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CV
CVI
—Compañero, ¿qué hacéis? —le dice Rolando—. En una batalla como ésta,
de poco me serviría un palo. Sólo valen aquí el hierro y el acero. ¿Dónde
está, pues, vuestra espada, cuyo nombre es Altaclara? Tiene guarnición de
oro y su pomo es de cristal.
CVII
Mi SEÑOR Oliveros desnuda su buena espada, a instancias de su compañero
Rolando y como noble caballero, le muestra el uso que de ella hace. Hiere a
un infiel, Justino de Valherrado. En dos mitades le divide la cabeza,
hendiendo el cuerpo y la acerada cota, la rica montura de oro en la que se
engastan las piedras preciosas y aun el cuerpo del caballo, al que parte el
espinazo. Jinete y corcel caen sin vida en el prado ante él. Y exclama
Rolando:
CVIII
—¡He aquí a uno que merecía morir por nuestra mano! —dice Turpín.
Y responde Rolando:
CIX
CX
Pero ellos nada saben, no son ciertas sus palabras: es un inmenso duelo por
la muerte de Rolando.
CXI