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COPONENCIA A “LA ACCIÓN COMO REVELACIÓN DEL QUIÉN Y SUS

FRUSTANTES CONSECUENCIAS” DE LUIS ZUÑIGA

El escrito presentado por Luis Zúñiga resulta pertinente para abordar los elementos centrales de lo
desarrollado por Arendt en el capitulo V (pp. 205-225) de su texto La Condición Humana, en
relación con el papel de la acción y el discurso en la revelación del ser humano como un “quién es”.
En este sentido, la línea argumentativa que propone Zúñiga para estructurar su propuesta es de la
siguiente manera: en primera instancia, expone lo que Arendt asume por acción y discurso, seguido
de ello se ocupa de las consecuencias para él adversas y frustrantes que la acción debe soportar,
referidas a la imposibilidad de predecir los resultados de la acción, a que la acción posee un
comienzo pero no un final determinado, a la dificultad de asir la esencia de la acción, al anonimato
de los autores de la historia, y a la futilidad de las acciones; y finalmente, se ocupa de la esfera
pública en la antigüedad como el lugar de posibilidad para evitar que de la acción se sigan dichas
consecuencias (Zúñiga, 2007). En el Marco de este orden argumentativo, la coponencia se centra en
evidenciar ciertas divergencias interpretativas con la ponencia para problematizar algunos puntos de
la misma, a la vez que agrega o hace explícitas algunas ideas implícitas en la ponencia, y en
mencionar algunas fortalezas y desaciertos generales en el texto de Zúñiga.

La divergencia principal en relación a la ponencia radica en si en realidad, finalmente las


consecuencias que el ponente señala como frustrantes que se siguen de la acción y el discurso, son
tales o pueden ser resueltas desde los argumentos dados por Arendt. En la ponencia, parece que
hacia la parte final las consecuencias parecen ser evitadas por la solución griega basada en la
aparición de la esfera pública, sin embargo no es del todo claro si todas las consecuencias
frustrantes terminan resueltas, y si estas consecuencias en realidad son frustrantes. En esta medida,
es apropiado detenerse en dichas consecuencias puntuales planteadas en la ponencia.

El carácter impredecible de la acción es una de esas consecuencias. La acción es una actividad


humana que inicia algo nuevo, y eso que inicia afecta a otros quienes reaccionan, originando una
acción que desencadenará en los hombres una serie de acciones o reacciones sucesivas que
afectaran a otros. De modo que, para el ponente, “las relaciones humanas se presentan como una
sucesión interminable de actos y de hechos que no permiten que hablemos de ellas como algo
predecible y controlable” (Ibíd., 3), así que, junto con lo ilimitado de la acción se da el carácter
impredecible de ella, lo que en las líneas siguientes Zúñiga afirma, “se trata del carácter
impredecible de la acción, que radica en su imposibilidad de observarse en algún instante como algo
terminado y consolidado, similar a algún producto del homo faber” (Ibíd.), apreciación que
relaciona lo impredecible de la acción con su comienzo y no final que la caracteriza. Ahora bien,
¿es lo impredecible de la acción una consecuencia frustrante de ella? Parece no serlo, más aún, no
hay ningún inconveniente en que lo sea, la acción es algo impredecible por su carácter ilimitado
como aduce el ponente, pero además lo es porque la falta de predicción se relaciona con la cualidad
reveladora de la acción y el discurso (Arendt, Cáp. V, 216), que deja ver la identidad personal de un
hombre, lo que lo distingue, lo que lo hace vivir como ser único y distinto entre iguales (Ibíd., 207).
Entonces el discurso -que revela con claridad la identidad de un hombre- y la acción -que como
comienzo es, a modo de milagro, algo inesperado-, por sus mismas cualidades reveladoras de la
pluralidad humana, son necesariamente impredecibles, no frustrantemente impredecibles.

Otra consecuencia frustrante indicada por el ponente consiste en que la acción posee un comienzo,
pero no un final determinado1 (Zúñiga, 2007, 2). Al respecto, es preciso interrogar por ¿desde qué
punto de vista es una consecuencia frustrante? Desde la perspectiva del homo faber claro está, la
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Esta cuestión parece ser enunciada y dejada de lado, pues una vez mencionada, el ponente finaliza el
párrafo, y al inicio del siguiente se centra en otro rasgo también para él frustrante: el intentar asir la esencia de
la acción.
acción resulta de ese modo, ya que no tiene un fin en el sentido de culminar con un producto, pues
la acción no es para finalizar su desarrollo con productos conclusivos. Pero desde el punto de vista
de la acción misma no hay presente ninguna frustración ya que, la acción no busca producir sino
revelar mediante el acto y el discurso el “quién es” de cada hombre, y este proceso de revelación
gradual de “quién es” sólo finaliza con la vida misma del hombre, dejando en el mundo ningún otro
producto distinto a la historia de esa vida. Así que, la manera de entender una consecuencia
frustrante de la acción en la medida en que ésta no lleva consigo un final -en el sentido de producto-
es algo que se afirma bajo la perspectiva del trabajo pero no de la acción misma, ya que ésta no
lleva una consecuencia frustrante en sí misma, y aceptarla como tal sería equiparable a considerar
que los productos del trabajo traen una consecuencia nefasta para sí por ser objetos perdurables y no
de consumo, lo cual no es cierto, salvo que se mire bajo el punto de vista de la labor.

La dificultad de asir la esencia de la acción de alguien es otro rasgo frustrante de esta actividad
según el ponente (Ibíd.), al igual que lo es para Arendt (Arendt, 2005, Cáp. V, 211), no obstante es
una frustración que en ambos es solucionada y en consecuencia se da por terminada. La frustración
se basa en que el vocabulario induce a decir de los hombres “qué son” -sus cualidades generales y
comunes con otros- y no “quiénes son” -los rasgos de su identidad personal-, lo que el ponente
entiende como no poder asir la esencia única de alguien, y Arendt como el hecho de que se escapa
la específica unicidad del hombre. El “quién”, se descubre es en la esfera de los asuntos humanos
donde los hombres existen como seres que actúan y hablan y por ello se revelan como singulares, lo
que en consecuencia excluye la posibilidad de manejar los asuntos humanos como cosas que se
puedan nombrar, razón para asumir como un factor de inseguridad los asuntos entre hombres sin la
influencia de los objetos del mundo; esto, es lo que se toma como una frustración que domina la
acción en su propósito revelador. Empero, Arendt agrega considerando a Heráclito, que “el quién”
es una cuestión de la que no se revela u oculta nada con las palabras, sino que da signos manifiestos
en el actuar y el hablar, y retiene su capacidad reveladora, pese a no poderse asir directamente, en
los contenidos de los asuntos humanos del mundo, del que surgen los intereses humanos. En suma,
la acción y el discurso evidencian y significan la singular identidad del hombre en los asuntos e
intereses humanos, y le proporcionan realidad en la medida en que la realidad se garantiza por la
presencia de otros en una esfera común, de modo que, la frustración de la acción por no revelarse en
el vocabulario, no poderse asir, queda superada por la significación que adquiere en el espacio de
los asuntos humanos.

Hacia el final de su escrito, el ponente menciona una adicional consecuencia frustrante de la acción,
que no aludió en su argumentación -por lo menos no en esos términos-, se trata de lo que denomina
como el anonimato de los autores de la historia (Zúñiga, 2007, 4). Desde luego, en la página 2 de su
ponencia expone que la historia sobre algún individuo, posee un actor principal más no un autor,
pero no a modo de rasgo frustrante de la acción sino como un hecho llamativo acerca de las
historias sobre los asuntos humanos. De hecho, no es un rasgo frustrante de la acción, pero es
importante traerlo a colación especialmente en cuanto a la perplejidad de la mano invisible expuesta
por Arendt, no señalada en la ponencia. La acción produce historias, y éstas se registran y hablan
sobre individuos que no son productores propiamente de ellas, son actores, pacientes, pero no
autores, pues nadie es autor de su propia vida; por esta situación, declara Arendt que Platón creyó
que los asuntos humanos no se debían tratar con seriedad, pues las acciones parecen ser guiadas por
una especie de mano invisible (Arendt, 2005, Cáp. V, 213). Esta noción resulta para Arendt
equivocada porque propicia que la historia resultante de la acción se interprete como ficticia -puesto
que sólo las historias ficticias tiene un autor-, desconociendo con ello que la mano invisible es un
símbolo que emerge ante la carencia de autores de las historias reales las cuales, carecen de autor
alguno a razón de que no están hechas.
La última consecuencia frustrante que arguye el ponente en su trabajo escrito, se refiere al carácter
fútil de la acción. Zúñiga expresa que la acción pierde su intensidad y fuerza en la historia al ser una
actividad imposible de apresar en su dimensión real, de modo que, al extinguirse la vida de un
alguien que actúa, se extingue también la acción, no quedando un testimonio que capte el
significado de ella (Zúñiga, 2007, 3); cabe agregar que, este carácter fútil de la acción se relaciona
con su carencia de productos tangibles como los de la fabricación, y con su reificación, que solo es
posible mediante la imitación de la acción -mimesis- y no propiamente con los registros de las
historias. Frente a lo fútil de la acción, la respuesta que se erige señalada por el ponente y expuesta
en el texto de Arendt es la llamada solución griega, en la que se funda la polis como el escenario
necesario para que la acción y el discurso aparezcan, pues es el lugar donde se reúnen las personas
como seres que revelan su unicidad en torno a los asuntos humanos, es la esfera pública. Así pues,
la fundación de la polis lleva consigo dos funciones primordiales: propiciar que el individuo se
distinga con actos y palabras como un “quién es” en medio de otros, y ofrecerse a modo de remedio
ante la futilidad del discurso y la acción, y sus productos, las historias, ya que permite hacer de ellos
algo imperecedero en la medida en que dicha polis se comprenda como un recuerdo organizado de
la acción humana que mantiene y guarda el significado del acto y el discurso -reificación- (Arendt,
2005, Cáp. V, 224). Entendida de tal manera, la polis como escenario público remedia el carácter
fútil de la acción humana.

Hasta aquí se presentan las divergencias de interpretación junto con la inclusión de argumentos no
del todo explícitos en relación a la ponencia. Ahora bien, para dar cierre a esta coponencia, es
preciso señalar algunos aciertos y desaciertos que el escrito de Luis Zúñiga contiene a nivel general.

El escrito del ponente, realiza con pertinencia una revisión global de los argumentos de Arendt,
facilitando así la familiaridad con el texto a partir de la ponencia, e incluso por momentos, además
de exponer las ideas centrales, deja entrever algunas problematizaciones personales que vale
destacar. Es el caso del comentario expresado en la pagina tres, en el marco del carácter fútil de la
acción y la imposibilidad de la historia de captar la intensidad y significado del acto: “Es como si en
la mayoría de los casos, al no estar nuestras vidas alimentadas de hechos extraordinarios y
sobresalientes que ameritan ser contados y recordados, estuviéramos condenados al olvido y a ser
vencidos por la fugacidad de nuestra existencia” (Zúñiga, 2007, 3), afirmación que señala y sugiere
un asunto discutible acerca de la historia, y es que ella deja para sí aquellos hechos sumamente
destacados, mientras que las demás acciones, a pesar de haberse dado en una relación de acción-
reacción ilimitada, resultan ocultas y no recordadas.

Sin embargo, el escrito del ponente no resulta fácil de comprender en una primera lectura por
diversas razones como las siguientes. En su escrito, el expositor no incluye las referencias
pertinentes al texto de Arendt de manera que facilite la contextualización de los argumentos
desarrollados para que el lector los compare; presenta párrafos extensos que pueden ser separados
para permitir distinguir las ideas inherentes al texto -es el caso en el segundo párrafo de la página 1,
el tercero de la segunda página, y el tercero de la tercera página-; y pasa por alto algunos errores de
redacción y escritura, por ejemplo al decir “ a su vez que los otros captan” -tercer párrafo de la
página 1-, o al escribir “como” en lugar de “cómo”, “esta” en vez de “ésta”, “materializo” por
“materializó”, etc.

Bibliografía

Arendt, Hannah. La Condición Humana (pp. 205-225). Barcelona: Paidos. 2005


Zúñiga, Luis. La Acción Como Revelación Del Quién y Sus Frustrantes Consecuencias (ponencia).
2007
Coponente: Pablo Vargas (432726)

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