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HV - Morgan PDF
HV - Morgan PDF
N
o hay acción sin consecuencias...
— ROBERT HEINLEIN
Todo lo que crees que sabes es erróneo. Los mortales poseen vidas cortas,
recuerdos más cortos. Ni siquiera puedes girar la misma historia dos veces
sin brutalizar los hechos. Cuando la política entra en juego, el canon
humano se vuelve conveniente en el mejor de los casos, se prescinde
totalmente en el peor de los casos. No tienes una maldita idea de quiénes
son tus dioses.
— DANI O’MALLEY
Polvo de Estrellas
É
l no habría visto la estrella fugaz si la mujer en su cama no se
hubiera quedado dormida, abusando de su bienvenida,
llenándolo con el inquieto deseo de dar un paseo solitario por la
playa.
Con él.
Su risa era profunda, burlona; qué rico sería eso. Después de tantos
eones, ¿iba a ser derribado por una estrella fugaz? ¿Finalmente había
logrado ofender tanto a aquellos que residían en los cielos y aquellos que
moraban debajo? ¿Su sentencia era finita, después de todo?
Gruñó:
Esperó.
Y esperó.
La roca olía a mujer: oscura y vasta, compleja como el mar. Era vida y
muerte, misericordia y crueldad, alegría y dolor. Complicada. Difícil de
manejar. Digna de aprender a montar.
E
l ladrón de almas no tenía idea de cuánto durmió.
Recordó entonces.
—¡H
uelo a huesos! —explotó Shazam, bigotes erizados con
emoción—. Huesos por todas partes. ¡Miles y miles de
ellos! ¡Me llevas a todos los mejores lugares, Yi-yi! —Me
arrojó una mirada adoradora antes de lanzarse a la tierra y cavar,
enviando puñados de hierba y tierra a volar.
—Estos huesos son diferentes. Son importantes para los humanos. Los
enterramos en ciertos lugares por una razón.
—No. Estos son los huesos de gente que nos importa. —Señalé a las
oscuras siluetas de lápidas que se extendían por hectáreas a nuestro
alrededor—. No los comemos, los enterramos así…
—Porque yo lo digo.
»Los restos del que te hizo bailar hasta enamorarte están en la tierra,
Yi-yi. Es por eso que no quieres que me coma los huesos. Haz lo que viniste
a hacer. Cazaré solo las sabrosas polillas nocturnas. —Sonriendo, añadió—:
Y mataré como tú: con amor. —Se levantó de mi regazo con un salto
sospechosamente elegante, dado el peso de su cuerpo, y avanzó hacia la
oscuridad más allá de las tumbas.
Haz lo que viniste a hacer. No estaba segura de qué era eso. Nada de
Dancer permanecía en este macabro monumento a los muertos detrás de
la Abadía de Arlington. Encontré ese pensamiento terrible: que su esencia
pudiera estar atrapada en una caja enterrada bajo la suciedad. Cuando
muera, incinérenme y arrójenme a las estrellas.
Dios, lo extrañaba.
Metí mis manos en mis bolsillos y miré fijamente. No soy una mujer que
a menudo mire hacia atrás. Mido acciones por resultados, y escrudiñando
el pasado rara vez da resultado alguno. Reflexionar sobre algo que te hiere
solamente prolonga tu dolor, y cuando la muerte está involucrada, el dolor
a menudo se ve agravado por un implacable sentimiento de culpa que
ataca en el momento en que empiezas a sanar, como si la duración del
dolor probara de alguna manera la profundidad de tu amor por la persona
que perdiste.
Unas semanas atrás, sin embargo, me había dado cuenta de que ese
calor intangible había desaparecido —desvanecido mientras dormía— y
supe en mis entrañas que él había seguido adelante. De alguna manera,
se las había arreglado para permanecer en el éter para asegurarse de que
yo estaba bien y cuando estuvo satisfecho, hacía corrido para la siguiente
gran aventura.
—Aléjate de mi cabeza.
—Tu rostro, Dani. Todo lo que sientes está en este. Rara vez necesito
profundizar.
Mis ojos brillaron con rebeldía. No por lo que dijo, sino por lo que no
había dicho. Estaba ahí en su voz. Mac y Barrons se fueron hace dos
semanas para enfrentarse a la revuelta teniendo lugar en Faery. Ella me
había recordado que el tiempo se movía diferente allí; una semana para
ella podría ser tanto como un año para mí. Él también se iba.
—No puedes.
Hace tiempo, lo había besado, sentí como si esos colmillos rozaran mis
dientes mientras que puro alto voltaje se había levantado entre nosotros.
Hace tiempo le había ofrecido mi virginidad. Me había rechazado y yo
había prometido que nunca tendría otra oportunidad.
Su mirada se cerró y volvió a ser Ryodan, un hombre con dientes
blancos y la mirada más clara que jamás había visto. Un hombre que
jugaba el juego largo y no sufría conflictos siendo lo que era. Despiadado.
Un imbécil. Mi amigo.
Mi corazón estaba frío y lo dejé ir. Dancer, Jo, Mac, Barrons. Ahora
Ryodan.
Corté:
—Claramente. —Estaba dejando Dublín sin ella. ¿Pensó que le rogaría
que se quedara? Nunca. La gente tenía que querer quedarse, elegir estar
contigo, o no significaba nada. Había jaulas físicas y otras emocionales.
Aferrarse a alguien excesivamente duro les hacía difícil respirar, y
eventualmente, inevitablemente, ellos hacían una de dos cosas: asfixiarse
o correr, dejándote con la sensación de estar en el infierno de todos
modos. Agité una mano despectiva—. ¿Qué esperas entonces? Vete.
—Tardará un rato.
¿Chester's estaba oscuro? Solo lo había visto así unas pocas veces, y
lo había odiado, como un carnaval empacado para abandonar la
ciudad, dejando tras de sí solo un campo embarrado de folletos
destrozados y sueños manchados.
Resopló.
—Te odio.
Entonces sus manos estaban en mi cabello y sus labios contra los míos.
Suave, fácil, no una provocación ni una invitación sino instantánea, la
corriente electrizante se movía entre nosotros, igual que la última vez que
nos habíamos besado, así como la primera vez, cuando me había referido
principalmente a meterme con él. Se había metido con los dos. Me apoyé
en él. Habría sido más sabio ir a él para deshacerse de las emociones
anoche. Más seguro. Al menos en cuerpo.
Esa fue la gota que colmó el vaso, las últimas palabras afiladas que le
permitiría que me cortaran. Nuestros besos habían tomado un patrón
sombrío: compartíamos uno, nos insultábamos, nos perseguíamos.
Se estaba yendo.
Irrompible.
Quería ser él. Quería correr con él. Quería huir de él y nunca mirar
atrás.
D
eambulé en el cementerio, manteniendo un ojo en Shazam, sin
llamarlo en el caso de que estuviera cazando su cena.
Habíamos acordado que podía comer como cualquier
criatura salvaje, tomando una sola muerte por noche, siempre y cuando
fuera algo que pudiera atrapar y devorar en su forma actual. No
convirtiéndose en la versión genocida de sí mismo, capaz de devorar
civilizaciones. A pesar de su sensibilidad y habilidad para hablar, todavía
era una bestia de sangre caliente que disfrutaba de cazar. Entendía eso.
No.
Toma eso, Ryodan. Te vas, yo muero. Puedes ser aplastado por una
montaña de culpa.
No eran buenas.
Fui por ello de todos modos. Algunas personas sufren la ilusión de que
la vida se trata de tomar las decisiones correctas, lo que implica que hay
una opción correcta en cada situación. No sé qué clase de vida viven,
pero en la mía el único curso de acción es a menudo uno malo. Muero
haciendo algo o muero sin hacer nada. Aunque detestaba llamar a
Ryodan por ayuda, detestaba más la idea de morir y despreciaba
profundamente que no hubiera sido capaz de manejar la vida por mi
cuenta durante los diez minutos después de su partida.
¿Era posible que no fuera una Sombra? Si fuera así, ¿qué era esto? Me
di cuenta con una parte distante de mi cerebro que mis piernas no eran la
única parte de mí que estaba fría. Mi mano izquierda estaba helada. Y
hormigueando. La miré de reojo. Estaba completamente negra, con venas
oscuras cruzando mi pálida muñeca. Era la mano que había usado para
apuñalar al Cazador hace años cuando algo de la antigua bestia pareció
deslizarse hacia arriba por mi espada, infectándome.
»Tienes dos opciones —dije con voz terrible, con la mano izquierda
levantada en alto—. Irte. O morir.
El muro se desvaneció.
Parpadeé y murmuré:
Aun así, tomé nota mental de ser un poco más cuidadosa con las
cosas que le pidiera al universo en el futuro.
Ahora
Todos los hombres tienen límites.
—BATMAN
—EINSTEIN
—¿O
tros tres de ellos, Dani? —exclamó Rainey Lane
mientras abría la puerta de la casa.
—Yo sí. El Faerie se los llevó —espetó el niño—. Lo vi, lo hice, con mis
propios...
El niño comenzó a llorar, las lágrimas corrían por sus sucias mejillas.
Frotó sus ojos con sus puños y luego sacudió uno hacia ella.
—¡Pero es verdad! ¡Yo lo vi! ¡Era uno de los Faerie! ¡Sabes que es
verdad, Sara! Tú…
Cuando ella lo pateó de nuevo, más fuerte, me moví entre ellos y tiré
uno a cada lado, descansando mis manos en sus delgados y nudosos
hombros.
Esa era una de las cosas con las que había contado cuando traje a
Rainey al primero de los niños abandonados que había descubierto, medio
muerto en las calles. Sus hijas adoptivas eran hermanas biológicas: Alina y
MacKayla Lane. La familia era todo para ella. Aun así, no pasaría mucho
tiempo antes de que el centro recientemente formado se llenara
demasiado para continuar ofreciendo tal alternativa.
Sara Brady entrecerró los ojos para mirar a Rainey a través del cabello
húmedo y enmarañado, con hostilidad en sus ojos. Silenciosamente,
aplaudí su valentía. La aterrorizada niña de once años había logrado
cuidar de su hermanita y sus hermanos pequeños durante casi dos meses,
sin los muchos dones de sidhe-seer que yo había tenido a su edad. Ella era
una luchadora. Pero era una luchadora de treinta y seis kilos empapada, y
Dublín, DCM, no era una ciudad para los pesos ligeros.
—Sabes quién soy y qué hago —le dije a Sara suavemente—. ¿Has
oído cosas tan terribles sobre mí, entonces? ¿O el centro de acogida?
Sonreí débilmente. Ella sabía quién era yo. Era una leyenda. Mis
talentos junto con la aparición poco frecuente de Shazam se habían
encargado de eso.
—No hay superhéroes —se burló Sara—. Y si eres uno, por qué no
detuviste al Faerie... —Ella cerró la boca.
Estos no eran los primeros niños que había encontrado que creían que
los Fae habían robado a sus padres. No tenía sentido. Los Fae no
secuestraban a adultos, los atraían con glamour, ilusión y mentiras.
Primero.
—¡No fue justo! Encontré esa casa. Nadie más estaba viviendo allí. ¡La
vigilé durante cinco días antes de que la tomáramos! Y la quemaron. Un
lugar perfecto para vivir ¡Ni siquiera la querían! ¿Por qué alguien haría eso?
Sara lanzó una rápida mirada por encima del hombro y olisqueó.
Luego miró a Rainey.
—Está bien —dijo Sara Brady con fuerza—. Pero solo por esta noche.
Una noche —repitió, mirando a sus hermanos.
Una vez que mis cargas estuvieron bien metidas dentro y la puerta
estaba cerrada, sonreí mientras desaparecía en la noche.
Eso era lo que todos decían, al principio. Luego descubrían que sus
miedos no podían competir con la amplitud y el alcance del corazón de
Rainey Lane.
Ella nunca había sido más que acogedora y amable. Fue por eso que
elegí traer al primero de los niños a ella y a su esposo, Jack, esa maldita
noche, hace meses. Y el por qué continuaría trayéndolos, segura de que
siempre les otorgarían un refugio seguro.
π
Localicé a mis presas en Temple Bar y salí, cruzando el río Liffey y
viceversa, debatiendo si el trío era tan poderoso, estaban tan borrachos o
drogados, o eran tan malditamente estúpidos que caminaban descarada-
mente por los campos de asesinatos de nuestra ciudad.
Aun así, la espada en mi mano picaba tanto por no poder usarla para
matar a los Fae ahora que Mac era la Reina, que había comenzado a
cuestionar mis métodos de sentencia. Me enseñaron el gusto por la muerte
a una edad temprana. Patrones como esos son difíciles de romper. Era
buena en eso y alguien tenía que hacerlo. Entonces, Dancer murió y la
finalidad de la muerte adquirió un nuevo significado para mí. Todavía no
he encontrado piedad —con la excepción de los niños y los animales—
pero he descubierto sentencias creativas. Tenía unos pocos elegidos
fragmentos de Faery —AFI3s Mac solía llamarlos— que había comenzado a
usar para las prisiones.
Mi palma estaba negra y fría como el hielo. La última vez que la había
visto tan mal fue hace años, de pie en un cementerio, viendo cómo las
sombras explotaban en las tumbas. Sombras que había estado buscando
los últimos dos años, sin éxito. Nadie más las había visto esa noche, y nadie
las había visto desde entonces.
Más allá del lote vacío, el garaje épico de Jericho Barrons también se
había ido. En su lugar había otro lote vacío, de superficie de concreto.
Mi estómago se apretó.
No había nada.
Se fueron.
La protegería.
O, mejor dicho, las dejé ir, sin querer saltar a ciegas en un Plateado
con un destino desconocido.
¿QUÉ QUIERES?
Maldito infierno.
—S
hazam, ¿qué está pasando aquí? —Arrugo mi nariz
mientras doy un paso dentro de mi dormitorio,
espiando a través de la penumbra.
—No estoy comiendo. Eso es todo lo que crees que hago. Yo también
hago otras cosas —dijo el burlón olor desde la oscuridad.
Encendí la luz y casi estallé a carcajadas, pero no soy tan tonta como
para reírme de un Hel-Cat que podría estar apareándose.
—Tú ya no me mandas.
—¿Cuántos y dónde?
A veces siento que vivo en una caricatura. Había seis maules desde la
lejana Asia burlándose de mí desde debajo de mi cama. Cuando
empezaron a gruñir, me aguanté otra carcajada, una vez que empezara a
reírme, heriría los sentimientos de Shazam o perdería el poco respeto que
lograba imponerle en momentos como estos, y dije con firmeza:
—No lo haré.
Shazam había estado en Dublín conmigo por más de dos años y sabía
que había sido un gran ajuste para él. Lo había encontrado en un planeta
en los Plateados, viviendo en otra dimensión, medio loco por su larga
soledad. Era el único de su especie que quedaba, y yo solo podía imaginar
lo solo que debía estar. Quizá debería tener una compañera. Quizá a la
maul le caiga bien. ¿Quién era yo para decir que no debería tener una
familia propia? ¿Podría tener su propia familia con un animal terrestre? ¿Los
maules tenían camadas grandes? ¿Qué demonios haría yo con media
docena de maules/Hel-Cats? Mi cerebro piensa en las ocurrencias de
Batman bajo presión, un mecanismo de defensa que mantiene mi barbilla
en alto mientras el mundo se va al infierno a mí alrededor. Esta vez se casó
con un viejo episodio de Star Trek con mi héroe favorito de historietas y
pronunció: ¡Santos tribbles5, Batman, tenemos problemas! Me tragué mi
alegría y pregunté:
—Así no es como se hacen los niños. Algún día sabrás cómo se hacen
los niños.
Olfateó.
5 Santos Tribbles: Una especie de alíen peludo que se reproducen con extrema rapidez.
—Ella permanecerá en mi dominio —dijo confiadamente.
No era la primera vez que Shazam traía algo inusual a casa, pero
ninguna de esas cosas había estado viva y requería de sustento. Aunque
almacenaba carne y sangre fresca para Shazam, no había forma de que
estuviera llevando tazones de ella en mi habitación limpia y con alfombra
color crema, que ya mostraba un olor lo suficientemente desafiante como
para erradicar. No hay duda de que estaría arrancando la maldita
alfombra. O mudándome de nuevo.
—¿Qué?
—No lo es.
Sonreí.
No tenía ni idea de por qué o qué lo causó, si acaso. Era posible que
fuera simplemente al azar. A veces cuando mi mano se volvía negra,
estaba en medio de una situación peligrosa. Otras veces, podría atarlo a
nada amenazante en mi vecindad. Cada vez que sucedía, me sentía
extraña-mente inestable después y había encontrado que comer me
ayudaba a calmar la extraña enervación.
No Fae.
—P
or las bolas de Loki —dijo el hombre, sacudiendo su
cabeza—, no eres para nada lo que esperaba.
—Pero eres tan solo una niña. ¿Cómo algo como tú puso sus manos
en la espada Faerie?
—No lo creo.
Arrulló alegremente.
Gruñí.
Dije fríamente:
—Esa es la mejor, mejor, mejor parte —dijo con efusividad, los ojos
brillando—. Sí te concedí tu deseo. Solo que no lo sabes aún.
Aun así, no iba a darle mi espada. Él iba a tener que tomarla. Si podía.
—¿Quién eres?
—Dani O'Malley.
Le dije a AOZ.
AOZ bufó.
Jayne dijo:
—Dani, ¿qué le pasó a tu mano?
—Ni idea. —Esa era la verdad. Pero había acabado con sus
preguntas. Había formado teorías y quería respuestas—. Déjame adivinar;
los dioses están de vuelta, despertados por la Canción. Mucho tiempo
antes pelearon con las Fae. Han decidido comenzar esa guerra otra vez y,
para hacerlo, necesitas mi espada.
—¡Estábamos débiles por lo que ustedes nos hicieron! —le siseó AOZ,
entonces me gruñó—: Nosotros no comenzamos la guerra. Ellos lo hicieron,
volviendo tu raza contra nosotros. Una vez, tu raza nos rezaba y nosotros
escuchábamos. Éramos buenos con ustedes. Una vez.
—No le tengo miedo al infierno. Viví ahí una vez. Y si tengo que
regresar, me pavonearé a través de esas puertas con fuego en mi sangre y
guerra en mi corazón. Y No. Tomaré. Prisioneros.
Quería decir eso. No tengo miedo. Tengo una gran cantidad de furia.
Desigualdad, injusticia, incita un fuego lento dentro de mí que me
consume sin deferencia por autolesiones o víctimas. Algunas veces pienso
que estoy a un paso de volverme algo... más. Una cosa que no entiendo.
AOZ siseó:
—Eso no es cierto, Dani, y lo sabes. Una vez fui humano. Todavía tengo
las mismas esperanzas y miedos de nuestra raza como tú, y me adhiero a
las mismas prioridades que una vez tuve.
Nada pasó.
Dijo tristemente:
—Ah, Dani, ella sin duda me matará. Pero tendrá la espada. Estoy
dispuesto a morir para proteger a nuestra raza y la tuya de esta escoria.
Y crecía.
C
uando tenía nueve años, Rowena me dijo que una peligrosa
casta Fae se había infiltrado en nuestra ciudad. Delgados,
diáfanos, hermosos, con una nube de cabello fino y rasgos
delicados, eran capaces de deslizarse dentro de un ser humano, y tomar
sus extremidades y vidas por completo.
Una vez que asumían una "piel" humana, ya no eran detectables por
las sidhe-seers y, por lo tanto, camuflados, desaparecían para siempre
fuera de nuestro alcance y cazaban sin cesar sobre nuestra raza.
Esto los convirtió en una amenaza muy letal para nuestra orden, me
dijo en voz baja, que podían poseer a sus acólitas en la abadía en
cualquier momento; de hecho, ella confiaba en que, ya lo habían hecho.
Haz lo que tengas que hacer para salvar nuestro mundo: sin engaños
ni maniobras injustas, me enseñó. El fin justifica los medios.
Tomé veintitrés vidas ese año y no sé por qué. Madres, padres, hijas,
hijos, hice agujeros en sus familias, destrozando sus corazones y sus mundos.
Tal vez arruinaron sus negocios. Tal vez la miraron mal en la oficina de
correos. De todos modos, ninguno de ellos había sido poseído. En uno de
sus diarios que no encontré hasta que fui más grande, relatando su propia
grandeza con el narcisismo escalofriante, Rowena había escrito: "La niña
fue enviado a Mí para abordar mis agravios y corregirme los errores que
cometí, controlada por un penoso juguete que compré de un vendedor
ambulante”.
Tampoco sé por qué se detuvo. Tal vez solo había veintitrés nombres
en su lista más odiada. Tal vez tantos asesinatos con espada obtuvieron
demasiada atención de la Garda y no quería que me atraparan y
pusieran tras las rejas. Aunque ella me había ordenado que ocultara los
cadáveres, muchos finalmente fueron encontrados. El universo tiene una
manera de traicionar esos secretos que nos esforzamos por mantener
cerca.
El día que supe lo que había hecho, decidí que solo había tres cursos
de acción disponibles para mí.
E
stacioné mi motocicleta enfrente de la abadía, agarré la
mochila que contenía un cambio de ropa para después, y corrí
hacia la entrada principal de la antigua fortaleza vistiendo jeans
rasgados, botas, y una camiseta blanca sin mangas que no hacía nada
para cubrir lo que estaba mal con mi brazo. No iba a ocultar lo que sea
que me estuviera sucediendo; los soldados aislados eran los blancos
favoritos para un francotirador. La espada colgaba de mi espalda y tenía
cuchillos en las botas, pero a diferencia de los niños en el estado, no cargo
pistolas dentro de estas paredes. No puedo soportar el pensamiento de un
inocente saliendo herido como resultado de mi descuido.
Soy la rara oveja gris, la única que nadie quiere esquilar y que todos
olvidan alimentar, la que se enoja y que con nubes de vapor disparándose
de las orejas prefiere marcharse sola en busca de armas mata lobos que
holgazanear debajo del sol bajo el cuidado de un maestro del que no
tengo garantías que sabe cómo sobrevivir mejor de lo que yo lo hago.
Kat era parte del Shedon, su don de sidhe-seer era una empatía
peligrosamente sensitiva. Poseyendo la habilidad de leer las emociones de
aquellos a su alrededor a su nivel más real, la había encontrado incapaz
de mentir.
—No.
—Lo he hecho.
—Los viejos dioses —murmuró finalmente—, ¿en guerra con los Fae?
Maldito infierno. ¿Nunca termina?
—Mami dijo una mala palabra —llegó sin aliento la voz de una
pequeña niña detrás de Kat. Su hija Rae se asomó por su hombro y le torcí
la nariz y le sonreí. Generalmente, cuando veo a la niña de deslumbrantes-
rayos-de-sol, la levanto en mis brazos, nos empujo en la estela, y giramos
alrededor en una vertiginosa y estrellada explosión de luz porque vivo para
escuchar su libre y profunda risa, pero por la forma en la que estaba
mirándome, podía decir que hoy estaba en un humor de escondidillas. La
perseguiría más tarde, de arriba a abajo en los pasillos, tal vez en el
laberinto detrás de la abadía.
—¿Y este AOZ mencionó a alguien más que podría venir por la
espada?
Asentí.
Irritablemente dije:
—Estoy medio tentada a dársela al dios más fuerte que pueda
encontrar y dejar que las razas se asesinen entre sí.
Y no confiaba ni en los dioses ni los Fae para darles una de las dos
únicas armas sagradas que eran capaces de terminar con una vida
inmortal. Cualquier Fae que pusiera sus manos en estas podría agrupar un
ejército e ir a la guerra contra su Reina, y muchos de ellos despreciaban a
la humana que había sido elegida como su gobernante sucesora.
—Tal vez la espada está justo donde necesita estar y este poder está
despertando para que pueda mantenerla a salvo.
—Ni idea. Kat, ¿qué piensas sobre este asunto de los dioses? Leí el
Libro de Invasiones hace un tiempo y encontré… —Trato de no insultar las
creencias de los demás. Dejo la frase incompleta y les permito terminarla,
veo cómo la continúan. He aprendido diplomacia. No me resulta fácil así
que me gusta practicarla cuando puedo.
—Me reuniré con el Shedon, les pasaré las noticias, y veré que saben.
Eché la silla hacia atrás, apoyé mis botas en la mesa, agarré la última
pila de traducciones y comencé a leer.
Bridget dijo:
Había estado esperando dos años para oír esas palabras, finalmente
íbamos a volver nuestra atención al inexplorado reino debajo de la
fortaleza. Como la cabeza de Jano6, la abadía estaba divida en mitades:
el piso superior, que contenía fascinantes misterios mayormente del tipo no
mortal, y el piso inferior, que se rumoreaba contenía secretos demasiado
poderosos, demasiado terribles, para que alguien los supiera. El consejo
llevaba tiempo siendo cauteloso con el piso inferior. El Sinsar Dubh estuvo
una vez contenido en ese laberinto subterráneo.
Había estado hambrienta por explorar a profundidad una vez que ella
se hubo ido, pero me había comprometido con nuestra orden y seguido
los lineamientos del consejo, que eran: Si vis pacem para bellum, si quieres
paz, prepárate para la guerra. Nos habíamos enfocado en localizar a las
Jano en la mitología romana, es el dios de las puertas, los comienzos y los finales, es
6
Chocamos.
No pude moverme por un largo momento, solo me quedé ahí, con los
músculos flexionados para moverme pero sin obedecer mis órdenes. Mis
piernas eran fideos de nuevo, mis manos temblaban.
—¿Fallon? —rogué con los ojos: Di que no es verdad. Di que ella está
bien.
C
onfrontada por emoción extrema, la guardo en la caja y me
pongo en acción; hacer algo, cualquier cosa, lo que sea que
se necesite más hacer de inmediato.
—Hice esto. —Sin saber que había hablado en voz alta hasta que
Fallon dijo bruscamente:
—Maté…
Sí, lo haría. Pero decir eso solo haría que Kat y Fallon trabajaran más
para excusarme.
Kat susurró:
Dije incrédula:
—¿Kasteo? ¿El que no le habla a nadie? —Sabía que había trabajado
con él en Chester's, ¿pero él también le había enseñado otras cosas? Daría
mi brazo derecho por las lecciones de uno de los Nueve. Preferiblemente,
mi izquierdo en este punto, si alguien pudiera quitar la maldita cosa.
—Acepta lo que pasó. Vive el duelo. Pero hazlo poco a poco. Nunca
hubieras hecho daño a Bridget. No puedes deshacerlo. La lógica dicta
que aprendas la lección y sigas adelante.
π
Tomé el largo y tortuoso camino a casa, sabiendo que solo me
sentaría, mirando fijamente, reproduciendo la muerte de Bridget en mi
mente, viendo imágenes de partes y piezas de ella siendo reunidas en un
todo sangriento que nunca podría volver a estar completo.
O si aún siquiera estaba viva. Irse era una cosa. Nunca chequearme
era imperdonable.
Negué con la cabeza. Solo las cosas que había hecho con este
dolían. Me dolía el corazón. Una parte de eso dolería eternamente por
Bridget. Yo había acortado la vida de una buena persona. Algunas
personas intentan pagar sus errores castigándose a sí mismos. Yo no. No
solo no deshace el error que cometiste, sino que te convierte en un pasivo
no productivo y hace que todos los que tienen que aguantarlo sean
miserables. Por la forma en que lo veo, si te equivocas tienes dos opciones:
suicidarte o esforzarte más.
—Haz que la piel negra desaparezca. Dile que se vaya. Está hiriendo
tu corazón, Yi-yi.
H
e enfrentado muchos monstruos en mi vida, en Dublín y en
innumerables mundos en los Espejos Plateados. He luchado en
planetas de interminables noches y ardientes mundos
desérticos con múltiples soles. Sobreviví desprendiéndome de todo lo que
conozco, pienso y siento y me involucro plenamente en la lucha. Algunos
dicen que he hecho cosas innombrables. No estoy de acuerdo.
Simplemente he hecho cosas de las que no me gusta hablar y a ellos no les
gustaría oír.
Tenía presencia.
Bien, una debilidad: era torpe. Algunos de mis enemigos más letales
habían poseído una enorme fuerza, pero se movían con tanta pesadez de
miembros, que bailaba a su alrededor mientras morían.
Entonces silencio.
Dos posibilidades: o bien era un truco para atraerme cerca, para que
creyera que mi enemigo estaba herido e indefenso; o bien una criatura
masivamente poderosa, por razones desconocidas, había llegado a mi
piso para morir e iba a destrozar mis muebles en el proceso. El Santuario era
el único piso que había amueblado y el reflejo más fiel de mi gusto.
¡Maldita sea, como si no hubiera suficiente sangre en mi cocina para
limpiar!
No podía creer que uno de los inmortales por fin había aparecido en
Dublín por primera vez en años y, santo infierno, ¡me había estado
agachando a la vuelta de la esquina escuchándolo morir!
Me congelé.
Le dije:
—Sé que eres uno de los Nueve. Viniste a mí por una razón. Déjame
ayudarte. —No podía ver ninguna herida en este lado de su cuerpo. ¿Se
daría la vuelta por mí? ¿Me dejaría tocarlo; era lo suficientemente fuerte
como para detenerme si lo intentaba? Santa composición, racional,
números cuadrados perfectos, ¡uno de los Nueve finalmente volvió! Los
colores caleidoscópicos brotaron de nuevo en mi mundo con la fuerza de
un descontrolado hidrante de incendios.
π
Dos horas más tarde había colocado mi puerta en su marco,
fortificándola con taladro, tornillos y la adición de dos tablillas de la mesa
del comedor que nunca había sido usada, y la bestia estaba inconsciente
en mi cama, un charco de piel negra y huesos contra una sábana
ajustable blanca.
Le había hecho tragar tres tazones de sangre e iba a tener que salir
para asaltar mis otros pisos. El carnicero no abría los martes, e irrumpir
rompería la frágil confianza que habíamos alcanzado. No hace ningún
esfuerzo por ocultar lo perturbador que es encontrar mis frecuentes
compras y no se lo explico.
L
a noche en Dublín más allá de DTB, o Distrito de Temple Bar, es un
cementerio: solitario, espeluznante y silencioso.
Sin Ryodan y el resto de los Nueve que son temidos incluso por los Fae,
solamente yo me interpongo entre la imperiosa e inmortal Corte de las
Estaciones y lo que ellos quieren. Sus deseos son tan insondables como
antiguos, y he sido castrada por Mac.
—No podemos regresar con las manos vacías. —El más bajo sonaba
preocupado mientras se ajustaba un gorro holgado y enrollado en su
cabeza.
Los evalué, pero no percibí ninguna señal de armas. Tal vez tenían un
cuchillo escondido en algún lugar, pero la mayoría de la gente no
caminaba por estas calles sin un arma. Tenía una Glock metida en mi
cintura, mi PPQ en una funda interior de cadera a mi derecha.
—¡Necesita darnos un poco de libertad por ser tan difícil! Ahora tienen
miedo y no salen por la noche. Nos llevamos demasiados. Tiene que
dejarnos mover nuevamente —se quejó el más bajo de los dos.
—Nunca va a pasar, Alfie. Por alguna maldita razón, nos quiere aquí.
—Jodido justo como el mundo era antes. ¡Los tipos normales como
nosotros son los que hacen todo el trabajo duro!
Me puse rígida.
P
or lo menos ahora, sabía por qué no estaban armados.
En cambio, bajé, caí al suelo sobre mis rodillas, echando espuma por
la boca.
Alfie se quejó:
Mi teoría había sido probada: solo el contacto de piel con piel era
mortal. Un objetivo abajo.
»Oye, Cal —llamó Alfie con entusiasmo a Callum—, tal vez ella
compense no conseguir más. Podríamos decir que nos llevó toda la noche
capturarla porque es una especie de súper heroína. Eso nos daría mucho
tiempo para divertirnos con ella primero.
—No sé. Tal vez si agregamos la espada. Pero no estoy seguro de que
la perra valga la pena como para renunciar a ella.
—Joder que no, mira sus tetas. No obtenemos muchas como esta.
Apuesto a que es pelirroja por todas partes. Tiene fuego en sus entrañas,
¿sabes? Jesús, puedes verlo en sus ojos. Dale la espada y dile que tiene un
poco de magia, que pensaste que a él le agradaría más. Sabes que él
cree que somos estúpidos y estamos ansiosos por agradar. Vamos, vamos
a llevarla de regreso a la galería.
Era una magia poderosa. Magia vieja. Viejo dios de la tierra, estaba
dispuesta a apostar. Tal vez batida con un poco de savia de un árbol
sagrado que ya no crecía, mezclada con minerales encontrados en lo
profundo del suelo, molida con mortero y mano hasta un delgado y vil
veneno, realzado por artes arcanas.
Yo también tenía magia. Imaginé una sola vena negra del residuo del
Cazador debajo de mi piel expandiéndose a través de mi clavícula, la
alenté a deslizarse por mi cuello, donde se deslizó sin esfuerzo, casi
ansiosamente, dentro de mi cerebro, encontrándose con el nudo
plateado, filtrándolo y anulando…
Pero. Pensé.
Mundo.
—Q
ué demo… —comenzó Callum.
Nunca terminó.
Giré y atrapé a Alfie, el más bajo de los dos, por la parte de atrás de
su camisa, lo lancé al otro lado de la habitación, golpeándolo contra una
pared con tanta fuerza que se estremeció. Luego me abalancé sobre él
mientras saltaba hacia la estrecha abertura negra unos pocos metros a su
derecha. Este Espejo Plateado que conducía a ese reino caliente y
desconocido era más pequeño, más ancho que el anterior, pero la misma
brisa acre brotaba de este, oliendo a humo de leña y sangre. Al igual que
el último, este no tenía un marco adornado, o un ancho borde negro
encontrado en los Espejos Plateados Fae. Los espejos que usaban para
viajar eran algo diferente.
—¿Quién?
Ojos marrones se encontraron con los míos. Furia ardía en estos, pero
estaban dilatados por el miedo, manchados con una sombría resignación.
Tenía más miedo de su amo que de mí.
Lo hizo.
Una vez, unas semanas atrás, en una noche cálida y estrellada, había
caminado por el Distrito de Temple Bar, haciendo nada más que
divertirme. Necesito hacer eso de vez en cuando. Me mantiene
conectada a mi mundo.
Caminé con los músicos callejeros. Paré en pubs y bailé con los
clientes. Lancé dardos en una despedida de soltera, olvidándome
intencionalmente de muchas cosas y hablando entusiasmadamente de la
foto del vestido de la novia, perfectamente consciente de que mi futuro
permitiría pocas ocasiones para vestidos hermosos y nunca un vestido de
novia. Tomé un sorbo de Guinness y agarré un bocado para comer en mi
pescadería favorita.
Cuando por fin la bestia rodó sobre el edredón, el cual ahora estaba
ensangrentado y significaba que tendría que volver a hacer mi versión de
ir de compras, ya que ninguna cantidad de blanqueador saca todas las
manchas de sangre, lo tiré de vuelta a mi cama y limpié el desastre que
quedó en el vestíbulo, luego desinfecté la cocina de los restos del festín de
Shazam, pensando en el pastel de chocolate todo el tiempo.
K
at sorbió su té mientras esperaba a que las demás se unieran a
ellas en el salón.
Kat había sido pesada con el niño en ese momento. Crees que te he
sido infiel, había dicho ella. Lo había sido. No voluntariamente, pero lo
había hecho.
Och, y sabes que lo hago. Lo que sea, donde sea, lo hago, eres tú,
siempre y solamente tú.
Sí.
—Buenas noches, Enyo —respondió Kat con una sonrisa que no fue
devuelta, pero Enyo raramente sonreía. Energía se precipitaba bajo su piel,
inteligencia destellaba en sus oscuros ojos. Aunque Kat nunca lo
expresaría; no era su lugar; conocía algunos de los secretos de la mujer.
Eran dolorosos y la habían convertido en la guerrera endurecida que era.
Nacida dentro de un tanque militar bajo fuego pesado, la guerra fue
donde prosperó Enyo Luna.
Había ocho miembros del Shedon: ella misma; la feroz Enyo franco-
libanesa; la etérea Rhiannon de Gales, cuya especialidad era destruir
guardas y neutralizar hechizos; la callada Aurina de Derrynane, condado
de Kerry, que podía comunicarse con animales de todo tipo; la aguda
Ciara de Ulster del este, con su salvaje fogata mágica; Colleen MacKeltar
de Escocia, que en los últimos dos años se había convertido, bajo la tutela
de uno de sus tíos, en una experta en las artes druidas; la encantadora y
distante Duff de piel chocolate de su poderosa casa hermana de Boston,
que poseía un don terrible; y la cínica y fatigosa Decla, quien había
viajado por el mundo con un padre militar y que poseía más talentos sidhe-
seer oscuros por lo que podía responsabilizarse.
No encontró ninguno.
Esta noche.
El tiempo lo diría.
—Sabían que era necesario —dijo Kat, sin ninguna pequeña medida
de arrepentimiento—. Solo enviamos voluntarias. —Las doce eran espías,
mujeres maduras, Adeptas, enviadas a Elyreum porque el Shedon
finalmente había acordado unánimemente que ya no podían continuar sin
recopilar información sobre el estado de la corte Fae. Durante dos largos
años habían esperado y se habían preparado, dando un amplio espacio a
los Fae. Nunca acercándose a ellos, como había exigido Mac.
Pero habían estado creciendo los rumores de que los Fae habían
cambiado, y ¿cómo podían esperar prepararse para una guerra si no
conocían a su enemigo? El equipo había entrado con plena conciencia
sobre en lo que se estaban metiendo. Sobre lo que se les estaba pidiendo.
Habían estado trabajando en el turno durante una semana. Y cada
mañana, cuando volvían de tener sexo con los Fae, Kat había usado su
don en cada una de ellas, dolorosamente consciente de cuán
despiadada y abrumadoramente seductores podían ser los Fae. Para una
mujer, su docena de espías sidhe-seer en Elyreum se habían mantenido
fieles. Noche tras noche habían permitido que sus cuerpos fueran usados,
mientras protegían sus mentes, minando chismes de información. Se
habían hundido en las profundidades necesarias para infiltrarse en el club,
mientras se aferraban a sus esencias. Y por tan poco beneficio. Todo lo que
habían podido contarle al Shedon hasta ahora era que los Fae eran
definitivamente más poderosos, hasta grados desconocidos,
definitivamente cambiados por la Canción, pero había un círculo interno
de Fae de la Realeza encerrados en lo profundo dentro de su propio club
privado, al que a unos pocos muy selectos se les permitía el acceso.
Ninguna de las doce había ganado una invitación aún.
Ahora se habían ido. Todas ellas. Desvanecido sin dejar un rastro. Se
habían ido al club, como de costumbre, el sábado por la tarde y fallaron
en regresar el domingo al amanecer. Había estado desaparecidas por dos
días, y temía lo peor.
Enyo dijo:
—Mami, ¿por qué los Fae son malos? —dijo Rae más tarde mientras
Kat se quitaba los zapatos y comenzaba a llenar la bañera.
—No todos lo son —respondió distraídamente, reflexionando sobre los
acontecimientos del día con la mitad de su mente.
Su hija había sido lenta para empezar a hablar, pero dada su propia
infancia, eso no la había preocupado. Entonces, repentinamente, un mes
atrás, Rae había empezado a pronunciar palabras que ni siquiera se
imaginaba que su hija entendiera, encadenándolas en oraciones
impresionantes.
—Solo que soy deliciosa. Ellos también huelen rico para mí.
—¿Burbujas?
M
e despierto gruñona y dislocada la mayor parte del tiempo,
a menos que esté bajo ataque. Luego me despierto
elegante, fresca, y letal. La falta de presión me convierte en
una pelota de ping pong de alta velocidad que rebota en cualquier cosa
que encuentra. La adversidad moldea mi mejor forma.
Pero no quería guardas. Había sobrevivido muy bien sin estas durante
dos años. Quería respuestas.
No.
Aun así, la bestia podría estar flotando por alguna parte de Dublín.
Cazar a la bestia.
Bestia primero.
Era sábado, pero esta mañana a las siete y media las calles estaban
llenas con gente vestida con trajes y vestidos que lucían sospechosamente
como si estuvieran yendo a trabajar. Mientras se abría camino por la acera
hacia mí —una mujer de unos veinte o treinta años que estaba mirando su
celular atentamente—, le dije cortésmente:
Miré a la pantalla.
Era martes.
Era imposible. Entrecerré mis ojos mientras los jirones de un sueño que
había tenido anoche —o más bien días atrás— surgían en mi mente.
Ryodan. Trazando símbolos en mí. Murmurando.
—Escuché que hay un año de trabajo, tal vez más —exclamó uno de
los hombres.
Había estado aquí, montando la rutina todos los días durante los dos
últimos años, trabajando incansablemente para salvar mi ciudad. ¿Y qué
recibía? Me fruncían el ceño y huían, solo por hacer una pregunta cortés.
Mis manos se volvieron puños y mi ceño se profundizó.
C
ucarachas se escabulleron en grietas de piedra, debajo y
sobre las rocas, reagrupándose más allá de un afloramiento
irregular, profundo en las sombras, en un rechoncho cuerpo
gelatinoso con dos piernas, seis brazos, y una pequeña cabeza con una
boca de pico.
Ya no.
Por la sangre del sidhe, ¿qué esperaban? Cuando tratabas a las cosas
mal, las cosas se comportaban mal. ¿Quién estaba inclinado a medir
momentos de persecución para demostrar su naturaleza más fina? Idiotas.
Tontos. Había estado ahí desde el principio, mucho antes de los Faerie,
había observado a los humanos dar su primer paso a suelo sólido. Los
había aplaudido a medida que habían evolucionado, convertido en más.
Habían pasado miles de años desde que había dicho las palabras.
Desde que se había llamado cualquier cosa excepto una "cucaracha".
Los titanes habían caído, la mayoría asesinados para siempre, los raros
pocos, los imposibles de matar, quizás cien de ellos, encarcelados en la
tierra. El puñado de dioses que había sobrevivido a las guerras
catastróficas y escapado del encarcelamiento había, como él,
encontrado una forma de esconderse.
Una vez, los dioses se habían preocupado por los humanos. Ese afecto
había sido destruido mucho tiempo atrás. Esta vez las cosas serían
diferentes.
E
fectivamente, el bastardo estaba reconstruyendo Chester’s.
Ese. Hombre.
¿Por qué ahora? ¡Su maldito club había sido destruido años atrás y no
había hecho ningún esfuerzo para reconstruir la fachada sobre el suelo!
Qué mensaje se suponía que sacara de esto… ¿puede que te hayas
agotado de ayudar a Dublín durante dos solitarios largos años, pero he
ganado su lealtad en cuestión de días?
No que pensara que lo estaba haciendo para meterse conmigo
—dado lo mucho que solía meterse conmigo, habría sido una suposición
razonable—, pero ya no creo que todo lo que haga sea sobre mí.
Aun así, mis súper oídos estaban recibiendo demasiados elogios sobre
él.
»Señorita, ¿es usted? ¡Pensé que sí! —El hombre dio vueltas,
deteniéndose frente a mí. Quitándose la gorra de la cabeza, se quedó
parado, agarrándola con sus manos, una sonrisa cálida arrugando su rostro
rubicundo—. Nadie más con esa espada. ¡En lo alto de la mañana,
querida! La señora sigue preguntando si la he vuelto a ver. Le gustaría que
se uniera a nosotros para la cena una noche.
—La pequeña muchacha está tan bien como puede estar. Todavía
tiene la pesadilla ocasional, pero son menos y más espaciadas.
—Maravilloso. Sabía que estaría feliz con ustedes. —Todavía no podía
aflojar mi mano, así que sacudí un puño ante la conmoción—. ¿Cuál es el
plan aquí? ¿Cuántos pisos?
M
ientras la nueva y brillante trampilla de acero se cerraba
detrás de mí en su nuevo y reluciente brazo hidráulico,
descendí por las (también nuevas) escaleras fijas que habían
remplazado a la tosca escalera vertical que una vez estuvo soldada a la
pared.
Como un activo.
Ahora veía a Chester’s como nunca antes había sido capaz de verlo:
un vasto, complicado, siempre cambiante, traicionero pero necesario
tablero de ajedrez. El ejército blanco definitivamente iba a perder peones,
nada podía hacerse al respecto. Pero su pérdida podría ganar la cabeza
del rey negro, y finalizar la guerra con un jaque mate. Al momento en que
los blancos se distrajeran, tratando de proteger a sus peones, el ejército
negro iría a matar y tomaría al rey blanco.
En ningún lado.
Mientras atravesaba las puertas abiertas, los sentí caer detrás de mí,
uno a cada lado. Ni siquiera necesité voltearme.
Dos de los Nueve habían estado de pie detrás de las puertas a cada
lado, y no los había percibido a través del acero de treinta centímetros
que, estaba dispuesta a apostar, estaba cubierto con la misteriosa
aleación que le gusta usar a Ryodan.
Posible.
Me arrojé contra los brazos del alto hombre rubio y fui recompensada
con un enorme y aplastante abrazo de oso cuando el vikingo siempre listo
para la fiesta me levantó del suelo y me hizo girar.
Mi sonrisa se desvaneció.
—Espera, ¿qué?
Asintió felizmente.
—Déjame entender bien esto: durante los últimos dos años has estado
aquí en Dublín. Como, a centímetros de mí. Siguiéndome. Escondiéndote
de mí. —Sabía que podía. Los Nueve podían superarme en cualquier
momento. Eso me enfurece.
Su sonrisa se ensanchó.
Dije glacialmente:
Lor gruñó:
C
hoqué contra Ryodan a toda velocidad, una granada a
punto de explotar, puños volando. Lo golpeé tan fuerte que
nos precipitamos contra una columna de mármol que tembló
por completo por el impacto. Entonces lo agarré, lanzándolo lejos de esta,
y lo estampé en una pared.
No me importó.
—No dije que fuera bueno verte, y no lo creo. Bastardo. Entra. Pelea
conmigo.
Me había dejado por dos años. Ni una sola vez me envió un mensaje
de texto. Nunca llamó. Dejó a Lor aquí, escondido de mí, lejos de mi
alcance. No me apaciguó en absoluto pensar que Lor podría haberlo
mantenido informado sobre mi bienestar. Eso no contaba en mi libro.
Yo estaba jadeando.
Me detuve.
Quedé de pie.
Me miró, ojos completamente carmesí, lujuria ardiendo en estos con
tal intensidad que jadeé desigualmente y di otro paso hacia atrás. Había
despertado una bestia y, en ese momento, no estaba del todo segura de
que podría ser puesta a dormir de nuevo. Se lanzó hacia adelante, se
comprobó a sí mismo y se detuvo, manos en puños a sus costados.
Siseé:
No se me ocurrió una sosa cola —quiero decir, una sola cosa— que
decir. Maldito infierno, alguien había extraído mi cerebro de mi cráneo y
rellenado el compartimiento vacío con bolas de algodón.
E
l beso fue al interior de una caja.
Ryodan.
¿En serio? Pulgares furiosos volaron sobre las teclas mientras escribía
las palabras de Barrons de hace unos años. Él había tenido razón.
Su respuesta fue tan rápida, que juro que ya la había escrito y la tenía
preparada.
Pero... tienes que llevar las cosas un poco más lejos con ese hombre
porque así es como piensa, siempre mirando hacia el futuro. Como sabía
que decirme que me pusiera un vestido me haría elegir otra cosa, y
también sabía que era plenamente consciente de cómo funcionaba su
cerebro manipulador, sabía que al final decidiría usar el maldito vestido
solo para demostrar que no estaba siendo manipulada por él. Entonces, él
conseguiría que usara un vestido de todas formas.
Sus historias eran una versión de esto: sus familias / hijos / amantes
murieron cuando los muros cayeron y perdieron su trabajo; vieron a sus
hermanos / amigos / padres ser seducidos y destruidos por Seelie o
Unseelie; el peor de los humanos se había aprovechado de ellos.
»Tranquila, solo voy a abrir la lata —dije. El dorso de sus manos estaba
raspado casi en carne viva, con las uñas rotas manchadas de sangre.
Cuando terminó, se dejó caer contra las tablas de madera del banco,
limpiándose el rostro con una manga manchada y raída.
—¿Por qué?
—No —dijo, con el primer rastro de ánimo que había visto, un leve
destello de indignación.
—Bien.
Eso fue duro. Yo también tuve algunos cumpleaños difíciles. No fui tan
estúpida como para desearle un feliz cumpleaños. A veces no existe tal
cosa. Busqué nuevamente su nombre, para hacer esa primera frágil
conexión.
—Soy Dani.
—¿Y tú eres?
—No llevo una espada, una serie de pistolas y armas. —Lo hizo sonar
como un insulto.
Dije a la ligera:
Dije:
»Estoy de pie ahora. Voy a empezar a caminar. Sígueme y te sacaré
de las calles. Tendrás treinta días, para cuidarte, alimentarte y alojarte,
para decidir qué quieres ser cuando seas grande —le clavé la espina.
—Soy grande.
—Entiendo —susurró.
—Sanaré.
—¿Tu nombre?
Conexión hecha.
En latín: Una acción hecha por mí en contra de mi voluntad, no es una acción mía.
8
—Genial. —Me di la vuelta para alejarme cuando sentí su mano en mi
hombro y me giré hacia ella.
Aun así, no estaría esperando una semana para ver cómo estaba.
Estaría allí otra vez mañana. Por la mañana. Con café y vendas y la
esperanza de que una noche segura de sueño la hubiera calmado lo
suficiente como para permitirme echar un vistazo.
—No te asustes si aparece una enorme... eh, cosa felina con ojos
violetas y un blanco vientre gordo. Quiero decir, literalmente, simplemente
aparece de la nada. No le arrojes cosas, y hagas lo que hagas, no lo
llames gordo ni le dejes saber que piensas que lo es. Es súper sensible y
emocional, se pone lloroso. Puede volverse un gran desastre lloroso por ti.
Solo dile que Dani no se quedará aquí ahora y se irá.
—¿Espera, qué?
Pero ya había tomado cinco unidades de sangre del refrigerador, las
había arrojado en una bolsa y salido por la puerta.
E
lla me vendió.
Al mejor postor.
Cuando finalmente encontré mi lengua, dije una y otra vez por favor
déjame salir, por favor déjame salir, debes dejarme salir en una especie de
aturdimiento.
Esta era la clase de gente que rescataba a otras personas. Que venía
de lugares como la Agencia del Niño y la Familia, TUSLA9, otra palabra que
siempre veía en mi cabeza en letras mayúsculas, el color de los cielos
azules muy abiertos.
ahora es la agencia estatal dedicada a la mejora del bienestar y los resultados para los
niños.
Eventualmente dejé de correr en mi espacio atrofiado y me callé.
Ellos.
Abrieron.
Mi.
Jaula.
Y yo no podía moverme.
En la periferia de mi visión, el calendario desfasado y descolorido con
sus bordes amarillentos y ondulados, en el que mi mamá había dejado de
tachar días atrás, se burlaba de mí con la conciencia de que había sido
una tonta ingenua.
No es reparable.
Lo odiaba.
Lo odiaba.
Lo odiaba.
Odiaba con tanto odio que las cosas se volvieron oscuras y me fui por
unos segundos, luego volví, pero cada cosa que había dentro de mí se
había roto, cambiado, reconectado.
Cuando Danielle Megan O' Malley murió, nació otra persona. Alguien
mucho más fría y más tranquila que la Otra en la que me había deslizado
tan a menudo últimamente. Jada.
Recuerdo que pensé, Dios, ¿no pueden verla en mis ojos? Ella es el
Juicio Final. Ella es la muerte. La he visto en el espejo desde entonces.
Fue la pequeña niña que amaba a Emma O' Malley la que dejó de
respirar.
Él vino primero.
No intentó huir.
Lloró entonces.
Ella lo sabía.
Sabía que cualquier cosa que estuviera en esa aguja sería su última.
U
sé un maldito vestido.
—Shazam, te veo, Yi-yi. Por favor, baja desde donde sea que estés.
Estoy preocupada por ti —le dije al aire—. Para mí eres lo más importante
en el mundo. Eres mi todo. Si algo te molesta, podemos arreglarlo juntos. Si
quieres una pareja, por Dios, iremos a explorar mundos y te buscaremos
una. Por favor, por favor, solo déjame saber si estás bien.
—Shaz, cariño, ¿qué está pasando? ¿Qué pasa? ¿Por qué me estás
evitando?
Fruncí el ceño. ¿De dónde venía este miedo? ¿Qué había hecho para
hacerle pensar que podía dejarlo? Desde el día en que lo conocí, siempre
le habían gustado grandes porciones de tiempo a solas y, aunque a veces
era propenso a emociones vibrantes, casi paranoicas, nunca había
expresado tal preocupación. Por el contrario, parecía estar cada vez más
seguro, feliz, con nuestro hogar y nuestra relación. Hasta este reciente
incidente del maul.
Él gimió:
Parpadeé. Nunca lo había pensado de esa manera. ¿Era por eso que
se había obsesionado con encontrar una pareja? ¿Porque había
empezado a mirar hacia el futuro para un día en el que yo podría ya no
estar aquí?
Incluso yo no podía ver ese día. Nunca pienso en morir. Siempre estoy
demasiado ocupada viviendo.
O Mac.
O Barrons.
—¿Lo prometes?
—No a mí.
—¿Por qué es eso?
Maquillarme.
Fingí no haberla visto hasta que se aclaró la rejilla, luego agarré una
lata de laca para el cabello, giré congelando el cuadro y la rocié con un
estallido nocivo, gruñendo:
No todas las pelirrojas lucen bien el rojo. Tiene que ser el tono
adecuado para nuestro color. Mi cabello es color cobre fuego, mi piel
blanca, y mi vestido esta noche era rojo sangre.
No soy vanidosa. Nunca seré femenina. Pero me gusta ser una mujer
de vez en cuando y estoy agradecida por el metro setenta y cinco
centímetros de carne y huesos fuertes que tienen una forma atractiva pero
delgada y femenina. Mi culo y piernas son mi mejor atributo,
poderosamente musculosas desde un movimiento sin fin. Después de
pegar mi cuello con cinta Gorilla porque el negro iba mejor que el
plateado con mi conjunto, deslicé mis pies descalzos en tacones de aguja
negros y diamantes de imitación, difuminé mis ojos ahumados por última
vez, recogí mi cabello en una elegante cola de caballo al estilo Lara Croft,
secos labios carmesí, y asentí para mí misma en el espejo. Debatí dejarme
el cabello suelto para cubrir la cinta —pero en una pelea, y ciertamente
esperaba una o diez— mi cabello suelto es un real dolor en el culo. Añadí
la última pieza: una gargantilla de ocho centímetros de brillantes
diamantes y cornalinas que ocultaban un garrote. Aunque odiaba que se
sintiera como un collar, cubría la cinta, sostenía un arma y se quitaba
fácilmente.
—¿Él, quién?
—El que olí en nuestro colchón. Él está de vuelta. Lo olí antes en ti. Te
hace oler diferente cuando está cerca.
—¿Diferente cómo?
—Como el maul me hace oler.
Él se encogió de hombros.
Santo cielo.
—Yo también. —Saltó del tocador, caminó hacia el colchón, dio tres
vueltas rápidas y se dejó caer pesadamente sobre la cama—. ¿Podemos
volver a poner el colchón en alto? Me gusta allí.
B
ajé lentamente cuatro tramos de escaleras, no por mis tacones,
sino porque estuve abruptamente desbalanceada en el
momento en que cerré la puerta del Santuario y la cerré con
llave detrás de mí.
Había soñado con verlo allí de pie, en algún lugar, en cualquier lugar
en mi mundo de nuevo. Y estaba tan malditamente enojada, no podía
procesar la complejidad de esto. Soy lo suficientemente inteligente para
saber que también puedo ser tan emocionalmente miope como el Señor
Magoo es corto de vista. Cuanto algo más me importa, menos entiendo
cómo me siento al respecto. Mac solía ayudarme con eso. Por enésima
vez, deseaba que estuviera aquí para hablar. La extrañaba tanto.
—No tenía nada que ver contigo. Tenía SPM y estaba hambrienta.
Sonrió débilmente.
—Ya veo. Entonces, así vamos a jugar esto. ¿Sin ropa interior o tanga?
—¿Qué?
Se rio.
—Ah, Dani, esa es una de las muchas cosas que extrañé sobre ti.
Cuando tus ojos destellan, tu piel se sonroja, y eres incluso más
jodidamente hermosa. Solía imaginar tu rostro mientras no estaba, cuando
estabas en una de tus diatribas, acechando, feroz, e irascible. Lo extrañé.
Dime algo que extrañaste de mí. Debo haberme escapado de tu caja de
vez en cuando.
—Nivel siete. Ring de boxeo, cada arma imaginable. Exploté todos tus
sacos de boxeo. También agarré tus armas. Oh, y esos geniales guantes de
cuero tachonados con las cuchillas empotradas.
Tenía un punto.
Hombre Mágico.
—¿Tu punto?
No dijo nada durante tanto tiempo, que estuve a punto de
descartarla como otra pregunta que el gran Ryodan nunca se dignaría a
responder.
Inclinó su cabeza.
—Me estás diciendo que Lor, mi Lor, quien siempre es bueno conmigo,
habría… —me interrumpí—. Yo habría usado su propio club contra él. Lor y
yo, no nos sentimos así respecto al otro.
—Lor primero es bestia. Todos los somos. Nunca olvides eso. Nunca lo
subestimes. Tenemos nuestros límites. Hacemos lo que debemos para lograr
esos límites y minimizar las repercusiones. A excepción de Barrons, ninguno
de nosotros permitimos que la bestia corra salvaje. Hace cosas que no
queremos que haga. Con consecuencias mortales. Por lo tanto, en el
momento en que comenzabas a desnudarte, Lor se habría ido. Te aprecia.
Te protege. Te llama su pequeño cariño.
—¿Me estás diciendo que los Nueve no pueden ver a una mujer
desnuda sin convertirse en una bestia y agredirlas? Eso es patético. ¿Qué
tipo de superhéroe tiene ese tipo de problema?
Hizo un ruido de risa ahogada.
—Solían venir al club a veces, tiempo atrás. ¿De quién crees que
habla Hombre Mágico?
Me quedé boquiabierta.
—Lor.
—Sus ojos son verdes, no azules. Y leí una entrevista en Rolling Stone
donde decía que era sobre Mike Fisher.
—Ella es morena.
—Según él, sí. Dice que también lo es Loca por Ti. Fue difícil vivir con él
por un tiempo. Eso fue cuando pasaba el rato con los Kinks.
—Santo Salón de la Fama, ¡Lor fue inmortalizado en rock and roll
clásico! —No pude evitar la nota de envidia en mi voz. Está bien, envidia
goteaba liberalmente de cada palabra. Pero, Cristo, ¡qué tributo! Quiero
decir, seguro que era solo sobre cuán bueno era en la cama, pero ¡la
música vivía para siempre!
Me puse rígida.
—¿Por qué me llamaste así? —Así solía llamarme mi mamá, una vida
atrás, durante el breve momento en que me había amado.
Le ofrecí cinco:
—Iras Celestiales.
Me miró duramente.
—¿Tu punto es que, si follaba con él, podría haber estado pensando
con más claridad? ¿Sabes lo insultante que es eso?
—No hay razón para no hacerlo. Estoy aquí. Estás aquí. Ambos
queremos hacerlo.
Jo.
—Para Mac fue difícil cargar eso —dijo—. Supongo que para mí
también.
—¿Por qué maldito infierno nadie me dijo? ¿Por qué soy siempre la
última en saber las cosas?
Tanta pérdida
—El rumor es que Jayne está siendo perseguido —me dijo Ryodan
cuando había terminado—, los Fae pusieron un alto precio a su cabeza.
No lo había visto en mucho tiempo hasta que apareció en tu
apartamento. Algunos dicen que fue a esconderse profundamente con su
familia mortal, tratando de protegerlos. Tal vez él quería tu espada para
Mac, tal vez para él mismo.
Me reí suavemente.
—Es por eso que —dijo, cuando finalmente nos alejamos de la acera y
comenzamos a conducir a través de Dublín—, dos años después, no
sabemos nada sobre nuestro enemigo. Según Lor, esos humanos que
ingresan al club están manipulados. Interrogó a algunos y dijeron que no
estaban dispuestos o no podían hablar de lo que habían visto. Su mandato
debería haber venido con una fecha de vencimiento. No fue así. Ahora
que falta la librería, junto con Mac y Barrons, vamos a aplicar una fecha de
vencimiento. Esta noche.
Seguramente, no quiso decir…
—Elyreum.
¡Sí! ¡La adrenalina golpeó mi corazón! Esta no era una cita. Era una
misión. Había estado adolorida por hacer esto por una pequeña
eternidad. Muriendo por acechar su club y sacudir su mundo. Que esos
bastardos sepan que estábamos observando y esperando, y que no había
terminado.
Eché un vistazo al club y le dije algo que nunca pensé que me iba a
escuchar decir:
Entrecerré los ojos, sin perder su mensaje dual, pero tampoco iba a
hacerle frente.
—¿Ganancia potencial?
—Determinar hasta qué punto han cambiado los Fae, contra qué nos
enfrentamos. Descubrir dónde en el maldito infierno están Mac y Barrons.
Los Fae son tan arrogantes como inmortales. Si tienen la sartén por el
mango, si de alguna manera han capturado a Mac y Barrons, no serán
capaces de resistir el refregarlo en nuestros rostros. Es simple: si están
desesperados por tu espada, sabremos que todavía está viva.
—Seguro.
Ryodan. Riendo.
Esa era una de las cosas que más extrañaba de él. Los raros
momentos en que lo sorprendía con una risa. Vislumbraba alegría pura
ardiendo en sus ojos.
Su risa —esa misma risa que había extrañado tanto— salió flotando
por la ventana rota en la noche.
K
at metió la cobija cómodamente alrededor de su dormida hija,
recuperó la copia usada de “La pequeña locomotora que sí
pudo” de la cama, y se giró para ponerla de nuevo en el
estante.
Mientras se movía hacia la puerta y apagaba las luces, miró otra vez a
Rae y, como hacía siempre, su corazón se hinchó dentro de su pecho con
más amor del que había creído que una persona pudiera contener.
Usar su don de empatía en su hija había probado ser inútil. Rae sentía
tanto amor por su madre, Kat no podía sentir nada más allá de eso.
¡PÁNICOMIEDOHORRORMIEDOTOMAARAECORRE!
No, no, no, no, no, comenzó la desesperada letanía en su mente. Por
favor, Dios, no, no merezco esto, Rae no merece esto. Soy una buena
persona, una buena madre, pero ¡no puedo protegernos de esto!
Atrapándolas dentro.
No era posible.
Estaba muerto.
Mac les había asegurado antes de irse a Faery que la Corte Unseelie
había sido destruida, todos y cada uno.
Incluyendo a Cruce.
Especialmente Cruce.
¿Había venido para llevarse a Rae? ¿A las dos? Si esa era la opción,
¡ella iría! Solo no alejes a mi hija de mí, pensó histéricamente. Cualquier
cosa menos eso.
—¿Por qué estás aquí? —susurró débilmente.
—Ouch, Cristo, ¡dime que no pensaste que era Cruce! ¿Luzco tan
mal?
—Sí.
Ella no lo creía. Nunca lo creería hasta que viera su cuerpo sin vida
con sus propios ojos. Las palabras de antes de Christian penetraron al final
y, tan rápidamente como el horror había confiscado su corazón, duda
floreció y felicidad sonrojó su piel.
Su mirada instintivamente fue a buscar sus ojos otra vez; por los santos,
¡iba a quedarse ciega por la sangre! Se pasó otro de los calcetines de su
hija y dijo débilmente:
—¿Qué ves?
Joder, pensó otra vez. Christian MacKeltar era tan malo como ella; un
detector de mentiras andante.
»En qué mundo vivimos, ¿eh, Kat? ¿No supongo que te importaría
contarme esa historia?
—Ouch, muchacha, no soy quien solía ser. Ninguno de los Fae lo son.
Necesitarás nuevas guardas. Mi clan y yo podemos ayudarte con eso.
—¿Por qué?
—No son una amenaza para nosotros. Nos hemos vuelto lo que una
vez fuimos. Así que, ¿y qué si pueden identificarnos? Las aplastaremos. No
quiero decir eso personalmente. Pero así es como se sienten.
Se encogió internamente.
Encantador era una palabra inadecuada. Una vez que superé el puro
terror de ser sostenida y cargada, y el miedo de que podría dejarme caer,
fui deslumbrada por la noche debajo de mis pies.
—No te dejaré caer, deja de hundir tus uñas en mis hombros —gruñó.
Nunca sería capaz de leer sus ojos, una de las formas más fáciles de
medir el alma de una persona —y a menudo me preguntaba si alguien
más puede ver los muchos matices en un iris como yo lo hacía—, pero
podía sentirlo con mi don, con mi corazón.
Pero no era una perla pequeña. Era una gigantesca, llenando cada
átomo de su ser, y él la había comprimido de alguna forma. Había tomado
un inconcebiblemente vasto, retorcido y aterrador abismo de oscuridad
que se removía dentro de él y lo había convertido en un archivo
comprimido de algún estilo, abotonado y encerrado. Una oscuridad que
podría tragar por completo, destruir. Una oscuridad que bullía con
ambición, hambre, alucinante sexualidad y necesidad.
—¿La fogata?
—Un pensamiento. Las piedras se vuelven leñas, una combustión de
aire, una invitación de calor.
—Pensé que la magia Fae era más que todo una ilusión.
E
lyreum en lenguaje “Fae” significa “el jardín prohibido” o “el
paraíso oscuro”, dependiendo de a quién le preguntas, y era
una sobrecarga.
Las paredes, el techo, y piso del vestíbulo eran gigantes pantallas LED
sin bordes cubiertas con pornografía Fae/mortal desplegándose en
detalles gráficos (Dios, no necesitaba ver eso) en un desagradable formato
demasiado atractivo, con color, textura y sonido realzados por Fae.
Mientras recorría la antesala, dos enormes e impresionantes hombres
Fae teniendo sexo con siete humanos molían y bombeaban debajo de mis
pies y, lo juro, ambos Fae voltearon sus cabezas en el suelo para mirar mi
vestido. Cuando golpeé bruscamente uno de sus ojos, el bastardo se rio.
Saliendo del vestíbulo, la segunda antesala más allá nos llevaba a una
balaustrada cubierta con más enredaderas y flores drogadictas desde las
cuales podíamos ver todo el club. Habían replicado Chester’s un paso más
allá al dividir Elyreum en numerosos sub clubes individualmente temáticos,
escenificados alrededor de una sola pista de baile central que estaba
llena de humanos y Fae girando, moliendo, teniendo sexo.
Esta noche también iba a recibir algo más, una cosa que nunca antes
había notado… o escuchado. Había un bajo y molesto zumbido debajo en
alguna parte. Una especie de estática distractora en mi canal.
¡Oh!
Pero ningún otro humano podía. Santas ilusiones insidiosas, ¡los Fae
habían mejorado en glamour! ¡El Shedon necesitaba saber de esto!
Oh, Dios. ¡No había ningún Fae teniendo sexo con humanos en una
pantalla de televisión!
Atrapadas debajo.
Bajé mi volumen, para ver el club como lo hacían los humanos. Sobre
nosotros, un cielo estrellado centelleaba en el alto techo abovedado, a
nuestro alrededor cuatro cortes decoradas según las estaciones del año.
Era absolutamente encantador, seductor y libre de dolor y totalmente
falso.
—Vamos a matar a cada uno de ellos algún día —dije entre dientes.
—De acuerdo.
Nos pusimos en marcha y empezamos a descender por la escalera
juntos. Antes de que siquiera llegáramos al fondo, cabezas se movieron
bruscamente en nuestra dirección, la conversación se detuvo, y un firme
silencio suspendido cayó sobre el club.
El silencio había caído tan abruptamente, que escaneé los sub clubes,
con la certeza de que los Fae habían matado a sus compañeros humanos.
No lo habían hecho. Los habían inmovilizado de alguna manera.
Como estaban las cosas, éramos el único foco de atención de mil Fae
de la Corte de Invierno, levantándose, aproximándose, acercándose a
nosotros. Desde abajo, desde arriba, detrás de la balaustrada y del
vestíbulo. Surgieron en una brillante y helada ola, moviéndose con una
gracia depredadora e inhumana.
S
i Dancer hubiera vivido.
NO.
Él podría habérselos comido. Pero, aun así, Shaz es el mejor amigo de
un niño. Los niños que no tuvimos lo adorarían completamente, se jactarían
de él ante todos sus amigos, y a Shaz le habría encantado. Y si hubieran
zumbado de un lado a otro, nos hubiéramos mudado a un lugar donde
podríamos haber zumbado junto a ellos y no habríamos temido a nada.
Así que, tal vez, esos adorables niños pequeños con el cabello oscuro
y ondulado de Dancer y hermosos ojos azul celeste nunca fueron una
posibilidad.
—E
ncontrarás —le ronroneó a Ryodan un imponente
hombre Fae de piel pálida con cabello plateado
hasta la cintura, abriéndose camino a través de la
multitud—, que incluso para una abominación como tú, algunos de
nosotros somos mucho más difíciles de matar.
Entrecerré mis ojos, modificando mi evaluación. Más allá del Fae, siete
bestias negras comenzaron a avanzar silenciosamente desde el perímetro
de la habitación.
Habían estado todo el tiempo, tal vez fundidos con una columna
enrejada, camuflados como un mueble. O, más precisamente, mezclados
como camaleones con paredes de hormigón y pantallas LED.
Los Fae pueden sentir sus propias reliquias, la lanza y la espada, si se
acercan lo suficiente, lo cual, dice Mac, tiene que ser a unos tres metros o
menos. Pero no pueden percibir a los Nueve, lo que los convierte en el
enemigo número uno de los Fae. Uno de los Nueve puede acercarse
sigilosamente por detrás y matarlos antes de que siquiera sepan que hay
una amenaza en las proximidades.
Objetivo dos: ella quería la espada, Mac estaba viva. Pero ¿dónde?
Cada Fae en el club estaba mirando más allá de mi hombro, mirando mi
arma ansiosamente.
Fae tras Fae cayeron bajo mi espada. Entonces Ryodan estuvo detrás
de mí y nos movimos en una formación impecable, luchando espalda
contra espalda.
—Maldito infierno, no lo sé. Algo está mal. La perra está perdiendo Fae
a diestra y siniestra y no le importa. Está esperando algo. Hay que
prevenirlo. Ahora.
Tenía que hacer algo con eso antes de que me agarrara de nuevo.
Antes de que lo enviara disparado contra él. No iba a matar a Ryodan. Lo
había hecho dos veces antes y lo odié las dos veces.
Era vasto, pero yo era enorme. Era antiguo, pero yo también lo era.
Era intemporal, pero yo era infinita.
Sentí una gran brisa y volteé cualquiera fuera la cabeza que tuviera al
viento. Un enorme Cazador negro navegaba a mi lado, cabeza
balanceándose suavemente mientras golpeaba las olas, labios hacia atrás
mientras resoplaba suavemente y giraba su gigantesca cabeza para
mirarme fijamente con un solo ojo naranja brillante. ¿Lista?
Yo vuelo.
Veo eso.
Tú también vuelas.
¿Qué estaba diciendo? ¿Que podría quedarme aquí con él, volando
a través del territorio inexplorado más grande de todos? ¿Descubrir los
secretos del cosmos, contemplar sus antiguos misterios?
Pero mi gente. Este no era mi mundo. El mío estaba en peligro una vez
más, y probablemente siempre lo estaría. Mi mundo me necesitaba. Tenía
un trabajo que hacer.
—Dani. —La voz de Ryodan parecía venir desde una gran distancia.
P
ertenecer, etimología: inglés antiguo, "por suceder", "a la
mano", "junto con".
—DANI O’ MALLEY
25
“En qué me he convertido, mi
más dulce amigo”.
—H
ola, Shaz-ma-taz —lo saludé con cansada alegría,
mientras entraba a mi dormitorio y encendía la luz
superior.
Mientras había reunido mis fuerzas, Lor había buscado entre los
escombros, buscando mis zapatos, pero no estaban en ninguna parte, lo
cual me enojó porque amaba esos zapatos. Los había usado una vez. Los
otros habían permanecido en forma de bestia, en caso de que los Fae
decidieran volver para otro ataque, lo cual encontré altamente
improbable. Habían pasado dos años sin una sola amenaza, y habíamos
matado a cientos de ellos, si no más. La posibilidad de muerte es algo que
los Fae evitan como los humanos evitan el ébola. Quería reflexionar sobre
las ramificaciones de nuestras acciones de esta noche, pero en este
momento solo podía pensar en mí.
Lo habría besado más fuerte, más largo, mejor, si hubiera sabido que
esto iba a pasar al anochecer.
Yo, quien en el mejor de los casos nunca había conocido más que
una vaga conexión con el mundo, estaba volviéndome cada vez más des-
conectada, más aislada. Por mi propia piel. Siempre había sido peligrosa.
Ahora era letal al tacto.
—¡Ay!
—P
rimero, Kat —dijo Christian—, un pertinente resumen
de historia. Intenta contener tus preguntas hasta el
final. La línea de tiempo que te estoy dando es
aproximada. Los Fae no están apegados al concepto de tiempo; tienen
una infinidad de este para derrochar. Tuve que conectar retazos y partes
de la historia con algunos puntos de referencia.
»La Canción era todo lo que mantenía a los Fae poderosos. Ellos solos,
poseían esa antigua melodía de vida.
—Pero cuando Mac usó la canción para sanar nuestro mundo, fueron
restaurados —dije con seriedad.
»Los Fae, como bastardos mentirosos que son, fingieron tener mucho
menos poder del que tenían, y rogaron por refugio a los dioses, afirmando
que su mundo había sido destruido por causas ajenas a ellos. Los dioses, sin
percibir amenaza alguna, les dieron a los Fae una justa cantidad de tierra,
y las cosas fueron pacíficas durante un tiempo.
»De la misma manera, los humanos se volvieron contra sus dioses, y los
dioses que permanecían se volvieron contra sus humanos por traicionarlos,
por negarse a escuchar cuando trataban de explicar lo que habían hecho
los Fae. Entonces, el gran y benevolente Fae finalmente intervino para
“rescatar” a los humanos.
»Los dioses se dieron cuenta de que los Fae habían estado ocultando
su verdadero poder todo el tiempo, pero los dioses no pueden penetrar el
glamour de los Fae, y los Fae se reunieron y mataron a la mayoría de las
deidades en nuestro mundo, dejando un disperso puñado de aquellos
demasiado poderosos para matar, o aquellos que idearon formas de eludir
sus garras.
»No tengo idea de cuántos quedan, pero apostaría que unos cientos
más o menos. Esos dioses a los que no pudieron encontrar la manera de
matar; a diferencia de los Fae, no todos los dioses pueden ser asesinados
por dos armas comúnmente conocidas, cada uno tiene una manera única
en la que puede morir y es un secreto bien guardado; los capturaron y
sepultaron en la tierra. Renunciaron a uno de sus talismanes más poderosos
o reliquias Fae para usar como una prisión.
Murmuré:
Asentí.
—Continúa.
Jadeé.
—Sí. El Rey Unseelie hizo una visita a nuestro mundo, y ocultó el Sinsar
Dubh debajo de lo que ahora es la Abadía de Arlington, sobre los dioses
sepultados, y luego creó a las sidhe-seers como su última casta Unseelie,
para servir como sus perros guardianes. Le dio a tu orden el poder de
penetrar el glamour Fae, la capacidad de proteger tu tierra contra Fae, y
varios dones para luchar contra ellos si venían.
—¿Cómo sabes todo esto? —le pregunté. Este era el tipo de historia
que habíamos estado buscando durante mucho tiempo.
—Si son tan peligrosos, ¿por qué los trajiste a nuestro mundo?
—Muchos podrían ser útiles. El conocimiento es poder. También lo es el
poder —dijo secamente—. Una Bruja Carmesí controlable sería una gran
ventaja. No duermo, Kat, estudio. Aprendo sobre mí, sobre la raza Fae. Me
preparo. Los dioses y Fae van a volver a la guerra, y esa batalla bien podría
destruir nuestro mundo. Los dioses quieren erradicar a los humanos, los Fae
quieren esclavizar a los humanos. En cualquier caso, vamos a salir per-
diendo.
Le dije:
—¿Esto qué tiene que ver con Sean? ¿Supongo que se relaciona de
alguna manera?
—Pero ¿no se supone como que sepas qué puedes hacer? —Mi don
era simple, me golpeaba en el rostro cada día. Desde que se cantó la
Canción, se había vuelto aún más potente, pero gracias al tiempo que
pasé con Kasteo, había aprendido cómo hacer y mantener muros,
envolverme con una armadura Kevlar emocional. Cada noche, antes de
dormir, delimitaba el mundo exterior deliberada y cuidadosamente,
creando una bendita fortaleza de silencio para mí, para poder enfrentar el
siguiente día rejuvenecida, fuerte.
—¿Qué es eso? ¿Quién vive allí? —exclamé. Nos había elevado hasta
el norte mientras habíamos hablado, y ahora nos deslizábamos directa-
mente por encima de la línea de demarcación donde el perímetro de su
ennegrecido reino se encontraba de nuevo verde exuberante. Había visto
algo así antes, la abrupta transición donde las Sombras habían devorado
todo a la vista a medida que se habían aproximado a nuestra abadía,
pero se habían detenido por razones desconocidas.
Las cabañas eran día y noche, yin y yang, acurrucadas una junto a la
otra. Muy por debajo de nosotros, una pareja caminaba por el lado
herboso, cerca de la cabaña, tomados de la mano.
—Son Dageus y Chloe. Él vive dentro de mis guardas. Ella vive justo
más allá de ellas. También he colocado jodidas guardas en su cabaña,
pero no le permitiré entrar a mi reino, no sea que la dañe
inadvertidamente.
Pero esa no era la razón por la que se había ido. A veces, a pesar de
la ventana abierta que tengo de las emociones de los demás, puedo ser
ciega y tonta con respecto a las mías.
P
erdí una de mis aves esta mañana.
Desearía tener más tiempo. Tengo una teoría sobre la depresión. Creo
que proviene de cambios en las sustancias químicas en nuestros cerebros
porque el estrés, trauma, y dolor merman nuestro jugo feliz, interrumpen el
delicado y necesario equilibrio y hacen que el mundo se desinfle a nuestro
alrededor, se vuelva espeluznante y monocromático, demasiado pesado
para soportar. Y una vez que estás ahí, con sustancias químicas del
cerebro mermadas y colores planos, estás demasiado deprimido para
luchar por salir. Creo que el ejercicio es una forma de aumentar las
endorfinas, reequilibrar el cerebro, y me pregunto si mi velocidad extrema y
constante movimiento alimentan mi cerebro con jugo feliz puro,
animándome constantemente. Me pregunto si descifro, digamos: la
mezcla correcta de cortisol, 5-HTP11, y Bacopa12, tal vez algunos otros
nootrópicos, más mucha diversión, actividades físicas y un montón de
amabilidad y luz del sol, luego darle a esa gente un feliz año libre de estrés
sin ninguna responsabilidad, tal vez podría cambiar su mundo.
Soplo el cuerno por ellos. Tiro del cable y dejo que suene.
Dijo monótonamente:
—¿Eso crees?
—No era asunto de nadie más que mío. ¿Y cómo es que lo sabes
ahora? —¿Y por qué se lo estaba tomando tan seriamente? Le había
dicho que pensaba que me estaba convirtiendo en uno de esos enorme
dragones a los que Jayne solía disparar todo el tiempo, y yo solía tratar de
matar, especies desconocidas, y él solo había dicho: ¿Eso crees? Era una
teoría absurda. Yo era pequeña. Los cazadores eran enormes. Al menos,
carecía de masa suficiente.
—No fue mí primero —dijo—. Aunque las iniciales son las mismas. Es el
que tomé cuando establecí mi hogar aquí. Cambiamos nuestros nombres
para encajar con el clima, el tiempo. He mantenido este por un tiempo.
—Tú no crees que lo sea. ¿Y por qué no sabía que me conociste antes
de que pensara que nos conocimos?
Su mirada se entrecerró.
»¿Querías reglas? Bien, voy a hacer una. Una de las “nuestras”, lo que
significa que ambos la obedecemos. Revelación total o malditamente no
interfieras en mi vida. Ni siquiera trates de ser parte de esta. ¿No crees —le
lancé sus propias palabras—, que es tiempo de que lo soltemos todo?
Puede que me vaya pronto. Flotando en el espacio. Un Cazador. Puede
que nunca me veas de nuevo. Apuesto a que entonces estarás
arrepentido de que no hablaste conmigo. —No dije: Apuesto a que
entonces estarás arrepentido de que te fuiste por dos años y los
desperdiciaste. Pero quería hacerlo. Excepto que las personas tenían que
querer estar contigo y él claramente no había querido.
Se sacudió y gruñó:
»Los Nueve no tenemos igual —dijo, sus ojos brillando con fuego
carmesí—. Siempre nos contenemos. Una eternidad de ser cuidadosos. No
está en nuestra naturaleza ser restringidas. Especialmente no cuando
follamos.
—No tenía jodida idea de que eso podía pasar —gruñó—. Si hubiera
sabido que tu mano se había vuelto negra, hubiera factorizado eso en mi
eje de teorías sobre ti, y sacado conclusiones antes. Podría haber afectado
ms acciones, podría haberlas cambiado. Ocultaste una pieza de informa-
ción crítica. —Estaba enojado por eso, y ni siquiera estaba tratando de
esconderlo, su rostro ya no era frio y compuesto, sino salvaje, los colmillos
distendidos.
—Sigue tu consejo. Estás mostrando tus colmillos. —Pero cerré mis ojos
y me tomé un momento para centrarme. Luego mis ojos se abrieron rápido
y dije—: ¿Qué demonios, Ryodan? ¿Y si de verdad me convierto en un
Cazador? —Mi voz se quebró en la última palabra, dolor envolviéndola.
¿Era una de esas personas que nunca llegaban a pertenecer? ¿En este
mundo, pero no de este? ¿Nunca, ni una vez realmente parte?
Irritablemente, dije:
—Me gustaría creer eso. Pero tal vez algunas personas están
destinadas a cosas más grandes. Y, de acuerdo contigo, no me extrañaste
para nada en los últimos dos años. Difícilmente te veo extrañándome
ahora, si te conviertes en algo incluso menos humano.
—Tal vez no sea inevitable. Tal vez pueda hacer que desaparezca.
—Ignoré sus otros comentarios. Aún no sabía a dónde se había ido ni por
qué. Y nunca le iba a decir una sola cosa que hubiera extrañado de él
hasta que me lo dijera.
—Tal vez. El tiempo lo dirá. Mientras tanto, una vez más, tenemos un
mundo que salvar. Tal vez necesitaremos a un Cazador para salvarlo.
E
l castillo de Christian era… atmosférico, por decir lo menos.
El océano hacía espuma más allá, chocando contra las rocas de más
abajo. Toda la finca era un estudio de enojadas tejas de pizarra, melan-
cólicos grises, y oscuras sombras llenas de tensión, rotas solamente por el
débil rayo intermitente parpadeando en lo alto.
—¿Por qué es tan frío y sombrío aquí? —Tuve que hablar en voz alta
para ser escuchada sobre el viento—. ¿Es debido a ti?
Respiré profundamente.
—¿A dónde?
Hice una pausa para recuperar el aliento antes de terminar las últimas
rondas de la escalera de piedra en forma de caracol. Sean se había
retirado a la parte en ruinas del castillo, la torre más lejana donde, según
me dijo Christian, se había acostumbrado a asomarse, una sombría y
melancólica sombra, mirando hacia el mar.
Dos largos años más cambios habían pasado desde la última vez que
lo había visto.
Hice otra pausa y cerré los ojos cuando las palabras de Ryodan de
mucho tiempo atrás flotaron en mi mente. Palabras a la que no había
hecho caso, y repentinamente estaba de vuelta en su oficina de cristal,
mirando a Sean, y Ryodan estaba diciendo: Si no le dices a Sean que
Cruce te está follando mientras duermes, destruirá lo que tienes con él más
ciertamente de lo que podría cualquier otro trabajo en mi club. Ese, allí
abajo, había señalado a Sean sirviendo un trago a una bonita Seelie casi
desnuda, es un bache en el camino, una prueba de tentación y fidelidad.
Si tu Sean te ama, la pasará volando. Cruce es una prueba para tu jodida
alma.
También había dicho: Tu dios puede amar a las almas gemelas, pero
el hombre no. Cada pareja es vulnerable, particularmente si son lo
suficientemente tontos como para dejar que el mundo vea cuán brillantes
y felices son. Su riesgo aumenta diez veces durante tiempos de guerra. Hay
dos cursos que puede trazar una pareja en tales circunstancias: Ir al interior
del campo y ocultarse lo más lejos posible de la humanidad, esperando
como el infierno que nadie los encuentre. Porque el mundo los separará. O
hundirse hasta sus cuellos en el hedor y suciedad y corrupción de sus
existencias destrozadas por la guerra. Ver las cosas por lo que son. Dejar
caer sus vendas y elevar la alcantarilla hasta el nivel de ojos; admitir que
estás nadando en mierda. Si no reconoces el bamboleo del desagüe
bajando hacia ti, no puedes esquivarlo. Tienen que enfrentar todos los
desafíos juntos. Porque el mundo los destrozará.
Sabía por qué estaba enojado Sean. Sabía por qué estaba
amargado. Conocemos cada gesto, cada contracción, dolor, miedo,
esperanza y sueño del otro. Un engaño vivió y respiró entre nosotros y
había adquirido una vida propia oscura y rapaz. Si tenía alguna esperanza
de ayudarlo a convertirse en el hombre que creía que podía ser, no era el
único que necesitaba enfrentar a sus demonios hoy.
—¿Por qué has venido, Kat? —dijo Sean en voz baja, enojada, sin
volverse.
—No te creo.
Dejé escapar una ráfaga de palabras porque sabía que nunca las
sacaría de otra manera esa verdad, esa terrible y divisiva verdad que me
había estado comiendo viva por dentro, y había cortado los lazos que nos
unían.
—Oh, no, ¡Sean! Estaba embarazada antes de eso. ¿No hiciste las
matemáticas?
—Si te debilitas, seré fuerte —dije entre lágrimas. Era la primera línea
de la promesa que habíamos hecho cuando éramos jóvenes, el día en
que habíamos huido a Paradise Point junto al faro, vestidos como si fuera el
día de nuestra boda, tuvimos nuestra propia ceremonia, prometiendo
nuestros corazones y almas juntos. Demasiada pasión ardiendo. Ternura
estallando. Siempre hemos sido tiernos el uno con el otro. Y esa pasión que
compartimos fue rica y buena y fuerte. Hasta que un príncipe Fae la hubo
destrozado con lujuria alimentada por ilusión. Y me hizo comparar. Nunca
compares. En el momento en que lo haces, destruyes los dones que
posees, y tus dones son preciosos—. Déjame ser fuerte por ti ahora.
Giró entonces, me dio la espalda, y se volvió para mirar el tormentoso
mar embravecido.
—Le dices eso a la mujer que fue violada por alguien como tú, y voló
aquí con otro como tú. Sé exactamente lo que eres. Mi Sean, en
problemas. Pero no solo. Nunca solo de nuevo.
Christian tenía un clan que lo amaba, que había luchado por él,
luchado junto a él. Sean no tenía a nadie. Toda su familia estaba muerta, y
yo había permitido que escapara, a la oscuridad. Lo que había jurado que
nunca haría. ¿Cuándo había dejado de creer en nosotros? Sabía la
respuesta a eso: Cuando había comenzado a construir una muralla de
vergüenza y mentiras entre nosotros. Cuando Ryodan me había advertido
que estábamos en peligro.
—Pelea por tus limitaciones, tú las haces tuyas. Juntos, vamos a pelear
por tus posibilidades. Es completamente posible que Rae sea tu hija. Si
todavía quieres esa prueba de paternidad… —Eso podría darme un punto
de apoyo, hacer que vuelva al mundo otra vez. Y tal vez la prueba sería
positiva para Sean, y tal vez no sería concluyente si era de Cruce. Quizás lo
que fuera que pasara como ADN de Fae no se registraba. Y no
concluyente no era tan preocupante. Los corazones humanos son
divertidos de esa manera. Nos permitimos creer mentiras piadosas. Pero
esta sería su elección esta vez, no la mía en ocultarle la verdad.
A
lgunos días Dublín es tan hermoso que me mata, y esta
mañana era uno de esos días, mientras Ryodan y yo nos
apresurábamos por las calles adoquinadas hacia Barrons
Libros y Curiosidades.
—No tengo nada —le dije a Ryodan unos minutos más tarde, cuando
nos encontramos en el lugar donde una vez había estado la majestuosa
entrada principal.
—Solo ven.
—No estoy tan seguro de eso. —Me estaba jalando tan rápidamente
que apenas tuve tiempo de registrar hacia dónde nos estábamos
dirigiendo, pero lo hice y me detuve inmediatamente.
—Oh, no, ¡infiernos no! No voy a perder tiempo de nuevo. —Mi ciudad
me necesitaba ahora, no meses o años después. Shazam me necesitaba.
Mac. No podía esperar para hablar con ella. Tenía tanto que contarle,
tanto que preguntarle.
—No lo tengo. Esa fue idea de Mac. Al menos no es rosado esta vez.
Cristo, de todas las cosas que pensaste, esa nunca fue una opción.
¿Qué estás haciendo aquí? Ella no llamó a SESM, o lo habría sabido. No
deberías estar aquí.
Lo sé.
¿Cómo volviste?
—¡No la abras!
—Irrelevante.
—Demasiado tiempo.
—Ve. Me quedaré.
No tenía ni idea de qué estaban hablando una vez más, pero estuve
de acuerdo silenciosamente. Tiempo insuficiente con Dancer. Ahora,
tiempo insuficiente con Ryodan antes de que mi cuerpo se hubiera vuelto
letal al toque.
Los celtas eran conocidos por no escribir las cosas, la nuestra era una
antigua tradición oral.
Oh sí, eliminemos ese monumento a lo que sea que hicimos que era
terrible, para que pueda mordernos el trasero en el futuro. Se recoge lo
que se siembra, si eres suficientemente estúpido para permitirlo. Es por eso
que recuerdo cada una de las cosas que he hecho, me miro al espejo y
encuentro esos ojos que la han jodido, plenamente consciente de mis
errores, porque el día que me permita olvidarlos es el día que puede que
vuelva a cometerlos de nuevo.
Duh.
Dios, Mac me dijo que Barrons se enojaba cuando te metías con sus
cosas.
—Bien deberías saber que también agarré tu motocicleta y Land
Rover, antes que desapareciera el garaje —le informé, solo para dejar las
cosas claras entre nosotros.
—¿Qué es?
Inclinó su cabeza.
Asentí.
Hola Mega.
—Hola, Dancer —susurré.
Te amo.
—También te amo.
En fin, imprimí el mito para ti, en caso de que el mundo quede fuera
de línea, pero en resumen, los japoneses creen que nuestras relaciones
están predestinadas por los dioses, quienes atan los dedos meñiques de
aquellos que se supone que se encuentren en la vida. Las personas
conectadas por hilos rojos tendrán un profundo impacto entre sí, un
impacto que cambia tu vida, que le da forma a tu alma. Harán historia
juntos. Aunque esos hilos puedan enredarse, anudarse, y enmarañarse, son
irrompibles. (Por otro lado, creo que es mejor no tomar por sentado la parte
de “irrompible”. La elección es primordial. Los hilos rojos son sagrados. Se
gentil con ellos). (Por otro lado de nuevo, esos hilos rojos salen de nuestros
meñiques porque la arteria ulnar corre desde el corazón hacia el dedo
pequeño y esos hilos están ahí para mantener nuestros corazones
conectados, a través del espacio y tiempo).
Se sobre la jaula (la odié por eso más de lo que puedes saber), los
asesinatos en los que fuiste engañada para realizalos (también odio a
Rowena), las terribles injusticias que sufriste.
Aun así, saliste de ello con un corazón tan puro que me quita el
aliento. Si pudiera, te habría salvado miles de veces. Habría sido tu
caballero en brillante armadura. Habría asesinado dragones, te habría
rescatado, habría peleado guerras por ti.
A veces pienso que no conseguimos ver nuestros hilos rojos por una
docena o más vidas. Espero que otras veces tengamos cientos de vidas
juntos, consecutivamente. No puedo esperar por la oportunidad de
amarte de nuevo.
Dancer
30
“Todas esas cosas me hicieron
lo que soy”.
C
uando decido encerrar algo, no fallo.
Lo hice ahora.
Shazam también es uno de mis hilos. Creo que Kat también puede
serlo. Tenemos cosas que aprender la una de la otra; ella con su enorme
empatía y yo con mis formidables muros.
Rowena fue un desagradable gran hilo, pero no uno rojo. Creo que la
gente puede invadir tu vida y enredarse a tu alrededor, una soga negra, y
si juntas crean demasiado karma malo, tal vez se conviertan en uno de tus
hilos rojos en una próxima vida, y para siempre, hasta que consigues lo que
sea que se supone que aprendas de tu implicación con ellos… estas
personas que fuerzan su camino y destrozan tu mundo. Tal vez sea una
lección en algún tipo de perdón cósmico.
Reconozco agujeros de conejo cuando los veo. Ese era uno grande e
interminable.
No era Fae.
—Muéstrate —gruñí.
Hay reglas en este mundo que solo las aprendes al violarlas. Con
algunas cosas nunca puedes hablar, como el Fear Dorcha, que puede
robar un trozo de tu cuerpo si eres ese tipo de tonto. El bastardo tomó mi
boca una vez, me dejó incapaz de decirle al mundo las muchas cosas
brillantes que tenía que decir. Mac me salvó de él.
Un ejército.
De humanos.
¡Esta cosa se había estado llevando a mis adultos! Este era el “él” en el
otro lado de esos estrechos espejos negros, oliendo a humo de madera y
sangre. Pero más, mucho más. Había estado eliminando humanos por
toda Europa Occidental, creciendo su poder, persiguiendo su oscura
agenda, que era… oh, santo infierno… ¡la destrucción de toda la raza
humana!
Se arrancó salvajemente.
¿Quién eres?
Balor.
Era un lugar para empezar. Instantáneamente, abracé la oscuridad
del Cazador dentro, la animé a explotar dentro de mí, choqué en mi
cerebro, volví a mi corazón, luego levanté ambas manos y las arrojé hacia
él.
Pero.
Mi gente.
Mi fuerza fue diezmada, tanto por el tira y afloja de mi alma como por
el asombroso alto voltaje todavía brillando bajo mi piel.
R
owena estuvo en mi vida mucho antes de que la conociera
a los ocho años.
Su plan funcionó.
Me quebré.
Más tarde, cuando descubrí todo lo que ella nos había hecho, tuve
ese sueño de nuevo.
Pero había una razón más profunda que me dio una pausa.
Volando.
NACIENTE
A
lo que la oruga le llama el fin del mundo
—RICHARD BACH
31
“Vivir sin tu luz solar, amar sin
el latido de tu corazón”.
D
esperté en ese raro, suave y concentrado humor que me dijo
o que estaba bajo ataque o Ryodan me había hechizado
hacia un reparador sueño de nuevo. Dados mis fragmentados
recuerdos, era lo último.
Tortura.
Y jadeé.
Tiré de mis jeans, dejé caer mi camiseta, luego miré mi reflejo, ojos
encontrándose con ojos, diciéndome lo que siempre me he dicho: es lo
que es. Encuentra el lado positivo. Echa esa cabeza hacia atrás y explota
de risa. Es solo otra aventura. Recíbela, domínala.
La cosa que había odiado más de estar enjaulada fue ser alejada del
mundo, ser aislada de este. Había tenido hambre de MAYOR y AFUERA
porque, en el fondo, había tenido los mismos sueños que todos los demás,
solo que del tamaño de superhéroe. Había sido criada por esos sueños,
desplegándose en la televisión frente a mi solitaria, inamovible e
intensamente impresionable mirada. Un día yo también tendría amigos, un
lugar al cual pertenecer. Tendría citas, quizás incluso iría a la universidad.
Bailaría. Me enamoraría de la manera en que lo hice con Dancer. Quizás
me enamoraría de nuevo. Así era la forma en que funcionaba en esos
programas.
No.
Veintidós años. Eso fue todo lo que había obtenido y, santo infierno,
habían sido locos. Enjaulada, perdida, fracturada, pronto ni siquiera sería
humana en absoluto.
Por alguna razón, en mi mente, Ryodan y yo siempre habíamos sido
una conclusión inevitable. Así como Dancer era mío, él también. Siempre
fue solo una cuestión de tiempo. O eso había creído. Algunas mujeres
recibían un gran amor en sus vidas. Yo había conseguido dos al mismo
tiempo, totalmente diferentes, pero ambos míos. Lo había sabido incluso
entonces. El corazón defectuoso de Dancer había hecho mi elección más
fácil. Honestamente, no sé qué habría hecho si él hubiera vivido una larga
vida. Siempre he estado dividida entre los dos. Y a pesar de que había
trabajado duro para ocultarlo, Dancer lo había visto. Descubierto mi
mentira. Me había amado de todos modos. Eso había tomado enorme
coraje. Amar a alguien que sabías que también quería a otra persona,
pero que, por alguna razón, te había elegido. No puedo decir que sería
capaz de eso. No creo que mi corazón sea tan puro.
Gruñó:
—Tonterías. —Puse mis manos a mis costados y cerré mis piernas para
evitar abalanzarme sobre él.
Bestia.
Hombre.
Gruñó:
Pasó junto a mí, hacia el baño, y salió con una toalla alrededor de la
cintura, quitándose parte de una manga del brazo.
—Después de eso. Maldita sea, Dani, ¿qué dije justo antes de irme? Sé
que lo escuchaste. Sé cuán aguda es tu audición.
Cerré mis ojos. Había dicho, hasta el día en que estés dispuesta a
quedarte.
—¡Tampoco me llamaste!
—Por el amor de Dios, debido a esa marca, siento tus emociones. Las
sentí esa noche en el cementerio. Puede que no hubieras querido que me
fuera, pero no era porque quisieras que me quedara. Querías que me
sentara, esperando continuamente, sin hacer nada, todo por la leve
posibilidad de que Dani O’Malley decidiera que quería verme. Maldita-
mente dije eso. Estuve allí cuatro malditos meses y tú nunca. Ni una vez.
Viniste. Vine a buscarte una docena de veces, pero no podías alejarte de
mí lo suficientemente rápido. Sé exactamente lo que sentiste esa noche en
el cementerio, sentí cada parte de ello. Ira de que me iba, dolor de que no
te dijera por cuánto tiempo. Pero más que nada, más intensamente que
todo el resto, sentiste alivio. ¡Estabas jodidamente aliviada de verme partir!
Apreté mis manos con tanta fuerza, mis uñas se clavaron en mi carne
helada a través de mis guantes.
Jadeé:
—Me lo comí.
Lo miré fijamente.
Protesté:
Me sonrojé.
—Oh, Dios, ¡podías sentirme cuando tuve sexo con Dancer! Así es
como supiste que no debería vibrar sobre él. ¿Podías vernos?
Sí, lo era. Sin importar cómo quisiera hilarlo. Porque amaba a Dancer,
a pesar de sus propios deseos, había estado dispuesto a hacerlo inmortal
por mí. Quería agradecerle. Le agradecería. Pero aún no había terminado.
Había desaparecido, luego aparecido en mi puerta, casi muerto de
hambre, y quería saber dónde había estado y qué le había pasado. No
más secretos. Seríamos, al menos, amigos, por Dios, quería algo con este
hombre y la amistad exige verdad. Además, no podía soportar pensar en
él ahí afuera, ni una sola vez llamando ni enviando mensajes de texto. Eso
era una mierda. No había excusas.
—De acuerdo.
Sabía eso. Con mi cabeza. Pero mi corazón había sentido una culpa
tan enorme y aplastante, no había sabido qué hacer con ello. Había
estado fuera de control desde ese momento. Cada vez que había pasado
frente a Chester’s, diciéndome que solo lo estaba comprobando, era todo
lo que podía hacer para no acechar esa puerta y continuar donde había
quedado nuestro último beso, cuando me había besado como si fuera las
tantas cosas complicadas que soy, cuando me había mostrado cuán
completamente me entendía. Había querido olvidar mi dolor, pero de
cualquier forma en que lo mirara era equivalente a olvidar a Dancer y yo
era de las que recordaba a las personas que morían, maldita sea. Eso era
lo que hacía. Notaba a la gente invisible. Sabía lo que se sentía ser una.
Solía pensar que moriría en mi jaula y nadie nunca sabría siquiera que una
vez estuve allí. Simplemente me desvanecería, desconocida, sin pena,
olvidada. A veces, hacia el final, me había preguntado si ella había estado
tratando de matarme de hambre.
—¿Qué? —exploté.
—Caminaste sobre mí una vez, sintiéndote perdida. Traté de enviarte
un pensamiento, pero para entonces el dolor era tan intenso, el hambre
era tan consumidora, no estoy seguro de que llegara. Era o que Barrons me
encarcelara en una jaula hechizada de la cual no pudiera escapar,
donde una vez había contenido a su hijo, o cortar mi marca de ti, y
arriesgarme a que te perdieras. Si me hubieras llamado, Barrons me habría
liberado. Si hubieras usado SESM, habría pasado por alto los hechizos que
me retenían.
—Precisamente.
P
ara un novedoso cambio, Gustaine estaba feliz de ser
pequeño y discreto.
Gustaine tenía poco respeto por aquellos que reaccionaban con ego
y emoción sobre la planificación a largo plazo para la supervivencia, iba
contra su naturaleza cucaracha. La supervivencia era primordial.
Paciencia, movimientos sutiles de ajedrez, y aún más paciencia, éxito
garantizado. Por eso había prometido lealtad al que se llamaba Ryodan
durante todo el tiempo que lo hizo. De sus muchas alianzas en el tiempo,
era esa bestia fría y calculadora la que le había ordenado su respeto. Al
igual que la cucaracha, el hombre bestia perduraría.
El Príncipe Faerie fue una vez el segundo más cercano, pero Cruce
mintió y el letal icefire que le había impuesto a Gustaine con la plantación
en la abadía había dañado muchas de sus partes individuales. Una sola
mente controlaba su colmena de cuerpos, y Gustaine contaba cada
parte incremental de sí mismo como preciosa. Sintió el dolor de todos ellos.
Cientos de sus cuerpos lucían cicatrices permanentes de esa batalla,
habían quedado cojos, lisiados, como lo estaba ahora Balor.
—¿Por qué crees que hice mi campamento aquí de todos los lugares?
Los beneficios fueron innumerables. Ya tengo algo que le importa
profundamente, y cuando a los humanos les importa, los humanos caen.
—Giró en un remolino de largas túnicas negras y gruñó—: AOZ, reúne a los
otros dioses y tráelos aquí ahora. Ya es hora de que llueva el infierno en
este mundo.
33
“Quieres tocarme allí,
donde…”
M
ás tarde, Ryodan y yo nos reunimos con Kat y el Shedon en
una auténtica sala de conferencias debajo de Chester’s que
estaba decorada con la misma pulcra combinación de
músculo y elegancia que el resto de su club. Por husmear sus archivos
mientras se había ido, supe que tenía vastas sociedades comerciales, e
imaginé que tenía reuniones aquí, prefiriendo mantener sus negocios en
privado. No podía imaginarlo entrando a un banco o la oficina de un
abogado.
Parte del club nocturno estaba abierta de nuevo, ya que Elyreum era
una pila de escombros, y podía sentir el poderoso bajo zumbando bajo mis
botas mientras golpeaba mis dedos irritantemente al ritmo de Quieres
Tocarme de Joan Jett y los Blackhearts. Claramente, alguien dejó a Lor a
cargo de la música. Claramente, alguien necesitaba sacarlo de los años
ochenta antes de ahuyentar a la clientela. Claramente, podrían elegir una
canción mejor que una sobre personas que quieren ser tocadas. Mi única
opción ahora mismo era un pinchazo de Pillsbury Dough Boy en el
estómago.
—No solo todo eso es irrelevante porque es lo que es, sino que
también es posible —dije secamente—, que solo me volveré negra sólida y
jamás me convertiré en nada más. —Dudaba eso. Pero estaba harta de
hablar de mí. Estaba harta de pensar en mí—. Llamamos esta reunión para
discutir sobre Balor, no sobre mí —les recordé, rascándome el brazo a
través de mi guante. Ya no era helada al tacto, pero estaba teniendo
esporádicas y aleatorias ráfagas de picazón bajo mi piel, como si mis
células estuvieran haciendo algo que preferiría que no hicieran.
—Escucha esto —dijo Decla, leyendo en voz alta—. “Balor: rey de los
Fomorianos, a menudo descrito como un gigante con un gran ojo que
siembra la destrucción cuando lo abre. Se dice que cuando niño, Balor se
quedó mirando un caldero venenoso, o un hechizo de muerte siendo
preparado por druidas, y los vapores le hicieron crecer un ojo enorme y
tóxico. Eventualmente, fue asesinado por Lugh, en la batalla entre Fae y
Fomorianos por el dominio de Irlanda”.
—No creo que fuera eso, o eso es simplemente una ventaja adicional
para él —dije—. Su rostro estaba gravemente marcado debajo de la
máscara, pero el resto era atractivo. Hermoso, incluso. Tengo la impresión
de que es vanidoso, egoísta.
Kat dijo:
—Esas mismas leyendas dicen que Balor está muerto —señaló Kat—.
Lo cual parece implicar que no sirven.
—Los mitos dicen que Lugh usó una resortera para sacar el ojo de
Balor con una piedra —dijo Decla.
—Puede que haya una solución más simple —les dije, echando un
vistazo a Ryodan—. ¿Puedes matar a un dios? —Los Nueve podían matar a
Fae sin esfuerzo. Una vez había visto a Jericho Barrons arrancar al
psicopático Sinsar Dubh de dentro del cuerpo de una Princesa Unseelie y
arrojarlo. No estaba segura de que hubiera algo que no pudieran matar.
Se encogió de hombros.
Había estado de pie justo allí cuando los dioses obtuvieron la fuerza
suficiente para escapar de sus tumbas, meses después de que la Canción
hubiera sido cantada. Lo había visto suceder, sin tener idea de qué eran.
Kat dijo:
—Ni una maldita cosa. Podría estar en cualquier parte. Pero sus
secuaces, Callum y Alfie, dijeron que los quería en Dublín por alguna razón
y que no se les permitiría mudarse a otra ubicación. Me dio la impresión de
que había decenas de miles de personas, tal vez cien mil o más, todas
reunidas en el mismo lugar. No es fácil esconder un ejército de ese
tamaño.
Dije:
—Dani, no te dije esto porque sabía que estabas muy ocupada, pero
una docena de nuestras Adeptas desaparecieron el sábado pasado. Por
lo que dijo Christian, es razonable suponer que Balor las tiene como perros
guardianes Fae. Dos personas, contra el dios que describiste, más un
ejército de innumerables humanos controlados por él, no serán suficientes.
Nuestras hermanas están allí. Quiero a todas en el terreno para esta misión.
Ella suspiró.
—Siempre salvas a todos los demás —dijo Kat en voz baja—. Déjanos
salvar lo que podamos de ti esta vez.
—El amor es lo único que nunca has entendido —dijo en voz baja—,
porque no lo tuviste. No necesitas salvar el mundo para hacernos amarte,
Dani. Ya lo hacemos.
La mayor inseguridad de “Mega”: tengo que ser Mega; tengo que ser
un superhéroe para ser amada.
Con las manos en puños, dio dos pasos hacia adelante, luego se
detuvo bruscamente. Ambos sabíamos que no podía tocarme.
Intrépido lo era.
No fue bonito.
¿Por qué ella no viene por mí? ¿Por qué no me salva? Un grito
angustiado. El chasquido de hueso rompiéndose.
Ella nunca vino a buscarme porque murió. Barrons dice que falleció
pacíficamente en su sueño por un corazón roto, que perder tanto a su
esposo como a su hijo fue más de lo que podía soportar. Sé más. Una mujer
desprotegida por un hombre en ese entonces era una presa. Sospecho
que esos mismos amigos que estuvieron con ella ese día cayeron más
tarde y la mataron, apoderándose de nuestras tierras, y Barrons apenas
escapó con vida. Juró que me recuperaría. Y lo hizo. Pero ese es un cuento
para otro momento, Dani. Nuestro tiempo podría ser corto.
—No tengo idea. Puedo, sin embargo, tocar a un Cazador sin ningún
problema. —Me destelló una sonrisa lobuna—. Al menos entonces podré
montarte mujer, en el sentido de la maldita palabra.
—Por el amor de Dios, Dani, deja salir tu sentido del humor. Es una de
las cosas que más extrañé de ti. Hablando de eso, en cualquier momento
puedes empezar a contarme qué extrañaste más sobre mí. Por lo que
entiendo, si te conviertes en un Cazador, serás inmortal. Esa es una ventaja.
No me quejo. Esa es la actuación de Barrons. Nunca tuya y mía.
Resoplé.
Se rio.
Dijo suavemente:
T
rabajé toda la noche en el tatuaje de Ryodan, compitiendo
contra el reloj, preocupada de que —dada la imprevisibilidad de
mi vida— podría suceder algo que me impidiera terminar la
marca antes de que me convirtiera en lo que fuera que me estuviera
convirtiendo. Dudaba que las enormes garras de un Cazador fueran
capaces de la destreza necesaria para tatuar esmeradamente el delicado
hechizo de varias capas en su piel.
Más tarde esa mañana, cuando tatuaba las últimas líneas del tatuaje,
inhalé bruscamente. Sentí una conexión instantánea, sutil, pero penetrante
hacia él que no podía comenzar a expresar en palabras, una conciencia
omnipresente de él a nivel celular.
Cuidado… ¿segura que quieres saber eso? Una risa suave rodó en mi
mente.
—Solo esas reglas que elaboro y hago cumplir. Es una batalla eterna.
Generalmente, gano. —Me destelló una sonrisa salvaje y feroz—. Pero hay
momentos, como la guerra, en los que libero a la bestia.
—¿Y?
—Es hermoso. —Una vez más, no dijo nada su mirada plateada. Eso es
todo lo que obtienes.
—Ignóralo —gruñó.
Era de Roisin. Hice una mueca. Con todo lo que había estado
sucediendo en mi vida, no había regresado para ver cómo estaba.
Te llamaré
π
Estuve complacida de escuchar el sonido de múltiples cerrojos
deslizándose cuando le envié un mensaje de texto a Roisin para hacerle
saber que estábamos parados afuera de su apartamento, que había
traído compañía y que se preparara: lucía un poco diferente.
Parpadeé.
—¿A un espejo?
Suena como si así fuera. ¿Cómo lo había logrado esta pequeña mujer
sin magia aparente? A Roisin, le dije:
—Cuéntame todo.
Pero su secuestro había tomado un giro más oscuro que el mío. Los
hombres que los habían recogido habían sido sádicos, violando y
torturando a sus cautivos. Habían roto las piernas de su padre y habían
golpeado brutalmente a su hermano mientras ella yacía impotente, siendo
violada una y otra vez.
Me encogí de hombros.
Le fruncí el ceño.
Oh, Dios, ¿cómo abandonas a las personas que amas de esa manera;
pero cómo te quedas? No tiene sentido quedarse. O uno de ustedes vive o
todos mueren. Es una decisión horrible con repercusiones dolorosas de
cualquier manera.
—¡Han pasado seis días! —gritó Roisin—. ¡Quién sabe qué les ha
pasado en este tiempo!
Asentí.
—¿Cómo escapaste?
Sonreí débilmente.
—Tengo algunos talentos únicos. De vuelta a la caverna, cuéntanos
más.
Suspiró.
—Era como esas cuevas debajo del Burren, pero podía ver túneles
disparándose en todas direcciones. Me dio la impresión de que estábamos
en las profundidades de la tierra. —Sacudió su cabeza—. No, eso no es del
todo correcto, lucían más como… pasillos que habían sido tallados mucho
tiempo atrás. Altos, hechos de bloques de piedra, con altos arcos
redondeados. Había fogatas en la caverna principal y cientos de
antorchas de aspecto antiguo clavados en las paredes por todos lados,
desapare-ciendo por los pasillos.
Asintió de nuevo.
No le dije que temía que no hubiera nada que pudiéramos hacer por
ellos una vez que lo hiciéramos. La sensación que había percibido de Balor
era que una vez que perdías tu alma, era un trato hecho. Las almas no
eran encurtidos que pudieran ser conservados en un frasco. Especialmente
no tan brutalmente como él había intentado sacar la mía de mi cuerpo.
Luego estaba toda la faceta de aniquilación de personalidad una vez que
los tuviera. Él se había sentido como un masivo mezclador de pulpa,
rompiendo almas en nutrientes fundamentales para alimentarse como si los
humanos fueran su polvo de proteína.
Asentí.
Jodidamente lo sentiste.
Vamos a tener que hacer algunas otras reglas, dije ligeramente. Una
de ellas es que no puedes hacerme responsable por mis sentimientos si no
los expreso. Lo que había recogido era mi inquebrantable sentido de
inevitabilidad. Como si este día, lo que fuera que estuviera a punto de
suceder, hubiera estado dirigido a mí, tratando de colisionar conmigo
durante un largo tiempo, y era… bueno, no creo en el destino, pero sí creo
en acciones y reacciones. Años atrás, había hecho una acción. Las
repercusiones de ello me estaban cayendo como un huracán categoría
cinco cuyo curso no podía ser alterado.
B
alor ya había tomado la abadía cuando llegamos allí.
El césped estaba lleno de casi mil sidhe-seers que luchaban con diez
veces ese número de zombis de Balor, cortando y atravesando la multitud.
Era horrible, humanas luchando con humanos con los ojos en blanco, y
sabía que cada sidhe-seer estaba luchando contra sus propios instintos
innatos para hacerlo. Estamos programadas para matar Fae y proteger a
los humanos. Sin embargo, estos humanos eran máquinas de matar
estrecha-mente controladas que Balor nos había lanzado con instrucciones
de destruir.
El mismo Balor estaba en el jardín —maldito infierno, ¡era enorme! Más
de seis metros de altura, vestido con ondulante negro— avanzando a
través de la multitud, máscara colgada de su cabeza, ese terrible y
enorme ojo revelado mientras se inclinaba, agarraba a las sidhe-seers en el
aire por un brazo como si fueran muñecas, se bebía sus almas y luego los
arrojaba al suelo como juguetes rotos.
Lo prometiste.
E
strellas.
Ahora no. Flexioné mi mano y miré hacia abajo. Tenía una especie de
pezuña con garras negras. Estaba humeando como hielo seco, dejando
un rastro de brillante escarcha a mi paso. Eché un vistazo sobre mi hombro
y me quedé simplemente mirando por un largo momento.
Era un Cazador.
Dicen que lidiamos con la muerte por etapas. Siempre pensé que
reiría a carcajadas y me sumergiría en esta sin temores, pero ahora me
sentía terriblemente normal por primera vez en mi vida, mientras me movía
instantáneamente a la negación.
»¡Por favor! Solo necesito ver a Ryodan una vez más, ¡y necesito
contarle a Shazam lo que sucedió! ¡No estoy lista!
»¿Cómo lo sabes?
Te he estado observando.
Volví mi cabeza (¡de dragón!) y escrudiñé su ardiente mirada anaran-
jada.
»¿Por qué?
Durante los últimos dos años cando había estado tan sola, me habría
sumergido de lleno en la transición.
»¿A ti te apuñalé?
Pero ¡mi gente! Miré hacia abajo a través del espacio, viendo
solamente lunas y mundos desconocidos. Ninguna señal de la Tierra. No
tenía idea de dónde estaba, ningún concepto real de arriba o abajo. Era
desorientador en extremo.
»Quieres decir que puedo volver y vivir entre ellos como un Cazador
—clarifiqué. Tenía todas las intenciones de hacerlo.
También puedes vivir con ellos como una humana. La mitad del
tiempo.
Los seres queridos mueren. Planetas mueren. Esto es hogar. Todo está
aquí. Somos nochevientovuelaaltolibre. No hay lugar más majestuoso, no
hay mayor libertad a ser encontrada que entre las estrellas. Ansías libertad.
Probé tu mente cuando me apuñalaste. Ya eras una de nosotros, sueños
altísimos, nada de límites. Desprecias los límites. Nosotros no tenemos
ninguno.
No estuve escuchando mucho más allá de que podría ser humana de
nuevo.
Maldición. ¡La bestia de Ryodan no era tan buena como la mía! Podía
sentir mis labios de Cazador estirándose en una sonrisa mientras
resplandecía radiantemente. Era ruda, la súper heroína más increíble que
podía posiblemente ser. Si hubiera sabido que meterme en esto era lo que
me estaba esperando, lo habría abrazado antes.
»Después de eso.
Antes de ser elegido para esto por un gran dragón volando entre las
estrellas, atraído por mis gritos de soledad y anhelo por un hogar, una vez
fui el último Hel-Cat restante en existencia. Los ojos de Y’rill parpadearon
con un resplandor violeta. Mi amada Yi-yi.
37
“Shaz la poderosa bestia
peluda”.
Y
’rill era Shazam
Estaba engañada sin palabras; una rareza extrema para mí. Mientras
estaba allí colgada, mirando fijamente, reproduje mis años con Shazam en
mi mente: su misterio, sus constantes desapariciones, su “otra forma” de la
que no había sabido nada. Sus constantes, cautelosas y evasivas
respuestas a tantas preguntas, la extraña yuxtaposición de extrema
emoción y sabiduría.
»¿Ver qué?
Los hilos que conectan todo. Nosotros los cuidamos. Los sembramos.
Envíale uno de tus mensajes, Yi-yi, y déjalo ir. Tienes todo el tiempo en
el universo. Otros están esperando conocerte. Pocos son elegidos, muchos
menos nacidos. La mayoría lo rechazan. Solo los intrépidos se unen a
nosotros aquí.
Lánzala.
Asintió.
»Te refieres excepto por el rayo. —Me gustaban mis rayos. Me pregun-
taba si sería capaz de usarlos ahora sin volverme negra.
No el rayo. Eso es parte del proceso de parto. Serás como eras antes
de cambiar.
Apestoso, no obstante.
¿Para qué?
»Para cambiar.
Dije años.
Dije engreídamente:
—Bien, ¿cuántos meses? Vamos, oso Shazzy, rompe otra regla por mí.
Un placer.
C
orro por las escaleras frontales de Chester’s, maravillándome
ante la sensación de tener el cuerpo de una mujer de nuevo,
y por lo mucho que ha logrado Ryodan mientras me fui.
Aun así, me sentía la mujer más afortunada del mundo. ¡Tenía toda
una semana con Ryodan! Después de creer que lo perdería para siempre,
una semana se sentía como una pequeña eternidad para mí.
Habíamos volado a Dublín, aterrizado sobre el edificio que albergaba
mi apartamento, donde ella me había transformado a mi forma humana
(¡doloroso!), luego se reintegró en Shazam. Nos habíamos precipitado
(estaba desnuda; ahora entendía por qué Ryodan siempre tenía ropa
extra guardada en lugares convenientes) hacia mi apartamento, donde
Shazam me destelló una sonrisa maliciosa y murmuró un críptico: Ve con él,
ha estado esperando mucho tiempo, antes de hacerse un ovillo y tomar
una siesta en nuestra cama.
—¿Dani?
Luego Fade y Kasteo están allí con él, los tres mirándome, con una
mezcla de irritación e incredulidad.
Asiento.
A Lor, le digo:
—Solo ve con él, cariño —dice Lor—. Está en su suite. Nunca sale. Pasa
la mayor parte de su tiempo como la bestia. No está comiendo, no está
durmiendo, no está follando, y se está tornando feo aquí.
Hay más en esta habitación. Ira. Furia. Duelo. Está incrustado en cada
objeto demolido, grabado en cada panel, esculpido en cada hendidura
en el piso.
Hizo duelo por mí. Creyó que nunca regresaría. Pero ¿por qué?
De nuevo.
Dios, ¡esto es todo! Está aquí, estoy aquí, mi piel es perfecto marfil,
somos libres para estar juntos, para ser todo lo que siempre he anhelado
ser con él. Sé que soy real; aun así ni siquiera yo puedo casi creer que este
momento ha llegado. Había pasado que nunca sucedería. Que nos había
perdido para siempre.
—¿Me siento como una ilusión? —Mi vestido está levantado casi al
borde de mis muslos. Bajo, suavemente, firmemente, contra él. Está duro.
Está tan jodidamente duro. Y yo estoy tan jodida y dolorosamente viva y
hambrienta de tenerlo dentro de mí. No necesito juegos previos. No esta
vez. Solo necesito hacerlo. Él. Dentro. De. Mí. Una y otra vez. Tal vez la
próxima vez que sea humana nos molestaremos con juegos previos. Tal vez
no soy el tipo de mujer de juego previo.
Digo ligeramente:
—Hazlo de nuevo. Pero soy yo. Puedo ser mujer la mitad del tiempo.
Dragón la otra mitad. Aun así, solo tengo una semana. Y’rill me ayudó a
cambiar para que pudiera volver y decirte que estaba bien, pasar tiempo
contigo hasta que aprenda a transformarme yo misma.
Me inclino hacia adelante, acaricio mis labios con los suyos y mis
manos están en la base de sus pantalones y estoy tan malditamente
mojada, está brillando en mis muslos.
π
Más tarde pongo Hombre Mágico en mi celular y subo el volumen.
Más tarde bailo desnuda para él a la luz del fuego y le digo que sé
que no es un hechizo; pero es cierto que esta mujer-chica-dragón ha
estado esperando por él toda su vida.
Euforia llena sus ojos mientras me lleva al suelo y está sobre mí esta
vez, el bastardo, y me dice algo que archivo, pero no pregunto en ese
momento porque mi boca está ocupada y me gusta que este ocupada
precisamente de esa manera.
Me dice que ha estado esperando por mi mucho más que una vida.
No tengo idea de qué quiere decir. No me importa. Está dentro de mí y
estoy dentro de él y el futuro es vasto y enorme como el cielo estrellado
que ahora es mi hogar la mitad de mi tiempo.
Asintió, gruñendo.
Se ríe.
A los catorce, había jurado que, algún día, sería la mujer haciéndolo
reír, haciendo que la felicidad brillara en su rostro, tan tangible que parecía
que podría atraparla con mis manos. Trazaría los imperiosos y regios planos
sombreados por barba incipiente de su rostro, cerraría mi mano alrededor
de su polla y lo tomaría dentro de mí. Sería la responsable de la tormenta
de lujuria en su mirada pesada, del salvaje retumbar en lo profundo de su
pecho, de los crudos sonidos guturales que hacía cuando se corría, mitad
rugido, mitad risa, un erótico ronroneo.
No fue solo lujuria lo que había sentido esa tarde que lo había
observado follar. Y sí, había sido capaz de sentir lujuria a esa edad, por la
vida, por el sexo que tendría algún día, por chocolate, por estar viva. Estoy
hecha de lujuria. Todos lo estamos. Saboréala. Arde en esta. Nunca te
disculpes por ello.
Creo que mis dos amores son mejores hombres que yo. No puedo
compartir. No puedo ser la segunda mejor. No sé cómo interpretar ese
papel.
—Igual que yo. Tú y yo. Nadie más. Si no estás bien con eso, lárgate
de mi cama —dice, mientras comienza a empujar lentamente dentro de
mí.
—Sospecho que las estrellas siempre tendrán suerte para ti, Dani.
Eso hace que seamos dos. Aunque nunca quiero verlo perder el
control en el mundo real, anhelo despojárselo en la cama.
»Lo tenemos.
—¡Hija de perra!
π
Más tarde, me extiendo encima de él, contemplando los brillantes y
perezosamente saciados ojos plateados.
En efecto. Aun así, algo me está molestando. Necesito saber por qué
pensaba que no iba a regresar, qué hizo Y’rill con mi “mensaje de texto”.
Entonces, sí lo recibió.
Dice:
Fruncí el ceño.
—¿Cuándo?
Jadeo.
—¿Tres mil años atrás? —¿En qué estaba pensando Y’rill? ¿Su puntería
era tan mala? ¿Manipular el tiempo era más complicado de lo que le
había importado admitir?
—Eres la razón por la que comencé a estudiar la teoría del eje, más
de tres milenios atrás. Eres la razón por la que comencé a tratar de
proyectar el futuro. Tú, Dani O’Malley, has sido el más grande e irritante
misterio de mi existencia. Te olí en la estrella esa noche en la playa. El
aroma de una mujer que anhelaba conocer, a diferencia de cualquier
otra mujer que hubiera conocido alguna vez. Esperaba conocerla. Y
esperé. Y maldita y jodida-mente esperé. La encontré una noche en
Dublín, una incontrolable niña fanfarrona con un maldito deseo de muerte,
pelotas de acero, complejo de superhéroe, y un novio adolescente.
—Oh, Dios, ¿sabías que era quien había lanzado la estrella cuando
me viste esa noche?
Inclina su cabeza.
—Ilógico. Si eso…
—¿Barrons sabía?
Ya lo sé. Es una de las cosas que más me gustan de él. Todavía estoy
teniendo dificultades dándole vueltas en mi cabeza al hecho de que
había estado esperando por más de tres mil años por mí. Algo respecto a
la duración del tiempo que había estado esperando se burla de mi
cerebro.
—Tres mil ciento cuarenta y un años, cinco meses, nueve días y dos
horas —dice llanamente—. Me preguntaba cuándo te darías cuenta.
Lo miro fijamente.
Una eternidad con este hombre era todo lo que había deseado
alguna vez. Cualquier cosa que venga, cualquier desafío que
enfrentemos, lo sobrellevaremos juntos. Será intenso, será peligroso, será
impredecible, pero nunca será aburrido. No con él.
Mientras se levanta sobre mí, estirando su hermoso gran cuerpo sobre
el mío, dejo ir todo, me extiendo hacia atrás y le cuento en gran detalle
exactamente lo que quiero que haga. Cumple con mil por ciento de
devoción la tarea en cuestión mientras me recuesto y tomo lo que deseo,
finalmente entendiendo que lo merezco. Que no tengo que ser súper nada
para ser amada.
Y
'rill se rio entre dientes mientras su hija desaparecía en Chester’s,
corriendo a los brazos y a la cama del hombre que había
elegido para ella, cuando había atado el primero de muchos
hilos rojos en la vida de Dani.
Epílogo
“Deja que mi amor abra la
puerta a tu corazón”.
EN ALGÚN LUGAR EN EL TIEMPO…
E
n un planeta con baja gravedad y cuatro lunas, una bestia de
piel negra abarcaba dunas de arena. Él era su mejor amigo y
amante.
FIN
Escenas Eliminadas
Las siguientes escenas fueron escritas durante Feversong, pero por una
u otra razón, o las corté y reescribí de una manera diferente o simplemente
escogí no incluirlas. Cuando mi equipo y yo estábamos revisando mis
notas, disfrutamos tanto los otros puntos de vista que decidí incluirlos aquí.
B
arrons dijo:
—También fui lanzado hacia los Espejos Plateados esa noche. Por tu
culpa. Solo que escapé más rápidamente.
—Atraes al poder.
Sin esfuerzo.
Ni arrastre ni dolor.
Sacudió su cabeza con una sonrisa irónica. Sus alas siempre habían
sabido instintivamente cómo arreglarse solas, pero su cerebro había sido
un obstáculo. Él había sido un obstáculo para sí mismo. Habían sido una
carga porque había pensado en ellas como una carga, y ahora que
pensaba en ellas como un regalo, se comportaban como un regalo.
Robó un vistazo hacia su compañero. Si podía aprender a gustarse a sí
mismo y al mundo a su alrededor, Barrons podía aprender a tener amigos.
Gracias a Dageus, los Keltar y los Nueve estaban prácticamente maldita-
mente casados ahora. Se habían vuelto un clan en todo el pleno sentido
de la palabra. Igual que los Nueve, los Keltar habían sido estrechos de
miras, reservados, quedándose aislados intencionalmente durante mucho
tiempo. Pero el mundo había cambiado y ningún lado podía permitirse ya
la estrechez de miras. Había muchos riesgos para que todos evitaran el
conocimiento y poder compartidos.
—¿Cuáles espadas?
—Ya lo verás.
—¿Son repugnantes? —Christian se preparó para lo peor.
R
obé un poco del cabello de Mac un tiempo atrás y lo llevo en
mi billetera. Sí, la Muerte carga una billetera. Son graciosas las
cosas que haces para tratar de normalizarte. No es como si
algo en esa billetera valga la maldita pena de la manera en que está el
mundo ahora, pero cuando me deslizo en mis jeans, tengo la vaga
sensación de ser Christian MacKeltar del clan Keltar, quien tiene una
licencia de conducir y tarjetas de crédito y una foto de mi madre y una
mía y de mi amor de la infancia, Tara, construyendo un fuerte junto al lago.
No llevo el cabello de Mac por sentimentalismo o interés en ella, sino
porque con eso puedo tamizarme hasta su ubicación cuando sea, donde
sea, cuando me apetezca, y mantener un ojo sobre esa mujer está en mi
lista de prioridades.
—Sé que maté —dice en una voz baja—. Y entiendo que no quieras
decírmelo. Me limpié antes de que vinieras. Sé lo que debo haber hecho
para terminar de esa manera. Por favor, Christian, tienes que neutralizarme.
π
Cuando reaparecemos en la oficina de Ryodan, no dice nada al
principio, solo se para y gira, su rostro iluminándose cuando observa a
Barrons, Jada, y Fade. Exhala tempestuosamente y parece relajarse, como
si estuviera tomando su primera respiración profunda en un largo tiempo.
Luego traba la mirada con Barrons y no dice nada por varios largos
momentos, y de alguna manera sé que están teniendo toda una larga
conversación sin hablar.
—No lo sé.
—No me toques. Tienes que contenerme con las runas. Creo que está
dormido, pero sospecho que no lo estará por mucho tiempo y no tengo
idea de lo que sucederá entonces.
—¡Joder! Así que esa parte de la leyenda era verdad, eso puede
manipular al tiempo. —Mac explota—: ¡Enciérrame ahora!
—Lo es en mi libro.
—Pensaba que no creías en las palabras —dice ella con una risa
ronca.
—Creo en ti. Y a veces eres tan obtusa que me veo forzado a recurrir
a estas. Déjame entrar.
Con un suave suspiro, ella cierra sus ojos y queda inerte contra él,
fundiendo sus cuerpos.
—M
e besó. Ella quería… —Su voz se apagó.
Dije indignadamente:
—Bueno, ¿por qué no? ¿Qué hay de malo con Dani? Duermes con
todas las demás.
Me suavicé.
—Oh. Entonces, ¿cómo terminó eso entre ustedes dos? —Mi querida
Dani. Había sido rechazada la primera vez fuera del portal. Odié eso. No
quería que fuera rechazada jamás. ¿Por qué demonios tuvo que elegir a
Ryodan? Cuando había regresado como Jada, podría haberlo visto. Pero
ya no era esa mujer helada, y mientras más se descongelaba, más joven
parecía. Gruñí, entendiendo su motivo—. Siempre dijo que quería que su
primera vez fuera épica. Por eso te deseaba a ti. Ninguna de sus otras
opciones estaba disponible. Barrons estaba fuera de la competencia y
V’lane resultó ser Cruce.
Espetó:
Me encogí de hombros.
—Nadie dijo que lo harían. Eso sería tan incorrecto como tú y yo. Ew.
Él se erizó.
—Y allí vas —dije—. ¿Lo ves? No quieres tener sexo conmigo, pero
seguro que quema cuando te rechazo.
Ay, Dios, hombres. A veces no había nada más que pudieras decir.
—Me fui, así fue como jodidamente terminó. Salí de allí tan rápido
como pude.
No pude evitar sonreír. Estaba con Dancer. Eso era lo épico que había
deseado para la mujer en la que había comenzado a convertirse. Para
Dani “la Mega” O’Malley épico solo podía ser la única cosa que nunca
había tenido: normal. Entonces mi corazón se hundió cuando recordé la
condición cardíaca de Dancer. Me perdí en mis pensamientos un
momento, esperando que ella no… bueno, seguramente no sería
demasiado… vigorosa. Dani era súper fuerte, vibraba cuando se
emocionaba. Oh, realmente tenía que dejar de pensar en eso. Sacudí mi
cabeza para dispersar las imágenes y le dije a Ryodan:
—¿Q
ué estás esperando? —demandó Ryodan.
Ryodan arqueó una ceja. Nunca antes había sido acusado de eso.
Consideraba cada detalle, a menudo mirando siglos hacia delante,
recalibrando pacientemente. La teoría del eje era su especialidad. Él quien
sabía cómo destruir una cosa, una persona, una sociedad, la controlaba.
—Le estoy hablando al maldito idiota que cree que algo como esto es
una opción viable —espetó Barrons.
—Está eso. Pero un día lo hará. Y me odiará por ello. Ella protege a los
inocentes. No los mata porque algo la disgusta.
Ella se fue más vacía y más sola que cómo había entrado, y la pena
que había sufrido en lo profundo de su alma había diezmado las cadenas
en su bestia.
Se negaba a ensuciarle la vida con cadáveres.
Ryodan no dijo nada, solo se recostó contra los barrotes y cruzó sus
brazos detrás de su cabeza. Barrons sabía que si Dani usaba el hechizo
grabado en su teléfono y carne, nada podría detener que Ryodan fuera
enviado a ella, ni siquiera lo que su hermano estaba a punto de hacerle.
También le había dado instrucciones a él de que si ella lo llamaba, lo que
querría decir que estaba lista, Barrons lo iba a liberar.
—Eso fue mucho tiempo atrás —contraatacó Ryodan con una suave
amenaza.
—Será el infierno.
—Más vale que así sea… ella es mortal. —Cinco años malgastados.
Cinco años de la vida de ella que Ryodan nunca lograría ver. Y serían los
segundos cinco años de su vida que él se habría perdido. Una década, en
total. Inhaló bruscamente, volviéndose rígido mientras negras garras
curvadas explotaban de las puntas de sus dedos. Golpeó sus manos en el
suelo, cavando profundos cortes en la piedra. Su esqueleto era repentina-
mente demasiado grande para su cuerpo, sus músculos cambiando y
alargándose.
Ella estaba ardiendo por dentro, molesta por algo, y lo sentía. Sentía
todo lo que ella sentía, ese era el problema. Quería que ella probara todo
lo que el mundo tenía para ofrecer. Que se atiborrara de ello.
»Hazlo. Ahora.
Pero llegó el día en que el único sonido que llenaba ese infernal lugar
era el torturado aullido de una hambrienta bestia medio enloquecida en
un dolor interminable.
PLAYLIST
El siguiente es un Compilado de todos los capítulos que contienen parte o son
el título de una cancón.
Capítulo 1: Damien Rice “The Blower's Daughter”
Capítulo 2: Linkin Park “High Voltage”
Capítulo 3: Comet Kid “Batman”
Capítulo 5: Annie Lennox “I Put A Spell On You”
Capítulo 6: R.E.M. “1,000,000”
Capítulo 8: Godsmack “Voodoo”
Capítulo 9: R.E.M. “Carnival Of Sorts”
Capítulo 10: Taylor Swift “Look What You Made Me Do”
Capítulo 11: R.E.M. “Losing My Religion”
Capítulo 12: Annie Lennox “Shining Light”
Capítulo 13: Trooper “Raise A Little Hell”
Capítulo 15: Linkin Park “When They Come For Me”
Capítulo 16: The Weather Girls “It's Raining Men”
Capítulo 17: Kate Bush “Wuthering Heights”
Capítulo 18: Pink Floyd “Learning To Fly”
Capítulo 19: Chris de Burgh “Lady in Red”
Capítulo 20: Fine Young Cannibals “She Drives Me Crazy”
Capítulo 22: Iron Butterfly “In a Gadda Da Vida”
Capítulo 23: Bread “Everything I Own”
Capítulo 24: “Ballad of Cathain”
Capítulo 25: Jonny Cash “Hurt”
Capítulo 26: King Crimson “In The Court Of King Krimson”
Capítulo 27: Linkin Park “Crawling”
Capítulo 28: Pink Floyd “One Slip”
Capítulo 29: Les Misérables “There is a Castle on a Cloud”
Capítulo 30: Awolnation “I Am”
Capítulo 31: David Bowie “Within You”
Capítulo 33: Joan Jett & The Blackhearts “Do You Wanna Touch Me”
Capítulo 34: Frank Sinatra “The Best Is Yet To Come”
Capítulo 35: Kodak Black “Codeine Dreaming”
Capítulo 36: Imagine Dragons “Rise Up”
Capítulo 38: Heart “Crazy on you”
Epílogo: Pete Townshend “Let My Love Open The Door”