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INDICE
INTRODUCCIÓN
1 LA REVOLUCIÓN DE 1868
CONCLUSIÓN
DOCUMENTOS TEMA 3
INTRODUCCIÓN
El Sexenio Revolucionario o Democrático es una de las etapas más agitadas en la historia
contemporánea de España. En estos seis años que van de 1868 a 1874 asistimos a numerosos
cambios:
1. LA REVOLUCIÓN DE 1868
En septiembre de 1868 estalló la "Revolución Gloriosa". Las razones que llevaron a este cambio de
rumbo fueron varias: por un lado una crisis económica desde 1866 se arrastraba por la conjunción
de una crisis financiera, originada por las inversiones ferroviarias poco rentables; una crisis
industrial, sobre todo en Cataluña, pues la guerra de Secesión de EEUU (1861-65) había
interrumpido la llegada de algodón en rama y su precio se disparó, y las repetidas crisis de
subsistencias provocadas por la sequía y las malas cosechas, que trajo carestía y hambrunas en la
mayoría de la población.
Además hay que tener en cuenta el deterioro político que se había alcanzado por el desprestigio de
la corte y de la figura de la reina a causa de su vida privada; las protestas estudiantiles y la
sublevación del cuartel de san Gil, "la sargentada"; la desaparición de los grandes líderes políticos
de monarquía isabelina: O'Donnell y Narváez; y, por último, la unidad de todos los partidos
políticos, incluida la Unión Liberal, en el "Pacto de Ostende" para derrocar a Isabel II.
La Gloriosa comenzó siendo un clásico pronunciamiento militar más. El golpe tuvo lugar el 19 de
septiembre de 1868: la escuadra concentrada en la bahía de Cádiz al mando de Topete se sublevó
Dto. Geografía e Historia.
contra el gobierno de Isabel II al grito de "España con honra", los generales Prim y Serrano se
unieron al levantamiento.
El apoyo popular vino después, cuando, en algunas ciudades, los partidos políticos fundaron Juntas
Locales y Provinciales y entregaron armas a la población y organizaron a los llamados Voluntarios
de la Libertad.
Las peticiones de las Juntas eran: sufragio universal, supresión de las quintas, abolición de los
"consumos" y su sustitución por una contribución directa, y convocar elecciones a Cortes
Constituyentes.
El gobierno y la Corona se encontraron aislados. Cuando las escasas tropas fieles al gobierno fueron
derrotadas en el Puente de Alcolea, el gobierno no vio más salida que dimitir.
Isabel II, que se encontraba de veraneo en San Sebastián partió al exilio hacia Francia el 29 de
septiembre de 1868.
Con Serrano como Jefe del Gobierno se elaboró en un tiempo récord una nueva constitución, la del
69, cuyas características principales son:
a) Soberanía nacional de la cual emanan todos los poderes. Esta concepción conducirá a la
idea de una monarquía democrática en la que el Rey tiene limitadas sus competencias.
b) Extensa regulación de los derechos fundamentales y de las libertades
públicas, y el reconocimiento de la inviolabilidad del domicilio, derecho al voto, sufragio
universal, derecho de reunión y asociación.
c) La división radical de poderes: que reserva al monarca únicamente la sanción y
promulgación de las leyes, cuya potestad de dictarlas reside en las Cortes. Tendrán doble
cámara: el Congreso elegido por sufragio universal directo y el Senado con ciertos tintes
federales y censitarios.
d) La cuestión religiosa, se aprobó la libertad de cultos pero con el compromiso del Estado
de mantener el culto y clero católicos.
e) Se incluía el compromiso de regular la situación de las colonias de ultramar; que
llegaba tarde pues una guerra independentista había estallado ya en Cuba.
Aprobada la Constitución, el general Serrano fue elegido como Regente, y Prim pasó a dirigir el
Dto. Geografía e Historia.
gobierno. Su objetivo era triple: conseguir aunar los partidos políticos detrás de un programa que
permitiera estabilizar el régimen, emprender el desarrollo legislativo de la Constitución y buscar un
candidato al trono.
Durante el reinado, asistimos a diversos conflictos militares como la insurrección carlista y cubana,
y políticos como el enfrentamiento entre partidos con la desintegración de la coalición
gubernamental que dejó al monarca sin el apoyo necesario para hacer frente a los graves problemas
del país. Todo esto provocó la abdicación del Rey. Amadeo solo e impotente renunció al trono y
regresó a Italia y ese mismo día 11 de febrero de 1873, mientras que el Senado y el Congreso
reunidos en Asamblea Nacional proclaman la República como forma de gobierno.
El primer presidente fue el moderado ESTANISLAO FIGUERAS (11 de febrero –11 junio de
1873), con una serie de problemas: la división interna entre republicanos conservadores/radicales y
unionistas/federales; la quiebra financiera del Estado y la situación muy mala del sector agrario; en
el terreno internacional solo los EE.UU y Suiza reconocieron al nuevo régimen. Figueras
desesperado abandonó no sólo la presidencia sino también España convencido de que era imposible
gobernarla.
Asume la presidencia el federal FRANCISCO PI Y MARGALL (11 de junio –18 julio de 1873).
Se empezó a redactar una nueva Constitución siguiendo el ideario federalista que no llegó nunca a
promulgarse, la "Constitución NO NATA del 73". Según este proyecto se establecería una
República Confederal compuesta por 17 estados y varios territorios de ultramar, cada uno de los
cuales podía tener su propia Constitución.
Confirmaba la división de poderes e iniciaba una extensa declaración de derechos, ratificaba la
abolición de la esclavitud en las colonias y se explicitaba la separación de Iglesia y Estado,
dejándose de subvencionar económicamente a la Iglesia Católica.
La división interna entre republicanos y los conflictos del momento provocaron la caída del
gobierno de Pi y Margall. A partir de aquí dos conflictos ya iniciados se recrudecieron, el carlista y
el cubano, al tiempo que empezó uno nuevo: la insurrección cantonal. El nuevo pretendiente
carlista, Carlos VII, aceleró la sublevación ante la situación de inestabilidad en todas las zonas de
tradicional predominio carlista, iniciándose la III Guerra Carlista entre 1872-76. Mientras tanto,
Dto. Geografía e Historia.
en Cuba, tras el "grito de Yara"(oct.-68), Manuel Céspedes, organizó una guerrilla, con apoyo de
esclavos y plantadores, muy bien vista por los EEUU, con el objetivo de conseguir la
independencia. Fue la "Guerra Larga", que no se cerraría hasta 1878 con la paz de Zanjón, primera
parte de la guerra de independencia cubana. El tercero de los conflictos fue la Insurrección
Cantonal. La Diputación de Barcelona se hizo proclamar República de Cataluña, Málaga se hizo
república independiente de Madrid y pronto siguieron su ejemplo: Cádiz, Sevilla, Granada, Jaén,
Valencia e incluso pueblos como Cartagena, Jumilla y Utrera. La proclamación de Cartagena como
república llevó a un conflicto sangriento que duró varios meses al contar con parte de la escuadra y
una fuerte guarnición.
El día 3 de enero de 1874 se abrieron las Cortes y el gobierno de Castelar era derrotado en la
moción de confianza. Era inminente la formación de un gobierno de centro-izquierda, pero para
impedirlo, el 3 de enero de 1874 se produce el golpe de estado del general Pavía que disolvió por
la fuerza la Asamblea. Apenas hubo resistencia, ni política ni popular, lo que demuestra la debilidad
de la República.
Tras este golpe el poder pasó a manos de una coalición de unionistas y progresistas con el general
Serrano a la cabeza, que presidió el gobierno con plenos poderes, suspendió la Constitución de
1869 y disolvió las Cortes, intentando estabilizar un régimen republicano de carácter conservador,
inaugurando un periodo dictatorial. Sus objetivos eran Conseguir el orden público con medidas
excepcionales como disolver la Internacional Obrera, limitar el derecho de asociación y reprimir a
los republicanos; acabar con el carlismo para lo que llama a filas a 125.000 soldados, volviendo a
las quintas, y poner fin a la Guerra de Cuba.
Ante estas circunstancias, Cánovas, jefe de los alfonsinos desde el 73, era partidario de que la vuelta
de los borbones se hiciera gracias a un estado de opinión favorable y no por el ya tradicional
pronunciamiento militar. Por ello, el gobierno de Serrano se convirtió en el prólogo de la
restauración borbónica. Todo estaba preparado para que volviese la dinastía borbónica en la figura
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del príncipe Alfonso. Para ello en primer lugar Isabel II había abdicado sus derechos en nombre de
su hijo en junio de1870. Con posterioridad, el príncipe Alfonso el 1 de diciembre de 1874, por el
Manifiesto de Sandhurst, se comprometía a aceptar la legalidad constitucional. Este documento
fue redactado por Cánovas y exponía un programa político que proponía la monarquía borbónica
dentro de un sistema liberal como salida a la situación política caótica provocada por la república.
Por último, el 29 de Diciembre del 74, la impaciencia de algunos sectores alfonsinos desencadenó el
pronunciamiento militar del general Martínez Campos en Sagunto. La adhesión de mandos
militares de la zona Centro y Norte provocó la dimisión del gobierno que cede los poderes a
Cánovas, que se convierte en ministro de la regencia a la espera de la llegada a España del príncipe
Alfonso para ser proclamado nuevo rey (Alfonso XII), iniciándose así la Restauración de la dinastía
borbónica.
CONCLUSIÓN
DOCUMENTOS TEMA 3
"... después de una breve discusión [...] se acordó por unanimidad lo siguiente:
Manifiesto de don Carlos María de la Torre sobre lo que se acordó en el Pacto de Ostende en 1866
(...) Hollada la ley fundamental (...), corrompido el sufragio por la amenaza y el soborno, (...) muerto el
Municipio; pasto la Administración y la Hacienda de la inmoralidad; tiranizada la enseñanza; muda la prensa
(...). Tal es la España de hoy. Españoles, ¿quién la aborrece tanto que no se atreva a exclamar: "Así ha de ser
siempre"?
(...) Queremos que una legalidad común por todos creada tenga implícito y constante el respeto de todos. (...)
Queremos que un Gobierno provisional que represente todas las fuerzas vivas del país asegure el orden, en
tanto que el sufragio universal echa los cimientos de nuestra regeneración social y politica. Contamos para
realizar nuestro inquebrantable propósito con el concurso de todos los liberales, unánimes y compactos ante
el común peligro; con el apoyo de las clases acomodadas, que no querrán que el fruto de sus sudores siga
enriqueciendo la interminable serie de agiotistas y favoritos; con los amantes del orden, si quieren ver lo
establecido sobre las firmísimas bases de la moralidad y del derecho; con los ardientes partidarios de las
libertades individuales, cuyas aspiraciones pondremos bajo el amparo de la ley; con el apoyo de los ministros
del altar, interesados antes que nadie en cegar en su origen las fuentes del vicio y del ejemplo; con el pueblo
todo y con la aprobación, en fin, de la Europa entera, pues no es posible que en el consejo de las naciones se
haya decretado ni decrete que España ha de vivir envilecida.
(...) Españoles: acudid todos a las armas, único medio de economizar la efusión de sangre (...), no con el
impulso del encono, siempre funesto, no con la furia de la ira, sino con la solemne y poderosa serenidad con
que la justicia empuña su espada. ! Viva España con honra!"
Cádiz, 19 de septiembre de 1868.- Duque de la Torre, Juan Prim, Domingo Dulce, Francisco Serrano,
Ramón Nouvillas, Rafael Primo de Rivera, Antonio Caballero de Rodas, Juan Topete".
"He recibido de España un gran número de felicitaciones con motivo de mi cumpleaños [...].
Cuantos me han escrito muestran igual convicción de que sólo el restablecimiento de la monarquía
constitucional puede poner término a la opresión, a la incertidumbre y a las crueles perturbaciones
que experimenta España. Dícenme que así lo reconoce ya la mayoría de nuestros compatriotas, y
que antes de mucho estarán conmigo los de buena fe, sean cuales fueren sus antecedentes políticos
[...].
Por virtud de la espontánea y solemne abdicación de mi augusta madre, tan generosa como
infortunada, soy único representante yo del derecho monárquico en España. Arranca éste de una
legislación secular, confirmada por todos los precedentes históricos, y está indudablemente unida a
todas las instituciones representativas, que nunca dejaron de funcionar legalmente durante los
treinta y cinco años transcurridos desde que comenzó el reinado de mi madre hasta que, niño aún,
pisé yo con todos los míos el suelo extranjero.
Huérfana la nación ahora de todo derecho público e indefinidamente privada de sus libertades,
natural es que vuelva los ojos a su acostumbrado derecho constitucional y a aquellas libres
instituciones que ni en 1812 le impidieron defender su independencia ni acabar en 1840 otra
empeñada guerra civil. Debióles, además, muchos años de progreso constante, de prosperidad, de
crédito y aun de alguna gloria; [...].
Afortunadamente la monarquía hereditaria y constitucional posee en sus principios la necesaria
flexibilidad y cuantas condiciones de acierto hacen falta para que todos los problemas que traiga su
restablecimiento consigo sean resueltos de conformidad con los votos y la convivencia de la nación.
No hay que esperar que decida yo nada de plano y arbitrariamente; sin Cortes no resolvieron los
negocios arduos los príncipes españoles allá en los antiguos tiempos de la monarquía, y esta
justísima regla de conducta no he de olvidarla yo en mi condición presente, y cuando todos los
españoles están ya habituados a los procedimientos parlamentarios. Llegado el caso, fácil será que
se entiendan y concierten las cuestiones por resolver un príncipe leal y un pueblo libre. [...]
Por mi parte, debo al infortunio estar en contacto con los hombres y las cosas de la Europa
moderna, y si en ella no alcanza España una posición digna de su historia, y de consuno
independiente y simpática, culpa mía no será ni ahora ni nunca. Sea la que quiera mi propia suerte
ni dejaré de ser buen español ni, como todos mis antepasados, buen católico, ni como hombre del
siglo, verdaderamente liberal.
Al Congreso.
Grande fue la honra que merecí a la Nación española eligiéndome para ocupar un Trono, honra
tanto más por mí apreciada, cuanto que se me ofrecía rodeada de las dificultades y peligros que
lleva consigo la empresa de gobernar un país tan hondamente perturbado. (…) Dos años largos ha
que ciño la corona de España, y la España vive en constante lucha, viendo cada día más lejana la era
de paz y de ventura, que tan ardientemente anhelo. Si fuesen extranjeros los enemigos de su dicha,
entonces, al frente de estos soldados, tan valientes como sufridos, sería el primero en combatirlos;
Dto. Geografía e Historia.
pero todos los que con la espada, con la pluma, con la palabra agravan y perpetúan los males de la
nación, son españoles, todos invocan el dulce nombre de la patria, todos pelean y se agitan por su
bien; y entre el fragor del combate, entre el confuso, atronador y contradictorio clamor de los
partidos, entre tantas y tan opuestas manifestaciones de la opinión pública, es imposible atinar cuál
es la verdadera, y más imposible todavía hallar el remedio para tamaños males.
Lo he buscado ávidamente dentro de la ley, y no lo he hallado. Fuera de la ley no ha de buscarlo
quien ha prometido observarla.
Nadie achacará a flaqueza de ánimo mi resolución. No habría peligro que me moviera a desceñirme
la Corona si creyera que la llevaba en mis sienes para bien de los españoles (…). Pero tengo hoy la
firmísima convicción de que serían estériles mis esfuerzos e irrealizables mis propósitos.
Estas son, Sres. Diputados, las razones que me mueven a devolver a la nación, y en su nombre a
vosotros, la Corona que me ofreció el voto nacional, haciendo de ella renuncia por mí, por mis hijos
y sucesores.
Estad seguros de que al desprenderme de la Corona, no me desprendo del amor a esta España, tan
noble como desgraciada, y de que no llevo otro pesar que el de no haberme sido posible procurarla
todo el bien que mi leal corazón para ella apetecía.
"Señores diputados:
Aquí, el partido republicano reivindica la gloria que sería haber destruido la monarquía; no os
echéis en cara la responsabilidad de este momento supremo. No; nadie ha matado. Yo, que tanto he
contribuido a que llegase este momento, debo decir que no siento, no, en mi conciencia, mérito
alguno de haber concluido con la monarquía. La monarquía ha muerto sin que nadie, absolutamente
nadie, haya contribuido a ello, más que la Providencia. Señores: con Fernando VII murió la
monarquía tradicional; con la fuga de Isabel II, la monarquía parlamentaria, y con la renuncia de
Amadeo, nadie ha acabado con ella. Ha muerto por sí misma. Nadie trae la República; la traen las
circunstancias; la trae una conspiración de la Sociedad, de la Naturaleza, de la Historia. Señores:
saludémosla, como el sol que se levanta por su propia fuerza en el cielo de nuestra patria".