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Es en su intervención en el marco de la mesa redonda llevada a cabo el 16 de febrero

de 1966 (titulada Psicoanálisis y Medicina) que Lacan a los fines de abordar el cambio
producido en la función del médico invita a “considerar la historia de la medicina a través
de las épocas” (Lacan, 2006, pp. 87). Acentúa allí el pasaje de una posición de prestigio y
autoridad a la de un lugar despojado de todo conocimiento privilegiado:

“El gran médico (…) era un hombre de prestigio y autoridad (…) En la medida en que
las exigencias sociales están condicionadas por la aparición de un hombre que sirve a
las condiciones de un mundo científico (…) el médico ya no tiene nada de privilegiado
en la jerarquía de ese equipo de científicos diversamente especializados” (Lacan,
2006:87-89).

En esa vía, incurre a nombrar los aportes de las obras de Michel Foucault Historia de
la locura en la época clásica para indicar “la responsabilidad de la medicina en la gran
crisis ética (es decir, en lo concerniente a la definición del hombre) que él centra en torno
al aislamiento” (p. 88) y Nacimiento de la clínica “en tanto que en ella se fija lo que
entraña (…) la promoción de Bichat de una mirada que se fija en el campo del cuerpo (…)
entregado a la muerte, es decir, el cadáver” (p. 88).

Márquez refiere al tema que se esboza en el horizonte de las obras:

“(…) un tema general: el del modo de existencia de los acontecimientos discursivos en


una cultura. Pone de manifiesto el conjunto de condiciones que rigen en un momento
dado y en una sociedad determinada la aparición de los enunciados, su conservación,
los lazos que se establecen entre ellos (…) la manera en que está investidos en
prácticas o conductas, los principios según los cuales circulan, son reprimidos,
olvidados, destruidos o reactivados” (Márquez, 1978, p. v)

Arouca y Márquez dan cuenta de cómo en El nacimiento de la clínica se plantea una


modificación especial sobre el campo de la medicina por parte del discurso científico, allí
“el autor examina las modificaciones que experimentaron las formas de enunciación del
discurso médico a fines del siglo XVIII y comienzos del XIX” (Arouca y Márquez, 1978, p.
07).
“Foucault, frente a las nuevas formas de racionalidad médica, basadas en la
percepción empírica, encuentra los fundamentos de la posibilidad de un discurso
científico sobre el individuo (…) la práctica política transformó no el sentido en la
forma del discurso sino sus condiciones de emergencia, de inserción y de
funcionamiento, trasformó el modo de existencia del discurso médico” (Arouca y
Márquez, 1978, pp. 08-09).

La noción de discurso desde la perspectiva lacaniana, queda claramente planteada en


la Producción de los cuatro discursos: “el discurso como una estructura que excede (…) a
la palabra (…) un discurso sin palabras. (…) Subsiste en ciertas relaciones fundamentales.
Estas no pueden mantenerse sin el lenguaje” (Lacan, 1992, pp. 10-11).

Se desprende entonces la noción de discurso como un hecho del lenguaje (estructura


lingüística), como un modo de las sociedades para regular y ordenar el goce, sirviendo al
efecto de lazo social. Establece vínculos y relaciones estables y además es un modo
particular de tratamiento de lo Real, habiendo en cada uno de ellos una imposibilidad, es
decir, una pérdida en tanto aquello de lo Real que escapa a toda posibilidad de
mediatización.

En referencia a la actualidad, nos encontramos bajo una forma discursiva que no es


otra que la del discurso del amo bajo su vertiente capitalista, en este contexto Lacan
advierte respecto del reduccionismo fisiologista que esta modalidad discursiva produce en
la función médico:

“desde el exterior de su función, principalmente en la organización industrial (…) la


colaboración médica será considerada bienvenida para (…) mantener el
funcionamiento (…) del organismo humano ¿qué tiene que ver todo esto con lo que
llamaremos la posición tradicional del médico?” (Lacan, 2006, pp. 89-90).

Es así que con el avance del discurso de la ciencia el cambio en la función del médico
lo redujo a un técnico proscriptor de medicamentos, mientras antes su figura era parte de la
cura.

“El médico es también requerido desde otro lugar ya que “cuando el enfermo es
remitido al médico (…) no (…) espera de él pura y simplemente la curación. Coloca al
médico ante la prueba de sacarlo de su condición de enfermo (…) a veces a
demandarnos que lo autentifiquemos como enfermo” (Lacan, 2006, p. 91).

Es decir, hay otra llamada y esta se relaciona con la demanda, frente a la cual el
Psicoanálisis tiene una ventaja, el conocimiento de la “estructura de la falla que existe
entre la demanda y el deseo” (Lacan, 2006, p. 91) que lo que se demanda es distinto, e
incluso en algunos casos opuesto a lo que se desea.

La operación de la ciencia sobre la medicina va a producir en ella una falla epistemo-


somática:

“un cuerpo es algo que está hecho para gozar, gozar de sí mismo. La dimensión del
goce está excluida completamente de lo que llamé la relación epistemo somática (…)
hay goce en el nivel donde comienza a aparecer el dolor, y sabemos que es solo a ese
nivel del dolor que puede experimentarse toda una dimensión del organismo que de
otro modo permanece velada” (Lacan, 2006: pp. 92-95)

Al excluirse estas dimensiones, el sujeto de la medicina deja de ser tratado en función


de su subjetividad para abordarse el cuerpo como algo puramente orgánico. Dimensiones
que aluden a los problemas de la estructura en su doble relación con el saber:

“saber (…) marcado con un valor nodal, debido a que (…) el deseo sexual (…) como lo
entiende el psicoanálisis (…) no es (…) tendencia orgánica (…) es algo infinitamente
más elevado y anudado (…) con el lenguaje (…) su primera aparición (…) se
manifiesta a nivel del deseo de saber” (Lacan, 2006, p. 96).

Queda establecido desde la intervención del autor que la única posición posible en las
instituciones médicas regidas por el discurso de la ciencia para responder a esta demanda de
saber, es decir, para mantener la función originalmente propia del médico es la que

“puede ocupar el psicoanalista (…) la de aquel que tiene que responder a una
demanda de saber (…) de conducir al sujeto a aquello que está en cierto paréntesis,
aquello que comienza con el nacimiento, que termina con la muerte y que entraña las
preguntas que se despliegan entre uno y otra” (Lacan, 2006, pp. 97-98)
Demanda que se vincula con la noción de sujeto supuesto al saber y por tanto a la
transferencia como aquello que “remite a lo más arraigado del deseo de saber” (Lacan,
2006, p. 98).

Por lo expuesto se deduce cómo la alienación del médico al discurso científico lo ha


despojado de su figura de saber, estando su autoridad en una constante amenaza. Es
llamado a responder desde un lugar de agente vocero de la aplicación de instrumentos de
curación que velan la dimensión del deseo y por lo tanto del sujeto del inconsciente en tanto
ser de la palabra.

CONCLUSIONES FINALES

Siguiendo el planteamiento de (1978) sobre el eje práctica discursiva-saber-ciencia


que plantea Foucault, “el saber es el producto de una práctica discursiva” (p. 04) y “la
ciencia aparece en el elemento de una formación discursiva y sobre un fondo de saber”
(Arouca y Márquez, 1978, pp. 04-05). Es decir que la lógica discursiva institucional es la
de un discurso que al servirse de la ciencia obtura con saber las modalidades sintomáticas
de los sujetos, ignorando que allí existe una modalidad de goce y satisfacción pulsional.
Lógica que no deja de responder a un saber dominante, en tanto aquellos significantes amos
que comandan una época impactando en la noción misma de salud mental:

“en tanto que la definimos como la armonía (…) el lenguaje perturba


fundamentalmente la adecuación del inwelt y la unwelt, es decir que la enfermedad
mental está en nosotros desde el principio (…) se define por el silencio de los órganos,
pero está el inconsciente que nunca se calla” (Miller, 1993, p. 09).

Así mismo, Miller plantea el concepto de salud mental ligado al del orden público, en
tanto una perturbación en esta dimensión acarrea una perturbación de aquel orden.

En conclusión, en la medida en que el analista habite las instituciones, su presencia va


a reemplazar aquella función despojada del médico, a saber, su posición original de
interpretación de la demanda, permitiendo un rescate de los sujetos en su dimensión de la
división y de la falla al darles la palabra y permitir el despliegue de la demanda.
Por medio de una praxis basada en la posición propia del analista y en función de su
deseo (como aquel que vas allá del deseo de ser amo) manifestará los beneficios de alojar el
sujeto en su singularidad y dará a conocer los límites propios de la institución, limites
referidos a aquello que escapa al protocolo y que esta siempre vinculado con el punto
incurable, el modo de gozar de cada uno. Se tenderá entonces a la subversión de aquella
modalidad discursiva que pretende silenciar los síntomas, adquiriendo el sujeto el lugar de
producción del saber, un saber no en tanto universal, si no como una verdad que tan solo se
puede “mediodecir” y se atenderá a aquellos sujetos desvalidos en su intento de responder a
los imperativos de un funcionamiento ideal, armónico y completamente equilibrado, sujetos
sumergidos en un malestar y refugiados en la enfermedad por la imposibilidad que plantea
este ideal.

BIBLIOGRAFÍA

 Lacan, J. (2006). Psicoanálisis y Medicina. Intervenciones y Textos 1.


Editorial Manantial, Buenos Aires.

 Lacan, J. (1992). El Seminario, Libro 17: El Reverso del Psicoanálisis.


Editorial Paidós, Buenos Aires.

 Miller, J. A. (1993). Salud Mental y Orden Público. Revista “Uno x uno”


Buenos Aires.

 Organización Panamericana de la Salud. (1978). Medicina e historia. El


pensamiento de Michel Foucault. Recuperado de:
http://hist.library.paho.org/Spanish/DRH/10077.pdf

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