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El pequeño mapa del pensamiento occidental siempre excluye a las minorías junto
a su participación en la cultura de una región. Así sucede con la herencia negra
que se esconde en la historia de México. Las manifestaciones de la cultura negra
en nuestro país son ignoradas en las representaciones artísticas y la actividad
política. Siempre queda en el olvido la sangre africana que corre por los
personajes históricos de nuestra nación como fue Gaspar Yanga, Francisco de la
Matosa, Juan Álvarez, José María Morelos y Pavón, Vicente Guerrero, Vicente
Riva Palacio y Emiliano Zapata. Una característica une a todos: la rebelión. Mi
intención no es colocar un estereotipo a la tercera raíz de México porque ya son
muchos los estigmas. Propongo colocar aquella raíz mexicana como un ejemplo
de valentía, transformación y desarrollo.
Los palenques son muestra de respeto por aquella cultura negra que
desembarcó en América pues muestran una señal de valentía y lucha contra la
opresión de regímenes crueles. Antes de cualquier acto violento resguardar las
ideas, las tradiciones y la cultura es lo más importante en este tipo de organización
social. La agrupación de los grupos marginados permitió un combate a las
prácticas generalizadoras de un gobierno opresor. Practicar la fuga y después
exaltar la resistencia. En el aislamiento social lograron ser visibles para la
posteridad y los registros históricos. Apropiarse de un territorio en este continente
permitió que las raíces africanas de nuestro país no dejaran de existir. Para el
opresor sería rebeldía y para los esclavos sería una forma de memoria cultural. El
palenque no excluía a otros grupos marginales y esa fue la clave para que se
cumpliera un mestizaje cultural que hoy presenciamos en muchas manifestaciones
artísticas en México y otros países de América Latina. La ira algunas veces tiene
que superar lo visceral para racionalizarse y trascender. Los colonos europeos
que esclavizaron a los africanos nunca imaginaron que su etiqueta de animalidad
que colocaron sobre ellos traía integrado rebeldía e inteligencia. Las comunidades
cimarronas y libres en América tuvieron diferentes nombres el quilombo de Brasil o
Argentina, los marrons en Jamaica o los palenques en México.
Debemos agradecer a esa herencia africana de resistencia que nos dejaron
los bantas que provenían de Guinea, el Congo y Angola. El cimarronaje y el
palenque están presentes en manifestaciones actuales como las acciones
tomadas por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, la afrenta de Lucio
Cabañas o las autodefensas. Así entre la vida humilde, en casas de madera y
techos rudimentarios pueden surgir la valentía y las ideas sin necesitar de un
gobierno opresor que dicta reglas y limitaciones de clase. Muchas veces se
confunde el palenque como lugar de recreación, brujería, prostitución y punto de
encuentro de parásitos sociales. Pero los archivos indican que guardaban
relaciones sociales y comerciales con la ciudad o poblados cercanos y además
eran productores de distintos artículos que comerciaban con el exterior. Ahí en los
palenques se construyo una nueva Babel cultural que sería muy influyente y
trascendental.
Bibliografía.