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Pequeño Fontanarrosa

Ilustrado

Por Roberto Fontanarrosa

[Extractado de la extraordinaria
charla abierta que brindó el escritor y
humorista en la Feria del Libro de
Rosario en 2006]

- Los libros "Hay un tema que yo he


dicho en muchos casos y que puede
sonar provocativo en una feria del
libro, pero les voy a explicar desde mi
punto de vista cómo yo elijo un libro.
Ustedes lo toman como quieran, pero
yo les voy a decir qué condiciones
tiene que tener un libro para que yo
lo elija."

"Primero y principal no tiene que ser un libro gordo. Un libro gordo me parece un
abuso de confianza del autor hacia mi tiempo. Es como si aparece alguien y me
dice: ‘Quisiera hablar con vos, tenés dos semanas libres...’. ¿Cuál es el lazo de
confianza que me une a ese escritor para que durante dos meses yo me vaya a la
cama con él y su libro?"

"Segundo, y lo va a comprender la gente que ya tiene cierta edad, y no es por la


madurez: tiene que tener letra grande. Hay escritores que escribían con letra muy
chiquita, y ya a esta altura del campeonato ese esfuerzo es excesivo."

"Otra cosa: tiene que tener espacios en blanco. Si abro un libro y veo un masacote
negro, como si fuera un amontonamiento de hormigas, yo digo: ‘¿Por dónde entro
al texto?’."

"Otra alternativa: fíjense en capítulos cortos. Ustedes mismos se van a dar cuenta
de la sabiduría del cuerpo humano: usted está leyendo un libro y de repente
observa que sin darse cuenta su mano derecha va buscando las páginas hasta
llegar a un capítulo."

"Otra cosa que me interesa también es que tenga diálogos, porque a mí me gusta
escuchar a los protagonistas. Antes pasaba en algunos diarios, porque ahora el
género del reportaje es mucho más fluido, que hacían un reportaje y decían:
‘Estuvimos en la casa del afamado escultor fulano de tal, y nos dijo que está
pensando en hacer una escultura que representa a un caballo comiendo una
codorniz’."

"Yo digo: dejalo hablar al escritor, qué te metés en el medio. A mí


con los libros me pasa eso. Y si están bien escritos mejor, pero
 
La Planicie de
siempre préstenle atención a esas consideraciones." Yothosawa,
cortometraje de
Hernan Vieytes,
- Los amigos "Es placentero y descansado encontrarse a las ocho de basado en una
la tarde con los amigos en El Cairo o en algún boliche, porque a los historieta de
amigos, a los verdaderos amigos, no hay por qué darles pelota. Si Roberto
Fontanarrosa
un amigo te dice: ‘Fui a ver una película iraní’, yo le digo: ‘Dejáme
de romper las pelotas’."

- Los estudios "Yo desde mi ignorancia me hago una pregunta: ¿por qué los chicos
se tienen que levantar tan temprano para ir a la escuela? Gardel se levantaba a las
ocho de la noche. Y fue Gardel. (...) Les voy a contar que estuve en Córdoba,
donde me dieron el Doctor Honoris Causa, lo que indica lo mal que está la
educación argentina. Imagino la desolación de los estudiantes que estudian ocho
horas diarias y ven que a un tipo como yo le dan el Doctor Honoris Causa. Yo no
terminé el tercer año de la escuela secundaria. Y no levanto como bandera el ser un
‘salvaje ilustrado’; digo que no terminé la escuela porque desde el comienzo
sostuve una batalla desigual contra las matemáticas. Desigual por la simple
condición de superioridad numérica de ellas. Los números son millones, y yo era
uno solo. Yo fui a lo que era el Politécnico y me acuerdo de aquellas épocas de
estudiantes, con todas las expectativas..., ¡qué horrible que era eso! Para mí era un
espanto, similar a lo que me ocurrió no hace mucho, que tuve que hacer una dieta
ayurveda de vegetales."

- La lectura "Siempre he ligado la lectura con el placer. Siempre he sido un lector


vago. Y repito otra consideración que pasará al mármol: creo que casi todos los
grandes logros y avances de la civilización se debieron a la vagancia. O sea, el tipo
que inventó la rueda es porque no quería caminar más. Y después de la rueda, el
otro invento maravilloso, que ha hecho dar un salto cualitativo y cuantitativo a la
humanidad, es el cambiador del televisor. Volviendo a la literatura, no entiendo el
esfuerzo por leer, cuando uno se encuentra con tantos libros que los empieza y no
los puede dejar, se siente atrapado por los libros, quiere terminarlos y está feliz
mientras los lee."

- La relación autor-personaje "Sé que algo mío hay dentro de Boggie e Inodoro
Pereyra; es más parecido a mí y a cualquiera, porque es un antihéroe que a veces
reacciona bien, a veces reacciona mal, es temeroso. Más temeroso es Mendieta.
Pero hay algunas cosas mías en esos personajes. Incluso en Eulogia, pero eso lo
vamos a hablar en otro momento."

- Los nuevos medios de comunicación "Con los mensajes de texto estamos muy
susceptibles. Yo me acuerdo de los telegramas. A nadie se le ocurrió decir que ese
invento estaba arruinando el lenguaje. Está la gente que dice enfadada que no le
gustan los shoppings. Y, no vayas querido, cuál es el problema. Si no, es muy fácil
pegarle a la televisión, que a mi juicio es un invento maravilloso. Y repito, si
solamente hubiera sido creado para transmitir fútbol ya estaría largamente
justificado. Ahora, como todas estas cosas, como la historieta, es un instrumento.
Si alguien me escucha a mí tocar el piano, dirá que el piano es un instrumento
nefasto. Ahora, si lo escucha a Richard Clayderman, por ejemplo, dirán que es un
instrumento sublime. Con la televisión pasa lo mismo. Ahora, estoy de acuerdo con
que se usa un vocabulario bastante pequeño, y en ese aspecto la lectura te da más
posibilidades de expresarte. Para mí la lectura siempre ha sido un placer. Hay
muchísima información, e imperceptiblemente uno va ganando una vastedad de
lenguaje, y aparte es una compañía formidable. Se puede vivir perfectamente sin
leer un libro. Creo que más de las tres cuartas partes de la población mundial
jamás ha leído un libro. Pero, entre una cosa y otra, prefiero leerlos."

Fuente: Página/12, agosto 2006


Fontanarrosa básico

Roberto Fontanarrosa, "El Negro", nació en Rosario en 1944,


es escritor, dibujante y humorista.

Iniciado como humorista gráfico en los primeros años 70, ha


creado personajes como "Boogie, el aceitoso", hoy jubilado, e
"Inodoro Pereyra" que ya cumplió tres décadas. Empezó de
chico a copiar los dibujos de "Rayo Rojo", "Puño Fuerte", "El Tony" y "Misterix". De
su época de adolescente recuerda que esperaba con ansiedad la salida del colegio
los días miércoles para comprar la revista "Hora Cero", fundada por Héctor Germán
Oesterheld. En 1962 hizo su primer intento de conseguir un trabajo en Buenos
Aires pero volvió a Rosario sólo con promesas que no se cumplieron. Seis años más
tarde publicó su primer chiste en la revista "Boom", donde se hizo cargo de la
página de humor. En 1972 surgió en Córdoba la mítica revista "Hortensia", en
donde nacerían los clásicos "Boogie el aceitoso" e "Inodoro Pereyra". Publicó en las
revistas "Satiricón" y "Humor". Más tarde, de la mano de Caloi, Altuna, Tabaré,
Doval y Crist, entre otros, llegó en 1973 a la contratapa de Clarín y de allí a la
página 2. Con Inodoro se instaló en la revista "Viva" mientras Boogie reapareció
esporádicamente en las páginas de "La Maga". En los 80 empezó a publicar libros
de relatos, algunos son: "El mundo ha vivido equivocado", "No sé si he sido claro",
"El mayor de mis defectos", "La mesa de los galanes" y "Usted no me lo va a
creer". Publicó tres novelas "Best seller", "La Gansada" y "El área 18". En humor
gráfico publicó "El fútbol es sagrado", "Fontanarrosa de penal", "Fontanarrosa y la
pareja" y "Fontanarrosa y la política", entre otros.

Entrevista a Roberto Fontanarrosa

El hombre que se ríe de lo pomposo

El dibujante y narrador celebra que su circulación en los


medios masivos le sirva para vender más libros, como su
novísimo tomo de cuentos "El rey de la milonga". En estos
relatos reaparecen sus típicos cruces entre el mundo popular y
la cultura, su mirada sobre el hombre gris enfrentado a situaciones que lo superan,
su desopilante sociología sobre los sectores medios bajos donde a su criterio se
juega todo: "celos, ambiciones, quiero y no puedo".

Por Vicente Muleiro, Clarín, 2005

Estoy nada menos que con Roberto Fontanarrosa. ¡Cuando se lo cuente a los
muchachos! Hay un cuento suyo "Cuando se lo cuente a los muchachos" que habla
de ese criterio: más que vivir las cosas lo importante es contarlas. Hay un chiste
que dice que en este país hay eyaculación precoz porque los hombres consuman
rápido para ir a contárselo a los amigos.

"Y está aquel otro —dice él—: un tipo cae en una isla con una mina
despampanante, y después de unos días con la mina, le pide que por favor se
disfrace de tipo. Entonces, cuando está disfrazada de hombre, se acerca y le dice:
''Vos no sabés la mina que me estoy cogiendo''. Lo que quería era contarlo, ¿no?"

- —Bueno, es una pasión nacional y masculina. Focalizás mucho en eso. ¿Se


transforma en una concepción literaria?
- —Puede ser. Son tantas las motivaciones que puede generar un cuento... Una vez
Cipe Lincovsky me hablaba de sus actuaciones en países extraños. Ella pensaba
que todo lo que hacía era para volver y contárselo a la madre. Contárselo al círculo
íntimo. Y bueno, es un poco el caso este. Hay veces que uno se encuentra en
lugares muy particulares, o exóticos, y parte del disfrute es eso: "Uy, mirá cuando
se lo cuente a los muchachos" Compartirlo con la gente habitual. Volver a la casa o
al barrio a contar eso tan particular que se ha vivido.

- —Y a veces pareciera que se estuviera jugando un eterno truco: "Ahora vuelvo


con el as de espada y los mato".
- — Es lo que ocurre cuando vas a contar un buen chiste. Saber que por un minuto
o dos minutos vas a ser el centro de atención. Lo mismo que tener una gran
anécdota. Es esa atención que se pone sobre el narrador. Hay un regodeo en eso,
una satisfacción. Estimo que debe ser universal. Y en la tradición de tertulia
nuestra, de los bares, de los cafés, del grupo de amigos, tener algo importante
para contar te hace por un ratito el rey de la milonga.

- —En "El rey de la milonga" hay un cuento, "Retiro de Afganistán, ya", que
confronta al hombre común con los VIP''s.
- — Claro, y es un pobre infeliz. Eso: tipos comunes puestos en situaciones
extrañas. Me gusta mucho encontrar esa vuelta, porque hace que el personaje esté
mucho más cerca de nosotros. A mí nunca me atrajeron los superhéroes. O sea: si
tenés superpoderes, tenés una ventaja enorme. Y además, yo no tengo
superpoderes, así que no me puedo imaginar qué le pasa por la cabeza al
superhombre. Jamás me atrajeron estos héroes, fundamentalmente de películas
norteamericanas, que no demostraban miedo, que nunca tienen miedo. Están muy
lejos de mí. Yo me cago en las patas con cualquier circunstancia de peligro o de
riesgo. Por eso me parece mucho más excepcional el tipo común y silvestre a quien
de golpe le pasa algo extraño y se encuentra frente a personajes de mucho poder,
o mucha fama, o de mucho prestigio. Me gusta ese contraste.

- —Tenés una galería de esos personajes, que están satelitando el poder y lo miran
de una manera muy golosa. ¿Qué ves en ese hombre medio? ¿La lucha por sus
quince minutos de fama de la que habló Andy Warhol?.
- —Puede ser. Pero también hay cosas que uno ha visto en los demás y en uno. En
un cuento del libro anterior, hay un pibe que se roba una tostadora eléctrica, y el
padre lo caga a pedos por una cuestión moral, y después descubre que el pibe
también se ha robado un millón de dólares, y entonces le arroja: "Bueno, no es
para tanto". A uno le asalta un poco eso: me resisto a hacer publicidad, no con mis
personajes, pero a aparecer yo recomendando un yogur, no me cierra. Ahora,
después digo: "¿Y si me ofrecen un millón de dólares?" Ahí te entra el conflicto. Y el
conflicto es la base de los cuentos.

- —Llama la atención esa capacidad para acercarte a esa especie de hombre gris.
- —Es por donde estamos circulando. Uno no tiene mucha cercanía con héroes o
gente demasiado estrafalaria o particular; y me interesa la reacción del hombre gris
ante una situación fuera de lo común. Incluso, sin ser amante de la ciencia ficción,
por ahí he hecho algunas cosas con extraterrestres pero que siempre parten... bué,
cómo en el Eternauta: cuatro tipos jugando al truco en un chalé. Y eso creo que te
da una proximidad Son los mundos con los que uno convive.

- —Ese mundo de la clase media baja que es por el que más transitamos, un
mundo popular argentino que posiblemente sea el mayoritario.
- —Sí. Le veo muchas posibilidades. Porque toda esa trama de envidias, de celos,
de ambiciones, de quiero y no puedo, se da en esos niveles.

- —Hay un cuento "Bahía desesperación", donde se pone en juego la ambición


familiar de unas vacaciones distintas, típico del que está metido en una masa
humana y quiere diferenciarse siquiera un poco, y se encuentra con una tremenda
frustración.
- —Y que además son también exageraciones de situaciones que le han pasado a
uno. O sea, eso de ir al mar argentino, que es tan inhóspito, tan áspero. Porque me
acordaba, me reía de la última vez que fui a la playa, porque siempre te decían "y
bueno, estuvo nublado", o llovió, o no llovió. Y nunca te hablan del viento. Y el
viento te caga una vacación igual que la lluvia, o que el cielo nublado. Me acuerdo
de días que no se podía bajar a la playa. El Atlántico argentino tiene un enorme
atractivo, por la inmensidad y todo eso pero yo no me meto al agua ni en pedo,
porque es helada. Pero además, el viento, que vos ves las banderas y parecen de
lata. Ni aletean. Esas cosas a mí me causan gracia. Una vez me acuerdo fuimos a
una playa de esas con el Negro Caloi y con Brócoli, que todavía vivía. Y bueno,
llegábamos a la playa, acomodábamos las cosas, aun en días lindos, y decíamos "¿Y
ahora? ¿Qué se hace ahora en la playa?. ¿Cuál es la joda?" Y por ahí te empiezan a
caer unos goterones helados Y vos decís "¡La puta!"

- —En esa exploración de estos mundos populares tenés dos cuentos de futbolistas
"Los heraldos negros" y "El pensador". Los jugadores son visualizados, sobre todo
en el primer caso, casi como humanoides. Pero después nos encontramos con tipos
que se aparecen con una riqueza cultural muy fuerte ¿De dónde sale esa
constante?
- —Estuve dudando mucho de "Los heraldos negros" antes de escribirlo, porque me
parecía una relación muy primaria, muy fácil. O sea, el defensor central, que es una
bestia, y que por el otro lado es poeta. Sería como un poco grosero, la solución;
muy fácil. Como decir: "Bueno, pero él tiene otra vida, es bailarín de ballet". Esto lo
hablábamos siempre con el Gordo (Osvaldo) Soriano: sucede que antes no había
mucha literatura sobre fútbol y ahora sí la hay. Entonces me veo obligado a
explorar por otro lado. Por ejemplo ahí está ese jugador excesivamente reflexivo de
"El Pensador", casi un intelectual. Como si Sabato estuviera jugando de número
diez mortificado por la condición humana y la marcha del mundo.

- —El punto que los hila es éste: un deporte popular y un mundo popular y
conectado a su vez con la cultura.
- —Bueno, hay personajes como Jorge Valdano, como Juampi Sorin. Mirá Sorin. El
otro día comentábamos con (Roberto) Perfumo: ¿Cómo puede ser?, este pibe,
capitán de la Selección Argentina, pintón, inteligente, buen pibe, lo único que falta
es que cante. Si canta, nos recontracaga a todos. En el mundo del fútbol, los que
más han progresado desde un punto de vista —no sé— intelectual, de manejo y
todo, han sido los jugadores. Más que los periodistas.

- —¿Cómo te sentís en esa permanente oscilación entre mundos populares y


referencias culturales?
- —A mí me divierte. Me atrae la figura del... bueno, hay una figura caricaturesca
del intelectual, ¿no? Woody Allen, suponete. Bueno, esa posibilidad o esa
controversia entre lo popular y lo restringido... Nunca leí ensayos ni cosas por el
estilo, y ahora me interesa leer a tipos que tienen otro punto de vista, que te
explican las cosas diferente. Pero siempre que manejen una información a la cual
yo tenga acceso. Leo a (Fernando) Savater, por ejemplo y a este inglés...
Hobsbawn, Eric Hobsbawn. Pero en el ámbito intelectual me parece muy pasible de
humorizar, me hace gracia. Porque, como dice mi amigo Samper, lo contrario de lo
humorístico no es lo serio, porque Woody Allen es un tipo muy serio para trabajar,
y Les Luthiers son tipos muy serios para trabajar. Lo contrario de lo humorístico es
lo pomposo. Entonces, todas esas instituciones que son altamente pomposas —el
ejército, la Iglesia, los círculos intelectuales—, se prestan. Se prestan para cagarse
de risa un rato. Realmente.
- —Muchas veces pareciera que tenés que decir que te gusta el fútbol y que vas a
la cancha, como si tuvieras miedo de que por escribir libros los muchachos te
pudieran tomar por maricón.
- —Hay algo de eso. No de que tengo miedo de que me digan maricón, pero... yo
me doy cuenta. Mirá, yo tengo muy buena relación con algunos escritores. Tengo
buena relación con Juan Martini, desde hace mil años, con Sasturain, con
Feinmann, con Saccomanno, con el Tano Dal Masetto. No nos vemos con
frecuencia, pero cuando nos encontramos hay buena onda. Pero a veces leo
algunas de estas polémicas entre escritores y me pasa esto: están muy cargados
de una información que yo no conozco. Me quedo afuera.

- —¿Y qué les pedís? Porque manejan un saber y se supone que tienen derecho a
manejarlo.
- —Obviamente. No, lo que pasa es que yo no les pido nada.

- —Que lo comuniquen, que socialicen su conocimiento...


- —Te repito, no les pido nada. En mi caso se da la casualidad que a mí me gusta el
fútbol y a la mayoría de los argentinos les gusta el fútbol. Así como no se puede
impostar un estilo no le puedo pedir a un tipo que se maneja con una información
altamente intelectual que escriba para mí. Buscaré los autores que son más
allegados a mí. Pero en todos los órdenes, lo más difícil es conseguir el equilibrio.
Está toda esa controversia de que si vos aparecés en la televisión sos mediático,
estás robando, estás haciendo circo. Yo me complazco en ser mediático, en el
sentido de que hace treinta años que publico en Clarín. Mirá qué pavada. Y yo sé
que es una gran ayuda para poder vender este libro. Ahora, que yo publique o no
publique no va a hacer que este libro sea mejor o peor, pero va a acercar a la
gente al libro. Ahora —por eso te digo lo del equilibrio— yo no voy a ir a un
programa de entretenimiento a comer una torta sin tocarla con la mano, esas
boludeces. Iré adonde pueda hablar de lo mío. Eso me parece totalmente válido.

- —Ahí se esconde un reproche al campo intelectual.


- —Es que me causan gracia algunas posturas.

- —Hay una mirada tuya sobre el campo cultural, que aparece en otros cuentos
Recuerdo uno de un lector que manda una carta furibunda a la página literaria de
un diario...
- —... y que en realidad lo que quiere es escribir para el diario.

- —Y en este nuevo libro de cuentos está "Sara Susana Báez, poetisa". Son
personajes que tienen una alta ambición y una crasa mediocridad. ¿Cómo ves ese
mundo de poetas opacos, aspirantes a una gloria que no van a conseguir?
- —Son cosas como enternecedoras. En ese cuento yo arranco de la imagen de una
tía de mi vieja, que realmente era poetisa, tengo entendido que era buena poetisa.
Hay otra atracción: me contaban que Gabriela Mistral, Juana de Ibarbourou,
movían multitudes, metían gente en los teatros como si fueran Fito Páez. Y vuelvo
a lo que hablábamos antes: lo enternecedor y lo apto para el humor es lo
pretencioso. Y también esa cosa de la poesía, de la selección de determinada
palabra, y de esos ámbitos muy espirituales. A mí me causan gracia.

- —Veo que también te causa gracia la especialización crítica sobre Borges, según
se desprende del cuento "El especialista o la verdad sobre "El Aleph"
- —La idea de "El Aleph" siempre me pareció maravillosa, por inexplicable, también,
eso de que en un puntito así se dieran todas las cosas del universo al mismo
tiempo. O sea, desde el punto de vista práctico es imposible. Y después,
releyéndoló para escribir este libro, uno vuelve a decir: "¡Cómo escribía este hijo de
puta, Dios mío!" Y era sencillo. Pero bueno, es lo que siempre se dice, ¿no?: la
simplicidad es un punto de llegada, no un punto de partida.
- —Otra línea que reaparece es la del sueño y la realidad en "Nada más que un
sueño"
- —Me apoyé en tantos y tantos relatos que a mí me decepcionaban muchísimo
cuando leía una situación interesantísima que terminaba así: "Y de repente se
despertó, había sido nada más que un sueño". Y yo digo: ¡Viejo, no me hagás
entusiasmar para terminar así!. Entonces traté de darle otra vuelta, de desafiar ese
facilismo.

- —Teniendo en cuenta que una vez me insultaste con ese texto que empezaba
"Puto el que lea esto" ...
- —Es popular eso, eh. Te aclaro que eso lo hemos leído todos.

- —Ahí hay algunas frases que hablan de la eficacia del escribir esa que dice que el
escritor tiene que apuntar: "Pum y a la cabeza. Palo y a la bolsa." ¿Es una
enunciación estética?
- —Es gracioso lo de ese cuento, porque era un cuento, entre tantos otros. Como se
llamaba "Palabras iniciales", lo puse al principio. Entonces, parecía un mensaje del
autor, un prólogo. Pero hay muchas cosas que son ciertas. A mí me encantan esos
libros que los agarro y no los puedo dejar de leer. Y desde el primer momento
puteo cuando los tengo que dejar, y estoy ansioso por terminarlo, por saber qué va
a pasar. Entonces... Lo que pasa es que es muy difícil conseguir eso. Es muy difícil
¿no? En ese aspecto, yo creo ser un lector clásico: quiero saber qué va a pasar. O
sea, quiero que haya una cierta intriga, que haya un crecimiento, que haya un
desenlace...

- — ¿Intentaste otro tipo de lectura y fracasaste?


- —Me pasa esto: desde hace muchos años no leo ficción, aunque he leído mucha.
Leo periodismo. A mí me deslumbró la cosa periodística. Mailer, Capote, Walsh, el
Gordo Soriano. Pero por ahí... leí a Pavese, que no tiene eso, y tenía un clima. que
vos decís: ¿cómo mierda consigue esto? ¡Esa tristeza!. Uno ha tomado de todos
ellos. Pero si tengo que elegir, prefiero lo periodístico, lo activo, donde no sé qué va
a pasar. Y me remito un poco a lo que hablábamos antes: la alegría que te da
cuando vos tenés algo digno de ser contado. El tipo que te cuenta: "¿Sabés lo que
me pasó cuando venía para acá?" Y ya te agarró, ¿no? Y hay otros libros, que vos
te preguntás: ¿Dónde está la parte atractiva de este relato? ¿Viste cuando te ponen
una pequeña reseña?: "Fulanito de tal conoce a una mujer, ella se recibe de
economista, y luego se van a vivir a tal parte" Y vos decís ¡ este tipo es un
fenómeno si me atrapa con eso!.

- —Hay una constante en tu narrativa y es cómo parodiás discursos de ámbitos


absolutamente diferentes. O sea, tomás a un relator de fútbol y le encontrás el
tono. Tomás en solfa las leyendas también. E inclusive hay ciertos acercamientos a
discursos científicos o pseudocientíficos.
- —Absolutamente mentirosos, siempre se nota el barrio atrás.

- —¿Pero te entrenás para conseguir el tono?


- —Y... sí.

- —Por ejemplo, los diarios de las batallas argentinas.


- —Claro. Es que he leído mucho de eso. Este libro último está teñido de
periodismo. Y bueno, es lo que te digo, desde hace muchos años estoy leyendo no
ficción. Entonces, quieras o no aparece. No me lo propuse, pero la forma
periodística de narrar me resulta cómoda y atractiva. Y lo que no leí en la escuela
sobre los relatos históricos, bueno, lo leí fuera de la escuela. Félix Luna... Incluso,
siempre menciono, de (Marcos) Aguinis, La batalla perpetua, sobre la vida de
Guillermo Brown, (Felipe) Pigna, ahora. Y a mí me causa gracia cuando escriben en
presente. Dicen: "El general San Martín piensa...". Me causa gracia el uso del
presente histórico.

- — ¿Tiene una marca especial el trabajo sobre este libro?


- —Hay más presencia de Rosario. Y después, hay un rasgo que es absolutamente
personal, que creo que no trasciende: para mí fue muy satisfactorio poder sacar un
libro en estas circunstancias de salud.

- —¿Cómo te llevás vos, precisamente un dibujante y escritor con esa enfermedad


que te complica la motricidad?
- —Mal pero acostumbrado, como dice Inodoro Pereyra. Porque ha sido muy
paulatino, y vos te vas ajustando el bocho, pero... es difícil convivir con la
preocupación constante. Una cosa es que vos tengas un accidente y pierdas un
brazo, y otra cosa es una enfermedad que puede ser progresiva, puede seguir,
puede detenerse, se puede difícilmente controlar. Entonces, yo digo: ¿Y antes de
qué me preocupaba? Obviamente, de cómo iba a salir Central el domingo, de mi
laburo, del quilombo afectivo. Y ahora, siempre atrás está eso, la esclerosis. O sea,
por ahí estamos acá y charlamos, y me cago de risa, y hablo con los muchachos, y
vamos a un partido de fútbol, y de golpe decís mierda, ando con este asunto. Pero
tengo una expectativa esperanzada. Me hice un tratamiento de células madres en
Uruguay, que es quasi experimental pero tiene fundamentos que hacen decir a
algunos médicos, "debería funcionar". Y bueno, estoy esperando a ver qué pasa con
eso.

- —A los 61 años cambia el sentido del tiempo, supongo.


- —Y sí... Ya no hay tanto tiempo para adelante. Y encima me cae esto. Pero
nosotros no somos tenistas, que a los veinticuatro años ya no pueden jugar... El
viejo (Alberto) Breccia dibujó hasta tres días antes de morirse. Yo he perdido fuerza
del brazo derecho, entonces, ya te entran... Estoy tratando de poner la mejor
buena voluntad y el mejor optimismo, y decirme que la vamos a pilotear. "Vamo''
arriba", como dicen los uruguayos: "Vamo'' arriba la celeste".

Maradona, antes que Tolstoi

Roberto Fontanarrosa, más conocido como "El Negro", nació en


Rosario en 1944. Ha publicado en Ediciones de la Flor 23 libros
de su personaje de tiras cómicas "Inodoro Pereyra" y 12 de su
otro personaje "Boggie, el Aceitoso", que ya no dibuja. Como
escritor, ha publicado tres novelas –Best Seller, El área 18, y
La gansada– y ocho libros de cuentos cortos. Ha reunido sus
chistes sobre fútbol en los libros Fontanarrosa, de penal, El fútbol es sagrado y
Fontanarrosa y el fútbol. A partir del Mundial de Fútbol de los Estados Unidos
(1994), pasando por las eliminatorias y el Mundial de Francia (1998), cubre para el
diario Clarín las actuaciones del seleccionado argentino, desde un enfoque
humorístico en "Las columnas de la Hermana Rosa".

La hilarante visión del futbol del escritor y humorista. Peter O' Toole,
Palermo y Houseman.

Entrevista por Pablo Perantuono, Revista Noticias, 09/12/00

A nadie, seguramente a nadie, se le ocurriría emparentar a Omar Gómez (45),


número 10 de Quilmes en los años 70, con la actriz norteamericana Lauren Bacall.
Gómez, petiso, macizo, de gesto aindiado, era la antítesis de la languidez extrema
y los ojos verdes de la última mujer de Humprey Bogart. A nadie salvo a Roberto
Fontanarrosa (56), que trata de resolver en su libro "No te vayas campeón" otros
inquietantes interrogantes: ¿El 3 de Boca en los '60 era Peter O'Toole ó Silvio
Marzolini? ¿La cintura de Rojitas era neumática? ¿Es Martín Palermo un refutador
de Aldo Rico? ¿Qué es peor, marcar ó pararse en la barrera?
Roberto Fontanarrosa: El libro es una asociación libre de ideas. Lo que busqué es
divertirme. Sé que cuando lo consigo, ese efecto se produce también en el lector.

Noticias: Parece escrito por un fanático antes que por un escritor entusiasta del
fútbol.

Fontanarrosa: Llego a escribir de fútbol, no porque sea un escritor al que le gusta el


fútbol, sino porque soy un futbolero nato. No es que siempre escribí, y que mi
preocupación era la literatura y además me gustaba el fútbol. No, no. Posiblemente
todas las horas que dediqué a ver fútbol ó ir a la cancha, los Intelectuales más
serios las ocuparon leyendo. Ellos elegían a Tolstoi mientras yo leía "El Gráfico".

Noticias: ¿Sigue siendo tan fanático?

Fontanarrosa: Sí, sí.

Noticias: ¿Cuántos partidos mira por semana?

Fontanarrosa: No, yo no... bueno, yo digo no: en la semana, si es a la noche, miro


por lo menos un partido. El sábado a la tarde veo fútbol de España y a la noche el
que dan en directo de acá. Los domingos, si voy a ver a Central, trato también de
ver el partido de la reserva. Cuando vuelvo, veo el clásico de las seis de la tarde. Si
no voy a ver a Central, veo un partido de Europa, escucho la radio y en diferido
miro a Central por tevé. Después, "Fútbol de Primera". Todos lo saben: no me
vengan a romper: El domingo, el fútbol es la prioridad. Como también siempre ha
sido prioritario jugar al fútbol.

Noticias: ¿Juega todavía?

Fontanarrosa: Ya decir que juego es demasiado...

Noticias: Participa...

Fontanarrosa: Claro, contemplo. Los sábados juego a la mañana. Debo aclarar que
siempre jugué... mal. Competí durante muchos años en torneos comerciales en
Rosario. Ahora no puedo jugar a nada competitivo. Sólo recreativo. Tengo una
operación de meniscos y una prótesis de cadera.

Noticias: Pero no se resigna...

Fontanarrosa: Entre tantas virtudes que perdí con el tiempo, jugando al fútbol perdí
el amor propio, lo cual me permite seguir jugando. Si tuviera amor propio, hace 15
años que habría abandonado el fútbol. Uno se va resignando a ver pasar a los tipos,
a no llegar. Pero terapéuticamente es fantástico. Es una descarga muy grande.
Pateás, puteás, corrés. Hace un año y medio, la cadera no me daba más. Comencé
a andar en bicicleta. Pero no es ninguna descarga. Uno sigue pensando en el
laburo.

Noticias: ¿Cree que el fútbol sigue una línea evolutiva?

Fontanarrosa: La tevé consiguió algunos cambios. Aldo Poy, el 10 de Central en los


'70, cuenta que cuando jugaba de visitante en Buenos Aires, los "lineman" no lo
dejaban pasar la mitad de la cancha. Le cobraban "off side", invariablemente. Ahora
eso no pasa. Lo mismo ocurre con las patadas. Creo que eso cambió con el marcaje
escandaloso que le hizo Gentile a Maradona en el Mundial '82. Todo el mundo lo vio
por tevé. Y se dio cuenta de que, si querían espectáculo, debían cuidar a los que
divierten. Es como si la contratás a Mercedes Sosa y le cortás los cables y le sacás
la luz.

Noticias: Usted es fanático de Central. ¿Es de esos que se pelean, gritan, insultan?

Fontanarrosa: Los partidos los vivo intensamente, pero no grito, sino peor: me
guardo las cosas. Invariablemente vuelvo con un dolor de cabeza tremendo a casa.
A veces pienso: cómo puedo ser tan pelotudo. Las amarguras que me agarro... la
familia que me tiene que aguantar con mala cara... Me lo pregunto siempre: ¿Por
qué? Y... no se entiende. Si no se entiende que es una pasión, no se entiende. Lo
peor es que cuando sufro, o sea cuando el equipo pierde, el sentimiento es más
intenso que cuando gozo.

Noticias: Tienen un espíritu tanguero...

Fontanarrosa: Claro. Lo que pasa es que con clubes como Central los sinsabores
son grandes.

Noticias: ¿Qué le parece Marcelo Bielsa como entrenador?

Fontanarrosa: Me cae bien, me gusta. Me parece serio, honesto. No lo conozco


personalmente, pero es un caso raro porque la mayoría de los tipos que son
obsesivos y estudiosos justifican con eso los sistemas defensivos. Y él no es
defensivo. Además, siempre fue un tipo muy respetuoso en la relación con la gente
de Central, pudiendo haberse agrandado. Cuando dirigía a Newell's, pese a que
tenía un equipo muy superior al de Central, nunca se burló. Y lo que hace más
meritoria su actitud es que es fanático de Ñuls.

Noticias: ¿Le gusta el seleccionado?

Fontanarrosa: Estuve en el partido que le ganó a Colombia, allá. El estadio era un


quilombo, había un clima terrible. Pero estaba seguro de que la Argentina iba a salir
a la cancha y el entorno no le iba a producir nada. Los jugadores tienen la edad
exacta. Además, funcionan bien como grupo, según me comentan. Siempre tengo
la sensación de que el equipo va ganar.

PAUSA. Como la mitad de los habitantes de Rosario, Fontanarrosa no es hincha de


Central, ni siquiera fanático: es un fundamentalista. Capaz de cualquier desborde.
Como festejar un gol a Newell's convertido en... 1971. El 19 de diciembre de cada
año se repite el ritual pagano: Aldo Poy cebecea una pelota que ingresa en un arco
y cientos de hinchas lo llevan en andas.

Fontanarrosa: Yo le digo a Aldo, menos mal que fue de cabeza y no de chilena, sino
te matabas cada vez que te lo hacían repetir.

Noticias: ¿Se acuerda dónde estaba cuando Poy hizo el gol?

Fontanarrosa: Lo vi por tevé. Pasaron el partido en directo. Uno se acuerda siempre


de lo que estaba haciendo cuando ocurren ese tipo de cosas, como el día que
mataron a Kennedy o el del terremoto de San Juan, de la otra vez.

Noticias: El terremoto fue en 1977...


Fontanarrosa: Nooo... (Pausa de unos segundos. Fontanarrosa mira con el ceño
fruncido.) Es verdad. Que lo tiró. Claro, si hay chicos que no lo vieron jugar a
Bochini...

Fuente: www.elbuenlibro.com

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