Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Roberto J. Walton
Horizonticidad e historicidad
Walton, Roberto
Horizonticidad e historicidad / Roberto Walton. Bogotá: Editorial Aula Humanidades, y Universidad
San Buenaventura Cali, 2019.
422 páginas; 23 cm.
Incluye bibliografía
1. Filosofía de la historia 2. Protohistoria 3. Fenomenología 4. Cultura I. II. Tít.
901 cd 21 ed.
A1624666
CEP-Banco de la República-Biblioteca Luis Ángel Arango
INTRODUCCIÓN 11
PRIMERA PARTE
Los niveles de la historia 15
CAPÍTULO I
La protohistoria 17
Tierra y protogeneratividad 18
Las raíces de la teleología 23
Las subjetividades sociales 27
El mundo familiar 32
El tiempo generativo 39
CAPÍTULO II
La primera historicidad 45
La generatividad espiritual 46
Habitualidades e intereses sociales 51
El mundo de la vida 56
El a priori controvertido 62
El concepto natural de razón 67
Comunidad y Estado 71
El tiempo histórico 75
CAPÍTULO III
La segunda historicidad y la comunidad de la verdad 81
La generatividad racional 82
Racionalidad intuitiva y científica 87
La fundamentación de la ciencia 92
[7]
El mundo en sí como meta 96
La historia de la filosofía 102
CAPÍTULO IV
La segunda historicidad y la comunidad del amor 111
Ética y axiología 112
Los valores de la persona 116
El horizonte subjetivo 122
El horizonte intersubjetivo 127
Vicisitudes de la acción ética 131
SEGUNDA PARTE
Los niveles de la historia 141
CAPÍTULO V
La cultura 143
La bilateralidad del objeto cultural 144
Espíritu viviente y espíritu objetivado 151
La experiencia del objeto cultural 157
Distinción y claridad 162
La ley fundamental 166
CAPÍTULO VI
Las ciencias del espíritu 171
La crítica al naturalismo 172
La crítica al neokantismo 177
Dilthey y el nexo de eficacia 181
Dilthey y la comprensión 190
La articulación husserliana 196
Formas del mundo espiritual 201
TERCERA PARTE
Críticas y variaciones 207
CAPÍTULO VII
La interpelación del ser 209
Acontecer y legado 210
[8]
Misión, encargo y trabajo 216
La historia del ser 219
El a priori 232
El sujeto 240
Convergencias 248
CAPÍTULO VIII
La intersubjetividad mundana 253
La articulación del mundo social 254
Niveles de la historia 259
Tipos de relevancia 262
Interdependencia y continuidad 270
El problema trascendental 273
CAPÍTULO IX
Las matrices de la historia 279
La protohistoria 280
El orden del advenimiento 285
Una nueva idea de verdad 291
La historia de la filosofía 298
Un desarrollo de la contingencia 305
CAPÍTULO X
La eficacia histórica 313
La interpelación de la tradición 314
La fenomenología hermenéutica 321
La lógica trascendental intrahermenéutica 328
La fundamentación de la historiografía 332
Niveles de comprensión 337
CUARTA PARTE
Historia y racionalidad 345
CAPÍTULO XI
La visión trascendental-racional 347
Historia humana e historia trascendental 348
El desvelamiento del pasado trascendental 353
[9]
El método de la reconstrucción 357
Ensamble y entrelazamiento 361
Razón latente y patente 367
CAPÍTULO XII
La visión racional-teleológica 373
Racionalidad e irracionalidad 374
La situación de crisis 378
Interpelación y respuesta 383
El horizonte de la auténtica humanidad 387
BIBLIOGRAFÍA 399
E
l análisis intencional de la historia puede desenvolverse, según
Edmund Husserl, en los tres niveles que se analizan en la primera
parte. La tierra y la protogeneratividad, junto con las formas más
inmediatas de sedimentación y mundo familiar, definen las condiciones
de posibilidad de la historia, esto es, una protohistoria como fundamen-
to de la historia efectiva. Son condiciones previas que señalan un estrato
incipiente en relación con las adquisiciones de la historia. En este nivel
se encuentran las raíces instintivas de la razón y se desarrolla un tiempo
generativo (Capítulo i). Sobre las determinaciones de la tierra, la protoge-
neratividad y el mundo familiar se edifican los diversos cursos de la his-
toria que tienen lugar sobre territorios, por medio de generatividades de
orden superior, y en el ámbito de variados mundos de la vida. Con ellos
emerge un acontecer que configura un tiempo histórico vinculado a una
intersubjetividad comunalizada en múltiples relaciones recíprocas. A este
estrato corresponde un concepto natural de razón (Capítulo ii). Frente
a esta primera historicidad inherente a las humanidades prefilosóficas,
Husserl distingue una segunda historicidad que caracteriza a la generati-
vidad racional en la que se sustentan la filosofía y la ciencia. El nuevo nivel
aparece como una tradicionalidad sujeta a ideas de infinitud. La segunda
historicidad está orientada a una comunidad de la verdad (Capítulo iii) y
a una comunidad del amor (Capítulo iv).
[11]
[12] Roberto J. Walton
La protohistoria
L
as bases para el desarrollo de la historia se encuentran en tres condi-
ciones previas. La tierra es el asiento de todos los seres humanos y el
sostén de sus actividades. Además, a cada ser humano es inherente
una cadena de generaciones, de la cual hereda determinaciones culturales
originadas en la actividad de sus antepasados. Y esta herencia se transmite
en un hogar como mundo circundante de nivel inferior y ámbito de ma-
duración y educación de los niños. Esta pertenencia a un hogar se integra
dentro de un mundo familiar más amplio que puede ser una comunidad de
familias, una población, etc. Tierra, protogeneratividad y mundo familiar
son los momentos fundamentales de la protohistoria o protohistoricidad
(Urhistorie, Urhistorizität) que se presenta como suelo de la historia efecti-
va. Introducen contenidos más determinados respecto de los análisis gene-
rales del mundo, la subjetividad y la intersubjetividad que Husserl realiza
en el ámbito del análisis exclusivamente egológico, pero presentan una in-
determinación en la caracterización de estas dimensiones, o, mejor dicho,
señalan el primer nivel en la gradación de la cognoscibilidad respecto de
las adquisiciones de la historia. Son dimensiones que deben ser plenificadas
por territorios, generatividades de orden superior y mundos de la vida.1
1
La tierra y la protogeneratividad han sido tratados en el libro Intencionalidad y horizonticidad,
Bogotá, Aula de Humanidades, 2015, capítulo ii §§ 3 y 4, y capítulo x § 5. Aquí se da una indicación
general que permita el tratamiento de la unicidad, ramificación y estratificación de las generaciones
como base de diversas historias.
[17]
[18] Roberto J. Walton
Tierra y protogeneratividad
2
Hua xxxix, 512. La sigla corresponde con indicación de tomo y página a Husserl, Edmund.
Gesammelte Werke – Husserliana i-xlii. Dordrecht, Springer (con anterioridad: Den Haag, Nijhoff;
Dordrecht/Boston/London, Kluwer Academic Publishers), 1950-2013. En la bibliografía final se deta-
llan los volúmenes citados.
3
Hua xxxix, 392, 524.
4
«[…] todos los desarrollos, todas las historias relativas, tienen en esa medida una única
protohistoria (Urhistorie), cuyos episodios son» (Husserl, Edmund. Grundlegende Untersuchungen
zum phänomenologischen Ursprung der Räumlichkeit der Natur. En: Farber, Marvin (ed.). Philosoph-
ical Essays in Memory of Edmund Husserl. Cambridge (Massachusetts), Harvard University Press, 1940
(reimpresión: New York, Greenwood Press, 1968), p. 308). «La protoarca tierra no se mueve» (Ibid., p.
319).
5
Hua xxix, 37. Cf. 305 s.
6
Hua xv, 168 s.
Capítulo I. La protohistoria [19]
7
Hua xv, 609. «En la propagación generativa por medio de la generación y el nacimiento, en la
exclusión por medio de la muerte, se extienden las comunidades humanas a través de los tiempos […]»
(Hua xxxix, 391). Sobre la procreación y el nacimiento como condiciones de posibilidad de la historia,
cf. Landgrebe, Ludwig. „Die Phänomenologie als transzendentale Theorie der Geschichte“. Phänome-
nologische Forschungen 3. Phänomenologie und Praxis, 1976, p. 42.
8
Hua xv, 199.
9
Hua vi, 256 (tr. 290).
10
«Aquí se han de estudiar los nexos esenciales que traspasan a los yoes concretos singulares y mues-
tran que ellos aún tienen una no-independencia y que solo un todo de yoes es plenamente concreto»
(Hua xiv, 374).
[20] Roberto J. Walton
Hua xxix, 62 s.
12
13
Hua xv, 609.
14
Hua xv, 595. El manuscrito en que se encuentra esta afirmación lleva el título “Teleología uni-
versal. El impulso intersubjetivo que abarca todos y cada uno de los sujetos, considerado trascenden-
talmente. Ser de la totalidad monádica”. Otra referencia a la ontogénesis y la filogénesis es la siguiente:
«[…] la historia trascendental de los hombres tiene su horizonte de historia desconocida e inexplorable.
También pertenecen aquí los sujetos animales trascendentales. [...] animales que se han de entender a
Capítulo I. La protohistoria [21]
18
Hua xiii, 107. Cf. Hua xv, 57.
19
Hua xiv, 178.
20
Ortega y Gasset, José. Obras Completas. Tomo v, 5ª ed. Madrid, Revista de Occidente, 1961, p. 45.
Capítulo I. La protohistoria [23]
21
Hua xlii, 121. Husserl explica que «el mundo predado tiene un rostro efectivamente teleológico,
y vemos fácilmente que todos los fines humanos remiten en última instancia a instintos y que hemos
adquirido desde la infancia un mundo humano en su finalismo (Zwecklichkeit) como un estrato de ser,
y así lo tenemos ulteriormente en el movimiento de una adquisición siempre nueva, adquirida a partir
de nuestra actividad orientada a fines» (Hua xxix, 305).
22
Hua xlii, 115. Cf. Hua xv, 605.
[24] Roberto J. Walton
25
Ms A vi 34, 37 a: „In seinem Urinstinkt trägt jedes einzelne Subjekt diese ganze Entwicklung als
nicht seine solipsistische, sondern als Menschheitsentwicklung —als Entwicklung der transzendentalen
Allgemeinschaft, der der transzendentalen Subjekte— in sich, also es trägt “implizite” alle anderen, die
ihm entgegentreten können, und alle ihre Leistungen, die gesamte Welt als humanisierte, als Kulturwelt
in sich“.
Capítulo I. La protohistoria [25]
do universalmente hacia una vida satisfactoria entre y con los otros, a una
vida común con ellos en la protección contra indigencias comunes y para
la promoción de intereses comunes, intereses en un bienestar común».26 La
autopreservación está, pues, asociada a la posibilidad de hacer frente a los
obstáculos, enfermedades, perturbaciones y ataques. Implica una reacción
instintiva contra quienes perturban la paz entre los asociados. Husserl es-
cribe: «Todo ser individual tiene un comienzo y a partir de ahí la unidad de
un desarrollo en constante efectivización de su posible autopreservación».27
La autopreservación se ha de desplegar en múltiples formas. Se encuentra
primero estancada y particularmente a merced de terremotos, irrupciones
volcánicas, tormentas, inundaciones, etc. Por eso los hombres viven en un
equilibrio de temor y esperanza. Una aprehensión animista relativa a la na-
turaleza terrestre o material terrestre da lugar al reino del mito, y a una
dependencia respecto de los favores o desfavores que este reino concede.
El siguiente estadio corresponde a la autopreservación en una constante
preponderancia de la esperanza sobre el temor, en medio de un horizonte
de elevación en que la satisfacción presente se asocia con una perspecti-
va favorable que implica superiores satisfacciones futuras, que conducirán
eventualmente a la creación de un mundo cultural. La efectivización de la
autopreservación culmina en la historia racional: «El yo aspira (como yo)
necesariamente a la autopreservación y en ello se encuentra una aspiración
—implicite— al ideal de la absoluta subjetividad y al ideal del conocimiento
absoluto y perfecto por todos sus lados».28
Con los instintos aparece una protoforma de la razón que se torna pa-
tente de manera progresiva. Husserl señala que «la disposición innata (die
angeborene Anlage) de la subjetividad es lo irracional que hace posible la ra-
cionalidad, o tiene su racionalidad en ser el “fundamento teleológico” para
todo lo racional».29 Tal disposición en el nivel inferior es una «“razón” ocul-
ta como impulso» que se orienta hacia una plenificación o cumplimiento y
26
Hua xlii, 134.
27
Hua xlii, 100.
28
Hua xlii, 174.
29
Hua xlii, 116.
[26] Roberto J. Walton
30
Hua xlii, 225.
31
Hua xlii, 440. Véase capítulo xi § 5.
32
Hua xvii, 170 (tr. 221).
33
Hua xvii, 251 (tr. 308).
34
Hua xvii, 169 (tr. 219). Véase Intencionalidad y horizonticidad, capítulo v §§ 3 y 4.
Capítulo I. La protohistoria [27]
35
Hua xiv, 197.
36
Hua ix, 213.
37
Hua xiv, 200.
38
Hua viii, 137.
[28] Roberto J. Walton
39
Hua xiv, 184. Cf. Hua xiv, 214 ss., 223 s., 369 ss.
40
Hua xxix, 370.
41
Hua xiv, 402.
42
Hua xiv, 194. Cf. Hua xiv, 185; Hua xv, 478 s.
Capítulo I. La protohistoria [29]
45
HuaM viii, 398. HuaM. La sigla corresponde, con indicación de tomo y página, a Husserl, Ed-
mund. Husserliana – Materialien i-ix. Dordrecht, Springer (con anterioridad: Dordrecht/ Boston/
London, Kluwer Academic Publishers), 2001-2012. En la bibliografía final se detallan los volúmenes
citados.
46
Hua xv, 214. Cf. Hua iv, 194.
47
Cf. Hua xiv, 200 s.
Capítulo I. La protohistoria [31]
El mundo familiar
50
Hua vi, 307.
51
Hua xv, 472 s. Cf. 136 ss.
52
Hua xiv, 229.
53
Hua vi, 371. Cf. Hua vi, 369 ss.
Capítulo I. La protohistoria [33]
54
HuaD iii/7, 162. La carta fue escrita el 11.iii.1935, y responde al envío por parte de Lévy-Bruhl
de su libro La mythologie primitive. Le monde mythique des Australiens et des Papous (1935). En un
comentario a la carta, Javier San Martín subraya que el término «ahistoricidad», que Husserl pone entre
comillas, refleja la división del tiempo humano, establecida por las ciencias históricas, «en histórico y
prehistórico por el tipo de documentos que el historiador utiliza para escribir la historia». También
señala que Husserl parece esbozar una distinción entre «sociedades que viven de un modo cerrado (im
Abgeschlossenheit) y en un estancamiento ahistórico (geschichtloser Stagnation), y sociedades cuya vida
comunitaria cerrada —es importante entender este término— es una vida auténticamente histórica
(eigentlich historisch)» (San Martín, Javier. Para una filosofía de Europa. Ensayos de fenomenología de la
historia. Madrid, Universidad Nacional de Educación a Distancia, 2007, p. 148. Cf. pp. 125-158).
55
Hua xv, 176. Cf. Hua vi, 332; HuaD, iii/7, 3.
56
Hua xxix, 202.
[34] Roberto J. Walton
Cf. Hua vi, 403; xv, 201, 210, 214-222, 235 s., 408, 441 s., 623-629. Cf. Held, Klaus. „Heimwelt,
58
Fremdwelt, die eine Welt“. Phänomenologische Forschungen, Nº 24/25, 1991, pp. 305-337.
59
Hua xxxix, 155.
60
Hua xlii, 134.
61
Hua xlii, 472 s., 520.
Capítulo I. La protohistoria [35]
62
Hua xlii, 108, 512.
63
Hua xlii, 429.
64
Cf. Hua xv, 411
65
Hua xxxix, 154.
[36] Roberto J. Walton
rraciones (de los ancianos), por las señales de recordación en las cosas de
la cultura, etc. […]».71
La historicidad individual se compone de una historicidad de la infancia
temprana, ya sea en el cuerpo materno o posterior al nacimiento, y en una
historicidad infantil ulterior en que el niño se incorpora progresivamente al
mundo circundante y adquiere su madurez. Este desarrollo se ajusta ya en
forma incipiente a la forma protoinstitución-sedimentación-reinstitución
de sentido,72 y se ordena según las unidades de conexión entre la madre y
el hijo, los niños unos con otros, y los niños con los mayores, dentro de la
historicidad de una familia a la que Husserl califica como «historia abstrac-
ta».73 Con el uno-con-otro de los adultos ingresa cada ser humano en la
historicidad comunitaria porque recibe la herencia de las generaciones que
ellos poseen. El nivel de madurez alcanzado en la historicidad individual
es el comienzo de la auténtica vida en la omnisocialidad e historia de los
hombres. La vida de las personas maduras se caracteriza por la posesión
de una tipicidad y una representación del mundo de término medio que
atañe al modo de experienciar, valorar y manejarse prácticamente con el
mundo. Hay diversos términos medios o tipicidades que corresponden a
las edades, los estadios de desarrollo, las posiciones sociales, las profesio-
nes, etc. El mundo de una comunidad se caracteriza por variadas estructu-
ras experienciales de término medio, y, por tanto, por una mayor riqueza
de determinaciones respecto del mundo experiencial general al que pue-
den acceder todos los hombres. Por su parte, los niños no son sujetos de
este término medio de los seres humanos maduros, ya que, aunque tengan
experiencias, comprenden poco del mundo cultural precisamente porque
éste tiene una tipicidad a la que no están habituados.74
El mundo familiar exhibe un componente teleológico que se manifiesta
en las funciones de sus integrantes y en la educación de los niños. Al respec-
to, Husserl se refiere a «el señalado ámbito de los niños que van creciendo y
71
Hua xv, 145.
72
Véase capítulo ii § 1.
73
Hua xv, 138 n.
74
Cf. Hua xv, 231.
[38] Roberto J. Walton
aún son inmaduros, que aún no son incluidos en la comunidad de los seres
humanos plenos, y que para estos son los niños que se han de educar».75 La
educación permite la comprensión de la actividad orientada a fines. El niño
vive en su hogar y está rodeado de familiares, que actúan según fines, y de
objetos que tienen un determinado propósito. Por eso aprende a compren-
der estos objetos «no solo como objetos de uso, sino como objetos que han
llegado a ser teleológicamente (protohistoria)».76 En el mismo texto en que
vincula la protohistoria con una comprensión de fines, asocia la historia
con la teleología: «La pregunta por el por qué es la pregunta originaria por
la “historia”».77
Husserl compara el mundo familiar con un horizonte interno frente al
cual se encuentra un horizonte externo. Tiene una apertura que hace posi-
ble su desarrollo o ampliación más allá de las realidades conocidas que lo
definen. Implica horizontes inexplorados que se abren ante todo en virtud
de la irrupción de sucesos ocasionales que nos impulsan hacia esa lejanía
o vaguedad y que, además, pueden extenderse como consecuencia de un
propósito expreso. Se dilata de dos maneras.
Una posibilidad es que esta ampliación hacia lo desconocido se aten-
ga al estilo del horizonte ya predelineado en la medida en que lo extiende
hacia fuera. Lo que se llega a conocer es similar a lo ya conocido. Todo el
interés se concentra en el interior del mundo familiar, y la ampliación no
abandona lo que es típico en el punto de partida. De modo que un mundo
circundante ya configurado es enriquecido con nuevas regiones de cognos-
cibilidad mediante una ampliación que lo hace más abarcador, como si este
mundo adquiriera nuevas envolturas circulares. Pero no entra en contacto
con comunidades extrañas. Lo que está afuera es irrelevante, y la lejanía
tiene la significación del vacío.
La otra posibilidad es la del contacto con lo extraño. En este caso se mo-
difica el estilo de lo que es típico en un mundo circundante que se amplía.
Lo que está afuera es relevante, y la lejanía tiene la significación de lo extra-
75
Hua xv, 413. Cf. 181.
76
Hua xv, 420.
77
Hua xv, 420.
Capítulo I. La protohistoria [39]
El tiempo generativo
83
Ms K iii 3, 50a: „Diese Urform der Geschichtlichkeit nennen wir ursprüngliche protentionale
Geschichtlichkeit. Sie ist auch in höheren Stufen immer die Unterlage für jede höhere Geschichtlich-
keit, und jede höhere nimmt selbst in gewisser Weise die Form der „Protentionalität“ an, überstiegen
dann wieder durch mögliche Gestalten“.
Capítulo I. La protohistoria [41]
91
HuaM viii, 215.
92
Cf. Held, Klaus. “Generative Experience of Time”. En Brough, John B. y Embree, Lester (eds.),
The Many Faces of Time. Contributions to Phenomenology 41. Dordrecht/Boston/London, Kluwer Ac-
ademic Publishers, 200, pp. 167-186. Traducción castellana: “La experiencia generativa del tiempo”.
Escritos de Filosofía, Nº 33-34, 1998, pp. 3-25.
Capítulo I. La protohistoria [43]
93
A diferencia de Heidegger, Held considera que la experiencia de la totalidad de la vida no está
garantizada por la muerte sino por la experiencia y aceptación de la propia inclusión en la serie de las
generaciones. Se debe ahondar el concepto de ser total de la existencia de manera que la experiencia
del tiempo ligada a la existencia propia no esté unida a un aislamiento radical de la existencia. Los otros
deben estar contenidos en la superación de la experiencia cotidiana del tiempo de modo que la tras-
cendencia respecto de la cotidianidad consista en una apertura a la totalidad de la vida, es decir, a una
totalidad que no es ya la del ser vuelto a la muerte sino la del todo generativo de la vida. Y la propiedad
consiste en asumir la propia mortalidad como complementaria con el crecimiento de una nueva gene-
ración a la que se engendra y educa sin tener como motivos la seguridad de la vejez o una resignación
naturalista sino la disposición afectiva del amor a nuevos seres humanos de cuyo advenimiento y edu-
cación se cuida.
CAPÍTULO II
La primera historicidad
L
a protogeneratividad, la herencia familiar y la tierra contienen las
condiciones previas de la efectividad de la historia que se ha de de-
sarrollar en generatividades de orden superior, tradiciones cultura-
les o espirituales y territorios cultivados o configurados por el hombre en
variados mundos circundantes. Husserl advierte que «la comunalización
crea nuevos horizontes ampliados, “el” mundo en progresiva constitución
se encuentra en una constante ampliación del sentido de su ser».1 Sobre la
historicidad originaria de las sociedades simbióticas y su ramificación ge-
nerativa se edifican otras historicidades que asumen a su manera la forma
de la protensionalidad por medio de formaciones superiores que implican
metas intersubjetivas de alcance amplio y carácter perdurable: Husserl dis-
tingue una «primera historicidad natural e ingenua» y una «segunda histo-
ricidad» que coincide con la «transformación (Umbildung) de la existencia
humana de la primera historicidad por medio de la ciencia».2 Este capítulo
está dedicado a la primera historicidad y los dos subsiguientes lo estarán a
la segunda historicidad en sus aspectos teóricos y prácticos.
[45]
[46] Roberto J. Walton
La generatividad espiritual
Sobre el fundamento del encadenamiento generacional referido a los orga-
nismos se desarrolla —por medio de la institución de metas perdurables que
se sobreponen a la caducidad de las generaciones— una generatividad espe-
cíficamente espiritual respecto de la cual Husserl habla de «generatividades
de orden superior» o «una cadena de generaciones de orden superior».3 El
cambio de los sujetos, en la medida en que ingresan nuevos sujetos y otros
se apartan, no tiene que ver tanto con el nacimiento y la muerte sino más
bien con la alteración de los portadores maduros de sentido y validez. A
la presencia de metas perdurables se une, para enlazar las generaciones, la
transmisión de adquisiciones sedimentadas a partir de la actividad de los
predecesores. Junto a la función de covalidez de la cadena de generaciones
se presenta como rasgo fundamental de la historia el entrelazamiento de
relaciones activas en comunidades amplias. En contraste con un acontecer
intersubjetivo pasivo y solo inmediato, Husserl se refiere al «acontecer pro-
ducido mediante una actividad operante por la subjetividad humana co-
munalizada en sus múltiples relaciones recíprocas».4 Así se establece una
sucesión de generaciones en la unidad de una tradición, y «cada nueva ge-
neración hereda el mundo cultural que ha llegado a ser objetivamente me-
diante el trabajo de las generaciones anteriores y la continúa configurando
ulteriormente ella misma ahora a partir del propio poder y obrar».5
Cuando la generatividad se desarrolla hasta convertirse en una tradi-
ción efectiva aparece «una primera historicidad» cuyo «estilo normal en
cada caso fáctico de la existencia creadora de cultura en todo ascenso o
hundimiento o estancamiento permanece formalmente el mismo».6 Hus-
serl caracteriza la «tradicionalización» (Traditionalisierung) mediante una
«estructura formal»7 como una continuidad y unidad de pasados que se
Ms K iii 4, 32 b.
3
5
Hua ix, 410. Así se establece «un mundo de la vida de generaciones sucesivas con la unidad de
una tradición histórica [...]» (Hua vi, 380).
6
Hua vi, 326.
7
Hua xxxix, 526. «Formal» tiene aquí el sentido de «material-formal» (Sachhaltig-Formales) en
Capítulo II. La primera historicidad [47]
implican uno en otro hasta el presente, esto es, «la forma total “presente
histórico en cuanto tal”, tiempo histórico en cuanto tal», y la distingue de
lo que en cada caso da plenitud a esa forma, es decir, las «configuraciones
particulares (Sondergestalten) de la cultura»8 que encuentran su lugar, con
sus peculiares rasgos y maneras de ser, dentro de esa forma total. Esta tra-
dicionalidad, con su doble vertiente formal y material, significa un enrique-
cimiento del concepto de suelo. La tierra es lo que no puede estar ausente
como protosuelo sobre el que se desarrolla toda actividad y, como resultado
de esta, todo grupo humano tiene un suelo ulterior que pertenece a la histo-
ria efectiva. Se da una situación distinta a aquella en que se repite el mundo
circundante con su limitada típica particular: «Un mundo cultural humano
se encuentra en progresivo desarrollo, la cultura de cada presente humano
es suelo (Boden), o, como podemos decir también, premisa, para la nueva
creación cultural de la nueva generación de esta humanidad».9
Husserl procura mostrar que las formaciones de sentido encontradas en
nuestro presente, que es «lo históricamente primero en sí»,10 deben ser re-
conducidas a lo largo de sus remisiones retrospectivas que configuran un
horizonte temporal implicado en el presente. Esclarecer la historia es pre-
guntar retrospectivamente a partir del presente a fin de poner de manifiesto
sus «implicaciones profundas, que se extienden cada vez más lejos, y que
deben ser interrogadas, desveladas».11 Esta explicitación de horizontes ha de
alcanzar en última instancia «la protoinstitución de los fines, que enlazan la
cadena de las futuras generaciones, en la medida en que continúan viviendo
en ellas en formas sedimentadas, pero son siempre de nuevo evocables y
susceptibles de recibir una nueva vida por medio de la crítica [...]».12
13
Cf. capítulo iii § 1.
14
Hua vi, 59 (tr. 101 s.).
15
Hua xxix, 408. Cf. 408-420. Véase capítulo xi § 1.
Capítulo II. La primera historicidad [49]
20
Hua vi, 380. Jitendra N. Mohanty subraya que, para Husserl, la historia no es una historia de
hechos sino de sentidos: «“Historia” e “idealidad de sentidos” están recíprocamente implicados. No
puede haber historia de una única cosa, de un esto-aquí, τόδε τι. […] Historia es historia de x, y esta
x carga con constantes como “música”, “guerra”, “pintura”. Sólo los sentidos ideales son históricos; sin
embargo, son también a-históricos. Los límites de la historia son interiores a la historia. «No hay his-
toria de todo» (Mohanty, Jitendra. N. Lectures on Consciousness and Interpretation. New Delhi, Oxford
University Press, 2009, p. 13).
21
Hua xxvii, 90 (99). La página indicada entre paréntesis remite a la traducción de Agustín Serra-
no de Haro: Husserl, Edmund. Renovación del hombre y la cultura. Cinco ensayos. Barcelona/Iztapalapa
(México), Anthropos Editorial /Universidad Autónoma Metropolitana, 2002.
22
Hua xxix, 104. Un movimiento religioso como la Reforma no se apoya en una nueva Revelación
sino que «restaura las fuentes aún vivientemente eficaces de la transmisión originaria a fin de producir,
por medio de una experiencia religiosa originaria, una relación viviente con Cristo y con la primitiva
comunidad cristiana» (Hua xxvii, 72; tr. 79).
23
Hua xxix, 373.
Capítulo II. La primera historicidad [51]
24
EU, 320 s. La sigla, con indicación de página, corresponde a Husserl, Edmund. Erfahrung und
Urteil. Untersuchungen zur Genealogie der Logik, ed. Ludwig Landgrebe. Hamburg, Claassen, 1964.
25
Hua xxix, 373.
26
Hua xiv, 231.
[52] Roberto J. Walton
27
Hua xv, 479.
28
Hua xiv, 223.
29
HuaM viii, 75.
Capítulo II. La primera historicidad [53]
grados. Hay intereses que cambian e intereses que son abandonados, pero
otros subsisten a lo largo de la vida como los de una profesión —artista,
científico—, los de una condición —padre, ama de casa—, o los de natura-
leza ética y religiosa.
Los intereses son en primer lugar «intereses instintivos» o, como Husserl
sostiene también, una intencionalidad instintiva se antepone a la intenciona-
lidad de los intereses. Desde este punto de vista, por encima de los instintos,
se encuentra la institución, por medio de actos de volición, de intereses que
se presentan como hábitos adquiridos.35 El horizonte de intereses delimita
en cada caso una situación: «Comprender un hombre es ante todo com-
prenderlo en la situación y además en un interés de la vida».36 Siempre en-
contramos la coexistencia de una multiplicidad de intereses que se dividen
en principales y secundarios. La aparición de nuevos intereses dominantes
altera todo el horizonte. Pueden presentarse unos al lado de otros en una
conexión vaga, o bien, en una síntesis, enlazarse entre sí, influir mutuamente
unos sobre otros, o ser abarcados por uno que los incluye como subordi-
nados en tanto interés de grado superior. Mediante un continuo proceso
de síntesis y corrección se puede llegar a la constitución de un interés total
como una meta que conduce la vida en forma unitaria.37 No obstante, asig-
nar al todo de la vida la unidad de una meta universal que unifica todos los
fines y acciones particulares no es ni lo primario ni lo habitual. En este sen-
tido, hablar del «camino de la vida» (Lebensweg) o de la «marcha de la vida»
(Lebenswanderung) y compararlo con un camino en el sentido habitual no
es totalmente adecuado porque no siempre implica una unidad teleológica
en el sentido de la efectivización de una meta buscada de antemano.38
Con los intereses y metas se conecta una preocupación (Sorge) que se
extiende también a una solicitud (Fürsorge) por las necesidades vitales de
los otros. El interés dominante puede ser comunitario de modo que la tarea
de la vida personal se convierte en parte de la tarea de la comunidad. En-
35
Se encuentran los dos puntos de vista: la intencionalidad instintiva antecede a la de los intereses,
o bien es parte de ésta. Cf. Hua xv, 643.
36
Hua xv, 415. Cf. Hua vi, 459; Hua xv, 397, 409, 414 s.
37
Cf. Hua xv, 174.
38
Cf. Hua xv, 415, 419.
Capítulo II. La primera historicidad [55]
39
HuaM viii, 35 s.
40
HuaM viii, 325.
41
Hua vi, 332. Cf. Hua xxvii, 187. Aquí se sitúa el «horizonte de intereses trascendentales» (Hua
[56] Roberto J. Walton
El mundo de la vida
vi, 176). Se ha de tener en cuenta que el interés teórico sigue siendo práctico en un sentido completa-
mente nuevo en tanto es un interés y por ende promueve una actividad.
42
Cf. Hua i, 160, 162; Hua vi, 145, 147, 157, 301.
43
Hua vi, 124. Cf. Hua vi, 126 s.
44
Cf. Hua vi, 462.
45
Hua iv, 197. Cf. Hua vi, 461. El camino que pasa por el mundo de la vida es una de las vías que
conducen a la fenomenología trascendental, y lo es porque contiene intrínsecamente una referencia
retrospectiva a la subjetividad que tiene la experiencia del mundo. Al revelarse como un mundo en que
todo objeto es lo que es en relación con una intención subjetiva mediada por el cuerpo propio, el mundo
de la vida proporciona un punto de partida para las reflexiones fenomenológico-trascendentales. Véase
Intencionalidad y horizonticidad, capítulo i § 4.
Capítulo II. La primera historicidad [57]
46
Hua vi, 459. Cf. Hua vi, 141 n., 327.
47
Véase Intencionalidad y horizonticidad, capítulo xi § 5.
48
Cf. Hua xv, 411-415.
49
Hua xv, 412.
[58] Roberto J. Walton
ses exteriores depende del desarrollo cultural, esto es, del nivel de comu-
nalización de los hombres y de las unidades que han logrado establecer
entre ellos. Y puede tener variados grados de eficacia en la situación más
inmediata. Por último, el horizonte más externo es aquel resto del mundo
que cae fuera de cualquier tipo de interés vital de suerte que va más allá del
mundo circundante práctico y constituye un ulterior «horizonte de mun-
do apráctico» u «horizonte no-práctico».50 Con esta triple estructuración
del mundo de la vida se cruza el distingo entre mundo familiar y mundo
extraño.51
El mundo de la vida implica la forma espacial, temporal y causal del
mundo, pero dotada ahora de una significación derivada de la actividad hu-
mana.52 El horizonte temporal es el de un mundo histórico de costumbres
50
Hua xv, 144, 214, 232. Asimismo, se debe tener en cuenta que, cuando pone más énfasis en
los otros yoes que en los intereses, Husserl esboza una separación análoga entre el núcleo limitado de
los más cercanos o conocidos, un horizonte externo de los otros que son «míos» porque puedo entrar
inmediata o mediatamente en relación con ellos por medio de la empatía, y el horizonte abierto de la
humanidad en general. Cf. Hua vi, 369.
51
Respecto del carácter de la vida, Husserl aclara: «La palabra vida no tiene aquí un sentido fisio-
lógico, significa vida que actúa conforme a fines, que produce formaciones espirituales, vida creadora
de cultura, en el más amplio sentido, en la unidad de una historicidad» (Hua vi, 315). Señala que la fe-
nomenología «no se llama a sí misma filosofía de la vida, pero, en la conservación del auténtico sentido
antiguo de la filosofía como ciencia universal, es filosofía de la vida [...]» (Hua xxxii, 240). Y construye
una familia de palabras. Además de «mundo de la vida» (Lebenswelt), habla de «mundo circundante de
la vida» (Lebensumwelt), «poder-vivir» (Leben-Können), «querer-vivir» (Leben-Wollen), «producción
de la vida» (Lebensleistung), «camino de la vida» (Lebensweg), «marcha de la vida» (Lebenswanderung),
«tiempo de la vida» (Lebenszeit), «momentos de la vida» (Lebensmomenten), «sentido de la vida» (Le-
benssinn), «esperanza de la vida» (Lebenshoffnung), «función de la vida» (Lebensfunktion), «movimien-
to de la vida» (Lebensbewegung), «círculo de la vida» (Lebenskreis), «valores de la vida» (Lebenswerte)
«fin de la vida» (Lebenszweck), «metas de la vida» (Lebensziele), «tarea de la vida« (Lebensaufgabe),
«situación de la vida» (Lebenssituation), «urgencia de la vida» (Lebensdrang), «trabajo de la vida» (Le-
bensarbeit), «actividad de la vida» (Lebenstätigkeit), «compañero de la vida» (Lebensgenossen) «nece-
sidad de la vida» (Lebensnotwendigkeit), «exigencia de la vida» (Lebensfordernis), «cuestión de vida»
(Lebensfrage), «método de vida» (método de vida), «cuidado de la vida» (Lebenssorge), «concreción
de la vida» (Lebenskonkretion), «realidad de la vida» (Lebenswirklichkeit), «compenetración de la vida»
(Lebensverbundenheit), «conexión de la vida» (Lebenskonnex), «nexo de la vida» (Lebenszusammen-
hang), «interés de la vida» (Lebensinteresse), «vocación de la vida» (Lebensberuf), «historia de la vida»
(Lebensgeschichte), «suelo de la vida» (Lebensboden), «fuente de la vida» (Lebensquelle), «comunidad
de la vida» (Lebensgemeinsamkeit), «unidad de la vida» (Lebenseinheit), y «horizonte de la vida» (Le-
benshorizont). A estos términos se añaden otros como «vida de la cultura» (Kulturleben), «vida de la
sociedad» (Gemeinschaftsleben), «vida del espíritu» (Geistesleben), «vida total» (Gesamtleben), «vida
racional» (Vernunftleben) y «filosofía de la vida» (Lebensphilosophie).
52
Véase Intencionalidad y horizonticidad, capítulo x § 4.
Capítulo II. La primera historicidad [59]
53
Hua xv, 139.
54
Hua xv, 205.
55
Hua xxix, 426. De ahí que E. Ströker haya insistido en que el giro que se produce en la última
filosofía de Husserl no consiste primariamente en un retroceso hacia el mundo de la vida sino más
bien en un modo específico de orientación hacia la historia. Y representa la realización consecuente del
programa de la filosofía trascendental porque significa la utilización plena de las posibilidades ofrecidas
por el análisis intencional en la explicitación de los horizontes. En razón de que lo continúa como análi-
sis histórico-intencional, Husserl descubre el campo de la experiencia trascendental como un campo de
experiencia trascendental-histórico. Cf. Ströker, Elisabeth. Phänomenologische Studien. Frankfurt am
Main, Vittorio Klostermann, 1987, pp. 75-93; y Husserls transzendentale Phänomenologie. Frankfurt am
Main, Vittorio Klostermann, 1987, pp. 195 ss.
56
Hua xxxix, 525.
[60] Roberto J. Walton
57
Hua xxxix, 181.
58
HuaM viii, 317.
59
Hua ix, 103. Cf. Hua iv, 192 s.; Hua viii, 198.
Capítulo II. La primera historicidad [61]
60
Hua vi, 176. Sobre el a priori del mundo como horizonte universal, véase Intencionalidad y
horizonticidad, capítulos x y xi.
61
Hua xv, 147.
62
Cf. Hua vi, 135.
[62] Roberto J. Walton
El a priori controvertido
Cf. Mohanty, Jitendra N. „Den Anderen Verstehen“. En: Mall, R. A., y Lohmar, D. (eds.). Phil-
64
Capítulo II. La primera historicidad [63]
tivismo: «Si hemos de encontrar una salida al relativismo, sólo podrá ser
después de que se haya dispensado un reconocimiento inicial al fenómeno
del relativismo».65 Hay múltiples puntos de vista sobre el mundo, pero de
ninguna manera son radicalmente diferentes hasta el punto de ser incon-
mensurables. Más bien, constituyen un sistema de noemata que permite
la manifestación de un único mundo, del mismo modo que cada objeto
se exhibe a través de múltiples apariciones noemáticas. Además, entre los
dos extremos de mundos de la vida completamente diferentes es posible en
principio postular una cadena de mundos intermedios que garantizan una
comprensión y comunicación entre ellos.66
David Carr se ha ocupado de las fortalezas y debilidades de las posi-
ciones opuestas en torno del a priori del mundo de la vida. Por un lado,
respecto del antiapriorismo, se pregunta por la naturaleza de la evidencia
que se ofrece en contra de la noción de un a priori, esto es, en favor de la
existencia de visiones del mundo mutuamente excluyentes. Subraya que la
argumentación antiapriorista pone énfasis en los productos de un nivel cul-
tural elevado. Kuhn se apoya en el pensamiento científico, y Foucault toma
en cuenta documentos escritos de la lingüística, la economía y la jurispru-
dencia. Por su parte, Heidegger, Gadamer y Derrida consideran las obras
de la filosofía y la literatura. Por consiguiente, se plantea el problema de si
estos productos culturales expresan una circunstancia histórica general, o
bien simplemente al grupo particular de alta cultura que las ha creado, de
modo que no bastan para rechazar la noción de un mundo compartido.
Carr alega que, como no hay un argumento concluyente en favor del relati-
vismo de los mundos culturales, no nos está impedido seguir el camino de
osophische Grundlagen der Interkulturalität. Amsterdam/Atlanta, Rodopi, 1993, pp. 115-122. Cf. Mo-
hanty, Jitendra N. “Husserl on Relativism in the Late Manuscripts”. En: Hopkins, B. C. (Ed.). Husserl in
Contemporary Context. Prospects and Projects for Phenomenology. Contributions to Phenomenology 26.
Dordrecht/Boston/ London, Kluwer Academic Publishers, 1997, pp. 181-188.
65
Mohanty, Jitendra N. „Phänomenologische Relativität und die Überwindung des Relativismus“.
En: Phänomenologische Forschungen. 19. Vernunft und Kontingenz, Freiburg/ München, Karl Alber,
1986, pp. 61. Incluido en Mohanty, Jitendra N. Transcendental Phenomenology. An Analytic Account.
Oxford, Basil Blackwell, 1989, p. 136.
66
Cf. Mohanty, Jitendra N., The Possibility of Transcendental Philosophy, Phaenomenologica 98,
Dordrecht/ Boston/Lancaster, Martinus Nijhoff, 1985, pp. 221, 242-246.
[64] Roberto J. Walton
67
Cf. Carr, David. Interpreting Husserl. Critical and Comparative Studies. Phaenomenologica 106.
Dordrecht, Martinus Nijhoff, 1987, pp. 223 s.
68
Cf. Carr, David. Phenomenology and the Problem of History. Evanston, Northwestern University
Press, 1974, pp. 252-255.
69
Hua vi, 141. Por eso Carr afirma: «Llega a ser cada vez más difícil distinguir el mundo tal como
es experienciado y el mundo tal como es interpretado por esta o aquella teoría. La teoría ha llegado a ser
parte de nuestra manera de experienciar. La teoría en esta forma sedimentada y apropiada puede afectar
la estructura misma, y no meramente el contenido, del mundo de la vida» (Carr, David Interpreting
Husserl, p. 243).
Capítulo II. La primera historicidad [65]
70
Cf. Soffer, Gail. Husserl and the Question of Relativism. Phaenomenologica 122. Dordrecht/Bos-
ton/ London, Kluwer Academic Publishers, 1991, p. 152 ss.
71
Soffer sostiene que «cuando percibimos que dos experiencias concretas del mundo de la vida
son diferentes experiencias del tiempo, también percibimos que son ambas experiencias del tiempo, y,
por tanto, que, a pesar de sus diferencias, ambas exhiben las mismas correlaciones noético-noemáticas
que convierten a una experiencia en experiencia del tiempo» (Ibid., p. 176).
[66] Roberto J. Walton
han mostrado igual inventiva que los civilizados. Por eso la división en pri-
mitivos y civilizados es inconsistente en razón de que «toda cultura es en
principio capaz de pasar por condiciones en las que surjan inventos, en que
se dé una orientación cognitiva objetiva no determinada socialmente, si
bien el grado mayor o menor dependerá de la necesidad tecno-económica
y social mayor o menor».73
En suma: en contraste con aquellos para los cuales la relatividad del
mundo de la vida es tanto el comienzo como el fin, Mohanty sostiene que
«la tesis de la relatividad es una respuesta inicial de la reflexión», pero aclara
que «tiene que ser limitada por la tesis del horizonte común dentro del cual
estos puntos de vista son después de todo posibles».74 Análogamente, Soffer
sostiene que «para Husserl la relativización del mundo es sólo un comien-
zo, el punto de partida de un conocimiento enriquecido de los otros y de
nosotros mismos, y del mundo que compartimos».75 En vista del apartado
siguiente y el capítulo siguiente es pertinente recordar la siguiente afirma-
ción de San Martín: «La orientación objetiva, que institucionalizada y con
resultados acumulativos constituirá la ciencia, no es un atributo occidental,
ni del período histórico, sino un rasgo inherente a la especie humana».76
73
Ibid., p. 194. Cf. pp. 163-195. Para las tres capas fundamentales, Cf. esp. pp. 167, 175.
74
Mohanty, Jitendra N. “Phänomenologische Relativität ...”, p. 66; y Transcendental Phenomenolo-
gy, p. 140.
75
Soffer, Gail., op. cit., p. 191.
76
San Martín, Javier. Para una superación del relativismo cultural, p. 195.
77
Hua xxix, 40.
[68] Roberto J. Walton
gico»,83 y, por tanto, a la razón práctica dentro del mundo de la praxis: «Este
mundo tiene su ser y su derecho de ser, y el actuar dentro de este mundo
tiene su razón práctica en sí que se confirma en sí misma en lo general y se
refuta también en lo singular».84 La orientación de la praxis a metas implica
un horizonte de futuro en el que coexiste la posibilidad de un cumplimien-
to junto con la posibilidad del fracaso. Por tanto, se producen en el ámbito
práctico modalizaciones análogas a las que admite la experiencia. Husserl
hace converger el tema del cuidado de la vida con su propio análisis de la
modalización al tratar las condiciones de la preservación personal en el
orden práctico. Por ejemplo, en la «preocupación vital» o «preocupación
existencial»85 por asegurarse un sustento, el comerciante amenazado por la
quiebra puede pensar en nuevas formas de vida o actividades profesionales
de acuerdo con el horizonte abierto de sus capacidades. La preocupación
se refleja en una esperanza que se centra en determinadas posibilidades
y que está sujeta a confirmaciones o decepciones. La convergencia de la
experiencia con lo aguardado significa el éxito, y la discordancia conduce
al fracaso. El proceso está sujeto a rectificaciones del mismo modo que el
avance de la percepción puede restaurar la certeza o caer en la negación:
«La preocupación es el modo de sentir que surge de la modalización de la
actividad y del constante predelineamiento del horizonte de posible fraca-
so, dentro del cual transcurren las líneas del éxito previsible y cierto, del
éxito bajo correcciones».86
La praxis tiene su verdad cuando se orienta a una meta y la alcanza.
La relatividad de la verdad no es solamente la de una posible cancelación
como consecuencia del desarrollo ulterior de la experiencia en función de
un horizonte de extensión del conocimiento. No se asocia meramente con
la modalización de la certeza, esto es, con la posibilidad abierta de que un
objeto pueda tornarse dudoso o negado. Concierne también al horizonte
como anticipación de la experiencia, es decir, a las diversas situaciones o
83
Hua xxxix, 201.
84
Hua xxxix, 418; Cf. 857.
85
Hua xlii, 429 n., 472 s., 520.
86
Hua xlii, 521.
[70] Roberto J. Walton
Hua xxxix, 192. Cf. Hua vi, 135, 178; Hua xvii, 439.
87
Comunidad y Estado
seres humanos que tienen tratos unos con otros —el lenguaje, la literatura
o el arte— porque se caracteriza, frente a la mera conjunción de individuos,
por «un vínculo comunitario firme que crea unidad en la medida en que
produce una unidad de la conciencia volitiva, unidad de deberes y derechos,
etc.».91 Husserl señala así el carácter firme y unitario que el vínculo jurídico
tiene para una comunidad, y se refiere a las normas que «enlazan el actuar
de los hombres, delimitan las voliciones de los individuos según esferas vo-
litivas de libertad frente a la prohibición».92 El derecho está vinculado con la
autorización para coaccionar. Junto a las normas acerca de lo permitido y lo
prohibido se establecen normas para el castigo de su transgresión. Esta con-
junción de los dos tipos de normas permite la constitución de una comu-
nidad jurídica: «Las reglas jurídicas son reglas de coacción (Zwangsregeln),
esto es, son normas que cada miembro de una comunidad jurídica reconoce
como vinculantes y cuyo mantenimiento se fuerza por medio de castigos».93
Husserl afirma que «una regulación jurídica de la relación entre los hom-
bres es un Estado […]».94 La unidad del Estado se constituye por medio de
normas que contienen a los hombres, delimitando una esfera de libertad
frente a lo prohibido. Hay funcionarios encargados de su ejecución, pero
todos los miembros ejercen las funciones del Estado desde la condición de
simples ciudadanos hasta la condición de funcionarios de alto rango. Todos
no se conocen entre sí como sucede ya en una asociación grande.95 Hay dos
modelos para pensar el Estado. Por un lado, el Estado está constituido con-
comitantemente con la naturaleza humana, es decir, es la manera concreta
que adopta la organización natural de un pueblo. El «Estado natural» es un
«Estado que surge de una comunidad natural de descendencia».96 Esta de-
rivación puede ser conducida retrospectivamente a una protogeneratividad
de base instintiva que impone una orientación teleológica dirigida a ciertas
93
Hua xiii, 107.
94
Hua xiii, 106. Sobre la «juricidad» (Rechtlichkeit) como «forma de dominio» (Herrschaftsform),
Cf. Hua xv, 412 ss.
95
Cf. Hua xiv, 182.
96
Hua xiii, 110.
Capítulo II. La primera historicidad [73]
98
Cf. Schuhmann, Karl. Husserls Staatsphilosophie. Freiburg/München, Karl Alber, 1988, p. 96.
Trad. de Julia V. Iribarne: Husserl y lo político. Buenos Aires, Prometeo, 2009, p. 85.
99
Hua xiii, 107. Cf. Hua xv, 412.
100
Hua xlii, 341 ss.
101
Véase capítulo iv. Otro análisis destaca el contraste ente comunidades de coordinación y comu-
nidades de subordinación. Las primeras implican, como en una asociación, una meta común, funciones
asumidas por medio de un acuerdo, y una posición igual de todos. Las segundas responden a una uni-
dad en que las funciones son impuestas por la fuerza a los subordinados. Un ejemplo se encuentra en
la relación amo-esclavo. Este tipo de conexión puede ser el resultado de una decisión consciente de la
voluntad o surgida de la historia. Cf. Hua xiv, 181 s.
Capítulo II. La primera historicidad [75]
El tiempo histórico
114
Hua xv, 397. «La continuidad de la historia, tal como la experimentamos en tanto historia, no
reposa en la continuidad de un acontecer causal carente de fracturas, de un “tiempo universal” en el
cual estuviera ordenado el tiempo de la historia, sino que reposa en su finalidad […]. La historia no
tiene, pues, su continuidad y unidad en sí, porque sólo hay historia por la acción de los hombres. En ella
es producida en cada caso su continuidad siempre de nuevo, y por eso ella no es un curso continuo»
(Landgrebe, Ludwig. „Die phänomenologische Analyse der Zeit und die Frage nach dem Subjekt der
Geschichte“. En: Praxis, 1967, Nº 3, p. 370 s.).
115
Ms A v 24, 11a: «Zeit ist ein geistiges Gebilde des Menschen, sich in menschlicher Entwicklung
fortbildend und die Form der geordneten und der gemessenen Zeit annehmend».
116
Hua xiv, 217.
[78] Roberto J. Walton
117
Sobre el mundo como horizonte universal y representación, véase Intencionalidad y horizontici-
dad, capítulo x §§ 1 y 2.
118
Ms A v 19, 28a.
119
Hua xxix, 83.
120
Hua xxxix, 576.
121
Cf. Hua xv, 340. «El tiempo común reposa sobre el “lado natural” de la subjetividad, que tiene
él mismo una función constituyente» (Landgrebe, Ludwig. Faktizität und Individuation. Studien zu den
Grundfragen der Phänomenologie. Hamburg, Meiner, 1982, p. 51).
Capítulo II. La primera historicidad [79]
122
Ibid., p. 147.
123
Ströker, Elisabeth. „Zeit und Geschichte in Husserls Phänomenologie. Zur Frage ihres Zusam-
menhangs“. En: Ströker, Elisabeth. Phänomenologische Studien. Frankfurt a. M., Vittorio Klostermann,
1987, p. 158.
124
Ibid., p. 150.
125
En relación con las modalizaciones de un mismo tiempo, Mohanty considera que Husserl ha
aclarado la posibilidad de acceder a un nivel de la conciencia del tiempo que se encuentra más allá de las
metáforas de «flecha» y «ciclo» utilizadas para caracterizar dos formas fundamentales de la experiencia
del tiempo. Puesto que son metáforas de índole espacial, no logran captar una «excedencia de sentido»
del tiempo con respecto al espacio. El juego recíproco de estas dos metáforas nos ayuda a captar el
tiempo objetivo porque la flecha expresa ubicaciones únicas en el orden de los acontecimientos y el
ciclo refleja una unidad permanente del acontecer. Pero el origen del tiempo no se ha de caracterizar
ni como un curso circular ni como una sucesión lineal. Aun cuando el tiempo inmanente no puede
fundamentarlo en virtud de su carácter lineal, el tiempo cíclico encuentra el origen de su sentido en el
presente viviente. La revivificación del pasado en el presente por medio de la evocación religiosa de un
acontecimiento sagrado debe ser referido retrospectivamente a la permanencia fluyente del presente
viviente, así como la fluencia permanente es el fundamento para que haya en primer lugar un tiempo
interno lineal y luego una sucesión de momentos temporales en el tiempo del mundo. Cf. Mohanty,
Jitendra N. “Time: Linear or Cyclic, and Husserl’s Phenomenology of Inner Time Consciousness”. En:
Philosophia naturalis, 25, 1988, p. 123-130.
CAPÍTULO III
H
usserl distingue dos niveles en la historicidad: el de las comuni-
dades prefilosóficas y el de la cultura filosófica y científica. El se-
gundo nivel aparece como «una nueva configuración cultural» o
«nuevo tipo de tradicionalidad»1 que surge cuando la filosofía da lugar a
una «cultura bajo ideas de infinitud».2 Esta «espiritualidad racional»3 no
es para Husserl una adquisición casual de la humanidad, sino la entelequia
que la guía conscientemente en «el movimiento histórico de la patentiza-
ción de la razón universal, “innata” a la humanidad como tal».4 Aparece de
este modo una esfera totalmente nueva de problemas en que las dimen-
siones de la tradición, la generatividad y el territorio adquieren un nuevo
sentido. Con la nueva tradicionalidad surge la orientación hacia metas in-
finitas, la apertura a todos los seres humanos, y la intención de conocer el
mundo verdadero en sí frente a las diferentes representaciones de los diver-
sos mundos de la vida. Las metas no son solo teóricas, sino que conciernen
también a la institución, por medio del amor ético, de la comunidad ética
como la más elevada personalidad de orden superior. La razón se despliega
en la totalidad de sus manifestaciones sin distingo entre razón teórica o
1
Hua xxix, 40 s.
2
Hua vi, 324 s.
3
Hua xxvii, 12.
4
Hua vi, 13 s.
[81]
[82] Roberto J. Walton
práctica. Junto a las metas del conocimiento —una ciencia universal que se
ocupa de la totalidad del mundo— se encuentran las de la acción —la rea-
lización de la comunidad ética— en la tarea de configurar el «desarrollo de
la totalidad monádico-racional: historia en sentido estricto (Geschichte im
prägnanten Sinn)».5 Este capítulo se centra en el aspecto teórico de la huma-
nidad racional, considerando la ciencia y la filosofía. Los aspectos prácticos
y éticos de la racionalidad serán tratados en el siguiente.
La generatividad racional
Husserl señala que durante los siglos vii y vi a. C. surge en Grecia una nue-
va actitud con la aparición de la filosofía y su «motivación para una inda-
gación del mundo de índole totalmente nueva, esto es, para una curiosidad
universal, para un θαυμάζειν, que deja tras de sí toda atadura tradicional
ingenua, en tanto pregunta por lo que es en sí […]».6 La motivación fáctica
de la actitud teórica reside, pues, en la curiosidad que se encuentra en la
vida pre-teórica y de la que el asombro, destacado por Platón y Aristóteles,
es una modificación. El asombro conduce a una pasión por el conocimien-
to del mundo, separado de todo interés práctico, de modo que el hombre se
convierte en un espectador desinteresado que contempla el mundo.
El primer nivel de la historicidad es el de las humanidades cerradas o
finitas que se desenvuelve entre objetos perecederos que se deterioran y
sólo pueden reiterarse como iguales o semejantes. Las creaciones del ser
humano en la finitud tienen una existencia pasajera en el mundo circun-
dante, son objetos de uso como vestimentas, utensilios, instrumentos o
armas, obras de arquitectura, medios de acción jurídica, religiosa, etc. La
reiteración de su producción no crea algo idéntico, sino algo semejante en
las múltiples producciones de una misma persona o de múltiples personas.
En contraste con esto, el segundo nivel de la historicidad corresponde a una
sociedad abierta que es accesible por principio a todos los sujetos raciona-
Hua xv, 669; Cf. viii, 241.
5
10
Hua vi, 329.
11
Hua vi, 200 s.
12
Hua iv, 316.
Capítulo III. La segunda historicidad y la comunidad de la verdad [85]
13
Véase Intencionalidad y horizonticidad, capítulo iv § 6.
14
Hua xxix, 399, 404.
15
Hua vi, 274.
16
Hua vi, 324 s.
[86] Roberto J. Walton
17
Hua vi, 335.
18
Hua vi, 333.
19
Hua vi, 320.
Capítulo III. La segunda historicidad y la comunidad de la verdad [87]
Husserl aclara que esta estructura espiritual no debe ser entendida geo-
gráficamente, sino como «la unidad de una vida, actividad y creación espi-
rituales, con todas las metas, intereses, preocupaciones y esfuerzos, con las
formaciones resultantes de metas, los establecimientos y organizaciones».20
Con ella comienza una nueva época de la humanidad, esto es, «la época de
la humanidad que en adelante sólo quiere vivir y puede vivir en la libre for-
mación de su existencia y de su vida histórica a partir de ideas de la razón,
a partir de tareas infinitas».21 Si bien irrumpe en el espacio espiritual de una
única nación, y más precisamente en las comunidades filosóficas de esta
nación, la Europa espiritual tiene la estructura generativa de la supranación
porque en esa particularidad surgió «un espíritu de cultura universal que
arrastra a su esfera a toda la humanidad, y constituye así una transforma-
ción progresiva en la forma de una nueva historicidad».22
28
Hua vi, 130.
29
Hua vi, 121.
30
Hua vi, 136.
Capítulo III. La segunda historicidad y la comunidad de la verdad [91]
La ciencia natural matemática es, como realización, un triunfo del espíritu hu-
mano. Pero en lo que concierne a la racionalidad de sus métodos y teorías, ella
es una realización totalmente relativa. Presupone ya un enfoque fundamental
que en sí mismo carece totalmente de una efectiva racionalidad. Puesto que el
mundo circundante intuitivo, este ámbito meramente subjetivo, ha sido olvi-
dado en la temática científica, el sujeto que trabaja es él mismo olvidado, y el
científico no se convierte en tema.32
La fundamentación de la ciencia
34
Hua vi, 23.
35
Hua vi, 23. Husserl utiliza las figuras geométricas como ejemplos de polos de idealización. Pero
es posible encontrar esencias exactas en todos los ámbitos de estudio de la naturaleza. Son ejemplos
de esencias exactas la definición newtoniana de un rayo de luz como un haz de luz que es obstruido
hasta el punto de que toda oclusión ulterior cortaría la luz; la máquina de vapor idealmente eficiente
de Carnot, que reduce toda disipación de energía a cero porque no tiene fricción interna; el gas ideal
que, en la ley de Boyle-Mariotte, tiene a temperatura constante un volumen inversamente proporcional
a la presión que soporta; o el reservorio de calor como cuerpo que no puede ser afectado por adiciones
o sustracciones al calor. Cf. Sokolowski, Robert. “Exact Science and the World in Which We Live”. En:
Ströker, Elisabeth (ed.). Lebenswelt und Wissenschaft in der Philosophie Edmund Husserls. Frankfurt am
Main, Vittorio Klostermann, 1979, pp. 92-106.
36
La orientación proporcionada por el horizonte de familiaridad típica permite entender la si-
guiente afirmación de Husserl: «También la experiencia de los objetos ideales tiene su horizonte» (Hua
viii, 309). Sobre la ausencia de circularidad en la idealización, véase Mohanty, Jitendra N. «Life-world
ant the A Priori in Husserl’s Later Thought». En: Tymieniecka, Anna-Teresa (ed.). The Phenomenologi-
cal Realism of the Possible Worlds. Analecta Husserliana, Vol. III. Dordrecht, Reidel, 1974, pp. 59 s.
[94] Roberto J. Walton
rior: «El mundo científico, el horizonte de ser del científico, tiene el carácter
de una obra o de un edificio único, que se acrecienta hasta el infinito, sobre
el que se constituyen progresivamente sin fin las correspondientes genera-
ciones de científicos».41
Además, el científico no deja de suponer el mundo de la vida en tanto
mundo de la percepción, en virtud de que observa o escucha sus instru-
mentos. Análogamente, olores y perfumes juegan un papel en las tareas del
químico. Los aspectos subjetivo-relativos no pueden ser eliminados porque
el científico tiene que recurrir a realidades que se le ofrecen en la percep-
ción sensible y se muestran como efectivas por medio de una verificación
que tiene lugar en el ámbito mismo de la percepción. Estas realidades no
son las que procura estudiar en tanto científico, y, sin embargo, están pre-
sentes como presupuestos de modo que una temática precientífica, que
concierne al mundo sensible —es decir, el mundo que se ofrece a la visión,
la audición, el tacto y el olfato, pero no es para el científico el mundo verda-
deramente efectivo—, antecede a las operaciones teóricas. Así, la experien-
cia del mundo de la vida no es irrelevante para el científico.42
La fundamentación permanece encubierta en el subsiguiente trato con
los productos de la actividad científica. Por eso Husserl exige poner al des-
cubierto «la motivación originaria y el movimiento de pensamiento» que
caracteriza a la ciencia moderna, es decir, «el comienzo de toda la donación
de sentido de la ciencia natural» junto con «los desplazamientos de sentido
y encubrimientos de los tiempos posteriores y más posteriores».43
43
Hua vi, 58. Las ideas de Husserl sobre el nexo entre la ciencia y el mundo de la vida han sido
empleadas en numerosas disciplinas. Entre estos desarrollos se encuentran las aplicaciones de Schütz a
la sociología (véase capítulo viii § 2) y de Ricoeur a la historiografía (véase capítulo x § 4).
Capítulo III. La segunda historicidad y la comunidad de la verdad [97]
[…] el índice para una multiplicidad del propio mundo circundante y de mun-
dos circundantes extraños que han de ser vinculados sintéticamente, y precisa-
mente bajo la idea de una “experiencia infinita” en la que han de ser estudiados
como relativamente verdaderos en relación a sujetos individuales o a todos los
sujetos.48
46
Hua xxxix, 677. Cf. 57, 682.
47
Hua xxxix, 692.
48
Hua xxxix, 677.
Capítulo III. La segunda historicidad y la comunidad de la verdad [99]
La historia de la filosofía
motivan nuevas hipótesis que modifican las sostenidas previamente en un proceso en que la coherencia
abarcadora es señal de mayor objetividad. Así, el desarrollo científico es una progresión de esquemas en
que cada uno surge de los anteriores corrigiendo sus errores y conservando transformados sus elemen-
tos de verdad. Por tanto, representan un nivel más elevado de adecuación o verdad que las precedentes.
Teorías de mayor poder explicativo organizan en un sistema conceptual coherente hechos que no podían
ser tratados por teorías anteriores y superan contradicciones de las que éstas no podían dar cuenta. La
búsqueda de una coherencia y adecuación cada vez mayor son manifestaciones de la teleología racional.
El curso de los descubrimientos científicos muestra pues, un progreso hacia la meta de un conocimiento
objetivo. Sobre este desarrollo que se produce desde la percepción, Harris afirma: «En este hecho se ha
de encontrar la verdad subyacente a la posición de Husserl. […] Husserl advirtió […] que nuestra expe-
riencia inteligible (científica o de otra índole) es el resultado de una síntesis constructiva llevada a cabo
subjetivamente sobre la base de principios eidéticos. También insiste correctamente en la necesidad de la
sucesiva verificación armoniosa de acuerdo con estos principios» (Harris, Errol E. “Science and Objec-
tivity”. En: Howie, John y Buford, Thomas O. Contemporary Studies in Philosophical Idealism. Cape Cod,
Claude Stark, 1975, p. 91. La tesis es ilustrada con varios casos de la historia de la ciencia. Un ejemplo es
la física de Newton que integra una serie de ideas en un sistema coherente: la rotación de la tierra sobre
su eje (Nicolás de Oresme), las leyes del movimiento planetario (Kepler), el heliocentrismo (Copérnico),
la atracción magnética (Gilbert) y las leyes de la caída de los cuerpos (Galileo). Análogamente se reorga-
nizan y reinterpretan en el nuevo esquema conceptual de la teoría de la relatividad las concepciones de
campo en las teorías de Maxwell y Faraday, inconsistencias de la física clásica, contradicciones acerca de
la noción del éter y el principio de relatividad de Poincaré. Otro ejemplo es el descubrimiento de la cir-
culación de la sangre por Harvey mediante la integración, en una visión unificadora, de descubrimientos
previos: la impenetrabilidad del septo cardíaco que pone en duda la permeabilidad sostenida por Galeno
(Vesalio), la circulación de la sangre desde el ventrículo derecho del corazón a través de los pulmones al
ventrículo izquierdo (Colombo), las válvulas de las venas (Fabricio) y la sugerencia de un flujo circular
de la sangre (Cesalpino). Cf. Harris, Errol E. Hypothesis and Perception. The Roots of Scientific Method.
London/New York, George Allen & Unwin/Humanities Press, 1970.
60
Hua vi, 488.
61
Hua vi, 489.
62
Hua vi, 74.
Capítulo III. La segunda historicidad y la comunidad de la verdad [103]
63
Hua xxix, 418.
64
Cf. Hua xxix, 409.
65
Hua xxix, 365.
66
Hua xxix, 403 s., 417.
[104] Roberto J. Walton
67
Hua xxix, 363.
68
Hua xxxv, 52-54.
69
Hua xxxv, 52-54.
Capítulo III. La segunda historicidad y la comunidad de la verdad [105]
70
Hua viii, 190.
71
Hua xxix, 420.