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“Porque para Dios somos grato olor de Cristo en los que se salvan, y en los que se
pierden; a estos ciertamente olor de muerte para muerte, y a aquellos olor de vida
para vida. Y para estas cosas, ¿quién es suficiente?”
“Ciertamente, para Dios somos el fragante aroma de Cristo, tanto en los que se
salvan como en los que se pierden. Para estos somos olor de muerte, que lleva a la
muerte, y para aquellos somos olor de vida que lleva a la vida. ¿Quién está
calificado para una tarea tan importante?”
“Nosotros somos el incienso de suave fragancia que es ofrecido a Dios por medio de
Cristo. Esa fragancia se esparce entre los que se salvan y entre los que van por el
camino de la destrucción. Para los que van hacia la destrucción, somos el olor de
muerte que lleva a la muerte. Para los que se salvan, somos el olor de vida que
lleva a la vida. ¿Y quién está calificado para llevar a cabo el trabajo de esparcir
el conocimiento de Dios?”
Ahora bien, si hablaran de ese modo algunos ministros de nuestro tiempo, no
daríamos mucha importancia a sus palabras, pues gozan del aplauso del mundo.
Siempre pueden irse en paz a sus casas. Tienen creyentes que los admiran, y no
tienen enemigos declarados contra ellos ni siquiera salen en las calles y un perro
les ladra, todo es seguro, fácil y placentero. Cuando dicen, “Pero gracias a Dios,
que hace que siempre triunfemos en Cristo”, no nos conmueven; pero si lo dice
alguien como Pablo, tan pisoteado, tan torturado y tan afligido, podemos
considerarlo. Pablo un hombre que tenía verdadera fe en Dios y conocía exactamente
su misión.
“Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente
reprobada, para hacer cosas que no convienen;
quienes habiendo entendido el juicio de Dios, que los que practican tales cosas son
dignos de muerte, no solo las hacen, sino que también se complacen con los que las
practican.”
. Romanos 1:28, 32 RVR1960