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Debido Proceso. Parte 2.

A partir de ahora, nos dedicaremos al estudio en particular de las Garantías


procesales que constituyen la base constitucional del proceso penal. A continuación
algunas ideas fundamentales.

● Juzgamiento en plazo razonable

El proceso penal de prolongada duración se torna ilegítimo: “la garantía constitucional de


la defensa en juicio incluye el derecho a obtener un pronunciamiento rápido dentro de lo
razonable, circunstancia que no se cumple en el caso”​.

En el caso Mattei ​resuelto el 29 de noviembre de 1968 la Corte Suprema de Justicia


atribuyó jerarquía constitucional al derecho a ser juzgado sin dilaciones indebidas y lo
consideró estrechamente vinculado al principio de defensa en juicio contenido en el art. 18
de la C.N. Sostuvo el dicho precedente: “...debe reputarse incluido en la garantía de la
defensa en juicio consagrada por el art. 18 de la Constitución Nacional el derecho de todo
imputado a obtener –luego de un juicio tramitado en legal forma- un pronunciamiento que,
definiendo su posición frente a la ley y a la sociedad, ponga término, del modo más rápido
posible, a la situación de incertidumbre y de innegable restricción de la libertad que
comporta el enjuiciamiento penal.” (considerando n° 14) “...la idea de justicia impone que
el derecho de la sociedad a defenderse contra el delito sea conjugado con el del individuo
sometido a proceso, en forma que ninguno de ellos sea sacrificado en aras del otro.”
(considerando n° 16. [...] Que el principio de progresividad como el de preclusión
reconocen su fundamento en motivos de seguridad jurídica y en la necesidad de lograr
una administración de justicia rápida dentro de lo razonable, evitándose de ese modo que
los procesos se prolonguen indefinidamente; pero, además, y esto es esencial atento los
valores que entran en juego en el juicio penal, obedecen al imperativo de satisfacer ​una
exigencia consustancial con el respeto debido a la dignidad del hombre, cual es el
reconocimiento del derecho que tiene toda persona a liberarse del estado de sospecha
que importa la acusación de haber cometido un delito, mediante una sentencia que
establezca de una vez para siempre, su situación ante la ley penal”
El Máximo Tribunal volvió a hacer referencia a la estatura constitucional del derecho a ser
juzgado en un plazo razonable en el caso Mozzatti​61 ​que data del 17 de octubre del año
1978 (en un caso en que el recurrente soportó un proceso de 25 años de duración)
Reafirmó la corte que la garantía constitucional de la defensa en juicio incluye el derecho
de todo imputado a obtener un pronunciamiento que, definiendo su posición frente a la ley
y a la sociedad, ponga término del modo más breve, a la situación de incertidumbre y de
restricción de la libertad que comporta el enjuiciamiento penal.”
A partir de la reforma constitucional operada en 1994 por la vía del art 75 inc. 22 se
incorporaron normas que expresamente consagran el derecho a un juzgamiento rápido.
Se verá así que la CADH en el art. 7.5 proclama “...el derecho a ser juzgado dentro de un
plazo razonable o a ser puesta en libertad...”. En iguales términos se expide el PIDCP en
su arts. 9.3 y la DADDH la recepta en su art. 25 diciendo: “...y a ser juzgado sin dilación
injustificada o de lo contrario a ser puesto en libertad...”
Este derecho tiene una doble manifestación porque por un lado modera la duración
total de los procesos y por el otro también reconoce protagonismo fundamental en la
regulación del tiempo de duración de las medidas de coerción (restricciones de libertad
que se utilizan respecto de quien -no hay sentencia - se tema que en libertad pueda
obstaculizar el proceso ). La prolongación injustificada de estas medidas preventivas o
cautelares, al recaer sobre personas respecto de quienes rige el principio de inocencia se
tornan ilegítimas si se verifica su falta de proporcionalidad.

Ya con la reforma de 1994 la Corte tuvo más oportunidades de expedirse sobre el


punto en los casos Polak​. ​y Kipperband. .​ ver anexo de jurisprudencia con las referencias de búsqueda en contenidos
La Corte argentina supo decir en el segundo caso que el Estado no tiene derecho a
llevar a cabo esfuerzos repetitivos para condenar a un individuo por un supuesto delito,
sometiéndolo así a las molestias, gastos y sufrimientos, y obligándolo a vivir en un
continuo estado de ansiedad e inseguridad, y a aumentar también la posibilidad de que,
aun siendo inocente, sea hallado culpable. En el citado precedente estableció también
que existen factores insoslayables para saber si se ha conculcado la garantía a obtener
un juicio sin dilaciones indebidas, entre los que mencionó: la duración del retraso, las
razones de la demora y el perjuicio concreto que al imputado le ha irrogado dicha
prolongación. Tales factores si bien son de imprescindible consideración, no pueden ser
valorados aisladamente como una condición suficiente, sino que deben ser ponderados y
sopesados uno frente al otro, atendiendo a las circunstancias concretas de la causa.
El TEDH se expidió en el caso “König” diciendo que la duración razonable de un proceso
penal debe ser apreciada según las circunstancias de cada caso en particular, y que para
ello debe considerarse la complejidad del caso, la conducta del imputado y la manera en
que el asunto fue llevado por las autoridades administrativas y judiciales. Se trata de la
instauración de cuestionado criterio del “no plazo” que, frente a la comprensible
imposibilidad de fijar un límite predeterminado y universal por calendario, opta por una
postura diametralmente opuesta dejando demasiado margen a la discrecionalidad judicial.
La CIDH en el caso “Suárez Rosero” (Sentencia del 12.9.97) afirmó que: “...comparte el
criterio de la Corte Europea de Derechos Humanos, la cual ha analizado en varios fallos el
concepto de plazo razonable y ha dicho que se debe tomar en cuenta tres elementos para
determinar la razonabilidad del plazo en el cual se desarrolla el proceso: a) la complejidad
del asunto, b) la actividad procesal del interesado y c) la conducta de las autoridades
judiciales (cf. caso Genie Lacayo, Sentencia de 29 de enero de 1997...) .

● Derecho a recurrir o al doble conforme judicial.

Así se conoce al derecho del imputado condenado a la revisión de su condena y


surge de forma expresa del art. 8.2.h C.A.D.H. como así también del 14.5 del
PIDCyP

Para articular en la práctica procesal esta garantía individual de tenor constitucional


se utilizan los remedios procesales que más adelante se estudiarán com recursos
que son el mecanismo previsto para solicitar a un órgano jurisdiccional de jerarquía
superior al que dictó la sentencia condenatoria, que la revise, modificándose total o
parcialmente.
En consecuencia quien resulta condenado siempre debe tener la posibilidad de
articular -si es su voluntad- un recurso contra dicha decisión judicial.

El derecho a interponer un recurso contra el fallo condenatorio debe ser garantizado


antes de que la sentencia adquiera calidad de cosa juzgada, protegiendo el derecho
de defensa en juicio durante todo el proceso y así evitar que una decisión que fue
adoptada con vicios y que contiene errores ocasione un perjuicio indebido a los
intereses de los acusados.

El tradicional modelo de la casación penal, visibilizado como un mecanismo revisor


exclusivo de errores de derecho en las sentencias, fue puesto en crisis a partir de la
reforma constitucional del año 1994 que incorporó diversos pactos internacionales
de derechos humanos, entre ellos el art. 8.2 h) de la CADH o Pacto de San José de
Costa Rica.

En el fallo “Casal” (ver por referencias el anexo de fallos) la Corte Suprema de


Justicia Nacional –remitiéndose al antecedentes “Herrera Ulloa v. Costa Rica de la
Corte Interamericana de Derechos Humanos”- reformuló por completo el rol de la
casación, al establecer que la restricción del recurso de casación a las materias de
derecho, dejando fuera de consideración las valoraciones probatorias, transgreden
tal norma; por lo que éste recurso debe operar como un recurso ordinario, lo más
amplio posible en el que se pueden discutir todos los aspectos que condujeron a la
condena.

El único límite que la Corte señaló frente a la nueva dimensión de la actividad


casacional lo demarcó en los aspectos vinculados a la inmediación de los jueces de
la instancia previa con la prueba que fue rendida frente a ellos en el juicio. Entonces
mientras la valoración de esa prueba aparezca objetiva y concordante y sea
producto de un juicio de razonamiento lógico será incensurable para el Tribunal
superior.

En este nuevo paradigma la Corte recurre al concepto de “máximo rendimiento”, que


implica un agotamiento de la capacidad de revisión del órgano superior,
abandonando las limitaciones del recurso a las cuestiones de derecho. En este fallo
la Corte abandona la clásica distinción entre las cuestiones de hecho y de derecho
para delimitar las capacidades jurisdiccionales de los órganos revisores de
sentencia, prefiriendo distinguir entre las cuestiones revisables y las que no lo son.

Ahora, párrafo aparte merece la cuestión cuando se trata de analizar desde


perspectiva constitucional la posibilidad impugnativa del acusador. Debe señalarse
que en esos casos el Ministerio Público Fiscal únicamente tiene conferido, a su
favor, un recurso estrictamente de índole procesal -y no constitucional- y limitado a
aquellos casos establecidos por el ordenamiento que a su respecto tiende a ser
restrictivo.

La posibilidad de que el Ministerio Público Fiscal se encuentre facultado a recurrir


las sentencias absolutorias debe ser interpretada de forma restrictiva, a los fines de
no vulnerar el principio de ​“ne bis in idem”,​ evitando el riesgo –mediante el reenvío-
que el imputado se vea sometido nuevamente a un proceso por los mismo hechos
materia del juicio en el que fue absuelto.

En la misma línea cabe señalar que la Corte Suprema que en el caso: “Giroldi” (Fallos
318:541) ​
reafirma el criterio de que todos los Tribunales inferiores deben resolver las
cuestiones constitucionales planteadas y que la Cámara Nacional de Casación
Penal es un tribunal intermedio anterior a la Corte con competencia federal.
Asimismo, considera que el recurso extraordinario federal no basta para satisfacer la
garantía de la doble instancia y que los límites establecidos en el art. 459.2 del
CPPN (en cuanto excluye de la posibilidad de ser recurridas en casación a
sentencias que no superen determinado monto de condena) son inconstitucionales.

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