Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Ilustrado
[Extractado de la extraordinaria
charla abierta que brindó el escritor y
humorista en la Feria del Libro de
Rosario en 2006]
"Primero y principal no tiene que ser un libro gordo. Un libro gordo me parece un
abuso de confianza del autor hacia mi tiempo. Es como si aparece alguien y me
dice: ‘Quisiera hablar con vos, tenés dos semanas libres...’. ¿Cuál es el lazo de
confianza que me une a ese escritor para que durante dos meses yo me vaya a la
cama con él y su libro?"
"Otra cosa: tiene que tener espacios en blanco. Si abro un libro y veo un masacote
negro, como si fuera un amontonamiento de hormigas, yo digo: ‘¿Por dónde entro
al texto?’."
"Otra alternativa: fíjense en capítulos cortos. Ustedes mismos se van a dar cuenta
de la sabiduría del cuerpo humano: usted está leyendo un libro y de repente
observa que sin darse cuenta su mano derecha va buscando las páginas hasta
llegar a un capítulo."
"Otra cosa que me interesa también es que tenga diálogos, porque a mí me gusta
escuchar a los protagonistas. Antes pasaba en algunos diarios, porque ahora el
género del reportaje es mucho más fluido, que hacían un reportaje y decían:
‘Estuvimos en la casa del afamado escultor fulano de tal, y nos dijo que está
pensando en hacer una escultura que representa a un caballo comiendo una
codorniz’."
- Los estudios "Yo desde mi ignorancia me hago una pregunta: ¿por qué los chicos
se tienen que levantar tan temprano para ir a la escuela? Gardel se levantaba a las
ocho de la noche. Y fue Gardel. (...) Les voy a contar que estuve en Córdoba,
donde me dieron el Doctor Honoris Causa, lo que indica lo mal que está la
educación argentina. Imagino la desolación de los estudiantes que estudian ocho
horas diarias y ven que a un tipo como yo le dan el Doctor Honoris Causa. Yo no
terminé el tercer año de la escuela secundaria. Y no levanto como bandera el ser un
‘salvaje ilustrado’; digo que no terminé la escuela porque desde el comienzo
sostuve una batalla desigual contra las matemáticas. Desigual por la simple
condición de superioridad numérica de ellas. Los números son millones, y yo era
uno solo. Yo fui a lo que era el Politécnico y me acuerdo de aquellas épocas de
estudiantes, con todas las expectativas..., ¡qué horrible que era eso! Para mí era un
espanto, similar a lo que me ocurrió no hace mucho, que tuve que hacer una dieta
ayurveda de vegetales."
- La relación autor-personaje "Sé que algo mío hay dentro de Boggie e Inodoro
Pereyra; es más parecido a mí y a cualquiera, porque es un antihéroe que a veces
reacciona bien, a veces reacciona mal, es temeroso. Más temeroso es Mendieta.
Pero hay algunas cosas mías en esos personajes. Incluso en Eulogia, pero eso lo
vamos a hablar en otro momento."
- Los nuevos medios de comunicación "Con los mensajes de texto estamos muy
susceptibles. Yo me acuerdo de los telegramas. A nadie se le ocurrió decir que ese
invento estaba arruinando el lenguaje. Está la gente que dice enfadada que no le
gustan los shoppings. Y, no vayas querido, cuál es el problema. Si no, es muy fácil
pegarle a la televisión, que a mi juicio es un invento maravilloso. Y repito, si
solamente hubiera sido creado para transmitir fútbol ya estaría largamente
justificado. Ahora, como todas estas cosas, como la historieta, es un instrumento.
Si alguien me escucha a mí tocar el piano, dirá que el piano es un instrumento
nefasto. Ahora, si lo escucha a Richard Clayderman, por ejemplo, dirán que es un
instrumento sublime. Con la televisión pasa lo mismo. Ahora, estoy de acuerdo con
que se usa un vocabulario bastante pequeño, y en ese aspecto la lectura te da más
posibilidades de expresarte. Para mí la lectura siempre ha sido un placer. Hay
muchísima información, e imperceptiblemente uno va ganando una vastedad de
lenguaje, y aparte es una compañía formidable. Se puede vivir perfectamente sin
leer un libro. Creo que más de las tres cuartas partes de la población mundial
jamás ha leído un libro. Pero, entre una cosa y otra, prefiero leerlos."
Estoy nada menos que con Roberto Fontanarrosa. ¡Cuando se lo cuente a los
muchachos! Hay un cuento suyo "Cuando se lo cuente a los muchachos" que habla
de ese criterio: más que vivir las cosas lo importante es contarlas. Hay un chiste
que dice que en este país hay eyaculación precoz porque los hombres consuman
rápido para ir a contárselo a los amigos.
"Y está aquel otro —dice él—: un tipo cae en una isla con una mina
despampanante, y después de unos días con la mina, le pide que por favor se
disfrace de tipo. Entonces, cuando está disfrazada de hombre, se acerca y le dice:
''Vos no sabés la mina que me estoy cogiendo''. Lo que quería era contarlo, ¿no?"
- —En "El rey de la milonga" hay un cuento, "Retiro de Afganistán, ya", que
confronta al hombre común con los VIP''s.
- — Claro, y es un pobre infeliz. Eso: tipos comunes puestos en situaciones
extrañas. Me gusta mucho encontrar esa vuelta, porque hace que el personaje esté
mucho más cerca de nosotros. A mí nunca me atrajeron los superhéroes. O sea: si
tenés superpoderes, tenés una ventaja enorme. Y además, yo no tengo
superpoderes, así que no me puedo imaginar qué le pasa por la cabeza al
superhombre. Jamás me atrajeron estos héroes, fundamentalmente de películas
norteamericanas, que no demostraban miedo, que nunca tienen miedo. Están muy
lejos de mí. Yo me cago en las patas con cualquier circunstancia de peligro o de
riesgo. Por eso me parece mucho más excepcional el tipo común y silvestre a quien
de golpe le pasa algo extraño y se encuentra frente a personajes de mucho poder,
o mucha fama, o de mucho prestigio. Me gusta ese contraste.
- —Tenés una galería de esos personajes, que están satelitando el poder y lo miran
de una manera muy golosa. ¿Qué ves en ese hombre medio? ¿La lucha por sus
quince minutos de fama de la que habló Andy Warhol?.
- —Puede ser. Pero también hay cosas que uno ha visto en los demás y en uno. En
un cuento del libro anterior, hay un pibe que se roba una tostadora eléctrica, y el
padre lo caga a pedos por una cuestión moral, y después descubre que el pibe
también se ha robado un millón de dólares, y entonces le arroja: "Bueno, no es
para tanto". A uno le asalta un poco eso: me resisto a hacer publicidad, no con mis
personajes, pero a aparecer yo recomendando un yogur, no me cierra. Ahora,
después digo: "¿Y si me ofrecen un millón de dólares?" Ahí te entra el conflicto. Y el
conflicto es la base de los cuentos.
- —Llama la atención esa capacidad para acercarte a esa especie de hombre gris.
- —Es por donde estamos circulando. Uno no tiene mucha cercanía con héroes o
gente demasiado estrafalaria o particular; y me interesa la reacción del hombre gris
ante una situación fuera de lo común. Incluso, sin ser amante de la ciencia ficción,
por ahí he hecho algunas cosas con extraterrestres pero que siempre parten... bué,
cómo en el Eternauta: cuatro tipos jugando al truco en un chalé. Y eso creo que te
da una proximidad Son los mundos con los que uno convive.
- —Ese mundo de la clase media baja que es por el que más transitamos, un
mundo popular argentino que posiblemente sea el mayoritario.
- —Sí. Le veo muchas posibilidades. Porque toda esa trama de envidias, de celos,
de ambiciones, de quiero y no puedo, se da en esos niveles.
- —En esa exploración de estos mundos populares tenés dos cuentos de futbolistas
"Los heraldos negros" y "El pensador". Los jugadores son visualizados, sobre todo
en el primer caso, casi como humanoides. Pero después nos encontramos con tipos
que se aparecen con una riqueza cultural muy fuerte ¿De dónde sale esa
constante?
- —Estuve dudando mucho de "Los heraldos negros" antes de escribirlo, porque me
parecía una relación muy primaria, muy fácil. O sea, el defensor central, que es una
bestia, y que por el otro lado es poeta. Sería como un poco grosero, la solución;
muy fácil. Como decir: "Bueno, pero él tiene otra vida, es bailarín de ballet". Esto lo
hablábamos siempre con el Gordo (Osvaldo) Soriano: sucede que antes no había
mucha literatura sobre fútbol y ahora sí la hay. Entonces me veo obligado a
explorar por otro lado. Por ejemplo ahí está ese jugador excesivamente reflexivo de
"El Pensador", casi un intelectual. Como si Sabato estuviera jugando de número
diez mortificado por la condición humana y la marcha del mundo.
- —El punto que los hila es éste: un deporte popular y un mundo popular y
conectado a su vez con la cultura.
- —Bueno, hay personajes como Jorge Valdano, como Juampi Sorin. Mirá Sorin. El
otro día comentábamos con (Roberto) Perfumo: ¿Cómo puede ser?, este pibe,
capitán de la Selección Argentina, pintón, inteligente, buen pibe, lo único que falta
es que cante. Si canta, nos recontracaga a todos. En el mundo del fútbol, los que
más han progresado desde un punto de vista —no sé— intelectual, de manejo y
todo, han sido los jugadores. Más que los periodistas.
- —¿Y qué les pedís? Porque manejan un saber y se supone que tienen derecho a
manejarlo.
- —Obviamente. No, lo que pasa es que yo no les pido nada.
- —Hay una mirada tuya sobre el campo cultural, que aparece en otros cuentos
Recuerdo uno de un lector que manda una carta furibunda a la página literaria de
un diario...
- —... y que en realidad lo que quiere es escribir para el diario.
- —Y en este nuevo libro de cuentos está "Sara Susana Báez, poetisa". Son
personajes que tienen una alta ambición y una crasa mediocridad. ¿Cómo ves ese
mundo de poetas opacos, aspirantes a una gloria que no van a conseguir?
- —Son cosas como enternecedoras. En ese cuento yo arranco de la imagen de una
tía de mi vieja, que realmente era poetisa, tengo entendido que era buena poetisa.
Hay otra atracción: me contaban que Gabriela Mistral, Juana de Ibarbourou,
movían multitudes, metían gente en los teatros como si fueran Fito Páez. Y vuelvo
a lo que hablábamos antes: lo enternecedor y lo apto para el humor es lo
pretencioso. Y también esa cosa de la poesía, de la selección de determinada
palabra, y de esos ámbitos muy espirituales. A mí me causan gracia.
- —Veo que también te causa gracia la especialización crítica sobre Borges, según
se desprende del cuento "El especialista o la verdad sobre "El Aleph"
- —La idea de "El Aleph" siempre me pareció maravillosa, por inexplicable, también,
eso de que en un puntito así se dieran todas las cosas del universo al mismo
tiempo. O sea, desde el punto de vista práctico es imposible. Y después,
releyéndoló para escribir este libro, uno vuelve a decir: "¡Cómo escribía este hijo de
puta, Dios mío!" Y era sencillo. Pero bueno, es lo que siempre se dice, ¿no?: la
simplicidad es un punto de llegada, no un punto de partida.
- —Otra línea que reaparece es la del sueño y la realidad en "Nada más que un
sueño"
- —Me apoyé en tantos y tantos relatos que a mí me decepcionaban muchísimo
cuando leía una situación interesantísima que terminaba así: "Y de repente se
despertó, había sido nada más que un sueño". Y yo digo: ¡Viejo, no me hagás
entusiasmar para terminar así!. Entonces traté de darle otra vuelta, de desafiar ese
facilismo.
- —Teniendo en cuenta que una vez me insultaste con ese texto que empezaba
"Puto el que lea esto" ...
- —Es popular eso, eh. Te aclaro que eso lo hemos leído todos.
- —Ahí hay algunas frases que hablan de la eficacia del escribir esa que dice que el
escritor tiene que apuntar: "Pum y a la cabeza. Palo y a la bolsa." ¿Es una
enunciación estética?
- —Es gracioso lo de ese cuento, porque era un cuento, entre tantos otros. Como se
llamaba "Palabras iniciales", lo puse al principio. Entonces, parecía un mensaje del
autor, un prólogo. Pero hay muchas cosas que son ciertas. A mí me encantan esos
libros que los agarro y no los puedo dejar de leer. Y desde el primer momento
puteo cuando los tengo que dejar, y estoy ansioso por terminarlo, por saber qué va
a pasar. Entonces... Lo que pasa es que es muy difícil conseguir eso. Es muy difícil
¿no? En ese aspecto, yo creo ser un lector clásico: quiero saber qué va a pasar. O
sea, quiero que haya una cierta intriga, que haya un crecimiento, que haya un
desenlace...
La hilarante visión del futbol del escritor y humorista. Peter O' Toole,
Palermo y Houseman.
Noticias: Parece escrito por un fanático antes que por un escritor entusiasta del
fútbol.
Noticias: Participa...
Fontanarrosa: Claro, contemplo. Los sábados juego a la mañana. Debo aclarar que
siempre jugué... mal. Competí durante muchos años en torneos comerciales en
Rosario. Ahora no puedo jugar a nada competitivo. Sólo recreativo. Tengo una
operación de meniscos y una prótesis de cadera.
Fontanarrosa: Entre tantas virtudes que perdí con el tiempo, jugando al fútbol perdí
el amor propio, lo cual me permite seguir jugando. Si tuviera amor propio, hace 15
años que habría abandonado el fútbol. Uno se va resignando a ver pasar a los tipos,
a no llegar. Pero terapéuticamente es fantástico. Es una descarga muy grande.
Pateás, puteás, corrés. Hace un año y medio, la cadera no me daba más. Comencé
a andar en bicicleta. Pero no es ninguna descarga. Uno sigue pensando en el
laburo.
Noticias: Usted es fanático de Central. ¿Es de esos que se pelean, gritan, insultan?
Fontanarrosa: Los partidos los vivo intensamente, pero no grito, sino peor: me
guardo las cosas. Invariablemente vuelvo con un dolor de cabeza tremendo a casa.
A veces pienso: cómo puedo ser tan pelotudo. Las amarguras que me agarro... la
familia que me tiene que aguantar con mala cara... Me lo pregunto siempre: ¿Por
qué? Y... no se entiende. Si no se entiende que es una pasión, no se entiende. Lo
peor es que cuando sufro, o sea cuando el equipo pierde, el sentimiento es más
intenso que cuando gozo.
Fontanarrosa: Claro. Lo que pasa es que con clubes como Central los sinsabores
son grandes.
Fontanarrosa: Yo le digo a Aldo, menos mal que fue de cabeza y no de chilena, sino
te matabas cada vez que te lo hacían repetir.
Fuente: www.elbuenlibro.com