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Kahlbaum y el nacimiento de las nosografías.

Presentation · September 1998


DOI: 10.13140/RG.2.2.34723.71207

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Sergio Gustavo Evrard


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KARL LUDWIG KAHLBAUM
y el nacimientode las
nosografías modernas en Psiquiatría

SERGIO GUSTAVO EVRARD, M.D.

INTRODUCCIÓN:
Las clasificaciones no son más que un medio para reflejar la realidad observada; “son un instrumento
para el conocimiento de la naturaleza”. La forma de observar la realidad varía con el tiempo, es cierto.
Pero la forma en que se presentan las enfermedades suele ser lo suficientemente estable como para
permitir una descripción ajustada más allá de las variaciones individuales, etarias, sexuales, raciales, y
hasta culturales. Los objetos de la clasificación, en psiquiatría, son las enfermedades mentales. Dado que
de una clasificación depende la investigación básica que se realice a posteriori sobre los objetos de dicha
clasificación, se comprenderá que es de suma importancia poder contar con clasificaciones que reflejen
esa realidad lo más fiel y diferenciadamente posible. Es sobre la base de estas clasificaciones que luego se
realizarán las investigaciones que intentarán definir la fisiopatología y la etiología de las enfermedades
mentales. A su vez, también será sobre los elementos de la clasificación que se realizarán los estudios
epidemiológicos, genéticos y terapéuticos. También sobre la base de la clasificación es que los
psiquiatras emitimos un diagnóstico y, sobre la base de éste, proyectamos un pronóstico e iniciamos un
plan terapéutico.
Teniendo en cuenta el nivel de desarrollo en el que se encuentran las distintas ramas de la medicina,
quizás pueda parecer un tema menor, superfluo y hasta prácticamente inútil el que, en psiquiatría, aún a
esta altura de la historia evolutiva de la medicina, nos ocupemos de las clasificaciones. En esta
especialidad se asevera en general, constituyendo la postura oficial, que contamos con sistemas
clasificatorios ampliamente difundidos y que, aparentemente, gozan de una extendida aceptación. Claro
está, este hecho no implica, a priori, que sean los mejores ni (mucho menos) los óptimos sistemas
clasificatorios con que se pueda contar en la práctica clínica.
Se dice que los sistemas modernos de clasificación psiquiátrica se han elaborado “por consenso”, es
decir, la realidad no es que se nos presenta a la observación sino aquello en lo que nos ponemos de
acuerdo que debe ser. La situación es tan ridícula que, por ejemplo, una misma enfermedad comienza a
existir o deja de hacerlo luego de varios años en función de lo decidido “por consenso” por un grupo de
“especialistas”. Hoy existe, mañana no, el mes que viene: quién sabe. Supongamos que usted es un
sufrido paciente que va a consultar a un psiquiatra que se guía por la CIE-10 y el profesional le
diagnostica “neurastenia”. Para otro psiquiatra que se guíe por el DSM-IV, usted no tiene nada porque
esa enfermedad no existe, no está en la clasificación o, lo que es peor, fue eliminada de ella, razón por la
cual sí, quizás hace 8 años usted pudo haber tenido neurastenia, pero hoy ya no; esa enfermedad ha
dejado de existir.
En la introducción del DSM-III-R (APA) se puede leer:

“...algunas controversias, particularmente en las áreas de los trastornos de la infancia, psicóticos, por
ansiedad y del sueño, tuvieron que resolverse por votación” (¡?).

Ciertamente, muy democrático. Llegado el caso, y dadas las especiales condiciones, podría votarse
que deje de existir el infarto agudo de miocardio con lo cual, en la lista de causas de muerte, aquellas
producidas por enfermedades cardiovasculares verían reducido drástica y felizmente su porcentaje. O
podríamos decidir que la taxonomía bacteriana es demasiado extensa a los fines prácticos por lo que la
reducimos a sólo tres bacterias, llamadas A, B y C para poder recordar sus nombres con facilidad.
Podría decirse sin mucho temor a equivocarse que el estado actual de la situación nosográfica en la que
se encuentra la psiquiatría es un caos. Con respecto a las clasificaciones más difundidas y usadas
(“aceptadas por consenso”), la situación fue muy bien descripta recientemente por Rojas (Rojas) en un
artículo sobre hebefrenias, en el cual, refiriéndose a los sistemas operacionales de diagnóstico, dice:

“...es muy fácil advertir que este aumento de fiabilidad necesita basarse en una indiferenciación de los
cuadros sintomáticos. Nos encontramos, entonces, en condiciones de establecer casi con absoluta
certeza si se trata de un cánido o de un felino, pero no es posible establecer la diferencia entre un lobo
y un caniche, o entre una pantera y un gato doméstico”.

Así de absurda es la situación nosográfica actual de la psiquiatría. Esta situación resultaría por cierto
graciosa si no fuera por el hecho de que lo que se está clasificando son las enfermedades mentales que
padecen las personas.
Es evidente, entonces, que revisar el origen de las nosografías psiquiátricas modernas no es un tema
menor.

LOS PRINCIPIOS CLASIFICATORIOS Y LA NOSOGRAFÍA DE KAHLBAUM:


Cuando Karl Ludwig Kahlbaum surgió formalmente a la escena de la psiquiatría en 1863, el
máximo exponente de la psiquiatría alemana era Wilhelm Griesinger.
Griesinger basó toda su obra en el concepto de la psicosis única, concepto que tomó de su maestro
Ernst Albert Zeller, de quien fue asistente en el asilo de alienados de Winnenthal (Wurtemberg); Zeller
a su vez había tomado el concepto de psicosis única del alienista belga Joseph Guislain y,
posteriormente, el más entusiasta defensor de esta idea antinosológica fue Heinrich Neumann, quien en
1859 sugirió que no hay formas del trastorno anímico sino estadios de un mismo proceso de la
enfermedad, negando así toda posibilidad a la existencia de sistemas clasificatorios.
De esta manera, Griesinger era a la vez, defensor de la psicosis única si bien que, sobre la base de las
diferencias sintomatológicas, hacía diferenciaciones de formas de la locura y, por otro lado, desde el
punto de vista de la escuela somaticista, defendía además la idea de que se debe “ver siempre, antes que
nada en las enfermedades mentales, una afección del cerebro”. Fue también Griesinger quien estableció
que no hay en las enfermedades mentales más que tres categorías diferentes de anomalías esenciales: las
lesiones de la sensibilidad, las de la inteligencia y las del movimiento; concepto este que Kahlbaum
seguiría al pie de la letra en su caracterización de la catatonía en 1874.
En 1863, Kahlbaum escribió una monografía a la que tituló “Agrupación de las enfermedades
psíquicas y clasificación de los trastornos anímicos.”
Por aquella época, este psiquiatra clínico alemán era ayudante en el instituto provincial para enfermos
mentales de Allenberg en Wehlau, Prusia oriental, y en 1866 se trasladó a Görlitz (Silesia) donde pasó a
formar parte del Reimer Sanatorium, institución psiquiátrica de la que llegaría a ser su director.
En la mencionada obra, Kahlbaum inicia la primera parte (la parte histórica) escribiendo las siguientes
frases:

“Para una serie de disciplinas, la división clasificatoria es un tema principal de la investigación, y de


cuya resolución, más o menos perfecta, depende el desarrollo consecutivo de toda disciplina. Una vez
conseguida esta solución, la cuestión de la división sólo tiene un interés menor y casi nulo para la
investigación posterior y el conocimiento más sutil de la materia.”

En esta misma parte histórica, el alienista de Görlitz afirma lo siguiente:

“Resulta evidente que la psiquiatría no puede lograr progreso esencial alguno hasta que no se haya
conseguido la base de toda ciencia: la clasificación del objeto científico, es decir, el conocimiento
ordenado de los fenómenos particulares.”
Por supuesto que no fue Kahlbaum el primero en realizar una clasificación de las enfermedades
mentales. Con una u otra forma, las clasificaciones, los agrupamientos y las descripciones psiquiátricas
existían ya desde la época de los griegos y, aún antes, desde los hindúes en el siglo XIV AC (en su Ayur
veda) y desde la antigua Mesopotamia (aproximadamente en el año 3000 a.C.). Muchos médicos,
naturalistas, filósofos y psiquiatras antes que él lo habían hecho, y el mismo Kahlbaum se encarga de
remarcarlo muchas veces a todo lo largo de su trabajo. De hecho, él mismo analiza exhaustivamente las
clasificaciones de 44 autores que realizaron un trabajo clasificatorio antes que él.
La originalidad de Kahlbaum radica, precisamente, en que fue él el primero en analizar científicamente
todas estas clasificaciones previas de las enfermedades mentales desde el punto de vista de los principios
que las rigen. Fue, además, el primero en considerar científicamente a las clasificaciones psiquiátricas en
sí y quien sentó las bases sobre las que actualmente se construyen las clasificaciones modernas.
Al analizar las clasificaciones previas, Kahlbaum las dividió, según el número de categorías que
comprenden, en aquellas que constan de un gran número (como las de Plater y Sauvage), aquellas que
constan de un limitado número (como las de Stark, Pinel, Esquirol y Reil) y, por último, las que se
abstienen de cualquier agrupación (como la de Neumann y su concepto de la psicosis única).
Kahlbaum analizó el nacimiento del concepto de psicosis única y luego lo criticó duramente diciendo
que: “será, de todas formas, muy difícil resumir todos los procesos en este esquema, como debería
hacerse según la afirmación de Neumann”, aunque rescata los casos que este autor describió
considerándolos como una especie de trastorno anímico al que da el nombre de variedad típica de los
trastornos anímicos o Vesania típica.
Por otro lado, Kahlbaum analizó también los principios clasificatorios en los que se basaron los
autores anteriores y a estos los separó en aquellos que siguen un sistema empírico de los que siguen un
sistema dialéctico y, dentro de estos últimos, distinguió a los que siguen un sistema dialéctico
psicológico, somático o mixto. Kahlbaum mismo proclama varias veces en su obra que se basó
exclusivamente en consideraciones empíricas, es decir, en la observación clínica pura, para confeccionar
su propio cuadro sistemático de las formas de los trastornos anímicos como especies de enfermedad. En
los casos en que no alcanzó un número suficiente de observaciones propias (como en los tipos de
vecordia diastrephia) aplazó para el futuro la detallada subdivisión clasificatoria de los casos.
Para la descripción de las enfermedades individuales, Kahlbaum se basó en el método clínico-
descriptivo de la medicina somática que, como él mismo lo señala, consiste en examinar y compilar
absolutamente sin ningún prejuicio todos los fenómenos psíquicos y todas las expresiones vitales de cada
paciente en particular; buscar, como en cualquier ciencia, conocimientos superficiales y aislados, reunir
los datos obtenidos y dividir con conocimiento ordenado y paulatinamente profundizado.
Basándose en Stark por un lado y en Heinroth por otro, Kahlbaum clasificó y agrupó a los síntomas
de las enfermedades, a los que denominó fenómenos elementales o sintomáticos de los procesos
patológicos; estableció el concepto de síntomas de núcleo de las enfermedades y delimitó, además,
cuatro formas principales de manifestación de las enfermedades anímicas, lo que él llamaba formas de
hábito o formas habituales del trastorno anímico, constituyendo así lo que hoy en día llamaríamos
síndromes.
En base al cuadro clínico de los casos particulares, Kahlbaum distinguía tres tipos de trastornos
anímicos a los que denominaba formas simples o típicas, compuestas e intermedias.
Además del criterio clínico-descriptivo, Kahlbaum tomó en cuenta el parámetro temporal, que ya se
hallaba presente en las descripciones de Pinel. Para incorporar su criterio evolutivo a los principios de la
clasificación, Kahlbaum hace la siguiente afirmación en relación a los autores de las clasificaciones
anteriores:

“... acostumbrados a la manera de la somato-patología a ver en las enfermedades procesos que en un


tiempo relativamente corto, empiezan y concluyen su curso, obviaron el hecho de que, correspondiendo
al desarrollo más lento de la vida anímica, los procesos en los cuales están basadas las enfermedades
anímicas también pueden ser de mayor duración y mostrar cuadros distintos en tiempos distintos.”

En otro lugar de su obra de 1863, Kahlbaum afirma lo siguiente:


“Si, a pesar del estado todavía muy rezagado del desarrollo de la psiquiatría, se nos permitiese
servirnos de expresiones «orgullosas», por así decirlo, de la ciencia natural, declararíamos que hemos
conseguido mediante aquellas experiencias una ley de la recopilación y una ley de la elección para la
patogenia sintomática de las enfermedades anímicas, a las que podemos añadir además una ley de la
secuencia temporal mediante la mención de las formas distintas de las enfermedades anímicas en
distintas fases.”

Y en otra parte, resume también sus concepciones al decir que debe hacerse una

“... distinción de formas de hábito y de transcurso, y con la preferencia de las últimas a fin de crear la
agrupación de los trastornos anímicos...”

Ahora bien, para construir su clasificación Kahlbaum se basó, aunque no lo menciona directamente,
en el trabajo taxonómico del biólogo sueco Carolus Linnaeus, quien en su Genera Plantarum afirmó
que:

“Todo el conocimiento real que poseemos depende de los métodos por los que distinguimos lo similar
de lo diferente... Por lo tanto, debemos determinar, por la observación atenta y diligente, los límites del
género, dado que no pueden determinarse a priori. Este es el gran trabajo, la labor importante, dado
que si se confundieran los géneros, todo sería una confusión.”

De este modo, para los trastornos anímicos Kahlbaum estableció divisiones de clases, familias,
géneros, especies, subespecies y estadios basándose en la descripción clínica de los fenómenos
elementales (o síntomas) de las enfermedades mentales y en el transcurso evolutivo de las formas de
hábito. Su extensa clasificación es sencilla una vez que se comprenden los criterios clasificatorios que
utilizó, si bien que a primera vista parece destacarse por su complejidad.

LA EVOLUCIÓN POSTERIOR A KAHLBAUM:


Con su genial obra, Kahlbaum marca una línea de fractura en la psiquiatría alemana del siglo XIX y se
sitúa histórico-evolutivamente en el origen de las dos principales escuelas psiquiátricas de la Alemania de
fin de siglo: la escuela de Münich y la escuela de Breslau.
Los máximos exponentes de estas escuelas eran Kraepelin y Wernicke. Ambos, siguiendo líneas
teóricas divergentes, tomaron en parte, desarrollaron y perfeccionaron las ideas del alienista de Görlitz
cuyo único alumno y discípulo fue Ewald Hecker. Fue Hecker quien, en 1871, describió la hebefrenia,
enfermedad a la que Kahlbaum había dado nombre y delimitado ya en 1863.

Kraepelin, las CIE y los DSM:


Varios autores afirman que fue Emil Kraepelin quien primero reconoció y rescató las contribuciones
de Kahlbaum y que fue este último el que más influyó en la sistemática elaborada por el psiquiatra de
Münich.
De manera similar a Kahlbaum, Kraepelin basó sus conclusiones nosográficas en el análisis de la
historia natural de los trastornos mentales, particularmente en su evolución. Las concepciones
nosográficas de Kraepelin, sin embargo, han variado casi con cada edición de su Tratado de Psiquiatría.
Basta recordar, por ejemplo, que Kraepelin encontró problemático el concepto de paranoia (utilizado por
Kahlbaum por primera vez) y que, con el tiempo, fue cambiando su modo de verlo. Del mismo modo, en
la 8va edición de su tratado incluye la forma simple de la demencia precoz; esta forma había sido
desarrollada por Eugen Bleuler quien tenía, en Suiza, un concepto mucho más amplio de la
esquizofrenia que el de Kraepelin en Alemania. En un principio, igualmente, Kraepelin incluía en sus
formas paranoides de la demencia precoz, junto a las demencias paranoides, al grupo de las parafrenias
que luego terminó separando. Pero aún así, por lo que más se lo reconoce es por el hecho de haber dado
origen a la clásica clasificación dicotómica de las psicosis endógenas basada en un criterio evolutivo-
pronóstico; en esta clasificación a la Demencia Precoz le correspondería una evolución progresiva con
mal pronóstico y terminación demencial y a la Locura Maníaco-Depresiva una evolución cíclica sin
deterioro de la personalidad. En consecuencia, Kraepelin creó así una clasificación en la que establecía
dos enfermedades mentales, opuestas en su desarrollo evolutivo y pronóstico, pero que incluían una
amalgama de enfermedades de límites poco claros y precisos.
Con distintas modificaciones posteriores (entre las que deben destacarse especialmente las de Bleuler
y Kurt Schneider), son las ideas de Kraepelin en las que se basan principalmente las actuales
clasificaciones obtenidas por consenso; esto es, las CIE de la OMS y los DSM de la APA.
Pese a todo, la realidad clínica se resistía a encontrar lugar en las dos únicas caracterizaciones de
Kraepelin de modo tal que, con el tiempo, fueron surgiendo conceptos como el de trastorno
esquizoafectivo (delimitado por Jacob Kasanin en 1933), el concepto de trastorno esquizofreniforme
(delimitado por Gabriel Langfeldt en 1939) y el de psicosis reactiva (delimitado por Karl Jaspers en
1913). Estos conceptos fueron incorporándose a las sucesivas ediciones de la CIE y el DSM a los fines
de reflejar más fielmente los casos que no cumplían los criterios para ser incluidos en la esquizofrenia o
en la enfermedad maníaco-depresiva.
Hoy en día, sin embargo, el sistema de clasificaciones por consenso es muy cuestionado, sobre todo el
DSM (e incluso por los mismos americanos) que, con su sistema hiperpragmático de criterios
diagnósticos, impregnados de eufemismos, dejan poco lugar para la fina descripción fenomenológica.
Quizás, como dijo Leonhard, el desarrollo de las clasificaciones en Psiquiatría habría sido distinto si
Wernicke, el principal oponente a las ideas de Kraepelin, no hubiera muerto tan tempranamente.

Wernicke, Kleist y Leonhard:


Karl Wernicke fue el máximo exponente de la escuela neuropsiquiátrica de Breslau. Estudió con
Neumann en dicha ciudad, con Theodor Meynert en Viena y con Carl Westphal en Berlín.
A pesar de que había sido alumno de Neumann en la Universidad de Breslau (Silesia) y de que lo
sucedió en su cargo, en un trabajo de 1899 sobre la clasificación de las psicosis, Wernicke tildó de
“pesimista” la concepción de Neumann de la psicosis única y elogiaba la gran tarea, “casi genial”, de
Kahlbaum a la vez que apoyaba su idea de la búsqueda de los síndromes en base a la observación clínica.
Las ideas de Wernicke tampoco coincidían con la clasificación dicotómica de Kraepelin; por el
contrario, tenía una visión mucho más diferenciada. Wernicke tenía una visión neuropsiquiátrica de la
patología mental (consideraba que la neurología y la psiquiatría eran especialidades inseparables) y
basaba sus descripciones en la patología cerebral y en conceptos tomados de su caracterización de la
afasia sensorial, que describiera en 1874. Consideraba a ciertos síntomas de las psicosis, sobre todo del
sector motor, como “síntomas psíquicos de foco”. Wernicke, al igual que su maestro, Meynert, era
localizacionista. Esto último es lo que llevó a Karl Jaspers a criticar sus concepciones tachándolas de
“mitología cerebral” a la vez que, paralelamente, lo ensalzaba como uno de los más eminentes
psicopatólogos, por su gran fineza analítica y descriptiva de los cuadros psiquiátricos.
Wernicke también basaba sus concepciones teóricas en el concepto del arco reflejo psíquico. Hizo
brillantes descripciones fenomenológicas. Estableció el concepto de perplejidad como la reacción aguda
normal de los remanentes normales de una mente ante el surgimiento de la psicosis y aclaró que era esta
perplejidad con la que antiguamente se confundía la melancolía inicial de los trastornos anímicos.
Describió numerosos cuadros psiquiátricos, entre ellos la Psicosis de la Motilidad, la Psicosis de
Angustia, y numerosas psicosis atípicas que no se podían englobar dentro de la dicotomía de Kraepelin.
En Psiquiatría, fue Karl Kleist el único discípulo de Wernicke, a quien conoció profundamente en
Halle (Sajonia), durante sólo unos pocos meses, en 1905. Fue Kleist el verdadero y único continuador de
la monumental obra de Wernicke. Tanto uno como otro pensaban solamente en términos
neurobiológicos.
Fue Kleist quien retomó todas las individualizaciones de Wernicke, quien las profundizó y desarrolló
apoyándose en engorrosos estudios catamnésicos a la vez que demostraba su separación de los cuadros
de Kraepelin. Kraepelin había extendido demasiado los límites de la locura maníaco-depresiva por lo que
le quitó claridad al cuadro. La base de su error consistía -para Kleist- en que, tomando en consideración
sólo el curso fásico y la terminación sin defecto de muchas psicosis, las englobaba, directamente, y sin
mucho análisis, en su enfermedad cíclica, pasando por alto la sintomatología.
Sin ser patólogo, Kleist basó todas sus concepciones psicopatológicas en la patología cerebral, y así
estableció una conexión entre la Psiquiatría y la Neurología clínicas. Concedió una gran importancia a los
trastornos psicomotrices presentes en las psicosis endógenas. Creó el concepto de psicosis cicloides. Fue
el primero en ver enfermedades de los sistemas psíquicos en las esquizofrenias, de la misma manera en
que los neurólogos reconocen enfermedades de los sistemas neurológicos. Logró aislar muchas
configuraciones esquizofrénicas siguiendo el estilo de separar y purificar las formas clínicas, propio de
Wernicke y opuesto al estilo de las amalgamas kraepelinianas. Desarrolló una teoría neurobiológica de la
estratificación de la personalidad e intentó adscribir síntomas individuales a áreas definidas del cerebro
por lo que, entre otras razones, es considerado como uno de los padres de la moderna psiquiatría
biológica.
Kleist fue también profesor universitario en Frankfurt Main, donde tuvo como discípulo a Karl
Leonhard. Leonhard recurrió a los intentos de agrupamiento de Kleist de las psicosis endógenas como
así también a las descripciones psicopatológicas de Wernicke y sobre tal base creó la clasificación de las
psicosis endógenas hasta ahora más fuertemente diferenciada. Leonhard ha dejado destacables
descripciones fenomenológicas de las enfermedades mentales, basado en los principios de la
“Psicopatología General” de Jaspers pero sin compartir su marco teórico, sino que, por el contrario,
compartía el de Wernicke y Kleist. Al igual que Kleist, también desarrolló una teoría estratigráfica de la
personalidad pero con un perfil más psicológico.
Donde las clasificaciones de Kraepelin, el DSM-IV y la CIE-10 ven dos, o a lo sumo, cuatro o cinco
psicosis endógenas, la clasificación de Leonhard delimita 35 psicosis diferentes. Leonhard separó las
esquizofrenias sistemáticas de las no sistemáticas basado en los conceptos de Kleist, diferenció las tres
psicosis cicloides y separó la melancolía y manía puras, y las depresiones y euforias puras de la
enfermedad maníaco-depresiva. Por otro lado, estableció distinciones pronósticas y genéticas entre los
grupos de su clasificación. Últimamente, sus conceptualizaciones se están viendo confirmadas
progresivamente por los distintos estudios de tipo epidemiológico, genético, psicofarmacológico y
terapéutico.

CONCLUSIONES:
Los principios clasificatorios que estableció Kahlbaum se hallan en la raíz de dos líneas nosográficas
modernas: por un lado, la que, partiendo de Kraepelin, culmina hoy en la CIE-10 y el DSM-IV,
fenomenológicamente poco descriptivas y caóticamente aglutinantes; y, por otro, en la desarrollada por
la escuela neuropsiquiátrica de Wernicke-Kleist-Leonhard, altamente diferenciada, con precisas
descripciones psicopatológicas y proyecciones epidemiológicas, genéticas, pronósticas y terapéuticas
más confiables.
Ahora bien, consideremos la posición de los pacientes y la de sus familiares cuando nosotros, en base
a determinada clasificación, decimos que el enfermo padece tal enfermedad, que su pronóstico
proyectado a corto y largo plazo es tal otro y que lo más aconsejable es iniciar determinado plan
terapéutico. Consideremos aún la cuestión del asesoramiento genético retrospectivo y prospectivo y las
implicancias posibles que nuestros consejos pueden acarrear en un enfermo y su familia, basados en
determinado diagnóstico realizado.
¿Cómo podemos realizar todas estas tareas en forma confiable si no nos guiamos por una clasificación
fiable, lo más exacta posible y que describa la realidad tal cual se nos presenta? ¿Cómo podemos iniciar
tratamientos basados en conceptos fisiopatológicos, etiológicos y epidemiológicos acerca de los que no
sabemos si su base (el diagnóstico) es realmente sólida? ¿Cómo podemos utilizar determinadas drogas
cuyas indicaciones surgen de consideraciones fisiopatológicas obtenidas a partir de delimitaciones
nosológicas acerca de las cuales no tenemos una seguridad aceptable en lo referente a su extensión y
límites diagnósticos?
Es sobre estas consideraciones que reposa la importancia de guiar la práctica clínica por una
clasificación altamente diferenciada, confiable y discriminatoria de los diferentes cuadros de las psicosis
endógenas.

BIBLIOGRAFÍA:

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