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Guillermo José Ortiz.

Prof. Historia. (J. V. González)


Esp. en Cs sociales con mención en Hist. Social (UNLU)

IDENTIDAD NACIONAL Y PROCESO MIGRATORIO

“Intelectuales procedentes de la península, viajeros europeos, políticos y novelistas


argentinos inventaron a los italianos”1

El presente trabajo aborda la problemática de la identidad nacional dentro del


proceso migratorio, entendida como una invención en la cual participan tanto los
sujetos contenidos dentro del marco asignado por la nacionalidad, o nacionalidades, a
las que adscriben, como aquellos actores que no forman parte del grupo étnico pero que
intentan forjar lealtades hacia el país receptor, o que contribuyen de diversas maneras a
la identificación nacional de los inmigrantes con el país o región de origen. Asimismo,
las nociones de identidad nacional y de representación de origen se entienden
entrelazadas en una relación en la cual el crecimiento de una refuerza la construcción y
vigencia de la otra.

La bibliografía analizada permite situar el surgimiento de la noción de identidad


nacional, en el contexto de los estudios acerca de la inmigración en Argentina, en
relación a una doble vinculación.

En primer lugar aparecen las preocupaciones de la elite dirigente ante los desafíos que
supuso la llegada masiva de inmigrantes europeos. Si bien esta gran afluencia de
población europea había sido de alguna manera buscada por la dirigencia criolla, la
nueva fisonomía social que comenzaba a dibujarse despertó temores y urgencias,
manifestándose hacia la década de 1880 la pretendida necesidad de forjar un carácter
nacional que contrarrestara los temores que giraban en torno al fantasma de la
disolución de la sociedad receptora. Como veremos luego, la dirigencia argentina no
estaba sola en esta búsqueda de una nacionalidad que pudiera dar cuenta de los alcances
del joven estado que había contribuido a forjar en las tres décadas anteriores.

1
Devoto F. “¿Inventando a los italianos? Imágenes de los primeros inmigrantes en Buenos Aires (1810-
1880) Anuario del IEHS, VII, Tandil, 1992 p.135
La segunda vinculación aparece referida al afán identitario que surge de las propias
dirigencias, o liderazgos étnicos, que los inmigrantes comienzan a darse a sí mismos. En
un contexto en que se afianzan las ideas de nación y nacionalismo, la cuestión de la
identidad nacional aparece como aglutinadora en torno a aquellos referentes sociales
capaces de interpretar las necesidades y urgencias de sus compatriotas recién llegados.

Se trata entonces de una doble cuestión: por un lado los esfuerzos de la elite argentina
por afianzar la noción de nacionalidad sobre una población marcadamente heterogénea,
y por otro los no menos remarcables esfuerzos de las elites étnicas por reunir en torno
suyo la mayor cantidad de inmigrantes de su país de origen, a partir de la apelación a
una identificación con la identidad nacional transatlántica y a las representaciones
premigratorias.

Las aspiraciones de índole nacional que experimentaba la elite local no eran en modo
alguno excepcionales, por el contrario, se hallaban inscriptas en una corriente de
surgimiento de naciones y nacionalidades, por lo menos en Europa y América2. En
buena medida el éxito o el fracaso en la “construcción de la nacionalidad” representaba
para la dirigencia en términos simbólicos lo mismo que, en términos materiales, venía a
significar el éxito del modelo de economía primario exportadora.

Sin entrar a considerar particularidades que hacen al proceso de origen y difusión del
nacionalismo, porque esto sería materia de un estudio en sí mismo sobre el particular,
podemos echar un vistazo a las condiciones que la elite debía reproducir en el territorio
bajo la soberanía estatal para considerar que el objetivo simbólico estaba cumplido. Para
esto resulta útil observar en qué medida la Argentina finisecular se encontraba en
relación a los tres criterios propuestos por Eric Hobsbawm para que un pueblo
clasificara firmemente como nación según la ideología liberal burguesa3.

Asumiendo que Argentina cumplía desde el vamos con las condiciones para superar el
“principio del umbral” 4 aunque más no sea por su vasta extensión territorial y por el

2
La difusión del nacionalismo, y el surgimiento de cada vez más nacionalidades continúa hasta el
presente, habiéndose acelerado durante el siglo XX en el sudeste asiático y en particular en los Balcanes
luego del desmoronamiento de la Unión Soviética.
3
Hobsbawm E. “Naciones y nacionalismo desde 1780” Barcelona, Critica, 2004. p 46 - 47
4
Sobre el “principio del umbral” veáse Hobsbawm E. op cit p 39- 41
proceso secular de la independencia, observamos que el Estado argentino podía
efectivamente calificar como Estado–nación según las concepciones de los ideólogos de
la era del “liberalismo burgués triunfante”5. Primero porque la nacionalidad argentina se
asociaba históricamente con un Estado cuyos ensayos organizativos podían extenderse,
por lo menos, hasta la asamblea de 1813, y según la historiografía liberal hasta el
momento mismo de la revolución del 25 de mayo de 18106.

En segundo lugar, Argentina contaba indudablemente con una elite cultural, cuya
lengua, la única lengua hablada extensivamente en todo territorio hasta la recepción del
flujo inmigratorio (si exceptuamos los idiomas indígenas), era la utilizada para la
administración. Este dato de lengua única no es menor, ya que, como la identificación
nacional era de carácter fuertemente lingüística, la irrupción en escena de una
multiplicidad de idiomas o dialectos diversos iba a ser percibida como una de las
amenazas más inmediatas a la identidad nacional.

En tercer lugar, la “prueba de la conquista” o la demostración efectiva de una capacidad


para imponer su soberanía mediante las armas, estaba dada por un buen número de
guerras y conflictos internacionales, entre los cuales la Guerra del Paraguay constituía el
ejemplo no por más vergonzoso menos contundente. Como colorario a esta capacidad
“imperial” el sometimiento definitivo de los indígenas del sur del territorio durante la
denominada Conquista del Desierto, aportaba definitivamente “la prueba darviniana del
éxito evolucionista como especie social”7.

Vemos entonces que según los parámetros ideológicos del momento la elite local tenía
sobrados motivos para creer en su realización como Estado-nación, y experimentaba la
necesidad de asignarle un sentido histórico a su modelo de país. La idea de nación, que
unos años más tarde recorrerá su camino hacia el nacionalismo vernáculo, vino a
proveer ese sentido histórico, constituyéndose además como una herramienta de
homogeneización social, a la vez que demandaba esta homogeneización como
salvaguarda de su hegemonía de representaciones.

5
Hobsbawm E. op. cit. p. 47
6
Desde esta perspectiva no es casual que la historiografía liberal, en particular B. Mitre, hayan visto en la
Revolución de Mayo el origen de la nación, y que hayan recurrido a explicaciones tales como la “máscara
de Fernando VII” para expresar las proclamas y reivindicaciones de los primeros tiempos de la
Revolución hacia el monarca español.
7
Hobsbawm E. op. cit. p. 47
Las preocupaciones de la elite dirigente por afianzar una idea de nacionalidad, acorde a
los alcances que se pretendían para el Estado, pondrían entonces en funcionamiento una
serie de instituciones tendientes a este fin. Dos de estas fueron el Censo y la Educación
Pública. Ambas instituciones operaron de forma significativa, brindando contenidos
tendientes a la integración como así también al reforzamiento de las identidades
nacionales de origen de los distintos grupos de inmigrantes.

Por su parte el Censo, concebido como una herramienta que hiciera posible la
administración eficaz, hubo de hacer frente a la nueva realidad ampliando su abanico de
categorías con las cuales describir la composición social que observaba. En tanto un
censo se trata de una operación de tipo cuantitativo, estas categorías deben ser lo más
claras y diferenciadas que sea posible, pero también deben ser suficientemente
inclusivas como para no dar lugar al absurdo de plantear una categoría por cada
individuo censado. Es en este sentido que el censo, al intentar reducir lo real a una
dimensión que sea mensurable, actúa como una clasificación que, desde afuera hacia
adentro del contingente migratorio, circunscribe a los individuos en nacionalidades que
a priori podrían resultarles más o menos ajenas. Sucede entonces aquello de “la ficción
del censo es que todos están incluidos en él, y que cada quien tiene su lugar –y sólo
uno- extremadamente claro. Nada de fracciones” 8

Esta operación de identificación del individuo con una nacionalidad, determinada por
parte del aparato institucional, debe haber colaborado con los esfuerzos de las
dirigencias étnicas, cuando estas intentaron reunir a sus connacionales en torno a sus
instituciones, sobre todo en casos como el italiano en donde los lazos de tipo nacional
eran todavía débiles “producto de la reciente e imperfecta unificación de la península”9
En este sentido el censo, con sus denominaciones, habría obrado en favor de la
identificación del individuo con acuerdo a la categoría que la administración estatal le
asignara.

8
Anderson B. “Comunidades Imaginadas. Refelexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo”
México, Fondo de Cultura Económica, 1993. p.231
9
Devoto F. y Fernandez A. “Mutualismo étnico, liderazgo y participación política. Algunas hipótesis de
trabajo. p 143. En Mundo Urbano y Cultura Popular. Estudios de Historia Social argentina. Armus D.
compilador. Ed Sudamericana.
Con respecto a la función de la Educación Pública como herramienta de primer orden
para afianzar la idea de nacionalidad, la bibliografía propuesta nos acerca a las
reflexiones de Domingo F. Sarmiento, quien hiciera de la educación pública una de sus
principales preocupaciones, a partir de reconocer en ella una gran capacidad como
herramienta de transformación social. Sarmiento, alarmado por el doble problema que
significaba el atraso en materia de educación pública por parte del estado argentino y el
avance de las escuelas italianas en el país, comentaba las propuestas del Congreso
Pedagógico Italiano de 188110 en una forma que no resulta para nada ajena a los
planteamientos que sobre el mismo tema se hicieran en Estados Unidos unos años antes:

“all (…) separation of the people into classes, using even different languages, must materially
impede the formation of a national character, and the spread of useful knowledge”11

Aquí parecen haber encontrado un límite las enunciaciones que, en su forma, recuerdan
a la noción de Destino Manifiesto, presente en el discurso norteamericano desde la
doctrina Monroe. Afirmaciones tales como “free land made men free”12 que refieren a la
propiedad de la tierra como factor suficiente para la asimilación, o identificación cuanto
menos, del inmigrante con el país receptor13, se estrellarán contra los temores que
despierta la heterogeneidad social.

Por su parte Sarmiento no esta sólo en su preocupación, pronto le acompañarán los


miembros de la elite que buscaran en la Educación Pública la solución a aplicarse contra
los temores que despierta la idea de la desintegración nacional.

10
“confesamos ingenuamente que no comprendemos lo que significa educar italianamente a un niño (…)
¿Qué es eso, pues, de educar italianamente? ¿Conservar o fomentar en el ánimo del niño el culto de una
patria que no conoce, apartándolo del sentimiento natural que lo empuja a querer la tierra en que ha
nacido? D.F. Sarmiento “Las Escuelas Italianas. Su inutilidad” en Bertoni L. A. “Nacionalidad o
Cosmopolitismo. La cuestión de las escuelas de las colectividades extranjeras a fines del siglo XIX”
Anuario del IEHS. N°11. Tandil. 1996 (el subrayado es nuestro).
11
Citado por Gjerde J. “The Minds of The West. Ethnocultural evolution in the rural middle west 1830-
1917” The Univ. of North Carolina Press. 1997. p. 41
12
“The land provided prospects for individual independence that allegedly made settlers both more
“honest” and more “american.” As migrants-American-and European-born alike-celebrated the liberties
inherent in their new condition, american observers found it simple to welcome them an proclaim the
continues unfolding of a republican spectacle. Free land made men free”. Gjerde J. op cit. p.32
13
“The moment the citizen becomes a freeholder, his ties to his country and its institutions are increased.
He has his home, his fireside, and his personal liberty and security, to protect and defend” Orlando B.
Ficklin, Congresista por Illinois. 1844. Citado por Gjerde J. op cit. p.28
Es llamativo que en Estados Unidos esta función homogeneizante, o normalizadora,
haya motivado a sectores de la jerarquía religiosa a tomar parte en el asunto, por aquello
de “Religión, patriotism, and morality”14 y apoyar la partida de misioneros que se
movilizaron hacia el oeste, tierra que había recibido un importantísimo flujo migratorio.

“armed with a Christian republican dogma, missionaries moved westward resolved to form
small homogeneous communities that would create the building blocks for a good society. They
carried with them the self-imposed burden that the West, of such great importance to the nation
and Christianity, had to be saved by Protestant New Englanders”15

En Argentina será el estado quien asumirá esta misión de difusión y custodia de los
pretendidamente antiguos valores nacionales. Desde una perspectiva laica, la institución
escolar comienza a ser considerada como un instrumento central para la formación de la
nacionalidad. De acuerdo a la afirmación de Hobsbawm acerca de que “el progreso de
escuelas y universidades mide el progreso del nacionalismo”16 podemos afirmar que el
nacionalismo argentino de fines del siglo XIX comenzaba a dar sus primeros, aunque
decididos pasos, con la creación del Consejo Nacional de Educación (1881) y la Ley
Nacional de Educación 1420 (1884) que estableció la obligatoriedad de la instrucción
primaria y aseguró el predominio de las escuelas del Estado por sobre las de las
instituciones étnicas, imprimiéndosele a las primeras una “orientación nacional”17

Ahora bien ¿de dónde provienen los temores que hacen que la dirigencia de la sociedad
participe de la necesidad de construir un carácter, o una impronta nacional? Hasta el
momento se ha aludido al carácter de Estado-nación que intentaban asumir los estados
para poder sentirse acordes con aquello que sucedía internacionalmente, al menos
dentro de la esfera de la economía mundial que le interesaba al modelo agro exportador

14
“Religión, patriotism, and morality, have been the foundation-stones of our succes as a nation (…) and
our happines and prosperity as a people” The “foundation-stones” were “laid upon the rock of a stern
Protestant faith” Citado por Gjerde J. op cit. p. 35
15
Gjerde J. op cit. p. 47. En esta militancia de los sectores religiosos a favor de contribuir a la
construcción o el sostenimiento de la nacionalidad en Estados Unidos, resulta particularmente interesante
la percepción del catolicismo como amenaza al régimen republicano, al punto de establecer una dicotomía
entre republicanismo y “romanismo”, se le adjudica así al catolicismo una categoría equiparable a una
forma de gobierno. En este sentido el “romanismo” se caracteriza como una forma de gobierno Despótica,
arcaica y por tanto antirrepublicana. (veáse Gjerde J. op cit. p 36)
16
“el progreso de escuelas y universidades mide el progreso del nacionalismo, porque las escuelas, y en
especial las universidades, se convirtieron en sus defensores más concientes” Hobsbawm E. Citado por
Anderson B. op cit. p. 108
17
Bertoni L. A. op cit. p. 183
argentino de fines del siglo XIX. Sabemos, no obstante, que ese no es el único factor
que interviene.

Por poco probable que resulte hoy en día imaginar una reclamación de soberanía por
parte de Italia sobre territorio argentino, en base a la importante cantidad de ciudadanos
italianos que lo habitaren, es factible que ello haya sido una preocupación efectiva para
miembros de la elite gobernante en aquel momento18. De hecho, en torno al conflicto
entre el Estado argentino y las escuelas italianas, la embajada italiana manifestó su
preocupación por la actitud del gobierno argentino19. Por otra parte, aunque se trate de
cuatro décadas atrás, entre las argumentaciones de Estados Unidos para Justificar su
invasión y posterior guerra contra México en la década de 1840, constó la existencia de
ciudadanos norteamericanos supuestamente oprimidos por el régimen dictatorial del
general Santa Ana.

Se trata entonces de la construcción de lazos duraderos entre los inmigrantes de la


misma nacionalidad lo que resultó altamente preocupante para la dirigencia. Conceptos
tales como “identidad complementaria”20 no habían sido formulados en los últimos años

18
“En los años ochenta se advirtieron en el Río de la Plata los ecos del surgente nacionalismo europeo y
de su expansionismo colonial. En un clima de fuerte rivalidad, los estados imperialistas tendieron a
reconocer la soberanía no sólo ante la presencia de un estado organizado, sino en la existencia de una
nacionalidad, singular y propia. Italia y Alemania habían afirmado en este principio sus derechos a
constituirse en entidades soberanas, y el mismo principio les permitía, eventualmente, extender el reclamo
de la soberanía sobre tierras habitadas por portadores de esa nacionalidad. Como lo definió el jurista
italiano Pasquale Mancini, “en la génesis de los derechos internacionales, la nación y no el Estado,
representa la unidad elemental”. La Nación, que en esta concepción era anterior al Estado, se constituía
con el conjunto de hombres que tenían en común la raza, la lengua, las costumbres, la historia, las
tradiciones, y que además habían logrado una conciencia de sí como sujeto colectivo. Desde este punto de
vista cualquiera podía entender que los grandes conjuntos de inmigrantes, que se mantenían extranjeros y
en los que se procuraba conservar los rasgos culturales determinantes de la nacionalidad, como la lengua,
constituían en germen otras naciones dentro de la nación”. Bertoni A. L. op cit. p. 182. (el subrayado es
mío). Resulta significativo que un miembro encumbrado de la elite de la época como Bartolomé Mitre
haya fundando un diario llamado, precisamente, La Nación. Se buscaba en aquel entonces construir la
idea de nacionalidad, con lo cual, la praxis misma de los intelectuales contradecía su propia retórica, pues,
aunque se afirmaba que la nación era anterior al Estado, desde el Estado mismo se procuraba construir la
nación.
19
“La iniciativa del CNE de inspeccionar estas escuelas fue trasmitida a Italia como si hubiera sido una
orden de clausura dispuesta por el gobierno argentino y la “la mala impresión producida en toda Italia
(por la noticia que) cayó como una bomba” promovió “la mayor excitación en el pueblo italiano y su
gobierno”. Motivó que el ministro Crispi pidiera explicaciones al embajador argentino Del Viso y que el
sub-secretario Damián, interpelado en el Parlamento italiano, asegurara que “las escuelas italianas en
Buenos Aires serían puestas a resguardo de todo ataque ulterior, no importa de donde él viniera, con todos
lo medios que Italia dispone” Bertoni L. A. op cit. p.185
20
“En mi definición, la identidad complementaria combina lealtad al grupo étnico y al grupo nacional en
una dinámica que se refuerza a sí misma y que engarza el pluralismo en el tejido nacional tal como los
inmigrantes y sus líderes lo comprenden” Gjerde J. “Identidades Múltiples y Complementarias.
del siglo XIX y es natural que en Argentina como en tantos otros países, existiera una
preocupación acerca del alcance de las lealtades que los inmigrantes, en tanto sujetos de
integración parcial, o cuanto menos cuestionable, pudieran llegar a manifestar hacia el
Estado en el que residían. Frente a los nuevos elementos que la elite gobernante
deseaba, y necesitaba, controlar aparecieron por un lado las nuevas ideologías de base
obrera, expresadas mediante formas de acción desconocidas hasta el momento en el
país, y potencialmente distorsivas para la actividad económica, y la conformación de
agrupamientos de extranjeros que podía parecer que no deseaban integrarse a la
sociedad.

Este proceso de “no integración” que tradicionalmente fue interpretado por los estudios
sobre el tema como momento transitorio de un proceso lineal, progresivo e irreversible
hacia la asimilación del migrante a la sociedad receptora21 encierra en su interior una
serie de particularidades que hacen a la construcción de liderazgos étnicos y a la reunión
de individuos en asociaciones de beneficencia, de socorros mutuos o mutuales. Dentro
de estos fenómenos florecen congregaciones religiosas e instituciones de enseñanza,
laica o religiosa.

La polémica en torno a las escuelas italianas demuestra como en el germen del


asociacionismo inmigrante opera una identificación de tipo nacional con el país de
origen. La aspiración de educar a los niños con contenidos referidos al país originario, a
la sazón un país extranjero, parece tendiente a reforzar en una segunda generación de
inmigrantes, o en una primera generación aún no escolarizada, la identidad nacional
premigratoria. Parece ser una necesidad de contrarrestar la fuerza de asimilación que se
adjudica al ambiente22. A tal punto se opera esta identificación nacional que desde la
misma Italia se dejan oír airadas protestas ante lo que se entendió como un ataque a las
escuelas italianas en Buenos Aires23

Inmigrantes, liderazgos étnicos y el Estado en Estados Unidos” en Bernasconi A. y Fric C. Editoras. “De
Europa a las Américas. Dirigentes y liderazgos (1880-1960) Biblos. p.65
21
Devoto F. y Fernandez A. op cit. p. 131
22
“For Turner and numerous others, the solutions to problems posed by America’s pluralism was in fact
lodged in the capacity og the Unitd States to assimilate its citizenry through the immesnse power or the
American environment”. Gjerde J. pp cit. p.5
23
Bertoni L. A. ibid.
Por su parte, los temores de la dirigencia ante el avance de la identificación nacional de
los inmigrantes no hacen más que crecer cuando se encuentran con manifestaciones que
refieren al particular de la educación. Como ejemplo de ello, el proyecto de ley del
Diputado Indalecio Gómez para establecer la exclusividad del idioma nacional en la
enseñanza en “cualquier tipo de escuelas, incluyendo obviamente las de las
colectividades extranjeras”24 resulta elocuente en lo que hace a la descripción de la
situación en las colonias galesas y en Entre Ríos y el Oriente de Córdoba. Allí el
diputado se refiere a la organización que los galeses se han dado a sí mismos -que
sospechamos parecida a la que los daneses se dieran en la zona de Tandil25, en tanto que
se reproducen representaciones del país de origen y se vive en un relativo aislamiento-
caracterizando a la situación como un “desorden” y un “mal” al que es necesario
“ahogar” antes de que tome “proporciones colosales por el solo hecho de
generalizarse”26. Esto no puede entenderse si no es visto desde la perspectiva del temor
ante la falta de control estatal sobre el territorio y sus habitantes, entendiendo como tal
control la hegemonía efectiva de un resultado “nacionalizante”. Dentro de la concepción
del diputado no se concibe la posibilidad de un estado soberano sobre una población
multiétnica que conserve sus representaciones de origen y una identidad nacional dual, a
su país natal y a su país de residencia. No podemos acusar a la dirigencia de la época
por no haber percibido la ya aludida identidad complementaria que Gjerde analiza para
el caso norteamericano, con sus implicancias de lealtades múltiples y compatibles.
Después de todo el diputado Indalecio Gómez, al pretender instaurar la exclusividad del
idioma nacional en la enseñanza en “cualquier tipo de escuelas” procede con acuerdo al
credo nacionalista del nacionalismo lingüístico, basado en la preeminencia de la lengua
como carácter de nacionalidad27

Pero ¿cuáles son los alcances de la identidad nacional en el caso de los inmigrantes?
Antes de dirigir la mirada hacia un estudio de caso o hacia trayectorias personales que
puedan darnos indicios de cómo se diseñaron estrategias para recuperar, por medio de
representaciones y recreaciones, todo aquello que los inmigrantes dejaron atrás al partir,
sería válido que nos preguntáramos cómo y en qué, se origina la identidad nacional y

24
Bertoni L. A. op cit. p. 190
25
Al respecto de la radicación de inmigrantes daneses en la zona de Tandil ver Bjerg M. “Entre Sofie y
tovelille. Una historia de los inmigrantes daneses en la Argentina (1848-1930). Buenos Aires, Biblos,
2001. Capítulo VI
26
Bertoni L. A. op cit. p. 191
27
Para un desarrollo de la noción de nacionalismo lingüístico ver Hobsbawm E. op cit. Cap 4
cómo se mantiene la misma, a la vez que se intenta su reproducción en las generaciones
subsiguientes.

Siguiendo la concepción de nación como una “comunidad imaginada”28 por sus


integrantes, podemos aceptar la idea de que los inmigrantes se “imaginan” formando
una comunidad con aquellos de su mismo origen, tanto con los que han cruzado el
océano, como con los que quedaron del otro lado del mar. Más allá de los lazos reales y
materiales que los unen con sus parientes y amigos, a quienes envían cartas y remesas
de dinero, obra un sentimiento de pertenencia nacional, una convicción de existir en
sincronía con otros individuos connacionales en un devenir temporal que Benedict
Anderson califica de “tiempo homogéneo vacío”29 En virtud de esto es que el
inmigrante que carga bolsas en el puerto de rosario reconoce lazos de comunión con el
ayudante de panadería en Buenos Aires, o el cartero que trepa en su bicicleta por las
estribaciones de los Apeninos, en tanto todos ellos “imaginan” una patria, en el sentido
de un origen, en Italia.

Es sobre este sentimiento de pertenencia a aquella patria lejana que se construyeron y se


sostuvieron los liderazgos étnicos que permitieron a ciertos individuos gozar de una
posición de prestigio y seguridad material dentro de su comunidad. En el ejercicio de
este liderazgo y en vista a dar solución a los problemas de diversa índole que surgieron
dentro de las colectividades de emigrados, y para asegurar la reproducción material y
simbólica del grupo, se originó el mutualismo de base étnica.

Ya desde mediados del siglo XIX las colectividades más numerosas contaban con sus
asociaciones mutuales: Asociación Española de Socorros Mutuos (desde 1857) y
Unione e Benevolenza (desde 1858)30. Desde los nombres mismos de estas entidades
vemos una apelación a la identidad nacional de sus integrantes. En el caso de los
españoles, la mutual se denomina como “española” indicando claramente una
nacionalidad. En el caso de la mutual italiana, la utilización del idioma italiano apela
directamente a una identificación nacional con la península31.

28
Anderson B. op cit.
29
Anderson B. op cit. p.46
30
Devoto F. y Fernandez A. op cit. p. 136
31
Aunque el italiano tal como hoy se lo conoce no sería ciertamente la lengua de la mayoría de los
inmigrantes de este origen, quienes seguramente utilizarían alguno de los múltiples dialectos de la
No obstante de poco habrían servido estas apelaciones a la identidad nacional si no
hubieran estado acompañadas de un significado más amplio. Como instituciones de
ayuda, algunas de ellas con capacidades crediticias o con posibilidades de acercar
servicios de salud y de educación (como en el caso de las ya aludidas escuelas italianas)
o como meros espacios de socialización o de contención simbólica, las asociaciones de
base étnica aglutinaron población inmigrante en porcentajes cercanos al 20% en el caso
de los italianos32.

No obstante que la adscripción a asociaciones étnicas no fue la única forma en la cual


los inmigrantes buscaron establecer una suerte de continuidad cotidiana con la tierra que
habían dejado atrás, los alcances de este tipo de institucionalización de las relaciones
llegaron a tener alcances notables. Al ejemplo ya aludido de los galeses que tanto
alarmaran al diputado Gómez, podemos añadirle el caso de los inmigrantes daneses en
la zona de Tandil, como un ejemplo excepcionalmente claro de cómo operaron las
representaciones de origen.

En “Entre Sofie y Tovelille” leemos que “La Sociedad Protestante fue pensada, más que
como un espacio donde recrear el pasado, como una solución a estos problemas prácticos. Sin
embargo, los nuevos inmigrantes, los que llegaron a partir de 1880, la transformarían en el
centro de la vida comunitaria, al atribuirle funciones no sólo religiosas sino también educativas
y sociales. Lo que hasta fines de la década de 1870 era una frontera difusa entre los daneses y la
sociedad de la campaña sur de la Provincia de Buenos Aires iba a transformarse en una brecha
entre la cultura danesa y la del nuevo mundo en el que estos inmigrantes se disponían a vivir”.33

Se encuentra aquí el origen de lo que luego devendrá en una “pequeña Dinamarca” a


medida que “el pastor y los líderes étnicos que irían perfilándose en los últimos años del siglo
XIX pondrían todo su esfuerzo en la creación de un tejido social comunitario que tuviera como
base las tradiciones culturales y religiosas danesas (…) y la formación de las nuevas
generaciones en aquellas tradiciones”34

Hasta que finalmente “los daneses de la Argentina terminarían levantando un muro


alrededor de su comunidad para vivir como en Dinamarca”35

península, la apelación a la lengua que sería adoptada en momentos de la unificación italiana como lengua
de Estado, resulta indicadora de un afán totalizador por parte de la dirigencia étnica, probablemente
porque ninguno de los dialectos fuera más representativo del conjunto de la población emigrada.
32
Devoto F. y Fernandez A. Ibid.
33
Bjerg M. op cit. p.115
34
Id. P.120
35
Id.
Encontramos aquí en Tandil la “novedad sincrónica” referida por Benedict Anderson,
en el sentido de la posibilidad de sentirse viviendo en “paralelo” con otros grupos de
personas que “si nunca se encontraban, ciertamente procedían a lo largo de la misma
trayectoria”36

En este sentido las representaciones de origen ligan a los sujetos con un país al cual
estos individuos ya no pertenecen, y que por tanto están obligados a olvidar de
inmediato. El recuerdo así representado pasa a constituirse como un resto fósil,
conservado en un ámbito fuera del tiempo como repositorio de la identidad del grupo, o
bien exige, a la manera del arte, suspender la incredulidad y asumir que
imaginariamente se está en el país de origen, por medio de la convivencia con las
representaciones y tradiciones recreadas.

Este hechizo deberá romperse necesariamente cuando las “nuevas” tradiciones y usos
hagan su aparición en escena, de la mano de nuevos inmigrantes llegados al país al
recomponerse el flujo migratorio; ya que la recreación “fotográfica” plasmada por las
evocaciones de los que llegaron primero en muy poco les resultará familiar a los nuevos
integrantes de la comunidad, que provienen de un lugar que ha continuado su marcha
histórica, sufriendo los consecuentes cambios producidos por rupturas y continuidades
devenidas del transcurrir en el tiempo.

Así, la idea de identidad nacional, a la vez que opera en el “tiempo homogéneo vacío”
permitiéndole a los sujetos imaginarse en comunión con sus pares del otro lado del
océano, cristaliza esa simultaneidad en una evocación pétrea que termina por negar la
realidad que le está vedada, aquella que cambia y continúa, en favor de esculpir esta
otra imagen que el tiempo convierte en una pieza de museo, en un recuerdo que al
recién llegado le parecerá extraído de un viejo baúl, como aquel vestido de novia que las
mujeres solían guardar, para teñir de negro al momento de llevar luto en su viudez.

36
“Esta reciente novedad sincrónica solamente pudo surgir históricamente cuando grandes grupos de
personas estuvieron en posición de considerar que llevaban vidas paralelas a las de otros grupos: si nunca
se encontraban, ciertamente procedían a lo largo de la misma trayectoria (…) Fue concebible vivir en el
altiplano peruano, en las pampas de Argentina o en los puertos de la “Nueva” Inglaterra, y sin embargo
sentirse ligado a ciertas regiones o comunidades apartadas por miles de kilómetros, en Inglaterra o en la
península ibérica. Se podía tener plena conciencia de compartir un lenguaje y una fe religiosa (en varios
grados), costumbres y tradiciones sin grandes esperanzas de encontrarse jamás con los que compartían
todo esto” Anderson B. op cit. p 261
Según lo visto hasta ahora, y como se desprende de la observación del surgimiento y la
operación de conceptos ligados a la noción de identidad y representaciones de origen,
así como del papel que juegan estas representaciones en el análisis de casos y
trayectorias personales, podemos concluir que la identidad nacional “no era sólo un
problema de autoimagen, sino uno de atribución”37

BIBLIOGRAFÍA:

-Lilia Ana Bertoni, “Nacionalidad o cosmopolitismo. La cuestión de las escuelas de las


colectividades extranjeras a fines del siglo XIX”, Anuario IEHS nro.11, 1996.

-María Bjerg, Entre Sofie y Tovelille. Una historia de la inmigración danesa a la


Argentina (1848-1930), Buenos Aires, Biblos, 2001. Capítulo VI.

-Fernando Devoto y Alejandro Fernández, “Mutualismo étnico, liderazgo y


participación política. Algunas hipótesis de trabajo”, Diego Armus (comp.) Mundo
urbano y cultura popular, Buenos Aires, Sudamericana, 1990.

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“El “nosotros” era construido también externamente por los otros, quienes establecían límites,
demarcaban por así decir las identidades sociales. En otras palabras la identidad era no sólo un problema
de autoimagen sino uno de atribución” Devoto F. “¿Inventando a los italianos? Imágenes de los primeros
inmigrantes en Buenos Aires (1810-1880) Anuario del IEHS, VII, Tandil, 1992 p.125. (el subrayado es
mío).
-Jon Gjerde, “Identidades múltiples y complementarias. Inmigrantes, liderazgos étnicos
y el Estado en los Estados Unidos”, Alicia Bernasconi y Carina Frid (eds.) De Europa a
las Américas. Dirigentes y liderazgos (1880-1960), Buenos Aires, Biblos, 2006.

-Fernando Devoto “¿Inventando a los italianos? Imágenes de los primeros inmigrantes


en Buenos Aires (1810-1880) Anuario del IEHS, VII, Tandil, 1992.

-John Gjerde “The Minds of The West. Ethnocultural evolution in the rural middle west
1830-1917” The Univ. of North Carolina Press. 1997.

-Eric Hobsbawm “Naciones y nacionalismo desde 1780” Barcelona, Critica, 2004.

-Benedict Anderson “Comunidades Imaginadas. Refelexiones sobre el origen y la


difusión del nacionalismo” México, Fondo de Cultura Económica, 1993.

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