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Este documento es una reflexión sobre el alma y Dios. El autor describe su búsqueda del alma y cómo finalmente la encontró dentro de sí mismo y en los demás. Plantea que su alma es como un niño y que su Dios también es un niño. Discute la idea de que para los adultos su Dios continúa creciendo hacia el futuro, mientras que para los niños su Dios muere. Concluye que el espíritu de la profundidad le enseñó que la vida está rodeada por el niño divino.
Este documento es una reflexión sobre el alma y Dios. El autor describe su búsqueda del alma y cómo finalmente la encontró dentro de sí mismo y en los demás. Plantea que su alma es como un niño y que su Dios también es un niño. Discute la idea de que para los adultos su Dios continúa creciendo hacia el futuro, mientras que para los niños su Dios muere. Concluye que el espíritu de la profundidad le enseñó que la vida está rodeada por el niño divino.
Este documento es una reflexión sobre el alma y Dios. El autor describe su búsqueda del alma y cómo finalmente la encontró dentro de sí mismo y en los demás. Plantea que su alma es como un niño y que su Dios también es un niño. Discute la idea de que para los adultos su Dios continúa creciendo hacia el futuro, mientras que para los niños su Dios muere. Concluye que el espíritu de la profundidad le enseñó que la vida está rodeada por el niño divino.
A la segunda noche llamé a mi alma: “Estoy cansado,
alma mía, demasiado duró mi andar, la búsqueda de mí fuera de mí. Ahora he atravesado las cosas y te encontré a ti detrás de todo. Sin embargo, en mi odisea a través de las cosas descubrí humanidad y mundo. He encontrado hombres. Y a ti, alma mía, te reencontré, primero en la imagen que está en el hombre, y luego a ti misma. Te encontré allí donde menos te esperaba. Allí ascendiste a mí desde una fosa oscura. Te habías anunciado por anticipado en mis sueños; 46 ellos ardían en mi corazón y me empujaron a todo lo más atrevido y audaz, me forzaron a ascender por sobre mí mismo. Tú me hiciste ver verdades de las cuales yo antes nada entreveía. Me hiciste recorrer caminos cuya infinita longitud me hubiera asustado, si el saber sobre ellos no hubiera estado guardado en ti. Anduve muchos años, tantos hasta olvidar que poseo un alma. ¿Dónde estuviste todo el tiempo? ¿Qué más allá te cobijó y te dio un lugar? ¡Ay, que tú tengas que hablar a través de mí, que mi lenguaje y yo seamos para ti símbolo y expresión! ¿Cómo he de descifrarte?¿Quién eres tú, niño? Como niño, como niña, te han representado mis sueños; no sé nada de tu misterio.
Disculpa si hablo como en un sueño, como un borracho,
¿eres Dios? ¿Es Dios un niño, una niña? Perdona si hablo algo confuso. Nadie me oye. Hablo en voz baja contigo, y tú sabes que no soy un borracho, un hombre confundido, y que mi corazón se retuerce del dolor por la herida, desde la cual la oscuridad da discursos llenos de burla: ‘Te estás mintiendo a ti mismo. Hablas así para hacer que los otros crean en cosas y para hacer que crean en ti. Quieres ser profeta y corres tras tu ambición’. La herida sangra aún y estoy lejos de poder desoír las propias palabras burlonas. Qué asombroso me suena llamarte niño, tú que aun así sostienes infinitudes en tu mano. Yo andaba por el camino del día y tú ibas invisible conmigo juntando parte por parte con sentido, y me dejaste ver en cada parte un todo. Quitaste allí donde yo pensaba retener, me diste donde nada esperaba, y una y otra vez causaste destinos desde flancos nuevos e inesperados.
Donde sembraba me robabas la cosecha, y donde no
sembraba, me dabas cientos de frutos diversos. Y una y otra vez perdía el sendero para volver a encontrarlo allí donde nunca lo hubiera esperado. Sostuviste mi fe cuando me encontraba solo y cerca de la desesperación. Me permitiste, en todos los momentos decisivos, creer en mí mismo.” Como un caminante cansado que nada ha buscado en el mundo, más que el mundo mismo, he de presentarme a mi alma. He de aprender que, detrás de todo, finalmente yace mi alma, y que si atravieso el mundo es, al final, para encontrar mi alma. Ni siquiera los hombres más preciados son meta y fin del amor que busca, ellos son símbolos de la propia alma. Amigos míos, ¿adivináis hacia qué soledad estamos ascendiendo? Tengo que aprender que la escoria de mi pensar, mis sueños, son el lenguaje de mi alma. Debo llevarlos en mi corazón y moverlos una y otra vez en mi sentido, como las palabras del hombre más preciado. Los sueños son las palabras rectoras del alma. De ahí, ¿cómo no habría de amar mis sueños y no hacer de sus enigmáticas imágenes un objeto de mi contemplación diaria? Tú opinas que el sueño es tonto y poco bello. ¿Qué es bello? ¿Qué no es bello? ¿Qué es inteligente? ¿Qué es tonto? El espíritu de este tiempo es tu medida. El espíritu de la profundidad, sin embargo, lo sobrepasa en ambos extremos.
Sólo el espíritu de este tiempo conoce la diferencia entre
grande y pequeño. No obstante, esta diferencia es transitoria, como el espíritu que la reconoce. / El espíritu de la profundidad me enseñó incluso a contemplar mi obrar y mi decidir cómo dependientes de los sueños. Los sueños preparan la vida y te determinan sin que tú entiendas su lenguaje.” Uno quisiera aprender este lenguaje, mas ¿quién es capaz de enseñarlo y aprenderlo? Pues la erudición solamente no alcanza; hay un saber del corazón que da explicaciones más profundas. El saber del corazón no se puede encontrar en ningún libro ni en la boca de ningún profesor, sino que crece desde ti, como el grano verde de la tierra negra. La erudición pertenece al espíritu de este tiempo, sin embargo, este espíritu de ninguna manera capta el sueño, pues el alma está donde quiera que no esté el saber erudito. Más, ¿cómo puedo obtener el saber del corazón? Sólo puedes obtener este saber si vives tu vida por completo. Vives tu vida por completo cuando vives también lo que nunca has vivido aún y que hasta ahora sólo dejaste vivir o pensar a otros. Tú dirás: “Pero no puedo vivir o pensar todo lo que viven y piensan otros”. Pero tú debes decir: “La vida que aún podría vivir, he de vivirla, y el pensar que aún podría pensar, he de pensarlo”. Tú quieres, por cierto, huir de ti mismo para no tener que vivir lo no vivido hasta ahora. Sin embargo, no puedes huir de ti mismo. Está todo el tiempo contigo y pide realización. Si te pones ciego y sordo en contra de este pedido, entonces te pones ciego y sordo en contra de ti mismo. Así nunca alcanzarás el saber del corazón. El saber del corazón es como es tu corazón. Desde un corazón malo conoces cosas malas. Desde un buen corazón conoces cosas buenas. Para que vuestro conocimiento sea acabado, considerad que vuestro corazón es ambas cosas, bueno y malo. Tú preguntas: “¿Cómo? ¿He de vivir también lo malo?”. El espíritu de la profundidad pide: “La vida que aún podrías vivir, deberías vivirla. El bienestar decide, no tu bienestar, no el bienestar de otros, sino el bienestar”. El bienestar está entre mí y los otros, en la comunidad. También yo viví lo que antes no hice y lo que aún podía hacer, yo viví en la profundidad, y la profundidad comenzó a hablar. La profundidad me enseñó la otra verdad. Por tanto, reunió en mí el sentido y el contrasentido. Tuve que reconocer que sólo soy expresión y símbolo del alma. En el sentido del espíritu de la profundidad yo soy como aquel que es símbolo de mi alma en este mundo visible, y soy completamente siervo, completamente sumisión, completamente obediencia. El espíritu de la profundidad me enseñó a decir: “Yo soy el servidor de un niño”. A través de esta palabra aprendo, ante todo, la humildad extrema en tanto aquello que más necesito. El espíritu de este tiempo me hizo, pues, creer en mi razón; me hizo ver una imagen de mí mismo como de un conductor con pensamientos madu- ros. Mas el espíritu de la profundidad me enseña que soy un servidor y, por cierto, el servidor de un niño. Esta palabra me repugnaba y la odiaba. No obstante, tuve que reconocer y aceptar que mi alma es un niño y que mi Dios en mi alma es un niño. ¿Sois muchachos? Entonces vuestro Dios es una muchacha. ¿Sois mujeres? Entonces vuestro Dios es un muchacho. ¿Sois hombres? Entonces vuestro Dios es una muchacha. El Dios es donde vosotros no sois. Por lo tanto: es sabio tener un Dios. Ello sirve a vuestra perfectibilidad. Una muchacha es futuro dando a luz. Un muchacho es futuro que engendra. Una mujer es: haber dado a luz. Un hombre es: haber engendrado. Por lo tanto: si como seres actuales sois niños, vuestro Dios descenderá desde la altura de la madurez hasta la vejez y la muerte. Mas si sois seres adultos, que han engendrado o dado a luz, sea en el cuerpo o en el espíritu, entonces vuestro Dios asciende desde una cuna resplandeciente hacia la inconmensurable altura del futuro, hacia la madurez y la completitud del tiempo venidero. Quien aún tiene su vida por delante, es un niño. Quien vive su vida en el presente, es adulto. Si vivís pues todo aquello que podéis vivir, sois adultos. Quien en este tiempo es un niño, para él se muere el Dios. Quien en este tiempo es adulto, para él continúa viviendo el Dios. Este misterio es el que enseña el espíritu de la profundidad. ¡Bienaventuradosy desdichados aquellos cuyo Dios es adulto! ¡Bienaventuradosy desdichados aquellos cuyo Dios es un niño! ¿Qué es mejor, que el hombre tenga vida por delante, o que el Dios tenga vida por delante? No tengo respuesta. Vivid, lo inevitable decide. El espíritu de la profundidad me enseñó que la vida está circundada por el niño divino.^ De su mano me vino todo lo inesperado, todo lo viviente. Este niño es lo que siento como una juventud que brota eternamente en mi En el hombre infantil sientes transitoriedad sin esperanza. Todo eso que viste transcurrir es todavía para él lo venidero. Su futuro está lleno de transitoriedad. Sin embargo, un sentido humano todavía nunca ha experimentado la transitoriedad de tus cosas venideras. Tu seguir viviendo es vivir hacia el otro lado. Engendras y das a luz a lo venidero, eres fecundo, vives hacia el otro lado. Lo infantil es infecundo, lo suyo venidero es lo ya engendrado y ya vuelto a marchitar. No vive hacia el otro lado. Mi Dios es un niño, así que no os sorprendáis de que el espíritu de este tiempo se haya indignado en mí hasta la burla y las risotadas. Nadie se reirá de mí como yo me reí de mí mismo. Vuestro Dios no ha de ser un hombre de la burla, sino que vosotros mis mos seréis hombres de la burla. Habéis de burlaros de vosotros mismos y así podréis elevaros por encima de ello. Si todavía no lo habéis aprendido de los viejos libros sagrados, id hasta allí, bebed la sangre y comed el cuerpo del escarnecido y del torturado por nuestro pecado, de manera que os volváis por entero su naturaleza, negad su ser-fuera-de- vosotros, vosotros debéis ser él mismo, no cristianos sino Cristo, de otra manera no servís para el Dios venidero. ¿Habría alguno entre vosotros que crea que pueda ahorrarse el camino, que pueda engañarse completamente con el tormento de Cristo? Yo digo: alguien así se engaña en su propio perjuicio. Se recuesta ¿Habría alguno entre vosotros que crea que pueda ahorrarse el camino, que pueda engañarse completamente con el tormento de Cristo? Yo digo: alguien así se engaña en su propio perjuicio. Se recuesta sobre espinas y fuego. El camino de Cristo no se le puede ahorrar a nadie, pues este camino conduce a lo venidero. Todos vosotros debéis volveros Cristo. No superáis la antigua enseñanza por el hecho de hacer menos, sino por hacer más. Cada paso más cercano a mi alma provocaba las risotadas burlonas de mis diablos, de aquellos cobardes murmuradores y envenenadores. Para ellos era fácil reírse, pues yo tenía algo maravilloso que hacer.