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LA CRISIS DE LA EDUCACION

LAS TESIS DE ADLER Y LAS OPINIONES

EDUCAR : ESO VIENE MAS TARDE

Por Mortimer J. Adler.

Durante más de 40 años, una idea predominante en mi filosofía educativa ha sido la


de reconocer que jamás ha sido nadie educado - nadie puede serlo – en una
escuela o universidad.

Tal sería el caso si nuestras escuelas y universidades fueran perfectas, que


ciertamente no lo son, e incluso si los estudiantes fueran los mejores y más
inteligentes y también conscientes en la aplicación de sus facultades.

La razón es sencillamente que la propia juventud –la inmadurez - es un obstáculo


insuperable para llegar a educarse. Para los jóvenes está la escolarización. La
educación llega más tarde, ordinariamente mucho más tarde. Lo más acertado que
pueden hacer nuestras escuelas es preparar a los jóvenes para seguir aprendiendo
a lo largo de la vida, proporcionándoles la aptitud para el aprendizaje y el amor por
el saber. Actualmente, nuestras escuelas y universidades no lo están haciendo, pero
eso es lo que deberían estar haciendo.

Hablar de un joven educado o de un joven sabio, profundo en la comprensión de


ideas y temas fundamentales, supone una contradicción en los términos equivalente
a la de hablar de la cuadratura del círculo. Puede prepararse a los jóvenes para
una educación en los años venideros, pero sólo los hombres y las mujeres maduros
pueden llegar a educarse, comenzando el proceso a sus 40 o 50 años y alcanzando
un poquito de genuina intuición, de juicio sensato y de sabiduría práctica después
de cumplir los 60.

Esto es lo que no se sabe ni puede comprender ningún titulado de enseñanza


media o superior. En realidad, la mayoría de sus profesores no parecen saberlo.
Con su obsesión por cubrir, unos contenidos y con su modo de examinar a sus
alumnos, no actúan ciertamente como si comprendiesen que sólo están
preparándolos para su educación en el futuro más que para tratar de darle
cumplimiento dentro de los recintos de sus instituciones.

Hay, por supuesto, algo de verdad en la antigua idea de que conciencia de la


ignorancia es el comienzo de la sabiduría. Pero téngase presente que es sólo el
comienzo. A partir de ahí uno tiene que hacer algo con ese fin. Y para hacerlo
inteligentemente, uno tiene que saber algo sobre sus causas y remedios: por qué
los adultos necesitan educación y qué pueden hacer dadas sus posibilidades.

Cuando los adultos jóvenes se dan cuenta de lo poco que aprendieron en la


escuela, ordinariamente dan por supuesto que algo fallaba en la escuela a la que
asistieron o en el modo en que allí empleaban el tiempo. Pero el hecho es que el
mejor titulado posible de la mejor escuela posible necesita continuar aprendiendo
todo, tanto como el peor.

¿Cómo deberían arreglarse para hacerlo? En un libro reciente he tratado de


responder a esta pregunta: “¿Cómo deberían proceder las personas que desean
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dirigir por si mismas la continuación de su aprendizaje una vez finalizada toda
escolarización?”. Una respuesta escueta y sencilla : leer y conversar.

Nunca leer solamente, porque la lectura sin la conversación con otros que hayan
leído el mismo libro no es ni mucho menos tan provechosa. Y así como la lectura
sin la conversación puede dejar de producir el máximo de comprensión a que
debería aspirarse, del mismo modo la conversación sin la sustancia que ofrecen
los buenos y grandes libros, probablemente degenerará en poco más que un
intercambio de opiniones o de prejuicios personales.

Aquellos que se tomen esta recomendación en serio, por supuesto que estarían
en mejor situación si su escolarización les hubiese proporcionado la disciplina
intelectual y la aptitud que necesitan para llevarla a cabo, y sí, además les hubiese
introducido en el mundo de la cultura con cierta apreciación de sus ideas y temas
fundamentales. Pero incluso el individuo que tuviese la fortuna de salir de su
escuela o su universidad con una mente tan disciplinada, todavía tendría un largo
camino que recorrer antes de llegar a ser, él o ella, una persona educada.

Si nuestras escuelas y universidades cumplieran su cometido y los adultos el suyo,


todo iría bien. Sin embargo, nuestras escuelas y universidades no están
cumpliendo el suyo porque intentan hacer cualquier otra cosa. Y los adultos no
están haciendo lo suyo porque la mayoría permanecen el engaño de creer que han
completado su educación al finalizar su período escolar.

Tan sólo la persona que se percata de que la edad madura es el tiempo de adquirir
la educación que ningún joven podrá jamás adquirir, se sitúa por fin en el camino
real hacia el saber. El camino es empinado y pedregoso, pero es el camino real,
abierto a quienquiera que tenga aptitud para aprender y bien a la vista el fin último
de todo saber: la comprensión de la naturaleza de las cosas y el lugar del hombre
en el proyecto total.

Una persona educada es la que a través de los afanes de su propia vida ha


asimilado las ideas que la hacen representativa de su cultura, que la hacen
portadora de sus tradiciones y la capacitación para contribuir a su
perfeccionamiento.

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