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La luz de los padres de la Iglesia para la Cristología

En “Tratados de los misterios” de San Hilario de Poitiers


El texto de San Hilario “Tratados de los misterios” nos ilumina enormemente el estudio
de la Cristología con la tipología que dicha obra nos presenta. San Hilario llama “misterios”
a los tipos o figuras del Antiguo Testamento que presagian el Nuevo, es decir, para San
Hilario todo lo que está contenido en la Sagrada Escritura que refiere a la venida a este
mundo de Nuestro Señor Jesucristo, ya era anunciado en el Antiguo Testamento, y él lo
explica en esta obra, ya sea figurándolo por hechos, ya sea confirmándolo con ejemplos. 1
1. La primera tipología que encontramos es la de Cristo-Adán, en la que San Hilario
hace una comparación entre el Adán terrestre que era prefiguración del Adán celeste (es
decir, Jesús). Luego, compara el sueño de Adán y la creación de Eva de su costado; con el
sueño de la muerte de Cristo en la Cruz y el nacimiento de la Iglesia. Y como hay que
considerar el misterio oculto de Cristo y la Iglesia en el acontecimiento de Adán y la
creación de Eva.
2. Después nos presenta la tipología de Caín y Abel como prefiguración de los dos
pueblos: el judío y el cristiano. Como el sacrificio de Abel es ya estimable en cuanto figura
de la Iglesia que a continuación había de ofrecer el sacrificio del cuerpo santo, tomado de
las primicias de las ovejas. Y así, Caín que no ha agradada a Dios porque iba a matar a
su hermano (pues el conocimiento del futuro es la realidad del hecho, pues quien va a
matar no es digno de la mirada de Dios, es como si ya hubiese matado) envidia al que ha
agradado. De tal modo, que la ofrenda del más joven ha sido grata y así el pueblo judío
envidia al cristiano y advertido por los profetas, se irritó para quererlo destruir.
3. También presenta a Lámek (que afirma que será vengado setenta veces siete) como
figura del príncipe de los sacerdotes que, con el consentimiento de los judíos y de los
gentiles, clavó al Señor en la cruz. Y lo relaciona con la cuestionante de Pedro de si hay
que perdonar siete veces al que peca contra él y Jesús le responde que hay que perdonar
hasta setenta veces siete, enseñando por esta expresión que el mismo castigo se les
perdonaría a los que creyesen.
4. De igual forma, Noé es presentado como un tipo de prefiguración de Jesucristo. De
Noé dice su padre cuando nació: «Este hará que descansemos de nuestros trabajos, de las
fatigas de nuestras manos y de la tierra que maldijo el Señor Dios» (Gn. 5, 28-29) y dice
San Hilario que no se lee por ningún lado que Noé haya hecho tales cosas, más bien de
una manera prefigurada se dice de Jesús que dice: «Vengan a mí los que van cansados,
llevando pesadas cargas, y yo los aliviaré. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, que soy
paciente y humilde de corazón, y sus almas encontrarán descanso. Pues mi yugo es suave
y mi carga liviana.» (Mt. 11, 28-30). También refiere que la embriaguez de Noé causada
por el fruto de la viña que plantó, es figura de la Pasión que fue causada por las obras del
pueblo que Él trasladó y plantó.
5. En el acontecimiento de Abrahán y el sacrificio de Isaac también encontramos una
prefiguración de la pasión del Señor, pues, Isaac es llamado por su padre para el sacrificio
y carga con los leños para el sacrificio. Todo esto nos evoca al sacrificio de Jesús.

1 Cf. Hilario de Poitiers, Tratado de los misterios I, 1.


6. Luego en la historia de Isaac, su esposa Rebeca porta una doble prefiguración en el
matrimonio manifiesta tipos de la Iglesia y en el parto prefigura a las dos naciones, los dos
pueblos, el judío y el cristiano.
7. También en la historia de Jacob y su hermano Esaú, San Hilario nos presenta una
prefiguración de los dos pueblos, pues el pueblo que había sido escogido, al igual que
Esaú, pierde su primogenitura y la bendición de su padre, de tal modo que, el primer
pueblo perdió el honor de la resurrección a causa de los deseos carnales, en cambio, los
creyentes renuncian a los deleites presentes colocando toda su esperanza en los bienes
futuros.
8. De la misma manera, en Moises y todos los acontecimientos vividos junto con el
pueblo hay una prefiguración de Cristo y la vida de la Iglesia. En época de Moisés se dio
muerte a los recién nacidos y Moisés se salvó al flotar sobre las aguas gracias a un leño
para ser luego jefe de un pueblo. Del mismo modo el Señor fue perseguido en su infancia
para matarlo y también asumió en sí y para sí el misterio del leño (Cruz) y del agua
(Bautismo) para ser destinado a la gloria celeste y ser constituido rey de los pueblos.
También en la figura de la zarza que arde y no se consume está representada la Iglesia que
es incendiada por las llamas de las persecuciones y los ataques de los pecadores. Además
encontramos prefiguraciones de la Cruz en el madero que hace las aguas dulces, vence a
los magos, amedrenta al Faraón, divide el mar, vuelve las aguas a su lugar, etc. Pues, por
el misterio del leño del Señor se ablandan los corazones infieles, y del amargor de los
pecados y de la impiedad son llevados a la dulzura de la fe.
9. También en el profeta Oseas encontramos una prefiguración, sin duda se entiende
aquí una prefiguración de la Iglesia desde el momento en que el Apóstol ha pensado que
referir al pueblo de los fieles lo que antes había sido dicho a Oseas a propósito de los hijos
de la prostituta cuando dice: “Nos ha llamado no sólo de entre los judíos, sino también de
entre las naciones”, como dice también en Oseas: “Al que es No-Mi-Pueblo lo llamaré Mi-
Pueblo y a No-Amada la llamaré Amada”.
10. También las acciones de Josué prefiguran las de Cristo, pues así como uno era jefe
de la sinagoga, el otro era jefe de la Iglesia. Así como uno era jefe para obtener la tierra
prometida, el otro era jefe para heredar la tierra de los Bienaventurados. Así como el uno
vino después de Moisés, el otro vino después de la Ley. Así como a uno se le ordenó que
reanudase la circuncisión, la circuncisión del corazón fue renovada espiritualmente por el
Señor…
En conclusión podemos observar como muchos de los episodios del AT descansa sobre
el principio de que toda la Escritura habla del misterio de Cristo, y los hechos bíblicos
sucedieron, por privilegio de Dios, para prefigurar y simbolizar la realidad futura de la
encarnación de Cristo.

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