Está en la página 1de 3

Hombre de celuloide

El evangelio según Pasolini

Hemos llegado demasiado tarde para los hombres y demasiado temprano

para el ser; ese cuyo iniciado poema es el hombre, dice Heidegger en un

texto que parece querer explicar el proceso con que el poeta da

nombre a lo sagrado. Al nombrar lo sagrado, el poeta se disuelve.

Y si la obra es profunda, se disuelve también. He aquí la

diferencia entre el arte religioso y el arte sacro. El arte

religioso es cualquier obra más o menos bien hecha que toque un

tema que busque religar, releer o reelegir. El arte sacro es más

fino: aspira a desvanecer la frontera entre el espectador y lo

sagrado, se remite detrás de sí misma, como un dios que se

esconde en sí para regalar libertad a su criaturas. Las obras de

arte sacro, claro, son pocas: Una que otra pintura del

Caravaggio, esos mandalas que con paciencia budista soplan los

monjes al viento y esta película: El evangelio según Mateo, del

poeta católico, homosexual y comunista Pier Paolo Pasolini.

Más allá de su propia psique, Pasolini se involucra en un

proceso de gestación grupal. Miles fueron los hombres que

llamamos Homero. El Evangelio de Pasolini es también una obra

colectiva. En ella trabajan Bach, Elliott y claro, Caravaggio:


más que el pintor, la obsesión que compartió con Pasolini:

rostros, piel; el delicado baile de las telas con el viento y un

alto contraste de luz. No conozco otra obra que, en el cine,

tenga la profundidad del Vangelo de Pasolini. Sólo Dreyer, tal

vez, con su Pasión de Juana de Arco. Y si Falconetti vivió para ser

Juana en una película de 1928 (¡qué destino más alto, nacer para

dar rostro a Juana de Arco!), Enrique Irazoqui, el estudiante

español de economía, que quiso conocer al poeta Pasolini, nació

sólo para dar rostro al hijo de Dios: Dios mismo.

Irazoqui parece haber tomado cuerpo; haber descendido de la

tela que cuelga en Roma, en la iglesia de San Luís de los

franceses, esa en que Cristo señala al santo que todavía tiene

frente a sí, en la mesa, los dineros, y con un gesto recuerda la

elegante potencia de Dios creando a Adán en la Capilla Sixtina.

Irazoqui mismo parece haber sido pintado por Caravaggio.

Desde el punto de vista narrativo, El evangelio según Mateo,

que se presenta mañana en la Cineteca Nacional, como parte del

ciclo Clásicos del cine italiano, está dividido en cuadros, como ese

muralismo que anunció el renacimiento y que tanto dio al

muralismo mexicano. No es casual que en El Decamerón, Pasolini se

haya interpretado a sí mismo como alumno de Giotto. Así pintaban


los artistas italianos en el Alto Medioevo: narrando historias.

Historias sacras. Historias que apuntan a disolver la frontera

entre el tiempo y lo sagrado, entre el hombre y el Ser. Como el

poeta Heidegger.

En el Evangelio según Mateo, Pasolini ha creado una obra a

la altura del Caravaggio. Y si uno lo piensa bien, ambos artistas

tienen muchas cosas en común. Fascinados con el erotismo de la

adolescencia, uno y otro previeron su muerte.


El Evangelio según Mateo (Il Vangelo secondo Matteo). Dirección, Pier Paolo Pasolini. Guión, Pier
Paolo Pasolini. Fotografía, Tonino Delli Colli. Música, Luis Enrique Bacalov. Con Enrique Irazoqui, Margherita
Caruso, Susana Pasolini y Marcello Morante. Italia, 1964

Fernando Zamora

http://www.facebook.com/fernando.v.zamora

También podría gustarte