Está en la página 1de 2

Introducción a la Investigación Teológica

Pontificia Universidad Javeriana


Maestría en teología
Christian David Zárate Granados

Interpelaciones de Francisco a la Teología de la Misión

La reelaboración de una teología de la misión continúa siendo un imperativo para


la iglesia actual. Las interpelaciones de Francisco refrescan y alientan la
conversación y el diálogo con el prurito de volvernos alérgicos a los discursos
colonialistas. Este ánimo radica principalmente en la circularidad de la
misericordia; en la deconstrucción de paradigmas; el diálogo polifonético; en la
interculturalidad que se desprende de una iglesia saliente y la descolonización del
mensaje. Estas, en conjunto, son un insumo suficiente para que la misión deje de
ser vista con sospecha.

En primer lugar, se menciona la misericordia como un eje fundamental en el


movimiento misional. “vivir la misericordia nos hace misioneros de la misericordia,
y ser misioneros nos permite crecer cada vez más en la misericordia de Dios”.
Este círculo permite al misionero transmitir lo que de hecho ya le ha sido
transmitido, de manera que solamente en la medida que se construyan puentes de
misericordia, el evangelio podrá hacerse realidad en la comunidad en que se
comparte. Parte de la misión que han tenido que vivir algunos sectores afectados
por la violencia en Colombia es mostrar un evangelio que recupera almas
incorporeas, excluyendo así todo tipo de necesidades históricas y presentes de las
realidades de la guerra. El texto nos interpela en la manera como nos acercamos
a estas realidades, un acercamiento que se incluye en la realidad del otro, acoge
sus circustancias y las experimenta en la unión con el prójimo, pues solo allí la
misericordia se encarna nuevamente en contextos donde pareciera no haberla.

Esto nos obliga a repensar el quehacer misional ya no como un agente


poseedor de una verdad con la necesidad de imponerla a otros contextos, sino
como alguien atento a la identidad y realidad del contexto al que se acerca. Toda
cultura se convierte en un “locus teologicus” no en la medida que se imparte una
cosmovisión individualista de la fe, como si se tratara de una religión invasora,
sino en la medida que se construye con la diversidad y la pluralidad que supone
una cultura. De esta manera, se deconstruyen los paradigmas verticalistas de la
misión que pretenden, con opiniones preconcebidas de pensar la fe como una
hegemonía cultural y religiosa, deslegitimar o desculturizar los variados sistemas
de fe de las demás comunidades.
La invitación es, entonces, a acercarnos en un diálogo polifonético, esto es,
un encuentro de voces y sonidos que invitan a la creatividad de la experiencia de
fe. “El espíritu de diálogo irrumpe desde la diversidad” y se propone a construir
nuevas vivencias interculturales, desafiándonos así a dejar atrás todo
etnocentrismo que nos impida una relación sincera con personas con
cosmovisiones diferentes a las nuestras. En este sentido, estas interpelaciones
nos obligan nuevamente a repensar la misión como el constructo de fe y el
encuentro de la misma desde la pluralidad, desde la heterogeneidad y no desde
una misión colonialista que, en detrimento de opacar las voces culturales, se
superponen voces hegemónicas y se cierra toda puerta a un escuchar empático y
recíproco.

Esto, sin embargo, no se hace posible con una iglesia encerrada,


imposibilitada a todo encuentro con el mundo, agena al conocimiento de las
demás cosmovisiones. Es necesario una salida de la “propia visión”, pues es allí
donde se posibilita un “acogimiento a los descartados por la sociedad, solo allí la
iglesia se hace misionera”. En ultimas, es salir del discurso colonizante, esa idea
de superioridad que propicia encuentros desiguales y que percibe como última
meta el cambio en el otro sin siquiera supener la posibilidad de ser cambiado en el
encuentro mutuo. Es allí, en ese encuentro, que se abren las puertas para una
aculturización del evangelio y solo desde allí, después de encarnado el evangelio,
se posibilitará la evangelización de la cultura, pero para esto, es necesario salir de
la visión propia y aprender de la cultura.

Por último, vale la pena interpelarnos con nuestra propia memoria. América
Latina es un ejemplo admonitorio para repensarnos en el quehacer misional.
Nuestros pueblos originarios experimentaron (y siguen experimentando) en carne
propia un evangelio colonizador, un opacamiento completo de la identidad por
favorecer un sistema de superioridad. Si no nos encontramos con la memoria,
conscientes o no, estaremos condenados a reproducir estos paradigmas que nada
tienen que ver con la misión del evangelio, pues en el evangelio es donde
encontramos la invitación a fomentar puentes de una manera creativa, a
derrumbar muros que imposibilitan el contacto y la reciprocidad de fe.

También podría gustarte