Matus Castillo,
provocándole la muerte dos días después.52
La violencia a ese nivel no desaparece del conflicto, por el contrario, encuentra continuidad en la comuna
de Lautaro cuando un grupo mapuche de la reducción Burgos intentó tomarse el fundo Brasil Sur el
jueves 20 de mayo, en ese momento a cargo del administrador Javier Maldonado. La toma fue resistida
por este sujeto y un par de inquilinos que dispararon con fusiles y rifles, provocando la muerte del joven
mapuche de 19 años Juan Huillipán, militante del MCR y proveniente de Vega Redonda. A pesar de
la pérdida, los indígenas en su ofensiva lograron apropiarse del fundo y al día siguiente el latifundista
Alfredo Palma lo entregó voluntariamente a la CORA. Posteriormente el predio fue expropiado a favor de
los mapuche y traspasado al área social de producción, bautizándolo como Campamento Juan Huillipán.
Cabe señalar que antes del incidente, el fundo ni siquiera aparecía en los registros de la CORA para ser
expropiado, lo que motivó la insistencia de los campesinos del MCR a tomarse Brasil Sur.53
Para impedir la proliferación de incidentes fatales, el gobierno utilizaba la política del diálogo frente a las
movilizaciones como intento de ordenar el caos reinante en Cautín y apaciguar su intensidad. Buscó por
este medio político insertar –y resolver– la demanda indígena dentro de los marcos legales y preparar
el escenario político para continuar con las expropiaciones.54 Dentro de estos lineamientos, el MCR se
comprometió a devolver el fundo La Peña ocupado desde el 18 de abril de 1971. La noticia fue difundida
por la prensa local mediante el siguiente escrito:

En el curso de la próxima semana quedará solucionado el problema del fundo


“La Peña” de Lautaro que permanece ocupado desde el 18 de abril último por el
Movimiento Campesino Revolucionario. Así lo informó ayer el intendente Gastón
Lobos al ser consultado sobre la materia. Rodolfo Velasco Cruz, uno de los propietarios
manifestó que se había consultado al intendente Gastón Lobos sobre esta ocupación
manifestando que sería devuelto rápidamente.55

51 El Diario Austral de Temuco, 19 de abril de 1971, p. 1.


52 El Diario Austral de Temuco, 18 de abril de 1971, p. 8; “Por qué los campesinos se toman la tierra”, en Punto
Final, Santiago, año V, nº 132, 8 de junio de 1971, pp. 30-31; “Cautín: la región del fascismo devoto”, en Punto
Final, Santiago, año VII, nº 187, 3 de julio 1973 1971.
53 Gavilán, op. cit., p. 207; El Diario Austral de Temuco, 21 de mayo de 1971, p. 1; El Diario Austral de Temuco, 25
de mayo de 1971, p. 7; “Por qué los campesinos se toman la tierra”, op. cit., p. 32.
54 Correa et al., op. cit., p. 153.
55 El Diario Austral de Temuco, 29 de mayo de 1971, p. 9.

Sujetos históricos y transformaciones sociales en América Latina 24


Las devoluciones continúan a comienzos de julio cuando es entregado el fundo Muco Bajo de
Lautaro a sus dueños Santiago y Ricardo García. Según los parámetros de la Comisión de Conflictos
(conformada por miembros de la Intendencia, CORA e INDAP) el territorio en cuestión no era
expropiable porque no tenía la cabida básica de las 80 hectáreas de riego básico.56 Hacia fines del
mismo mes, el MCR cede otra vez y entrega un predio, esta vez fue el fundo La Montaña Recortada de
Martín Schneider. El terreno fue restituido por medio del intendente Gastón Lobos a su propietario.
Así lo da a conocer El Diario Austral:

“Movimiento Campesino Revolucionario” entregó al intendente fundo “La Montaña


Recortada”. Sin violencia fueron desalojados a las 15.30 horas de ayer los mapuches del
“Movimiento Campesino Revolucionario” que ocupaban el fundo “Montaña Recortada” de
Martín Schneider. En el predio quedó vigilancia policial para evitar una eventual retoma (…)
Los indígenas miristas escucharon al intendente que les dijo que no se iban a permitir más
las tomas. Que Allende estaba velando por ellos y que en este Gobierno Popular no venían
al caso este tipo de presiones. Los mapuches no estaban armados más que de garrotes y
se retiraron pacíficamente deponiendo la actitud beligerante que tuvieron para con David
Palavecino de la Comisión de Conflictos. El propietario Martín Schneider manifestó su
conformidad al recibir el predio devuelto por el Movimiento Campesino Revolucionario.57

Si bien el MCR al entregar fundos redujo su intensidad política, en agosto logró recibir terrenos expropiadas
por la CORA en Lautaro, particularmente el fundo El Vergel y una hijuela de 40 hectáreas, propiedades
que fueron usurpadas a la comunidad Coliqueo-Huenchual. Estas tierras habían experimentado la
primera “corrida de cercos” en Lautaro el 3 de junio de 1970, acción que formó parte de los hechos que
darían nacimiento al MCR pocos meses después.58
Al mes siguiente el MCR reaparece en la escena de las “acciones directas”, pues en la comuna de
Cholchol los militantes (hermanos) Juan y Luis Huenchuén Coñuepán se apropiaron de 30 hectáreas
usurpadas por el fundo Los Aromos, tierras ancestrales que estaban en poder de Ruth Kinderley Parker.
Lo mismo ocurriría a fines de octubre en Lautaro, en donde comunidades asociadas al MCR se tomaron
los predios San José de Ballona, San José Chico, Las Quinientas y Frederina, exigiendo que fuesen
expropiados por abandono y explotación deficiente.59
El mes de octubre estará marcado por otro hecho trágico para el MCR, un acontecimiento de
impacto nacional que agudizará aún más las contradicciones. Los hechos comienzan la noche del
22 de octubre cuando una cantidad cercana a 60 personas, de las cuales 40 eran mapuche y
20 chilenos,60 se tomaron el fundo Chesque en Loncoche. El predio tenía 830 hectáreas físicas
y cerca de 80 de riego básico, y estaba muy cerca del abandono por parte de su propietario, el
latifundista Martín Doyharzábal. Ante la nula respuesta por parte de la CORA para expropiar el
fundo, los campesinos del asentamiento Michimalonco –del MCR– decidieron apoderarse del
predio sobrepasando la ley. El acontecer sucedió de la siguiente manera:

El dueño de “Chesque”, Martín Doyharzábal, pidió auxilio de inmediato a los grupos que los
terratenientes de Cautín, como en otras provincias del país, han armado y entrenado para
hacer frente a los campesinos. Acompañados de tres carabineros de Loncoche, el grupo de
latifundistas consiguió llegar hasta las casas del fundo, donde se atrincheraron y abrieron
fuego con armas que escondían en ese lugar. Los carabineros se retiraron a Loncoche, pero
regresaron más tarde y los campesinos aseguran que los policías también participaron en
la lucha en que cayó muerto Huentelaf y en la que resultaron varios heridos. El gobernador

56 El Diario Austral de Temuco, 1 de julio de 1971, p. 8


57 El Diario Austral de Temuco, 29 de julio de 1971, p. 1.
58 Correa, et. al, op. cit., p. 166.
59 Ibídem, p. 152.
60 Gavilán, op. cit. p. 207.

25 Historia en Movimiento año III · número 3 · 2014


de Loncoche, Eduardo Brito, militante del Partido Social Demócrata, fue avisado en tres
oportunidades de lo que ocurría en el fundo “Chesque”, pero se negó a abandonar una
reunión para acudir al lugar del incidente.61

La reacción patronal nuevamente causaba la muerte de un campesino mapuche del MCR, esta vez fue
Moisés Huentelaf quien al ser atacado por la espalda, perdió la vida producto de un balazo en el cráneo
la noche del viernes 22 de octubre. Como resultado del proceso judicial iniciado más tarde, detuvieron
a los agricultores Martín Doyharzábal, Sergio Contreras y Enrique Andrews, e igualmente a 12 mapuche
y trabajadores agrícolas militantes del MCR. Luego la cantidad aumentaría a 25 detenidos.62
Por orden de la Corte de Apelaciones de Temuco y el Juzgado de Loncoche, paradójicamente quedaron
arrestados 21 indígenas y fueron liberados los 3 agricultores de forma inmediata. Uno de los presos era
Félix Huentelaf, dirigente del MCR y hermano del asesinado, quien estuvo 7 meses encarcelado junto al
resto de los detenidos. Se manifestó frente al tema de la siguiente manera:

Ayer nosotros teníamos seguridad de que íbamos a conseguir la libertad. En realidad los
abogados habían dicho que antes de los seis meses no podíamos hacer nada, pero que
después de seis meses teníamos la libertad. Pero no fue así. La Corte de Apelaciones no dio
la libertad. Eso lo tenemos muy claro todos los compañeros del Chesque (…) no nos dio la
libertad, bueno, porque no hay un compañero, por último, en la Corte de Apelaciones. Por
último, un trabajador no es ministro. Por último, un trabajador no es juez. No es un abogado.
Entonces, por eso no tuvimos libertad (…) sabemos que la ley que existe en Chile es una
ley clasista, dominante, que favorece a una clase y derroca a la clase trabajadora (…) y
aquellos ministros momios que estaban allí defendiendo a sus compadres, los compadres
terratenientes, los compadres monopolistas, los compadres dueños de fábricas, digamos,
esos ministros son compadres con todos esos momios (…) Pero nosotros tenemos claro
que la mayoría en Chile, los otros trabajadores están a favor de nosotros, diciendo los
trabajadores del Chesque están allí por las leyes, porque la justicia es clasista y porque si
no fuera la justicia clasista, bueno, estarían los momios que los desalojaron y que mataron
al compañero Moisés Huentelaf (…) Y aquellos gallos que están allá en el Congreso, en
el Parlamento, en el Senado, todos son gallos momios que son hijos de momios, de
terratenientes, hijos de latifundistas (…).63

Finalmente, luego de algunos meses después de este fatal hecho, el fundo Chesque fue sometido
a expropiación en 1972 por la CORA en favor de los demandantes. En ese momento, los 21
campesinos mapuche aprisionados durante 7 meses se encontraban en libertad. Lo anterior fue
destacado por El Rebelde:

Ahora la CORA les entregó sus tierras. Félix Huentelaf, Secretario General del Consejo
Provincial Campesino de Cautín, planteó durante la entrega del predio las nuevas
tareas de los campesinos del Chesque. El fundo funcionará como CERA junto al predio
Michimalongo. Como el propietario de Chesque lo dejó desmantelado, los trabajadores
de Michimalongo pondrán las herramientas y maquinarias para empezar a trabajar
inmediatamente el CERA. En la toma de posesión del predio participaron los 21 campesinos
que estuvieron presos, el jefe de Área de CORA en Villarrica, Mario Ríos, y Félix Huentelaf

61 “Lucha campesina: un polvorín bajo tierra”, en Punto Final, Santiago, año VI, nº 143, 9 de noviembre de 1971, p. 2.
62 El Diario Austral de Temuco, 25 de octubre de 1971, p. 1; El Diario Austral de Temuco, 27 de octubre de 1971, p.
1; El Diario Austral de Temuco, 28 de octubre de 1971, p. 1.
63 “Chesque: Patrones libres, campesinos presos porque la ley es momia. Reportaje a Félix Huentelaf”, El
Rebelde, Santiago, nº 33, 6 de junio de 1972, pp. 6-7. Para conocer de manera más profunda los análisis y
repercusiones de la muerte de Moisés Huentelaf y el injusto encarcelamiento por 7 meses de los 21 mapuche,
véase El Rebelde, Santiago, nº 33, 6 de junio de 1972, p. 5; El Rebelde, Santiago, nº 35, 20 de junio de 1972, p. 2;
El Rebelde, Santiago, nº 49, 26 de septiembre de 1972, p. 7.

Sujetos históricos y transformaciones sociales en América Latina 26


por el Consejo Campesino. Las hectáreas entregadas a los campesinos son 430. La lucha
que los trabajadores de Chesque iniciaron hace ocho meses aún no ha terminado. Y ellos
así lo entienden. Desde el Consejo Comunal están exigiendo una nueva ley de Reforma
Agraria para los campesinos, que los trabajadores decidan en sus organismos de base y
que se les dé cárcel a los patrones, a los asesinos de Moisés Huentelaf.64

La muerte de Moisés Huentelaf no obstaculizó la continuidad de las tomas de fundo en Cautín, sin
embargo a esa altura del año no llevaban la misma intensidad y frecuencia que antes. Aun así, a fines
de noviembre el Comité de Cesantes Moisés Huentelaf de Choroico procedió a ocupar el fundo Los
Retazos de 380 hectáreas, propiedad del latifundista Hernán Urrutia. El grupo de 15 personas que
ejecutó la acción contaba con la colaboración de 5 campesinos del asentamiento Fidel Castro, quienes
unas semanas antes se tomaron la reserva legal del ex-fundo Caracas, propiedad de Féliz García.65
Antes de terminar el año se producen más expropiaciones en beneficio de comunidades mapuche, aunque
durante el periodo septiembre-diciembre la tendencia indicaba una notoria disminución. No obstante, el 3
de diciembre la CORA expropió fundos en las comunas de Loncoche y Carahue ocupados por el MCR y por
el Ñetuain Mapu (organización mapuche ligada al Partido Comunista Revolucionario, PCR).66
De esta manera culminaba el año 1971 para el MCR en Cautín, caracterizado sobre todo por el
recrudecimiento de la lucha de clases que dejaba muertos en ambos bandos, anunciando lo que
sucedería el año siguiente: intensificación de los antagonismos y reacción más organizada y permanente
de los latifundistas, fenómenos que conjuntamente alcanzarán su clímax en septiembre de 1973.

El MCR, la insurrección de la burguesía agraria y el Golpe Militar (1972-1973)


Las movilizaciones en las cuales se vio envuelto el MCR no logran masificarse durante 1972, la
propensión al reflujo del movimiento de recuperación territorial seguía siendo la tendencia general, tal
como el año anterior. Es así como gran parte de las tierras recuperadas ese año no fueron producto de
“acciones directas”, sino más bien de compromisos establecidos entre las comunidades mapuche y
el gobierno para expropiar los fundos. Lo anterior no significó una desaparición del MCR de la escena
rural, sino que sus manifestaciones serán breves y de baja frecuencia. La causa de esta moderación fue
la violenta reacción patronal manifestada durante el año 1972, organizada decididamente para detener
el avance del campesinado indígena y la Reforma Agraria en general, pero sobre todo, para confrontar
particularmente el impulso revolucionario del MCR. Este último se vio inevitablemente enfrentado a
“la violencia organizada por la derecha política y las organizaciones de agricultores, que implementaron
como respuesta a las ocupaciones de fundos propiciadas por las comunidades y sus organizaciones la
‘retoma’ armada de los predios”.67 A pesar de esta crítica situación, el gobierno prosiguió devolviendo
tierras usurpadas al pueblo mapuche, y entre enero y noviembre de aquel año varios predios en disputa
serán expropiados a favor de comunidades articuladas al MCR.68
En febrero, intentando reimpulsar el alicaído movimiento revolucionario de fines de 1971, “alrededor
de 50 mapuches pertenecientes a las comunidades de Pedro Huical e Ignacio Hueiquillao, integrados
en el Movimiento Campesino Revolucionario (MCR)”, vuelven a correr cercos en Lautaro, ocupando
67 hectáreas sembradas de trigo del fundo Santa Ana y 6 hectáreas del fundo Las Piñas, cuyos
propietarios eran Lorenzo Taladriz y Alfredo González, respectivamente.69 Para las comunidades
implicadas se trataba de un acto de justicia:

64 El Rebelde, Santiago, nº 45, 28 de agosto de 1972, p. 7.


65 El Diario Austral de Temuco, 1 de diciembre de 1971, p. 1.
66 Correa et al, op. cit., p. 166.
67 Ibídem, p. 171.
68 Ídem.
69 El Diario Austral de Temuco, 2 de febrero de 1972, p. 1.

27 Historia en Movimiento año III · número 3 · 2014


Estamos reclamando el derecho de los viejos, dijeron. Y no nos salimos mientras no nos den
solución. Lo que queremos es el terreno y la cosecha. Harto ya se aprovechó el caballero de
nosotros y se enriqueció, así que nos quedamos también con el trigo, con la cosecha. Vino el
gobernador y nos propuso entregar la siembra. Pero no le aguantamos. Es bastante lo que se
han aprovechado estos caballeros con la tierra de nosotros. Y si nos vienen a sacar a balazos,
aquí estamos nosotros para defendernos. Aunque no tenemos más armas que estos palos.70

Los latifundistas a comienzos de 1972 se encontraban bien preparados para defender sus intereses de
clase, ejemplo de ello es la conformación de los “comités de retoma”, organizaciones de tipo paramilitar
que tenían por función detener el despliegue territorial del MCR y del movimiento campesino mapuche en
general. Para ello, ya en el mes de octubre del año anterior, la Federación de Sindicatos de Empleadores
Agrícolas de Cautín (expresión gremialista de los latifundistas) tomó la decisión de constituir y articular
una red de grupos armados con el objeto de proteger los fundos de sus socios.71 El poder armado de la
clase patronal en Cautín comenzará a reaccionar cada vez que los fundos sean intervenidos, situación
desfavorable para los mapuche que solamente poseían palos y garrotes para defenderse. Evidentemente
estas “armas simbólicas de los milicianos del MCR de Lautaro y de otras localidades, no pudieron defender
las posiciones conquistadas frente a las metralletas y rifles de los patrones”.72 Una clara demostración de ello
fue lo acontecido precisamente en los predios Santa Ana y Las Piñas, donde la respuesta no se hizo esperar
y el mismo día por la tarde la Federación de Empleadores Agrícolas de Cautín y el Sindicato de Empleadores
Agrícolas de Lautaro, presidido este último por Carlos Podlech, organizaron un “Comité de Retoma” de 70
personas para recuperar a balazos los fundos. Entre los contra-revolucionarios estaban también Lorenzo
Taladriz, Carlos Barbas, Miguel Fuschloger, Luis Eguiguren, y otros.73 El “Comité de Retoma” cumplió su
finalidad sin dejar heridos y los terrenos fueron restituidos a los latifundistas. 5 indígenas fueron detenidos,
pero más tarde lograron su libertad debido a la inexistencia de pruebas para mantenerlos en ese estado.
En marzo el MCR reaparece al sur de Carahue, en la localidad de Nehuentúe, donde 51 trabajadores de
los fundos Nehuentúe y San Antonio, de Mario Alvarez y Sergio Álvarez correspondientemente, ocuparon
ambos predios (de 500 hectáreas aproximadamente cada uno) junto a sus familias y apoyados por
integrantes de asentamientos cercanos al lugar, ligados también al MCR, alcanzando en total una
cantidad de 500 personas. Los fundos fueron transformados conglomeradamente en el Campamento
Jorge Fernández, homenajeando al estudiante mirista fallecido accidentalmente producto del estallido
de un explosivo que transportaba en su bolsillo, en las cercanías del fundo Moncul.74
Durante el transcurso del año 1972 las ocupaciones de fundos efectuadas por el MCR continuaron
desarrollándose, al igual que las reacciones armadas de los comités de retoma. A mediados de abril en
la comuna de Toltén, 25 sujetos del MCR se tomaron el fundo Los Pinos de 1.200 hectáreas, exigiendo
la expropiación del predio, en ese momento en posesión de Abelardo Mora.75 Al día siguiente los
comités de retoma se dirigieron al fundo, hiriendo de bala a los mapuche Ignacio Antileo Calmunil,
Pascual Landeros Curilaf y Antonio Landeros Antileo. Los reaccionarios nuevamente lograron sus
objetivos y el fundo fue restituido a su propietario.76
La reacción violenta de los terratenientes se replica en Lautaro el 16 de mayo, cuando 30 agricultores
movilizados en 7 vehículos, fuertemente armados con rifles, carabinas, revólveres y metralletas,
retomaron el fundo Muco recuperado con anterioridad por comunidades mapuche ligadas al MCR.
El ataque del Comité de Retoma provocó heridas a 5 miembros de aquella organización, 4 de los
cuales fueron impactados por balas. Los militantes del MCR no estaban armados, por lo que el
ataque de los latifundistas no generó resistencia.77

70 El Diario Austral de Temuco, 2 de febrero de 1972, p. 6.


71 Cancino, op. cit., p. 186.
72 Ídem.
73 “Cautín: la región del fascismo devoto”, op. cit., p. 23.
74 El Diario Austral de Temuco, 24 de marzo de 1972, pp. 1 y 6.
75 El Diario Austral de Temuco, 18 de abril de 1972, p. 6.
76 El Diario Austral de Temuco, 19 de abril de 1972, p. 1.
77 “Cautín: la región del fascismo devoto”, op. cit., p. 23; El Diario Austral de Temuco, 17 de mayo de 1972, p. 1.

Sujetos históricos y transformaciones sociales en América Latina 28


La aguda conflictividad rural durante el primer semestre de 1972 demostró que el despliegue patronal
no buscaba solamente proteger sus intereses frente a la lucha del MCR, sino que además, se opuso
violentamente y por la vía armada a los procesos de recuperación territorial y de aplicación revolucionaria
de la Reforma Agraria que estaban removiendo los cimientos históricos del orden social agrario.
El grupo político de vanguardia de la reacción patronal en Cautín lo constituían en ese momento
el Partido Nacional y varios personeros del Partido Demócrata Cristiano, de estos últimos existía
un grupo de capitalistas que controlaban la cadena SOPESUR (Sociedad Periodística del Sur), a
la cual pertenecía el diario de Temuco El Austral. Este medio de comunicación de masas se
transformó progresivamente en tribuna de los latifundistas de la zona y de la derecha política local,
oponiéndose rotundamente al proceso de Reforma Agraria implementado por la Unidad Popular,
y más drásticamente aún, al MCR.78 Los principales protagonistas de la reacción patronal fueron
los grandes latifundistas de Cautín, como los hermanos Carlos y Alfonso Podlech, el primero era
presidente del Sindicato de Empleadores Agrícolas de Cautín, y el segundo, asesor jurídico de este
gremio. También destacaban los grandes propietarios como Pablo Goebbeles, Carlos Taladriz,
Miguel Fuchlocher, Adolfo Werner, Guillermo Coulon y Luis Eguiguren. También es posible reconocer
latifundistas vinculados al Partido Nacional, como Víctor Carmine y Carlos Schlager.79
El MCR asume su desventaja frente a la violenta reacción patronal, y opta por resguardar la vida de sus
integrantes replegando sus fuerzas, situación que explica la ausencia de grandes conflictos durante el
segundo semestre de 1972. La calma momentánea será reforzada por las expropiaciones de la CORA
que durante este periodo beneficiará a comunidades asociadas al MCR, muchas de las cuales se
mantuvieron en los fundos tomados esperando la restitución de tierras ancestrales. Ejemplo de ello
son las expropiaciones de los fundos Bajo Muco (25 de mayo), Santa Ana (23 de junio) y El Mirador
(28 de julio) en la comuna de Lautaro, y el fundo Nehuentúe (20 de julio) en la comuna de Carahue.80
En el bando antagónico, la burguesía agraria, los pequeños y medianos propietarios, y los grupos
armados favorables a la causa reaccionaria, exteriorizaron sus intereses impetuosamente frente al
germen revolucionario que se propagaba por los campos en contra de la hegemonía terrateniente.
Se preparaba de esta manera el escenario para la intervención militar y el Golpe de Estado en
septiembre de 1973. A modo de síntesis:

Hacia los inicios de 1973, el campo chileno y especialmente la provincia de Cautín que
había sido el escenario de un movimiento social en ascenso en 1971, ha llegado a ser uno
de los bastiones de la contrarrevolución burguesa, uno de los centros de articulación de
plurales sectores sociales rurales, desde pequeños propietarios a la burguesía agraria,
implicados en un movimiento social anti-socialista.81

Por su parte, el movimiento social del campesinado indígena de Cautín ligado al MCR no tuvo muchas
manifestaciones durante 1973. Si bien a partir del mes de mayo se reanudan las movilizaciones para
recuperar tierras usurpadas, el MCR no estuvo involucrado en ellas. Su aparición recién se hará notar en
agosto, aproximadamente un mes antes del Golpe Militar que acabaría con su existencia. Los hechos
fueron noticiados de la siguiente forma:

78 El Diario Austral de Temuco ha sido constantemente utilizado como fuente de información para esta
investigación, ya que en sus páginas aparecieron muchos hechos protagonizados por el MCR, sin embargo,
es posible constatar una tendencia deslegitimadora hacia esta organización revolucionaria en sus escritos,
y por el contrario, una victimización de los dueños de fundos. No se ha querido profundizar en un análisis
exhaustivo de la prensa local porque lo significativo para esta investigación es recoger los hechos y evidenciar
el protagonismo del MCR en la movilización mapuche por la recuperación de tierras. Lo anterior no pretende
aminorar la importancia de un análisis de este tipo, sino que precisar los elementos necesarios para contribuir a la
reconstrucción de la historia del MCR en Cautín.
79 Rivera, op. cit. pp. 6-7.
80 Correa et al., op. cit., pp. 179-180.
81 Cancino, op. cit., p. 187.

29 Historia en Movimiento año III · número 3 · 2014


A las 11.30 horas de ayer fueron “tomados” por 40 mapuches del Movimiento
Campesino Revolucionario, MCR, los fundos “San Ramón” y “Tres Esquinas”, de 550 y
480 hectáreas, pertenecientes a Sergio Madrid y a Carlos San Martín. El parte oficial,
junto con señalar que los autores de la toma pertenecen al MCR, agrega que no
portaban armas, que no secuestraron personas ni levantaron barricadas, limitándose
a cerrar los accesos con palos y alambres.82

El Diario Austral de Temuco en el mes de septiembre también contribuyó a preparar el ambiente para
que los militares entraran en acción, publicando noticias sobre la presencia de armas al interior del
Campamento Jorge Fernández en la localidad de Nehuentúe. Sobre lo mismo, enfatizó la existencia de
una supuesta escuela de guerrillas y una fábrica de granadas y bombas al interior del fundo. La noticia
salía a la luz después de un allanamiento realizado por militares del Regimiento Tucapel:

Veinte detenidos en calidad de incomunicados, algunas armas, granadas, bombas,


dinamitas y elementos de construcción de artefactos explosivos, es el resultado de un
allanamiento que se practicó el Asentamiento Jorge Fernández, ex fundo de Miguel
Larroulet a 2 kilómetros de Nehuentúe en la comuna de Puerto Saavedra y que estuvo
a cargo de los efectivos militares del Regimiento Tucapel.83

A partir de esta noticia y otras similares durante los siguientes días, se buscaba vincular al MCR con
una supuesta guerrilla rural que se estaba preparando al interior del Campamento Jorge Fernández.
Sin embargo, en honor a la verdad, el MCR no tenía preparado ningún tipo de lucha armada como la
que El Diario Austral quería hacer creer a la opinión pública. Más bien buscaba justificar públicamente
la necesidad de que las Fuerzas Armadas intervinieran los campos de Cautín para acabar con el MCR y
todo el movimiento social a favor de la Reforma Agraria. El Austral, como ya se ha dicho, era propiedad
de personeros del PDC que llamaban a frenar la “vía chilena al socialismo” y destruir todo intento de
transformación agraria que afectara al latifundio. Por tanto, en plena agudización de la lucha de clases,
los medios de comunicación como El Austral se posicionaron bajo los intereses de sus propietarios,
contribuyendo a justificar y legitimar a través de sus páginas la necesidad de la intervención militar para
acabar con los intentos de socialismo en el campo.
Contrariamente, Víctor Gavilán entrega una versión de los hechos que pareciera acercarse más a la re-
alidad de aquel entonces, y de lo que efectivamente ocurría al interior del fundo:

Era efectivo que allí existía una escuela de capacitación campesina, de formación política
y sindical, pero no un “centro guerrillero” como el Diario Austral de Temuco divulgó en
una publicación de aquella época. El fundo Nehuentúe había sido expropiado y se creó
allí el más grande de los complejos de producción agrícola de la provincia de Cautín (…)
Las fuerzas combinadas del regimiento Tucapel de Temuco y de la fuerza aérea crearon el
terror en Nehuentúe antes del golpe militar. Detuvieron a cerca de cien mapuche del área.
Fueron interrogados a golpes y simulacros de fusilamientos, sumergimiento forzado en las
aguas del río Trovolhue y picanazos en el cuerpo (…) Algunos mapuche fueron colgados de
la cintura, amarrados a los helicópteros, levantados y paseados por entre los árboles para
obtener información, amedrentar al resto y obligarlos a hablar. Nadie dijo nada. Todos
sufrieron estoicamente la represión (…) Allí no había escuela de guerrilleros, sólo mapuche
en pie de lucha, defendiendo su tierra y su cultura.84

Este testimonio permite evidenciar que el Golpe Militar fue preparado sistemáticamente antes del 11
de septiembre en Cautín, en ello incidieron directamente los latifundistas y su diario El Austral, el PN
y algunos personeros del PDC, además del regimiento Tucapel de Temuco, todos confabulados para

82 El Diario Austral de Temuco, 7 de agosto de 1973, p. 7.


83 El Diario Austral de Temuco, 2 de septiembre de 1973, p. 1,
84 Gavilán, op. cit., p. 211.

Sujetos históricos y transformaciones sociales en América Latina 30


derrocar el gobierno de Allende y destruir todo tipo de expresión revolucionaria. Evidentemente los
campesinos mapuche del MCR estaban dentro de sus objetivos principales, la represión sobre ellos
cayó desproporcionadamente. De manera general, el pueblo mapuche representó el grupo social que
padeció con mayor brutalidad el golpe cívico-militar, sufriendo la persecución selectiva y el ataque
armado del ejército. Según el testimonio de Víctor Gavilán:

Muchos cuerpos, ya en descomposición, aparecían flotando en el río Toltén. El hospital


regional de Temuco informó, alrededor del 20 de septiembre, que cerca de 40 cadáveres
mapuche habían llegado a la morgue del hospital. Todos habían sido muertos por balas.85

El 11 de septiembre de 1973 el coronel Hernán Ramírez asumió por orden de la Junta Militar el cargo
de Intendente. La existencia del MCR quedaba entonces sellada, se arrasaba con todo vestigio de
socialismo en el campo. El pueblo mapuche en particular sufriría duramente la reacción armada de los
militares y de la burguesía agraria insurrecta, bloque histórico que truncó violentamente el proceso de
recuperación del territorio ancestral.

85 Ibídem, pp. 213-214.

31 Historia en Movimiento año III · número 3 · 2014


“La conciencia de un trabajador no es una Es este pesado bagaje el que va
curva que sube y baja con los salarios y los configurando la conciencia de un trabajador
precios; es la acumulación de una vida de y provee las bases de su comportamiento
experiencia y de socialización, tradiciones cuando maduran las condiciones... y el
heredadas, luchas exitosas y derrotadas... momento llega”.

Edward Palmer Thompson


Clase obrera
y “resistencia peronista”
La huelga de la usina de Corralito. Salta, 1959

Carlos Abrahan86 - Alejandra Soler87

En general la historiografía salteña ha presentado un pasado de orden, con gobiernos y obras


públicas sucediéndose unos a otros con tranquilidad88, ocultando o dejando de lado las luchas
obreras en la provincia. En contraposición, en el último tiempo se han desarrollado investigaciones
que tienden a matizar y contradecir esa imagen de la historia de Salta durante el siglo XX. Entre ellas
podemos señalar trabajos de tipo monográfico como los realizados sobre la “huelga general” de los
conductores de carros de 192689, la huelga general provincial de 194990, los enfrentamientos sociales
de junio de 1968 y mayo de 196991, los desarrollados entre 1973 y 197692, las huelgas generales
durante la última dictadura militar93, entre otros.
Esta investigación forma parte de un proyecto de mayor alcance consistente en recuperar y conocer las
luchas de la clase obrera en la provincia de Salta (norte argentino) a lo largo del siglo XX, develando el
carácter histórico de los enfrentamientos sociales en este espacio. Uno de los “capítulos” de esta historia
es la reconstrucción de la huelga de los obreros de la construcción de la usina de Corralito en 1959. La
huelga y represión de los obreros de Corralito se produce al final del proceso histórico denominado
“resistencia peronista”, que para algunos autores como Ernesto Salas, se extiende entre el golpe de
estado de 1955 que puso fin al gobierno del General Perón, y el intento militar de 1960 del General Iñiguez

86 Profesor de Historia (Universidad Nacional de Salta, Argentina), carlos.abrahan@yahoo.com.ar


87 Licenciada en Historia. (Universidad Nacional de Salta, Argentina) alejandrasolerc@gmail.com.
88 Por ejemplo, las reseñas históricas sobre los gobiernos en “Historia de Salta”, de la página de la Cámara de
Diputados; y Hessling, Teresa, “Historia Ilustrada de Salta”, 2ª edición actualizada, Buenos Aires, Colección Síntesis, 1995.
89 Correa, R, et. al., “Prensa política y conflictividad social II: La ‘huelga general’ de 1926”, en: Intelectuales,
política y conflictividad social en Salta durante la década del veinte, Milor, Salta, 2008.
90 Sánchez, G y Abrahan, C, “Huelga general, Salta. 1949”, en: Razón y Revolución, Buenos Aires, Ediciones RyR,
2006. http://www.razonyrevolucion.org/textos/revryr/ryr16/ryr16-sanchez.pdf
91 Abrahan, C y Soler, A, “Movilizaciones obreras y estudiantiles en la provincia Salta. Mayo del 1969”, Ponencia
presentada en las Jornadas “A 40 años del Cordobazo”, Córdoba, 2009. Abrahan, C y Soler, A, “Salta, 1968:
Enfrentamientos sociales y direcciones sindicales. Los antecedentes de 1969”, Revista 15 CEFISA (Centro de
Estudios Filosóficos de Salta), 2012. http://cefisa.conm.ar/temas-de-filosofia-15/
92 Soler, A, “Alianzas sociales y tendencias políticas en el peronismo salteño, 1973–1976”, Mimeo. Tesis de
Licenciatura en Historia. Soler, A, “Izquierda y Derecha Peronista” en Salta, 1972-74”, en: Razón y Revolución,
Buenos Aires, Ediciones RyR, 2012. http://revistaryr.org.ar/index.php/RyR/article/view/25
93 Abrahan, C. “Las huelgas generales durante la dictadura militar. Salta, 1979, 1981, 1982, 1983”, Mimeo. Tesina
de Especialización en Historia Argentina. Abrahan, C. “1982: Movilización y Huelga General en Salta, a través
de la prensa escrita durante la dictadura militar”. En Revista Escuela de Historia. Vol. 8, n° 2. Facultad de
Humanidades. Unsa 2009. http.//scielo.org.ar/scielo.php?pid=S1669-90412009000200003&script=sci_arttext

33 Historia en Movimiento año III · número 3 · 2014


y la aplicación del Plan Conintes94. Inclusive, la huelga se inscribiría en una segunda etapa iniciada en
1958, donde al papel central lo comienzan a tener los sindicatos peronistas relegando a los comandos95.
Compartimos con Nicolás Iñigo Carrera, que frente a la proscripción del peronismo desde 1955 y el
intento de planes de racionalización de la producción para lograr aumentos de la productividad, los
trabajadores llevaron adelante una intensa resistencia, que se conoció como “la resistencia peronista”,
que se extendió hasta inicio de la década siguiente. Consistió en movilizaciones callejeras, boicots,
sabotajes, colocación de bombas, organizaciones semiclandestinas en las fábricas, paros sorpresivos,
trabajo a desgano e incluso alzamientos militares96.
El objetivo de esta investigación es estudiar la huelga de Corralito de 1959 en aquel contexto nacional,
reconstruyendo el enfrentamiento a partir de una descripción detallada del accionar de las bases
obreras, las formas de lucha desplegadas, el posicionamiento de las direcciones sindicales, del Estado,
los partidos, la patronal y la prensa, a fin de conceptualizar el hecho y sus consecuencias sociales.
Además, creemos necesario articular el estudio de los enfrentamientos sociales con la base material
en la que se producen. En este sentido, desarrollamos una aproximación a la estructura económica
de la provincia a mediados del siglo XX, que permite conocer el grado de desarrollo de las fuerzas
productivas, los grupos sociales fundamentales y su situación objetiva.
Ante la ausencia de fuentes en sindicatos y en la Confederación General de Trabajo (en adelante
CGT) en Salta, desarrollamos la investigación sobre la base de dos diarios (El Tribuno y El
Intransigente) de los años 1958 y 1959.

Escenario nacional
Forzado por las luchas obreras y la avalancha de votos en blanco en las elecciones constituyentes, el
gobierno de la “Revolución Libertadora” (1955-1958) resuelve llamar a elecciones. En febrero de 1958 Arturo
Frondizi candidato de la Unión Cívica Radical Intransigente (en adelante UCRI), con el apoyo de sectores
peronistas97, triunfa sobre Balbín (Unión Cívica Radical del Pueblo, en adelante UCRP), y asume en mayo. Se
pone en marcha un plan económico desarrollista y una política denominada integracionista. Frondizi llega
al gobierno en medio de una lucha generalizada del movimiento obrero. A comienzos de 1958 se declara
una huelga de la construcción que se mantiene durante un mes. Bancarios y petroleros llevan adelante
importantes huelgas. Poco después, el gobierno decretó un aumento del 60% sobre sueldos y salarios;
aumento que fue devorado por un proceso inflacionario, al que se suma un aumento de la desocupación.
Un sector de la dirigencia gremial justicialista (62 Organizaciones98) consideró insuficiente la mejora,
pero decidió no realizar ninguna acción de fuerza, e incluso rechazó las acciones propuestas por
los 32 gremios99 en mayo de 1958. En agosto la relación entre el gobierno desarrollista y burocracia
sindical peronista alcanza su punto más alto con la sanción de la ley de Asociaciones Profesionales.
Entre mayo y septiembre, “pese a la cantidad de protestas de bancarios, judiciales, médicos,
empleados de correo, obreros de la carne y textiles (…) continuó el diálogo entre dirigentes peronistas

94 Conintes: Conmoción Interna del Estado. Permitía el juzgamiento de obreros por juzgados militares. Salas,
Ernesto, La Resistencia Peronista. La toma del Frigorífico Lisandro de la Torre, Buenos Aires, Ediciones Retórica y
Altamira, 2006.
95 Los comandos fueron organizaciones semiespontáneas y clandestinas de militantes peronistas que actuaron
durante el período de la resistencia.
96 Iñigo Carrera, N. Grau, M. I, y Martí, A., Agustín Tosco. La clase revolucionaria, Buenos Aires, Editorial Madre de
Plaza de Mayo, 2006, p. 59.
97 Tenía el apoyo de Partido Comunista, de los lonardistas de La Unión Federal, sectores importantes de la
democracia cristiana, intelectuales de izquierda.
98 Gremios Industriales; Metalúrgico, Textil, Carne, Alimentación; de energía: Luz y Fuerza y Petroleros del Estado;
algunos servicios básicos: portuarios, chóferes de ómnibus y tranvías, telefónicos, telegrafistas.
99 Gráficos, Bancarios, Unión Ferroviaria, Comercio.

Sujetos históricos y transformaciones sociales en América Latina 34


y administración nacional”100. En medio de las transformaciones económicas desarrollistas y a pesar
de algunas medidas de fuerzas101 las conversaciones de los dirigentes peronistas con el gobierno
continuaron: “(…) los dirigentes sindicales peronistas (…) comenzaban a distanciarse de la bases
(…) mientras privilegiaban las cuestiones institucionales (devolución de la CGT) antes que las
necesidades inmediata de la clase trabajadora”102.
En diciembre de 1958, Frondizi dio a conocer el “Plan de Estabilización y Desarrollo” con el respaldo
del Fondo Monetario Internacional. Establecía una severa devaluación de la moneda, reducción de
los aranceles aduaneros y de los recargos para los bienes de capital importados, una política crediticia
restrictiva que buscaba reducir el déficit del presupuesto (congelamiento de sueldos y vacantes del
estado), incremento de las tarifas en el sector público y la privatización de algunos organismos estatales
como el Frigorífico Nacional Lisandro de la Torre. Junto a estas medidas, el gobierno aumentó la represión
sobre el movimiento obrero: declaración de estado de sitio, movilización militar del personal en huelga,
detenciones, procesamientos judiciales bajo órbita de jurisdicción castrense, emplazamientos militares
en estaciones, depósitos y talleres. Ese fin de año asistió a varias crisis políticas, como la renuncia del
Vicepresidente Alejandro Gómez y Rogelio Frigerio; y a los primeros planteos militares.
A comienzos de 1959 triunfa la Revolución Cubana, y este triunfo tuvo una influencia central sobre
el conjunto de América Latina103:

En Argentina, donde desde 1955 la población explotada venía utilizando todos los métodos
de lucha contra la dictadura de Aramburu-Rojas, el triunfo de la Revolución Cubana alienta
a redoblar las luchas, esta vez contra el “desarrollismo” de Frondizi. Se desarrollan luchas por
reivindicaciones y (…) Frondizi, que ya había concretado los acuerdos con el imperialismo yanqui
para la explotación del petróleo, había liquidado el monopolio estatal de la enseñanza (…)104.
En este escenario, en enero de 1959, se produce la huelga “semiinsurreccional” producto de la privatización
del frigorífico municipal, acontecimiento que marcó un punto de inflexión entre el movimiento obrero
y el gobierno105. En medio de la caída de los haberes, recesión fabril e incremento de la represión sobre
el activismo obrero, se realizaron protestas y medidas de fuerza a lo largo de 1959. El reclamo era la
mejora de salarios en el marco de la renovación de los convenios colectivos de trabajo.

Escenario provincial
Aproximación a la estructura económica en la década del 50’ del siglo XX106

En 1955, el total de la población en la provincia de Salta alcanza los 368.643 habitantes, con una
población urbana que representa el 47,4% y la rural un 52,6%. Esto indica que a mediados de los ’50 la

100 Schneider, Alejandro, Los compañeros. Trabajadores, Izquierda y Peronismo. 1955-1973, Imago Mundi. Bs.
As; 2005 p. 117.
101 Octubre de 1958; Huelga general contra el aumento del costo de vida, convocado por el Plenario Nacional de
las 62 Organizaciones.
102 Schneider, op. cit., p. 118.
103 Se producía la primera experiencia guerrillera en Argentina, la de Uturuncos en Tucumán en 1959. Salas,
Ernesto, Uturuncos, Buenos Aires, Biblos, 2003.
104 Cerro, Federico (1974) “De Perón al Cordobazo” en Historia del Movimiento obrero. Nº 92. CEAL. Bs. As., p. 200.
105 Ver Salas, op. cit.
106 Correa, R et al., “Tendencias de la formación económico–social durante el primer peronismo en Salta, 1946 –
1955”, en: Revista de la Escuela de Historia, año 2, vol. 1, año 2003, Universidad Nacional de Salta. *Correa, R et al.
“Notas para el estudio histórico de la clase obrera en Salta, 1904-2003”. En A cien años del informe BIALET MASSÉ.
El Trabajo en Argentina del siglo XX y albores del XXI. Tomo II. Jujuy. 2007. Unidad de Investigación en Historia
Regional. Universidad Nacional de Jujuy. *Soler, A y Abrahan, C. “Tendencias en el movimiento de la estructura
económica-social de la provincia de Salta 1960-1980”. Ponencia en las XII Jornadas de Investigación y Docencia de la
Escuela de Historia. Salta. Diciembre de 2011. Universidad Nacional de Salta. Facultad de Humanidades.

35 Historia en Movimiento año III · número 3 · 2014


mayor parte de la población sigue viviendo en zonas rurales, sin embargo el descenso de esta población
es notorio desde 1947. Esto se confirma en 1960, cuando la población urbana alcanza el 54,9% y la rural
disminuye al 45,1%, con una provincia que tiene 412.854 habitantes.
La población en 1955 se concentraba en nueve centros urbanos de más de 2.000 habitantes: Capital,
Orán, Metán, Campo Santo, Cafayate, Rosario de la Frontera, Anta, General San Martín y Rosario de
Lerma. En 1960, los departamentos de Anta, Capital, Güemes, San Martín, Metán, Orán (los únicos
que tenían 20.000 habitantes o más) reunían al 73% de la población total de la provincia. Solo tres
departamentos Capital, Orán y San Martín reunían el 56% de la población total.
Entre 1955-1960 se produce el pasaje del predominio de la población urbana sobre la población rural.
Esto indica una tendencia esperable en el desarrollo del capitalismo según la cual un porcentaje
cada vez mayor de la población pasa a vivir en las ciudades y de las actividades propias de ese
espacio (industria, comercio y servicios).
En cuanto a la distribución de la población según División Social del trabajo; en 1960 el 50% es
población industrial y comercial, el 28% agrícola y el 22% no productiva. Ese 28% de la población
agrícola representa, según elaboración propia, 42.000 personas que contrastan con los datos de 1952,
de un censo agropecuario provincial, que establecía que la población agrícola alcanzaba las 61.000
personas. Esto marca el pasaje de una cantidad importante de población de la agricultura a la industria,
el comercio y los servicios, lo que determina un grado de desarrollo de las fuerzas productivas, ya que
refleja las fuerzas que una sociedad está destinando a ciertos tipos de producción.
En relación a la distribución de la población en los grupos sociales fundamentales podemos señalar que
en 1960 el proletariado y semiproletariado comprende el 75,2% de la población, seguida por la pequeña
burguesía pobre y acomodada respectivamente con el 13% y 10,4%; y finalmente la gran burguesía con 1,4%.
La burguesía agraria asienta su riqueza en la concentración y propiedad privada de la tierra. En 1960,
un censo indica que existen 7.059 explotaciones, con una superficie total de 6.689.350 ha. En cuanto
al régimen de tenencia de la tierra, el 64,2% era “propiedad del productor”, el 14% era arrendado a
particulares, 9,6% eran tierras fiscales. Solo el 6% de las explotaciones (de más de 2.500 ha.) concentraban
el 75% de la tierra, mientras en 84% restante (de 1 a 2.500 ha.) abarcaban sólo el 25% de la tierra.
La burguesía vinculada a la ganadería atravesaba una crisis iniciada a mediados de la década del
’50. En este sentido, algunos sectores orientan sus capitales a la agricultura y hacia actividades
industriales. Lo anterior puede ser uno de los motivos de la incipiente expansión de la superficie
cultivada de productos agrícolas (tabaco, poroto, caña de azúcar, maíz) que fortaleció a la burguesía
vinculada con la agricultura y aún más a la agroindustrial.
La industria provincial es de poca importancia a nivel nacional. La fracción industrial de la burguesía
está concentrada y se desarrollan en una serie de ramas de la industria. Con centro en ciudad capital y
los principales centros urbanos, la burguesía comercial y financiera comienza a crecer en importancia,
al igual que la pequeña burguesía comercial.
En 1957, el capital extranjero penetra en la provincia en las actividades mineras con Bórax Argentina
S.A., con su planta en Campo Quijano; lugar donde se construía la usina de Corralito desde 1954 y
a la que Hitachi vende sus pesados equipos electromecánicos. En los años posteriores, este capital
continuará su inserción y desarrollo en sectores de la agricultura, agroindustria e industria.
Por los procesos señalados, la fracción rural del proletariado en la provincia es importante, pero en
disminución. Los obreros industriales están concentrados en departamentos separados geográficamente
(Capital, San Martín, Orán, Metán) en industrias de alimentos y bebidas, industria maderera, fabricación
de maquinarias y equipos; y productos minerales. En 1956, los obreros, peones y aprendices industriales
alcanzan los 18.000. La mayor parte del proletariado está vinculado a las actividades agroindustriales.
Por su parte, los trabajadores del comercio en 1960 comprenden a 6.000, con una tendencia al aumento. En
ese año el 50% de los trabajadores de sector terciario se ocupaba en el renglón “servicios”, y representaban
el 25% (26.267) de la totalidad de los trabajadores de todas las actividades económicas de la provincia.

Sujetos históricos y transformaciones sociales en América Latina 36


Una tendencia nacional y provincial importante es el crecimiento del empleo público (ampliación
de funciones del Estado y creación de empresas públicas), es decir la población no productiva. En
1958, el personal de la administración pública provincial alcanzó un total general de 8.700, la mayor
concentración en el Consejo de educación, policía y acción social.
En 1960, existe un déficit habitacional en la provincia. La mitad de la población no tiene casa o
vive en ranchos y taperas, la falta de vivienda afecta a 38 familias. En 1961, Salta y Jujuy tienen el
índice más elevado del país y una de las tasas más altas del mundo de infectados de tuberculosis.
Se estima que existían más de 10.000 enfermos en la provincia. La desnutrición era severa ante
una dieta insuficiente en proteínas y valores calóricos. La carne y la leche era una negación para el
consumo de la mayoría de la población; esta situación se expresa de forma clara en los incidentes en
el mercado municipal relatados en el apartado siguiente.

Situación política
Entre 1955 y 1960 en Salta, podríamos identificar al menos dos procesos importantes. Por un
lado, la participación de la provincia como uno de los espacios en que las acciones agrupadas bajo la
denominación de “Resistencia Peronista” se desarrollan con intensidad. Ese proceso que involucró incluso
a las fuerzas armadas halló su máxima expresión en Salta (sede del Comando de la V División y luego del
IV Cuerpo del Ejército) con el copamiento de diversas unidades militares, como el protagonizado por el
líder peronista Tomás Ryan y el teniente coronel Escudé en Tartagal, en noviembre de 1960107. En segundo
lugar, la proscripción del peronismo coexistía con fuertes disputas al interior del radicalismo salteño, lo
que permitirá que las elecciones realizadas en febrero de 1958 dieran el triunfo a la UCRI con el 75% de
los votos a favor108, presentándose como la primera fuerza política en la provincia por encima de la UCRP
y la Unión Provincial (en Salta los votos en blanco no habían sido de significación). Esto se produce luego
de que los peronistas salteños reunidos en el Partido Blanco renunciaran a las candidaturas propuestas
para la gobernación (Miguel Ragone–Rubén Fortuny), y dieran el apoyo a la UCRI, cuya fórmula electoral
era encabezada por el frondizista–yrigoyenista Bernardino Biella109, importante empresario salteño.
Como parte de una actividad que comprendía la instalación de depósitos de frutas, obrajes, bodegas,
planta automática de fraccionamiento de vino, industria de construcción de bloques livianos, en 1957
junto a Roberto Romero y a Jorge Raúl Decavi, Biella había fundado la empresa Horizontes para la
adquisición del diario El Tribuno (en adelante ET), expropiado al peronismo apenas iniciada la Revolución
Libertadora. En contraposición, la UCRP liderada por José María Saravia y Pablo Outes, se expresaba a
través del diario El Intransigente (En adelante EI), bajo la dirección de David Michel Torino.
Sobre la situación económica de la provincia al momento que se desarrolla la huelga de Corralito, el
diario opositor señalaba el alto déficit y el agravamiento de éste debido al permanente incremento de
la burocracia estatal, concretamente por la realización de 1500 nombramientos en un año.
En la misma línea seguida por el gobierno nacional, el gobierno de Biella110 establece en primera instancia
buenas relaciones con el sindicalismo, a quienes devuelve el local de la CGT, y con la militancia peronista,
restituyendo puestos de trabajo a quienes habían sido dejados cesantes después del golpe de estado de 1955.
Apenas iniciado el año 1959 se puso en marcha el “plan de estabilización” o “de austeridad”, en
correspondencia con lo anunciado por el gobierno central. Según la prensa local este implicaba un recorte y

107 “50 Años”, El Tribuno, 1949–1999.


108 La provincia fue intervenida por el gobierno central el 20 de noviembre de 1961 y designado interventor
Enrique Escobar Cello. En sus fundamentos, el Ejecutivo Nacional argumentó: “Que es opinión general del país,
expresada por órganos de prensa, autoridades de partidos políticos y diversas entidades, que la proyectada
intervención es la única manera de sacar a Salta de la crisis institucional en que se encuentra...”.
109 Corbacho, M. y Tejerina, M. E. “Contradicciones y conflictos en la reorganización del peronismo salteño,
después de 18 años de proscripción”, Academia Nacional de la Historia, Buenos Aires, 2005. p. 4.
110 Ver “Declaración de principios y programa de gobierno” en diario El Tribuno, 10 de enero de 1958.

37 Historia en Movimiento año III · número 3 · 2014


austeridad presupuestaria en la provincia que incluía: suspensión de los ascensos y las vacantes; renuncia
o cesantía de agentes de la administración que tuvieran incompatibilidad de horarios; renuncia a un cargo
en la administración en caso de ocupar dos; responsabilizar de la evasión fiscal de la provincia a cada
repartición encargada de recaudar impuestos; creación de una oficina para sancionar a empleados de la
administración que violaran alguna norma de austeridad; retiros voluntarios para empleados jubilados
y restricción de licencias; limitación del pago de horas extraordinarias; eliminación y reordenamiento de
oficinas para eliminar las no imprescindibles; y la paralización de diversas obras públicas111.
Al mismo tiempo a nivel nacional se había anunciado un incremento del combustible de un 200%
que tuvo un efecto negativo sobre los precios. Así, el 5 de enero de 1959, la municipalidad de la capital
salteña había autorizado un aumento en la tarifa del transporte público de pasajeros y autos de alquiler
(taxis). En asamblea general el Centro de Taximetristas había resuelto suspender los servicios debido
a que el consejo deliberante del municipio no ofrecía soluciones al problema planteado por la suba
del combustible. El paro se extendió hasta el día 10 de enero, tras la aceptación de la propuesta de los
taximetristas de parte del Consejo Deliberante de la ciudad.
Durante el mes de enero de 1959, diversos gremios: maestros nacionales y los trabajadores de Luz y
Fuerza inician reclamos por aguinaldo impago112, y en el caso de los maestros también por el cobro del
mes de diciembre113. Realizan paro los panaderos, lo que derivó en despidos en una de las panaderías
más grandes de la ciudad (La Mundial). Son movilizados militarmente personal ferroviario de Salta, y
sancionados con pena de prisión. A finales de mes realizaron un paro los vendedores de diarios114.
El diario de la oposición (EI) presentaba un escenario dificultoso en lo que se refería al abastecimiento de
productos básicos en la provincia. El 4 de enero, bajo el título “Convulsión popular en Salta” relataba los
hechos ocurridos en el Mercado Municipal en donde grupos de consumidores de carne fueron reprimidos
tras intentar tomar por la fuerza el producto debido a su escasez. Al desabastecimiento y encarecimiento
de carne se sumaba la de azúcar, pan y harina115. En el caso de la carne, la solución adoptada para enfrentar
la situación fue la liberación de los precios116, y en relación al pan, se establecieron precios máximos117.

Los enfrentamientos del 14 de abril de 1959. Antecedentes


En el marco del segundo Plan Quinquenal del gobierno de Perón, a mediados de la década del
´50, Agua y Energía Eléctrica de la Nación inició la construcción de la usina hidroeléctrica de Corralito,
en Campo Quijano, localidad de la provincia de Salta, inaugurada en 1962. La construcción de la usina
hidroeléctrica de Corralito, que empleaba a cerca de mil obreros, demoraría varios años más de lo
previsto debido a repetidos desmoronamientos ocurridos en sus túneles durante la ejecución de la
obra, y a la falta de financiamiento nacional118. Al momento del conflicto aquí estudiado, las empresas
constructoras implicadas (CEDOSA y Daneri Maiorano Cía.) aseguraban que la repartición nacional
adeudaba una suma de 55 millones de pesos y 8 millones respectivamente119.
Además, durante la obra de referencia se registraron numerosas luchas obreras. En 1956, los obreros
fueron militarizados, acusados de enviar la dinamita que era destinada a la construcción de los túneles
a Buenos Aires para la “Resistencia Peronista”120. Luego de aquellos acontecimientos, fruto de diversos
estudios técnico-médicos, las mismas autoridades laborales de la provincia (todavía intervenida),

111 EI, 10 de enero de 1959.


112 ET, 15 de enero de 1959.
113 EI, 6 de enero de 1959 y 15 de enero de 1959.
114 EI, 29 de enero, ET, 24 de enero y 25 de enero. El 29 se anuncia el levantamiento del paro de canillitas.
115 EI, 7 de enero de 1959.
116 EI, 21 de enero de 1959.
117 EI, 23 de enero de 1959.
118 ET, 30 de enero de 1959.
119 EI, 16 de enero de 1959.
120 ET, 10 de enero de 2012. “La Usina que cambió Salta en los años sesenta”. Luis Borelli.

Sujetos históricos y transformaciones sociales en América Latina 38


habían declarado “insalubre” el trabajo en la usina y dispuesto la jornada de seis horas. Sin embargo, la
prensa denunciaba que la jornada permanecía siendo de 8 horas, a pesar de numerosos reclamos de
parte del gremio de la construcción a la Dirección Provincial de Trabajo121.
El tema cobró renovado interés en enero de 1958, cuando 8 obreros quedaron sepultados vivos en uno
de los túneles de Corralito, debido al “desmoronamiento de una montaña”, lo que motivó un nuevo
reclamo gremial122. En noviembre del mismo año se desarrolla una nueva huelga123.
Meses después, en enero de 1959, se producía la huelga de los obreros de la construcción de la usina,
que dejó un obrero muerto en manos de las fuerzas del Estado, hecho que es objeto de estudio de este
trabajo. En 1960 se repetirían los episodios de derrumbe en la obra.
Esta era la situación que condujo a la empresa CEDOSA a hablar de un ya “antiguo clima de agitación”
en la zona, y al Estado, a disponer allí de una fuerte y permanente presencia policial.

La huelga de los obreros de Corralito


El 12 de enero de 1959, los trabajadores de la construcción de la Usina de Corralito habían iniciado
una huelga en reclamo por el pago del aguinaldo de 1958, la segunda quincena del mes de diciembre
y dos días de jornal que se adeudaban por la huelga realizada en noviembre de 1958. Se había
llevado a cabo una reunión de conciliación con funcionarios de la Dirección de Trabajo de la Provincia
y el Ministerio de Trabajo y Acción Social. Según EI el sindicato había aceptado la propuesta de la
empresa CEDOSA por la cual se abonaría lo reclamado luego de recibir fondos de la nación. Mientras,
el gremio dispuso no concretar la huelga124.
El martes 13 se realizó una asamblea gremial en donde se informó el acuerdo. Sin embargo esa misma
tarde obreros de Corralito efectuaron una nueva asamblea resolviendo declarar el trabajo a desgano en
los túneles que se cumpliría desde el miércoles 14125.
Ante el cambio de situación, el gobierno envió nuevos efectivos, reforzando la presencia de la policía en
la planta en horas de la tarde y la noche126. Durante la madrugada del día miércoles fueron detenidos
el secretario general del gremio de la construcción Juan Carlos Monteros, y en Corralito, los delegados
generales José Belmar Mora y Segundo Amadeo Lobo, además de numerosos delegados de bocas
de túnel127 que fueron conducidos a la ciudad de Salta. Por la mañana del mismo día, los obreros
se anoticiaron de que durante la madrugada habían sido detenidos sus delegados, acusados por la
policía de comunistas y organizadores de la huelga128. Inmediatamente, se desarrolla una reunión para
reestructurar la dirección gremial con los delegados de bocas de túnel en libertad, pero a medida que
llegaban algunos de ellos eran detenidos y conducidos a la capital. En la misma reunión se resolvió
declarar una huelga en la usina hasta lograr la libertad de los dirigentes detenidos. Un obrero, testigo de
los sucesos, señalaba que en un primer momento habían intentado hablar con el Ingeniero Francisco
Peña, empleado de CEDOSA, a fin de solicitarle información sobre los dirigentes gremiales detenidos.
Según fuentes anónimas de EI, en este momento los obreros también habían intentado tomar las

121 ET, 26 de enero de 1958.


122 ET, 28 de enero de 1958.
123 EI, 16 de enero de 1959.
124 Según la empresa CEDOSA, el día martes se había liquidado el aguinaldo a los obreros, y la firma Daneri
Maiorano y Cía. Se proponía pagar el día miércoles la quincena atrasada. EI, 16 de enero de 1959.
125 EI, 15 de enero de 1959.
126 El jefe de la policía montada, Comisario Luis Terán, junto a otros policías fueron los refuerzos convocados.
127 Santiago Barrionuevo, Francisco Ponde y Juan Aramayo. Otros nombres de obreros relacionados al conflicto
son Juan Alancay, Francisco Rocha, Alfredo Cuellar, Julio Fuensalida, Moisés Giménez, Rómulo Torrico.
128 La obra demandaba la ocupación de 1.200 obreros que trabajaban las 24 horas del día en tres turnos de 8
horas. Contaban con un delegado sindical por turno y por boca de túnel (7 en total), además de dos delegados
gremiales generales que eran Lobo y Belmar.

39 Historia en Movimiento año III · número 3 · 2014


instalaciones de la empresa129. Durante la mañana, los obreros comenzaron a realizar concentraciones en
cercanías del puente de Río Blanco que separa el sector de la obra con las oficinas de la administración.
Estos grupos eran dispersados por la policía apostada en el puente, situación que se prolongó hasta
las doce. Al mediodía 500 obreros de distintos sectores de la obra (El Pully y El Cerro), dispusieron
abandonar sus lugares de trabajo y movilizarse al campamento central de la Compañía CEDOSA, con
la intención de reunirse en asamblea y elegir una comisión de delegados que viajaran a Salta y exigieran
la libertad de los dirigentes. Así, la columna bordeó el río y se dirigió al puente. Pero con la orden de no
permitir que los obreros llegaran al campamento central, la policía intentó detener la movilización. Pero
la misma continuó y la policía se replegó hasta el puente. Alrededor de las 13.20 se unifican columnas
obreras provenientes de dos campamentos: Puyil y Villa Bolivia. Metros antes de llegar al puente que
debían cruzar para realizar la asamblea, una comisión de efectivos policiales130 dio la voz de alto y
comenzó a disparar al aire para disolver la manifestación. La movilización prosiguió, por lo que la policía
disparó sobre los obreros dando como resultado 1 muerto (Anastasio Llanes) y 15 heridos131. Testigos
de los sucesos expresaron: “las ráfagas de las ametralladoras no fueron para amedrentarlos, ya que no
fueron hacia el suelo, sino directamente al grupo obrero”132. Otro señalaba:

al abrir fuego la policía todos huimos atemorizados: usaban carabinas y ametralladoras,


mientras que todos nosotros estábamos desarmados, completamente. Ello podrá comprobarse
si se tiene en cuenta que el único agente herido, fue lesionado “de una pedrada en el pecho133.

Según la prensa, una revisión posterior permitió determinar que se habían hecho 39 tiros de carabina y
pistola 45, sin embargo los testigos ocasionales señalaban que fueron muchos más. Ante la represión
policial los obreros se desbandaron: algunos retrocediendo, otros buscaron refugios en los matorrales
vecinos, árboles y casas de las cercanías para protegerse del tiroteo que en esos momentos arreciaba,
como consecuencia de haberse sumando la descarga de soldados que estaban en el puente y la policía
que estaba en el local de la comisaría del otro lado del río. “Las escenas de terror menudearon, en medio
de la desesperada carrera de fuga de la columna que se deshizo dejando en el trayecto como jalón
trágico, el cuerpo retorcido de dolor de los heridos”134. Un testigo relataba que

la confusión y la gritería fue terrible. Yo solo atiné a llevar a la chica que tengo adentro
poniéndome a buen resguardo, pues las balas silbaban por todos lados. Después solo pude
mirar cuando se levantaban los heridos y que los manifestantes se dispersaban por el monte135.

Otro testigo observó “pasado el primer tumulto (…) numerosos heridos en el suelo al cual el personal
de Aguas y Energía prestó ayuda”. Según la prensa, la policía no se limitó a fusilar a los obreros, habría
perseguido a algunos de ellos, ya que se encontraron rastros de balas a 200 metros del lugar. Una
lugareña señalaba: “estaba un hombre herido tratando de refugiarse detrás del horno, pero fue prendido
por un agente que corría tras él haciendo disparos”136. Para el diario El Tribuno, la policía fue la encargada
de trasladar a los heridos a la sede de la empresa CEDOSA, para el diario El Intransigente, los había
“secuestrado”, en donde se les practicaron los primeros auxilios, siendo luego trasladados a la Capital.
Mediante un comunicado, la policía señaló:

en primera instancia efectuó disparos al aire con el fin de amedrentar a los agresores sin
resultado alguno. Ante un nuevo ataque, la policía se vio obligada a repeler la agresión en

129 EI, 15 de enero de 1959.


130 Félix Morales, Felipe Sandoval, Teodoro Sayazo y Néstor Arapa.
131 Los heridos fueron internados en el Hospital del Milagro. Nómina, ver en ET, 15 de enero de 1959.
132 ET, 16 de enero de 1959.
133 EI, 15 de enero de 1959.
134 EI, 15 de enero de 1959.
135 ET, 16 de enero de 1959.
136 EI, 15 de enero de 1959.

Sujetos históricos y transformaciones sociales en América Latina 40


legítima defensa, y como consecuencia de la refriega quedaron varios heridos, algunos de
gravedad, habiendo fallecido uno de ellos (…) Se mantiene una estrecha vigilancia y se da
intervención al juez penal de feria137.

Luego de los enfrentamientos, policías que habían participado de los hechos declararon que los
manifestantes pretendieron arrancarles las armas. Existen diferentes versiones en la prensa y los
testimonios acerca de la utilización de dinamita por parte de los obreros contra la policía. Otros
testimonios agregaban disparos con armas de fuego por parte de los obreros138. Para un representante
de la empresa, antes del ataque de la policía, “se escuchó una detonación sorda. No era precisamente
lo que produce la deflagración de las armas largas o cortas. Evidentemente se trataba de dinamita,
de poco poder y de peligrosidad relativa”139. Para otro empleado de CEDOSA, “elementos agitadores
parecen dispuestos a causar el mayor daño posible a los obreros, no defienden sus derechos, están
defendiendo posiciones políticas y créanme, que en esto no está ajeno el elemento comunista”. De la
misma forma, la Policía denunciaba la participación de “activos dirigentes comunistas”. Sin embargo,
informantes del diario EI minimizaban su papel, declarando que “es risible que se recurra a un sambenito
tan socorrido para proceder a la brutalidad con que se hizo la represión”140.
La Cámara de Diputados constituyó una comisión con la participación de todos los “sectores políticos”
que se dirigió a Corralito encargada de investigar los hechos141. El gobierno provincial también dispuso
una investigación a cargo de Julio C. Huidobro Saravia de la Fiscalía de Estado, para encontrar los
responsables y establecer si la intervención policial había excedido o no la legítima defensa; los oficiales,
suboficiales y agentes fueron relevados de sus funciones hasta finalizada la investigación. También se
hablaba del relevo del Jefe de Policía de la provincia, Hugo Isola.
Sin embargo, El Tribuno, diario del gobernador, en la voz de un redactor anónimo, aseguraba que “se
encontraron en el lugar del tiroteo, dos cartuchos de dinamita. Se sabe que se procedió a prohibir la venta
de bebidas alcohólicas constatando la policía grandes existencias”. Intentando inculpar a los obreros
señala: “la primera impresión de la autopsia practicada al cadáver del obrero Llanes da el indicio de que la
bala que se incrustó en su corazón no pertenece a carabinas ni pistolas de la policía”142. Resulta interesante
que la autopsia del obrero asesinado concluyó que éste fue alcanzado por un proyectil disparado a media
distancia que penetró por el costado izquierdo del tórax, a la altura del corazón, indicio de que se trató de
un fusilamiento143. Mientras que dos heridos graves, presentaban heridas en la cabeza y el tórax.
El mismo día de la represión, por la noche, se reunió la CGT convocando a un plenario para el día 15 para
tratar sobre la situación “creada a raíz del derramamiento de sangre en Corralito”144. El secretario general
de la Unión Obrera de la Construcción (en adelante UOC), Juan Carlos Montero que había obtenido su
libertad, acompañado por otros dirigentes145, hizo llegar a la prensa un comunicado en donde repudiaba
la represión policial, solicitaba la libertad de los dirigentes todavía detenidos y la investigación sobre los
responsables de ordenar “fusilar” a los obreros.
A las 17 horas llegó a Corralito el gobernador de la provincia Bernardino Biella, el Ministro de Gobierno y
otras autoridades. En conversación con el gobernador de la provincia en el lugar de los hechos, Monteros
realizó una comparación histórica entre dos luchas obreras y las respectivas represiones en la provincia: la
de abril de 1949 y la de reciente desarrollo146. Deslindando responsabilidad política del gobernador, declaró:

137 Comunicado de la policía el 14 de enero. ET, 16 de enero de 1959.


138 EI, 15 de enero de 1959.
139 ET, 16 de enero de 1959.
140 EI, 16 de enero de 1959.
141 ET, 15 de enero de 1959.
142 ET, 15 de enero de 1959.
143 El juez en lo Penal que llevó adelante las investigaciones fue Fortunato Torres.
144 EI, 15 de enero de 1959.
145 Luis Mariscal, Marcelino Ticona, Juan Quinteros, Francisco Cazón y Abraham Negrete.
146 ET, 15 o 16 de enero de 1959.

41 Historia en Movimiento año III · número 3 · 2014


no creo que esto sea un 18 de abril. En aquella oportunidad fue el gobierno quien dio la orden de
disparar contra los obreros. Ahora ni el gobernador ni sus ministros han dado tal orden. Por eso
confiamos que ustedes aclararán este hecho y se castigue a quien dio la orden de disparar147.

Sobre la influencia del comunismo, el sindicalista declaró: “Nada tienen que hacer los comunistas. En
este campamento, los comunistas no llegan al 20%”. Estas declaraciones de Monteros publicadas en
El Tribuno fueron desmentidas días después por el propio Monteros en una reunión en la CGT que
preparaba la huelga del 19 y 20 de enero en repudio a la represión148.

Posición de los partidos políticos, sindicatos y prensa


El mismo día de la represión, la Junta Promotora del Partido Justicialista (Peronista) adhiere al duelo
del obrero asesinado y condena a los responsables de los sucesos. Por su parte, el Partido Comunista
denunció el hecho y declaró que el paro decretado por los obreros de Corralito

fue resuelto en asambleas democráticas y sin presión de nadie, y que todo lo ocurrido demuestra
que los repudiables atropellos cometidos por las autoridades policiales con beneplácito del jefe
de policía y el gobierno de la provincia ha tenido un origen netamente gremial149.

El Partido Demócrata Cristiano responsabilizaba en primer lugar a la existencia de un “plan rojo


comunista” y a la inacción del gobierno provincial quien mantenía vínculos con esos dirigentes. Al final de
la declaración, desacreditaba como imparcial a la comisión de investigación de diputados. La juventud
del Partido Demócrata Cristiano de Salta por su parte declaró el repudio de los hechos, solicitaba la
investigación, al tiempo que criticaba a la UCRP por utilizar el hecho en contra del gobierno provincial,
y pedía “cordura” a los obreros. La UCRP responsabilizaba al gobierno provincial y a “elementos del
régimen caído” integrados a la policía, de la represión de Corralito150. La oposición radical expresada
a través del EI, titulaba “Violenta represión de obreros en Corralito”151. En los días sucesivos, el diario
responsabilizaría al gobierno de la represión, a la que denominaría “masacre”152.
La UCRI manifestó su repudio, y pedía una investigación sobre los hechos, defendiendo al gobierno
nacional y provincial. En la misma tónica, las páginas de El Tribuno denominan “tragedia” a la represión
desatada153.En la Cámara de Diputados, la UCRP intentó sin éxito convocar a los ministros a ser
interpelados sobre los hechos de Corralito. Al tratar la Cámara el informe de la Comisión de investigación
sobre el tema se generó una polémica entre los diputados de la UCRI y UCRP. Uno de los diputados
oficialistas aseguró que “la petición de los trabajadores ha sido justa, también sostengo que no debió
hacerse de la forma en que se hizo. Ese procedimiento se realizó dentro de lo que marca la ley154”,
y más adelante responsabilizó a la “infiltración extremista”. La oposición expresó que el informe era
parcial e incompleto y que debía dejar en claro si el Poder Ejecutivo era responsable o no de los hechos.
Finalmente, el proyecto oficial se aprobó luego de que la oposición se retirara del recinto.
En un extenso comunicado de prensa, el gobierno, aunque reconoce los conflictos laborales
existentes, intentaba responsabilizar de los hechos a “sectores disolventes” y “obreros con actitudes
violentas”, específicamente los de Puyil (uno de los campamentos de la obra en construcción),
quienes habrían enfrentado agresivamente a la policía.

147 ET, 15 de enero de 1959.


148 EI, 19 de enero de 1959.
149 EI, 16 de enero de 1959.
150 EI, 16 de enero de 1959.
151 EI, 15 de enero de 1959.
152 EI, 18 de enero de 1959.
153 ET, 17 de enero de 1959.
154 ET, 21 de febrero de 1959.

Sujetos históricos y transformaciones sociales en América Latina 42


El viernes 16 de enero, el gobernador se había reunido con empresarios de CEDOSA, quienes
informaron su intención de detener los trabajos de la Usina a causa del atraso en los pagos por
parte del gobierno nacional, y por las pérdidas económicas que le originaban los permanentes
conflictos obreros. El gobierno por su parte, logra disuadir a los empresarios aduciendo la situación
de desocupación que provocaría la decisión.
En cuanto al sindicalismo, el Movimiento Unificado Nacional de Obreros de la Construcción filial Salta,
expresó su repudio a los policías que habían cometido

tamaña barbaridad de matar y masacrar sin piedad a humildes trabajadores. El gobierno


provincial se ha manchado de sangre proletaria por recaer en él la responsabilidad al no
haber adoptado en su oportunidad las medidas que hayan evitado la pérdida de vidas y
heridos que han caído bajo el fuego artero de su policía brava155.

Además, repudiaron la represión y adhirieron al duelo las siguientes entidades gremiales y políticas:
Sindicato Obrero de la Construcción, Unión Obrera Metalúrgica156, Obreros de Arquitectura de la
Provincia, Unión de Trabajadores Gastronómicos, Centro de Empleados y Obreros de Comercio, Centro
Socialista de Salta (secretaría Solari) y Partido Socialista –federación Salta– Jujuy.
El día 21 de enero, la empresa CEDOSA convocó a los obreros a reiniciar las obras de la Usina. A quince
días del conflicto, la empresa comunicó al gobernador que los trabajos en Corralito se realizaban con
normalidad, empleando 600 obreros a los que se les había liquidado las deudas por aguinaldo y
licencia. Sin embargo, la UOC señalaba que la normalidad de las tareas en Corralito se debía a la fuerte
custodia policial desde la misma noche de los hechos. Allí mismo reclamaban que aún continuaban
presos los obreros Lobo y Belmar Mora157. Finalizaba con un petitorio por el que se reclamaban: pleno
derechos sindicales en los lugares de trabajo; libertad a los presos; inmediato retiro de las fuerzas
policiales de la zona; castigo a los participantes de la represión a los obreros de Corralito; indemnización
por parte del Estado a los muertos y heridos. La UOC agradeció a la Liga Argentina de los Derechos del
Hombre, CGT, diarios locales, y partidos políticos.

La CGT convoca a una huelga general en la provincia


El 15 de enero se reunió la delegación Salta de la CGT158, para tratar los sucesos de Corralito159.
Fruto de esa reunión, se redactó una declaración que consignaba: 1. repudio al gobierno de Salta; 2.
libertad de dirigentes detenidos; 3. garantía de la vida y ninguna represión a los obreros y dirigentes de
Corralito; 4. hacer efectivas las reivindicaciones; 5. indemnización por parte del Estado a los familiares
de las víctimas; 6. decretar en principio una huelga general en toda la provincia, convocándose a un
nuevo plenario para el 17 de enero; 7. disponer el velatorio en la sede de la CGT, designando oradores;
8. finalmente, requerir a las autoridades que procedan con energía en la detención del personal policial.
En el plenario reunido el 17 de enero, se congregaron secretarios generales de la capital e interior de la
provincia, y allí discutieron sobre la organización del paro general. Al día siguiente, la CGT regional Salta
decretó el paro provincial de actividades por 48 horas del 19 al 20 de enero, en repudio a la represión de
Corralito. La prensa informó que la medida se realizaba también en repudio a la represión desatada por
la movilización de los trabajadores del Frigorífico Lisandro de la Torre.
Días previos al paro, anunciaron su adhesión los siguientes sindicatos: Sindicato de empleados de
comercio, Sindicato de Artes Graficas, Municipales, Ceramistas, Transporte Automotor, Panaderos,

155 EI, 15 de enero de 1959. El comunicado dejaba trascender las diferencias entre la UOC y el MUNOC cuando
hacía referencia a la “anarquía” existente en el gremio.
156 Mariano Russo y Nicolás Concha.
157 ET, 23 de enero de 1959.
158 Bellido, delegado regional de la CGT. Ignacio Carral, subdelegado regional.
159 EI, 17 de enero de 1959.

43 Historia en Movimiento año III · número 3 · 2014


Sanidad Argentina, ATE, Telefónicos, vitivinícolas, mosaístas, construcción160, madereros, alimentación,
azucareros de San Isidro (Campo Santo), FASA con sus 11 filiales del interior, metalúrgicos, empleados
y obreros del Jockey Club, taximetristas, espectáculos públicos, Unión Ferroviaria, SUPE, y de prensa.
Además, recibió el apoyo del Centro Socialista Juan B. Justo (secretaría Muñiz).
A pesar de las numerosas adhesiones, para El Tribuno la huelga había fracasado. La actividad había sido
normal en gremios como mercantiles y construcción, en los que la asistencia había sido total. Entre los
metalúrgicos había sido escasa y en el transporte automotor de taxis se había cumplido totalmente el
servicio, mientras que los colectivos habían funcionado hasta las 21 horas. En los bancos, reparticiones
municipales, provinciales y nacionales, según El Tribuno la concurrencia también había sido total.
El gobierno señalaba que las actividades en la capital y el interior de la provincia habían sido normales.
Por otra parte, ratificó su decisión de garantizar la libertad de trabajo. La Cámara de Comercio e
Industria de Salta afirmaba que las actividades del ramo se desarrollaban normalmente, garantizando
aprovisionamiento y derecho al trabajo. También señalaba que el gobierno por medio de la fuerza
pública resguardaba el orden y disponía las garantías necesarias.
El Intransigente no fue editado el día martes 20 a causa de la huelga, pero al día siguiente relató algunos
incidentes producidos durante el segundo día de la huelga entre la policía y dirigentes gremiales: intento
de detener a sindicalistas en las puertas de la CGT, persecución a balazos a Monteros, corridas y gran
despliegue policial161. Todo esto bajo el título “Fracasó la huelga”.
Destacamos que la huelga general se había realizado en un país y en una provincia bajo estado
de sitio y militarizado (patrullaje en las calles, agentes de policía junto a cada conductor). En el
transcurso de los últimos días la policía había llevado a cabo procedimientos dirigidos a encarcelar
a numerosos dirigentes sindicales de varios gremios. El gobierno argumentaba que actuaban en pro
del movimiento de fuerza. Los dirigentes detenidos pertenecían a los gremios de la construcción,
mercantiles, metalúrgicos, ferroviarios y mosaístas, entre otros162.

Conclusión
La huelga de Corralito se inscribe en un marco de determinadas relaciones de fuerzas: objetivas
(cambios en la estructura económica de la provincia y el capitalismo en la Argentina); internacionales
(proceso revolucionario cubano) y políticas nacionales (resistencia obrera y proscripción del peronismo
en un marco de represión del Estado). Esta conceptualización se inscribe en una perspectiva de análisis
referida a la lucha librada por los obreros. En el trabajo se registran una serie de antecedentes de las
luchas entabladas por los obreros de la construcción de la usina de Corralito, por ejemplo, las de 1957 y
1958 (militarización por envío de dinamita para la Resistencia y reclamos por diferentes reivindicaciones
laborales). El enfrentamiento puede sintetizarse en cuatro etapas: La primera etapa, se inicia con el
reclamo por salarios atrasados con amenaza de huelga, que es suspendida en principio por la mediación
entre el Estado y cuadros sindicales. Del desarrollo de los hechos se desprende que las bases obreras
desconocen la negociación y convocan una asamblea como forma de organización, en donde se discute
la forma de lucha a seguir (trabajo a desgano) y sus objetivos. La segunda etapa de la lucha consiste en
una huelga con movilización por solidaridad con los delegados detenidos. Esto no quiere decir que las
reivindicaciones anteriores dejan de existir sino que se suma a ello la solidaridad obrera. La solidaridad
se vincularía a las relaciones sociales establecidas entre fracciones y capas de los obreros de la usina.
Grupos importantes de ellos, comían, descansaban y vivían en campamentos del lugar. Sus diferencias
y discusiones políticas se socializaban desde hacía mucho tiempo, desde el inicio de la construcción
de la obra. Así, la usina se constituía en una “comunidad de trabajo” donde el mismo influía en su
vida, intereses y conciencia. En esta misma etapa nos encontramos con la concentración de obreros,

160 Antonio Cabrera, delegado nacional de la UOC.


161 EI, 21 de enero de 1959.
162 Estos hechos motivaron la denuncia de parte del Partido Socialista Salta-Jujuy. Cfr. EI, 22 de enero de 1959.

Sujetos históricos y transformaciones sociales en América Latina 44


marchas, intentos de formar columnas, formación de columnas y movilización que congrega alrededor
de 500 obreros en huelga que tiene como fin llegar a las instalaciones de la empresa para concretar
otra asamblea. En la tercera etapa contemplamos el enfrentamiento mismo. Lo denominamos de
esta manera porque los manifestantes obreros apedrearon y chocaron físicamente con las fuerzas del
Estado. Sin embargo el enfrentamiento se procesa de forma dispar, porque las fuerzas del estado se
encuentran dirigidas (los obreros tienen su dirección detenida), organizadas (policía dispuesta de frente
y ejército en los flancos), y pertrechadas (armas y ametralladoras). La cuarta etapa constituye la de los
fusilamientos, persecución y detención de los obreros por parte de las fuerzas armadas del estado. El
fusilamiento es claro por diversos motivos: muerte del obrero, heridos, cantidad de balas, disparos al
cuerpo. Por otro lado, la persecución tal vez expresa la radicalidad que había alcanzado el movimiento
y el objetivo de terminar con la lucha obrera por parte del Estado.
Cabe destacar que las bases obreras en Corralito, se habían dado una organización estructurada sobre
la base de delegados generales y seccionales, lo que implicaría la acumulación de una experiencia de
lucha y organización. La importancia de esta organización puede medirse en el accionar desarticulador
del Estado frente a ella. En cuanto a los métodos, la asamblea y las reuniones aparecen como las más
importantes. Los delegados generales de los obreros son acusados de peronistas, sin embargo a la hora
de la huelga y movilización no encontramos una tendencia política que haya ejercido la dirección de la
lucha. Queda por investigar el problema de la experiencia obrera, no solo en el lugar sino de la fracción
general en la provincia. Por su parte, los cuadros sindicales de los obreros de la construcción, durante
el desarrollo de la lucha se muestran apoyando a los obreros, pero divididos en dos agrupamientos.
El enfrentamiento de Corralito afecta y pone en movilización al conjunto de la sociedad. Los rasgos
sobresalientes los encontramos en: a.- la división de los cuadros sindicales del movimiento obrero
organizado en relación a la huelga general nacional y provincial declarada con posterioridad; b.- el
partido de gobierno, que responsabiliza a los obreros de los hechos sucedidos, y tiene claros vínculos
con la empresa; c.- el accionar de la oposición política que utiliza las repercusiones de los hechos para
orientarlo en contra del gobierno y en defensa de sus propios intereses; d.- la lucha entre facciones
políticas que queda expuesta en la prensa escrita del momento.
Ninguna de las fuentes relaciona al peronismo ni con la dirección de la lucha, ni con cualquier otro tipo
de influencia. Sí hay una acusación de influencia del comunismo. El peronismo repudia el hecho por
medio de un comunicado, mientras la UCRP los acusa de tener miembros actuando en la policía en
complicidad con el gobierno (recordemos que el peronismo había levantado sus candidaturas para
apoyar a Biella en las elecciones de 1958).
La huelga de solidaridad con movilización de los obreros de Corralito se constituye en un nuevo
enfrentamiento de la clase obrera en la provincia. Junto a la huelga general provincial del 18 de abril
de 1949 y a la movilización con enfrentamientos callejeros con las fuerzas armadas del Estado del 21
de mayo de 1969, hechos estudiados en otras oportunidades, la huelga de Corralito se constituye en
un hito más del desarrollo de la clase. La huelga de los obreros de Corralito de 1959 conmueve las
relaciones sociales y políticas del conjunto de la sociedad y choca contra un gobierno constitucional,
con proscripción del peronismo y medidas represivas. En 1959 los objetivos reivindicativos del proceso
de lucha se alcanzan parcialmente (se logra el pago adeudado, sin embargo, hasta febrero continúan
detenidos los dirigentes, y sobre todo, fracasa la huelga general nacional y provincial del 19 y 20 de
enero) y el accionar de las bases obreras en los procesos de lucha mencionados es trascendental, con
un proceso de ruptura con las direcciones sindicales.
La investigación realizada nos permite dejar trazados algunos problemas en los que se seguirá
profundizando. Con una ampliación de las fuentes, por ejemplo expedientes judiciales, podremos
desarrollar con una mayor precisión sobre la dirección política de la lucha, y la conceptualización
del hecho que en el momento del conflicto era definido como “tragedia”, o “masacre”. Término en
los que se podría profundizar teóricamente.

45 Historia en Movimiento año III · número 3 · 2014


La superación de las múltiples limitaciones, y articulación de los trabajos de luchas obreras en la
provincia realizados de forma parcial (1949, 1959, 1969, 1970, 1971, 1972, 1973/76, 1979/82) permitirá
aproximarnos a una periodización de las luchas sociales de la región y una aproximación a un
conocimiento general. Solo a partir del registro y estudio de una cantidad de enfrentamientos sociales,
como expresión de la lucha de la clase obrera, puede ser posible ordenar y establecer las características
y el recorrido de las luchas de la clase obrera de la provincia. Todo esto, a fin de construir conocimiento
social que recomponga la relación social entre intelectualidad y la clase trabajadora, dirigida a recuperar
una memoria histórica autónoma.

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“Tendríamos que remontarnos más allá, y continuadores de Tupaj Katari, por eso
cuando se levanta Tupaj Katari, cuando los enarbolamos su bandera, como también su
indios cercan La Paz y matan a los españoles pensamiento medular, el indianismo, que
(…) Es el único hombre que hizo temblar a también nos han transmitido nuestros
la corona española de esa época. Y murió mayores, nuestros abuelos”.
descuartizado por cuatro caballos. Pero
dejó una herencia, una herencia inmortal. Felipe Quispe.
Nosotros nos consideramos como seguidores

Sujetos históricos y transformaciones sociales en América Latina 46


Historia, identidad y lucha
Reflexiones a partir de la emergencia indianista en Bolivia

Carlos Macusaya Cruz163

En los últimos años en sud América, lo que se conoce genéricamente como “movimientos indígenas”
ha adquirido gran notoriedad. Entre estos movimientos, el que más influye a nivel continental, tanto
en la producción simbólica y discursiva, es el de los aymaras desde Bolivia. En distintos espacios,
consignas y símbolos producidos y posicionados por los movimientos políticos aymaras son tomados
por otros “movimientos indígenas” en el continente. Muchas veces esta toma es acrítica y se acerca
mucho a la imitación. No quiero decir que se trate de un “robo”, como se suele decir de las danzas que
los aymaras han posicionado en Bolivia. Lo que quiero resaltar es que se toma mucho de lo que los
movimientos aymaras han producido en Bolivia pero no se conoce ni se estudia los procesos de lucha
en los que tales artefactos simbólicos y discursivos han sido producidos.
Esto es un problema, considerando la gran influencia de los movimientos indígenas de Bolivia en
otras latitudes, en la medida de que se pretende tomar como ejemplo a este país sin tener claro los
antecedentes, las luchas que precedieron y prefiguraron la llegada de un “indio” a la presidencia.
No se trata simplemente de apuntar los hechos pasados que son escondidos deliberadamente
por varios “especialistas” en temas “indígenas”. Lo que se debe hacer es asumir esas experiencias
pasadas, reflexionar sobre ellas, en función de clarificar nuestras acciones políticas en el presente,
sin dejar de lado, claro está, los contextos.
En este pequeño trabajo apuntaré algunas reflexiones referidas al indianismo, que espero sirvan como
“pistas” para quienes están interesados en esclarecer el proceso de lucha de los aymaras en Bolivia. El
problema que me interesa ahondar es el de la historia, la identidad y su importancia en la lucha, esto,
centrándome en la experiencia política indianista de los aymaras. Para esto es necesario referirse a un
par de problemas que obstaculizan la reflexión sobre los temas planteados. Estos problemas son: lo
“ancestral” o “milenario” como idea, lo “antioccidental” como actitud y la “pureza” como requisito y
prueba de “autenticidad”, todas estos problemas muy relacionados entre sí.
Se dice y se cree que lo “indígena” es algo ancestral y el “indígena” es portador de esa ancestralidad.
Sin embargo, esa creencia logra peligrosamente opacar los procesos de lucha, las contradicciones y los
modos actuales de “ser” de los “indios”, pues se supone ciegamente que todo fue y es continuación
repetitiva de lo ancestral o milenario. Lo que se logra es “echar una cortina de humo” sobre los procesos
de construcción ideológica, de interpretación de la realidad, de formación de movimientos políticos a
partir de la identidad y de propuestas de análisis que tienen como eje el factor colonial. Por lo mismo se
puede decir que en estos tiempos es un ejercicio muy común, con respecto a los “indígenas”, esquivar
el trabajo de historización y esto en nombre de lo “ancestral” o “milenario”.
Otro problema que sale a relucir es el de lo “antioccidental”, un actitud muy común en personas que
buscan afirmar una identidad. En esto hay que considerar que la propia dominación colonial europea,
occidental, ocasiona rechazo y repulsión. Sin embargo estas reacciones pueden diferenciarse, unas son

163 La Paz, Bolivia. Estudiante de Ciencias Sociales en la Universidad Mayor de San Andrés y miembro del
Movimiento Indianista Katarista (MINKA). c.macusaya@gmail.com

Sujetos históricos y transformaciones sociales en América Latina 48


las que se dan en los momentos en lo que se inicia el proceso colonial y otras que se manifiestan en otros
momentos, cuando el orden colonial se ha establecido y cuando los estados “independientes” se han
impuesto a las naciones sin Estado, por ejemplo. No hay que perder de vista que muchas de las actitudes
antioccidentales que hoy son exhibidas por “indígenas” no son accidentales, están condicionadas por la
forma en la que organismos internacionales han construido la identidad “indígena”. Es decir que hay
un antioccidentalismo promovido por occidentales y esto en función de hacer jugar el papel de seres
marginales y exóticos a los indígenas, para mantenerlos lejos de los mecanismos de poder real.
También hay que considerar que la idea de “pureza”, como requerimiento, es otra de las preocupaciones
de muchos de quienes tratan de mostrase como “verdaderos indígenas”. La idea de pureza o de no
contaminación anula, en sentido político, al sujeto que potencialmente pone en riesgo el orden colonial:
si no eres “puro”, si estás contaminado (usando jeans, celular o lentes, por ejemplo), no tienes por qué
hablar de ser aymara. Por lo tanto, el problema de requerimiento de pureza, es un dispositivo que
apunta a la anulación política de quien se exige tal pureza. Se trata de desautorizar su palabra y sus
actos, esterilizando su proyección política. Muchos “indígenas” andan preocupados por “purificarse”,
por mostrase “puros”. Esto se parece un poco al tormento de muchas mujeres que por ser aceptadas
por un hambre, tratan de mostrase “vírgenes”.
Tanto lo ancestral, lo antioccidental y la pureza, expresan condiciones de dominación en las que el
sujeto racializado trata de encontrarse a sí mismo, pero en tal afán fácilmente termina perdido en
las trampas del orden racializado. Además se deja de lado la tarea de hacer trabajo histórico crítico y
autocrítico de las luchas concretas en nombre de una “ancestral” o de lo “antioccidental”. Los procesos
históricos específicos quedan en el olvido. Por esto es muy importante reflexionar sobre la historia más
allá de esas ideas y actitudes “ancestralistas” y “antioccidentales” que buscan la “purificación”.
Para salir del entrampamiento, empecemos considerando la identidad y su importancia en las luchas
políticas. El sujeto racializado164 pasa de vivir con naturalidad y cierta resignación un orden en el que los
“blancos” mandan a rechazar tal orden de distintos modos. Este fenómeno se ha dado en distintos
momentos, pero el que acá tocaremos es el que se dio entre los aymaras en los años 60 en La Paz y que
se conoce como indianismo, secundado por el katarismo, en los años 70. Curiosamente no hay trabajos
de investigación sobre el indianismo, salvo excepciones; el katarismo ha recibido algo más de atención.
El indianismo nace en un contexto en el que el proyecto de la “revolución nacional” mostraba sus
primeros fracasos. Lo que se conoce en Bolivia como “revolución nacional” y que se dio en 1952, es un
proceso muy importante y que condiciona la forma que asumirán, en adelante, las luchas aymaras. El
12 de abril de 1952 se instala en el palacio de gobierno el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR)
y manda a llamar a su líder, Víctor Paz Estensoro, quien se encontraba en Argentina.
Las medidas emblemáticas del MNR en el gobierno fueron: la nacionalización de las minas, con cuyos
recursos se forjó una agro-burguesía en el oriente boliviano; el voto universal, con el que se extendía
hacia el “indio” la condición de ciudadano; la reforma agraria que en la parte andina se tradujo en el “fin”
de los latifundios y la parcelación de la tierra, mientras en el oriente se promovían los latifundios; y la
educación universal, que funcionó para promover los “valores nacionales” hacia los “indios”. El proyecto
era forjar la nación “mestiza” y una burguesía nacional a través del Estado.
En los primeros años de su gobierno, el MNR logra cooptar a la Central Obrera Boliviana (COB), a la vez
que impone el sindicato en muchos espacios del área rural. La forma de organización sindical le servirá
para subordinar a los “campesinos”, haciendo de ellos su base social. Esta forma de subordinación
adquirirá una forma que se conoce como “Pacto Militar-Campesino” y funcionará para frenar a las
organizaciones obreras y partidos políticos que se enfrentaban a la dictadura.
Con el pasar de los años, el proyecto nacionalista dejará ver sus limitaciones. El proyecto de forjar una
nación y de incluir al “indio” como “campesino” se verá frustrado y esto dará lugar a la emergencia
primero del indianismo en los años 60 y del katarismo en los años 70. Quintín Apaza dice:

164 Entiendo por sujeto racializado a quienes, por el proceso de colonización, son identificados como “indios”,
como seres de “otra” raza.

49 Historia en Movimiento año III · número 3 · 2014


En 1960. La revolución nacional fracasa, viene una contra revolución con el golpe de
estado de Barrientos, entonces la revolución nacional fue archivada. En protesta a ello
nace el movimiento katarista, el año 1970, justamente en el gobierno de J.J. Torres, el 15
de noviembre, en ocasión de la inauguración del monumento Tupac Katari en Ayo Ayo
los universitarios de San Andrés, especialmente la Facultad de Derecho, a la cabeza de
Raymundo Tambo y el que habla, y los demás compañeros. Nos trasladamos a Ayo Ayo, y
allí en la casa de Ricardo Tambo se funda el movimiento katarista pero con el movimiento
de MUJA, Movimiento Universitario Julián Apaza165.

Apaza únicamente se refiere al katarismo, pero hay que señalar, por ejemplo, que Constantino Lima166,
militante indianista, fue uno de los fundadores del MUJA y del MITKA (Movimiento Indio Tupaj Katari).
Más allá de esta observación, hay que apuntar que el “estado nacionalista” reactualizó los mecanismos
racistas de diferenciación que la colonia había forjado. En contexto del fracaso del proyecto nacionalista,
“la estrechez del mercado laboral moderno, incapaz de acoger a la creciente migración, habilitará un
espacio de naciente disponibilidad para el resurgimiento de la nueva visión del mundo indianista”167.
El personaje más destacado en este periodo es sin lugar a dudas Fausto Reinaga, quien el año 1962
fundara el Partido Indio de Aymaras y Quechuas (PIAK), que años después cambiará el nombre por
el de Partido Indio de Bolivia (PIB). Este personaje es fundamental pues será él quien mejor logre
articular el sentido de la identidad, la historia y la lucha. Reinaga nació en Macha, Potosí, el año de 1906;
aprendió a leer y escribir a la vez de aprender el castellano, a los 18 años; se graduó como abogado de
la Universidad San Francisco Javier de Sucre; ha escrito más de una treintena de libros168 y varias de sus
ideas son asumidas, aunque muchas veces no se lo menciona.
Lo que haré en adelante es destacar la importancia de Reinaga y en específico de sus ideas indianistas
en los movimientos aymaras. En general se puede decir que lo que hace el indianismo de Reinaga es: 1)
establecer como eje de análisis la condición colonial, 2) reelaborar una “contra-historia” que incida en la
acción política, 3) prefigura un proyecto descolonizador fundado en la comunidad-ayllu, y 4) asumir la
forma partido a partir de la condición del sujeto racializado. Pasemos a exponer los aportes del indianismo:

165 La cita la extraigo de la Memoria “Simposio indianismo-katarismo, izquierda y desafíos políticos en Bolivia”,
p. 36, evento realizado en La Paz, el 20 de julio de 2013. Álvaro García Linera dice sobre el mismo punto:
“Los primeros fracasos de este proyecto de modernización económica y de nacionalización de la sociedad se
comenzarán a manifestar en los años 70, cuando la etnicidad, bajo la forma del apellido, el idioma y el color de
piel, será reactualizada por las élites dominantes como uno más de los mecanismos de selección para la movilidad
social, renovando la vieja lógica colonial de enclasamiento y desclasamiento social que se tenía, junto a las redes
sociales y a la capacidad económica, como los principales medios de ascenso y descenso social”. García Linera,
Álvaro, “Indianismo y Marxismo. El desencuentro de dos razones revolucionarias”, en El Viejo Topo, España, n° 24,
2008, pp. 48-55. Disponible en internet http://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=2518394; del mismo
autor, Potencia Plebeya, La Paz, Instituto Internacional de Integración del Convenio Andrés Bello, s. a., p. 279.
166 Véase el artículo de Portugal Mollinedo, Pedro, “Memorias de un luchador indianista”, Pukara, n° 32, 2008.
pp. 6-7.
167 García, Potencia…op. cit., p. 279.
168 Los datos apuntados se tomaron del folleto “Fausto Reinaga su vida y sus obras” de Hilda Reinaga. Sobre la
vida de Reinaga podemos mencionar los siguientes trabajos: “Fausto Reinaga Kaymari Jatunk´a” de Humberto
Mata (escritor ecuatoriano quien hace una biografía de Reinaga hasta finales de los años 60); y “El Indio Fausto
Reinaga” de René Ticona, en revista MINKA, 2010. García Linera dice que “Fausto Reinaga es el intelectual más
relevante e influyente del indianismo de todo este periodo histórico (el autor se refiere al periodo del indianismo
que él llama formativo). Su obra está dirigida a construir una identidad, y en la medida en que no hay una
identidad colectiva que construir, por lo menos en un inicio, más que afirmándose frente y en contra de las
otras identidades, el indianismo de esta época no sólo se diferenciara de la “otra” Bolivia mestiza y colonial, sino
también de la izquierda obrerista, fuertemente asociada al proyecto homogeneizante y modernista de estado
nacionalista”. García, Potencia…op. cit., p. 280..

Sujetos históricos y transformaciones sociales en América Latina 50


El establecer como eje de análisis la condición colonial
Hoy es ya normal el hablar de los “pueblos indígenas”, del racismo, de la identidad y de otros
temas que tienen alguna vinculación con los ya mencionados. Sin embargo, hubo tiempos en los que
tales cuestiones no solo eran negadas, sino que quienes las planteaban eran objeto de burla y de
racismo, del mismo racismo que denunciaban. Es decir que, por un lado, habían quienes planteaban
una lectura que hoy para nosotros es normal: el carácter colonial que aún pervive en las relaciones
sociales y que se expresa como negación de la identidad de sujetos que son vistos como de “otra”
raza, y por otro lado, quienes personificaban la negación de la problemática planteada y que en
muchos casos eran militantes de la izquierda.
En los años 60, años en los que emerge el indianismo, las organizaciones políticas de corte marxista,
asumían a ciegas algunas ideas básicas, y en demasía elementales, ideas planteadas en los famosos
manuales de marxismo. La lectura que se tenía por lo común, era la de determinación científica e
histórica del carácter revolucionario de los obreros. Los campesinos eran vistos como seres dependientes
de la pequeña propiedad y por lo mismo atados a ella y sin posibilidades de proyectarse como sujetos
revolucionarios. En general Bolivia era vista como un país capitalista atrasado, es decir no se dirá lo que
es Bolivia, sino lo que no ha llegado a ser. Los indianistas plantearan la cuestión de otro modo.
Mientras la lecturas marxistas, con sus matices entre las diferentes corrientes, por lo general no consideraban
al campesinado más como un ser dependiente de la pequeña propiedad, los indianistas buscaran explicar
la situación del campesino, no por su función económica como un dato dado y sin historia, sino que,
por medio de un modelo de análisis expresado en la idea de Dos Bolivias, sociedades yuxtapuestas.
Enfatizarán el carácter racializado de la división social, no solo del trabajo, sino de todas las dimensiones
de la vida. Este será uno de los ejes del indianismo: Bolivia solo es entendible partiendo de la división social
racializado que se expresa en Dos Bolivias, en sociedad yuxtapuestas. Bolivia será definida no por ser
capitalista atrasada, sino por ser una yuxtaposición de dos trayectorias históricas que entran en conflicto.
Las castas serán la expresión de la racialización propiamente colonial en este país. Fausto Reinaga lo
planteará de manera sencilla y a la vez contundente: “¿Cuándo y dónde se ha visto que un Ballivián se
ha casado con una Juana Apaza; un Mamani con una Paz Estenssoro?”169. La afirmación de Reinaga
muestra el fraude que conllevaba el proyecto nacionalista iniciado en 1952 y que se expresaba, en lo
identitario, como nación “mestiza”. Los indianistas apuntarán a que, por más que se repita que todos
“somos mestizos”, las formas de construir relaciones matrimoniales, de amistad y de alianzas sociales,
están condicionados por el carácter colonial de tales relaciones. Estas relaciones, que responden al
fenómeno de la colonización, muchos las consideraban secundarias o sin importancia y esto porque
“el occidente ha impuesto, como cosa racional justificada por el Estado, la presencia, permanencia e
inalterabilidad de dos sociedades yuxtapuestas: la del blanco y la del indio”170.
Leer en términos de clase, para los indianistas, implicaba encubrir el racismo a la vez de reproducirlo.
Decir campesino al indio implicaba “desnaturalización al infinito de la cualidad sustancial de una raza, de
un pueblo, de una nación”171. Los indianistas centrarán sus esfuerzos en resaltar las cualidades que no se
podían nombrar con la palabra campesino: idioma, color de piel, apellido, formas de organización, etc. Estos
aspectos no podían entenderse desde la idea de campesino, aunque esta idea, en el contexto boliviano,
implique a tales elementos. La palabra indio será más útil para resaltar, no tanto una condición económica,
sino una condición política. Por lo mismo, pensar la colonización y la condición colonial vigente, implicaba
pensar tales fenómenos como hechos políticos que subordinaban a los fenómenos económicos.

169 Reinaga, Fausto, La Revolución India. La Paz, s. e., 2007, p. 53. Mariátegui decía: “Esperar la emancipación
indígena de un activo cruzamiento de la raza aborigen con los inmigrantes blancos es una ingenuidad anti
sociológica, concebible sólo en la mente rudimentaria de un importador de carneros merinos”. Mariátegui, José
Carlos, Siete Ensayos de Interpretación de la realidad Peruana, Lima, Colección obras completas, volumen II,
Biblioteca Amauta, s. a., p. 41.
170 Reinaga, op. cit., p. 72.
171 Ibídem, p. 158.

51 Historia en Movimiento año III · número 3 · 2014


Los planteamientos indianistas con respecto a la clase obrera expresan de manera clara la idea de la
preeminencia de lo político sobre lo económico. Considerando que la colonización, como hecho político-
militar, determina el lugar que los sujetos ocupan, no solo en el proceso de producción, sino también
en la estructura de mando, los indianistas explicarán por qué los indios son obreros. Al ser el indio el
sujeto colonizado, y siendo el estatus de colonizado un estatus político antes que económico, el indio ve
determinado su rol en el proceso económico como proveedor de fuerza de trabajo por su estatus político,
por ser indio. La condición obrera y la proletarización se explicarán en el entendido de que los obreros
eran “indios que habían emigrado a la mina y la fábrica, después de sufrir el despojo de sus tierras”172.
Esta idea ayudará a pensar los roles en la producción y en la conducción del aparato estatal. El eje será
la diferenciación “racial” del trabajo a partir del estatus político que se nombra con la pablara indio y
que supone a los no indios. La “realidad social” boliviana para los indianistas está atravesada por una
diferenciación establecida desde la colonia. Por lo mismo el punto histórico fundamental al que se
apelará, con mucha razón, será la colonización. En el análisis indianista, específicamente de Reinaga,
la forma en la que se dan tales relaciones entre las Dos Bolivias y los sujetos que encarnan a cada
una de esas Bolivias, se inscribe en un contexto más amplio. Y en la que el imperialismo juega un rol
fundamental: “El imperialismo ha organizado el Estado Nacional boliviano de tal manera que no es
más que una pieza de su enorme y monstruosa maquinaria mundial”173.
La diferencia entre la condición obrera y en general de explotación en tierras coloniales y la condición
obrera y de explotación en Europa, por sus diferencias, harán de los sujetos que personifican tales
relaciones, distintos en su capacidad de subversión y de lucha. “En las metrópolis la clase obrera
no conoce el hambre y menos la muerte por inanición. Ya que lo que el capital saquea de las
colonias, como Bolivia, llega también a las manos de la clase obrera metropolitana”174. Además,
la forma en la que los obreros europeos veían a los otros obreros, condicionaba cualquier lucha
que pretendiera basarse únicamente en la condición de clase, descuidando el carácter racializado
de las representación que sobre los otros se ha hecho. Por ejemplo: “En el segundo semestre de
1968, la huelga de los estibadores de Londres dura varios meses. Pedían los estibadores ‘blancos’ la
expulsión de los estibadores negros de Inglaterra”175.
Con tales consideraciones sobre las sociedades yuxtapuestas, el papel del imperialismo, la condición
obrera europea y el racismo como factor de poder, el indianismo planteará la necesidad de una revolución
del tercer mundo. Desde esta lectura, la articulación en función de clase social no es preponderante
en los países tercermundistas, sino que el factor de racialización de que son objeto los pueblos no
europeos es el “nucleamiento de la revolución del tercer mundo”176.

La elaboración de una “contra-historia” que incida en la acción política


El apuntalar el problema de la continuidad colonial, debía apoyarse, como de hecho se hizo, en
una revisión crítica de la historia oficial. Pero no se trataba de una simple labor de criticar lo que los
historiadores habían dejado de lado, sino de que esta labor y sus frutos puedan dar pie a acciones de
carácter político. Reinaga lo plantea de la siguiente manera: “El indio para ser sujeto de la historia tiene
que saber, por sobre todo, su historia”177. Se trata de ver el pasado no para quedarse en ese gesto, sino
para que, a través de tal ejercicio, el indio se haga “sujeto de la historia”.
Lo que fueron las luchas del pasado, los logros e incluso las derrotas sufridas, contadas de manera
“fascinadora”, se relacionan con el presente desde donde son rememoradas en función de catalizar
acciones políticas que busquen culminar una lucha inconclusa. De este modo, el conocimiento expresa

172 Ibídem, p. 421.


173 Ibídem, p. 187.
174 Ibídem, p. 188.
175 Ibídem, p.188.
176 Ibídem, p. 91.
177 Ibídem, p. 383.

Sujetos históricos y transformaciones sociales en América Latina 52


su sentido político en tanto es útil, es funcional, no sólo al poder establecido, sino, en la medida que
se empodera el indio de él, es útil para las luchas prácticas. El indianismo hará hincapié en el sentido
político del conocimiento y en específico del conocimiento historiográfico.
Si tomamos en cuenta que ya en los años en los que emerge el indianismo, la escuela había dado
sus frutos, pues se había incluido al indio en la educación universal y tal inclusión implicaba una
formación que buscaba, antes que desarrollar las aptitudes físico-intelectuales de los nuevos
ciudadanos, el lograr la “fidelidad” patriótica del indio por medio de la propalación estatal-
nacionalista de símbolos, fechas y actos que sellen en el alma y la mente lo que es “realmente”
Bolivia. La historia oficial, en esta propalación, funcionó como un dispositivo que reproducía el
poder de una casta, por lo mismo, la contra-historia indianista tendrá un efecto erosionador sobre
las certezas nacionales impuestas desde la revolución nacional.
A esta contra-historia responde la “recuperación” de varios nombres como Tuapaj Katary, Zarate
Willka y otros. Ciertamente que los indianistas no serán los primeros en hablar de tales personajes.
Por ejemplo, Ramiro Condarco Morales escribió en los 60 sobre Pablo Zarate Willka, o Alipio Valencia
Vega, quien escribió, entre otras cosas, sobre Tupaj Katary. Sin embargo, lo que hay que resaltar es la
forma en la que los indianistas presentarán a Willka y a Katary, para seguir con el ejemplo. La manera en
que articularán sus luchas con las que ellos mismos proyectaban, le dará un toque peculiar a la forma
en que se representarán a los “próceres indios”. Se resignificará el pasado en función de fortalecer las
luchas del presente, en función de encarar los retos que emergían en ese presente.
En este caso hay que resaltar la forma en la que los indianistas articulan acciones, momentos y
proyectos, tano del pasado y los suyos propios. No se trata de un trabajo académico, no se trata de
seguir el rigor que convencionalmente suele exigirse, de lo que se trata es de contar lo que fuimos, lo
que hicimos, los logros y las grandezas del pasado, para poder hacer que el sujeto racializado actúe
desde tal condición. No hay un “apego a los hechos”, sino un esfuerzo para que esa contra-historia
desencadene nuevos hechos. Ya Zabaleta había hecho el esfuerzo de comprender Bolivia partiendo de
la revolución nacional como momento constitutivo. Los indianistas nos pondrán ante la necesidad de
ir más atrás para comprender el presente.
La importancia de esta historia a la indianista, se puede ver si tomamos en cuenta que hoy se asume
a ciegas que los indígenas guardan una memoria que los vincula con luchas del pasado, e incluso con
lo que fueron antes de la colonización. Ya se ha vulgarizado ese supuesto de que los indios tienen
una “memoria larga”. Volvamos a traer una frase de Reinaga: “El indio para ser sujeto de la historia
tiene que saber, por sobre todo, su historia”. Es decir que no hay memoria larga y que la historia
del indio es algo que este mismo indio debe saber, pues el estado colonial ha hecho una historia
que valide su poder y lo reproduzca. La historia estatal “contaminará” la memoria de los sujetos
racializados y estos la asumirán como la verdad. Asumiendo tal proceso, el indianismo planteará la
necesidad política de saber la “otra” historia.
Además, la idea de una memoria larga puede ser desmentida si tomamos en cuenta que en los
pueblos las personas mayores acuden a los jóvenes para saber, por ejemplo, de Tupaj Katary. “Los
abuelos” buscan saber sobre el pasado a través de los jóvenes. No es de extrañar que los indianistas,
y también los kataristas, se hayan dedicado mucho a trabajar temas de historia, pues no había
memoria larga. Habría que agregar a lo dicho algo que es importantísimo, en el afán de enfrentar a
lo oficial, como historia, simbología, etc. Ese algo es la idealización que se hará del indio y lo pre-
colonial. Este punto lo tocaremos más adelante.

La proyección de un proyecto descolonizador fundado en la comunidad-ayllu


Los indianistas al buscar construir un proyecto, no solo plantearán el tema de la identidad en su
dimensión política, sino que, en este afán de verse a sí mismos, plantearán la idea de que la comunidad, el
ayllu, puede proyectarse como modelo social. Se hará notar que la colonización implicó, no sólo una forma
de dominio, sino que una forma de desestructuración de formas de organización social no europeas

53 Historia en Movimiento año III · número 3 · 2014


y propiamente andinas. Se remarcará la diferencia entre el carácter privado de la propiedad en Europa
y el carácter comunitario de la propiedad en estas tierras. A partir de ello se presentará a las formas de
organización del ayllu como elementos potencialmente subversores del orden colonial y del capitalismo.
A la vez se marcará una diferencia tajante entre lo que los indianistas consideran un comunitarismo
de ayllus y el socialismo en general, pero en específico, del socialismo de la URSS. La comunidad será
objeto de análisis y discusión, no ya como algo que había que dejar o algo que impedía el progreso
de los propios indios. La comunidad será vista y tomada como lo que hay que universalizar, como la
materialización de la utopía de una sociedad sin clases, sin explotadores ni explotados. Una sociedad
donde el trabajo en comunidad es la fuente de la riqueza socializada.
Se dirá, a modo de crítica, que el socialismo de Marx era teórico, mientras que el sueño del “genial
moro” era realidad palpable ya antes de que el propio Marx lo imaginara siquiera. Tal sociedad,
a pesar de los avatares de la dominación colonial, sobrevivía, de modo fragmentario, en las
comunidades dispersas por los andes. La colonización había sido desestructurante, pero no logró
destruir totalmente los rasgos peculiares de la organización andina, rasgos entendidos como
diametralmente opuestos a los rasgos sociales europeos.
Sin embargo, y esto es resaltable, no se trata de un proyecto que busque hacerse al margen de
cualquier tipo de contaminación, más al contrario, se trata de conjugar lo propio con lo ajeno, en
función de superar la condición colonial. Reinaga lo plantea así: “queremos que ella (el autor se
refiere a “nuestra cultura”) sea conjugada con los mayores valores del pensamiento y la tecnología
que ha alcanzado la humanidad”178. El proyecto que se plantea, no implica un encierro en lo
propio para salvarse de las maldades de lo ajeno. Y algo a resaltar es que plantea que se busca
una conjugación “con los mayores valores del pensamiento y la tecnología que ha alcanzado la
humanidad”, es decir no sólo con los aportes europeos.
Lo anterior nos muestra que la idea es, usando el lenguaje en el que se plantea la idea, conjugar nuestra
cultura con aportes de otras culturas. Así, desde esta perspectiva, el mundo no se reduce a lo indio versus
lo europeo, sino que la proyección que se hace hacia adelante, se trata de articular nuestras peculiaridades
a otras peculiaridades, más allá de Europa, que sean aportes a la humanidad. El proyecto social que
se plantea desde el indianismo, no es el aislamiento, ni el encierro, sino la proyección en pos de la
universalización de lo propio, en un proceso que implicaría la conjugación con lo propio de otros pueblos.
El continente americano es visto, en la proyección, como el espacio básico y estratégico para lograr
universalizar tal proyecto: “El primer paso del Poder Indio en Bolivia es la liberación del Kollasusyu;
el segundo la reconstrucción del Tawantinsuyu del siglo XX; el tercer paso la edificación de la nación
continente, el Estado-continente de indoamérica”179. Es decir, que si bien se resalta el aspecto de la
racialización en la lectura indianista, lo que pretende es superar tal aspecto y lograr articular un espacio,
en el que lo propio como poder sea el núcleo articulador.
Tal idea fue, en los momentos de ser planteada, objeto de burla. Muchos militantes de la izquierda,
quienes luchaban en pos de la construcción del la sociedad sin clases, desdeñaban la comunidad
como potencial espacio social a partir del cual se pueda construir la sociedad sin clases. De hecho, la
comunidad y el indio que ahí vivían, eran vistos como rémoras del pasado que debían ser superadas.
Hoy la discusión sobre el potencial que se contienen en lo que se llama comunidades indígenas, es
objeto de debate, de estudio, en buena medida, esto se debe a los esfuerzos indianistas.

La organización política a partir de la condición del sujeto racializado


Ya estamos habituados a oír mencionar sobre organizaciones políticas indígenas, e incluso se ha vuelto
en una creencia la idea de que la sunción de organizaciones políticas, la confrontación electoral, etc., es
algo que “siempre fue así” pues los indios siempre lucharon por sus derechos. Otro de los aportes del

178 Ibídem, p. 95.


179 Ibídem, pp. 170-171.

Sujetos históricos y transformaciones sociales en América Latina 54


indianismo, es esto que no siempre fue así: organizarse en términos de partido e ingresar en la lucha por
la conducción del estado. De hecho, la fundación del Partido de Indios Aymaras y Kechuas (PIAK) en 1962,
es un hito que marca el inicio de los esfuerzos por logar transformar el estado buscando conducirlo180.
Como ya se hizo notar, el análisis indianista privilegia la dimensión política y a partir de ella plantea
sus ideas. La idea de hacer un partido de indios y de hecho, el hacer tal partido, en tiempos en los que
el proletariado era “la niña mimada” de la intelectualidad de la izquierda, fue un acto mal visto, pues
se asumía que el problema del indio, de su incorporación a la vida nacional, se resolvería, si primero
se daba una revolución acaudillada por el proletariado y dirigida por un partido obrero. Además, el
problema del indio, era visto como problema campesino y por lo mismo, se entendía que tal problema
era de orden secundario y debía subordinarse a la realización del proletariado como clase revolucionaria.
El campesino debía esperar su liberación y esperar ser dotado de tierra, pues a eso se reducía su
problema, problema de tierra. Sin embargo, para el indianismo la cuestión del indio no es cuestión de
tierra. “Es cuestión de poder”181. A tal planteamiento responde la idea de hacer un partido en el que el
mismo indio sea el conductor de su lucha y liberación182. Para dar fuerza al argumento, los indianistas
remarcaran que el indio es la gran mayoría y es la fuerza laboral del país. Tales hechos son tomados
como la expresión de la importancia del indio en la vida de Bolivia. Partiendo de tal importancia y
trabajando sobre ella, se plantea la necesidad de organizarse en términos de partido:

El indio que es la fuerza viva y total del país, no puede quedar por más tiempo sin di-
rección política… y no parará hasta tener su cerebro en su cabeza y su conciencia en su
alma… busca su meta vital183.

El factor de las diferenciaciones racializadas que se dan en Bolivia, será el eje a partir de cual se busque
organizar un partido. No será la condición económica, la ubicación en el proceso de producción, el
aspecto que guía la organización del partido, será la condición de sujeto racializado. De tal condición
se partirá y será el eje básico a partir de cual se tratarán de organizar los partidos indianistas. El aspecto
determinante en la construcción del partido y de la unidad india, será la condición colonial: “su pasado y
presente son factores de cohesión. Y su porvenir le plantea un solo problema: el de su liberación”184. No
se deja de lado el hecho de que entre los indios haya diferenciaciones en términos de clases sociales:
“En la raza india inclusive hay clases económico-sociales antagónicas”185, pero en la lectura indianista,
el estatus político de indio es el eje a partir del cual se debe proyectar la acción y la organización política.
El afán de lograr consolidar una organización política, estará acompañado de un proceso de debate y
de discusión que incidirán en la formación de una intelectualidad aymara.
Los cuatro anteriores puntos, resumen, aunque de manera deficiente, los aportes del indianismo.
Estas ideas han influenciado en la formación de organizaciones “indígenas”, como en la formación de
una intelectualidad aymara. El indianismo de Reinaga es fundamental para comprender el proceso
de lucha de los aymaras en Bolivia y fundamentalmente, para acercarse a los planteamientos y
cuestionamientos que desde los “indios” se han ido posicionando hasta nuestros días. Dejo de lado
varios otras asuntos muy importantes, como las divergencias entre indianistas y kataristas, la forma en
la que las ONG’s fueron domesticando el discurso indianista o la formación de una guerrilla indianista-
marxista (Ejército Guerrillero Tupaj Katari, EGTK).

180 Bajo la influencia de Reinaga se fundaron varios partidos, entre ellos, el Movimiento Indio Tupaj Katari
(MITKA), el Partido Indio (PI) y el Movimiento Indígena Pachacuti (MIP). Sobre la participación electoral de los
partidos indianistas y kataristas, puede verse el artículo de Coca Suárez, Paúl Antonio, “Elecciones y candidatos
indígenas en Bolivia”, Pukara, n° 42, 2009. pp. 6, 7 y 8.
181 Ibídem, p. 308.
182 José Carlos Mariátegui en Siete Ensayos de Interpretación de la realidad Peruana, plantea algo similar: “La
solución del problema indio tiene que ser una solución social. Sus realizadores deben ser los propios indios”, p. 50.
183 Reinaga, op. cit., pp. 338-339.
184 Ibídem, p.169.
185 Ibídem, p. 121.

55 Historia en Movimiento año III · número 3 · 2014


El año 2000 en Bolivia se producirán, en medio de una gran crisis económica y política, bloques en
la región altiplánica fundamentalmente. Los protagonistas de estas movilizaciones serán los aymaras,
liderados por el indianista Felipe Quispe, “el Mallku”. Desde entonces el indianismo ha salido del
silenciamiento provocado en el que estaba encerrado. Desde entonces tomará fuerza la identidad
aymara en sentido político, pero esto en base a los aportes de Reinaga y de organizaciones y líderes
indianistas que hoy son desconocidos para los propios aymaras.

Sujetos históricos y transformaciones sociales en América Latina 56


"Lo que hemos conseguido con la civilización que dicen que nos han dado, es vivir
apretados como trigo en un costal".

Testimonio de Lorenzo Kolümañ


Capitalismo dependiente,
colonialismo y pueblo mapuche
Claudio Alvarado Lincopi186

En los últimos años en Chile el multiculturalismo se ha posicionado en las políticas de Estado como
la forma de resolver los conflictos históricos con las sociedades indígenas. La posibilidad de reproducir
la otredad en contexto capitalista fue una solución que acomoda a nuestras burguesías nacionales. Una
solución que fomentara, incluso económicamente, la reproducción de la “cultura ancestral” por medio
de la realización de ceremonias, celebraciones, se ha transformado en una posibilidad para mantener
la condición de dominación, ensombrecida en las pancartas del respeto y la tolerancia. Ahora bien,
esa tolerancia tiene un límite, ya que cuando ese pueblo humillado por décadas no se contenta con el
respeto, y pasa a constituir organización para la autonomía y recuperación territorial, brotan las viejas
fórmulas represivas de la dominación. Ya que, como señala Héctor Díaz-Polanco, “el multiculturalismo
se ocupa de la diversidad en tanto diferencia cultural, mientras repudia o deja de lado las diferencias
económicas y sociopolíticas”187. Bajo este contexto, ¿cómo denominar la situación indígena hoy?, ¿qué
matriz teórica nos permite una crítica contundente al multiculturalismo?, ¿la situación del pueblo
mapuche en particular se supera con políticas culturalistas e inyectando más recursos, o es necesario
un nuevo pacto social, político, cultural y económico que diluya nuestra condición colonial? El presente
trabajo no tiene la intención de responder cada una de estas preguntas, pero sí aportar en la constitución
de un pensamiento crítico de la situación mapuche, que intente buscar hilos de unión entre las luchas
de los pueblos pobres y los pobres de los pueblos.
Para generar esa crítica al multiculturalismo, me valdré esta vez de distintos aportes del marxismo, tal
como el desarrollo desigual y combinado, la teoría centro-periferia, el proceso de acumulación originaria
y el colonialismo interno, los cuales me permitirán reflexionar sobre la condición política y económica
colonial en la que se encuentra la sociedad mapuche, que por lo demás no es el único actor afectado
por la actual formación económico-social, ya que el desarrollo articulado del capital permite, hoy más
que nunca, distintas formas de relaciones sociales, que el capital llama a fragmentar, pero que al final
del día responden a la misma totalidad, el modo de producción capitalista. El desafío entonces es
potenciar un análisis que vincule luchas, comprendiendo sus diferencias, contra enemigos comunes.

Marx y la Cuestión Nacional


Partamos derribando un mito (solo para poner el dedo en la llaga de mecanicistas): el Marx
fundamentalista de clase. Pareciese que el autor de El Capital en su extensa obra total nunca hubiese

186 Estudiante de Maestría en Historia y Memoria, Universidad Nacional de La Plata, UNLP, Argentina. Miembro
de la Comunidad de Historia Mapuche. alvarado.lincopi@gmail.com
187 Díaz-Polanco, Héctor, Elogio de la Diversidad. Globalización, multiculturalismo y etnofagia, México, Siglo
XXI, 2006, p. 173.

Sujetos históricos y transformaciones sociales en América Latina 58


avizorado más que la contradicción de clase, que su ojo investigador solo alcanzó a vislumbrar la
relación capital-trabajo en la sociedad capitalista, y quizás de esto mucho, considerando que su
objetivo político era crear la matriz teórica para las luchas por una sociedad sin clases. Ahora bien,
en su proceso intelectual dio cuenta de que para alcanzar los fines de la clase obrera era primordial
superar contradicciones históricas que igualmente producía el capital, como es por ejemplo la
colonización de naciones oprimidas, y como consecuencia, las luchas por las autonomías nacionales.
Marx señaló alguna vez, en relación a la opresión nacional de Inglaterra contra Irlanda, y a las luchas
que de ellas se derivaban, lo que sigue:

La tarea especial del Consejo Central de Londres es despertar en la clase obrera


inglesa la conciencia de que la emancipación nacional de Irlanda no es para ella una
cuestión de justicia abstracta o sentimiento humanitario, sino la primera condición
de su propia emancipación social188.

Es decir, las luchas del proletariado industrial inglés no podían realizarse bajo la condición colonial
de Irlanda, de este modo la unión de las luchas era primordial para la misma clase obrera. Al mismo
tiempo Marx reconoce una traba cultural que hace más complejo la emancipación de clase obrera
inglesa y de la nación Irlandesa, cuando indica que:

el obrero inglés ordinario detesta al obrero irlandés (…) se siente, por su parte, miembro
de una nación dominante, cosa que lo hace instrumento de sus aristócratas y capitalistas
contra Irlanda y consolida con ello el poder de éstos sobre él mismo189.

Con ello, Marx da cuenta de una preocupación, si bien sucinta en su extensión pero profunda en el
análisis, de la cuestión nacional, de la importancia de estas luchas y de la necesidad de comprender
también culturalmente las tácticas para la acción, ya que la expansión del capital por todo el mundo no
equivalió nunca a una homogeneización de la clase obrera.
Dicho esto, intentaré una reflexión, desde el marxismo, al colonialismo político y económico que
sufre la sociedad mapuche desde 1880. Para ello, generaré un análisis que vaya bajando de escalas
de observación, desde qué entiendo por capitalismo, cómo ello se vivencia en América Latina, hasta
finalmente dar cuenta de su expresión material y de poder en Ngülumapu190.

Capitalismo y acumulación originaria


Intentar sortear en pocas palabras una definición sobre qué entiendo por capitalismo, sin duda
es un empresa que me supera, aun así ensayaré algunas definiciones generales, que me permitirán
continuar con el argumento. Para esto, no puedo dejar de nombrar por un lado a Werner Sombart y
Max Weber, quienes reflexionaron el capitalismo como una empresa de orden racional, por tanto su
emergencia obedecería a un “espíritu” propio del sistema, espíritu que en palabras de Sombart se
caracterizaría como “una síntesis de codicia por el oro, el deseo de aventura y el amor a la exploración”,
que se cimentaría en una racionalidad capitalista en donde las facultades de “cálculo, programación
muy cuidada, racionalidad y economía”191 serían condiciones propias del espíritu burgués, sin las
cuales el capitalismo no tendría posibilidad de existencia. A conclusiones distintas, aunque siempre

188 Marx, Karl, “Correspondencia a Sigfrid Meyer y August Vogt, 9 de Abril de 1870”, en Karl Marx y Friedrich Engels
Acerca del Colonialismo, Ediciones Terramar, Buenos. Aires, 2009, p. 136
189 Marx, op. cit., p. 135.
190 Territorio histórico mapuche del lado oeste de la Cordillera de los Andes, es decir lo que hoy es el centro-sur
de Chile
191 Sombart, Werner, “The Quintessence of Capitalism: A Study of the History and Psychology of Modern Business
Man, Londres”, 1915. Citado en Kaye, Harvey, Los Historiadores Marxistas Británicos, Universidad de Zaragoza,
1989, p. 31.

59 Historia en Movimiento año III · número 3 · 2014


considerando un “espíritu” específico que permitiese el desarrollo del capital, nos acerca Weber en su
clásico “La ética protestante y el espíritu del capitalismo”, cuando determina que si bien existe una
fuerza ética que impulsa el establecimiento del sistema capitalista, al contrario de Sombart, no lo
caracteriza “el impulso por la adquisición, la búsqueda de la ganancia, del dinero, de la mayor cantidad
de dinero posible”, ya que tal “impulso…ha sido común a hombres de todo tipo y condición en todo
momento y todo país del mundo”192. Si bien estos “impulsos” han sido frecuentes en la historia de la
humanidad, en la etapa capitalista para Weber se racionalizan, se controlan continuamente, se les da
dirección racional, lo que sería en definitiva, la singularidad del capitalismo. Por otro lado, encontramos
aquellos que definen la emergencia capitalista en vinculación con la aparición del comercio y, con ello,
a una clase que acumula riquezas, como es el caso de Henri Pirenne193.
Estas concepciones, tanto en vinculación con un supuesto “espíritu” que permite el capitalismo,
racional o no, e igualar los procesos de comercialización, incluso a gran escala, con el capitalismo,
son puestos en juicio por el marxismo. En el capítulo XXIV, “La llamada acumulación originaria”, de El
Capital, Karl Marx señala, al contrario de los autores arriba presentados, que ni el dinero ni la mercancía
son de por sí capital, como no lo son tampoco los medios de producción ni los artículos de consumo.
Necesitan convertirse en capital. Y para ello han de concurrir una serie de circunstancias concretas, que
pueden resumirse así: han de enfrentarse y entrar en contacto dos clases muy diversas de poseedores
de mercancías; de una parte, los propietarios de dinero, medios de producción y artículos de consumo,
deseosos de valorizar la suma de valor de su propiedad mediante la compra de fuerza ajena de trabajo;
de otra parte, los obreros libres, vendedores de su propia fuerza de trabajo y, por tanto, de su trabajo194.
De este modo, el capitalismo no sería el resultado de un modo de ser de la burguesía, ni tampoco
la existencia de los procesos de comercialización o mercantilización son de por sí capitalistas, sino
más bien, como plantea la cita anterior, el modo de producción capitalista es una específica relación
social de producción en donde unos (minoritarios) controlan el dinero, los medios de producción y los
artículos de consumo, por tanto, son los propietarios de los medios necesarios para producir (tierras,
maquinarias, etc.), y por otro lado aquellos (mayoritarios) que venden su fuerza de trabajo, por lo que
reciben –la mayoría de las veces– un salario, el que se encuentra muy por bajo del valor real producido,
ya que gran parte del capital producido queda en manos del propietario, como plusvalía.
Esta primera definición, si bien central, contiene desde mi punto de vista claroscuros en relación a lo
que intento desentrañar, cuestión a lo que más tarde volveré. Antes, creo ineludible desarrollar aún
más el capítulo XXIV de El Capital por su riqueza teórica en relación a los procesos de expropiación de
tierras. Dejo en claro que no intento una reproducción mecánica de Marx para entender la ocupación
del Ngülumapu, porque no tendría coherencia histórica, pero si veo ciertos argumentos que nos pueden
orientar para el desarrollo del texto, siempre con contraposiciones, o quizás más bien enriquecimientos
y contextualizaciones, que, insisto, más tarde delinearé.
En el mismo capítulo ya señalado, Marx analiza la etapa denominada acumulación originaria, que “no
es más que el proceso histórico de disociación entre el productor y los medios de producción”195, es
decir cuando las poblaciones rurales son despojadas de sus tierras, las cuales son controladas ahora
por nuevos terratenientes, quienes utilizan a los campesinos expropiados como fuerza de trabajo. Este
proceso de expropiación se nos pretende explicar cómo una anécdota que costó “mucho mosto y
poca pólvora”, como digiera alguna vez Cornelio Saavedra, en donde “había, de una parte, una minoría
trabajadora, inteligente y sobre todo ahorrativa, y de la otra un tropel de descamisados, haraganes, que
derrochaban cuanto tenían y aún más”196, pero

sabido es que en la historia real desempeñan un gran papel la conquista, la esclavización,


el robo y el asesinato; la violencia, en una palabra. En la dulce economía política, por el

192 Weber, Max, “La ética protestante y el espíritu del capitalismo”. Citado en Kaye, op.cit.
193 Pirenne, Henri, “A History of Europe”, 1958. Citado en Kaye, op. cit., p. 32.
194 Marx, Karl, “Capitulo XXIV. La llamada acumulación originaria”, El Capital. En línea: http://www.marxists.org/
espanol/m-e/1860s/eccx86s.htm
195 Ídem.
196 Ídem.

Sujetos históricos y transformaciones sociales en América Latina 60


contrario, ha reinado siempre el idilio. Las únicas fuentes de riqueza han sido desde el primer
momento la ley y el ‘trabajo’, exceptuando siempre, naturalmente, ‘el año en curso’. Pero, en
la realidad, los métodos de la acumulación originaria fueron cualquier cosa menos idílicos197.

cuestión que sabe muy bien el pueblo mapuche, dado que el despojo territorial, fue una empresa
colonial que se consolidó en manos de la fuerza militar de los Estados de Chile y Argentina. Ahora bien,
el proceso descrito tiene sus particularidades, “su historia presenta una modalidad diversa en cada
país, y en cada una de ellos recorre las diferentes fases en distinta gradación y en épocas históricas
diversas”198, por tanto no podemos, y no es mi intención, trasplantar el análisis que hizo Marx sobre
Inglaterra, para América Latina, ni por extensión a la Araucanía. Pero dejemos por sentado en un primer
término que el modo de producción capitalista necesita dos cuestiones fundamentales: por un lado
la expropiación de la propiedad de la tierra y su concentración en pocas manos, y por otro lado una
división social del trabajo, en donde unos son los propietarios y otros fuerza de trabajo.

Desarrollo desigual, diferenciando y articulado en América Latina


Sigo a Marx en la intención de entender a la sociedad capitalista en antagonismos que ilusoriamente se
podrían superar dentro de su propio marco. Bajo esta premisa me declaro marxista. Ahora bien, también
comprendo que el desarrollo y expansión del capitalismo no se dio de forma homogénea, sino por el
contrario adquirió particularidades difíciles de soslayar si pretendemos dar un cuerpo teórico a nuestras
luchas. Así entonces, me volcaré a intentar vislumbrar, siguiendo a autores latinoamericanos, ciertas
especificidades de Nuestra América, para continuar dando un marco al colonialismo en Ngülumapu.
Con la finalidad de adentrarnos en estos debates, primero partiría por reflexionar sobre la interpretación
más usada por los gobiernos, incluso hasta hoy, para explicar el “subdesarrollo” de Latinoamérica,
que es para ellos la forma que asumió la economía del continente. Se ha señalado que nuestro
supuesto “subdesarrollo” obedece a una falta de procesos de modernización e industrialización en la
región, por lo que el progreso de América Latina estaría estrechamente relacionado con implementar
fuerzas productivas modernas, como lo hicieron en Europa. Por tanto, nuestro “subdesarrollo”
sería un estadio del proceso histórico del capitalismo, estadio que los países centrales ya habrían
superado –por medio de justamente procesos de modernización– y que por tanto no existirían
lastres inexcusables para alcanzar las etapas superiores del desarrollo humano. De este modo, los
conceptos de “desarrollo/subdesarrollo” adquirieron relevancia para explicar América Latina y su
condición económica, hasta incluso cultural y política199.
Si bien es cierto, estas ideas alcanzaron gran difusión entre los intelectuales más vinculados a los
gobiernos de América Latina durante el siglo XX, no fueron por ello únicos e incuestionables. Esta
“particular evolución” fue estudiada y discutida por varios intelectuales de raigambre marxista durante el
siglo XX, entre los que se cuenta Theotonio dos Santos, André Gunder Frank, Ernesto Laclau, Sergio Bagú,
Aníbal Quijano, Rui Mauro Marini, Pablo González Casanova, Luis Vitale, entre otros. Para la intención
de ese texto me remitiré brevemente a Theotonio dos Santos, luego a Luis Vitale sobre el “desarrollo
desigual y combinado” y a González Casanova y Ruy Mauro Marini, sobre nuestro capitalismo sui generis.
En primer lugar, quien de alguna manera inaugura la crítica al análisis desarrollista comandado por la
CEPAL, fue el brasileño Theotonio dos Santos, quien con su “teoría de la dependencia” intentó comprender
el desarrollo del capitalismo en América Latina como una relación de interdependencia en donde “algunos
países (los dominantes) pueden expandirse y autoimpulsarse en tanto que otros (los dependientes) solo
pueden hacerlo como reflejo de tal expansión”200 y, por tanto, el carácter de subdesarrollo de Latinoamérica
es el resultado histórico del desarrollo del capitalismo central; nuestro “subdesarrollo” alimenta su

197 Ídem.
198 Ídem.
199 Devés, Eduardo, El pensamiento latinoamericano en el siglo XX, Buenos Aires, Biblos, Argentina, 2003.
200 Íbidem, p. 142.

61 Historia en Movimiento año III · número 3 · 2014


“desarrollo”. Frente a ese análisis, el proceso capitalista de nuestro continente goza de particularidades, las
que no tan solo se reflejan en el mapa de poder geopolítico del sistema mundo, sino también al interior de
América Latina se desarrollan especificidades derivadas de nuestra condición de periferia.
A la tarea de interpretar los desarrollos internos, vinculados con la relación imperialista o centro-periferia
en nuestra región, nos acerca Luis Vitale, Pablo González Casanova y Ruy Mauro Marini. Por un lado
Vitale, intentó, al igual que la mayoría de los autores señalados, mediante un criterio de totalidad,
comprender el desarrollo del capitalismo en Nuestra América. En este sentido, Vitale propone entender
la expansión económica del capital, y sus consecuencias materiales, de la siguiente manera:

el mundo comenzó a ser permeado totalmente por el modo de producción capitalista,


aunque siguieran existiendo áreas precapitalistas que, al fin de cuentas, eran funcionales
al sistema, como certeramente apuntó Rosa Luxemburgo201. La tendencia al desarrollo
desigual, combinado, heterogéneo, diferenciado y multilineal se expresó en la era
imperialista con más fuerza que nunca en la historia202.
Esta idea de desarrollo desigual, combinado, heterogéneo, diferenciado y multilineal, él mismo lo
explica de la siguiente manera: 1) el desarrollo desigual como “la diferencia entre las naciones altamente
industrializadas, exportadoras de capital financiero, y los países coloniales y semicoloniales, que
‘contribuyeron’ con su excedente económico al afianzamiento del capital monopólico metropolitano”,
lo que podríamos acercarlo al concepto de “dependencia”; 2) el desarrollo combinado “se expresaba
en la interrelación entre las formas más modernas del capitalismo con las relaciones de producción
más retrasadas”; 3) vinculado a lo anterior, el desarrollo articulado “establece una clara interrelación
recíproca entre las formas denominadas modernas y las atrasadas, eliminando cualquier apreciación
de coexistencia estática o de dualismo estructural entre ellas”, concepto que se asemeja al “desarrollo
diferenciado”, ya que como él mismo lo define “no existe unidad sin diversidad”; 4) por último el
desarrollo multilineal, puede englobar todas las anteriores en tanto se vincula con las temporalidades
históricas, en palabras de Vitale, “la categoría de continuidad histórica debe ser manejada teniendo
en cuenta la discontinuidad y el desarrollo desigual, articulado, combinado y específico-diferenciado,
insistiendo más en la unicidad contradictoria de los procesos concretos que en una continuidad
supuestamente lineal”203. Sin duda los aportes de Vitale son iluminadores para nuestro análisis, en
tanto que al explicar el desarrollo capitalista en América Latina, no lo podemos hacer por medio de la
simple repetición de la perspectiva “marxista clásica”, en donde el capitalismo representaría únicamente
relaciones sociales en la producción del tipo salarial, ya que, como explica el autor, en Latinoamérica se
articulan combinadamente distintas formas de producción capitalista, en una unicidad contradictoria,
que es en definitiva lo que nosotros vemos aún presente en Territorio Mapuche.
Un enriquecimiento a esta perspectiva lo aportan González Casanova y Ruy Mauro Marini, cuando
señalan que el desarrollo del capitalismo en América Latina, ha sido un desarrollo sui generis,
que se generó por las condiciones externas e internas en las que se encontró el continente en
pleno proceso de expansión del capitalismo europeo en la segunda mitad del siglo XIX. De este
modo –explica González Casanova– “el imperialismo, lejos de provocar un estancamiento en las
colonias y semicolonias provoca un desarrollo sui generis de éstas, una de cuyas resultantes es el
nacimiento del capitalismo nativo”, que se refleja en

la especialización de regiones y sectores de las economías coloniales y semicoloniales;


las inversiones en la estructura de la economía (particularmente en los transportes); el
incremento de la demanda de la metrópoli por encima de su capacidad de producción

201 Ver Luxemburgo, Rosa, La Acumulación de Capital, Ediciones Terramar, Argentina, 2007, pp. 83-91.
202 Vitale, Luis, Historia comparada de los pueblos de América Latina, Tomo III. En línea: http://mazinger.sisib.
uchile.cl/repositorio/lb/filosofia_y_humanidades/vitale/obras/sys/aaml/a/t3s.pdf, p. 5.
203 Vitale, Luis, Hacia el enriquecimiento de la teoría del desarrollo desigual y combinado de Trotsky. En línea:
http://www.archivochile.com/Ideas_Autores/vitalel/8lvc/08lvteohist0002.pdf

Sujetos históricos y transformaciones sociales en América Latina 62


(particularmente en las guerras interimperialistas), todo lo cual provoca una inversión
nativa inducida, en el comercio y las manufacturas, y da lugar al nacimiento de una
burguesía nativa mercantil, burocrática e incluso industrial204.

de este modo, el desarrollo del capitalismo en América Latina, fue de alguna manera inducido,
provocando un nuevo tipo de relaciones sociales capitalistas, en donde no siempre priman
relaciones salariales, como ocurrió en gran parte de Europa, ya que el proceso latinoamericano
no obedeció a la acumulación de fuerzas que llevaran a la consolidación de un capitalismo
modernizador e industrial, sino el paso a este modo de producción, fue condicionado e incitado
por el capitalismo central al periférico, así explicaciones de transición de etapas feudales a
capitalistas, o de etapas tradicionales a modernas, quedan obsoletas, por el hecho de que en el
continente se vivió el proceso de desarrollo capitalista de forma original y específica, en donde,
insistimos, se articularon de forma multilineal, diferenciadas y combinadas formas de relaciones,
que al final del día estaban en función del régimen capitalista. Siguiendo la misma idea, Mauro
Marini, criticando la utilización del concepto “pre-capitalista”, señala que

cuando se trata realmente de un desarrollo insuficiente de las relaciones capitalistas,


esa noción se refiere a aspectos de una realidad que, por su estructura global y
funcionamiento, nunca podrá tener la misma forma de desarrollo de las económicas
capitalistas “avanzadas”. Por eso, más que un pre-capitalismo, se trata, de hecho, de
un capitalismo sui generis205.

Capitalismo dependiente y colonialismo interno


Procuré señalar, a partir de Vitale, las características propias del desarrollo del capitalismo en América
Latina, que según sus palabras, que nosotros adoptamos, sería desigual, combinado, articulado, diferenciado
y multilineal, es decir, tendría un carácter original que delimitaría el proceso histórico del continente. Esta
tesis, originalmente de Trotsky, para los países “atrasados”, la definía de la siguiente manera:

Las leyes de la historia no tienen nada de común con el esquematismo pedantesco. El


desarrollo desigual, que es la ley más general del proceso histórico, no se nos revela,
en parte alguna, con la evidencia y la complejidad con que la patentiza el destino de
los países atrasados. Azotados por el látigo de las necesidades materiales, los países
atrasados vense obligados a avanzar a saltos. De esta ley universal del desarrollo desigual
de la cultura se deriva otra que, a falta de nombre más adecuado, calificaremos de ley del
desarrollo combinado, aludiendo a la aproximación de las distintas etapas del camino y a
la confusión de distintas fases, a la amalgama de formas arcaicas y modernas206.

La idea, más allá de la utilización de conceptos que por hoy parecerían vetustos, es que la configuración
económica de los países periféricos tiene características particulares, como por ejemplo, una
organización de la fuerza de trabajo no homogénea, sino combinada, en tanto la proletarización no será
la única relación social que potencie el capitalismo, ya que otras formas de relaciones se articularán a
ésta, permitiendo que el capital siga reproduciéndose.

204 González Casanova, Pablo, “El desarrollo del capitalismo en los países coloniales y dependientes”, en
Sociología de la explotación, Buenos Aires, Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales CLACSO, 2006, p. 222.
205 Marini, Ruy Mauro, “Consideraciones metodológicas sobre la aplicación del marxismo en América Latina”, en
Löwy, Michael, El marxismo en América Latina, Santiago de Chile, LOM, 2007, p. 508.
206 Trotsky, León, Historia de la Revolución Rusa, Tomo I. En línea: http://www.marxists.org/espanol/
trotsky/1932/histrev/tomo1/cap_01.htm

63 Historia en Movimiento año III · número 3 · 2014


De este modo, el mundo indígena en América Latina, para fines del siglo XIX, se complementó desigualmente
a la estructura económica que comenzaba a dar luces. Tal como explica Javo Ferreira para el caso boliviano:

La fuerza arrolladora del capitalismo se puede observar en la capacidad que tuvo


para subordinar los diversos modos de producción existentes en nuestro continente y
refuncionalizar formas de trabajo y cooperación como la mita, por ejemplo, al servicio de
la producción y acumulación de capital207.

La destrucción, invención y refuncionalización de las relaciones sociales productivas que emergen en el


nuevo contexto de despojo y ocupación territorial, sirven para la mantención del proyecto capitalista.
Ahora bien, ¿cómo conceptualizar la relación productiva y política que inaugura la expansión capitalista
y estatal en territorio mapuche? Para responder tal cuestión, primero que nada, me gustaría enfatizar en
una diferencia conceptual que de alguna manera es fundamental para entender lo que sigue. Muchas
veces se suele confundir el término de explotación y el de dominación, para identificar el carácter
subordinado de ciertos actores sociales o, en este caso, un pueblo. Intentemos diferenciarlos, y ver que
potencialidades tiene para describir la situación mapuche.
Por un lado, la explotación, en términos generales, es la relación entre un propietario de los medios
de producción y un trabajador que vende su fuerza de trabajo, el cual recibe un salario por la labor
realizada, el cual está muy lejos de ser el valor real producido, ya que parte del trabajo ejecutado por el
obrero, se lo apropia como plusvalía el propietario de la tierra y/o los medios para producir la mercancía.
Ahora bien, la explotación también puede darse a nivel de pueblos, cuando la relación de producción
es de manera subordinada entre agentes capitalistas de una etnia, pueblo o nación determinada, y
sujetos a los que se le expropia parte de su trabajo de otra etnia, pueblo o nación; cuando tal situación
no es casual o insignificante, sino extendida y estructural, nos tocaría pensar en cómo las jerarquías
socio-raciales afectan en la disposición de la relación de explotación. Por otro lado, la dominación se
relaciona con el problema del poder, pero ¿qué es el poder? Para emplazar a unos de los más citados
intelectuales que trata el tema, Foucault, diríamos que el poder son relaciones, en este sentido, existen
redes que permiten el control en la fábrica, en la escuela, la familia, la iglesia, los cuerpos, las prisiones,
los hospitales, etc. Este poder se encuentra capilarizado en toda la sociedad, y con ello no se limita
al Estado, ni a su función, legitimada según Weber, de violencia y represión. Agregar que el poder, a
contrapelo de lo que señalaban Hobbes y Maquiavelo, no es propio de la naturaleza humana, sino es
parte de una condición histórica que necesita de la obediencia, el control y el castigo para legitimarse,
“el poder no es inmanente, algo exterior a él lo hace posible, necesario y lo funda”208.
Ahora, si bien el poder permea la sociedad, por medio de relaciones o mecanismos de dominación, no
podemos pensarlo por fuera de las relaciones sociales de producción, ya que si no, se nos presentaría
como un fin en sí mismo, como algo absoluto, inmanente. De este modo el poder, que deviene en
dominación, nunca es algo ininteligible, sino es parte de un modo de producción, el poder no se ejerce
entre hombres y cosas o entre maquinarias de sujeción y sujetos, sino

el poder es una peculiar relación entre hombres (individuos, grupos, clases sociales o
naciones) en la que los términos de ella ocupan una posición desigual o asimétrica. En las
relaciones de poder, el poder de unos es el no poder de otros209.

Entonces digamos que el poder no es una relación descontextualizada, y que en este sentido, pensar el
poder como un problema fuera de condiciones materiales e históricas sería una inadvertencia.
A partir de lo anterior, podríamos llegar a señalar que explotación y dominación, si bien son categorías
de análisis distintas, no podemos pensarlas en particular, lo cual nos permitiría, para el caso mapuche,
señalar que la pérdida de la autonomía política, derivada de una invasión militar y la posterior instalación
de la burocracia estatal chilena y argentina, no puede desarraigarse del fenómeno de explotación de la

207 Ferreira, Javo, Comunidad, Indigenismo y Marxismo, Ciudad del Alto, Ediciones Palabra Obrera, 2010, p. 84.
208 Sánchez, Adolfo, Entre la Realidad y la Utopía, México, Fondo de Cultura Económica, 2000, p. 29.
209 Ídem.

Sujetos históricos y transformaciones sociales en América Latina 64


fuerza de trabajo mapuche, que por diferentes medios, pero principalmente, por el constante despojo
territorial, las relaciones de intercambio comercial desigual y la servidumbre derivada de jerarquías raciales,
ha traído como consecuencia un empobrecimiento endémico de la sociedad mapuche. Tal situación
de constante usurpación territorial (que por lo demás no podría desarrollarse sino bajo contextos de
dominación coercitiva), y la necesidad u obligación de involucrarse a los circuitos comerciales capitalistas,
en tanto la sustentabilidad económica se hace imposible desarrollarla en pequeñas extensiones de tierra,
provoca un cambio desde una economía autónoma a una dependiente y de carácter colonial, tal como lo
explica Héctor Nahuelpan, cuando indica que la formación colonial del Estado chileno se basó

primero, en la acción militar y civil vinculada a la usurpación territorial, el despojo de la


base ganadera y de otros recursos mapuche como las forestales o la platería; segundo,
mediante relaciones de intercambio desiguales y dependientes, caracterizados por los
abusos; y por último, la subordinación mapuche como mano de obra racializada que
desde la lógica colonialista adquiría, incluso, un carácter redentor210.

En suma, podríamos señalar que la expansión y consolidación capitalista, generó condiciones originales
de explotación y dominación contra el pueblo mapuche, las que podríamos identificar como coloniales,
en tanto existe una pérdida de autonomías políticas y económicas, con la consiguiente dependencia
a la estructura político-burocrática y al mercado interior capitalista. Finalmente, tal situación obedece
al desarrollo combinado y articulado del sistema económico, el que permite, por un lado, el desarrollo
de una naciente burguesía agraria, y por otro, a un sector extenso de trabajadores asalariados, peones,
colonos pobres, y mapuche sometidos a un entramado social de características coloniales.

Palabras finales
Hoy el multiculturalismo en boga intenta imponer una compresión histórica del desarrollo
capitalista en la región. Señalan que el problema sustancial entre poblaciones indígenas y “sociedad
mayoritaria” estaría en el encuentro cultural desigual originado durante la modernización estatal
y económica de la segunda mitad del siglo XIX. Con ello intentan orientar una lectura del pasado
que permita solucionar los conflictos actuales por medio del reconocimiento de aquellos rasgos
culturales negados por las elites decimonónicas. Pero la cuestión, como intenté argumentar, tiene una
profundidad difícil de sortear con medidas culturalistas, dado que la configuración del capitalismo en
América Latina abrió desde aproximadamente 1850 un tipo de relación económica que alimenta la
reproducción del capital, por medio de la negación de las poblaciones indígenas o la configuración de
relaciones coloniales basadas en jerarquías raciales y clasistas.
La particularidad Latinoamérica, la cual permite que el modo de producción capitalista se reproduzca
de forma multilineal y articulada, generando tiempos densos y unidades contradictorias, por las cuales
pueden convivir en el mismo espacio, y muchas veces bajo los mismos sujetos, relaciones típicas de
clase y relaciones coloniales, constituyen un entramado que fortifica la reproducción del capital bajo
distintas modalidades. Considerando esto, la relación colonial que actualmente soporta y resiste la
sociedad mapuche, no puede ser despuntada, sino es superando el modo de producción capitalista.
El empresariado de la Araucanía, quizás previendo su posición incómoda bajo análisis de estas
características, que por cierto organizaciones mapuche ya han desarrollado, han comenzado a
posicionarse desde la lógica multicultural. Los que antes defenestraron la existencia mapuche,

210 Nahuelpan, Héctor, “Formación del Estado y desposesión en Ngulumapu”, en Héctor Nahuelpan et. al, Taiñ
Fijke Xipa Rakizuameluwün. Historia, colonialismo y resistencia desde el país mapuche, Ediciones Comunidad
de Historia Mapuche, Temuco, 2012. p. 126

65 Historia en Movimiento año III · número 3 · 2014


hoy la enarbolan como un bien cultural. Diego Benavente, director ejecutivo de CorpAraucanía211,
escribió una columna en el diario “El Austral” el domingo 4 de julio del 2010 con el título,
“Sabiduría mapuche”, en él indicó lo siguiente:

La Araucanía es una región multicultural (…) Esto para algunos que preferirían una región
monocolor, puede no ser de su completo agrado, pero, para la gran mayoría significa un
gran valor, somos distintos, diversos y vivimos en territorio en común (…) Sin embargo,
es muy poco lo que conocemos de la cultura y cosmovisión del pueblo mapuche, de su
Ñuke Mapu, cachamos muy poco. Incluso los mitos populares respecto a los mapuches
abundan, que son un pueblo así o asa, en dos palabras existe un gran desconocimiento
(…) por qué no imaginar que en nuestras escuelas, colegios y liceos se puedan enseñar la
sabiduría mapuche, todos ganaríamos en conocimiento y en un mejor convivir, incluso
nuestros turistas a quienes cualquiera de nosotros los podría encantar y maravillar con
estas enseñanzas ancestrales212.

Vaciar de politicidad a la sociedad mapuche, y presentarla solo como objeto museográfico, es el afán del
multiculturalismo neoliberal. Dar cuenta de que la condición de colonialismo mapuche está enraizada
bajo los condicionamientos propios del capitalismo, es tarea por hacer.

211 “La Corporación para el Desarrollo Productivo de La Araucanía-Corparaucanía es una entidad de derecho
privado, sin fines de lucro creada en 1999. Está integrada por los principales gremios empresariales, universidades,
sindicatos de trabajadores, empresas privadas, e instituciones públicas relacionadas con la actividad productiva
y el fomento de los negocios e inversiones en la Región de La Araucanía” Texto extraído de: http://www.
corparaucania.cl/index1.php?id_portal=249&id_seccion=1540&id_contenido=751
212 El Austral, 4 de julio del 2010, p. 9. La cursiva es nuestra.

Sujetos históricos y transformaciones sociales en América Latina 66


“El movimiento clasista, entre nosotros, es
aún muy incipiente, muy limitado, para
que pensemos en fraccionarle y escindirle.
Antes de que llegue la hora, inevitable
acaso, de una división, nos corresponde
realizar mucha obra común, mucha
labor solidaria. Tenemos que emprender
juntos muchas largas jornadas. Nos
toca, por ejemplo, suscitar en la mayoría
del proletariado peruano, conciencia
de clase y sentimiento de clase. Esta
faena pertenece por igual a socialistas y
sindicalistas, a comunistas y libertarios.
Todos tenemos el deber de sembrar
gérmenes de renovación y de difundir
ideas clasistas. Todos tenemos el deber
de alejar al proletariado de las asambleas
amarillas y de las falsas ‘instituciones
representativas’. Todos tenemos el deber de
luchar contra los ataques y las represiones
reaccionarias. Todos tenemos el deber
de defender la tribuna, la prensa y la
organización proletaria. Todos tenemos el
deber de sostener las reivindicaciones de
la esclavizada y oprimida raza indígena.
En el cumplimiento de estos deberes
históricos, de estos deberes elementales, se
encontrarán y juntarán nuestros caminos,
cualquiera que sea nuestra meta última”.

José Carlos Mariátegui


Prensa y movimiento obrero
en América del Sur
Las jornadas de las ocho horas de trabajo en Lima y la semana trágica
en Buenos Aires. Aproximaciones de un estudio comparativo en 1919213

Daniel Morán Ramos214 - María Isabel Aguirre Bello215

Cooperándose con la resuelta e imparcial intervención del poder público a soluciones


transaccionales y equitativas entre las partes, y evitándose actos de violencia que podrían
terminar en sangrientas escenas, han impedido que nuestra capital sea teatro de cuadros
análogos a los recientes de Buenos Aires, derivados también de la existencia de una
huelga, y que exhiben tantas víctimas […] Felizmente, y aunque está comprobado que
como principales factores del trastorno social figuran las propagandas sediciosas de la
mala prensa y la intervención de extraños elementos sindicalistas, es la verdad que la
reflexión tiene a manifestarse entre nuestros elementos de trabajo216.
Desde el lugar que ocupábamos veíamos a los soldados echados a tierra apuntando y
disparando. Los particulares sorprendidos en medio del fuego corrían alocados, espantados,
sin saber donde ocultarse; muchos caían ensangrentados en la calle […] Después del
combate contra el enemigo invisible, comenzó la tarea de levantar a los caídos217.

Esta investigación desde una perspectiva comparativa y sudamericana busca relacionar el


análisis de la prensa y el movimiento obrero en la coyuntura de 1919 en Lima y Buenos Aires.
En ese sentido, tiene como objetivo principal advertir cómo los periódicos de elite y la prensa
obrera, en ambos espacios, informaron sobre los movimientos proletarios de enero de 1919,
específicamente, las jornadas de las ocho horas de trabajo en Lima y la Semana Trágica en
Buenos Aires. La revisión de la prensa permite observar los discursos políticos en conflicto que los
grupos de poder y los sectores subalternos obreros establecieron en aquellos acontecimientos sociales.

213 Esta investigación fue redactada por los autores en julio del 2010 y ha contado con el valioso apoyo de la
Beca Roberto Carri y del CONICET. Igualmente, resultaron fructíferos los debates desarrollados en el Seminario
Problemas Históricos Contemporáneos a cargo de Valeria Manzano y Luciana Anapios en la Maestría en Historia
del IDAES-UNSAM (2010-I).
214 Lima, Perú. Magíster en Historia y Becario Doctoral en Historia en CONICET-Universidad de Buenos Aires,
Argentina. aedo27@hotmail.com
215 Lima, Perú. Bachiller en Historia, Universidad Nacional Mayor de San Marcos. isbmery@hotmail.com
216 La Ley, Lima, miércoles 15 de enero de 1919.
217 La Protesta, Buenos Aires, martes 28 de enero de 1919.

Sujetos históricos y transformaciones sociales en América Latina 68


Por lo tanto, el presente trabajo realiza, en un primer momento, un breve balance historiográfico
enfocado en discutir precisamente las investigaciones que relacionaron los estudios de la prensa y los
sucesos de 1919. En un segundo momento, se indaga a partir del examen de los periódicos de elite
y obreros el debate discursivo que se suscitó en enero de aquel año. Finalmente, se intenta hacer
una aproximación comparativa de los hechos y los intereses contrapuestos que los actores sociales
expresaron en las páginas de la prensa en ambos espacios.

Prensa, movimiento obrero y revolución: Breve balance historiográfico


Este balance prioriza los trabajos relacionados al análisis de la prensa y el movimiento obrero de
1919 en Lima y Buenos Aires. Si bien no se cuenta con estudios que enfoquen en forma específica
aquella vinculación y tomen a la prensa como objeto de estudio, podemos, sin embargo, advertir ciertas
investigaciones del movimiento obrero en cada espacio y varios de la prensa del período que se acercan
a nuestra problemática de indagación.
El contexto de los años 60’ en Argentina y 70’ en Perú ocasionaron, respectivamente, el surgimiento
de la denominada Renovación y la Nueva Historia, centrados en la reevaluación de las principales tesis
de la historiografía precedente. Si en el siglo XIX y parte del XX a los historiadores les interesó el estudio
biográfico destacando el papel de los “grandes hombres en la historia” y su incidencia en la guerra y
en los acontecimientos políticos, las dos novedosas tendencias historiográficas se preocuparon en el
análisis de los movimientos sociales y las estructuras económicas copando la agenda de investigaciones
en los círculos académicos218. Precisamente, en Perú, Alberto Flores Galindo y Manuel Burga (1980), al
caracterizar a la sociedad oligárquica de fines del XIX y comienzos del XX señalaron que lo novedoso en este
período fue la aparición del movimiento obrero formulando “nuevas reivindicaciones” e introduciendo
en la escena nacional otras formas de organización política como el sindicalismo. Entonces, el obrero
se convirtió en un nuevo actor social que intentó “formular o desarrollar una cultura popular diferente.”
Esta iniciativa explicaría, por ejemplo, porque “frente al periodismo de la clase dominante (La Prensa o El
Comercio) surgieran subterráneamente hojas, boletines, revistas y periódicos redactados por artesanos
y obreros”219. Denis Sulmont (1975), ya había señalado la importancia de utilizar estas publicaciones de
corte popular no solamente en un determinado período, sino en el desarrollo del propio movimiento
obrero en el siglo XX. En forma específica, observó que las organizaciones obreras imbuidas de las ideas
anarcosindicalistas propagadas en la prensa popular realizaron el paro general de las jornadas de la ocho
horas de trabajo. Esta acción, en apreciación del autor, si bien tuvo alcances políticos limitados mostró a
los obreros luchando en el movimiento por sus principales reivindicaciones sociales220.
En esa misma perspectiva, Piedad Pareja (1978), utilizando una cantidad significativa de periódicos,
panfletos y hojas de doctrina, percibió la ideología y el proceso de cambio en el interior de los grupos
obreros. Claramente destaca la función trascendental de La Protesta en la difusión de las ideas y la
incidencia en la participación ideológica de los obreros en los movimientos sociales. No obstante,
advierte que los debates de este periódico con el Obrero Textil desde 1921, referente a la intervención
política de los trabajadores, dejaría entrever conflictos internos y la importancia de la lucha ideológica en
procesos de agitación social. Como indicara Flores Galindo y Burga, el desplazamiento de La Protesta
marcó además un cambio de dirección y objetivos en el movimiento obrero221. Precisamente, Guillermo
Sánchez Ortiz (1987) al estudiar en forma detallada las líneas temáticas del Obrero Textil y de algunos
periódicos obreros a nivel nacional, sostuvo que la prensa obrera: “se constituyó en una importante
tribuna de formación y aprendizaje”, un medio que sirvió para crear identidad en el grupo obrero,

218 Drinot 2008; Betalleluz 2003; Di Meglio 2007; Devoto y Pagano 2009.
219 Flores Galindo, Alberto y Manuel Burga (2005) [1980], “Los orígenes del movimiento obrero”, pp. 238-243, en
Flores Galindo, Alberto y Manuel Burga, Apogeo y crisis de la república aristocrática, Obras Completas, Lima, Sur,
t. 2, pp. 233-250.
220 Sulmont, Dennis, El movimiento obrero peruano 1890-1980. Lima, Reseña Histórica, Tarea, 1980, p.86.
221 Flores Galindo, Alberto y Manuel Burga, op.cit., pp. 239-241.

69 Historia en Movimiento año III · número 3 · 2014


más aún si aquella prensa fue escrita por los propios trabajadores222. Ahondando en esta premisa
Luis Tejada Ripalda (1988), a partir del análisis de periódicos, volantes, documentos y entrevistas a los
obreros de la federación de trabajadores panaderos Estrella del Perú, mostró cómo las ideas libertarias
transformaron a los miembros de esta organización en ciudadanos y sujetos históricos con capacidad
de influir en el movimiento social y en la restitución de sus intereses políticos. Tal es el caso de la lucha
por las ocho horas de trabajo de 1919, que sería más que una concesión desinteresada del gobierno, el
resultado de todo un proceso en donde los sectores obreros al criticar la realidad fueron adquiriendo
conciencia social de sus problemas y minando el poder de la oligarquía. Rolando Pereda (1982) había
advertido este argumento en las luchas sociales emprendidas por el proletariado entre 1858-1917. Fue
en la inserción de los obreros en el propio movimiento que adquirió conciencia de su situación y, a su
vez, de su protagonismo político. Por ello, observó el autor, la prensa oligárquica difundió un discurso
político tergiversado con el objetivo de generar una corriente de opinión negativa que quite legitimidad
a las acciones de los sectores obreros. Sin embargo, la prensa obrera hizo frente a estas intenciones
con un marcado discurso contestatario. Incluso, como han indicado Juan Gargurevich (1978) y Genaro
Carnero Checa (1980), a esta prensa popular se sumó la labor desplegada por varios periódicos como
La Razón y el papel de José Carlos Mariátegui en el periodismo defendiendo los intereses proletarios.
A pesar de los aportes de todos estos autores, no advertimos una preocupación en focalizar la
investigación en los acontecimientos de enero de 1919, mucho menos en volcarse a explorar el
debate discursivo y conflictivo que desarrollaron la prensa oligárquica y popular en aquella coyuntura
específica. Flores Galindo y Burga solo ofrecen ideas generales del tema, Pereda no llega a cubrir el
año del conflicto, Sánchez Ortiz se dedica más a las tendencias de la prensa obrera que a comprender
su confrontación con la prensa de elite, Tejada si bien estudia las jornadas de 1919 no basa sus
argumentos tanto en la prensa sino en entrevistas y otros documentos, y Gargurevich y Carnero
Checa se preocuparon más en el aspecto biográfico y la importancia de la prensa de carácter social
no necesariamente obrera. Únicamente el libro de Piedad Pareja y su tesis inédita de bachiller sobre
el periódico La Protesta se han acercado a nuestra problemática, sin que esto signifique que realizara
un estudio comparado con la prensa oligárquica (Pareja 1973).
Por su parte, en Argentina si bien la historiografía se ha centrado en los sucesos de la denominada
Semana Trágica utilizando una variedad de periódicos, memorias, folletos, revistas y documentos de
archivo, no se percibe en sus reflexiones una declarada tendencia en considerar a la prensa como objeto
central de estudio.223 Tanto David Rock (1975, 1972 y 1971), Julio Godio (1986 [1972]) y Edgardo Bilsky
(1984), indagaron la relación del movimiento obrero con el Estado y no, específicamente, la relación
de la prensa y el discurso político divergente en enero de 1919.224 Para Godio los sucesos de la Semana
Trágica fueron espontáneos y la muerte de los obreros el 7 de enero fue el factor detonante. Además, “los
distintos enfrentamientos de obreros contra la policía y civiles no eran casuales”, evidenciaron un plan
concebido y dirigido por los anarquistas225. Incluso, en apreciación del autor, la inmersión de los grupos
obreros en las luchas sociales de 1919 en Buenos Aires supuso la existencia de una conciencia política de
los grupos populares226. Estas aseveraciones de Godio van a ser discutidas por David Rock. Éste último
sostuvo que las acciones desatadas en la Semana Trágica “no fue una consecuencia de la acumulación
de injusticias de la época de guerra”, sino “por el suceso desencadenante, o sea el ataque policial a la
fábrica Vasena el 7 de enero”227. Aquello indicaría que no fue una acción planificada ni que tuvo carácter

222 Sánchez Ortiz, Guillermo, La prensa obrera, 1900-1930. Análisis del obrero textil, Lima, Ediciones Barricada,
1987, p.7.
223 Un estudio pionero e importante sobre la Semana Trágica es el de Nicolás Babini (1967) que incide en
destacar como causales de los sucesos: la autonomía policial en la intervención violenta sobre los movimientos
obreros, la renuencia de los grupos de poder en negociar con los huelguistas y el accionar radicalizado de los
grupos anarquistas.
224 Ricardo Falcón y Alejandra Monserrat (1998), han desarrollado puntualmente un análisis historiográfico de
estos tres autores y agregado algunas propuestas de discusión.
225 Godio, Julio, La Semana Trágica de enero de 1919, Buenos Aires, Hyspamerica, 1986, p. 53,130.
226 Ibídem, p. 55.
227 Rock, David, “Lucha civil en la Argentina. La Semana Trágica de enero de 1919”, Desarrollo Económico, 1971,

Sujetos históricos y transformaciones sociales en América Latina 70


revolucionario como señaló Godio. Más aún los anarquistas no fueron los promotores de la huelga
menos representaron el núcleo activo y masivo de las acciones. Entonces, para Rock “el error central de
Godio es el de atribuir al movimiento laboral de ese momento, y a las masas de la clase trabajadora,
una falsa y exagerada conciencia política” (Rock 1972: 189). Por ello, Rock concluye que “la huelga fue
ante todo un estallido de emoción masiva, engendrado principalmente por el antagonismo contra la
policía, y no el resultado de una agitación consciente organizada”228. En esa perspectiva, Edgardo Bilsky
a pesar de observar en esas acciones el fin de un período insurreccional del proletariado argentino
sugiere que el gobierno ha exagerado demasiado las informaciones sobre la violencia de la clase obrera.
Por el contrario, “todo indica que la reacción represiva del gobierno y de las fuerzas conservadoras, no
guarda ninguna proporción con el accionar obrero.” La violencia popular respondió “a las necesidades de
la generalización del movimiento y en algunos casos a la autodefensa”, pero no llegó a existir “plan de
acción coordinado tendiente a desarrollar enfrentamientos o ataques de envergadura”229. Sin embargo,
discrepando con Rock, Bilsky consideró que este autor minimizó los alcances y el apoyo popular de la
huelga general. Además, la imagen creada de un supuesto complot maximalista no permite advertir el
real impacto de la revolución rusa en el breve resurgimiento y dirección del movimiento anarquista en
Buenos Aires en la coyuntura de la Semana Trágica.
Estos estudios si bien no tomaron a la prensa como objeto principal de investigación dejan entrever los
discursos políticos contrapuestos en los periódicos obreros y la prensa grande de Buenos Aires. Godio
es el que proporciona más información, pues no sólo utilizó sistemáticamente a La Nación, La Prensa
y La Época, sino, además, periódicos obreros como La Protesta y La Vanguardia. Esto no desmerece
los trabajos y aportaciones de Rock ni Bilsky, sólo indica la vinculación más cercana a la propuesta de
nuestro estudio en relación al análisis de la prensa.
A comienzos de la década de los 90’, se asistió en América Latina a la renovación de la historia política
relacionada a la historia cultural230. Esto ocasionó el surgimiento de una cantidad significativa de
trabajos preocupados por estudiar la esfera política dando prioridad al análisis de la prensa, folletos,
sermones, manuscritos diversos, etc., que permitan explicar el ámbito del poder, la opinión pública y
las redes de comunicación. En forma específica, la historiografía peruana y argentina asimilaron estas
propuestas mayormente para el análisis de los siglos XVIII y XIX, dejando sin explorar detenidamente la
coyuntura que nos ocupa231. No obstante, esta realidad supone, en nuestra investigación, una entrada
importante para abordar el estudio de la circulación, el debate y la confrontación ideológica y política
que se suscitó en la prensa de Lima y Buenos Aires en la coyuntura específica de 1919.
En estos últimos años existen, por un lado, algunas investigaciones que intentan ofrecer síntesis
generales de la prensa y, por otro, aquellos orientados a temas puntuales referentes a nuestra
problemática. Además, de los trabajos que si bien no tienen como objeto de estudio los periódicos,
utilizan esta fuente y otras para explicar muchas de las cuestiones clave de los movimientos sociales
del período. Entre las síntesis en Perú, los trabajos de Alberto Varillas Montenegro (2008), Manuel
Zanutelli Rosas (2006 y 2008) y Juan Gargurevich (2009), han incidido en advertir la importancia
de la prensa y la función ideológica y política de los que escribían en estos diarios. No obstante, por
los objetivos de sus propias investigaciones, han caído en generalizaciones y en ver más el aspecto
biográfico de los periodistas que en dilucidar las complejas relaciones de estos con el poder, los
intereses obreros y la realidad social del Perú232.
Entre los trabajos puntuales de la prensa de la época destacan la compilación de Raúl Vargas (1999) y
de Gabriela Machuca (2006). En la edición de Vargas si bien se estudia mayormente los periódicos de
elite no deja de reconocer que la prensa obrera representó un factor trascendental para la formación de
la identidad de los sectores populares: “supieron llevar un mensaje de protesta, de sensibilización, de

vol. 11, nº 42-44, pp. 165-215; p. 210.


228 Ibídem, p. 186.
229 Bilsky, Edgardo, La Semana Trágica, Buenos Aires, CEAL, 1984, p.84.
230 Guerra, Francois-Xavier, Modernidad e independencias, Madrid, Editorial Mapfre, 1992, S.A.
231 Morán 2010; Glave 2003; Molina 2009.
232 Vargas Vega, Raúl (ed.), La pluma en la belle epoque, Lima, Universidad de San Martín de Porres, 1999, p.31.

71 Historia en Movimiento año III · número 3 · 2014


cultura a los obreros”233. Estos indicios fueron ampliados sistemáticamente por Machuca, al estudiar
lo que ella denomina prensa popular entre 1900-1930 en Lima. A través de un análisis de contenido
relacionado al contexto político, social y cultural en donde aparecieron los periódicos, Machuca incide
en señalar que la prensa popular constituyó el medio por el cual los grupos subalternos pudieron
expresar sus ideas y participar en los debates de los problemas sociales y políticos que los afectó. En ese
sentido, la autora denominó a Los Parias como el principal periódico anarquista y a La Protesta el diario
anarcosindicalista más influyente por cerca de quince años234. Lo interesante del trabajo de Machuca es
que realiza una reflexión metódica de la prensa popular insertando fragmentos literales y significativos
que prueban sus afirmaciones. Este procedimiento si bien la lleva a sostener sus postulados centrales no
le permite, sin embargo, su profundización y el mejor aprovechamiento del material que estudia. Al leer
el texto en su conjunto uno queda con la sensación de que se pudo avanzar más en el desarrollo de la
interpretación de la prensa popular. Además, Machuca no se preocupa por presentar en forma detallada
los debates de la prensa obrera en torno a las jornadas de las ocho horas de trabajo. Su preocupación
principal estuvo en mostrar los diversos temas que la prensa popular abordó y la importancia de estos
impresos para comprender a cabalidad la ideología y praxis política de los sectores obreros.
En esa perspectiva de rescatar las fuentes periodística populares, César Lévano y Luis Tejada Ripalda
(2006), a partir de la recopilación de un conjunto de escritos de Manuel y Delfín Lévano, partícipes
directos del movimiento obrero de las primeras décadas del siglo XX, ofrecen una mirada general a la
labor periodística e ideológica de estos hombres en los diarios obreros como Los Parias, Humanidad,
El Oprimido, La Protesta, Armonía Social, Federación de Obreros Panaderos “Estrella del Perú” y la
publicación de diversos manuscritos inéditos redactados en la coyuntura de agitación social235. Lo
novedoso de esta selección de la prensa obrera es la temática diversa que abordaron los gestores
del movimiento libertario en Perú y que, en apreciación de Lévano y Tejada, permiten superar las
generalizaciones de otros autores dejando en manos de los especialistas el abordaje particular y
sistemático de la prensa y la historia obrera y popular.
En Argentina, Beatriz Seibel (1999), Brigitte Natanson (2007) y María Cecilia Di Mario (2008), han ofrecido
también fuentes importantes para el análisis del movimiento obrero y especialmente para el estudio de
la Semana Trágica. Mientras Seibel reproduce las informaciones presente en periódicos como La Prensa,
La Nación, La Época, La Razón, La Vanguardia, El pueblo, La Protesta, entre otros, Natanson y Di Mario,
se circunscriben en estudiar las fuentes literarias que se produjeron inmediatamente después de los
sucesos hasta aquellas más recientes en donde se mezcla la realidad y la narración creativa. Incluso, Di
Mario reproduce varios números de La Vanguardia y La Nación, y Natanson analiza el libro de Seibel y el
documental de Herman Szwarcbart: Un Pogrom en Buenos Aires (2007). Pero son los estudios de Juan
Suriano (2001) y Mirta Lobato (2009) que han aportado argumentos para comprender en perspectiva
histórica la prensa anarquista y la prensa gremial de fines del siglo XIX y gran parte del XX. Para Suriano “la
difusión de la palabra escrita en forma periódica adquirió el lugar central entre las formas de propaganda
política e ideológica” de los sectores obreros, creando “un campo de lectura periodístico alternativo”236.
Esta prensa libertaria adquirió un claro carácter contestatario y de denuncia social que permitió confrontar
y polemizar con las ideas y los argumentos ideológicos y políticos de los otros grupos. En ese sentido,
estuvo más preocupada en advertir los problemas generales de los movimientos sociales y las luchas
proletarias, “difundiendo los grandes contenidos doctrinarios libertarios”, que en focalizarse en el ámbito
eminentemente gremial237. Sería Lobato quien nos ofrezca, recientemente, un estudio pormenorizado de
la prensa gremial de Buenos Aires y Montevideo. La autora señaló que:

233 Machuca, Gabriela, La tinta, el pensamiento y las manos. La prensa popular anarquista, anarcosindicalista
y obrera- sindical en Lima 1900-1930, Lima, Fondo Editorial de la Universidad de San Martín de Porras, 2006,
pp.236-237.
234 Lévano La Rosa, César y Luis Tejada Ripalda (comps.), La Utopía Libertaria en el Perú. Manuel y Delfín
Lévano, Obra Completa, Lima, Fondo Editorial del Congreso de la República del Perú, 2006, p.76.
235 Suriano, Juan, Anarquistas. Cultura y política libertaria en Buenos Aires, 1890-1910, Buenos Aires, Manantial,
2001, p. 179.
236 Ibídem, pp. 189, 197.
237 Lobato, Mirta Zaida, La prensa obrera. Buenos Aires y Montevideo, 1890-1958, Buenos Aires, Edhasa, 2009, p.45.

Sujetos históricos y transformaciones sociales en América Latina 72


La prensa gremial, como toda prensa alternativa, tenía el objetivo de contra informar (su
oponente era la prensa “burguesa” que sumía a los trabajadores en el oscurantismo) pero
fundamentalmente tenían un sentido claramente pedagógico (enseñar, educar, iluminar a
los trabajadores),

por ello, insistía Lobato en que:

la palabra, ya sea como “docencia militante” o “pedagogía revolucionaria”, poseía una


función terapéutica de eliminar de las mentes obreras las ideas morales, políticas y
religiosas introducidas por las clases dominantes a través de los periódicos, la escuela o
la iglesia238.
Entonces, la prensa gremial más cercana al ámbito local obrero representó también un “artefacto
cultural y político” que buscó confrontar a la prensa de elite e incidir “en la formación de una opinión
pública proletaria”239.
Si bien estos dos últimos trabajos no se detienen en analizar la Semana Trágica sí nos permiten advertir
líneas teóricas y metodológicas para estudiar la prensa del período. Más aún nos ofrecen una interesante
caracterización de la prensa anarquista y gremial y las principales tendencias de sus más importantes
medios periodísticos.240 Por su parte, Seibel, Natanson y Di Mario ponen a nuestra disposición una variedad
de periódicos y fuentes literarias sumamente imprescindibles para comprender el debate discursivo que
suscitó en el periodismo y en la esfera política los acontecimientos de la Semana Trágica en Buenos Aires.
Finalmente, entre los trabajos que estudian los movimientos sociales del período utilizando periódicos
y otras fuentes destaca el de Augusto Ruiz Zevallos (2001) en Perú241, y Daniel Lvovich (2003) y Luciana
Anapios (2009) en Argentina. Ruiz Zevallos sostiene que la forma predominante de disturbio que llevaron
a cabo las multitudes en esta coyuntura estuvo enmarcada dentro de una racionalidad reactiva que buscó
hacer respetar las prácticas tradicionales antes que volcarse a un movimiento revolucionario. Con estas
premisas, Ruiz observó concretamente la participación popular en las huelgas de 1909, en las jornadas
de las ocho horas de trabajo en enero de 1919 y la protesta social sobre el problema de las subsistencias
en mayo del mismo año. Estas acciones, para el autor, permitieron a los obreros negociar la satisfacción
de sus intereses y los problemas inmediatos que tenían con los grupos de poder y el Estado oligárquico.
En el caso argentino, Lvovich insiste en entender la Semana Trágica, siguiendo los aportes teóricos
de Georges Lefebvre, “como una manifestación de miedo colectivo de las clases dominantes”, ante
una supuesta revolución social y “complot maximalista” dirigido por “agitadores extranjeros” (judíos,
bolcheviques, entre otros), relacionados al influjo que habría ocasionado los ecos de la revolución rusa
en Buenos Aires242. En forma específica, señaló el autor,

el miedo del gobierno y las clases dominantes no fue una impostura sino el resultado
de un sistema de creencias, un prisma a través del que se percibieron en la huelga
general la materialización de sus peores temores. De tal modo, la brutal represión fue una
consecuencia del Gran Miedo y no el resultado de una argucia243.

238 Ibídem, p. 62.


239 Uno de estos periódicos como La Protesta ha sido estudiado en forma detallada por Diego Abad de
Santillán (1927), contemporáneo a los acontecimientos y partícipe de la labor periodística en aquel diario.
240 Luis Torrejón ha publicado Rebeldes republicanos (2010), enfocándose en indagar en forma detallada los
motines urbanos de 1912 en Lima; y, Osmar Gonzáles (2005), el contexto social politizado del mismo año en la
ciudad capital que permitió el surgimiento del gobierno populista de Guillermo Billinghurst.
241 Lvovich, Daniel, Nacionalismo y Antisemitismo en la Argentina, Buenos Aires, Ediciones B, 2003, pp. 134-139.
242 Ibídem, p. 159.
243 Anapios, Luciana, Debates y conflictos internos en el anarquismo argentino durante la entreguerra, Tesis de
Maestría, Universidad Nacional de San Martín-IDAES, 2009, pp. 37-38.

73 Historia en Movimiento año III · número 3 · 2014


Por su parte, Anapios al examinar durante el período de entreguerras los debates y los conflictos
internos del anarquismo y “la transformación de una identidad obrera contestataria en una reformista”,
consideró a los sucesos de la Semana Trágica como una de los factores que influyeron sobre la militancia
e identidad del anarquismo argentino244 245. Por ello, el principal aporte de la autora se circunscribe
al estudio del debate ideológico, conflictivo y divergente sostenido por la prensa libertaria en sus
principales medios periodísticos como La Protesta y La Antorcha.
En conclusión, este balance historiográfico nos ha indicado que: 1) existen pocos trabajos que
relacionan de forma específica prensa y movimiento obrero de 1919, menos aún estudios comparativos
de la prensa en América Latina; 2) se han realizado más investigaciones de síntesis que de casos
particulares; y, 3) la prensa de elite y la prensa popular no han merecido un análisis relacionado y
de conjunto. A pesar de estos reparos, este balance permite advertir: 1) el papel clave de los grupos
obreros en el desarrollo de los movimientos sociales; 2) la fuerte politización de los grupos populares;
3) la importancia de la prensa como una tribuna ideológica y formadora de identidad; 4) la necesidad
de un estudio que relacione los diversos discursos en conflicto de la coyuntura; y, 5) la compresión de
que a través de la prensa obrera los grupos subalternos pudieron expresar sus máximas ideológicas y
la búsqueda de sus intereses políticos y sociales inmediatos.

Discursos en conflicto: La prensa de Lima y Buenos Aires en enero de 1919


La segunda parte de la investigación busca analizar los discursos en conflicto desarrollados en la
prensa de elite y los periódicos obreros durante enero de 1919. Esta coyuntura de agitación social y
disputas políticas se constituye precisamente en un espacio clave para comprender el discurso y los
intereses contrapuestos de los diversos actores sociales que participan en el proceso de los movimientos
sociales y en la configuración de la esfera política. Por la prensa de elite en Lima hemos analizado La
Prensa, El Comercio, La Crónica y La Ley, y en Buenos Aires La Nación, La Prensa, La Época y La
Razón. En cambio, por la prensa popular en Lima estudiamos a La Protesta y la Ilustración Obrera, y
en la capital porteña La Protesta y La Vanguardia.246 Una mención aparte en Lima merece El Tiempo
que, crítico del gobierno y defensor de las reivindicaciones proletarias, puede considerarse como un
periódico social, pero no un diario de carácter popular.
Consideramos a la prensa como objeto principal de esta investigación y al discurso político como
la manifestación ideológica de los intereses que los diversos grupos sociales sostienen en el
desarrollo de los conflictos sociales247. Entonces, el análisis relacionado de estas tensiones del
discurso permite entender las generalidades y particularidades de la cultura política de estos
sectores sociales en una coyuntura específica. Por ello, el estudio de esta etapa se enfoca en
tres puntos centrales: la imagen de los acontecimientos, el papel de los actores sociales y las
representaciones del miedo a la revolución popular.

244 Luciana Anapios (2009), ha ofrecido también un meditado estado de la cuestión sobre la Semana Trágica y
en forma más general sobre el anarquismo argentino de las primeras décadas del siglo XX.
245 Todos los periódicos utilizados han sido consultados en la Hemeroteca de la Biblioteca Nacional del Perú,
El Fondo Reservado de la Biblioteca Central de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos en Lima, la
Hemeroteca de la Biblioteca del Congreso Nacional y la Hemeroteca de la Biblioteca Nacional de Argentina en
Buenos Aires. Igualmente, nos ha servido los anexos de la prensa incluidos en los trabajos de Godio (1986), Seibel
(1999), Di Mario (2008), Lévano y Tejada (2006) y Machuca (2006).
246 Morán y Aguirre 2008; Guerra 2003; Alonso 2004.
247 Thompson 1995; Hall 1984.

Sujetos históricos y transformaciones sociales en América Latina 74


Las jornadas de las ocho horas de trabajo en Lima
Enero de 1919 es, sin lugar a dudas, un mes enardecido de luchas sociales que dieran la apariencia
de brotes revolucionarios amenazando el poder del Estado oligárquico. En Lima estas acciones fueron
politizando a los actores sociales y creando un ambiente de confrontación ideológica que pudo perci-
birse claramente en los debates establecidos en la prensa de los grupos de poder y en los periódicos
obreros. Por ello, las jornadas de las ocho horas de trabajo logrado después de la huelga general del
13, 14 y 15 de enero supone en nuestra investigación un hecho trascendental en la comprensión de los
movimientos sociales de 1919 en Lima.

a. La imagen de los acontecimientos


La jornada de ocho horas, era, según tuvimos ocasión de expresar, una aspiración
perfectamente justificada […] No considerábamos, sin embargo aceptado ni prudente, que
el reclamo atendible de un grupo de trabajadores se tradujera para toda la colectividad,
en una tarea de depredaciones, de atentados y de asaltos que en lugar de prestigiar y
sostener una causa, efectuaban una tangible labor de odiosidad y antipatía en contra de
ella (La Prensa, Lima, miércoles 15 de enero de 1919).

En este fragmento La Prensa resaltó el estado de violencia de los obreros, la destrucción de las
propiedades públicas, los heridos que habían ocasionado las acciones huelguistas y el grado de alarma
de la población en general. Por su parte, El Comercio en su portada central volvió a presentar la imagen
de la violencia obrera con un tinte delincuencial y vandálico enfrentado a la autoridad y destruyendo los
bienes públicos y privados en detrimento de las propias clases populares:

La destrucción de focos de alumbrado en las calles y hasta en los teatros; el ataque a


algunos pacíficos vendedores ambulantes; el apedreamiento de vehículos; los daños
causados en las líneas férreas, y el asalto al arsenal de guerra, no son procedimientos que
pueden merecer apoyo social; ni siquiera constituyen recursos de fuerza necesarias para
defender las reclamaciones obreras.” (El Comercio, Lima, martes 14 de enero de 1919).

Incluso, La Crónica pretende descalificar las protestas populares aduciendo como argumento central
la situación conflictiva que el Perú mantenía en esos momentos con Chile referente a los límites
territoriales aún irresueltos desde la infausta guerra de 1879: “Este movimiento obrero, que asume
caracteres agresivos de protesta contra los abusos del capital, ha debido tener otro momento para
producirse”, pues, afirmó el periódico, la situación presente era el peor momento “cuando el espíritu
de toda la nación debía estar conmovido con las brutalidades y ultrajes que a nuestra patria hace
Chile.” Por ello, era inconcebible para La Crónica que: “La clase obrera aprovecha justamente de las
inquietudes nacionales, de la situación difícil de nuestros negocios internacionales para complicar más
el problema y anteponer a los deberes patrióticos los intereses particulares o gremiales”248.
Estas imágenes de los acontecimientos que presenta la prensa de elite inciden en advertir la violencia de
las acciones obreras, la destrucción del bien público, los intereses particulares de estos sectores populares
y el carácter antipatriótico que asume su desenvolvimiento en aquella coyuntura de crisis. Dichas premisas
tuvieron como objetivo básico condenar la praxis política de los obreros en la huelga general quitándole
legitimidad y ganando la opinión pública a favor de los grupos de poder. Por ejemplo, El Comercio indicó:

para que las reivindicaciones obreras realmente prosperen, se necesita que cuenten con el
apoyo de la opinión pública; y este apoyo sólo pueden hallarlo cuando se desarrollan de
manera tranquila, sin usar de violencias extremas, ni de atropellos al ajeno derecho, como
armas para imponer la victoria249.

248 La Crónica, Lima, jueves 16 de enero de 1919.


249 El Comercio, Lima, martes 14 de enero de 1919.

75 Historia en Movimiento año III · número 3 · 2014


El periódico La Ley también compartió aquel argumento:

La huelga, los paros, todo cuanto signifique alteración en el trabajo y en el movimiento


de los centros industriales, no afectan solo a los patronos. Es la sociedad entera la que
más sufre con tales trastornos y es también en nombre de los intereses de esa sociedad
que invitamos a los artesanos y obreros a que en todo momento conserven la necesaria
serenidad y el mayor juicio, con lo que harán su causa más simpática y ofrecerán mayor
fuerza moral a sus reclamaciones250.
Entonces, conservar la tranquilidad dentro los límites de las leyes y la moderación no alterando el orden
público resultó una de las estrategias inmediatas que la prensa de elite utilizó para conservar la armonía
social en aquellos momentos de agitaciones sociales. Ir en contra de esta estrategia propiciando actos
de violencia contra el Estado y el capital implicó en el discurso de los grupos de poder una falta total de
manejo político y de real interés de los obreros por los problemas nacionales. Por ello, en apreciación
de la prensa oligárquica, la opinión pública reprobaría aquellas medidas violentas de protesta popular
justificando la intervención de las fuerzas del orden. Mientras El Comercio señaló que estas acciones
“hacen necesaria la intervención de la fuerza para ponerles coto”, La Prensa afirmó; “que justificaría
de antemano el uso adecuado de las indispensables medidas de represión, que el poder público está
obligado a emplear, en resguardo de los intereses colectivos”251.
Estas imágenes de la huelga general contrastan con las percepciones difundidas por la prensa popular.
La Protesta, principal periódico anarcosindicalista peruano, observó que las acciones obreras en el Perú
formaban parte de un conjunto de movimientos sociales reivindicativos del “proletariado internacional”,
contra las extorsiones y la dominación del capitalismo. Por ello, La Protesta incide en que las jornadas
de las ocho horas fue una exigencia económica antes que social y que en su consecución era inevitable
el empleo de la fuerza debido a la violencia represiva de los propietarios que pretendían sofocar a como
dé lugar las acciones justificadas de las clases oprimidas: “Ha sido, pues, bajo la presión del pueblo que
el gobierno ha dado el tal decreto; ha sido la acción directa de los trabajadores la que ha arrancado del
gobierno un pleno reconocimiento.” Incluso, el periódico sostenía:

En vano la policía y el ejército, con sus atropellos, prisiones, clausuras de locales obreros;
en vano la fuerza armada con sus provocaciones y sus amenazas con sus fusiles, el
sable, la metralla trataron de contener el grandioso movimiento por la jornada de ocho
horas y el alza de los salarios252.

Es evidente la represión injustificada de las autoridades sobre las luchas obreras. La imagen de violencia
popular que estas propagan no advierte tendenciosamente las fuerzas represivas que están mismas
ocasionan en el movimiento proletario. El discurso de la prensa de elite entonces tergiversa la realidad
de los acontecimientos de la huelga general y muestra, en apreciación de La Protesta, los verdaderos
intereses de la clase dominante en perjuicio de los sectores populares. Esta misma perspectiva, fue
sostenida por El Tiempo, periódico que se arrogó la defensa de los intereses proletarios a pesar de no
ser un diario obrero: “Los trabajadores han sido tratados brutalmente a pesar de que su actitud ha sido
en general tranquila y moderada […] los huelguistas han sido sableados y abaleados”, igualmente, “no
se les ha permitido congregarse ni deliberar. Se ha clausurado sus centros de reunión. Se les ha negado
todo derecho para expresarse”253. Tal fue el caso del mismo periódico que sería clausurado el martes
14 de enero en plena huelga general reapareciendo recién el 23 de aquel mismo mes. El discurso del
Tiempo fue abiertamente crítico de las acciones del régimen de José Pardo, por ello, calificó la represión
de la huelga como “dura e inexorable”, además, “los huelguistas han sido para él [Pardo] poco más o

250 La Ley, Lima, lunes 13 de enero de 1919.


251 El Comercio, Lima, martes 14 de enero de 1919; La Prensa, Lima, viernes 17 de enero de 1919.
252 La Protesta, nº 75, segunda quincena de enero de 1919.
253 El Tiempo, Lima, jueves 23 de enero de 1919.

Sujetos históricos y transformaciones sociales en América Latina 76


menos, unos audaces delincuentes trastornadores” del orden público254. Incluso, El Tiempo llegaría a
criticar el decreto de las ocho horas de trabajo como una simple medida aprobada por las circunstancias
y de carácter reformista que en vez de impulsar la lucha había aplacado el ímpetu reivindicativo del
movimiento obrero: “La colectividad trabajadora no puede contentarse con un simple decreto […] el
problema es más hondo y más trascendental”255. Contradictoriamente, la Ilustración Obrera, expresó su
total apoyo a la medida tomada por el gobierno:

Comprendiendo lo absurdo y temerario de tan retrógrado sistema, las clases trabajadoras,


en movimiento solidario y enérgico, solicitaron la adopción de la jornada mundial de 8
horas, que determina el triunfo de la justicia humana, la equidad colectiva y hace más
amplio el principio de fraternidad […] ha triunfado en todas sus partes tan elevado ideal
por la eficaz intervención del jefe del Estado256.
Esta fuerte tendencia del periódico en resaltar la intervención acertada del gobierno en la consecución
de aquel decreto pone en evidencia su apego a los intereses del Estado oligárquico. Entonces, la imagen
que la Ilustración Obrera tuvo de los acontecimientos de la huelga general a pesar de defender las
reclamaciones proletarias se alineó a las directrices del régimen como parte del sector obrero que buscó
medidas reformistas al problema antes que un choque directo y de corte revolucionario.

b. El papel de los actores sociales


Los actores que llegaron a intervenir en el desarrollo de los movimientos sociales en enero de 1919, se
observó claramente en la editorial de La Prensa:

En el país producirá seguramente desagradable impresión la indiferencia con que los


hombres dirigentes contemplen la grave situación creada por las resistencias de los
representantes del capital para acoger las reclamaciones de los obreros en cuanto ellas
tuvieran de equidad, y por la agitación creciente de las masas populares que por falta
de un consejo director, podrían dejarse conducir por espíritus exaltados, a extremos que
el país entero tendría que lamentar257.

Se caracterizó en La Prensa a cada actor social de la coyuntura: la indiferencia de los que dirigen el
Estado, la negativa por acceder a los reclamos obreros de parte de los empresarios y capitalistas, la
agitación social sin dirección centralizada de los obreros y la inserción de elementos extraños que
ocasionaron actos de violencia. El periódico La Crónica fue más contundente sobre este último punto:

La opinión pública, aún gran parte de la oposición, ha juzgado correcta […] la actitud
de represión enérgica asumida contra los inconsiderados desmanes de ciertos individuos
extraños al verdadero elemento obrero de la capital, que aprovechando esta oportunidad,
brindada por los justos reclamos del proletariado, han tratado de introducir en el país, –
desvirtuando los derechos de los trabajadores–, métodos de violencia y avances libertarios
que ciertamente merecen la condenación de toda la sociedad bien constituida258.

Obviamente, La Crónica realizó una diferenciación entre aquellos elementos extraños y delincuenciales
a los que condenaba y hacía culpable de la violencia desatada en la huelga, y los verdaderos
trabajadores que habían sido seducidos por la propaganda sediciosa de estos agentes foráneos. La
violencia popular debía ser condenada desde todo punto de vista por representar un atentado directo

254 El Tiempo, Lima, jueves 23 de enero de 1919.


255 El Tiempo, Lima, viernes 24 de enero de 1919.
256 Ilustración Obrera, nº 147, sábado 18 de enero de 1919.
257 La Prensa, Lima, lunes 13 de enero de 1919.
258 La Crónica, Lima, miércoles 15 de enero de 1919.

77 Historia en Movimiento año III · número 3 · 2014


no sólo contra las propiedades y las relaciones del país con el capital, sino, además porque era una
acción desafiante a la autoridad política del gobierno y el Estado. A pesar que la prensa oligárquica
consideró justo los reclamos obreros rechazó tajantemente todo signo de trasgredir el orden social
a través de las acciones violentas y extremas. El Comercio dedicó varias páginas a presentar este
argumento advirtiendo el peligro potencial de “elementos perniciosos extranjeros en el movimiento
obrero” que deambulan actualmente “por todos los pueblos de la tierra, procurando trasplantar a
todas las naciones las ideas y los propósitos que han convertido ya en un caos la vida de algunos
de los pueblos de Europa”259. La Ley fue más puntual en la caracterización de este actor social: “Los
individuos que se ocupan de intoxicar a la gente de trabajo con ideas de un anarquismo sangriento,
hacen daño a la patria y merecen severo castigo”260. Estas representaciones de los sectores populares
inmersos en la huelga general tuvieron otro matiz distinto en la prensa obrera. La Protesta de tendencia
anarcosindicalista no dejó de mostrar la importancia de las ideas libertarias y la propaganda ideológica
para la consecución de las reivindicaciones populares:

Podemos, declarar, regocijados, que las ideas libertarias, nuestro concurso puesto
a disposición de los obreros, de manera desinteresada, han orientado de este
movimiento que debe ser el punto de partida para una moderna organización y una
mejor preparación de la clase trabajadora, la que debe haber quedado convencida de
su poder, de su fuerza arrolladora, cuando a la solidaridad, a la organización, une el
poder de las ideas emancipadoras261.

Además, La Protesta respondiendo a los ataques de la prensa oligárquica por la supuesta inclusión en
el movimiento obrero de elementos extraños perturbadores de la paz social, indicó: “Tales periodistas,
comienzan a ver agitadores extranjeros, elementos perniciosos, donde no hubo sino trabajadores
hartos de sufrir tanta miseria y tanta indiferencia de los que estaban llamados a escuchar sus
reclamaciones”262. Estos indiferentes están representados por el Estado y el capitalismo, este último
el principal enemigo de los obreros. Es el capitalismo y sus agentes en el país y en el mundo que
extorsionan a sus víctimas proletarias, manteniéndolos como esclavos y objeto de dominación. En
opinión de La Protesta, estos capitalistas en connivencia con el Estado alegan que el reclamo obrero
por las ocho horas de trabajo en vez de ocasionar un efecto positivo conseguirá que los vicios del
proletariado se incrementen. Para el periódico anarcosindicalista estos vicios habían sido incentivados
por las propias autoridades y el capital y reflejaba a la sociedad corrupta que el poder había construido.
Entonces, las luchas directas de los obreros buscaron remediar aquella dominación y romper con la
propaganda artificiosa de los capitalistas263. Sin embargo, la Ilustración Obrera si bien prestó mucha
atención por la justicia de las ocho horas de trabajo, no puso en evidencia la resistencia del capitalismo,
principal actor y enemigo del proletariado, por aquella implantación. El periódico insiste en destacar
el papel preponderante del presidente José Pardo en la solución del conflicto. Y, además, advierte
serios problemas en el propio elemento obrero: la falta de unidad y de intereses comunes, la urgente
congruencia de acciones coordinadas antes que brotes fragmentarios y sin planes fijos, y la necesidad
de mayor disciplina y educación. En apreciación del diario:

Mientras nuestro pueblo no esté perfectamente educado y no tenga plena conciencia de


sus derechos; mientras no conozca a fondo el significado y la importancia y el poder de la
huelga, como reivindicación y amparo del trabajo, como factor social de la riqueza y como
elemento necesario en las industrias y el comercio, el proletariado irá al fracaso264.

259 El Comercio, Lima, lunes 20 de enero de 1919.


260 La Ley, Lima, miércoles 15 de enero de 1919.
261 La Protesta, Lima, nº 75, segunda quincena de enero de 1919.
262 La Protesta, Lima, nº 75, segunda quincena de enero de 1919.
263 La Protesta, Lima, nº 74, quincena de enero de 1919.
264 Ilustración Obrera, Lima, nº 149, sábado 1 de febrero de 1919.

Sujetos históricos y transformaciones sociales en América Latina 78


El Tiempo también advertía este problema de los obreros: “La causa única y verdadera de ese
procedimiento es la falta de ilustración de la clase proletaria”265. Precisamente, esta falta de educación
conllevó a que el proletariado aceptara el decreto de las ocho horas y desaprovechara el contexto
de la huelga general para plasmar otras reivindicaciones más apremiantes. El Tiempo señaló en
abierta discrepancia con la prensa oligárquica y también con la Ilustración Obrera: “lea, instrúyase el
obrero, y seguramente no volverá a ofrecer el doloroso espectáculo de aplaudir a su victimario, bajo
la sugestión de uno de los agentes del poder”266.

c. Las representaciones del miedo a la revolución popular


Esta caracterización de los actores sociales permite entender la construcción de las representaciones
del miedo a la revolución que empezó a difundirse en la huelga general. Especialmente, a partir de las
atribuciones que se les dio a los obreros y, a los que la prensa oligárquica denominó, los elementos
extraños del movimiento social. El Comercio dedicó un extenso artículo a este tema relacionándolo
con las acciones realizadas por los sectores obreros en Buenos Aires. Para el periódico los sucesos de
la capital porteña fue “organizado, alentado y producido por elementos extraños a la nacionalidad
argentina”, por lo cual, se pedía que el gobierno tomara todas las medidas de seguridad posibles con
el objetivo de evitar la propagación de “la anarquía por el mundo”, que lo único que hacía era sembrar
“entre las clases populares siempre prontas a la rebelión, la semilla de sus violentos y torcidos ideales”
y destruyendo “los principios de orden y armonía social”267. Insistió el periódico que esta realidad del
movimiento social en Buenos Aires tenía que originar en el Perú una atenta política de control social del
movimiento migratorio y de la propaganda ideológica de corte anarquista. Porque en opinión del diario
eran estos elementos extraños los perturbadores del orden social y los que llevaron a las luchas obreras
en Lima al extremo de la violencia y el ataque de los intereses nacionales.
La Ley iría más lejos en su apreciación de aquel elemento perturbador al calificarlo como agente directo
del maximalismo en América y el Perú: “La tromba maximalista no traerá sino un acervo de ruinas. Si
la anarquía nos amenaza […] hay que suprimirla […]. El maximalismo es inaplicable en el Perú”268. Por
ello, La Ley señaló enfáticamente:

El Perú no necesita redentores para que su clase obrera mejore o evolucione […]. Vivimos
en un país verdaderamente democrático en el que todas las facultades intelectuales,
morales y materiales, pueden desarrollarse, sin cortapisas. Pero dentro del orden y la ley269.

Esta propuesta de respetar el estado de derecho manteniendo el orden político y social debería evitar
en el Perú, en apreciación del periódico, “actos de violencia que podrían terminar en sangrientas
escenas”, parecidas a las desarrolladas en Buenos Aires “derivados también de la existencia de una
huelga, y que exhiben tantas víctimas” (La Ley, Lima, miércoles 15 de enero de 1919). Por ello, La Ley
fue concluyente al señalar que de no evitarse la difusión de estas ideas anárquicas y maximalistas el
país entraría en una crisis de grandes proporciones:

No es extraño que los fomentadores de aquel movimiento, hayan estado influenciados por
las teorías, que ya han logrado extenderse a algunas naciones de este continente, hayan
venido entremezclados los engendros de los anarquistas que pululan por el orbe, ávidos de
sangre y de exterminio y que, al desnaturalizar la mente de movimiento, hiciérale asumirlas
proyecciones de una verdadera revolución social (La Ley, Lima, lunes 20 de enero de 1919).

265 El Tiempo, Lima, viernes 24 de enero de 1919.


266 El Tiempo, Lima, viernes 24 de enero de 1919.
267 El Comercio, Lima, lunes 20 de enero de 1919.
268 La Ley, Lima, miércoles 15 de enero de 1919.
269 La Ley, Lima, miércoles 15 de enero de 1919.

79 Historia en Movimiento año III · número 3 · 2014


Entonces, la construcción de esta representación de agitadores sociales que incitaban a la revolución
social cuestionando el orden político, y por ende, las bases de poder de la oligarquía, tuvo en los sucesos
de la Semana Trágica de Buenos Aires el ejemplo palpable de trastorno de la armonía social que se
buscó prevenir en Lima por parte de las autoridades y la elite política. Sin embargo, estos argumentos
serían cuestionados por la prensa popular. Por ejemplo, La Protesta sostuvo que la lucha del pueblo
en la capital porteña estuvo dada “contra los eternos enemigos del proletariado” y que dichas acciones
formaban parte además del movimiento obrero internacional que también se desarrolló en nuestro
país: “los obreros del Perú no podían aislarse de ese movimiento reivindicador que preocupa a todas las
clases sociales”270. Agregó el periódico que la prensa burguesa difundía estos argumentos de agentes
extraños, agitadores extranjeros y revolución social cómo estrategia perfecta para descalificar y quitarles
legitimidad a los movimientos obreros. Impregnó muy bien la representación de una revolución
maximalista, creada en la prensa de Buenos Aires, en las altas esferas del poder en el Perú. La difusión
en la prensa de Lima de este recurso dio muestra de la preocupación de la elite por el influjo del
movimiento obrero a nivel internacional, pero, además, del miedo al trastorno social y político que la
materialización de estas acciones proletarias hubieran causado a la estabilidad del régimen oligárquico.
El Tiempo, al informar sobre el establecimiento de las ocho horas de trabajo, fue más claro en advertir
la representación del miedo a la revolución popular:

Todos sabemos que esta resolución ha sido impuesta por las circunstancias. Ha sido un
decreto dictado por el miedo. Se creyó que entre nosotros la huelga general iba a adquirir
las mismas proporciones que en Buenos Aires. Y ante la amenaza que en semejante
situación se intentase el castigo de los culpables de la presente situación social y política
del país, se creyó en las esferas gubernamentales que expidiendo el arbitrario decreto
se conseguiría amansar a la colectividad […] Para los trabajadores la reclamación
sustancial era el aumento de salario. Esto no se atrevió a decretar el gobierno […] La
terminación de la huelga general no significa, desde luego, que ha sido solucionado el
conflicto entre los trabajadores y capitalistas. Significa solamente una tregua […] La
colectividad trabajadora no puede contentarse con un simple decreto […] el problema es
más hondo y más trascendental […]271.

Es obvio que el miedo a la revolución escondía una estrategia política del gobierno y los grupos de poder
para desviar la atención pública durante y después de la huelga general. Como afirmó El Tiempo era
“la invención pardista del maximalismo”, “un supuesto maximalismo, existente solo en la tendenciosa
imaginación de sus inventores”272. Estos argumentos tomados de la experiencia de Buenos Aires
cobrarían mayor relevancia en aquel espacio y mostraría tanto las diferencias y semejanzas con las
percepciones del movimiento obrero desarrollados en Lima.

La Semana Trágica en Buenos Aires


Para Edgardo Bilsky la Semana Trágica se desarrolló entre el 7 de enero (el ataque policial al taller
Vasena), y el 17 del mismo mes cuando el movimiento social parece volver a su cauce regular. No
obstante, los días centrales de mayor violencia, muerte y represión fueron el 9, 10 y 11 de enero en la
capital porteña273. Fueron las informaciones de estos días que causaron mayor impacto en la prensa de
Lima y dieron motivo a la supuesta revolución maximalista que amenazó no solo a la capital del Perú,
sino que en la misma Buenos Aires había causado sucesos sangrientos y un amenazante desborde
social. Entonces, resulta fundamental analizar el discurso de la prensa bonaerense advirtiendo las
tendencias de los periódicos y los intereses que defendían. Por ejemplo, la divergencia de La Protesta y

270 La Protesta, Lima, nº 74, quincena de enero de 1919.


271 El Tiempo, Lima, viernes 24 de enero de 1919.
272 El Tiempo, Lima, sábado 25 de enero de 1919.
273 Bilsky op. cit., p. 144.

Sujetos históricos y transformaciones sociales en América Latina 80


La Vanguardia, estuvo dada por que la primera representó al sector más radicalizado de los anarquistas
mientras que la segunda al grupo moderado de los socialistas que buscarían más que la acción directa
una solución reformista con el gobierno. Indiquemos además que La Época fue el medio de propaganda
oficial del gobierno radical, La Nación de la clase conservadora y La Prensa si bien coincidió con los
radicalistas no dejó de cuestionar al régimen en diversos aspectos274. Estas tendencias explican en
cierta forma el discurso político que estos periódicos difundieron en los sucesos de la Semana Trágica,
sin que esto significara que la prensa de los grupos de poder no encontrara objetivos comunes ante el
peligro de una revolución social que atentara contra el Estado y el poder constitutivo.

a. La imagen de los acontecimientos


El periódico La Nación al informar sobre los sucesos violentos del 7 de enero, foco explosivo de la
Semana Trágica, resaltó el grado de violencia acaecido entre los huelguistas, la policía y los efectos que
todo ello causó en la propiedad pública y la sociedad porteña:

Cuatro muertos y veinte heridos. En el desarrollo del movimiento huelguista de los obreros de
la casa Vasena se ha producido en la tarde de ayer una nota trágica. La policía, los obreros
huelguistas y los no huelguistas han hecho fuego con máuser, winchesters y revólveres
durante media hora. Dominada la situación por la policía, se comprobó el doloroso resultado:
cuatro ciudadanos muertos y más de veinte heridos, algunos de éstos muy graves275.

Por su parte, La Razón indicó que: “En las casas donde se contrariaron los deseos de los huelguistas,
se produjeron tumultos, roturas de vidrios, disparos de revólver, carreras de gente asustada, toques de
auxilio”276. Estas imágenes de violencia popular iban a concebirse como resultado de la provocación
y el ataque de los grupos obreros sobre las fuerzas del orden. En palabras del jefe de la policía: “Su
impresión es que los huelguistas atacaron a las fuerzas de vigilancia, por lo cual éstas procedieron
de acuerdo con el derecho de legítima defensa”277. Se percibe entonces en la prensa de elite que
los sucesos del 7 de enero fueron el resultado de la violencia desatada por los sectores proletarios
de Buenos Aires. Este argumento, sería severamente cuestionado por La Protesta que consideró
que el único culpable de los hechos sangrientos de aquel día había sido las fuerzas del orden y los
intransigentes miembros de la fábrica Vasena. Además, el diario realizó un llamado furibundo a la
acción directa para defenderse de los ataques del capitalismo:

Sin falta, trabajadores, vengad este crimen. Dinamita hace falta ahora más que nunca. Esto
no puede morir en silencio. […] ¡No!, el pueblo no ha de dejarse matar como mansa bestia.
Incendiad, destruid sin miramientos, obreros. ¡Vengaos, hermanos!, frente al crimen de la
justicia histórica, la violencia del pueblo como única e inmediata consecuencia y solución278.

A pesar del discurso radicalizado del periódico no podría afirmarse que el mismo influyó decisivamente
en el accionar obrero de días posteriores. La Vanguardia señaló: “Estos atropellos obligaron a los
huelguistas a usar la violencia”, más aún, agregaría: “Numerosos testigos han visto con sus propios ojos
a pelotones de bomberos armados a máuser y con ametralladoras, instalados en el centro de la calle,
que hacían descargas cerradas en todas direcciones”279. Es perceptible que la violencia tuvo como causa
directa el ataque indiscriminado que las fuerzas policiales, los bomberos y los agentes contratados por
Vasena habían propinado a los grupos obreros. Como ha demostrado Rock, Godio y Bilsky, tomando
la información de La Protesta, la respuesta de los obreros fue ante todo: “un levantamiento popular

274 Godio, op. cit., pp. 164-190.


275 La Nación, Buenos Aires, miércoles 8 de enero de 1919.
276 La Razón, Buenos Aires, jueves 9 de enero de 1919, 3ª edición.
277 La Razón, Buenos Aires, miércoles 8 de enero de 1919, 4ª edición.
278 La Protesta, Buenos Aires, miércoles 8 de enero de 1919, citado en Godio op.cit., p. 105.
279 La Vanguardia, Buenos Aires, viernes 10 de enero de 1919.

81 Historia en Movimiento año III · número 3 · 2014


de indignación y protesta contra los bárbaros atropellos policiales”280. Incluso, Bilsky reproduciría el
siguiente fragmento de La Protesta: “El crimen de las fuerzas policiales, embriagadas por el Gobierno y
Vasena, clama una explosión revolucionaria”281.
Esos discursos harían que la prensa oligárquica difundiera con más ímpetu informaciones distorsionadas
de los sucesos de la Semana Trágica. Por ejemplo, La Nación era clara al observar:

Durante algunos días se paraliza la vida normal de la ciudad, y al amparo de esta


perturbación, empiezan a producirse atentados que, en su inútil vandalismo, no tienen
relación alguna con las reclamaciones pendientes ni pueden ejercer ninguna influencia
a su favor. De la huelga pasamos insensiblemente a la maniobra subversiva, con
caracterizaciones tan definidas como los asaltos a las comisarias o al Departamento
Central de Policía. Los obreros […] secundan, acaso sin darse cuenta exacta de su conducta,
la acción revolucionaria de los comités secretos. Todos esos síntomas acusan la obra de
una organización vigorosa, preparada de largo tiempo atrás, que ha estado al acecho de
las perturbaciones huelguísticas para aprovecharlas a su favor282.

Como es evidente se va creando la imagen de una huelga violenta y subversiva en donde ciertos
sectores reducidos de los proletarios con un plan ya concebido van seduciendo al conjunto de los
obreros para destruir el bien público y las instituciones del Estado enfrentándose con las fuerzas del
orden. La Prensa ante estos hechos mostró su abierto apoyo a la acción represiva del gobierno: “el
sentimiento general estimula al gobierno para que adopte las medidas más enérgicas y prudentes”283.
Igualmente, La Nación señaló: “Es necesario desde luego apoyar a las autoridades con la unión efectiva
de los hombres de buena voluntad, sean del campo político que sean, con tal que sientan como primera
obligación la de defender el orden”284. Por ello, la prensa de elite propuso la convergencia de intereses,
a pesar de las discrepancias políticas, ante el desenfreno violentista y la transgresión del orden y la
armonía social que supuso la huelga obrera. La Época, principal medio de prensa del gobierno, indicó:
“La consigna del momento exige colaboración a todas las fuerzas sociales. Y las huelgas, airadas e
inoportunas, al desobedecer a una consigna impuesta por las circunstancias, conspiran contra el interés
colectivo”285. Entonces, el periódico manifestó que toda huelga sería reprimida enérgicamente por el
gobierno si desnaturalizara “su verdadero carácter” y representara serias intenciones de “violar el orden
social”286. Por lo tanto, para la prensa oligárquica, las huelgas debían realizarse en forma pacífica y sin
usos de violencia, porque solo así las autoridades y la opinión pública ampararían aquellos reclamos
que no salieran “de las líneas del derecho y del orden”287.
Esta creación discursiva de la violencia obrera que destruía el bien público y la autoridad del Estado en
perjuicio directo de la sociedad en su conjunto fue rebatida por la prensa proletaria. La Protesta advirtió que
los periódicos burgueses habían difundido informaciones tendenciosas convirtiendo a una simple huelga
general de protesta y solidaridad en una supuesta revolución social de corte maximalista. Este argumento
sirvió para que las autoridades justificaran la terrible represión armada que las fuerzas policías y sus aliados
de la oligarquía propinaron a las organizaciones obreras288. La Vanguardia coincidía con La Protesta en la
sobredimensión de los acontecimientos de violencia que la prensa de elite se empeñó en difundir. Por
ello, terminada la huelga La Vanguardia informó de 700 muertos y 2000 heridos causados por las fuerzas
policiales, dando a entender que la violencia empezó por aquellos que debían velar por la seguridad y la paz
social. Y, sobre la imagen que la huelga representaba una revolución social, el periódico señaló:

280 Godio, op. cit., p. 106; Rock op. cit., p. 210.


281 La Protesta, Buenos Aires, jueves 9 de enero de 1919, citado en Bilsky, op. cit., p. 68.
282 La Nación, Buenos Aires, martes 14 de enero de 1919.
283 La Prensa, Buenos Aires, domingo 12 de enero de 1919.
284 La Nación, Buenos Aires, sábado 11 de enero de 1919.
285 La Época, Buenos Aires, miércoles 8 de enero de 1919.
286 La Época, Buenos Aires, viernes 10 de enero de 1919.
287 La Prensa, Buenos Aires, martes 14 de enero de 1919.
288 La Protesta, Buenos Aires, miércoles 22 de enero de 1919.

Sujetos históricos y transformaciones sociales en América Latina 82


No hemos prestado gran crédito a las supercherías que se ha hecho circular en estos días
sobre una pretendida revolución «maximalista», y este diario, desde el comienzo de la
agitación actual, ha querido poner al pueblo en guardia contra versiones que propalan
los interesados en sembrar el terror289.

b. El papel de los actores sociales


En las imágenes de la huelga general jugó un papel importante la caracterización de los actores
sociales. La Época retrató, desde una perspectiva oficial, a los elementos causantes de los disturbios
de la Semana Trágica: “Se trata de un tentativa absurda, provocada y dirigida por elementos
anarquistas, ajenos a toda disciplina social y extraños también a las verdaderas organizaciones de
trabajadores.” Para el periódico no se trató de un movimiento genuinamente obrero, sino “de una
minoría sediciosa”, “de turbas desorbitadas” y “agitadores sociales”290. La Nación creía estar también
ante: “la invasión de elementos extraños […] propagandistas transeúntes, agitadores de todas las
procedencias […] aventureros del sectarismo”, que tenían la clara intención de aprovechar, “una
oportunidad propicia para alterar el orden público y conmover los cimientos de la estabilidad social”
(La Nación, Buenos Aires, lunes 13 de enero de 1919).
En ese sentido, La Prensa llamó a dedicar mucha atención al estudio de la composición social de
estos agentes del vandalismo inmersos en el movimiento obrero, proponiendo: “llevar la represión
hasta la perfecta individualización de los que atenta contra el orden”291. Esta individualización
debía probar que aquellos elementos extraños no eran oriundos del país, sino agentes extranjeros
fascinados por la ideología anarquista y los acontecimientos de la revolución rusa. La Época advirtió:
“El movimiento subversivo realizado no pudieron realizarlo sino sedimentos anárquicos que de todas
partes del mundo han buscado refugio entre nosotros desde largo tiempo atrás”292. Contra estos
elementos, sugería la prensa oligárquica, todos deberían unirse, los obreros, la fuerza del ejército,
la policía, el gobierno y los vecinos calificados de Buenos Aires293. Debían rechazar sus métodos
violentistas e impugnar el lenguaje sedicioso que estos profesan en los centros de trabajo: “sin ser
obreros ni tener vinculación profesional alguna con los trabajadores”294. Entonces, era evidente que
se tenía que identificar a los movimientos antisociales y anárquicos, de aquellos que representaban
las verdaderas reivindicaciones de los obreros. En realidad, parece que esta idea fue más una retórica
discursiva creada por el gobierno que ayudó a justificar la represión de la huelga general y ganar la
opinión pública a favor de la autoridad política.
Por ello, La Protesta indicaría después de los acontecimientos de la Semana Trágica que los verdaderos
causantes de la anarquía y la represión habían sido los capitalistas, las fuerzas del orden con amparo
del gobierno y los grupos de presión que solo buscaron preservar sus intereses particulares295. La
Vanguardia agregaría que las clases conservadoras y los miembros del gobierno radical difundieron en la
prensa oficial informaciones tendenciosas que vinculaban al Partido Socialista con los extremismos de
la revolución social y los movimientos anárquicos. Esta supuesta relación, afirmó La Vanguardia, reflejó
la intención subrepticia del régimen por desprestigiar ante la opinión pública al socialismo en vísperas
electorales296. Si bien esta aseveración tuvo su cuota de verdad, La Protesta criticaría fuertemente el
comportamiento del Partido Socialista en los sucesos de la huelga general:

289 La Vanguardia, Buenos Aires, martes 14 de enero de 1919.


290 La Época, Buenos Aires, viernes 10 de enero de 1919.
291 La Prensa, Buenos Aires, domingo 12 de enero de 1919.
292 La Época, Buenos Aires, miércoles 15 de enero de 1919.
293 La Prensa, Buenos Aires, domingo 12 de enero de 1919.
294 La Época, Buenos Aires, lunes 13 de enero de 1919.
295 La Protesta, Buenos Aires, miércoles 22 de enero de 1919.
296 La Vanguardia, Buenos Aires, martes 14 de enero de 1919.

83 Historia en Movimiento año III · número 3 · 2014


Los últimos acontecimientos revolucionarios que conmovieron a esta tranquila y
confiada ciudad nos ha demostrado dos cosas: que el socialismo es simplemente un
partido de oposición con propósitos de gobierno, enemigo de todo acto que signifique un
subversión de órdenes sociales y que sus dirigentes no tienen la capacidad revolucionaria
y la valentía suficientes para encarar decididamente una situación de fuerza, orientando
al pueblo hacia la revolución297.

Reformismo, negociación con el poder antes que una lucha frontal, incapacidad de orientación de tipo
revolucionario y abandono de la huelga por simple reconocimiento de algunos reclamos de parte del
gobierno. La Protesta hacía explícita su discrepancia ideológica y política con el socialismo y arremetía
también contra La Vanguardia: “La Revolución social no se hará a base de discursos ni mucho menos por
medios conciliadores, en esa estúpida colaboración de clases que los socialistas realizan por intermedio
del Parlamento”298. Esta afirmación respondía a la actitud que tomó el socialismo al deslindar con toda
asociación con el anarquismo en pleno desarrollo de la huelga general299. Queda evidente que La Protesta
apostaba a la acción directa para conseguir no sólo migajas del capitalismo y sus aliados del poder político.
Rechazó las negociaciones del socialismo con el gobierno por considerarlas oportunistas y porque solo
buscaban satisfacer sus intereses particulares antes que defender los del proletariado en general.

c. Las representaciones del miedo a la revolución popular


Esta caracterización de los actores sociales durante la Semana Trágica permite precisar mejor su inserción
en lo que la prensa oligárquica denominó los orígenes de una revolución maximalista en Buenos Aires.
Como ha sostenido Daniel Lvovich estos sucesos pueden interpretarse como una manifestación del
miedo colectivo de los grupos de poder por la materialización de una revolución social. Sin embargo, el
mismo Lvovich indicó que aquel gran miedo hizo verisímil la versión de un movimiento revolucionario
impulsado por elementos extranjeros300. El diario La Razón llegó a indicar que las fuerzas policiales
al día siguiente de las muertes del 7 de enero ya había advertido que: “en el país se está difundiendo
mucho el maximalismo”301. A los pocos días, otra publicación como El Pueblo agregó:

A la prensa anarquista se le debe la mayor parte del fruto recogido por los recientes sucesos,
a esa prensa cuyo tono la tenía colocada fuera de la ley desde hace tanto tiempo, pero que
la mantuvo dentro una tolerante complacencia, inexplicable. Los episodios sangrientos de
estos días constituyen una enseñanza que debe aprovecharse para lo futuro302.

La Nación hablaba de un gobierno maximalista cuyo dictador era Pedro Wald y sus principales
colaboradores Juan Seleahik y Sergio Suslow. Estos agitadores sociales habían infundido el
maximalismo en el país y creado desórdenes en perjuicio de la sociedad y el Estado. Eran los
integrantes de comités secretos y propagandistas del anarquismo303. Para La Época se trató “de una
minoría sediciosa contra cuyos excesos basta oponer la firmeza y la cordura de las gentes partidarias
del orden”304. Esta representación de una revolución maximalista en la prensa de la elite supuso la
justificación de determinadas acciones represivas que el gobierno realizó. Por ejemplo, el periódico
La Razón informó de las clausuras de locales obreros, la circulación de propaganda revolucionaria,
incautaciones de prensa sediciosa, reuniones obreras impedidas por las autoridades, circulación de
patrullas de caballería y la formación de la Guardia Blanca para contrarrestar los actos de violencia de

297 La Protesta, Buenos Aires, domingo 26 de enero de 1919, citado en Godio, op. cit., p. 111.
298 La Protesta, Buenos Aires, domingo 26 de enero de 1919.
299 La Razón, lunes 13 de enero de 1919, 3ª edición.
300 Lvovich op. cit., pp.134 y 172.
301 La Razón, miércoles 8 de enero de 1919, 4ª edición.
302 El Pueblo, nº 7172, 11 al 14 de enero de 1919, citado en Seibel op. cit., p 77.
303 La Nación, Buenos Aires, martes 14 de enero de 1919.
304 La Época, Buenos Aires, viernes 10 de enero de 1919.

Sujetos históricos y transformaciones sociales en América Latina 84


los obreros305. Además, como ha sostenido Lvovich, la prensa de elite vinculó las acciones violentistas
con el influjo de elementos rusos, judíos y catalanes. Entonces, los enemigos no solamente eran
anarquistas y maximalistas, por ello se inició persecuciones antisemitas a la par con la represión a los
trabajadores306. Por el contrario, La Protesta si bien reconoció la participación de los anarquistas en la
huelga general no compartió las acusaciones de una revolución maximalista:

No negamos, nunca hemos negado nuestra participación en los pasados acontecimientos.


Hemos sí, porque respondía a propósitos reaccionarios, desvirtuado las noticias
estúpidas de la prensa, el mochuelo ese de maximalismo, ya que no existió plan alguno
de revolución, ni maximalista ni anarquista, originándose lógicamente el movimiento,
que fue de protesta y solidaridad y agravándose merced a las medidas brutalmente
represivas tomadas por el gobierno y a los abusos incalificables de la horda policial,
alcoholizada, para mejor defender el orden307.
Para el periódico era una tergiversación peligrosa calificar a las acciones de la huelga general como
evidencias de una revolución maximalista dirigida por agentes extranjeros muy relacionados a la
experiencia de la revolución rusa y la influencia judía. El verdadero objetivo de las autoridades había
sido quitar legitimidad a un movimiento de protesta y solidaridad, acallar los reclamos de la masa
trabajadora y romper la unidad de los obreros. La Vanguardia consideró igualmente ridícula las
informaciones de la prensa oligárquica de una pretendida revolución maximalista:

La prensa de ayer ha difundido la noticia de que la policía se ha incautado de los


dirigentes del movimiento revolucionario, y con lujo de detalles se ha presentado a
la población sobreexcitada la nómina de las supuestas ‘autoridades de la república
federal de los soviets americanos’. En la forma más terminante protestamos por la falta
de seriedad de los diarios que se prestan a publicar semejantes novelas, sin visos de
verosimilitud; que ilustran sus ediciones con fotografías de «dictadores» y «ministros»
maximalistas, y reportajes a los mismos, y que ayudan a los impostores a convencer
al pueblo de la verdad de la conjuración, apoyándola en noticias sospechosas y por lo
demás inocuas, procedentes de Montevideo308.

La Vanguardia indicó claramente las versiones tendenciosas de la prensa oficialista. Por ello, insistía
que “desde el comienzo de la agitación actual, ha querido poner al pueblo en guardia contra versiones
que propalan los interesados en sembrar el terror”309. El argumento de la revolución maximalista estuvo
encaminado a justificar la tiranía policial y la fuerte represión del movimiento obrero por parte del
gobierno, los grupos conservadores y los capitalistas. En realidad, el complot maximalista no habría
existido, resultó del miedo que los grupos de poder tuvieron que este supuesto movimiento de masas
hubiera tomado forma en las acciones que el proletariado de Buenos Aires libraba en la huelga general.
Igualmente, sirvió para ganar la opinión pública y deslegitimar la praxis política de los obreros.
La Protesta creía firmemente en la manipulación orquestada desde el poder a través de una prensa
tendenciosa que buscó únicamente generar alarma y miedo con el objetivo de ganar réditos en
el plano económico, reprimir el movimiento social y desorganizar a las organizaciones obreras310.
Este miedo fue advertido también por La Vanguardia: “El sistema de terror podrá haber respondido
al miedo, impresionando a las clases conservadoras que, por todas partes, ven lo más terribles
peligros”311. Incluso, el mismo periódico agregó:

305 Fragmentos de La Razón citado en Seibel, op. cit.


306 Lvovich op. cit., pp. 160-169.
307 La Protesta, Buenos Aires, viernes 31 de enero de 1919, citado en Godio, op. cit., p.119.
308 La Vanguardia, Buenos Aires, martes 14 de enero de 1919.
309 La Vanguardia, Buenos Aires, martes 14 de enero de 1919.
310 La Protesta, Buenos Aires, miércoles 22 de enero de 1919.
311 La Vanguardia, Buenos Aires, domingo 12 de enero de 1919.

85 Historia en Movimiento año III · número 3 · 2014


cierta literatura maximalista sui generis, encargada […] de sembrar la alarma en los
timoratos burgueses, ya dispuestos […] a temer o simular la reproducción en nuestro
país de los excesos de que es teatro Rusia actualmente […] presenciar en nuestra ciudad
escenas de vandalismo y barbarie312.

Además, La Vanguardia señaló que el accionar del gobierno radical se podría comparar con el
maximalismo que la prensa tendenciosa quería atribuir al movimiento obrero. Era el denominado
“Maximalismo radical” del Estado que imaginaba los asaltos a las comisarias y utilizaba métodos
violentos y subrepticios para estar en el poder313. Este argumento se hizo visible cuando las autoridades
no pudieron sostener por más tiempo la supuesta revolución maximalista y tuvieron que dejar en
libertad a los acusados de dirigir “aquel complot revolucionario” que en realidad solo había sido una
acción de desorden y portación de armas314. Como hemos podido advertir en el discurso de la prensa
de elite y obrera, el miedo a la revolución maximalista fue uno de los focos centrales de discusión
política que reflejó los diversos intereses de los sectores sociales inmersos en el movimiento social
de 1919 en Buenos Aires. Este argumento sería fundamental en el imaginario colectivo de los grupos
de poder cuando comenzaron a agudizar sus medidas represivas contra la clase trabajadora, dando
origen a los sucesos de la Semana Trágica.

Aproximaciones de un estudio comparativo


El análisis del discurso político de la prensa de Lima y Buenos Aires en la coyuntura de enero
de 1919 ha probado el fuerte debate discursivo suscitado entre los diversos actores sociales
inmersos en aquel movimiento social. En primer lugar, las imágenes creadas de los acontecimientos
reproducen discursos en conflicto entre la prensa oligárquica y la prensa obrera. La destrucción del
bien público, la violencia desatada por los obreros y el ataque al Estado y a la autoridad política
serán sobredimensionadas por la prensa de elite. En contraste, la prensa proletaria subraya que el
uso de la violencia estuvo motivado por la incruenta represión que las fuerzas policiales propinaron
a los trabajadores. Se puede percibir que la prensa obrera achaca los desmanes violentistas a la
obstinación del capitalismo, la fuerza represiva y al Estado.
En segundo lugar, el papel de los actores sociales estuvo muy bien delimitado por la prensa de elite
que construyó el estereotipo del anarquista destructor y delincuencial, de los agitadores sociales, los
elementos extraños y perturbadores de la paz social que lo único que hacían era engañar a los obreros
en los verdaderos fines de toda huelga general y los reclamos sociales. De la supuesta existencia de
agentes del anarquismo radical se fue imaginando un peligroso complot maximalista que destruiría el
Estado y la armonía de la sociedad. En abierto rechazo a estas ideas, la prensa obrera creo la imagen
de los capitalistas como extorsionadores y explotadores de la masa trabajadora en connivencia con el
gobierno y los sectores conservadores. La prensa proletaria no creyó mucho las medidas reformistas
tomadas por las autoridades justamente cuando los acontecimientos tomaron ya signos de movilización
general. Se criticó el comportamiento reformista y oportunista del socialismo en Buenos Aires y de la
complacencia de ciertos grupos obreros que volvieron a la sumisión del gran capital a penas se declarara
las ocho horas de trabajo en Lima. Los periódicos que representaron estas pretensiones fueron en el
primer caso La Vanguardia y en el otro La Ilustración Obrera.
En tercer lugar, las representaciones de la revolución social puede entenderse como una estrategia
política disuasiva que los grupos de poder crearon para quitarle legitimidad al movimiento social y
romper la unidad que la propia huelga general fue creando entre los obreros. En este punto es rotunda
la discrepancia del discurso de la prensa de elite con los periódicos proletarios.

312 La Vanguardia, Buenos Aires, jueves 16 de enero de 1919.


313 La Vanguardia, Buenos Aires, miércoles 15 de enero de 1919.
314 La Vanguardia, Buenos Aires, miércoles 22 de enero de 1919.

Sujetos históricos y transformaciones sociales en América Latina 86


La construcción de la revolución maximalista en Buenos Aires se vio reflejada no solamente en la
prensa de aquella ciudad, sino que llegó hasta el Perú y la prensa de Lima la difundió constantemente
con el objetivo de acallar los reclamos y las acciones de los grupos obreros. Los periódicos en Perú
como El Comercio y La Ley confrontaron sus argumentos de la revolución maximalista con La
Protesta y El Tiempo. Podemos advertir innumerables citas de la violencia desatada en Buenos Aires
y del peligro del anarquismo destructor y los enemigos extranjeros que la prensa peruana difundió
tomando las informaciones de los diarios porteños. A partir de estas evidencias podemos argumentar
que los sucesos de la Semana Trágica en Buenos Aires influyeron en el discurso de una revolución
maximalista en Lima. En ese sentido, la revisión de la prensa en enero de 1919 en ambos espacios
ejemplifica muy bien el conflicto ideológico y político que se presenta en coyunturas de agitación
social, en donde los actores sociales disputan sus intereses no solo en el desarrollo de las luchas
sociales, sino también en el debate discursivo de la prensa periódica.

87 Historia en Movimiento año III · número 3 · 2014


En su justa lucha por la liberación de nuestro pueblo, el EZLN incorpora a las mujeres en
la lucha revolucionaria sin importar su raza, credo, color o filiación política, con el único
requisito de hacer suyas las demandas del pueblo explotado y su compromiso a cumplir
y hacer cumplir las leyes y reglamentos de la revolución. Además, tomando en cuenta
la situación de la mujer trabajadora en México, se incorporan sus justas demandas de
igualdad y justicia en la siguiente LEY REVOLUCIONARIA DE MUJERES:

Primero.- Las mujeres, sin importar su raza, credo, color o filiación política, tienen derecho
a participar en la lucha revolucionaria en el lugar y grado que su voluntad y capacidad
determinen.
Segundo.- Las mujeres tienen derecho a trabajar y recibir un salario justo.
Tercero.- Las mujeres tienen derecho a decidir el número de hijos que pueden tener y cuidar.
Cuarto.- Las mujeres tienen derecho a participar en los asuntos de la comunidad y tener
cargo si son elegidas libre y democráticamente.
Quinto.- Las mujeres y sus hijos tienen derecho a ATENCION PRIMARIA en su salud y
alimentación.
Sexto.- Las mujeres tienen derecho a la educación.
Séptimo.- Las mujeres tienen derecho a elegir su pareja y a no ser obligadas por la fuerza a
contraer matrimonio.
Octavo.- Ninguna mujer podrá ser golpeada o maltratada físicamente ni por familiares ni
por extraños. Los delitos de intento de violación o violación serán castigados severamente.
Noveno.- Las mujeres podrán ocupar cargos de dirección en la organización y tener grados
militares en las fuerzas armadas revolucionarias.
Décimo.- Las mujeres tendrán todos los derechos y obligaciones que señala las leyes y
reglamentos revolucionarios.
Mujeres zapatistas
Movimiento dentro del movimiento: Etnicidad, género y participación

Natalia Villalba Reichert315

La aparición de nuevos movimientos sociales en América Latina en la década del 1990, en los
que se destaca el componente campesino-indígena, fue una respuesta a la crisis y deterioro en las
condiciones de vida dentro del contexto de la implementación en el continente del modelo neoliberal,
el cual se caracterizó por la eliminación del papel del Estado como ente regulador y garante de
las condiciones mínimas de vida de los ciudadanos, a favor del predominio absoluto de la lógica
del mercado y de las decisiones implementadas por entidades supraestatales, como las empresas
multinacionales o el Fondo Monetario Internacional.
Estos “nuevos” movimientos emergentes, tuvieron como principal escenario a México, con la
rebelión zapatista de Chiapas, además de Bolivia, Ecuador y Brasil, todos estos países que tienen
una importante tradición de luchas campesinas; y el accionar de los mismos, reposicionó en el centro
del debate la necesidad de una reforma agraria316. A saber: Ejército Zapatista de Liberación Nacional,
el Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (Brasil), los cocaleros y los movimientos
campesinos en Bolivia y una serie de manifestaciones novedosas como el movimiento Piquetero de
los trabajadores desocupados en Argentina; todos estos, al menos en sus orígenes, constituyeron sus
identidades como referentes autónomos de los partidos tradicionales y defendieron su independencia
política; en otras palabras, evidenciaron la crisis de representatividad que caracterizó a toda América
Latina, en la cual, la gran mayoría de los grupos sociales desconfiaban de la política oficial, de los
procesos electorales y del parlamentarismo.
El presente trabajo monográfico tiene como principal objetivo analizar el Movimiento Zapatista de
Liberación Nacional, intentando visualizar los alcances de sus propuestas, su funcionamiento interno,
como movimiento campesino, y también indagar sobre el papel de la mujer como miembro fundante
de este grupo. Regularmente en los comunicados emitidos por los voceros oficiales se plantea que
la composición demográfica del EZLN está integrada por “hombres, mujeres, niños y ancianos”,
ahora bien, cabe hacer la salvedad con relación al rol activo dentro del movimiento de cada uno de
estos grupos sociales, ¿quiénes toman las decisiones?, ¿existe una clara diferencia de género en el
interior del movimiento?, considerando el rol activo y la progresiva visibilidad que adquiere la mujer
latinoamericana a fines del siglo XX, ¿podemos afirmar que tal protagonismo se hace carne en este
movimiento reivindicativo?. Tales interrogantes y muchas otras, intentarán ser aclaradas a lo largo de
esta investigación de carácter estrictamente bibliográfico.
Para comprender el verdadero alcance de tal movimiento, no basta con analizar sólo la cuestión agraria
o ecológica, también hay que considerar los diferentes sectores sociales que lo componen y el grado de
integración que los mismos adquieren dentro del EZLN; en este sentido, la revalorización del rol de la

315 Profesora de Historia, Ciudad de Santa Fe, Argentina. taty_villalba@hotmail.com


316 Se utiliza el concepto de “reposicionar” debido a que esta problemática comienza a ser planteada en América
Latina (aunque escasamente en el cono sur) desde fines del siglo XIX, e incluso, podemos rastrearla desde los
inicios de la conquista española, en la medida en que la misma significó la exclusión de importantes sectores
sociales del acceso a la tierra y, con ello, de los medios básicos de subsistencia.

89 Historia en Movimiento año III · número 3 · 2014


mujer, como actor social presente desde los orígenes, debe ser revisado a fin de advertir su presencia
activa y su visibilización, que ellos mismos “publicitan”.
La hipótesis que mueve la presente investigación sostiene que el movimiento representado por el EZLN
será sumamente inclusivo para con el género femenino, pero que dicha inserción vendrá en base a las
luchas propias de las mujeres, es decir, más que un lugar “dado” será un lugar “ganado”.

Los orígenes del movimiento


El EZLN se dio a conocer ante el mundo como una organización político-militar y mayori-
tariamente indígena que se levantó en armas por la democracia, libertad y justicia para
todos los mexicanos. Su mensaje inicial estaba dirigido al pueblo de México e incluía a
buena parte del mismo –el sector pobre– en su proyecto revolucionario317.
El 1 de Agosto de 1994 explotó el levantamiento zapatista en México, el estallido puso en evidencia
la crisis de un modelo de nación que significaba explotación y miseria para los pueblos originarios, e
instaló un debate nacional a cerca del NAFTA, el acuerdo concretado por Estados Unidos, Canadá y
México, que elimina el proteccionismo y los aranceles entre los tres países, permite el libre movimiento
de mercaderías y de capitales norteamericanos, pero acentúa las barreras a los emigrantes mexicanos
que tradicionalmente intentan juntar las fronteras.
El movimiento tomó el nombre de Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), inspirado
en Emiliano Zapata, el líder de la Revolución de 1910, y proclamó su intención de defender a las
comunidades indígenas dentro de la república mexicana318. El EZLN ocupó simultáneamente y
por sorpresa cuatro municipios del estado de Chiapas y capturó al ex gobernador priísta, Absalón
Castellanos, quien fue liberado un mes después para iniciar las negociaciones de paz con el
presidente mexicano Carlos Salinas de Gortari319.
La Primera Declaración de la Selva Lacandona, documento en el que daban a conocer sus demandas
y plan de lucha, era un llamado para estallar la revolución en contra del “dictador”, en pocas palabras,
desconocían al entonces presidente y llamaban a luchar frente al Tratado de Libre Comercio (TLC) y en
defensa del artículo 27 constitucional, referente a la tierra.
El portavoz del movimiento, el subcomandante Marcos, es un líder atípico: llegó a la selva Lacandona
en 1984 y vivió allí durante 17 años; en sus apariciones públicas nunca se quita su pasamontañas negro
y esconde su nombre real; desde este anonimato personal lucha para que las masas indígenas de
Chiapas dejen de ser ignoradas por las políticas del Estado mexicano320.
Desde 1994 el EZLN tuvo que enfrentar el cerco y el hostigamiento del ejército, el cual invadió y
bombardeó la zona, y fortaleció su resistencia en la selva Lacandona, región chiapaneca cerca de las
fronteras de Guatemala. Además mantuvo el control en distintos pueblos y comenzó allí una reforma
agraria que significó un desafío al poder tradicional de los grandes propietarios de fincas.

317 Hernández Millán, Abelardo, EZLN Revolución para la Revolución (1994-2005), Madrid, Editorial Popular,
2005, p. 405.
318 Dicho movimiento ya venía gestándose en la clandestinidad desde la década del 80, e incluso podemos
rastrear algunos elementos en la década del 70, como el proceso migratorio hacia la selva lacandona por parte
de muchos sectores de la sociedad que no lograban integrarse (económicamente hablando) a las ciudades, las
políticas de catequización implementadas por Monseñor Samuel Ruíz y los diferentes movimientos indigenistas,
como el Congreso Nacional Indígena. En estas instancias previas, se desarrollarán campañas de reclutamiento
y concientización de las masas campesinas. Todo esto, constituirá un importante caldo de cultivo, el cual
desembocará en la insurrección de 1994.
319 Gallego, Marisa; Eggers-Brass, Teresa y Gil Lozano, Fernanda, Historia Latinoamericana 1700-2005.
Sociedades, culturas, procesos políticos y económicos, Buenos Aires, Maipue, 2006, p. 475.
320 Ídem

Sujetos históricos y transformaciones sociales en América Latina 90


Chiapas es una región multiétnica, donde viven cerca de 900.000 descendientes de los pueblos mayas
(tzeltales, tzotziles y choles) que representan el 80% de la población del lugar; la economía es básicamente
cafetalera y los terratenientes locales han mantenido su tradicional régimen de explotación y un orden
social racista, además la zona es rica en petróleo y genera la mayor producción eléctrica del país.
Ante la prolongada falta de interés estatal por la situación de los indígenas, el zapatismo ha desarrollado
formas propias y originales de autogobierno, consolidando en Chiapas un territorio que le es propio.
Desde 1994, funcionan allí los Municipios Autónomos Rebeldes Zapatistas (MAREZ) y, desde el 2003,
se organizaron las cinco Juntas de Buen Gobierno y los Caracoles. En términos de González Casanova:

El nuevo proyecto zapatista se junta a todas las fuerzas que luchan contra el neolib-
eralismo, contra la guerra económica y militar que hace estragos en los países sujetos
a los sistemas de endeudamiento y saqueo que imponen el Banco Mundial, el Fondo
Monetario Internacional, la Organización Mundial del Comercio, las grandes potencias
encabezadas por el gobierno de Estados Unidos, y sus aliados y subordinados locales
como el actual gobierno de México, y todos los partidos que el Senado y la Cámara de
Diputados de México les negaron y quitaron a los pueblos indígenas los derechos que se
habían comprometido a concederles321.

Además en la selva Lacandona se formaron promotores de salud y de educación bilingües, y se crearon


centros de estudio y radios comunitarias. También se desarrollan foros o encuentros, a los que se
denominan “Aguas calientes”, con el fin de construir redes y vínculos de solidaridad.
Según muchos autores, este movimiento no se presenta como un movimiento separatista, sino
que reclama espacios más autónomos de poder y el desarrollo de una democracia comunitaria,
además de una profunda transformación cultural que intente alejarse de los planteos neoliberales y
mercadocentristas, revalorizando las culturas ancestrales mexicanas, como así también el valor nacional
que deben tener los pueblos originarios.
En el análisis que realiza Carlos Gadea sobre los movimientos indígenas en Latinoamérica de la última
parte del siglo XX, se plantea que

…las prácticas políticas de los movimientos indígenas actuales evidencian una especie de
transición de una política de movimientos (con proyectos globales) hacia una política de
campañas (con objetivos más modestos, locales), transición que no esconde su carácter
reversible y ambiguo322.

Desde el sentido anterior, el movimiento zapatista en sus inicios plantearía una problemática concreta
y carecería de un proyecto de corte globalizante, en la medida en que intenta denunciar y resolver
los problemas de los pueblos originarios de la región de Chiapas. Sin embargo, en muchos de sus
elementos fundantes se pueden advertir las intenciones más amplias del movimiento, en las cuales se
intenta también velar por los derechos de todas las comunidades aborígenes de Latinoamérica.
En la quinta declaración de la Selva Lacandona, subyacen muchas de estas ideas:

Nosotros entendemos que la lucha por el lugar que merecemos y necesitamos en la


gran Nación mexicana, es sólo una parte de la gran lucha de todos por la democracia, la
libertad y la justicia, pero es parte fundamental y necesaria. Una y otra vez, desde el inicio
de nuestro alzamiento el 1 de enero de 1994, hemos llamado a todo el pueblo de México
a luchar juntos y por todos los medios, por los derechos que nos niegan los poderosos
(…) hemos insistido en el diálogo y el encuentro como camino para andarnos (…) desde
321 González Casanova, Pablo, “Los ‘Caracoles’ zapatistas: redes de resistencia y autonomía”, en Revista OSAL,
nº 11, mayo-agosto de 2003, p. 22.
322 Gabea, Carlos, “Emancipación y pragmatismo de los movimientos indígenas contemporáneos. Los cambios
en las prácticas políticas radicales”, en Revista Mexicana de Ciencias Políticas Sociales, Universidad Nacional
Autónoma de México, mayo-diciembre, 2003, p. 24.

91 Historia en Movimiento año III · número 3 · 2014


entonces la guerra siempre ha venido en la boca y los pasos de los supremos gobiernos (…)
como entonces, hoy seguimos caminando junto a todos los pueblos indios en la lucha por
el reconocimiento de sus derechos (…).323

Su líder, el misterioso Subcomandante Marcos, en un reportaje realiza una serie de afirmaciones que
resultan sumamente ilustrativas, sobre los intereses explícitos del movimiento:

Lo que estamos ofreciendo: no es una revuelta social, sino el reconocimiento de ese sector
social (los indígenas), de sus capacidades y, finalmente, de su diferencia (…) no queremos
limosnas, sino la oportunidad de construirnos, dentro de este país, como una realidad
diferente (…) México tiene 200 años como nación independiente, y en todo momento los
indígenas han aparecido como la parte fundamental, pero en ningún momento se ha
reconocido tal cosa (…) Entonces, ¿por qué no reconocer que los indígenas ahí están y que
es preciso darles la oportunidad? Nosotros lo que queremos es una oportunidad324.

El reconocimiento del movimiento de los pueblos originarios es evidente en las palabras de Marcos,
donde no sólo se pretenden reivindicaciones económicas, sino también el desarrollo de formas de
participación política de estos sectores tan marginados y el reconocimiento de la diferencia y de su valor
cultural, como así también el acceso a la tierra, como recurso básico y legítimo de subsistencia.
Lo interesante del movimiento es la lógica de participación que tendrán las personas dentro del mismo
y los mecanismos mediante los cuales la ejercerán. En el análisis que realiza Luisa Ortiz Pérez, se plantea
en qué medida se construye el discurso zapatista (enfrentándose al hegemónico, el neoliberal), el cual
es sumamente inclusivo respecto de los diferentes actores que abarca la región.
Por medio de reuniones, juntas consultivas y de diferentes instituciones creadas al efecto, el
movimiento sondea sobre las opiniones de amplios sectores sociales: “la toma de opinión de todos
los miembros de la comunidad que estén en posición de expresar su opinión –niños y niñas incluidos–
con el fin de tomar decisiones que los incluyan, y que no impliquen sacrificio, sino satisfacción”325.
Desde esta estrategia el mismo movimiento va incorporando a sus filas a los más amplios espectros
de la sociedad, desde un discurso inclusivo y, también, desde la acción directa, generando espacios
de debate y consenso. La toma de decisiones en base a los acuerdos son la clave del consenso
zapatista (según la autora), al respecto explica:

(…) la convicción de que se ha participado en la decisión de forma incluyente genera


lazos indisolubles de solidaridad, respeto y fortaleza, además de cohesión y coherencia,
elementos fundamentales en la realización, gestión y conservación de la resistencia civil.
Desde su creación, el EZLN ha llenado el escenario estratégico y de comunicaciones de
reuniones en las que el acuerdo como toma de decisiones era el protagonista. De estas
reuniones se derivan decisiones muy importantes y se generan instituciones que hoy
en día aseguran la pertinencia del movimiento: el Consejo Indígena de las Mujeres y la
Revalorización de la Ley Revolucionaria de las Mujeres; los Caracoles, ahora ya Juntas del
Buen Gobierno; y/o las comunidades de resistencia, existentes en los estados de México,
Guerrero, Morelos, Oaxaca, Quintana Roo y Chiapas326.

Así las instancias de participación son reales y efectivas en sus objetivos: mover la conciencia de estos
pueblos e invitarlos a la acción directa en pos de cambiar la dura realidad que los circunda.

323 En Gallego et al, op. cit., pp. 499-500.


324 Ibídem, p. 500.
325 Ortiz Pérez, Luisa, Repertorios y herramientas desobedientes. Las contribuciones del Zapatismo a la lucha
contrahegemónica, (s/d), p. 135.
326 Ibídem, p. 136.

Sujetos históricos y transformaciones sociales en América Latina 92


Funcionamiento interno. Las JUNTAS y los CARACOLES
Si bien la organización debe contar con una cierta jerarquía a fin de efectivizar la toma de decisiones
y el adecuando funcionamiento del movimiento, la particularidad del EZLN radica en las formas que
adquieren las diferentes instancias, donde el ideal del consenso y la democrática forma de tomar decisiones
dejan de ser “utopías”, para materializarse a partir de formas concretas. En este sentido, las Juntas del
Buen Gobierno y los Caracoles, creados en el 2003, son el ejemplo palpable de estas afirmaciones.
Las Juntas, definidas como gobiernos “sin relaciones de poder”, son instancias regionales de
autogobierno indígena, integradas por delegados de los respectivos municipios, en las cuales el acto
de gobernar recae sobre toda la comunidad. Tienen la función de contrarrestar los desequilibrios
en el desarrollo de las comunidades, de realizar proyectos productivos, de atender y guiar a las
visitas mexicanas e internacionales en el territorio zapatista y de promover la participación de los
zapatistas en eventos fuera de las comunidades. En el documento sobre la creación de las juntas se
expresan los motivos de las mismas:

El EZLN ha tomado la decisión de reorganizar sus municipios autónomos en zonas,


creando en cada una de ellas una denominada “Junta de Buen Gobierno”. Ante todo, se
trata de facilitar su relación al interior y al exterior, para que no todos los asuntos deban
ser resueltos por la Comandancia327.

Los Caracoles son instancias de coordinación regional, los que también apuntan al desarrollo de
espacios de autogobierno, según las palabras del comandante Javier el proyecto de los caracoles
“abre nuevas posibilidades de resistencia y de autonomía de los pueblos indígenas de México y
del mundo, una resistencia que incluye a todos los sectores sociales que luchan por la democracia,
la libertad y la justicia para todos”328. Desde este organismo se busca crear autonomía en los
“territorios rebeldes”. En términos de González Casanova “el proyecto de los caracoles es un
proyecto de pueblos-gobierno”329 donde las comunidades nombran a sus autoridades locales y
a sus delegados para que cumplan su mandato en los distintos niveles, a sabiendas de que si no
los cumplen serán revocados. La lógica que rige la misma es “mandar-obedeciendo”, donde los
líderes no deben imponerse por sobre la voluntad de las mayorías, sino que actúan en base al
consenso y su accionar es ejemplo para la comunidad.
De esta manera, estas instancias de participación (las juntas a un nivel más general, y los
caracoles a un nivel más local), ponen en evidencia la fluidez en los canales de comunicación
dentro del movimiento, donde no se da la tan problemática “burocratización” de las estructuras
organizacionales (la que siempre es una dificultad de cara al interior de los movimientos
revolucionarios), ni tampoco el despotismo y autoritarismo de los líderes en el poder; todo lo
contrario, las mismas nos permiten advertir el componente democrático que caracteriza este
movimiento en particular, donde es posible combinar una resistencia consensuada y compartida,
con altos índices de autonomía y capacidad de toma de decisiones.
La siguiente cita resulta explicativa al respecto:

En la Otra Campaña están muchas criaturas del zapatismo, grupos y formas de


organización que nacieron a partir de 1994 y que han caminado con las comunidades
rebeldes durante años hasta conformar su propia manera de vivir en el zapatismo.
Hay quienes presionan para dejar de fumar o de consumir determinados productos. En
contraste, hay quienes reivindican el derecho a fumar y tomar lo que cada quien decida.
Y por extraño que parezca, grupos y personas con puntos de vista tan encontrados y
tan distintos caminan ya juntos hacia la construcción de algo distinto, de un espacio en

327 Fragmento extraído del documento original. En línea: www.zapata.com


328 González Casanova, op. cit.
329 Ídem.

93 Historia en Movimiento año III · número 3 · 2014


que sea posible convivir y luchar en colectivo aunque se tengan visiones del mundo tan
contrastadas, pero con un objetivo común que nos identifica: estar por la humanidad y
contra el neoliberalismo y encontrarnos dispuestos a cambiar este país330.

La mujer. Instancias formales de lucha


El hecho de que mujeres indígenas completamente marginadas en el ámbito laboral,
familiar o social, participen con tal protagonismo en el Ejército Zapatista de Liberación
Nacional (EZLN) y produzcan leyes específicamente para ellas, ha constituido una fuente
de renovado interés para muchas personas331.

En el presente apartado se intentarán abordar aquellas instancias “formales” de participación donde,


desde diferentes perspectivas, las mujeres zapatistas (e indígenas) consiguieron la sanción de leyes,
la erección de instituciones específicas a sus intereses, las que permitieron expresar sus reclamos,
“materializar” sus luchas. A saber: la Ley Revolucionaria de Mujeres, producto legislativo del movimiento
zapatista, el Consejo Indígena de Mujeres y, a un nivel más amplio, la participación de las mujeres
zapatistas en la Primera Cumbre de Mujeres Indígenas de las Américas, donde las mismas expresaron
problemáticas de género, pero también étnicas, sociales y culturales. A continuación se intentarán
plantear los lineamientos generales de estas tres instancias.
Su formalidad radica en el hecho de que éstas se reflejan, no en instancias informales o “espontáneas”,
sino por medio de instituciones o normativas concretas (sin intentar, con ello, analizar el verdadero
alcance o los resultados que las mismas tuvieron).

a. Ley Revolucionaria de las Mujeres


A decir del EZLN, la “revolución interna” que vivió en el mes de marzo de 1993 dio por
resultado la Ley Revolucionaria de las Mujeres Zapatistas, un documento referido
exclusivamente a la experiencia de las mujeres indígenas, resultado de una discusión y
elaboraciones internas y que, por añadidura, no tiene parangón en los otros revolucionarios
o guerrilleros en América Latina332.

La Ley Revolucionaria de Mujeres del EZLN publicada en el periódico zapatista “El Despertador
Mexicano” fue distribuida en todas las poblaciones tomadas por el EZLN la madrugada del primero de
enero de 1994. La misma pretende reflejar el trabajo realizado durante las etapas previas a lo largo de
las cuales se fue constituyendo el movimiento.
A partir de la conformación del Comité Clandestino Revolucionario Indígena (CCRI), diferentes mujeres
chiapanecas, de las más variadas tradiciones étnicas (tzeltales, tzotziles, tojolabales, choles y mam) dejaron
sus comunidades para empuñar las armas al lado de sus compañeros revolucionarios, desarrollando
campañas clandestinas de concientización e incorporación de otras mujeres al movimiento.
Según el estudio realizado por Inés Castro Apreza “Mujeres Zapatistas: en busca de la ciudadanía”, la
autora afirma la existencia de dos leyes. La primera que surge en 1993 y que se publica en 1994, y la
segunda que se dará a conocer en 1996. Una consta de 10 artículos, y la otra de 31 (la segunda), la cual
se caracteriza por ampliar muchas nociones de la primera. Así, Castro Apreza sostiene que esta última
elimina el sesgo revolucionario (contenido en tres artículos de la primera), lo cual tiene una explicación
histórica: la de 1994 fue escrita en 1993, donde aún el movimiento no se había dado a conocer y actuaba

330 Gutiérrez, Eugenia, “El bordado de Ramona”, en Revista Rebeldía nº 37, noviembre, 2005, p. 19
331 Castro Apreza, Inés, Mujeres Zapatistas: en busca de la ciudadanía. En línea: www.gupea.ub.gu.se
332 Ídem.

Sujetos históricos y transformaciones sociales en América Latina 94


desde la clandestinidad, motivo por el cual la necesidad de revolución y toma del poder se hacían claras;
luego, de cara a los sucesos políticos que continuarán a la toma del poder en la región de Chiapas y las
diferentes políticas tomadas por el Estado de México, la situación cambiaría, junto con estos aspectos.
No obstante, el objetivo del presente trabajo es analizar en líneas generales cuál es el contenido legal
sustentado por ambas, qué cuestiones reclaman estas mujeres, cuáles son sus principales necesidades.
Es posible comprender la lógica del proceso activo de la mujer en la construcción de dicha normativa
a partir de un caso concreto. En este sentido, el trabajo realizado por una mujer de la cultura tzotzil,
Susana, resulta maravillosamente asombroso. La misma participaba activamente del CCRI, y la
organización le encomienda la tarea de recorrer decenas de comunidades para hablar con las diferentes
mujeres, conocer su realidad, recoger sus inquietudes, con todo ello, elaborar alguna normativa o escrito
a partir de las reflexiones que la experiencia suscite en ella333.
Cuando se reunió el CCRI a votar las leyes, fueron pasando una a una las comisiones de justicia,
ley agraria, impuestos de guerra, derechos y obligaciones de los pueblos en lucha, y la de mujeres.
A Susana le tocó leer las propuestas que había juntado del pensamiento de miles de mujeres
indígenas, y la repercusión que dentro del movimiento tendrán estas ideas serán importantísimas,
en la medida en que serán el fundamento teórico de la normativa. Ideas como: “queremos que no
nos obliguen a casarnos o a tener hijos si no queremos” o “queremos derecho a estudiar y hasta
de ser choferes”, evidencian la magnitud y amplitud de sus pedidos, los que, sin lugar a dudas,
reflejaban a muchas mujeres de la zona.
Dentro de los principales puntos que la normativa posee, podemos destacar: las mujeres tienen derecho
de trabajar y recibir un salario justo (Segundo), las mujeres tienen derecho a decidir el número de hijos
que pueden tener y cuidar (Tercero), las mujeres tienen derecho a la educación (Sexto), ninguna mujer
podrá ser golpeada o maltratada físicamente ni por familiares ni por extraños, los delitos de intento de
violación o violación serán castigados severamente (Octavo); las mujeres tendrán todos los derechos y
obligaciones que señalan las leyes y reglamentos revolucionarios (décimo)334.
Con todo esto, podemos advertir en primera instancia la terrible situación de marginalidad a la
que estaban expuestas las mujeres de la región, en la medida en que muchos de sus planteos
tienen que ver con la satisfacción de necesidades básicas, tales como el acceso a la salud y a
instancias higiénicas y cuidados de parto, o a derechos que en otros países del mundo ya estaban
consolidados, como lo son la elección de cónyuge o la cantidad de hijos a tener; y en segunda
instancia, es de destacar el alto índice de participación en la construcción de la misma, ya que
las diferentes mujeres, desde los órdenes más bajos del movimiento (incluso muchas que no
participaban del mismo, tal como se ve en el trabajo de rastreo e indagación que realiza “Susana”)
han podido expresar sus necesidades y problemas, los que intentan reflejarse en los puntos más
importantes que constituyen la normativa. La siguiente cita resulta ilustrativa en este último
sentido y es el testimonio de una mujer que vivió tal proceso:

333 Según explican las fuentes bibliográficas, en las instancias previas a la Declaración de 1994, el movimiento,
cuya base de acción será el CCRI, comienza a recoger una serie de cuestiones con el fin de comenzar a esbozar lo
que serían luego las Leyes Revolucionarias.
334 Resulta interesante destacar algunos datos de la realidad de la mujer en la zona, para comprender
la importancia que esta ley tiene para el género femenino: “en Chiapas, un estado que cuenta con el 3%
de la población total de México y provee el 54% de su fuerza hidroeléctrica así como el 13% de su maíz,
aproximadamente el 70% de las comunidades indígenas no tienen ni agua potable ni electricidad, más de 8.5
mujeres de cada 10,000 son víctimas de muerte por parto, el 80% de las mujeres indígenas no tienen acceso
a contraceptivos (aún cuando esto esté cambiando rápidamente en la zona zapatista), y en donde en muchas
comunidades no-zapatistas las jóvenes casaderas son aún ‘vendidas’ a su futuro cónyuge por sus padres u
obligadas a casarse contra su voluntad por medio del rapto. También el porcentaje de mujeres monolingües en
una de las cinco lenguas mayenses que se hablan en el estado es significativamente más elevado que el de los
hombres, como lo es su analfabetismo. En Chiapas, durante siglos, las mujeres indígenas han vivido bajo el férreo
control de padres, hermanos y esposos, víctimas de malnutrición en su gran mayoría y siempre en peligro de
morir debido a complicaciones de parto menores, tuberculosis, o enfermedades curables”. Fragmento extraído de
La ley Revolucionaria de las Mujeres del EZLN: breve análisis de su evolución. En línea: www.actab.utexas.edu.

95 Historia en Movimiento año III · número 3 · 2014


no había derecho, no había muchas pues, sobre todo la mujer indígena, pero la que no es
indígena también, pero como se dieron cuenta pues como estaba la situación de la mujer,
tanto del campo y de la ciudad, por eso pues decidieron pues elaborar la ley revolucionaria
de mujeres, pero tomando en cuenta pues la vida de las mujeres como era.335

b. Consejo Indígena de Mujeres


La organización, con el fin de lograr mayores instancias de participación, fue creando, a medida que los
acontecimientos y el trascurrir de la historia lo demandaban, una serie de instituciones de cooperación.
Y no sólo el EZLN, sino que los mismos ciudadanos crearon ciertos espacios para participar del
movimiento o para contribuir a la mejora de sus condiciones de vida. Con este fin, comenzarán a
surgir Consejos, cuyos fines serán específicos de cara a las demandas que los mismos esbozarán; a
saber existen Consejos Autónomos (que reciben el apoyo de las sociedades civiles) los que construyen
escuelas, capacitan promotores de educación y en algunos casos han creado sus propios contenidos
educativos y pedagógicos.336 Así desde éstos, por ejemplo, las mujeres han fomentado la educación
para las niñas indígenas, que ancestralmente han sigo marginadas del sistema educativo.
Dentro de este contexto, el Consejo de Mujeres será una instancia concreta que tendrán muchas
comunidades, mediante las cuales las mujeres realizarán trabajos, expresarán ideas y se involucrarán
dentro del movimiento:

ciertamente, ha permitido que muchas mujeres desarrollen cualidades de liderazgo: aprendan


a hablar el español, así como a leer y escribir; establezcan mayores relaciones con mestizos
en las ciudades y combinen el trabajo productivo con su participación en talleres, marchas y
otras actividades relacionadas con sus derechos como mujeres, etc. Estas bases de apoyo
zapatistas son con frecuencia las representantes o dirigentes de las cooperativas (…).337

Esta instancia institucionalizada de participación concreta, la que en muchas ocasiones y con diferentes
nomenclaturas son previas al pronunciamiento de 1994, le aportan a la mujer una revalorización de su
rol social y de la importancia que el mismo detenta para la continuidad del movimiento:

Las mujeres han accedido a experiencias que han modificado su posición en el ámbito
comunitario. Tareas de responsabilidad social a través de cooperativas, promotoras de
salud, cajas de ahorro, y en muchas ocasiones han tenido que negociar directamente
con las autoridades. Aunque la experiencia es diferente según las regiones, esto ha ido
ocurriendo un poco por todos lados.338

Parecería ser que con el tiempo este Consejo se fue fusionando con otras instancias de participación y
consenso igualitario339, como lo son las Juntas o los Caracoles, donde las mujeres participan activamente
en la misma condición que los hombres.

335 Fragmento extraído de: “Cómo hacen los trabajos. Parte III”. Publicado en Revista Rebeldía, México, n° 76,
2011, pp. 17-25.
336 Hernández, op. cit., p. 377.
337 Castro, op. cit.
338 Millán, Margarita “Las zapatistas de fin del milenio. Hacia políticas de autorepresentación de las mujeres
indígenas”, Revista Chiapas 3, 1996. En línea: http://www.revistachiapas.org/No3/ch3.html
339 Ya que las mismas comienzan a desaparecer o dejan de ser mencionadas en las fuentes bibliográficas
analizadas como entidades independientes o específicas.

Sujetos históricos y transformaciones sociales en América Latina 96


c. Primera Cumbre de Mujeres Indígenas de las Américas
Del 30 de noviembre al 4 de diciembre, más de 350 delegadas de 22 países se congregaron en
Oaxaca, México, en la Primera Cumbre de Mujeres Indígenas de las Américas. La Iniciativa Indígena
por la Paz (IIP), en coordinación con el Foro Internacional de Mujeres Indígenas (FIMI), el Enlace
Continental de Mujeres Indígenas (ECMI) y el apoyo de la Unidad de la Mujer en el Desarrollo del BID,
fueron los entes organizadores de la misma.
Dentro de los principales objetivos, podemos mencionar: la necesidad de visibilizar los logros que
las mujeres indígenas han conseguido en los diferentes campos de acción, compartir y sistematizar
experiencias de participación y construcción de relaciones interculturales respetuosas promoviendo
el intercambio intergeneracional y fortalecer y ampliar las redes de información y organización de las
mujeres indígenas de las Américas, entre otros.
Se debatieron propuestas políticas y un Plan de Acción y formularon recomendaciones a diferentes sectores
de la sociedad, lo cual se materializó en la Declaración de Oaxaca, la que reviste los siguientes puntos:
• formularon “propuestas sobre Derechos Humanos y Derechos Indígenas; Empoderamiento y
Fortalecimiento del Liderazgo de las Mujeres Indígenas; Espiritualidad, Educación y Cultura; Desarrollo
y Globalización; y Género desde la Visión de las Mujeres Indígenas”340.
• reconocieron a las mujeres indígenas como agentes activos dentro del proceso revolucionario y de las
luchas reivindicatorias.
• denunciaron la discriminación que siguen sufriendo las mujeres, como así también el racismo, la
exclusión, la pobreza, la negación a ocupar cargos de poder, el machismo, la discriminación laboral,
étnica y de género.
• y reconocieron que si bien en los últimos años se han incrementado las instancias de debate y
participación de la mujer en diferentes foros internacionales donde las indígenas han planteado sus
demandas, la realidad obliga a denunciar la escasa materialización en políticas concretas tendientes
a resolver su situación. Al respeto declaran:

Reafirmando, que las mujeres indígenas confrontan un incremento en la violencia, de


la prostitución forzada dirigida a las mujeres indígenas y niñas y niños en la región de
las Américas, al igual que son directamente afectadas por los conflictos armados, la
militarización y leyes contra el terrorismo resultando en el incremento de situaciones de
desplazamientos internos y externos de mujeres indígenas, aumentando así los niveles
de pobreza y el número de violaciones de derechos humanos, particularmente violencia
contra las mujeres indígenas.

Muy interesante resulta la incorporación de la idea de “empoderamiento”, al respeto la declaración establece:

incorporar el concepto de empoderamiento que contribuya a establecer alternativas en la


búsqueda de soluciones a sus problemas, incluyendo procesos de toma de conciencia de
los hombres, quienes muchas veces representan la primera barrera que deben superar las
mujeres indígenas para acceder a espacios de participación.

En este sentido, uno de los documentos generados en esta misma conferencia, “El empoderamiento
para garantizar la plena, activa y propositiva participación de la mujeres indígenas y el fortalecimiento
del liderazgo”, toma como ejemplo el caso mexicano de Chiapas, mediante el cual las mujeres en su
afán de establecer un cambio en la lógica de una sociedad que las oprime, las invisibiliza y las margina,
se involucran en la lucha armada del EZLN. El proceso de involucramiento inicial de dos mujeres en la
lucha armada, llevó al desarrollo de un proceso de empoderamiento de otras mujeres indígenas, lo que
se traduce en amplios espacios de acción dentro de la lucha armada y en los procesos de organización
y participación de las mujeres indígenas de Chiapas, en la búsqueda de soluciones a sus problemáticas.

340 Extraído textualmente del texto original. En línea: www.argentina.indymedia.org

97 Historia en Movimiento año III · número 3 · 2014


Así, las propias mujeres no sólo tomaron las armas para acceder al poder al igual que los hombres,
sino que crearon espacios de acción, se involucraron con otras mujeres, recorrieron ciudades y pueblos,
escucharon sus problemáticas y las fueron involucrando al movimiento, siempre desde el reconocimiento
de su situación de opresión y de marginalidad, y de la necesidad extrema de hacer algo al respecto.
Así la cumbre cita como ejemplo el espacio de acción que recobra la mujer aborigen dentro del territorio
chiapaneco, pero no deja de reconocer los límites de la misma, en la medida en que menciona la
vigencia de ciertas condiciones de marginalidad que sufre el género.

Las comandantas
“No se desanimen, porque no nos queda otro camino que seguir luchando juntos, hombres
y mujeres…porque sin los hombres y sin las mujeres no avanza la lucha”. (Palabras de la
subcomandante Esther)341

Ciertamente podemos observar la acción política de las mujeres (concretamente indígenas) en esta
organización, personificada, la misma, en la figura de las “comandantas”, cuyo papel no podemos
rastrear desde los orígenes del movimiento, pero el imperativo sostenido por las mujeres aborígenes
de participar en la organización fue un elemento determinante en la incorporación de las mismas al
ejército. Al respecto se expresa: “Las mujeres conforman la tercera parte de las fuerzas combatientes
del EZLN, movimiento al que están excepcionalmente integradas. Existe además un grupo mucho más
numeroso de mujeres zapatistas que pertenecen a las bases de apoyo del EZLN”.342
Inés Castro Apreza realiza un análisis sumamente interesante con relación a las características
sociológicas de las mujeres incorporadas al movimiento: en primera instancia sostiene que las mismas
constituyen un sector etario joven, las que no están casadas ni tienen hijos y presentan un importante
desapego de la familia nuclear (abuelos, tíos, madre, padre, hermanos); todo lo cual favorece la
posibilidad de reclutarse y destinar su vida a la lucha reivindicativa. De todos modos, esto no significa
que las mujeres casadas y con hijos no formen parte del movimiento, sólo que lo hacen de otra manera,
desde las comunidades constituyendo las denominadas bases de apoyo, muchas de las cuales tienen
la función de alimentar a los rebeldes diseminados por la selva.
Desde los inicios del movimiento las mujeres han participado, no un número demasiado amplio, pero el
ejemplo de las primeras resultó ser un motor impulsor para que muchas otras accedan al movimiento
(sumando a esto la difusión de la transgresora Ley Revolucionaria de Mujeres, cuyo contenido resultaba
sumamente atractivo para estas mujeres marginadas). La experiencia de la mayor Ana María dentro de
las filas del EZLN se desarrolló de esta manera:

...de muy jovencita, con unos 14 años, cuando salí de mi casa y me enteré que existía una
organización armada me decidí... Pasé muchos años participando y aprendiendo sin que mi
familia se diera cuenta... Muchas mujeres se dedican a esto porque ven que no tienen ningún
derecho dentro de su propia comunidad, no tienen derecho a la educación ni a prepararse;
las tienen así como con una venda en los ojos sin poder conocer nada; las maltratan, son
explotadas, o sea, la explotación que sufre el hombre la sufre la mujer mucho más porque
está marginada. Aparte de los trabajos que hace en su hogar, aparte de lo que sufre de ver
morirse a sus niños, sufre porque no les puede dar nada, no les puede dar buena alimentación.
Y además no tiene ningún derecho, no son tomadas en cuenta, nos tienen así, a un lado.

341 Gutiérrez, “El bordado de Ramona”, op. cit., p. 22.


342 Texto extraído de: La ley Revolucionaria de las Mujeres del EZLN: breve análisis de su evolución. En línea:
www.actab.utexas.edu

Sujetos históricos y transformaciones sociales en América Latina 98


Hablo de las compañeras de los Pueblos y de la mujer en general en nuestro país, que sufre
las mismas injusticias. Pero en realidad si tenemos capacidad, podemos hacer otras cosas
que no sea el trabajo dentro de la casa y criar niños. Podemos aprender343.

Así la organización fue creando conciencia y brindando espacios de acción e intervención para ellas:

Antes de su ingreso a la organización rebelde –al igual que todas las mujeres indígenas
de Chiapas y del país– las mujeres zapatistas fueron socialmente desvalorizadas,
culturalmente discriminadas y económicamente marginadas (…) En razón de su condición
de género y de su pertenencia étnica, así como por la ubicación en la escala social, la mujer
indígena ha sido colocada históricamente en una posición de desventaja social, política,
económica y cultural; mucho mayor que la correspondiente a la mujer mestiza (…) En una
sociedad predominantemente machista y racista, ésta [la ley] constituye una referencia
ejemplar y un acontecimiento histórico344.

Por otra parte, estas mujeres nunca se conformaron con “acompañar” a los hombres en el trabajo
guerrillero o “asistirlos”, todo lo contrario, siempre pretendieron estar en igualdad de condiciones ante
ellos, así durante la insurrección del 1 de Enero de 1994, la mayor Ana María dirigió la toma de San
Cristóbal de las Casas, la capitana Irma condujo la columna guerrillera en la ocupación de Ocosingo, y
la capitana Maribel estuvo a cargo de la toma de la estación de radio en Las Margaritas. De la misma
manera, las comandantas Trini, Ramona y Esther, han tenido posteriormente un papel destacado como
voceras o como representantes del EZLN. Al respecto explica Hernández Millán:

las mujeres zapatistas están muy lejos de parecerse a las soldaderas o “adelitas” de la
Revolución Mexicana de 1910 –que, con sus excepciones, seguían a “sus hombres” en los
combates, casi siempre para preparar sus alimentos o para compartir su lecho– o cualquier
otra figura equivalente al reposo del guerrero345.

Muchas mujeres se han destacado dentro del movimiento, cuyos nombres y personalidades han
quedado impregnados en el colectivo de los integrantes. Inicialmente son tres las que destacan: las
comandantas Ramona y Susana, y la Mayor Ana María. La comandanta Ramona fue la primera mujer
comandanta política y la más radicalizada en sus posturas según el mismo subcomandante Marcos.
En su entrevista a la Comandanta Ramona, publicada en la “Doble Jornada” del 7 de marzo de 1994, y
titulada “No nos dejen solas”, las periodistas Matilde Pérez y Laura Castellanos escriben que:

(…) las mujeres fueron protagonistas invisibles de los acontecimientos que trascendieron
las fronteras del país. En ese momento no se supo (...) que una de ellas (la Mayor Ana María)
fue la responsable de la toma de la segunda ciudad en importancia de Chiapas, cuyo
operativo se consideró por el EZLN un éxito porque no se registraron pérdidas humanas346.

A saber de la Mayor Ana María, hay un interesante testimonio sobre la forma en la cual se introduce al
movimiento:

Muchas de las mujeres que han entrado al EZLN han llegado sin avisar a sus familias. Yo
cuando salí de mi casa y me enteré de que existía una organización armada, me decidí y
me dije ¡Yo también voy a tomar las armas! porque uno de mis hermanos ya estaba; pero

343 Fragmento extraído del documento generado en el I Cumbre de las Mujeres Indígenas de las Américas,
titulado " El empoderamiento para garantizar la plena, activa y propositiva participación de la mujeres indígenas y
el fortalecimiento del liderazgo". En línea: http://www.redcontralatrata.org/?rubrique46&entidad=Actividades&id=305
344 Hernández, op. cit., pp. 61, 63 y 66.
345 Ibídem, p. 66.
346 Texto extraído de “La ley Revolucionaria de las Mujeres del EZLN: breve análisis de su evolución”. En línea:
www.actab.utexas.edu

99 Historia en Movimiento año III · número 3 · 2014


mis papás, la mayoría de mi familia no sabía nada. Entonces salí huyendo de mi casa y
fui a buscar a mis compañeros para poder integrarme también y así pasé muchos años
aprendiendo y participando en esto sin que mi familia se diera cuenta. Esto ha pasado
en muchos lugares, en muchas familias. Allí mi hermano y yo aprendimos las primeras
letras y a hablar castilla. Después nos enseñaron tácticas de combate y política para poder
hablar con el pueblo y explicarle nuestra causa. Pedimos tierra y el gobierno no la daba,
entonces empezaron las tomas y la respuesta era la represión. Entonces nos dijimos “si a
la buena no dan, entonces a la mala”, la tomamos y empezamos a armarnos. Las mujeres
fueron entrando porque veían nuestra presencia dentro del ejército; entonces las mujeres
de los pueblos empezaron a instruir a sus hijas, hermanas, nietas y les decían “es mejor
agarrar un arma, es mejor pelear”347.

Como claramente expresa la cita anterior, el reclutamiento de las mujeres al movimiento se hacía desde
la clandestinidad y a partir del ejemplo de las primeras (las mujeres se iban incorporando en la medida
en que veían a otras dentro del movimiento), donde la participación era sumamente activa y no se
basaba sólo en el empuñamiento de las armas, sino que además se las instruía en política, en oratoria,
se les enseñaba a leer y se creaba conciencia en ellas. A su vez, la introducción de las primeras (tal
como fue el caso de Ana María) se da a partir del nexo de un hombre, pero luego serán éstas las que
incorporen a otras mujeres al movimiento.
Las mujeres zapatistas recuerdan con mucho cariño a la comandanta Ramona, y aún después de
su muerte, toman su desempeño dentro de la organización como un buen modelo a seguir: en una
entrevista la Comandanta Yolanda expresa que:

Entiendo yo su pensamiento la comandanta Ramona es luchar para lograr su derecho


todas las mujeres indígenas y no indígenas también. Cuando ella vivía luchó, trabajó,
mostró que las mujeres indígenas tiene capacidad y es valienta para hacer la lucha348.

Susana fue una de las principales activistas que recolectó información y sondeó la situación del
género, para esbozar luego la revolucionaria Ley femenina. Su legado es reconocido por las mujeres,
pero también por los hombres del movimiento.
Innumerables testimonios de las diferentes comandantas figuran en textos impresos o digitales,
debido fundamentalmente a la cantidad de escritos que hay sobre la temática y el aprovechamiento
que de ello hacen las actuales tecnologías, donde poseemos amplias publicaciones en internet; no
obstante, el objetivo de este trabajo es evidenciar la participación activa que estas mujeres tienen al
interior de la región y el reconocimiento que el movimiento les otorga, involucrándolas en la lucha,
desde las armas pero también desde la concientización.
Incluso si analizamos el discurso de las mujeres zapatistas resulta sorprendente la utilización de
conceptos tendientes a eliminar la invisibilización de la mujer en las expresiones. En este sentido
la utilización de los vocablos “comandanta” o “valienta”, representan claras afirmaciones de las
teorías de género, las que intentan eliminar de las expresiones el masculino genérico e incorporar
conceptos femeneizantes de las diferentes acciones o factores atribuidos a las mujeres. Así, el
concepto “comandanta” refleja a la mujer desde todas sus perspectivas: como actora social, con
un género que le es propio, como sujeto histórico y específico del movimiento zapatista. Las
mujeres están presentes en todos los órdenes del movimiento, pero no son hombres, son otra
cosa, y es bueno que el lenguaje las “haga presentes”.
Finalizando este apartado, se retoma la frase o el “doble grito” de la comandanta Ramona “Nunca más
un México sin nosotros” (los indígenas) y “Nunca más un México sin nosotras” (las mujeres). Así, doble
será la lucha de estas mujeres zapatistas, por ser indias y por ser mujeres.

347 Ídem.
348 Extraído del texto “Cómo hacen los trabajos. Parte III”, op. cit. La comandanta falleció en el año 2006, a
causa de una grave enfermedad, la cual padeció durante mucho tiempo, pero que no limitó su activismo político.

Sujetos históricos y transformaciones sociales en América Latina 100


Conclusión
El nuevo siglo nos invita al cambio, a revisar arcaicas prácticas que se mantienen vigentes y
“evolucionar” (en el mejor sentido de la palabra): avanzar, crecer, mejorar. Al respecto, el rol social
de la mujer reviste trascendental importancia, debido a que las luchas erigidas por las primeras
feministas de principios del siglo pasado exigen recoger los frutos en la historia, materializarse
en prácticas concretas y en situaciones donde adquieran visibilidad. Mujeres que asumen el
máximo rol de poder en sus estados nacionales, intelectuales de primera categoría, artistas
deslumbrantes, militantes políticas y sociales, entre los muchos de los espacios que hoy ocupan
las féminas latinoamericanas, no sin esfuerzo y no sin prejuicios.
El caso que concierne a México resulta paradigmático en muchos sentidos, pero en dos
fundamentalmente: el rol que asumen los pueblos originarios como demandantes de derechos y
garantías, capaces de tomar el poder de un modo bastante pacífico, organizándose y autogestionando
instancias abocadas a la tarea de mejorar su paupérrima situación de vida; y la innegable participación
que han tenido las mujeres, no como mero agregado que incrementa el número de personas que
constituyen el movimiento, sino desarrollando actividades de importante índole, tales como la
concientización del pueblo, el sondeo de opinión, la capacitación a otras mujeres, entre otras tantas, las
que ponen en evidencia el rol protagónico que adquirieron a lo largo de dicho proceso histórico.
Finalizando el presente trabajo de investigación y retomando la hipótesis planteada en la introducción,
es posible advertir una serie de postulados concluyentes:
En primera instancia, el movimiento del EZLN desde sus orígenes intenta ser un instrumento de
democratización y visibilización de las demandas de los grupos indígenas de la región de Chiapas
y de todo el territorio mexicano. Al respecto, ha desarrollado (no sin limitaciones) una serie de
instancias de participación en las que todos los miembros de la comunidad realizan aportes,
cooperan, intervienen y se comprometen con el movimiento.
En segunda instancia, el rol que la mujer ha desempeñado dentro del mismo es de destacar, no
porque los líderes del movimiento se lo hayan concedido, sino porque ellas se lo han reclamado y con
valentía lo han ganado, desafiando todos los prejuicios de las comunidades en las que estaban insertas,
revolucionando las estructuras imperantes y revalorizando su papel social. Muchos son los límites que
se han encontrado a cerca de la participación de la mujer y del reconocimiento que la misma adquiere al
interior de los diferentes estados y movimientos, no obstante, sería erróneo no reconocer el activo rol y la
reivindicación que los hombres le atribuyen a su tarea dentro del EZLN, donde los mismos comandantes
recalcan en sus comunicados el rol de estas mujeres, incluso ellas mismas hablan en público, escriben, se
expresan, sin pedir permiso a los hombres. La siguiente cita resume lo dicho hasta el momento:

La Ley Revolucionaria de Mujeres, el “primer alzamiento del EZLN” es la punta de un iceberg.


Nos marca la huella de un profundo proceso de incorporación de las mujeres indígenas en
la gestión política de sus comunidades. Discutida por casi un año y aprobada en marzo
de 1993, es un documento testimonial al tiempo que el primer marco normativo de los
derechos y las aspiraciones del sujeto femenino indígena. Se trata de la necesaria irrupción
en el discurso de lo que se venía observando: gran participación de jóvenes indígenas en las
filas militares zapatistas, mayor participación de mujeres indígenas en sus filas de apoyo,
proliferación de cooperativas de mujeres indígenas, de organizaciones no gubernamentales
que apoyan a las mujeres en el ámbito de la salud y de los derechos humanos, todos estos
procesos confluyentes en la focalización, dentro de las demandas sociales y políticas, del
territorio asignado al género y las demandas específicas que se desprenden de él.349

Retomando el título del presente trabajo de investigación, podemos afirmar que dentro del zapatismo se
creó un movimiento, encabezado por estas mujeres, las “comandantas”, las que desarrollaron una serie
de intervenciones para denunciar y mejorar su calidad de vida. Desde instancias más formales de lucha

349 Millán, “Las zapatistas de fin del milenio…”, op. cit.

101 Historia en Movimiento año III · número 3 · 2014


(como leyes, la creación de consejos o la intervención en convenciones internacionales) hasta la acción
directa (empuñando armas, tomando municipios, capacitando a sus compañeras, concientizando a
otras mujeres), han intentado cambiar el orden de las cosas: superar la discriminación étnica que sufrían
por ser indígenas, la discriminación de género que sufrían por ser mujeres, la discriminación material
que sufrían por ser pobres.
No hay que ser irrealistas, aún quedan muchas cosas por hacer, pero la hipótesis se afirma: el movimiento
zapatista logró incluir (como predica en sus comunicados) a hombres y a mujeres. Y esas mujeres, no
se han incorporado al movimiento de forma “pasiva”, mucho tuvieron que ver en ello. Innegablemente,
las mujeres del continente desde las más variadas situaciones están penetrando en la realidad social,
política, económica y cultural, emitiendo su voz, haciendo oír sus pedidos.

Sujetos históricos y transformaciones sociales en América Latina 102


“Quilapán dijo sus palabras durante todo el día.
Se acordó de que su padre Mangin (Mañil) había defendido
sus tierras.
No quería que sus mujeres y sus hijos fuesen
sirvientes de los chilenos.
Así dijo, deben hacerlo ahora los caciques.
Los abajinos van a ser engañados por el gobierno.
Coñoepán y Painemal son como las vacas maneadas
que se dejan sacar la leche sosegadas”.

Tomás Guevara
La resistencia restauradora
El Ñidol Longko Mañil Wenü y la desposesión territorial del País mapuche
(1850-1860)

Fernando Pairican Padilla350

La Ocupación de La Araucanía. Ese maldito proceso histórico que expandió al centralismo de


Santiago por sobre la vieja frontera a partir de 1860. Ese proceso que arrebató a los mapuche sus
fértiles tierras y selváticos bosques antiguos, para producir el alimento de la incipiente industrialización
del norte salitrero y alimentar las bocas del capitalismo decimonónico en proceso de expansión. ¿Un
proceso inevitable? Tal vez, como ha señalado Eric Hobsbawm, a partir de 1850 la humanidad vio
emerger el triunfo de “una sociedad que creía que el desarrollo económico radicaba en la empresa
privada competitiva y en el éxito de comprarlo todo en el mercado más barato (incluida la mano de
obra) para venderlo luego en el más caro”.351
La elite chilena, para mediados del siglo XIX ya había logrado completar el diseño político que le permitió
consolidar su proyecto institucional. Proyecto que para “la década de 1860 terminó por consolidarse”.352
No fue extraño, que aquella madurez del orden oligárquico facilitara su expansión hacia los rincones
donde el estado-nación aún no había logrado penetrar, que a su vez simbolizaba el segundo pilar del
orden oligárquico chileno: el desarrollo material.
Para 1860, la elite de la república se caracterizaba por mantener una mayor autonomía, tranquilidad
y recursos para dedicarse al establecimiento de las bases del “progreso” económico de la república.
Aquella palabra clave de la época, “masiva, ilustradora, segura de sí misma, autosatisfecha, pero sobre
todo, inevitable”.353 En esa perspectiva, el año de 1860 es clave en la historia mapuche, es el momento
en que la elite excluye de su proyecto a las parcialidades mapuche –si es que alguna vez lo estuvieron– y
comienzan a funcionar las incipientes industrias, barcos a vapor y ferrocarriles a costa de los milenarios
bosques de las selvas del “territorio indígena”, como gustaba firmar sus cartas el ñidol longko Mañil
Wenü. Se anunciaban, en cierto aspecto, “las características del futuro”.354
Benjamín Vicuña Mackenna, desde la Cámara de Diputados, aleonaba a sus colegas a conquistar
las tierras en manos de los bárbaros. “¿Qué es la cuestión de Arauco?” –se preguntaba el diputado
por Valdivia– “para mí no es, señor, sino un gran fantasma, fantasma sangriento, que se pasea
durante tres siglos en nuestra historia, engañando a todas las jeneraciones como una ilusión
óptica”.355 “Entonces se endureció el discurso” nos dice Jorge Pinto, la crisis económica de 1857 y
el avance inexorable del positivismo, echaban por tierra los pactos coloniales que perduraban con

350 Licenciado en Historia, Magíster en Historia de América y actualmente cursando el Doctorado en Historia en
la Universidad de Santiago de Chile. fernandopairican@gmail.com
351 Hobsbawm, Eric, La era del capital 1848-1875, Editorial Crítica, 6ta edición, 2007, p. 13.
352 Ortega, Luis, Chile en ruta al capitalismo. Cambio, euforia y depresión 1850-1880, Editorial DIBAM-LOM,
2005, p. 25.
353 Hobsbawm, op. cit., p. 16.
354 Ortega, op. cit., p. 26.
355 Vicuña Mackenna, Benjamín, “La Conquista de Arauco”, Sesión de Diputados, agosto 1868, p. 1.

Sujetos históricos y transformaciones sociales en América Latina 104


el pueblo mapuche. “La urgencia de nuevas tierras y nuevos mercados, junto con la convicción
de que el ‘bárbaro’ detenía y amenazaba el progreso terminó con el ‘hombre natural’ que aún
sobrevivía en amplias regiones del continente”.356
Efectivamente, a partir del tercer cuarto del siglo XIX el mundo se transformó en un universo de vencidos
y vencedores. El progreso, significó un

cataclismo para los millones de pobres […]; para los miembros del mundo ajeno al
capitalismo, a quienes éste tenía en sus manos y los zarandeaba, significó la posibilidad de
elegir entre una resistencia resuelta de acuerdo con sus viejas tradiciones y modos de vida, y
un proceso traumático de asir las armas de Occidente y hacer frente a los conquistadores.357

Aquella era la preocupación que imbuía a Mañil Wenü a mediados del siglo XIX. El ñidol longko ocupó
todas las herramientas políticas para mantener la libertad del territorio indígena –o wallmapu como
lo llamaría el movimiento a partir de la década de 1990–. Para 1860, cuando comenzó la expansión
centralista de Santiago encabezada por Manuel Montt como presidente, Mañil Wenü escribió al general
José de Urquiza de Argentina. A esas alturas, los cañones liberales de las guerras civiles de 1851 y 1859
habían sido aplastados por el centralismo; en aquellos hechos, Wenü tomó partido por los liberales
y federalistas. En particular, su lanza marchó al lado de su amigo el General Cruz. Derrotado los
federalistas, se le agotaban las cartas de la política a Mañil Wenü para mantener “nuestro territorio y
nuestra independencia, que nos quiere quitar el gobierno de Montt, de Santiago”358.
Mañil Wenü nació en pleno despliegue de las Reformas Borbónicas sobre el Imperio Hispano, en
1779 o 1781359. Se convirtió a partir del siglo XIX en uno de los Longko de mayor renombre de La
Araucanía, su padre lo llamaba Kallfükew (pensamiento limpio, sabio o puro)360 y se convirtió, como
era propio de las sociedades tradicionales, en ñidol longko por su valor. A principios del siglo XIX,
Wenü junto a sus konas se rebelaron ante la expansión de las Reformas Borbónicas que buscaban
controlar el floreciente comercio de los mapuche, atacando los alrededores de Mendoza. En voz de
Juan Kallfükura y el mestizo José Manuel Zúñiga, “Mangiñ tuvo fama desde entonces […] todos lo
respetaban por su coraje y destreza para la pelea. Lo buscaban para los malones”, narraron años
después estos sobrevivientes de la Ocupación de La Araucanía361.
Existe un consenso a partir de los estudios de la corriente fronteriza362 que hubo un permanente
intercambio entre las sociedades hispana y posteriormente chilena. Relaciones de carácter
económico, social y político. Las Reformas Borbónicas en ese sentido, intervinieron las relaciones
–siempre frágiles e inestables– entre el mundo colonial y mapuche, una vez que la insurrección
encabezada por el Toqui Pelantarü a fines del siglo XVI destruyera las siete ciudades al sur del
Biobío, marcando en la práctica la frontera que perduró hasta la conquista de La Araucanía
por los ejércitos de la nación chilena. Como dice Jorge Pinto, las reformas buscaron romper

356 Pinto, Jorge, “Ignacio Domeyko. Viaje a la Araucanía en el año 1845 y otros documentos sobre la frontera”. En
Ignacio Domeyko, La Araucanía y sus habitantes”, Ediciones Cámara de la Construcción, 2010, p. xlvi.
357 Hobsbawm, op. cit., p. 16.
358 Mañil Wenü, “Carta al general Justo José de Urquiza”, 30 de abril de 1860. En Jorge Pavez, Cartas mapuche
siglo XIX. Ediciones ocho libros/Colibrí, 2008.
359 La fecha no es exacta. En la carta anteriormente citada, Mañil Wenü señalaba que para 1793 tenía la edad de
12 o 14 años.
360 Kallfü es azul y kew viene de kewün. El azul tiene relación con la cosmovisión mapuche, en que el azul
adquiere una connotación de pureza o en una perspectiva más occidental “sagrado”. Para mayor profundización
ver Elicura Chihuailaf, De sueños azules y contrasueños, Editorial Universitaria, 1995.
361 Guevara, Tomás y Mañkelef, Manuel, Historia de familias. Siglo XIX, Editorial Colibris/Liwen, 2002, p. 87.
362 En 1982 se publicó Relaciones fronterizas en La Araucanía. Estudio encabezado por Sergio Villalobos, se
plantea que es el hito de esta corriente historiográfica. Tres años después, Villalobos junto a Jorge Pinto, publicaron
La Araucanía. Temas de historia Fronteriza. En adelante, Pinto como Leonardo León, ambos discípulos de
Villalobos fortalecieron está óptica. Uno de los últimos estudios fue publicado por Leonardo León junto a otros
autores, entre ellos Villalobos, que se llamó Araucanía: la Frontera mestiza, siglo XIX, Ediciones UCSH, 2003.

105 Historia en Movimiento año III · número 3 · 2014


“las articulaciones económicas que habían surgido en América para establecer nuevos circuitos
comerciales, enteramente controlados por ellos o sus agentes comerciales”363.
Es por ello que a nuestro parecer el siglo XVIII debe ser comprendido como un tiempo de “transición” en
la historia de las relaciones interétnicas entre los pueblos indígenas y la América hispana. Existe por un
lado una continuidad de las instituciones de la conquista, pero las relaciones entre ambas sociedades
habían modificado el paisaje social de la región. En cierto aspecto, el mundo mapuche que vieron los
primeros conquistadores era bastante distinto al de principios del siglo XIX.
Los mapuche en el transcurso del siglo XVIII habían desarrollado una económica basada en la ganadería,
en la venta de textiles y la agricultura para su subsistencia. Los circuitos de intercambio comercial a
nivel colonial, habían sido adaptados por los mapuche a un circuito local y regional. Era la “época de
oro” de los mapuche, debido a la riqueza material. En efecto, la sociedad mapuche vivía una época de
bonanza en base a la ganadería, la que se simbolizó en la aparición de la platería que fue utilizada para
confeccionar joyas, espuelas, estribos, paquimones, aperos, entre otros. La sociedad mapuche se había
readaptado a las nuevas condiciones para mantener la tradición mapuche.
Estos aspectos fueron reconocidos por el Gobernador Ambrosio Higgins en el Parlamento de Negrete
de 1793. En él, además de reconocer el río Biobío como la frontera entre ambos pueblos, se establecía
el comercio libre aunque regularizado bajo los códigos de la corona. Como plantea Zavala,

detrás de la idea de frontera se oculta un tipo particular de articulación entre sociedad


colonial española y sociedad indígena en el que la primera no es capaz de imponer su
dominación a la segunda y se encuentra comprometida en una relación de vecindad y de
intercambio que perpetúa el estancamiento de su frente colonizador364.

Ese fue el primer Parlamento que vio un adolescente Mañil Wenü a la edad de doce o catorce años
como él mismo consigna años después en una de sus cartas. Wenü, haciendo gala de la tradición
oral del pueblo mapuche, señalaba que en 1641 se había efectuado el primer Parlamento que dejaba
como “línea divisoria el río titulado Biobío, dejándonos en entera libertad y uso de nuestras leyes para
gobernarnos conforme a ellas, sin que tuviese la autoridad del rei intervención alguna”; y, agregaba, que
en los años subsiguientes, “se han ratificado estos tratados muchas veces, sin alteración alguna”365.
Aquel Parlamento ratificó además que en caso de invasión ambos pueblos se apoyarían mutuamente.
Es por eso que el ñidol longko “se puso del lado del rey”, cuando el proceso de independencia sacudió
a la colonia chilena. Esto quedó consagrado en 1814 con un nuevo Parlamento, cuando Gabino Gaínza
desembocó en las costas de Arauco y llamó a las distintas parcialidades a un gran encuentro. Este se
realizó el 3 de febrero, y se puso a disposición toda la diplomacia acostumbrada de los Parlamentos
coloniales. Cada longko recibió un bastón y una medalla con el busto de Fernando VII, ambas de plata.
Mañil en aquella ocasión, colocó a disposición seiscientos guerreros para cumplir los acuerdos pactados366.
Mañin Wenü se caracterizaba por tener “el genio de un toro bravo”. No era fácil llegar a las tierras de este
ñidol longko, sobre todo después de la derrota de los ejércitos realistas y sus montoneras monárquicas
a mediados de 1825, en lo que Benjamín Vicuña Mackenna llamó “guerra a muerte”. Para uno de los
personajes más importantes del mundo liberal del siglo XIX, la guerra a muerte había finalizado con la
decapitación de Juan Manuel Pico, comandante de las fuerzas realistas. En este contexto se firmó el
Parlamento de Tapihue en 1825, el que ratificaba la línea divisoria del río Biobío, no permitiendo que
ningún chileno pueda permanecer en los terrenos indígenas. Los mapuche aceptaban que el Estado

363 Pinto, Jorge, La formación del Estado y la nación, y el pueblo mapuche. De la inclusión a la exclusión,
Ediciones DIBAM, 2003, p. 57.
364 Zavala, José Manuel, Los mapuches del siglo XVIII. Dinámica interétnica y estrategias de resistencia,
Editorial UB, 2008, p. 26.
365 Mañil Wenü, “Carta al general Justo José de Urquiza”. 30 de abril de 1860. En Pavez, op. cit.
366 Guevara y Manquilef, op. cit., p. 88; Painemal, Carlos, “Los Tratados celebrados por los mapuche con la Corona,
la República de Chile y la República de Argentina”. Tesis zur Erlangung des Doktorgrades eingereicht am Fachbereich
Geschichts-und Kulturwissenschaften der Freieen Universität Berlin, Altamarikanistik, 2010, pp. 105-106.

Sujetos históricos y transformaciones sociales en América Latina 106


de Chile “se compone desde el despoblado de Atacama hasta los límites de la provincia de Chiloé, […]
Todo lo que existen entre ambas líneas serán tratados como a ciudadanos chilenos”367. Los mapuche,
luego de la derrota monárquica, aceptaban ser parte de esa “hermandad” pero con independencia.
Mañil Wenü no firmó el Parlamento de Tapihue. Para él era firmar una capitulación que ponía en riesgo
la independencia de los territorios indígenas. Decidió volver a su selvático reducto y comenzó a construir
una alianza con el ñidol longko Kallfükura en Puelmapu. Envió para ello a su hijo Kilapan a vivir con
él, como una muestra de confianza. Hábilmente, de esa forma, ambos ñidol Longko mantenían una
soberanía territorial que abarcaba desde el río Biobío hasta el río Toltén, en las zonas wenteche del
gulumapu y desde ahí hasta Puelmapu, en particular las zonas de las pampas donde Kallfükura tenía
un poder político, económico y militar importante.
Para llegar a la ruka de Mañil Wenü se debía penetrar por un profundo bosque milenario, el que
provocaba un silencio imponente: “no se oye en ellas ni un ave, ni el movimiento de otro ser viviente”
describió en 1853 Edmond Smith, viajero norteamericano que ingresó al lof del ñidol longko368.
Árboles de inmensos troncos y altos que tapaban la luz del sol, con abundantes flores de copihue,
además del coligüe o kila, la que era una de las cañas de madera más utilizadas por los mapuche
para construir desde rukas hasta herramientas agrícolas.
La rüka del ñidol longko Mañil era de unos ochenta pies de largo por treinta de ancho. Paralelamente
tenía construida una ramada del mismo largo de la rüka, de cinco hileras de poste de doce a quince
pies de alto, que era ocupado para los trawün que sostenía esta importante autoridad con sus distintos
Longko que componía el lof, donde seguramente deliberaban y tomaban las decisiones respecto a
la conducción de su parcialidad mapuche. El hogar de este dirigente estaba a la espalda de cerros
cubiertos por la espesura de los bosques milenarios, al pie de los cuales corría un riachuelo cristalino
sobre una cantidad importante de guijarros. Aquello hacía que las tierras de Mañil Wenü fueran muy
fértiles, con abundante pasto y árboles de distintos tipos.
Mañil Wenü acostumbraba a vestir con chamal, botas, sombrero y capa de paño. También acostumbraba
a fumar tabaco en su pipa de piedra de talco con boquilla de kila, sentado sobre una especie de “sofá”
construido de tablones de madera nativa que descansaban sobre troncos elevados a dos o tres pies
del suelo, forrado con cueros de ovejas y mantas confeccionadas por alguna de sus ochos esposas. En
cierto aspecto, efectivamente Mañil irrumpía como “un monarca de las selvas”369.
Juan Kallfuküra y José Manuel Zúñiga, describen a Wenü como alto, delgado y con manchas en la piel,
“parecía overo” recalcan. Esto hacía suponer a Benjamín Vicuña Mackenna, que era de origen mestizo
“porque sus facciones rectas y su tez blanca”. Lo cierto es que para 1853 la descripción de Smith
señalaba que “tenía la nariz ligeramente aguileña, las mejillas arrugadas, la barba cuadrada y maciza”.
Pero la ascendencia de Mañil Wenü sobre las parcialidades wenteche de gulumapu no se suscribían en
absoluto solo a poder económico o capacidad militar. El complemento de aquello era sus conocimientos
de la cosmovisión y la tradición mapuche. Se cuenta que tenía en un lugar oculto un caballo blanco del
cual desprendía su fortaleza y poder. Algo que no era extraño dentro de la cosmovisión mapuche. Se dice
que Kallfükura encontró una espada un día en un río incrustada, soñó aquella noche que debía realizar
una gran rogativa con sus mejores kona. Lo hizo y luego volvió a soñar. En ese sueño se le dijo que debía
convertirse en un gran longko. La espada, contó Namunkura –hijo mayor de Kallfükura– se le apareció
para ayudarlo a convertirse en esa autoridad tradicional. También era conocida la historia que el poder
de Kallfükura radicaba en una piedra que llevaba consigo y que heredó a su hijo. Como cuenta Katrülaf,

Todo, pues todo lo conversaba, de la forma en que su piedra le hablaba [a él]: “enseguida,
aun cuando [los otros] no saben, enseguida yo me entero primero, a mí me cuenta primero
mi piedra”, de esa manera lo decía en su conversación el gran Namunkura, “absolutamente
todo, todo lo que ocurría, lo que me iban a decir, todo lo sabía inmediatamente, todo me

367 Painemal, op. cit.


368 Smith, Edmond, Los Araucanos, Colección de autores extranjeros, relativos a Chile. Segunda Serie, Tomo I,
Imprenta Universitaria, 1914, p. 156.
369 Smith, op. cit., p. 159.

107 Historia en Movimiento año III · número 3 · 2014


lo conversaba primero, eso me decía mi piedra. Yo no estoy vivo por mí mismo, no soy
buen hombre por mí mismo, por mi propia voluntad no he sido buen hombre” decía en su
conversación el gran Namunkura. “Lo que me sucedería, lo sabía todo, lo que me dirían los
wingka terratenientes ya lo sabía todo” decía en su conversación el gran Namunkura370.

No era extraño que quienes lo conocieron señalaran sobre Mañil que lo “creían medio brujo y de pensar
muy grande [sabio]”, ya que en los sueños o pwma este ñidol Longko aclaraba algunos hechos a ocurrir
o discernir sobre algún problema. Desde un prisma en que lo racional se apoderaba del pensamiento, el
liberal Benjamín Vicuña Mackenna, decía que “hacía creer a los indios que era adivino, que tenía toro, un
caballo, etc. Con quienes consultaba todo, y cuando decía a este respecto lo creían como si lo viese”371.
Además de ser un excelente jinete y guerrero, como señalan Juan Kallfuküra y José Manuel Zúñiga, Mañil
tenía una voz que “era fuerte sin ser áspera, hablaba reflexivamente, pensando bien sus palabras; también
escuchaba con atención, como conviene a la persona elejida por su talento para presidir los destinos de
la nación”372. Efectivamente Wenü no perdía la ocasión de estar al tanto de lo que ocurría en la ribera sur
del río Biobío, de los movimientos que estaba realizando el centralismo de Santiago y de buscar unir a las
parcialidades de La Araucanía en un solo mando para fortalecerse política y económicamente.
Ya para 1833 Mañil Wenü era considerado una de las autoridades con mayor respeto en la Frontera,
promediando los cincuenta años. Tal vez una de las pocas cosas que se imponía en el proyecto de
fortalecer un poder “regional” mapuche era otro de los grandes Longko de la zona: Kolüpi. Reconocido
aliado al centralismo de Santiago, las tierras de wallmapu retumbaban cuando ambas autoridades
tradicionales se embestían en los malones. Finalmente ninguno pudo vencerse desde un aspecto
militar, Wenü “no podía dar la vuelta” a Kolüpi. No era solo una rivalidad –propia– de las sociedades
tradicionales, en que se ve con recelos el poder del otro, era más profundo aún, eran dos proyectos de
sociedad que se hicieron incompatible ante el avance de la modernidad impulsada desde Santiago.
También eran dos estrategias para enfrentar el proceso de expansión centralista. Como recuerdan
los sobrevivientes de la Ocupación, “siguieron siendo enemigos Mangiñ y Kolüpi. Si los mozos de
Mangiñ encontraban a un pariente de Kolüpi, lo mataban, lo mismo hacían los contrarios”373. No había
espacio para el diálogo o el parlamento entre ambas autoridades tradicionales, como recuerda Lorenzo
Küluman, Kolüpi “aborrecía en particular a Mangiñ”374.
Tal vez por eso Mañil Wenü decidió eliminar a su rival no a través de los malones, que a esa altura se
mostraban improductivos. Previendo la confrontación de la guerra civil de 1851, tal vez se hacía urgente
eliminar a Kolüpi. Era finalmente un enfrentamiento por sobrevivencia. En ese sentido el relato de
Küluman grafica esta perspectiva, “Kolüpi le mandaba a decir ‘voy a jugar a la chueca con tu cabeza’.
Mangiñ le mandaba a decir: ‘tu cuerpo macizo servirá a mis perros para que engorden’”375. Así fue que
pocos meses antes de que se iniciara la guerra civil de 1851, Mañil Wenü envió al oficial del ejército
chileno José Antonio Zúñiga a quien llamaban Nekulpang. Zúñiga aprovechó que Kolüpi andaba
visitando Nacimiento y lo invitó a beber una botella de agua ardiente. Kolüpi desconfió de Zúñiga y
declinó la invitación, pero ante la insistencia del militar descendió del caballo y se sentó a beber con él.
Seguramente, en un descuido de este ñidol longko, Zúñiga colocó veneno en el vaso de Kolüpi, quien
ya camino hacia su lof “se sintió enfermo por el camino. Cuando pasó por Angol, no podía sostenerse
en el caballo […]. Todos supieron que Zúñiga le había dado veneno por encargo de Mangiñ”376.

370 Canio, Margarita y Pozo, Gabriel, Sobrevivientes de la “Campaña del Desierto” y “Ocupación de la Araucanía”
(1899-1926), Ediciones FONDAR, 2013, p. 281. Esta historia es dictada por Katrülaf en octubre de 1902.
371 Vicuña Mackenna, op. cit., p. 682.
372 Smith, op. cit., p. 160.
373 Guevara y Mañkelef, op. cit., p. 89.
374 Ibídem, p. 37.
375 Ídem.
376 Ibídem, p. 38.

Sujetos históricos y transformaciones sociales en América Latina 108


En 1852, el centralismo de Santiago dio un paso más en la dominación de la frontera al crear la
provincia de Arauco. Su objetivo era explícito:

se sujetarán a las autoridades y al régimen que, atendidas sus circunstancias especiales,


determine el Presidente de la República para el mejor gobierno de la Frontera, para la
más eficaz protección de los indígenas, para promover su más pronta civilización y para
arreglar los contratos y relaciones de comercio con ellos377.

Esto era lo que inquietaba a Mañil Wenü cuando recibió la visita de Edmond Smith en 1853. De hecho,
como cuenta él mismo luego del intercambio de cumplidos, comenzó a sondear respecto de los
movimientos e intenciones del gobierno chileno. “No quedó muy satisfecho de la proyectada visita del
Presidente, temiendo que no aportaría beneficios para los indios”. A esas alturas también el ñidol longko
se arrepentía de haber participado en la guerra civil recién finalizada. Su conclusión era lapidaria: “había
tomado una parte innecesariamente pronunciada a favor de los revolucionarios”. Aquello lo dejaba
en mal pie para poder negociar con la nueva administración, la que había demarcado una provincia
abrazando “una parte considerable de nuestro territorio que actualmente habitamos, y por consiguiente
nos quiere sujetar a su autoridad echando por tierra los tratados”, denunciaba Mañil.378Aunque años
después, cuando escribió directamente a Manuel Montt reconocería:

Te hago presente que en enero de 1851 supimos que te hacían guerra; entonces
acordamos todos los Mapuches aprovecharnos de que estaban en guerra para botar a
todos los cristianos que nos tenían robadas todas nuestras tierras de esta banda del
Bio-bio sin matar a nadie379.

La guerra civil de 1851 y la fundación de la provincia de Arauco son los antecedentes directos para
comprender el último intento en vida de Mañil Wenü por detener la expansión del centralismo
santiaguino, apoyando nuevamente a Concepción en 1859. Las huestes encabezadas por Wenü
aprovecharon la coyuntura para destruir el fuerte Negrete, el único puesto militar ubicado en la ribera
sur del río Biobío. Consumido por el fuego la avanzada militar chilena, se dirigieron a las haciendas de
José Luis Benavente y Domingo de la Maza, las quemaron y se llevaron gran cantidad de sus animales.
Sin descansar, los guerreros avanzaron hacia el departamento del Laja al norte del río Biobío donde se
enfrentaron a los ejércitos centralistas en Picul. Los mapuche fueron derrotados, “pasando al filo de sus
lanzas y sus sables a ochenta y siete indios”, daba cuenta un parte militar fechado el 22 de abril de 1859.
Mañil Wenü nuevamente volvía “a favorecer a los derrotados”380.
Se acababa el tiempo de Mañil Wenü y su estrategia política: impulsar una rebelión restauradora de los
pactos coloniales y del viejo orden que paulatinamente iba desapareciendo a medida que la oligarquía
maduraba su proyecto republicano. En esa perspectiva, la insurrección de una parcialidad mapuche, era
en defensa de la costumbre, de rostros que no querían cambiar y lo único que querían era permanecer
en sus lof, ya que en ellas habían habitado, y en ellas, sus antepasados por centenares de años. Era un
levantamiento en defensa de los derechos tradicionales reconocidos a lo largo de una larga historia de
pactos coloniales, que tenía como objetivo final la restauración del orden social establecido producto
de las relaciones fronterizas. Por ende, la rebelión ante la conquista de La Araucanía, más que un
levantamiento transformador era un levantamiento restaurador. Los mapuche, encabezados por Mañil
Wenü, en esa perspectiva se rebelaron contra el “progreso” que el capitalismo desplegó por los rincones
de mundo conocido, generando la mayor transformación de la historia.

377 Citado en Correa, Martín y Mella, Eduardo, Las razones del Ilkün/enojo, LOM Ediciones, 2011, pp. 40-41.
378 Smith, op. cit., p. 160; Carta al general Justo José de Urquinza. Citada.
379 Mañil Wenü, “Carta al presidente de la República de Chile, Manuel Montt”. 21 de septiembre de 1860. En
Pavez, op. cit.
380 Navarro, Leandro, Crónica militar de la conquista y pacificación de la Araucanía. Desde el año 1859 hasta su
completa incorporación al territorio nacional, Ediciones Pehuén, 2008, p. 33; Guevara y Mañkelef, op. cit., p. 91.

109 Historia en Movimiento año III · número 3 · 2014


El 13 de noviembre de 1859, el batallón N°5 compuesto por 242 soldados y dos piezas de artillería
salió de la guarnición de San Bernardo para dirigirse a Valparaíso y de ahí hacia el puerto de
Arauco, para unirse al 2° Escuadrón del Regimiento de Cazadores a caballo en Los Ángeles.
Su objetivo era penetrar las selváticas tierras de La Araucanía y comenzar la ocupación militar
del territorio mapuche. “Todos clamaban por el castigo de los rebeldes indígenas pidiendo de
una vez por todas, la ocupación y conquista de la Araucanía”, señalaba Leandro Navarro, militar
liberal, masón y balmacedista381. A esa altura el Presidente Manuel Montt ya había autorizado al
Comandante General de Armas de la Provincia de Arauco que invirtiera hasta 4 mil pesos para el
pago de espías o individuos que “se introduzcan entre los indios”382.
Mañil Wenü en ese tiempo llamó a un gran encuentro para responder al intendente por amenazar
con entrar a sus tierras con los soldados. Según cuentan los sobrevivientes a la Ocupación, la
junta duró desde las ocho de la mañana hasta la entrada del sol. “Mangiñ habló muy largo. Dijo
también: ‘Nos amenaza con sus fusiles y cañones. Que vengan, los recibiremos con nuestras
lanzas, pero que no se quede dormido al venir el día”383.
Al amanecer del 18 de noviembre los mapuche atacaron la plaza de Arauco con mil quinientos guerreros.
El ejército de Chile se defendió con las tropas del 5° de Línea y su artillería, los mapuche recibieron el
fuego de los cañones de la modernidad “que los deshizo completamente”. Paralelamente era atacado
nuevamente el fuerte de Negrete en la alta frontera. Los guerreros mapuche en esta ocasión arrasaron
con la defensa encabezada por el Capitán Adolfo Holley de 3° Línea. Según Navarro se llevaron los
mapuche una cantidad importante de animales “quemando más de quince casas y seis bodegas”384.
Dos divisiones militares salieron de sus refugios al percatarse “que la insurrección tomaba cuerpo”. El 2
de diciembre, desde Arauco se enfilaron los ejércitos hacia las tierras de Purén para destruir y capturar a
los clanes que componían los lof de Mañil Wenü. Los mapuche, comenzaron a generar humaredas que
pusieron en alerta al Coronel Villalón: “le hicieron comprender que ya estaba en conocimiento”, relataría
Navarro. El Coronel decretó la destrucción y aniquilamiento de todo lo que encontró a su paso. Como
denunció posteriormente el mismo Mañil en una carta al presidente Montt,

y les robaron todos sus animales, que no bajaría su número de nueve mil caballos,
yeguas, vacas y ganado ovejuno, y les quemaron sus casas y llevaron cuanto
encontraron en ellos, porque alcanzaron las familias que iban a esconderse en los
montes. Los indios viejos y la indias que no pudieron llevar las degollaron como
perros. El mismo Salbo hizo degollar a un indio, y después de muerto pasó a la casa
y se llevó el costal de prendes de plata que tenia el indio y el ganado que cargó al
cogote de su caballo; se llevaron algunos cautivos para venderlos385.

Paralelamente, la División que había dejado el fuerte de Santa Bárbara, en Alto Biobío, había penetrado
desde la alta frontera a las tierras mapuche. Su objetivo era capturar al hijo de Mañil Wenü: Kilapan. El 6 de
diciembre los guerreros encabezados por Kilapan se enfrentaron con los ejércitos dirigidos por el Comandante
Domingo Salvo. “La desmoralización, que se entronizó entre esos milicianos, no permitió, juntarse con la
División de Villalón” y así en conjunto aplastar desde la alta y baja frontera el lof de Mañil Wenü386.
A fines de abril Wenü envió a su hijo Kilapan hacia puelmapu para hacer entrega de una carta al general
José de Urquinza fechada el 30 de abril de 1860. En ella señalaba,

381 Ibídem, p. 34.


382 Ibídem, p. 35.
383 Guevara y Mañkilef, op. cit., p. 91.
384 Navarro, op. cit., pp. 43 y 44.
385 Mañil Wenü, “Carta al presidente de la República de Chile, Manuel Montt”. 21 de septiembre de 1860. En
Pavez, op. cit..
386 Ibídem, p. 45.

Sujetos históricos y transformaciones sociales en América Latina 110


Si hallas que tengo razón en defender mi independencia del gobierno de Santiago, creo
que tu buen corazón me ayudará con alguna fuerza, o al menos podrás animar a los
naturales de Calbucura [Kallfükura], que están unidos a vos, para que me auxilien cuando
yo les avise, y aun podían mandarme algunos caballos con estos correos que espero sin
falta el Iº de noviembre con tu respuesta que me va a sacar toda duda y que respetaré387.

El 21 de septiembre de 1860, Mañil Wenü como Toqui de los cuatro Butalmapu escribió una carta al
Presidente Montt, firmada desde la “Mapu”. En ella señalaba que los Butalmapu que él representaba
deseaban la paz, siempre que se respetaran los acuerdos firmados en los Parlamentos. Denunciaba
a su vez la actuación de Villalón y Salvo en los combates ocurridos meses antes, acusándolos de
quemar rükas, sembrado y la captura de familias mapuche que no eran devueltas a pesar de un
compromiso realizado por el mismo Coronel Vicente Villalón. Agregaba, además, esta autoridad
tradicional, que se persiguió “a las madres que corrían a los montes a esconderse” a las que se les
arrebataba “de los pechos a sus hijos”. Se ordenaba “mandar a cavar las sepulturas para robar las
prendas de plata con que entierra los muertos en sus ritos los indios”. Por todos estos aspectos, para
Mañin Wenü, tanto Villalón como Salvo tenían una “barriga mui grande” ya que nunca se llenaban
a pesar de todos los saqueos realizados. En particular su odio iba contra Domingo Salvo, a quien
acusaba de cobarde ya que “no salía del medio de sus tropas”. Y amenazaba Mañil “yo lo esperaba
que pasase el Malleco, y entonces hubiera visto como había escapado”388.
Se cerraba los tiempos del diálogo y la tradición colonial que había permitido una importante relación
entre ambas sociedades. El peso de la razón y el progreso, los pilares en que se comenzó a edificar el
mundo del siglo XIX no daba espacio para la sobrevivencia de las sociedades tradicionales. A partir de
1860, se llevaba a la práctica aquella célebre frase del libro de Domingo Faustino Sarmiento “Facundo
o Civilización o Barbarie en las pampas argentinas” de 1845. Mañin Wenü por su parte advertía al
Presidente Montt “ya no podré contener los indios, y no sé cual de los dos campos quedará mas
ensangrentado; que la guerra que hacen los cristianos a sangre y fuego”389.
Posiblemente Mañil Wenü nunca recibió respuesta a su carta, como escribió a José María Guzmán “estoi
cansado de mandar escribir mis palabras al presidente i a estos gobernadores de la Frontera, pues no
dan respuesta”390. En el transcurso de los meses octubre y noviembre este ñidol longko enfermó y
previendo su muerte “llamó a sus hijos. Les aconsejó que no se rindieran a los chilenos, porque les
robarían sus terrenos y esclavizarían a sus hijos. Así se lo prometieron. Creía que con su muerte se
entrarían los winka”391. Mañil Wenü murió en Adenkul de fiebre a una edad de 81 u 83 años. Algunos
relatos señalan que podría haber sido de tifus y otros de brujería.
Lo cierto es que a partir de la primera semana de diciembre de 1860, la noticia se expandió por la frontera.
El diario El Correo del Sur, de Concepción, celebraba y titulaba “¡Murió Magil!”, a quien reconocían como
“el cacique más poderoso de toda la Araucanía” y “el que oponía más resistencia a las expediciones
que se han internado en el territorio araucano”. Este diario no ocultaba su satisfacción ante la muerte
del que sea uno de los personajes más importantes de la historia mapuche decimonónica. “Quizá –
agregaba la misma nota de prensa– este accidente venga ahora a facilitar la conquista de Arauco, pues
el enemigo más temible ya ha desaparecido”392.

Los mapuche al mando de Mañil Wenü comenzaron a reunirse para el eluwün tradicional. Lo encabezó
su hijo Kilapan, quien vistió a su padre con una casaca galoneada que le había regalado el general Cruz
un par de años antes. Según El Correo del Sur, Mañil fue depositado en una canoa, “para celebrar el

387 Carta Citada.


388 Carta citada.
389 Mañil Wenü, “Carta al presidente de la República de Chile, Manuel Montt”. 21 de septiembre de 1860. En
Pavez, op. cit., p. 312.
390 Mañil Wenü, “Carta a José María Guzmán”. 5 de noviembre de 1860. En Pavez, op. cit., p. 331.
391 Guevara y Mañkilef, op. cit., p. 92.
392 El Correo del Sur, “¡Murió Magil!”, jueves 6 de diciembre de 1860, Concepción, p. 3.

111 Historia en Movimiento año III · número 3 · 2014


entierro con todos los aparatos i costumbres indígenas”393. Aquello era cierto, no sabemos cuántos días
duró el eluwün, pero sí sabemos que el entierro se efectuó ocultamente. “Nadie supo dónde quedó”394.
Al poco tiempo los ejércitos aprovechando la debilidad momentánea ingresaron a la frontera para
aplastar a los guerreros ahora al mando de Kilapan. Éste tuvo que huir de su hogar en Chanko, un poco
más al sur de Andekul donde estaba el hogar de Mañil Wenü, para penetrar más al sur, hacia los valles de
Truf-Truf, en las cercanías de lo que se llamaría Temuco, ya que los ejércitos lo perseguían sin descanso.

Ahí llevó la canoa en que estaba su padre. La llevó en carreta. La puso en un sitio oculto
donde no pudiesen hallarla los soldados chilenos. Todos creían que si los soldados
tomaban las cosas y los restos de Mangiñ, se parecerían a él [por transmisión mágica].
Entonces no podrían vencerlos395.

393 Ídem.
394 Guevara y Mañkilef, op. cit., p. 92.
395 Ídem.

Sujetos históricos y transformaciones sociales en América Latina 112


“(…) la Comunidad Mapuche Rankilko, reitera su más profunda convicción de lucha y
no pretende bajo ninguna circunstancia bajar el proceso de recuperación territorial que
desarrollamos dignamente en la zona del bajo Malleko. De la misma forma señalamos
firmemente el apoyo a las demás comunidades Mapuche que caminan hacia la
autonomía y que se desarrolla en todo el territorio del Wall-Mapu. Marrichiweo.
-La autonomía es el único camino que nos queda.
-Libertad al territorio Mapuche.
-Caminemos por un territorio con autonomía.
-Fin a la ocupación militar en territorio Mapuche.”

Lof Mapuche Rankilko


La resistencia como imagen
enigmática persistente en la
historiografía chilena sobre el
pueblo mapuche
Ramiro Rodríguez Lincoñir396

El siguiente ensayo estará centrado preferentemente en aquellos autores contemporáneos cuyos


discursos buscan rebatir y contestar las demandas políticas del movimiento mapuche actual, para lo
cual se propone un hilo conductor dado por la idea-imagen de resistencia. Si bien el título alude a un
conjunto bastante más amplio de autores, muchos de ellos simpatizantes del movimiento, realizar
una revisión más completa alargaría en demasía la labor junto con desdibujar el objetivo final de este
trabajo y que no es otro que resaltar lo errores persistentes de una parte de la historiografía chilena en
el tratamiento de la temática mapuche. La hipótesis que aquí se propone es que la resistencia funciona
como eje interpretativo común dentro de la historiografía chilena, tanto antigua como reciente, pero
que nunca logra ser explicada o resuelta del todo, de ahí su carácter enigmático.

Introducción
Uno de los lugares comunes más persistentes respecto al pueblo mapuche es, por mucho, el de
su conocida resistencia. En ella se cree ver, por una parte, tanto una suerte de porfía pseudobárbara
con connotaciones racistas y que obstinadamente se niega a asimilarse y aceptar el estado de derecho
chileno; y por otra, un ethos cultural romántico, antimodernista y anticapitalista, heredero de un
relativismo cultural aportado por la antropología, y con el que muchos simpatizantes de la “causa”
suelen identificarse. No obstante, me atrevería a afirmar que, en general, la resistencia suele asociarse en
el imaginario nacional más que nada con hechos de carácter violento (tomas, enfrentamientos, marchas,
barricadas, etc.) como los sucedidos en los 90 en el sur del país y que cada cierto tiempo se repiten.
Por otra parte, la idea de este trabajo remite en última instancia a una pregunta de orden general,
asociada a la historia problemática de una relación diádica de resistencia/sometimiento, respecto a las
maneras en que viejos prejuicios del pasado, asociados a la relación logran llegar al presente. La idea
no es enjuiciar moralmente el pasado, lo que sería un anacronismo, sino detectar los mecanismos que
permiten su perpetuación y actualización dentro de determinados espacios de debate. En cierto modo

396 Sociólogo. Estudiante de Magíster en Política Pública y Gobierno, Universidad de Concepción, Chile.
ramirote@gmail.com

Sujetos históricos y transformaciones sociales en América Latina 114


lo que se afirma es que esos prejuicios o preconcepciones son constitutivos de la relación. Y si hoy existe
consenso en la necesidad y urgencia de cambiar la naturaleza de esa relación entonces dichos prejuicios
deben ser denunciados allí donde se reproduzcan y oculten.
Para ello recurriremos a la idea de “resistencia mapuche” (en adelante resistencia) como una imagen a
la que se considera sospechosa de contrabandear viejos prejuicios del pasado (barbarie, evolucionismo
social, etnocentrismo, etc.,) dentro de la reflexión teórica ocurrida al interior de la historiografía chilena397
no mapuche. La hipótesis propuesta es que la idea de resistencia funciona como eje interpretativo común
de la relación dentro de la historiografía, tanto pasada como presente, pero que nunca logra ser explicada
satisfactoriamente del todo. Más aún, este eje al girar preferentemente sobre una sola de las partes que
compone la relación realiza un ocultamiento sobre la misma que finalmente imposibilita su resolución, de
ahí su carácter enigmático. Además, al concebirse como imagen, remite al ámbito de las representaciones
sociales que, a diferencia de los conceptos, son creaciones de orden colectivo no sujetas a un debate
reflexivo y acotado. Por lo mismo se presta como sitio de alojamiento de viejas ideas desechadas que ya
no tienen cabida dentro de la reflexión en torno a conceptos tales como etnia o etnicidad.
No se abordará aquí su posible presencia en los discursos políticos del movimiento mapuche ni de
su intelectualidad, pues ello escaparía a los objetivos de este trabajo. Al no ser esta una investigación
historiográfica sobre fuentes históricas del pasado, debe ser considerada como una propuesta teórica
hermenéutica para futuras aproximaciones al estudio de las representaciones de la relación entre
ambos pueblos. Por lo que este trabajo es más bien una interpretación textual de tercer o cuarto orden.
El eje interpretativo de las propuestas estudiadas estará dado por la categoría-imagen de “resistencia”,
y respecto a ella se discutirán las propuestas teóricas de algunos autores, llevando la atención sobre
aquellos puntos considerados inconsistentes, desarrollando algunas críticas y posibles consecuencias.
Hacia el final del trabajo se intentará responder a la pregunta del porqué de la persistencia de esta
aenigma imago de la resistencia en la reflexión teórica, proponiendo algunas posibles respuestas
pero sin cerrar del todo la discusión.

Definición, enigma y contenido


La definición corriente otorgada por la RAE a la palabra enigma dice lo siguiente:
(Del lat. aenigma, y este del gr. αἴνιγμα).
1. m. Dicho o conjunto de palabras de sentido artificiosamente encubierto para que sea difícil
entenderlo o interpretarlo.
2. m. Dicho o cosa que no se alcanza a comprender, o que difícilmente puede entenderse o
interpretarse.
En el primer caso hay una intensión de ocultamiento, no así en el segundo donde la dificultad pareciera
ser constitutiva del “objeto”. Teniendo en mente la idea de resistencia como categoría de análisis,
decantarse a priori por una u otra definición puede llevarnos a algunas imprecisiones, que será necesario
evitar antes de entregar nuestra propia definición.
Hablar de una “intencionalidad” en el enigma implica aceptar una “conciencia” en la construcción del
mismo, lo que a su vez conlleva la idea de culpa, lo que no viene al caso; por otra parte hablar de
“naturaleza enigmática” del objeto contradice la idea misma de su posible resolución. La salida pasa
entonces por definir el objeto contenido en el enigma: la resistencia.
La resistencia remite aquí no a los hechos históricos en sí (batallas, parlamentos, tratados, adaptaciones,
transformaciones, etc.), considerados en su positividad fáctica, sino a sus interpretaciones históricas;
más puntualmente a las interpretaciones aportadas por una de las partes constitutivas de la relación
histórica entre el pueblo mapuche y chileno. Luego el enigma se aloja no en los hechos sino en el

397 Por historiografía referiré tanto a historiadores, como antropólogos, sociólogos y otros cientistas sociales que
tratan el tema con cierta regularidad.

115 Historia en Movimiento año III · número 3 · 2014


lenguaje utilizado, en los relatos de esos hechos y a su vez en el relato de los relatos de esos hechos.
Por tanto, la resistencia será una categoría hermenéutica cuya “naturaleza” enigmática estará dada
por su persistencia narrativa histórica. Al hablar de naturaleza no se busca contradecir lo recién escrito
líneas arriba, sino introducir la dimensión temporal del fenómeno, sólo en ese sentido se hablará de la
“naturaleza enigmática de la resistencia” pues ello da cuenta de su carácter histórico persistente y por
tanto su necesidad de problematización.

Fundamentación teórica
En un artículo del año 2003, el antropólogo chileno Ricardo Herrera Lara, siguiendo las ideas de M.
Taussing respecto a la función de las imágenes y los signos en la construcción historiográfica, dirá que
cronistas e historiadores, construyeron imágenes basadas en signos y símbolos peyorativos que emergen
del conflicto y donde el significado adjunto a esas imágenes sería la base formadora de un tipo de
historiografía constructora y dependiente de imágenes. Según Taussing, la construcción historiográfica
en tanto proceso hermenéutico politizado, consiste en el juego semiótico con la estructura de signos
establecidos como imagen de la experiencia social de la conquista. De manera sintética, diremos que
la idea general que recorre dicho artículo es la anterioridad y persistencia de la imagen o imago en la
construcción del logos historiográfico actual. Este imago colonial surge asociado a una experiencia vital
de sentido epocal y que está detrás de una construcción discursiva de la superioridad.
Por nuestra parte entonces, tomaremos esta idea de imago persistente y la aplicaremos a la categoría
de resistencia, obteniendo de este modo nuestra propia categoría hermenéutica que utilizaremos para
deconstruir algunos relatos discursivos de superioridad actuales, cuya característica compartida es la de
contestar los reclamos y planteamientos de las diversas organizaciones políticas mapuche.
Consideremos ahora la resistencia como punto cardinal de referencia para clasificar los relatos
historiográficos. De este modo tenemos que frente a ésta podemos identificar dos tipos básicos de
reacción: simpatía y rechazo. Estas a su vez determinaran en parte el carácter de la reflexión teórica y
sus posibles implicancias políticas que resumimos en el siguiente cuadro:

RESISTENCIA

SIMPATÍA RECHAZO

Alonso de Ercilla (La Araucana)


Cronistas, militares, misioneros.
Francisco Núñez de Pineda (Cautiverio Feliz)

Elite política (mito del valor y lucha por Exploradores, elite política, intelectuales,
la libertad). historiografía liberal, conservadora,
prensa, etc.

Historiografía actual: Bengoa, J. Pinto Inicios de la etnología nacional: Latcham,


Rodríguez, Boccara, Foerster, S. Montecinos, Guevara.
L. León, etc. Historiografía actual: Villalobos, Mascareño,
Saavedra Peláez, Orellana Rodríguez, etc.

Sujetos históricos y transformaciones sociales en América Latina 116


Este cuadro con todo lo simplificado que es, nos entrega cierta perspectiva espacial y temporal de la
reflexión teórica respecto a la categoría de resistencia. En la columna izquierda los primeros registros
obedecen más bien a casos puntuales de una primera etapa anterior a la república (tercera fila), que por
lo demás son más bien ambiguos en su contenido por lo que su ubicación bien pudo ser en la columna
opuesta. Por lo mismo será que sólo hacia fines del siglo XX podemos identificar más nítidamente un
discurso de carácter indigenista (quinta fila). La segunda columna es más nítida en su rechazo original
a lo mapuche y su resistencia, por lo que también es más abundante en su contenido. Esta posee
además un peso innegable dentro de la propia historia como una suerte de tradición e incluso, como
objeto legítimo de estudio, el cual sólo con la irrupción de la etnología y antropología durante el siglo XX
perderá parte de su peso, tornándose más relativo.
Antes de continuar diremos que respecto al tratamiento de la temática mapuche en la historiografía,
actualmente existen hoy un creciente número de trabajos que abordan la problemática de la relación
entre historiografía y Pueblo Mapuche, aportando una panorámica más amplia del fenómeno. Ejemplo
de ello son trabajos tales como “La Construcción Histórica de la Araucanía: Desde la Historiografía
Oficial a las Imágenes Culturales y Dominación Política” de Ricardo Herrera Lara; “Mentalidades y
Políticas Wingkas” de Augusto Samaniego y Carlos Ruiz; “Ngulumapu (Araucanía): la pacificación y
su relato historiográfico, 1900-1973” de Leonardo León; “La prolongada Guerra de Arauco: ¿un mito
plurisecular?” de Arauco Chihuailaf, etc., así también hay tesis que tratan el tema y su relación con
la educación, como “Desmitificando La Historia Mapuche: Contribuciones para la Enseñanza de una
Nueva Historia de Chile” de Godoy, Hoces y Roa del año 2006, lo que indica que esta problemática se
está constituyendo actualmente como su propio subcampo de estudio dentro de la historiografía pero
que no termina aún de conformarse del todo.

Breve revisión de casos


Regresando al problema del enigma, se tiene que éste ha fascinado a través de la historia
tanto a poetas, militares e historiadores por igual. De igual modo ha despertado profundo
rechazo en amplios sectores sociales de la sociedad chilena. Por otra parte, de él se derivarían
algunas propuestas académicas actuales respecto a la historia e identidad del pueblo mapuche
bastante interesantes y no menos polémicas. De ellas revisaremos dos casos: la del sociólogo
Aldo Mascareño y la del antropólogo Guillaume Boccara.
Bien podrían haberse revisado aquí otras propuestas además de las seleccionadas, no menos
polémicas como la del historiador Sergio Villalobos o la del sociólogo Alejandro Saavedra Peláez,
distinta a la de Villalobos pero no menos polémica. El criterio de selección estuvo dado por su
importancia en función de su propuesta teórica y originalidad, lo que las tornan atractivas e
interesantes, junto con sus implicancias políticas.

a. Aldo Mascareño y la decontrucción cultural mapuche


Su posición abiertamente crítica a las demandas políticas mapuche es ampliamente desarrollada por el
autor en un artículo del año 2007, titulado “Sociología de la cultura. La deconstrucción de lo mapuche”,
publicado en la página del CEP398 y que pasaremos a revisar en seguida.
La hipótesis central de Mascareño plantea que:

la diferenciación e individualización de la sociedad moderna ha hecho cada vez


más carente de rendimiento analítico al concepto de cultura como indicación de la
unidad y coherencia de constelaciones simbólicas. Las culturas son crecientemente

398 Texto en línea, disponible en http://www.cepchile.cl/1_3892/doc/sociologia_de_la_cultura_la_


deconstruccion_de_lo_mapuche.html#.VChjaRaNDLg

117 Historia en Movimiento año III · número 3 · 2014


iterables, interpenetradas e inconsistentes […], sin embargo, para los que aspiran a
autocomprenderse a través de ella y para otros que persiguen objetivos estratégicos,
invocándola, la cultura conserva una alta utilidad como instrumento para la afirmación
de una diferencia local e histórica que viene asociada a posicionamientos instrumentales
u objetivos políticos. Es decir, en términos sociológicos, cultura para poco; en términos
políticos, cultura para mucho (para demasiado quizás).399

Su rechazo al concepto ‘cultura’ parte de una lectura de la sociedad actual moderna a la que considera
siempre cambiante, estructurada y simbólicamente diferenciada; de una crítica a la inconsistencia
interna del concepto evidenciada a través de su desarrollo histórico; y de las consideraciones teóricas
de la antropología postmoderna de James Clifford y el concepto de différance de Derrida.
La différance daría cuenta, entonces, de la iterabilidad simbólica de la cultura como “texto”, resaltando
el aspecto relacional en su naturaleza interna. Comparada con el lenguaje, la cultura estaría constituida
por unidades que obtendrían su significado sólo en relación con otros elementos de la misma. Esta
significación lograda a través de relaciones de diferenciación entre las diversas unidades (Sassure) le
otorgarían fluidez y la desconectarían o desanclarían del contexto histórico en el que surge; por ello es
que no estaría definida por ninguna esencia ni tradición alguna, oral o escrita, sino que sería constante
transformación y repetición que impide que sea apropiada como exclusividad por grupo alguno.
Sin embargo que el lenguaje sea esencialmente, en su funcionamiento interno, algo relacional no
quiere decir que éste no exista; en otras palabras, si todas las lenguas tienen una misma naturaleza
interna dada por la relacionalidad de su funcionamiento, ergo no se desprende necesariamente que no
existan los idiomas. Por otro lado, Derrida buscaba rebatir algunas ideas de John L. Austin respecto a
la importancia determinante del contexto en la correcta ejecución de los actos performativos del habla,
para lo cual desarrolla la idea de iterabilidad (alteración en la repetición) la que le permite finalmente
suprimir el contexto y la intencionalidad del autor como condiciones que posibilitan el funcionamiento
del lenguaje. Sin embargo, no debemos perder de vista que la reflexión original de estos autores es
sobre el lenguaje, y aunque tanto Derrida como Austin comparten la idea de que el lenguaje no se
restringe sólo a describir el mundo, sino que actúa sobre él, la realidad social no es y no tiene por qué
ser isomórfica a éste, lo que sería además una recaída en la vieja hipótesis Sapir-Wolf. De este modo
entonces, se concluye que ni la cultura ni la sociedad son idénticas e isomorficas al lenguaje sino que
son dimensiones diferentes del existir social, lo que no quita que en su estudio se recurra al modelo del
lenguaje y el texto pero guardando las distancias.
Volviendo a la idea de cultura y muy a pesar de su autor, ésta sigue siendo un concepto útil para el
estudio de la sociedad, prueba de ello es la creciente importancia de los estudios culturales o el hecho
de que la cultura sea considerada como un derecho. Y si bien su desarrollo histórico, conceptualmente,
es algo tortuoso, ello no debe ser tomado como una debilidad sino más bien como una señal de buena
salud al no estar anquilosada y por tanto dogmática en sus definiciones (o sea la ausencia constitutiva
del significado propia del lenguaje y que posibilita su funcionamiento según nos dice Derrida). Por
otro lado, modernidad y cultura no tienen por qué ser excluyentes en términos teóricos como puede
desprenderse del trabajo del sociólogo Pedro Güell del año 2008, donde teoriza respecto al rol de la
cultura en la mediación entre subjetividad y sociedad, instalándola de ese modo en el corazón mismo
del dilema moderno: el carácter constitutivo de la tensión entre subjetividad y sociedad. Es esta tensión
la que funda la modernidad y donde la promesa de su resolución fue asumida por la ilustración con
los resultados que todos conocemos. Con el tiempo la toma de conciencia de la imposibilidad de su
resolución y el fracaso del proyecto humanista ilustrado, fundamentarán a su vez el posmodernismo
actual que da pie a posiciones como las asumidas por el autor.
Revisemos ahora otro fragmento del trabajo aquí analizado:

399 Mascareño, Aldo, “Sociología de La Cultura: La Deconstrucción de lo Mapuche” en Centro de Estudios


Públicos, n° 105, 2007, pp. 61-62.

Sujetos históricos y transformaciones sociales en América Latina 118


(…) la afirmación de un sentido de unidad grupal, histórica o política (…) opera de un
modo contrafáctico, invisibilizando las diferencias, interpretaciones e inconsistencias para
resaltar la continuidad y coherencia de los mundos de vida (…). Es útil para resistir a la
presión por aprender a hacer las cosas de otro modo, a la presión por renunciar a la tierra o
a la lengua como símbolos identitarios.400

De ella se desprende que esta resistencia por aprender “nuevos modos” de hacer las cosas no sería
más que un capricho atávico, púes teóricamente no tendría sustento alguno y por lo mismo es
políticamente ilegítimo y errado en sus aspiraciones.
Como se ve, en ningún lugar de la reflexión hay espacio para pensar el otro lado de la relación:
¿por qué sólo la resistencia es ilegítima y no la voluntad de sometimiento? ¿Quiénes son entonces
los que se niegan a aprender “nuevos modos” de hacer las cosas y cuáles son sus fundamentos?
Así entonces, la teorización en torno a la resistencia como hecho histórico se torna reactiva, es
completamente incapaz de ver la totalidad de la relación resistencia/sometimiento por lo que su
teorización anterior es sólo una justificación de la posición política adoptada por el autor y no una
profundización en la comprensión del fenómeno.

b. Guillaume Boccara y la etnogénesis mapuche


El trabajo de este autor, a diferencia del anterior, no está centrado en el presente de la relación si no en
el pasado, puntualmente en el período comprendido entre los siglos XVI-XVIII, que es donde el autor
ubica la emergencia de la identidad mapuche actual. Por lo mismo y para sustentar dicha hipótesis su
trabajo pasa por la revisión de fuentes de la época y su interpretación.
A fines de los 90, el antropólogo francés Guillermo Boccara en su libro “Los Vencedores: historia del
pueblo mapuche en la época colonial”, retoma la interrogante de la resistencia pero referida a los siglos
XVI-XVIII. En su intento de resolver el enigma considera que la respuesta pasa por ver la guerra como
“hecho social total” de cuya función social resultaría un reforzamiento de estructuras sociales internas
propias del pueblo mapuche. Sin embargo este punto se debilitaba si se cuestionaba la idea de guerra
permanente como proponía por su parte la escuela de los estudios fronterizos liderada por Villalobos en
los 80, por lo que se reforzó con la idea del efecto de la política de parlamentos en el nacimiento de una
nueva y mayor identidad compartida entre las diferentes parcialidades, lo que terminaría cristalizando
en el surgimiento del etnónimo “mapuche” confirmado por el estudio de los registros documentales de
aquella época. El planteamiento es un poco más complejo pues incluye también la función del comercio
dentro de la relaciones entre ambos pueblos, pero desde una visión completamente diferente a la
propuesta por los estudios fronterizos de marcado carácter difusionista, lo que llevaría por otra parte a
los historiadores J. Pinto Rodríguez y L. León a abandonar ésta última y trabajar sus propias propuestas
en una línea similar a la de Boccara respecto al comercio y repitiendo la idea de la etnogénesis401.
Se abandonan entonces viejas ideas difusionistas y evolucionistas como las de Villalobos402 y se da
paso a planteamientos más ricos y complejos respecto a las relaciones interétnicas que provocarán

400 Ibídem, p. 38.


401 Una línea teórica completamente diferente es desarrollada por el antropólogo norteamericano y profesor de
la Universidad Vanderbilt, Jacob Sauer, en su libro titulado The Archaeology and Ethnohistory of Araucanian
Resilience, de recientemente publicación. En él plantea que en general el tratamiento histórico de la cultura
mapuche considera que estos son el resultado de la influencia europea y no la continuación del desarrollo cultural
anterior. Por su parte sostiene que la cultura mapuche se desarrolló en los siglos anteriores a la llegada de los
españoles y que ese desarrollo influyó directamente en la habilidad de los mapuche para contener exitosamente a
los españoles mientras mantenían sus propios patrones y prácticas culturales con una limitada influencia externa.
Su análisis se centra en los procesos de larga duración que estructuran la acción mapuche en orden a mantener de
su propio sistema cultural y estructuras antes que en las habilidades culturales para resistir las influencias externas.
402 Para una crítica teórica profunda de los planteamientos de Villalobos recomiendo ver el trabajo de Eugenio
Alcaman “La Historia y La Antropología en La Etnohistoria Mapuche”, publicado en Morales, Roberto (Compilador),
Universidad y Pueblos Indígenas, Instituto de Estudios Indígenas/Universidad de La Frontera, Temuco, 1997.

119 Historia en Movimiento año III · número 3 · 2014


profundas transformaciones sociales en ambos lados de la frontera, por ejemplo la transformación
progresiva del pueblo mapuche a una economía de carácter ganadero y el desarrollo de una actividad
textil no menor, todo lo cual iba configurando la relación entre ambos pueblos fuera de una lógica de
dominación chileno-mapuche, llegando incluso a generarse una dependencia chilena del comercio
y los productos mapuche en la frontera del Bío-Bío. Esto último que afirmo aparece ampliamente
documentado en los trabajos del propio Boccara y de J. Pinto Rodríguez en su libro “La formación del
Estado y la nación y el pueblo mapuche” del año 2003.
La tesis de Boccara conocida como etnogénesis mapuche, goza hoy de amplia aceptación entre los
historiadores, antropólogos y sociólogos no mapuches que suelen tratar la temática mapuche con
cierta regularidad. Así la podemos hallar en los dos historiadores antes mencionados; en J. Bengoa,
Foerster, Saavedra y muchos otros. Distinto es el caso dentro de los Historiadores mapuche, donde de
plano se la rechaza, fundamentalmente por la mala traducción que hace el autor de la palabra reche
dentro de su propuesta. Por ejemplo, el historiador José Millalén dice al respecto que:

algunos autores contemporáneos han traducido erróneamente el concepto reche como


gente pura o verdadera (…) y ante la no existencia de un concepto común para designar al
conjunto de la población mapuche pre hispánica, han planteado que su denominación es de
reche, probablemente haciendo relación con un periodo histórico de pureza cultural (…).403

Por otra parte y en relación a lo mismo, podemos leer en Quidel que: “Cada che tiene su propia
energía o newen, su propio gen y su propio püjü, en tanto reche (persona común o que no es
autoridad) diferente de todos los demás”404. Por tanto la traducción pareciera no ser la correcta o
no tiene suficientes elementos que la sustenten; pues si bien el autor trabaja casi exclusivamente
con las fuentes escritas de la época, nada dice de un posible cruzamiento con las traducciones
actuales del término que pudiesen obtenerse de un trabajo en terreno, considerando además que el
mapudungun se ha mantenido respecto al pasado relativamente estable en cuanto a sus palabras
y significados en términos estilísticos, a diferencia de otros idiomas, lo que permite su comparación
en vistas a una mayor precisión en la traducción.
Además de la traducción, la tesis etnogenésica adolece de otros cuestionamientos de orden
metodológico tales como el real alcance de la interpretación de las fuentes en el estudio del pasado,
más aún si ese pasado refiere a una cultura en aquel entonces ágrafa, así como una definición más
clara entre el trabajo etnográfico e historiográfico.
En términos teóricos, dentro de la antropología, el trabajo de G. Boccara es heredero de William Sturtevant
y su trabajo “Creek into Seminole” del año 1971. Así se desprende de lo dicho por el propio Boccara:

este término (etnogénesis) hizo su entrada «oficial» en la literatura antropológica


norte-americana bajo la pluma de William Sturtevant (…) En este estudio pionero,
Sturtevant mostraba que los Seminoles habían emergido en tanto que «etnia» a
causa de las múltiples presiones ejercidas por los colonizadores ingleses en el sudeste
de norteamérica entre los siglos XVII y XVIII.405

Del mismo modo los mapuche emergen como etnia, según el autor, producto de las contantes presiones
de la guerra y de la política de parlamentos cristalizando finalmente en el etnónimo de “mapuche”. Pero
sucede que teóricamente el concepto ya había emergido 10 años antes en los estudios relacionados

403 Millalen, José, “La sociedad Mapuche prehispánica: kimün, arqueología y etnohistoria”, en Escucha winka,
Cuatro ensayos de Historia Nacional Mapuche y un epílogo sobre el futuro, LOM ediciones, Santiago, 2006, p. 33.
404 Quidel, Javier, “Chum Azkülen ta iñ mapuche mogen (Filosofía del ser Mapuche)”, en Informe de la Comisión
verdad histórica y nuevo trato. 2003. Volumen III. TOMO II. Primera parte del informe final de la Comisión de
Trabajo Autónomo Mapuche. Capítulo III “Mapu Küpal Azkunun Zugu. Fundamentos y Manifestaciones del derecho
propio mapuche”. En internet http://www.serindigena.org/libros_digitales/cvhynt/v_iii/t_ii/v3_t2_c3.html
405 Boccara, Guillaume, “Mundos nuevos en las fronteras del Nuevo Mundo”, en Nuevo Mundo Mundos Nuevos
(en línea), Debates, 2001. Disponible en http://nuevomundo.revues.org/426

Sujetos históricos y transformaciones sociales en América Latina 120


con la Alta Edad Media, puntualmente en el trabajo de Reinhard Wenskus, titulado “Stammesbildung
und Verfassung: Das Werden der frühmittelalterlichen gentes” del año 1961. En él la idea de etnogénesis
(stammesbildung), considerada como la formación de un grupo étnico, se asocia a la capacidad de un
grupo particular de ser portador de un núcleo de tradición (traditionskern) sobre el que se aglutinan
diferentes otros grupos que hacen suya esa tradición, fundando de este modo un nuevo pueblo. La
reflexión teórica que se abrirá paso posteriormente en respuesta a este trabajo, en autores tales como
Herwig Wolfram y Walter Pohl, discutirán la validez hermenéutica de las fuentes para el estudio del
surgimiento de fenómenos subjetivos como la identidad y etnogénesis en el pasado de los pueblos. Y si
bien la propuesta de Wenskus fue dejada de lado, entre otras cosas por su carácter elitista, lo interesante
de aquello fue que después de todo se demostró lo absurdo que era querer rastrear el origen exacto
de los pueblos (europeos en su caso), ya sea a través de mapas antiguos o de los nombres registrados
en las fuentes, en el pasado; cuestión que por lo demás obedeció en su momento más a intereses
políticos que teóricos. Y si bien todo esto parece algo ajeno a la reflexión antropológica posterior que
aquí nos ocupa, lo cierto es que su gran aporte fue la justa consideración del real alcance y limitación de
las fuentes en el estudio del pasado, que es precisamente lo que hace falta en la propuesta de Boccara
y su recepción dentro de la historiografía chilena406 no mapuche.
Para ir cerrando diremos que a pesar de todo, lo cierto es que la etnogénesis mapuche sigue
teniendo hoy una amplia y gran aceptación en la academia, y si bien nadie la ha utilizado para
deslegitimar la idea de una identidad mapuche ancestral anterior a la conquista, la posibilidad se
mantiene latente, pues su idea general sigue siendo que el pueblo mapuche es el resultado de la
influencia de la política española de ese entonces.
Volviendo a la idea de la resistencia como imagen persistente, la posición teórica del trabajo de Boccara,
a diferencia del anterior, no tiene un carácter reactivo, pues no busca deslegitimar las demandas
actuales. Las reflexiones teóricas de otros trabajos del autor se ubican más bien en el polo opuesto.
Por otro lado al teorizar la función social de la guerra durante los siglos XVI-XVIII como explicación de
la exitosa resistencia mapuche de ese entonces, puede terminar reforzando de manera no intencional
las preconcepciones belicistas que hay respecto del pueblo mapuche al interior de la sociedad chilena,
o incluso al interior de algunos sectores del movimiento mapuche.

Conclusión
En los dos casos anteriores que acabamos de revisar, se quiso rastrear las influencias de la idea de
resistencia como un imago persistente en la reflexión historiográfica actual, y además como esta imagen
termina pasando de contrabando al debate teórico y político viejas ideas preconcebidas ya sea de rechazo
o admiración y que restan en profundidad y alcance a la reflexión teórica. En el primer caso, de marcado
carácter reactivo, se espera haber demostrado como la reflexión en torno al asunto ocultaba más que
aclaraba la relación resistencia/sometimiento, que es a lo que finalmente debiera remitir la idea o imagen
de resistencia. En el segundo caso su posición frente a la resistencia, ya no del presente sino en el pasado,
es claramente positiva y de un interés netamente teórico. Sin embargo son sus posibles consecuencias
políticas hacia el presente las que la vuelven más interesante para su análisis.
Quedaron fuera de análisis, por tiempo y espacio, otras propuestas como la del sociólogo Saavedra
Peláez de corte marxista ortodoxo y cuyo discurso muy crítico a ciertas demandas mapuche, apela
a una integración cultural y económica de facto que no debiera ser soslayada en los análisis teóricos
relacionados al tema mapuche, culpando a influencias externas de lo que él considera una exaltación
de la diferencia. Con todo, su proyecto o propuesta política es la integración mapuche dentro de la
nación, pero a través de la lucha de clases o emancipación de la explotación capitalista junto a los
demás sectores sociales chilenos afectos a la misma suerte de explotación. También quedo fuera de

406 Para una crítica de la etnogénesis mapuche completamente diferente a lo aquí planteado y en una línea de
interpretación anacrónicamente positivista de las fuentes, ver el libro Los Aborígenes del sur de chile en el siglo
XVI ¿cómo se llamaban?, Editorial Universidad Internacional SEK (2001) del autor Mario Orellana Rodríguez.

121 Historia en Movimiento año III · número 3 · 2014


análisis el trabajo de José Bengoa de marcado carácter indigenista, y que junto al anterior, hubiesen
servido para ilustrar la presencia (o no) y efectos del imago enigmático de la resistencia, pero en un
discurso completamente distinto a los aquí tratados, y que hubiese servido además para enriquecer
la propuesta hermenéutica aquí planteada.
Para ir terminando dejaremos algunas interrogantes planteadas tales como hasta qué punto se
puede hablar de una persistencia de este imago en la historiografía y la reflexión teórica del tema
mapuche y en qué medida la apertura del debate a autores mapuche puede ayudar a eliminar esta
imagen que siempre termina ocultando una parte importante del debate y del problema. De este
modo pienso, así como la reflexión hecha en buena parte por investigadores no mapuche que han
echado luz sobre el pasado mapuche en esta relación histórica de resistencia/sometimiento, del
mismo modo el ingreso de la reflexión teórica mapuche puede ayudar a echar luz sobre el rol político
del otro lado hasta ahora oculto de la relación: el lado chileno.
Por último, como reflexión final, diremos que la idea de “resistencia” como categoría analítica
hermenéutica ciertamente puede parecernos reactiva y a fin de cuentas susceptible del mismo
error que el desafortunado término “conflicto mapuche”: a saber, ocultar una de las partes de la
relación. Sin embargo no debemos perder de vista que toda resistencia es respuesta a una voluntad
de opresión, por lo que la otra parte permanece presente de manera implícita. Por el contrario,
el “conflicto” al ser presentado sólo en referencia a sí mismo, no sólo oculta sino que borra una
de las partes de la relación, por lo que debe ser denunciado y expulsado de la reflexión teórica,
social y política. El conflicto es una categoría moderna que nace con el término de la radicación,
independiente de haber sido enunciada o no en aquel entonces. La resistencia es la respuesta lógica
al proyecto asimilacionista y por sobre todo al tipo de relación que lo sustenta. Pero debe quedar
claro que la resistencia no es en modo alguno un proyecto político ni la manifestación de una esencia
tradicional a-histórica o un ethos cultural, sino un momento histórico que necesariamente debe ser
superado por una relación de reciprocidad, no a la manera liberal individual si no una reciprocidad
entre pueblos que es la condición sine qua non para una libertad individual saludable.

Sujetos históricos y transformaciones sociales en América Latina 122


COMENTARIOS DE LIBROS

“Las dictaduras instauradas en las Américas por la alianza entre el


imperialismo yanqui y las burguesías latinoamericanas en el último tercio
del siglo XX exterminaron físicamente más de 150.000 revolucionarias y
revolucionarios; destrozaron e ilegalizaron centenares de organizaciones,
partidos, movimientos y grupos dedicados a toda serie de tareas
relacionadas con los derechos humanos, la justicia, las libertades,
la cultura, el medioambiente, los salarios, la sanidad; implantaron
regímenes de terror material y simbólico, de miedo paralizante, de
angustia por la suerte de personas amigas, de familiares y conocidos que
desaparecían, que eran detenidas y torturas, creando un insoportable
clima de silencio, ansiedad y hasta delación, de modo que centenares
de miles de personas que simpatizaban abiertamente con los ideales
humanos y con las revolucionarias y revolucionarios no tuvieron más
remedio que esconderse, callarse o escapar al exilio. Mientras tanto, las
burguesías latinoamericanas destrozaban la independencia económica
de sus países, entregándolos indefensos a la voracidad neoliberal,
enriqueciéndose ellas y las transnacionales imperialistas en medio del
empobrecimiento masivo del pueblo trabajador centro y sudamericano”.

Iñaki Gil de San Vicente


Autor Monsálvez Araneda, Danny
Los bandos militares en Concepción y Talcahuano:
Disciplina militar y disciplinamiento social

Comentario Yerko A. Aravena Constanzo407

El libro “Los bandos militares en Concepción y Talcahuano:


Disciplina militar y disciplinamiento social” del historiador
Danny Monsálvez Araneda, resulta ser un aporte en sí mismo,
considerando la poca presencia de trabajos que rescaten
la Historia y la memoria en torno a la violencia política y la
violación a los Derechos Humanos desde una perspectiva
local, en donde existe un gran vacío al respecto aun cuando
la región del Biobío, octava región de Chile –lugar geográfico
en el cual esta investigación se circunscribe– fue fuertemente
golpeada por la dictadura cívico militar. Ha existido una
constante en el desarrollo de la disciplina historiográfica, la
cual tiende a centrar su atención en lo “nacional”, lo que en la
práctica se sujeta a una visión general o bien en una mirada
reducida de lo acaecido ceñida siempre al quehacer en las
grandes ciudades, como si las demás comunidades no tuviesen
historia o como si su historia dependiera irrestrictamente de
estos grandes centros urbanos. Sin duda esto resulta ser una
gran deuda de quienes nos desempañamos en la disciplina
histórica, ante lo cual esfuerzos como éstos dan cuenta de un
interesante giro historiográfico. Este trabajo posee la virtud de
romper con aquella visión; si bien parte de un punto global CONCEPCIÓN - CHILE, ESCAPARATE, 2014
[271 PÁGINAS]
a nivel nacional, es capaz de situarlo en un contexto local,
matizarlo con este espacio y mostrar sus particularidades.
Por otro lado, es un aporte en la medida que también es un trabajo dirigido a poner
a nuestra disposición fuentes de la época, algo fundamental si queremos establecer
una investigación de éste tipo. En palabras del autor, este trabajo
[…] tiene como objetivo dar una mirada general y de conjunto a determinadas
modalidades y diseños que adquirió la violencia y control social producto del
golpe de Estado de 1973; es decir, identificar algunos dispositivos legales y
punitivos a través de las cuales se expresó la violencia política y el control social
los días posteriores al 11 de septiembre de 1973408.
Así pues, nos proporciona la materia prima para adentrarnos en la temática más
allá de la ya típica exhibición de los hechos de la coerción; este material de consulta
nos muestra una mirada resumida pero a su vez amplia y resulta ser un excelente
punto de partida para quienes quieran adentrarse en materias de violencia política y
cómo la violencia emanada desde el Estado afectó a nuestros territorios a través de
diferentes medios de coacción. Para ello, se detiene en un punto que muchas veces

407 Licenciado en Historia, Universidad de Concepción (Chile). Estudiante de Pedagogía en


Historia y Geografía, Universidad de Concepción. Miembro del Consejo editorial de la revista
“Historia en Movimiento”. yerkoaravena@udec.cl
408 Monsálvez Araneda, Danny, Los bandos militares en Concepción y Talcahuano:
Disciplina militar y disciplinamiento social, Concepción, Escaparate, p. 13.

Sujetos históricos y transformaciones sociales en América Latina 124


Comentarios de libros

ha sido pasado por alto: la construcción jurídico-institucional del régimen dictatorial


a la par de la perpetración de la violencia más brutal por parte de éste previamente a
la elaboración de la constitución política de 1980. Junto con esto, nos muestra cómo
la dictadura justificó y legitimó cada una de sus acciones no sólo mediante el uso de
la fuerza, también mediante el terror, la desinformación, la militarización del espacio
público y el control de todos los espacios de asociatividad y representatividad popular.
Para lograr aquello, elabora su trabajo en 3 capítulos. En el primero de ellos,
describe la coordinación de las ramas de las Fuerzas Armadas y de Orden locales
para perpetrar la coerción a pobladores, trabajadores y estudiantes de la zona –
principalmente a los que militaban en partidos de izquierda y/o adscribían al
gobierno de la Unidad Popular– durante los primeros días posteriores al golpe de
Estado y como los militares lograrían, en pocos días, el control de la zona.
El 11 de septiembre de 1973, Concepción era visto como una “zona roja”, con una
marcada presencia de los partidos, agrupaciones y movimientos de izquierda, tanto
de aquellos que conformaban la Unidad Popular, como de quienes se situaban
fuera de ella, es por ello, que la acción militar de aquel martes 11 tuvo como uno de
sus principales objetivos el rápido control de Concepción y sus alrededores409.
A través de este planteamiento, nos muestra el nivel de planificación y preparación
de los diversos operativos que dejarían el país en las manos castrenses poco
después transcurrido el asalto al palacio de La Moneda. Allanamientos, intervención
de las líneas telefónicas de las organizaciones de izquierda, encarcelamientos
masivos, control de los medios de comunicación de masas, invasión del espacio
público, etcétera, acompañarían a las torturas y asesinatos, todo efectuado
sincronizadamente y ejecutado de forma paralela, dejando a la luz el carácter
mismo de una dictadura que no daría tregua.
Por razones más o menos obvias –ya sea por el impacto de las violaciones a los
derechos humanos en la sociedad o bien por la manipulación de lo acaecido por los
conglomerados de turno– se ha centrado el análisis de este período en la violencia
política más visible, lo que resulta ser la represión, tortura, desaparición y asesinatos
de personas en nuestro país. Si bien esto es innegable y, por su magnitud, ha
sido difundida y masificada por los medios de comunicación hasta el día de hoy,
no podemos obviar que la violencia no actúa por si sola ni para sí misma; es un
instrumento de un grupo para someter a otro, por un lado, y esta va más allá de lo
coercitivo, necesita elementos de legitimación de su uso en la sociedad.
Por lo mismo, los capítulos 2 y 3 de este libro nos entregan un insumo importante para
rescatar. Es en estos capítulos donde se abordan los aspectos relevantes del marco
jurídico-institucional transitorio antes mencionado que usaría la dictadura chilena para
poder operar tal y como lo hizo –en el capítulo 2 se analizarían los bandos militares y los
decretos ley, mientras que en el 3 se exhiben las transcripciones de todos aquellos que
fueron dictados para Concepción y los departamentos de Talcahuano y Tomé–, además
de plasmar los lineamientos fundamentales del cómo la dictadura interactuaría con el
resto de la sociedad, tanto con sus adeptos como con sus detractores o enemigos
declarados. Tal y como nos señala el historiador Danny Monsálvez
Si bien los bandos tuvieron –cronológicamente hablando– breve duración, su
importancia no radica en aquel punto, sino, en su efectividad, ya sean en cuanto
a mensaje a la población, como las medidas que éstos contemplaban. En aquel
mes de septiembre de 1973, los bandos, desde el punto de vista factual pasaron de
delimitar el campo de lo permitido y prohibido, así como lo legítimo e ilegítimo no
sólo en el ámbito político, social también valórico y cultural410.

409 Ibídem, p. 21.


410 Ibídem, p. 37.

125 Historia en Movimiento año III · número 3 · 2014


Por lo mismo, no podemos hablar sobre la violencia y el control social de aquella
época sin considerar aquel aspecto al cual el autor, con justa razón, da tanto énfasis.
Entonces, este libro nos da luces sobre dos aspectos trascendentales: I) El uso de la
violencia durante la dictadura, lejos de ser aplicada de forma arbitraria e irracional,
fue de lo más racional y sistematizada, además de ser selectiva y controlada. II)
Por ende, poseía objetivos claros y concretos y no era una improvisación ni mucho
menos aspiraba a entregar el poder a los civiles sin antes salvaguardar los intereses
de quienes pidieron a gritos la perpetración del golpe de Estado, por un lado, y de
un giro radical del sistema con tal de que las experiencias populares de organización
política y social no volviesen a ocurrir y que no reapareciesen para amenazar los
intereses de la clase dominante, sacando así de escena a todo el activo político y
bloqueando su posible reingreso a la escena pública nacional y local.
Entonces, el trabajo del profesor Monsálvez logra sintetizar la violencia política
ejercida desde el Terrorismo de Estado emanado desde la dictadura cívico-militar.
Es más, podemos ver que esa violencia es el componente principal no sólo de la
dictadura misma, sino que también lo es del sistema que defendió y del modelo
que instauró, el cual, dicho sea de paso, es el que nos gobierna hoy en día. Junto con
esto, plasma esa relación entre el marco legal y el marco de acción de la dictadura,
esa figuración en el papel que necesita todo grupo que atenta contra el pueblo para
pasar a la legalidad su actuar ilegítimo.
Existe un consenso dentro de la historiografía sobre la época en cuanto a que la
implantación del modelo neoliberal hubiese sido imposible de realizar sin el estallido
de diversas dictaduras a lo largo de nuestro continente. Sin violencia, nuestro sistema
actual no hubiese visto la luz ya que no se trataba de algunas reformas aisladas,
sino que de una transformación radical de lo existente para perpetuar los beneficios
de los poderosos, de desarticular a los trabajadores y trabajadoras y de replegar a
la población a un papel ya no sólo pasivo, sino que más bien inexistente, siendo
estos últimos aspectos – mencionados por diversos autores– fundamentales para
la implantación del modelo neoliberal411. En otras palabras, todo esto fue necesario
para dejarle libre el camino al mercado y la tarea fácil a quienes posteriormente les
tocaría salvaguardarlo e incluso profundizarlo.
Por último, pero no menos importante, este libro nos da una claridad importante
en cuanto a la necesidad –para la clase dominante– de la implantación de la
dictadura. La política represiva institucionalizada en general y la acción del
despliegue militar del 11 de septiembre de 1973 en particular, poseía como principal
objetivo un rápido y efectivo control sobre la población de la región, principalmente
en los sectores más politizados y combativos de ésta y, aunque no existió una real
resistencia a la dictadura por la dimensión de la misma, la represión hacia estos
sectores fue implacable, creándose una guerra inexistente en donde sólo había
un bando el cual saldría victorioso a sangre y fuego. Esto cumpliría una doble
función: I) desarticular a la oposición a la dictadura, a la izquierda en su conjunto
y a cualquier foco de resistencia y II) evitar cualquier rearticulación de la izquierda
y borrar la influencia que ésta tuvo por tantas décadas en el pueblo chileno.

411 Existe una amplia y variada bibliografía al respecto. Para ello, recomendamos,
desde diversas perspectivas: Álvarez, Rolando, Desde las Sombras. Una historia de la
clandestinidad comunista (1973-1980), Santiago (Chile), LOM, 2003; Cavallo, Ascanio;
Salazar, Manuel y Óscar Sepúlveda, La Historia oculta del Régimen Militar, Santiago
(Chile), Antártica, 1989; Corvalán Márquez, Luis, Los partidos políticos y el golpe del 11 de
septiembre de 1973. Contribución al estudio del contexto histórico, Santiago (Chile), CESOC,
2000; Goicovic Donoso, Igor, Movimiento de Izquierda Revolucionaria, Concepción (Chile),
Escaparate, 2012; Huneeus, Carlos, El Régimen de Pinochet, Santiago (Chile), Sudamericana,
2000; Salazar, Manuel, Las letras del horror, Tomo I: La DINA, Santiago (Chile), LOM, 2011.

Sujetos históricos y transformaciones sociales en América Latina 126


Comentarios de libros

Más allá de eso, el objetivo de aquello fue desarticular socialmente a nuestro


país, fragmentarlo y evitar cualquier posible reaparición en escena de alguna
expresión de organización popular y, de existir ésta, que sólo se desarrollase bajo
los lineamientos institucionales impuestos o bajo los dictámenes que el modelo
señalase, siempre buscando perfeccionarlo, pero sin ir más allá de éste.
Hoy en Chile vivimos en un clima de impunidad, en donde los crímenes perpetrados
en este oscuro período de nuestra historia siguen aún remeciendo una sociedad que,
después de cuarenta años, sigue escarbando en su memoria buscando respuestas
en la historia de los problemas que aquejan a la sociedad neoliberal chilena. Es
por eso que este trabajo posee un valor agregado sin querer tenerlo, puesto que su
misión –aunque nos hubiese gustado que así fuese de forma explícita– no apuntaba
precisamente a aquello. Asimismo, hace frente a una historiografía que aún no se
ha hecho cargo –pese que en los últimos años han aparecido varios trabajos sobre
el tema– de los hechos de violencia que han marcado nuestra historia reciente, a
diferencia de otros países, como Argentina y España, en donde se han desarrollado
interesantes líneas investigativas al respecto.
Para finalizar, recordemos dos aspectos fundamentales en torno a esto: El
disciplinamiento social de nuestra sociedad se obtuvo mediante la muerte y
desaparición de personas, se detuvo así el avance del movimiento obrero y popular
a través de la violencia para así instaurar el modelo que hoy nos rige, hecho
acaecido a la largo y ancho de nuestro continente en un contexto que, si bien es
parte de un pasado cronológico, está aún vigente en nuestro presente histórico. De
esta forma, lo antes planteado toma plena vigencia si vemos la reactivación de
los movimientos sociales y la aparición de nuevos conflictos en diversas partes del
mundo producto de las crisis y contradicciones del sistema capitalista. Por ende, no
todo está dicho ni resuelto. Libros como éste nos recuerdan aquello y nos plantea
un interesante punto de partida para ver dónde se origina toda esta violencia y
barbarie que vemos cada día en diferentes rincones del orbe. ¿Dónde se origina la
violencia? Si leemos las páginas de este libro, nos quedará claro quiénes son los
gestores de dicha violencia; proviene de aquellos que a través de la historia han
golpeado a nuestros pueblos para detener el curso de la misma.

127 Historia en Movimiento año III · número 3 · 2014


Autor Alejandro Saavedra Peláez
Un marco conceptual para el estudio de las clases
sociales en Chile actual

Comentario Eduardo Fierro Peso412

El estudio de las clases sociales no es tarea fácil, puesto


que la problemática se confronta externamente con ideologías
diversas, pero también generó –y genera– divergencias
internas dentro del propio marxismo. En este sentido, el autor
propone su investigación como insumo inicial para continuar
profundizando la temática expuesta, en función de aportar
a satisfacer las carencias teóricas del análisis marxista y la
necesaria transformación social del Chile contemporáneo.
El capitalismo industrial contribuyó a la polarización de las
sociedades y con ello, surgieron los postulados marxistas en
función de interpretar y transformar ese proceso societal. Por
consiguiente, el concepto de clase en la obra de Marx tuvo
una preponderancia de primer orden, puesto que de una u
otra forma, se categorizaban sectores sociales en función de
su posición en la producción.
Con el avance de las sociedades capitalistas y la modificación de
sus contextos en relación a sociedades precedentes, el debate
sobre las clases sociales se acentúa. Por ello, las interpretaciones VALDIVIA, CHILE, LOM, 2007
marxistas actuales no encuentran consensos, ya que si bien [316 PÁGINAS]
aceptan la existencia permanente –aunque a veces solapada–
de la lucha de clases en las sociedades contemporáneas, no existen referentes
intelectuales que puedan apropiarse de la legitimidad propia de Marx para establecer
aceptaciones generalizadas. Ello genera una seria de corrientes no sólo intelectuales,
sino que también ejercicios políticos en base a análisis marxistas que tienen resultados
y estrategias radicalmente distintas pero que, sin embargo, se definen a sí mismas
como corrientes de raigambre marxista.
En base a lo anterior, el análisis de clase también encuentra una preponderancia en
nuestros días, puesto que aparte de ser un análisis incompleto y un desafío académico,
este análisis permitiría aproximar que –por ejemplo– los socialismos, comunismos o
tendencias políticas de izquierda existentes se acercan/alejan a los postulados del
marxismo clásico sobre las clases sociales y su naturaleza, como también develar cuál
es la real incidencia del marxismo clásico en los actuales análisis marxistas de clases.
Además del nombre del libro que ya nos invita a un desafío, la vasta introducción que
hace el autor nos advierte sobre la complejidad del trabajo en términos de precisión
conceptual. Alejandro Saavedra Peláez, comienza estableciendo que la enmarcación
teórica de su investigación es el paradigma marxista y a la vez, plantea la necesidad
de aclarar ciertos términos teórico-conceptuales para guiar y hacer entendible
el posterior desarrollo. Conceptos como clase y estratificación social, clases y
diferenciación social, estructura y acción, etc., son algunos elementos preliminares a
considerar de acuerdo al criterio de Saavedra.

412 Profesor de Historia y Geografía. Universidad de Concepción. Sub-director de la Revista


Historia en Movimiento. eduardofierro@udec.cl

Sujetos históricos y transformaciones sociales en América Latina 128


Comentarios de libros

Resultan interesantes las recurrentes críticas del autor en cuanto a los matices que
tanto el neomarxismo como el posmarxismo han trabajado con respecto al marxismo
clásico, en el esfuerzo por readecuar la teoría marxista a tiempos históricos distintos.
Saavedra plantea ciertas disociaciones de estos aportes y lo que el interpreta
como teoría marxista clásica, proponiendo la necesidad de hacer un esfuerzo para
delimitar la teoría marxista y las teorías no marxistas y enfatizando algunos criterios
“de pertenencia” en relación a la primera. Si bien el autor establece que su marco
teórico es la teoría marxista, sostiene que la misma no se encuentra terminada en
su totalidad, lo que plantea un desafío para su investigación en el sentido de hacer
aplicable la teoría marxista clásica al contexto chileno del siglo XXI, en el cual se
encuentran ciertas particularidades dadas por su transcurso histórico.
En función de la amplitud del trabajo de Saavedra y con el objetivo de hacer más clara
y entendible la exposición de la presente reseña, expondremos capítulo a capítulo y de
forma muy sintética lo que entendemos como elementos centrales en el trabajo del autor.
En el primer capítulo “Un concepto inicial de clases sociales”, se plantea la interrogante
abierta sobre qué vendría a ser y conformar una clase social, ante lo cual el autor
responde que “…las clases son conjuntos de personas que se diferencian y relacionan
con otros conjuntos de personas a partir de la forma de participar en relaciones sociales
de producción”413 y por ello, en el capítulo el autor se esmera en establecer diversos
tópicos diferenciadores en cuanto a los sujetos y las relaciones sociales de producción,
lo que determina la pertenencia a una clase u otra. Así, subraya el hecho de que si
bien existen autores que proponen que las clases no son elementos estáticos, esto no
debe impedir el intento de una definición, por difícil que sea la labor.
En el segundo capítulo “Nivel de análisis en el estudio de las clases sociales”, el
autor plantea una serie de interrogantes que van desde epistémicas a situadas
socialmente, esto ya que incluso suponiendo que exista una definición de las
clases sociales para el estudio, inmediatamente surgen algunas interrogantes tales
como: ¿pueden existir sociedades sin clases sociales?, ¿cómo y por qué aparecen
las clases sociales?, ¿qué define y determina a las clases sociales?, ¿Cuál es el tipo
de sociedad capitalista en que vivimos?, ¿Qué características tiene esta sociedad
particular en este momento particular?, etc.
Para ir elaborando respuestas, el autor sostiene que el análisis de clase se mueve “a
distintos niveles en movimientos en las dos direcciones: vamos de lo general a lo
particular y viceversa”414. En concordancia, para el análisis de clases establece: la teoría
general a nivel más amplio, o sea la problemática de las clases sociales transversal a
todas las sociedades; las teorías regionales en un nivel intermedio, es decir, las clases
sociales situadas en modos de producción identificados y; las teorías particulares en
un nivel más micro, las cuales se refieren a clases sociales en sociedades en contextos
particulares y coyunturas concretas. Desde aquí se desprenden distintos niveles de
análisis de clases, tanto a nivel de desarrollo histórico de la especie humana, es decir,
a nivel de modos de producción, a nivel de modo capitalista de producción, a nivel
de las formaciones socioeconómicas capitalistas y por último, a nivel de análisis de
clase desde la perspectiva de transformación en clase “para sí”.
El tercer capítulo se refiere a la “Estructura y acción de clase”, donde se plantean
una serie de discusiones. El autor sostiene que el marxismo “proporciona
las bases necesarias para estudiar las relaciones entre estructuras sociales y
acciones sociales así como respecto al doble carácter –objetivo y subjetivo– de

413 Saavedra Peláez, Alejandro, Un marco conceptual para el estudio de las clases sociales
en Chile actual, Santiago, LOM Ediciones, p. 42.
414 Ibídem, p. 58.

129 Historia en Movimiento año III · número 3 · 2014


los fenómenos socioculturales y los procesos históricos”415. Sostiene además,
que tanto la estructura como la acción social no se definen respectivamente por
criterios “objetivistas” ni “subjetivistas”.
Lo anterior resulta sumamente interesante en relación a los largos debates sobre la
preponderancia de la estructura sobre la acción social o viceversa. En ese sentido,
compara a Durkheim y Weber, como también a Giddens y Bordieu, contrastando el
peso y preponderancia que le atribuyen a cada una de estas categorías. Saavedra
plantea que, tanto los criterios objetivistas y subjetivistas incurren en errores, ya
que la estructura de clases está compuesta en sí misma de relaciones sociales y
sistemas de prácticas culturales, que se han hecho reiterativos y coactivos respecto a
los individuos. Además, compara a la estructura con la categoría actual de sistema,
la cual está formada por partes interrelacionadas entre sí y centra sus esfuerzos en
definir y diferenciar estructura de clases (dentro de la cual se encuentran conceptos
como infraestructura y supraestructura) con respecto a la lucha de clases.
Profundizando cada vez más en su objetivo, ya en el cuarto capítulo el autor
trata sobre “Las clases sociales en las sociedades capitalistas”, donde plantea la
problemática de si las clases existen tal como Marx las planteó el marxismo del
siglo XIX, o si el desarrollo del modo capitalista de producción ha modificado sus
características. En un apartado del mismo capítulo, el autor se refiere a los clásicos
que han desarrollado la problemática de las clases sociales situadas en un modo
capitalista de producción, específicamente a E.O. Wright, E.P. Thompson y A.
Przeworski, contrastando los postulados de los mismos en relación a las “capas
medias” de la sociedad capitalista.
En concordancia a lo anterior, en el quinto capítulo el autor se esmera en la
“Identificación de las clases sociales en las sociedades capitalistas”, donde subdivide
a las mismas en clases principales (o polares), clases auxiliares y clases transitorias.
En las sociedades capitalistas, los que tienen la propiedad del capital son los
capitalistas o burguesía, ya que ellos son quienes producen capital industrial, comercial
y financiero, obteniendo además otro tipo de ganancias a través de especulaciones
y procesos extraeconómicos. En la contraparte, está el proletariado, clase que vende
su fuerza de trabajo. Aparte de estas dos clases principales, el autor distingue otras
cinco para las sociedades capitalistas: directivos de la empresa privada, directivos
del Estado, empleados públicos, empleados domésticos y trabajadores por cuenta
propia. Estas clases no son homogéneas y mantienen dinámicas internas, aunque
según el autor, las unifica su comportamiento económico416.
En el sexto capítulo llamado “Poder, Estado y clases sociales”, el autor establece la
necesidad de definir qué se entiende por poder, poder político y Estado. Por poder, va
a entender “la capacidad de una o varias personas para determinar el comportamiento
de otra u otras personas”417. En este sentido, el poder político es el poder que existe
en la sociedad de clases y abarca el cómo se relacionan las mismas en distintos
procesos, ya sea productivos, como también procesos en el Estado capitalista y sus
componentes o en procesos ideológicos de las clases sociales y su reproducción.
En el apartado de “Situación política y Período histórico” se presenta una visión crítica e
interesante de los períodos políticos-sociales en Chile, donde Saavedra realiza un breve
transcurso histórico desde el “nacional desarrollismo” comenzado en 1938 hasta la
situación actual del contexto en que se desarrolla el trabajo (2006), el cual el autor llama
“neoliberalismo sin dictadura militar”. A su vez, caracteriza cómo se forma el bloque en

415 Ibídem, p. 80.


416 Sobre la inclusión de estas cinco clases dentro de la burguesía o proletariado se trabaja a
fondo en el octavo capítulo.
417 Ibídem, p. 148.

Sujetos históricos y transformaciones sociales en América Latina 130


Comentarios de libros

el poder en los Estados capitalistas, sosteniendo que para el Chile del 2006 “el actual
bloque histórico en el poder ejerce su poder político estatal a través de un Estado cuya
forma se adecuó a la nueva dominación y hegemonía”418, ese Estado es gobernado por
una clase gobernante de directivos de Estado, subordinados y especializados en las
nuevas formas de dominación para este “neoliberalismo sin dictadura”.
En otro apartado dentro del mismo capítulo se refiere a las fuerzas político-sociales,
(constituidas tanto en partidos políticos, organizaciones sociales, movimientos sociales)
sosteniendo que raramente están conformadas por sólo una clase social y más bien
son en su mayoría fuerzas policlasistas, donde siempre una clase, sector o fracción de
la misma tiene la preponderancia. Estas fuerzas político-sociales son distintas a los
movimientos sociales (que más bien se expresan en la acción de movilización). Algunos
ejemplos históricos de estas fuerzas político-sociales son el “Ibañismo, el Freísmo, el
Alessandrismo, el Allendismo, el Pinochetismo, la Concertación, la ‘izquierda extra-
parlamentaria’”419, etc. También se refiere al bloque en el poder, que se diferencia con
las fuerzas político-sociales ya que el primero está instalado en el poder del Estado y
comúnmente está compuesto de una o más fuerzas político-sociales. Un elemento
importante a rescatar, es que para su contexto de estudio el autor sostiene que
“tanto la Alianza como la Concertación son fuerzas político-sociales que expresan los
intereses de la burguesía y su fracción hegemónica”420.
En el séptimo capítulo llamado “Clase social y sujeto colectivo: formación de
clase”, el autor se refiere a las formaciones de clase “para sí”, centrándose en el
proletariado y situándolo en cuanto a la teoría de la revolución socialista. Se resalta
en el capítulo la necesidad que significa para el autor el estudio de la subjetividad
colectiva y conciencia de clase desde una perspectiva materialista histórica. Para
la comprensión de sus planteamientos son importantes las preguntas que estipula,
referidas a que si la subjetividad colectiva “¿es sólo la suma o coincidencia de las
subjetividades individuales? O por el contrario ¿Se forma y desarrolla una subjetividad
colectiva que determina la subjetividad individual de las personas?”421. Como
respuesta, el autor se inclina por una subjetividad colectiva que está por encima de
los individuos, pero inevitablemente está conformada por ellos e inexistente sin los
mismos. Esta subjetividad colectiva se retroalimenta con la subjetividad individual,
donde la primera determina en ciertas circunstancias a la segunda (por ejemplo,
con las acciones de protesta masivas). La subjetividad colectiva se va conformando
a través de prácticas culturales, pero también se conforma por “sentimientos y
emociones, por decisiones y voluntad colectiva”422.
En cuanto a la identidad de clase, se da una situación similar a la subjetividad, por
cuanto corresponde a una interrelación de la particularidad y la generalidad. Por ello,
existen dos tipos de identidades sociales: individuales y colectivas.
En el octavo capítulo y final, después de una extensa teorización donde el autor
se apoya, contrasta y se contrapone a una diversidad de posturas, se propone
el objetivo de dar una “Reseña inicial de las clases sociales en el Chile actual”423.
Este capítulo es muy importante y está organizado en tres partes: en la primera
se reflexiona sobre los cambios históricos en el sistema de clases en Chile, en la
segunda se estiman el tamaño, sectores y estratos internos de estas clases y en la
tercera, se analiza de forma inicial a cada una de las clases.
418 Ibídem, p. 185.
419 Ibídem, p. 187.
420 Ibídem, p. 188
421 Ibídem, p. 202.
422 Ibídem, p. 203.
423 Se subraya en el capítulo lo inicial de la reseña y análisis, puesto que éste debe ampliarse
aún más.

131 Historia en Movimiento año III · número 3 · 2014


En la primera parte del capítulo, se analizan las clases sociales durante el gobierno
de Salvador Allende, durante el gobierno militar, durante el primer gobierno de la
Concertación y durante el gobierno de Michelle Bachelet (primer gobierno en el 2006).
En la segunda parte del capítulo, el autor desarrolla una de las partes más interesantes
del trabajo, otorgando un panorama del sistema de clases de la sociedad chilena.
Acá sitúa en un esquema a la burguesía (la cual se subdivide en gran burguesía
trasnacional, gran burguesía, burguesía mediana, burguesía pequeña) y el proletariado.
De acuerdo a estas categorías, el autor sitúa a las cinco clases que establece en el
capítulo quinto (directivos de la empresa privada, directivos del Estado, empleados
públicos, empleados domésticos y trabajadores por cuenta propia) de acuerdo a la
correspondencia en cuanto a burguesía o proletariado424. Los directivos de la empresa
privada y directivos del Estado vienen a ser clases polares y los empleados públicos,
empleados domésticos y trabajadores por cuenta propia son clases transitorias.
El autor continúa el desarrollo de su mapa general de clases en Chile actual otorgando
una nutrida elaboración de gráficos en base a diversas fuentes.
En la tercera parte de este último capítulo, se analiza a cada una de las clases en
relación a su participación en los sectores productivos (primario, secundario y terciario):
Se analiza a la burguesía (de la cual se desprenden las burguesías mencionadas con
antelación), al proletariado y por último, a la pequeña burguesía (o las otras cinco
clases mencionadas anteriormente), donde

la producción simple de mercancías y la venta de fuerza de trabajo que


no se utiliza para producir mercancías son las dos formas principales
de esta clase […] formada por trabajadores por cuenta propia y por
asalariados (empleados), no productores de mercancías425.

Hemos sintetizado en términos generales el trabajo de Alejandro Saavedra Peláez


e insistimos en el carácter sintético de la reseña, por la dificultad misma de
resumir en breves páginas la amplitud conceptual y nivel de contraste teórico que
se desarrolla en la investigación. Esta última, sin embargo, mantiene un léxico
que en todo su transcurso procura simpleza, aquel esfuerzo de pedagogización
resulta tremendamente importante y refleja también el compromiso del autor en
contribuir al entendimiento del lector, fomentando mediante códigos entendibles,
procesos metacognitivos que superan el conocimiento simple.

424 Se recomienda ver gráfico 1, p. 224.


425 Ibídem, p. 284.

Sujetos históricos y transformaciones sociales en América Latina 132


[CITAS DE PÁGINAS INTERMEDIAS]

[PÁGINA 10]
Luis Vitale, “La Cuestión Nacional, la Identidad y la Unidad Latinoamericana”. Ponencia presentada en
el Simposio “Historia de las relaciones interamericanas”, Universidad de Córdoba, 13 al 15 de agosto de
1992. Texto en versión digital extraído del Centro de Estudios Miguel Enríquez.
En http://www.archivochile.com/Ideas_Autores/html/vitale_l.html

[PÁGINA 11]
Testimonio de Víctor Molfinqueo (Alejandro Manque), dirigente mapuche del Movimiento Campesino
Revolucionario (MCR). En el libro “A Desalambrar. Historias de Mapuches y Chilenos en la Lucha por la
Tierra”, Editorial AYUN, Santiago, 2010, p. 107.

[PÁGINA 32]
Edward Palmer Thompson. Cita extraída desde: Peter Winn, “Tejedores de la revolución. Los trabajadores de
Yarur y la vía chilena al socialismo”, Santiago, LOM Ediciones, 2004, p. 8.

[PÁGINA 45]
Cúneo, Martín: “Felipe Quispe el último Mallku”, En El viejo Topo, España, no. 284, septiembre 2011, p. 51.
http://losmovimientoscontraatacan.files.wordpress.com/2011/10/felipe_quispe_viejo_topo.pdf

[PÁGINA 57]
Testimonio de Lorenzo Kolümañ, mapuche sobreviviente a la Ocupación Militar de la Araucanía. Extraído
desde Nahuelpan, Héctor, “Formación colonial del Estado y desposesión en Ngulumapu”, en Comunidad
de Historia Mapuche, Ta iñ fijke xipa rakizuameluwün. Historia, colonialismo y resistencia desde el país
Mapuche, Temuco, Ediciones Comunidad de Historia Mapuche, 2012, p. 128.

[PÁGINA 66]
José Carlos Mariátegui “El 1° de mayo y el frente único”, publicado en El obrero Textil, Año 9, nº 59, Lima,
1º de mayo de 1924.

[PÁGINA 88]
EL Despertador Mexicano, Órgano Informativo del EZLN, México, n° 1, diciembre 1993.

[PÁGINA 103]
Tomás Guevara, “Las últimas familias y costumbres araucanas”, Santiago de Chile, Imprenta Barcelona,
1913, p. 74.

[PÁGINA 112]
Comunica: Lof Mapuche Rankilko. Wall-Mapu: 07 de septiembre del 2014. Declaración pública de la
Comunidad Mapuche Rankilko sobre la Consulta Indígena del Gobierno de Michelle Bachelet.
En http://paismapuche.org/?p=9636

[PÁGINA 122]
Iñaki Gil de San Vicente, “La violencia y lo militar en Marx. La combinación de todas las formas de lucha”.
Disponible en línea: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=82563
Cristian Suazo Albornoz
Carlos Alejandro Abrahan
Alejandra Soler Carmona
Carlos Macusaya Cruz
Claudio Alvarado Lincopi
Daniel Morán Ramos
María Isabel Aguirre Bello
Natalia Villalba Reichert
Fernando Pairican Padilla
Ramiro Rodríguez Lincoñir
Yerko Aravena Constanzo
Eduardo Fierro Pezo

Centro de Estudiantes
Ped. en Historia y Geografía
­Universidad de ­Concepción

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