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El discurso
ha terminado
Eclesiastés 12.9 Y mientras más sabio llegó a ser el Predicador, más
12.9–14 conocimientos impartió a la gente. T ­ ambién se dio a
la tarea de estudiar gran número de p­ roverbios, y de
clasificarlos ordenadamente. 10 Hizo todo lo posible
por encontrar las palabras más adecuadas, para escri-
bir convenientemente dichos verdaderos. 11 Los dichos
de los sabios son como aguijones, y una vez reunidos
en colecciones son como estacas bien clavadas, pues-
tas por un solo pastor. 12 Lo que uno saca de ellos son
grandes ­advertencias. El hacer muchos libros no tiene
fin, y el mucho estudio cansa.
13 El discurso ha terminado. Ya todo ha sido dicho.
Honra a Dios y cumple sus mandamientos, porque
eso es el todo del hombre. 14 Dios habrá de pedirnos
cuentas de todos nuestros actos, sean buenos o malos,
y aunque los hayamos hecho en secreto.

¿Es cierto que “todo ha sido dicho” (v. 13),


o falta algo todavía?
TREINTA DÍAS CON ECLESIASTÉS 110

¿Qué es lo que falta?

Hemos escuchado al Escéptico y muchas veces


nos ha tocado muy de cerca, con su manera incontrovertible
de desmantelar la vida cómoda. También hemos escuchado
al Predicador, y nos ha sugerido que no todo es vano. Ahora el
Predicador es quien tiene la última palabra.
Esa palabra final es muy familiar para el cristiano. Jesús
y los apóstoles muchas veces dijeron lo mismo. Lo que Dios
quiere de nosotros es muy simple. Nuestro Señor redujo to-
das las leyes de Dios a solamente dos (Marcos 12.30–31); las
dos están reflejadas en los versículos 13 y 14 de este último
capítulo.
Amar a Dios con todo el ser. ¿Qué es ‘amar’ a Dios? El Predi-
cador lo expone bien: implica honrar, ‘temer’ (según otras
versiones), respetar a Dios. Significa recordar quién es, y
darle el lugar apropiado en nuestras vidas.
Pero también implica obediencia. Nuestro Señor entre-
laza el ‘amor’ y la ‘obediencia’ en Juan 14.21 y 23. El que
pretende amar a Dios sin obedecerlo, es un mentiroso.
Amar al prójimo como a uno mismo. La vida consiste en rela-
ciones, que se pueden reducir a dos clases: con Dios y con
los demás. Los mandamientos también son de dos clases:
acerca de Dios y acerca de las demás personas. Se puede
GUÍA DE DEVOCIONALES DIARIOS 111

decir que amar al prójimo forma parte de nuestra actitud de


amar a Dios (1 Juan 4.20).
Dios nos ha de pedir cuentas. ¿De qué? Pues, de todo. De lo
que hicimos frente a la gente, y de lo que hicimos pensando
que era en secreto. No hay ‘secretos’ para Dios (Hebreos
4.13); para él todo es visible.

¡Qué simple es!


¡Qué difícil es!
Muy fácil para decir;
muy difícil para vivir.

Eso, dice el Predicador, es el todo del hombre. No hay otra


cosa. Todo lo demás es ‘vana ilusión, vana ilusión’.
Gracias a Dios por esa buena noticia del evangelio que
trae sentido a todas las dimensiones de la vida. Las ilusiones
se tornan en realidades. Lo vano cobra sentido. Las contra-
dicciones desaparecen, y aprendemos qué es “tener vida, y
tenerla en abundancia” (Juan 10.10).

¿Qué voz te llegó con más fuerza: la del Escéptico,


o la del Predicador? ¿Por qué?
TREINTA DÍAS CON ECLESIASTÉS 112

Para meditar...
Honra a Dios y cumple sus mandamientos,
porque eso es el todo del hombre.


Oh Dios, examíname,
reconoce mi corazón;
ponme a prueba,
reconoce mis pensamientos;
mira si voy por el camino del mal,
y guíame por el camino eterno.
Salmo 139.23–24

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